Sus predecesores aparecen en la Biblia, en la historia del rey Saúl que consulta
a la así llamada "bruja de Endor". También aparecen en el período clásico en la
forma de "estirges", unas temibles criaturas aladas con forma de harpías o
lechuzas que se alimentaban de la carne de bebés.
Doble problema
Por un lado, como en "Las cuatro brujas" (1497), podía ser joven, atractiva y
ágil, capaz de cautivar a los hombres. Por el otro, como en "Bruja montando
una cabra al revés" (circa 1500), podía ser vieja y abominable.
Este último grabado mostraba a una vieja bruja desnuda sobre una cabra con
cuernos, símbolo del demonio. Tiene ubres caídas por senos, una boca abierta
por la que da alaridos e impreca y unas hilachas de cabello que apuntan en la
dirección en la que se mueve de forma innatural (un signo de sus poderes
mágicos). Incluso blande una escoba. He aquí a la matriarca de las brujas que
hoy encontramos en la cultura popular.
"Invidia era macilenta, sus pechos ya no servían para nada, lo que explica por
qué sentía envidia de las mujeres y atacaba y se comía a los bebés.
Frecuentemente tenía serpientes en la cabeza en lugar de cabello", señala.
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