Agradecimientos
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Índice
Sinopsis .............................................................................. 4
Capítulo 1 ........................................................................... 5
Capítulo 2 …………………………………………………………….12
Capítulo 3 .......................................................................... 17
Capítulo 4 .......................................................................... 22
Capítulo 5 .......................................................................... 27
Capítulo 6 ......................................................................... 33
Capítulo 7 .......................................................................... 39
Capítulo 8 ......................................................................... 45
Capítulo 9 ......................................................................... 51
Capítulo 10 ........................................................................ 56
Capítulo 11 ....................................................................... 61
Capítulo 12 ....................................................................... 64
Capítulo 13 ....................................................................... 66
Capítulo 14 ........................................................................ 70 3
Capítulo 15 ....................................................................... 73
Sobre la autora... Laura Ellen Kennedy ............................. 83
Sinopsis
E
rica alcanza el séptimo cielo cuando se enamora de Jake, el
hermano mayor de Sally, su mejor amiga y, sobre todo, en el
momento en que descubre que él siente lo mismo por ella.
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Capítulo 1
E
ra la noche del baile de Halloween del año pasado, y la entrada
tenía un aspecto increíble. Una luz de plata procedente de las
arañas de luces se reflejaba en los espejos y calaba en las
suaves cortinas rojas de terciopelo. Sillas y mesas, pintadas de color
dorado, completaban la sensación de esplendor. Tras semanas de
trabajo y organización, lo más gratificante era verlo todo terminado. La
sala de actos se iba llenando, y al ver los gestos de aprobación de todos
los asistentes, pensé que podría estallar de orgullo.
Pero todos los chicos querían a Sally. En realidad, todo el mundo quería
a Sally. Ella podía estar resplandeciente con cualquier cosa que se
pusiera, y tenía esa larga melena de pelo negro y brillante (me juró que
no había ningún secreto, pero aun así hice que me escribiera una lista
de todos los champús, acondicionadores y productos de belleza que
usaba, para probarlos uno por uno, a la espera de un milagro). Su piel
limpia y aceitunada, sus curvas femeninas y sus bonitos ojos oscuros
hacían que la gente advirtiera su presencia. Y por si no fuera suficiente:
era la persona más encantadora que conocía. Sin embargo, no era
consciente del poder que ejercía sobre las personas. Pasaba tantos días
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como yo frente al espejo rechazando su propia imagen. En cierto modo,
me sentía mejor cuando me confiaba que odiaba su nariz y sus rodillas
rechonchas… Si alguien tan perfecto como ella podía encontrar defectos
en su aspecto físico, quizá mis propios defectos no fueran tan malos
como yo imaginaba. Cuando deseaba ser más alta u observaba con
desagrado mi aspecto, me recordaba a mi misma que incluso Sally
podía tener defectos, y dejaba de preocuparme.
Por una vez, esa noche, no fui la mejor amiga feúcha. Sentí las miradas
curiosas de los que allí estaban. Me había teñido el pelo de un color
más oscuro y lo había convertido en una maraña de rizos. Con espíritu
gótico, me apliqué toda la sombra de ojos oscura y de color gris
plateado que pude.
Estaba pensando en todos los productos de Green & Black’s que tendría
que comer para engordar cuando Tamara decidió comprármelo. Por un
instante pensé que me había leído la mente, pero yo, en realidad, no
quería ganar peso. Entonces la miré con el ceño fruncido, confusa. Dije
que nunca me lo pondría, y ella soltó un discurso para convencerme de
que se pueden hacer arreglos en la ropa. ¡Qué mandona es!
Así que pagó y luego me llevó al sastre, y allí me cogieron el vestido con
alfileres. Lo dejamos allí, y aproximadamente una semana después
Tamara me lo envió a casa. Tenía toda la razón. Cuando me lo puse, me
sentí como si fuera otra persona. De hecho, la transformación me había
inspirado tanto que despertó en mí una vieja pasión: le pedí a mi madre
que bajara su vieja máquina de coser del altillo, junto con todos sus
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libros viejos de costura y los patrones, y me enseño algunas cosas
básicas. Reestrené un montón de ropa vieja. (Bueno, creo que me estoy
desviando del tema, como dice siempre mi padre cuando me gruñe por
mi «falta de concentración»). La cuestión es que ahora, en el baile de
Halloween, tenía la oportunidad de llevar mi fantástico vestido.
Hacía menos de dos horas, había salido del coche con muchas
expectativas, y ahí estaba ahora, pegajosa, empapada y sola. Alcé la
mirada hacia el cielo estrellado y eché a perder lo que me quedaba del
maquillaje con más sollozos.
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Capítulo 2
S
i alguna vez te has descubierto mirando a un amigo al que
conoces de siempre y de repente lo ves, es decir, lo ves de verdad,
como si fuera la primera vez…, como si fuera de nuevo un
extraño y estuvieras redescubriendo todas las formas de sus facciones,
como nuevos tesoros… Si te ha ocurrido eso, puede que entiendas lo
que sentí el día que me enamoré de Jake.
La noche que todo cambió fue una noche de agosto, después de las siete
de la tarde, creo, porque la luz ámbar de la tarde estaba empezando a
tornarse de color oscuro del anochecer. Sally y yo estábamos tumbadas
en una manta sobre el césped de la parte delantera de mi casa, mirando
al cielo y hablando. Conversábamos sin parar sobre cualquier cosa,
desde cuál era el mejor bizcocho de chocolate hasta nuestras visiones
más profundas de la vida. Mi madre decía que no podía entender que
siguiéramos encontrando temas de que hablar, cuando prácticamente
pasábamos juntas cada minuto desde que nos despertábamos hasta
que nos acostábamos. Pero, de alguna forma, siempre teníamos tantas
cosas de que hablar como átomos hay en el aire.
Sally estaba colada por un chico llamado Mark. Estábamos imaginando
la forma de conseguir que le pidiera salir cuando el rostro de Jake
apareció sobre nosotras, suspendido en el aire.
Puso bizcos los ojos, luego se giró y empezó a hablar con Jake sobre
algún negocio familiar o algo así, y yo miraba hacia abajo e intentaba
que mi cara roja recuperase su color ¡Qué pava!
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Cuando alcé de nuevo la mirada, vi que Jake se reía de algo que estaba
diciendo Sally, y una sonrisa increíble apareció fugazmente en su
rostro. Mientras le observaba, la fuerza de esa sonrisa me recorrió todo
el cuerpo y fue como si me hiciera dar vueltas. No sé por qué, teniendo
en cuenta lo bien que lo conocía, al tiempo que sus ojos oscuros
brillaban, mi corazón latía desenfrenado. No podía apartar la mirada,
así que me quedé observándole. Era como si me estuviera empapando
de él. Su pelo moreno, húmedo porque había estado nadando, ya lo
tenía un poco largo, de manera que se rizaba en las puntas y se le
pegaba a la cara y al cuello.
Cada vez que le veía estaba un poco más guapo que la vez anterior, y
siempre que era dulce, amable o educado admiraba que no intentara
esconderse con temor a lo que los demás pudieran pensar.
Me enamoraba cada día más. Pero cuando me senté en ese banco, fuera
del hotel Broadwich, en la semioscuridad, por primera vez en todas
aquellas largas semanas, me di cuenta de lo ilusa y tonta que había
sido albergando la esperanza de que pudiera llegar a gustarle. Después
de esta noche, iba a ser el hazmerreír del instituto. Me cubrí el rostro al
recordar lo sucedido, los gritos y las burlas. Me consolaba pensar que
solo quedaban un par de trimestres de curso.
Estaba siendo más dulce que nunca, pero no podía decirle lo que
realmente iba mal. «¿Por qué me compadecía tanto de mí misma?», me
preguntaba.
Pensé otra vez en lo que había deseado que pasara, como si lo viera a
través de unos cristales empañados: yo, con aspecto de estrella de cine,
bailando con Jake, mirándole a los ojos… ¡Por supuesto que las cosas
no habían salido como yo había planeado! Vaya, qué idiota y qué
infantil era. No pude evitar ponerme nerviosa otra vez, y cuando Jake
puso la mano sobre mi hombro, un escalofrío indescriptible me recorrió
de arriba abajo.
—Jake, yo… —no podía creer que fuera a decírselo, pero sabía que las
palabras estaban a punto de salir disparadas—. Deseaba que
bailáramos juntos. Este maldito vestido… Quería que no me vieras solo
como la amiga rara de tu hermana pequeña. Pero todo salió mal, y aquí
estoy con una pinta espantosa, y probablemente me odies por haber
dejado plantada a Sal sin decirle nada…
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Capítulo 3
A
brí los ojos. Rayas finas de la luz de la mañana decoraban la
pared de mi habitación a través de las persianas. Todo parecía
estar igual, pero yo era distinta. Por una décima de segundo
imaginé que la pasada noche había sido un sueño. Pero ahí estaba mí
vestido, hecho jirones y rasgado, con manchas de comida, y ahí estaba
la chaqueta de Jake colgada en el perchero.
Él había intentado una vez más persuadirme para que volviera al baile
y, cuando me negué (¿a quién le podía importar un baile aburrido
después de un beso como aquel?), le envió un mensaje a Sal para
avisarle de que yo estaba bien, y caminamos hasta la estación para
coger un taxi de vuelta a casa. Pasé frío en el taxi, incluso con la
chaqueta puesta, y Jake me cubrió también con la suya. Fuimos todo el
camino cogidos de la mano, y no podía dejar de observar nuestros
dedos entrelazados para asegurarme de que era real. Cada vez que
miraba hacia él, lo encontraba sonriéndome. Pagamos al taxista, Jake
me acompaño hasta la puerta de mi casa y me dio un beso de buenas
noches, el beso de buenas noches más increíble del mundo. 17
Abrí las ventanas y me asomé a la claridad otoñal. Luego, volví a
meterme en la cama y me acurruqué bajo el edredón, sonriendo con
profunda satisfacción mientras recordaba mi última visión de Jake.
Estaba nerviosa: era una situación muy extraña. Parecía que se trataba
de algo simple, lo había hecho un montón de veces, quedar con Sally e
ir en coche al centro a tomar algo, pero me sentía nerviosa. Sally me
esperaba en el coche, moviendo la cabeza al ritmo de su horrible
música house, y cuando me vio acercarme, sonrió y me dedicó un
alegre y cursi gesto de aprobación. No pude evitar devolverle la sonrisa.
Me senté en el asiento del copiloto y cerré la puerta.
―Oh, fue mortificador. Seguro que me van a conocer como ‹‹el bicho
raro que aterrizó sobre el bufé en el baile de Halloween›› durante lo que
queda de curso. Pero bueno, puedo reírme de mí misma. De todos
modos, si la cosa se pone demasiado fea puedo emigrar.
Probablemente, en Australia aún no se han enterado de lo que pasó.
Nos reímos y nos cogimos del brazo mientras caminábamos los últimos
metros hasta Coco´s.
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Capítulo 4
M
e estaba mirando al espejo y retocándome el pelo por
decimoquinta vez cuando Jake llamó a la puerta. Mi corazón
se agitaba enloquecido como un pez fuera del agua. Bajé
corriendo las escaleras y al llegar abajo casi me estampo contra la
puerta principal de la prisa que llevaba. Pensé que debía
tranquilizarme.
Cuando abrí la puerta, allí encontré a Jake, que me sonrió con las cejas
arqueadas.
—Pasa.
―¡Hola, Jake!
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Le observó de manera inquietante y pareció que iba a acercarse, así que
me apresuré hacia la puerta empujando a Jake hasta casi hacerle caer.
Al final del camino que llegaba a mi casa, Jake me rodeó con el brazo y
me atrajo hacia él. Una sensación de calor me recorrió el cuerpo. Puse
mi mano alrededor de su cintura, y paseamos así, agarrados. Levanté la
mirada hacia él y se inclinó para besarme. Era bastante difícil caminar
así, y el beso pronto se disolvió en risitas. Todo me resultaba muy
natural, pero a la vez extraño. Después de todos estos años, ahora
éramos algo más que amigos. Y era real. La noche anterior no había
sido solo un momento de locura.
Jake me giró para que le mirara a los ojos. Habíamos caminado hasta la
puerta del cementerio, y nos resguardamos en una pequeña casita.
—Lo sé —asentí.
Eran casi las ocho cuando volvimos a nuestra calle. No quería que se
fuera y nos quedamos un rato más juntos. Él tenía que trabajar al día
siguiente. Estaba sacando algo de tiempo antes de retornar la
universidad y hacía todos los turnos que podía como enmarcador de
cuadros, en una tienda de arte de la ciudad, para ganar dinero.
Quedamos en vernos cuando saliera del trabajo a las cuatro de la tarde.
A partir de entonces, nos veíamos todos los días, y era como si tuviera
una nueva casa. No había ninguna persona con la que me sintiera más
segura que con Jake. No podía concebir cómo había vivido mi vida
antes, como una vida en blanco y negro.
La noche del cinco de noviembre, Sally, Mark, Jake y yo fuimos a ver los
fuegos artificiales al colegio del barrio. Tenía mis dudas sobre el plan...
Mi madre y, quizá, mi padre estarían allí, y habría muchos niños
correteando por allí, y probablemente con sus abuelos. No era un plan
genial, pero resultó divertido. Mark condujo el coche hasta el pueblo
siguiendo las instrucciones de Sally. Se peleaban en broma y se ponían
los ojos en blanco el uno al otro mientras Jake y yo nos cogíamos
discretamente de la mano y nos reíamos y hablábamos con ellos. En el
colegio había perritos calientes, trozos de pastel de jengibre caliente,
malvaviscos en palos que se podían tostar y chocolate caliente.
Supongo que piensas que soy una principiante. Había salido con un par
de chicos antes de los exámenes finales de Secundaria, pero no duré
con ellos más de una semana. El primer chico, James, era una especie
de casanova enloquecido... Andaba detrás de todas las chicas que
podía, siempre que podía. No había regla alguna. Por el segundo chico,
Anthony, estuve realmente colada, pero resultó que me veía corno poco
más que un peldaño de avance, una mano a la que cogerse mientras
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reunía el valor para pedirle salir a la chica que realmente le gustaba.
Sally. Por supuesto, lo mandó a freír espárragos, como buena amiga
que era, pero a mí aquello me dolió. Además, la segunda cita con
James, el año pasado, consistió en sentarnos en su cama para ver un
partido de rugby en la tele, y fue todo lo aburrida que puede llegar a ser
una cita. No hace falta decir que no hubo otra.
—Voy contigo —dijo Sally, y noté que Jake se ponía un poco tenso.
—Sally, ¿puedes llamar a mamá antes de salir corriendo y comprobar
que le parece buena idea?
Tras una llamada rápida para obtener el visto bueno, Sally y Mark se
dirigieron hacia el coche para marcharse. Jake y yo fuimos al parque y
nos sentamos juntos en la glorieta, una explanada de juegos. La
oscuridad nos rodeaba con delicadeza.
—Tu madre parece muy estricta respecto a que vayáis a la ciudad por
las noches, ¿no?
Ahora, debía estrechar su mano y decirle que por fin entendía por qué
tenía que ser tan mandón. Intenté convencerle de que no era necesario
que fuera fuerte todo el tiempo, que yo siempre estaría ahí para
apoyarle. Y creo que él lo entendió, porque apoyó la cabeza en mi
hombro y cerró los ojos. Le acaricié el pelo y, por primera vez, supe que
podía hacer que se sintiera a salvo, al igual que yo me sentía con él.
26
Capítulo 5
C
uando abrí la puerta, Jake se rio de mí. Íbamos a dar un paseo y
hacia frío.
—Entonces, ¿por qué te ríes? —me quejé—. Sinceramente, Jake, ¡no voy
a salir si parezco una idiota!
Ahora Jake se había puesto más serio, pero aún sonreía, y yo no sabía
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si creerle o no. Seguí ofendida, con las manos en las caderas.
—¡Qué rara eres! —dijo—. Me encanta que puedas disfrutar con los
charcos.
A la vuelta, le pregunté si quería venir a casa, pero me miró con los ojos
entrecerrados.
—Dijiste que tenías que escribir una redacción sobre una película.
Para finales de noviembre, pasábamos cada vez más tiempo juntos Jake
y yo solos. Era realmente agradable, pero empecé a preocuparme de que
estuviéramos dejando a Sally de lado, o de que estuviera evitándonos
para dejarnos espacio porque pensara que era lo que nosotros
queríamos.
—De nada.
Fue una gran noche, el grupo estuvo genial, los amigos de Jake me
daban mucha conversación y él estuvo cerca de mí casi todo el tiempo
para que no me sintiera extraña.
Todo parecía ir bien; sin embargo, ahora que lo recuerdo, creo que fue
entonces que las cosas empezaron a cambiar con Sally. Empezó a pasar
más tiempo en la ciudad y la veía menos. Jake y yo hablamos de ello
esa noche, en el tren de vuelta a casa. Consiguió, como siempre, que me
despreocupara. Dijo que Sal estaba teniendo problemas con las notas
de Políticas, y que pasaba mucho tiempo estudiando con esa chica de
su clase, May; hasta había empezado a quedarse allí a dormir de vez en
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cuando. Yo había visto a May en un par de ocasiones y me parecía
maja, aunque algunas de sus amigas no tanto. Pensé que, como Jake
era tan protector con su hermana, si él no estaba preocupado, yo
tampoco tenía por qué estarlo.
—Creo que solo vamos a ir a comer a un buen sitio, nada del otro
mundo… Podríais veniros tú y Sal, hace siglos que no os veo.
Mark se giró del todo hacia mí. Parecía confundido y algo triste. Bajó la
mirada e inmediatamente me miró intimidado.
Me dieron ganas de llorar. ¿Qué estaba pasando? Hacía tan solo un par
de meses, era impensable que algo así de importante pudiese haber
ocurrido en la vida de Sally sin que ella me lo dijera. Pensé en el
mensaje que me envió y me pregunté cuando decidió que no vendría al
concierto. No sabía qué pensar. ¿Debería darme cabezazos contra la
pared por haber descuidado nuestra relación, o por haber estado tan
centrada en Jake que ni si quiera me di cuenta de lo que estaba
ocurriendo? ¿O debería enfadarme con Sally porque probablemente
había confiado en May en vez de en mí, y porque nos lo había ocultado?
Sabía que Sally era muy ambiciosa respecto de su futuro (quería ser
abogada). Para mí no tenía ningún sentido romper con Jake, lo mejor de
mi vida, por salvar mis notas. Me pregunté si también Jake me ocultaba
algo, o si estaría renunciando a su función paternal. Pero no quería
estropear la noche hablando de eso. Solo debía hablar con Sally.
Así que la noche siguiente, mientras mis padres veían una película
después de cenar, me fui al salón y encendí el ordenador. Un par de
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semanas antes, no habría pensado en escribir un correo electrónico a
Sally. Si hubiera querido hablar con ella sencillamente habría cogido el
teléfono. Pero todo resultaba extraño. Estaba preocupada por ella, y a la
vez me sentía excluida. No podía decirle lo que sentía por teléfono.
Además no quería invadir su intimidad. Así que hice clic en «redactar
correo» y escribí:
Besos.
Erica.
Capítulo 6
A
l día siguiente, tenía su respuesta en la bandeja de entrada.
Hola, chiquita.
Besos.
Sally
―Oh, no había nada que decir ―dijo, un poco triste―. En realidad, nos
veíamos no porque lo deseáramos realmente, sino porque se había
convertido en una costumbre. Nos distanciamos, ya sabes. No éramos
como tú y Jake. Pero estoy bien, de verdad, de lo contrario te lo habría
dicho.
Yo no estaba segura.
―Bueno ―Sally se giró para mirarme a los ojos―. Estoy un poco triste,
es normal, pero eso es todo. Será lo mejor, estaré bien, en serio.
—Está muy cerca de Selfridges y puede que nos invite a comer, así
ahorraremos algo de dinero. 34
Me sonrió. Acepté, aunque por un momento pensé que habría estado
bien no tener que mostrar un comportamiento modélico de «comida con
los padres»; pero, oye, ¿por qué decir que no a una invitación?
―Sería una pena venir hasta aquí y no saludarle… De todas formas nos
íbamos a sentar en alguna cafetería, así que ¿qué más da?
Ella estaba decidida, y a mí, en realidad, no me importaba, así que no
puse objeciones.
―A lo mejor es una clienta. Tiene que ayudar a gente que ha pasado por
cosas realmente horribles, ¿no? Puede que la estuviera consolando… O
que sea una compañera cercana a una buena amiga, y que ella esté
pasando por un mal momento… A lo mejor la han despedido y se
estaban diciendo adiós…
Pude ver las lágrimas en los ojos de Sally, que intentaba reprimir sus
emociones con todas sus fuerzas. Entonces, de repente, se levantó de
un salto, hizo chirriar las patas de la mesa contra las baldosas del
suelo, cogió su bolso y salió corriendo de la cafetería. No se detenía.
Presa del pánico, recogí todas mis cosas y la bolsa que se había dejado
Sally debajo de su silla, recordé que no habíamos pagado las bebidas,
busqué desesperadamente en mis bolsillos algo de dinero y encontré un
billete de cinco libras gastado que le enseñé a la camarera agitándolo y
lo lancé sobré la mesa antes de abrir la puerta con torpeza y salir
corriendo detrás de ella, arrastrando por el suelo el abrigo y la bufanda,
sin manos libres para ponérmelos a pesar del frío. Vi a Sally
desaparecer por una estrecha calle al otro lado de la plaza y adentrarse
de nuevo en la muchedumbre de consumidores estresados, y maldije
entre dientes mientras avanzaba con torpeza tras ella todo lo rápido que
podía.
Fue todo lo que pude decir mientras intentaba sin aliento llegar hasta
donde estaba ella, con las bolsas de las compras girando
descontroladas. Llorando. Con cara de culpabilidad se alejó del
autobús, se dirigió hacia mí y también rompió a llorar. Nos sentamos en
un banco cercano y nos abrazamos. Esperamos al siguiente autobús
para volver a casa. Y Sally se disculpó.
―No pasa nada ―la tranquilicé―. Me quedé tan sorprendida como tú, ya
sabes, pero no te precipites, podría tener una explicación.
―Si te soy sincera, no fue una sorpresa tan grande para mí ―esperó a
que yo estuviera relajada para continuar―. Intuía desde hacía algún
tiempo que mi padre se traía algo entre manos. En parte por eso quería
sorprenderlo. Imaginé que nos podíamos encontrar con esto y que
sabría hacerle frente. Sin embargo, cuando los vi me afectó más de la
que esperaba. Me sentí demasiado débil y muy asustada; no pude
acercarme a ellos y pedirles una explicación.
―Aún podemos volver. Podemos esperar a que salga del trabajo. Estás a
tiempo de decirle todo lo que quieras… Debes de estar tan enfadada,
Sal… De verdad, lo siento mucho.
C
uando Jake llamó a mi puerta, le abracé con fuerza,
apoyándome en su hombro.
Había escondido los regalos de Jake, y los de mi familia estaban aún sin
envolver. Me gusta darles un aspecto bonito e imaginarlos debajo del
árbol. Acababa de envolver un lápiz de ojos para Tamara y estaba
atando una cinta a la caja mientras Jake me miraba con atención. Con
las tijeras hice un pequeño tirabuzón en la cinta.
Recogí con todo el cuidado que pude los lazos y las etiquetas, y me
senté en la cama, desde donde podía ver la televisión. A decir verdad,
me interesaba más ver la perfección del rostro dormido de Jake. Creo
que con mucho gusto le observaría así durante horas. ¡Jake era mío, y
ahí estaba, durmiendo cómodamente en mi habitación, en mi cama!
―¿Por qué no vienes tú aquí, para variar? ―dijo Jake―. Estoy muy
cansado. Y seguro que tus padres están hartos de verme aparecer por la
puerta.
Tenía razón. Había estado buscando una excusa para no ir. Las cosas
estaban raras entre Sally y yo. Cuando tomábamos un café o nos
veíamos a la hora de comer, hablábamos poco, como si fuéramos dos
desconocidos. Evitábamos el tema. Parecía más feliz cuando se
encontraba con May y Nadine. Así que yo, cada vez más a menudo, me
sentaba con Ruth y Charlotte. Por eso, me incomodaba verla en su
casa. Además, quizá Jake se diera cuenta de que algo había cambiado
en mi relación con su hermana. A pesar de ello, no podía evitarle por
más tiempo. Tenía que arriesgarme, porque, si no, por mi
comportamiento levantaría sospechas.
Me mordí el labio.
Cuando llegué, había mucho ruido dentro de la casa y tuve que llamar a
la puerta unas cuantas veces. Al final, Steph abrió la puerta, con una
batidora chorreando en la mano y harina en la ceja.
―Hola, Erica. Lo siento cariño, los chicos han montando una guerra
musical ahí arriba, creo. Sube.
―¡Anda! Hola, preciosa. ¡Con cuánto sigilo has entrado! ―Jake alzó la
mirada de su bloc de dibujo y me hizo un gesto para que entrara―. Dejé
la puerta abierta para oírte llegar, pero… ―se levantó de un salto, con
las manos ennegrecidas de carboncillo, y me besó rápidamente antes de
dirigirse al rellano―. Voy un momento a lavarme las manos ―vi a Sally
salir disparada de su habitación y entrar en el cuarto de baño a la
velocidad de la luz antes de que Jake pudiera llegar, y yo me escondí–.
¡Estupendo! Ahora tengo que usar el fregadero, ¿no? ―oí a Jake gritar
desde el otro lado de la puerta.
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Un minuto y medio después Sally apagó la luz del cuarto de baño y
adelantó a Jake por las escaleras.
―Os pasa algo, ¿verdad? ¿De qué se trata? ―se sentó cerca de mí y pasó
el brazo alrededor de mi cintura.
(¿Por qué tenía que ser tan perspicaz? Se suponía que los hombres eran
incapaces de entender las emociones de las chicas). Me agarré con
fuerza a él y contuve las lágrimas. Quería contárselo desesperadamente.
Siempre hemos compartido todo. La razón de que fuera tan feliz cuando
estábamos juntos era que podíamos ser sinceros y estar relajados.
Ahora, me sentía mal, porque tenía la impresión de que le estaba
traicionando a él a la vez que a mí. Después del comportamiento de
Sally, estuve a punto de soltarlo… Pero no lo hice.
¿Se habría vuelto loca mi madre? No había vuelto a vivir esa experiencia
desde que yo tenía doce años. Me pregunté si estaría padeciendo esa
angustia que sienten las madres cuando los hijos llegan a la edad
adulta y sobre la que bromeaba mi padre cuando Tamara se marchó a
la universidad. No, yo sabía que a mi madre no le pasaría eso.
Entonces, sospeché de Tamara, quizá se había ablandado. Pero eso
tampoco parecía probable. Resolví que solo había una forma de
descubrirlo. Con un ingenuo júbilo navideño, me estiré hacia abajo,
agarré el calcetín y me asomé a él.
El primer regalo era una cajita plana más o menos del tamaño de la
palma de mi mano, envuelta en plata y con una cinta dorada alrededor.
Miré la etiqueta. ¡Era de Jake! ¿Cómo había conseguido dejar este
calcetín en mi cama? O se había compinchado con mi madre, o mi
padre iba a tener algo que objetar respeto a que hubiera entrado de
extranjis por la noche en mi habitación.
La nota decía: ‹‹Para Erica, por el día que paseamos por el cementerio y
tú encontraste esto y dijiste que te gustaba porque te recordaba a mis
dibujos. Besos navideños, Jake››. Con otro bolígrafo, había
añadido: ‹‹envuelto con amor››.
No podía querer más a Jake, pero en ese momento le adoraba con tanta
intensidad que dolía. Quería correr calle arriba y encontrarle y
abrazarle. Cogí mi móvil y lo encendí con impaciencia. Le escribí un
SMS.
Por la tarde, otro SMS. Era de Sally, que solo decía Feliz Navidad, y
probablemente había enviado el mismo a toda su lista de contactos.
Pero lo interpreté como una prueba de que, al menos, no me odiaba. Le
respondí al mensaje y le dije que esperaba verla pronto.
E
staba entusiasmada con la Nochevieja. Rich, el compañero de
Jake, daba una fiesta en el pueblo a la que asistiría mucha
gente. Muchos amigos nuestros de la ciudad vinieron aquí, para
variar, y no tuvimos que movernos nosotros... Bastaba con que
recorriéramos la calle para encontrarnos con ellos y tomar algo, sin
tener que preocuparnos de cuánto dinero nos costaría el taxi de vuelta
a casa. Y Sally también venía. Me había dejado un mensaje encantador
en el buzón de voz diciendo que esperaba que fuera y que le encantaría
verme. Habíamos quedado en que iría a su casa y nos arreglaríamos
juntas para la fiesta.
Llegué muy pronto, a las seis de la tarde, bastante nerviosa. Pero Sally
me recibió en la puerta con un gran abrazo, cogió bebidas y aperitivos y
me condujo rápidamente escaleras arriba para que la ayudara a elegir
lo que podía ponerse. Cuando Jake llamó a la puerta, ella dijo que
durante una hora solo se permitía la entrada a chicas, y que podía
«jugar con sus juguetes» hasta que nos pusiéramos guapas. Hablamos
acerca de quién asistiría a la fiesta, y de si estarían allí la ex de Rich y
su nueva novia, y de si debería recogerme el pelo o dejármelo suelto...
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Me recordaba tanto a los viejos tiempos que por un rato olvidé todo lo
que había ocurrido en las últimas semanas.
—No, va a venir bastante gente y creo que le preocupaba que sus platos
se estropearan, así que me parece que solo va a conectar los
reproductores de MP3 al equipo de música.
—Estupendo —dije.
—¡Ah, qué bien! —dijimos Sally y yo exactamente al mismo tiempo, con
tan flagrante alivio en nuestras voces que no pudimos evitar reírnos.
—¡Qué malas sois! Solo trajo sus platos en septiembre y, aparte, yo creo
que es bastante bueno.
—Ah, van a algún bar de la ciudad, creo —fui tras él—. Dhabi dijo que
pensaba que un colega suyo que trabaja allí podría colarlos gratis a
partir de las doce. Aunque no creo que a estas horas haya gran cosa,
solo los borrachos de turno, ya sabes. Es mejor que te quedes aquí y me
ayudes a acabar con estos rollitos de salchichas..., ¡creo que ya solo
quedan unos veinte millones! —dijo como si pensara que yo quería salir
con ellos.
—Sí —puso los ojos en blanco—. Tuve que darle el dinero que me
quedaba para que pueda volver a casa. No consigo comprenderla, pero
supongo que quiere divertirse un poco antes de que las niñas tengáis
que volver a clase —me guiñó un ojo, e intentó salir impune, pero se
ganó un puñetazo de «mujer» en el estómago.
—Ruth me preguntaba si había algo entre Sally y Ed. Yo le dije que no,
pero, en realidad, Sally nunca me lo contaría. ¿Sabes?
—Eso mismo dijo Ruth —añadió Jake—. Yo creía que quedaba con
May… No sabía que saliera con Ed. Rich lo odia…; creo que han tenido
alguna movida o algo. Nunca le he prestado demasiada atención, pero
no sé muy bien qué pensar de que Sal esté saliendo con él. Y Ruth
también parece preocupada, como si Sal se estuviera alejando o algo
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así. ¿Acaso estoy ciego, Erica?, ¿le pasa algo?
—Creo que, de todas formas, me sentiría fuera de lugar tal y como voy…
Quizá la próxima vez —dije.
—¿Tu madre cree que vas a volver a casa conmigo? —le pregunté.
Fue una noche agradable una vez que se hubo ido; vimos un rato la
tele, pero, sobre todo, hablamos acerca de nuestros planes para la
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universidad y para el próximo año. Ruth y Charlotte estaban
entusiasmadas porque nos quedaba muy poco para salir del instituto, y
porque pronto nos iríamos de casa para comenzar nuevas vidas. Por
supuesto, yo también lo estaba, pero una parte de mí no había
asimilado aún que iba a ser tan pronto. Estaba nerviosa por la
incertidumbre de cuál sería mi camino. Mi primera elección era
Brighton. Jake tenía su plaza esperándole en Edimburgo, pero yo sabía
que no tenía claro si quería volver a los estudios. En realidad, estaba
bastante contento trabajando en la tienda, porque le facilitaba buenos
contactos para vender sus obras y exhibirlas a nivel local. Sus cuadros
ya le dejaban beneficios, por lo que para él no tenía mucho sentido
seguir formándose.
C
erré los ojos para evitar que me cayeran las lágrimas. No podía
llorar solo porque Jake estuviera fuera durante una semana,
¡como una auténtica sentimentaloide! No me importaba que él
esquiara en Francia mientras yo me quedaba en casa... Una vez estuve
esquiando y fue lo bastante vergonzoso como para no querer repetir. El
caso es que habíamos estado juntos durante tres meses seguidos y esta
era la primera vez que no le tendría a la vuelta de la esquina cuando le
quisiera ver. Y además las cosas iban mal con Sally, y el invierno...; y
todo. En cualquier caso, supongo que la situación me superó.
―No es verdad ―dije, pues me resultaba más fácil ser dura cuando él
era encantador―. Te lo pasarás en grande. Además, te he traído hasta el
maldito aeropuerto, así que, como no te subas al avión, voy a cobrarte
la gasolina.
Pues bien, ahí estaba Sally, apoyada contra una pared junto al
aparcamiento, fumando, y Ed estaba con ella, con la mano en su
trasero y besándole el cuello. Ella no parecía tener mucho interés, pero
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tampoco es que se lo estuviera intentando quitar de encima... Y yo
estaba segura de que él tenía novia. Me quedé petrificada. Esta era una
chica diferente a la Sally que yo conocía. ¿Qué estaba pasando?
Cuando volvió mi madre, tuve que explicarle que Sally se había ido.
Estuvimos un rato dando vueltas con el coche por el centro de la
ciudad, pero no había señales de ella, y si llamabas a su móvil saltaba
el contestador automático, lo que me hizo pensar que, o bien se había
quedado sin batería, o bien habían ido al Studio, un antro situado en
un sótano, donde no habría cobertura. Mi madre llamó a Steph, que
mientras hablaban recibió un mensaje de Sally desde un número
desconocido: ‹‹estaba en una fiesta y se quedaría a dormir en casa de
May››. No sabía que había en ello de verdad, pero al menos pudimos
volver a casa.
―¡Qué hay!, chica ―dijo con voz ronca―. Aún estoy en la cama. Pero
sube.
―Me fui a la misma hora que tú, Sally. Mi madre nos iba a recoger,
¿recuerdas?
―¡Ayyy! Sí, lo siento, cielo, perdí la noción del tiempo. ¿Estás enfadada
conmigo?
―Un poco.
―No pienso hablar con Jake ―Sally apartó la vista del armario, donde
había estado buscando un jersey, y se giró hacia mí. Tenía la cara
desfigurada por la rabia. Nunca la había visto ponerse así, y se me
encogió el corazón al darme cuenta de que mis buenas intenciones la
habían enfurecido―. ¡Basta ya! ―me apuntó con un dedo severo,
moviendo el brazo bruscamente, casi como si me estuviera apuñalando
mentalmente—. Tú. Tú te crees que sabes mejor que yo qué me pasa
por la cabeza, ¿verdad? No tienes ni la menor idea. Con tu familia
perfecta y tu vida perfecta... y tu novio perfecto, sin darte cuenta de que
es un egoísta y un cabezota y solo piensa en sí mismo. Y NO es asunto
tuyo con quién salgo. Y, para que lo sepas, sí que pienso en mi padre.
Es que ni te lo imaginas... He descubierto quién es esa mujer, y la
próxima vez que él se vaya a uno de sus viajes de negocios también voy
a descubrir dónde vive, y voy a ajustar cuentas con ella y a ponerle fin a
todo esto antes de que la gente se entere...
Contuve las ganas de llorar. Aún estaba temblando del veneno que me
había escupido Sally. No reconocía en ella nada de la amiga que yo creía
conocer tan bien. No entendía nada, no se me ocurría nada que decir.
Además, necesitábamos calmarnos.
E
sa semana hizo un frío gélido. El lunes, cuando salí para ir al
instituto, todo estaba congelado. Las telarañas invisibles, de
repente, se habían convertido en enredos de hilos blancos
centelleantes. Las aceras, cubiertas de hielo, brillaban.
Tuve que conducir con cuidado, y tan despacio que llegué tarde a la
primera clase y, al acercarme a la puerta, pude a oír que estaban viendo
alguna película, así que decidí esperar en la biblioteca en vez de
interrumpirles, para unirme a ellos después del descanso. Me conecté al
ordenador y vi que en la bandeja de entrada tenía un correo de Jake.
Hola, preciosa:
Sigo echándote de menos, pero lo estoy pasando muy bien... ¿Está
permitido? Nuestro instructor es alucinante (da bastante miedo, así
que tienes que hacer lo que te dice o te mira ¡como si fuera a partirte
la cara!, pero realmente funciona), y aunque sea yo quien lo diga, se
me da muy bien. ¡Te sorprendería, en serio! Quizá vuelva el domingo
temprano. Pensaba quedarme hasta el día de San Valentín,
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miércoles, pero no puedo esperar (¡además, todo estará metido en
cajas y no he reservado nada!). Así que pensé que a lo mejor
podríamos salir a cenar el domingo por la noche... ¿Qué te parece?
Estoy deseando verte.
Con todo el cariño del mundo,
Jake. xxx
Solo faltaban un par de meses para que tuviera que ponerme a estudiar
en serio para los exámenes de selectividad, y, por mucho que intentaba
terminar mi trabajo, me descubría mirando fijamente mis apuntes, sin
ver nada más que el rostro enfadado de Sally, en mis peores momentos,
y el rostro sonriente de bienvenida de Jake, en los mejores. Me
animaba imaginarle con su bronceado invernal, curtido por el viento, y
el romántico escenario de la cena de bienvenida del domingo por la
noche.
—P
ensé que podrías necesitar mi coche —dijo mi madre
cuando Jake abrió la puerta.
—Antes de salir, Steph, creo que podemos hacer algo más aparte de ir a
la ciudad y buscar en los sitios que solía frecuentar y en las casas de
amigos —mi madre me miró—. ¿Se lo vas a decir, o tengo que hacerlo
yo? —Steph estaba preparada, con el abrigo en un brazo y las llaves en
la mano. Jake estaba inclinado sobre sus zapatillas, abrochándoselas.
Alzó la mirada hacia mí y yo también le miré.
—Por alguna razón, Sally tenía metido en la cabeza que Simon estaba
teniendo una aventura. Le dijo a Erica, la última vez que se vieron, que
cuando saliera en su próximo viaje de negocios iba a enfrentarse a la
mujer con la que piensa que está viéndose. Supongo que llamaste a
Simon cuando supiste que Sally se había marchado. Ahora quizá sea
buena idea avisarle de que a lo mejor Sally va de camino al su hotel.
—¿Hola? Sí, es ella… —se llevó una mano temblorosa a la boca, cerró
los ojos con fuerza y una lágrima captó la luz del porche. Todos
contuvimos la respiración—. ¿Se encuentra bien?... Sí, entiendo. En
quince minutos estaremos allí. Gracias.
—¡Lo sabías!
—¡JAKE! —gritó Steph, y se echó a llorar—. ¡Ya BASTA! —noté que Jake
me soltaba, y el brazo de mi madre me rodeó, apoyándome,
sosteniéndome—. No podemos repasar cada «¿y si…?», ni cada «pero».
Vayamos al hospital. ¡Por favor!
63
Capítulo 12
C
uando llegamos al aparcamiento, sentía nauseas, y no era solo
por el resplandor artificial y enfermizo de la luz del hospital que
se derramaba en la oscuridad de la noche. Una parte de mí
quería entrar y encontrar a Sally, y la otra temía lo peor. Me sentía
avergonzada y asustada, así que me quedé atrás mientras los demás
entraban a toda prisa en recepción.
Creo que Sally me vio y sonrió. Pero parecía correcto dejar a la familia a
solas. Decidimos esperar nuevas noticias en la sala de espera. Mi madre
había sacado unos espantosos tés de la máquina, creo que por hacer
algo. Entonces vi llegar a Simon. Su expresión no decía mucho. Lo vi
hablando con una recepcionista, que le hizo un gesto para que cruzara
el pasillo hasta donde estaba Sally. Lo vi desaparecer en la dirección de
la que acabábamos de venir nosotras. Le seguí con la mirada, por el
pasillo, preguntándome cuál sería la reacción de Sally cuando lo viera, o
la de Steph. O la de Jake. La desesperanza volvió a embargarme, pero
no me quedaban fuerzas para llorar.
M
e desperté confusa. Podía oír sonidos metálicos, ruidos sordos
en la cocina y voces..., la tele encendida en el cuarto de estar.
Mi habitación estaba a oscuras. Los rayos de sol que
habitualmente se filtraban por las ranuras de la persiana, no estaban
ahí... ¿Era de noche? Habíamos vuelto a casa de madrugada, así que no
podía ser, y además, si así fuera, no habría ruidos de cocina. Debía de
ser por la tarde. ¿Qué día era? ¿Lunes? ¿Llevaría días durmiendo? A lo
mejor mis padres me estaban dejando dormir.
Alabada sea mi madre por saber que no habría soportado más presión
en esos momentos, y que no quería ir hasta el hospital yo sola. Sabía
que tenía que visitar a Sally. Puede que me odiara por haber contado su
secreto. A lo mejor me culpaba por no haberla obligado a contarlo ella
misma, al igual que Jake. Tenía que descubrirlo, y también quería ver
que estuviera bien, antes de que volviera a casa, pues no quería
encontrarme con Jake.
Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa, luego se puso triste de nuevo.
―Lo siento muchísimo, Sally ―me temblaba la voz―. Como nadie sabía
dónde estabas... pensé que ayudaría si lo contaba.
―Y no estaba siendo justa con ella, creyendo que Jake le importaba más
que yo... ―Sally se giró hacia mí―. Lo sabía, ¿sabes...? Sabía lo de papá,
así que, después de todo, no era un secreto. Y yo creyéndome tan
inteligente e importante —rio con amargura y se volvió a recostar. Cerró
los ojos por un instante. Parecía cansada.
―Vendrás a verme, ¿no? Voy a ser una inválida, metida en mi casa para
siempre. ¿Vendrás a ver películas conmigo?
Incluso me permití pensar que también llevaba razón sobre Jake, que
se le pasaría y, cuando pensé en él de camino a casa, lo imaginé
sonriéndome de nuevo. En vez de recordar su rabia, cuando cerré los
ojos, le sentí envolviéndome en un abrazo, con la piel cálida de su
mejilla rozando la mía como aquella primera vez en nuestro banco.
69
Capítulo 14
H
abía una nueva frase resaltada en blanco encabezando los
correos electrónicos… ¡de Jake! Hice clic sobre el nuevo e-mail.
Hola, Erica:
Jake.
70
El corazón me daba sacudidas, una y otra vez. Pensé que iba a vomitar.
Era consciente de lo que había perdido y me sentía frustrada, deseaba
con todas mis fuerzas dar marcha atrás. ¿Lo diría en serio? ¿No quería
volver a verme… jamás?
Cuando pensé en lo feliz que era con Jake, sentí un dolor físico. Me
sentía oprimida y sin aliento. Entonces cerré el correo de manera
mecánica y apagué el ordenador. Corría a mi habitación, cerré la puerta
tras de mí, me desplomé contra ella y lloré y lloré y lloré hasta el
agotamiento. No podía moverme, y no sé cuánto tiempo pasó hasta que
conseguí arrastrarme hasta mi cama y esconderme debajo de mi
edredón… ¿Una hora? ¿Dos? Me dormí. EL sueño era mi única vía de
escape de un mundo en el que Jake me odiaba.
Sin embargo, ocurrió algo curioso. A pesar de lo duro que había sido
para mí, cuando volví a leer sus palabras, no me sentí arrepentida.
72
Capítulo 15
S
ally y yo nos escribíamos correos electrónicos o SMS casi todos
los días. Le prestaba mis apuntes de Comunicación Audiovisual y
le daba la tabarra a sus compañeros para que en otras
asignaturas hicieran lo mismo, hasta que por fin volvió al instituto y
recibió una calurosa bienvenida de todo el mundo. Ruth organizó una
fiesta para la ocasión, y, esta vez sí, Sally se quedó hasta el final y nos
volvimos juntas a casa.
Con Sally y Ruth, salía y me divertía. Pero deseaba que Jake estuviera
siempre a mi lado. Sin embargo, él y yo nos evitábamos. Con Sally
quedaba en Coco’s, para no pasar por su casa, cuando no la veía en el
Instituto, así teníamos oportunidad de hablar de sus padres.
Era julio, los exámenes habían terminado, hacia mucho calor y Sally me
dijo, mientras tomábamos en Coco’s un batido de chocolate y un
helado, que Steph había decidido mudarse a Escocia para vivir con su
hermana en Falkirk, por algún tiempo. Así que sin pensarlo mucho
Sally decidió que quería estudiar Derecho en Glasgow. Después de todo,
no vivirían demasiado lejos la una de la otra. Y Jake barajaba la
posibilidad de volver a estudiar Arte en Edimburgo, ahora que ella y
Steph se iban a Escocia. Deseé cambiar de tema de conversación, pero
Sally me estaba poniendo a prueba.
―Jake sigue abatido por eso, ¿sabes? ¿Es que quieres tirarlo todo por la
borda, solo porque los dos sois unos cabezotas?
Los días posteriores me mantuve todo lo ocupada que pude. Una tarde,
cuando volví a casa, conecté mi iPod en el equipo de música y escuché
las canciones más animadas, todo lo alto que pensé que me estaría
permitido. Abrí la ventana de mi cuarto y dejé la puerta abierta para
que hubiera corriente, me recogí el pelo en un moño y me sentí bien.
―Hola ―dijo.
Estaba muy guapo. Bueno, solo llevaba unos viejos vaqueros rotos, una
camiseta vieja y descolorida y chancletas. Pero lucía ese bronceado
veraniego desenfadado, y la tensión en sus brazos marcaba esos
alucinantes hombros. Físicamente, seguía siendo la persona atractiva
que tanto me gustaba: la misma cara, esos labios, sus manos, el pelo y
la piel…
Frunció el ceño y miró hacia otro lado, y me percaté que debía de ser
realmente difícil para él estar ahí.
Tenía el pulso acelerado por la emoción de ver a Jake y por los nervios
de imaginar qué nos diríamos. Pero él había venido a decir adiós. En
poco tiempo, otra persona viviría en su casa, todos los dibujos
desaparecerían de sus paredes y los intrusos cubrirían de pintura todas
sus huellas…
Bajé, cogí las llaves y el monedero, para que no se diera cuenta de que
lo de la leche era una excusa.
―Sí, si consigo sacar buena nota. Así que supongo que seguiremos
caminos diferentes: vosotros al Norte, yo al Sur ―añadí
innecesariamente. Estaba desesperada por seguir hablando, de lo que
fuera, cuanto más aburrido y menos emocionante mejor―. Así estaréis
los tres más cerca, ahora que Sally se va a Glasgow. Seguro que
Edinburgo es un lugar estupendo para vivir. Es una ciudad muy bonita,
y apuesto a que hay montones de sitios para salir.
¡Oh! Todavía creía en mí. Su tono suave y seguro era como una mano
estirándose hacia mi pecho para tocar el corazón. De repente, me
invadieron los recuerdos. Dejé de caminar e intenté mantener la
endereza. Si dejara que Jake se fuera, perdería una parte de mí… O
podría viajar a Escocia para visitarle, y él podría venir a Brighton para
ir juntos a algún concierto. Podríamos compartir las nuevas
experiencias, como cualquier pareja…
Miré a Jake fijamente a los ojos. Nuestros labios estaban tan solo a
unos centímetros de distancia. Quería tocarle y besarle pero ambos
estábamos como petrificados, mirándolos el uno al otro, sin saber qué
decir. Ojalá hubiera adivinado lo que pensaba.
―¿En serio?
―¿Has pensado alguna vez lo duro que fue para mí? ―intenté hablar
con calma, pero inquisitiva. La voz me temblaba―. ¿Es que no puedes
imaginar cuánto deseaba contarte lo que ella me había suplicado que
no te contara? ―me resultaba imposible ocultar lo que sentía. Estaba
temblando. Era todo lo que podía hacer para no llorar―. Aquella noche,
en Nochevieja, lo intenté…, pero…
Continué hablando
―Sin embargo, los secretos no son tan simples como los dibujos
―prosiguió―. Sigo pensando que si me hubieras dicho lo que le estaba
pasando a lo mejor habríamos podido evitar el accidente. Me lo
pregunto cada vez que miro la cicatriz de su cara.
Me pareció sentir que el corazón se me partía. Era inútil. Cada vez que
mirara a Sally me odiaría. Sabía que ya había decidido no
escucharme… ¿Por qué vino entonces a mi casa, después de todo este
tiempo? ¿Qué quería?
Me giré furiosa para marcharme, pero él vino tras de mí. Me agarró del
brazo y yo me estremecí, dejando escapar un pequeño grito antes de
poder pararlo. Me sorprendió mi propia reacción, y entonces me di
cuenta de que estaba recordando la última vez que me agarró del brazo
así… la noche del accidente.
―Es Rich, se supone que tendría que estar ya en el Fox para tomarme
algo con él de despedida.
―Bueno, será mejor que consiga un cartón de leche antes de que cierre
la tienda.
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Tiré de la parte inferior de mi camiseta de tirantes, y me enderecé. ¿Eso
era todo? ¿Solo íbamos a darnos un apretón de manos como si nos
hubiéramos parado para hablar del tiempo?
Fin
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La Autora