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Monografía

Curso de Capacitación Docente


en Neurociencias

Alumna: Myrna Uslenghi


www.asociacioneducar.com
Mail: informacion@asociacioneducar.com
MSN: asociacioneducar@hotmail.com

“El fenómeno lúdico y el desarrollo cerebral”

Introducción:

“Sólo cuando entendamos la naturaleza del juego podremos entender cómo mejorar el
destino de las sociedades humanas en un mundo mutuamente dependiente, el futuro de
nuestra especie, y quizás incluso el mismo destino de la biósfera”
G.M. Burghardt

El juego es un mecanismo básico para mantener la supervivencia, porque


crea un estado emocionalmente positivo, donde se está cómodo y se disfruta de
estar vivo en el entorno inmediato.

Al jugar los niños reubican sus mundos para hacerlos más comprensibles,
menos aterradores a veces; esto les permite crear un sitio seguro en el que se
pueden experimentar emociones sin las consecuencias que podrían tener en el
mundo “real”. Si bien el juego es principalmente una conducta y un fin en sí
mismo, por el placer y la alegría de poder hacerlo, también es más que eso, es
esencial para la salud y el bienestar de los seres humanos.

El juego estimula y propicia escenarios y oportunidades para que los niños


alcancen la plena realización de sus potencialidades favoreciendo un sano
desarrollo de su cerebro.

Dicho desarrollo si bien continua a lo largo de toda la vida, a medida que la


experiencia va acumulando recuerdos y aprendizajes, modelando, de esta
manera, las estructuras y funciones del cerebro (neuroplasticidad y modelado de
redes hebbianas); es incomparablemente mayor en esta etapa respecto a
momentos sucesivos. Los primeros años de vida de un niño comprenden un
período muy importante en el crecimiento y desarrollo cerebral.
El juego puede servir para dar forma e integrar estructuras neurales de la
motivación, la percepción y la emoción de un modo que ofrezca una mejor
oportunidad de supervivencia. En términos neurales, genera posibilidades de
sentir, actuar y pensar en formas no lineales, manteniendo la plasticidad y la
apertura a la interacción con el entorno, en lugar de respuestas estereotipadas.

“El cerebro no sólo da forma al juego… el juego también modela al cerebro”

El juego ofrece la oportunidad de desarrollar y probar un abanico de


respuestas sin consecuencias serias, parodiar emociones primarias mediante el
elemento “como sí” (“como si” las emociones que se presentan en el juego fueran
reales) pero sin las consecuencias reales. Estas experiencias contribuyen a dar
forma a la geografía neural, mejorando sistemas neuronales vinculados con lo
emocional y con los aprendizajes.

La manifestación de emociones positivas aumentan la experiencias


compartidas de felicidad, amplían las interacciones y mediante la risa se activan
las regiones de placer del cerebro y produce estados positivos en aquellos que
ríen, al mismo tiempo que despierta emociones positivas en aquellos que
observan (Neuronas en espejo).

Hoy se sabe el papel central que tienen las emociones en la toma de


decisiones y en nuestras acciones, por lo que haber disfrutado de variadas
situaciones lúdicas sustentará mejor nuestra flexibilidad emocional.

Vogt sugiere que un niño debe jugar entre 7 y 9 horas por día, si bien se
sabe que esto es muy difícil de poder lograr, el Jardín Maternal o Jardín de
Infantes podría garantizar más o menos la mitad. Y luego, en los momentos en
que el niño está descansando físicamente y que no se dedica evidentemente con
su mente a otra tarea, su cerebro sin embargo seguirá permaneciendo
intensamente activo. Estos estados de reposo son muy importantes para el normal
desarrollo de las estructuras cerebrales. También el sueño desempeña un papel
decisivo en el aprendizaje y la memoria; ya que en los momentos de sueño el
cuerpo repone energías y el cerebro reprocesa las experiencias acumuladas
durante las horas de vigilia, favoreciendo la consolidación de conocimientos dentro
de la memoria a largo plazo.

“Jugar es hacer” y “Crear es también hacer”

La creatividad es la habilidad que nos permite hallar nuevas y mejores


formas de hacer las cosas y de resolver los problemas que nos plantea la vida día
a día.
En los espacios y tiempos de juego es donde crece y se desarrolla esta
creatividad. Para crear hay que poder jugar mucho, y con diversos objetos que el
niño pueda desarmar y volver a armar, articular, asociarlos con los conocidos
pensando en los no conocidos, imaginándolos, moviéndolos, comparándolos,
midiéndolos, pensando, sintiendo, desentramando sus materiales, sus orígenes,
enunciando sobres ellos, explicando, definiendo, conceptualizando,
relacionándolos…

Las tareas lúdicas generan ideas, estimulan el pensamiento de los niños.


Toda tarea lúdica incluye desafíos mentales, compartir ideas, especular,
emocionarse con lo que se descubre, profundizar en sus sentidos y sentimientos,
lograr un mejor conocimiento de uno mismo, y tomar conciencia de que los demás
existen, actúan, sienten de manera idéntica o de manera diferente a uno mismo. Si
todo esto se da en un ambiente seguro, ordenado y tranquilo el cerebro emocional
no detecta ninguna amenaza en el medio ambiente y se puede contar a pleno con
los lóbulos prefrontales y la atención ejecutiva.

El juego favorece la expresión verbal, gestual, desarrolla las capacidades


de observación, de reflexión, de imaginación. A través del mismo, el niño se
expresa y se comunica, explora, despliega su interioridad de manera creativa e
imaginaria, desarrollando su personalidad, canalizando emociones, sentimientos y
necesidades; resolviendo conflictos.

Pellis dice que jugar con otros requiere constantemente un cuidado, una
lectura y un saber diferenciar las intenciones de los otros para así ajustar el propio
comportamiento. Estos componentes interrelacionados mejoran el repertorio de
habilidades sociales, emocionales y cognitivas del niño.

El valor del juego para el aprendizaje (entendido como cambio a través de


la experiencia – cualquier variación en las conexiones sinápticas que produzcan
cambios en el pensamiento y comportamiento) reside en la propiedad fundamental
de la calibración de las emociones. El placer de jugar desarrolla una disposición a
buscar nuevas experiencias, a pensar y a actuar de forma diferente. Las
experiencias que se obtengan de esto pasaran a funciones sociales o cognitivas
mas especificas. Mediante el juego, los niños se sitúan a sí mismos en un mejor
estado de interacción mente-cuerpo-entorno (MA), ciertamente más que si no
hubiera juego.

Los escenarios lúdicos, espacios seguros y enriquecidos para la


enseñanza, con estímulos novedosos y atractivos, generan en los niños
dopamina, serotonina y noradrenalina, los pilares de una vida feliz y trascendente.

“Los seres humanos modernos en el mundo occidental vivimos una cultura que desvaloriza
las emociones en favor de la razón y la racionalidad. Como consecuencia de esto, nos
hemos vuelto culturalmente ciegos a los fundamentos biológicos de la condición humana.
Valorizar la razón y la racionalidad como rasgos básicos de la existencia humana, es
positivo, pero devaluar las emociones, que también son rasgos básicos de la existencia
humana, no lo es”.
Maturana Romesín y Verden Zoller

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