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El 18 de julio de 1992, nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados de las

viviendas universitarias de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán


y Valle, por agentes de inteligencia del ejército peruano que integraban el “Grupo
Colina”. Este grupo no fue un grupo paramilitar, sino un escuadrón de la
muerte formado dentro de la estructura jerárquica del Servicio de Inteligencia.
Tras la desaparición de nuestros familiares, los buscamos por comisarías,
cuarteles militares, hospitales, morgues, preguntando por su paradero. Las
primeras respuestas llegaron el año 1993 cuando, en las afueras de Lima, se
encontraron fosas clandestinas con restos calcinados de personas. Ante la
presión nacional e internacional, la Justicia Militar sentenció a unos cuantos
responsables cuyos nombres se hicieron públicos por investigaciones de la
prensa. En 1995, la dictadura de Alberto Fujimori, promulgó dos leyes de
amnistía, una para ponerlos en libertad y la otra para prohibir cualquier
investigación futura sobre estos hechos. El grupo Colina, integrado por unas 30
personas entre varones y mujeres, es responsable también de la muerte de 15
personas en Barrios Altos, entre ellos un niño de 8 años, la muerte de 9
campesinos del valle de El Santa, la matanza de 6 personas en Pativilca, al norte
de Lima.
Afortunadamente, hemos tenido una buena noticia. La decisión del pasado 20 de
febrero de no aplicar la gracia otorgada por el presidente Kuczynski a
Alberto Fujimori representa un avance importante en la lucha contra la
impunidad por los crímenes ocurridos en Pativilca, y reafirma la obligación del
Estado peruano de garantizar el derecho de las víctimas a la verdad, justicia y
reparación, tal y como afirmaba Amnistía Internacional.
Sin embargo, la lucha tiene que continuar. Los familiares, ante la falta de
investigación y sanción a los responsables, acudimos al Sistema Interamericano
de Derechos Humanos con la esperanza de ser escuchados ante el silencio
cómplice de algunas instituciones. Fuimos buscando la justicia, más como
sentimiento de encontrar tranquilidad que como hecho concreto; de que nos
escucharan con respeto y atendieran nuestro derecho a la justicia. En diciembre
de 2006, cuando Alberto Fujimori se encontraba en Chile, en pleno proceso de
extradición para ser juzgado en Perú, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos emitió una sentencia contra el Estado Peruanopor su
responsabilidad en este crimen de violación a los derechos humanos.
En 2009, el expresidente Alberto Fujimori fue sentenciado a 25 años de
cárcel. Para los familiares significó el cierre de una larga lucha por llevar a juicio a
los responsables de la muerte y desaparición de nuestros seres queridos y
Fujimori, sin duda para nosotros y como lo confirmó el Tribunal, es el principal
responsable de estas muertes.

Cómo Fujimori 'secuestró' al presidente de Perú: un rehén en el Palacio de Pizarro

LUIS JESÚS DURAND*


¿Por qué Pedro Pablo Kuczynski ha optado por indultar al exdictador justo ahora?
Muchos observadores sospechan de un complicado pacto entre bambalinas para
evitar su 'impeachment'

Hace 25 años que nuestras familias viven un dolor permanente por esta injusta
pérdida. Fiestas familiares como Navidades o el día de la Madre son días vacíos
en donde se siente la ausencia más que otros días. Asumir la muerte temprana
de nuestros familiares no ha sido fácil, menos aún con gestos políticos,
acciones en contra de nuestra lucha que acrecientan el dolor. Como una forma
más de acentuar nuestra pérdida, el 24 de diciembre pasado, el presidente
Pedro Pablo Kuczynski decidió entregar como regalo de Navidades a la familia
Fujimori el inmerecido indulto humanitario para quien no ha mostrado
arrepentimiento, no ha pedido perdón por los crímenes ni ha pagado un sol de
reparación civil.
La decisión de los familiares, así como la de organizaciones como Amnistía
Internacional, siempre fue exigir verdad y justicia. Saber qué había pasado,
dónde estaban, quiénes eran los responsables y lograr que sean sancionados por
este crimen. Caminar estos 25 años, no ha sido una decisión fácil para nosotros.
Hemos sostenido esta lucha con nuestro dolor, nuestras lágrimas, nuestra
dedicación y, la mayoría de veces, teniendo al Estado peruano de parte de los
asesinos.
Nuestros familiares se convirtieron de víctimas en “terroristas” como
calificativo para justificar un crimen absurdo e injusto, aunque nunca fueron
juzgados.
A la convivencia con el dolor diario, se suma la estigmatización de señalarnos
como “terroristas” como una forma de descalificar a las víctimas y nuestra
condición adquirida de víctimas tras la desaparición y muerte de nuestros
familiares. Poniendo a la población peruana, que aún vive con el miedo al terror
que sembró Sendero Luminoso durante dos décadas, en contra de nuestros
derechos a la verdad y a la justicia. Sólo un acto de amor tan fuerte, como el
que sentimos por quienes son parte de nosotros mismos, hace que sigamos
defendiéndolos con el mismo compromiso de hace 25 años.
Tras esta traición del Gobierno de PPK, los familiares no nos damos por vencidos
porque creemos que el derecho a la justicia tiene que ser superior a cualquier
forma de impunidad que se negocia con favores políticos. Nuevamente, recurrimos
a la Corte Interamericana con la misma esperanza de justicia para que nos
escuche y haga respetar este derecho. El pasado viernes 2 de febrero se celebró
la audiencia programada en Costa Rica para supervisar el cumplimiento de dos
sentencias contra Perú: la del caso barrios Altos y del caso Cantuta.
Es justicia lo que buscamos, es justicia lo exigimos. Justicia es lo que esperamos.
*Gisela Ortiz es representante de Familiares Caso Cantuta.
OPINIÓN

Hace 20 años el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori se vio remecido por e l


hallazgo de los restos de diez personas , nueve alumnos y un profesor de
la Universidad Enrique Guzmán y Valle, “La Cantuta” .
Los 10 habían desaparecidos de los pasillos de dicha casa de estudios un año
antes, el 18 de julio del 1992 . Ese día integrantes del grupo paramilitar
Colina ingresaron a la fuerza a las residencias de la Cantuta y luego de obligar a
todos los estudiantes a salir de sus habitaciones secuestraron a nueve de ellos .
Bertilia Lozano Torres , Dora Oyague , Luis Ortíz , Armando Amaro
Cóndor , Robert Teodoro Espinoza , Heráclides Pablo Meza , Felipe
Flores , Marcelino Rosales y Juan Mariños fueron conducidos a un
descampado . Junto a ellos estaba el profesor Hugo Muñoz Sánchez . Todos ellos
eran acusados de estar conectados con el coche bomba que días atrás había
dejado 25 muertos y 200 heridos en Tarata .
Luego que sus familiares denunciaran la desaparición, pasó cerca de un año sin
que se supiera nada de ellos . Hasta que el 8 de julio de 1993 en un descampado
en Cieneguilla se encontraron los restos de los estudiantes y el profesor .
Fue Julio Arizapana Vicente , un reciclador, quien dio a conocer el lugar donde
se encontraban los cadáveres y luego de publicarse en medios obligó a la fiscalía a
ir al lugar donde se hallaron las cuatro fosas que contenían los restos .
Luego de la pruebas de ADN se comprobó los restos pertenecían a los
estudiantes y al profesor desaparecido . Sin embargo la confirmación llegó
cuando el manojo de llaves encontrado en una de las fosas abrió la puerta de la
casa de Armando Amaro Condor , ante el dolor de su madre, Raida Condor .
Los autores de esto hecho fueron sentenciados a prisión en 1994 , sin embargo
luego fueron amnistiados al año siguiente debido a que, según la ley dada por
Fujimori, habían sido asesinados “dentro de la lucha antiterrorista “ .
Albero Fujimori fue sentenciado a 25 años de prisión por este hecho , junto
con el de Barrios Altos y otros más .

Pasos equivocados
27.02.2018|2

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