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ajustado a la rodilla y los encajes de los puños, entre los cuales hábiles manos -
expertas en caricias e intrigas- solían ocultarse como el pistilo de una flor exótica.
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El antiguo traje chino, o los policromados y florecidos kimonos japoneses, los
faldellines y chaquetas de los highlandersde Escocia, las faldas de múltiples
boleros de las cantaoras y bailarinas andaluzas y el traje flamenco de sus
compañeros, el sarape mexicano y el poncho argentino, no menos que nuestra
clásica ruana aborigen, son otros tantos ejemplos -entre innumerables- de cómo
el vestuario típico suscita de inmediato las psicologías y los paisajes regionales.
Pero no han sido solamente las formas, el corte y los adornos del traje los
elementos tipificadores de pueblos y regiones del mundo. También lo han sido los
colores de los distintos vestidos. Así, en la antigua China, el blanco fue el signo del
luto y el amarillo -el color del emperador- se reservó para los ancianos, a quienes
en tal forma se quería honrar. Entre los griegos, los romanos y los príncipes del
Cercano Oriente, el púrpura indicó el ejercicio de la más alta magistratura. Y es
sabido que los personajes de la tragedia griega usaban túnicas con mangas , que
les llegaban hasta los piés. Esa túnica iba adornada con franjas de vivos colores si
se trataba de personajes dichosos; los fugitivos, los parricidas y los desgraciados
portaban túnicas grises, verdes o azules. Gris tuvo que ser el color del traje con
que el infortunado Edipo cambió sus regias vestiduras al conocer sus involuntarios
crímenes.
Hermoso intento -y más aún, noble realización- en cuanto a través de los trajes
que se han usado en un determinado país puede seguirse la huella de su destino
histórico y comprenderse la idiosincrasia de sus gentes. Algunos ejemplos
aclararán esta afirmación.
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tocados y sus huipiles chicos o grandes y que sus blusas bordadas con hilos de
colores. Los huipiles de las tehuanas les caen hasta los pies, terminando en
grandes flecos policromados. El andar cadencioso de estas mujeres de grandes
ojos de almendra, la suavidad de su voz y la admirable dignidad de sus gestos y
movimientos encuentran en el traje típico un complemento fundamental y
profundamente revelador.
En Francia, los trajes de las mujeres bretonas, con sus grandes alzacuellos, sus
mangas en forma de campana y sus altos tocados, nos hablan de una raza que
vive próxima al mar y que así ante la vida como ante la muerte sabe conservar
una vigorosa serenidad. De un pueblo que habita en un suelo señero y rocoso., de
altos acantilados y negros peñascos, de obstinadas neblinas y de marinas
leyendas. En cambio, el traje de las muchachas de Provenza -ricas cofias,
delantales de encaje, faldas amplias y largas y ceñidos corseletes- evoca de
inmediato un pueblo de antiguas tradiciones solares, en el que predomina
inconscientemente un sentido dionisíaco de la vida.¿A qué prolongar este
repertorio de ejemplos, realmente deleitable? Nos haríamos interminables. Mejor,
examinar uno de los más curiosos fenómenos que nos ofrezca el costumbrismo de
los pueblos de Occidente: la moda.
EL FENÓMENO DE LA MODA
La moda, en el vestuario, es un hecho social -o mejor dicho, un fenómeno social
de signo económico que no anda muy lejos de otras modas, como son los gustos
artísticos e incluso las ideologías políticas. No se trata, de consiguiente, de algo
que carezca de interés trascendente. La moda es un hecho del hombre, y todos
los hechos humanos son dignos de estudio, en cuanto nos procuran un mejor
conocimiento -y una más entrañable comprensión- de esta variable e imprevisible
especie a que pertenecemos. Que así como puede ser la del homo sapiens y la
del homo faber, podría ser también la del homo ornatus, el animal de esencia
racional e imaginativa que, no contento con su dúplice personalidad -ángel y
bestia- suele decorar su propia anatomía.
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Sahara fue determinado, desde hace muchos siglos, por los imperativos del medio
físico. Como las armaduras medievales y las cotas de malla lo fueron por las
necesidades de una existencia concebida en función de las luchas armadas. Pero
puede inferirse, de otra parte, que la moda obedece también a dos tendencias
profundas del psiquismo afectivo: la necesidad del cambio y el deseo de agradar
al sexo opuesto. Y al propio también.
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embargo, un vigoroso sentido nacionalista y también las necesidades de la
industria turística se aúnan en la defensa de los trajes tradicionales.
¿Qué hacer, entonces, en países como el nuestro, donde la mayor parte de los
tipismos ha desaparecido ya, y los que aún subsisten se reducen por momentos
en número, calidad y autoctonía? La respuesta es obvia: aceptar el hecho y
exaltar y preservar el recuerdo. Que es, precisamente, a lo que aspira esta
"Historia del traje en Colombia". Consideramos, al respecto, que tratar de revivir
los trajes típicos y de popularizar nuevamente su uso es tarea casi imposible de
realizar y expuesta a muchos errores estéticos. Como lo demuestran los intentos
realizados por varios coreógrafos colombianos, que lejos de "reconstruir" nuestros
tipismos los desfiguran o, al menos los esterilizan arbitrariamente.
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II.ESTE ALBUM, VITRINA RETROSPECTIVA
Reúne la presente publicación, oportuna y generosamente ofrecida por Celanese
Colombiana, S.A.y realizada bajo el signo de Ediciones Sol y luna,sesenta
láminas, documentales ejecutadas por el notable pintor y grabador francés George
Arnulf y dispuestas en seis series de diez ilustraciones cada una así:
Como fuentes gráficas documentales se han utilizado modelos españoles par a los
dos primeros períodos, franceses para los tres siguientes y universales para el
último.
Además, para el estudio de los trajes se han tenido especialmente en cuenta los
dibujos y pinturas de Gregorio Vázquez Cevallos, las láminas de la Comisión
Corográfica, los dibujos de Torres Méndez, las acuarelas de Mark y otros
documentos de época.
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SERIE I: TRAJES, TIPOS Y ESCENAS DE LA CONQUISTA.
Españoles y aborígenes fueron protagonistas de los dramáticos episodios de la
conquista. De los resultados de este encuentro de razas, de mentalidades y de
situaciones contrapuestas, hablan los trajes de unos y de otros. A las corazas,
armaduras y rodelas de los primeros, opusieron los aborígenes atuendos de
plumas, collares de semillas polícromas y breves faldellines de hojas secas, de
plumas o de fibras vegetales. El traje aborigen, si es que de tal puede hablarse,
variaba con el clima en que habitara la tribu. El atuendo chibcha, por ejemplo, se
basaba en sus tejidos de algodón y en las célebres "mantas" del mismo material.
Al parecer, las faldas de "chircate" de las mujeres chibchas continuaron en uso
hasta comienzos del siglo XIX.
Este encuentro de mundos que -en nuestro país como en el resto de América- fue
la conquista, está representado con eficacia en las láminas de la Serie I, por la que
desfilan guerreros, funcionarios y frailes españoles y caciques, músicos y
guerreros aborígenes, culminando el panorama con un simbólico episodio, en que
un soberano chibcha, desposeído ya de sus reinos, recibe las aguas del bautismo.
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LAMINA 1: Capitanes y soldados. De izquierda a derecha: a) traje de
combate de un Adelantado: cota de mallas recubierta de armadura de placas,
calzas de seda, zapatos de cuero; b) soldado en traje civil o "de corte"; c) soldado
con "ropilla": capa corta, calzón bombacho, calzas y polainas "de vuelta"; d)
soldado con casco, rodela y espada, cota de mallas recubierta de armadora y
polainas altas y ceñidas; e) lancero con casco y morrión, rodela, cota de mallas
cubierta de armadura, calzón de terciopelo rojo y calzas de lana.
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LAMINA 2: Ordenes monásticas. De izquierda a derecha: a) fraile agustino
en hábito de calle; veste negra de mangas muy anchas y largas, con capuchón; b)
fraile benedictino: hábito y manto negros; c) fraile franciscano: hábito marrón,
ceñido por una cuerda; d) fraile cartujo: hábito y capuchón de tela blanca; e) fraile
capuchino: hábito marrón y capa corta con capuchón puntiagudo.
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LAMINA 3: Un cacique aborigen. Tocado completo de plumas: diadema,
brazaletes, faldellín, bastón de mando y pectoral de oro. Los pectorales bruñidos
eran usados por lo caciques como insignia de su dignidad y, en ocasiones, como
emblema de las riquezas que poseían.
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LAMINA 4: Indios coreguajes. Aborígenes del Caquetá, actuando durante
un baile ritual en atuendo de fiesta: llevan diademas de plumas, dobles collares y
bandas cruzadas sobre el pecho, cinturones muy ajustados y breves faldellines de
fibras vegetales. El tocado de flautista y del tamborilero es idéntico. El indio de la
derecha lleva además, una guirnalda polícroma que desde la cabeza le cae a lo
largo de la espada.
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LAMINA 5: El hechicero. Las máscaras rituales fueron de uso muy frecuente
entre los aborígenes, quienes las usaban para "adquirir" los poderes de las
deidades que ellas representaban. La máscara y el antifaz han formado parte del
atuendo festivo de nuestras sociedades criollas, como derivación de los usos
tradicionales españoles y de las creencias indígenas.
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LAMINA 6: Toma de posesión territorial. Al desembarcar, el Capitán o
Adelantado de la "hueste" toma posesión de la tierra que acaba de descubrir.
Como cinco de sus hombres, lleva calzón bombacho, calzas y borceguíes.
Inmediatamente detrás de el tocado con un sombrero blando, de terciopelo rojo,
llevando un jubón amarillo, se divisa un funcionario civil, escribano o justiciero.
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LAMINA 7: Indios cosecheros.
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LAMINA 8: Sitiando un reducto.
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LAMINA 9: Conversión de indígenas.
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LAMINA 10: El bautizo de Aquiminzaque. Aquí, también contrasta
dramáticamente la desnudez del aborigen con las acorazadas vestiduras de los
conquistadores y con los pavitos y cogullas de los religiosos. A la izquierda,
Hernán Pérez de Quesada aparece luciendo largas espuelas, polainas altas de
cuero de "venado" y banda roja terciada sobre la coraza. Aquiminzaque,
despojado del señorío de Hunza (Tunja), fijó su residencia en Ramiriquí y se
convirtió al cristianismo antes de ser cruelmente ajusticiado por los españoles.
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FUENTES DOCUMENTALES:
Láminas 1 y 2: "Historia del Traje en Imágenes", por Bruñí-Tilke. Editorial Gustavo
Gili, S.A. Barcelona, 1947.Láminas 3 y 4: "Álbum de la Comisión Corográfica".
Publicaciones de las "Hojas de Cultura Popular Colombiana". La acuarela que
sirvió de modelo para la lámina 4 fue realizada por Manuel María Paz en el año de
1857 (8ª Expedición: Provincia de Neiva y Territorio de Caquetá). Láminas 5 a
9:Creaciones e interpretaciones de George Arnulf. Lámina 10: "Bautizo de
Aquimín-Zaque", óleo de Luis Alberto Acuña (1953).
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SERIE II: TRAJES, FIGURAS Y PERSONAJES DE
LA COLONIA.
Durante la etapa colonial de nuestra historia, los blancos distinguidos siguieron las
modas españolas de la época y luego las francesas. Los mestizos de las clases
bajas, usaron trajes que se tipifican poco a poco y llegan -con ligeras variantes-
hasta mediados del siglo XIX. A los indios sometidos, se les imponen sencillos
vestuarios para cubrir su desnudez: túnicas, con mangas o sin ellas, para las
mujeres y largas camisas para los hombres. Estilísticamente considerada, y por lo
que dice a los trajes, la época colonial se inicia dentro del ámbito renacentista,
culmina con los estilos del barroco (siglo XVII y declina el estilo rococó, que es el
resultado del ascenso de los borbones al trono español.
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LAMINA 2: Armadura de parada. Gentilhombre vistiendo armadura
completa. Lleva morrión con gran plumero, gorguera de encajes, calzón corto
abullonado y calcado de "hocico de pero". Esta indumentaria guerrera se usaba
hacia 1580. El personaje porta espada al cinto y lleva en la mano derecha un
bastón de mando.
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LAMINA 3: Traje femenino de corte. (Comienzos del Siglo XVII). Aquí se
inicia el reinado de la imponente crinolina, cuyo uso suponía el del invisible
miriñaque, armazón hecha de percal y varillas metálicas. El vestido es de dos
piezas: saco con canesú, mangas abultonadas y altos puños de encaje, "en
embudo" o manopla, talle angosto y amplio y redondo faldón y falda doble, en que
la sobrefalda, entreabierta deja ver el rico brocado de la inferior.
LAMINA 7: Trajes de casaca. (Primera mitad del siglo XVIII). A partir de Luis
XIV, la moda francesa comenzó a influir en España, donde los varones abandonan
paulatinamente el chambergo y adoptan el sombrero de alas levantadas, al igual
que las grandes casacas cuadradas y el calzón ajustado debajo de la rodilla. Este
Virrey de empolvada peluca trajo al Nuevo Reino de Granada la silueta y el
atuendo que eran de recibo en la corte española de su tiempo.
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LAMINA 9: De capa y chambergo. Esta especie de "mosquetero" usa
todavía el chambergo adornado, a la española, con plumas de avestruz. Lleva
jubón, camisa de anchas mangas, calzón bombacho y altas botas "de campana".
La capa encuadra airosamente su figura, que evoca la de un joven pirata, o la de
un audaz y despreocupado perdonavidas.
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LAMINA 10: Dama con blanqueta. Este hermoso traje femenino
corresponde a la moda de la segunda década del siglo XVIII. A la dignidad de la
silueta contribuyen el busto de corselete y la amplia falta. Estos vestidos se
confeccionaban con brocado de seda labrada. La capa, colgante de los hombros,
llevaba un sobrecuello de la misma tela. Esta moda francesa refleja el
advenimiento de los Borbones al trono español, ocurrido en el año de 1701.
FUENTES DOCUMENTALES:
Láminas 1, 2 y 3:"Historia del Traje en Imágenes", por Bruhn-Tilke. Lámina
4:"Ruth espigando", óleo de Gregorio Vásquez (Iglesia de Santo Domingo, en
Bogotá).Lámina 5: "Historia del Traje en Imágenes", por Bruhn-Tilke.Lámina
6:"Historia Gráfica de la Moda", por Henny Harald Hansen.Lámina 7: Retratos de
personajes de la época, en el Museo Colonial de Bogotá.Lámina 8:"El Otoño",
óleo de Gregorio Vásquez (Museo Colonial de Bogotá).Lámina 9: "El Milagro de
San Luis Beltrán", óleo de Gregorio Vásquez (Iglesia de Santo Domingo, en
Bogotá).Lámina 10:"Historia Gráfica de la Moda", por Henny Harald Hansen.
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SERIE III: PERSONAJES Y TIPOS POPULARES DE
LA INDEPENDENCIA.
El Siglo XIX colombiano, escribe Joaquín Tamayo en Nuestro Siglo XIX (Editorial
Cromos. Bogotá, 1941), fue de contrastes, de intensa lucha: oloroso a pólvora.
Romántico y propicio a lo artificial, a lo turbulento, a ratos sin sentido alguno. La
tendencia a expresar en fórmulas absolutas el bienestar humano hizo que los
neogranadinos y sus descendientes olvidarán lo real en persecución de una
quimera (..). lucharon con el pecho descubierto para lograr un mundo mejor,
acorde con sus creencias o simpatías: su lucha fue caballerosa, expirada,
romántica..."
El cambio político que comienza a gestarse desde fines del Siglo XVIII trae
consigo un cambio en las costumbres y, por ende, en el vestuario. Hasta
entonces, las clases sociales elevadas habían vestido lujosamente y al estilo
cortesano. El ambiente democrático modifica totalmente este atuendo: al iniciarse
el siglo XIX, además, comienzan a suprimirse las pelucas empolvadas y los
caballeros adoptan los sombreros de copa alta, la severa y entallada levita y las
botas de charol, a tiempo que las damas abandonan los altos tocados y se cubren
con amplias mantillas de seda, de color blanco, negro o azul.
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"Hasta el año de 1849, época en que puede decirse empezó la transformación
política y social de este país, se vivía en plena Colonia. Es cierto que no había
Nuevo reino de Granada, ni Virrey, ni Oidores; pero si hubiera vuelto alguno de los
que emigraron en el año de 1819, después de la destrucción de los escudos de las
armas reales; la traslación del Mono de la Pila (...). Esto, que es verdad por lo que
dice a la vida familiar de los bogotanos, y al aspecto de la ciudad, no podría
extenderse a la vida política, ni tampoco al vestuario de las clases sociales altas.
Como lo demuestra, precisamente, esta tercera serie de láminas.
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LAMINA 2: Militar de alta graduación. A la noble apostura de los
guerreros de la Independencia contribuyó a su atuendo: casaca de cuello alto y
largos faldones, con ricas charreteras bordadas y banda tricolor a la cintura;
calzón ajustado, botas altas, amplio y airoso capote y bicornio emplumado.
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LAMINA 3: Campesinos de Tunja. Tocados con los clásicos sombreros "de
trenza", estos labriegos usaban grandes ruanas de lana tejida y pantalón de manta
del Socorro. El de la izquierda lleva una montera debajo del sombrero, como era
costumbre en las tierras frías. En jaulas ovaladas de chusque o de cañabrava, los
labriegos transportaban su volatería a los mercados pueblerinos.
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LAMINA 4: Arriero y tejedora de Vélez. La tejedora de sombreros
"nacuma" lleva el cabello recogido en largas trenzas, rebozo de vivos colores,
blusa "golona", con amplísimo ecote y falda y sobrefalda de lienzo azul. El arriero
usa gran ruana listada, pantalón "arriscado" y alpargatas.
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LAMINA 5: Jóvenes de Túquerres. Tocados con sombreros de fieltro,
ambos visten pantalón a cuadros. El de la izquierda usa amplio bayetón
tuquerreño y alpargatas; el de la derecha, ruana de dos fases y "botines" de cuero
de soche. El bayetón se distinguía de la ruana por su forma, por su color uniforme
y por su "guarda" o "vivo" a rayas polícromas.
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LAMINA 6: Indio de San Agustín. Así vestían, a mediados del siglo XIX,
los aborígenes de la zona arqueológica de San Agustín. Su atuendo se componía
de cuatro prendas: una especia de boina, de lana tejida; amplia y larga ruana del
mismo material; camisón sin mangas y amplísima "falda-pantalón" a media pierna.
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LAMINA 7: Mujeres de Antioquia. Estas figuras, captadas a mediados del
Siglo XIX, muestran los tres tipos de blusas usadas por las mujeres del pueblo
antioqueño, que de ordinario andaban descalzas. La del centro, lleva una "sobre-
blusa" sobre el corpiño. La de la derecha, lleva la mantellina colgante de la
cabeza, como las mujeres del Medio Oriente.
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LAMINA 8: Caballero a la moda "Imperio". Sombrero de copa con alas
curvilíneas, camisa con alzacuello y perchera "de boleros", "chupa" o casaca de
largos faldones, pantalón ajustado y bastón "de caña". La moda francesa, hacia
1830, aún persistía en Colombia, pero iba siendo remplazada por la inglesa.
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LAMINA 9: Militar de alta graduación. La prenda más característica de los
uniformes militares de la oficialidad superior, a comienzos de la éra republicana,
era la casaca ceñida a la cintura, con charreteras aborlonadas y amplísima
solapas galoneadas en forma de escudo heráldico. Debajo de esta casaca, se
usaba camisa con alto cuello y chaleco blanco con cinco o seis botones. El cuello
de la camisa se envolvía en un corbatón negro.
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LAMINA 10: Soldados grancolombianos. En los primeros tiempos de la
República, existieron atuendos, pero no propiamente "uniformes" militares. Estos
surgen, para la suboficialidad y la tropa, al consolidarse la Gran Colombia.
Húsares, lanceros, carabineros y otros cuerpos usaban altos chacós con penacho
y visera, guerrera cortas con bandas distintivas cruzadas sobre el pecho y
pantalón ancho entubado.
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FUENTES DOCUMENTALES:
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SERIE IV: TRAJES POPULARES Y MODAS
CIUDADANAS DE LA REPUBLICA
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SERIE V. MODAS Y FIGURINES DE FINES DEL
SIGLO XIX.
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SERIE V: TIPOS Y SILUETAS DEL SIGLO XX.
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