10 EJEMPLOS DE EGOÍSMO
DEFINICIÓN (¿QUÉ ES?)
El egoísmo es el desmesurado amor hacia uno mismo o hacia los propios intereses,
hecho que provoca una desatención hacia los intereses de los demás, a veces hasta
hacia los intereses de los seres más queridos: familia, amigos, etc.
Hablar de egoísmo es hablar de individualismo, es hablar de priorizar siempre “lo
mío” ante “lo de los demás”. Las personas egoístas suelen ver a los demás como
obstáculos para conseguir lo que ellas quieren. A veces también los utilizan, para
ellas los demás son meras herramientas.
Podemos decir que las personas egoístas son incapaces de amar de manera
profunda y real, ya que el amor, el verdadero, es un sentimiento incompatible con el
egoísmo.
Pero en un plano ya más terrenal, ciertamente todas las personas somos, en mayor
o menor medida, egoístas. Todos queremos ver nuestras necesidades y ambiciones
satisfechas y son muchas las veces a lo largo de la vida, a lo largo del día, en las
que estas necesidades se enfrentan con las necesidades de los demás.
¿Dónde está el punto donde terminan nuestras necesidades legítimas y empieza el
egoísmo puro y duro? Es difícil responder a esa pregunta, es complicado obtener
una fórmula general válida para todas las ocasiones. Lo que sí nos ayudará, en
cada momento, es nuestro sentido de la justicia. La justicia es la virtud de otorgar a
cada uno lo que se merece, lo que le toca: si nosotros queremos/tomamos más de
lo que nos toca, más de lo que honestamente consideramos justo, estaremos
actuando de manera egoísta.
El egoísmo puede resultar provechoso en muchas ocasiones, pero a la larga
también puede resultar muy dañino: la gente no es tonta y acaba calando a los
egoístas. La gente no suele confiar ni suele relacionarse con ellos. Frecuentemente
terminan, en cierta manera, tristemente aislados de los demás.
EJEMPLOS
Ejemplo 1: “El director de una empresa contrata a un empleado aprendiz. El chaval
funciona bien y es productivo, pero el director no le sube el salario argumentando
que todavía es aprendiz”. El director está siendo egoísta ya que se escuda en el
hecho de que es su empleado es aprendiz para obtener más beneficios a costa de
su esfuerzo y talento. Está priorizando sus intereses de manera injusta.
Ejemplo 2: “En una conversación entre amigos, uno de ellos habla constantemente,
interrumpe a los demás e impone de manera agresiva sus opiniones”. Está siendo,
además de otras lindezas, muy egoísta: prioriza sus opiniones ante todo, y no
escucha a los demás ni les permite expresarse.
Ejemplo 3: “Una madre regala un juguete a cada uno de sus dos hijos. Cuando la
madre se ausenta, el hijo mayor le quita el juguete al hijo menor.” El chaval está
siendo egoísta, sabe que el juguete es de su hermano pero se lo quita.
Más ejemplos:
- “No reciclar la basura”
- “No respetar las señales de tráfico”
- “No valorar los derechos de los demás a la hora de tomar decisiones”
- “No tener en cuenta las opiniones de los demás implicados en un asunto”
- “No repartir con justicia, quedarse la mejor parte”
- “Arrebatar, usando la fuerza o la mezquindad, a los demás lo que es suyo”
- “Mentir en interés propio”
El pecado es egoísmo
Nos conviene preguntarnos, ¿de qué consiste el pecado? Por más que analicemos
la pregunta, lo más que llegamos a la conclusión de que el pecado es egoísmo. No
hay duda de que el egoísmo es pecado, pero a su vez, podemos decir que el pecado
es egoísmo. Jesús nos mandó a amar a Dios “con todo tu corazón, y con todo tu
alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”. El egoísmo es amarme a mí
mismo con todo mi ser. Cuando más me amo a mí mismo, menos lugar hay para
amar a Dios.
No es que no queda lugar para mí mismo si amo a Dios. En Marcos 12:31 dice
“amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor que tengo por mí mismo debe ser
por lo que yo puedo hacer por Dios. Si me odio a mí mismo dirá, “yo no me sirvo
para nada, aun menos para servir a Dios”. Si amamos a Dios como nos
corresponde, tendremos deseos de servirle. Por eso, voy a cuidar mi salud y mi
testimonio para poder ser útil.
El pecado consiste en hacer mi voluntad en vez de hacer la voluntad de Dios. Es
decir que la razón de mi vida es la de agradarme a mí mismo. Cuando es así, el
único valor que Dios tiene para mí es si él puede hacer algo para mí.
La Biblia habla de concupiscencia. La palabra significa la satisfacción de los apetitos
carnales. El pecador vive para satisfacer sus apetitos. Lo que lo detiene es el temor
del castigo o censura. Su anhelo para la aprobación de los demás excede su anhelo
por el apetito carnal. Su anhelo a escaparse del dolor del castigo excede su apetito
carnal. En la educación de los niños tenemos que aprovecharnos de estos anhelos,
pero con la madurez, el hombre debe darse cuenta de que aun esto es egoísmo.
“No lo hago por amor a mí mismo”.
Tal vez alguien dice, “pero Jesús nos manda a amar a nuestro prójimo también”. Sí,
es verdad, pero nuestro amor para Dios debe ir primero. Amo a mi prójimo porque
amo a Dios y él me manda amar a mi prójimo. Si lo que hago por mi prójimo es por
lo que pienso en sacar de él, entonces no es por amor.
El pecador dice, “aunque Dios dice que tal acción está mal, voy a hacerlo igual
porque a mí me conviene”. Esto es egoísmo, ¿no? El pecador dice, “aunque mis
padres o la ley dicen que no debo hacer tal o tal cosa, voy a hacerlo igual porque a
mí me conviene”. Esto es egoísmo, ¿no? El pecador dice, “aunque otros van a sufrir
por mi acción, voy a hacerlo igual porque a mi me conviene”. Esto es egoísmo, ¿no?
Se puede nombrar cualquier pecado y el cederse a él es egoísmo. Es poner el “yo”
en lugar del bienestar o la voluntad de otros. Siempre encontramos lo que, para
nosotros, parece ser una excusa o justificación por nuestro pecado.
Satanás mismo manifestó el pecado aun antes de la creación del hombre. En Isaías
14:12-14 leemos de su pecado: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la
mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías
en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi
trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las
alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Es claro que su pecado
era el egoísmo. El quiso ser “semejante al Altísimo”. El primer pecado del ser
humano también era egoísmo. Eva quería algo aunque Dios había dicho que era
prohibido. No era por necesidad. Ella tenía acceso a todas las frutas del huerto pero
quería la prohibida también.
La triste verdad es que cada vez que pecamos hemos sido egoístas. Jesús
manifestó la victoria sobre el pecado cuando estaba agonizando en el huerto de
Getsemaní. Él dijo a su Padre celestial, “pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
(Mateo 26:39) La victoria sobre el pecado viene por entregarse a la voluntad de
Dios. Hay una sumisión inferior que consiste en entregarse a lo que sería para el
bienestar de los demás. Si estamos entregados a Dios, él va a guiarnos a hacer lo
que será para el bien de los demás. Entrégate a Dios y deja de ser egoísta.
Egoísmo
El egoísmo es autodestructivo. Está en la Biblia, Marcos 8:36-37, "Porque ¿qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?
El egoísmo está en el centro de la mayoría de los problemas entre la gente. Está en
la Biblia, Santiago 4:3, "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites".
Hay remedio para el egoísmo. Está en la Biblia, Gálatas 2:20, "Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí".