NARVAJA SEBASTIAN RODRIGO C/ PROVINCIA DE SANTA FE S/ AMPAROS
21-04122335-6
Cámara de Apelación Laboral (Sala I)
Acuerdo Nro. 329 En la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, a los 02 días del mes de noviembre del año dos mil dieciocho, se reunieron en Acuerdo el Sr. Vocal de la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Laboral, Dr. Sergio Fabián Restovich e integrada con las Sras. Vocales de la Sala Segunda, Dra. Lucía Aseff y Dra. Adriana Mana, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “NARVAJA SEBASTIAN RODRIGO C/ PROVINCIA DE SANTA FE S/ AMPAROS” CUIJ 21-04122335-6 N° 362/18 y “MAC CORMACK ADRIAN EDUARDO C/ ESTADO DE LA PROV DE SANTA FE S/ AMPAROS”CUIJ 21-04122375-5 N°377/18 Venidos para resolver los recursos de nulidad y apelación interpuestos contra el fallo dictado por el Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Laboral Nº10 de esta ciudad. Efectuado el estudio de la causa, se resolvió plantear las siguientes cuestiones: I) ¿Es procedente el recurso de nulidad? II) ¿Resulta ajustada a derecho la sentencia apelada? III) ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar? Practicado el sorteo de ley, resultó el siguiente orden de votación: Dr. Restovich, Dra. Aseff y Dra. Mana.
A la primera cuestión el Dr. Restovich dijo: La sentencia Nro.
867 de fecha 11 de junio de 2018 (obrante a fs. 229/238) desestimó -con costas en el orden causado- la acción de amparo promovida en los presentes y en los caratulados “Mac Cormack, Adrian Eduardo c. Estado de la Prov. de Santa Fe s. Amparos” (Expte. Nro. 377/18) que obran unidos por cuerda, mediante el dictado de una única sentencia dada la conexidad subjetiva, objetiva y causal entre ambas acciones (cf. artículos 342 del CPCC y 42 del CPL). Contra el mencionado decisorio, el fiscal Sebastián R. Narvaja deduce recurso de apelación fundada a fs. 239/246, el que es concedido a fs. 247 y el fiscal Adrián E. Mac Cormack interpone recursos de nulidad y apelación fundada a fs. 159/187 de los caratulados conexos, los que son concedidos a fs. 188 de tales actuaciones. A fs. 260/267 de los presentes y 193/205 de los autos conexos presenta sus memorial la demandada. El recurso de nulidad interpuesto por el fiscal Mac Cormack se fundamenta en la arbitrariedad del pronunciamiento por basarse en argumentos aparentes y por resultar contradictorio al texto expreso de la Constitución Nacional, Tratados Internacionales y la Constitución Provincial. Concretamente, señala que la sentenciante de grado “... parte de su resolutorio fundándose sobre cuestiones que no fueran sometidas a su conocimiento, y montando sobre ello la omisión de fundar la denegatoria a las peticiones que concretamente se le realizaran y resolviera con la difusa frase: ´Rechazar las acciones de amparo´” (fs. 176vta., expte. conexo) y en particular, asevera que la litis no versa sobre los antecedentes, naturaleza jurídica y alcances del instituto del juicio político y que la pretensión de inaplicabilidad de la ley 13.695 al sumario administrativo AGG000010/17 (una de las cuestiones inherentes al objeto de la litis) no ha merecido tratamiento. Adelanto que del contenido del pronunciamiento recurrido no emerge un vicio de arbitrariedad con las características apuntadas que justifique su descalificación como acto jurisdiccional válido. En efecto, la magistrada de grado ha evaluado la pretensión de los amparistas a partir de un amplio despliegue argumental sobre los alcances de la ley 13.695 y su compatibilidad con la Carta Magna Nacional y Provincial para así pronunciarse en sentido favorable a su validez constitucional. De allí que las cuestiones inherentes a la aplicabilidad de la norma a un sumario en concreto en el que el nulicidente es parte interesada, no es más que una lógica consecuencia de tal decisión, cuyo grado de acierto o error constituye materia de apelación y no de nulidad de la sentencia. Por ende, no puede hablarse de una omisión de tratamiento de cuestiones conducentes a la resolución del litigio en la medida que la a quo ha dado una respuesta jurisdiccional sobradamente fundada y con arreglo a las normas de derecho público provincial y nacional respecto de cada uno de los aspectos de la norma impugnada que motivaron la presente acción. Por lo demás, las referencias puntuales y segmentos comparativos del fallo con el procedimiento de enjuiciamiento de los magistrados, lejos de vulnerar la congruencia procesal, reflejan -en el marco de la complejidad de la cuestión debatida- un aporte sustancial al razonamiento enderezado a remarcar la preeminencia del sistema federal y republicano de gobierno a la par de las facultades legislativas provinciales no delegadas, ello con la finalidad de evaluar la existencia o no de lesión a las garantías y principios constitucionales invocados por los amparistas a partir del régimen disciplinario aquí cuestionado. Por otra parte, la genérica mención de vulneración de garantías constitucionales sin individualizar una lesión en concreto derivada de los alcances del decisorio, tampoco configura un vicio de arbitrariedad. No debe perderse de vista que la finalidad del recurso no es otra que evitar la violación de las garantías constitucionales vinculadas con el debido proceso; este aspecto explica que si los vicios no son de tal magnitud que puedan afectar la potestad defensiva de los litigantes, no procede la anulación (aplicación de la antigua máxima pas de nullité sans grief). Por ende, teniendo en cuenta que en el sub examine la sentenciante brindó fundamentos que en mi criterio satisfacen la exigencia de debida motivación requerida por el artículo 95 de la Constitución provincial y que no se ha afectado el derecho de defensa en juicio de las partes, concluyo que el planteo nulificante no resulta atendible; en razón de ello y de no advertirse vicios extrínsecos del procedimiento ni en el pronunciamiento que ameriten la declaración de nulidad, aún de oficio, corresponde desestimar la nulidad postulada.
Voto en consecuencia por la negativa.
A la misma cuestión las Dras. Aseff y Mana dijeron: Adhieren en los fundamentos y conclusiones del Dr. Restovich, y votan en idéntico sentido.
A la segunda cuestión el Dr. Restovich dijo: 1. Los reproches del
fiscal Narvaja se direccionan a cuestionar, en síntesis, los siguientes aspectos del pronunciamiento apelado: a) la remisión estricta y exclusiva a normas de derecho público local “con apartamiento (fraccionamiento) de las previstas en la Constitución Nacional” (fs. 239 vta.) y en contradicción con los lineamientos sentados por la Corte Nacional en el precedente “Strada”; b) la asignación de rango meramente provincial a la autonomía funcional del Ministerio Público de la Acusación cuando se trata de una norma operativa contenida en la Constitución Nacional (artículo 120); c) la interpretación de los artículos 91, 92 y concordantes de la Constitución Provincial en la medida que “Extraer de los arts. 88, 91 y 92 de la Constitución Provincial que los funcionarios del MPA están sujetos a un régimen de precariedad en cuanto a su designación, organización y remoción viola los mínimos principios de interpretación constitucional...” (fs. 242); d) el desconocimiento del principio de irretroactividad en los procedimientos de disciplina y la omisión de la a quo de considerar la modificación legal introducida en la enumeración de las faltas que podrían autorizar la remoción de un fiscal (mal desempeño o comisión de delito doloso); e) el desconocimiento del control judicial suficiente de los actos de naturaleza administrativa derivado de la irrecurribilidad en sede judicial de la eventual remoción. Por su parte, el fiscal Mac Cormack se agravia por cuanto: a) la a quo considera que no existe lesión constitucional a partir de la reforma introducida por la ley 13.695 al régimen disciplinario de los fiscales y fiscales adjuntos del Ministerio Público de la Acusación pese a que la norma “expropió al Poder Judicial del ejercicio de facultades disciplinarias” (fs. 160, expte. conexo) a la par que eliminó la tipificación de conductas y escalas de sanciones que establecía el régimen normativo anterior, atentando contra la independencia del Poder Judicial; b) el artículo 4 de la ley 13.695 ordena su aplicación retroactiva a los procesos administrativos en trámite y en este aspecto, la magistrada entiende que no constituye afectación constitucional al derecho de defensa; c) el pronunciamiento desconoce el principio de progresividad constitucional al no contemplar que la aplicación de una nueva ley o convenio no puede conducir a privar a alguien de un derecho incorporado por cuanto se trata de un “derecho adquirido”. En breve síntesis, los apelantes sustentan el reproche constitucional de la ley 13.695 en tres situaciones bien definidas que pueden resumirse del siguiente modo: a) el ejercicio del procedimiento de remoción de los funcionarios del Ministerio Público de la Acusación a exclusivo cargo e instancia del Poder Legislativo Provincial mediante una resolución irrecurrible en sede jurisdiccional; b) la eliminación del listado taxativo de faltas sujetas al poder disciplinario y su modificación por causales vinculadas al “mal desempeño” o “comisión de delito doloso” expresadas de modo genérico y que por tanto, permiten una mayor amplitud interpretativa y c) la regla de aplicación retroactiva de la norma a procedimientos en trámite. Delimitada, así la materia recursiva, considero menester apuntar los argumentos dirimentes del decisorio recurrido. En primer lugar, la magistrada de grado comienza por analizar la admisibilidad formal de la vía intentada y en tal inteligencia, concluye que se encuentran satisfechos los requisitos de legitimación procesal activa, oportuna interposición de la acción, inexistencia de otra vía judicial idónea y actualidad de la lesión de derechos invocada; extremos que no han sido materia de reproche por parte de los actores y por tanto, llegan firmes y consentidos a esta instancia revisora. A su vez, la a quo convalida la competencia material de la justicia laboral ordinaria para entender en las presentes actuaciones. En cuanto a la procedencia sustancial del amparo, la a quo realiza un enfoque inicial del problema desde las atribuciones reservadas a las provincias en función del federalismo argentino y sus implicancias en la estructura organizativa judicial, para así remarcar que entre las competencias exclusivas de las provincias se encuentran las de autonomía de sus propias instituciones y autoridades locales. En una misma línea, afirma que las pautas de independencia, autonomía funcional y autarquía financiera del Ministerio Público previstas a nivel nacional (artículo 120, CN) fueron instituidas a partir de la reforma constitucional de 1.994 “... y lo es por una sección normativa especial de la parte orgánica de un texto constitucional nacional, ajeno a las instituciones que el pueblo santafesino se ha dado hasta el día de hoy” (fs. 234). A renglón seguido, hace hincapié en que la última reforma constitucional santafesina inserta al Ministerio Público en la sección dedicada al Poder Judicial y esto se ve ratificado por la ley 13.013 (artículo 2) y que en función de ello “... la realidad es que no puede predicarse que es inconstitucional una reglamentación que hace al control disciplinario de funcionarios creados por el mismo órgano legislativo y también por una misma ley formal que de allí emana” (fs. 234). En resumidas cuentas, la sentenciante entiende que la investigación y eventual remoción de los fiscales en la esfera del Poder Judicial no tiene raigambre constitucional en esta Provincia. En lo que respecta a la retroactividad de la norma impugnada, la sentenciante de grado define la naturaleza jurídica de los procedimientos de disciplina y, con remisión a doctrina y jurisprudencia sobre el particular, destaca las diferencias sustanciales con el proceso penal para pronunciarse en favor de la legalidad de la disposición; con especial énfasis en que en el procedimiento de enjuiciamiento aquí discutido se encuentran comprometidos intereses de mayor importancia para el buen funcionamiento de las instituciones del Estado. En lo referido a la ausencia de revisión judicial del procedimiento disciplinario llevado adelante por la legislatura provincial la a quo se ciñe a las directrices emanadas del artículo 115 de la CN y en particular, acentúa la irrecurribilidad de la destitución de los jueces inferiores de la Nación. Finalmente, formula una serie de consideraciones acerca de la inalterabilidad de la estabilidad laboral de los fiscales y culmina su razonamiento afirmando que “... se trata de una reforma legal que enmienda otra ley orgánica de igual rango jerárquico, debiendo prevalecer las disposiciones de la posterior, por tratarse del órgano con atribución constitucional de competencia para el dictado de tales actos jurídicos” (fs. 237vta.). 2. El control de constitucionalidad de la norma en examen y que representa el eje central de la cuestión venida en revisión exige recordar que constituye un principio democrático esencial que las leyes dictadas de acuerdo con los mecanismos previstos por la Constitución -nacional y/o provincial- gozan de presunción de legitimidad que opera plenamente y que su posible nulificación obliga a ejercer dicha atribución de revisión constitucional con sobriedad y prudencia únicamente cuando la repugnancia de la norma con la cláusula constitucional sea manifiesta, clara e indudable (CSJN; Cfr. Fallos 310:112; 302:1149, entre otros). Con lo cual, se torna menester efectuar una breve e inicial referencia de los dispositivos legales que regulan la materia aquí en estudio (en su anterior y actual redacción) a fin de dilucidar si efectivamente existe una lesión de derechos y garantías constitucionales de los amparistas. Así, la ley 13.013 regula la organización y funcionamiento del Ministerio Público de la Acusación, su autonomía e independencia y, en lo que aquí resulta relevante, el procedimiento disciplinario y sanciones aplicables a los funcionarios que lo integran. A partir de la reforma introducida por la ley 13.695 se derogaron y modificaron algunas disposiciones puntuales del cuerpo normativo ut supra referido y, puntualmente, en materia disciplinaria se asimiló el procedimiento y causales de remoción de los fiscales y fiscales adjuntos a los previstos para el Fiscal General, esto es, “a solicitud del Poder Ejecutivo o de un legislador provincial por las causales de mal desempeño, o comisión de delito doloso” (artículo 15), a diferencia del régimen anterior que estatuía la intervención de un Tribunal de Disciplina y un listado de faltas y sanciones aplicables. Frente a tales circunstancias, cabe señalar de modo preliminar que las previsiones legislativas en torno a la “autonomía funcional y administrativa y con autarquía financiera dentro del Poder Judicial” del Ministerio Público de la Acusación constituyen derecho vigente y no dejan margen de dudas en torno a la independencia del órgano en sus facultades propias y exclusivas, sin perjuicio de “la coordinación con las demás autoridades de la Provincia, pero sin sujeción a directivas que emanen de órganos ajenos a su estructura” (artículo 2, ley 13.013). De allí que el funcionamiento independiente del servicio de la acusación se encuentra plenamente garantizado. Ahora bien, en tren de analizar la legitimidad de las disposiciones legales que disponen la instancia y desarrollo del procedimiento de remoción de los fiscales exclusivamente a cargo de la Legislatura Provincial y sin posibilidad de ulterior revisión judicial, no puede obviarse que como bien señaló la sentenciante de grado ninguna norma de la Carta Magna Nacional y Provincial estatuye un régimen específico de destitución de tales funcionarios. En efecto, el constituyente nacional regula el proceso de remoción de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación así como las causales y modalidad de enjuiciamiento de los jueces de tribunales inferiores de la Nación, sin expedirse en este particular aspecto sobre los funcionarios del Ministerio Público (artículo 120). De tal suerte que “Aun admitiendo que la frase ´autonomía funcional´ signifique órgano independiente, es decir, que no recibe instrucciones de nadie y ´autarquía financiera´ que el Ministerio Público administre su propio presupuesto, no se establece explícitamente (para evitar tentaciones manipuladoras) que sus miembros gozan de la misma inamovilidad judicial y que deben ser removidos por el mismo procedimiento que los jueces” (Ekmekdjian, Miguel A.; “Tratado de Derecho Constitucional”; Ed. Abeledo Perrot; 3ra. Ed.; Tomo V; pág. 545). Tampoco existe regulación expresa en la Carta Magna Provincial. Por el contrario, en dicho cuerpo sólo se legisla el juicio político al que están sujetos los miembros de la Corte Suprema de Justicia y se supedita el enjuiciamiento de los jueces inferiores a la forma establecida en una norma especial (artículo 91). Merece a su vez una consideración especial la potestad con que cuenta cada provincia para organizar el Poder Judicial (artículo 5, CN) y que, consecuentemente, “La obligación de las provincias de asegurar su administración de justicia comprende la creación y el establecimiento de tribunales; la asignación a éstos de competencias y el dictado de los códigos procesales respectivos” (Gelli, María Angélica; “Constitución de la Nación Argentina Comentada y Concordada”; Ed. La Ley; 5ta. Ed; Tomo I; pág. 83). Consecuencia de lo expuesto es que nos encontramos frente a un organismo claramente autónomo, que integra el Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe (cf. artículo 88, Constitución Provincial) y que por tanto, es alcanzado por el diseño institucional del servicio de administración de justicia que determina la Provincia en ejercicio de facultades locales no delegadas a la Nación, sumado a que la destitución de sus funcionarios no cuenta con una modalidad específica regulada por una norma con raigambre constitucional. Es por ello que, en tal particular contexto, la regulación del legislador provincial en torno a las causas y forma de remoción de los funcionarios del Ministerio Público de la Acusación se enrola en las directrices que emanan de los artículos 5, 31, 121 y 122 de la Constitución Nacional y por tanto, no evidencia -en la forma manifiesta y ostensible que la singularidad de la acción intentada requiere- la ilegitimidad de la norma impugnada por desconocer garantías previstas en una norma de superior jerarquía. En las condiciones descriptas y en razón de que tachar de inconstitucional una ley impone una carga de fundamentar detallada y exhaustivamente la impugnación; por lo que la declaración requiere no sólo el aserto de que la norma impugnada causa agravio sino también la demostración de éste, que sirve de fundamento a la impugnación en el caso concreto (CSJN; Cfr. Fallos: 247:387; 249:51; 303:248; 304:849 y 1069; 311:394; 312:72; entre otros) a la par que la arbitrariedad o ilegalidad manifiesta requiere que la lesión de los derechos o garantías resulte del acto u omisión de la autoridad pública en forma clara e inequívoca, sin necesidad de un largo y profundo estudio de los hechos o de un amplio debate y prueba (CSJN; Fallos, 306:1253; 307:747), la reforma introducida por la ley impugnada, dictada en un esquema legislativo que no exhibe una evidente colisión con normas de rango constitucional como así tampoco un exceso en las potestades legislativas en el ámbito de la competencia propia de la autonomía provincial y que tampoco pone en riesgo la independencia judicial o garantías mínimas indispensables en el proceso de juzgamiento delineado, permite convalidar el razonamiento de la a quo en este aspecto. Cabe remarcar que el procedimiento sancionatorio tachado de inconstitucional no refleja -siquiera potencialmente- incidencia sobre el derecho a trabajar (artículo 14, CN) que al menos uno de los amparistas (Narvaja) alega vulnerado en su escrito introductorio de la pretensión. Es que, el marco normativo del procedimiento que regula la modalidad de destitución de los fiscales claramente no avanza sobre el ejercicio de la función acusatoria en sí misma ni en notas esenciales de la prestación del servicio de justicia de modo tal de colocar a los funcionarios en una situación de vulnerabilidad laboral, sino que establece un régimen disciplinario y una forma de juzgamiento que no deja de ser un mecanismo de control y sanción propia del cargo público en el que fueron investidos, como ocurre con otros funcionarios del Poder Judicial (entre ellos los magistrados) también sujetos a procedimientos especiales de separación del cargo. En relación a los reproches acerca de los lineamientos sentados en el antiguo precedente “Strada” (CSJN; Fallos: 308:490) conviene recordar que en tal oportunidad el tribunal cimero nacional señaló que “Es facultad no delegada por las provincias al Gobierno Nacional la de organizar su administración de justicia y, por ello, la tramitación de los juicios de su incumbencia exclusiva, por lo que pueden establecer las instancias que estimen convenientes (arts. 104, 105 y 108 de la Constitución Nacional); empero tal ejercicio es, desde todo punto de vista, inconstitucional si impide a los magistrados locales considerar y aplicar en su integridad la totalidad del orden jurídico del Estado...”. Y, los argumentos precedentemente señalados para remarcar la compatibilidad de la ley en examen con normas de orden jurídico superior siguen, por cierto, tales directrices; circunstancia que sella la suerte adversa del agravio. Por otra parte, las quejas de ambos actores acerca de la vaguedad e imperfecciones en la redacción y técnica legislativa al estatuir la causal de remoción por “mal desempeño” en reemplazo del detalle de las faltas calificadas como leves y graves en el ordenamiento legislativo anterior, tampoco logran sustentar su reproche constitucional en la medida que si bien la redacción actual de la norma no precisa pautas concretas para establecer los alcances de tal incumplimiento, no es menos cierto que los términos empleados permiten dentro de parámetros básicos de objetividad y razonabilidad asignar plena aptitud al sentido jurídico de la conducta repudiada, siempre, claro está, en armonía con el ordenamiento jurídico en su conjunto y más aún, los principios y garantías constitucionalmente tutelados. Máxime, teniendo en cuenta que la exigencia de una descripción previa de la conducta prohibida no es aplicable en el ámbito disciplinario con el mismo rigor que en el derecho penal (CSJN; Fallos: 321:2086). En lo concerniente a la aplicación retroactiva de la norma en estudio a procedimientos en trámite e iniciados bajo la vigencia del sistema legal anterior, comparto con la sentenciante de anterior instancia que el régimen disciplinario y de remoción de los fiscales difiere en cuanto a su naturaleza jurídica del proceso penal y las reglas y garantías que lo gobiernan. Es que, la índole de las cuestiones ventiladas y las efectos jurídicos que arroja uno y otro proceso respecto de los sujetos implicados distan notablemente y por tanto, no podría trasladarse sin más la estructura de garantías exclusivas del enjuiciamiento penal al supuesto de autos. No debe perderse de vista que en materia disciplinaria como la que atañe al caso concreto no se juzga ni sanciona la comisión de actos delictivos sino el eventual incumplimiento de deberes específicos de un funcionario público en ejercicio del cargo; por lo que, se tutelan intereses jurídicos de distinto orden que autorizan un trámite de sustanciación acorde a tales particulares circunstancias. Procede enfatizar al respecto que la jurisdicción administrativa y la jurisdicción penal persiguen objetivos diferentes y no son excluyentes (CSJN; doctrina de Fallos: 321:637; 330:4429, entre otros) y que si no se impuso una pena, no rigen estrictamente las garantías del proceso penal receptadas por los tratados internacionales y nuestra Constitución Nacional (arts. 18 y 75, inc. 22) (CSJN; Fallos 330:1036; del dictamen de la Procuración que la Corte hace propio). Por las razones expuestas, la ley 13.695 (artículo 4) al regular las pautas de vigencia temporal no podría reputarse violatoria del principio de legalidad consagrado en la Carta Magna Nacional (artículo 18). Por último, en cuanto a la irrecurribilidad en sede judicial de la decisión a adoptarse al culminar el procedimiento a cargo de la Legislatura Provincial, teniendo en cuenta que nos encontramos ante un procedimiento donde prevalece un propósito netamente disciplinario, donde el interesado podrá ejercer su derecho de defensa en una audiencia designada a tales fines y la decisión del eventual cese por remoción está sujeta al debate y voto de la mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara reunidas en sesión conjunta y que -como bien destacó la a quo- la ausencia de revisión judicial rige de igual manera y por disposición del constituyente nacional para la destitución de los magistrados, la disposición atacada no luce reprochable desde el plano constitucional. 3. Teniendo en cuenta que es jurisprudencia de la CSJN que no resulta necesario seguir a las partes en todas y cada una de sus argumentaciones, bastando hacerse cargo de los que resulten conducentes para la decisión del litigio (cfr. Fallos 272:225; 274:113; 276:132, entre otros), las razones hasta aquí expuestas dan respuesta a los agravios deducidos y me conducen a propiciar el rechazo de los recurso de apelación intentados y la consiguiente confirmación del fallo recurrido en lo que ha sido materia de revisión. En cuanto a las costas de esta instancia, atendiendo a que las constancias de autos dan cuenta de que los amparistas podrían razonablemente haber tenido razones plausibles para litigar en los términos en que lo hicieron y a tenor de lo dispuesto por los artículos 17 de la ley 10.456, habrán de ser impuestas en el orden causado. A la presente cuestión, voto, pues por la afirmativa. A la misma cuestión la Dra. Aseff dijo: que si bien no desconozco que aparece cierta pátina de legitimidad en la urdimbre jurídica constitucional nacional y provincial que sustenta tanto el voto de la a quo como el del Vocal preopinante, no considero que sea suficiente como para rechazar las acciones de amparo que aquí se tratan, porque encuentro en ellas algunas cuestiones tanto de hecho como de derecho que, adelanto, me conducen a receptar el planteo de los amparistas. Porque no solo de normas se conforma el derecho: también las prácticas sociales, la ideología y el poder, así como la relación entre sus textos y el contexto en que habrán de ser aplicados proporcionan pautas para orientarnos. Y en este entendimiento considero, por los motivos que seguidamente expondré, que la ley que aquí se cuestiona es abiertamente inconstitucional. Sobre todo porque el régimen anterior establecía la intervención de un Tribunal de Disciplina y un listado de faltas – aquí reducido al mínimo y vagamente expresado – así como las sanciones aplicables. Son varios los elementos que así lo indican, pero inicialmente me detendré en los que mencionó la Sra. Fiscal en el dictamen que, previo a la sentencia, presentó en cada expediente, del que se desprende que la gravedad de la situación que describen los amparistas es patente y manifiesta, donde expresándose en similares términos en ambos casos por la identidad causal, subjetiva y objetiva que llevó a la a quo a decidir su acumulación y a dictar una sola sentencia, alertó sobre los siguiente riesgos: El primero de ellos se refiere a la vaguedad semántica del término “mal desempeño” como una de las causales de remoción de los fiscales. Si tenemos en cuenta, a modo de ejemplo, que en una relación de empleo privado el art. 243 de la Ley de Contrato de Trabajo y la doctrina y jurisprudencia sobre el tema piden en forma unánime que se expresen claramente los hechos en los que se funda un despido que se pretende con causa, sin posibilidad alguna de variarlos en el futuro y sin admitir como legítima una causal tan vaga como amplia como la que entrecomillé, a fin de permitir al afectado ejercer adecuadamente su derecho de defensa – situación no tan lejana a la de un fiscal, que puede llegar a ser removido y expulsado de su cargo bajo una calificación tan difusa que puede permitir que quede atrapada en ella cualquier conducta no descripta previamente - es claro que estamos ante una puerta que puede abrirse a cualquier arbitrariedad, porque no se establece con claridad y de antemano, cuáles son las conductas debidas y cuáles las prohibidas para que el funcionario pueda sujetar su actuación a derecho. A lo que cabe agregar que será juzgado por un cuerpo eminentemente político cuyos miembros tienen un mandato, en principio, temporalmente acotado, que no serán necesariamente entendidos en derecho ni específicamente en derecho penal, que suelen estar sometidos a presiones mediáticas – ejemplo de lo cual lo fueron en su momento las reprochables reformas incorporadas al Código Penal de la Nación a partir del caso Blumberg – y, sobre todo en estos casos, que pueden utilizar el inmenso poder que esta ley les otorga para disciplinar a los díscolos y a quienes decidan llevar adelante una investigación que pueda resultar comprometedora para su actuación, con lo que se corre el innegable riesgo de promover sotto voce un disciplinamiento de estos funcionarios, cuya actuación es clave en el proceso penal instaurado por el sistema acusatorio que hoy rige en la Provincia que, a mi juicio, puede llegar a ser gravísimo para el cabal cumplimiento de sus funciones. Porque si bien será el juez quien finalmente dicte sentencia y hasta se puede afirmar como lo hizo el Vocal preopinante – claro que con reservas –, la compatibilidad de esta ley con normas de orden jurídico superior, a nadie escapa que desde que se instauró el nuevo sistema las facultades de los fiscales son de trascendental importancia para poder llegar a poner en marcha un proceso penal, en virtud de las facultades que la ley les otorga y los deberes que les impone. Para lo cual deben contar con los medios y la fortaleza de espíritu suficientes como para cumplir adecuadamente su función y no dejarse amedrentar por presiones de ninguna índole, y mucho menos si son políticas, porque esto puede llegar a transformarse en un peligro potencial para cualquier habitante de la provincia. Y si el constituyente ha utilizado esta misma expresión, ello no la transforma automáticamente en valiosa, sino que participa de las mismas riesgosas características que acabo de describir. La otra tacha que a mi criterio resulta insalvable, es que la remisión de los sumarios seguidos a los amparistas a la Legislatura supone una aplicación retroactiva de esta ley a procesos en trámite, donde sin otro fundamento que la mera voluntad legislativa de sustraer de los procedimientos y autoridades naturales estas causas para que se tramiten en su seno, constituye una violación de las garantías constitucionales de debido proceso y una indiscutida acumulación de poder que no encuentra justificación y que, por el contrario, puede implicar un bill de indemnidad para los propios legisladores; y también – aunque sea implícitamente – la posibilidad de que se vean frenadas u omitidas causas en las que pudieran ser imputados por la desproporcionada suma de poder que esta ley les confiere. En tal sentido he de decir, en coincidencia con el dictamen de la fiscalía, que son merecidos los reproches a la retroactividad de la ley 13.695, por lo que, al menos para estos casos – los referidos a los sumarios administrativos AGG 000010/2017, AGG 000017/2017 y AGG 000027/2017 a los que se encuentran sometidos los amparistas – debería ser declarada inconstitucional e inaplicable a los mismos. También coincido con lo expresado al apelar por el amparista Narvaja, cuando afirma que la aplicación de esta ley importa una preterición expresa de la garantía constitucional de autonomía funcional del Ministerio Público de la Acusación. Y así debe entenderse porque la Constitución Nacional así lo establece, mientras que este procedimiento y autoridades novedosos que introduce la ley 13.695, más allá de que no se encuentre expresamente prohibido en la Constitución Provincial – que, sabido es, es muy anterior a la incorporación del sistema acusatorio – tampoco se compadece con lo que establece la ley 13.013 en cuanto a su autonomía funcional y administrativa por tratarse de un órgano independiente, que sin embargo habrá de ser juzgado por otro poder del Estado que ninguna injerencia debiera tener en éste. Asimismo entiendo que – reforma constitucional de por medio llevada a cabo en el año 1994, con la incorporación de los tratados internacionales de jerarquía supralegal - no se puede juzgar el caso con las solas normas de la Constitución de la Provincia de Santa Fe que se dictó 32 años antes, porque no estaba contemplado este instituto de la forma en que la Constitución reformada lo impuso, más allá de lo que pueda entenderse como facultades no delegadas por la Provincia en la Nación, porque lo que aquí se trata e interesa es la naturaleza y funciones del instituto, sea en el orden provincial o nacional. Habida cuenta de que si bien la Legislatura tiene las potestades suficientes para dictar las leyes que crea convenientes, ello no la exime del control de constitucionalidad que solo corresponde al Poder Judicial ni de ajustarse a las normas de superior jerarquía – nacionales e internacionales – que en este momento nos rigen, pasando por encima del debido proceso legal mediante un inaceptable fraccionamiento del orden jurídico vigente integralmente considerado, lo que torna inadmisible el veredicto de la a quo sobre sus facultades admitiendo “el desplazamiento del poder constituyente y constituido de la Nación” como si más allá de los principios que informan el federalismo, la provincia fuera una isla dentro del ordenamiento nacional desconociendo la supremacía de la Constitución Nacional y de los Tratados Internacionales concordantes en todo el país. Tampoco el argumento de la irrecurribilidad de lo decidido – como sucede en otras instancias similares referidas a los jueces – puede ser ponderado como dirimente en estos casos, porque cuando se enjuicia a un magistrado se conforma un jurado de especialistas en derecho que es plural en cuanto a representación política, institucional y gremial, lo que de alguna manera garantiza no sólo “hablar el mismo idioma” para arribar a un entendimiento y conclusión, sino también una diversidad de origen y de intereses en sus integrantes, que a la hora de juzgar podrán más fácilmente llegar a una decisión más equilibrada que si todos pertenecen a un mismo cuerpo que se erige en controlador exclusivo de otro poder del Estado, sin contar que los legisladores no están sometidos a los requisitos que se le exigen para acceder a sus cargos a los magistrados y a los integrantes del Ministerio Público de la Acusación y la Defensa. Dicho esto sin desmedro alguno de la calidad personal de quienes fueron electos por el pueblo, sino constatando una realidad que sin duda es variable pero que siquiera potencialmente posee esa diversidad que acabo de describir. En estos casos, entonces, se sometería a los fiscales a un juicio exclusivamente político sin serlo abiertamente, que por la integración del cuerpo que lo habrá de juzgar no ofrece las mismas garantías que, por ejemplo, el proceso de enjuiciamiento al que pueden ser sometidos los jueces, con grave afectación del principio estructurador del Estado de Derecho al permitir la aplicación de un poder disciplinario que la Legislatura se arrogó a sí misma admitiendo la aplicación al proceso de normas retroactivas y privando de control suficiente las decisiones que hayan de tomar. Tampoco es un dato menor a tener en cuenta en función de sus antecedentes en la materia, que la reserva que hace el fiscal Mac Cormack en su libelo recursivo de acudir ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos es un remedio con posibilidades de éxito por la profusión de normas que se estarían afectando en este caso – que especifica en su escrito y no habré de reiterar aquí – que de ser admitido por el tribunal internacional acarrearía sanciones incluso pecuniarias al Estado Nacional. En suma, en la medida que con esta ley se viola la garantía del juez natural y se permite que los amparistas sean juzgados por una ley posterior a los hechos que determinaran la iniciación de la causa que los tiene de protagonistas, y por un poder totalmente ajeno al Ministerio Público de la Acusación carente de integración plural, admitiendo que ello sea jurídicamente legal y posible, en términos generales torna arbitraria la sentencia – aun cuando no al extremo de declarar su nulidad, en la medida que las quejas vertidas pueden encontrar remedio por vía de la apelación - y es por ello que propongo admitir sus agravios, revocar totalmente el fallo venido en revisión y declarar, para ambos casos – es decir para las acciones promovidas por los fiscales Adrián Eduardo Mac Cormack y Sebastián Rodrigo Narvaja – la inconstitucionalidad de la ley 13.695 y su inaplicabilidad a los amparistas, en la medida que no supera la presunción de constitucionalidad que emana de toda ley sancionada por las vías legalmente establecidas. En relación a las costas, cabe imponerlas en ambas instancias a la perdidosa (arg. art. 17, ley 10.456). Así voto. A la misma cuestión la Dra. Mana dijo: Adhiero a los fundamentos y conclusiones de la Dra. Aseff y voto en idéntico sentido.
A la tercera cuestión el Dr. Restovich dijo: Los fundamentos que
anteceden me conducen a proponer: I. Desestimar el recurso de nulidad intentado por el actor Mac Cormack. II. Receptar los recursos de apelación interpuestos por los actores y en consecuencia, revocar el fallo venido en revisión y declarar, para ambos casos -es decir para las acciones promovidas por los fiscales Adrián Eduardo Mac Cormack y Sebastián Rodrigo Narvaja- la inconstitucionalidad de la ley 13.695 y su inaplicabilidad a los amparistas. III. Imponer las costas de ambas instancias a la perdidosa. IV. Regular los honorarios profesionales en el 50% de los que corresponda fijar en Primera Instancia. Así voto. A la misma cuestión las Dras. Aseff y Mana dijeron: Visto el resultado obtenido al votarse las cuestiones anteriores, corresponde dictar pronunciamiento en la forma propuesta por el Dr. Restovich.
A mérito del Acuerdo que antecede, la Sala Primera de la Cámara de
Apelación en lo Laboral de Rosario, integrada, RESUELVE: I. Desestimar el recurso de nulidad intentado por el actor Mac Cormack. II. Receptar los recursos de apelación interpuestos por los actores y en consecuencia, revocar el fallo venido en revisión y declarar, para ambos casos -es decir para las acciones promovidas por los fiscales Adrián Eduardo Mac Cormack y Sebastián Rodrigo Narvaja- la inconstitucionalidad de la ley 13.695 y su inaplicabilidad a los amparistas. III. Imponer las costas de ambas instancias a la perdidosa. IV. Regular los honorarios profesionales en el 50% de los que corresponda fijar en Primera Instancia. Insértese, hágase saber, y bajen.- (Autos: NARVAJA SEBASTIAN RODRIGO C/ PROVINCIA DE SANTA FE S/ AMPAROS” CUIJ 21-04122335- 6 N° 362/18 y “MAC CORMACK ADRIAN EDUARDO C/ ESTADO DE LA PROV DE SANTA FE S/ AMPAROS”CUIJ 21-04122375-5 N°377/18). Juzgado de Primera Instancia en lo Laboral Nro. 10 de Rosario. ////////Siguen las firmas ///////Autos: NARVAJA SEBASTIAN RODRIGO C/ PROVINCIA DE SANTA FE S/ AMPAROS” CUIJ 21-04122335-6 N° 362/18 y “MAC CORMACK ADRIAN EDUARDO C/ ESTADO DE LA PROV DE SANTA FE S/ AMPAROS” CUIJ 21-04122375-5 N°377/18.