Pablo vivió en dos escenarios: Jerusalén y Antioquía.
Pero ya no se quedó permaneciendo
en ninguna de las dos. En Jerusalén porque no consintió la radicalidad de los judeocristianos. En Antioquía, por su perspectiva de la salvación de los gentiles que fue libre y nadie la entendió. Por eso se va hasta Éfeso La iglesia debe trabajar hacia afuera, pero antes debe consolidar su identidad, espiritualidad y autoridad. Si no hace así, no podrá tocar los cimientos del mundo. La Iglesia no puede tener una labor hacia afuera, si hacia adentro está frágil, enferma y desorientada. Una iglesia que quiera ser pertinente al mundo, primero debe aprender a ser iglesia. No podemos pretender tocar las filas del mundo si la iglesia no consolida una contundente autoridad si ella misma no desarrolla robustez Una iglesia desorientada y débil será una a la que el mundo le hará lo que quiera. Hay religiosos que quieren simular la capacidad espiritualidad, que tiene fama de estar viva, pero que realmente está muerta. A esta, el reino de la muerte la va a arrastrar como sea. La primera gran tarea de la Iglesia. Jesús, antes de convertir a la comunidad en apóstoles, primero los hizo discípulos. Antes de ser apóstoles debemos aprender a ser discípulos. Nadie puede pretender ser enviado si antes no se ha congregado. Este es un principio básico que muchos han olvidado. No podemos pretender ir a dar, si antes no nos sentamos a recibir. Cuando queremos simular servicio sin consolidar procesos de aprendizaje y crecimiento, terminaremos siendo los primeros en ser arrastrados. Para poder cumplir la tarea apostólica, debemos recibir consolidación discipular. Jesús, antes de comisionar, primero reunió a los discípulos. Lo primero no es el envío, sino la llamada. La Iglesia que quiera meterse a trabajar en el mundo político, antes debe desarrollar su identidad y consolidar su espiritualidad y autoridad. Para que la iglesia no caiga victima de los intereses humanos, debe desarrollarse y consolidarse. La Iglesia, a partir de las vivencias internas, se vuelve motor de transformaciones en su entorno. Una vez que la iglesia es una comunidad sana y creciente, se puede convertir en agente de transformaciones sociales. La calidad evangélica de la iglesia debe inexorablemente traducirse en un impacto en la sociedad. Si la sociedad donde está la iglesia no vive experiencias de transformación, ésta ha terminado siendo parte de la enfermedad y no es ni alimento ni medicina. La sociedad tiene muchas enfermedades, ¿Dónde está la fuerza curativa de la iglesia? No necesitamos ser tan grandes para cambiar las cosas. ¿Acaso no es una pastillita la que sana todo un cuerpo? El problema de la iglesia es que ha dejado de ser levadura y se convirtió en masa, pensando que siendo masa podrá cubrir y transformar la sociedad. La Iglesia es como dijo Marx de la sociedad: el hombre masa. Su manera de pensar y actuar es el reflejo de lo que los poderosos han querido hacer de la población. La tarea de la Iglesia es ser levadura, no masa. No necesitamos grandes cantidades de gente en la iglesia. Necesitamos un poquito, pero con tal calidad que puedan penetrar la masa. Si somos una calidad de iglesia. La religión es el mayor enemigo del Reino de Dios anunciado por Jesucristo. Lo vivió él en su experiencia, porque no fueron los políticos los que lo persiguieron. La religión tiene intereses económicos y políticos; por eso es el mayor enemigo del Reino de Dios.