Para que un líquido pueda ser utilizado como refrigerante, debe reunir ciertas propiedades, tanto
termodinámicas como físicas. El refrigerante ideal, sería aquél que fuera capaz de descargar en el
condensador todo el calor que absorba del evaporador, la línea de succión y el compresor.
Desafortunadamente, todos los refrigerantes regresan al evaporador arrastrando una cierta porción
de calor, reduciendo la capacidad del refrigerante para absorber calor en el lado de baja.
Se hace evidente que en la medida que la naturaleza del refrigerante sea tal que las P - T de
condensación se aproximen a las del ambiente, necesitaremos menos energía para comprimirlo y
para enfriarlo, y con ello el indicador de consumo por unidad frigorífica también será menor. A la
vez, si coincidiera que su diferencia en calor latente (respecto al ambiente) fuese lo suficientemente
alto para realizar la transferencia de calor, requeriríamos menos cantidad de refrigerante para
ejecutar el trabajo y con ello menos compresión. Ambas cualidades son primordiales en el consumo
de energía. Se suman otras propias de la naturaleza química del refrigerante, las que proporcionarán
poder realizar el trabajo de refrigeración con mayor o menor eficiencia.
Ordenado las cualidades que debe cumplir un buen refrigerante, tenemos las siguientes:
Alto calor latente de vaporización: λ (kJ/kg) Permite reducir el caudal másico circulante de
refrigerante (kg/s)
Bajo volumen específico del vapor en la aspiración: vasp (m3 /kg) Permite reducir el tamaño
del equipo (compresor y tuberías)
Presiones de trabajo moderadas