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Glotz G.: La ciudad griega. UTEHA. México, 1957.

LA CIUDAD ARISTOCRATICA

LA CIUDAD HOMERICA

Los marcos de la ciudad

La palabra demos designa el territorio, ya la población y no sirve sino raramente para diferenciar a la multitud de la
clase dominante.
Lo que cuenta en la ciudad, es la cabeza, la polis, los ciudadanos son llamados politoi. La ciudad homérica tiene,
generalmente como centro una plaza fuerte donde viven los principales jefes y que ofrecen un refugio al grueso de la
población en caso de alarma.
Pero el resto de la comarca comprende aldeas más o menos importantes, que llevan también el nombre de polis.
Los propietarios viven reunidos en centros considerables y hacen cultivar sus campos por terrazgueros o siervos
dispersos por los arrabales. De todas maneras, deja entrever en la ciudad, a la sombra del poblado principal, una
masa confusa de pequeñas aldeas. Asty, son numerosas localidades de una región puramente rural.
La capital donde brillan en primer lugar los jefes de las grandes familias, está rodeada de gran número de aldeas y
pequeñas poblaciones donde viven más o menos oscuramente las familias menores.

 La ciudad homérica comprende tres clases sociales: los nobles, los demiurgos y los thetes.
 Los nobles pertenecen a las familias que descienden de los dioses son los hijos, las criaturas, la
estirpe de Zeus. Cada uno de ellos conserva cuidadosamente la genealogía que constituye su orgullo
toda ocasión le parece propicia para desplegar con un tono glorioso la lista de ascendientes que le
hace remontar al antepasado divino. Desde entonces la riqueza cuenta tanto como la pureza de
sangre. Cundo termina de enumerar a sus antepasados el héroe homérico trata de deslumbrar a su
interlocutor con el inventario de sus bienes. Se complace en demostrar su fuerza, ya sea haciendo
correrías o represalias por tierra o por mar, matando hombres, robando mujeres y ganado, o
lanzando su carro al frente de un ejercito en la batalla, y luego saltar a tierra.
Le agrada desplegar su opulencia y disfrutar de su prestigio: va al palacio del rey para las sesiones del
Consejo y los festines. La vida es grandiosa para los grandes.
Para aquellos que no forman parte de sus genes, la vida es dura.
 Los demiurgos son gentes de oficio que trabajan para el público en grandes centros. La profesión que
ejercen es casi siempre hereditaria, porque no tienen otro medio de existencia y una división del
trabajo muy rudimentaria no les deja mucha libertad para escoger. Unos entran en lo que podríamos
llamar las carreras liberales. Los otros trabajan como artesanos y se distinguen según la materia
prima que empleen. La mayoría de ellos se establecen en ciudades, donde los oficios manuales se
concentran alrededor del mercado.
 Queda la multitud de gentes que no poseen tierras ni tienen un oficio calificado. Esos viven como
pueden. Los perezosos mendigan de puerta en puerta o se plantan en el umbral de una buena casa
donde haya banquetes a menudo. Los trabajadores aceptan la condición de thetes, de mercenarios, y
se alquilan a sueldo. Cuando es por un tiempo largo, mal que bien son alojados, vestidos y
alimentados. Cuando es para una tarea determinada, obtienen un salario en especie, tomando del
producto mismo de su trabajo, pero por más que sean hombres libres no gozan de ninguna
seguridad. Por el mismo hecho de que no forman parte de ningún genos, no tienen lugar en el marco
de la ciudad: cuando no se posee hogar tampoco se tiene fratria y se esta privado de la protección
que da a un hombre la Themis, se carece de todo valor social y, por lo consiguiente, de todo derecho.
El thetes esta ligado por un contrato que no obliga en nada al patrón: acabado el trabajo, se le puede
negar el salario prometido y puede suceder que sea arrojado, golpeado y amenazado con ser
vendido como esclavo. Quien no esta apoyado por un genes, de tribus formadas por fratrias.
Para contarse entre los ciudadanos, es necesario primeramente pertenecer a un grupo de hermanos, es decir, de
parientes en cualquier grado y que se apoyan en todas las circunstancias de la vida; luego, es necesario apoyarse en
todas las circunstancias de la vida; luego, es necesario apoyarse en un grupo de compañeros unidos en virtud de un
parentesco ficticio por las obligaciones reciprocas de una solidaridad mas amplia. La gran comunidad vive sólo por las
pequeñas comunidades de origen gentilicio que le han dado vida.
La administración sólo es posible por intermedio de las tribus, las fratrias y finalmente las genes.
Para reclutar el ejército, se le pide a cada padre de familia que proporcione bajo pena de multa y salvo un rescate, un
hombre que puede escoger como quiera: un Myrmidón sortea entre sus siete hijos para saber cuál partirá. Para
constituir las unidades de ese ejército, se reúne a los compañeros clase por clase. Para alinear las topas en la batalla,
se les agrupa por fratrias y por tribus.
Todas las administraciones públicas, respetan los grupos naturales, sin los que la ciudad no existiría.
Todos los jefes, llevan el titulo hereditario de rey. Es también un rey ese propietario que asiste a la recolección. Del
más grande al más pequeño, esos reyes son hijos y estirpe de Zeus. La realeza es susceptible de grados: todos son
reyes, pero uno más que otro y uno solo por encima de todos.

El Rey:

El rey de la ciudad, el rey de reyes es aquel cuyo origen celeste está más claramente establecido.
Un rey encarna toda la potencia de un dios. En algunos Estados se admite que esa fuerza sobrenatural se agota a la
larga, pues tiene necesidad de ser renovada.
Lo mas corriente es que el rey ejerce un poder vitalicio y lo transmita al primogénito de sus hijos. A falta de hijos, es
la hija del rey quien debe procrear al heredero. Para que la sangre siga pura, se une al más cercano pariente
masculino de su padre.
El rey de reyes recibe de Zeus el derecho de representar la ciudad en toda circunstancia. Tiene “la soberanía y la
fuerza”, “el derecho de actuar y de hablar”.
Él es el jefe religioso, el gran sacerdote.
Era el mediador de los hombres ante los dioses, el rey es también el representante de los dioses entre los hombres.
Junto con el cetro recibe el conocimiento de los themistas, esas inspiraciones sobrenaturales que permiten resolver
todas las dificultades y, especialmente, restablecer la paz interna por medio de palabras de justicia.
En tiempo de guerra, mucho más que en la paz, el rey es el gran caudillo.
En el ejército, el rey puede reunir en su tienda, en Consejo de guerra, a los reyes que le están subordinados, como los
reunía antes en su palacio, pero una vez que ellos hayan hablado, él es quien decide.
Nadie mas que el rey puede tratar con el enemigo y, de una manera general, con el extranjero: recibe en su
campamento o en su ciudad a los heraldos y embajadores, escucha sus proposiciones, les hace conocer su respuesta,
y si se concluye un acuerdo, ofrece el sacrifico y prest el juramento que lo consagra.
Igual a un dios, posee un dominio en las tierras comunales, un temenos, mitad en campos de trigo, mitad en viñas;
por lo demás, solo tiene el usufructo de ese dominio, que no está comprendido en sus bienes patrimoniales. Como
un dios, percibe dones y derechos llamados themistas, en forma de animales domésticos, sin perjuicio de la
contribución que recaudan sus gerontes en caso de gastos extraordinarios para el recibimiento de un huésped
público. Percibe derechos aduaneros sobre las mercancías importadas.
Los administradores de sus tierras no son altos magistrados, sino sirvientes.
El rey en su palacio no sólo tiene numerosos criados de nacimiento libre o servil, sino, también, una casa reclutada
entre las familias nobles del país, los therapontes, es decir, los pajes o escuderos. Llevan un titulo oficial y viven en el
mismo palacio o en su cercanía. Sus funciones son de importancia desigual. Los therapontes están subordinados unos
a otros.

El Consejo:

Por poderoso que parezca algunas veces el rey, sabemos que nada puede sin los jefes de los grupos que componen la
ciudad. Ellos forman el Consejo, la bulé, que lo rodea siempre. En relación con el Rey supremo, los otros reyes son los
consejeros. Como su titulo proviene del poder vitalicio que ejerce cada uno en genos, en su fratría o en su tribu, se
les da también el nombre de ancianos o “ancianos del pueblo”.
El Consejo se reúne a iniciativa y por disposiciones del rey. Según los asuntos a tratar, la convocación se dirige a los
jefes de rango superior o a todos los jefes.
El palacio del rey fue en comienzo el origen del edificio llamado mas tarde Pritaneo.
El rey abre la deliberación exponiendo el motivo de la reunión o concediendo la palabra al jefe que tiene un informe
que presentar. La conveniencia exige que el más anciano hable primero. Algunas veces los asistentes dan señales de
aprobación, pero no votan nunca. Solo el rey decide, en la plenitud de su soberanía.
En el Consejos, los gerontes tienen solo voz consultiva, pero parece que al menos sus atribuciones se extienden a
todos los asuntos de importancia. Van con el rey a la Asamblea y ocupan sitios reservados.
El rey los convoca siempre para recibir a un huésped distinguido y los pone al corriente de sus intenciones cuando
desea ofrecerles presentes y hacerlo repartir en un barco del Estado.
En campaña forman El Consejo de guerra e intervienen efectivamente en la dirección de las operaciones.
Cada uno tiene sus partidarios que lo alientan con sus gritos.
Los gerontes reciben ahora el nombre de jueces. Cobraban emolumentos de los litigantes y asistían a los banquetes
de reconciliación. La justicia se hizo una profesión. Los reyes se convertían en aquellos “devoradores de regalos”.
Dictaban las sentencias de acuerdo a sus intereses. Y es así como, al cuadro de beneficios esparcidos por la equidad
del rey, se enfrenta la pintura de las calamidades desencadenadas por la injusticia de los gerontes.

La asamblea:

Después de haber consultado a los gerontes, el rey debe anunciar al pueblo las resoluciones que ha tomado y
conocer sus disposiciones. Además de la opinión del Consejo, hay la del demos, del bajo pueblo. El ágora es
esencialmente la asamblea plenaria, donde se reúnen todos los que no han tomado parte en el Consejo.
El rey convoca tanto la Asamblea como el Consejo.
En campañas, se efectuaban las reuniones en cualquier sitio. En las ciudades el sitio del ágora está completamente
dispuesto y determinado.
Ante ella se plantea todo lo que interesa al pueblo. Allí se delibera acerca de los medios para remediar las
calamidades públicas.

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