POLITECNICO
SANTIAGO MARIÑO
EXTENSION – MERIDA
PROF. ARQ. VERONA
SANTIAGO
HISTORIA DE LA
ARQUITECTURA III
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# 41 *ANDREA VANESSA
MORA ROJAS
C.I: 18.125.874
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………3
II. CAPITULO 1 (EUROPA DEL SIGLO XVIII)………………………… 4
• LA BURGUESÍA………………………………………………………….4
• EL CAPITALISMO INDUSTRIAL……………………………………….4
• PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL……………………………...6
• SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL……………………………...7
III. CAPITULO 2 (LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA
ARQUITECTURA)……………………………………..7
IV. CAPITULO 3 (LA ARQUITECTURA DEL HIERRO)…………………8
V. CAPITULO 4 (TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS DE LA
ARQUITECTURA DEL HIERRO)…………………….11
VI. CONCLUSIÓN……………………………………………………………13
VII. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………..13
INDICE FOTOGRAFICO
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I. Introducción
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II. CAPITULO 1. EUROPA DEL SIGLO XVIII
EL CAPITALISMO INDUSTRIAL
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los dueños de las grandes fábricas, que pusieron fin a los pequeños talleres
artesanales. Frente a esto, los artesanos que trabajaban por su cuenta, tenían
una sola opción, trabajar para esas fábricas y cerrar sus talleres.
A este sistema se le llamó capitalismo industrial, porque la industria comenzó el
nuevo centro de producción del capital al que estaban asociados la banca,
financiando la producción, las ventas y el comercio.
Las grandes ganancias que fueron generadas por la actividad industrial
no serían reinvertidas en totalidad, en ese sector. Los dueños de las fábricas
advirtieron la conveniencia de diversificar sus inversiones y destinar parte de su
capital a la creación de bancos, entidades financieras y compañías de comercio
que distribuían la mercadería que producían sus fábricas.
La Revolución Industrial determinó la aparición de dos nuevas clases
sociales, la burguesía industrial que eran los dueños de las fábricas y el
proletariado industrial que eran los trabajadores. Se les llamaba proletarios
porque su única propiedad era la prole, sus hijos, que a partir de los cinco años,
se incorporaban al trabajo.
La Revolución Industrial le permitió a Inglaterra transformarse
rápidamente en una gran potencia. El invento del ferrocarril agilizó el traslado de
la mercadería y abarató los productos; a la vez mejoro la circulación y las
comunicaciones, acercó las distintas regiones. En ese contexto, para el resto
de los países era muy difícil competir con los productos ingleses. Por ejemplo,
en 1810, después de la Revolución de Mayo, Buenos Aires se abrió al comercio
libre con Inglaterra, un artículo inglés costaba 10 veces menos que uno
producido en telares artesanales de Catamarca confeccionado en un tiempo
mayor. La apertura comercial perjudicó muy seriamente a las artesanías y
pequeñas industrias del interior hasta casi eliminarlas. Pero Gran Bretaña no
sólo exportaba productos textiles, sino también maquinarias, capitales y
técnicos para la construcción de ferrocarriles. Los países que establecían
contratos con estas compañías debían tomar créditos con bancos ingleses la
mayor parte de las veces estaban vinculados a las compañías para financiar las
obras. Estos países quedaban de por vida dependiendo de Inglaterra, por las
deudas contraídas, por las necesidades técnicas y repuestos que solo proveían
las empresas constructoras inglesas.
Con la Revolución Industrial también crecieron los conflictos sociales. A
muchos capitalistas no les importaba que sus trabajadores, laboraran 12 ó 14
horas por día en condiciones insalubres, con graves riesgos físicos. Su única
preocupación era aumentar la producción al menor costo posible, es decir,
pagando el salario más bajo que se pudiera, aprovechándose de la gran
cantidad de desempleados que había. Esta situación de injusticia llevó a la
creación de los primeros sindicatos de trabajadores y huelgas para aumentos de
sueldo y mejoras en las condiciones del trabajo. La unión de los trabajadores
posibilitó la sanción de las primeras leyes protectoras de sus derechos y el
mejoramiento progresivo de su calidad de vida.
El avance de la burguesía industrial implicó un proceso de cambios en la
vida de muchas personas, sobre todo, en aquellos que se incorporaron en
condición de obreros, en el trabajo fabril. Algunos provenían del campo: eran
antiguos labradores que habían sido expulsados de sus parcelas para criar
ovejas y producir lana destinada a la naciente industria textil. Otros eran
artesanos que al no poder competir con la industria, se vieron obligados a
ingresar a talleres, antes producían en sus Parcelas o talleres, para satisfacer
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sus necesidades, ahora, comenzaban a producir para el dueño de la fábrica que
aspiraba a vender mercancías y enriquecerse.
Para esas nuevas formas de producción, “el tiempo es oro” y la burguesía
necesitó intensificar los ritmos de producción, para lograr este fin fue la máquina
que obligó al obrero a seguir el ritmo que ella le imponía, y también las multas a
todo obrero que hubiese estado fumando, cantando, rezando o realizando
cualquier acción que pudiera perturbar la labor marcada por el cronómetro,
ahora dueño del tiempo en la fábrica.
En ese clima de obligaciones y de ritmo tan exigentes, la taberna era el
único lugar de libertad para los trabajadores, y en ellas comenzaron a buscar la
forma de organizarse para resistir. Al comienzo dichas resistencias se
expresaron en revueltas callejeras contra el alza de precio del pan o en
peticiones al Parlamento. Pero al crecer los reclamos, se prohibieron las
asociaciones obreras en 1799. Entonces, los obreros recurrieron a la acción
directa: comenzaron a atacar las casas y talleres de sus patrones para exigir
mejoras.
En 1824 se legalizaron las asociaciones obreras y los trabajadores
comenzaron nuevas búsquedas para mejorar su situación, con la creación de
cooperativas obreras de producción y luego, la "Carta al Pueblo", de la
Asociación de Trabajadores en 1837. Para ello plantearon, el sufragio universal
y secreto, suprimir la obligación de ser propietario para ser parlamentario y que
la labor legislativa fuese remunerada. Estos últimos pedidos eran claros, los
trabajadores son ciudadanos, aunque no tengan riquezas, y deben participar en
la toma de decisiones.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la Iglesia católica comenzó a
manifestar su preocupación frente a la presencia de un proletariado
empobrecido y en constante aumento. La Iglesia, adopta soluciones que
pasaban por la caridad. En Francia, por ejemplo, fue creada la Sociedad de
Moral Cristiana, de la que surgieron numerosas instituciones, cajas de ahorro y
sociedades de socorros mutuos. La Sociedad tenía un comité para el
perfeccionamiento moral de los presos y otro para la ubicación de éstos.
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En 1876, Alexander Graham inventó el teléfono, revolucionando el mundo de
las comunicaciones.
En 1895, dos hermanos franceses, inventaron una cámara especial
que registraba imágenes y que servía como proyector. Habían inventado el
cine.
Estos adelantos mejoraron paulatinamente la calidad de vida de una
población que fue creciendo al ritmo de estos cambios. Aumentó la natalidad y
disminuyeron los índices de mortalidad.
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deja de vincularse a los derechos y las libertades, y se cifra en canales de
ferrocarriles, planes urbanísticos, alumbrado etc.
El ferrocarril revoluciono los sistemas de comunicaciones urbanos e
interurbanos, permitió niveles de intercambio antes imposibles de imaginar,
definió las nuevas puertas de la ciudad y obligaron a reordenar el tráfico de
esta; y como consecuencia, altero directa o indirectamente las necesidades y
los modos de la vida urbana y de su arquitectura.
El alumbrado urbano permitió la iluminación de calles y plazas, y con
el, la vida nocturna de las ciudades, que a su vez ese alumbrado se incorporo a
los interiores, revolucionando la vida domestica.
Casi al mismo tiempo, siemens construyo el primer ascensor eléctrico,
que permitió la edificación en altura e hizo posible la aparición de nuevas
topologías edificatorias (industriales, comerciales y residenciales), y finalmente
los grandes rascacielos elevados por arquitectos, replanteando nítidamente la
polémica entre ingeniería y arquitectura, así como las relaciones reciprocas
entre el eclecticismo y la industrialización.
Pero el impacto de la revolución industrial no se limito a estos progresos
técnicos, sino que tuvo como principales planteamientos los nuevos materiales y
la industrialización de la construcción. El material siempre había sido un dato de
proyecto, y su inmediatez había dominado la arquitectura del ladrillo o la piedra.
Los progresos técnicos determinaron la aparición de nuevos materiales y
nuevos sistemas constructivos, siendo la aportación más expresiva del siglo XIX
la arquitectura del hierro.
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materiales implico un cambio radical de la apariencia de la arquitectura, lo que
hizo necesario ampliar el concepto de arquitectura.
La utilización del hierro en la arquitectura no se puede considerar una
novedad del siglo XIX, ya que desde antes se habían utilizado, aunque de
manera ocasional o como complemento, eran piezas muy limitadas que
difícilmente alcanzaban medidas excesivamente grandes.
La primera obra en hierro, fue la fábrica de hilaturas de algodón de Philip and
Lee, construida en Manchester, en el año 1801, ella presentaba por primera vez
una estructura íntegramente de hierro fundido, los muros eran de ladrillo y tenía
7 plantas. Fábrica que se convirtió en una topología de esta arquitectura.
En compañía del hierro figura como novedad el vidrio, que experimento
grandes progresos técnicos, y que a comienzos del siglo XIX se lograron
fabricar piezas de dimensiones insospechadas hasta el momento. Se
investigaron todas las posibilidades de este material y se descubrió la buena
obra de la combinación hierro y cristal.
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Se demostraron sus ventajas y se reconoció el papel que estaba destinado a
ejercer en el futuro porque junto al hierro se habían producido otras novedades,
sobre todo una nueva concepción espacial.
El primer edificio construido enteramente con hierro y vidrio fue el Crystal
Palace (1850-1851; reconstruido entre 1852 y 1854) en Londres, una gran nave
que se preparo para acoger la primera Exposición Universal de Londres de
1851, que fue proyectada por Joseph Paxton, quien había aprendido el empleo
de estos materiales en la construcción de invernaderos. Este edificio fue el
precursor de la arquitectura prefabricada, y con él se demostró la posibilidad de
hacer edificios bellos en hierro. (Ver figura 1 - 2).
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El Crystal Palace se convirtió en prototipo para ésta o similares fórmulas
de muestras. El binomio interior-exterior dejo de ser antagónico para
convertirse en una proyección continua. Abundantes fueron las nuevas
tipologías, unas conocidas desde antes pero transformadas por el nuevo
material, como los mercados y los puentes. Otras renovaron la arquitectura con
formas inexistentes hasta ese momento: estaciones de ferrocarril, pasajes
cubiertos, pabellones de exposiciones. El hierro articulaba las estructuras,
formaban un esqueleto en el que el único material que le servirá de
complemento será el vidrio.
Entre los escasos ejemplos de uso del hierro en la arquitectura del siglo
XIX destaca un edificio de Henri Labrouste, la biblioteca de Santa Genoveva
(1843-1850) en París, un edificio de estilo neoclásico en su exterior pero que en
su interior dejaba ver la estructura metálica. Los edificios de hierro más
impresionantes del siglo se construyeron para la Exposición Universal de París
de 1889: la nave de Maquinaria y la célebre Torre Eiffel (1887) del ingeniero
Alexandre Gustave Eiffel.
El hierro también dio la apertura de diseños de rascacielos. Los primeros
fueron construidos en Estados Unidos solo para uso comercial. Las
posibilidades arquitectónicas del hierro acotaron el nacimiento del racionalismo,
que fue el estilo arquitectónico optado en el siglo XX.
El hierro, además de sustituir a la columna de piedra o madera, era de
gran eficacia para formar parte de los grandes armazones de las bóvedas y
cúpulas. También en espacios como galerías, pasajes o patios interiores, que
fueron cubiertos por el hierro, en compañía del vidrio, que permitió el paso de la
luz. En todas las obras, el hierro modificaba la fisionomía de la arquitectura
tradicional.
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En las nuevas edificaciones, una mayor proximidad al centro de las
ciudades implicaba un mayor recubrimiento de sus desnudas estructuras
metálicas con fachadas historicistas, en razón de su localización y
representatividad. Las grandes naves cubiertas con bóvedas metálicas y
transparentes de las estaciones de ferrocarril, como puertas de entrada a la
ciudad, se ocultaban tras parámetros góticos, romanos o griegos.
Un gran pionero de la arquitectura moderna fue, Joseph Paxton,
constructor de invernaderos y maestro del acondicionamiento ambiental
(Conservative wall, 1846), el uso del vidrio permitió el paso de luz al interior y
cerraba la salida de calor; y en el “Victoria Regia” lograba que las plantas
crecieran en un espacio interno mediante el trabajo conjunto de paneles de
vidrio y elaborados sistemas de calefacción.
El proyecto oferta de Paxton era un edificio de 555m de largo y 21,5 m de
ancho (mas de 70.000m2); utilizaba un modulo único de 7.30m que permitió
coordinar la multitud de laminas de vidrio, columnas y vigas de hierro, mensuras
y bastidores de madera. Una nueva forma de construir fraguaba en el edificio de
Paxton, conformaba un sistema de prefabricación total, rapidez de montaje y
desmontaje, recuperación total, flexibilidad, aumento o disminución de tamaño,
incorporación de árboles, modulación de piezas que se repiten, instalaciones a
través del sistema estructural, techos inclinados y elevación del piso.
Por otra parte aprovechándose de los avances técnicos, los puentes de fábrica
se hicieron más estilizados, adelgazando sus pilares, rebajando sus bóvedas o
elevando su altura. Se suprimieron los elementos decorativos, resaltándose la
estructura, de cuidadoso acabado.
El cálculo y la resistencia de los materiales permitieron cumplir los deseos
de lograr luces mayores y una mayor ejecución más económica, perseguidos
desde siempre. Con el hierro se incrementarán las variantes tipologías. El
puente de arcos había sido el que había dominado en la Historia.
Con el hierro surgió el puente de vigas, formado por un tablero horizontal
sostenido por vigas perpendiculares. Finalmente el puente colgante ,
suspendido por cables, que fue muy utilizado durante la primera mitad de siglo
pero que presentaba muchos problemas por la excesiva flexibilidad del tablero,
su tipología era bien sencilla, consistía en una plataforma constituida por
tablones de madera suspendidos por cables de hierro que al mismo tiempo se
sujetaban en cuatro soportes de hierro fundido. Los puentes atirantados
suponieron un paso más en la evolución tecnológica.
El desarrollo de los puentes de hierro no obstante, estuvo ligado de forma
mayoritaria al ferrocarril. Cuando la infraestructura ferroviaria comenzó a
extenderse, preciso de numerosos puentes y viaductos para salvar la irregular y
accidentada orografía peninsular. Una tipología predomino por encima de todas:
la del puente de vigas, generalmente de celosías y en menor proporción de
alma llena o maciza. Los pilares son de fábrica, metálicos o mixtos, o sea,
combinando el hierro con la base de piedra y hormigón. El puente de hierro
integral compuesto por vigas y pilas metálicas ofrecía inmejorables condiciones
para su adaptación a espacios de grandes dimensiones, tanto longitudinales
como de luz, sus esbeltas pilas se hundirán en los profundos tajos sosteniendo
vigas perpendiculares, dando una gran sensación de ligereza. A pesar de ello
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se consideró que su resistencia era menor que la de los pilares de fábrica, y por
eso estos últimos son los que casi siempre ocupan lugar.
Las estaciones ofrecían la posibilidad de desplegar en ellas todos los recursos
que la evolución tecnológica permitía. Con el reto de inventar una tipología para
estas estaciones ya que los puentes existían, pero las estaciones no.
Inicialmente consistieron en tinglados de poca monta, que poco a poco fueron
sustituidos por obras de mayor envergadura.
El modelo de los mercados procedía de París, donde las Halles (1854-1866) se
erigieron como prototipo europeo.
VI. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
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