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Florence Dupont es profesora en la Uni
versidad de Nancy II y miembro del
Centro Louis Gemet en París.
Los griegos y los romanos de la Antigüedad: ¿Leían por el
gusto de leer? ¿Cuál era su actitud durante la recitación de
un poema? ¿Cómo entendían el acto literario? ¿Inventaron
ellos la Literatura?
Este libro se centra en contarnos cuáles y cómo eran las
relaciones de los antiguos griegos y romanos con esos textos
que hoy llamamos Literatura. Integrando la antropología
histórica y el análisis lingüístico, se propone reconstruir la cul
tura viva — «la cultura caliente»— de los antiguos, la de la
«fiesta» y el «banquete», normalmente oculta por la cultura
monumental y académica — «la cultura fría»— , la de las
bibliotecas y escuelas. Tendiendo puentes entre la Antigüedad
y el tiempo contemporáneo, relacionando, por ejemplo, el
symposium con el flamenco, también nos obliga a recordar
que prácticas culturales populares y minoritarias hoy en Europa,
sean tradicionales o no, son las herederas, quizá más cabales
que nuestra cultura literaria, de aquellas culturas griegas y
romanas «vivas».
E D I T O R I A L
DEBATE
E N S A Y O L I T E R A R I O
FLORENCE
DUPONT
LA ,
INVENCION
DE LA
LITERATURA
E D I T O R I A L
DEBATE
FLORENCE DUPONT
LA INVENCIÓN
DE LA LITERATURA
E D I T O R I A L
DEBATE
Primera edición: abril 2001
Versión castellana de
JUAN ANTONIO MATESANZ
Revisión de la traducción de
RODRIGO VILLARROEL
I.S.B.N.: 84-8306-397-2
Depósito legal: B. 10.649-2001
Diseño de la cubierta, J. M. García Costoso
Compuesto en Versal A. G., S. L., Juan de Arólas, 3, Madrid
Impreso en A & M Gráfic, S. L„ Santa Perepétua de Mogoda (Barcelona)
Impreso en España (Printed in Spain)
Para Emmanuelle, Pierre, Raphaelle, Thierry, Catherine,
Arnaud, Sandrine, Stéphane, Romain, Estelle, Emmanuel,
Françoise, Franck, M arie-Donny, Marc, Florence, Michéle,
N athalie, Damien, Sophie, Éric, Claire, Claire-Akiko y los
otros «seminaristas» de los martes y luego de los miércoles.
Invitación a l v ia je
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La invención de la literatura
y
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10 Marcel DETIENNE, Les Savoirs d e l ’é critu re en Grèce ancienne, op. cit., págs.
«L’espace de la publicité», y Giorgio C a m a s s a , ibid., págs. 1 3 0 -1 5 5 .
2 9 -8 1 :
" Sobre la representación de la lectura en la Grecia antigua, cf. el libro funda
mental de Jesper SVENBRO, Phrasikléia. A nthropologie d e la lecture en Grèce an cien
ne, La Découverte, Paris, 1988.
12 SÉNECA, D e breuitate uitae, XIII, 3. [Existe version española: De la brevedad
d e la vida, Madrid, Mediterráneo, 1985.]
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La invención de la litera tu ra
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Cuestiones de método
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mático, puede que sea preciso todavía que esta lectura literaria se
adecúe a este enunciado. Incluso, puede que no dependa de otra
enunciación que le confiera ya un sentido pragm ático — co
mo ocurre, por ejemplo, con respecto de los textos de teatro— ,
puede tratarse también de un texto «inacabado», como diría
M ichel Charles, y no el atestado de un acontecimiento real o fic
ticio. La lectura de un enunciado que es la huella de un aconte
cimiento sólo puede ser la conmemoración de ese acontecimiento,
una cita; en ningún caso puede ser una lectura literaria. La cita no
es más que la oralización del enunciado; actualiza el significante
sin interesarse por el significado; es un monumento oral.
Por otra parte, el modelo de escritura que sirve para registrar
actos de palabra es bastante conocido y se utilizó en la A ntigüe
dad para fabricar enunciados a partir de enunciaciones ficticia s. La
enunciación rea l que preside su recepción es por tanto una forma
de lectura que carece sistem áticam ente del sentido pragmático
implicado por la enunciación ficticia. Es el caso, por ejemplo, de
las epopeyas homéricas en la m edida en que no existe para ellas
ningún contexto enunciativo, ninguna práctica del canto épico.
Dependen del pretexto falso en lo relativo a su producción, de
la cita en lo que afecta a su recepción. Conviene destacar que la
noción de enunciación ficticia aleja la hipótesis de una im itación
interpretada necesariamente en términos de intertextualidad. Por
lo demás, ¿cuándo podemos hablar de intertextualidad respecto
de los textos antiguos? Pues la intertextualidad no es sólo un pro
cedimiento de escritura, sino tam bién de lectura. Cuando un
poeta griego o latino re-escribe un enunciado precedente, aplica
los principios antiguos de la im itación, pero para que exis
ta intertextualidad es preciso además que el lector construya su
interpretación del nuevo texto de referencia, que escuche la Enei
da a partir de la Odisea y de la lita d a , por ejem plo20. Ahora bien,
eso está por probarse, ya que pudiera suceder que las referencias
virgilianas a Homero no tengan el valor de cita, con el objetivo
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La exploración m ítica
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I
L a c u l t u r a d e l a e b r ie d a d :
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sonal del amor»: Patricia ROSENMAYER, The Poetics o fjm ita tio n . Anacreon an d
the A nacreontic Tradition, Cambridge University Press, Cambridge-Nueva York,
1992, pág. 44.
2 La expresión sirve de título a una mesa redonda del centro Beaubourg (22
de abril de 1986) cuyas actas fueron publicadas por la universidad París-VII bajo
la dirección de Danielle H ëBRARD y Annie P r a s SOLOFF en Cahiers Textuels, en
1990.
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El symposion
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6J.-P. VERNANT, «La société des dieux» en M ythe et société en Grèce ancienne, La
Découverte, Paris, 1974, págs. 103-120. [Existe version española: M ito y sociedad en
la Grecia antigua, Madrid, Siglo XXI, 1994. Traducción de Cristina Gázquez.]
7 Eros es el dios que propicia la erección a los adolescentes; el phallos derecho
y turgente es una de las epifanías del dios, cf. Marcel DETIENNE, D ionysos à ciel
ouvert, Hachette, Paris, 1986, págs. 89 y ss. [Existe version española: Dionisos a
cielo abierto, Barcelona, Gedisa, 1986. Traducción de Margarita Mizraji.]
f 8 SOLÓN, frag. 20 de la ed. Diehl, citado por PLUTARCO, El banquete d e los siete
sabios.
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1
La canción de Cleobulo
' Frag. 2.
2 II, T l. Dión Crisóstomo es un retórico de finales del siglo I.
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15 P ín d a r o , Olímpicas, V II, 1 -1 0.
16 S c h m it t -P a n tel (1 9 9 2 ), p ág. 2 3 .
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Instalación de un panteón
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ción, y del doble don de que se trata, que aquélla acompaña, sin
nombrarlo explícitam ente, a un gesto de próposis.
Esos efectos religiosos, es decir, la significación pragm ática
de la enunciación, merecen ser examinados con detalle. En pri
mer lugar, la canción se canta necesariamente al comienzo del
sympósion. Puesto que convoca a Dionisos y a su cortejo de d iv i
nidades, e introduce a los dioses del banquete, está claro que
éstos todavía no se hallaban presentes en el espacio del sympósion,
que, por lo tanto, estaba todavía ritualm ente abierto. El Yo del
enunciado les invita a venir, precisando, por lo demás, que llega
Dionisos: «Te suplico que vengas, por favor... Tú que recorres las
cimas de las altas m o n tañ as...» Dionisos está en la montaña, es
decir, para los griegos, en un espacio culturalm ente diferente del
espacio donde se celebran los banquetes y que es del más extre
mado refinamiento. De manera general, Dionisos nunca está pre
sente durante mucho tiempo en un área civilizada, siempre es
preciso ir a buscarlo en el mundo silvestre; así es como los ate
nienses hacen venir su estatua desde los confines del A tica en
medio de trágicos concursos.
A sí pues, ese canto está ubicado en el momento de la apertu
ra ritual de un sympósion, en el momento en que un prim er bebe
dor instala a Dionisos y a los demás dioses que lo acompañan:
«Con quien Eros vencedor y las Ninfas de ojos sombríos y Afro
d ita la deslum brante juegan como niños...»
El panteón instalado por la canción de Cleobulo va a dar su
dimensión singular al acontecimiento: Dionisos surge acompa
ñado de Eros y de Afrodita.
Si Eros es el dios del deseo emergente de los jóvenes, sin un
destinatario preciso, Afrodita, por su parte, es la diosa de las
parejas, de los amores socializados, es decir, de los únicos amores
humanos posibles: el deseo puro, como el vino puro, vuelve locos
a los hombres, los transforma en bestias. Afrodita confiere un
objetivo al deseo de los muchachos, lo transforma en amor, desde
luego, con frecuencia efímero, para alguna de las mujeres o algu
no de los hombres de ese banquete. Desean en pareja, al igual que
beben en pareja.
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Dioses Dioses
Dones de la p róp osis
invocados invocados
M f
= en la copa
22 Sobre el canto como ofrenda sacrificial, cf. PtNDARO, Olímpicas, 1-6, donde
el poeta ofrece su oda a la diosa Camarina.
51
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23 Por ejemplo, LlSSARRAGUE (1987), fig. 41, pág. 58, comentario pág. 59. Segui
mos aquí las conclusiones metodológicas de los iconólogos del centro Louis-Gernet.
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La oración a Dionisos
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U n a o rac ió n p e r fo r m a tiv a
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La próposis
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cit.; David MULROY, Early Greek Lyric Poetry, University of Michigan Press, Ann
Arbor, 1992; Giuseppe G ia n g ran d e , «Symptodc Literatur», art. cit., pág. 114;
Simon GOLDHILL, «The Dance of the Veils...», art. cit., págs. 11 y ss.
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2
La invención de Anacreonte
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El orden político-poético
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2 S c h m it t -P a n t e l (1 9 9 2 ), págs. 6 4 y ss.
’ J.-P. VERNANT, P. V id a l- N a q u e t , M ythe et tragédie en G rèce ancienne, Mas-
péro, Paris, 1 9 7 2 , págs. 1 3 -1 7 . [Existe version española: M ito y tragedia en la Gre
cia antigua, Madrid, Taurus, 1989- Traducción de Ana Iriarte.]
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5 El barbitón es una lira que se utiliza sobre todo en los banquetes dionisíacos;
cf. Annie B eliS, «Les instruments de la Grèce antique», Dossiers d ’A rchéologie, 142,
1 9 8 9 , págs. 4 1 -4 7 .
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Anacreonte, del mismo modo que creían en sus dioses, pues unos
y otros eran garantes de su cultura.
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El teorema de Cleobulo
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La novela de un bebedor
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14 MA x im o d e T ir o , 3 7 , 5.
15 E l ia n o , IX, 5.
16 P l a t ó n , H ip a r co , 2 2 8 b .
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h a s Anacreónticas
19 M A x im o d e T ir o , 2 1 , 7.
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(1990).
26 L issa rrag u e
27 La Iliada, XVIII, 485.
28 B ergk , Fragments lyriques, Teubner, Leipzig. 1882, to m o III, pág. 298,
núm. 3, y Greek Lyrics, col. Loeb, to m o II.
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30 N ag y (1 9 9 0 ), págs. 3 8 3 y ss.
31 Para eso hay que remitirse a N agy (1990), ibid., y a J.-P. VERNANT y P.
V id al -N a q u e t , M ythe et tragédie en G rèce ancienne, op. cit., págs. 11-40, y a
Henri JEANMARIE, Dionysos, H istoire du cu lte d e Bacchus, Payot, París, 1991 (5.a
ed., Ia ed. 1951), págs. 36 y ss.
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La máscara y la escritura
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El m ito trágico
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L a in v e n c ió n d e la l i t e r a t u r a
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46 P l a t ó n ,Ion, 534a-534d.
47 N a g y (1990) sobre el sentido preciso de esos dos términos, pág. 51 y págs.
91-101.
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tas nos lo dicen: liban como las abejas, revoloteando como ellas,
los cantos que nos ofrecen de las fuentes de miel de los jardines
y los vallejos de las Musas;
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Florence D u p o n t
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53 I462a4 y ss.
54 I462al2.
55 l451b27-33.
56 1456a25-6.
57 ARISTÓTELES, Retórica, III, 1,1-3 [Existe versión española: Retórica, Madrid,
Gredos, 2000. Traducción de Quintín Racionero.]
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II
L a c u l t u r a d e l b eso :
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6 No hay nada que decir, desde luego, aunque en efecto la expresión proviene
de la raíz que significa cortar, compartir, que volvemos a encontrar en caro, cam is,
«la tajada de carne»: cf. John SCHEID, «Los romanos en el reparto», Studi storici,
IV, 1985, págs. 945 y ss.
7 Para un análisis más preciso de la presencia del aedo y de las Musas en la dais
homérica, nos remitimos a Florence D u p o n t , H omere et Dallas, Hachette, París,
1992.
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La sangre de la tierra
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3
Los juegos de Catulo
1 CATULO, 50. Este poema ha dado lugar a una plétora de comentarios tan gran
de como la canción de Cleobulo; citaremos solamente a Charles SEGAL, «Catullian
otiosi; The Lover and the Poet», Greece a n d Rome, 17, 1970, págs. 25-31; y a Lucia
no L an d o lfi , «II lusus simposiale di Catullo e Calvo o dell’improwisazione convi
viale neoterica», Q uadem i Urbinati d i Cultura Classica, 53, 1986, págs. 77-89.
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La invención de la literatura
2 De ese Cayo Licinio Macer Calvo sabemos que pertenecía, como su nombre
indica, a una antigua familia romana y que era un orador distinguido. Escribió un
elogio sobre la muerte de su mujer Quintilla —epigrama funerario (?)— (PRO-
PERCIO, II, 34, 89-90) y en esta ocasión Catulo le dedicó un poema de consola
ción (C a t u l o , 96).
3 Sobre el poeta de banquete y el orador, cf. el epigrama de Catulo dedicado a
Cicerón: CATULO, 49.
4Sobre ese reposo de los oradores por la poesía ligera, cf., por ejemplo, PLINIO
el J o v e n , Epistolas, VII, 9, 112.
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Un erotismo fu sio n a l
5Sobre este universo lúdico de la poesía improvisada y los múltiples valores del
lusus poético, cf. C a t u l o , L y n !, 17 y 156; LXI, 132, 210, 211 y 232; P l in io e l
Jo v en ,Epístolas, VII, 9, 9-10, definió los carm ina que aliviaban las preocupacio
nes, los lusus. En cuanto al delicatus, lo definió de esta manera: «quasi lusui dica
tus», F e s t u s (Paul), Ed Lindsay, 61, 12. Estos juegos de palabras adoptan la forma
de uersiculi, versos cortos y ligeros. Este léxico es circular: juegos, placeres, amores
y versos galantes se implican unos a otros.
6 Parece q u e este m o d o de im p ro v isa r uersiculi en u n b an q u e te escrib ién d o lo s
en u n a ta b lilla , p ara leerlos a c o n tin u a c ió n al resto d e los co m en sales, fu e co rrie n
te en R o m a; cf. PETRONIO, El Satiricón, 5 5 .
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La invención de la literatura
Damoetas
Triste lupus stabulis maturis frugibus imbres
Arboribus uenti nobis Amaryllidis irae
Menalcas
Dulce satis umor, depulsis arbutus haedis
Lenta salix feto pecori, mihi solus Amyntas.
Dameto
EI lobo es funesto para los establos, la lluvia, para los trigos
maduros
Los vientos, para los árboles; para nosotros, las iras de
Amarilis.
Menalco
El agua es dulce para los sembrados,
El madroño, para las cabras destetadas,
El sauce llorón, para la oveja preñada; para mí, sólo Amintas.
7 V i r g i l i o , Bucólicas, III, 80-89. Sabemos que las Bucólicas son puras ficcio
nes escritas para intelectuales romanos y fabricadas según el modelo de las B ucóli
cas de Teócrito, otro sabio. Los personajes son pastores de opereta y el espectácu
lo de su pretendida virtud no tiene el menor interés, puesto que normalmente la
justa es una prueba de improvisación, mientras que en las B ucólicas el texto está
escrito con antelación. La única razón de ser de las B ucólicas es ofrecer ejemplos
de invenciones en el marco de los cantos amebeos, y ser finalmente un manual téc
nico. Sobre las B ucólicas en el teatro, cf., infra, pág. 319.
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5 C i c e r ó n , D e o r a to r e , II, 1 9 1.
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El pecado de C atulo
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víspera. Espera el orto del sol no para comenzar un nuevo día, sino
para repetir el precedente. Se ha vuelto loco, furore, lo que en Roma
significa que está ausente de sí mismo, desposeído de un juicio y de
una voluntad propias. En el furor, Yo es Otro. No ha recuperado su
autonomía, permanece confundido con Licinio y no es más que el
dolor de un Nosotros privado de su mitad.
Este otro que le falta no es el ciudadano Cayo Licinio Macer
Calvo, sino el encantador compañero de la comissatio, que jugaba
tan deliciosamente con las palabras. Catulo no está loco de amor
por ese serio orador casado: el deseo que le atorm enta se lim ita a
repetir los placeres de la víspera, «hablar contigo, estar contigo».
Jugaron con las palabras intercambiando sus tablillas, inspirán
dose m utuam ente versos amorosos, y este amor de palabras y de
inspiración se bastaba a sí mismo.
Mas este amor, por m uy verbal que fuese, exigía la presencia
física del otro, placeres orales que no se escriben.
La carta a L icinio
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13 Sobre la lectura de los epigramas, cf. Jesper SVENBRO (1988), págs. 33-52;
sobre los gra ffiti vengativos en Roma, cf. Paul V eyne , La S ociété rom aine, Le Seuil,
París, 1991, capítulo 2 (1983), págs. 57-86 [existe versión española: La sociedad
romana, Barcelona, Grijalbo, 1991. Traducción de Pilar González Rodríguez];
• sobre la estética del epigrama, Pierre LAURENS, L’A beille dans l ’o mbre, Belles Let
tres, París, 1989.
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C atulo
Acontecimiento Objeto 1 Objeto 2 Objeto 3
Estilo Juegos poéticos Carta Epigrama Libro-
y eróticos monumento
Soporte Voz y tablilla Tablilla Muro Rollo
de papiro
M arco Comissatio Correspondencia Rumor Literatura
social
Tiempo Presente Tiempo Resultado Eternidad
del de la presente de la futura
banquete comunicación acción pasada:
epistolar objeto fabricado
Sentimiento Amor Dolor Odio Nada
Personas Presencia Ausencia El otro es El otro es
del otro: del otro objeto del objeto de un
confusión entre discurso discurso enunciado
destinatario destinado a sin referente
y remitente los transeúntes
que le conocen
Sentidos Oír Ver la Ver el
y ver al otro inscripción papiro
Lectura Oralización Epistolaridad Inscripción Cita
Escriptor Tú y yo Signatario Anónimo Autor del
de la carta libro
Lector Tú y yo Tú, destinatario Ellos Ellos
de la carta (los transeúntes) (los lectores)
A nacreonte
Acontecimiento Monumento
Estilo Juegos eróticos y poéticos Libro
Soporte Cantos y copas Rollo de papiro
M arco social Banquete dionisíaco Lectura íntim a
Tiempo Momento en que Eternidad futura
transcurre el ritual
Sentimiento Amor Nada
Personajes Presencia del otro: El otro es objeto del
destinatario del discurso destinado
gesto ritual a un lector anónimo
que no le conoce
Sentidos Oír y ver al otro Ver
Sujeto de la enunciación Un bebedor Autor del libro
Receptor Un bebedor Ellos (los lectores)
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19 C a t u l o , 1, 1, y 8 , 2.
20 Id, 14b. El libro tendrá lectores, es decir, como ha señalado E. V ale tte C ag -
NAC, La Lecture à Rome, tesis del EPHE (5.a sección), París, 1994, será leído no en
lectura pública, sino por un lector para sí mismo como único destinatario.
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4
Besos a la griega y cocina romana
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3 Sobre esta cuestión hay traducciones romanas de los escritos griegos que sir
ven de referencia a una práctica cultural; cf. también infra, págs. 290 y ss.
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* Sobre los términos latinos que designan el beso, cf. Philippe MOREAU,
«Osculum, basium, sauium», en Revue d e P h ihlogie, 52, 1978, págs. 87-97.
5 Con bastante frecuencia no lo es cuando significa relaciones familiares, amis
tosas, o cuando concluye una paz.
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La invención de la literatura
Animula a e g r a et saucia
Cucurrit a d labias mihi
Rictumque in oris peruium
6 El empleo del verbo du co para decir «absorber» está limitado al aire y al vino
preciosos. C f. C ic e r ó n , D e natura deorum , II, 18 y 136, y H o r a c io , I, 17, 22, y
IV, 12,14.
175 -
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7 Labia, labra y el diminutivo labella están formados sobre la misma raíz que
el verbo lam bo: «lamer, beber».
8 Cf. supra, págs. 145 y ss.
5 S é n e c a , Epistolas, X, 83,16.
176
La invención de la literatura
¿Qué sentido hay que dar a ese vagabundo del alma, ese trans
porte del aliento vital de un cuerpo a otro? Volvemos a encontrar
nos aquí con la famosa concepción que los antiguos se hacían del
sentimiento amoroso vivido como una servidumbre y representado
a menudo como la cautividad de un alma en un cuerpo extraño10:
177
Florence Dupont
A u fu g it m i an im u s, cred o u t solet,
a d T heotim um
D euenit. S ic est p e rfu g iu m illu d
H abet
Q u id si non interdix em n e illu n c
fu g itiu u m
M itteret a d se in tro s e d m a gis
eiieretP
Ibim u s q uaesitum . Verum ne ip si
ten ea m u r
F orm ido. Q u id eg o ? D a Venus
consiliu m .
178
La invención de la literatura
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180
La invención de Ja literatura
13 S é n e c a , Epístolas, X , 1 1 6 , 1 9 -2 0 .
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14 Por ejemplo, Marcel DETIENNE, Les Jardins d'Adonis. La m ythologie des aro
m ates en Grèce, Gallimard, Paris, 1 9 7 2 . [Existe version española: Los ja rdin es d e
Adonis, Tres Cantos, Akal, 1 9 8 3 . Traducción de José Bermejo Barrera.]
15 CATULO, 5: «Da m i basia m ille...», y 7.
16 PETRONIO, El Satiricon, 1 2 7. La expresión, por lo demás, no es clara: si robur
es el corazón duro del roble, uoluptatem robustam debe significar «el corazón del
placer». Remitimos a la traducción francesa de P. Grimai, que es incontestable
mente la mejor, Les Romans grecs et latins, La Pléiade, Gallimard, Paris, 19 5 8 .
182
La invención de la literatura
17 Ibid., 129.
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E rrantes a n im a s Valete cu ra e
M o rta les! Ego s ic p erire coepi.
184
La invención de la literatura
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los dos alientos el objetivo del placer, y los demás gestos no son
sino instrumentos para llegar a e llo 20:
20 Ibid., 132.
21 PETRONIO, frag. 54. La cuestión de la atribución importa poco para nuestro
objetivo.
22 Es el calificativo que utilizaba Circe con anterioridad para hablar de las que
desean copular intensamente.
186
La invención de la literatura
S ed sic, s ic sin e f i n e fe r ia t i
Et tecu m iaceam u s oscu la n tes
H ic n u llu s la b or est ru borq u e n u llu s
H oc iu u it, iu u a t et d iu iu u a b it
H oc non d e fic it in cip it q u e semper.
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El Satiricon, 128.
“ P e t r o n io ,
27 C f. también CATULO, 69.
190
La invención de la literatura
28 C a t u l o , 9 7 .
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29 C a t u l o , 99, 7-10.
30 Id., 3 3 .
192
La invención de la literatura
31 Id., 39. Los habitantes de Hispania, provincia romana, son los celtíberos.
32 Id., 80.
193
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Éstos, Aurelio y Furio, son dos hombres a los que Catulo cali
fica — insultos griegos— de cinaedus, «b ailarín », y pathicus,
«invertido». Serán las víctim as de la virilidad agresiva de Catu
lo, que demostrará así que no es el hombre de los besos hedion
dos. Desde luego, dice Catulo, sus uersiculi son m olliculi, sus «ver
sos galantes son lánguidos», y luego se lanza a una breve defensa
de la poesía erótica, justificándola, con guasa, m ediante un uso
pornográfico34:
....................................... {uersiculi}
Qui tum denique habent salem
ac leporem
Si sunt molliculi ac parum pudici
Et quod pruriat incitare possunt
Non dico pueris sed his pilosis
Qui duros nequeunt mouere lumbos.
33 CATULO, 16. La fórmula está tomada de las inscripciones priápicas que ame
nazan a los ladrones de jardines. Príapo es lo opuesto a Eros en el campo del sexo,
es el dios sin gozo.
34 Concepción que volvemos a encontrar en Marcial, Ovidio y Plinio el Joven.
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La invención de la literatura
cocido
cultura refinada
besos de la comissatio
pareja asexuada
(vino puro, ebriedad)
195
Florence Dupont
lado, con la virilidad «cruda», como prelim inar, y, por otro lado,
con la pasividad «podrida», de la que extrae la m ollitia, la dulzu
ra elástica y femenina. Esta pasividad «podrida», por su parte,
tiene en común con la virilidad «cruda» el asco ligado a la parte
inferior del cuerpo a la que interesa.
Esta cultura del beso y del aliento nos perm ite hacer algunas
proposiciones sobre la eterna cuestión de la pretendida homose
xualidad romana, convertida recientemente en bisexualidad36. Por
supuesto, como pone de manifiesto Paul Veyne, lo que importa
en Roma no es el sexo del compañero, sino, remitiéndonos a los
términos de M ichel Foucault, la relación de uno consigo mismo,
bajo la m irada del otro, de los otros. Sin embargo, esos autores se
aventuran por un camino peligroso, al sustituir la antigua oposi
ción entre homosexualidad y heterosexualidad por otra oposición
tan históricam ente inadecuada entre una sexualidad activa y una
sexualidad pasiva. Tanto más inadecuada cuanto que reposa en la
36 Los análisis más recientes son de Paul VEYNE, «La famille et l’amour sous le
Haut-Empire romain», Annales ESC, 35, 1978, y ss.; «L’homosexualité romaine»,
Sexualités occidentales. C om m unication, 35, 1982; Michel FOUCAULT, H istoire d e la
sexualité, III. Le souci d e soi, Gallimard, Paris, 1984 [existe version española: His
toria d e la sexualidad, Madrid, Siglo XXI, 1979. Traducción de Ulises Guifiazù],
y Eva C a n tare lla , Selon la nature, l ’usage et la loi: la bisexualité dans le m onde
antique, La Découverte, París, 1991 [existe version española: Según natura. La
bisexualidad en e l m undo antiguo, Tres Cantos, Akal, 1991. Traducción de M .a del
Mar Linares]. Desde luego, estos autores muestran perfectamente que las catego
rías «homosexual» y «heterosexual» son inadecuadas para pensar en los hombres de
la Antigüedad, si bien sustituirlas por las categorías de activo y pasivo no hace
avanzar la cuestión. Unicamente el capítulo de Aline ROUSSELLE, en L’H istoire d e
la fa m ille, tomo I (bajo la dirección de Martine SÉGALEN, Armand Colin, París,
1986), aporta un punto de vista antropológico e histórico sobre la cuestión, al
reconstruir el erotismo cotidiano de una casa romana. [Existe versión española:
A ntropología histórica d e la fa m ilia , Madrid, Taurus, 1997. Traducción de Jesús
Contreras.]
196
La invención de la literatura
37 V eyne , «La famille et l’amour sous le Haut-Empire romain», op. cit., pág.
51.
38 C a t u l o , 15.
39 P e t r o n io , frag. 53.
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D um te a b stin ea s n u p ta u id u a
u ir g in e
iu v en tu te a c p u eris lib eris a m a
q u id lib et.
Con tal de que respetes a las esposas, las viudas, las vírgenes,
los jóvenes y los adolescentes libres, ama a quien quieras.
40 P l a u t o , G orgojo, 3 7 -3 8 .
41 SÉNECA EL RETÓRICO, C ontroversias, 4 , p refacio , 10.
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200
La invención de la literatura
Si quieres embriagarme
prueba tú primero y dame la copa de vino. Yo la acepto (dekhomai)
porque si tú la has rozado con tus labios mantenerme sobrio
201
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no me es ya posible
ni escapar al dulce escanciador
pues la copa transmite de ti a mí ese beso
y me anuncia la gracia (kharin) que ha recibido de ti,
202
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51 S u e t o n io , Claudio, 3 3 .
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... redde
proque rosis oris savia purpurei.
Quod si animam inspires donaci58,
iam carmina nostra
cedent uicta tuo dulciloquo calamo.
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La invención de la literatura
ros todavía en los que la com issatio queda olvidada definitivam en
te con sus placeres. La cultura romana celebra a su manera la
memoria de un joven Platón en el beso, y celebra asimismo al
Platón del Banquete, encerrando en signos sin vida las palabras
vivas de su maestro Sócrates. Ese diálogo, que va a servir de
referencia a lo que la historia literaria llam a ordinariam ente el
género «banquete», es una derivación filosófica del sympósion aris
tocrático ateniense. En ese banquete su conversación de hombres
cultivados es la única diversión que los bebedores se perm iten62.
Esta decisión corre parejas con la de despedir a la flautista y no
embriagarse de Dionisos. Acusan los excesos de un banquete de
la víspera — festejaron la victoria de Agatón en un concurso tea
tral— y bebieron vino de manera «inofensiva», sin llegar a la
ebriedad.
A sí pues, el modelo del banquete filosófico es un banquete
sin Dionisos donde van a tener lugar discursos sobre el amor sin
que se pronuncie palabra alguna ni, con mayor motivo, ninguna
canción de am o r63. Hallamos bosquejada aquí la asociación de
beber sin llegar a la ebriedad con los placeres de la conversación,
que volveremos a encontrar más tarde en la práctica del cuento64.
Palabras y bebidas puramente humanas que desmontan el ritual
religioso del sympósion, reduciéndolo a un ritual social. Los bebe
dores, en vez de «hacer el am or» entre ellos, hablan de él prosai
camente. Esta deriva intelectual del sympósion es fácil de reconsti
tuir: la filosofía socrática que m antenía la lucha contra la demo
cracia se encuentra con la resistencia aristocrática que organiza el
sympósion ateniense. Empero, la palabra filosófica es exclusiva de
la palabra dionisíaca, aunque circule en la modalidad de vino, y la
irrupción final de un cornos de bebedores ebrios pone fin a las opi
niones filosóficas, al banquete y, al mismo tiempo, al relato trans
crito por Platón.
62 P la t ó n , Banquete, 176e.
63 Ibid., 214b.
“ Cf. infra, págs. 242 y ss.
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72 P l in io e l J o v e n , Cartas, III, 5.
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Las ebriedades del canto, del vino, de la danza o del beso eran
el núcleo de la cultura caliente, tanto en Grecia como en Roma.
Sólo cabe adivinarlas, tantos son los años y tan diversas las dis
tancias que nos separan de ellas: seguramente, ignoramos la
m ayoría de las ebriedades antiguas.
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Ill
La c u ltu r a d e l c u e n to :
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La invención de la literatura
23!
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París, 1967, 3.a ed. 1981. [Existe versión española: Los maestros d e L· verdad en la
Grecia antigua, Madrid, Taurus, 1986. Traducción de Juan José Herrera.]
5 Cf. Introducción, pág. 24.
6 Sobre el lugar central del sacrificio en la civilización griega, cf. VERNANT y
DÉTIENNE (1979), y sobre el episodio del Cíclope en la Odisea, Pierre VlDAL-
N a q u e t , Le Chasseur noir, Maspéro, Paris, 1981, págs. 39-68.
232
La invención de la literatura
una larga comparación entre los dos m itos, subrayemos que si, en
los dos casos, Polifemo es víctim a de la ebriedad, en la Odisea su
pecado consiste en haber bebido el vino puro; en la tragedia de
Eurípides su error es distinto: bebe el vino mezclado con agua,
sacado de una crátera, pero solo, sin compañía de los demás cíclo
pes, y con los sátiros a los que ha hecho prisioneros. Uno de los
dos mitos establece la necesaria correlación entre el vino mezcla
do con agua y la hospitalidad; el otro revela el vínculo ig u al
mente necesario entre la hospitalidad y la sociabilidad del beber.
En Homero la divinidad protectora de Ulises es Atenea, en
Eurípides es Dionisos: a la violencia pura, poseidoniana, del
monstruo se opone una vez la astucia inteligente, la M etis que
patrocina Atenea, y que en Ulises está hipertrofiada; otra vez, son
los encantamientos de Dionisos vino los que dominan la violen
cia de Polifemo. En Eurípides, Ulises es salvado con y por los
sátiros, capaces de resistir indefinidam ente la ebriedad. El héroe
ha traído el vino del exterior, los sátiros han organizado el sym po
sion engañoso que ha em briagado a Polifemo, al beber con él
excesivamente sin sucum bir a las enormes cantidades de vino que
trasiegan en su compañía y que tumbarán al C íclope7.
La estructura del espacio que resulta es diferente en los dos
mitos: en Homero, el mundo de los hombres y el de N inguna
Parte, a donde viaja U lises-N adie, están estrictam ente deslinda
dos y, salvo el héroe, nadie ha ido ni irá jamás allí. No nos encon
tramos con nadie cuando venimos del mundo de los mortales, ni
encontramos la huella de semejante paso. En Eurípides esos sáti
ros, compañeros de Dionisos, hacen el mismo viaje que Ulises.
Partidos en busca del dios raptado por los piratas etruscos, zozo
bran con su navio en los arrecifes de la isla de Polifemo. Incomi
bles, pues no son hombres, los sátiros, reducidos a la esclavitud
por los cíclopes, serán liberados gracias a la arribada de Ulises y
7 Sobre los sátiros, cf. François LiSSARRAGUE, «Le vin des satyres», en Le Vin
des historiens, simposio «Vin et Histoire», 1989, Suze-la-Rousse, 1990, págs. 49-
62, y «La sexualité des satyres», M étis, II, 1987, págs. 63-90.
233
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El mito y la representación
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5
Los cuentos de E l asno de oro
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La invención de la literatura
poderse creer lo que contó a la vuelta: había visto agua del mar
transformada en «pulm ón m arino». El relato de viaje es, desde
Evémero (330-240 a.C.), una figura del discurso filosófico. Hoy
se habla de la «novela» de Evémero: éste pretendía haber reco-
piado a lo largo de un viaje por el mar Rojo una inscripción
sagrada en la isla im aginaria de Panquea a la altura de la Arabia
Feliz. Se leía que todos los dioses de Grecia habían sido reyes y
reinas mortales, divinizados por los hombres después de su m uer
te. Los relatos que se referían a ellos en la m itología no eran pues,
esto es lo que buscaba hacer creer Evémero, más que aventuras
humanas.
Este uso alegórico del viaje de exploración por parte de Evé
mero evidencia lo que se espera del relato de los viajeros: la expe
riencia de lo desconocido. El auditorio del narrador «viaja con
sus oídos» 3. No necesita ir m uy lejos, es in ú til arriesgarse en
regiones bárbaras para ver cosas increíbles. En la m ism a Grecia,
la antigua Tesalia es el país de las hechiceras. «Id y no volveréis.»
A menos que pertenezcáis a esos escépticos, esa gente de alto
rango que se burla de todo lo que le cam bia un poco su paisaje
estrecho y habitual. Si sois de ésos, pasaréis entre espectros y
vampiros sin tener que precaveros de ellos. Volveréis sin haber
visto nada y proclamando que «esas mujeres que atraen a la Luna
y se convierten en lechuzas no son más que p am p linas»4. Hay que
saber viajar con los oídos igual que con los pies.
Excelente vehículo los oídos, porque la mejor manera de
caminar para un viajero es contar historias o escucharlas. H ay que
im aginar hoy a esos hombres trotando deprisa, al lado de su asno
que lleva el equipaje. En el Imperio los caminos son polvorientos
pero más o menos protegidos, y generalm ente se puede viajar
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La invención de la literatura
cal, razón por cual se separa tanto del canto del aedo como de la
canción de symposion, cosa que expresa bien la bebida con la que
se asocia el cuento. Si el modelo del canto del aedo es la carne
compartida, y el de la canción de sympósion la copa que circula, el
cuento se asocia naturalm ente con el ag u a9:
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13 El relato de Ovidio recuerda que estos cuentos son dichos sin que se inte
rrumpa o ralentice el trabajo: IV, 36, 54, 275.
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los relatos que los traman, sino del contexto enunciativo en que
el contador ejerce su arte, y de los efectos de su recepción. El
cuerpo le falta cruelm ente a la palabra del cuento, en su oralidad
misma. El cuento no es una fiesta. De ahí su estatus inferior, su
mediocridad cultural. No hay nada en él para Dionisos. En vez
de arrastrar al hombre al lado de los dioses, lo encierra en su
humanidad ordinaria y sin riesgos de bebedor de agua. Cuando
los cuentos hacen suyos relatos que pertenecen al ám bito de los
mitos épicos, se puede hablar de un fenómeno de entropía cu ltu
ral, porque hay de alguna manera una degradación de energía de
una enunciación a otra, desde la ebriedad de un canto que movi
liza a toda la persona hasta la palabrería que corre de boca a oído
cuando las manos y las piernas están en otra cosa.
Esta entropía cultural que caracteriza a los cuentos en com
paración con los cantos inspirados y la palabra espectacular expli
ca cómo los contadores han reciclado mitos muertos, conservados
por la m itología o incluso comedias y mimos. Así, en El asno de
oro, Lucio-asno oye contar la historia de Fedra reducida a las
dimensiones de un suceso en una ciudad de provincias l7. El
narrador señala explícitam ente que la tragedia está en el origen
de esta historia: «A partir de ahora, am igo lector, sabe que es una
tragedia y ya no una historia lo que lees y que, abandonando el
chanclo, nos elevamos al coturno» 18. Sin embargo, el narrador
carga las tintas en el horror: por una horrorosa coincidencia, el
hijo de la madrastra apasionada bebe un veneno destinado por la
seudo-Fedra al seudo-Hipólito. El muere y su madre acusa a su
hijastro del crimen. El pueblo, indignado, está a punto de lap i
dar al supuesto culpable; sin embargo, va a juicio y está a punto
de ser condenado de resultas de un falso testimonio, cuando...,
lance imprevisto, la verdad estalla en pleno tribunal gracias a un
anciano. Es el médico que vendió el veneno y que revela al mismo
17 A p u le y o , El asno d e oro, X , 2 -1 2 .
18 El coturno es el calzado emblemático de la tragedia; el chanclo, el de la
comedia.
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La invención de la literatura
El erotismo o el cuento
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21 Les M ille et u n e nuits. Contes arabes, trad, francesa de Antoine Galland pre
sentada por Jean Gaulmier, Flammarion, Paris, 1965. Citamos de esta edición.
[Existe versión española: Las m il y una noches, Barcelona, Planeta, 1990. Traduc
ción, introducción y notas de Juan Vernet.]
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La invención de la literatura
del mismo tipo que la que hace pasar de la ebriedad del canto al
olvido a través del relato extraordinario; volvemos a encontrarnos
con esta entropía cultural que hemos colocado en el origen de la
inferioridad cultural del cuento. Esta hum ildad no sabría definir
por sí m ism a la posición del cuento en la cultura antigua. A
menos que se diga que no sirve más que para crear olvido por el
asombro, y que los que deciden «creer» en los cuentos no quie
ren apostar más que por este olvido y se satisfacen con la ficción
por el placer de la ficción. Salido generalm ente de la ficción m íti
ca, ¿no habría guardado el cuento la trama ficticia sin explora
ción m ítica? ¿O bien la ficción de los cuentos tiene también,
potencialmente aunque de modo diferente, efectos exploratorios?
Lucio y Ulises
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27 O v id io , Las metam orfosis, X, 570 ss. (Hécuba); I, 233-234 (Licaón); II, 340
ss. (Heliades); I, 705-712 (Siringa).
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H istorias de bandidos
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50 Sobre la «muerte bella», noción muy estudiada por J.-P. VERNANT, LIn divi
du, la mort, l'amour, Gallimard, París, 1989, caps. II y III; y sobre todo Nicole
L o r a u x , L’I nvention d ’A thènes, Mouton, París-La Haya, 1981.
257
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Entonces este hom bre con alm a su b lim e, de un a v alen tía sin
ig u a l, no cesa de pedirnos y de suplicarnos, invocando el brazo
de M arte, el respeto de nuestro juram en to de lib erar a un buen
cam arada de com bate, a la vez de sus sufrim ientos y de la am e
naza de ser capturado. ¿Por qué un bandido d ig n o de este nom
bre ten d ría que sobrevivir sin su m ano, la ú n ica capaz de robar
y m atar? E staría contento de sucum bir, por su p ro p ia in ic ia tiv a,
bajo los golp es de una m ano am ig a.
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La invención de la literatura
33 Ya que cada actuación ritual es una negociación entre una situación y las
reglas de su celebración.
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H istorias de libertos
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... B ien, divértam onos plenam ente, si bien es cierto que tem o
un tanto las b urlas de estos in telectu ales. A llá ello s; os la voy a
contar.
36 P e t r o n io , El Satiricon, 61.
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rados por ficciones del exterior, como en los viajes de Ulises, sino
del interior: las microsociedades im aginarias' producidas por el
cuento, y que por su parte también practican el cuento, están
compuestas de bandidos o de libertos, es decir, de grupos socia
les que existen realmente, pero que, en esos cuentos, se definen
por una cultura deficiente, demasiado deficiente para ser verosí
m il. Son representaciones fantasmáticas de la cultura mayorita-
ria, como si ésta sólo pudiera hablar de los que constituyen sus
confines culturales a través de la ficción
Decir que el cuento pertenece a la cultura popular es situarlo
cultural y no socialmente. El cuento no es una forma mediante la
cual se expresen las capas inferiores del pueblo, los libertos, las
nodrizas, los mercaderes o los pastores, mientras que la elite se
expresaría a través de la retórica o de la poesía. Todo el mundo
escucha cuentos, los nobles y los demás, todo el mundo los narra
y todo el mundo está de acuerdo en considerarlos una forma de sub-
cultura. Como los seriales de televisión o las novelas de cubiertas
abigarradas que compran los marineros en el puerto de Tolón. El
banquete de los bandidos y el banquete de los libertos sirven para
decir m íticam ente la insuficiencia moral y estética del cuento y
la vulgaridad de los placeres que proporciona.
Esta inferioridad cultural del cuento, que lo convierte en un
elemento equivalente al agua del banquete, puede explicar que
fuese utilizado para componer lo que nosotros llamamos las
«novelas griegas», libros constituidos por un agregado de cuen
tos y de los que ignoramos a qué recepción estaban destinados.
Sin embargo, señalemos que el paso a la novela supone una
degradación cultural suplem entaria, puesto que la novela pierde
un último vínculo con la oralidad; el cuento escrito es entonces un
grado cero del placer poético, ya no es más que una «buena his
toria», transparente en las palabras que la cuentan, como un
libreto de ópera o una cháchara anotada.
268
6
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3 Estos dos términos están recogidos por Gregory Nagy (recomposición) y por
Paul Zumthor (movilidad), que se sirven de ellos para calificar la poesía oral.
4 La expresión está calcada de la de Michel CHARLES, La R éthorique d e la lec
ture, op. cit., págs. 61 y ss.: «una máquina de producir lecturas». Hemos señalado
en la introducción la importancia que atribuimos a este libro.
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10 C f. supra, p ág s. 2 6 2 y ss.
" E stu d iad a d esd e este p u n to d e vista en G recia p o r SVENBRO (1 9 8 8 ), cap . 1,
p ágs. 5 3 y ss., y en R o m a p o r V a l e t t e - C a g n a c , op. cit., págs. 3 4 4 -3 7 8 .
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El tercer hombre
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Lecturas pornográficas
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24 P e t r o n io , El Satiricon, 111 y 8 5 .
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34 OVIDIO, Tristes, IV, 10, 45-50 y 57-58; ex ilia d o en tierras d e b árb aro s, O v i
d io se la m e n ta d e n o p o d er d ar u n a recita tio p o r fa lta d e u n a u d ito rio c u ltu r a l
m e n te c o m p e te n te , lo q u e eq u iv a le a u n a m u e rte so cial.
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ras públicas las obras que utilizan el sermo, como los diálogos filosó
ficos o los cuentos, ya que el sermo para los romanos es el «grado
cero» de la escritura, supone un uso únicamente vehicular de la len
gua e implica un ideal de transparencia que no permite, en conse
cuencia, una recepción que se focalice sobre el estilo, verba, como es
el caso — ya lo veremos en la recitatio— , y no sobre el tema, res36.
La recitatio tiene la particularidad de constituir una situación de
enunciación sin enunciado específico. En ella los enunciados son
producidos todos por enunciaciones ficticias. La tragedia está escri
ta como si fuera a ser representada, el poema lírico como si fuera a
ser cantado; enunciados en la recitatio, sólo pueden dar la impresión
de estar inacabados. Además, la mayoría de estas enunciaciones fic
ticias no pertenecen a la tradición romana, como la poesía lírica o la
epopeya; por lo tanto, se trata más bien de enunciaciones ficticias
griegas. Así pues, para desarrollar este género de escritura en Roma,
solamente es posible esta enunciación desfasada llamada recitatio.
Una identidad fonética de la escritura subyace a este juego entre
enunciación ficticia y enunciación desfasada, lo que convierte a ésta
en la transcripción de una palabra oral, dando la imagen ilusoria de
un registro exacto. Sin duda semejante ideología está ligada a la
naturaleza alfabética de las escrituras romana y griega que, según
los antiguos, utilizan las letras para «representar» los sonidos37.
Esta discordancia entre la enunciación que im plica el género
del enunciado, la tragedia, el poema lírico o el alegato y la enun
ciación propia de la recitatio despoja al texto leído de su sign ifi
cación pragm ática, es decir, de su eficacia. Por ello los oyentes no
pueden juzgar directam ente los efectos del texto como enun
ciación. Solamente pueden im aginarlos a partir del enunciado,
apreciando su escritura, su compositio. Esta recepción de la recita
tio recuerda a la del público que asistía a festivales de poesía en la
Grecia clásica, pero sin el suspense que provocaba el concurso. De
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La indispensable reciprocidad
38 Cf. supra, pág. 213. Con la pequeña diferencia de que los comensales de
Aulo Gelio no hacían más que celebrar monumentos reconocidos, mientras que
en este caso se trata de apreciar obras nuevas.
3’ P lin io el J o v e n , V, 17, 1.
40 Por eje m p lo , P lin io el J o v e n , 1, 8 , 2 y passim ; H o r a c io , Arte poética, 419-
452; S é n e ca , Epistolas a Lucilio, 122, II; P lin io el J o v e n , VIII, 12, 1.
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La invención de la literatura
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Ipse nescio quid illo legente interim faciam: sedeam defixus et mutus et
similis otioso? an ut quidam quae pronuntiabit murmure, oculis, manu,
prosequar? Sed puto me non minus saltare quam legere.
44 H o r a c io , E p ístola s, I, 2 , 1.
45 P lin io el J o v e n , IX, 34, 1-2.
46 P lin io el J o v e n , I, 13.
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50 Ibid., I, 1-18.
51 H o r a c io , Sátiras, I, 4.
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La invención de la literatura
Un rito de paso
V, 78, 25 y ss.
52 M a r c ia l ,
53 Yan THOMAS, «Se venger au forum: solidarité familial et procès criminal à
Rome», en Raymond V e rd ie r y Jean-Pierre P oly (eds.), La Vengeance. Vengeance,
pou voirs et idéologies dans quelques civilisations d e l ’A ntiquité, Cujas, Paris, 1984,
págs. 65-100.
54 P lin io el J o v e n , V, 1 7 , 1.
55 Ibid., I, 1 3 ,1.
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e l b ie n y e l m a l , lo ú t i l y lo d a ñ in o .
59 H o r a c io , Epístolas, 1, 21 y ss.
60 Ibid., II, 1, 112.
61 P l in io e l J o v e n , I, 2 0 , 9.
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62 P lin io el J o v e n , II, 10 , 3.
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63 P lin io el J o v e n , 4.
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La invención dc- ia ljteratura
Odas, III, 3 0 .
64 H o r a c i o ,
65 Ibid., y P l in io e l J o v e n , op. cit., 2.
“ Cf. supra, pág. 276.
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ausente, el autor del libro sólo existe por su ausencia, está conde
nado al mutismo. Se ha petrificado a sí mismo convirtiéndose en
una estatua que habla. Y así es, en efecto, como los lectores lo
consideran; cuando, llegados de lo más profundo del Imperio,
algunos intelectuales entusiastas vienen a visitarlo a Roma, le
dirigen la misma m irada que a una estatu a67.
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La invención de la literatura
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La invención de la literatura
Finalm ente, los únicos libros que son presentados como tales
y propuestos únicamente a la lectura del lector, sin pasar por una
enunciación ficticia que los vacía de su significado pragm ático,
son los que se inscriben en un sistem a de almacenamiento de los
conocimientos sin ningún efecto de estilo. La escritura aquí es la
m ism a que se u tiliza en los registros comerciales, en los archivos
de los almaceneros o de los pontífices; no se enmarca dentro de
una ideología alfabética — el texto no pretende transcribir un
acontecimiento oral— , sino más bien dentro de una ideología de
la transparencia del signo, oral o escrito. Estos libros no tienen
ninguna com plicidad con la oralidad pública, su función no con
siste en celebrar la maestría poética y retórica de sus autores. Tan
sólo utilizan la lengua de comunicación, o sermo.
Esta ideología de la transparencia — el significante = el sig
nificado; la palabra = la cosa— asemeja más bien la escritura a
una serie de pictogram as12. Con frecuencia, las abreviaturas, sin
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73 P e t r o n io , El Satiricon, LXXXIX.
74 Ibid., XCI.
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77 Ibid., CX-CXIII.
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La m entira novelesca
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Conclusion
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La escritura y la muerte
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C ultura y energía
3 Léase con interés, en las Confesiones, el relato que hace AGUSTÍN de su edu
cación escolar.
4 Cf. supra, págs. 108 y ss.
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Anexo
Documentos curiosos
Traducciones del fragmento 2 (357)
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ORACIÓN A DIONISOS
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J . M. Edm onds, Lyra Graeca, col. Loeb, Londres, 1979,
pág. 138.
O Lord with whom played Love the subduer and the dark-eyed
Nymphs and rosy Aphrodite as thou wanderest the tops of he lofty
hills, to thee I kneel; do thou come unto me kind and lending ear
unto a prayer that is acceptable, and give Cleobulus good counsel, O
Dionysus, to receive my love.
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s
Indice
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La invención de la liceratura
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