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Lucas 7, 1-10

Comentario
Lucas nos coloca ante una situación angustiosa. Un gentil tiene un siervo al que estima y que
está a punto de morir, y conociendo las curaciones de Jesús le pide un milagro que acabe con
la enfermedad.
Este relato contiene un mensaje que presenta a Dios como misericordioso, con un amor a los
seres humanos, que no hace distinciones entre judíos y gentiles. Los gentiles tienen la
capacidad de demostrar una fe superior a la del pueblo elegido. El mensaje es especialmente
importante para la comunidad de Lucas, en la que se han integrado un buen número de
miembros procedentes del mundo pagano que se ven reflejados en el centurión.
El centurión, autor principal del relato, nunca sale al escenario, sino que actúa entre
bambalinas, conocemos su vida y sus pensamientos a través de las personas con las que se
relaciona y que le sirven de mensajeros. No estamos ante un militar autoritario y soberbio,
sino ante una persona generosa y humilde que ruega con la esperanza de obtener lo que pide.
El siervo no es un siervo cualquiera, pues el texto dice que era muy querido, ahora bien,
debemos preguntarnos si ese cariño era por lo que hacía o si le tenía un sincero afecto por lo
que representaba para él. El amor que el centurión siente por su siervo le lleva a “rogar” a
Jesús para que acuda a salvarle. De esta manera está haciendo que el último de su casa, en el
momento del peligro, se convierta en el primero.
Aunque renuncia a la presencia física de Jesús, el ruego sigue vivo, dice que le basta con que
pronuncie una palabra de curación. No ve en Jesús al taumaturgo milagrero que se tiene que
valer del tacto, sino al representante de un Dios cuya palabra a distancia es tan eficaz como
la que se pronuncia en el tú a tú. (para el oficial romano su fe estaba puesta en el poder de la
Palabra y no tanto en la presencia, él sabe que en la misma Palabra está la presencia de Dios).
El oficial romano compara su oficio con la manera de curar de Jesús. Si humanamente sus
palabras son obedecidas, cuanto más serán obedecidas las palabras divinas que hacen
posibles todas las cosas.
Lucas, que normalmente describe los sentimientos de Jesús, destaca aquí su admiración ante
las palabras del centurión. No esperaba en boca de un gentil una fe tan grande, cosa que echa
en falta entre las personas de su pueblo. Con esta admiración demuestra que lo importante
para él no es la pertenencia a un grupo étnico determinado, seguir unas normas o poseer unas
creencias, sino la confianza que se coloca en manos de Dios y pone como ejemplo a este
hombre por su fe.
Es probable que la comunidad de Lucas viera en estos mediadores a la naciente Iglesia
cristiana, compuesta al principio por judíos, pero que se iba enriqueciendo con los gentiles a
los que había anunciado la Buena Nueva.
Aplicación
El relato que acabamos de escuchar nos deja una enseñanza en la figura del oficial romano:
Ante Jesucristo, es una expresión de verdadera fe y amor el suplicar en primer lugar por las
necesidades de mis hermanos y verlas como prioridad. Aun en peligro de muerte. Y ahora
demos un paso más, el suplicar a Jesús por las necesidades de aquellas personas que nos han
hecho daño o de aquellas a las que nos son indiferentes solo porque piensan distinto o no se
comportan de acuerdo con nuestros principios, valores y categorías.
De seguro en la comunidad de Lucas no fue fácil al principio la convivencia entre gentiles y
judíos porque eran dos culturas distintas. Con este relato en el que están involucrados paganos
y judíos se nos quiere demostrar que la Iglesia primitiva se iba haciendo desde la diferencia.
Ahora bien, el Seminario está enriquecido no tanto por culturas sino por personalidades,
dones y carismas. Pero también reconozcamos que hay diferencias marcadas a causa de
nuestra fragilidad humana. Por eso, de acuerdo con la Palabra de Dios pienso que es en la
oración de súplica donde se comienza a hacer fraternidad al actuar como mediadores entre
Dios y los hombres, a los que amo y a los que me es difícil amar. En esta misma línea, es
muy común orar por los es están bien conmigo. Pero ¿acaso me he propuesto pedir por las
necesidades de los que no me caen bien y que se encuentran envueltos en situación de
debilidad y de pecado? El pedir por sus necesidades implica interesarme por su bienestar. Y
al interesarme por su bienestar estoy abriendo la posibilidad de amarlo y aceptarlo como es.
Respecto a la intercesión, el Papa Francisco nos dice que es una forma de oración que nos
estimula a la entrega evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás. Por ejemplo,
la oración de san Pablo estaba llena de seres humanos. Así descubrimos que interceder no
nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que deja fuera a los
demás es un engaño. Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión,
pero en realidad lo que posibilitamos con ella es que su poder, su amor y su lealtad se
manifiesten con mayor claridad en el pueblo. (en pocas palabras: cuando intercedemos por
los hermanos posibilitamos que la misericordia de Dios actúe y transforme sus vidas).
Pidámosle a Dios que nos de esa bella costumbre de que en nuestras oraciones haya todo tipo
de nombres y rostros concretos, no solo de los que amamos sino de los que no amamos y
sabemos que necesitan de la misericordia de Dios y la nuestra. Para que Dios las sane sus
enfermedades que puedan tener.

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