Anda di halaman 1dari 4

Banksy o la paradoja de la crítica al capitalismo

9 de octubre de, 2018 Por Romaric Godin (Mediapart)

El artista británico ha querido proceder a un acto supremo de rebelión frente a la


mercantilización del arte: la destrucción de su propia obra. Pero si ha fracasado en
destruir su valor, ha logrado mostrar las taras del capitalismo moderno.

Banksy es hoy más que un artista reconocido. Es una estrella cuyo carácter
misterioso refuerza aún más su atractivo. Él es buscado, sus obras son buscadas,
y cada uno de sus actos se convierte en un acontecimiento. Cuando el artista de
Bristol pintó el pasado junio sobre los muros parisinos, la efervescencia llenó
toda la capital francesa. Pero Banksy es también un «rebelde» que se quiere
crítico con el capitalismo. Su último golpe de efecto ha sido, desde este punto de
vista, la destrucción parcial de su obra Niña con globo, algunos minutos después
de su adjudicación por 860.000 libras en la sede del célebre grupo Sotheby's, que
reúne a sociedades internacionales de casas de subastas de arte.
Banksy reivindicó el asunto: para ello subió un vídeo mostrando que había
integrado en el marco una trituradora "para el caso de que la obra se vendiera
en una subasta", precisaba. Banksy había, por tanto, preparado el golpe tiempo
atrás, con la ambición de destruir una obra que, escapándosele, se convertía en
un objeto de especulación. Un acto de desafío a la lógica capitalista de creación
de valor a partir del arte. El artista británico se valió de una cita (modificada) de
Picasso: "El deseo de destrucción es también un deseo de creación". La función

8
del acto de Banksy está clara: mostrar la superioridad del acto creador sobre el
acto mercantilista; el primero puede destruir la mercancía por elección propia, el
segundo no puede permitírselo.
Sin embargo, Banksy perdió su apuesta. La tela, triturada solo en parte, vale
más ahora, según los expertos. Su valor está reforzado por la reivindicación del
artista y por los vídeos de la trituradora. La feliz propietaria de la tela puede ya
hacer valer que posee, no solo la obra de Banksy, sino la prueba de su acto
destructor. Y esta destrucción da precisamente más valor a la obra. Ya puede,
por tanto, agradecérselo al artista: cuando decida revender la obra, podrá
embolsarse una voluminosa plusvalía.
Este episodio entraña varias reflexiones interesantes (notamment ici, dans Les
Échos, ou encore là, sur Bloomberg*), pero plantea una cuestión central en
economía, la de la creación de valor. Banksy ha creado valor pese a sí mismo.
Su acto de destrucción de valor, el que quería aniquilar el bien vendido para
aniquilar el interés de la transacción, fracasó porque el proceso de creación de
valor no reside ya hoy en el mero proceso de intercambio.
Frente al nihilista, nihilista y medio. El capitalismo moderno es mucho más
nihilista que su crítica: ha adquirido la capacidad de hacer millones con nada o
casi nada. La negación de la mercancía deviene ella misma mercancía. Podemos
incluso estimar que si la trituradora hubiera finalizado su labor, el precio de la
obra no habría hecho más que aumentar, y que las tiras de la tela habrían valido
cada una las 860.000 libras de la obra entera.
Si la voluntad de Banksy era realizar un acto de protesta y de destrucción del
valor, ha fracasado porque su obra no le pertenece. Pertenece a un mercado
capaz de transformar todo en dinero y de crear valor a partir de la negación
misma de lo que es una transacción comercial. La abstracción de las relaciones
mercantiles es tal que, ahora, el valor viene de la destrucción misma del valor.
El economista Joseph Alois Schumpeter se ve tomado aquí por sorpresa: su
"destrucción creativa" tan apreciada por las autoridades suponía que lo que, no
teniendo ya valor, se destruía, debía ser reemplazado por una producción
nueva que contuviera más valor. La nueva destrucción creativa sostiene que el
producto destruido vale él mismo más que el que le precede.
Si, como subraya con razón Jean-Marc Vittori en Les Échos, el acto de Banksy ha
querido mostrar que el mundo se autodestruye, ha mostrado en realidad
todavía más: ha mostrado que el capitalismo es capaz de revalorizar hasta el
infinito esta destrucción. El mundo está así, lo sabemos, amenazado por el
cambio climático, pero este cambio climático es en sí mismo una manera de
ganar todavía más. Se encontrarán por tanto maneras de hacer de esta
destrucción una fuente de valor. Algunos ven incluso en esta capacidad una
oportunidad para salvar el planeta gracias al genio creador del capitalismo. Es
posible, pero el caso Banksy subraya otro escenario: el de un valor creciente al

9
filo de la destrucción, volviendo esta destrucción más necesaria para el
funcionamiento del sistema capitalista. Esto lleva a la necesidad de no
confundir, como se hace hoy demasiado a menudo, creación y extracción de
valor(1).
Este episodio llega en el momento justo, es decir, en el momento en que, el
lunes 8 de octubre, el comité del Banco de Suecia acaba de atribuir a Paul
Romer y William Nordhaus el premio a menudo denominado el "Nobel de
economía". Ambos han tratado de defender la idea de un crecimiento que
resista a sus límites naturales: como subraya Antonin Pottier en Alternatives
économiques, para Nordhaus el calentamiento climático óptimo es de ¡3,5ºC! La
destrucción de la obra de Banksy muestra que una buena pequeña idea (la
trituradora en el marco) puede, como dice Paul Romer, crear un gran valor, de
forma que incluso su propia destrucción (como la que intervendría en caso de
calentamiento a 3,5ºC) puede ser óptima. Es esta misma lógica la que puede
llevar al planeta a su pérdida, en nombre de la idea de que todo lo que crea
valor es bueno por naturaleza.
Pero el episodio de Banksy enseña una segunda lección, que vuelve la primera
todavía más inquietante. Es que el capitalismo moderno no puede ya ser
criticado, porque su crítica se convierte ella misma en agente de creación de
valor. Cuando Banksy pinta sobre un muro parisino la imagen de un hombre
que ofrece a su perro la pata que acaba de cortarle, la antigua presidenta del
Medef [la organización patronal Movimiento de Empresas de Francia]
Laurence Parisot juzga la obra "extraordinaria" y ve en ella una relación entre el
hombre y el animal, incluso cuando se trata de una alegoría de la alienación
capitalista descrita por Marx. La crítica del capitalismo se ha vuelto imposible al
volverse incomprensible. No hay captación o, como se podía decir en otro
tiempo, perversión del arte por el dinero. Hay simplemente una incapacidad de
percibir lo que puede ser una crítica al funcionamiento del capitalismo, que se
ha convertido en natural. Laurence Parisot no critica el capitalismo ante la obra
de Banksy, critica al hombre, porque el hombre es intrínsecamente capitalista.
En el capitalismo moderno, es imposible no aceptar la ley del capital. Toda
crítica se hace por tanto en ese marco estrecho y se traduce forzosamente en una
creación de valor, que escapa a quien la crea porque pertenece ya a un sistema
que le niega el derecho a cuestionarlo. Y demuestra que es capaz de negárselo
dando valor a su crítica. Por tanto, aniquilándola. Banksy ha experimentado
esta prisión mental, donde su acto altamente anticapitalista se ha convertido en
el súmmum del capitalismo moderno.
Pero no hay mal que por bien no venga. Para quien sabe verlo, este acto ha
desvelado el mecanismo de la destrucción que vendrá: el avance ciego de un
sistema capaz de alimentarse de todo y de nada y del que la humanidad se ha
convertido en prisionera.

10
---------------------------------
* https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2018-10-08/banksy-s-genius-lies-not-in-art-but-in-economic-
experimentation

(1) https://www.mediapart.fr/journal/economie/070618/definir-qui-cree-vraiment-de-la-valeur-en-economie-pour-
changer-de-logique?onglet=full
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Traducción: Clara Morales
http://www.rallumerlesetoiles.com/2018/10/banksy-ou-le-paradoxe-de-la-critique-du-capitalisme.html

11

Anda mungkin juga menyukai