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Ansiedad y depresión: Relaciones con


personalidad.

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Maria Dolores Castillo


Universidad de La Laguna
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ANSIEDAD Y DEPRESIÓN: RELACIONES CON PERSONALIDAD

Pedro González Leandro y M. Dolores Castillo


Universidad de La Laguna

Los términos ansiedad y depresión son de uso frecuente en el lenguaje ordinario y

el significado de ambos, al menos en sus aspectos generales, es suficientemente conocido.

Por otro lado, la alta incidencia en el mundo occidental de los trastornos tanto de ansiedad

como de depresión, en sus distintas tipologías, es un problema que preocupa a los sistemas

sanitarios que dedican un gran esfuerzo al tratamiento y a la prevención de los mismos.

Teniendo en cuenta que la aparición de estos trastornos está ligada a distintos factores (bio-

lógicos, psicológicos y sociales) y sus interacciones, consideramos de gran utilidad conocer

los modelos más relevantes que han abordado su etiología y mantenimiento, y analizar los

resultados obtenidos por distintos estudios.

Nuestro trabajo, aparte de la descripción básica de los dos trastornos (ansiedad y

depresión) y de su tipología, se centrará en el análisis del papel que juegan los factores ge-

nerales y específicos de personalidad en su aparición y mantenimiento.

1. Ansiedad y depresión. Generalidades históricas y conceptuales.

Las características de la ansiedad y la depresión se manifiestan por una serie de sig-

nos y síntomas, de los que algunos son comunes a ambos y otros son específicos. Suelen

estar presentes tanto en la ansiedad como en la depresión síntomas como: afectividad nega-

tiva, insomnio, cansancio, irritabilidad y pobre concentración. Esta presencia de síntomas


Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

comunes es mayor en algunos tipos de ansiedad, como la ansiedad generalizada y la ansie-

dad social (Kessler, Chiu, Demler, Merikangas y Walters, 2005). Otros síntomas se suelen

considerar específicos de uno u otro trastorno (no se requiere la presencia de todos ellos),

así la ansiedad se caracteriza por: (a) alteración de algunos parámetros fisiológicos (respi-

ración, tasa cardiaca, sudoración, etc.), mareos, desmayos, vértigos, sofocos, etc.; (b) con-

ductas evitativas en situaciones determinadas o sensación de angustia en tales situaciones; y

(c) miedos obsesivos (a gérmenes, polvo, etc.). Por otro lado, las características de la de-

presión son: tristeza, alteración del estado de ánimo, pérdida o ganancia excesiva de peso,

problemas de sueño (insomnio o exceso de sueño), fatiga o energía baja, sentimientos de

inutilidad o baja autoestima, dificultades de concentración, etc. Si la depresión es grave (la

llamada “depresión mayor”), se incluye además: anhedonia, agitación o retardo psicomotor,

sentimientos inapropiados de culpa y pensamientos recurrentes de muerte o suicidio (o in-

tentos de suicidio). Peñate (2001) defiende la existencia de tres síntomas genuinos de la

depresión que diferencian a ésta de la ansiedad: afecto triste, anhedonia y autoestima baja.

Sin embargo, la existencia de comorbilidad es tan frecuente que algunos opinan que la dife-

renciación entre personas ansiosas y depresivas sólo es posible hacerla en base a unos po-

cos síntomas de la ansiedad (Agudelo, Buela-Casal y Spielberger, 2007). El modelo tripar-

tito (Clark y Watson, 1991), del que hablaremos más adelante, sugiere un factor general de

afectividad negativa para los síntomas comunes a la ansiedad y la depresión; un factor de

arousal autonómico elevado para los síntomas específicos de la ansiedad; y un factor de

afectividad positiva baja para la depresión.

Las manifestaciones ansiosas y depresivas son conocidas al menos desde Hipócrates

(s. IV a. C.) que consideraba a los trastornos mentales originados por trastornos cerebrales:

distinguía manía y melancolía como estados opuestos, que estaban provocados por la ac-

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

ción de los fluidos corporales (humores naturales) sobre el cerebro, producidos por un

trauma directo. Hipócrates estudió las posibles fuentes de la melancolía a través de los sue-

ños (buscando problemas actuales del paciente) y propuso dos tipos de melancolía: la cau-

sada por estrés y reacciones emocionales, y la otra causada por cambios endógenos en los

humores. Los tratamientos de los humores incluían sangrías y purgantes para reducir los

malos humores; también, dieta, baños, ejercicio, masaje, opio, vino e incluso seguir pautas

similares a lo que hoy llamamos terapia cognitiva. Varios siglos más tarde, Galeno (s. II d.

C.) sistematizó la teoría hipocrática de los humores y la extendió a las dimensiones norma-

les del temperamento y a lo que hoy se llamarían trastornos de personalidad. Describe el

sistema de los cuatro humores (flemático, sanguíneo, colérico y melancólico), sus fuentes

orgánicas y los rasgos y trastornos asociados con ellos (la bilis negra, bilis amarilla y la

flema, pueden existir en niveles normales o anormales). La manía o locura (niveles anorma-

les de bilis amarilla y temperamento colérico) se manifestaba con un pensamiento y com-

portamiento trastornado, sería lo que hoy entendemos por esquizofrenia. La melancolía

(niveles anormales de bilis negra y el temperamento melancólico) abarcaba lo que hoy en-

tendemos por trastornos del estado de ánimo y de ansiedad (Zuckerman, 1999).

La teoría hipocrática sobre la ansiedad y la depresión dominó durante la Edad Me-

dia y el Renacimiento y se puede decir que es en el s. XIX, con Pinel, cuando tienen lugar

cambios en la etiología y en el tratamiento de estos trastornos. Pinel, que se distinguió por

su lucha para que los enfermos mentales recibieran un trato más humano, propuso cuatro

alternativas diagnósticas: manía, melancolía, demencia e idiocia.

Sin embargo, es el psiquiatra Emil Kraepelin (finales s. XIX) al que se puede consi-

derar un hito en la definición y clasificación de los trastornos mentales, sobre todo de la

esquizofrenia y los trastornos graves del estado de ánimo. Estableció la conexión entre las

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

categorías hipocráticas de manía y melancolía, proponiendo la categoría diagnóstica de

psicosis maniaco-depresiva. Otro psiquiatra famoso, Freud, ha sido pionero en la descrip-

ción de los trastornos menos severos del estado de ánimo o las neurosis en sus distintos

tipos; describe cuatro clases de neurosis: de ansiedad, depresiva, histérica y obsesiva-

compulsiva. Las obras de Kraepelin y de Freud han tenido gran influencia en la aparición

de los primeros sistemas de clasificación de los trastornos mentales: La Organización Mun-

dial de la Salud (OMS), en 1948, incluyó una sección con una clasificación de los trastor-

nos mentales en su 6ª edición de la ICD (International Classification of Diseases, Injuries,

and Causes of Death, ICD-6); y unos años después, en 1952, apareció la primera edición

del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM-1)1.

2. La ansiedad y la depresión en el DSM-IV-TR.

Aún reconociendo sus limitaciones, los sistemas taxonómicos (CIE-10 y DSM-IV-

TR) han ayudado, entre otros logros, a que los trastornos de ansiedad y de depresión se co-

nozcan mejor y, sobre todo, a que hayan servido de motor para la realización de estudios

sobre las distintas tipologías de ambos trastornos. Centrándonos en el DSM-IV-TR, la an-

1
Las últimas ediciones de estos dos sistemas son: la ICD-10 (1992) y el DSM-IV-TR (2000). Como se sabe, a
partir del DSM-III, este sistema presenta un modelo de evaluación multiaxial que realiza las evaluaciones en
base a 5 ejes cada uno de los cuales se refiere a un dominio diferente de información: Los ejes I, II y III son
los llamados ejes diagnósticos: el eje I codifica los trastornos clínicos y otros problemas que pueden ser objeto
de atención clínica; el eje II, los trastornos de personalidad y retraso mental; y el eje III codifica los estados
médicos que son clínicamente relevantes. El eje IV da cuenta de los aspectos ambientales y psicosociales
clínicamente relevantes, y el eje V indica el grado (de 0 a 100) de funcionamiento global del individuo en sus
aspectos psicológico, social y ocupacional. La ICD-10, en 1997, propuso 3 ejes para interpretar su listado de
trastornos clínicos mentales y conductuales. El eje I (diagnósticos clínicos) se corresponde con los ejes I y II
del DSM-IV-TR; el eje II (discapacidades: cuidado personal, ocupación familia y vivienda y contexto social)
se corresponde con el eje V del DSM-IV-TR; y el eje III (factores de contexto) se corresponde con el eje IV
del DSM-IV-TR. Se han llevado a cabo intentos de fusión de criterios de ambos sistemas, pero hasta el mo-
mento no han fructificado; actualmente se está en proceso de elaboración del DSM-V, cuya publicación lo
anuncia la APA, en su página web, para 2013 (American Psychiatric Association, 2011).

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

siedad y la depresión están contenidas en trastornos del eje I y del eje II; además, el pro-

blema de la comorbilidad entre la ansiedad y la depresión, que ha sido apuntada por distin-

tos autores (Brown y Barlow, 1992; Maser y Cloninger, 1990), probablemente se vaya a

contemplar en la próxima edición (DSM-V), en la que se propone un trastorno mixto ansie-

dad-depresión.

El DSM-IV-TR incluye en el eje I “todos los trastornos incluidos en la clasificación

excepto los trastornos de la personalidad y el retraso mental… [y] otros trastornos que pue-

den ser objeto de atención clínica” (DSM-IV-TR, 2005, p. 34). Los tipos de trastornos que

incluyen (a) ansiedad y (b) depresión respectivamente, y que se describen con sus corres-

pondientes criterios diagnósticos son:

a) Ansiedad (10 tipos): trastorno de pánico, agorafobia, trastorno de pánico más agorafobia,

fobia social, fobias específicas, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de ansiedad gene-

ralizada, trastorno de agudo, trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad por

problemas médicos y trastorno de ansiedad por abuso de sustancias.

b) Depresión: se sitúa dentro los trastornos del estado de ánimo y abarca una gran cantidad

de trastornos, algunos de ellos van más allá de la depresión e incluyen síntomas maniacos o

psicóticos. Se contempla el criterio de grado de severidad y si es sólo depresivo (monopo-

lar) o bipolar (que incluye también fases maniacas). En el primer caso, el trastorno depresi-

vo monopolar, incluye: trastorno depresivo mayor, episodio único; trastorno depresivo ma-

yor, recidivante; trastorno distímico; y trastorno depresivo no especificado. En el segundo,

los trastornos bipolares, incluyen: trastorno bipolar I, episodio maníaco único; trastorno

bipolar I, episodio más reciente hipomaniaco; trastorno bipolar I, episodio más reciente

maníaco; trastorno bipolar I, episodio más reciente mixto; trastorno bipolar I, episodio más

reciente depresivo; trastorno bipolar I, episodio más reciente no especificado; trastorno bi-

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

polar II, trastorno ciclotímico; trastorno bipolar no especificado; trastorno del estado de

ánimo debido a enfermedad médica (mencionarla); y trastorno del estado de ánimo no es-

pecificado.

En el eje II del DSM-IV-TR, la ansiedad y la depresión se incluyen en el cuadro de

algunos trastornos de personalidad. Por lo que se refiere a la ansiedad, si exceptuamos las

fobias específicas, que no suelen relacionarse con ningún trastorno de personalidad, el resto

de trastornos de ansiedad se suelen relacionar con el cluster C: trastorno de personalidad

por dependencia, trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo y trastorno de personali-

dad por evitación. La depresión y algunos tipos de trastornos de ansiedad se incluyen tam-

bién en el trastorno límite de personalidad.

Los trastornos depresivos del eje I suelen estar asociados con el trastorno de perso-

nalidad por dependencia y con el trastorno de personalidad por evitación.

Estos sistemas clasificatorios, como el DSM-IV-TR, tienen un enfoque prototípico

(en cada trastorno consideran algunas características esenciales y otras secundarias, que

pueden aparecer o no, tratando de elaborar un prototipo del trastorno) que encierra algunas

ventajas desde el punto de vista clínico: facilitar la comunicación entre profesionales, re-

presentar una sistematización y guía heurística de evaluación y tratamientos, y facilitar el

encuadre de la investigación epidemiológica y clínica (Muñoz, 2003). Sin embargo, en su

elaboración no se ha seguido una metodología científica para operacionalizar los trastornos,

y las categorías diagnósticas se han generado básicamente por consenso de clínicos exper-

tos (Beutler y Malik, 2002). Esta debilidad teórica hace que este enfoque prototípico no sea

de mucha ayuda en la búsqueda de las relaciones entre personalidad y la sintomatología

ansiosa y depresiva, y cada vez se reclama más una revisión en profundidad de este sistema

categorial para transformarlo, de tal forma que se incluyan dimensiones basadas en rasgos

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

operacionalizados de acuerdo a una metodología científica (y no consensual). Especialmen-

te se critica la tendencia a aumentar las categorías diagnósticas sin basarse en una buena

validez discriminante, es el caso de la ansiedad generalizada, de la que es difícil establecer

criterios que la diferencien claramente de la depresión (Agudelo et al., 2007).

Por otro lado, y en lo que respecta a los trastornos de personalidad, tendrían que de-

limitarse sus relaciones con las dimensiones normales de personalidad, sobre todo teniendo

en cuenta que los trastornos de personalidad son multidimensionales. Se han encontrado

relaciones entre trastornos de personalidad y neuroticismo, y algunas de estas relaciones

son distintas “en función de la edad, el género y el nivel profesional (en unos casos, rela-

ciones lineales y en otros no)…” (Pelechano y Pastor, 2005, p. 536); lo que tiene implica-

ciones claras, tanto en el campo teórico como en el clínico.

Por todo ello, resulta lógico que, desde sectores que defienden el enfoque dimen-

sional cuantitativo en la operacionalización de las dimensiones, se reclame que la próxima

edición del DSM-V se base en un esquema dimensional de rasgos (McCrae, Löckenhoff y

Costa, 2005; Watson, Clark y Chmielewsky, 2008)2.

3. Dimensiones básicas de personalidad y predisposición a los trastornos de ansiedad y/o

depresión.

2
Una de las propuestas que se han hecho para intentar cubrir, tanto los rasgos normales de personalidad como
los trastornos de personalidad, incluidos en el Eje II, es la estructura de los Big Six. Cuatro de estos factores
son relevantes tanto para la personalidad normal como para la personalidad patológica: Neuroticis-
mo/Emocionalidad Negativa versus Estabilidad Emocional, Extraversion/Emocionalidad Positiva versus
Introversión/Distanciamiento, Amabilidad versus Oposición, y Responsabilidad/Restricción versus Irrespon-
sabilidad. El quinto pertenece sólo al dominio de la personalidad normal: Apertura a la experiencia. Y, por
último, el sexto pertenece sólo al dominio de la personalidad patológica: Rareza (Watson, Clark y Chmie-
lewsky, 2008)

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

Explicar el concepto de personalidad es tan complejo que a pesar de haberse formu-

lado muchas definiciones, los teóricos no han llegado a un consenso total; esta complejidad

hizo que W. Mischel declarara, hace ya muchos años, que la personalidad era más bien “un

campo de estudio que un aspecto distintivo de la persona” (Mischel, 1971, p. 2). En los

años 30 del siglo pasado, Allport, aparte de recoger una larga lista de definiciones de per-

sonalidad aportadas por otros autores, presenta su propia definición: personalidad es “la

organización dinámica dentro del individuo, de los sistemas psicofísicos que crean patrones

característicos de conducta, pensamientos y sentimientos que determinan su adaptación al

ambiente” (Allport, 1937, p. 48). Aunque esta definición se ha tomado como punto de refe-

rencia, han seguido apareciendo otras definiciones de personalidad que suelen estar inte-

gradas en la visión que sus autores tienen, lo que ha permitido que se haga alguna propuesta

de estructura para ubicar por grupos las distintas definiciones, según los aspectos que acen-

túen (véase Pervin, 1993). Para nuestros fines, y resumiendo mucho, podemos considerar

que la personalidad está compuesta de disposiciones (o rasgos) que mueven a las personas a

comportarse (incluyendo también pensar y sentir) de una manera relativamente estable y/o

relativamente consistente (la estabilidad y/o consistencia total indicaría más bien una pato-

logía), y que la manifestación de estas disposiciones diferenciaría a unas personas de otras.

Esta forma de actuar, pensar y sentir que llamamos personalidad, se ha ido conformando a

lo largo de la vida en la continua interacción entre el sustrato biológico (básicamente gené-

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

tico), representado por el temperamento3, y el ambiente en el sentido más amplio del tér-

mino4.

Es lógico pensar que algo tendrá que ver la personalidad en la aparición de los pro-

blemas ansiosos y/o depresivos que padecen las personas. Desde la antigüedad se han liga-

do los trastornos ansiosos y depresivos con determinadas características temperamentales

(por ej., la melancolía y el desequilibrio de la bilis negra, según la teoría de Hipócrates-

Galeno) y, por tanto, serían aquellas dimensiones de personalidad más teñidas por el tempe-

ramento las que podrían explicar mejor las alteraciones emocionales; es decir, dimensiones

temperamentales básicas, que cumplan algunas condiciones: que sean rasgos, que diferen-

cien a las personas y que estén asentadas biológicamente, en sentido amplio (Pelechano,

2000).

En la búsqueda de relación entre dimensiones de personalidad y la aparición de tras-

tornos de ansiedad y/o depresión son relevantes dos autores: Eysenck y Millon, que aunque

estudian la personalidad trabajando en ámbitos distintos (el primero centrado en la opera-

cionalización de las dimensiones de personalidad más ligadas al sustrato biológico; el se-

gundo en el mundo clínico, en el ajuste de la terapia a las características de personalidad),

ambos son defensores de una continuidad sindrómica, defendiendo, básicamente, que los

trastornos psíquicos proceden de puntuaciones muy extremas de dimensiones normales.

Esta posición se opone a otras que defienden la tesis tipológica o categorial, con caracterís-
3
En las propuestas de medidas estrictamente temperamentales (obtenidas de niños, con escalas de calificación
cumplimentadas por observadores privilegiados), los autores más relevantes han sido: en Occidente, Buss y
Plomin (1984), que proponen: actividad, sociabilidad) y emocionalidad (que incluye miedo e ira). Y en la
tradición rusa, Strelau que propone 6 dimensiones: vivacidad, perseveración, sensibilidad sensorial, reactivi-
dad emocional, paciencia y actividad (Strelau y Zawadzki, 1995).
4
Otra parcela de la personalidad, relacionada con el temperamento, es el carácter, que tiene un sentido moral
(bueno o malo) y tiene que ver con valores, metas y creencias sobre uno mismo y el entorno (Cloninger, Sva-
rakic y Przybeck, 1993). Se ha considerado también como el conjunto de hábitos de comportamiento que la
persona va adquiriendo a lo largo de su vida y que afectan a su interacción con el ambiente, tanto en el ámbito
personal como social. Se le relaciona con la socialización individual, con mucha influencia en la vida cotidia-
na, y que se reflejaría, especialmente, en las dimensiones socio-actitudinales (Andrés-Pueyo, 1997).

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

ticas cualitativamente distintas de la normalidad para los problemas emocionales (Kagan,

1989).

Millon (1985, 1990) ha trabajado en el campo de los trastornos de personalidad, de

hecho, participó en la elaboración del DSM III, donde se propuso la inclusión de los tras-

tornos de personalidad en el Eje II. Para Millon, un individuo con una personalidad normal

tiene 3 notas características: Muestra capacidad para relacionarse con su entorno de una

forma flexible y adaptativa; tiene percepciones características de sí mismo y del entorno,

fundamentalmente, constructivas; y los patrones de conducta manifiesta que exhibe predo-

minantemente se pueden considerar promotores de salud. Por el contrario, los patrones de

personalidad anormal estarían caracterizados por “inflexibilidad adaptativa, tendencia a

fomentar círculos viciosos y una estabilidad lábil (que inhibe un afrontamiento efectivo) es

esencialmente autofrustrante, y puede ser considerado desde una perspectiva más amplia

como perturbadora de la salud” (Millon, 1985).

Plantea un enfoque que llama evolucionista (según el autor, es una generalización

del enfoque biosocial que había planteado con anterioridad) que parte de la consideración

de la personalidad como el estilo distintivo de adaptación que exhibe el individuo frente a

sus entornos habituales. Este estilo adaptativo se define por el cruce o la combinación de

una serie de polaridades: (1) propósito de la existencia (logro del placer versus evitación del

dolor). (2) modo de adaptación (activo versus pasivo); (3) estrategia de reproducción (desa-

rrollo de uno mismo versus desarrollo de los otros); y (4) pensamiento versus sentimiento;

esta última sería complementaria de las anteriores (Millon, 1990). Millon defiende una con-

tinuidad sindrómica, considerando que las patologías psicológicas son desviaciones cuanti-

tativas del promedio sobre una distribución de rasgos, por tanto habría un continuo donde,

por ejemplo, los trastornos de personalidad son considerados como representaciones de

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

desviaciones exageradas de carácter patológico emanadas a partir de los propios patrones

de personalidad normal. Así, por lo que se refiere a la ansiedad y a la depresión, el trastorno

de personalidad por evitación se derivaría de una personalidad inhibida; un trastorno de

personalidad por dependencia de una personalidad cooperadora; y un trastorno de persona-

lidad obsesivo-compulsivo de una personalidad respetuosa (Millon, 1985). Defiende que el

núcleo de la personalidad y de sus trastornos se conforma a través de las relaciones inter-

personales de los individuos y que toda actividad terapéutica debe estar guiada por el tipo

de personalidad que tenga el paciente (Millon, 1999).

H. J. Eysenck ha sido un investigador polifacético (con obras en los campos clínico,

experimental y diferencial), que luchó por unir los dos “mundos de la psicología” (como

llamó Cronbach a los enfoques experimental y diferencial), y que se puede considerar uno

de los más influyentes en el desarrollo de la psicología científica. Para nuestros fines, nos

centraremos en su faceta como investigador de las dimensiones temperamentales de perso-

nalidad y de su operacionalización con una metodología científica rigurosa. Se le considera

uno de los pioneros en aplicar al campo de la personalidad la misma rigurosidad científica

(uso del análisis factorial) que hasta ese momento (años 50) se había aplicado al estudio de

la inteligencia (Pelechano, 1988). Su trabajo en personalidad se centró en la operacionaliza-

ción y localización cerebral de dos dimensiones que han sido tratadas desde la antigüedad

con distintos nombres: extraversión (E) y neuroticismo (N). Su teoría de la personalidad se

completa con la dimensión de psicoticismo (con una operacionalización menos clara), lo

que se conoce como la teoría de los tres factores. Sitúa el asentamiento biológico de la ex-

traversión en el córtex y en la formación reticular activadora ascendente: las sensaciones

inciden en el córtex y en la formación reticular que, a su vez, envía activación al córtex; por

otro lado, el córtex da “órdenes” a la formación reticular para que siga activándolo. Todo

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

esto tiene su incidencia en cómo se comportan los introvertidos y los extravertidos: el nivel

de activación cortical en reposo de los introvertidos es mayor que el de los extravertidos,

por eso aquéllos suelen estar más alerta que éstos. La localización cerebral de la dimensión

de neuroticismo la sitúa Eysenck en el cerebro visceral (sistema límbico); las personas ines-

tables (con neuroticismo alto) suelen tener con facilidad niveles elevados de activación

subcortical, que, por otra parte, como existen conexiones hacia el sistema reticular activa-

dor ascendente, la activación del sistema límbico puede producir activación cortical tam-

bién. Estos procesos activadores tienen efectos en los procesos de condicionamiento: los

introvertidos, al contrario que los extravertidos, tendrían más facilidad para ser condiciona-

dos (los introvertidos y emocionalmente inestables tendrían mucho más) y preferirían situa-

ciones que proporcionen poca estimulación (Eysenck, 1967, 1975).

Eysenck, aunque aportó pruebas que apoyaban la intuición de Jung de considerar a

la introversión y la extraversión como dos polos de un continuo, no consideraba patológicas

las puntuaciones extremas de la extraversión. Sin embargo, cuando las puntuaciones extre-

mas en neuroticismo se combinan con puntuaciones extremas en extraversión, sí se produce

la psicopatología; así Eysenck considera que los distímicos (o psicasténicos para Jung)

combinan un elevado neuroticismo con un alto grado de introversión; y que los histéricos

tienen un neuroticismo alto y un alto grado de extraversión (Eysenck, 1967, 1975). Ade-

más, Eysenck, basándose en investigaciones correlaciónales, afirma que “… las personas

de temperamento colérico, muy emotivas y muy extravertidas, desarrollan conductas psico-

páticas..." (Eysenck, 1975, p. 49). Bien es verdad, que luego matiza esa afirmación, consi-

derando que estos datos correlacionales no prueban que los rasgos de personalidad predis-

pongan al individuo a la neurosis o al delito, más bien se inclina a pensar que ciertas estruc-

turas neurofisiológicas heredadas afectan tanto a la personalidad como a la conducta social,

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

con lo que sería el sustrato biológico el que aportaría ese factor de predisposición a padecer

trastornos emocionales5.

Si tuviéramos que situar un punto de arranque en la investigación sobre las relacio-

nes entre las dimensiones de personalidad y los trastornos de ansiedad y depresión, sería la

teoría de los tres factores de Eysenck. Sus presupuestos básicos siguen de actualidad y sus

dimensiones están representadas también, con ligeras variaciones, en la propuesta de los

Cinco Grandes (Costa y McCrae, 1992). Las dimensiones N y E son las dimensiones más

ligadas al temperamento, con más influencia genética6 (Eysenck, 1975; Pedersen, Plomin,

McClearn y Friberg, 1988) y que quizás puedan explicar mejor la aparición de la ansiedad y

la depresión.

Tratando de encontrar relaciones entre dimensiones normales de personalidad y

problemas de ansiedad y depresión, en un estudio reciente hemos comparado los niveles de

ansiedad y de depresión que tenían grupos extremos en cada uno de los rasgos de los Cinco

Grandes (González-Leandro y Castillo, 2010)7. Algunos de los resultados obtenidos, que se

muestran en la Tabla 1, eran previsibles, sobre todo las diferencias significativas, tanto en

ansiedad como en depresión, entre grupos extremos de neuroticismo, ya que el contagio

5
A la tercera dimensión, el psicoticismo (P), Eysenck no le asigna una localización cerebral concreta; la rela-
ciona con la acción de una poligenia que da lugar a una vulnerabilidad inespecífica, que predispone a las
personas a la psicosis, en sus puntuaciones muy extremas. Las personas altas en P serían: solitarias, poco
empáticas, crueles, poco sensibles… (Eysenck y Eysenck, 1985), es decir, se podrían relacionar con delin-
cuencia o con trastorno de la personalidad antisocial.
6
Los estudios que se han realizado con otras dimensiones de personalidad, dentro del modelo de los Cinco
Grandes, empleando gemelos idénticos y fraternos, muestran que otros rasgos como "apertura a la experien-
cia" y "responsabilidad" tienen también un componente hereditario importante, con poca influencia del am-
biente compartido; por el contrario el rasgo "cordialidad" no parece tener un peso genético relevante, siendo,
por tanto, la influencia ambiental la responsable de la variabilidad (Bergeman, Chipuer, Plomin, Pedersen,
McClean, Nessenroade, Costa y McCrae, 1993).
7
En este estudio, 609 personas cumplimentaron los cuestionarios: NEO-PI-R (Costa y McCrae, 1992), BDI,
(Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979, 1983) y STAI rasgo (Spielberger, Gorsuch y Lushene, 1971, 1994). En
cada uno de los rasgos del NEO-PI-R se seleccionaron grupos extremos (con los sujetos que puntuaban 30 %
superior y 30 % inferior) y luego se compararon las puntuaciones de ansiedad y depresión obtenidas por los
grupos.

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

criterial es evidente (Costa y McCrae, 1992). Los datos muestran que el rasgo de "apertura

a la experiencia" no parece tener relación con depresión, pero sí con ansiedad: parece que

tienden a tener más ansiedad las personas bajas en "apertura a la experiencia", si bien las

diferencias no son grandes. Por otro lado, las personas con bajas puntuaciones en "cordiali-

dad" y en "responsabilidad" tienen mayor ansiedad y depresión que las que tienen altas

puntuaciones en estos rasgos. Según estos resultados, no sólo las personas con tendencia a

la emotividad e introvertidas son más ansiosas y/o depresivas, sino que también lo son las

poco cordiales y/o las poco responsables.

De estos resultados podemos apuntar, tentativamente, que las personas con niveles

altos en ansiedad y/o depresión tienen una, o más de una, de las siguientes características:

neuroticismo alto, extraversión baja y responsabilidad baja. Sin embargo, estos resultados

no ayudan mucho a aclarar qué aspectos específicos de la personalidad se consideran facto-

res predisponentes para padecer ansiedad o depresión, ya que las medidas de ansiedad, de

depresión y de personalidad se han obtenido al mismo tiempo con instrumentos del mismo

tipo (cuestionarios) y en la metodología empleada no se han contemplado las interacciones.

Además, no se descarta que algunas medidas de personalidad estén afectadas por el propio

trastorno ansioso o depresivo. Faltarían medidas de personalidad más específicas y prefe-

rentemente previas a padecer los problemas de ansiedad o de depresión. Los estudios que

han obtenido mejores resultados han sido realizados con diseños longitudinales, como los

llevados a cabo por el grupo de Kagan (Kagan y Moss, 1962), pero son escasos por las difi-

cultades que entrañan su realización y en su mayoría restringidos a las etapas de la niñez y

adolescencia.

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Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

Tabla 1. Medias (M.) y desviaciones típicas (D.T.) de ansiedad y depresión, en grupos de


personas altas (+) y bajas (-) en cada uno de los 5 rasgos del cuestionario NEO-PI-R: Neu-
roticismo (N), Extraversión (E), Apertura a la experiencia (O), Cordialidad (A) y Respon-
sabilidad (C). Grado de significación de la diferencia de medias (* = p ≤ 0,05; *** = p ≤
0,001; n.s. = no significativo).

Rasgos ANSIEDAD Rasgos DEPRESIÓN


Personalidad M. D.T. P Personalidad M. D.T. p
N– 11,1 6,7 N– 2,8 3,5
(n=130) (n=127)
N+ 29,2 8,6 *** N+ 11,2 7,0 ***
(n=140) (n=131)
E– 22,9 10,6 E– 8,2 6,6
(n=134) (n=118)
E+ 16,1 9,4 *** E+ 4,6 5,2 ***
(n=132) (n=132)
O– 21,7 9,4 O– 6,8 6,6
(n=149) (n=139) n.s.
O+ 18,8 11,1 * O+ 6,1 6,3
(n=149) (n=146)
A– 22,1 10,3 A– 7,1 7,3
(n=153) (n=142)
A+ 17,9 10,5 *** A+ 5,4 5,5 *
(n=154) (n=145)
C– 24,8 10,6 C– 8,4 7,2
(n=149) (n=140)
C+ 15,5 10,0 *** C+ 4,7 5,0 ***
(n=148) (n=144)

15
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

Sin embargo, existe una gran cantidad de investigaciones, usando muestras análogas

o mixtas, que estudian las relaciones entre distintas dimensiones específicas de personali-

dad, ansiedad y depresión, interesándose, sobre todo, por encontrar marcadores de vulnera-

bilidad hacia estos trastornos. Una muestra de los principales avances en este campo se

ofrece a continuación.

4. Personalidad8 y diátesis de los trastornos de ansiedad y depresión.

Desde siempre se sabe que hay personas más susceptibles que otras a convertirse en

ansiosos y/o depresivos, y que algunas personas reaccionan a los sucesos vitales cotidianos,

más o menos estresantes, con estados de ansiedad y/o depresión, y otras no. Desde la anti-

güedad se ha intentado buscar una explicación a este fenómeno (por ejemplo, atribuir a los

desequilibrios humorales la aparición de la melancolía, en la teoría hipocrática) y actual-

mente se postula la existencia de una diátesis, entendida como una serie de rasgos biológi-

cos, de naturaleza básicamente genética, que determinan esa predisposición constitucional a

padecer un determinado trastorno mental. Zuckerman (1999), recogiendo la ampliación que

algunos autores han propuesto al concepto tradicional de diátesis, que incluye también las

predisposiciones sociales y cognitivas (Monroe y Simon, 1991, citado por Zuckerman,

1999), define la diátesis como “… la condición antecedente necesaria [pero no suficiente]

para el desarrollo de un trastorno, ya sea biológico o psicológico...” (Zuckerman, 1999, p.

3); por tanto, a veces, para que se produzca el trastorno se requiere la participación de otros

factores. “La diátesis, en este caso, incluye la vulnerabilidad al estrés” (Zuckerman, 1999,

8
En lo que sigue, cuando hablamos de personalidad nos estaremos refiriendo a dimensiones de personalidad
normal; no vamos a analizar las relaciones de los estados clínicos de ansiedad y depresión con trastornos de
personalidad, que implicarían un análisis más amplio y complejo.

16
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

p. 3). Este planteamiento ha dado lugar a las propuestas de los modelos de diátesis-estrés

que, en su forma general, consideran que cada persona tendría un grado de vulnerabilidad o

efecto umbral para el desarrollo de un determinado trastorno, de tal forma que con alta vul-

nerabilidad se desarrollaría el trastorno con una situación poco estresante (por ejemplo,

algunos fastidios), mientras que con baja vulnerabilidad tendría que darse una situación

muy estresante para que se produjera el trastorno. La vulnerabilidad sería una función de

factores genéticos y biológicos pero influidos por factores, tales como las estrategias de

afrontamiento que se usen y por la confianza o creencia en la superación de la situación

estresante (Zubin y Spring, 1977, citado por Zuckerman, 1999)9. Por tanto, la capacidad del

estrés -entendido como estímulo estresante- para producir el trastorno, dependerá mucho de

una serie de características de la persona que lo sufre, ligadas al temperamento y a la acción

de estimulaciones diversas a lo largo de la vida (pautas de crianza, características del am-

biente socio-familiar, etc.); es decir, al tipo de personalidad que tenga el individuo.

Los estudios longitudinales, especialmente los del grupo de Kagan, han mostrado

cómo algunas características temperamentales relacionadas con la aparición de la ansiedad

y la depresión se mantienen a lo largo del tiempo (Kagan, 1989, 1994; Kagan y Moss,

1962; Woodward y Fergusson, 2001); por ejemplo, los niños que a los 14 años se califica-

ban como más inhibidos eran más ansiosos cuando llegaban a adultos (Kagan y Moss,

1962). En estudios más controlados, niños examinados a los pocos meses de vida y catalo-

gados como inhibidos, a los 7 años tenían más miedos, eran más reservados con adultos

extraños, más tímidos con niños desconocidos, cautos en situaciones de moderado riesgo y

9
Para Zuckerman, la vulnerabilidad es un rasgo y el episodio psicopatológico un estado. Distingue, por tanto,
entre variables marcadoras de la vulnerabilidad, que serían aquellas características biológicas o conductuales
que no cambian con la aparición del trastorno (con niveles anormales tanto durante el trastorno como una vez
superado éste) y variables marcadoras del episodio, que adquieren niveles anormales durante el estado de
episodio clínico, pero que vuelven a los niveles normales una vez superado éste (Zuckerman, 1999).

17
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

de comportamiento tenso (Kagan, 1989)10. Y desde hace tiempo se sabe que algunas de

estas características temperamentales tienen mucha influencia en las maneras de pensar, de

sentir y de comportarse a lo largo de su desarrollo vital; esto es así porque, al ser el tempe-

ramento heredado básicamente, los padres y los hijos se parecerán bastante y la pautas de

crianza se dirigirán a la reproducción de los patrones paternos en el hijo, además, a lo largo

de su vida el sujeto va eligiendo situaciones y ambientes que se adaptan a su temperamento,

y seleccionando parejas que se parecen a él, reforzando así los estilos interactivos que se

han establecido en los primeros años de la adolescencia (Caspi, 2000). Esto tiene gran im-

portancia porque no sólo habría que decir que la personalidad se va configurando por la

acción del temperamento y el ambiente en el que se desarrolla la persona, sino que el tem-

peramento también ejerce influencia en determinar qué ambiente va a ejercer influencia en

la persona, lo que tiene implicaciones para la educación y, en su caso, para establecer estra-

tegias preventivas y acciones terapéuticas (Zuroff, Mongrain y Santor, 2004). Si conocemos

con antelación las características de las personas que son propensas a padecer ansiedad o

depresión, se podría minimizar el riesgo de padecer el trastorno, desarrollando formas de

afrontamiento o aprendiendo a replantearse la vida de tal manera que estas personas no se

vean expuestas a situaciones de riesgo (Coyne y Whiffen, 1995).

Son muchos los investigadores que piensan que, en la aparición de los trastornos de

ansiedad y de depresión, juega un papel relevante las características de personalidad que

tengan las personas que los padecen. El problema es que la evaluación de la personalidad

premórbida exige diseños longitudinales que encierran grandes dificultades para llevarlos a

10
Kagan defiende que los inhibidos y desinhibidos forman dos grupos que tienen tipologías distintas, y los
individuos dentro de cada grupo "comparten un genotipo, una historia ambiental y un conjunto de característi-
cas fisiológicas y conductuales correlacionadas" (Kagan, 1989, p. 5). Así, los niños inhibidos tienen un um-
bral más bajo de reactividad en el sistema límbico, mostrando más alta y más estable la tasa cardiaca, un diá-
metro mayor de la pupila, más tensión motora y más niveles de cortisol por la mañana.

18
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

cabo y son pocos los estudios que han podido obtener datos premórbidos: los resultados

obtenidos con depresión la relacionan con neuroticismo; con ansiedad no se conocen estu-

dios longitudinales de relevancia (Clark, Watson y Mineka, 1994). Además, muchos de los

trabajos llevados a cabo han empleado rasgos muy generales de personalidad, lo que unido

a la comorbilidad que, de hecho, existe entre ambos trastornos, hace que los resultados no

hayan sido muy clarificadores.

La mayoría de los trabajos realizados, tratando de identificar dimensiones específi-

cas de personalidad que demuestren tener relación con la ansiedad y la depresión, son de

tipo retrospectivo, y asumen que la vulnerabilidad es un rasgo estable que se modifica poco

o nada con el trastorno y que, por tanto, es posible identificar indicadores de vulnerabilidad

en las puntuaciones de los rasgos de personalidad estudiados en personas que padecen el

trastorno, que lo hayan padecido o que lo puedan padecer (Zuckerman, 1999). Sin embargo,

se discute si el propio estado ansioso o depresivo ejerce influencia en la estructura de la

personalidad modificándola (la hipótesis de la cicatriz), y no sólo el trastorno, también el

contexto (Zuroff et al., 2004).

Desde hace tiempo, en el estudio de las relaciones entre personalidad y trastornos de

ansiedad y/o depresión, se va tendiendo más a usar medidas específicas de personalidad que

aportan mayor precisión y poder predicitivo (Beck, 1983; Blat, 1974; Clark et al., 1994;

Naragon-Gainey, Watson y Markon, 2009), aunque sin olvidar que el uso de dimensiones

más generales de personalidad (tipo neuroticismo o extraversión) aportan información so-

bre la comorbilidad entre ansiedad y depresión, y que dentro del modelo de los Big Five es

posible obtener información de las facetas de cada rasgo global (Costa y McCrae, 1992).

Uno de los grupos de investigación que más ha trabajado en la clarificación de las relacio-

nes entre variables de personalidad y los trastornos de ansiedad y depresión ha sido el for-

19
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

mado alrededor de los investigadores David Watson y Lee Anne Clark, de la Universidad

de Iowa. Considerando la comorbilidad que existe entre la ansiedad y la depresión, formu-

laron su teoría del Modelo Tripartito (Clark y Watson, 1991) para interpretar los signos y

los síntomas de los trastornos de ansiedad y depresión. En este modelo se defiende que la

ansiedad y la depresión comparten un componente común que abarca diestrés afectivo ge-

neral y otros síntomas comunes; y que se diferencian uno de otro trastorno en que la ansie-

dad está caracterizada por un arousal fisiológico elevado y la depresión por la ausencia de

afectividad positiva y anhedonia. El modelo ha tenido una gran influencia, tanto teórica

como clínica, y plantea tratar ambos trastornos conjuntamente como trastornos de diestrés

que, a su vez, tienen cuatro componentes básicos: afectivo, cognitivo, biológico y conduc-

tual. También ha mostrado su poder explicativo y la bondad psicométrica de los instrumen-

tos generados (Watson, Clark, Weber, Assenheimer, Strauss y McCormick, 1995a) y la

permanencia de la estructura del modelo en distintas muestras (Joiner, Catanzaro, Laurent,

Sandín y Blalock, 1996; Watson, Clark, Weber, Assenheimer, Strauss y McCormick,

1995b).

El modelo tripartito, que en principio se ha usado para estructurar los signos y sín-

tomas de la ansiedad y la depresión, se ha mostrado útil también para aportar algo de luz

sobre las relaciones entre estos trastornos y la personalidad (Clark et al., 1994). En el mode-

lo se relacionan los tres componentes de los trastornos de diestrés (el factor general y los

dos específicos) y dimensiones de personalidad de la siguiente forma11: (a) el componente

general de diestrés (común a depresión y ansiedad) se relaciona con el rasgo temperamental

11
Para la evaluación de los afectos positivos y negativos se ha empleado un instrumento sencillo de aplicar:
La lista de afectos negativos y positivos en sus dos versiones: la versión breve (2 escalas de 10 ítems cada
una), PANAS (Positive and Negative Affect Schedule) (Watson y Clark, 1988); y la versión extendida (60
ítems), PANAS-X (Watson y Clark, 1994).

20
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

de afecto negativo (NA) incluido en el neuroticismo (N); los autores apuntan que las pun-

tuaciones en N (tendencia a experimentar emociones negativas como la tristeza, la ira y el

miedo) parecen involucrar, por una parte, a una dimensión subyacente de vulnerabilidad

que afectaría tanto a la probabilidad del desarrollo de la depresión como al grado de croni-

cidad de su curso; y, por otra, a la ansiedad; sin embargo, al ser éste un trastorno muy hete-

rogéneo, faltaría determinar el papel que juega NA en los pacientes con trastornos mixtos

ansiedad-depresión. (b) El componente específico de anhedonia y baja afectividad positiva

(específico de la depresión) está relacionado con el rasgo de afectividad positiva (PA), inte-

grada en el rasgo temperamental de extraversión (E). Con respecto al hecho de que PA/E

funcione como una dimensión subyacente de vulnerabilidad para la depresión, los resulta-

dos no están tan claros como con N (existen problemas con algunas facetas de E). (c) El

componente específico de activación autonómica (específico de la ansiedad) parece ser el

menos relacionado con los rasgos globales de personalidad; sin embargo, los autores apun-

tan a la existencia de un factor de vulnerabilidad, la sensibilidad a señales fisiológicas in-

ternas, para la aparición de trastorno de pánico y otros trastornos de ansiedad. En palabras

de los autores, “la sensibilidad a la ansiedad podría ser la expresión personológica de una

sensibilidad biológica subyacente” (Clark, Watson y Mineka, 1994, p. 11). De todas for-

mas, habría que tener en cuenta que N contiene a la ansiedad entre sus facetas (estaríamos

evaluando el mismo rasgo, midiendo personalidad y ansiedad) y que ya Gray (1982), en su

modelo biológico de inhibición, Sistema de Inhibición Conductual (BIS), consideraba a la

ansiedad como un rasgo temperamental en sí mismo, situado entre E y N, más cerca de este

último; defendiendo que la reactividad en el BIS es la base de un hipotético rasgo de inhibi-

ción comportamental ansiosa, y que un BIS hiper-reactivo es especialmente sensible a seña-

les tales como frustración, deprivación, estímulos novedosos o ambiguos, etc (Gray, 1982)

21
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

12
. Este sistema de inhibición propuesto por Gray se ha interpretado también de una forma

más amplia, considerándolo como un sistema afectivo-motivacional negativo, que es im-

portante no sólo para la ansiedad, sino también para la depresión (Fowles, 1993, citado por

Clark et al., 1994).

También se han propuesto al menos dos dimensiones específicas que se relacionan

con algunos tipos de ansiedad: una es la "sensibilidad a la ansiedad" (SA) (Sandín, Valien-

te, Chorot, Santed y Lostao, 2007; Taylor, Koch y Crockett, 1991), que se refiere a la ten-

dencia a sentir miedo ante los propios síntomas de la ansiedad; se ha vinculado a los tras-

tornos de pánico y a las fobias (especialmente, sangre-inyección-daño (SID), fobia social y

agorafobia); y las medidas de autoinforme de SA predicen bien el nivel de miedos (Sandín

et al., 2007) y los síntomas obsesivo-compulsivos (Sandín, Chorot, Olmedo y Valiente,

2008). Otra es la "vulnerabilidad al asco" (VA) (Matchett y Davey, 1991; Page, 1994; y

Sandín et al., 2008), que es la tendencia a experimentar asco (como emoción básica que

intenta prevenir contaminaciones y enfermedades) ante estímulos considerados repugnan-

tes. Se han diferenciado dos facetas: propensión al asco (tendencia a sentir repugnancia con

facilidad) y sensibilidad al asco (tendencia a experimentar como desagradable o molesto el

sentir asco); las medidas de autoinforme de propensión al asco predicen mejor las fobias

SID y las de sensibilidad al asco predicen mejor la agorafobia y los miedos interpersonales

(Sandín et al., 2008). En algunos estudios realizados con las tres dimensiones (SA, propen-

sión al asco y sensibilidad al asco) la SA es la que predice más tipos de ansiedad (Sandín et

al., 2008).

12
Parece ser que Gray, casi al final de su vida, abandonó la idea de considerar la ansiedad como rasgo tempe-
ramental independiente y se inclinó más por la inclusión de la ansiedad en N, según la teoría de Eysenck (Pe-
lechano, comunicación personal, junio, 2011).

22
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

En un estudio reciente, Naragon-Gainey, Watson y Markon (2009), utilizando mo-

delos estructurales para describir los síntomas de la ansiedad y la depresión y sus relaciones

con rasgos de personalidad, aportan datos que contradicen la supuesta exclusividad del

afecto positivo (PA) para la depresión, y han mostrado como PA está relacionado no sólo

con la depresión sino también con la ansiedad social. Los autores tratan de profundizar en

las fuentes de comorbilidad entre la depresión y la ansiedad social, utilizando para sus aná-

lisis tanto medidas de síntomas (instrumentos específicos para evaluar los trastornos, que

incluyen el BDI...) como de rasgos de personalidad a distintos niveles (básicos y facetas,

que incluyen NEO-PI-R, PANAS-X...); así como dos tipos de muestras: estudiantes y pa-

cientes psiquiátricos. El trabajo es pionero en plantear un modelo que analiza las relaciones

entre los síntomas de depresión y ansiedad social, y las facetas de la extraversión / emocio-

nalidad positiva (E/PA), mientras se controla la varianza común entre estos constructos.

Los resultados, usando las muestras normales y clínicas combinadas, indican que la ansie-

dad social tiene relación negativa significativa (respecto a parámetros estandarizados de

path) con cuatro facetas de E/PA (por este orden): sociabilidad, dominancia, PA y búsqueda

de diversión (relación fuerte con las dos primeras y débil con la última); mientras la depre-

sión la tiene sólo con dos facetas: una intensa relación con PA y más débil con sociabilidad.

El estudio muestra, por tanto, que la ansiedad social está relacionada con más facetas de

E/PA que la depresión, sin embargo, faltaría encontrar alguna faceta de personalidad que

fuera específica de la depresión y que la distinguiera de la ansiedad social (Naragon-Gainey

et al., 2009).

El interés por encontrar dimensiones específicas de personalidad, que puedan ser

relevantes en el estudio de la diátesis de la depresión, ha dado lugar a dos propuestas de

perfiles distintos de personas que por su historia personal (pautas de crianza, contextos vi-

23
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

vidos...) son propensas a padecer depresión cuando sufren determinados sucesos vitales

estresantes. El primer tipo es el "sociotrópico o dependiente" (necesitan establecer relacio-

nes interpersonales seguras para superar su baja autoestima); el segundo tipo es el "autó-

nomo o autocrítico" (necesitan lograr un rendimiento adecuado a los estándares internaliza-

dos; Coyne y Whiffen, 1994). En realidad, estos perfiles originalmente fueron propuestos

desde el campo psicoanalítico por Blat (1974) que estableció dos tipos de depresión: anaclí-

tica (la padecerían los que han sido criados bajo excesiva dependencia cuando se enfrentan

a pérdida o rechazo interpersonal) e introyectiva (la padecerían los que han sido criados con

mucho énfasis en el rendimiento y la autocrítica, cuando se enfrentan a fracasos en su ren-

dimiento). Posteriormente, Beck (1983), desde el campo cognitivo y con un razonamiento

similar, propuso las dimensiones de personalidad de "sociotropía", para el primer perfil; y

"autonomía", para el segundo. Se han empleado distintas escalas para evaluar estas dos

dimensiones de personalidad, pero las más usadas son la SAS (Sociotropy-Autonomy Sca-

le), elaborada por el grupo de Beck (Bieling, Beck y Brown, 2000) y la DEQ (Depressive

Experiences Questionnaire; Blatt, D'Affitti y Quinlan, 1976). Se asume que estas dos di-

mensiones de personalidad (sociotropía, dependencia vs. autonomía, autocrítica) son orto-

gonales; sin embargo, se han encontrado correlaciones positivas (no mayores que 0,30) que

han dado lugar a discusiones teóricas sobre cómo interpretar la posibilidad de que haya

personas altas en las dos dimensiones; por ejemplo, Blatt et al. (1976) consideran que en

muestras clínicas es más probable encontrar personas con puntuaciones elevadas en ambos

tipos de dimensiones (véase Zuroff et al., 2004 para conocer otros aspectos de la polémica).

Aunque se ha discutido la eficacia de estas dimensiones de sociotropia-autonomía como

predictivas de los síntomas depresivos (Coyne y Whiffen, 1995), en el trabajo de Zuroff et

al. (2004) se recogen algunos estudios longitudinales en los que se han empleado medidas

24
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

de estas dimensiones específicas de personalidad con resultados que apoyan su adecuación

como medidas de vulnerabilidad para la depresión; especialmente interesante es el estudio

de Brewin y Firth-Cozens (1997; citado por Zuroff et al., 2004) que evaluó dependencia

(sociotropía) y autocrítica (autonomía) y síntomas depresivos, en estudiantes de medicina

de ambos sexos; controlando los niveles iniciales de síntomas, la dimensión de dependencia

predecía dos años después los síntomas depresivos en hombres y la dimensión de autocríti-

ca lo hacía en ambos sexos. A los 10 años de seguimiento los efectos predictivos de estas

dos dimensiones de personalidad se mantenían sólo en hombres. Este estudio, por tanto,

indica una eficacia parcial de estas dimensiones específicas de personalidad en la predic-

ción de la depresión y cómo el sexo es una variable moduladora de su eficacia predictiva.

Estas dos dimensiones específicas de personalidad, sociotropía-dependencia y auto-

nomía-autocrítica, han recibido algunas críticas: la supuesta contaminación criterial de la

dimensión de autonomía-autocrítica se dice que mide, en realidad, facetas de la depresión,

de N/NA y de E/PA; y la complejidad de sociotropía-dependencia (Clark et al., 1994). Sin

embargo, en los últimos años se han realizado estudios para analizar la intuida heterogenei-

dad de la dimensión sociotropía-dependencia. El análisis factorial, con rotación oblicua,

realizado por Rude y Burnham (1995) con los ítems de dependencia de la escala DEQ y los

de sociotropía de la SAS, dio como resultado en las dos escalas dos factores: "necesidad"

(dependencia indiferenciada de los demás por gratificación, desamparo y miedo al aban-

dono) y "conexión" (en su polo negativo: sentimientos de soledad en respuesta a pérdida o

separación de personas específicas con valor para la persona). Lo más relevante es que la

"necesidad" predecía la depresión y la "conexión" no, y que no había diferencias de sexo en

esta predicción (las mujeres, sin embargo, puntuaban más en "conexión"). Estos resultados

obtenidos con estas dos dimensiones contenidas en la sociotropía-dependencia, representan

25
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

un esfuerzo de elaboración de dimensiones más específicas y con mejores resultados pre-

dictivos, y también ayuda a explicar por qué "las medidas de depresión se relacionaban más

con autocrítica que con dependencia. [Es razonable pensar que] las correlaciones de depen-

dencia con depresión estaban atenuadas por la inclusión de varianza relacionada con "cone-

xión" que se relaciona débilmente o no se relaciona con psicopatología" (Zuroff et al.,

2004, p. 504).

Los estudios revisados sobre las dimensiones específicas de personalidad, como

indicadores de vulnerabilidad para la ansiedad y la depresión, muestran que se ha avanzado

mucho en la operacionalización de dimensiones de personalidad y en el conocimiento de

esa vulnerabilidad. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer: Clark et al. (1994) apun-

tan la necesidad de "más estudios longitudinales en los que se siga a personas, cuya perso-

nalidad premórbida y características ambientales sean conocidas, durante periodos largos

de tiempo para que se produzca tasa base suficiente del trastorno, y así poder distinguir con

claridad la causa de la concomitancia o de los efectos residuales" (p. 114). Hay necesidad

de operacionalizar adecuadamente las características objetivas y subjetivas del contexto y el

empleo de diseños de investigación sobre vulnerabilidad basados en modelos de interacción

persona-situación, como dicen Zuroff et al. (2004), "sorprende que los mecanismos cogni-

tivos mediante los que la persona percibe, asigna significado personal y recuerda los suce-

sos negativos de la vida y los episodios relacionales negativos hayan sido descuidados por

los investigadores" (p. 506); por otro lado, las interacciones entre personalidad y sucesos

vitales estresantes no siempre son lineales, por lo que en muchos casos habría que emplear

diseños no lineales que puedan apresar la relación real (Monroe y Simon, 1991; citado por

Zuroff et al., 2004).

26
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

Actualmente parece que hay una nueva esperanza en el conocimiento de las bases

biológicas de los rasgos temperamentales, mediante el desarrollo de tecnologías que identi-

fican estructuras de grupos de genes y sus relaciones fenotípicas. El estudio de McCrae,

Scally Terracciano, Abecasis y Costa (2010) es pionero en la elaboración de escalas de per-

sonalidad molecular (MPSs) adaptadas al modelo de los Cinco Grandes. Mediante la nueva

tecnología conocida como GWAS (genome-wide association study) se analizan todos o la

mayor parte de los genes de un grupo grande de personas para ver cómo varían de unos

individuos a otros; se identifican grandes conjuntos de polimorfismos de nucleótido simple

(SNP) y se resumen para formar MPSs. Las medidas obtenidas con las MPSs se comparan

luego con los datos obtenidos del NEO-PI-R para establecer validez convergente y discri-

minante: Los resultados obtenidos van en la dirección prevista, excepto para E, sugiriendo

que los rasgos de personalidad son el resultado de un gran número de genes con un pequeño

efecto para cada uno de ellos (lo que, de paso, demuestra que la búsqueda del gen único

para explicar determinados rasgos de personalidad era un camino errado).

La técnica de elaboración de este tipo de escalas de personalidad molecular con

marcadores biológicos podría ser aplicable a la operacionalización de otras dimensiones de

personalidad, lo que abre la puerta a futuras investigaciones para determinar de una manera

más precisa la vulnerabilidad a la ansiedad y la depresión. Además, la búsqueda de una

mejor operacionalización de dimensiones, y una mayor precisión en la determinación de la

diátesis de la ansiedad y la depresión, podrá verse potenciada realizando las investigaciones

en el marco de modelos complejos de análisis como el modelo de parámetros (Pelechano,

1988, 1991, 1996), que recomienda seguir los siguientes pasos para alcanzar buenos niveles

de precisión en la predicción, dentro del sistema que se esté estudiando. En primer lugar,

delimitar el nivel de análisis, que dentro del nivel psicológico funcional de las varia-

27
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

bles/parámetros13 de persona, varía a lo largo de un continuo desde variables/parámetros

muy situacionales a otros muy consolidados -hay otros niveles dentro de las varia-

bles/parámetros de persona, como el genético o el bioquímico-. En segundo lugar, habría

que operacionalizar los atributos o dimensiones (elaborar los instrumentos adecuados). En

tercer lugar, el estudio de posibles parámetros. Y en cuarto y último lugar, adecuación de

los diseños a los tipos de hipótesis (Pelechano, 1991).

5. Conclusiones.

En este trabajo hemos querido hacer un recorrido por el estado actual de los cono-

cimientos sobre las relaciones entre la personalidad y los trastornos de ansiedad y depre-

sión. Más concretamente, nuestro interés se ha focalizado en saber qué características de

personalidad tienen las personas que están en riesgo de padecer algún tipo de depresión o

de ansiedad.

El estudio de los trastornos de ansiedad y depresión ha sido abordado, en los últimos

tiempos -hasta bien entrada la Edad Moderna estuvo dominado por la teoría hipocrática–

desde dos enfoques principales: (i) los sistemas taxonómicos prototípicos (actualmente la

ICD-10 y el DSM-IV-TR) y (ii) la operacionalización científica de dimensiones o rasgos

(tanto de personalidad como de síntomas de ansiedad o depresión) y el estudio de relacio-

nes e interacciones. Si bien los sistemas taxonómicos han tenido la virtud de colaborar en el

conocimiento y la divulgación de los trastornos y su tipología, y de ayudar en la comunica-

ción entre profesionales, su aportación al conocimiento de la etiología de la ansiedad y la

13
Un parámetro es "… un atributo, constante o variable, que es externo al sistema pero que actúa sobre él. Se
trata de un elemento externo al sistema que no es contemplado en principio pero que posee una cierta relevan-
cia para el funcionamiento del sistema que se está estudiando. Este parámetro puede ser entendido como una
variable simple o como un sistema entero, que es externo al sistema que se está estudiando" (Pelechano, 1996
p. 351).

28
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

depresión y a determinar su diátesis, ha sido prácticamente nula (Beutler y Malik, 2002;

Pelechano y Pastor, 2005). Por el contrario, la aplicación de la metodología científica a la

operacionalización de las dimensiones de personalidad, tanto básicas como específicas, y

de los trastornos de ansiedad y depresión, unidos a los trabajos sobre genética, impulsados

por los nuevos conocimientos sobre el genoma humano, sí ha producido algunos resultados

relevantes en el pasado (Beck et al., 1979; Eysenck, 1967; Gray, 1982; Spielberger, Gor-

such y Lushene, 1971), y está generando una gran cantidad de trabajos que auguran un fu-

turo prometedor en el conocimiento de las características de personalidad y sus interaccio-

nes con los sucesos vitales estresantes, que pueden explicar los factores antecedentes pre-

dictores de la aparición de la ansiedad y/o la depresión (Clark et al, 1994; McCrae et al.,

2010; Naragon-Gainey et al., 2009; Zuckerman, 1999). De los estudios analizados sobre

dimensiones de personalidad que se vinculan a ansiedad o depresión, está claro que N pre-

dice los síntomas comunes a los dos trastornos, pero hay muchos problemas para encontrar

dimensiones de personalidad que se vinculen diferencialmente a la ansiedad o a la depre-

sión; incluso el PA/E, que en un principio parecía que predecía sólo depresión, se ha de-

mostrado que también predice algunos tipos de ansiedad (Naragon-Gainey et al., 2009).

Son prometedoras, por otro lado, algunas propuestas de dimensiones específicas de perso-

nalidad que parecen tener poder de predicción diferencial: la "sensibilidad a la ansiedad"

(Sandín et al., 2007; Taylor et al., 1991), vinculada a la aparición de fobias y ansiedad ob-

sesivo-compulsiva; y las dimensiones "dependencia" (en su faceta de necesidad) y "autocrí-

tica", que se relacionan con la aparición de depresión (Bieling, Beck y Brown, 2000; Blatt,

D'Affitti y Quinlan, 1976).

Los caminos que seguirá la investigación futura sobre la diátesis de la ansiedad y la

depresión probablemente se caracterizarán por: el empleo de investigaciones longitudinales

29
Ansiedad y depresión: Relaciones con personalidad P. González Leandro y M.D. Castillo

en los que se puedan obtener medidas premórbidas; el uso de instrumentos de evaluación

más sensibles, y la aplicación de metodología multivariable, especialmente modelos de

ecuaciones estructurales. Por otro lado, llevar a cabo este tipo de investigaciones exigirá

diseños complejos que podrían realizarse con mayor rigurosidad científica dentro de un

marco justificativo como el modelo de parámetros (Pelechano, 1988, 1991, 1996), que ya

ha producido algunos resultados relacionados con el tema que nos ocupa, como la delimita-

ción de los síntomas genuinos de la depresión (Peñate, 2001), y el análisis de las relaciones

entre el neuroticismo y algunos trastornos de personalidad (Pelechano y Pastor, 2005).

Por último, es de esperar que los conocimientos de la diátesis de la ansiedad y la de-

presión se sigan beneficiando de los avances que se están produciendo en otras disciplinas,

como el desarrollo de técnicas de neuroimagen y el mejor conocimiento del genoma hu-

mano.

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