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El chanchito goloso

A los tres meses Ponchi era un precioso chanchito


rosado, suave como el terciopelo, con sus orejitas
muy paradas y con sus colita enroscada como un
sacacorchos. Era gordito como jamás había
habido otro i g u a l e n l a g r a n j a , e r a
u n a v e r d a d e r a bolita de grasa.

Tal vez si uno lo hubiera d e j a d o e n


un cerro con un
p e n d i e n t e m u y parada! hubiera
rodado hasta abajo.

Era también gritón y llorón. Cuando


t e n í a h a m b r e c h i l l a b a fuerte, y los oídos de
quienes estaban a su alrededor parecían explotar.
Así para fue no gritara de esa manera y
m a n t e n e r l o c a l l a d i t o l e daban a cada
momento una deliciosa mamadera llena de leche.
Ponchi creció y contigo siendo muy regalón. El
único problema era que cada vez fue se ponía
más y más mañoso. (No le gustaba la comida
que comía los chanchos y siempre quedaba con
hambre.) U n d í a , m a l a c o n s e j a d o p o r s u
a m i g o p e r r o p l a n e ó u n a s a l t o a l gallinero
donde siempre había deliciosos y frescos huevitos.
Pero no contó allí la presencia de unos
guerreros terribles, cubiertos de plumas
brillantes y en la cabeza una cresta muy roja y
en los talones unas puntas que hacían daño. Así
nuestro pobre chanchito goloso sólo alcanzó a
probar dos o tres huevitos cuando sintió sobre "l
mil picotazos, que dolían mucho, en su hocico,
en su cola, en todas partes. Pobre Ponchi, ya no
recuerda como salió de allí. Solo sabe que juró
nunca más ser un chanchito mañoso y muy seguro
que al gallinero, al menos que lo inviten, no volverá
jamás

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