Durante un rato los dos permanecieron en silencio hasta que llegado el momento
la mujer se dirigió al conductor y le aconsejo que aminorara la marcha y circulara
con más precaución.
El hombre le hizo caso y fue más despacio. Hasta que se dio cuenta de que
acababa de atravesar una curva muy peligrosa.
En ese momento desapareció del vehículo, sin dejar otra huella que el asiento
aun húmedo.
Cuentan que desde que perdió la vida en esa curva vaga por las noches haciendo
autostop, subiendo a los coches. Dicen que los que le hacen caso atraviesan esa
curva sin problemas pero que los que no mueren despeñados por el precipicio.
N. L. 20