El poema «Babel» se encuentra en el momento de la estética modernista la disciplina necesaria
para su aglomeración. La escritura abre así un territorio hospitalario; entre las palabras, el ritmo y la medida. En el poema el hogar no debe tener rasgos elocuentes que llamen la atención: “Dulce hogar sin estilo”. El poema debe formarse “de un solo golpe y de una sola pieza de cera tornasol”. Por eso, las palabras que lo integran se forman de una sola pieza, a la que no se puede quitar ni poner nada. Vallejo compara el lenguaje del poema con la cera. Es tornasolado por ser capaz de reflejar todos los colores, todas las emociones humanas. A la vez, el lenguaje, como la cera tornasol, es plástico y cambiable. En «Babel» se lee «El hospicio es bonito; aquí no más», también se lee: «¡Y otras se pone a llorar!»; seguridad y peligro, gozo y aflicción son signos distintivos de la morada. En el llanto que se desliza se halla incógnita la voluntad de fuga hacia otros parámetros estéticos.
TRUENOS- Dios
El poema «Dios» se ha entendido como la representación de la impotencia de Dios, ocasionado
por el rechazo de su propia creación (“Como un hospitalario, es bueno y triste; mustia un dulce desdén de enamorado: debe dolerle mucho el corazón”). En este poema, se caracteriza a Dios como impotente ante el desamor de su creación, pero además con una ligazón a la humanidad tanto en la espacialidad como en el tiempo: “Siento a Dios que camina / tan en mí, con la tarde y con el mar”. En otras palabras, se le ubica como si ocupara la misma posición que su creación, y no estuviera fuera del mundo donde esta se desenvuelve. Aquello es reforzado por el uso del “nosotros” en varios versos (“con él nos vamos juntos” y “con él anochecemos”) y la sensación de pena del yo poético que siente por este Dios: “Yo te consagro Dios, porque amas tanto; / porque jamás sonríes […]”.