Pero hablar no es siempre una virtud. Las palabras pueden ser, en ocasiones,
perjudiciales y causar daño al alma y al espíritu. En esos casos, es mejor que
la boca no las pronuncie.
Nuestros Sabios nos enseñan que muchas veces es más importante guardar
silencio que hablar, y nos advirtieron acerca del peligro de la verborrea.
Rabí Shimón dijo: "Me crié entre los Sabios y no encontré nada mejor para el
cuerpo que el silencio". Callar puede evitar muchas calamidades.
Según el Talmud, el hecho de que el hombre haya sido dotado de dos oídos y
una sola boca es una clara señal de que debe oír mucho y hablar poco.
El Talmud dice que una persona que se halla en un confín del mundo puede
matar a otra a gran distancia sólo con el recurso de la lengua, cosa que no
puede hacer un revólver.
Rabí Shimón bar Iojái dijo en cierta oportunidad: "Si hubiese estado a los pies
del monte Sinaí durante la entrega de la Torá, le habría pedido a Di-s que a
partir de ese instante creara al hombre con dos bocas, una para estudiar Torá y
otra para cumplir con todas sus necesidades personales". Pero luego se
retractó y dijo: "Si con una sola boca sus calumnias se tornan insoportables,
con mucha más razón sería inaguantable si llegara a tener dos bocas.
Rabí Shimón ben Gamíjel envió cierta vez a su criado Tavi al mercado,
encargándole que le trajera el mejor manjar posible. El criado fue al mercado y
compró una lengua. El Rabí le pidió entonces que le trajera el peor de los
alimentos. Tavi regresó al mercado y trajo otra vez una lengua. Interrogado por
su extraño proceder, pues para ambos pedidos había traído el mismo alimento,
el sabio criado respondió: "Cuando la lengua es buena, no hay nada mejor que
ella; pero cuando es mala, nada es peor que ella".
De todos los órganos del cuerpo, la lengua es la que se mueve con menos
dificultad y a mayor velocidad, y por eso se cae con tanta frecuencia en lashón
hará - hablar mal, chismear.
Para ser salvado del chisme, pedimos diariamente a Di-s en nuestras plegarias
de shemoné esré que impida que hablemos mal de otros. Cada persona debe
preocuparse de sus propios defectos y limitaciones, para superarlos, y no
olvidar que las imperfecciones que ve en los demás -como enseñaba el Baal
Shem Tov- no son más que proyección de las propias.
De alguna manera, la lengua es para su dueño más importante que los pies.
Cuando una persona tropieza y cae, cura rápidamente; pero cuando la lengua
se enreda, puede hacerle perder la cabeza.
"El hombre puede aprender del telégrafo que cada palabra cuenta, ya que se
paga por cada una de ellas, y del teléfono, que lo que se habla aquí, se
escucha allá".
Cuán bueno sería que cada uno de nosotros supiera de memoria algunos
pasajes de los Salmos, la Mishná o el Tania, u otros libros sagrados, para
poder repasarlos verbalmente a cualquier hora y en cualquier lugar (donde
estuviera permitido pronunciar palabras sacras), constituyéndose así en un
filtro eficiente para la purificación de la atmósfera.
En referencia al futuro mesiánico está escrito: "Una piedra gritará del muro, y
las ramas de los árboles le responderán". Ahora, las criaturas inanimadas
guardan silencio. Se pisa la piedra, y ella calla; pero vendrá un tiempo de
revelaciones, cuando los objetos inanimados hablarán. Ellos interpelarán al
hombre y le preguntarán si habló palabras de Torá cuando las pisaba. Si las
personas no repasaron mentalmente temas de Torá mientras caminaron por la
calle, la tierra les recriminará: "Tampoco tú eres mejor que el animal".
“Dios mío preserva mi lengua del mal y mis labios de hablar mentiras. Que mi
alma sea insensible frente a los que me injurian y mi alma sea como polvo
para todos. Abre mi corazón a Tu Toráh para que mi alma guarde Tus
preceptos. Y de los que traman mal contra mí, anula con prontitud sus
disposiciones e interrumpe sus maquinaciones. Hazlo por amor de Tu Nombre;
por Tu diestra; por Tu santidad; por Tu Toráh. Para que sean liberados Tus
amados; salva con Tu Diestra y respóndeme. Que las palabras de mi boca y la
meditación de mi corazón te sean gratas, Ha-Shém, mi Roca y mi Redentor. El
que mantiene la paz desde Sus alturas; Él, con sus piedades nos dé la paz a
nosotros y a todo Israel. Digamos ahora: ¡Amen!