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Capítulo 1

Ldo comenzó por u� programa de televisión. Y co­

menzó un día por la tarde, martes, o miércoles, en que

Natalia, junto a su familia, pasaba el rato en el cuarto de

l a televisión. Que estuvieran juntos los cuatro (Yubire,

Vlado, el pequeño Airan y ella) era una rara circunstan-

i a ya que Yubire, la madre, no paraba mucho en casa. Pe­

ro aquella tarde atendía con interés cierto programa arre­

I lanada en el viejo sofá malva, entre miles de cojines, y

d c a n s a b a las piernas sobre una silla de escay marrón.

V l a d o , junto a ella, también miraba la televisión y los ni­

n o s jugaban a los garajes en el suelo. Parecían una fami­

I i , feliz, y seguramente lo eran. Yubire y Vlado descasca­

, i l l a b a n con rapidez pipas de girasol y bebían coca-cola

p11 grandes vasos de plástico. Era verano y por la venta-

1 1 c 1 ompletamente abierta se colaban los últimos restos u

d1· S l.
En la pantalla, un hombre charlatán de poblado bigote -Calla, que no oigo -respondió Yubire. Había dejado

planchado llamaba la atención de Yubire. Hablaba sonrien­ de triturar pipas y sin perder de vista al presentador, tomó

te dirigiéndose a la cámara y el bigote se movía al compás un pedazo de papel y un bolígrafo para apuntar la direc­

de los labios como un caballito de feria. Llevaba corbata ción que en esos momentos daba para todos los telespecta­

ancha sobre camisa de gruesas rayas oblicuas y la america­ dores. Luego se dirigió a Natalia:

na que vestía proyectaba destellos de color azul. -Nata, cariño, ¿has oído? Piden niños para Un minuto

-Oh, scumpa mea -protestó Vlado-, cambia la canal, de gloria.

este hombrrre habrrra demasiado. Me enloquece . . . - Y a mi qué -respondió N atalia acoplando en la pla­

Uy, perdón. Aún no he presentado a Vlado. taforma elevadora del garaje un pequeño Chevrolet rojo

Vlado era el hombre que últimamente más rato pasa­ fuego al que le faltaban dos ruedas. Mientras, su herma­

ba con ellos, un personaje amable y desinteresado que, en nito Airan alineaba filas de coches; unos aquí, esperando

realidad, hacía poco ruido. No era el padre de los niños. El ser revisados por la mecánico Natalia, otros allá, aparca­

padre verdadero había salido una noche a beber un trago dos. Y alguno más acullá, a la cola del tren de lavado.

con los amigos y aún no había regresado. No era la prime­ Aquel martes o miércoÍes por la tarde, el programa Un

ra vez que lo hacía pero aunque podía estar fuera de casa minuto de gloria solicitaba niños que quisieran acudir a

semanas o meses, al final siempre volvía. Esta vez era di­ ' l . No era lo habitual, normalmente solo asistían adultos

ferente, faltaba desde antes que naciera Airan y Yubire ya y que pudieran ir niños constituía una rara excepción. De

no lo esperaba. Así que estaba sola. Hasta que apareció Vla­ l ntos sería desaprovecharla. Un minuto de gloria tenía

do. Vlado quiere decir Vladimir, o Vladislavo, o Vladoberto, mucha audiencia, lo anunciaban como el programa estre-

pero cualquiera de esos nombres era demasiado largo para 1 1 de la televisión. El planteamiento era sencillo: los con­

pronunciarlo entero. Por eso para todos siempre fue Vlado. cursantes elegidos mostraban en pantalla aquellas cosas

Por su parte, Vlado llamaba a la madre Iubire . . . o Yubire qu mejor supieran hacer. A menudo las cámaras de tele­

(Yubire esto, Yubire lo otro . . . ), que no era su nombre ni na­ vi s i ó n seguían al aspirante a famoso hasta su casa, a su lu­

da que se le pareciera pero que algo quería decir en su idio­ g , 1 r de trabajo, al club donde se reunía con los amigos, al

ma. Porque Vlado era extranjero. Venía de un país muy frío p . i r q u e donde paseaba a los niños, y entonces el concur-

donde el invierno duraba diez meses y no terminaba de .t 1 1 1 chorreaba intimidades por la boca como si fuera un

acostumbrarse a la temperatura de aquí. Por eso no trabaja­ g, i f o in cerrar.

l.2 ba. En verano sobre todo, nuestro clima caluroso le ahoga­ N a d a original. Un programa más. En realidad un pro­ 1.3

ba y además le producía somnolencia crónica y total. d u c l o bastante explotado.


-Nata, tesoro -insistió Yubire-, es para un especial de cuanto a Vlado, que no vivía en casa de manera habitual,

Navidad. Esta vez piden niños . . . tampoco suponía gran ayuda; ya he dicho que era bastante

-Pues que pidan. desinteresado, y tan terriblemente flaco que solo muy rara

-Podrías cantar esa canción en chino que te sale tan vez comía. En realidad era tan flaco que casi «no e r a » .

bien . . . Yubire entre tanto ya había decidido presentar a Nata­

-¿Qué? Ni hablar. lia al especial navideño de Un minuto de gloria aunque no

-Y en Londres, hija, el especial se grabará nada menos ignoraba que sería difícil que la llamaran precisamente a

en Londres . . . ella porque ¿ cuántos niños o cuántas madres de niños ha­

-Como si se graba en Cuba. brían tenido la misma idea? Y lo había decidido por dos

-Viajaríamos a Londres . . . los cuatro . . . ¡ A y ! Me muero razones: quería viajar a Londres, su sueño desde siempre,

por conocer Londres . . y quería el dinero que recibirían si Natalia resultaba elegi­

-No. da para la emisión. No era lo que se dice una «perfeccio­

-Ganaríamos dinero . . . bastante . . . nista», pero que su viejo piso necesitaba una reforma era

-Que no. algo evidente. Asimismo ciertos muebles de la casa ( como

- . . . Y luego, después del programa nos llevarían a todos su cama, que solo tenía tres patas y la cuarta había sido re­

a cenar, lo ha dicho el presentador, una suculenta cena de emplazada por un cajón de madera, o el armario de los ni­

Nochebuena con todo tipo de manjares, deliciosa . . . calen­ ños, desde hacía mucho sin puertas) pedían a gritos una

tita . . . renovación. En el baño, la cisterna perdía agua y la ducha,

Natalia levantó la vista del garaje y soltó una exclama­ alpicada de herrumbre y corroída, se resistía a la limpie­

ción: «¡Calentita! ¡ H u m m ! » . Natalia adoraba la comida ca­ za más elemental. Además, el lavabo goteaba y al hacerlo

liente; más que adorar, era su debilidad: una sopa humean­ antaba chop-chop.

te, un filete bien tostadito, patatas fritas que te quemaran Así que mandó por correo electrónico, resumidos y en

la boca . . . Yubire siempre estaba demasiado ocupada como nombre de su hija, los doce años de vida de Natalia, con

para cocinar, o no tenía ganas de hacerlo, o cocinaba antes u na foto actual de la niña y no olvidó señalar que sabía

de marcharse a trabajar y Natalia solía tomar los alimentos .antar en auténtico chino mandarín una preciosa canción.

fríos. Sabía que una niña no puede andar con fuego, y en­ Y estaba. Se frotó las manos ilusionada y a partir de aquel

cender la cocina de gas estando sola en casa era algo super­ e l ía vivió esperando una contestación.

prohibido. ¿El microondas? Hacía tiempo que se había es­ La contestación llegó unas semanas más tarde, tal vez

tropeado y Yubire siempre se olvidaba de comprar otro. En 1 1 1 mes, cuando Natalia había perdido todas las esperan-
zas de que eso sucediera y cuando Yubire ya no se lanzaba -Tonterías -dijo Yubire por toda respuesta. No pensa­

ba permitir que nadie le aguara la fiesta.


a cualquier hora, frenética de impaciencia, a mirar el co­

rreo en el ordenador. Y llegó en forma de carta, en un so­ Ni que decir tiene que Natalia superó las pruebas derro­

tando a montones de niños que se quedaron con un palmo


bre rectangular de proporciones más que regulares. Todo

él estaba lleno de letras: letras grandes, pequeñas, letras de narices. Lo consiguió cantando esa graciosa canción en

chino que había aprendido tiempo atrás, con la ayuda de


enredadas, rojas, violetas, letras que formaban palabras y

su amiga Shao Li. Yubire peinó a Natalia para la selección


frases bastante ilegibles. Pero la dirección y el destinata­

rio se leían claros y negros, con correctos caracteres im- con dos coletas tirantes, empapadas de colonia, e hizo una

rayita negra delineando sus ojos. Aunque no era tan more­


presos:
na ni tenía la cara redonda, parecía una verdadera oriental.

NATALLA TAL y CUAL La ropa (china) que vistió para la ocasión, se la consiguió

por poco dinero en el bazar chino que había a escasos me­


CALLE DE LOS CURTIDORES NÚMERO 5 PISO l.Q

tros de casa.
U N A C I U D A D CUALQUIERA - DISTRITO XXXXX

Durante los meses previos a la grabación del programa,

Yubire recibió algunas cartas más. También una llamada


Y esa, sin duda, era ella.

Por poco se pegan por abrirla. Dentro venía la carta, un t lefónica. Luego, con la Navidad a las puertas, llegaron los

billetes de avión. Cuatro. Y otra carta, la última.


pliego de un delicado color amarillo verano, precioso. Ya

La última carta que recibieron en el número 5 de la ca-


casi nadie enviaba cartas. Olía a madera de árbol, padre del

11 de los Curtidores ante de emprender viaje a Londres


papel. En ella invitaban a Natalia y a su familia a acudir al

i b a dirigida a Natalia personalmente. Pesaba. Llevaba en


especial navideño de Un minuto de gloria que se grabaría

s u interior una llavecita metálica de un brillo y b e l l e z a ex­


en Londres, durante las próximas navidades, en los estu­
1
I r ordinarios. La llavecita tenía forma de un manojo de
dios de la BALLOON S lNTERNATIONAL T. V.

Pero tenía que superar una selección. Y había muchos ri n o globos pintados con esmaltes, cada uno de un color,

y le los que salían los dientes de la llave propiamente di­


niños que, como Natalia, habían sido preseleccionados.

-Y bien, Nata, ¿qué te parece? Iremos a Londres los < ho . De nuevo un perfumado papel y unas palabras:

cuatro y ganaremos mucho dinero.


Querida Natalia:
A la madre se le saltaban las lágrimas de júbilo.

-Mamá -dijo Natalia-, primero me tendrán que selec- f Je aquí la llave de tu felicidad, la que te identifica ade-
1.6

111,h orno concursante elegida para el especial navideño


cionar, no te hagas ilusiones.
de Un minutó de gloria. No la pierdas. Si consigues abrir
Capítulo 2

la puerta que esta llave cierra, un sinfín de sorpresas que

ni imaginas te estarán esperando. Pero debes estar ahí, en

el lugar adecuado y en el momento justo. Es decir, el 24 de

diciembre de este año a las ocho en punto de la noche en

nuestros estudios de televisión. No te retrases ni te adelan­

tes, es muy importante. Después cantarás tu canción y lue­

go celebrarás junto a tu familia la cena de Nochebuena.

y firmaba el responsable de la BALLOON S I N T E RN A T I O N A L

T. V. Al pequeño Airon le brillaron los o j o s de deseo al ver

la fantástica llavecita.

-Está chula -dijo-. Me gu ta . . .

Como la llave tenía un agujero en la parte superior, en­


En realidad, e difícil perderse, o/o hay que buscar la
tre dos de los globos, Natalia lo atravesó con un cordelito
tación de metro de Heathrow, de la línea Piccadilly, la úni-
fino y se la ató al cuello. Por nada del mundo se la hubiera
q ue llega al aeropuerto. Pero antes, habréis tenido que
dado a su madre en custodia; bien sabía que era capaz de
c1bandonar la pista de aterrizaje y, ya en la terminal, habréis
perderla.
l nido que esperar de pie, junto a la cinta transportadora, a

qu os devuelvan el equipaje. Luego, con las maletas a cues­

l,1 , os dirigís al metro, está indicado, y una vez allí, esperáis

, t i tren, os subís y ya está.

Claro que, para eso, es imprescindible haber viajado en

.ivi n. Y más concretamente a Londres.

N . i t a l i a camina deprisa por los pasillos de la terminal del

. i t • r e puerto, casi corr . Un corto trecho por delante va su

1 1 1 , 1 d r junto a Vlado, mezclados ambos con la gente, y no


1.8
q r r r c · r despistarse. Y la verdad, cuesta seguirlos. Las pier­

" · " ' de Natalia tropiezan a menudo con la bolsa de bando-


P asa el rato. N atalia y A iron al pri n cip io no se mueve n ,
lera demasiado grande que lleva a la espalda. De su mano

des p u é s A iron q uiere ju gar a « D e l a H a bana vi e ne un ba r ­


tiran hacia atrás los deditos gordos y pegajosos de azúcar

co». A N ata l ia no le a pe t e c e. P re fie r e o bserva r a l a ge n te.


de su hermano Airon, que siempre elige ir con ella.

Hay m uchí sim a . De to d a s l a s ra z as y est i l o s. S e ñ o r a s con


-Agárrate a la bandolera, Airon, se me resbala la mano.

b u enos a b r ig os , hom b r e s t ra j ea d o s con un mal e tí n y el pe­


¡ Y corre!
r ió dico b a j o el bra z o , jóve n e s de l arg o c a b el los con mochi­
-Estoy cansado -se queja por toda respuesta el peque-

las y bo lsas , m uj ere s de p i el os cu ra que visten s a ris multi­


ño Airon.
co l ores ; t ambié n se v e n ár a be s co n c hila bas e indi o s c o n el
Natalia decide ignorar la última orden dada y sujeta

clá s i co tur b a n te s i j . A h ora el p e qu e ño A i r o n, pa ra entrete­


con más fuerza la mano de su hermano.

n erse , da vu eltas a l red ed or de u na s ola ba l d o sa como una


-¡Puajl ¡Vaya pringue!

p e o n z a . P or lo b a j o canta u na canción.
Recorren pasadizos, dejan atrás cafeterí a s y t i endas ,

Yubi re y Vlado re g r es a n ju nto a los niñ o . Llevan l o s


pu e s t os de aduana y p o licí a , de s c ubre n salas . Ah o ra b a j a n
l i lletes de metro e n la ma n o .
escale ra s. Y siguen c orr i e nd o. Aunqu e lo es p ac io s s o n in­
-Andando, h i j o s .
mensos, la e s tac i ón de m etro ya no puede qu edar l e jo .

E n las pue rtas a u tomáticas Yubi re va in er t a ndo l os


Ha n llegado p o r fin. N a ta lia reso p la fat i gada mien t ra s

bill tes de l o s niños p o r la r a n u r a: p ri mer o e l de Nata­


su madre es t udia l o s al re d e d or e s b uscand o las v e n tan i llas

[ i a , que lo reco g e al p as a r , u na ve z l e ído y ar r o jad o p o r


que e xp e nde n lo billetes. N o es f á cil : d esc o n o cer el i d i o ­

l , 1 máq uina , l u e g o el de A iron , después el suyo. Vlad o va


ma no ayuda y además la e s tac ió n es grande, está a b arro ­

1 • 1 1 ú l t i m o l ug a r, cerra n d o l a c a r a v a n a . Ai r on quie r e su bi­


tada de gente y mir e s d ond e m i r e s , un c o lor in de fi n i do y

l l 1 • t r y Y u bi re c o n s i e n t e en d e j á r s e l o , que lo mi r e, q u e l o
monóton o lo i mp r e gna e iguala t o d o .
l n q u b i e n , y que l u e g o s ea N atalia qui e n lo g ua rde, jun­
-Ahí e stá-dic e Yubi r e-. Cu ida de tu hermano que vuel-

i o ro n el suy o , p ara p od e r u t i l i z a r l o más ta rd e , a la salida


vo en s eg u ida. ¿M e acom p a ña s , V lado ?
c l t ' I 111 tro.
Yubire se vuelve antes de d iri g irse de fi nitivamente a

d nuevo a c ami n a r.
las ta quill a s para advertir al p e q ue ño A iron que sea f o r m a l

I I a y mucha gente en la estac ió n . ¿Lo he dicho y a ? De-


y no se s e p ar e de su tata.
1 1 1 . 1 � i c 1 c l a . El j aleo es e no rm e. N a ta l ia s e a j usta con dificul-
-F orr rm a l ito -repit e Vlado chocando l o s cinco con el

1 . 1 c l l , 1 bando l e r a y cui da de no p er d e r de vista a Yubir e y a


pequeño Airon y guiñánd ole un o j o -, como u n ho mbrrre.

l . n l u [ u e tam b i é n a v an z a n como pu e den int e nt a nd o no 2:J.


Y el pequeño A iro n repite a su v e z :
20

1 ·
1
1lp1•i11 a n a d i e con sus pe sada s male tas. A v e ces, e n tre el
-C o mo un hombre.
-¡Mamá, m a m á ! -grita Natalia atascada.
tumulto, las dos siluetas conocidas desaparecen y Natalia
-¡ Sube, h i j a ! -dice Yubire estirando el brazo para aga-
pierde entonces el punto de referencia.
. M ' dé d esta's71 rrarla.
- ¡ M a m á ! -grita Nata l ia-. ¡ a m a , ¿ on e · · .
- ¡ M a m á ! ¡ N o puedo!
De pronto el gentío frena sus pasos, casi no le permite

- ¡ N o sueltes a tu hermano! ¡ Y s u b e !
andar. Desde su baja e tatura no ve delante de sí más que

Todo sucede precipitadamente y en medio de una gran


cuerpos que se interponen entre su madre y ella forman­

confusión. No es extraño que nadie repare en una niña


do una tupida barrera. Del pasillo principal, surgen otros

que forcejea para alcanzar a su madre y que lleva un niño


pasillos que despistan a N atalia, brazos de un árbol a los

agarrado de la mano.
que es difícil llegar.
- ¡ M a m á , m a m á ! ¡ E s p e r a ! ¡ N o puedo pasar!
' ' 1
-¡Mama, mama.
Y entonces Vlado hace intención de bajar. Va a bajar
Yubire ha girado hacia la izquierda y está parada jun-

d 1 metro, va a abrirse camino a empellones si es preciso y


to a las vías, menos mal, ahora la ve, en primera línea, es­

v a recoger a los niños, pero en ese momento las puertas


perando la llegada del metro. También distingue la cabe­

s cierran de golpe con un gran chasquido sincronizado,


za despeinada de Vlado que, alto como es, sobresale e�tre

t o d a s a la vez, y aunque Vlado y Yubire, sin movilidad ni


todas como un palo mayor. Y ellos, los niños, en realidad

espacio por la aglomeración, las golpean y tratan de abrir­


solo están unos pasos detrás. Pero Vlado se ha agachado

l . i s a manotazos, el tren arranca con un chillido agudo, co-


porque quiere ayudar a Yubire sujetando las dos maletas

111 de gato enfadado y viejo.


para que ella se mueva con mayor comodidad. Vi �o y no
Natalia y el pequeño Airon se han quedado fuera. So­
visto, como si se hubiera esfumado, y aparece mas gen­

l,>�. n Londres. En la estación de metro de Heathrow , de


te una verdadera muchedumbre. ¿De dónde ha s a l i d o ? El

l.1 1 ín a Piccadilly.
rren llega y se detiene. Las puertas se abren y Yubire su­

'1 tren desaparece, ya no se ve ni el último vagón.


be seguida de las maletas y de Vlado. Mientras lo hace se

la muchedumbre, como por arte de magia, ha desa­


vuelve buscando a sus hijos.
p.11 <' i d o también.
- ¡ N a t a l i a ! ¡Subid rápido! ¡Rápido, hija, que cierran las

N a t a l i a no está muy asustada. Está segura de que Yubi-


puertas!
1 1 • l1.1jdf n la pró x ima parada, tomará otro metro de vuel-
y al decirlo, agita el aire con una de sus manos.
1 1 " 1 lc• throw y en pocos minutos se hallarán reunidos de
Natalia no puede pasar. Y no digamos Airon. La gente

11111· o . i n so l tar al pe q ueño A iron de la mano, permane- 23


no les deja. El mundo entero tiene prisa y quiere subir a
22
1 , d1· pie, j u nto al andén, esperando ver a p are c e r a s u m a -
un tiempo.
tiene re l o j, p ero habrá alguno de p ar ed en algún l ug a r de
dre de un momento a otro. Sabe que llegará a otra parte de

H eat h ro w . N o pi ensa b u scar l o , por n ada d ej a ría al pequ e­


la estación, a donde llegan los trenes que van en sentido

ño Airo n dor m ido y solo. Esperará. Su m ad r e no pue d e


contrario pero también sabe que cuando un niño se pier­
tardar muc ho .
de, nunca debe abandonar el lugar en el que se ha perdido

Poco a p oco le va venciendo el su e ño, cada vez le c u esta


hasta que regresen a por él. Es La Ley. Airon se queja:

más mantenerse despierta, pero no se dormirá. P ar ece r ía


-Estoy cansado . . .
una niña abandonada. Se m ant ie n e en p osició n erguida,
-Aguanta un poco más. Mamá viene enseguida.

natural . N a d i e debe notar que e tá so la , con la ú n ic a com­


-¿Dónde ha ido?
pañía de Airon, un niño de cuatro año s de ed a d.
-A comprar caramelos.
Y recuerda un hecho que sucedió pr e c i sa men te hace
-¿Para mí?
uatro años, cuando su hermano nació. Lo evoca e ntume­
-Para ti.
ida de cansancio, a un paso de la frontera del Te r rito r io
-¿Y para t i ?
ueño. Y ubire, que por entonces aún no era Yub ir e, ino
-Sí, también para mí. Vamos a inflarnos de caramelo

sim p lemente ma m á, estaba en casa con Natalia y ella le


-Estoy cansado . . .
,1 ar i ciaba u enorme barr ig a. A N at al ia a qu e ll a p an za re­
Llegan y parten tr e nes. Vi a j eros car g ados con pesad a s

d nda y abu l tada le recordaba a la del v i e jo c ar b on e r o que


mal et a s s ube n y b a j a n de e llos y mientras , p asa el tie m po.

r o d a s las nochebuenas bajaba del m onte, ju n to a su as n o, a


Pero Yubir e no a p a rece . Natalia se im p ac i enta , em p ie z a a

, c•p rtir juguetes a lo c h iqu i l l o . Por aqu el ti e mp o era n fe­


alarmarse, su herm a no protesta de nue v o , <l ema iado abu­

l rr: . Ma m á y e l la. N o echaban de m e no s a papá. No t en ía n


rri d o o d e m a s i ado harto de estar de pie. De ac u erdo : es p e ­

g , . r n d e s cosas, pero tampoco ne ce s i t a b an mucho más. Ma­


rará n sen t ad o s en un ba n c o , en uno cer c ano , desde donde

" 1,í I contaba que había un bebé al l í d entro po r q u e sabía


vean el lugar que ac a ban de de j ar. C uando uno se p ierde ,

l . 1 r l u i ó n que a N atalia le h acía t e n e r un herma n ito. A r a -


nunc a d be a b an d on a r el l u g ar en el que se ha p erdido ,

1 1 1 c·I b bé se estiraba, demasiado encogi d o en su pequeña


se rep i te Nat a li a con in s i stenc i a. D ado que Y u b i re es ba s­

r 1 1 1 1 . 1 h u m a n a , y entonces se po d ía ap r e cia r el movimie n to


tante de p i st a da y no es la p ri m era v e z que descu i da por

o1 1 , . i v é de la b arr i ga, blando, c o mo ol a s de are n a . Las dos


e r ror a los niños, se tr at a de una l ec c i ó n bien a p rendida.

1 P 1 . t 1 1 : m a m á le aseguraba que aqu e ll o no era d o loroso, si-


En el b a nc o , el pequ e ño A i ron se queda inmediat am ente

1 1 1 1 1 ocio I c o ntrario.
d or mi do.

1 1 1 1.i l I visi ó n encend i da a p ar e ció i n u n dando t oda la


S igue pas a n do el ti e mpo. S aturno devora las hor a s co-

1 1
1 1 1 1 . i l l . i la abeza de la magnífica g a rz a r e al lla m ada airón
mo si fueran h i j os v a r o n e s. ¿C uántas? N atal i a no sa b e , no
como la que a cos tu m braba a t o m a r . Así, N atal i a d e scu bri ó
justo cuando mamá comenzó a notar que el bebé llamaba

que la Ju anam ari del cuarto ha cí a las m e j o r e s tort i lla s del


a la puerta de la barriga -toe, toe- porque quería salir.

mu n d o , ya fueran de j a món, de mi g a s de atún o de p e r e j i l ;


-Creo que el bebé viene ya, querida.

-¿Sí? -preguntó Natalia dando un brinco en el sofá-. m ientr as que la Ju anamari del t e r c ero (p or que había dos

J u an amari s en su esc a l era ) a liña ba la p a s ta como n a di e :


¿ Cómo lo s a b e s ? Yo no oigo nada . . .

m a c arro n e s h o rnea dos con ajo y t om at e, l asañ a recubier­


Mamá disimuló una mueca de dolor.

-Llama de la misma forma que llamaste tú. Es incon-


ta de fina bechamel o c anelon es rel le n os de híg a do de cer­

do a d ere z a dos con s a lsa r o ja de c eb o l l a y p i m entón . O tra


fundible.

v eci na a la que lla m aban P a sc uala (p or qu e su m ar ido era


El airón se pavoneaba delante del resto de las aves del

P a scu a l) la invitaba siemp r e a d e s a yun ar . Los d e s a yun o s


humedal donde habitaba y agitaba su penacho de suaves

n c a s a de Pascu a l a e ran una fi e s ta d i a r i a : z u m o de naran­


plumas ence nd i d a s. Er a en verdad h er mo sísi m o.
j con a zúc ar, tortita s d ul c e s c horrean d o l ec h e c on d en s a ­
Mamá lo contemplaba s uj et ánd ose la bar r i g a. A ra t os

l , ce re al e s c on yogur , e ns a l a d a de plá ta n o s y k i wis , empa­


se l ev a ntaba y paseaba, otros v ol ví a a sentar s e en el so fá .

r d a dos de me mb r i ll o y m anteq u il l a y, p ar a ter mi nar , un


Emitía unas r e spir ac iones muy raras. N o h abía t er m inad o

d licioso ta zón de choc o la te c ali ente .


aún el documental en la tele cuan do a ella se le esca pó un

En alguna oc a si ó n Na talia se q uem ó la l en g u a , incapaz


qu e j i do.
- H i j a - d ijo a Natalia-, e sto av anza y no pu ede es p erar.
, I< r unir la p a cie n ci a n eces aria para e sp er a r a que el cho­

' ole l e e nf r i ar a un p oco.


E s taré fuera u n os dí a s, los n e cesa rios para qué el bebé re - .

A l o s tres dí a s, mamá r e gre s ó a c a s a . Traía en sus bra­


c o rra el camino des d e la b ar ri g a a m is brazos.

:ws d i b bé. T ra í a t a mbién una am pli a s o n r is a .


-¿ Unos dí a s? ¿Cuán t o s ?
N ta , hija, mi ra a tu h erman o. Es d i vi no . N o ha na c i do
-Oh, dos o tres. El bebé es pequ e ñ o y cami n a muy des-

, 1 1 <'�to días otro com o é l .


pacio.
N,llc l i a se e s t i ró para ver de c er c a el bulto so nr os a d ito
-¿Y yo? ¿Me quedo sola?

De ningún m od o , le contestó m a má, las vecinas se ocu-


' I ' " ' pon ba su madre. D or mía c omo un b e n dito y ol í a a

u i ulln, a b soy a t a lc o .
p ar ía n de ella.

-Tendrás muchas m a d r es en l ug ar de u n a. Pero solo


, S<• 1 r ce a mí ?

l.� i d ' nti o, h ij a , i d én ti co. N o habrá n iños más boni-


por unos dí a s, ¿ e h ?
1 , , 1
1
1 1 toda I iu d a d .
Eran buenas las vecinas. Cu al q uiera estaba dis p ues t a

lla m a?
a darle de comer. Y comida calentita, nunca fría y p asa d a ·' • ('() 1
Mamá acostó al bebé en la cunita que en días anterio­ tan inteligente y guapa necesitaba una buena educación.

res había dejado preparada para él. Viviría con otras niña igual de inteligentes y guapas, e iría

-Airon, se llama Airon. Y así debes llamarlo. A él le en­ al colegio. Todos los días. Por supuesto que su madre po­

señaremos, si te gusta, que te diga « T a t a » . dría acudir a visitarla, una vez cada quince días, según las

El caso es que entre unas cosas y otras, mamá se olvidó normas. Mamá, con el bebé en brazos, no quiso salir a la

de mandar a Natalia al colegio. La verdad es que se olvidaba puerta para verla partir, pero le había prometido que aque­

a menudo de cosas importantes, no tenía buena memoria, llo era temporal y que muy pronto se reunirían. A partir de

siempre lo decía, y era muy, muy despistada. Debió de fal­ ese día comenzó su vida en el centro de acogida.

tar a clase muchos días, Natalia ya no lo recuerda. Fueron

sin embargo días de dicha en los que ambas compartieron Sentada en el banco de la estación de Heathrow Natalia

las delicias del bebé y en los que ninguna de las dos imagi­ de pronto se estremece. Y lo agradece, así se espabila, casi

naba que con pasos silenciosos se iba acercando para ellas s había quedado dormida. No suele querer recordar su vi­

el Tiempo Peor. Y así, en algún momento de aquella felici­ < 1 en el centro de acogida y cuando lo hace, como ahora,

dad, una mujer comenzó a aparecer por casa. Era educada s1 mpre se estremece. Y s i n embargo allí jamás la trataron

y seria y atiborró de preguntas a Natalia y a su madre. Em­ m l y la comida nunca estaba fría. Pero se acordaba sin ce-

pezó a curiosearlo todo, a husmear en armarios y habita­ . i r de su madre y del pequeño Airon que iría haciéndose

ciones, revisó el baño, la cocina y lo que en ella había, abrió g 1 a n d e sin ella.

la nevera y fisgó en pucheros y cazuelas. D i j o que algunas r años. Tres largos años pasó Natalia en el centro de

ventanas no abrían y que así no se podía ventilar, y, por el , 1 , o g i d a . Mientras, mamá crió a Airon, buscó un empl o y

contrario, otras no cerraban bien, llenando en invierno la , n 1 1 o c i ' a Vlado.

casa de frío. No pasó por alto una revisión a la cartera del N a t a l i a observa a su hermano dormido a u lado, con

colegio dé Natalia, sus cuadernos de escritura, us lápices 11 1 1 • d o n d a cabeza apoyada en la pared y l a pequeña bo-

y pinturas, el viejo y lento ordenador; alguna vez Natalia 1 1 1 1 1 1 . i cntr abierta. Es su ser humano más amado y predi-

oyó que mamá y ella discutían. No parecían amigas pero a 1, , 1 , ,. l'or definición. Jamás volverán a separarlos, no pien­

pesar de eso hubo un día en que mamá consintió que Nata­ ' 1 1 1 · 1 1 1 1 i L i r l o . A su vez escruta los alrededores. Nadie debe

lia se marchara con ella. La mujer educada y seria, que con 11·
il 1 q11<' tán solos, nadie. Si por cualquier circunstan-

Natalia era extraordinariamente dulce y amable, le decía 1,1 i l g 1 1 icn r que la madre se ha olvidado de ellos, vol­

28 que pasaba mucho tiempo sola, que no acudía al colegio. ' 1 111 , t l l r - v r i a al centro de acogida, quién sabe para cuán-

Ella se encargaría de que las cosas cambiasen. Una niña ' , l11•111po.
-A lo m e j or mam á se ha predido y e ntonces nosotr o s
Pero algo ha tenido que sucederle a Yubire, no hay du­
tenemos c'ancontrarla.
da. Y a Vlado también, si no habrían vuelto a buscarlos. El

- ¿Quién? ¿Mamá ? ¿ Mam á pe r dida?


pequeño Airon se ha despertado y lloriquea. Tiene ham­

Pri m ero Natalia tiene la tentación de e c har se a reír pe­


bre, tiene sed y aunque ha dormido lo suyo, sigue estando

ro en vez de eso, calla y reflex i o n a. B i en mi ra do, puede que


cansado.
tenga razón. ¿ Y si es el l a, Yubire, la que se ha p e rd i d o ? Es
Natalia abre su bandolera y saca las galletas que hace

l a pr i mera vez que v i aja a Londres, no sab e ni una palabra


ya mucho rato le dieron las azafatas del avión y que ella,

d ing l és y no sería tan extraño que se des p i s ta r a. Cla ro


sin hambre en aquel momento, había guardado para des­
q u e está Vlado . . .
pués. Airon se lanza a comerlas nada más verlas. Natalia

-Vlado tamb ié n se pierde -di ce A i ran c u an d o Natalia


coge una, pero al inst an t e lo pi ensa me j or y la de j a p ara su

pi n sa todo eso en voz alta-; se predió llevá n d o me al jar­


h e rm ano . Luego se a cerc a n a los lavabos y lle nan de agua

d í n de i nfan ci a . . .
una pequ e ñ a b o t e ll a v a cía que Natalia tambi é n tuvo la p re -

-¿Se perdió llevándote al jar d í n de infancia que e s tá a


caución de gu ardar.

< lo · m anzanas de c as a ?
Los dos beben una y otra v ez , hasta h artarse .

- í. Me l levó tarde porque no e n c on tr aba el c am i no.


-¿ Qué tal A i ro n ? ¿ Ti e n es más ham b re ?
¡Ay , ma d r e !
- N o . . . bueno s í.. . un po co ; qu iero los c ar am elos. ¿C u á n -

I c id i do. No van a esperar etername nt e en la e sta c ión.


do ll e g a ma má?
' , 1 1 l > i r á n al próx i mo tren que pase y pe ne t ra rán en las en-
Aunque en un princip io pe nsaba ocultarle la v erdad co-

1 , .111.i, de la gran ciudad que imagi n a n que es L o ndres.


mo si fuera un se cret o , N a tal ia no tiene más r e m ed i o que

l J ' ' " v z al l í, bus c arán a Y u bire y a Vlado. Cier t o que es tán
explica r l e que se han pe r d ido y por eso mamá no los en-

1 1 1 1 1 1 1 n p l i e n d o la primera y p r i n c ip a l no rm a de La Ley, pe­


cu e n tra.
1
, , 1 ·' L y no dice nada sobre qué hacer cuando s uc e de que
-Predidos como q ui é n . . .

1 1 1 1 1· 1•1 niño q uien se p i e rde .


-C o mo Pulgarcito -c on te sta aburrida N atalia a sa b ien -

l I I i i i i i iii
i ! Un tren se p ara en el a ndé n . Se s u b en. Pue­
das de que Air on le pe d irá a c onti n ua c ión que le cuente

d, 1 1 1 1 l ( ' l u o entarse, ahora ya no hay tanta gente en la es-


el cuento del minúsc ulo n iñ o , más que p erdido, a b a n d o-
11 1 1 1 1
1 1 La primera sorpresa que se llev a Natali a es que el
nad o.
1 1 1 1
1 1 1 1 , 1•11 tramo, no es subterráne o . Ante el la de s fila n
El p e qu e ño Airon ahora p arlotea con su m edia lengua,

algun a s f ra s e s c o rrect a m ente , otras c o n struyendo un sin-


1 ' I " ' ' .ijt•s d l os alre d e d ores de Londr e s y fas c i n ada, cu-
31.
30
'" , 1 wg,1 1 ara al cr i stal.
fín de d is p arates.
¿Qué ve Natalia a través de la ventanilla? Ve campos Y de repente, se hace completamente de noche. ¿Ha

verdes, blanqueados p o r el frío, ve casitas rurales, algu­ caído en un instante toda la oscuridad del universo sobre

nas p r e c i o s a s , otras de escasa belleza y valor, ve huer­ e l l o s ? ¿ Alguien ha corrido un velo opaco delante del sol?

tos vallados c o n altas varas incrustadas en la t i e r r a que ¿ O un pincel malicioso y monocromo ha pintado los paisa­

jes de negro? No, simplemente han entrado en la zona sub­


enderezan el ramaje de verdura, ve perro que ladran y

gatos que zigzaguean en l o s t e j a d o s , ve v i e j a s fábricas terránea y ahora, como topos, recorren el horadado sótano

y pabellones descoloridos en cuyos alrededores se amon­ de la ciudad. Natalia desvía los ojos, la ventanilla ya no tie­

tonan trastos y materiales de derribo, ve calles mal as­ n e nada bello que ofrecer, y los posa distraídamente sobre

faltada que se a n t i c i p a n a la urbe, v e , en fin, la vida y el l a gente que, como ellos, v i a j a silenciosa y aburrida en el

día a día en u n lugar desconocido, pero no ve el sol por­ vagón. El pequeño Airon se ha encaramado encima de us

que, c u b r i e n d o todo ello, una fina bruma t a m i z a y apa­ I odillas y juguetea con la llave de globos que Natalia lleva

ga los colores del c i e l o . Además, p a u l a t i n a m e n t e el cielo . m u d a d a al cuello. Charlan en voz muy baja de esto o de lo

01 r ; de aviones, de Londres, del metro, de mamá . . .


se oscurece y N a t a l i a calcula que quedará ya muy poco

El corazón le da un vuelco. S i n proponérselo, su vista


rato de luz.

-What's the time? -pregunta a un chico que lee un li- lc1 ha llevado hasta un hombre. Este hombre lo miraba

lw, taba mirando a ella y al pequeño Airon cuando Na­


bro junto a ella, esforzándose en hablar con el acento má

l , i l 1 . i ha puesto sus ojos en él. Y el hombre, entonces, ha


británico posible.

-Las cuatro y cinco pasadas -le responde el chico en 1 p . i r l a d o violento los suyos, con gran rapidez. Es un hom-

1 1 1 1 • e x t r a ñ o , de edad incierta, q u e viste de manera infor-


perfecto castellano con una ancha sonrisa.

El rostro de Natalia se contrae. Tiene miedo. Ahora el 1 1 1 , i l y lleva en l a cabeza un sombrero rígido y algo excén-

chico comenzará a hablar con ella. O con Airon. Les pre­ 1 1 1 1 o qu lo mismo puede ser de guardabosques que de

guntará de dónde son y qué hacen en Londres, lo típico, fe­ 1 1•111ur ro o de explorador. Natalia lo observa y estudia

l i z de haber encontrado un par de niños compatriotas. Ella I '' 1 1 1 • 1 r a b i l l o del o j o . Cuando el hombre no se siente espia­

i l 1 1 , lw, m i r a a su vez. ¿ P o r qué? ¿Qué pretende? Va pen-


no representa un problema, sabe callar, pero Airon . . . Si le

1 1 , 1 1 1 1 · de llos, es algo que no puede disimular. Tiene ojos


dejan, tiene suelta la lengua.
1 1 1

Pero no, nada de eso ocurre y el chico se enfrasca de 1 l ' 1 1 • nos, vigilantes, muy oscuros y siniestros, y de algu-

1 1 1 ¡ i . 1 1 lt· d su sombrero sale un cable que se pierde en el


nuevo en su libro. Natalia suspira aliviada. En cuanto ba­
1111 11,11 d u ropa. Un transmisor, un micrófono, o sim­
jen del tren, de todas formas, aleccionará a su hermano so­ 33
32
pl, 1 1 1 1 • 1 1 ! 1 • un teléfono intercomunicado: algo. Está clarísi-
bre lo que no debe hablar con extraños.
De nuevo la puerta electrónica. ¿Dónde ha guardado
mo, ¿cómo no lo ha visto antes? Sin duda alguna perte­

los billetes? Tras buscar en todos los bolsillos, aparecen. La


nece al P B I , Protección y Bienestar de la Infancia, que por

cruza Airon, la cruza ella, parece que han perdido de vista


supuesto tendrá sede en Londres y que existe para velar

por fin el sombrero enemigo.


por los menores que se encuentren en cualquier situación

Y entonces, sin haber pisado la calle y antes de verla


de abandono o desamparo.
incluso, pasan por delante de un puesto de chucherías. Las
Como Airon. Como ella. ¡Ay, D i o s !
bolsas de fritos y peladillas, las tabletas de chocolate, y to­
Los pebis fueron los cau antes de que Natalia pasara

da clase de bebidas e exhiben con descaro e incitan a Na­


tres años en el centro de acogida.
l l i a a comer. ¿ Y si robara algo? Sabe que es arriesgado,
-Airon -dice a su hermano-, siéntate a mi lado, formal,

qu no debería, pero tiene tanta hambre . . . Y Airon tam­


nos bajamos en la próxima parada.
hi S n . Desde el desayuno no han tomado nada y seguro que
- ¿ Estará mamá?
lit1 e rato que ha pasado ya la hora de comer. Natalia se de­
- ¡ C h i s t ! No hagas preguntas, no hables, no debes ha-

l i c n e frente al puesto y recorre con la mirada los alrededo-


blar hasta que yo te lo diga, ¿ de acuerdo? Es muy impor­

1 1 • s . Nunca lo ha hecho, no sabe robar, pero tiene que pro-


tante que me obedezcas. Si lo hace . . . -Natalia baja mucho

1 1 , 1 r: e trata de una situación extrema. El vendedor atiende


la voz para no ser escuchada ni por el muchacho español

" l o s clientes y entre venta y venta maneja la caja registra­


del libro ni por nadie- . . . Si lo haces, en seguida encontra-

' 1, 11 ,1. No repara en una niña sumergida entre la gente, alar­


remos a Vlado y a mamá.
¡•.11 .'1 la mano y cogerá cualquier cosa, es el momento.
Gloucester Road, lo dice en grandes carteles blancos a

,, O no? Reconociendo el entorno ha creído di tinguir


lo largo de toda la estación. Aquí mismo terminará el re­

i l , • 1111 'YO la dichosa figura que los observa desde lejos. Pe-
corrido. Natalia toma la mano de su hermano y lo empu­

1 1 1 110 parece el mismo hombre, sino otro similar. ¿Hay


j a entre los viajeros que b a j an . Deprisa, deprisa . . . ¿ E n qué

111,1 d ' u n o ? Como el del metro, también lleva sombrero,


parte de Londres se encontrarán? Vuelve a haber mucha

1po11 l< la vista cuando ella lo descubre. ¡ P o r r a s ! Otro con­


gente y ellos on tan pequeño . . . , dos granitos de arroz en

d , 1 1 , 1 1 1 0 pebis, no hay duda.


medio de una paella. Mejor. Se esconderán s i n problema

\ l > o 1 1 1 d o n a n el puesto, disimulando, conteniendo las ga-


entre la masa y desorientarán y engañarán a e e condena­

1 1 , I , • < om nzar a correr.


do pebis. ¿ Y ahora cómo salir? Way Out, lee Natalia, y es

l >1·p1 i , Airon, deprisa . . .


obvio que debe seguir los sucesivos letreros que van mos-

l l . 1 � i d o tonta. Y necia. Una estúpida y enorme necia. 35


trándole la salida.
34
I i l 1 1 1 1 • 1 1 . i s le ocurre intentar robar en circunstancias así 1
-Deprisa, Airon, deprisa . . .
perdida de su madre y acosada por los pebis. El hambre le En el centro de aco g ida s i e m p r e cele b r ar on la N a vi d a d .

N ata li a y su a m ig a S hao Li a yu d a b an a la mo nito r a a en­


ha jugado una mala pasada.

gal an a r el sal ó n con e s p u m i l l ó n de c o l o re s y v e r d es tir as


Cuando s a l e n a la calle un aire gélido les golpea el

rostro. Y u b i r e ya les había advertido que se abrigaran de acebo fl e x i b le . Al fondo se er i g ía m a j e stu o s o , r e pl e t o , el

bien, que en Londres el frío era i n t e n s o . Pero hace tan­ ab e t o t rad i c i on al . Todo e s ta b a b ien , salvo que el viejo c a r­

tas h o r a s que t r a n s i t a n por e s p a c i o s cubiertos que lo ha­ b onero q ue la noc h e del 24 ba j aba del monte ca r g a d o de

j u g ue t es nunc a llegó has t a a l l í . En su l uga r lo h a cí a un e­


bían o l v i d a d o . N a t a l i a lleva gorros y bufandas para Ai­

ñor muy g ordo , con la b ar b a muy bl an c a , con el qu e Na­


ron y para e l l a en su b o l s a de bandolera. C u a n d o d e j e n

l l i a no se t er m ina b a de encari ñ ar . P e ro e r a lo que h a bía.


de correr y de esco nderse los sacará.
Tal cual.
Y es de noche, tan de noche como lo era unos momen ­

Se d e t ienen un m omen t o , exh au s t o s y algo má s c o nfi a ­


tos antes en el sub sue lo p o r don d e c ircul ab a e l t ren , p ero

do . N at al i a a p ro v e c h a para c e rrar b i e n apre tado el a b r i g o


aquí afuera las f ar o las y l as lu ces d las t i endas i l u m i n a n

d - I pe q ue ñ o A i r on , q ue lo l leva b a abierto y escurrida l a ca­


la c iudad .
pu ha hacia la e s p alda . Es u na t r e nca m ar r ón, c on el forro
Caminan pr e cip i t a dam ente y sin r umbo fi j o p o r ave-

n id as y c alle s. S i la p a r a d a del metro se h al l aba en una .1 u adro s . T iene co lmi l l os g rue s o s y c o rt o s e n do n de de­

zona muy tr an si ta d a , a h ora de s de lue g o e han a l e j a d o I u - r l a ha b er b o t one s. S ac a l o s g orr os . S ac a las b u f a nda s . La

ba s t an te d l t um ul t o. M e j o r . Qu ieren desviarse d e los pe­ r l t • su hermano e muy larga y p u ed e e nv o lv e r le el cu e llo y

bis. S o lo s i lo con s i g ue n , no antes , se de t en d r á n y de s can ­ l.1p.ul la b oca con e lla . P or el frío de la no che y l a c a rr e ra,

s arán. Enton ce s un a bris a húm eda que a um enta el frío se 11• han alido do s m anc h as s onr o sa d as en la c a r a , en medio

los m o fl e t e s. Y ta m b i é n en la na r i z . P are c e el m a qui l l a­


hace notar y N ata lia se a p ro x i ma a l o que sa b e qu e es un I l 1 •

¡1 1•111borronado de un d i sf r a z de p olic h i n e l a . Uy, un a e sca­


pue nte .

¡ Qué inm e ns o r ío c r uza p or deba j o ! Os curo y frío, co- lt 1 . i Y e s um e r g en todavía más en l as s o m b r a s . La bajan

mo la noche de Lo n d res . A l o le j o s , bom b il l i ta s de c o l ore s 1g11< n c am inando , ahora j un t o al río , at olo n d r a dos y s in

1 1 1 1 1 l p or uno de sus má r ge nes . A p en a s se ve g e nt e por


a do r n a n sus or ill a s y dan a lo s bo r des una i m a g en de s d i- 1 10,

1 1 1 1 1 1 , .., c r á más fácil pasar d e s ap e r c i b i do s .


buj a d a , ir r e al.
no sa b en a dónde ir, i por ónde comenzar a
-Mi ra Airen, luce s de N avidad . C on lo que a ti te gus- 1 1 1 • 1 0 n d

l 1 11 r . 1 1 ,l u ma d r e . No re c uer d a n el nombre d el hot e l en


tan l a s luces . . .
..,< lojan, ni conocen na d a e lo ue alcanzan a er
-N o me gustan, s on feas. ¿ C uá ndo v am os a sen t arn os? l 1 1 1 1 1 • a d q v
37
36
1 1 1 1 1 1 1 oj o , no t ienen un p l an . No se s i e n t e n c a p a c es de
E s t o y cansado . . .
localizar solos los estudios de la BALLON's y tampoco pue­ -Érase una vez una niña que se llamaba Shao Li -co­

den recurrir a nadie pidiendo ayuda, es demasiado peli­ mienza Natalia-. Shao Li era de muy lejos, de la China, pe­

groso. ¿Deberán deambular por Londres hasta que Yubire ro vivía en nue s tro p aís , en una ci u d a d como la nuestra.

los encuentre? ¿Y si antes son capturados por los pebis? H a b l a b a mal nues tro idiom a .

Natalia siente que la desorganización y el caos llenan su -¿Y cómo hablaba? -pregunta Airon inmedi a tament e

cabeza. Aturdida por el hambre y el miedo es incapaz de in teresa do.

pensar. No entiende qué hacen allí, vagabundeando solos -Dif e rente , como ha blan los chinos.

a la orilla de un río que desprende frío. Deberían estar con -Ah.

Yubire y con Vlado, en un restaurante de hotel caliente y -S ha o Li est ab a enferma y vivía en un centro de acogi-

acogedor, cenando platos deliciosos a la luz de cientos de dc po r qu e sus papás no tenían me dios par a atenderla co-

lámparas dispersadas por el techo, dejando correr agrada­ 1 1 1 e l l a n e c e s itaba , ni dinero para poderl a curar. Shao Li

blemente las horas, esperando el momento de acudir al 1 >,l aba muchas tem p oradas en el hospital y, antes de in­

programa de televisión. Airon comienza a lloriquear. g, ar, nunca olvid a ba despedir se de sus buen o s a migos

-Airon, no llores -se impacienta Natalia-, no ganas na- d1·I e nt ro de a c o g id a . Cu ando re gres a ba, repartía entre to­

da con llorar. I l1 >s los niñ os y ni ñas los regalos que le habían hecho las

-¡ Quiero con m a m á ! , • , d e rm e r as d el ho sp ital . E ra muy g e neros a . Siempre esta-

Vaya, ahora de pronto, quiere con mamá. 1 , . , di pu e s ta a a yu dar a los d emás. Decían que era un án-

- ¡ M a m á no está! ¿ N o lo ves? 1:"1 T dos l a q uerían mucho pero s u m e j o r amiga era una

-¡Quiero con mamá! 1 1 1 1 1 . 1 qu e tenía un a ñ o m enos y que se llamaba Natalia.

-¡Yo soy m a m á ! ¿Me oyes? ¡Mientras estemos perdi- i o rn o tú? ¿ Se llama ba como tú?

dos, yo soy m a m á ! Sí, í, igual que yo.

-¡Entonces dame de comer! ¡ Y cuéntame un cuento! l J n día N at al ia llora b a sentada sobre una e norme c aja

¡ Si no, no ando! ' i l , 1 1 0 i se acercó a consolarla . " ¿ P o l q u é l l or a l niña Nata­

Lo que faltaba. U na rabieta de Airon. N atalia se infla­ l , 1 t"', 1 1 • pr e g untó con su voceci ta china. "Porque tengo que

ma. Como un globo superinflado, se cree próxima a explo­ 11, .11 1 · � 1 ca j a tan grande has ta mi h ab itación y no puedo

tar. Pero sí, por qué no, le contará un cuento. De las dos co­ i l , ' 1 1 1 > lo hago en seg uida, las monit o r a s me reñirán",

1
sas que ha pedido su hermano, es la única que puede darle. 1 1 1 1 1 1 · � 1 6 N atal i a . S hao Li ento nc e s le pidió permiso pa-

Además no tiene nada mejor que hacer y tal vez así se sere­ 1 , 1 lo q u ha bía dentro de la c aja. Y h a bí a muchas co-
39

ne su torpe y abotargada cabeza. ' l u l i n i d a d de ella s, algunas sin ningún valor, la mayoría
recuerdos y juguetes usados de Natalia. Realmente la caja Al poco vue l ven a es c ucharse nuevos ru i d o s, b a s tan te

estaba muy llena y tenía mucho más peso del que una ni­ más aud i bles, más cercanos, y Na t alia rodea con sus braz o s

ña pequeña puede acarrear. Ni empujando juntas habrían a Airon con e l más puro i nstinto de pr o te c ción anim al . De-

podido con ella. "¿ Y todo, todo servilte ?", preguntó Shao id i damente son p asos q u e qui e r e n ser c a utelosos, ahora

Li. "Es mi equipaje", dijo Natalia frotándose con la manga lo sa b e. Pero p asos ¿de quién? No se ve un alma, e l río está

las lágrimas y la nariz. Shao Li se encogió de hombros Y L r anqu i lo y s u b orde despejado como la frente de un paya­

le dijo . . . so. Tambi é n Airon abraza a su h e rmana , c ont agi a d o de su

m i e d o y p arecen uno, s i e n d o do s , a unqu e en r ealidad sol o

N a t al i a calla de golpe. ¡Qué silencio se r e s p i r a ! Demasiado. o upen medio.

y además descubre que están solos, tan solos como si fue­ ¡Qué angustia! Caminan l entamente, apre tad os, inten-

ran lo s único s h a bita ntes de la T ierra. Y a no se ienten do s 1 . i n d o ta l adrar la s tiniebl a s c on l os oj o s. Ambo se tropie-

gr a no s de arroz en una paell a y eso t am bién a sus ta. Sitia ­ 1.i n a menudo con su prop ios p i e s .

do s por la noche, únicam e n te el soni d o del río lo s a c om p a ­ Y de pronto ya no están so l os. Como surgid a s po r la va­

ñ a. A lo lejo s se escucha muy amorti gu ado el eco del trá­ , r l .i <l un mago, caras su c i a s de mu c ha c hos l o rode a n. Las

1
fico que va di s minuy endo a c a usa de la hora . Nin gú n s e r . i , ,1 tienen c u er p os, lo cuerpos se mueven s i n ruid o , ali-

human o a la vist a , ningú n mo v imien t o . D ebe de ser muy 1 1 1 . 1 1 1 a q u e salen de la no c he, l a mayoría aquí, d e lante de

t arde. l l o .., , pero tam b ién por det r ás; un ejér c i t o in uniformes ni

-¿Qué dició Shao Li, e h, qué dició? -p reg u nta im p a - 1 1 1 l 1 1 1 i ó n , una pequeña l egión de h arapientos y desarra-

ci e n te el p e q ue ñ o A iron. 1' 1elos. ¿Q u iénes son? ¿J ó venes mendig o s? ¿ U n a ba n da de

-¡Chist, calla! H e oído un ruido. · 1 1 1 1 1 > -rros? ¿Niños sin te c ho? ¿ O l o s últ i m o s t r o gl o dit a s

E n efecto, Natali a ha creído o í r , a guza ndo el oído y con­ , I, l 1 1 1 . i n ta? Y los hay de v arias raza s, lo s países del mundo

1
fundida por el excesivo s il e n c io , un ruido de p a s o s que los 1 1 • l lt · j a n en sus rostros. N atalia nota su piel e r iz a d a y ten­

acechan. Vuelve la cab ez a en una y otra direcc ió n , se mue­ , , 1 1 0 fu era por el frío que hace, sudaría de mi e d o . S i n

1 1
ve con todo el si g ilo que su in có moda bo l sa de b an dol e ra le 1 1 1 1 • 1 < •s 1 ' c l avando l as uñas e n la trenc a de Airo n . Casi se

permite, buscando con la v ista en l os conto r nos p ró xi mo s . il, • 1 . 1 1 1 , 1 s i , de pronto, apare ci eran los pebis.

Olfatea incluso el aire y ag a r ra muy fuerte a su hermano. 1 \ b u ! a nice shoes! - sa l ta uno de los chic o s mira n do

- ¡ A y ! ¡ M e haces daño . . . ! l 1 1 1 1 , 1 , 1 � de• N a talia-. Can I try them on?

Nadie. Habrán si d o figur a cio n es suyas, una alu c ina ci ón. 1 " 1 1 . 1 di h o con descaro, la v oz se c a y rota. Es muy jo­

El miedo, el hambre y la soledad tienen e s as co s as. ' ' 1 1 1 1 1 1 i 1 1 0 , y ll ev a los pies calz a dos c on unas deporti-
vas sucias y rotas por las que asoma el calcetín que cubre
. -Vosotros no sois Brothers . . . -dice el tío-. ¿ Quiénes
el dedo derecho pulgar. Y quiere las botas de Natalia, re­ sois?

cias y de buen tamaño (para que le duren), que Yubire le


-¿Brothers . . . , hermanos? -Natalia t1.tubea- S' , l
· r, SI, O SO­
ha comprado para el viaje en una tienda de ocasión. mos . . .

-Can J try them on? -repite lentamente, aproximándo­


Algunos del grupo, no todos, estallan en una sonora
se y engolfando mucho la voz. Casi escupe su aliento sobre arca jada.

ella. Natalia tiembla, pestañea, vibran sus labios y castañe­


+Me refiero a si s o i s Brothers de la noche, si sois de los
tean sus dientes, siente estopa en la boca y la lengua se le
nuestros +aclara el que ya claramente pasa por jefe, tarta­
atasca, pero responde: mudeando de r i s a .

-Son mías; no. Dejadnos marchar. -Y comienza a cami­


-¡Brothers! ¡Brothers! ¡Brothers! -le increpan los chava­
nar, río adelante, abriéndose paso entre los chiquillos. No
l • , reventados de risa y haciendo gestos grotescos con las
ha aflojado la presión de sus brazos sobre el pequeño Airon. 1
", anos Y la boca. Es evidente q u e utilizan cualquier tonte-
Pero aquel rapaz no va a darse por vencido. Se estira 1 1 a para divertirse.

con destreza y engancha a N atalia por el borde de la bufan­


. Bien. Airo� vuelve a ll�rar. Natalia se agacha y lo coge
da, impidiéndola seguir.
, , 1 brazos. Esta harta. Esta furiosa. Está cansada. ¿ Qué di­
- ¡ A y ! ¡Suéltame!
, • · < te estúpido chaval? ¿Hermanos de la noche? ¿Herma-
-The shoes, the shoes ! Hurry up !
1 1 1 1 :-. d ellos? ¡ N i l o c a ! Solo tiene un hermano, y es Airon.
-¡ Eh, tú, deja en paz a los pibitos ! -grita una voz a sus 1 1

C'lv nuevamente a andar, se va, cargando con Airon y


1 1 J 1 1
espaldas. I, bolsa en bandolera.

No hace falta escuchar más. El chaval suelta la bufan­


1 · p e r a ! -dice el jefe mandando a un chico tras ella.
da de inmediato. N o protesta ni opone resistencia. ¡ C o m o
No perará. Corre incluso más. S i lo que quieren es
suena!
, , 11 , . 1 1 n rato, que lo hagan a costa de otros. S i lo que quie-
El que acaba de hablar está ahora plantado frente a Na­ 1 , 1 1 1 · � re barle . . .

talia y Airon. Es un poco mayor que los demás, aunque so­


l : 1-i p r,a, p i b i t a ! -repite. Ahora es él q u i e n la sigue. Sa­
lo un triste bozo le mancha de negro el bigote, y parece el
l ' ' 1 1 1 1 • o s t a s o l a . La alcanza, se sitúa delante de su cara y
jefe. Es alto, delgado, moreno. N o lleva mala ropa, pero su
f 1 1 1 1 1 · 1 · 1 • u n a mano renegrida y sucia. Aún lleva la risa en
, • 1 1 1 1 1 ,1
vaqueros son demasiado grandes y están tan arrugados co

42 m o l a tez de un viejo campesino. Tiene que ser argentino,


' u 1 1 1 1 o s gente legal, no tengas miedo. Me llamo Cap-
mexicano o español. 1 1 43
1 ,i¡iil,ín, pero puedes llamarme Capi.
Capítulo 3
Natalia se detiene. Seria. Aún lleva al hermano en sus

brazos. 1·
Airon y yo me llamo Nata ia, pero
-De acuer d o. Este es ·

puedes llamarme Nata.

Capi ha contado a Natalia que los Brothers son mu­

' l 1.i hos sin techo. Chicos y chicas, aunque más chicos que

I lIi 'ª . Viven en la calle, comen en la calle, duermen en la

1 1 1 1 < . Durante el día, se esconden como ratas para no ser

i l 1 · 1 ! · 1 1 i d o s ; por la noche salen y deambulan. Les gusta su

1111 H lo de vivir, son felices y libres. Además, no conocen

1 1 1 1 u, E n algún momento de su vida tuvieron unos padres,

I " 1 n ha e mucho de eso y ya lo han olvidado. Se alimen-

1 111 �<' visten de lo que roban ocasionalmente, pero sobre

1 , 1 1 1 1 1 d 1 ' lo que encuentran en las basuras, y pueden asegu-

1 11 i ¡ 1 w es mucho.

No l ' haces ni idea de lo que la gente tira -dice Capi-.

, 1 1 ti I n � 1 aprovechamos casi todo.

No11.tli.i no se asombra. Sabe que existe un submundo

I I , 11111, 1 1 1 v i ible a l a ma y or í a e los ci u d a d a nos ,


d qu e v ive 45

44
I l, 1 1 l 1 • f> p o j del mundo visi b le y c onvencional.
-No, gracias, yo la llevaré. No pe a tanto -rniente.
-¿Y cómo conseguís ocultaros de los pebis? -pregun­
-Como quieras. Allá tú.
ta Natalia.
Parten en comitiva, Capi con Natalia y Airon por delan­
-¿Pebis?-dice Capi extrañado-. ¿ Qué son los pebis? .

te, otros do chicos detrás. Uno es larguirucho y delgado,


Natalia se lo explica pero Capi no parece conocerlos. Fi­

aunque no es mayor y se llama Enrico. El otro es muy ba­


jo que en Londres tienen otro nombre. En cualquier caso

jito, poco más alto que Airon, y le dicen Nene. Como Ca­
huyen de ellos como huyen de la policía nacional, de la pa­

pi, también son argentinos, mexicanos o . . . , bueno, el caso


trulla de tráfico, de vigilantes de defensa e incluso de la
que Natalia los entiende cuando hablan. El resto de los
mismísima Guardia Real: escondiéndose.
muchachos se ha repartido en pequeños grupos y han to­
También Natalia cuenta a Capi su situación, es decir,

rnado distintas direcciones. Es más prudente, menos lla­


que no son de allí, que han viajado a Londres, que mañana,
1

mativo.
día de Nochebuena, están citados en la BALLOON S lNTERNA­

Han dejado el río atrás y de nuevo se hallan inmersos


TIONAL T. V. para actuar en un programa especial en directo

1·11 las calles, solo que ahora e tán completamente desier­


y que por descuido se han perdido de su madre. No omiten
t . r s . La luz de las farolas titila entre la niebla húmeda y
que tanto su hermano como ella tienen mucha hambre.
l l < ' l t da que es el aliento de Londres. Apenas circulan au­
-Claro -Capi mira su reloj de pulsera parado-, como

l 1 1 1 1 1 ó v i l e s por las calzadas y los autobuses públicos, me­


que es la hora de cenar. Venid con nosotros, te_nemos aquí
t i 111 vacíos, campean a sus anchas. Son rojos como llamas
en Londres buenos colegas. Pero hay que caminar una pa­

los r ros brillan amarillos y redondos, como los ojos de


sada. ¿ Vas a ir cargada con eso? Trae, yo te lo guardaré.
1 1 1 1 l , ( t h .

y diciendo esto se aproxima más a ella y quiere cogerle

C . i m i n a n mucho rato. Cruces y travesías van quedando


la bolsa de bandolera amarrándola por el a a.
t i 1 . i , e 11 s solitarias con edificios de poca altura. Tiendas
Natalia se suelta bruscamente, de un tirón, mientras

1 1 1 il i l u m i n a d a s y tugurios de cutre aspecto aparecen por


pregunta:
0
1
1 1 1
1 1 1 n - r . También sucios garajes y locales vacíos, abando-
-¿En dónde?
1 1 11 I, 1 • , 1•11 lo que una espesa capa de mugre y polvo se ha
-Allí -dice Capi señalando la orilla del río- en una vie-

1 1 1 o1 l . r d o y acomodado con trazas de perdurar. El frío es


ja barca abandonada, junto a nuestras cosas. Pero tranqui-

' 1 1 • N a i a l i a piensa que no le gusta lo que ve, no le gus-


la, ¿eh? N o te voy a comer.
1 ° 1 1 1 d 1 <'�. ¿_Dónde está el palacio de los reyes? ¿ Y el mu-
Natalia duda. Quiere confiar en Capi, pero aún no pue-

1 1 t i , • 1 · 1 1 1 q u e Yubire les prometió que visitarían? ¿Dón­


46 de. Aunque algo le dice que es un chico sincero, apenas se 47

l 1 1 1 1 1 1 1 . i t a n alta? ¿Dónde los parques en los que las


conocen, es demasiado pronto.
-Esperadme aquí -dice Capi-, voy a buscar a Sebas. Y
ardillas comen de la mano que ha visto por la tele? ¿Y la
da la vuelta a la calle para entrar en el local por la puerta

torre con un reloj que canta?


posterior.
-Por si no lo has pillado, esto son las afueras -dice Capi
En seguida la cabeza de Capi asoma por la esquina que
como adivinándole el pensamiento-. El centro, si no es para
un momento antes acababa de doblar.
rebuscar en las basuras, ni olerlo. Es demasiado peligroso.
-¡ Eh, vosotros! -silba primero y luego chista-. ¡ Y a po­
A Airon no le aguantan las piernas y cada vez llora con
déis venir!

más ganas. Enrico, Nene, Natalia y Airon se acercan. Capi les señala
-¿Falta mucho? -pregunta Natalia-. Mi hermano . . .
I trastienda donde les espera un hombre sudoroso y arre­
-Ya llegamos -dice Capi-; solo un poco más.
mangado de piel oscura y bigote con aspecto de felpudo. Es
¿Seguro? ¿ N o será una estrategia para alejarlos del úni­
S .bas, el propietario de The red cat, otro extranjero en Lon­
co lugar que ya conocían, robarles y luego abandonarlos?
< 1r , y t i ene un montón de sobras de comida guardadas pa-
Natalia coge a Airen en brazos y Capi se ofrece a llevarle
1 .1 illos, pues el negocio, a qu e ll a noche, no ha i d o m al .

la bolsa. e las ofrece a los chicos en cucuruchos de pa p e l de pe-


-N o : puedo yo -miente de nuevo.
1 1 od ico, gras i entos y arru g ados.
Pero inmediatamente deposita a su hermano en el sue-
orned, m a j os , come d .
lo. No puede con él y con la bolsa, debe admitirlo, al me­
u ' festín. Restos de pescado frito, patatas asadas , sánd­
nos después de tan larga caminata. No le extrañaría que
l C ' h ' de pepino y algú n trozo de rosbif. Todo frío, natu­
de pronto Capi dijera quewa no están en Londres, que han
I ti 1 1 1 c - n te, p ero a nadie le i mp orta . D e v oran con ansia su ra­

dejado la ciudad atrás y todo el país incluso.


' 1 1 1 1 1 , q u e es todo lo abundante que e l los q uieran , y N ata l ia

-Hemos llegado -dice Capi-. Aquí es.


· 1 1111 < • 1 >O a do y bocado vigila que A iron no se atragante con
Por fin. Capi se ha detenido frente a lo que quiere ser
111 1 1 • g 1 1 m e n t o s de la carne.
un restaurante, o un bar. Se trata de un antro anticuado
e . o m o v eis , aún queda g ente e n rollada - comenta Ca p i
y ajado. Sobre la entrada parpadean unas letras de neón:
1 1 1 1 1 l . 1 ho a llena-, solo hay que saber d ó nde.
The red cat, y junto a ellas el dibujo de un gato grande y ro­
1 1 . i n i m o g eneral se ha ele v ado , todos tienen algo que
jo, en cuyos ojos lucen dos bombillas amarillas. Una puer­
1, 1 1 1

ta de madera repintada varias veces de verde da paso al


' 1 1 . 1 1 1 < 1 0 v i v í a en R ichmond -cuenta Enrico - me ami-
local y se halla semiabierta dejando entrever una estancia
1 1 1111 1 1 1 1 a panade r a . No v e ái s la de panes y b ollos que 49
pequeña y pobremente amueblada. Natalia, curiosa, estira
1 11111.tl,,1.

el cuello para mirar.


retomarlo en el punto exacto en que hace un rato lo ha de­
-¿Tiernos? ¿Del día? -quiere saber Nene.
j a d o : a ver... Natalia lloraba s enta d a en l a caja . . . la enorm e
=No, duros. Pues claro que del día, atontado. ¿ Qué te
caja . . . era su e q uipaje . . . pesaba . . . ¡A h , ya r ec u e rda!
has creído?
Natalia po n e voz de co n tadora de cuentos, como le gus­
-¿Será por tu cara bonita?-dice Capi sonriendo de me-
ta a su hermano, y pro s ig u e l a h ist o ria.
dio lado.
-S h ao Li le hab l ó a s í: «En mi país d ecil que mu c ho
-Pues sí, por qué no. Tengo una jeta bien guapa. ¿A qué
q u i p aje siem p le es dema s iado. Des h azt e de lo que te so­
sí? -pregunta Enrico mirando a Natalia.
b l a y podlás con la caja tú s o l a » . Y es o h izo. Natalia elimi­
Todos ríen. Hablando, Enrico es gracioso más allá de lo
nó ca n tida d de cosa s q u e no le ervían y qu e e lla gua r daba
normal.
p rque eran recuerdo s de su vida p asa d a.
Están en la calle, sentados en el suelo, en la trasera de
-¿Q u é cosas? -in t e rr um p e Air o n.
un local desagradable y sucio, en una ciudad fría y gr i s.
-¡Ba h , cosa inútiles! Por ejempl o todos a qu e ll o s jugue-
Per o a Natali a ahora le p arece el p ara í o . Y S e b as un san­
u - s bastante infa n tiles con los que ya no jugaba . . .
to, un ángel descubi e rto en t erritorio h o sti l. Mi entras l os
-¿Tir ó los j u guetes ?
tres chicos hablan, ella p i ens a en su futuro i nmed i ato , en
Bueno, no e x actamen t e . Se l o s regaló a un niña más
lo que deberá hac e r en las próx imas h oras y el panoram a

I wq u ña que vivía en el centro de acogida y que los usaría


ya no le parece tan desol a d or . Con el est ó ma g o lleno y la

1 1 1 1 1 r l 1 0 mejor. Después de aligerar la caj a , ya no pe s aba y


comp a ñ í a de Capi y l o s ch ico s el p esi m ismo de hace un ra-
r . u . i l i a pudo l l evarla h a s ta s u h abit a ció n s i n dific ul tad. y
to se ha esfumado.
l . 1 m o n i t o r a s no la ri ñ eron. Y c o l o rín c olorado . . .
-¿ Qué dició Sh a o L i ? -pregunta Airon a h ora que ha
,1 Ya está ? -la cara de decepción de Airon es e vidente.
terminad o de c o mer tir an d o del cuello de s u h ermana.
l't·r Natalia no le esc u c h a . Su ment e ah ora c amina p or
-¡Ah, Shao L i ! S í , ¿p or d ó n d e í b a m os ?
I , , , , · n c l ros a veces to rtu o s os de la m e m oria , r eco rd a ndo .
-En . . . en . . . en . . . en que Na t al ia lloraba y Shao L i l e dició.

1
1 1
1 1 1 " la N atalia del c u ento, t am b i é n ella, la N ata l a de i v er ­

-Dijo, Ai ro n; di-jo. T i e n es que hablar b ie n, ya tienes

d II l, l l<•gó al centro de aco g ida con ex eso c de p es o . C la o r

cuatro a ñ os.
1 1 1
1
1 1 " Na p recisamente una caja demasi a do ll e na lo que
-P ero ¿qué d i jo, e h ? , ¿qué di j o . . . ?
1 1
1 1 •
,tl1,1. L o q ue le pe s a b a e r a el alma , a b a rr o ta d a de re -

Natalia s ie nta a su h er m a no entre sus p i ernas , así se


1 1 , 1 """ d l oro os de un
s a infancia desordenada y f á cil , sin
dan c al o r, y le habla bajito al oído. No quiere que Cap i y
1 1 1 1 1 1 . 1 1 1 i h r arios . S i n re g la s . Co st a b a ha ce rs e a l a d is ci-
51
l os otros la escu c hen. Trata de concentrarse en ese cuento
50
1
1 1
1 n l o d e n del centro de aco
r g id a. T a mb i n como
é l a
inventado precip i tadamente para la ocasi ó n, con el fin de
»-Me escaparé -respondió Natalia.
Natalia del cuento, por consejo de Shao Li, la Natalia real

tuvo que deshacerse de una parte de su equipaje, de una »Shao L i l e .di]o que eso era arriesgado, que las monito­

ras se podían enterar.


parte de sus recuerdos que eran los que la hacían sufrir y

»-No me importa. Cuando te haya visitado me dará


llorar tan a menudo.
igual el castigo.
-¿Y ya está? -repite Airan.

»Pero había un problema: ¿cómo encontraría Natalia el


Natalia regresa al presente.
hospital? Nunca había estado en él y no conocía el cami­
-¿Qué?
n o . No sabía si quedaba cerca o lejos del centro de acogida.
-¡Que si ya está el cuento!

.:ntonces Shao Li, que quería de verdad que Natalia fuera


-Bueno . . . sí, supongo que sí.
d visitarla, le dio la solución:
-Pues qué feo. Vaya cuento más feo. No pasa nada.

No es cierto, podría decirle Natalia, no es cierto que no »-Si haces lo q u e yo te digo, llegalás sin ploblema al

' 1 0 pital. Velás . . .


pase nada, para ella fueron importantes aquellos primeros

días en el centro de acogida. Feos sí, pero importantes, lle­

nos de acontecimientos. S i n embargo, no quiere defraudar l . 1 1 se momento Capi se pone en p i e y anuncia que deben

1 1 • g r ar. Desandarán el camino, volverán al río y Natalia


a Airan.

-¡Ah, espera! -corrige-. El cuento continúa . . . -u hermano podrán dormir en la barca abandonada, si

In de an.
- ¿ S í ? ¿Cómo? -pregunta Airan abriendo unos o j o co-

,, ue si lo desean? Lo necesitan más bien. Se mueren


mo huevos fritos.
d , · .., , 1 iño,
-Escucha: cierto día Shao Li tuvo que volver al hospi-

tal. Ya te he contado que estaba enferma y que ingresa­ Pu s andando -dice Capi-, nos queda un buen paseo.

ba a menudo para tomar medicinas que ola podían darle ,, Qué tiene que hacer N atalia para encontrar el hos-

allí, en el hospital. Pero aquella vez iba a ser para bastante 1 1 1 1 . i l ,' pregunta Airan cansado de que el cuento se inte-

tiempo. Antes de marcharse pasó la mañana con Natalia 1 1 1 1 1 1 1 ¡ >.1 . ¿ E h ? ¿ Qué tiene que hacer?

hablando y jugando en el centro de acogida, pues era do­ l '1•1 o Natalia de nuevo no le escucha. Ante la propues-

mingo y no tenían colegio, y a medida que corrían las ho­ 1 1 t i , • : . , p i acaba de tomar una decisión. Abre su bolsa de

1
1 1 1 d , ,11•1 ,1 y la vacía delante de todos. Se fatiga solo con
ras, Natalia se ponía más y más triste: sabía que iba a echar

• 1 1 .u 1 • 1 1 r gresar al río tan cargada. No caminará de nue-


mucho de menos a su amiga.

»-Pienso ir un día a visitarte-le soltó antes de que s e s 1


1 1
1 1 1 lodo se peso. U n sinfín de cosas caen al suelo,
53
52

pararan. Shao Li, extrañada, preguntó que cómo lo haría. , "1,, .i 1 •l lo . on cosas suyas, con las que está encariñada
y que cogió de casa antes de salir porque tuv� miedo �e - ¡ N o ! -grita Air o n-. ¡ N o quie r o que tir e s a G u s ! ¡ S e mo­

no regresar y tener que renunciar a ellas para siempre. Sm ri r á de f río!

embargo ahora piensa que no son tan necesarias y que no Gus e s u na di m in u ta ratita blanca que roe una esquina

valen el esfuerzo que supone acarrearlas por los confines de la caja . Air o n tiene razón , no pueden abandonarla, es co­

mo d e la f amilia. Pero la ca j a sobra . Natalia se d esprende d e


de Londres.

-Pero ¿qué llevas ahí? -dice Enrico. lla y coloca a la r atita en el b o lsill o c ómodo y tibio de su

-Si algo os sirve, lo cogéis y en paz. Os lo regalo -di- h aquetón.

ce Natalia-. Yo solo me quedo con esto . . . -recoge del suelo Los chicos revuel ven y manosean los ob j et o s despre-

una pareja de guantes de distinto color que mete en el bol­ iad o s po r Natalia , son e special i stas en ello . Algunos les

sillo de la trenca de Airon- . . . Y con esto -v aria s f otografías sirven , otros se que d arán ahí, d esperdig a dos, ayudando a

de Yubir e , de Air on, d e ella, s u j eta s con una g oma, que d e­ . i u rn e n t a r en una pequeña pa r te la basu r a y los det r itos d e

cide guardar en el bol sill o trasero de su p antal ó n. l .ondres.

y a e stá. Su e quipaje ya no le i m p e d ir á an d ar. C omo d e- -S e te ha i d o la pinza, chica . N o es no r mal sali r de casa

p.i r unos d ías c arga d a con todo est o . . . - d ic e Capi m enean­


b e se r. Gra cias , Sh ao Li .
do I cab e za- . N o es normal .
-¡Ah, y e sto !

Por poco lo olvida. Me d i o oculto p or otros cac h iva ch es , g u ramente . Pero caminar tanto rato no entraba en

Natalia h a v is to al g o. Y lo rescata. Es un p e da z o d e pap el 1 1 1 " planes d e l viaje y además Natal i a no piensa d eci r le que

dobl ado en cuatro part es. D entro hay un m ensa j e que Shao 1 . i ultima ve z que dejó su casa también lo h izo cr eyendo

Li le e s c r i b i ó co n l etr a s chi nas cuando s e d es p i d ieron pa­


, l' 11 • s ría pa r a p o c o tiempo y tardó en vol v e r tres añ o s.

ra siemp re la u na d e l a otr a en el c entro de a c o g ida y q ue 1 : 1 r gres o se transforma . A hora es más corto y m ás á-


f

Natal ia conserva d esde e ntonces como un preciado tes o ro , ' 1 I C , , alivio avanza r ll e v ando únicamente la b o lsa vacía

aun que n o co n o ce su s i g n i fi c a d o. E l resto d e los o b j etos es 1.i r u a n o d e Air o n . La comida les ha dad o f ue r zas . N i si-

des echado, p ara su sor p r esa , s i n p ena : un g r u eso á lbum de 1 1 1 1 1 • 1 . 1 ti nen fr ío. Y lo hace, d esde l u eg o . Los c h a r cos del

cr omos, v a rias c in tas p a r a el pelo, dos libro s de c u entos , la 1 1 1 I n � han h elado y Ai r on q u ie r e r o mper la dur a super-

b o t e l l a vací a , un rep r oductor d e m ú s i c a que lleva tie mp o 1 1 1 1 , · t 0 1 1 l a puntita agr e siva de su p e qu e ña b o ta . En oca-

es t r o peado, su perrito de peluche pre f eri d o, la p es a d a hu 1 1 1 1 1 1 · lo onsigue y el h i e lo entonces c r uj e y se resq u ebra-

cha en la que tinti n e a n únicamente unas pocas mone d as 1 1 ' 1 • 1 1 1 ( a l t a la nieve , no p a rece N a vidad . Pronto lleg a r án

d e euro, i nservi b le s e n te r ritorio inglés, una pequeña ca j i ta 1 1 , 1 , 1 llí I espe r a una v i e j a barca aban d ona d a . Capi l e s 55
54

co n a guj e r o s n l a ta p a en la que se revuelve algo . . .


e
, d , 1 1 0 qu h ay m antas y un c o lc h ón, todo e ll o bajo u na
Capítulo 4
cubierta segura, aunque algo deteriorada. El movimiento

del agua los acunará y los sonidos suave� de 1�, noche les

cantarán una nana. Natalia suspira de sat1sfacc1on pensan­

do en lo que les espera. ¡ D o r m i r ! Entonces finos copos de

nieve comienzan a descender sobre la tierra, duros y peque­

ños como confites de azúcar y el cielo oscuro algo blanquea­

do por la niebla se convierte en un mosaico de por�elana. A

lo lejos se distinguen ya las luces que adornan el no, apelo­

tonadas y brillantes. Mañana es Nochebuena, la Noche de

los Deseos, nada malo puede pasar.

¿Quién d i j o que Londres era feo?

La s primeras luces de la mañana atraviesan l a s rendi-

1 " " el la cubierta del barco y de piertan a Natalia. ¿Cuánto

h . i h r á dormido? Poco, no hay duda, aún le pesan los o j o s .

1 1 mi hón es un revoltijo de ropas y mantas y Airon y ella

1 1 1 1 . 1 i s l a en medio de ese océano. Airon duerme a pierna

1 1 1 · 1 1 , 1 , destapado, y Natalia al verlo, lo tapa. Parece encon-

1 1 1 1 <' ómodo; ella, en cambio, ha amanecido entumecida

1 1 1 ' 1 . , d a . Mira a su alrededor: están solos. Ahora, con luz,

i l , 1 · 1 va 1 refugio donde han pasado la noche: es una bar­

, , ¡ i 1 • q 1 1 ñ a , inestable y está tan llena de trastos como un

1 1 ji 1 , i l m én. Sonríe pensando que anoche le pareció el

1 1 1 1 1 1 1 1 1 , í · lujoso de Londres. Se oyen diversos ruidos afue-

1 1 1 1 d o s de barcos que transitan el río y de las potentes

1 , 11 1 e ¡ u , los anuncian; ruido de hombres que han co-

11 1 1 . u lo en el muelle su jornada laboral. A lo lejos ladra 57

1 1 " 1 1 1 1
Natalia sale al exterior y busca con la mirada a Capi o a
-¿Hay que ir al bar de Sebas?-pregunta derrotada pen-
cualquiera de los chicos. Nadie, ni un alma, salvo algún es­
sando en lo que tendrán que caminar.
tibador a buena distancia. La nieve caída durante la noche
Capi le contesta que no, que tienen otros recursos.
no ha dejado huella, solo la niebla continúa persistente em­
- ¿ S í ? ¿Como cuáles?
papando el aire de frío. Hace varios años que Lon�res sufr�
- Y a lo verás. El lugar a donde vamos no está lejos. y
sequía, Vlado lo leyó en alguna parte y se lo conto a los ni­
mola mazo.
ños. Los ancianos dicen que ya no caen las nevadas de an­
Los apremia a levantarse y a seguirle, así que Nata1ia
tes. Natalia vuelve a la barca y se sienta en el colchón, jun­
d spierta al pequeño Airon q u e quiere dormir más y se re­
to a Airan. Tiene que organizar e, como le decían siempre
vuelve perezoso entre las mantas.
en el centro de acogida. «Organiza tu cuarto, organiza tus
Pero pronto se espabila. Capi les indica que hay un v á -
libros, organiza tu vida . . . », tiene que pensar qué hacer. Bus­
1 c r dentro de la barca. Está bastante sucio, pero sirve, pue­
car a Yubire y a Vlado sin ayuda va a ser imposible. Son dos
d < · n usarlo.
agujas perdidas en un enorme pajar. Debe por lo tanto lo­
1 -¿Quieres hacer p i s ? -dice Natalia a su hermano-. Va-
calizar los estudios de la BALLOON S e intentar llegar allí a las
1 1 1 0 , te acompaño.
ocho en punto de la noche para el programa de televisión.
Después Airan se calza las botas, se pone la trenca, el
Pero no parece fácil; Londres es un laberinto y el tiempo
1 ; 0 1 ro, la bufanda y los guantes, él solo, y Natalia hace otro
que queda hasta las ocho, una carrera de obstácul�s. .
l , 1 1 1 1 o con su ropa. Gus se ha escapado del bol illo, pero no
Sale de nuevo al exterior, mareada y confundida. Capi
11.1 id lejos. En seguida aparece y es devuelto a su nueva
ahora está afuera, fumando, y la mira tranquilamente apo­
t I ti.

yado en una pila de cajas, como si no hubiera hecho otra


l : n la calle dejan que Capi les guíe. Esta vez van única-
cosa durante la noche que estar ahí parado, vigilando la
1111•11 lc' llos tres. Los demás Brothers duermen durante las
barca. El rostro de Natalia se ilumina.
11111,1" d luz -¿recordáis?-, son las lechuzas de Londres.
-¿ Qué tal la piltra? -saluda Capi.
1 1 . 1 ! 1 , 1 pregunta a Capi si sabe dónde están los estudios de
-Bien -dice Natalia-. ¿Y tú? ¿Dónde has dormido?
l 1 " " ' 1 oon's y Capi niega con la cabeza.
Capi le recuerda que los Brothers duermen por el día.
Ni puñetera idea. Y que sepas que hay muchas cade-
Ya se lo d i j o .
1 1 t i , , IC'I visión, cada una tiene su propio edificio.
-Ah, sí. ¿Qué hora e s ?
1 l ( l {i J ¿ Y qué podemos hacer? -dice Natalia desola­
Capi le dice que es la hora de desayunar. Natalia se a l e
l I l 1 · 1 1 l ' m o s que estar allí a las ocho en punto y las horas
gra y se desinfla a partes iguales. 59
I ' , . i 1 1 volando.
-¿Tiene que ser en punto? -Capi muestra kilos de ex­ -¡Flipante, piba, flipante! -Capi se relame de envidia-.

¡ Quién pudiera!
trañeza.

-Claro. Así lo ponía en la última carta que recibí: a las -Mi madre dijo que a esos sitios no se debe llegar tar­

de, porque si no, la cena se enfría.


ocho en punto. Y también ponía que no me adelantara ni

Pero Capi ya no la escucha. Por su mente desfilan sa­


me retrasara.

-Suena raro -insiste Capi-. Lo de las ocho en punto, va- brosos alimentos y platos con recetas de postín, manjares

deliciosos que sabe que existen, comidas exquisitas que


mos como si fuera una cita con el dentista.
1

Vaya observación. N atalia no lo había pen ado. nunca ha probado y nunca probará. Es lo que tiene vivir

en la calle, he ahí el precio de la libertad. Abrumado por


-Pues . . . no sé . . . no lo había pensado . . .

Algo tira insistentemente de la manga del chaquetón 11n hambre vieja y enquistada que jamás saciará del todo,

s o l o tiene la opción de cambiar inmediatamente el terna


de Natalia: es la mano de Airon.
t 1 ' conversación.
-Dícele lo que dició mamá.

-Se me ocurre que podemos buscar l a dirección que


Habla tan bajito, que Natalia no le oye.

- S e r á porque es la hora de mi actuación -dice ensi­ 1 1 < ' sitas en un listín telefónico. Podemos p i l l a r uno en al­

mismada en su problema-. El programa se graba en di- g u n a cafetería o en algún locutorio. Claro que . . .

¿Qué?
recto.

-Más raro aún. Aunque tú actúes a las ocho, lo normal ue luego hay que encontrar la calle.

¿_Y?
es que tengas que estar allí mucho antes.

A i r ó n continúa tirando de la manga de su hermana. Y esto es Londres, no tu pueblo, colega.

y ..
Habla cada vez más alto y tira cada vez más fuerte.

m bos chicos mueven preocupados la cabeza.


-¡Dícele lo que dició mamá, j o !

)1 ra solución es que toméis un taxi . . .


-¿Qué dijo mamá, pesado, qué d i j o ?
1
, S í ? -dice N atalia-. ¿ Con qué dinero?
-Lo de la cena -responde ahora en un susurro.

« C e n a » es una palabra mágica en el vocabulario de va N o os hace falta. La guita es lo de menos. Cuando lle-

1 1 , • 1 • .i I BALLOoN's esa, le dices al tío del taxi que espere,


gabundos y Brothers y Capi ensancha los oídos.
1 1
1 1 • 1 .rd ntro, largas lo que os ha pasado y alguien res-
-¿Cena? ¿Qué cena?
1 1 1 1 1 1 li · 1 ¡1 por vosotros, ¿no?
- ¡ A h ! -dice Natalia-. ¡ L a cena! Después del programa

nos llevan a cenar. Por lo visto va a ser una suculenta cena q 1 1 ' todo el mundo se entere de que una madre des-
60
1 1 c l . 1 11¡¡ tenido p erdidos a sus h i j os durante dos días en
de Nochebuena.
Londres? N i loca. ¿Cuántos años supondría eso en u n c e n ­
-Pero bueno -protesta Natalia-, yo quitando peso y tú
tro de acogida? Natalia responde perezosamente: poniéndomelo.

-Tal vez. Airon hace u n a especie de puchero.

Mientras tanto han llegado a un concurrido mercado -Para después. Por cacaso.

ambulante, instalado allí justo por ser la víspera de Navi­


Aunque sonríe, Natalia continúa preocupada. Todavía

dad. La mayoría de los puesto se halla a cubierto, refu­


no tiene un plan. Nada de lo que Capi ofrece como solu­

giados de un posible aguacero bajo techumbres de uralita


i ó n es de su agrado. Tiene dudas. Tiene miedo. Lanza la

sujetas con pilotes de hierro. Aunque esa precaución no


vi ta s i n un objetivo, y para su sorpresa vuelve a distin­

tiene razón de ser: en Londres tampoco llueve ya como


guir, a lo lejos, a un hombre que lleva sombrero.

antes. Capi, Natalia y Airon lo atraviesan llegando hasta la -¡Ay, Capi! ¡Ahí están de nuevo!

zona solitaria y apartada de las basuras, en las traseras del Capi e pone en e tado de alerta.

mercado, donde también aparcan los comerciantes sus ve­ -¿Quiénes?

hículos de carga. Hay tantos restos de fruta demasiado ma­


-¡Los pebis! ¡ S o n inconfundibles! ¡ N o s persiguen!

dura, puntas de embutidos, quesos con el envoltorio roto y


-Pero . . . ¿ C ó m o los conoces? ¿Dónde están esos dicho-

algo enmohecidos, dulces espachurrados y po tres lácteos . , > ., pebis?

pasados de fecha que Natalia cree soñar. Por el contrario,


Mira con disimulo. Allí -Natalia no señala con el de­

con el pen amiento puesto en todas las cenas de Noche­


do, s o l o hace un gesto con la cara. Capi advierte que, en

buena que no ha disfrutado, Capi intenta disfrazar su des­


' l i • c to, hay un hombre con sombrero que pudiera ser que

encanto con un poco de alegría. ,. 1 1 · pendiente de ellos.

-¿Qué? ¿Mola o no mola? Es tío es un pebis. Los huelo.

Desde luego que mola. Ni siquiera parece peligroso es­


lo que Capi responde encendiendo de inmediato las
tar ahí, pueden pasar por h i j o s de comerciantes que matan 1 1 1 1 1 • d mergencia.

el tiempo jugando mientras esperan a que sus padres ter­


¡ l.nronces seguidme! -grita-. ¡Toca correr!

minen de trabajar.
,·so hacen. Corren como el tiempo, vuelan como Pe­

Ellos, de momento, solo matan el hambre y dan peque 1 1

, , 011 tres pequeños potros huyendo del jabalí. En su

ñas cantidades de comida a Gus que, antes de llevársela a


1 1 1 1 1 . 1 ernpujan a un anciano, tiran una torre de revistas

la boca, la desmigaja con sus menudas patas. Capi guarda 1 1 1 1

1 • ' " " n un quiosco, desnivelan un cochecito de bebé


I

en sus bolsillos cacahuetes rancios y, al tiempo, Airon car 1 1 1


1 , , .., pi a varios transeúntes y casi son atropellados al

ga la bolsa de bandolera de bollos y flanes.


1 11 1 1 1 1 . i alzada. En cierto momento de la huida, Natalia
cabeza en ell a, la a b r a za. Tie ne los mofletes tan rojo s como
pierde su bolsa de bandolera. Mejor. Para casos así era un es­
m anzanas m adur a s, la p e qu e ña boca e s cond i da en un ges­
torbo. Al cabo de todo esto paran para recuperar el aliento y
to de trist e za. Capi c ontinúa farfulla n d o , pero no se m ueve
para comprobar si han dado esquinazo por fin a los pebis.
de l banc o . De su bo c a , con tod a esa po n zoña, sale un a nu­
Parece que sí. Ni rastro de un sombrero. A no ser que a
be de a lie nto blan c o. R e n ie ga de brazo s cr u zados, l as lar­
partir de ahora los persigan a cabeza descubierta.
gas piernas est i rad a s. Los v a queros d em asi ado gr a nd e s le
Están en un parque y resoplan su fatiga sentado en
arrastran por el s u e l o y van c argados de b a rro, de polvo y
un banco. Es un parque verde, inmenso, está casi desierto,
I aband o n o .
no hace día para tomar el sol. El pecho de los dos chicos
Algui e n le d i jo una v e z que en la v i d a muy po ca s per­
mayores sube y baja como un fue l le ; la trenca del p eque­
s e n a s m ere c en la pena y que hay que sa ber re c onoce r l as
ño Ai r on se i n fl a y se d e sinfl a c o m o u n g lo b o. S olo Capi es

r u a n d o pasan a tu l a do. P e ro no re c uerda qu i én lo d i j o . S í


ca p az de hab lar :
e I e r e cordar en c a mb i o qu e e r a una voz de m ujer y que
-A ver, Nata. Ah o r a mismo me cuenta qué h istor i a te

1'"ª m i s m a voz h a b ía d e rra m a d o du lc es m elodí as s o bre la


tr ae s tú co n e sos ti p os.
I
. u n i t a que a l bergab a al b e bé que en algún mo m ento fue.
N a t a l i a cal l a. T ose , jadea y cal la.
,1 '11 madr e q u i z á s ? E c ur i oso, evoca ní t ida su voz, pe r o no
-Tengo derecho a sa b er lo - ins i s t e C a p i - . Yo también

¡ 11 l('d a c ordarse de su c ar a . N a t al i a llor a muy ce rc a de él,


me escond o , ¿s abes ? Y me estoy j ug ando el ti po p or v oso ­

1 1 1 1 u i d o, que es I ll a nt o más a m argo . Qué sol a se d e be


tr o s. ¿Y quié n es s o is vos o t ros si p uede aber e? Na d i e. Pa­
il1• e n t i r . T a nto como olo e puede uno s entir rodeado de
ra mí, nadie. ¡ P u c h a ! ¿Quié n me m anda a rri e g ar el pelle­

'1 1111• xtraña en u n a c iudad superpoblada. Entonc e , a lo


j o ? Durmiend o t e nía que esta r, tran q uili t o en mi pil tr a y

1 , ¡t , " , p i descubre algo. Es un animalito peq u eño y ágil


no hac i e nd o de niñe ra . U no no pue d e i r p or la vida de her­

•1111• "'' mue v e deprisa por la h i erba, entre lo s árboles. ¡ U n a


m a nita de la c a rid a d, que no, lech , que no. Que lue g o pa s a

1 1 i l i l l . 1 ! 1 ué ca sualidad! Ha sido afortunado, es d i fícil ver-


lo que pas a . Vale, me c o g en y qué. Yo l o menos al talego y
l 1 , } o1 1·¡¡ i e han extinguid o . Hace años habí a much a s , to-
mis col e gas sin j e fe, b o nit a cag ada. ¿ Quién le s diri g e lue

1 , ,
1
1 1111 i n d o lo s a be, pero h an i do .de a pareciendo p a ul a ti-
go? ¿Eh? ¿Quién? ¿ V a s a venir tú a hacer l o? Y. m is cole ga s
1 11111•1111• p o r el frío, la sequía y l a c o nta m ina ci ón.
sí me im p or t an, me i mportan muc h o. Muc ho más que 111

N.il.i, no os m o v á i s ! -di c e Capi lev a ntándose de sú-


hermano y que tú. ¡ C a g ü e n ! Yo me abro, piba, no q u i e r o

' 1
l í os, aquí o s quedáis.
1
1p1 "<' a erca al pequ e ño roedor c on paso s i gil os o. 6s
Ahora Natalia llora. Llora, jadea y calla. Airo n , s o l i d a
1 1 1 1 1
, 1 r.i m i na, resc a ta del bolsill o lo s c a c a hue t e s qu e ha
río, le ac a r i cia el br a zo por en c ima del chaquetón, apoya :-. 1 1
cogido en el mercado y va despedazándolos según se acer­
Capítulo 5
ca al animal. Son ardillas atrevidas, descaradas, acostum­

bradas a la gente. La ardilla se aproxima en cuanto huele

la comida; seguidamente, envidiosas, aparecen dos más Y

Capi entonces las atrae despacio hacia el banco en el que

se encuentran sus amigos.

Sí, s í : sus Amigos. Como suena.

Natalia lo ve venir y seca sus lágrimas con la mano.

-Toma, Nata, toma Airan -dice al llegar al banco com-

partiendo los cacahuetes con ellos-, es posible que no veáis

ninguna ardilla más.

¡ Que satisfacción! Las ardillas se yerguen sobre sus dos

patas traseras y con sus minúsculos dedos afilados como

pequeñas garras cogen los trozos que Natalia y Air�n les


Conozco bien a la gente de Protección y Bienestar
ofrecen. U na de ellas trepa por las piernas de Na taha y le
tl 1 • 1 Infancia -comienza a explicarse Natalia-. En España
roba los cacahuetes de la misma mano. Como sus compa­
, , . lo llama 'pebis. Cuando tenía siete años, pensaron que
ñeras, es marrón, del tamaño de un chihuahua y tiene una
1 1 1 1 madre no se ocupaba de mí como es debido y decidie-
pomposa cola enhiesta, más alta que su cabeza, tan poco
1 , 1, 1 q u e tenía que vivir con ellos. Pasé tres años en u n c e n -
poblada que parece transparente. El gran curioso que es
1 , 1 1 e IC' acogida.
Gus asoma la cabeza por el borde del bolsillo y la ardilla,
l ,,l boca de Capi se ha abierto como una sima, los ojos
que lo ha visto, se arrima y lo olfatea. Airan ríe a carcaja
, 1 , · .igrandan; es todo oídos.
das, sin parar de darle a las otras de comer. Natalia es todo
1 · 1 ntro es una vivienda normal -continúa Natalia­
asombro. Quiere cogerla, tocarla, ya ha olvidado el disgu
' dn t I ' lC más grande y con más habitaciones. Allí te tienen
to anterior. Ni siquiera el escozor de sus ojos le molesta. 1
1 , 1 '" qu los problemas que había en tu casa, o con tus
borde enrojecido que ha quedado en ellos, y la nariz i n fl a
I ' 11 l 1 1 , .., , s olucionan. Hay niños q u e pasan toda su vida
mada por el llanto, tampoco.
1 1 1 1 1 1 e e n t r o de acogida, hasta que se hacen mayores. Al-

1 1 1 1 1 1 <' van con otras familias, son adoptados. Pero eso


66

t i , , 1 1 . i " • i sus padres verdaderos lo permiten, claro. Te


67
1 1 1 1 1 1 . i uí · cómo se vive en un centro de acogida -se di-
rige a Capi, naturalmente, que ahora, todavía sentado� en
he conocido a una persona como ella, nunca he tenido una
el banco del parque, se ha arrimado más a ella. Las ardillas
amiga igual. Siempre sabía qué decirte cuando estabas tris­
se han marchado, ya no quedan cacahuetes, y la gente que
te. Si no es por ella, creo que no lo hubiera soportado. Ja­
pasa ligera, enfundada en montones de ropa, no repara en
más la olvidaré. La canción que voy a cantar en la tele es
los tres niños-. Pues no se vive m al . Siempre tienes ropa
china y me la enseñó Shao Li.
limpia, agua caliente en el baño y las comidas a sus horas.
-¿Y qué p a s ó ? -pregunta Capi-. ¿ S e marchó del cen­
Hay niños y niñas con los que jugar y los monitores son tro?

muy majos y te quieren. Hay regalos el día de tu cumplea­


- S s s í . . . Puede decirse que sí. El gesto de Natalia se en­
ños y en Navidad llega Papá Noel.
sombrece; muy tenue, aparece cubriendo su rostro un ve­
-¿Entonces . . . ? -balbucea Capi.
lo de amargura.
-Entonces, ¿qué?
-¿A d ó n d e ? ¿A la C h i n a ? - i n s i s t e Capi.
-Que qué tiene de malo vivir en un centro de acogida.
-Nnno . . . a la China no . . .
- N a d a ; de malo no tiene nada, si no cuentas que te abu-
Pero Airon no oye estas palabras, pronunciadas tan ba­
rren con los horarios, que has de pedir permiso para todo,
¡t1s orno cuchicheos de insectos, ni aprecia el temblor que
que hay que recoger el cuarto a todas horas, que tienes que
u.ic en la voz. de su hermana. Tampoco le parece extraño
acostarte a las diez, que hay chavales a los que no sopor­
' I ' ' ' e haya callado de repente, incapaz de continuar. Airan
tas, que no ves a tu madre ni a tu hermano . . . La verdad es
1 1 , , d sabe sobre recuerdos que se clavan como agujas por­
que no conseguí estar a gusto y eso que tuve la gran suerte
I I' , , . los suyos, a los cuatro años, se empiezan a fabricar.
de conocer a Shao Li -Natalia sonríe con tristeza al pensar
r .o que Airan sí ha oído en cambio es el nombre Shao
en su amiga-. Shao Li era una niña china que vivió en el
1 1 '<'p tido varias veces y ya en lo único que piensa es en
centro durante los dos primeros años que yo pasé allí. Sus 1

1 1 1 1 • N a t a l i a , desde ayer, ha dejado algo pendiente.


padres trabajaban todo el día en una tienda de muy mala
¡ <' u é tiene que hacer N atalia para encontrar el hos-
fama -ahora baja la voz para que Airon no la escuche-, de 1 1 1 1 . , I ,• ¡

esas . . . ya sabes . . . de esas . . .


No lo p i d e ; lo exige.
-¿Ilegales? ¿Contrabando? -ayuda Capi.
¡ A h , 1 c u e n t o ! -dice Natalia para que Capi se sitúe-.
-Algo así, creo, no estoy segura. Bueno, el caso es q u < •
1 • , . l 1 1 v ' contando un cuento, ayer, y lo dejé a la mitad.
Shao Li tenía una enfermedad grave en la sangre y sus pa
1 1 1 1 1 d o s cansa, o se aburre, o tiene sueño lo hago, para
68 dres no tenían tiempo de cuidarla, por eso vivía en el c II 1 1 •

1 1 1 0 c i é- guerra. Ahora no, Airan. En otro momento.


tro de acogida, porque estaba mejor atendida allí. Nunca
¡ J 1 1 1 ' la escueta maldición del pequeño Airon.
-¿Qué tiene que hacer Natalia para encontrar el hospi­ recibiría sería mon um e nt al, lo mismo daba ya liarla del to­

tal? -pregunta sonriendo Capi-. A mí también me interesa.


do: a_sí qu� �speró a que a brie r an la pesada puerta para la

-Bueno, si es así . . . pr�x1ma visita, que era en se g uida , y mientras el guía re­

N atalia titubea. Sabe que no es cierto, ¡ no le interesa!, �rna al grupo de turis t as q ue quer í a ver la torre, ella se coló

ni siquiera conoce el principio del cuento, pero está inten­ sin ser vista y s u bió h as t a lo más alto, hasta el campanario.

tando reparar su arrebato de genio anterior. Por otra parte, ¡Qué supe r arriba es t aba! Un b a lconcito de piedra muy ba-

todavía a falta de un plan y cada vez más cerca de la ho­ jo, d a b a l a vu e l ta a la to rre . ,

ra « H » , lamentablemente siguen sin tener nada mejor que »�atalia l o r eco r rió d e spacio, s i n i n c l i n a r s e mucho, y

hacer. Mira a su hermano, encogiendo el cuello para po­ p enso q u e a l o me j o r otro s niños de hace siglos t a mbién Jo

nerse a su altura y pregunta: r cor ri eron . S e veía toda la ciudad. En t e r i t a. Las calles es­

-¿Por dónde íbamos? tr ec h as y en c ues t a de su b arrio, su cas a . Creyó ver inclus o

-Natalia e va a escapar po . . . po . . . po . . . porque quiere .t l a J ua n a m ari d el t e rc e ro llevando un a s cuantas bolsas de

ver a Shao Li cuando esté en el hospital pe . . . pe . . . pero no c o mi da h a ci a s u p o rtal. Pero no vio a su madre, p o r mu­

sabe ir al hospital y Shao Li le dice lo . . . lo . . . lo que tiene que l ' h o q ue lo i nt e nt ó . Vio la plaza c uadr ada donde solía ba-

hacer para buscar el hospital -salta rápido Airon con su 1.i r a j u g ar c ua n do vivía en el bar r io y las terr a z a s de los

tartamudeo infantil. l 1 . i r s co n sus m e s as y s illas al sol. También vio su c o legi o ,

Y el cuento, como quien e pasa un mensaje, un ge to , d q u e a q ue l d ía habí a faltado y a sus com pa ñ e ros jugan-

o un beso en el aire, es recogido por Natalia. , 1, > n el re c reo . Vio l a s calles nuevas, más anchas con fi-
1

- « E s t o es lo que halás si deseas encontlal el hospital», 1 . i ., el á rb o l es a l o l a dos y las c a r r e t e r a s ll e n a s de c och es


1
le d i j o Shao Li a Natalia. «Debelás subil a la tole más alta 1 1 1 e · d de tan arriba, p arecían los c o ch e s d e juguete de su

de la ciudad y desde allí lo velá todo; también el hospi ­ 1 1 1 • , mano . Y v i o ta mb i é n el hosp ita l , gr a n de y bl anco, c on
1 1 1 1 . 1
t a l » . Y eso h i z o. Natalia se dirigió a la i g lesi a q ue habí a cer­ ru z c uadrada en e l te j ado y u na s l etras a zu l e s en la

1 1 1
ca d e su casa, la casa en la que antes v ivía con s u m adre 1 1 .ida q_ue �ecían: H o sPrTAL N o te ní a pérdi d a, a hora ya

en el b arrio v ie j o y q ue estaba en una especie de colina. La di1,1 h a c i a do nd e t e ní a que ir. Nat al i a bajó l a s esc a l e r a s
1 1
i g lesia tenía una torre alta, con un reloj y campanas, pero 1 1 1 1 c l i ' n dose de l os t u r i stas q ue c omo e staban m uy inte-
1 1
esta ba cerra da por una pesada puerta con dos cerra d ur as. .idos n lo b onita q ue era la torre no l a v i er on pa s a r. En

1 1
¿ Cómo entraría ? E ntonces leyó un cartel pegado en la pa 1 1 1 1 0 l l e g ó a la ca ll e echó a corre r . T e ní a p ri s a p or ver a

70 red de al lado con el horario de v isitas guiadas a la to rre'. l i .


1 1 1

l . i . abía que se e nc o ntraría m uy s o l a . Ll egó al hos-

1
S e · h abía escapado del centro de acogida y el castigo q u ( ' 1 I il 1 • 1 1 g u i da , o a e ll a se le h i z o m uy c or to el camino.
También allí tuvo que colarse porque era pequeña y sabía
ha botado en el banco como si le hubieran pinchado en el
que a una niña no la dejan entrar sola en el h o s p i t a l . '! t��­
trasero.
dó lo suyo en encontrar la habitación. Pero lo cons1�u10:
-¡Ya está! ¡ L a torre!
Era la 307. Abrió la puerta despacio, nerviosa, n o s � 01a �1
Capi y el pequeño Airon la miran.
un ruido dentro de la habitación ¿Estaría allí Shao Li? ¿ Co­
-¡ La torre de Shao Li ! ¡ Capi, tienes que decirme cuál es
mo la encontraría? ¿ Y si se hubiera puesto peor? Por fin
el sitio más alto de Londres! Subiré y desde arriba buscaré
entró y tuvo que mirarla bien para asegurarse de que era
los estudios de la BALLOON's.
ella. Shao Li estaba en la cama, tapada hasta los hombros.
No está mal. A Capí le fastidia reconocer que es una es­
Había adelgazado y no abultaba nada debajo de las sába­
l u p e n d a idea. Y que no se le ha ocurrido a él, sino a ella.
nas. Además le habían cortado el pelo porque se le iba a
-¿Tú crees que eso es posible? Mira que Londres es
caer entero. Pero estaba guapísima, solo que parecía más
m u y grande . . .
pequeña. Natalia y Shao Li se abrazaron muc�o rato y Na�
-¿ Que si Jo creo? ¡ Estoy s e g u r a ! ¡ Gracias, muchas gra­
talia pensó que estaban juntas y que ya no le importaba m
da Shao Li !
la bronca que podía caerle, ni el castigo que podían poner­
+No sé . . . tengo mis dudas . . .
le, ni nada.
Pero está cavilando, recorriendo mentalmente el plano
» Y colorín colorado.

d 1 · u n a ciudad que conoce como la palma de la mano, para

l n n l l i z a r ese edificio o lugar que sea lo suficientemente alto


S i l e n c i o . Nadie habla. Solo se oye el aleteo del viento cuan­
1 1 1 1 1 1 0 para permitir ver la BALLOON's y todo Londres si fuera
do barre las últimas hojas que quedan por el suelo. Al po­
f '' < ·ri o. Ya lo tiene, ha sido fácil. Y es el sitio perfecto.
co, Capi dice:
Hay una noria muy grande, un pedazo de noria del ta-
- · Dónde aprendiste a contar cuentos?
¿ d' ' 1 1 1 . r 1 1 0 de una catedral -explica Capi levantando y estiran­
-En el centro de acogida. Todos los ras temamos que
i l 1 1 los brazos tanto como puede-. ¿La conoces?
leer, cada uno lo que quisiera. Y los domingos, contábamo
l . . i noria, cómo no.
a los demás lo que habíamos leído durante la semana. E
1 1 1 1 bo un tiempo en que Londres era alegre. Había m ú -

taba bien, era lo mejor de la vida allí. Eso, y la comida, da


1 1 , 1 por las calles y los teatros estaban a rebosar. Se feste­
ro, siempre recién hecha, calentita . . . ¡ h u m m !
¡ ,I ,., l o d o . Un año de esos se produjo el cambio de mile-
Capi se descubre pensando que hasta ahora, nunca na
1111 1.ondres quiso celebrarlo construyendo algo único,
72 die le había contado un cuento, pero la meditación le d 1 1
• 1 1 1 1 l roso y emblemático: la noria del año 2000. Y así fue.
ra poco porgue Natalia acaba de soltar una exclamación
73
1 • 111111.1 s hizo famosa. De todo el mundo llegaba gente
que quería subir. Y el comentario que hacían era siempre Luego hará lo mismo con la otra.

el mismo: «Verdaderamente esta noria es un ojo, un o j o


. Avanzan a paso ligero, el frío no les permite otra opción.

enorme por el que se ve toda la c i u d a d » . Pero luego vino el


Sm embargo, Natalia está animada. Van a subir a la noria

frío, la niebla persistente, las fuertes heladas que duraban


aún no sabe cómo, pero lo harán. Desde arriba, buscarán el

meses. Los días se acortaron, el sol apenas brillaba y ade­


edificio de la BALLOoN's; no importa la niebla, lo consegui­

más dejó de llover. Algunos parques se secaron. La gente


rán. Es Nochebuena, la Noche de los Deseos, así lo creen Na­

se volvió seria, caminaba con frío y con prisa; los músi­ talia Y Airon, ya que así les han enseñado a creerlo.

cos se metieron en sus casas y los teatros rebajaron sus


. Y espero que todos vosotros también Jo creái , porque

precios, pues el público comenzaba a escasear. Y Londres I no, esta va a resultar una h i s t o r i a muy triste.

paulatinamente e transformó, convirtiéndose en lo que


' �traviesan. el centro por las zonas más concurridas y

era ahora: una ciudad sombría, reservada, vestida la ma­


n ciertas ocasiones se encuentran inevitablemente con al­

yor parte del tiempo con un hábito blanco de fina niebla.


gún pebis. ¿ E s que no van a conseguir quitárselos de en­

-Solo hay un problema -continúa Capi-: la niebla. Hay


c i m a ? Salen como cucarachas, los persiguen, los acosan.

un güevo de niebla como para poder ver bien en la distancia.


Cada poco, es normal tener que esconderse. Aparecen y

-No me importa, tanta no hay -dice Natalia-. Tengo


< l� aparecen, se muestran y se ocultan, pero por alguna ra­

que intentarlo. -Y luego mira al cielo. Parece que el día es­


/ o n , nunca llegan a atraparlos. ¿Podría ser que e os hom-

tá aclarando. 1 1 1 ' tan solo los espíen intentando determinar si on no


O

-Es posible. Vamos, os llevo. 1 1 1 1 1 abandonados?

Ahora, al levantarse del banco, se dan cuenta del largo


podría ser que en Nochebuena, para dos corazones
1 • 1
rato que han pasado a la intemperie. Tiritan y los dientes 1 1 ¡ a hados de fe, sea difícil que algo salga mal.

les castañetean. ¡ Porras, qué frío! ¿ Quién puede soportar­


1 1 an llegado. Allí, enfrente, al otro lado del r í o , ¡ la n o r i a !

l o ? El parque queda atrás con sus robles y plátanos des


1 " r n n t e m p l a n unos instantes. Es enorme, salpicada de ca­
1 1 1 1
nudos, y sus bonitos estanques helados, sin los patos que
l . i s valadas, acristaladas y cerradas. No se para nunca.
1
1 1 1 1 1
tuvieron la precaución de emigrar. Tal vez vuelvan con I
0 la Tierra, gira despacio, con una cadencia constan­

buen tiempo. Airon tiene los dedos congelado bajo los , ,


1 1 1 1

i forme. Cruzan el río por el puente que tienen más


1 1 1 1
guantes, que son de chica y de distinto color, y Natalia I<•
, 1 1 1 0 , un puente de hierro tan antiguo como los viejos
1 1 1
agarra la mano izquierda y la mete en su bolsillo, junto .,
1 1 •<'os, Y cuando se encuentran bajo e l l a entienden cómo

74 la suya y junto a la ratita, para darle calor. 1, 1 1 1 ' rn t i r s e una hormiga junto a una montaña de acero.
75
-Cuidado con Gus, Airon, no la aplastes. l l i < · n -dice Capi-, esta es. Alucinas, ¿ n o ?
Natalia mira hacia arriba y la boca se le redondea en un Ahora, de nuevo, se hace el silencio. Natalia y su her­

mano callan abrumados por la difícil dirección que están


gesto de asombro.

tomando los acontecimientos.


-¡ Qué p a s a d a !

Asomada sobre el río, gira como una rueda de bicicleta -Mirad, si se trata de pillar poca guita, lo mejor es dar

o como una rústica noria de granja que estuviera movida un repaso a las máquinas tragaperras, o de tabaco, o de

refrescos, siempre suele haber alguna moneda atascada.


por todas las mulas del planeta.

-Y ahora tenéis que montar... -sigue Capi. También podéis rastrear algún mercado, seguro que en­

-¿Tenemos . . . ? -pregunta Natalia asustada ante lo que contráis algo de plata por el suelo, poca claro. El último re­

curso es el robo.
adivina como una retirada de su amigo.

-Tenéis, sí, tenéis. Y cuesta dinero. Continúa el silencio. Capi suelta un suspiro y prosi­

En efecto. La noria está bien vigilada, nadie puede su­ gue, dirigiéndose a Natalia como lo haría un maestro a su

bir sin el tique correspondiente. Y el tique se obtiene pre­ alumno:

vio pago, en una taquilla que hay junto a la noria. Capi -A ver, es fácil, che. Te acercas a una vieja por detrás

y le birlas el bolso. Luego hay que echar a correr, claro. Y


continúa:

-La idea de subir ha sido tuya, o . . . o de esa piba chi­ mucho; si te pillan la has pifiado.

na comosellame, qué más da. Yo no tengo nada que ver, Má y más ilencio. Toneladas de silencio tan incómo­

yo aquí sí que me abro. Estoy agotado tía, no he dormido do o incluso más que, en ocasiones, algunas palabras. Capi

desde ayer y los pebis no nos han dejado en paz en todo comienza a alterarse.

el día. Todavía. me trincan y acabo yo en un centro de esos -Otra solución es que pongas a tu hermano a la entrada

de una igles i a y que pida limosna del tirón. ¡Carajo! ¡ H a­


por vuestra culpa.

Le sobra razón y Natalia tarda escasos segundos en dar- bla! ¡Di algo ! ¿Q ué quieres q ue haga yo? ¿No h hecho bas­

tante ? - gradual m ente eleva el to n o de voz y ha comen z ado


se cuenta de ello.

a caminar con furia en u n radio apro x i m ado de cincuenta


-De acuerdo, sí, lo comprendo.

Pero tiene miedo. Se ha aco tumbrado rápidamente a o sesenta centímetros - . ¡ Eres idiota Capi , i diota de remate ,

la protección y a la compañía de Capi y si se marcha y los te lo han dicho muchas veces , y tú, como siempre , fl ipando ,

· deja, se va a sentir más sola y abandonada que nunca. no te enteras , no e s p a b i l a s ! ¡ P ero se acabó ! ¡Lo siento , tía,

-¿ Cómo vais a conseguir el dinero? -dice Capi antes de he dicho que me lar g o y me largo!

N ata l ia lo mira ser i a , comprensiva , solid ar ia. P ero sobre


irse-. S i n dinero no hay noria. N i siquiera yo sería capaz 77
76

todo agradecida. E x tiende su mano ofrec i éndose l a a Capi


de colarme.
que, todavía enfadado, hace una mueca de desprecio con Capítulo 6

la cabeza y la rechaza.

-No te preocupes -le dice Natalia. Nos las arreglaremos

-trata de sonreír y aunque no puede, no por ello su cara

permanece menos luminosa-. Y muchas gracias, de ver­

dad. No sé qué hubiéramos hecho sin ti.

Y entonces el lobo que era Capi, queda de inmediato

convertido en un cordero.

-¡ Soy un gili y un i d i o t a ! ¡ Idiota de remate, si lo sabré

y o ! ¡ E l idiota más grande de este pendejo mundo! -reso­

pla, farfulla palabrotas, se mesa el crecido pelo-. ¡ Bah, un

julai y un idiota! Y además no tengo arreglo. Esperadme

por aquí, anda, no hagáis nada; vuelvo en un cochino mo-

mento.
Natalia y el pequeño Airon se han sentado en el bor­
Eso dijo. Como lo oís. Natalia me contó que Capi puso

dillo frío y duro de unos jardines cercanos a la noria. Ha


en movimiento sus largas y delgadas piernas y desapare­

pasado mucho rato, horas tal vez, y Capi no ha regresado.


ció engullido por Londres y por la niebla.
El cielo sigue cubierto pero tras la cortina de niebla, muy

tenue, a lo mejor brilla el sol. S i n embargo no debe de que­

dar mucho rato de luz y Natalia lo sabe. Vlado les contó

que en invierno el sol se pone en Londres a las cuatro y

media de la tarde. ¡ Y llevan tanto rato deambulando por

ah í ! Poco puede faltar para esa hora. Mientras esperan a

Capi, miran los vagones de la noria que se mueven a su rit­

mo siempre uniforme y regular. Son como pequeños saté­

lites en órbita sideral. Los ojos enrojecidos de los niños se

desplazan con ellos. No hay mucha gente que quiera subir,

el precio es elevado y por ello giran solitarios y herméticos 79


78
en su viaje sin fin.
Un ruido sobresalta a Natalia y desvía los o j o s de la no­
-¡The money ! ¡The money ! -gritan los cabezas rapadas.

Y gritan muchas más cosas que Natalia, desde luego, no


ria. Es Capi que llega corriendo. Viene sudoroso, fatigado,

comprende.
con el chaquetón abierto, roto y descolocado. Natalia y Ai­

Aúllan como bestias y lanzan un aguacero de saliva por


ran se levantan.
la boca. Tienen los dientes negros, agujereados y carcomi ­
-¡Toma! ¡El d i n e r o ! -grita Capi antes de que Natalia

dos y la l e ngua taladrada por p eq ue ñ as bolitas de acero .


pueda abrir la boca.

Y le lanza unos billetes y alguna moneda, que son re-


-¡The money! ¡The money! ¡Come o n ! -re p iten z ara n­

deando a N ata l ia por el bra z o.


cogidos por ella en el aire y en el suelo. Capi no se detiene,

E st á claro como el agua. Quieren el dinero q ue C api ha


pasa de largo a galope y A i r o n corre tras él porque se sien­

c onseguido para la noria, quién sabe cómo y qu ié n sabe


te feliz de verle de nuevo y porque cree que todo forma

d ó nd e . C on el jale o que se ha armado, Natalia no lo ha po­


parte de un juego.
dido contar, pero seguro que es muc h o. O al menos lo ufi­
-¡ Airon ! -chilla Natal ia olfateando el peligro-. ¡ Vuel-

ciente para que dos agr e sivos vagab u ndos se p e l ee n por él .


ve aquí!
Los cabe z as r a padas e mp uj a n a N atalia y la arrastran a un
Justo había enlazado los b r a z o s alrededor de su her-

lugar apartado y solitario de ese p e qu e ñ o par q u e , donde


mano cuando aparecen dos tipos que corren también.

nadie p u eda v e rlos ni oír l os, y vuelven a exigir the money


Persiguen a Capi, aunque este les lleva ventaja, y no

cada vez con m a y or v i o l encia mientra arro j an d e saire in­


transmiten buenas intenciones. Son dos chavales algo

traduc i bles por la boca. A iron se ha ec h ado a l l orar con un


mayores que C a p i , de cabello rapado rubio angl osajón

llanto profundo que perfora lo sent i dos y ese sonido an­


y visten ropa militar, sucia, raída e informal. Los tatua­

gustiado via j a a gran velocidad en una estela i nvisible que


j e s rebasan sus cuerpos y asoman por l o s cuellos de sus

lle g a h asta los oídos de Capi.


cazadoras mostrando d i b u j o s y m e n s a j e s combativos en

Entre tanto Nat al ia se resiste, forc ej ea. Y no sabe por


sus cogotes pálidos y desnudos. Son grandes y fuertes,

qué. E lla les daría el dinero , su s egu ridad y la de A iron son


da p á n i c o que alcancen la presa que persiguen. Pero de

mucho más importantes . Pero una fu erza mayor cuyo ori­


pronto frenan y se d e t i e n e n : han reparado en Natalia,

gen ignora, hace que se defienda. Tal vez sea el natural ins ­
que s u j e t a al pequeño Airon paralizada por la s o r p r e s a

tinto de su p e rv iv e ncia que -dicen-, todos llevamos dentr o.


y el miedo.
- ¡ A u g g ! -gr i ta uno de l os cabezas rapadas .
Vuelven sobre sus pasos y se aproximan a ellos; de sus

Y es que Natalia le ha dado u na p atada bie n fuerte en la 81.


So
ojos muy azules salen puñales de acero.

rodilla con esas buenas botas nue v as q u e pos ee.


Y a están aquí.
El chico golpeado no va a contraatacar; sería un acto propina puñetazos con bastante buena puntería y las man­

cobarde y desproporcionado, su adversario solo es una ni­ díbulas de sus contrarios rechinan a cada golpe de puño.

ñita en edad escolar, así que ordenando a su compañero ¡ Z a s ! ¡ P u m ! ¡ C r a s h ! Es un diestro campeón, el mejor que

que la sujete, se dispone a registrarla para encontrar el di­ puede haber; el « j e f e » en las artes del combate.

nero que, por la confusión del momento, ella ya no recuer­


Claro que eso no podía durar. Finalmente los cabezas

da dónde guardó. Le abre las manos que se cierran como rapadas reaccionan, también ellos saben luchar, alumnos

cepos, dedo por dedo: nada; busca en uno de los bolsillos: aventajados de l a escuela de la calle. Ahora ambos adver­

nada; luego en el otro . . . ¿qué hay aquí? Algo ha mordido sarios dan y reciben a partes iguales.

su mano. ¡ U n a rata! El cabeza rapada profiere una maldi­


¿Pero es que nadie va a hacer nada? Natalia chilla in­

ción y se lleva el dedo herido a la boca, .pero solo unos se­ sistiendo en que lo dejen, ofrece el dinero que le queda a

gundos. Rápidamente agarra a Gus y la saca del bolsillo los cabezas rapadas, aunque ya no la escuchan y su voz se

lanzándola tan lejos como sus fuerzas lo permiten. Al ha­ estrella en el aire, cae al suelo y como polvo liviano se des­

cerlo, varios billetes se desparraman por el suelo y el com­ vanece.

pañero, que lo ha visto, los recoge y guarda de inmediato.


Y para colmo, Capi comienza a perder. Aunque es más

Por fin han hallado el escondite. Van a apoderarse del bravo y mucho más ágil, son dos contra uno, un combate

resto del dinero, le van a limpiar el bolsillo, pero entonces desigual. Sangra por la nariz y en su rota ropa han brota­

irrumpe un cuerpo ágil que se lanza sobre ellos derribán­ do ramilletes de flores rojas. Los cabezas rapadas lo tienen

dolos al suelo. bien sujeto, uno por los brazos, el otro por los pies y le pa­

-¡Capi! tean los flancos s i n gota de compasión. Una y otra vez las

Los tres chicos se enzarzan en una reyerta colosal. Capi


patadas se suceden, y las botas militares de esos chicos

tiene buenos puños. Y los sabe utilizar, no es su primer en­ quebrarán las costillas de Capi y pintarán de rojo y de vio­

frentamiento. Esquiva con adiestrada técnica numerosas leta una espalda que ha crecido entre peleas.

veces ensayada los golpes enemigos y sacude a sus adver­ Capi de pronto no se defiende, se diría que ha perdido

sarios con tanto coraje como un fiero león defendiendo la el sentido. Natalia corre a buscar ayuda, llama pidiendo

manada. ¡Qué pelea! Natalia cierra los ojos porque no pue­ auxilio, ya no le importa la noria, ni los pebis, ni siquiera

de ver el espectáculo. Airan, mientras tanto, entre hipos y el centro de acogida; solo la vida de Capi. Alguien la oye,

gemidos corre a rescatar a Gus. se arrima a ella y la escucha. Después mira a lo lejos, allí

Capi está que muerde. Furioso contra ellos por haber


donde tres gamberros se zurran . . . ¡ B a h ! ¡ Bandas rivales!. ..

hecho llorar a Airan y por haber visto a Natalia acorralada, ¡ V a g a b u n d o s ! . . . ¡Que se maten! La persona en cuestión se
retira, demasiado poco interesada en trifulcas callejeras. Capítulo 7
Después una anciana se detiene frente a Natalia que aho­

ra llora y apenas puede explicarse. Junto a ella, el pequeño

Airan llora también. La anciana acaricia el pelo de N atalia

y cachetea suavemente las húmedas mejillas de Airan. Es

muy vieja, tanto como para pertenecer a la generación casi

extinguida de corazones bondadosos, pero no lo suficiente

como para desentenderse del uso del teléfono móvil. Hace

una simple llamada e inmediatamente se escucha, ululan­

do a lo lejos, la sirena de la policía.

Capi parec í a her ido , des m a y ad o, y se gu ramente lo esta­

b a . Pe se a ello se inc o r p or a en cuanto oye la sirena. Y, cosa

cu rios a, l o s cab ez a s r apa d as le ayudan a hacerlo. C a p i huye

de a llí, torpe y c oj o , tod aví a san g rando p o r la nari z , ale já n ­ Cuando el coche de patrulla aparece, el campo d e b a ­

d o se de la s ir e n a que a t o d as l u ces es el p eli g r o p rinci p al. tall a s e ha des p e j ado. E s un coc h e blanco, con fra n j a s r oja s

P er o no huye solo, es c apan los tres. J un t os , a pesar de ser y am ar illas en sus c os ta d os . E n e l techo, junt o a la luz a z u l

riv a l es , un ido s ahora en un m ied o com ú n . bri llante q ue gira y p ar pa dea se lee : Poucs. Solo u n grup o

N o o l vi da Cap i v o lv erse cu ando aún N atalia y A i ra n de cu ri osos hace bulto a l lí , en a q ue l l os j ar din e s desange­

p ue den v erle y levanta la mano a g it á ndola en el ai r e. B a j o lados que e n otro tie mpo o en otra estaci ón , tal vez tuvie­

la sang re que tinta su ca r a e le adivi n a una sonrisa. ron flores. Su p ong o q u e dos p ol icías bajarían del coche .

-¡ C hao , a migo s ! - di c e t o s iend o y esfor z ando m ucho la Supong o del mism o modo que es o s d os p o li cí as revis ar ía n

voz par a que le oigan-. ¡Q ue os vaya b i e n ! el escenar io de la pelea, buscand o pistas o armas, como es

En cambio, l a mano de N atalia no p ue d e des p e g arse de su o b li g ació n . Es po s ib le que incl u so llevaran s u s pi st ola s

car g ad a s y desenfundadas . Pero solo lo supongo, po rq u e


su bo ca.

-H ast a . . . s i e mpre . . . - s u s u rra trémula, emoc i onada, tan N atalia y Airan nada de esto vieron. Tras decir a dió s a Ca­

baj o tan baj o , que se gu ramente solo lo ha p ensado. pi, tam b ién aban do nan el parq u e , despa c i o , c og ido s de la

mano, y ta n t r istes como h uérfan o s en un fu n er al . Nadie

repara en ellos, se v u elven i n vis i bles a los o jo s de l a g e n te ;

s on como dos est r ellas fugaces en una mañana de s o l.


Caminan hacia la oficina de la noria, pues van a subir. No, ni hablar. Por nada del mundo consentirá dejarlo

Gracias a Capi tienen dinero para el tique. Natalia ha con­ solo en una ciudad tan complicada.

tado moneda a moneda y billete a billete lo que los cabezas -Tienes que subir tú, Airan, no hay más remedio -di­

rapadas no han conseguido robarle y piensa que debe de ce resuelta.

haber suficiente. Pero está en un gran error: cuando tienen -¿A nónde? ¿A la noria?

delante la lista de precios comprueban con desánimo que -Sí, a la noria. No quiero dejarte solo en la calle. Prefie-

es carísimo subir. E imposible para su insuficiente econo­ ro que subas tú y yo te esperaré a la salida.

mía. Natalia hace un nuevo recuento del dinero por si ha -No. Quiero contigo.

habido suerte y ha contado mal en el recuento anterior. Airan arruga el entrecejo y frunce la boca y Natalia re­

Pero no, ni un triste penique de más. Lo que suponía. curre entonces a su muy ensayada faceta de madre susti­

-Nada, no nos llega -murmura como para sí. Luego se tuta.

dirige a Airon-. No nos llega Airan, no hay tanto dinero -A ver... No puede ser. No nos dejan subir a los dos. Iría

como para que subamos los dos. contigo, de verdad, pero no es posible, solo tengo dinero

y así es en efecto. De pretender subir, solo les alcanza- para un tique. Sé un chico bueno y obedece, anda.

ría para comprar un único billete. -Quiero contigo -repite Airon-. Quiero contigo . . . -mien­

¿ Qué hacer? Hay que pensar y decidir deprisa, el tiem­ tras protesta, da pataditas en el suelo con el pie derecho- . . .

po vuela. Pronto caerá la noche y ante esa nueva dificultad, Quiero contigo . . .
1

buscar el edificio de la BALLOON S con el único obstáculo de -Airan, escucha. ¿Prefieres que suba yo y quedarte aquí

la niebla parece un juego de niños. Podría subir Natalia y abajo tú solo? ¿ E s o prefieres?

que Airan la esperase abajo, formalito como un hombre. -¡ Quiero contigo, yo solo no, quiero contigo!

Vlado siempre le habla así y a Airan le hace gracia. Si se lo -Pero Airan . . .

propone con esas palabras seguro que se queda tranquilo -¡ Solo no . . . , quiero contigo . . . ! ¡ Quiero contigo . . . !

y obedece. Natalia mira de refilón a su hermano; tiene los -¡¡¡Airan!!! ¡¡¡Escúchame!!!

ojos hinchados y la cara sucia de tanto llorar. De la nariz le El grito que ha dado Natalia asusta al pequeño Airan

salen dos regueritos acuosos y ella ya no sabe si es por el que, de momento, se calla. Natalia inspira profundamen­

llanto o porque está pillando un resfriado tamaño XL. Por te cerrando los ojos, como ha visto hacer a las mujeres es­

un instante se lo imagina sin ella, quieto en algún lugar tresadas en cualquier teleserie de moda. Luego expulsa el

cercano, tiritando de frío mientras la espera, y a merced de aire despacio, ante la mirada compungida de su hermano. 87
86

tantos y tantos peligros como acechan . . . Bien, así está mejor.


-Hace años -dice Natalia- yo también me quedé so­ »Luego dos oes, una O y otra O, dos rosquillas.

la en el centro de acogida. Mi m e j o r amiga, Shao Li, un »Una N después, la primera letra de mi nombre.

día se tuvo que marchar, y para siempre, no como cuando »Y al fina ] una S, la culebrit a , ¿recu e rda s ?

la llevaban al hospital. Las dos sabíamos que nunca nos » S o l o ti enes que buscar esa palab ra. E s tará e scr i t a b i e n

volveríamos a ver. Cuando nos despedimos yo me agarré g r a nd e, s e gu ram e n t e con luz, en un edifici o moderno, ya

a ella y no quería dejarla marchar. Me agarré a su cuello lo v e r ás. Cuando la encuentres te fi j a s b i e n en qué direc­

llorando y gritando que no me dejara sola. Como tú aho­ c i ó n e st á, guíate por el río, y si hay cerca algún palacio, o

ra me has hecho a mí, Airon. Y o también era pequeña, y i g l e si a, o t i e nda g ra n de, al g o que nos s irva de refe r encia.

estaba asustada. Y ¿sabes lo que me dijo Shao Li, eh, sa­ No lo o lvides : Be , A, eLe , otra eLe, d os O e s, eNe y e S e . Pue­

b e s ? Me dijo que nadie está solo si en el mundo hay una des h a cerlo, Airon, ya ere s mayor.

persona, una sola, que p i e n s a en ti. ¿Lo entiendes? Tú me -¿L o . . . lo . . . loncontraré? - b a l bucea Airon-. Hay humo

tienes a mí, Airon, y da lo m i s m o dónde estés tú o dónde todo el rato y no se ve nada.

esté yo, siempre estaremos juntos porque yo siempre pen­ -Lo en c ontr a r á s, Ai ra n. E res muy list o y además es No­

saré en ti. c hebuena. Lo encont r a rá s .

Airon respira intermitentemente repetidas veces y se -P ues vale.

limpia los mocos con la manga. Mientras Natalia le habla,

inclinada como e tá ante él, la llavecita de globos bascu­ A h ora vamos a de ja r a Natalia abajo, a la salida de la no r ia

la un poco más abajo de su cuello y Airon la sigue con los y vamos a s u bir con Airon en esa c ápsula t r a ns pa r ent e que

o j o s . Se ve muy llamativa, multiplicada y brillante a través pa re ce el huevo de un g ig an tesc o pájar o de cristal.

del caleidoscopio de las lágrimas. A u n q ue el v i gil an t e le a yu da, se gú n ent r a, da un t r as­

-Ahora sube a esa noria, y busca el edificio de la p i é. N a da im p ort a nte. Le ha tocado en una cab i na que va
1

BALLOON S. Te voy a explicar cuáles son sus letras, como c asi va c í a, tan solo cuenta con la compañía de una pandi­

cuando jugábamos en casa a las maestras. Es muy fácil. Yo ll a de j óvenes y dos se ñ oras de bas tante e dad. U n a de las

estaré aquí, sin moverme, esperándote. Y atiende bien, es­ seño r a s lleva u na bolsa de tela a c ua d ros acolchada y con­

tas son las letras: for ta bl e con un perrito pequeño en su i n t er io r . El pe rr it o

»Primero va una B, la de las dos barriguitas, ¿te acuer­ tie ne el pelo corto, de color canel a y m i r a a Ai r on con l a s

das? -Natalia a la vez que deletrea, va gesticulando con la o r eja s t ie s a s y las dos patas delanter as ap o yada s en el bor-

88 mano-. Luego la A de Airon, la escalera del pintor. de de la b ol sa . Las mu j eres hab l an ent re el l a s y c ontin ua - 89

» D e s p u é s van dos eles, el palito con zapato, ¿ l a s ves? m e n te e xclaman : «Mon Dieu, mon Dieu», A veces se di ri -
gen a Airan que b a j a la cabeza, porque aparte de que no mente en los a s ie n tos cen t rales a la fuer z a . Al hacerlo aú­

las entiende, tampoco iba a molestarse en contestar. Tie­ ll a algo con fus o que a A i ra n le parece una especie de re­

ne cosas más importantes que hacer. Como por ejemplo bu z no .

contemplar desde el cristal la ciudad que se va achicando - ¡ N o ! ¡ F e a ! ¡ D é j a m e ! - dice A i ra n solt án dose de un brus­

a medida que su vagón sube y escala despacio las paredes co tir ó n . S e levanta al instante. De sus o j os de ni ñ o pe q ue ñ o

del cielo. Y sin embargo, qué grande es Londres. Hay filas salen br i znas de fuego.

y filas de calles que se aprietan, manzanas de casas que -¡Oh, mon Dieul - dice l a se ñ ora pa l idec i endo ahora an­

descubren sus tejados de pizarra gris, y el río, que parte la te un crío tan m al ed u ca d o .

ciudad en dos. Las tiendas ya tienen sus luces encendidas - ¡ G u a u ! - dic e el perro .

y en las fachadas más l u j o s a s centellean por miles las bom­ E s la ocasi ó n es p er a da y A i ra n lo sabe . N unca va a estar

billas de Navidad. Pero la niebla parece que se aglutina y má alto, nunca va a haber tanta luz . R ec u erda las letras

espesa según A i r o n a ciende; dentro de poco a sus pies so­ que N a t al i a le ha e x pl i cad o con paci e ncia : primero va una

lo habrá una densa nube blanca. B, la de las dos barri gu itas . . . ; luego la A, la escalera del pi n­

Y de pronto . . . algo sucede en el aire. U n fenómeno in­ t o r . . . ; des p ués v an dos eLes . . . P ero no consigue en c ontr a r ­

sólito, un prodigio, u n milagro, í, eso es, solo puede ser un l a s , ningún rótulo o letrero con esa com b in a ci ó n . ¿ Y si no

milagro. La cortina de niebla tiembla, se difumina y diluye, e xis tie e ? ¿ Y si s e llamar a de otro m odo ? ¿ Y i el edificio

se abre cortada por el c u c h i l l o del sol que quiere mostrar­ estuviera tan le j o que ni desd e la n oria se v e ? BALLOON's,

se antes de esconders tras las últimas casas de Londre . BALLOON's, ¿ dónde e tá ? La ca b ina acristala d a a v anza sin

A i r a n da un salto y r corre con los o j o s el panorama urba­ pau a con el girar uniforme de la noria , en seg u ida comen ­

no que ha surgido más allá del ovalado vagón de la noria. z a r á a descender . C omo el sol , que aunq u e l u ce aún como

Ahora, como por arte de magia, la claridad es total. Y él no lo ha hec h o en todo el día, por momen t o se as e me j a a

está arriba, a muchos metros del suelo, en la cúspide de la una pelota que cae . B A L L O O N ' s , BALLOON's . . . P rimero va una

noria. Es el momento de bu car el edificio de la BALLOON's. B, la de las do b arri g ui t a , l u e g o l a A, la escalera del pin ­

Como impulsado por un motor a pilas, Airan circunda la t or . . . Las c al les p aulatiname n te se acercan a A i ra n , se dila ­

cabina entera y al hacerlo pisa a las dos señoras que pro­ tan y se e xp ande n, la luces destacan con más i ntensi d ad

testan y le riñen. ¡ B a h ! No piensa sentarse. Necesita verlo en las sombras i gu aladas d el crep ú sc ul o .

todo y no hay otra manera de hacerlo. Las señoras no ha­ A iron se sienta , derrotado . No encontrar á el e difi c io
1

blan su id i o m a , p os ibl emente ni si q uiera in g l é s , pero una de la B A L L O O N S y cuando se re ú na con N atal i a ten d rá que

de el l as a g arr a a Aira n por un bra z o y lo sienta violenta - d e cirl e que no es tan list o como e lla pensaba y que la
1

Nochebuena no es la Noche de los D e s e o s . El perrito lo separan la BALLOON s de la noria: uno . . . dos . . . cuatro en to­

mira curioso desde su casa de tela. A él no le importa lo tal, y se fija en algún edificio importante cercano. Ya está.
1

que se ve o se deja de ver desde la noria, él no tiene una A poca distancia de la BALLOON s hay una iglesia clara, muy

m i s i ó n . Pronto, la noria finalizará su recorrido; el sol, en­ grande. No es como las que él conoce pero sabe que es igle­

vidioso, también. Entonces Airan se pone de nuevo en pie s i a porque tiene una cruz. Es mayor que cualquiera de las

y se encarama sobre su asiento m i r a n d o una última vez a que Airan ha visto hasta entonces y también mayor que

través de los cristales. Ahí donde otros en otro momento el conjunto de edificios que la rodean. Pero no es más alta

se sentarán, sus botas dejan una sucia huella marcada. que la noria, eso no. Por un lado tiene dos torres cuadra­

Muy al fondo, en la otra orilla del río, entre compactos das, una de ellas con relojes negros en sus fachadas, y por

edificios antiguos y otros más modernos, Airan ha divisa­ el otro una torre alta, gorda y redonda que termina en un

do algo que, de súbito, le llama la atención. Es un dibujo tejado oscuro, con la forma de un paraguas abierto. Enci­

luminoso en la fachada de un bloque demasiado alto como ma del paraguas es donde está la cruz. Con esos datos lle­

para no haber reparado en él. El dibujo representa un ma­ gar a la BALLOON's va a ser fácil, así que misión cumplida.

nojo de globos, cinco en total, cada uno de un color. Bor­ Natalia va a estar satisfecha de él.

deados de neón, brillan con tanta fuerza que eclipsan todo Cuando Airan abandona la noria, ya es noche cerrada.

lo demás. ¿Pero cómo no lo ha visto antes? ¡ E s el manojo Natalia, que lo espera ansiosa, corre a su lado.

de globos que Natalia lleva al cuello, la famosa llave que -¡Loncontré, loncontré ! -grita Airan.

lo tiene cautivado! Que se esté haciendo de noche, segura­ Natalia entera palpita de orgullo y de gozo.

mente le ha ayudado a descubrirlo. Bajo los globos, Airan - ¿ Y sabrás llegar?

distingue y reúne una a una con gran regocijo las letras -S í, está chupado.

que ya ni soñaba localizar: Primero va una B, la de las dos Todos los abrazos que existen se agrupan en uno. Y to­

barriguitas, luego la A, la escalera del pintor... dos los besos también. ¡ Qué noria mágica y pro di giosa!:

-¡Loncontré, loncontré /-grita Airan al perro, rojo de en­ ha subido un niño y ha bajado un hombrecito. A decir ver­

tusiasmo. dad, Natalia sabe que tiene el hermano más listo del mun­

-¡ Guau, guau! -responde el perro asomándose todavía do, el mejor que le podía tocar. De la mano, comienzan a

más a su balconcito a cuadros. caminar. La gente junto a ellos circula deprisa, con bolsas

Y Airan se fi j a bien en el lugar y guarda en su cabeza de comida, paquetes y regalos típicos de la Navidad. Pro­

todas las notas p r e c i s a s : está al otro lado del río y enfrente bablemente van a juntarse con amigos o parientes para la
93

de donde se está metiendo el sol. Cuenta los puentes que cena de Nochebuena, como es natural. Como ellos. Pronto
se reunirán con Vlado y con Yubire y tras el programa irán Capítulo 8
a cenar. ¡ Mmmmmm ! ¡ Qué hambre! No han comido nada

desde por la mañana, solo de pensar en la cena se relamen.

Pero Capi no cenará. Ni solo ni acompañado. Natalia nota

una presión en la garganta al acordarse de él. ¿ Qué hará?

¿Dónde estará? Tiene que pensar en otra cosa, el recuerdo

de Capi es demasiado doloroso.

-¿Qué hora será? -pregunta Natalia por preguntar, en


1

realidad a nadie-. ¡Ay! ¿Llegaremos a la BALLOON s a las

ocho?

Y entonces un suave sonido metálico que reverbera

inunda el aire de una monótona y acompasada melodía.

Puede venir de un pájaro, de un espíritu celeste o simple­

mente de una campana. Durante el día Londres es un hormiguero humano, el

-¡Big Ben! . . . ¡Big Ben . . . ! tráfico marea y junto al río atruenan espantosas las sirenas

Y así hasta cinco veces. de los barcos. Pero por la noche la ciudad se disfraza de si­

- ¡ L a s cinco! -exclama Natalia-. ¡ E l reloj que canta! lencio. Quizás hoy de manera especial, ya que por ser No­

No lo había oído hasta ahora. Otro milagro. chebuena la gente se ha recogido pronto en sus casas.

Giran sobre sí mismos buscando el reloj, retroceden si­ Natalia y el pequeño Airon han atravesado el río por el

guiendo la dirección del sonido. Natalia cree recordar que mismo puente antiguo que ya cruzaron antes y se dirigen
I '

está en una torre cuadrada y que es grande y redondo co­ a buen paso a la zona donde Airon dice haber visto el edi­
1

mo un planeta, en casa o en la tele ha debido de ver alguna ficio de la BALLOON S. Caminan junto a la orilJa para no per­

imagen de él. Claro, allí está la torre, con el río a sus pies, y der la ruta y cuentan los puentes que van dejando atrás:

guardando la gran campana que tañe las horas. Por fin sa­ Airon ha dicho que pasando cuatro, ya están cerca. Pero de

ben el tiempo que falta para el programa. Intentarán llegar puente a puente hay un largo trecho y no tardan en notar

a la hora, van a poner todo su empeño en conseguirlo. No en sus cuerpos el peso de todo un día de vagabundeo. Las

piensan permitir que la cena se enfríe. tiendas cierran sus puertas y también aquellas cafeterías y

94 pubs que saben lo poco rentable que será trabajar durante


95

la familiar y hogareña noche de Nochebuena.

11
Después de mucho caminar, han llegado al destino ele­ lo s focos se mue s tr a l lena de desolaci ó n y de so m b r as. La

gido. Airan conoce el puente en cuanto lo ve porque es gran t orre circular con su te j ado en forma de paraguas pro­

muy diferente a los otros. Es un puente estrecho, metálico yecta deste l los d or a dos y ne g ros .

y moderno, sin coches, solo para personas, y se llama Mile­ -C ú pu l a , Aira n - dice N atalia se ñ a lán do la con el dedo - .

nium Bridge, o al menos eso dice en un letrero situado cer­ L os te j ados re d ondos en forma de p ara g uas se lla m a n cú­

ca de él. S i Airan se ha explicado bien, desde aquí, avan­ pu l a s . Mu c h as i g lesias las tienen .

zando en línea recta hacia el revoltijo de calles, se darán -Ah - con v iene A i ran .

de morros con la igle ia y detrás de la iglesia, a solo u n a s C a m inan un poco más , trat a ndo de se g uir la d i re c ci ó n

manzanas, ¡ la BALLOON S !, el ansiado edificio, no tiene pér­ q ue n su m omento el guía Aira n indic ó. A hora s u r g e n

dida. Natalia presiente a Yubire y a Vlado muy cerca, diri ­ e d i fi c i o s m oderno , con f ac h ad a s es p e j a d as que de v u elve n

gié n d ose como el lo al p r o g ra m a donde u n p l at ó am p lio ca i i ntacta s las i m á g e n es cerc an as . F or m a n u n o cé ano re­

y lumino o les a g uarda . ¿Có mo estarán ? ¿Q ué p ensar á n ? l u c iente de cri tal, a lu m inio y a c ero . A i r a n d i ce :

¿Hab r á n d ado part de l a des ap a r ic ión de los ni ñ os ? Hum, -¡E e es . Ah í e t á ! ¿ N o ves lo g lo b o s?

difícil: i hay una s o l a m a dre n el mundo dispuesta a de­ P or u p u esto que lo s ve, re l um b r a u neón de todo s lo

j a r s e qui ta r p or s us d es p i t s una seg u nda ve z a sus h i j o , c olores , s on d e m a s i a d o e v idente . Y b a j o e l l o s las pal a b ra s


1

e a no es Yubir e . Pero un a d uda terrib l e flota en el aire , y tanto rato b usc a d a s : BALLOON S INTERNATJONAL T. V. P or fi n .

es: ¿lo habrá bus c ad o p or L ondres ? En cual q uier caso el A pa os t r é mulos se a c ercan y cu a ndo están j u sto enfren­

pr o g r ama Un minuto de gloria por f uer z a l os tendrá que te de l a puerta pri n c i pa l se det i ene n . C a s i no se lo p u e d en

r e u nir. Se ab r az a rá n d e l a n te del pú b l ico y de las cámaras , cr er . H an lle g ado ; h a mbr i entos , perdidos , ol a s , can ado s ,

d rr a ma r á n una s u a nt a s l á g rima , se p edirán per dó n p or p ero han lle g ado . Natalia nota que s u co n g o j a crece , los

algo que muy pr o nt o hab r á n olvidado y se te r minar á la o j os e l e q uieren hu medecer y los globo b ai la n v i s to s a

a ventu ra . Tal c ual. La tele todo lo p uede . S intiendo a us través d e l velo brillan t e de lá g ri m a s.

se re que r i do tan c e r c a, N at a l i a e xp erim nta una sen a­ P ero s contiene ; ya h a b rá tiempo de llor ar má a de ­

ción de co ngo ja. ¡ Son ta ntas l as cosas q ue han p a s a d o ! Y lante .

total, en a p e na s do dí as . Y ni si q uiera com p letos . -Lo has conse g uido , A i ra n , estoy tan or g ullo s a de t i . . .

Ya in m er s os e n las call e s, pronto aparece la i g lesia , fe­ - le dice a p ret á ndole la mano .

nomenal m ole de pi e dra que m uestra el es p lendor t íp ico de Hay un relo j di g it a l en la f ach a d a: son la 1 8 : 3 5 . El relo j

las ig l e sia s im p or t an tes ; fi j o que adem á s es catedral. D e día, t a m bi é n marca la te m pera tu ra a m biente : q uince g ra dos 97

s egur o que es b o n i t a, pero de noche, ilu m inada tan solo p o r b a j o cero , realmente u n frío de i m p resi ó n. Tal ve z p or eso
no hay nadie en las inmediaciones de un edificio comple­ -A ver, Airan: dentro de un rato vamos a cenar una su­

tamente céntrico y en donde además se graba en directo percena. ¿No puedes aguantar un poco más?

un programa de televisión. Y, pensándolo bien, es bastan­ -¡Que n o ! ¡Te digo que quiero comeeeer!

te extraño. Natalia sube los tres escalones que hay hasta Ya empezamos. N atalia suspira, fatigada. Apenas le que­

la puerta y la empuja despacio, luego un poco más fuerte, da paciencia para soportar ni siquiera un pequeño arreba­

finalmente vuelca todo su peso en ella y forcejea. Pero la to de genio de su hermano.

puerta no cede ni un milímetro está cerrada y tras los cris­ -¡ Bah! Paso de ti. Cuando te pones burro no hay quien

tales, en el interior del edificio, solo se ve oscuridad silen- te aguante.

ciosa y profunda. Sin dirigirse la palabra buscan en la noche un lugar

-Jo, no hay nadie -protesta Airan a su lado. más o menos cómodo para quedarse a esperar la hora y

Fastidiada y confundida, Natalia no replica. Buscan con pico que falta para las ocho que, sospechan, va a ser larga,

la mirada otras entradas que pueda haber disimulada o larga de verdad. « N o te retrases ni te adelantes, es muy im­

más retiradas, e incluso dan una vuelta completa al edificio portante», decía la carta. Natalia lo recuerda bien. De leer­

con el fin de rastrearlo entero, pero si encuentran alguna la tantas veces se la aprendió de memoria. Pero tenía ra­

puerta de acceso está también cerrada. Bien; será porque zón Capi. ¿Por qué justamente a las ocho? Desde luego es,

aún no es la hora, habrá que esperar un rato. No obstante, cuando menos, raro.

la soledad y el silencio pesan en las espaldas de los niños ¡ D i o s ! ¡ Y si no hiciera este condenado frío que te tras­

como una gigantesca mochila cargada. Sobre sus cabezas, pasa!

los globos los contemplan y parecen reírse de ellos con -Aquí mismo nos quedamos -dice Natalia-. ¿Te pare­

una risa roja, verde, amarilla, azul y violeta. ce bien?

-Falta más de una hora para las ocho, Airan-dice Nata- Agotado, helado, hambriento y todavía enfadado, Ai­

lia-. ¿ Qué te apetece hacer mientras esperamos? ran ya no contesta.

La respuesta de Airan es rápida y rotunda. Están en un pequeño jardín rodeado de cafeterías, to­

-¡Comer! das cerradas. El jardín tiene mesas, bancos, fuentes, pa­

-Qué te apetece hacer que no sea comer, se entiende. peleras. Parece el lugar donde los ejecutivos de l a s em­

Jugar a algo, pasear, sentarnos . . . p r e s a s que lo rodean, en los días soleados y templados,

-Entonces no me apetece nada. Solo quiero comer. salen a comer sus tentempiés del mediodía. Pero aho­

s -¿Quieres que te cuente un cuento? ra está desierto, qué quietud. ¿Habrá alguien en la calle 99
9

-No. Solo quiero comer. aparte de e l l o s ?


Sí, claro: Capi, los Brothers, a lo mejor también los ca­ Transcurrido un rato Gus se cansa de recorrer el banco

beza rapadas, lo conductores de autobuses y taxis que una y otra vez. Es una ratita curiosa y ha pasado el día en­

a estas horas arrastran sus vehículos casi vacíos, los men­ cerrada en un bolsillo, justo es que ahora se aproveche de

digos sin hogar, los borrachos, los jóvenes fugados de sus su nueva libertad. Y a ha inspeccionado la llave y la mano

casas y tantas almas solitaria como pueblan no solo Lon­ forrada de lana de Airan; ha movido la nariz unas cuan­

dres, sino el mundo entero. tas veces y ha guardado en sus carrillos una pipa de gira-

-Toma Airan, juega un rato. ol que ha encontrado, es decir, conoce l banco como ya

Natalia ha desatado el cordelito con la llave que cuelga conocía el b o l s i l l o que la ha abrigado hasta ahora y pronto

de su cuello y e la cede a Airan. Es posible que así c o n s i ­ nec ita nuevos horizontes que descubrir, así que e de -

ga distraerlo. Y lo consigue, vaya que sí. Desde que Airan l i z a en cuanto ti ne ocasión y l i m p i a m e n t e aterriza en el

la v i o por vez primera es objeto de su de eo. La coge rápi­ uelo. Airon la sigue con su bólido ligero y colorista.

damente y en menos de lo que se tarda en decirlo, ya ha -Bbbrrrrmmm . . . Mejor. Ahora la pi ta de carreras es

pen ado a qué jugar. Pero nece ita a Gus y Natalia saca a más grande.

la ratita del b o l s i l l o advirtiendo a su hermano de que ea Cu tiene unas patitas cortas y ágiles, corre a gran velo­

cuidadoso con ella. Lo será, eso está hecho. Airon coloca a cidad y conoce las artes del e camoteo. El coche de Airan

Gu en el banco y pone la llav de globos horizontal, a po­ ca i no la puede seguir.

co centímetros de su lomo peludo y algo sonrosado. Para -Bbbrrrrmmm, bbbrrrrmmm . . . -acelera.

estar a su altura él se arrodilla en el suelo. Mientras A i r a n y Gus juegan en el suelo, Natalia, más

-Bbbrrrrmmm . . . -hace Airan con la boca transforman­ que ver, ha creído notar una presencia que se mueve en­

do a í la llave en un potente coche-. Una arrera, Gu , bb­ tre lo altos arbustos de boj, verdes y tupidos, con los que

brrrrmmm . . . no ha podido l invierno. ¿Más problemas? Bueno, tal vez

Parece que Airon ha olvidado por un momento el sean Brothers, a ella ya no la asustan.

h a m b r e . Como la niebla definitivamente se ha ido, ni s i ­ P ro e tá recelosa, un poco confundida y en estado de

quiera hay humedad en el uelo y sus piernas no se mo­ alerta. Con lo ojos muy abiertos, enormes sus pupilas en

j a r á n . Natalia observa la e cena complacida y se permite la oscuridad y el cuerpo tenso, Natalia recorre los jardines

imaginar u n feliz y rápido final. U n a s o n r i s a se le d i b u ­ s i n moverse apenas. Tiene la misma sensación de no estar

j a en el rostro. D e l i c i o s o , ¿ n o ? Pues os avi o que no os s o l a que tuvo ayer en el río, cuando Airan y ella fueron ace­

c o n fi é i s , s a l v o que queráis hacerlo a pesar de mi adver­ chados por los Brothers; y fue una sensación cierta, no la J.OJ.
J.00

i l u s i ó n de una mente impresionada. De súbito, la presen-


tencia.
cía se manifiesta de nuevo, solo que esta vez se ha hecho
como un gong golpeado con la maza. ¿ Y los pebis? ¿Han

notar demasiado y ella ha creído reconocer... ¡ U n pebis! desaparecido de nuevo?

Y no sabe por qué, ni s i q u i e r a llevaba s o m b r e r o . Pe­ -Airon, Airon . . .

ro l o s conoce, los huele, lo sabe, sabe que era un pebis.


Entonces recuerda la escena: Airon corriendo detrás de

¡Ay, D i o s ! ¿Y t i e n e n que aparecer ahora, tan cerca ya del


Gus en una inofensiva carrera; niño y rata jugando al más

fi n a l ?
simple e inocente de los juegos. Y ella, tonta, idiota, papa­

La fatiga y la derrota se apoderan de todo su ser. Con


natas, mala hermana, despistada, irresponsable, ha dejado

gusto les gritaría: « ¡ D e acuerdo, somos niños perdidos, co­ que se le pierdan los dos.

gednos, eso queríais, ¿ n o ? ! » . E tá harta de huir y de escon­ Como su madre. Bonita semejanza.

derse, de jugar al gato y al ratón. Y mientras maldice su


Ya no le importa gritar. Grita y se desgañita llamando a

perra suerte, la presencia e hace más tangible, más real, e


su hermano mientras su corazón brinca en la caja cerrada

incluso aumenta y se multiplica. ¡ Están rodeados! que lo contiene.


1

Se acabó, se largan del jardín, se marchan a la BALLOON S -¡Airoooonnn! ¿Dónde estás?

sin importar la hora. No puede más. S i a ú n no han abier­


En los jardines no, desde luego. Natalia abandona el lu­

to la puerta, la aporreará, la pateará, la echará abajo. O gri­


gar casi a tientas porque la lágrimas que ahora acuden a

tará hasta que la oigan y les abran, Airon la ayudará. Una


us ojos le impiden la visión y regresa a los edificios acrista­

vez dentro, a ver si tienen valor esos pebis de echarles el


la_dos donde hace apenas un rato apretó con orgullo l a m a -

guante ante las cámaras de televisión. Se vuelve llamando


1 1 1 t a de su hermano. Tampoco por aquí está y ella, trastorna­

a su hermano.
d , se afana en entender cómo ha conseguido irse tan lejos.

-Airon, nos vamos.


S dirige a la iglesia y recorre sus alrededores sin dejarse el

Airon no solo no contesta, ni siquiera e le ve. Natalia


. n ' s pequeño recoveco, de confín a confín, ubiendo sus es­

no sabe si es porque se ha ido lejos o simplemente por la ,·,11 ras, que son muchas, buscando tras s u s columnas, mi­

oscuridad.
, .indo en sus pórticos oscuros. Nada, ni una sola pista de él.

- ¡ A i r o n ! ¿Dónde estás?
l .11 go, como si lo buscara en el oscuro cielo, Natalia levanta

Repite varias veces la llamada en voz relativamente ba


los jos y ve el reloj que tiene casi encima de su cabeza: son

j a para no alborotar mientras rastrea los oscuros alredc 1 . , ..., iete y quince minutos de la noche, qué poco falta para

dores buscando entre los setos, bajo las mesas, sobre l o s


1 . , .., ho. S i n embargo sabe que los minutos serán eternos

1.02 bancos más escondidos, tras los troncos de los árboles. N o


1 1 1 I� presencia junto a ella de su pequeño Airon, aquel que
1.03

quiere alarmarse todavía, pero el corazón le late tan fuerte l l . 1 1 1 1 0 paraguas a un enorme tejado multisecular. Y enton-
ces, al observar la cruz de la cúpula, a Natalia se le ocurre
Capítulo 9
que a lo mejor funcionaría rezar una oración.

-Por favor, por favor Dios, haz que aparezca mi herma­

no, no me importa el dinero del programa, ni la cena, no me

importan los regalos, solo quiero que aparezca, ese es mi

deseo de Nochebuena, que aparezca mi hermano . . . Amén.

Cae sentada sobre las escaleras de piedra y hunde la

cabeza en el pecho. Si no fuera porque se le agita el cuerpo

al llorar, parecería dormida. Muy menuda para su edad,

desde lejos también puede parecer una paloma abatida

por el frío.

Pero no es una paloma, es u n a niña llorando todas las

penas de la humanidad y todas las lágrimas del mundo.

Natalia deambula cerca de la BALLOON's. Tiene la es­


No lejos de ahí, en cierto lugar cálido y confortable, Vlado
peranza de que Airan aparezca por allí. Va de la BALLOON's
y Yubire no ignoran lo que le pasa a Natalia. Están senta­
a la igl e si a , de la i g le si a a los jardines, de los j a rdines a la
dos en un moderno y rígido sofá de color rojo cereza, muy
BALLOON's, sin d e j ar de llorar un instante. Las puertas de
guapos y acicalados. Yubire lleva un peinado de peluque­
los e s t u d ios sigu en c err a das au nque según el reloj digital,
ría y a Vlado le han cortado un poco el pelo. Maquillados y
d ntro d e v e i nt ici n co minutos deberí a estar en el progra­
perfumados, visten ropa nueva y prestada los dos. Yubir
ma, abrazan do a su m adre y a Vlado, cant a ndo la canción
parece más joven, Vlado mucho menos flaco. Pero no los
rh i n a , a bri e ndo la p u e rta de su felicidad, esa que se abre
juzguéis mal: nada en su rostro indica dicha o tranquili
ron la l l av e de los g l o b os, y pre parándose para cenar. Pero
dad. Sufren por Natalia. Vlado, el amable y desinteresado
1 1 0 nt ra rá. No se d e ja r á ver si n su hermano. Ni s i q u i e r a
Vlado, se ha transformado en un manojo de nervios y co
''<'ne la ll a v e . ¿ Qué p orras de pue r t a va a abrir sin la lla-
mo no puede parar quieto, se levanta del sofá.
< ' ? Todo s e ha hun di d o para ell a , lo que hasta a hora le ilu­
-¡ Voy ir porrr ella, no lo soporrrto m á s !
i o n a b a , d e repente carece de i n t e rés. Caminará l as call e s
- ¡ E s p e r a ! -dice Yubire con voz entrecortada sujetando 1

1 x ' o r r e r á el río, preguntará a l o s Brothers, no ab a ndon a rá'


lo por el brazo-. Solo un poco más . . .
I oudres ha s ta que no encuentr e a Airan. S i l o s pebis dan
1.05
Vlado se sienta malhumorado, frenético.
1 1 1 1 1 .lla, pue s q u e d en. S i se de c i d e n a traparl a , que lo ha-
gan. Total, ya sabe lo que la espera cuando todo esto termi­ Y por ellos. Algunos domingos han ido al campo en bicicle­

ne: otra reclusión en el centro de acogida, su libertad tiene tas �1qui1adas,_ como una familia normal, y V iada ayudaba

los días contados. Como ya lo ha vivido una vez, no va a a Aira n empu1ando su s i11 ín por detrás cuando las subidas

morirse porque suceda de nuevo. Lo único que le importa se volvían esp ecial mente penosas.

es Ai ron. Que la lleven adonde sea, pero con Airan. N ata l ia recoge cu i dado s a m e nte las fotos y l a s devuelve

Natalia se cobija en un soportal, al abrigo del relente y al b olsil l o del que s a li e ron . A lgu n as quedan señaladas por

se dispone a pasar una triste noche de Nochebuena. Senta­ boton�s h ú m edos de l ág rimas . Ahora saca el papel con el

da sobre unos cartones y apoyada en la dura loseta de már­ m e n s a j e en le tras c h ina s que Shao Li le regaló el día que se

mol, sabe que no se puede dormir: los quince grados bajo despi�ieron. Lo d es dobla y lo o bserva del revés y del dere­

cero acabarían con ella. Tiene que mantenerse despierta, cho, s i n c o mp r e nd er q u é p one. La caligrafía, eso sí, es fir­

moverse, esto también es La Ley. Para entretenerse, saca me y a rm o ni osa , h e rmosís i m a , como Shao Li.

del bolsillo trasero de su pantalón el paquete de fotografías Pero no e sta b a muy h e rmosa el día que se d espi die r o n.

que no quiso tirar ayer en la superlimpieza de equipaje. Y

se alegra. ¿ Qué le quedaría si no de su querido Airan? Por­ Fue un día l l uvioso, tan triste y tan gris como iba a s e rlo el

que las fotos son instantáneas de Airan, de ella y de Yubire. ad i ós. Natal i a evoca el rostro red o ndo de su amig a mucho

Y de nadie más. Airan con Yubire en la plaza; Airan y Na­ más �emacrado q u e de co s tum b re, c on profund;s ojeras

talia tomando un helado, o haciendo un hoyo en la arena, d bajo de sus ojos tan a largados y e s tr e chos como d os ra­

aquel verano que fueron a la playa; Airan soplando velas yi tas pintadas a rotul a dor. La cab e za sin pel o , li s a y pulida

en su cuarto cumpleaños . . . Nunca lo había pensado y sin e mo u n a pi e dra de río, es taba cubierta por un s om b rero

I
saber por qué, ahora se le antoja que en esas fotografías se o a de algodó n . A c a baba de regres a r del hospital y ya se

advierte la ausencia de Vlado. Será una tontería, pero sí, se pr parab a para volver a m a rch a r s e.

echa de menos a Vlado. Vlado no es enérgico ni severo, no Aquel día gris y lluvio s o, sen t adas en la sa la grande d el

los riñe, a veces no lo ven en varios días, no cocina ni l i m < < ntro de a c o g ida, Shao Li y Natali a habl a ron de muchas

pia la casa, no trabaja ni gana dinero, pero es lo más p a r ' e o ·a s dura n t e mu c ho rato. Jun t o a e ll as habí a tambié n al­

ciclo a un padre que ella conoce. Más incluso que su propio g11 na ni ña m ás. S h ao Li dijo a todas que p a rtiría al día s i-

padre, al que ya casi no recuerda. Cuando vive en casa IC'� 1\11 i nt e Y qu e aqu e llo era la d e s p e d i da fin a l . No volvería

explica cosas de la vida que él abe en cantidad porqu le·


J,trná al c e n tro de aco g i da. A p ar t i r de e nt o n c e s viviría en

1.06 gusta mucho leer. Muy a menudo los acompaña al col gio 1 1 1 1 h os p i ta l e s p e ci a l, con niñ o s y n i ñ a s qu e t e n í a n la mis-

y a veces habla con los profesores. Se interesa por sus cos.i 111.i 'nfer m e dad qu e e ll a .
pequeña con sus gestos serios y adultos y su sombrero de
-Pero yo puedo ir a verte -le dijo Natalia-, como el
algodón rosa.
otro día cuando me escapé. Ni siquiera me castigaron
-Escúchame bien, amiga Natalia, lo que voy a decilte es
tanto.
impoltante, muy impoltante: nadie está solo nunca si en
-No podlás -respondió Shao Li moviendo la cabeza
el mundo hay una sola pelsona que piensa en ti. Tu mamá
tristemente-. Ahola me llevan muy lejos, otla ciudad. ¿En-
piensa en ti. Y yo, desde donde esté pensalé siemple en ti.
tiendes?
Y o · plometel: siemple -y se llevó el puño cerrado al cora­
-¿
· P ,
or que . . .?
.
zón y se lo golpeó varias veces-. Siemple. Esté donde esté.
-Tengo que culalme, Natalia, quielo sel sana, como tú,
No lo olvides.
quielo jugal y colel, no quielo sel siemple en hospital, quie­
Puede parecer un cuento, pero Natalia como por em­
lo sel nolmal, como otlos niños, como tú. ¿Entiendes?
brujo dejó de llorar. No vamos a decir que diera saltos, pe­
-¿ Y cuando te cures? ¿Volverás?
ro realmente se sentía mejor. Luego Shao Li la llevó a su
-Cuando me cule, vivilé con mis papás en esa otla ciu-
cuarto, aquel en el que solo dormiría una última noche y
dad, celca de hospital. Es mejol pala mí. Mis papás ya no
en el que ya todas las cosas se hallaban recogidas y empa­
tlabajan en tienda y se van a ocupal de mí. Me quielen, ¿sa­
quetadas. Desnudas sus paredes azules de recuerdos, fo­
bes? Antes también me quelían, pelo tenían tlabajo, mu-
Lografías y pósteres, parecía un cielo raso, sin nubes. Pero
cho tlabajo . . .
afuera llovía y el gris plomizo del cielo robaba luz a la ha­
Entonces fue cuando Natalia se abrazó a Shao Li llo-
b i t a c i ó n . Shao Li tomó un papel de su cartera de estudian­
rando y suplicando que no la dejara sola, que estaba muy
lC' y un pincel de su estuche de colegial. De alguna caja aún
asustada y que no podría soportar la vida en el centro sin
110 precintada sacó un frasco de témpera negra y untando
ella. Las otras niñas miraban la escena conmovidas.
1•1 pincel en la pintura plasmó unas bonitas letras chinas
-No, no digas eso -la animó Shao Li-. Aquí estal bien.
1 •11 1 papel, al modo de los antiguos escribanos, tal y como
Te cuidan, y tu mamá es celca de ti. Y tu helmanito tam
11· había enseñado un abuelo anciano que ya murió.
bién. Algún día volvelás con ellos.
E to es lo que escribió:
Pero nada de eso conseguía consolar a Natalia, que no

dejaba de llorar. No quería separarse de su amiga; después

de su madre y su hermano, era a quien quería más. ¿ Ou«

iba a hacer sin ella? ¿Con quién hablaría? ¿Quién le d a r í , 1

1.o8 sabios consejos? Shao Li la apartó suavemente de sí y le·

secó las lágrimas con su pañuelo; parecía una mujer i l , 1


Luego lo agitó en el aire para que la tinta se secara y se Capítulo 10

lo entregó a Natalia.

-Pala ti. Es mi mensaje; es como si fuela un tlozo de mí.

Natalia estaba tan ensimismada mirando las complica­

das letras que ni siquiera se le ocurrió preguntar qué signi­

ficaban. Más tarde, a solas, supo que guardaría el mensaje

para siempre.

Pasado un tiempo, cuando Natalia forzosamente se ha-

bía acostumbrado a vivir sin Shao Li, una monitora se le

acercó cierto día en el centro de acogida.

-Natalia, cariño, tengo que darte una mala noticia. Creo

que deberías saberlo, no me sentiría bien si te lo ocultara.

No sé cómo empezar, el caso es que . . . es que . . . Shao Li, ve-

:ees e ñ o r : por fin estamos en el plató número tres de


rás . . . Shao Li empeoró . . .
1

- ¿ S e h a muerto?-preguntó Natalia seria, y más que se- l a B A L L O O N S I N T E R N A T I O N A L T . V . , do n d e se g ra b a en di recto

I es p ecial n avide ñ o d e Un minuto de gloria. Y menu d o


ria, serena.

-Digamos que se ha ido a un lugar hermoso, donde no I lató . N a d a en él re fl e j a limita c i ón o sen c ille z . E g ra n ­

hay enfermedad y donde será feliz para siempre, pero del d , cir c u lar , y tan l u m i n o so y brillante c omo una manti ­

que no se regresa a la Tierra. ¿Lo sabías? I la de l e n t e j u e l a s ; el tec h o a l to y lleno de fo c os recuer d a

La monitora quería contenerse, mo trarse fuerte para .t u n p lanetario y la s p arede s q ue v an a v erse p o r la tele_

animar a Natalia, pero vibraba su voz y se le escapó una son en reali d ad mó d ulos mo v e d i z o con p uertas , corti ­

lágrima. No así a Natalia, que guardaba como un tesoro I ' 'ª , aberturas p ara s a l i r o entrar , d ecora d o todo ello con

« t l o z o » de Shao Li y también sus últimas palabras: « S i e m gusto tan d udos o que solo p ue d e a g radar a un p ú bli c o

ple pensalé en ti, yo plometel, esté donde esté, siemple». 1 • 1 1 L r gado y no demasia d o e xig e n te . E nfrente est á el a u­

r l 1 1 o r i o , muy numeroso , comp ue s t o s o bre to do por e sp ec ­


=Me lo supon í a -d i j o tan s olo.

D espué s se e nc err ó en su h abitación durante horas. t . u l o r s es p a ñ o l e s ( d e l o s m uchos q ue v i v en en L o n d res ) ,

q 1 1 1 • h an renunciad o a u na v elada fa m i liar de No c h e bu e-

1 1 , 1 por as i stir al p r og ra m a y que a ho ra se s i entan en a p re - ]. ]. ].

J.J.0

1 1 1 1 , , s g ra d a s .
Y no es de extrañar. Estamos hablando de Un minuto de Vlado se pone de pie y susurra acercándose a Yubire:

gloria, el programa estrella de la televisión, que también en­ -¡La dracu! ¡ Se acab ó ! ¡ N o so p orr r t o má s e sa esce n a !

tra en los hogares británicos gracias a la tecnología satélite. ¡V o y ba j ar porrr ella y me importa pi mie n t o el prrrogrrra­

En un extremo del plató, una pequeña orquesta ameni­ m a!

za el programa y en el otro, entre el decorado y el público -T e aco m p a ñ o - res p onde Yu b ire esta v ez, incorporan­

está el sofá rojo cereza con Vlado y Yubire sentados en él y dose - . Ya h a sufrido b a stante la p o b re .

donde, por cierto, se respira un ambiente tenso. E l p resen t ador del p ro g ra m a , el h o m bre d e es p eso b i ­

Hace mucho calor aquí dentro, los focos abrasan y Vla­ g ote p lancha d o q u e hoy viste s us me j ores g a l a s , se acerca

do, más amigo del frío a pesar de su insignificante protec­ a ellos de i nmedia t o .

ción de grasa, se suelta el botón del cuello de la camisa y se -¿ S u cede al g o ? -p reg un ta alto y c l aro p or su m i c r ó f o ­

afloja la corbata un poco. Chorretones de sudor mojan su no i n alámbrico in c o r p orad o .

cara y tiene las manos pegajosas e hinchadas. - S u cede qu e nos vamos - dice Yub ire qu er i endo pa­

No hay nada en los alrededores del sofá rojo cereza, r ecer tran q uila y haciendo e q u ili b rios so b re sus tac o n e s

pero un poco más allá, gravitando a una altura considera­ p res t ados .

ble, se extiende una inmensa pantalla de televisión. En ella -¿T an pronto? ¿N o es t á n a gu sto a q u í ? - Y en d é c i m a s

aparece la imagen de Natalia en directo y es duro verla acu­ e l se g undo, ¡z a s ! , se p one l a C ara de R e í r , se ríe p or con­

rrucada sobre unos cartones en el frío y solitario soportal. sig uien t e, y se vuelve hacia el p ú b l i co q ue , p or imit ac i ó n ,

Es esa imagen la que tiene a Vlado y a Yubire desquicia­ rí e tam b i é n .

dos. La han visto hace un momento mirando las fotogra­ -B a j amos a la calle p orrr niña -dic e Vl ado muy se r i o - .

fías y después acando un papel que ha desdoblado, con­ S mas p rrreocup a dos p orrr ella. C o g emos a ni ñ a y volve-

templado y acariciado. Han supuesto que estaba haciendo 1 1 1 os.

tiempo a que abrieran para ella la puerta de los estudios. -N o se m ueve . . . - musi t a Y ubire -. T engo tanto mie d o . . .

Conforme observaba las fotografías y el papel, movía el I p eor se ha . . . se ha . . . ¡Ay, D ios! -S e cu b re l a cara con l as

cuerpo, movía los brazos, estiraba o encogía las piernas, la r u u n o s , h orrori z ada de sus p ropios p en s a m i e n tos .

deaba la cabeza, a veces sonreía; pero ahora no se mueve El p resentador se q uita la C ara de R eír y se p o n e la de

y se ha hundido más en su pequeño espacio. Parece u n . t I l<'c p ción, todo muy rápido , s i n d ejar d e m irar de fr ente

estatua de cera. ¿Por qué no se levanta y hace al meno in


, i l .ruditorio.

112
tendón de entrar? ¿Por qué no se mueve? ¿ S e habrá q u e ¡O oooh! Q uieren ba j ar y resc a tar a nuest r a p equeña
113

dado dormida? N . 1 1 . i l i a an t es de que ella apar e z ca p or su p ro p i o pie . Eso


no es lo acordado. ¿Deben bajar? Quiero oírlo bien fuerte. era por la derecha . . . No, por la izquierda . . . ¡ A y ! , ya no lo re­

¿Deben bajar nuestros amigos a la calle? cuerdan, todos los caminos parecen iguales, pasillos llenos

- ¡ N o o o ! ¡ N o o o ! -ruge el público azuzado por el regidor de puertas cerradas por las que no se puede pasar. Toman

del programa, un tipo lleno de carteles con diversos men­ una dirección al azar, aturrullados y bastante desespera­

sajes (No - APLAUSOS - SÍ - SILENCIO - j O O O H l ) que va levan­ dos. Al final hay una puerta oscura de metal y ¡ eureka ! po­

tando y mostrando a los espectadores dependiendo de lo ne EX!T. De acuerdo, irán por aquí.

que pida la ocasión. Han abierto la puerta sobre la que ponía EX!T. Ha cos­

-Pues ya lo han oído -dice volviéndose hacia Vlado y tado; es de hierro cortafuegos y muy grande; pesaba. Al

Yubire. abrirla no ven la calle, ni la noche, sino otro pasillo tan lar­

-Lo que diga público no imporrrta. Bajamos. go y anodino como los demás. Un hombre que sale de al­

Todavía insiste el presentador un poco más, dentro de gún sitio se planta frente a ellos, quieto y enorme como un

un guión muy estudiado, pero no le vale de nada y final­ camión aparcado. Como no se lo esperaban, Vlado y Yubi­

mente se encoge de hombros. re retroceden un poco.

-Como quieran -dice mientras Vlado y Yubire toman Sería un hombre imposible de recordar, uno más de

la dirección de la salida-. Esto no es la cárcel. los muchos que han visto en los estudios, tal es l a vulga­

El regidor levanta un nuevo cartel. ridad de su aspecto, si no fuera por tres o cuatro cosillas

-¡ Oooou ! -brama el público leyéndolo. que lo definen y desigualan, a saber: un equipo emisor

En la gran pantalla del plató se ve a Natalia que conti­ y receptor de sonido que va de oreja a boca, de ultimísi­

núa inmóvil. ma generación, pequeño como un microbio; uniforme ver­

Vlado y Yubire se lanzan ahora al laberinto de pasillos duzco, pardo o marrón, cualquiera sabe, y al cinto, porra
1

que son el esqueleto de la BALLOON S. Resplandores y des­ y pistola reglamentarias. Es un agente especial de seguri­

tellos han quedado atrás. Las paredes ya no lucen pintura dad de la empresa, un tipo fiel y entrenado, un matón de la

estupenda, solo gris y áspero hormigón. Los cables de ali­ BALLOON's. Al clavarse ante el mismo umbral de la puerta,

mentación energética están a la vista mezclados con tubos, estorba el paso y Vlado intenta esquivarlo.

cañerías y conductos de calefacción. Y aquí ni siquiera ha­ -¿Dónde van?-pregunta muy tieso abarcando el máxi­

ce calor. Caminan deprisa, y Yubire tropieza a menudo por mo espacio; s u s zapatones se adhieren al suelo.

la altura de sus tacones. -¿Le importa? -contesta Yubire.

« ¿ P o r dónde se s al í a ? » , piensan cuando se hallan en el - S i necesitan algo, no tienen más que pedirlo, pero ya
115

centro de un largo corredor. Si de memoria no andan mal, saben que no les está permitido salir.
El hombre habla correctamente el castellano, aunque atraviesa los ojos oscuros de Vlado. Han firmado un con­

con leve acento inglés. ¡ Qué tío! Vlado reconoce humillado trato. ¿Recuerdan?

su idiomática derrota. -¡ Al diablo maldito contrrrato ! -exclama Vlado fuera

-Nos vamos buscarrr nuestra niña. Ya ha tenido bas­ de sí mientras pretende abrirse paso de nuevo, siempre

tante. con Yubire de la mano.

El hombre ni se mueve. Trata de sonreír pero solo le sa­ -Entonces, okey, ¡todo al diablo! -agita en el aire los

le una fea mueca. brazos-. Todo lo que la niña lleva meses soñando: la fama,

-No pueden. Aún no han dado las ocho. Tienen que es­ las ilusiones, los regalos, la cena . . . el dinero . . .

perar. A las ocho todo habrá terminado. -¡Métanse el dinero donde les quepa! -interrumpe Yu­

- ¡ N o ! -grita Vlado-. ¡ N o vamos dejar a niña pasando bire, tajante. Y le sorprende hablar así; no era una cifra pa­

frrío hasta las ocho! ra despreciar. Pero su Natalia vale más que todo.

-Deben esperar un poco más, es lo pactado. Tengan un -¿ Quiere decir esto que van a arruinar el programa?

poco de paciencia. ¿ Quiere decir esto que ya no les importa lo que firmaron?

-¿Paciencia? ¡ A p á r r r t e s e ! Se acabó tiempo parrra pa­ -el matón va elevando la voz-. ¿ Y quiere decir esto que no

ciencia. Vlado empuja con su cuerpo al hombre, que mu­ podremos terminar como esperábamos el especial navide­

cho más pesado que él, no se mueve. Pero como Vlado está ño de Un minuto de gloria?

tan flaco se escurre por uno de los laterales, llevando a Yu­ -Quierrre decirrr esto, amigo, que vamos bajarrr por

bire agarrada de la mano. niña antes que se congele en ese portal como pequeña ce­

Solo que no se van a salir con la suya tan fácilmente. El rrrillera y voy decirle que suba, porque ella no quierrre, o

matón camina tras ellos levantando la voz. no puede subir. Nada más.

- ¡ E s p e r e n ! ¡ N o pueden i r s e ! ¡Tengo orden de intercep­ El matón arruga el ceño. Los mensajes siguen entrando

tarles el p a s o ! por su conexión telefónica. Escucha y habla a la vez.

Y eso es lo que hace. S e adelanta, se para frente a ellos -El contrato dice que la niña concursante no puede re-

y los obliga a detenerse. Los sujeta por un brazo y a la vez cibir ayuda de los padres para cumplir su misión.

recibe nuevas órdenes en inglés por su minúsculo pinga­ -Yo no soy la padrrre de niña.

nillo ergonómico. La mueca fea es ahora una cínica son­ -Pero será el padrastro.

risa. -No soy la padrrrastro de niña.

1.1.6 -¿Lo ven? No pueden marcharse, me lo acaban de co­ -Pues al menos será el tutor.

municar -dice al fin-. Habla con voz grave y su mirada -No, amigo, no soy la tutorrr. N o soy nada.
-Pero . . . -el matón comienza a mostrarse extrañado-, la
puerta principal donde sabe que verá a Natalia. Tiene prisa

estancia en Londres era con los padres . . . , padre y madre . . .


por encontrarla. Y miedo. Quiere correr tanto que su nariz

o tutores . . . , lo normal. se adelanta un palmo al resto de su cuerpo y ni siquiera re­

-Nadie nos pidió un documento -dice Yubire-, ni el Li­


para en que hay hombres que avanzan tras él.

bro de Familia. Enfrente de la entrada principal, enfrente del reloj digi­

-¿Y . . . entonces . . . el padre?


tal y de los globos, sigue Natalia acurrucada en el soportal,

La respuesta de Vlado es rotunda. Briznas de amor e


inmóvil, con la cabeza protegida por la muralla que for­

le escapan por los o j o s . man sus brazos. La única mano que tiene a la vista conti­

-Y o. Como si lo fuerrra -y ha hincado la mano en su


núa aferrada a un papel, tal y como Vlado la vio por última

pecho, para corroborarlo. vez en la pantalla del plató. Pero al natural parece todavía

-¡Me están volviendo loco! -ahora chilla el matón-.


más desvalida. Muy cerca de ella se amontonan cajas de

¡ Los padres no pueden ayudarla, ni tampoco un familiar,


cartón vacía y cosa inservibles que el camión de la basu­

lo dice el contrato! ra esta noche no recogerá. Abulta tan poco y está tan quie­

-Búsqueme papel, uno solo papel que diga que soy pa­
ta que confundida con las sombras de la noche par ce un

drrre o familiarrr de n i ñ a y entonces volverrremos a sofá


pequeño trasto más. No se e tremece, tampoco tirita, pue­

rojo hasta la ocho, o renunciarrremos a todo -luego se di­


de parecer que ni siquiera respira. Vlado se acerca a ella y

rige a Yubire-: Tú sí errres familiar, debes volverrr a plató,


uavemente la zarandea por el hombro.

yo soluciono e to solo. -Nata . . . , eh, Nata . . .

La deja ahí, junto al matón, al que finalmente ha redu­


Silencio, no hay respuesta. Solo un villancico en boca

cido con su ca tellano de pacotilla y al que ha exigido ade­


de niños se escucha triste, lejano.

más que le señale la s a l i d a . Hay cámaras en lo pasillos, al­


-¡ N atalia ! -la sacude, la zarandea más fuerte-. ¡ N atalia

guna tal vez haya inmortalizado la escena.


despierta! ¿ N o oyes a mí o qué?

Y así, siguiendo las instrucciones del hombre, Ylado lle­


Entonces Natalia levanta la cabeza lentamente y abrien­

ga a un portón para vehículos en las traseras del edificio


do lo o j o s , mira a la persona que le habla. ¿Y qué v e ? Ye

que mediante una orden telefónica han abierto para é l ; la


una alucinación, un fantasma. Y el fantasma se parece a

BALLOoN's no es una cárcel, ¿recordáis? El clima helado gol­


Vlado, pero está tan guapo y va tan bien vestido . . . ¿ N o es

pea su rostro. La noche de escasa luna sería tan negra como


eso que le rodea el cuello una corbata? Ella siempre cre­

118 un agujero sin luz, pero esto es Londres y la ciudad de pil­


yó que los fantasmas asustaban, pero e te es amable y le

farra electricidad. Vlado da la vuelta al edificio buscando la


sonríe.
Espera, no. No sonríe . . . es un gesto extraño, de ansie­ juntos la calzada y suben los tres escalones que separan la

dad, o quizás de pena. calle de un edificio que, de pronto, aparece inundado de

- ¡ N a t a l i a ! ¡Draga mea! ¡ E s p a b i l a criaturrra, espabila de luz. Los globos ya no lucen solos y han abandonado su risa
1

una v e z ! Soy Viada, Vla-do, no mirrres a mí así, parrrece siniestra. ¡ A h ! , los célebres globos de la BALLOON s que Ai­

que has visto a fantasma. ran descubrió desde la noria. Qué bonitos son. Parecen un

El fantasma alza a Natalia en brazos, sin esfuerzo, co­ manojo de arco i r i s . Un grupo de hombres se acerca, poco

mo si la niña no pesara. Natalia siente su calor y piensa a poco rodean a Vlado y a ella. Y dan la cara, no se escon­

que nunca hubiera imaginado que los fantasmas despren­ den, ya no se ocultan. Llevan complicados artefactos en las

dieran tal tibieza. ¿ Y esas voces de niños cantores que se mano y discretos auriculares en las orejas. Los hay con

oyen a lo J e j a s ? Almas; almas infantiles del cielo, como sombrero y sin él. Natalia los identifica turbada por la des­

Shao Li, y ella entonces está a sus puertas, en los brazos de confianza y el miedo.

un santo, o de un arcángel. -Los . . . pebis . . . -balbucea-. Vi nen a por m í . . . me lleva­

-Todo es bien, campeona-murmura Vlado en su oído. rán con ellos . . .

El abrazo amigo la reconforta-. Todo es terminado. -Deprrrisa -apremia Vlado-, deprrrisa. Faltan tres, no,

Al ir entrando en calor y sobre todo al comprender que faltan dos minutos solo para ocho . . . deprrrisa . . .

ya no está sola, Natalia reacciona poco a poco. El fantasma La puerta principal del edificio cede al primer impulso

se difumina y en su lugar aparece una forma real y consis­ suave de N a t a l i a . Dentro hay un ejército de señorita uni­

tente. Ahora Viada ya puede devolverla al suelo. formadas: secretarias, azafatas, recepcionistas, telefonis­

-He perdido a Airan . . . tas . . . y cámaras acopladas en las esquinas que se mueven

Vlado sonríe. automáticamente siguiendo a Natalia. Una de las señoritas

-Tú no debes sufrrrir, tú trrranquila. Mirrra ese reloj, se le acerca.

faltan tres minutos corrrtos parrra ocho de la noche; entra -Por aquí -dice con una maravillosa sonrisa.

en los estudios y recoge tu prrremio. Te lo has ganado. Natalia está asustada. Se vuelve buscando a Vlado, pe­

-No, no quiero entrar sin Airan . . . ro no lo ve, ha desaparecido y ella, de nuevo, vuelve a es­

-Entra, Nata, entra. Airan es bien, confía en mí. Entra tar s o l a .

antes de que pase hora, no vamos a dar el gusto a señorrres -Por aquí, encanto -insiste la simpática señorita. Es jo­

de que pierdas la prrremio. ven, viste falda estrecha con americana a juego y lleva una

l.20 Natalia camina ayudada por Viada. Está tan entumeci­ insignia con los cinco globos en el o j al de la solapa, allí l.21.

da y helada que su sangre apenas puede circular. Cruzan donde un novio, por tradición, llevaría un clavel.
N atalia se deja guiar, aturdida, despistada y confun­ -¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra!

dida. No puede p e n s a r . Suben en un ascensor y al dejar­ El presentador habla sin parar y así pasa un buen rato.

lo, caminan unos cuantos p a s o s ; ahora tiene calor y los Natalia no le escucha. Todavía aturdida por el frío sopor­

dedos de las manos y de los pies protestan como conde­ tado, tiene la mente en otro tiempo y en otro lugar. Piensa

nados. Una vez, p o r pasar mucho frío seguido de calor, le en Shao Li y la recuerda enseñándole la canción en chino

salieron sabañones, y ¡ p o r r a s ! , cómo picaban. Recuerda que ahora debe cantar. Para eso ha ido al programa, ¿ n o ?

que se l o s rascó mucho y se hizo heridas con las uñas. S e Se reían bastante porque Natalia era incapaz de pronun­

desabrocha el chaquetón, se suelta la bufanda y se qui­ ciar correctamente las palabras del idioma ajeno. « T s c h é » ,

ta el gorro que ha llevado durante los dos días como una decía por ejemplo frunciendo los labios de manera muy

prolongación de s u p i e l . T i e n e el pelo enmarañado y las rara; « N o , tszé, se dice t s z é » , corregía Shao Li que llegaba

o r e j a s le arden, rojas e inflamadas como lagunas de la­ incluso a ponerse nerviosa. A ella su lengua le parecía tan

va. No sabe adónde la llevan, es una marioneta en una fácil... «Pues eso, t s c h é » , repetía Natalia con dificultad, ob­

función de guiñol. Vuelve a mirar hacia atrás, a lo m e j o r viamente volviendo a equivocarse. Y cosas así.

viene Vlado. Ahora tendría que cantar esa canción, pero el tipo del

Y entonces . . . bigote no calla y a ella aún no le han dado la oportunidad

Una tormenta de luz sepulta a Natalia. Son toneladas de empezar. ¿Por qué nadie le pide que cante la canción?

de kilovatios que se derraman sobre ella como fuegos de Mientras piensa en e tas cosas, una puerta se abre a su

artificio, blancos, dorados, transparentes, azules . . . Deslum­ espalda. La orquesta repica un solo de timbales, el plató se

brada, cegada, apenas puede abrir los ojos, pero los entor­ recubre de silencio, solo la voz chirriante del presentador

na esforzándose por saber qué vería si lograra mirar más permanece. Natalia se vuelve. De la puerta salen tres per­

allá de esa luz. Siempre guiada por la joven señorita, es s o n a s : Yubire, Vlado . . .

colocada en medio del plató. S o n las ocho en punto de la ¡ Y Airan!

noche. Lejos de allí, la campana del reloj que canta tañe­ El público aúlla de emoción. Puesto en pie, aclama a Na­

rá ocho veces su Big-Ben, pero es un sonido remoto que talia con fuertes aplausos que el regidor se encarga de avi­

al plató no llegará. El público agolpado en las gradas pro­ var. Pero Natalia tampoco ahora escucha nada. Está abra­

rrumpe en un estruendoso coro de aplausos. zada a Airan y sonríe acusando en su cara las cosquillas

-¡ Lo ha conseguido! -grita el presentador junto a ella-. del corto y duro pelo de su hermano.

:1.22
¡ D e s d e luego que s í ! ¡Tres hurras por nuestra pequeña Na­ -Niño malo . . . Mira que perderte . . . Menudo susto me 123

talia! has dado . . .


Y a no lleva la trenca con los botones en forma de col­ nando por las frías calles de Londres, o recorriendo el so­

millos y su cuerpecito parece menguado por tantas horas litario río, asustados; Capi . . . los Brothers . . . una cena a base

de caminata y ayuno. Pero no ha menguado la fuerza de de sobras en el tugurio de Sebas, y también un buen de­

su abrazo. sayuno en el mercado ambulante. A continuación la hui­

-No me predí, Tata, me agarraron . . . da . . . Más tarde Natalia con Capi y Airan en el parque (Ca­

Yubire, de pie, se enjuga una lágrima. pi, Capi, ¿dónde estás?), qué frío hacía . . . Luego aparece la

-Anda, hija mía, dame un abrazo. noria; en imágenes sucesivas vuelven a encontrarse s o l o s .

El presentador continúa su discurso del que Natalia Uy, ahora Capi llena la pantalla: los cabeza rapada lo gol­

apenas recoge frases sueltas. Que se calle, por favor. Está pean con todo el ímpetu de su juventud y toda la fuerza de

agobiada y hambrienta. ¿Para cuándo la canción? No sabe sus botas. Y qué definición, qué calidad de imagen; bien se

si resistirá mucho más. Quiere cantar cuanto antes, termi­ aprecia la sangre que le . . .

nar, terminar por fin y que los lleven de una vez por todas Basta. Natalia no quiere seguir m i r a n d o . Es demasiado.

a cenar. ¿ Cuánto va a durar todo esto? ¿ Qué broma pesada es esta? Los han localizado, seguido,

-Mira, Tata -dice Airan señalando la pantalla flotante espiado, controlado y filmado. Los han visto reír y llorar,

con el dedo-, salimos por la tele grande. pasar frío y hambre, huir y tener miedo. Los han visto en

Y Natalia, al atender al aviso de su hermano, no puede apuro , a ratos desesperados. Pero no los han ayudado: los

evitar que se le descuelgue la mandíbula, que los o j o s se le han abandonado. En un momento, toda la odisea de dos

pongan como platos y que un rictus de sorpresa se le con­ días desfila resumida ante los ojos del mundo y si no fuera

gele en la cara. porque Natalia sabe que es real, parecería uno de los capí­

Porque en la pantalla están apareciendo imágenes su­ tulos de algún folletín o docudrama.

yas y del pequeño Airan a tiempo pasado, es decir, imáge­ Y ella, la protagonista femenina del serial. ¡ De cine!

nes de ayer, de esta mañana, de la tarde, y de hace apenas Natalia tiembla de vergüenza. Todo el graderío del

un rato, mientras simplezas y majaderías en forma de pa­ plató tiene los o j o s puestos en esa pareja de hermanos

labras se escapan por la boca del presentador atravesando que de forma involuntaria vive su «minuto de g l o r i a » . Y

l a cortina de crines de su horroroso bigote planchado. no solo el graderío; España entera estará ante el televisor

N atalia y Airan perdiendo el metro en el andén de Heath­ mientras degusta l a estupenda cena de Nochebuena. La

row; Natalia y Airan solos en la estación del aeropuerto, verán los compañeros de su clase, los amigos de la calle,

esperando que volvieran a por ellos, y solos también en los niños que se quedaron en el centro de acogida . . . los 12
5

el vagón, cuando subieron al metro; Natalia y Airan cami- monitores . . .


Afortunadamente, Shao L i n o la verá. sus caras. Incómodos a pesar del confortable diseño, desde

-Cuándo voy a cantar la canción . . . allí seguirán los acontecimientos.

N o lo pregunta, Natalia lo exige sin tapujos, con los Y así, en voz más bien baja aunque amplificada por la

dientes apretados por la frustración y la rabia. Pero la voz presencia del micrófono , Natali a c o m i e n z a su canción.

del presentador, mucho más fuerte, tapa la suya. La canción p odría traducirse de esta f o rm a a nu e stro

- ¡ ¡ C u á n d o voy a cantar la c a n c i ó n ! ! idiom a :

-¿Qué? -el presentador se ha quedado de una pieza. Y

se ha callado. Natalia lo desafía con los o j o s . Mirando las aguas del Yangtsé hay una montaña

-¡ Que cuándo voy a cantar la canción! muy alta, muy alta, muy alta.

-¿La . . . canción? Perdida en la montaña hay una cueva

-Sí, la canción en chino que tengo preparada. A eso he muy negra, muy negra, muy negra.

venido. En la cueva vive un sapo gordo y viejo

-Ah . . . , sí, claro . . . , la canción . . . Por supuesto, por supues­ muy feo, muy feo, muy feo.

to. Nuestra pequeña Natalia tiene una canción preparada. Ven, pequeño -croa el sapo-.

¿No es así? Adelante, adelante con la canción -y retirándo­ Y te lleva a su cueva, su cueva, su cueva.

se, la deja o l a en el plató.

Natalia dirige la mirada a la orquesta esperando la se­ O algo así .

ñal que anuncie el comienzo. Piensa que, desde que hizo S ha o L i en su día contó a N atali a que e r a la típica can­

las pruebas de selección, los músicos han tenido tiempo ci ó n i n fantil que se cantaba a los n i ñ o s pe queñ o s. No les

sobrado de ensayar la melodía. Pero la orquesta, en el más dab a miedo , crecí a n con ella y les re sult a b a tan f a miliar c o­

absoluto mutismo, se halla a la espera y Natalia entiende mo a los n i ñ o s de a q uí , por ej e m p l o , el coco.

que los instrumentos no la acompañarán. Pero a Natali a, b i en mirado , no le pa r e ce tan ingenua;

Natalia tose levemente para aclararse la voz. No hará pi ens a qu e es tr i st e y n


u p oco macabra. El si le n c i o que rei­

caso del nudo que tiene en la garganta ni tampoco del li­ na todavía en e l p lató , no ayuda a que s e sie nt a rec onforta­

gero terremoto de sus labios. No sufrirá si desafina, o si no da. E s un silencio denso , y tan envolvente como la ni ebla

logra una buena pronunciación. El plató, como la orques­ qu e ha n so po rt a do durante los dos lar g o s días en Londr e s.

ta, ha enmudecido y el presentador, para alivio de Natalia, - ¡ M u y b i en , muy b i e n ! -dice al fi n el pr esenta dor ha­

también. Vlado, Yubire y Airon se han sentado en el sofá, cien do añico s e l incómodo silencio- . ¡Mar avilloso! ¡Un

y el rojo cereza de la tapicería se confunde con el rubor de fuerte apla u s o !


Era lo que faltaba. El público bulle. El techo y las pare­ Capítulo 1 1

des retumban con el estruendo. La orquesta ahora toca y

redobla su compás. El cielo se viene abajo. Natalia conti­

núa extremadamente seria.

-Y a continuación -sigue el presentador- tu premio, la

sorpresa final. Esto es lo que has ganado. Acompáñame.

Claro, ahora lo entiende. Shao Li, tan visionaria como

siempre, lo sabía, o lo intuía, o lo imaginaba; fijo que así

tuvo que ser, y a su manera q u i s o advertirla: la montaña es


1

el alto edificio de la 8ALLOON , la cueva es el plató y el sapo

feo solo puede ser una persona.

El p res e n t a d o r so nr í e d esa g ra d able m ente , llama a Na­

talia c on u n ges to de l a mano y le dice ( N atalia , cuando me

lo c o ntó añ os después, no r e cordaba las p ala b ras e x actas ) Solo que el sapo de este cuento viste tra j e y corbata y

más o m enos esto : tiene un f eno m en al b i g ote dan z ar í n sobre l os l a bi o s.

-V en , p e q ueña . - S íg ueme - insiste a N atalia qu e ca mina con pa s o inse ­

Y N a tal ia , d adlo p or hecho, fue. g uro -, p or a q uí.

Ya no lleva el chaquetón, y la bufanda y el gorro han de­

sa p arecido del map a. Vlado, Yub ire y el pequeño A ir o n per­

manecen en el sofá, con los nervios algo más c alm ados.

A nte N atalia hay a h ora una puerta b rillante , co m o to­

do en el p lató , y c err a da a cal y c anto. Es la p uer t a que se

abre con la ll a ve de los g lobos y en cuyo interi or N ata l ia

en c ontrar á sor pr esas que ni pu ede ima g ina r . ¿R ec o rd á is ?

B ien , pu es de entre todo el pal abreo que mana del p resen­

tador , N atalia d ec i d e que solo ti enen im p ortancia dos es­

cuetas pa labras :

-La llave -oye d ecir , y h a y u na mano de hom b re ten d i ­

da h a ci a ella , esperand o .
-Un c o ch e ; y c orre m ás que Gu s .
-¿Qué? -pregunta para ganar tiempo.
Yubire y Vlado se miran aterrados. A i r o n e s el mayor
-La llave, Natalia; la necesitamos para abrir la puerta.

p erdedor de c o ch es que existe b a j o la ca pa del cie l o .


Eran las normas. La tienes, ¿no?
-B ien , amor , es un coche, pero ¿ dónd e e s t á el co c h e ?
No, no la tiene. Se la dejó a Airon para que se entretu­

A iron , por to d a res pu esta , e st i ra el labio i nfer i or ha ci a


viera en aquel oscuro jardín y se olvidara del hambre y del
fuera y se encoge de h ombros.
frío. Pero ellos ya deberían saberlo. La han espiado, ¿no?
Desde el otro lado del p lató, Natal i a sin embargo ah o r a
N atalia cuenta todo esto con gesto fatigado mientras la sa­

s onr í e. Y a no está asustada. De pronto siente que t odo va


lud cardiaca de los espectadores pende (o parece pender),
a ir bien . No sa b e c ómo ha s uc edid o , per o lo s i ente . Y cae
de un delgado hilo.
en la cu enta de que su v ergüenza y su mal humor han de­
Todas las miradas se dirigen a Airon, que ajeno a to­

sapare c ido como por ensal m o . Q u iz á s porque al cantar l a


do eso, desde las rodi llas de su madre s i g ue a su m anera

c an ci ón , ha notado a S h ao Li más c er c a de ell a q ue nunc a ,


el d es ar r o l l o del pr o gra ma. Y Y ub i re , con as p ecto a l tera ­

m á s c er c a in c l u so de l o que la notó en su deamb u lar du­


do, r es op l a p or el ag o bi o y p one lo s o j o s en bla n co. O es
rante dos días por Londres , en lo s que Shao Li, con su mu­
muy buen a a c t r i z, o se han ol v i d ado de p oner en la pan­

da pre s en c i a, la ayudó , la a c ompañó , la ani m ó y l a ac o n se jó


talla el capí t u lo del jar d í n y entonces nad i e sabe n a da del

sobre qué de c isione s d ebía to m ar. Desde don d e est u vi e ra:


lío ese del t ra s p aso de la llave . Acto se g uido Y ub i r e ba ja

así fue. Y tiene que re c ono c er ad emás que e s e de a m b ul a r


a Air o n de su s rodill as y lo colo c a de pie, frente a el la. Al

junto a su hermano la ha fortale c ido. Al igual que Pulgar­


hacer lo , la bo ta de Air o n r as ga sin m e s ura una de s us del i­

cita, que Dor i ta o B lan c an i e v es, que la B ella Durmiente o


c adas m e dias y Vlado apoya la mano en su antebra z o pa­

la Pequeña Sirena, ella también a lo largo de su vida com­


ra t r a n q u i l i z a r l a en un g e s to amable e inútil que de nada

batir á sapos repugnantes, magos e m bu s teros , reinas envi­


s e rvi r á .
d i osas , h adas m al i gna s o b r uj as del m ar. Y los vencerá a
-Airo n -di ce Yubir e a marrando al ni ñ o p or lo s horn-

todos, lo sa b e; A i ron la ayudar á . Con la tranquil id a d que


bros-: T ie nes la llav e de tu hermana, ¿no es as í ?

da haber sido c apaz de so b re v ivir a tantos s uceso s espan­


-¿C u ál? ¿ Cuál lla v e?

tosos, Natalia se a c er c a a su hermano sin d isim u lar todo el


-¡ La de los g l ob o s! -co n t e s ta al borde del infarto-.

afecto que le tiene.


¿Dó nde est á?
-Airon, c ari ñ o, dame l a ll a ve.
-N o es una llave - d ic e tranquilamente A iro n-; es un

Pero para enton c es Yubire est á reg i strando uno p o r 1.31.

1.30 coche.
uno los bolsillo s de la ropa de A iron, d entr o de su cami-
-¿ Cómo que es un c o c he ?
sa, las bocamangas del jersey, el interior de sus botas e in­ -Yo . . . , yo; abro yo -pide Airon.

cluso los pliegues de sus calzoncillos. S i n éxito. Airon no Y N atalia le responde:

lleva la llave encima. N atalia sugiere que busquen en la -Toma.

Airon inserta la llave en la cerradura con esos dedos


trenca.

- ¡ L a trenca! -ordena el presentador-. ¡Que traigan la torpes que aún rompen tantas cosas. Es el momento es­

perado, el de mayor emoción. ¿ Qué encontrará detrás? La


trenca!

Alguien aparece en el plató con la trenca. La trae pren- llave encaja perfectamente y gira blanda, como una cucha­

dida por los hombros, expuesta a la curiosidad alterada del rilla revolviendo una taza de café. Debido a la importancia

público; la sujeta con precaución y desapego, casi con asco. del momento, el plató ha vuelto a llenarse de silencio. Solo

Y es que la trenca esta terriblemente sucia, con las huellas la orquesta es audible avivando, si cabe, el interés general

indelebles del vagabundeo. Natalia la rescata de aquellas con un suave golpeteo en los timbales.

mano e crupulosas y busca en el bolsillo más abultado. Y como quiera que ya ha comenzado en serio la Ho­

ra de los Milagros, al abrirse la puerta brillante tiene lu­


Primero sale Gus . . .

-Ya estamos todos -dice en voz baja inclinándose ha- gar un suceso inesperado: todo el decorado que sujetaba

la puerta desaparece, y la puerta también. Visto y no vis­


cia su hermano-. ¡Qué guay!

. . . Y a continuación algo metálico entrechoca y tintinea to. De acuerdo que son módulos movibles, paredes que

con el anillo de plata de mentira que N atalia lleva en uno no son paredes, tabiques falsos como monedas de hojala­

de sus dedos . . . ¡ L a llave! Por indicación del presentador la ta, pero Natalia, aun estando delante, no sabría explicar el

muestra a las cámaras y al auditorio, levantándola muy fenómeno por el cual, inesperadamente, ante sus ojos no

arriba con su mano, tanto como su estatura le permite. Si hay nada.

para terminar cuanto antes la función tiene que ser bue­ Bueno, nada no; nada del antiguo decorado. Porque lo

na chica y convertirse en la mujer barbuda o en cualquier que ahora queda a la vista es tan sorprendente que el pú­

otra artista del circo, se convertirá. blico, sin necesidad de ser incitado por letrero alguno del

El público se ha puesto en pie; ruge, alborota, aplaude regidor, suelta un espontáneo y colectivo:

y zapatea. El bullicio tapa la voz del presentador. Yubire -¡ 0000000001--1 !

abraza a sus h i j o s . Entonces Natalia, con su tesoro de glo­ Ya no hay una puerta, hay varias, salpicadas entre los

bos en una mano y su tesoro Airon en la otra, camina nue­ árboles de un bosque de cuento. Y es un bosque fabulo­

vamente hasta la puerta brillante con la sonrisa del triunfo so, nevado y aparente, muy especial, con el que ha llega­ 1.33
1.32

do al plató de un plumazo la Navidad. No falta un detalle:


como congelada en los labios.
-Bien. Pues los cinco minutos comienzan . . . ¡ Ya!
abetos cuajados de juguetes, enanitos con patines, que son

niños; lobos mansos, que son perros; hadas vestidas de Las puertas son estructuras de madera tosca, sin pulir,

que no quieren romper la estética forestal. Todas tienen


oropeles, cabañas de golosinas . . . Del cielo cuelgan nubes

un rótulo en su parte superior con diferentes palabras: RE­


rosadas de azúcar.

-¡Qué chulo! -exclama Natalia maravillada. Airan por GALOS, FORTUNA, VIAJES, AMISTAD, DESEO . . . Se encuentran situa­

su parte abre mucho los ojos y de la boca un hilito de baba das en rocas o matorrales de atrezo, y a Natalia le viene a

la memoria un cuento de Las mil y una noches que le con­


transparente se le escapa.

-Chulo, ¿eh? -repite el presentador que de nuevo ha taron cierto día en el centro de acogida: la historia del le­

ñador A l í - B a b á y de cómo sorprendió a cuarenta ladrones


cambiado de cara. Pero esta ya no recuerda a un sapo feo.

¿ Quién le ha dado un beso y lo ha convertido en un prín- en un bosque que sería muy parecido a este, aunque sin

nieve.
cipe?

-Ahora solo tienes que ir abriendo puertas con tu llave -¿Cuál abrimos primero? -pregunta Natalia a Airan.

y lo que encuentres en ellas será para tu familia y para ti. Pero Airan aún no sabe leer y entonces se guía por la

-¿Todas? -pregunta Natalia-. ¿Tengo que abrirlas to- ley del buen tuntún.

-Mmmmmm . . . ¡ e s a !
das?

Y os puedo asegurar que no es la avaricia quien habla -V ale -le dice bajando mucho el tono y la cabeza para

aproximarse a él-. ¡ Ábrete, sésamo!


por ella, pero es que puertas hay unas cuantas.

-Bueno, todas las que puedas abrir en cinco minutos Y la puerta llamada REGALOS se abre accionada por la lla­

que es el tiempo de que dispones para hacer efectivo tu ve que maneja el cerrajero Airan.

N i que decir tiene que dentro hay regalos sin igual,


premio.

Ah, eso ya le parece más natural. Al final las promesas tantas cosas atrayentes como cualquier niño puede de­

sear, pero a Natalia esto no la impresiona. S a b e que son


de la tele nunca son para tanto.

-En todas ellas hay premios, viajes, regalos, dinero cosas superfluas que solo el dinero puede comprar. Co­

-continúa el presentador-. Cuantas más puertas consigas sas que no se necesitan y que, una vez utilizadas, se ti­

abrir con tu llave, más premios te llevarás. ¿De acuerdo? ran como pañuelos usados o se amontonan engrosando

Siempre a contrarreloj, aumentando la ansiedad del es­ el equipaje de cada cual y haciéndolo tan pesado. El suyo

pectador. Es el circo, ¿recordáis? Siempre con los dichosos era a s í cuando llegó a Londres pero por suerte supo ali­

gerarlo a tiempo. S i n aspavientos. Sin pena. Y por nada 1.35


1.34
retos.
de lo que tiró echaría hoy una sola lágrima. Natalia ha
-De acuerdo -dice Natalia.
aprendido que se puede comer, dormir, vivir y hasta ser manos metidas en los bolsillos de un pantalón de su talla

feliz sin esas cosas superfluas. Y si no, que se lo pregun­ y tan atractivo como un joven actor. A pesar de que tiene

ten a Capi. la nariz hinchada, varios rasguños en la cara y de que aún

Airon continúa abriendo puertas con gran rapidez, cojea cuando, caminando unos pasos, atraviesa el inesta­

pues ha captado el mensaje del programa. Todas guardan ble umbral.

algo en su interior, más o menos valioso, más o menos Capi en el programa.

importante. Y mientras discurre el tiempo, N atalia obser­ No puede ser.

va lo que van ganando entre satisfecha y cansada, a ratos Esto sí que es un milagro.

complacida, poco fascinada, y sobre todo bastante indife­ A Natalia le cuesta creer lo que ve, o teme que sea una

rente. alucinación, efectos especiales, parte de la magia de la tele.

-Ahora elijo yo -dice Natalia consciente de que el pla­ Por eso pregunta:

zo se acaba. -¿Eres . . . de verdad?

Y es que desde el principio, la puerta que ha atrapado -Claro, claro que soy de verdad -se ríe y le ofrece el

su atención es, por obra de la casualidad, una que queda brazo-. Toca, toca.

bastante alejada de su alcance. Airon no la hubiera abierto -No sé . . . -ella también se ríe.

jamás. Le gusta más no porque sea diferente, de hecho to­ -Que sí, carajo. Me siguieron después de la pelea en los

das son iguales; es por el nombre, por la palabra que apa­ jardines de la noria y me convencieron para venir. Flipas

rece escrita bien grande arriba, en su parte superior, y que en colores, ¿no?

a Natalia le parece la palabra más bonita del mundo: AMIS­ Pegado a las piernas de Capi, Airon tira de su jersey

TAD. Mientras piensa en cuánto le gusta esta palabra, su (nuevo, anaranjado, precioso) para que repare también en

mano acciona por primera vez una cerradura que, ante su su presencia.

sorpresa, no gira como las anteriores, lo que la obliga a ha­ -Pero entonces . . . -dice Natalia- te han atrapado. Irás a

cer un esfuerzo adicional. Pero lo consigue cuando apenas la cárcel...

faltan escasos segundos para que los cinco minutos termi­ -¿A la cárcel? -dice Capi-. ¿A mi edad? ¿Por qué? No

nen y al abrirla se queda tan petrificada que si en ese mo­ soy un delincuente, solo un okupa de la calle, un tío sin ca­

mento le pincharan un brazo, no saldría sangre, seguro, si­ sa. Me quieren mandar a un centro de acogida . . . , como el

no polvo, o tal vez cal. tuyo, pero solo si yo quiero, eh, no te vayas a creer. Dicen

Porque lo que Natalia y todo el público pueden ver tras que debo aprender a leer bien, y no sé cuántas cosas más. 1
37

la puerta es a Capi, limpio, bien peinado, sonriendo con las Un oficio, algo para ganarme la vida . . .
-¿ Y tú que les has dicho? ni malos. Y me alegra pensar que años después, cuando la

-Todavía nada, me lo tengo que pensar. Dicen que pue- conocí, hubiera actuado igual.

do ir a un centro de otro país, al tuyo si quiero, o quedarme -¿ Estás contenta? -pregunta el sapo convertido en prín­

aquí... en Londres . . . cipe-. ¿ Satisfecha con tu premio? Di algo para el público

-Ah, guay . . . ¿ Y qué prefieres? presente y también para todos los telespectadores españo­

-No sé. Aquí no tengo a nadie, esa es la verdad, solo a les que han seguido tu odisea desde sus casas. Este pro­

los chicos, los Brothers . . . Y hace tanto frío . . . Y estoy harto grama no debe terminar sin unas palabras tuyas. Después

de darle a la lengua en inglés, se me va a olvidar mi idio­ celebrarás con tu familia y con Capi la Nochebuena en un

ma. Por cierto: ¿tu ciudad mola? restaurante de lujo y degustaréis un menú típico inglés.

A N atalia se le ilumina la cara. Y acto seguido, el presentador hace una breve publici­

-Sí, sí que mola. Y hasta el centro de acogida mola, de dad del referido restaurante.

verdad. Siempre es mejor eso que estar en la calle, solo. Natalia recorre con la mirada el auditorio. A su lado es­

¿Vendrías a vivir allí? tá Capi, y Airon agarrado a él. También Vlado y Yubire se

-Psé, a lo mejor. -Se encoge de hombros, sin sacar las han acercado y rodean a los dos chicos por los hombros.

manos de los bolsillos-. Porque lo de que te cuenten cuen­ Qué maravillosa estampa. Claro que está contenta. Y mu­

tos me enrolla; me enrolla cantidad. cho. La aventura ha merecido la pena. Ya ni siquiera siente

Y se intercambian sendas sonrisas, grandes, como ro­ hambre, empachada de gloria y de tranquilidad. Pero toda­

dajas de sandía. vía hay algo más que le gustaría conseguir, algo que no ha

-¿Te duele?-pregunta Airon señalando la inflamación encontrado tras ninguna puerta y que piensa pedir en su

que Capi tiene en la nariz. Noche de los Deseos a esa tele-diosa que todo lo puede.

-Ni de coña, enano. Aquellos pendejos solo me acari­ El graderío está inmóvil, esperando. Si había alguna

ciaron un poco, je, je. mosca, ha dejado de volar. Todos quieren escuchar a la ni­

Lo que Natalia suponía: el mejor premio estaba detrás ña protagonista, oír lo que se le anto j e deci r . S er á un bo­

de aquella puerta algo apartada llamada muy acertada­ nito final , la g uinda de tan suculento paste l . Pero ella es

mente: AMISTAD. tím i da , sie m p re lo ha sido, j amás desta có entre grup o s nu­

merosos , la orato r ia en p ú bl i co nunca se le d i o b ie n . S in

Podéis creerlo; así fue. En aquel momento de su vida, Nata­ e mbargo sie n te q ue es su momento y que si no lo aprove­

lia dio más valor al reencuentro con un amigo que a todos cha, q u ié n sabe cuánto tardará en tene r otra oportunida d 1
39

los obsequios materiales que recibió, que no fueron pocos, i g ual.


+Me gustaría . . . -comienza Natalia- quisiera pedir algo, mildad al presentador, y acto seguido al gran ojo s i e m p r e

una última cosa más. abierto de la cámara que la persigue. Cuando por fin habla,

-¿ Una cosa más? -el presentador recupera por unos las palabras le salen empobrecidas y roncas:

instantes la cara de sapo-. ¿ Aún no es suficiente? -Quisiera que alguien me tradujera esto; quiero saber

- S í . , sí que lo es . . . estoy muy contenta, de verdad, pero qué pone aquí.

hay algo que deseo mucho y que me gustaría pedir. Mutis puro y duro. ¿ H a reconocido el público el papel

-¿Un deseo? que Natalia contemplaba en el soportal mientras se moría

-Sí, e s o ; un deseo. literalmente de frío?

+No abriste la puerta en la que se leía DESEO; y pudiste -Es chino -Insiste- y no lo entiendo. ¡ Y es que me han

haberlo hecho. Estaba a tu alcance, como las demás. entrado tantas ganas de entenderlo . . . 1

-Es un deseo pequeño . . . Entonces el presentador se estira dentro de su traje de

-Y a, pero el plazo de recibir premios ha pasado . . . un montón de euros, se atusa el bigotazo, se ajusta el nudo

-Hija . . . -la reprende Yubire. de la corbata y luego proclama:

-Por favor... -suplica Natalia. -¿Eso era? ¡ P o r supuesto! ¡Faltaría más! ¡Que traigan

-Ejem, ejem . . . -El presentador se revuelve incómodo y cuanto antes a alguien que traduzca el chino! ¡ B u s c a d en el

completamente desconcertado por haber dejado muy de plató o fuera de é l ! ¡ Revolved Londres o toda la Gran Breta­

lado el guión que tenía tan bien preparado-. Bueno, podría ña, pero quiero un chino-parlante de inmediato!

s e r . . . si está en nuestras manos . . . haríamos una excepción . . . -¡Yo! ¡Aquí!

Ahora bien, no te prometo nada. En el graderío alguien se ha levantado. Un chino, cier­

-Igual parece una bobada, pero para mí es muy impor­ tamente, un chino que ha acudido como espectador.

tante. Tras descender al plató por unas escaleras igualmente

-De acuerdo, de acuerdo. Adelante. esplendorosas, el chino toma el papel que el presentador

Aunque ahora se fundiera una bombilla de la ilumina­ le tiende y lo observa unos segundos. Luego estira la boca

ción general, no se notaría la más mínima ausencia de luz, en una amplia sonrisa.

pero se escucharía el levísimo estallido de sus filamentos -Sel muy sencillo. Aquí pone: «Juntas pala s i e rn p l e » .

al inflamarse, chamuscarse y reventar, fijo que sucedería Eso pone.

así, tal es el silencio que envuelve todo. Apresurada, Nata­ Juntas para siempre.

lia saca el papel doblado en cuatro partes que contiene el No podía ser de otra forma.

mensaje de Shao Li. Lo desdobla y se lo muestra con hu- Y juntas han estado.
Y lo estarán. Capítulo 12

Por siempre jamás.

¿Alguien lo duda acaso?

Seguramente nadie lo nota, pero a N atalia le tiemblan

los labios cuando musita:

-Sí; siempre juntas, Shao Li.

¿En?
No, de ninguna manera.

Voy a contestaros a todas esas preguntas que segura­

mente os estaréis haciendo.

Pero todo a su debido tiempo.

Comencemos por el principio.

Cuando Yubire decidió presentar a Natalia al especial navi­

deño de Un minuto de gloria, su economía estaba pasando

por momentos delicados y cualquier inyección de dinero

en su hogar sería bien recibida. No debe ser fácil sacar ade­

lante sola a dos hijos y, además, desde hacía un tiempo, te­

nía una boca más que alimentar: Vlado, aunque no podía

decirse que el hombre consumiera mucho, la verdad.

Como sabéis, Natalia acudió a las pruebas de selección, 1.43

que consistieron, en su caso y entre otras cosas, en cantar


la famosa canción china que había aprendido de Shao Li. Yubire accedió a casi todo, siempre tentada y convenci­

Mientras tanto, un conjunto de psicólogos contratados pa­ da por la voz persuasiva del dinero.

ra ello pudo captar el tipo de niña que era Natalia, la clase -¿Y si les pasaba algo grave mientras andaban perdi­

de madre que era Yubire, el modelo de familia que forma­ dos y solos por Londres? -preguntaréis s i n duda aquellos

ban y la necesidad que les había llevado hasta allí. de vosotros que seáis más impacientes.

Y allí mismo fue donde los directores hablaron a Yubi­ No podía sucederles nada verdaderamente grave; esta­

re y a Vlado de las verdaderas intenciones del programa. ban protegidos a distancia, bien vi g ilados , y en cas o de ne­

No sería como los anteriores; es más, no tenía nada que c e s i d a d se hubiera incluso echado al t r aste la emi s ión. Eso

ver con los otros. quedó registrado en un contrato y s in es a cláusu l a bien

En este, lo que menos importancia tenía era la actua­ clara , Yubire no h u biera aceptad o.

ción de la niña concursante, o sea, la canción. E ste pu nto y todos los demás se termina r o n de fraguar

La niña concursante sería abandonada en Londres y por medio de correos electrónicos , corre o post a l y, p or su­

después perseguida en secreto y fi l m a d a . puesto, d e l lamadas telef ó n ic as.

C o n las imágenes obtenidas se elaboraría el citado es­ Como se suele decir, N atalia sabía de la misa l a mi t ad.

pecial navideño. O nada, p ara ser e x actos .

«Hablamos de un reality show en toda regla -dijeron E n Londre s, fue fácil perder a los dos n iños . Heathrow

los directivos-, con una niña como protagonista, algo, has­ es un aeropuerto g igantesco, casi sie mpr e ab arro ta d o y

ta la fecha, completamente i n u s u al » . a d emás se c ontó con la ayuda de numerosos actores « e x ­

Añadieron que pensaban disparar los índices de au­ tras» para simular la muchedumbre alocada y la aglome­

diencia. ración.

Y de esos índices de audiencia precisamente (traduci­ E ntre tanto, todo iba quedando rigu ro s ament e film a do

dos a d i n e r o ) , Yubire se llevaría un sabroso porcentaje. por unos hombres en cu y o sombrero iba c a muflada una

La prueba de selección fue por tanto una tapadera, un pe q ueña y precisa cáma r a .

engaño para Natalia que no imaginó la auténtica realidad -¿ Los pebis?

del programa. ¡Ex a c t o ! Y no podían dejarse escapar nada, tenían que

Lo de añadir la compañía de Airon surgió posterior­ estar o j o a v i z or. D espu é s, todo el materi a l fi l mado se emi t i ­

mente, idea de algún alto mando del concurso que pudo ría recortado , ordenado , bien montado, en el es p ec i al navi­

observar durante las pruebas cuánto amor y dependencia deñ o de Un minuto de gloria durante las dos ho ra s pr evias

mutua había entre los hermanos. a las ocho de la tarde, momento en que se l l e v ar ía a cabo, si
todo marchaba como esperaban, la entrada triunfal de Na­ Así, no pudieron escucharse por ejemplo los cuentos

talia con Airon en el plató de grabación. A veces los pebis que Natalia ideaba para su hermano con sus propias viven­

(vamos a seguir llamándolos así) se acercaban tanto que cias en el centro de acogida, lo que resultó un alivio para

se dejaban ver; era inevitable. Pero resultó que Natalia, en ella, pues según me contó, si se hubieran llegado a escu­

vez de extrañarse y hacerse preguntas, huía de ellos y en­ char, se habría muerto de vergüenza.

tonces se pensó que la circunstancia venía de perlas para En los intervalos sin voz, el presentador aportaba, voci­

la emisión. ferante, la suya.

Durante la noche, camuflados en la oscuridad, los pe­ Pero sí se oyó que Capi robó para comprar a sus amigos

bis utilizaban cámaras de visión infrarroja, de tamaño algo el tique de la noria. Ahora bien, cómo o dónde lo hizo per­

mayor. Por ello, a esas horas algunos ya no llevaban som­ maneció en el más absoluto misterio.

brero. No lo necesitaban. Asimismo quedó grabado el sonido de los gritos y las

Hay que decir que los «extras» solo colaboraron en la patadas de la pelea en los jardines de la noria. E incluso al

escena de la estación de metro de Heathrow; el resto de las montar esa escena, se aportó ruido de golpes adicional pa­

personas que apareció en la filmación estaba formado por ra que al emitirla resultara sobrecogedora.

seres reales que se hallaban dentro de sus entornos: los Parece ser que cuando sonó la sirena de la policía, los

Brothers, el tabernero Sebas, los cabezas rapadas, la ancia­ pebis estaban a punto de mediar en la pelea y socorrer a

na bondadosa de los jardines de la noria . . . Ninguno sabía Capi, pero obviamente, ya no fue necesario.

que estaba sirviendo como actor secundario a un progra­ También durante la proyección se oyeron c l a r a s , pene­

ma de cámara oculta. trantes, las rabietas del pequeño Airon.

Y algunos de ellos nunca lo sabrán. Algunas veces hubo que improvisar. Por ejemplo: no

A veces costaba perseguir a Natalia y a Airon sin que estaba en el guión que Airon se alejara de Natalia en aquel

los pebis levantaran sospechas y en ciertas ocasiones fue jardín oscuro, cercano a la BALLOON's, pero ya que lo hi­

imposible la filmación: como en el interior de la barca don­ zo, se aprovechó para dar más dramatismo al episodio. En

de durmieron, o en el vagón acristalado de la noria. cuanto estuvo solo, los responsables del programa lo abor­

Y lo que no lograron conseguir fue grabar el sonido daron y engañaron, y se lo llevaron con la promesa de po­

completo de sus voces, a pesar de los potentes micrófonos der abrazar a su madre.

que llevaban y de lo mucho que a menudo se aproxima- Pero eso no se proyectó, quedó en secreto ( excepto pa­

:1.46 ban. Por ello, en el montaje final, las conversaciones de los ra Vlado y Yubire), convencidos los directores de asegurar­ 1
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niños quedaron fragmentadas. se con ello una buena escena posterior (acordaos de que el
abrazo de los hermanos al reencontrarse en el plató puso dar la trama, aumentar la intriga y, por lo tanto, la audien­

al público en órbita). cia. Creyeron que Natalia dudaría, perdería el tiempo; o

Otras escenas tampoco se programaron, pues hubo que que correría y se precipitaría alocadamente de una puerta

adaptar la filmación de los dos días a tan solo dos horas, la a otra; tal vez riñera con Airon debido al egoísmo frente a

duración del programa. los premios revelando así ante todos su voracidad y su co­

Tal fue el caso del traspaso de la llave de los globos de dicia; pero la jugada les salió mal y Un minuto de gloria tu­

manos de Natalia a manos de Airon. De ese modo, cuando vo que conformarse con la demostración de templanza y

en el plató se vio que Natalia no la tenía, con total sinceridad buena educación con que le obsequió Natalia.

el auditorio se agitó (Ylado y Yubire incluidos, aquí sí). -¿Y si no llega a abrir la puerta en la que ponía AMIS­

Lo que sí se vio en cambio fue a Natalia buscando a su TAD?, -os preguntaréis-. ¿ Qué hubieran hecho con Capi?

hermano desesperada, de noche, en unas calles vacías. Bueno, eso estaba contemplado y estudiado. Capi apa­

Fue ahí cuando Vlado quiso romper el pacto y actuar. recería de todos modos, como una sorpresa extraordinaria

Pero Yubire, con ruegos, se lo impidió. de los responsable del programa.

A la vista de esas escenas, muchos espectadores llora­ S i Natalia se hubiera portado de otro modo, o si hubie­

ron. ra reaccionado ante los sucesos de manera distinta (dar

Y sí, las calles se acordonaron y despejaron por orden parte a la policía de la desaparición de su madre, pongo
1

de la emisión, y el edificio de la BALLOON S apareció como por c a s o ) , esta historia no habría sido la que es, sino otra

un búnker cerrado y oscuro, pero eso Natalia no podía sa­ parecida, o totalmente diferente, imposible saberlo.

berlo. Y eso es todo.

-¡ Pero Vlado al final la rescató! Si pensáis que Yubire no actuó completamente bien,

¡Correcto! ¡ Y Yubire colaboró! Llegó un momento en el he de deciros que Natalia también tuvo ese pensamiento,

que no pudieron soportarlo más. Fue cuando vieron a Na­ pero la perdonó.

talia rendirse, dejar de luchar. Creyeron, al verla inmóvil Ya de vuelta a casa, Vlado encontró trabajo. Desde en­

en el soportal, que la perdían. Por eso la rescataron. Solo tonces forma parte de sus vidas como esposo de Yubire,

que Vlado fue inteligente y no dejó que los premios pro­ son una familia unida y Natalia y Airon han aprendido

metidos se perdieran. con facilidad a quererlo.

Y en cuanto a los premios, daba igual que se abriera Capi aceptó la oferta de los de la tele y se trasladó a vi­

una puerta u otra, todas contenían cosas de parecido va­ vir en el antiguo centro de acogida de Natalia, al que por

lor. Era otra estratagema del programa pensada para enre- cierto, ella jamás regresó.
Al día de hoy, aún no se han separado. Fin
Y puesto que se aproxima el final del relato, solo que­

da concluir la frase que dijo Natalia cuando me contó esta

historia, su historia, y que yo dejé pendiente, ¿recordáis?,

en la primera página que redacté.

La frase completa sería así:

-Escribe esta historia; los niños tienen derecho a saber

hasta dónde pueden llegar los adultos por interés y ambi­

ción, logrando incluso ignorar los frágiles sentimientos in­

fantiles.

-Yia cena? No nos has contado nada de la cena.

Ah, la cena. Fue estupenda, un verdadero festín. Llega­

ron a tiempo, no se enfrió. Pasad la página y encontraréis

el menú, copiado de la tarjeta que encontraron sobre los

platos y que Natalia todavía conserva.


MENÚ

STARTER - Entrantes

OYSTERS

(ostras en brocheta con beicon en dados).

C H IC KEN BROTH

(sopa de pollo).

*
FISH - Pescados

HADDOCK

(abadejo a la plancha fileteado

con mantequilla fundida).

*
MEAT-Cames

ROAST BEEF

(buey asado con guarnición

de verduras y pudin Yorkshire}.

IRISH STEW

(estofado de cordero al horno con jarabe

de jengibre acompañado

de rebanaditas de pan sin corteza

untadas con grasa de riñones

de ternera y queso Cheshire}.

*
DESSERT - Postres

PUDDING

(pudin de fruta confitada

con compota de cerezas y ponche

de whisky y leche).

APPLE P I E

1.53
(pastel de manzana

con crema inglesa templada).

ICED LEMON TEA WITH BROWN SUGAR

(té helado con limón y azúcar moreno).


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