1. El hogar
Lo característico del ser humano es que cada acción nuestra necesita contar
con el asentimiento y la cooperación de otros seres humanos, empezando por
la de los propios padres y familiares. El medio humano se distingue del medio
animal en que el primero forma a las personas en la solidaridad y el segundo
forma al animal en la lucha por la existencia. Las manifestaciones de egoismo
e insolidaridad no hacen sino revelar la primigenia naturaleza animal del ser
humano. Por eso decimos que cuando la gente se comporta así, actúa como si
viviéramos aún en la jungla.
Puede decirse en pocas palabras que el hogar es, entre otras cosas:
Es evidente que todas estas formas de hogar varían mucho según el medio en
que se desenvuelva la vida humana. El trato material con las cosas produce
una vivencia determinada de la realidad, reflejada en las distintas maneras de
expresarla, en las distintas opiniones que se tienen de la misma. La producción
material no sólo condiciona la situación económica del ser humano sino que
también condiciona el nivel y las formas de su espiritualidad.
Así, por ejemplo, todo el mundo sabe que cada hogar, cada región y cada
pueblo, esto es, cada cultura, tiene sus formas determinadas de preparar el
alimento y de comer. No se trata de entrar en lo que se denominan buenas o
malas maneras. El tipo de relación familiar y de socialización primaria que
genera esta circunstancia es bien diferenciada según que se trate de un hogar
campesino o de una casa acomodada de la burguesía. En el primero, toda la
familia ha participado o participa en el cultivo y preparación de los alimentos
básicos. El padre o la madre parte y reparte el pan. Todos comen del mismo
plato y beben del mismo botijo. En el segundo se consume mayor número de
alimentos preparados por otros, se guisa en cocinas eléctricas o de gas y cada
miembro de la familia come y bebe en su plato y en su vaso, alrededor de una
mesa generalmente rectangular.
2. LA ESCUELA
El sentido de las historias que nos han contado de esta manera en la escuela
radica en su efecto. El efecto es que los escolares y estudiantes se habitúan a
tener por verdadero lo que no puede serlo. Y en la medida en que la escuela
los habitúa a considerar que la injusticia es justicia, se acostumbran a
sacrificarse por una minoría, estando dispuestos incluso a entregar su salud y
su vida por esa minoría. Eso es lo que se denomina violencia simbólica..
Los hábitos son difíciles de erradicar, una vez adquiridos. Los trabajadores y
empleados de las empresas de multimillonarios famosos leen encandilados
cómo éstos dilapidan en los casinos o les regalan a sus amantes el dinero que
ellos han producido. Contemplan los reportajes gráficos y leen la cifras del
dispendio sin indignarse. Los empresarios de las revistas del corazón se
enriquecen a su vez mostrando a todo color lo que esos empresarios
"playboys", como G. Sachs y otros, hacen con el producto de su trabajo, con
qué habilidad y elegancia se mueven a la hora de despilfarrar su trabajo. A
juzgar por este tipo de publicaciones, el verano de la Costa del Sol no empieza
hasta que la cohorte de estos parásitos nacionales e internacionales inicia sus
fiestas de reclamo y ostentación en Marbella y Puerto Banús. La prensa y los
medios audiovisuales locales se encargan de darles publicidad gratuita. Hay
que estimular la fascinación por el fausto y el relajo de los millonarios y
populares de la farándula. Sus fiestas y extravagancias de todo tipo sirven de
reclamo para atraer turistas y deslumbrar a quienes no pueden permitírselas.
Un cuento popular ruso se mofa de esta mentalidad sumisa del modo siguiente:
un hombre rico y otro pobre viajaban juntos. El rico llevaba un caballo castrado,
el pobre una yegua. Una noche, mientras hacían un alto en el camino, la yegua
parió un potrillo. El potrillo se deslizó debajo del carro del rico. Este le dijo al
pobre que el carro había parido el potro.