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P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 37

Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y


Sociedad y la naturaleza de los fenómenos económico-sociales:
comentarios y críticas*

Daniel Silva Escobar**


Universidad Central de Chile, Santiago, Chile

RESUMEN
Este artículo tiene por objetivo contribuir a un estudio crítico-inmanente de la
metodología científica propuesta por el sociólogo alemán Max Weber en la sección
metodológica de su obra Economía y Sociedad, y de la naturaleza de los fenómenos
económico-sociales propuesta por el mismo autor. Para dar cumplimiento a esta
meta, acudimos a la fuente directa, procediendo a resumir los planteamientos de
Weber desarrollados en dicha sección, siendo a la vez complementados con asercio-
nes relativas a la naturaleza de los fenómenos económico-sociales, provenientes de
su ensayo titulado “La ‘objetividad’ cognoscitiva de la ciencia social y de la política
social”. Los comentarios se insertan dentro del mismo hilo descriptivo; las críticas
se sintetizan y exponen en una sección aparte. El principal hallazgo de este artículo
guarda relación con la constatación de sustanciales debilidades en lo concerniente
a i) aspectos sumamente relevantes de la metodología weberiana; a saber, su obje-
tivo de explicar causal y unívocamente acciones sociales –esto es, su motivación
y sentido mentados, además del medio usado para la consecución del fin–; y ii)
su definición respecto de lo que constituyen los fenómenos económico-sociales.

Palabras clave
Max Weber, Economía y Sociedad, metodología sociológica, crítica metodológica
inmanente, fenómenos económico-sociales

* Agradecemos las observaciones que los árbitros anónimos nos hicieron llegar respecto de una versión
preliminar de este documento. Como siempre, cualquier error o afirmación es de nuestra exclusiva res-
ponsabilidad.
** Sociólogo y licenciado en sociología, Universidad Central de Chile. Profesor ayudante, Facultad de Cien-
cias Sociales de dicha casa de estudios. Correo electrónico: dsilvaescobar@gmail.com.
38 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

Max Weber, the methodological principles of Economy and Society and


the nature of socioeconomic phenomena: comments and criticisms

ABSTR AC T
This paper seeks to contribute to a critical-immanent survey of the scientific
methodology proposed by the German sociologist Max Weber, in the methodo-
logical section of his work Economy and Society, and of the nature of the socioe-
conomic phenomena proposed by the same author. To fulfill our goal we chose to
go directly to the source, to read Weber’s work and summarize the arguments he
developed in the mentioned section –complemented at the same time with some
assertions on the nature of socioeconomic phenomena expressed in his essay “The
‘Objectivity’ of Knowledge in Social Science and Social Policy”. Our comments are
inserted into the mentioned summary; while the criticisms formulated by us are
synthesized and exposed in an autonomous section. Our main finding is that there
are several weaknesses related to i) highly relevant aspects of Weber’s methodology,
i.e. the purpose pursued by Weber of univocally and causally explaining social
actions –in particular, the motive, the sense and the means that the actor uses to
achieve his goal–; and ii) his definition of what socioeconomic phenomena are.

Keywords
Max Weber, Economy and Society, immanent methodological critique,
socioeconomic phenomena

Introducción

Las principales reflexiones metodológicas de Weber se encuentran en el capítulo


uno de su obra Economía y Sociedad, dedicado a la exposición de sus conceptos
sociológicos fundamentales, y en una serie de ensayos publicados –originalmen-
te– entre 1904 y 1917, en la famosa revista académica codirigida por Weber –la
denominada Archiv.
Bien es sabido lo que Economía y Sociedad ha representado –y continúa re-
presentando– para la comunidad académico-sociológica a nivel mundial. Un
sinnúmero de autores de renombre y prestigio han estudiado esta obra (desde
Talcott Parsons hasta Jurgen Habermas, pasando por Robert K. Merton, Raymond
Aron, Gino Germani y José Medina Echavarría), haciendo un significativo uso
de sus nociones conceptuales –bien adoptándolas y aplicándolas, bien criticán-
dolas y reformulándolas. Esto ha redundado, en último término, en el hecho
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de que Economía y Sociedad haya sido escogida como la obra sociológica más
importante e influyente del siglo XX para la comunidad de sociólogos ligada a
la International Sociological Association, en una encuesta efectuada por la misma
institución en el año 1998.
En este mismo sentido, los fundamentos metodológicos expuestos por Weber
en dicho tratado poseen una relevancia enorme para la disciplina, dada –justa-
mente– la vasta influencia que ha tenido el libro en el transcurso de los casi cien
años desde su publicación.
Teniendo a la vista los anteriores hechos, se transforma en una necesidad siem-
pre fértil y enriquecedora –además de una oportunidad en extremo valiosa, valga
decir– releer la sección metodológica de Economía y Sociedad, máxime si se hace
en forma crítica.
Ahora bien, habida cuenta de que nuestro interés está referido a la conexión
entre los aspectos metodológicos de la sociología comprensiva de Weber, y la na-
turaleza de los fenómenos económico-sociales, se hará uso de extractos que aluden
a este último tema, provenientes del ensayo de Weber titulado “La ‘objetividad’
cognoscitiva de la ciencia social y de la política social”, aparecido originalmente
en el Archiv –en 1904– y publicado en lengua castellana en el libro compilatorio
llamado Ensayos sobre metodología sociológica.
Sumado a este interés principalmente teórico, hemos de decir que un estudio
crítico de la metodología weberiana puede servir para fomentar un debate respecto
del programa de investigación de los sociólogos que adscriben al proyecto científico
de Weber, especialmente en el caso de Chile. Esto, basado en la influencia que el
paradigma weberiano (entre otros) tiene sobre los sociólogos chilenos que realizan
investigación empírica, específicamente en la variante interpretativa fuerte (para
la cual la comprensión del sentido de los fenómenos sociales resulta ser un objetivo
de primer orden) (Ramos, 2005, pp. 106-107).
Consideramos importante aclarar que las críticas que expondremos en lo que
sigue, son inmanentes a la posición weberiana, y que una de las metas que pre-
tendemos alcanzar dice relación con restar verosimilitud a su argumentación me-
todológica. En este sentido, nos situamos a favor de la perspectiva epistemológica
que sostiene la imposibilidad de refutar teorías científicas, y en la necesidad de
abordarlas críticamente sobre la base de sus propios supuestos, desarrollos y con-
clusiones (Pérez Soto, 1994, pp. 4-5).
En definitiva, en lo que sigue se expondrán de forma resumida los principales
conceptos, argumentos e hipótesis de los que se vale el sociólogo alemán en su
tarea de cimentar los preceptos metodológicos de la sociología comprensiva, y de
definir la naturaleza de los fenómenos económico-sociales. En un segundo mo-
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mento se presentarán y detallarán las críticas que, según pensamos, cabe efectuar
al andamiaje teórico-metodológico de Weber. Finalmente, en la tercera parte se
extraerán algunas conclusiones al respecto.

La metodología sociológica de Weber en Economía y Sociedad

En el primer capítulo de la obra cumbre de Max Weber se presentan detalladamente


los pilares conceptuales fundamentales del voluminoso tratado –incluyendo los
aspectos metodológicos esenciales. Es, pues, sin lugar a dudas, la pieza clave que
permite armar y entender el rompecabezas teórico que Weber desarrolla a lo largo
de poco más de 1.200 páginas. Iniciemos, pues, la exposición.
La sociología y el significado de la acción social. Weber (2002) define la sociología
como una ciencia que pretende explicar acciones sociales, basándose en el enten-
dimiento de ellas por parte del investigador. Para poder entenderlas, no obstante,
es necesario recurrir a su interpretación. El acento aquí está puesto en comprender
las causas y efectos en su propio desarrollo (Weber, 2002, p. 5).
Ahora bien, las acciones sociales son propias de los seres humanos, consistiendo
estas en un ‘hacer’ físico-exterior o mental-interior, que toma en consideración
el actuar de otros seres humanos, y al cual se le endosa un sentido de carácter
subjetivo (Weber, 2002, p. 5).
Fundamentos metodológicos. El sentido de la acción puede referir a: i) hechos,
propiamente tales; o ii) reconstrucciones tipológicas de carácter ideal. Es impor-
tante recalcar que el sentido de una acción social es siempre de carácter subjetivo
(Weber, 2002, p. 6).
Weber distingue entre acción con sentido y acción reactiva. En la medida en
que –empíricamente– suelen estar unidas, tan solo el análisis sociológico puede
distinguirlas. La diferencia radica en que la acción reactiva es una acción automá-
tica, las más de las veces no-consciente, o inclusive netamente fisiológica (Weber,
2002, p. 6).
Ahora bien, existen dos modos básicos de evidenciar que se ha comprendido
una acción social. El primero es de tipo racional; aquí, el fenómeno de la com-
prensión se relaciona con captar intelectualmente el sentido de la acción social. El
segundo es de tipo endopático; en él se comprende la acción social en su dimensión
emotivo-afectiva. Según Weber indica:

En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que


de su ‘conexión de sentido’ se comprende intelectualmente de un modo
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diáfano y exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando


se revive plenamente la ‘conexión de sentimientos’ que se vivió en ella.
(Weber, 2002, p. 6; énfasis original)

La sociología –según Weber–, en tanto que ciencia, intenta formular genera-


lizaciones (Weber, 2002, p. 16). Ahora bien, es importante destacar que estas
generalizaciones no constituyen el objetivo exclusivo de la ciencia sociológica –al
contrario de la teoría de Durkheim–, ni pretenden descubrir algo así como un
curso histórico teleológico (Bravo, Díaz-Polanco y Michel, 1997, p. 92).
El método sociológico-científico de investigación propuesto por Weber se basa
en la elaboración de lo que el sociólogo alemán bautizó como ‘tipos ideales’.
Este método, afirma Weber, “investiga y expone todas las conexiones de sentido
irracionales, afectivamente condicionadas, del comportamiento que influyen en
la acción, como ‘ desviaciones’ de un desarrollo de la misma ‘construido’ como pu-
ramente racional con arreglo a fines” (2002, p. 7; énfasis añadido). Sumado a esto,
hay que mencionar que “los elementos que serán destacados en el tipo ideal, son
seleccionados unilateralmente por el investigador” (Bravo, Díaz-Polanco y Michel,
p. 71), o, como lo describe explícitamente Freund, los tipos ideales “constituyen
procedimientos experimentales que el sabio crea voluntaria y arbitrariamente,
según las necesidades de la investigación” (cit. por Duek, 2007, p. 143). A su vez,
Weber aclara que los tipos ideales son escasamente hallables en la realidad empí-
rica, cosa que no puede ser considerada una debilidad metodológica, ya que esto
brinda la posibilidad de establecer un mayor grado de precisión en la elaboración
de los conceptos sociológicos (Jahnke, 2014, p. 184; Quintaneiro, de Oliveira y
Monteiro, 2002, p. 102).
Si bien Weber asume como una posibilidad factible el crear tipos ideales
basados –primeramente– en acciones sociales irracionales (Weber, 2002, p. 17),
no entrega descripción ni explicación alguna respecto de cómo obrar en esta
dirección.
Las elaboraciones típico-ideales deben ser construidas, en la absoluta mayoría
de las ocasiones, siguiendo el orden racionalidad-irracionalidad ya mencionado.
De esto se sigue que para Weber el método de los tipos ideales requiere atenerse al
orden por él ejemplificado. Eso sí, acto seguido, nuestro autor acota que no está a
favor de una noción racionalizante de la sociedad, o de un estudio racionalizante
de ella mediante la sociología (Weber, 2002, p. 7).
Por otra parte, Weber sostiene que uno de los grandes beneficios de su meto-
dología de tipos ideales refiere al alto grado de univocidad que se puede alcanzar
al utilizarla. En este sentido, el sociólogo alemán señala:
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Lo que puede ofrecer […] [la sociología, al hacer uso de los tipos ideales]
es la univocidad acrecentada de sus conceptos. Esta acrecentada univoci-
dad se alcanza en virtud de la posibilidad de un óptimo en la adecuación
de sentido, tal como es perseguido por la conceptuación sociológica. A
su vez, esta adecuación puede alcanzarse en su forma más plena –de lo
que hemos tratado sobre todo hasta ahora– mediante conceptos y reglas
racionales (racionales con arreglo a valores o arreglo a fines). (Weber,
2002, pp. 16-17; énfasis original)

Ahora bien, “Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las
ciencias de la acción como ocasión, resultado, estímulo u obstáculo de la acción
humana” (Weber, 2002, p. 7; énfasis original). En general, todo aquello que no
se encuentre en la situación de ser medio o fin de una acción está ajeno al sentido
(Weber, 2002, pp. 7-8).
En lo que respecta a los tipos de comprensión, Weber efectúa una diferenciación
entre la comprensión actual del sentido asociado a la acción social y la comprensión
explicativa de la misma. La comprensión actual refiere al reconocimiento intelectual
de la acción en sí (por ejemplo, de una sentencia, de una fórmula matemática o de
una expresión facial de alegría, etc.). Por su parte, la comprensión explicativa refiere al
entendimiento de la motivación asociada a una acción social (Weber, 2002, pp. 8-9).
Adicionalmente, Weber ofrece una segunda clasificación de los tipos de com-
prensión de las acciones sociales: esta refiere a la

captación interpretativa del sentido […] a) mentado realmente en la ac-


ción particular (en la consideración histórica); b) mentado en promedio
y de modo aproximativo (en la consideración sociológica en masa); c)
construido científicamente (por el método tipológico) para la elaboración
del tipo ideal de un fenómeno frecuente. (2002, p. 9; énfasis original)

Para Weber, los motivos son el fundamento de sentido de las conductas propias
o de terceros (Weber, 2002, pp. 8, 9 y 10) y, aun cuando pueda parecer evidente
el sentido otorgado a la acción por parte de un individuo, este no puede ser con-
siderado –ipso facto– como la causa válida de la misma para el científico social
que la estudia (Weber, 2002, p. 9).
Respecto de la causalidad, Weber señala: “la explicación causal significa […]
que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad […], a un determinado
proceso (interno o externo) observado sigue otro proceso determinado (o aparece
juntamente con él)” (2002, p. 11). Profundizando en la materia, específicamente
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en lo tocante a la adecuación de las interpretaciones causales, Weber afirma que


debe haber conocimiento certero tanto de motivos como de acciones (en su de-
sarrollo visible). O sea, deben ser evaluadas según su adecuación por sentido y su
adecuación causal (ambas adecuaciones deben estar presentes en mayor o menor
grado) (Weber, 2002, p. 11).
Según Weber, es posible detectar de manera científica leyes sociológicas. Estas
son acciones típicas comprensibles, que se presentan empíricamente con regularidad
estadística. En sus propias palabras:

Las “leyes”, como se acostumbra a llamar a muchas proposiciones de


la sociología comprensiva […] son determinadas probabilidades típicas,
confirmadas por la observación, de que, dadas determinadas situaciones
de hecho, transcurran en la forma esperada ciertas acciones sociales que
son comprensibles por sus motivos típicos y por el sentido típico mentado
por los sujetos de la acción. (Weber, 2002, p. 16; énfasis original)

Ahora bien, Weber considera que las acciones sociales

son claras y comprensibles, en su más alto grado, cuando el motivo


subyacente en el desarrollo típico de la acción (o que ha sido puesto
como fundamento del tipo ideal construido metódicamente) es pu-
ramente racional con arreglo a fines y, por tanto, la relación de medio
a fin, según enseña la experiencia es unívoca (es decir, los medios son
“ineludibles”). (2002, p. 16)

Gracias a esto, Weber continúa:

es admisible la afirmación de que cuando se ha actuado de un modo


rigurosamente racional, así y no de otra manera ha debido de actuarse
(porque por razones “técnicas”, los partícipes, en servicio de sus fines
–claramente dados–, sólo podían disponer de estos medios y no de otro
alguno). (p. 16; énfasis original)

Otro aspecto que le interesa resaltar al autor alemán dice relación con la diferencia
entre la sociología y la historia como disciplinas científicas: la primera tiene por
objetivo elaborar tipologías y leyes de carácter general, mientras que la segunda
busca dar cuenta del accionar de los sujetos sociales en su particularidad y contexto
específicos. Ambas están interesadas en las motivaciones que impulsan a los actores
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a comportarse de un determinado modo, pero la sociología lo hace con un afán


universal, aplicable a diversos contextos (Weber, 2002, p. 16). Adicionalmente, en
cuanto a la relación entre ambas disciplinas, se tiene que la sociología brinda a la
historia la posibilidad de efectuar clasificaciones de sucesos históricos, conforme
a diversos conceptos sociológicos pertinentes (Weber, 2002, p. 17).
Los ya mencionados tipos ideales con que trabaja la sociología solo pueden
construirse en la medida en que las múltiples acciones sociales, abordadas por el
científico en su investigación, poseen un carácter cualitativo común respecto de su
sentido (Weber, 2002, p. 17). Sin embargo, Weber reconoce que dicho requisito es
difícilmente conseguible, ya que “la acción de importancia histórica o sociológica
está influida por motivos cualitativamente heterogéneos, entre los cuales no puede
obtenerse un ‘promedio’ propiamente dicho” (2002, p. 17). En el capítulo dos de
Economía y Sociedad, Weber da cuenta de una situación en la cual se ve reflejada
la heterogeneidad de motivos asociados a acciones sociales y, yendo inclusive aún
más lejos, manifiesta que la evaluación respecto de la racionalidad de la acción
social misma admite diversas lecturas, dependiendo de la perspectiva que se asuma
al momento de analizarla.1
Acerca del método de imputación causal basado en los tipos ideales, cabe
reseñar lo siguiente: el científico

tiene que averiguar (idealmente) […] cómo hubieran procedido […]


[los actores involucrados, de haberse orientado su conducta según una]
[…] absoluta racionalidad, en un caso de un conocimiento cabal tanto
de su propia situación como […] [de la del resto], para compararlo con
la que fue su actuación real y explicar luego causalmente la distancia
entre ambas conductas (sea por causa de información falsa, errores de
hecho, equivocaciones, temperamento personal o consideraciones no
estratégicas). También aquí se aplica una (latente) construcción racional
típico-ideal. (Weber, 2002, p. 18; énfasis original)

Explayándose respecto del asunto, Weber aclara:

La acción real sucede en la mayor parte de los casos con oscura semi-
consciencia o plena inconsciencia de su “sentido mentado”. El agente

1
“La intromisión de aquellos intereses extraños a la explotación en el nombramiento de los puestos di-
rectivos, lo que ocurre cabalmente en el caso supremo de racionalidad formal en su selección, es otra
irracionalidad material específica del moderno orden económico” (Weber, 2002, p. 111; énfasis original).
Este tema será abordado en la sección de consideraciones críticas del presente artículo.
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más bien “siente” de un modo indeterminado que “sabe”, o tiene clara


idea; actúa en la mayor parte de los casos por instinto o costumbre.
Sólo ocasionalmente –y en una masa de acciones análogas únicamente
en algunos individuos– se eleva a conciencia un sentido (sea racional
o irracional) de la acción. Una acción con sentido efectivamente tal, es
decir, clara y con absoluta conciencia es, en la realidad, un caso límite.
Toda consideración histórica o sociológica tiene que tener en cuenta
este hecho en sus análisis de la realidad. Pero esto no debe impedir
que la sociología construya sus conceptos mediante una clasificación de
los posibles “sentidos mentados” y como si la acción real transcurriera
orientada conscientemente según sentido. Siempre tiene que tener en
cuenta y esforzarse por precisar el modo y medida de la distancia exis-
tente frente a la realidad, cuando se trate del conocimiento de ésta en
su concreción. (Weber, 2002, p. 18; énfasis original)

Respecto de la caracterización de los fenómenos económico-sociales. Weber considera


que los fenómenos económico-sociales están indisolublemente ligados al hecho
de “Que nuestra existencia física, así como la satisfacción de nuestras necesidades
más espirituales, […] [chocan] en todas partes con la limitación cuantitativa y la
insuficiencia cualitativa de los medios externos necesarios para tal fin” (Weber,
1990, p. 53). Asimismo, dicha satisfacción requiere de “la previsión planificada
y el trabajo, al par [sic] que la lucha contra la naturaleza y la asociación con los
otros hombres” (Weber, 1990, p. 53).
Ahora bien, la cualidad ‘económico-social’ no emana directamente de alguna
naturaleza intrínseca de los mencionados fenómenos. Por el contrario, dicha cua-
lidad se desprende de la “significación cultural específica” (Weber, 1990, p. 53)
que los actores asocian a los fenómenos económico-sociales.
Weber distingue tres tipos básicos de fenómenos económico-sociales. En primer
lugar se encuentran aquellos procesos e instituciones cuya significación cultural
se asocia casi exclusivamente a la cuestión económica. Respecto de esos procesos
e instituciones se puede decir, con propiedad, que son económicos. Luego, en
un segundo lugar, están los fenómenos económicamente pertinentes, los cuales
no poseen una significación ligada primordialmente al aspecto económico, pero
que –en ocasiones– tienen repercusiones económicas significativas. Por último
se encuentran los fenómenos económicamente condicionados, los cuales –según
plantea Weber– no poseen ni significación económica directa, ni efectos econó-
micos significativos, pero sí son influidos por fenómenos del primer y segundo
tipo (1990, pp. 53 y 54). Weber prosigue añadiendo que “un fenómeno tiene la
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cualidad de ‘económico’ sólo en la medida y por el tiempo en que nuestro interés


se dirija de manera exclusiva a la significación que posee respecto de la lucha por
la existencia material” (1990, p. 54; énfasis original).

Críticas a los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad

Acerca de la motivación subjetiva como causa que permite explicar fenómenos sociales.
Sostenemos que toda pregunta relativa a los motivos –como explicación última
de las causas de un fenómeno social– no hace sino mantenerse en el más puro
terreno de la especulación, en el peor sentido de la palabra. Esto, debido a las
siguientes razones:
i) No se puede tener certeza respecto de la verosimilitud de los motivos ofrecidos
por el actor –cosa que el mismo Weber hace notar (ver supra). El problema aquí es
más grave de lo que pudiese parecer, ya que –al contrario de lo que postula Weber
(2002, p. 9)– no es posible siquiera efectuar una aproximación probabilística al
grado de verosimilitud de la motivación desencadenante.
Aún más, suponiendo que los actores sociales son honestos respecto de sus
motivos, el problema no desaparece; ¿por qué?, sencillamente porque, tal cual el
mismo Weber reconoce que la motivación de la acción social está cruzada por
los fenómenos de la semiconsciencia e inconsciencia. De hecho, Weber considera
que la plena conciencia respecto de la motivación de la acción social es un caso
extremadamente infrecuente (2002, pp. 9 y 18).
Tomando todo esto en cuenta ¿cómo identificar de manera fiable la motiva-
ción real de la acción social? Weber pasa por alto olímpicamente esta cuestión.
Nosotros, por el contrario, sostenemos que no existe procedimiento científico
alguno que permita realizar una evaluación aproximada de la verosimilitud de la
motivación asociada a una acción social. Por ende, ni la adecuación por sentido
ni la adecuación causal pueden establecerse con sólidas garantías.
ii) Weber hace alusión al hecho de que en muchas ocasiones los elementos
comprensibles de una acción social están indisolublemente mezclados con los in-
comprensibles. En sus propias palabras: “A menudo los elementos comprensibles y
los no comprensibles de un proceso están unidos y mezclados entre sí” (2002, p.
6). ¿Cómo diferenciarlos y aislarlos? Weber no se encarga de entregar herramientas
metodológicas que permitan a los investigadores ‘separar la paja del trigo’.
Todo queda reducido, finalmente, a un muy elemental y artesanal método de
investigación, en el cual pueden filtrarse innumerables arbitrariedades por parte
de los científicos sociales, sin que alguien siquiera lo note.
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En definitiva, si no se pueden separar de forma rigurosa (o, al menos, aproxi-


mada) los componentes comprensibles de los no comprensibles ¿cómo se puede
asegurar que la motivación de la acción social ha sido encontrada?
iii) Las técnicas que postula Weber como adecuadas para comprender exitosa-
mente la motivación de las acciones sociales de terceros, se reducen lisa y llanamente
a dos: 1) revivir empíricamente la acción por parte del investigador, y 2) revivir
intelectualmente (esto es, idealmente) la acción por parte del investigador (Weber,
2002, pp. 6, 7 y 17). No obstante, Weber afirma –con una liviandad abismal–
que “‘no es necesario ser un César para comprender a César’” (Weber, 2002, p.
6). De lo anterior se sigue que la comprensión endopática puede verse mermada
significativamente por una debilidad en la ‘capacidad empática’ del investigador,
cosa que –en última instancia– puede ser remediada apelando a la elaboración de
tipos ideales. Según Weber,

muchos de los ‘valores’ y ‘fines’ de carácter último que parecen orientar


la acción de un hombre no los podemos comprender a menudo, con
plena evidencia, sino tan sólo, en ciertas circunstancias, captarlos in-
telectualmente; mas tropezando con dificultades crecientes para poder
‘revivirlos’ por medio de la fantasía endopática a medida en que se alejan
más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos
entonces que contentarnos, según el caso, con su interpretación exclusi-
vamente intelectual o, en determinadas circunstancias –si bien esto puede
fallar–, con aceptar aquellos fines o valores sencillamente como datos
para tratar luego de hacernos comprensible el desarrollo de la acción
por ellos motivada por la mejor interpretación intelectual posible o por
un revivir sus puntos de orientación lo más cercano posible. (Weber,
2002, pp. 6-7; énfasis original)

En otras palabras, a la fantasía endopática se le ha de oponer –en estos casos– la


fantasía intelectual; eso sí, siempre procurando conseguir la ‘mejor interpretación
posible’.
Para Weber –creemos que no está demás decirlo– todo esto parece evidente,
razonable y concluyente de por sí; para nosotros, por el contrario, esto adolece de
sistematicidad y rigurosidad. En este sentido, consideramos que deben suministrarse
orientaciones metodológicas concretas y procedimientos precisos.2

2
No pretendemos, valga agregar, resucitar el prejuicio positivista, sino tan solo exigir rigurosidad argumen-
tativa.
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Para concluir este punto, si sumamos la crítica i) y la crítica ii), resulta fácil-
mente deducible que la posición weberiana –a este respecto– contiene grietas que
amenazan con desestabilizar su edificio teórico.
iv) Una evaluación atenta respecto de la relación entre motivación y conducta
nos llevará a constatar lo muy frecuente que es el hecho de que los resultados de
una acción social sean completamente distintos a los esperados, basándose en
las motivaciones que la engendraron. De esto se desprende que, ante la eventual
evidencia de una acción social concreta, el proceso de rastreo de la motivación
desencadenante –por parte del investigador– puede fácilmente perderse dentro de
un laberinto en el cual no haya un hilo de Ariadna que seguir.
Todo lo expuesto hasta aquí nos lleva a considerar que la pregunta acerca del
sentido o motivación de la acción social no conduce ni puede conducir, bajo ninguna
circunstancia, a la determinación de la o las causas de una acción social. Como
mucho, responder dicha pregunta nos puede ilustrar descriptivamente acerca de la
autopercepción que los sujetos tienen respecto de sus propias conductas sociales, o de
la percepción de las conductas sociales de terceros. Esto último, sin duda, es valioso
en términos científicos, pero está lejos de poder ofrecer conexiones explicativas.
Sostenemos, por el contrario, que lo importante para la explicación de fenó-
menos sociales no es lo que los actores creen que hicieron o dejaron de hacer, así
como tampoco sus creencias respecto de por qué ejecutaron o no ejecutaron una
acción social. Lo que es menester averiguar para ofrecer explicaciones a fenómenos
sociales son las interconexiones causales en relación a lo que efectivamente hicie-
ron los sujetos; el contenido de sus acciones concretas, además de sus formas de
manifestación (esta tesis será decisiva al momento de analizar críticamente, más
adelante, la caracterización subjetivista de los fenómenos económico-sociales). Por
ende, nos posicionamos a favor de Díaz-Polanco, quien arguye que “Weber, en
varios sentidos, eleva a la categoría de conocimiento científico, el conocimiento
de sentido común” (Bravo, Díaz-Polanco y Michel, 1997, p. 73).
Ahora bien, tomando en cuenta algunas de las críticas que se podrían esgrimir
en contra de nuestra postura, trataremos de ofrecer aclaraciones.
En primer lugar, se podría aducir que es imposible para el ser humano explicar
fenómeno alguno si no se echa mano a las creencias que poseen los actores sociales
respecto de su propio actuar, o respecto de cualquier fenómeno capaz de ser dotado
de significado. Esta posición puede ser traducida del siguiente modo: toda acción
social reviste algún significado para el sujeto que la ejecuta. Ahora, si bien –desde
nuestra particular perspectiva– puede que efectivamente las acciones sociales de
los actores sean adscritas a un sentido –por así decirlo– de forma irrenunciable,
dicha constatación no afecta nuestra crítica, ya que no estamos poniendo en duda
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el hecho de que las creencias de los sujetos –efectivamente– les permiten orientarse
en su accionar social concreto. La crítica que estamos poniendo sobre la mesa,
por el contrario, se relaciona con el cuestionamiento a la posibilidad de ofrecer
una explicación científica respecto de acciones sociales, basada en motivaciones y
opiniones (ya sea de los mismos sujetos que las ejecutan, o del científico social que
las está estudiando).
Trataremos de clarificar la cuestión a base de un ejemplo económico-social. Si
nos acercáramos a un grupo organizado de capitalistas –digamos, a alguna asocia-
ción gremial–, con la intención de explicar por qué se niegan a la instauración de
una reforma laboral, podríamos –razonablemente– encontrarnos con una respuesta
del siguiente tenor: ‘nos negamos debido a que nosotros, los empresarios, estamos
comprometidos con el desarrollo de nuestro país y, por lo tanto, no podemos avalar
una reforma que vaya en contra de los intereses nacionales’. Si decidimos cerrar
los ojos ante i) el evidente problema asociado a la verosimilitud de la respuesta, y
ii) el crucial problema en torno a la conciencia/semiconsciencia de la motivación
de la acción, y decidimos adoptar –sin más– la perspectiva explicativa weberiana,
podríamos encontrarnos frente a un tercer gran conflicto: el dilema de aceptar, o
no, la explicación de la acción social basada en la motivación que el empresariado
ofrece respecto de su propia conducta. En este sentido, es perfectamente posible
que decidamos negar la validez de la respuesta del empresariado, y que tratemos
–por el contrario– de ensayar una explicación alternativa basada en nuestro pro-
pio criterio. Esto es, afirmar que la motivación ‘efectiva’ o ‘real’ de ese grupo de
capitalistas es tal o cual. A este respecto, Weber no ofrece criterios para tomar una
decisión científicamente fundamentada.
Sea como fuere –esto es, nos decantemos por una o por otra opción–, enfrenta-
remos el siguiente problema (que representa –en cuanto a su solución– un desafío
de enormes proporciones), a saber, ¿qué grado de generalización podemos conferir a
dicha motivación? Esto no representa una cuestión menor. ¿Por qué? Sencillamente
debido a que Weber considera la generalización como un objetivo a ser alcanzado
por la sociología comprensiva (Weber, 2002, p. 16; Ritzer, 2001, p. 250).
Expliquemos esto con mayor detenimiento. Es cierto que Weber –a través de
la influencia que ejerció en autores como Alfred Schütz y los construccionistas
sociales estadounidenses– se ha llegado a erigir como una especie de ‘antepasado’
de la investigación cualitativa.
Quizás alguien podría llegar a pensar que el hecho de que aquellas metodologías
apelen a ‘comprender’ las motivaciones –o percepción/opinión en general– de los
actores, respecto de determinados fenómenos sociales, constituye una causa sufi-
ciente para absolver a Weber de la crítica que hemos formulado hasta el momento.
50 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

Lo cierto, sin embargo, es que la diferencia entre el método expuesto por Weber
en Economía y Sociedad y aquel que predomina en la mayoría de las vertientes de
la metodología cualitativa contemporánea es sumamente grande. Siendo aún más
específicos, resulta que los actuales métodos cualitativos de investigación recono-
cen las limitaciones y alcances de su accionar investigativo, y –sobre todo– de la
capacidad de generalización a la que pueden aspirar a partir de sus conclusiones.
De hecho, la gran mayoría de sus cultores tiene plena conciencia de que dicha
generalización es imposible de ser llevada a cabo de manera rigurosa y, en conse-
cuencia, renuncia deliberadamente a perseguir tal objetivo.
Nos atrevemos a afirmar que Weber, por el contrario, se encuentra atrapado en
el limbo que le impone la época histórica en que le tocó vivir. En otras palabras,
si bien Weber rechaza la concepción positivista/nomotética de la ciencia social
(Ritzer, 2001, pp. 247 y 250), sigue proponiendo como meta de la sociología
la elaboración de generalizaciones,3 y el descubrimiento de una legalidad en los
fenómenos sociales (Weber, 2002, p. 16).
Sobre la alegada preeminencia de la racionalidad de la acción social al elaborar
los tipos ideales.4 Resulta evidente aquí, por los ejemplos que ofrece Weber (2002,
pp. 7 y 18), que este método i) es profundamente contrafáctico; ii) adolece de con-
siderar como actos irracionales, a priori, conductas que –dadas las circunstancias
del fenómeno– pueden perfectamente resultar racionales, en tanto se cambie la
perspectiva desde la cual se analizan las acciones individuales; y que –basándonos
en él– iii) ni el sentido subjetivo asociado a una acción social por los actores, ni
la racionalidad de la misma –así como tampoco el medio para conseguir un fin–,
pueden ser establecidos de manera unívoca.
Analicemos todo esto en detalle.
En lo tocante al primer punto, de aceptar la formulación weberiana, el inves-
tigador estaría obligado a estudiar los fenómenos culturales basándose permanen-
temente en la pregunta ‘¿qué hubiese pasado si…?’, alejándose deliberadamente
del estudio del fenómeno tal como se dio empíricamente, para adentrarse en el
nebuloso terreno de la especulación. Los posibles beneficios de una metodología
contrafáctica pierden peso al ser contrastados con el hecho de que para Weber la
atención que debe prestarse a los fenómenos empíricos es elevada. Como vimos

3
“La sociología […] se afana por encontrar reglas generales del acaecer” (Weber, 2002, p. 16; énfasis origi-
nal).
4
Queremos ser enfáticos a este respecto. Nuestra crítica no apunta al método de los ‘tipos ideales’ en ge-
neral –abstractamente considerado–, sino única y exclusivamente a la descripción y ejemplos que Weber
ofrece de él en la sección metodológica del capítulo uno de Economía y Sociedad, todos los cuales refieren
a fenómenos que pueden ser caracterizados como micro o mesosociales.
P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 51
Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

anteriormente, Weber estipula con vehemencia que se debe precisar la ‘distancia’


entre el modelo típico-ideal y los hechos de la experiencia.
En lo tocante al segundo punto, y según recomienda Weber de manera taxativa
(2002, p. 7), el investigador requiere reconstruir el sentido de las acciones socia-
les de los sujetos, a base de una parcelación que tome en cuenta lo clásicamente
‘racional’ e ‘irracional’. Para explicar el pánico bursátil, Weber aconseja indagar
cuál habría sido el curso de acción que los individuos habrían seguido, en tan-
to hubiesen tenido a la mano toda la información intelectualmente asequible, y
la hubiesen procesado de manera perfectamente racional, comportándose –por
ende– de una forma acorde. Luego, estima que el investigador necesita adicionar
las ‘perturbaciones’ irracionales –consideradas por Weber como íntima y esen-
cialmente ligadas a aspectos emotivo-afectivos– al esquema de conducta racional
esperable. En palabras del propio autor,

en la explicación de una acción […] tendríamos que fijar, primero, cómo


se hubiera desarrollado esa acción de haberse conocido todas las cir-
cunstancias y todas las intenciones de los protagonistas y de haberse
orientado la elección de los medios –a tenor de los datos de la experiencia
considerados por nosotros como existentes– de un modo rigurosamente
racional con arreglo a fines. Sólo así sería posible la imputación de las
desviaciones a las irracionalidades que las condicionaron. La construc-
ción de una acción rigurosamente racional con arreglo a fines sirve en
estos casos a la sociología –en méritos de su evidente inteligibilidad y, en
cuanto racional, de su univocidad– como un tipo (tipo ideal), mediante
el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda
especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado
de la acción racional. (Weber, 2002, p. 7; énfasis original)

Resulta altamente llamativo el hecho de que Weber afirme como evidente la


inteligibilidad y univocidad de la acción racional con arreglo a fines. Solo esto
le basta al autor alemán para sostener su hipótesis: única y exclusivamente un
no-argumento.
Ahora bien, el primer problema que podemos detectar acá es que Weber no
imagina la posibilidad de que, a partir de acciones sociales individuales –orientadas
de manera estricta por el uso de medios racionales–, y que tienen por objetivo
conseguir un fin racional, se puedan derivar consecuencias colectivas que resulten
en fenómenos como crisis financieras, aparentemente irracionales y supuestamente
‘erróneas’. Si se estudian algunos tipos de crisis bursátiles capitalistas se puede
52 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

llegar a la conclusión de que estas no son sino una consecuencia lógica, necesaria
y esperable del funcionamiento normal del modo de producción capitalista (Ta-
rassiouk, 2010).
En segundo lugar, podemos detectar un problema para nada irrelevante: el
investigador está obligado a definir a priori determinadas motivaciones, sentidos
y medios usados por los actores individuales –a modo de desencadenantes del
pánico bursátil–, como irracionales. Pero, tal cual admite Weber en un pasaje del
segundo capítulo de Economía y Sociedad, la racionalidad o irracionalidad de la
acción social económica está sometida a evaluación divergente (Weber, 2002, p.
111). Esto nos permite deducir que el imperativo weberiano de que es necesario
caracterizar la acción social inicialmente como racional, para luego atribuir a la
irracionalidad de motivos, sentidos y medios los supuestos ‘errores’ o fallas que se
desencadenen a partir de dicha acción es –lisa y llanamente– una arbitrariedad.
Expongamos esto a través de un ejemplo. Pensemos en un caso similar al
planteado por Weber: el de un pánico bursátil. Los accionistas de una empresa
de petróleo, ubicada en un país de Medio Oriente, ante la presencia de una ame-
naza creíble de perder los derechos de propiedad de sus instalaciones, y el derecho
monopólico de extraer petróleo en un área específicamente delimitada del país
(todo a consecuencia de la inminente invasión por parte de un grupo religioso
fundamentalista), se apresuran a poner en venta sus acciones. En la medida en
que la posibilidad de guerra se incrementa, y el resto de los agentes del mercado
adquieren también dicha información, el precio de sus acciones cae sustancial-
mente. De manera adicional, en vista de que la superioridad militar del ejército
fundamentalista es apreciablemente significativa, y de que el tiempo para escapar
se les agota, deciden vender sus acciones a una quincuagésima parte de su pre-
cio original. Pues bien, analizando la situación a la luz de las recomendaciones
metodológicas planteadas por Weber, podríamos considerar que la venta de las
acciones a un precio ínfimo resulta ser una irracionalidad, desde el punto de vista
de una acción racional con arreglo a fines de unos capitalistas típicos, que pretenden
obtener una ganancia a partir de la venta –en este caso– de las instalaciones que
constituyen la base de sus explotaciones5 lucrativas. Pero si giramos el ángulo de
visión en apenas un par de grados, podemos argüir que la venta de las acciones
a tan bajo precio constituyó una conducta perfectamente racional con arreglo a
fines, en vistas de que la intención de los accionistas era recuperar, aunque fuese
en una proporción mínima, el dinero desembolsado en la compra original de las

5
Es importante aclarar que se utiliza aquí el término ‘explotación’ en el sentido dado a él por Weber, y no
en el de Marx.
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Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

acciones. La misma ambigüedad de sentido puede también encontrarse en el caso


de los sujetos compradores. Adquirir las instalaciones petroleras y los derechos
monopólicos de extracción de crudo, puede ser evaluado como una acción social
con arreglo a fines del todo irracional, en la medida en que la explotación efectiva
de las mismas está fuertemente cuestionada por la eventual invasión y guerra;
pero, en la misma medida, podría ser argumentado que la mentada acción social se
constituyó como perfectamente racional con arreglo a fines, ya que la oportunidad
de comprar a un precio tan exiguo las acciones –y el derecho de explotación– no
podía ser desaprovechada, máxime si se tiene a la vista el hecho de que la posibi-
lidad de entrar en guerra podía, en última instancia, no actualizarse.
Denominamos a la ambigüedad explicativa que surge de aquí como indeter-
minación de la racionalidad de la acción social, a nivel individual, tanto en lo que
dice relación con los motivos como en lo tocante a los medios y fines seleccio-
nados por los actores en la ejecución de acciones sociales. Todas las explicacio-
nes ofrecidas para el fenómeno de nuestro ejemplo poseen sólidos argumentos
motivacionales de fondo, pero difieren radicalmente en cuanto a la evaluación
y caracterización que se hace de la racionalidad o irracionalidad que motivó la
ejecución de la acción social, el sentido atribuido a la misma y los medios ocu-
pados para conseguir el fin.
Ahora bien, es menester explicar aquí cuáles son las consecuencias de la im-
posibilidad de determinar la racionalidad de la acción social de manera unívoca.
En primer lugar, si bien Weber sostiene que la motivación de cada acción social
debe ser estudiada de manera particular en su especificidad –en orden a poder
discernir el carácter racional o irracional de la misma– y, para ello, señala que a
veces esto se debe efectuar atendiendo a los motivos expresados por el propio sujeto
de la acción (Weber, 2002, p. 16), mientras que en otras atendiendo al criterio
del sociólogo o científico social que investiga el fenómeno (Weber, 2002, p. 9),
lo cierto es que en ningún momento ofrece una guía en la cual se expliciten los
criterios necesarios para poder decidir, con algún grado de objetividad mínimo,
en qué circunstancias optar por la explicación motivacional dada por el sujeto de
la acción, y en cuáles decantarse por la interpretación efectuada por el observador,
en tanto que científico social.
En segundo lugar, se vuelve completamente imposible sostener sólidamente
la premisa metodológica weberiana respecto de elaborar el modelo típico ideal
a base de una reconstrucción mental de la situación, basada en conductas –en
primer lugar– estrictamente racionales, para pasar –tan solo después– a adicionar
las acciones sociales irracionales. Ningún argumento de peso hay en la sección
metodológica de Economía y Sociedad que le permita proclamar, categóricamente,
54 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

que el orden de elaboración del modelo típico ideal requiere partir por la caracteri-
zación de supuestas acciones estrictamente racionales. En este sentido, es evidente
que carece de fundamentación objetiva, y no pasa de ser una petición de principio.
A este respecto (y solo en referencia a él) podemos decir, por lo tanto, que el
método de los tipos ideales no logra captar la cualidad contradictoria presente en
algunos fenómenos sociales, como el ejemplificado más arriba. Esto, inclusive to-
mando en consideración la perspectiva epistemológica que Weber maneja respecto
de la realidad. Para la tipología ideal elaborada por el científico social, à la Weber,
todo lo que hay de ‘irracional’ en las acciones individuales y colectivas no es sino
un ‘agregado’ al tipo puro, fundamentalmente asociado a conductas racionales.
Ese agregado en ningún caso forma parte fundamental de la caracterización ideal
del fenómeno. No es, por lo tanto, esencial. Es meramente contingente: una po-
sibilidad que puede tanto actualizarse como puede no hacerlo; no está implícita
en la raíz del fenómeno, ergo, es accesoria.
A este respecto es necesario comentar, finalmente, lo siguiente: Weber hace
hincapié en que el científico social requiere determinar, con el mayor grado de
exactitud posible, la distancia entre el modelo racional creado y las irraciona-
lidades empíricas (Weber, 2002, p. 18), habida cuenta de que los tipos ideales
casi no pueden encontrarse en la realidad efectiva (Weber, 2002, p. 9). Pero esta
recomendación se vuelve del todo estéril si tomamos en cuenta las objeciones por
nosotros efectuadas hasta el momento. Ya hemos descartado el método de la di-
ferenciación entre conductas racionales e irracionales como guía para acercarnos
a la comprensión del sentido mentado de una acción social. Esta crítica también
aplica para la distinción entre acción con sentido y acción reactiva, además de los
dos tipos de comprensión de la acción social –definidos por Weber como com-
prensión racional y comprensión endopática.
La pregunta fundamental que debería haber efectuado el sociólogo alemán
(y, al menos, haber tratado de responder) no es otra que la siguiente: ¿qué garan-
tías hay de que es posible realizar las mentadas distinciones (de forma precisa,
coherente y racional)? Ante tal evidencia, no queda más que afirmar –sin temor
a equivocarnos– que Weber señala cuál es el objetivo metodológico de un trata-
miento científico en el estudio de la acción social, pero no explicita cómo y con
cuáles herramientas se puede proceder en esa dirección de forma medianamente
estándar y acertada (¡siquiera!).
Finalmente, en tercer lugar –y esta nos parece una de las consecuencias de más
amplio alcance y significación– sostenemos que es imposible cumplir con uno de
los objetivos más importantes del proyecto de sociología comprensiva de Weber,
a saber, el descubrimiento de leyes sociológicas (tal cual él las define) referidas
P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 55
Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

a la racionalidad/irracionalidad de las motivaciones de la acción social (Weber,


2002, p. 16).
Precisemos esto: si tomamos en cuenta que i) tanto la determinación científica de
la racionalidad/irracionalidad del motivo de la acción social, como ii) la detección
de leyes sociológicas empíricamente constatables, son pilares esenciales del proyecto
sociológico weberiano, llegamos al resultado de que la imposibilidad lógica y meto-
dológica de enlazar ambos aspectos constituye una profunda falla del programa de
investigación científica del sociólogo alemán. La conclusión aquí es clara: si no se
puede determinar de manera unívoca –y mucho menos científicamente– el sentido
subjetivamente mentado de la acción social con arreglo a fines (ni el medio o medios
para alcanzarlos, así como tampoco su racionalidad/irracionalidad), mucho menos
se podrán establecer leyes sociológicas respecto de los mencionados fenómenos.
Ahora bien, llegados a este punto aclararemos nuestra posición respecto de una
crítica que podría formulársenos. Algunos estudiosos del tema podrían considerar
que no estamos tomando en cuenta la posición que Weber tiene respecto de la
relación entre realidad y ciencia. Un autor tan reputado en lo que al estudio de
Weber refiere –tal como Julien Freund–, sostiene que “Fiel al espíritu de la episte-
mología kantiana, Weber niega que el conocimiento pueda ser una reproducción
o una copia integral de la realidad, tanto en lo relativo a la extensión, como a la
comprensión. Lo real es infinito e inagotable” (Freund, 2003, p. 33; traducción
propia). A esto se suma la cuestión de la multicausalidad de los fenómenos so-
ciales, vehementemente defendida por Weber (Kalberg, 2007, p. 28). Pues bien,
resulta ser que ninguno de estos fundamentos epistemológicos ha sido puesto en
duda en el curso de nuestra argumentación. Lisa y llanamente hemos asumido
los axiomas weberianos y hemos puesto a prueba su coherencia interna –además
de la verosimilitud de sus afirmaciones–, ateniéndonos estrictamente a su propio
criterio evaluativo. Aún más, a este respecto nos situamos junto a Baran (1969),
quien afirma que ninguna explicación científica puede prescindir de la elaboración
de modelos que –conscientemente– decidan centrar su atención en determinados
aspectos de un fenómeno, relegando ciertas características de los mismos a un
segundo o tercer plano. En efecto, la realidad no podría ser ‘leída’ científicamente
en el caso de que los científicos no obraran de esta manera.
Respecto de la racionalidad de la acción social, la univocidad de medios y la com-
prensibilidad. Íntimamente relacionado con la crítica recién expuesta se encuentra
el hecho de que, al revés de lo sostenido por Weber (2002, p. 16), no puede decirse
que la racionalidad de la acción social, y su consecuente comprensibilidad por
parte del investigador, estén garantizadas en su más alto grado sobre la base de
una supuesta univocidad de medios racionales. La garantía a la cual apela Weber
56 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

solo se puede encontrar en el campo de la lógica y de la matemática. Con respec-


to al resto de las acciones sociales difícilmente se podría sostener que los medios
racionales para alcanzar un determinado fin son unívocos, inclusive en los casos
de calculabilidad racional.
Lo importante aquí es notar el nexo que atribuye Weber a la racionalidad y
univocidad de medios de la acción social para alcanzar un fin, y el grado de com-
prensibilidad óptimo por parte del científico social. Si la mentada univocidad queda
en entredicho, la garantía de comprensibilidad óptima se esfuma, propinando un
duro golpe al programa científico weberiano.
Acerca de la asociación weberiana entre acción económica racional y eficiencia.
Partamos con una cita de Weber. Dice el sociólogo alemán que los tipos ideales

se dan, por ejemplo, en los conceptos y leyes de la teoría económica pura.


Exponen cómo se desarrollaría una forma especial de conducta humana,
si lo hiciera con todo rigor con arreglo al fin, sin perturbación alguna de
errores y afectos, y de estar orientada de un modo unívoco por un solo
fin (el económico). (Weber, 2002, p. 9; énfasis original)

Este pasaje es muy significativo, ya que en él Weber vuelve a mostrarse proclive a


considerar que los efectos indeseables de las acciones racionales –orientadas con
arreglo a fines económicos–, solo pueden provenir de errores y ‘perturbaciones’
afectivas (en líneas generales, irracionalidades). A este respecto, nos parece eviden-
te la similitud de la posición asumida por Weber –en un lenguaje un tanto más
preciso– con la de Adam Smith, en lo tocante a la ya emblemática ‘mano invisible’.
Pero cabe precisar lo siguiente: aun cuando en el primero no está presente la noción
de ‘bien común’ –que sí se encuentra en Smith (1981, p. 402)–, aquella es reem-
plazada por el oculto supuesto de que la racionalidad de los agentes individuales
promueve –de no intervenir el influjo de las pasiones– resultados globales eficientes
y armónicos (la ya mencionada asociación weberiana entre irracionalidad y errores
lo demuestra). Podemos decir que en Weber, por lo tanto, la intervención ineficiente
del Estado en las actividades económicas privadas es reemplazada por la ineficiencia
de la irracionalidad de las acciones económicas individuales, en un sentido amplio.
Sobre la causalidad y las leyes sociológicas. Existe una falta de rigurosidad en lo
que respecta a la definición de lo que es una ley sociológica. Weber plantea que esta
es una acción social típica afecta a comprensión, la cual se manifiesta con alguna
regularidad estadística de manera empírica (2002, p. 16). Cabe razonablemente
cuestionar acá lo siguiente: ¿la regularidad estadística a la que se refiere Weber dice
relación con la acción social en sí misma, por ejemplo, con el consumo de bienes
P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 57
Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

suntuarios? ¿O, por el contrario, dicha regularidad tiene que ver con el sentido
típico atribuido a la acción social, por ejemplo, la posibilidad de acceder a círculos
sociales en los cuales los miembros gozan de un alto grado de prestigio? El dilema
que emerge de esta ambigüedad no admite respuestas fáciles. Veamos por qué. Si
Weber se decanta por la opción número uno, entonces su definición de ley sociológica
no resiste análisis crítico alguno. El que una acción social se presente de manera
consistente a lo largo del tiempo sujeta a una determinada regularidad estadística,
difícilmente podría ser considerado como la manifestación, en sí misma, de una
ley sociológica. Falta acá, como es evidente, el ingrediente más importante de la
ecuación, a saber, la explicitación de la o las causas de la acción social típica. Por otro
lado, omitiendo nuestras críticas antes expuestas, si Weber estaba pensando en la
opción número dos, el reparo que surge de manera inmediata es el siguiente: ¿quién
–y a través de qué métodos– puede determinar unívocamente el sentido típico de
una acción social, manifestada con regularidad estadística, a nivel empírico? ¿Acaso
es el científico quien lo determina? De ser así, ¿operando con qué criterios, técnicas
y/o métodos? Por el contrario, en caso de ser los propios sujetos protagonistas de la
mentada acción social los indicados para detectar el sentido subjetivo de aquella,
¿de qué manera se puede llegar a determinar el mismo? ¿Habría, acaso, que apelar
a la realización de encuestas? En tal caso ¿cómo decidir cuál de las motivaciones o
sentidos atribuidos a la acción social típica es la objetivamente correcta? Suponiendo
que las opciones de respuesta dadas a los encuestados fuesen cerradas y definidas
de acuerdo a los criterios del investigador, ¿no cabría la posibilidad, como mínimo
razonable, de que el sentido o motivación última de la acción no se encontrase
presente entre las alternativas? Por el contrario, en caso de que la pregunta fuese
abierta, ¿cómo detectar entre un universo tan amplio de posibles respuestas la que
mejor dé cuenta del motivo o sentido típicamente asociado a una acción social
típica? Evidentemente, Weber no zanjó la cuestión. Para él, este no fue siquiera un
asunto a ser problematizado. En otras palabras, Weber jamás percibió el conflicto
latente que hay en su formulación de lo que es una ley sociológica, su metodología
y su proyecto de sociología comprensiva.
Sobre la influencia de las costumbres y hábitos en la determinación del sentido
de una acción social. Si los actores sociales que llevan a cabo acciones con sentido
mentado se comportan –en una proporción no despreciable de ocasiones, según
dice el mismo Weber– de acuerdo a estipulaciones derivadas de costumbres o
hábitos (por ejemplo, Weber, 2002, p. 15), ¿sería insensato pensar que el propio
científico pudiese estar condicionado de esta manera también? ¿Que los sentidos
y motivaciones que atribuye a un conjunto de acciones sociales estén basados en
una ‘costumbre’ o ‘hábito’ científico inconsciente?
58 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

Crítica respecto de la caracterización subjetivista de los fenómenos económico-


sociales. En lo que concierne a este punto, sostenemos:6 las limitaciones de consi-
derar a diversos fenómenos culturales tan solo como ‘económicos’, en la medida
en que son significados por los actores sociales como asociados primordialmente
a la preservación de la existencia física humana, resultan evidentes desde el mo-
mento en que ponemos en duda –como el mismo Weber hace ocasionalmente– la
capacidad de los sujetos para dilucidar conscientemente la motivación esencial de
la acción social (Weber, 2002, pp. 9 y 18).
Por otro lado, es razonable sostener que uno de los más graves errores a los que
conduce necesariamente la perspectiva subjetivista radical de Weber, a este respecto,
consiste en absolutizar la capacidad evaluativa de los actores sociales en lo tocante
al ‘potencial de realidad’ que poseen los fenómenos económico-sociales. Poniéndolo
en otras palabras, lo que Weber hace –quizás involuntaria e inconscientemente,
no nos atrevemos a juzgar esto– es sostener de manera implícita que el estatus
de realidad de un fenómeno económico –como, por ejemplo, el intercambio de
mercancías–, se desvanece tan pronto como desaparece la cualidad económica del
mismo en el horizonte de significados mentados por el sujeto.
Expresemos lo dicho mediante un ejemplo. Si el carácter económico del inter-
cambio de determinadas mercancías –como regalos durante las fiestas navideñas en
el Occidente moderno del siglo XX– dependiese del sentido mentado por parte de
los actores sociales, podría resultar perfectamente posible que ellos asignasen a ese
tipo de intercambio particular un significado primordialmente religioso, normativo
o afectivo, o una combinación de los tres. La pregunta que nacería razonablemente
de aquí es esta: ¿deja de ser el intercambio de mercancías bajo la forma de regalos,
durante las navidades, un fenómeno económico a causa de lo anterior? Sostenemos
que, empíricamente, la respuesta es un rotundo no. Ahora bien, algún partidario
de la metodología weberiana podría argüir que, si bien a base de la significación
dada al fenómeno por los actores sociales, el mismo no es estrictamente económico,
sí podría ser caracterizado como económicamente pertinente y/o condicionado,
y que –en ese sentido– podría seguir siendo materia de estudio de la sociología o
la economía política. Sostenemos que esta salida a la encrucijada también es un
profundo error. A base de las definiciones proporcionadas por Weber respecto
de los tres tipos de fenómenos económico-sociales (Weber, 1990, pp. 53-54), se
puede indicar que en ningún caso tendría una relevancia económica secundaria
el intercambio de mercancías, aun cuando no le fuese asignado un sentido tal por

6
Cabe señalar que la crítica que sigue está estrechamente ligada al parágrafo titulado Acerca de la motivación
subjetiva como causa que permite explicar fenómenos sociales (ver supra).
P ERSONA Y S OCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado | 59
Vol. XXIX / Nº 1 / enero-abril 2015 / 37-61

los actores sociales. La cualidad económica del fenómeno sigue estando presente,
sea reconocida subjetivamente o no a través de las significaciones culturales. Aún
más, el esperado incremento en las ventas de determinadas mercancías –y, por
ende, en su previa producción–, se desarrolla con arreglo a condicionantes que
trascienden la subjetividad, consciente o inconsciente, de los actores sociales. Por
lo tanto, no es en modo alguno la alegada significación cultural subjetiva la que
dota al fenómeno de su carácter económico-social. Esta puede estar presente como
puede no estarlo, y aun así el intercambio de mercancías bajo la forma de regalos
–en una específica época del año– seguirá siendo un factor que desencadene un
incremento previsible de ventas por parte de los capitalistas industriales, comerciales
y financieros, poniendo en marcha toda una maquinaria social de producción y
consumo de bienes y servicios, que afecta la vida de millones de seres humanos
alrededor del mundo, en tanto que productores directos de riqueza, en tanto que
asalariados y en tanto que consumidores.

Conclusiones

La principal conclusión del presente artículo refiere a que la metodología expuesta por
Weber (en el primer capítulo de su Economía y Sociedad) no puede ser considerada
ni válida ni suficiente para alcanzar el objetivo científico fundamental propuesto por
él mismo en dicha obra, a saber, explicar causalmente fenómenos culturales subje-
tivamente significativos –de manera unívoca–, en lo referente a motivos, sentidos y
medios asociados a la ejecución de una acción social. Expresándolo de una manera
ligeramente distinta: la metodología weberiana expuesta en Economía y Sociedad
posee serias deficiencias y lagunas, lo cual pone en duda el éxito con que Weber
consiguió ligar coherentemente su método comprensivo con la meta explicativa
(asociada, tal como vimos, a su noción de causalidad) que él mismo reconoce como
imprescindible para el ejercicio científico (en este caso, el sociológico).
En segundo lugar, mostramos la fragilidad de la definición subjetivista que
Weber propone para caracterizar los fenómenos económico-sociales. Establecimos
que, a partir de la motivación dada por los actores sociales al contenido de sus
acciones, no se puede derivar un canon que permita a los investigadores definir –de
manera consistente con la realidad– el carácter económico-social de un fenómeno.
En tercer lugar, afirmamos que la metodología de la sociología comprensiva de
Weber tiene una validez de alcance descriptivo. Sirve, por ende, en casos en que sea
preciso indagar en los determinantes motivacionales de la acción social autoperci-
bidos por los sujetos, respecto de sí mismos o de terceros (sean estos individuos o
60 | Max Weber, los fundamentos metodológicos de Economía y Sociedad
Daniel Silva Escobar

grupos). Se puede decir, en esta misma línea, que la sociología comprensiva –tal
cual es formulada por Weber– constituye una posible fuente de información rica y
fructífera en lo tocante a los estudios de opinión –especialmente, estudios de opinión
pública–, siempre y cuando se respete la explicación motivacional autopercibida por
los sujetos mismos (y no se aplique la imposición ‘explicativa’, metodológicamente
infundada, del científico ‘experto’, avalada por Weber sin justificación alguna).
Sintetizando, todas las críticas formuladas en este artículo nos llevan a sostener
que: i) la metodología propuesta por Weber como la adecuada para abordar el
estudio científico de las acciones sociales con sentido, presenta serias deficiencias
en lo tocante a su coherencia, consistencia lógica y capacidad heurística; y, por lo
tanto, ii) que, en caso de querer operar investigativamente sobre la base del proyecto
sociológico weberiano, es menester que los nuevos científicos sociales reformulen
y perfeccionen sustancialmente el núcleo metodológico del mismo.
Recibido febrero 15, 2015
Aceptado abril 15, 2015

Referencias bibliográficas

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