CIENCIAS SOCIALES
Colección dirigida por Josetxo Beriain
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grupo editorial
siglo veintiuno
siglo xxi editores, s. a. de c. v. siglo xxi editores, s. a.
CERRO DEL AGUA, 248, ROMERO DE TERREROS, GUATEMALA, 4824,
04310, MÉXICO, DF C 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
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DIALÉCTICAS
DE LA POSTSECULARIDAD
Pluralismo y corrientes
de secularización
Bibliografías
ISBN 978-84-15260-31-8
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni
registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por
ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cual-
quier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
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Josetxo Beriain
Ignacio Sánchez de la Yncera
Universidad Pública de Navarra
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Introducción propedéutica
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Sciences, Oxford, Elsevier, 2001, pp. 13.786-13.791 (está por aparecer la tra-
ducción española en José Casanova, Genealogías de la secularización, Barcelo-
na, Anthropos, en preparación). No obstante hay que precisar que también
existe la palabra latina «sæcularitatio», que es de la que estrictamente provie-
ne la que empleamos. Véase: A. Boudinhon, voz «Secularización», en The Ca-
tholic Encyclopedia, vol. I, Robert Appleton Company, 1907, traducido por
Luis Alberto Álvarez Bianchi. Hemos usado la edición online: Online Edition
Copyright © 1999 by Kevin Knight.
7. En su voluminoso trabajo sobre las doctrinas sociales de las Iglesias y
grupos cristianos de 1911.
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18. Ibídem.
19. A. Comte, Sistema de política positiva (1851-1854), Filosofía positiva.
Selecciones, México, FCE, 1979, p. 97.
20. Ibídem, pp. 102-103.
21. Sobre la inserción de ambas ideologías en las grandes revoluciones
véase el trabajo de Samuel N. Eisenstadt: Fundamentalism, Sectarianism and
Revolution, Londres, Polity, 1999.
22. Véase E. Tiryakian, «War. The Covered Side of Modernity», en Interna-
tional Sociology, vol. 14, n.º 4, 1999, p. 476.
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26. Véase el trabajo, ya citado, de José Casanova: «The Secular and the
Secularisms».
27. Véase el trabajo de S.N. Eisenstadt: «Multiple modernities», en Daeda-
lus, 2000, vol. 129, n.º 1, pp. 1-31.
28. Véase al respecto el interesante trabajo de Ahmet T. Kuru, Secularism
and the State Policies Toward Religion. The United States, France and Turkey,
Cambridge, Cambridge University Press, 2009.
29. Sobre el concepto de genealogía problematizadora, véase el trabajo de
Colin Koopman, quien la distingue por contraste con la vindicativa y subversiva
realizada por Nietzsche: Genealogy as Problematization (en prensa), cap. 2.
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30. Véase el penetrante y conspicuo trabajo de Hans Joas, Braucht der Mensch
Religion? Über Erfahrungen der Selbsttranszendenz, Friburgo, Herder, 2004.
31. Aunque este argumento lo recoge con elocuencia Talal Asad en The For-
mations of the Secular [Stanford, Stanford University Press, 2003, 64-65], no
menos poderoso es el argumento con el que Joseph Ratzinger abría, en pleno
clamor del Concilio Vaticano, la admirable Introducción al cristianismo, argu-
mentación y obra que nos atrevemos a decir que todavía resulta más impresio-
nante hoy, después de lo mucho que, de humano demasiado humano y de con-
densadamente divino, ha llovido sobre la biografía de su autor: «quien quiere
predicar la fe y al mismo tiempo se somete a autocrítica, pronto se dará cuenta
de que no es una forma o crisis exterior la que amenaza a la teología, quien
tome la cosa en serio se dará cuenta no sólo de la dificultad de traducción, sino
también de la vulnerabilidad de la propia fe, que, al querer creer, puede experi-
mentar en sí misma el poder amenazador de la incredulidad». Joseph Ratzin-
ger, Introducción al cristianismo, Salamanca, Sígueme, 1969, p. 23.
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34. Ernst Troeltsch, The Social Teaching of the Christian Churches and Sects,
Londres, Allen and Unwin, 1931 [1911], p. 252.
35. Niklas Luhmann, Die Religion der Gesellschaft, Frankfurt, Suhrkamp,
2000, p. 125.
36. Véase el trabajo de Hans Joas: «The Religious Situation in the United Sta-
tes», en What the World Believes, Gütersloh, Fundación Bertelsmann, 2009, p. 322.
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37. Ni que decir tiene que esa torpeza lo es, especialmente, en el sentido de
ceguera «sociológica»: cualquier empeño voluntarista de sofocamiento o re-
emplazo de las creencias que se incuban en el mundo vital (del que estamos
hechos, como venía a decir Ortega), encalla siempre con los pantanos y los
microcircuitos de la atención selectiva y con los mecanismos de refuerzo; al
margen de los procelosos problemas de incomprensión de los hontanares so-
ciales de la creencia que arrastran. Dicho eso después de los formidables tra-
bajos llevados a cabo por los sociólogos para entender el peso temible y las
increíbles astucias de malignidad que la maquinaria burocrática de los go-
biernos totalitarios ha sido capaz de idear, en su delirante tentación de omni-
potencia, para el lavado de la conciencia colectiva durante el maldito siglo de
la dominación total desatada. Y ahí hay que pensar, a la par, en los trabajos de
Mannheim y en la primera generación de la Escuela de Frankfurt, o los más
recientes de Bauman, sin desdeñar en absoluto las extraordinarias explora-
ciones literarias, más o menos ficcionales, del control totalitario de Asturias y
Fuentes, de Soltzjenitchin o Grossman, de Huxley y Orwell, de tantos otros.
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47. Véase Hans Joas, Die Sakralität der person. Eine neue Genealogie der
Menschenrechte, Frankfurt, Suhrkamp, 2011. Jürgen Habermas, recientemente,
también se ha pronunciado en parecidos términos: «El encuentro con la reli-
gión como una formación intelectual contemporánea, requiere al pensamien-
to secular implicarse en una reflexión sobre sus propios orígenes que adopta
la forma de una genealogía de lo secular y del pensamiento posmetafísico
dentro del horizonte de la Era Axial y de la discusión de la fe y el conocimiento
en la alta Edad Media. Asumiendo que tal proceso comprende su propia evo-
lución como un proceso de aprendizaje, se descubre así la tradición del pensa-
miento humanista de la ilustración dentro de una herencia de tradiciones
religiosas que ha sido asimilada y transformada» (The 2009 Yale Lectures, Es-
say on Faith and Knowledge: Postmetaphisical Thinking and the Secular Self-
interpretation of Modernity, p. 3).
48. Ch. Taylor, A Secular Age, op. cit., pp. 15 y ss.
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63. Cfr. S. Bruce, «The Supply-side Model of Religion: The Nordic and
Baltic States», en Journal for the Scientific Study of Religion, 39, 1, pp. 32-46.
64. J. Casanova, «Religion, European Secular Identities, and European
Integration», en Timothy Byrnes y Peter Katzenstein (eds.), Religion in an
Expanding Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, p. 89.
65. Recordemos la importante distinción que introduce Max Weber en Eco-
nomía y sociedad, México, FCE, 1978, p. 322, donde distingue entre las comuni-
dades de salvación y las comunidades de culto. Por ejemplo, la religión civil es
una comunidad de culto pero no una religión de salvación, mientras que el
budismo es una religión de salvación pero no una comunidad de culto.
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66. Cfr. Th. Luckmann, Das Problem der Religion in der modernen Gesell-
schaft, Friburgo, Rombach, 1963 (La religión invisible, Salamanca, Sígueme,
1973).
67. Casanova da cuenta de esta posición en Public Religions in the Modern
World, Chicago, Chicago University Press, 1994, p. 52.
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72. Talal Asad, The Formations of the Secular, Stanford, Stanford Universi-
ty Press, 2003, p. 191.
73. T. Asad, op. cit., p. 192. Véase del mismo autor: Genealogies of Religion,
Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1993.
74. José Santiago, «Las formas de sacralización del nacionalismo: un desa-
fío a la secularización», en Josetxo Beriain e Ignacio Sánchez de la Yncera
(eds.), Sagrado y/o Profano, Madrid, CIS, 2010, pp. 349-365.
75. Émile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, Madrid,
Akal, 1982, p. 398.
76. Ibídem, p. 201.
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77. Esta idea ha sido desarrollada por Peter van der Veer y Harmut Leh-
mann (eds.), Nation and Religion. Perspectives on Europe and Asia, Princeton,
Princeton University Press, 1999, p. 6.
78. Véase al respecto el trabajo de Peter van der Veer: «The Moral State:
Religion, Nation and Empire», en Imperial Encounters: Religion and Modernity
in India and Britain, Princeton, NJ, Princeton University Press, 2001, pp. 30 y ss.
79. Connor Cruise O’Brien en Ancestral Voices. Religion and Nationalism in
Ireland, Dublín, Poolbeg Press, 1994, analiza el poema más nacionalista de
William Butler Yeats, Cathleen ni Hoolihan, escrito en 1902 y que sirve de
semilla al levantamiento irlandés de 1916.
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b) Los secularismos
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81. Coinciden en este supuesto Alfred Stepan: «The World’s Religious Sys-
tems and Democracy: Crafting the “Twin Tolerations”», en Arguing Compara-
tive Politics, Oxford, Oxford University Press, 2001, 221-223, y José Casanova,
«The Secular and Secularisms», op. cit.
82. Juan J. Linz, «Church and State in Spain: From the Civil War to the
Return of Democracy», en Daedalus, 120, 3, pp. 159-178.
83. Víctor Pérez Díaz, «La iglesia y la religión en la España contemporá-
nea: una metamorfosis institucional», en El retorno de la sociedad civil. La
emergencia de la España democrática, Madrid, Alianza, 1993.
84. Sobre el caso francés véase el trabajo de William Bosworth: Catholi-
cism and Crisis in Modern France, Princeton, Princeton University Press, 1992,
3-43, pp. 279-308.
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88. Cf. J. Casanova, Religious Pluralism in China and the United States,
Working Paper, 2010.
89. J. Casanova, The Secular and the Secularisms, op. cit.
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c) La constelación postsecular
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95. En donde el último estadio supera a todos los anteriores haciendo tábula
rasa de ellos. Véase al respecto el trabajo de J. Casanova: «Are we Still Secu-
lar?», Working Paper presentado al Workshop with Jürgen Habermas en el Insti-
tute for Public Knowledge, New York University, 22-24 de octubre de 2009.
96. Tomamos el concepto de Peter L. Berger, The Heretical Imperative, Nue-
va York, Doubleday, 1980.
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104. Véase sobre esta idea el trabajo de Pipa Norris y Ronald Inglehart:
Sacred and Secular..., op. cit.; los trabajos compilados por Hans Joas y Klaus
Wiegand (eds.), Säkularisierung und die Weltreligionen, op. cit.; el trabajo de
José Casanova: «Public Religions Revisited», en Hent de Vries (ed.), Religion.
Beyond a Concept, Nueva York, Fordham University Press, 2008, 113; y Ber-
telsmann Religions Monitor: What the World Believes, Güttersloh, 2009.
105. Stefan Huber y Volkhard Krech, «The Religious Field between Globa-
lization and Regionalization. Comparative Perspectives», en Bertelsmann
Religions Monitor: What the World Believes, Güttersloh, 2009, pp. 53-93.
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110. Ibídem, 8.
111. Véase al respecto el interesante trabajo de Ruth Marshall: Political
Spiritualities. The Pentecostal Revolution in Nigeria, Chicago, Chicago Univer-
sity Press, 2009, p. 51.
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112. Véase sobre esta idea el trabajo de Pipa Norris y Ronald Inglehart:
«Sellers or Buyers in the Religious Markets?», en The Hedgehog Review, 2006,
8, 1 y 2, pp. 69-92.
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113. Ernst Troeltsch a comienzos del siglo XX, haciéndose eco de la emer-
gencia de un tipo de religiosidad individual, hace una importante distinción
entre tres formas organizacionales en el cristianismo: la Iglesia, la secta (dis-
tinción que comparte con Max Weber) y el misticismo. Con esta tercera forma
hace referencia al «mundo de las ideas que no encajan en las formas de rendir
culto habituales (Iglesia y secta) en las que la doctrina es transformada en una
experiencia puramente personal e interna» (The Social Teachings of the Chris-
tian Churches, Londres, Allen and Unwin, 1931, p. 993). Véase sobre este con-
cepto el trabajo de Karl-Fritz Daiber: «Mysticism: Ernst Troeltsch’s Third Type
of Religious Collectivities», en Social Compass, 49, 2002, pp. 329-341.
114. Sobre la experiencia religiosa individual al margen de las Iglesias es-
tablecidas véase el interesante trabajo de Hubert Knoblauch, Populäre Reli-
gion: Auf dem Weg in eine spirituelle Gesselschaft, Frankfurt, Campus, 2009,
pp. 193-262.
115. M. Weber, El político y el científico, Madrid, Alianza, 1975, p. 218.
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d) La reacción fundamentalista
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125. John Gray: Black Mass. Apocalyptic Religion and the Death of Utopia,
Penguin, Londres, 2007, pp. 69-70.
126. Un excelente análisis de estas ideas lo ofrece Michael Northcott en An
Angel Direct the Storm. Apocalyptic Religion and American Empire, Nueva York,
2004, Cap. 4: «The “War on Terror” and the True Apocalypse», pp. 103-134.
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A modo de conclusión
130. R.F. Worth, «A Nation Defines itself by its Evil Enemies: Truth, Right
and the American Way», en The New York Times, 24 de febrero de 2002.
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Bibliografía
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Georgetown University
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Lo secular
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3. Ibíd.
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4. Ibíd., p. 269.
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Secularizaciones
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20. Emile Durkheim, The Elementary Forms of the Religious Life, Nueva
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Secularismos
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21. Asad, Genealogies of Religion, op. cit., y Formations of the Secular, op. cit.
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26. José Casanova, «The Problem of Religion and the Anxieties of Euro-
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28. Ahmet Kuru, Secularism and State Policies toward Religion, Nueva York,
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29. Noah Feldman, «Religion and the Earthly City», en Social Research,
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1. Advertencias previas
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Perceptions of the Islamic and Middle Eastern Publics, Palgrave-Macmillan,
Nueva York, 2007, p. 81.
29. F. Díez de Velasco, Introducción a la historia de las religiones, bloque 6:
«Las religiones de las sociedades industrial y postindustrial», Trotta, Madrid,
1998. Aunque no se han tratado los censos, está bien recordar que los regis-
tros mediante los que las Iglesias llevan el control de sus fieles tienden a mag-
nificar sustancialmente su número.
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30. G. Davie, Europe: The Exceptional Case. Parameters of Faith in the Mo-
dern World, Darton, Longman and Todd, Londres, 2002, p. 3.
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34. L. Halman, The European Values Study: a Third Wave. Source book of the
1999/2000 European Values Study Surveys, EVS, WORC, Tilburg University, 2001.
35. G. Davie, Europe: The Exceptional Case, loc. cit.
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b) La excepción europea
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60. Los promedios han sido calculados a partir del Source Book del EVS
(L. Halman, The European Values Study: a Third Wave. Source Book of the
1999/2000 European Values Study Surveys, EVS, WORC, Tilburg University,
2001, pp. 78 y 76), excepto los elaborados por Davie.
61. S. Huntington, El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del
orden mundial, Paidós, Barcelona, 1997, p. 114.
62. P. Norris y R. Inglehart, Sacred and Secular, op. cit., p. 131.
144
63. Ibíd.
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3. Conclusión
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9. Ibíd., p. 251.
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13. H. Joas, Die Kreativität des Handelns, op. cit., p. 342. El subrayado es mío.
14. H. Joas, Braucht der Mensch Religion?, Herder, Friburgo, 2004, p. 45.
15. Ibíd.
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3. Valores y justificaciones
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23. Ibíd.
24. Ibíd., p. 113
25. Ibíd., p. 121.
26. H. Joas, Die Kreativität des Handelns, op. cit., p. 347.
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2. Véase, por ejemplo, Hans Joas, Society, State and Religion, en Hans Joas
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texto de Taylor; y para el efecto Nova, las pp. 299 y ss.
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195
196
14. Citado en Hugh McLeod, The Religious Crisis of the 1960s, Oxford, 2007,
p. 131. [El original es Timothy Leary, Your Brain is God, Ronin Publishing,
2001, p. 102. N. del T.]
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51. «Adoptamos con cierta flexibilidad la distinción hecha por varios auto-
res, desde Jürgen Habermas hasta Marshall Berman, entre la modernidad como
etapa histórica, la modernización como proceso socioeconómico que trata de ir
construyendo la modernidad, y los modernismos, o sea, los proyectos culturales
que renuevan las prácticas simbólicas con un sentido experimental o crítico»
(García Canclini, Culturas híbridas..., op. cit.: 19, nota a pie de página n.º 3).
52. Ibíd., p. 71.
53. Ibíd., p. 15.
54. En cierta forma García Canclini hace una periodización del proceso de
modernización en América Latina similar a la de Larraín. Según García Can-
clini: «A finales del XIX y principios del XX, impulsadas por la oligarquía
progresista, la alfabetización y los intelectuales europeizados; entre los años
veinte y treinta de este siglo por la expansión del capitalismo, el ascenso de-
mocratizador de sectores medios y liberales, el aporte de migrantes y la difu-
sión masiva de la escuela, la prensa y la radio; desde los cuarenta, por la
industrialización, el crecimiento urbano, el mayor acceso a la educación me-
dio y superior, las nuevas industrias culturales» (ibíd., p. 65).
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59. Ibíd.
60. Ibíd., p. 333.
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70. Ibíd.
71. Ibíd., p. 43-44.
72. Ibíd., p. 45-46.
73. Citado en ibíd. Para ilustrar este hecho, Larraín menciona que Guiller-
mo O’Donell en On the State, Democratization and Some Conceptual Problems
(ibíd., p. 46) ha acuñado la frase «una democracia de ciudadanía de baja in-
tensidad», que ocurre cuando el Estado es incapaz de asegurar el imperio de
la legalidad, no tanto en área de los derechos políticos, como en el área de los
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229
Rasgos recientes:
— Despolitización de la sociedad.
— Revalorización de la democracia política y de los derechos
humanos: por parte de los sectores intelectuales y de las mayo-
rías populares de América Latina.
230
4. Conclusiones
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232
Bibliografía
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Fuentes electrónicas
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Introducción
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237
Opacidad y transparencia
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Bibliografía
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(ed.), Modernidad y violencia colectiva, op. cit., pp. 251-279. Sobre los vínculos
entre modernidad y barbarie el libro de Zygmunt Bauman, Modernidad y Ho-
locausto, se ha convertido en una referencia obligada que, además, gracias a
su eco en la sociología actual aparece como un lugar común en la última
década (véase Zygmunt Bauman, Modernidad y Holocausto, Sequitur, Madrid,
1997 [1989]). No obstante, es necesario precisar que no es ni mucho menos el
primer autor que subraya los estrechos vínculos entre el proyecto moderno y
una ceguera moral que habría propiciado la materialización de uno de los
múltiples cursos posibles abiertos por la racionalidad instrumental. Sobre la
relación entre modernidad y violencia pueden verse los trabajos recopilados
en Josetxo Beriain (ed.), Modernidad y violencia colectiva, op. cit.
10. Con todo, hay que recordar que la incorporación del episodio de Hi-
roshima y Nagasaki al relato de la barbarie moderna no fue tan directo ni
rápido como pudiera imaginarse pues, no en vano, durante décadas fue legi-
timado por sus autores como una acción bélica necesaria. Sobre ese ejerci-
cio de legitimación he reflexionado en Marta Rodríguez Fouz, «El miedo
nuclear. Amenazas y desvelos en un mundo globalmente atemorizado», en
Josetxo Beriain e Ignacio Sánchez de la Yncera (eds.), Sagrado y profano.
Nuevos desafíos al proyecto de la modernidad, CIS/Academia, Madrid, 2010
(pp. 271-294).
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270
271
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273
23. Tolstoi va mucho más allá, restando a la ciencia todo sentido al considerar
que no permite dar respuesta a los interrogantes esenciales de la vida humana,
esto es, a aquellos que enlazan con la búsqueda de orientaciones para la acción.
«La ciencia carece de sentido puesto que no tiene respuesta para las únicas cues-
tiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir» (cita-
do por Max Weber en El político y el científico, op. cit., p. 207).
274
24. Puede verse el mensaje del papa Benedicto XVI en sus recientes visitas
pastorales a España e Inglaterra.
25. Puede señalarse cómo, no por casualidad, Joseph Ratzinger advierte
que «las mayorías también pueden ser ciegas e injustas» (Joseph Ratzinger,
«Lo que cohesiona al mundo. Los fundamentos morales y prepolíticos del
Estado liberal», en Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger, Entre razón y reli-
gión. Dialéctica de la secularización, Fondo de Cultura Económica, México,
2008 (pp. 35-54), p. 39).
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277
30. Véase Theodor W. Adorno, Karl Popper et al., La disputa del positivismo
en la sociología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1973 [1969].
31. Fe en un sentido obviamente distinto al señalado al apuntar la ingenui-
dad de la confianza en un progreso sostenido garantizado por el conocimien-
to científico.
32. Según la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española.
33. Sobre la vivencia de inefabilidad de la fe, del «salto mortal» que supone
la asunción de su contenido de verdad, es extraordinariamente valioso el tra-
bajo de Søren Kierkegaard, Temor y Temblor. En él profundiza en la angustia
del creyente ante mandatos divinos que ponen a prueba la fortaleza de la fe,
en particular, ante el que se ilustra con el relato bíblico del sacrificio de Isaac,
primogénito de Abraham, exigido por Dios a éste (Søren Kierkegaard, Temor y
temblor, Tecnos, Madrid, 1995 [1843]). Con todo, hay que advertir que Kierke-
gaard aparece como una personalidad singular en el reclamo de esa vivencia
angustiada de la fe y que, de hecho, se muestra combativo con una cristian-
dad que, bajo su punto de vista, edulcoraba el significado de la fe, devaluándo-
la. Del pensamiento de Kierkegaard me ocupé con mayor detalle en Marta
Rodríguez Fouz, «La historia intempestiva. El asalto íntimo a la conciencia
religiosa en Søren Kierkegaard», en Pasiones discursivas. Desafíos de la re-
flexión sociológica, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2004 (pp. 55-
85). Puede apuntarse aquí, que el mundo musulmán utiliza ese episodio bíbli-
co como motivo para la celebración de la «Fiesta del cordero», en la que sacri-
fican un cordero recordando la decisión final de Yahvé de sustituir por éste a
Isaac en el sacrificio. En esa celebración no parece haber la menor reflexión
278
279
37. Los efectos del establecimiento de esas fronteras entre creyentes e im-
píos, asentadas en la aceptación o no de la verdad de la fe, parecen menos
relevantes en el espacio de la globalización, donde el conocimiento de la exis-
tencia de otras muchas cosmovisiones culturales y religiosas abriría la puerta
a nuevos contextos de interculturalidad. Sin embargo, no puede olvidarse que
en ese mismo contexto de globalización habrían emergido nuevas formas de
integrismo religioso violentamente orientadas a perseguir y eliminar a los
herejes. Lo que, a su vez, habría generado respuestas igualmente intransigen-
tes hacia, por ejemplo, el islamismo, que pasa a ser sospechoso de conniven-
cia con el integrismo. Puede verse el debate entre Oriana Fallaci, defensora de
una posición beligerante con las tradiciones orientales, que identifica con el
integrismo, y Tiziano Terzani, quien, frente a la «rabia» de Fallaci, plantea las
virtudes de un entendimiento mutuo entre diferentes tradiciones culturales
intrínsecamente valiosas (véase Oriana Fallaci [2001], La rabia y el orgullo, La
esfera de los libros, Madrid, 2002; y Tiziano Terzani [2002], Cartas contra la
guerra, RBA, Barcelona, 2002).
38. Valga como ilustración de esas barreras explícitas, el apunte que reco-
ge Stephen Hawking en uno de sus trabajos de divulgación más conocidos:
Historia del tiempo. Ahí recuerda cómo en 1981 fue invitado a una conferencia
sobre cosmología organizada por los jesuitas en el Vaticano y cómo en la
audiencia posterior con el papa, a la que fueron invitados, éste les «dijo que
estaba muy bien estudiar la evolución del universo después del big bang, pero
280
que no debería[n] indagar en el big bang mismo, porque se trataba del mo-
mento de creación y por lo tanto de la obra de Dios» (Stephen Hawking, His-
toria del tiempo, Alianza, Madrid, 1990 [1988], p. 159).
39. Puede traerse aquí la reflexión de Max Weber acerca del sentido de la
divinidad presente en el nacimiento de las «ciencias exactas de la naturaleza» y
que se expresaba, por ejemplo, en la idea de que el trabajo científico era un
camino hacia Dios. Para ilustrar esa vinculación, Weber recuerda la significativa
frase de Swammerdam: «aquí, en la anatomía de un piojo, les traigo la prueba de
la Providencia divina» (Max Weber, El político y el científico, op. cit., p. 205).
40. Comparto esa idea weberiana de que toda acción humana está orienta-
da por valores que, además, abren la puerta a la posibilidad de seguir tanto a
dioses como a demonios (Max Weber, ibíd.).
41. Ratzinger habla significativamente de esas investigaciones como con-
versiones del hombre en producto (Ratzinger, «Lo que cohesiona al mundo»,
loc. cit., p. 43). Puede recordarse, en esa misma línea, el recorte presupuesta-
rio por parte de la administración estadounidense gobernada por George W.
Bush, para la investigación con células madre apelando a su inmoralidad,
pues supone la «destrucción de embriones humanos».
281
42. James Davison Hunter, «The Culture War and the Sacred/Secular Divi-
de: The Problem of Pluralism and Weak Hegemony», en Social Research, vol.
76, n.º 4, 2009 (pp. 1.307-1.322).
43. Véase Niklas Luhmann, Sistemas sociales. Lineamientos para una teo-
ría general, Anthropos, Barcelona, 1998 [1984].
44. Véase Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como «ideología», Tecnos,
Madrid, 1984 [1968].
45. Con todo, no faltan hoy ejemplos que ponen de manifiesto la actualidad
de formas ultraortodoxas de interpretación literal de los textos sagrados que
conducen a un fundamentalismo religioso que combate fieramente toda relati-
vización de su verdad. Esa lectura literal es especialmente provechosa, por ejem-
plo, en Israel para legitimar su política de colonización de la tierra sagrada, que
se apoya en las escrituras como un contrato legal de propiedad que debe ser
respetado. Sobre la reproducción de esas cosmovisiones en los procesos de so-
cialización en Israel y en Palestina puede verse el documental Promises. En un
tono desenfadado pero muy crítico con el integrismo iraní, puede verse Persépo-
lis, donde aparecen retratadas las dificultades para convivir en un Estado que
pasa de ser laico a estar dirigido por un gobierno integrista.
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283
47. Cf. Ratzinger, «Lo que cohesiona al mundo», loc. cit., pp. 36-37. Sobre
los peligros de la razón, sobre su «hybris», y la justificación de un regreso al
contenido de verdad moral de las grandes tradiciones religiosas, puede verse
ibíd. pp. 52-53.
48. Cabe notar que, como veremos en el próximo apartado, ese balance es
particularmente sesgado cuando decide sentenciar el proyecto moderno por
su caída en la barbarie, a la vez que obvia que el camino al que pretende
regresar también tiene las cunetas repletas de cadáveres. A fin de cuentas,
como prueba la historia, la creencia incuestionada en principios morales rec-
tores de la acción y dictados por los dioses tampoco ha sido jamás garantía de
un humanidad más justa. Otra cuestión es que esa creencia remita, como
suele ser el caso, a formas de justicia ultraterrenales que restituyen en la otra
vida el valor práctico de distinguir entre el bien y el mal.
284
49. Esa defensa del valor incondicional del diálogo aparece a ojos de sus
críticos como una prueba de la incoherencia del modelo, pues la conversión
de ese diálogo en el fundamento de la normatividad no sería susceptible de ser
discutida. Sobre esa inconsistencia lógica es interesante el planteamiento de
285
Karl Otto Apel apoyando el valor de una ética dialógica que cuestione siste-
máticamente los sucesivos contenidos de verdad asociados a las convicciones
que afectan a la convivencia (cf. Karl Otto Apel, «El a priori de la comunidad
de comunicación y los fundamentos de la ética. El problema de una funda-
mentación racional de la ética en la era de la ciencia», en La transformación de
la filosofía II, Taurus, Madrid, 1985 (pp. 341-413) [1973]).
50. Véase Jürgen Habermas, «¿Fundamentos prepolíticos del Estado de-
mocrático de derecho?», en Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger, Entre razón
y religión. Dialéctica de la secularización, Fondo de Cultura Económica, Méxi-
co, 2008 (pp. 9-33).
286
287
51. Ésa es la tesis reiterada por el papa Benedicto XVI, en particular para
referirse a la sociedad española, pero también para explicar la «desorienta-
ción» y la pérdida de valores del mundo actual.
288
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308
309
310
311
312
11. Signed, Sealed, and Delivered es el título del primer disco en solitario, en
1970, de Stevie Wonder, y de su tema principal, que fue empleado en los actos
de la campaña de Obama como anuncio de su llegada a la tribuna. «Tengo que
hacerlo, tengo que hacerlo... firmado, sellado y entregado. Soy tuyo». [N. de los T.]
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316
14. Missourra: modo vulgar en que los sureños pronuncian Missouri. [N.
de los T.]
15. Mishigas: término que significa locura o sinsentido en yiddish. [N. de
los T.]
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20. Citado en W. Kristol, «A campaign we can believe in?», The New York
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21. E.H. Kantorowicz, The King’s two bodies: a study of medieval political
theology, Princeton University Press, 1957 (existe traducción al castellano, ago-
tada: Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología política medieval, Alianza
Editorial, 1985).
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26. Ibíd.
27. J.M. Broder, «Obama, adopting economic theme, criticizes McCain»,
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28. J. Rutenberg, «Friendly campaigning, only not so much», The New York
Times, 12 de julio de 2008, sección A.
327
Crear la diferencia
328
29. Esta perspectiva está siendo desarrollada por Inge Schmidt en su tesis
doctoral.
30. En la cultura norteamericana, «John Q» es el ciudadano anónimo. [N.
de los T.]
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35. M. Powell, «For Obama, a pragmatist’s shift toward the center», The
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toric from George Washington to George W. Bush, Oxford University Press, 2008,
pp. 78-86.
42. «Willing suspension of disbelief», en el original. Se trata de la colabora-
ción que el lector o el espectador aporta, en cualquier género literario y espe-
cialmente en el teatro, aceptando un imposible porque garantiza el sentido
del resto del texto pudiendo así disfrutar de él. [N. de los T.]
340
Conclusión
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Carmen Innerarity
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26. La ley afirma en su art. 1.º que «la República asegura la libertad de con-
ciencia. Garantiza el libre ejercicio del culto, con las únicas restricciones que se
establecen a continuación en interés del orden público». Y en el art. 2.º señala
que «la República no reconoce, no paga salarios ni subvenciona ningún culto».
27. El preámbulo de la Constitución de 1946 proclama que «todo ser hu-
mano, sin distinción de raza, de religión ni de creencias, posee derechos ina-
lienables y sagrados». Declara «particularmente necesarios en nuestra época»
cierto número de principios políticos y sociales, entre los que se incluye que
«nadie puede ser perjudicado en su trabajo o en su empleo a causa de sus
orígenes, de sus opiniones o de sus creencias». Considera «un deber del Esta-
do» organizar una «enseñanza pública gratuita y laica en todos los niveles». Y
se refiere, por último, a los «principios fundamentales reconocidos por las
358
359
360
35. D. McGoldrick (2010): Human rights and religion: The islamic headscarf
in Europe, Oxford, Hart, p. 38.
36. Dictamen del Consejo de Estado del 27 de noviembre de 1989, Circular
Jospin del 12 de diciembre de 1989, Circular Bayrou del 20 de septiembre de 1994.
37. De acuerdo con estos primeros documentos, el principio de la laicidad en
la enseñanza pública «prohíbe toda discriminación en el acceso a la enseñanza
que estuviera motivada por las convicciones o creencias religiosas de los alum-
nos; que la libertad así reconocida de los alumnos comporta su derecho a expre-
sar y manifestar libremente sus creencias religiosas en el interior de los estableci-
mientos escolares, en el respeto del pluralismo y de la libertad de los demás»
(Dictamen del Consejo de Estado del 27 de noviembre de 1989).
38. Constitución 1958, art. 1.
39. Comisión Stasi 2003, 1.2.2.
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3. Conclusión
56. En este sentido, no hay grandes discordancias entre los partidos políti-
cos mayoritarios (SPD, CDU, Los Verdes); sólo los liberales del FPD están en
contra de la prohibición. N. Tietze (2000), loc. cit., p. 87.
57. Cabe destacar que cinco de los estados que no han prohibido el uso del
velo formaban parte de la República Democrática Alemana (Mecklenburgo,
Brandemburgo, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia). Estos estados, por lo ge-
neral, tratan de evitar el tema de las relaciones Iglesia-Estado a causa de la
historia de adoctrinamiento anticristiano y antirreligioso y de ataques a la
libertad religiosa durante la época comunista.
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58. I.M. Young (1990): Justice and the politics of difference, Princeton, Uni-
versity Press.
59. W. Kymlicka (1995): Multicultural Citizenship, Oxford, Calendon Press.
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370
Referencias
a) Bibliográficas
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b) Documentales
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Jesús Casquete
UPV/EHU
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3. Ibíd., p. 8.
4. Klemperer da cuenta de esta impostura totalitaria con precisión cuando
escribe en 1938: «La política se ha convertido, más que nunca, en el juego
secreto de poca gente que decide el destino de millones de personas afirman-
do que ellos encarnan al pueblo» (ibíd., vol. I: 448). La pretensión de represen-
tar a un pueblo, al todo, que no ha delegado sine die su poder originario en
grupo político o persona alguna es una constante (atemporal, por tanto) de
todos los discursos ultranacionalistas. La política viciada por la sinécdoque
sería, pues, un rasgo compartido por todos los proyectos totalitarios (Jesús
Casquete, «La religión de la patria», Claves de Razón Práctica, 207 [noviembre
de 2010], pp. 40-46).
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12. Klemperer, op. cit., vol. II, p. 46. Entrada correspondiente al 16 de mar-
zo de 1942.
13. Victor Klemperer, LTI. La lengua del Tercer Reich, Minúscula, Barcelo-
na, 2001, p. 182.
14. La expresiva frase es obra de Goebbels. Véase Klemperer, op. cit., vol.
II, p. 313.
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17. Ian Kershaw, El mito de Hitler, Paidós, Barcelona, 2003, pp. 246-248.
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387
23. José Casanova, Public Religions in the Modern World, The University of
Chicago Press, Chicago, 1994; Charles Taylor, A Secular Age, Harvard Univer-
sity Press, Cambridge, Mass., 2007.
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390
30. Jürgen Gerhards, Die Moderne und Ihre Vornamen, op. cit., pp. 57, 73.
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Como es siempre el caso desde que son objeto cada vez más
de elección y menos de tradición, en definitiva, desde el desplie-
gue y ulterior consolidación del proceso de modernización, los
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33. La bibliografía relevante sobre Horst Wessel incluye los siguientes títu-
los: Thomas Oertel, Horst Wessel. Untersuchung einer Legende, Böhlau, Colo-
nia, 1988; Jay W. Baird, To Die for Germany. Heroes in the Nazi Pantheon,
Indiana University Press, Bloomington e Indianápolis, 1990; Sabine Beh-
renbeck, Der Kult um die toten Helden. Nationalsozialistische Mythen, Riten
und Symbole, SH, Vierow bei Greifswald, 1996; Heiko Luckey, Personifizierte
Ideologie, V & R Unipress, Göttingen, 2008; Maica Vierkant, Märtyrer und
Mythen. Horst Wessel und Rudolf Hess, Tectum, Marburgo, 2008; Jesús Cas-
quete, «“Sobre tumbas, pero avanzamos”: Horst Wessel y el troquel martirial
393
34. A uno de tales libros se refiere sin duda Klemperer en el siguiente pasa-
je: «Contó [un conocido suyo] que su hijo estaba en primero de bachillerato,
en el Kreuzgymnasium, y que allí tenían un libro de lecturas, en la asignatura
de historia, que iba de la actualidad hacia atrás y que descomponía la historia
en relatos independientes. Títulos de las distintas lecturas por este orden («¡Se
le revuelve a uno el estómago!»): Hitler, Göring, Horst Wessel, Herbert Nor-
kus, Bismarck, Federico el Grande» (Kemplerer, op. cit., vol. II, p. 319). Her-
bert Norkus fue un miembro de las Juventudes Hitlerianas de 16 años falleci-
do en un enfrentamiento con los comunistas en Berlín que fue, al igual que
Wessel, elevado a la categoría de mártir del movimiento por el nazismo. Nor-
kus era a las JH lo que Wessel a las SA.
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396
37. Datos reelaborados a partir de Lorenz, loc. cit., pp. 29-30 y 200-201.
38. Stephan Mattlinger, Namengebung und Ideologie im Dritten Reich am
Beispiel der Stadt Kiel, Neumünster, Wachholz, 1996, pp. 55 y ss.
39. Michael Wolffsohn y Thomas Brechenmacher, Die Deutschen und ihre
Vornamen, loc. cit., 1999, pp. 208, 232.
397
40. Heinz Ahlbrecht, Andreas Letzner, «Die Vornamen der Berliner heute
und im historischen Vergleich», Berliner Statistik. Monatsschrift 42 (9), 1988,
pp. 174-212, pp. 182-183.
41. Bernhard Link, Die Rufnamengebung in Honnef und Wermelskirchen
von 1900 bis 1956, Universidad de Colonia (tesis doctoral), 1966, pp. 29 y 50.
Los resultados electorales obtenidos por el NSDAP en las elecciones del 6 de
noviembre de 1932 ayudan a comprender un poco mejor la popularidad del
nombre de Horst. A escala nacional, el partido nazi se hizo entonces con el
33,1 % de los votos. En las circunscripciones electorales de las ciudades men-
cionadas (dejando a un lado las dos localidades renanas, por sus dimensiones
y porque los datos no proceden del censo, sino de un estudio en dos colegios,
uno en cada pueblo), los resultados fueron como sigue: en Hessen, cuya capi-
tal es Frankfurt, el 41,2 %; en Schleswig-Holstein, capital Kiel, el 45,7 %; en
Alta Baviera, con Munich como principal ciudad, el 24,6 % y, por último, el
22,5 % en Berlín. Se aprecia, pues, una correlación entre el voto nazi y la
mayor o menor frecuencia del nombre de Horst. La excepción la proporciona
Berlín, uno de los enclaves con menor voto nazi pero donde el nombre de
Horst alcanzó una frecuencia alta. La explicación la encontramos en la espe-
cificidad de la capital alemana, lugar donde discurrieron los hechos que des-
embocaron en el asesinato de Horst Wessel y donde éste creció, se educó y
asistió a sus actividades políticas. Los resultados electorales en: Jürgen Falter,
Thomas Lindenberger y Siegfried Schumann, Wahlen und Abstimmungen in
der Weimarer Republik, Beck, Munich, 1986, p. 74.
42. Consultar a este respecto: http://lexikon.beliebte-vornamen.de/horst.htm,
acceso 26 de octubre de 2010. Conviene hacer constar que a mediados de la
década de 1960 la mayoría de los varones que todavía albergaban convicciones
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nazis sobrepasaban los 40 años de edad, momento en el que las tasas de pater-
nidad empiezan a declinar sustancialmente. Se puede especular con la idea de
que muchos de quienes hasta entonces bautizaban a sus hijos con ese nombre
lo hacían como muestra de adhesión al ideario nazi y a su política de la muerte.
43. Lorenz, loc. cit., pp. 27-28 y 200-201.
44. En Michael Wolffsohn y Thomas Brechenmacher, «Vornamen als De-
moskopischer Indikator? München 1785-1876», Zeitschrift für bayerische Lan-
desgeschichte 55, 1992, pp. 543-573.
45. Stephan Mattlinger, Namengebung und Ideologie..., op. cit.
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Conclusión
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Bibliografía
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2.3.1. Sexo
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2.3.3. Procedencia
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13. Del mismo modo, el diálogo interreligioso es, sobre todo, un objetivo
deseable frente a una realidad tangible. Esto es debido a que, salvo cauces
informales a nivel local y altamente personificados, no existen instituciones
permanentes que concentren esta actividad. En este ámbito, y aunque no agru-
pa a la totalidad de las confesiones, la iniciativa de referencia en Navarra es el
«Foro Espiritual de Estella» organizado por la Fundación «Alalba» (Fe, Diálo-
go y Encuentro).
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429
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21. Ulrich Beck, La sociedad del riesgo, Paidós Surcos, Barcelona, 2009.
22. Irene Martínez Sahuquillo, «La identidad como problema social y so-
ciológico», ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura (722), 2006, pp. 811-824.
23. Modesto Escobar y Helena Román, «La presentación del self en el ciber-
espacio. Un análisis de las autodefiniciones personales en blogs y redes socia-
les», X Congreso de Sociología, Pamplona, 2010.
24. Zygmunt Bauman, Identidad, Ed. Losada, Buenos Aires, 2005, p. 40.
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4. Conclusiones
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Bibliografía
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I
LA PRESENCIA DE LA RELIGIÓN Y SUS DESAFÍOS
PARA LA CONCIENCIA PÚBLICA
II
LOS VALORES CRUCIALES DE LA MODERNIDAD
Y SU REVISIÓN EN EL HORIZONTE POSTSECULAR
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