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Araceli es una mujer de veintinueve años, casada y madre de 2 niñas, que reside en

Cuenca desde su nacimiento, y se dedica a los quehaceres domésticos en su hogar.

El día 10 de noviembre a las 8:00 am, Araceli llegó al Hospital Vicente Corral Moscoso,
debido a que se sentía un intenso dolor abdominal de 12 horas de evolución, que se
acompañaba de náusea y coloración amarillenta de sus ojos. Además de notar que
sentía molestia al orinar e iba al baño en repetidas ocasiones.
Comenta que el dolor se asemejaba mucho al que había sentido en dos ocasiones
anteriores: la primera, el día lunes 5 de noviembre, cuando sintió un dolor abdominal
que se extendía hasta su espalda, sumamente intenso, que incluso dificultaba su
respiración, ante lo cual decidió acudir a la emergencia del HVCM, donde fue
diagnosticada de litiasis vesicular, recibió tratamiento analgésico y se le agendó un
control por consulta externa para luego de 5 días; la segunda ocasión corresponde al
día jueves 8 de noviembre, cuando tras la persistencia de dolor, a pesar del tratamiento
analgésico (diclofenaco + paracetamol), decide acudir nuevamente al hospital. En esta
última ocasión se le realizó un procedimiento quirúrgico en el cual se le extirpó la
vesícula biliar (colecistectomía laparoscópica), hecho que tranquilizó la enorme
preocupación de Araceli y su familia, pues se encontraban muy asustados al observar
la falta de mejoría. De esta manera, Araceli recibe el alta hospitalaria el día viernes 9 de
noviembre, retornando al hogar, junto a sus hijas. Sin embargo, el día sábado reaparece
el dolor, por lo cual acude una vez más al hospital, con la ingente preocupación de no
observar mejoría tras la intervención quirúrgica.

Actualmente, permanece en observación, ya que, al tener un antecedente de


colecistectomía menor a seis meses, los médicos presumen la presencia de litos
residuales en el conducto colédoco, que podrían ser los causantes del cuadro clínico.
Sin embargo, ella se encuentra sumamente agobiada, intranquila y desconfiada
respecto al trabajo realizado por los médicos, pues no logra comprender cómo a pesar
de haber sido operada su estado de salud no ha podido retornar a la normalidad. Tal es
su preocupación, que incluso ha pensado en la posibilidad de acudir a una clínica
privada y obtener el criterio de otro profesional de la salud, ya que su principal
impaciencia es por la ausencia de sus hijas, a quiénes extraña mucho y a quiénes siente
que debe cuidar. Este malestar se ha extendido hasta su familia: su madre, quién la
visita en el hospital, se encuentra abrumada ante la falta de resolución del padecimiento
de Araceli, y apoya su idea de buscar ayuda particular.

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