A partir del siglo XIX, en el contexto europeo y norteamericano, la escuela empieza a constituirse en
el espacio propicio para la institucionalización de los procesos educativos, separando la preparación
para el trabajo, de los locales donde este era ejecutado. Los sistemas nacionales de enseñanza se
consolidaron partiendo del supuesto de que la educación era un derecho universal y un deber del
Estado a la cual se le asignaban funciones tales como la de homogeneizar patrones culturales,
difundir la idea de lo nacional, inculcar habilidades laborales, disciplinar y moralizar para el trabajo y,
en general, ayudar a legitimar las relaciones sociales establecidas. Este fenómeno estuvo asociado a
la constitución de los Estados-Nación y a la necesidad de construir la imagen de ciudadano como la
categoría que mediaba las representaciones en torno a las relaciones entre los individuos y el Estado,
lo que implicó naturalmente difundir e inculcar la idea de lo nacional a través de la prensa, la literatura,
las instituciones educativas y culturales y otros medios de acción en el campo de la política.
Filántropos, utopistas y hasta los propios industriales fueron obligados, por la realidad, asumir el
problema de la instrucción de las masas obreras con el fin de atender a las nuevas necesidades de la
moderna producción de la fábrica.
No hubo una tendencia visible frente al crecimiento de la parte urbana de la población; aunque sin
duda se daba cierta migración del campo a la ciudad, esta era escasa y no alcanzaba a compensar la
menor tasa de crecimiento natural que puede presumirse en las mayores aglomeraciones. Por ello
siempre fue visible la necesidad de expandir los servicios educativos y de atraer una población
inmigrante que enseñara nuevas tecnologías y hábitos de trabajo a las poblaciones locales. Sin
embargo, no fueron muchos los resultados que se lograron en este terreno. La inmigración, fue muy
reducida, aunque desempeñó importante papel en la incorporación de algunas tecnologías más
avanzadas. Las escuelas funcionaron en forma casi exclusiva en los núcleos urbanos y su influencia
no podía por lo tanto afectar a la inmensa mayoría de la población.
Cada una de una de las regiones era en buena parte autárquica, con un intercambio comercial mutuo
bastante reducido y con una migración interregional igualmente baja. Excepcional era el habitante de
una de ellas que por alguna razón había visitado alguna vez una de las otras; más excepcional aún
era quien se trasladaba definitivamente de una a otra. Unos pocos artículos artesanales (textiles de
Santander y Boyacá, sombreros del Huila), así como la sal, podían contar con un cierto mercado
nacional, y algunos productos agropecuarios como el ganado, el cacao, el café y los derivados de la
caña se movilizaban dentro del ámbito regional. Fuera de estos, prácticamente todos los bienes que
encontraban una salida al mercado se transaban en mercados locales y apenas viajaban unos
cuantos kilómetros entre el productor y el consumidor final.
En el año de 1886 se gesta un cambio radical en la política colombiana, provocado por la unión entre
liberales que respaldaban al presidente Rafael Núñez y los conservadores orientados por Miguel
Antonio Caro. Este movimiento de envergadura nacional fue denominado como la Regeneración.
Una de sus principales obras fue la constitución de 1886 por la cual se creó la república de Colombia,
se aprobó un sistema unitario que buscó centralizar la política, sujetar los gobernadores a la
administración central. De igual manera se consolidó las relaciones entre la iglesia y el estado a
través del concordato, se promulgó la libertad de presa con responsabilidad y creó un proyecto
educativo con base en los preceptos de la iglesia.
El ideal de la Regeneración fue construir un modelo de sociedad fortalecido por un proyecto nacional,
que hiciera de todos los individuos, ciudadanos miembros de una nueva Nación, orientados y regidos
por su propia Constitución. Este fue un proyecto que creó un lenguaje político para llegar a la
población y permitir de esta manera fomentar unas ideas y prácticas que cambiaran los destinos de la
Nación a finales del siglo XIX. Este plan fue la bandera de los conservadores y liberales
independientes, que unidos formaron el Partido Nacional y utilizaron el lema “Regeneración o
Catástrofe”, para señalar y aplacar a los liberales radicales y su proyecto de federalismo condensado
en la constitución de 186373.
A pesar de que Colombia se ha caracterizado a lo largo de su historia por ser un país diverso tanto en
recursos naturales como en variedad étnica, esto no fue óbice para que la Regeneración con su
política de centralismo y unidad nacional, sometiera a toda la población a un proceso de ciudadanía
sostenido por unos principios de autoritarismo, cristiandad y sumisión. La construcción de la Nación
no solo se pretendió absoluta a través de la promulgación de leyes y normas como la Constitución de
1886 o el Concordato de 1887, entre las más significativas, aquí fue fundamental la imposición de
valores tradicionales y morales y de una cultura particular que cobijó a toda la población sin distinción
de raza, lengua, religión, territorio, etcétera.
El vehículo para la unificación fue la educación y esta fue endosada por el gobierno de turno a la
iglesia a través del Concordato de 1887 asegurando la enseñanza obligatoria y exclusiva de la religión
católica y la observancia de las prácticas piadosas. Esto produjo un tejido discursivo evidenciado en la
imposición de textos de religión, filosofía y moral75 . Paradójicamente, a pesar del desmonte paulatino
de la reforma instruccionista liberal, el método de enseñanza de Pestalozzi continuó incorporado al
sistema de educación pública como método oficial durante los gobiernos católico-conservadores de
los periodos conocidos como la Regeneración (1886-1902) y la República Conservadora (1903-1930).
Herrera anota que algunos autores, al señalar la existencia de las tres etapas en el desarrollo del
movimiento de la Escuela Nueva a nivel internacional, ubican en la primera, es decir en la segunda
mitad del siglo XVIII, a Pestalozzi, caracterizando el periodo por el individualismo y el romanticismo77
. En Colombia sus principios pedagógicos fueron introducidos por primera vez entre 1845 y 1847,
durante el gobierno del presidente conservador Mariano Ospina Rodríguez, por Don José María
Triana en la escuela Normal lancasteriana de Bogotá, como un recurso para mejorar la enseñanza en
las clases de gramática y aritmética.
Fue necesario para el Neotomismo constituirse, de entrada, como una filosofía sin más, filosofía
separada de la teología, con el fin de ganar legitimidad, validez y autoridad entre las filosofías
seculares y positivas contemporáneas. Pero al tiempo, no podía actuar sino como una filosofía
católica comprometida, razonablemente apologética, para servir a los fines últimos del movimiento. De
forma simultánea, ella se presentó como una philosophia perennis, filosofía de valor universal dado
que estaría fundada sobre ciertos principios generales de la razón humana, o principios de sentido
común.
Los avances metodológicos y organizativos de los saberes experimentales, fueron utilizados, pero sin
descuidar los fines sobrenaturales y morales para el individuo, la sociedad y el Estado, es decir fue
aceptado el discurso moderno, pero a la vez se validó la lectura de la palabra de Dios.
Dentro de las normas más importantes se encuentran el decreto 595 del 9 de Octubre de 1886, por
medio del cual se organiza la instrucción pública primaria en torno a la enseñanza, la administración e
inspección; el reglamento de las escuelas primarias que viene a fortalecer el artículo 27 del decreto
595; el decreto 386 del 14 de junio de 1887 que reformó aspectos administrativos y financieros de la
instrucción pública; la ley 092 del 13 de noviembre 1888 para el fomento de la instrucción pública,
mediante la cual se autorizó al gobierno a subvencionar los colegios públicos y privados que
estuvieran establecidos, o que fueran establecidos en cualquiera población de la república; la ley 89
del 7 de noviembre de 1888 que determina las obligaciones del Estado, deberes de los funcionarios y
organismos encargados de la instrucción pública, además de reglamentar lo relacionado con
recursos, becas, formación de institutores, apertura de escuelas entre otros y la ley 89 del 13 de
Diciembre de 1892 sobre instrucción pública. Finalmente, el siglo culmina con la reforma a la
instrucción pública llamada Plan Zerda que en realidad lo que hizo fue hacer cambios en algunos
artículos a partir de decreto 0349 del 31 de diciembre de 1892 y el Decreto 0429 del 20 de enero de
1893.