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CONTEXTO SOCIAL DE LA DECLARACIÓN

DE DERECHOS FUNDAMENTALES EN LA
REPÚBLICA DOMINICANA.
Conferencia pronunciada en el Congreso Internacional de
Derecho Constitucional celebrado del 29 al 31 de enero de 2013
en Santo Domingo.

Jose Alberto Cruceta.

El poder constituyente se define identificándolo como una


situación jurídica originaria imputada a un sujeto
constituyente. Tal poder se ha identificando históricamente,
sobre todo con la noción de soberanía (El pueblo). Pero junto
al pueblo y al Estado ha hecho su aparición, particularmente
en el siglo pasado, otras formaciones políticas originarias o
poderes constituyentes que han puesto en crisis -a través de
los ordenamientos supranacionales constituidos por ellos- la
autosuficiencia normativa de los Estados nacionales y su
misma independencia y soberanía, que implica una
progresiva pérdida de relieve de los Estados nacionales,
perdiendo su autosuficiencia y exclusividad normativa en el
plano jurídico, su soberanía en el plano político, su
centralidad en el económico.

Esta crisis está determinada por la revolución en curso del


proceso de interdependencia nacional expresado en las
comunicaciones, la economía, la política y el derecho, por lo
que hoy hay que hablar de un pluralismo de los
ordenamientos, lo cual hace del derecho una era del desorden
y hace imprescindible un constante diálogo de fuentes, para
determinar lo que está vigente y lo que no está vigente.

 
En el plano internacional; en la actualidad disponemos ya, de
una embrionaria Constitución del Mundo, fundamentada en
los textos siguientes:

-la carta de la ONU,

-la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948

- y en los dos pactos sobre derechos de 1966.

Pero aun en tal escenario convergente, faltan límites y


vínculos fundamentales idóneos para garantizar sus
promesas de: paz y de igualdad de los derechos frente a los
agresores provenientes de la selva de los poderes
desregulados, tanto políticos como económicos.

En el plano Nacional; hemos consagrado el actual estado


constitucional, social y democrático de derecho que crea un
nuevo paradigma al superar el Estado legal el cual se
caracteriza por la consagración del principio de legalidad y
la omnipotencia del legislador, en el que la política dirige al
derecho.

Con el surgimiento del constitucionalismo rígido, propio del


Estado democrático y social de derecho al positivizar el
deber ser del derecho en las normas constitucionales
sustantivas y en la consagración de derechos sustanciales,
también consagrado, en los pactos y convenciones
internacionales, de derechos humanos, como la:

 
-Convención Americana de los Derechos Humanos,

-Convención sobre la eliminación de todas las formas de


discriminación contra la mujer,

-Convención de los derechos del niño, entre otras, cambian


la manera de entender el derecho, ya que la ley -en el nuevo
paradigma- solo es válida si sus contenidos no contrastan
con los principios y los derechos fundamentales establecidos
en el bloque de constitucionalidad, nuevo paradigma donde
el derecho pasa a dirigir la política ya que el legislador no
puede elaborar leyes contrarias a los derechos consagrados
en el bloque de constitucionalidad, ni los jueces pueden
aplicar reglas contrarias a esos derechos, el cual además de
estar conformado por la Constitución y las convenciones y
tratados internacionales sobre derechos humanos, también
está constituido por las decisiones rendidas a través del
control concentrado de constitucional: por el Tribunal
Constitucional y por las decisiones de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

La declaración de derechos en el bloque de


constitucionalidad es un modelo teórico normativo, más o
menos efectivo, en la práctica jurídica.

La divergencia entre modelos y realidad, entre el deber ser y


ser del derecho, es un aspecto fisiológico de la
fenomenología jurídica.( Sociología Jurídica).
Desgraciadamente debemos reconocer que la discordancia
entre normatividad y efectividad de los derechos

 
fundamentales, es un punto de ruptura al nivel del derecho
interno -de los ordenamientos estatales- donde se manifiesta
como crisis de la capacidad regulatoria del derecho,
provocada por el aumento de su complejidad y a la vez, por
la creciente intolerancia de los poderes, tanto públicos como
privados, hacia límites y controles.

A fin de analizar la tensión entre normatividad y realidad nos


permitimos partir de la clasificación realizada por Karl
Loewenstein en su famosa obra Teoría de la Constitución en
atención a la concordancia de las normas constitucionales
con la realidad del proceso del poder: quien distingue entre
tres tipos de constitución (Normativa, Nominal y
Semántica).

-Constitución normativa: Es aquella cuyas normas dominan


el proceso político o, a la inversa, el proceso del poder se
adapta a las normas de la Constitución y se somete a ellas.
Es real y efectiva. Es observada lealmente por todos los
interesados y está integrada en la sociedad estatal y ésta en
ella. Es un traje que sienta bien y que se lleva realmente. Es
decir, hay plena vigencia entre los derechos consagrados en
los textos, tanto individuales como sociales y el
cumplimiento de los mismos.

-Constitución nominal: Es aquella jurídicamente válida,


pero que carece de realidad existencial ya que la dinámica
del proceso político no se adapta a sus normas.
La situación, de hecho, impide, o no permite por ahora, la
completa integración de las normas constitucionales en la
dinámica de la vida política. Probablemente, la decisión

 
política que condujo a promulgar la Constitución o este tipo
de constitución fue prematura. La esperanza, sin embargo,
persiste, dada la buena voluntad de los detentadores y los
destinatarios del poder, de que tarde o temprano la realidad
del proceso del poder corresponderá al modelo establecido
en la Constitución. Su función primaria es educativa; su
objetivo es, en un futuro más o menos lejano, convertirse en
una constitución normativa y determinar realmente la
dinámica del proceso del poder en lugar de estar sometida a
ella. Es un traje que cuelga durante cierto tiempo en el
armario y será puesto cuando el cuerpo nacional haya
crecido. Es decir que su vigencia es parcial en relación a los
derechos individuales y sociales.

-Constitución semántica: Su realidad ontológica es la


formalización de la existente situación del poder político en
beneficio exclusivo de los detentadores del poder fáctico,
que disponen del aparato coactivo del Estado. En lugar de
servir a la limitación del poder, la constitución es aquí el
instrumento para estabilizar y eternizar la intervención de los
dominadores fácticos de la localización del poder político.
La dinámica social tendrá restringida su libertad de acción y
será encauzada en la forma deseada por los detentadores del
poder. No es un traje, sino un disfraz. O sea, hay un divorcio
entre norma y realidad.

A nuestro juicio, en la realidad dominicana dentro de esta


clasificación la Constitución que predomina es la nominal.
De los vicios constitucionales identificados por el tratadista
Néstor Sagües, consideramos que nuestra Carta Magna
adolece de los siguientes:

 
a. Utopismo. Es un vicio constitucional que consiste en
enunciar reglas o derechos imposibles. El utopismo
consciente ocurre cuando el constituyente mide los costos
jurídicos, políticos y económicos de una cláusula
constitucional, advierte que no pueden satisfacerse y, no
obstante, dicta la norma del caso. El utopismo inconsciente
se produce si el constituyente no realiza aquel cálculo.

b. Gatopardismo. Otro defecto constitucional estriba en


sancionar reglas que proclaman una transformación, pero
que de hecho mantienen una situación preexistente. El
término gatopardismo deriva de la novela de Lampedusa Il
Gattopardo, uno de cuyos personajes afirma: “Si queremos
que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. El
gatopardismo constituyente significa, pues, un simulacro de
cambio.

c. Demagogia. En otros casos, la ineficacia de la


constitución deriva del enunciado de las cláusulas de gravoso
o difícil cumplimiento, aprobadas con el propósito de
seducción popular o de mera captación de votos. No es raro
que esto sea el resultado de un campeonato de promesas
constitucionales, donde parecería que quien más ofrece
mejor trabajo para la comunidad.

d. Plagio. Ocasionalmente, el legislador constitucional


imita órganos, mecanismos y dispositivos del derecho
extranjero, cautivado por su novedad o por el prestigio que
alcanzan en otras regiones, pero sin evaluar


 
responsablemente su aplicación y utilidad en el medio o
contexto local.
Aunque hay que sobresaltar que una Constitución no
establece ni debe establecer normas para la hora que pasa,
sino principios para un futuro que se expande, evitando el
extremismo de las declaraciones utópicas que al no poder ser
cumplidas desvalorizan la Constitución. A nivel del derecho
internacional la discordancia entre modelos normativos y
realidad se manifiesta es en el retorno de la guerra, violando
un ordenamiento jurídico superestatal como la ONU, que
reúne a casi todos los Estados, 191 en total y que se funda a
la prohibición de la guerra -y sobre los derechos
fundamentales de todos los seres humanos- y que se refleja
en los millones de muertos todos los años por falta de
alimentación básica o de fármacos esenciales para la salud -y
en las catástrofes ecológicas provocadas por el desarrollo
insostenible del capitalismo - produciendo una involución
neoabsolutista de nuestra democracia, y a la vez una
regresión de las relaciones internacionales a una especie de
Estado de naturaleza planetaria, en el sentido hobbesiano,
presa de la ley del más fuerte.

El constitucionalismo dominicano, en relación a los derechos


fundamentales, tenemos que siempre existieron estas
declaraciones -desde la fundación de la República- pero
desde el punto de vista de simples cláusulas programáticas y
con la finalidad de salvaguardar los intereses grupales de
grupos dominantes.

Recuérdese que en la convocatoria de elecciones del


congreso constituyente por la junta gubernativa del 24 de

 
julio de 1844 establece como tarea central de los diputados
que resultaran electos la elección de un gobierno definitivo
conforme a los intereses que mejor convengan.

Si analizamos la mayoría de nuestras modificaciones


constitucionales donde han predominado los intereses del
gobernante de turno, Santana, Lilis, Trujillo, notaremos el
autoritarismo y el desprecio por los derechos fundamentales
impuesto por la ideología autoritaria y conservadora de estos
gobernantes, independientemente de la consagración
normativa de los derechos, sin ninguna via de aplicación
practica por ser consideradas simples reglas programáticas.
Esta constante en nuestra vida Republicana tiene algunas
excepciones como las constituciones liberales -como la de
Moca de 1858- cuyos integrantes eran académicos liberales,
con referentes éticos e ideologicos, muy por encima del
común de la población, de entonces, así como la
Constitución de 1963, la cual llevaba ínsita la impronta de un
social-demócrata como Bosch.

La crisis del estado constitucional y el fracaso de hacer


realidad, la efectividad de los derechos fundamentales, tiene
a nuestro modo de ver las cosas varios factores
estructurales.

El primer factor es de crisis por omisión está determinado


por falta de realización de las normas constitucionales,
mediante una legislación de desarrollo que introduzca las
respectivas garantías, en cuya ausencia están destinados a lo
que se denomina inefectividad estructural. Esta necesidad es
evidente para los derechos sociales cuya garantía comporta

 
la institución de aparatos- escuelas, hospitales, entes de
prevención y de asistencia- encargados de su satisfacción.
Pero vale también para los derechos individuales, tanto
civiles como de libertad que exigen la introducción de las
correspondientes prohibiciones de lesión y de sus sanciones.
Además de la instituciones de los aparatos policiales y
judiciales aptos para prevenir o sancionar sus posibles
violaciones, por ejemplo: sin Codigo Penal no estaría
garantizados, conforme al principio nullium crime sine lege,
ni siquiera el derecho a la vida y los derechos de libertad, por
lo que la ausencia de tales garantías ha de leerse como una
laguna indebida, que es de obligación de los poderes
públicos, colmar y tarea de las ciencias jurídicas poner de
manifiesto.

ARTICULOS CONSTITUCIONALES QUE REFIEREN A


LEYES ADJETIVAS Y ESPECIALES. (pendientes de
elaboración legislativa la gran mayoría).

1. Art. 9.3) Regulación del espacio aéreo.


2. Art. 11) Tratados fronterizos.
3. Art. 12) División Político Administrativa.
4. Art. 15. P) Recursos Hídricos.
5. Art. 18.50 y 18.7) Nacionalidad.
6. Art. 19) 19.3 Y 19.4) Naturalización.
7. Art. 22) Iniciativa popular legislativa y municipal.
(peticiones a los poderes públicos para solicitar medidas
de interés público y obtener respuestas de las
autoridades)
8. Art. 36) Reglamentación símbolos patrios.


 
9. Art. 49) Libertad de expresión e información (actualiza
ley 6132)
10. Art. 50.3) Derecho de propiedad.
11. Art. 52) Derecho propiedad intelectual.
12. Art. 53.) Derecho del consumidor.
13. Art. 55.2.4.5) Derecho de familia.
14. Art. 65.3.10) Derecho a la educación.
15. Art. 64.4) derecho a la cultura.
16. Art 65.2) derecho al deporte.
17. Art. 70) Habeas Data.
18. Art. 71) Habeas Corpus.
19. Art. 72) Acción de Amparo.
20. Art. 75.4) Deberes fundamentales.
21. Art. 77.3) elección del y las legisladores.
22. Art. 81.2.3) Representación y composición.
23. Art. 97) Iniciativa legislativa popular.
24. Art. 115) Regulación de procedimiento de control
y fiscalización.
25. Art. 134) De los ministerios.
26. Art. 136) Atribuciones ministerios.
27. Art. 138) Principios administración pública.
28. Art. 140) Regulación incremento remuneraciones
(administración pública)
29. Art. 141) Órganos descentralizados.
30. Art. 143) régimen Estatutario.
31. Art. 155) integración poder judicial.
32. Art. 169.II) ministerio público.
33. Art. 176) Defensa pública. Art. 189) Tribunal
Constitucional.
34. Art. 179) Funciones Consejo Nacional
Magistratura.
10 
 
35. Art) 180) Criterios escogencia CNM.
36. Art) 182) Escogencia jueces Tribunal
Constitucional.
37. Art. 183) Escogencia jueces Tribunal Superior
Electoral.
38. Art. 196) Administración Local.
39. Art.) 202) Representantes Locales.
40. Art. 209) Asambleas Electorales.
41. Art. 210) Referendos.
42. Art. 214) Tribunal Superior electoral.
43. Art 215) Integración Tribunal Superior Electoral
44. Art. 219) Régimen Económico.
45. Art. 245) Fondos Públicos.
46. Art. 251) Consejo Económico.
47. Art. 261) Seguridad o Defensa Pública.

Esta ausencia es casi total en el derecho internacional, salvo


pocas excepciones, la más importante de las cuales ha sido la
institución de la Corte Penal Internacional (CPI), para los
crímenes contra la humanidad.

El segundo factor estructural consiste en las violaciones


sistemáticas de las garantías existentes, por incumplimiento -
o en todo caso por ineficacia- y por tanto, en el desarrollo de
ilegalidad. Ambos se reconocen como tales gracias a la
estructura en grados del estado constitucional de derecho que
permite leer las violaciones de sus normas superiores por
omisión o por comisión, en el primer caso como lagunas y
en el segundo como contradicción. Esta es la principal labor
de los tribunales ordinarios de declarar inaplicables estas

11 
 
leyes por el control difuso y del Tribunal Constitucional de
derogarlas por el control concentrado.
El tercer factor de este mismo fenómeno la que es propia de
las instituciones judiciales y tiene que ver con el modo como
ellas “administran la ley”. Es común entre nosotros los
jueces y otros funcionarios de esas instituciones sostengamos
con firmeza que cumplimos las leyes e, inclusive, ello
constituye el sostén ideológico -y emocional- más firme para
el desarrollo de nuestras tareas, muchas veces en condiciones
adversas.

Lo que ocurre es que el sistema judicial tiene una percepción


inversa de la importancia y jerarquía de las leyes. En la
práctica corriente de nuestros tribunales generalmente se
construye la solución normativa del caso de un modo simple
y por referencia directa a la más específica de las normas;
leyes adjetivas contenidas en los códigos y leyes especiales.
Ello, si nuestro sistema normativo fuera armónico y
coherente, no sería tan grave, pero dado el desorden
normativo que existe y las grandes contradicciones entre la
legislación primaria (Constitución y pactos internacionales)
y la legislación secundaria, (Leyes Adjetivas), esta práctica,
ha producido un grave efecto sobre la vigencia de la
legislación de primer orden. (Del bloque de
Constitucionalidad).

Normalmente, cuando un juez o un funcionario judicial dice


“yo cumplo la ley” no está pensado en las leyes
fundamentales, sino en los artículos de los códigos de
procedimientos o en otras leyes sustantivas secundarias. Lo
mismo ocurre con el Ministerio Público, a quien se le otorga
12 
 
expresamente la función de controlar la legalidad, mientras
se piensa en ella en términos de la vigencia de la legislación
secundaria y no la de mayor importancia. De este modo, en
realidad, los sistemas judiciales de la región, y de nuestro
país, se caracterizan por no cumplir con la ley, mientras que
este incumplimiento está encubierto por un aparente
legalismo, sustentado en la defensa de la legislación
secundaria frente a las exigencias constitucionales o,
inclusive, por la defensa de las normas procesales frente a las
sustantivas.

El proceso de reforma judicial se ha enfrentado a este


problema de un modo claro y preciso, y ello ha estado ligado
al problema de los tribunales constitucionales y la defensa de
la Constitución.

Sin embargo, todavía la cultura general dentro de los


sistemas judiciales no ha tomado conciencia de que, en
realidad, su práctica incumple la ley. Básicamente la fuerza
normativa de la ley adjetiva todavía se impone frente a la
Ley Fundamental. Por lo que muchos de nosotros los jueces,
muchas veces creyendo que estamos aplicando el derecho, lo
desaplicamos.

Parece una paradoja, en el caso del Código Procesal Penal,


que es el único que cumple con los estándares establecidos
en la Constitución, los Tratados y las Convenciones
Internacionales, en su diseño, sea el más vilipendiado.

A continuación proporcionaremos algunos fundamentos para


este punto de vista.
13 
 
En República Dominicana, desde hace mucho tiempo la
Constitución contenía un catálogo de garantías penales, entre
las cuales se encontraban la relativa a la igualdad entre los
ciudadanos, la prohibición de la tortura, el derecho a un
juicio justo, entre otras. Del mismo modo había suscrito
tanto la Convención Americana de Derechos Humanos y el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

A pesar de ello, hasta el año 2004 conservamos una


legislación que negaba radicalmente aquellas garantías
contenidas en los instrumentos precedentemente citados.

A partir del año 2004 fue puesto en vigencia el Código


Procesal Penal. La principal virtud de este instrumento es
que incorpora los derechos y garantías --ya contenidos en los
convenios- indicado como medio para hacer operativas las
garantías, por tanto tiempo retrasadas, en su aplicación a
causa de la anomia existente en nuestro sistema que restaba
validez a toda norma que no estuviera contenida en una ley
aprobada por el Congreso de la nación.

Afirmamos que a pesar de la puesta en vigencia del Código


Procesal Penal la realidad anterior no ha cambiado de
manera sustancial. A pesar de que la ley procesal y la misma
Constitución de la República, reconocen el estado de
inocencia de toda persona sometida a persecución penal y el
carácter excepcional de la prisión preventiva, los tribunales
la aplican como si fuera regla general. Al punto que
exhibimos uno de los índices más altos de prisión preventiva
en el continente.
14 
 
Lo mismo ocurre con la violación de importantísimos
derechos procesales y sustantivos que son desconocidos,
corrientemente, por los tribunales nacionales sin que nadie
levante su voz para denunciar la violación.

Lo anterior revela la diferencia abismal que existe entre el


derecho legislado- el que se aprueba en el Congreso de la
República- y el que se vive en la realidad, el que aplican a
diario los jueces, en ocasión de cualquier proceso judicial.

El repliegue del Estado legislativo a favor del Estado


Constitucional coincide con una fase histórica en la cual
adquieren particular relevancia los derechos humanos.

La reforma del 2010 al asignarle jerarquía constitucional


(Art. 74.3) a las Convenciones y tratados internacionales
sobre derechos humanos, asume que los jueces no solamente
debemos dar una interpretación coherente y consistente al
derecho nacional, sino también a las lecturas posibles del
material jurídico generado por la Instrumentos
Internacionales (Especialmente a la Convención
Americana de derechos Humanos 1969 y a los pactos de
derechos 1966 y a las decisiones de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, debido a que
nosotros en el 1999 reconocimos la competencia de dicha
Corte.

En nuestra región, especialmente en Argentina, Perú,


Colombia y Costa Rica es normal encontrar en sus
sentencias menciones de precedentes internacionales, tanto
15 
 
de la comisión y de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y de los Comités de Naciones Unidas.

Para quien esta en contacto, con la jurisprudencia


latinoamericana resulta habitual, y de absoluta normalidad:
la invocación de precedentes de organismos y tribunales
trasnacionales. Esta nueva cultura jurídica de asimilación de
fuentes normativas y jurisprudenciales internacionales
erosiona la noción de la soberanía nacional y el principio de
supremacía constitucional y de la condición de tener la
ultima palabra, del Tribunal Constitucional. Por lo que hoy
es un apotegma hablar de Supremacía Constitucional.

¿La jurisprudencia internacional es obligatoria?

Desde la óptica de la Convención Americana de Derechos


Humanos, la misma dice que la sentencia de la Corte
Interamericana es obligatoria para las partes en el proceso.
Sin embargo la Corte regional expandió su obligatoriedad al
establecer que los jueces nacionales deben ejercer el control
de convencionalidad de las normas o actos locales,
siguiendo la interpretación que de los preceptos
convencionales que ella ha hecho.

En el derecho comparado es emblemático el caso donde la


Suprema Corte de Argentina receptó en el caso Simón
(2004) la doctrina jurisprudencial de Barrios Altos Vs.
Perú (2001) que consignó que la amnistía violaba la garantía
de tutela judicial, por lo que ordenó al Estado remover los
obstáculos internos que impedían la investigación y sanción
de los culpables sin que pueda oponerse normas procesales -
16 
 
tales como la prescripción o la cosa juzgada- contraviniendo
su precedente anterior, en el caso Camps del 1987, donde
convalidó las leyes de obediencia debida y punto final.

Lo relevante aquí es como los jueces supremos se apoyaron


en el precedente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos para variar su propio precedente y justificar su
nueva decisión.

Creando la línea jurisprudencial de que las decisiones de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, resulta
obligatoria e imperativa en el ordenamiento jurídico
argentino.

Otras decisiones emblemáticas de la Corte es la que


condenó al Estado de Chile por la censura, que impidió la
exhibición en ese país de la película "La Ultima Tentación
de Cristo" y estimó que el Estado chileno debía adecuar su
ordenamiento juridico, particularmente la modificación de la
Constitución y el decreto ley 679.

Por otra parte, está el caso de Herrera Ulloa Vs. Costa Rica
donde se le exhorto a consagrar el derecho al recurso de
manera efectiva.

El caso Edmejiand c/ Sofovich donde la Corte Suprema de


Argentina estableció que los derechos tutelados
internacionalmente -al ser suscritos por el Estado argentino-
podían ser inmediatamente reclamados por los individuos
sujetos a la jurisdicción local.

17 
 
En otro extremo y desmintiendo el carácter vinculante de las
decisiones de la Corte Interamericna de Derechos Humanos
para los países que han aceptado su competencia, se
encuentra: el caso Dominicano de las niñas Yean y Bossico
(2005) donde la Corte Interamericana de Derechos Humanos
nos condenó al pago de una indemnización a favor de las
reclamantes, por habérsele negado la nacionalidad
dominicana, a pesar de haber nacido en territorio de la
República.

Posteriormente nuestra Suprema Corte de Justicia mediante


sentencia No. 460 del 2 de noviembre del 2011 decidió que
los hijos de extranjeros en tránsito nacidos en el territorio
nacional no adquieren la nacionalidad dominicana, con lo
que fallo contrario al criterio establecido de acuerdo al
precedente vinculante, establecido, por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, para nuestro país.

En el paradigma del Estado democrático constitucional y


social de derecho, los jueces cobran gran relevancia,
especialmente los jueces que tienen la ultima palabras en
materia constitucional, pues el ordenamiento jurídico debe
estar garantizado en todas sus partes por medio de
mecanismos jurisdiccionales que la Constitución del Estado
constitucional debe garantizar, además la constitución del
estado constitucional es invasora y entrometida (Ricardo
Guastini). Ya que atraviesa todo el ordenamiento jurídico.
El constitucionalismo contemporáneo genera una explosión
de la actividad judicial y comporta y requiere de algún grado
de activismo judicial.

18 
 
Son célebres las resoluciones de la Corte Constitucional
Colombiana al conocer de procesos de acciones de tutela por
medio de los cuales se mandaron a poner drenajes a barrios
marginales y consagrando el derecho a la salud como
derecho fundamental.

Los jueces brasileños han logrado salvar vidas ordenando la


entrega de medicamentos esenciales genéricos, para personas
sin recursos económicos.

En Guatemala el Tribunal Constitucional paró a un golpe de


Estado, que pretendió dar en el 1993, el entonces presidente
Jorge Serrano Elías.

Inclusive Estados Unidos, que es un país que no ha ratificado


ninguna de las convenciones y tratados internacionales
invalidó la ley que penalizaba la homosexualidad (caso
Lawrence vs. Texas 2003) o la imposición de la pena de
muerte a menores de edad (Roper vs. Simmons 2005)
apoyándose en precedentes de la Corte Europea de
Derechos Humanos, las que obviamente, no tienen validez
en Estados Unidos.

Aunque una visión moderna del Estado Constitucional


sostiene que la Constitución debe ser concebida como una
norma aplicable aquí y ahora y no como una
recomendación solamente dirigida a regular a futuro que
puede no hacerse nunca presente, hay que considerar que los
textos constitucionales contienen en alguna medida,
pretensiones que en el momento de entrar en vigor pueden
ser consideradas utópicas.
19 
 
El carácter normativo de la Constitución no supone negar
que el poder constituyente haya querido poner en el texto de
la norma suprema sus aspiraciones de país, la forma que
deberá tener la sociedad desde su punto de vista, por ello
siempre tiene algo de utopía concreta.

Referencias:
Sagües, Néstor Pedro, (2001), Teoría de la Constitución,
Editorial Astrea, Buenos Aires, páginas 252 y 253.
Loewenstein, Karl (1976). Teoría de la Constitución. The
University of Chicago Press. Traducción de Eduardo Espín.
Editorial Ariel, Barcelona. (Páginas 216-219)
M. Binder, Alberto y Obando, Jorge, “De las Repúblicas
Aéreas al Estado de Derecho, abril de 2004, Primera
Edición Buenos Aires, Ad-Hoc, págs. 321 y 322.

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