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LA EXPERIENCIA MORAL, EL AMOR COMO LUZ DE LA VIDA

J.J. PÉREZ-SOBA (PRO-MANUSCRIPTO), DEL MANUAL DE TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL


(PRÓXIMA APARICIÓN).

«La fe que actúa por el amor» (Gál 5,6)1. Con esta frase San Pablo no quería dar una enseñanza,
sino indicar el punto esencial de la fe y la vida cristiana de una «caridad que edifica» (1 Cor
8,1). Era consciente de que hablaba al corazón del hombre, porque todo hombre experimenta el
amor y toma de él una guía para la vida en una dimensión que requiere la fe. Pero que, a la vez,
sabía que con ello enfrentaba a su interlocutor a un misterio grande y que no es fácil entrar en
él. Sabía muy bien que ofrecía a los corintios una novedad, algo que no es fácil de determinar,
pero que un cristiano ha de tener el valor de seguir.
Cuando se habla de amor siempre se remite a una experiencia y no a una idea. Esto es
un principio básico para el cristianismo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»2.
La relación intrínseca entre amor y vida plena remite al conjunto de una experiencia en
la que el hombre está implicado. En nuestro mundo se habla mucho de amores, pero no es tan
fácil hablar del amor. Lo primero es conseguir que la persona tome en serio esa experiencia, se
percate de que le enseña muchas cosas que ha de tomar como luces en su camino. Podemos
repetir con San Agustín en lo que es una alabanza del saber experimental: «Dame a alguien que
ama y siente lo que digo. Dame a alguien que desea, dame a alguien que sienta hambre, dame en
esta soledad a alguien que peregrina y siente sed, que suspira por la fuente de la patria eterna, dame
uno así y sabe lo que digo. Si hablo a alguien frío, no sabe de lo que hablo»3.
No es una opción entre otras posibles, es una luz que da una visión más grande desde un
inicio y metodológicamente necesaria: «La filosofía moral no es y no puede ser la experiencia
moral, pero puede y debe referirse a la experiencia moral para responder de forma razonada a
los interrogantes que surgen de esta»4. Esto se abre a una perspectiva teológica en el que el
encuentro con Cristo es esencial: «La vida de Cristo —su modo de conocer al Padre, de vivir
totalmente en relación con él— abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que
podemos entrar»5. Es lo que intentaremos hacer en estas páginas.
Todo conocimiento comienza en el hombre por medio de una experiencia de lo real que
sirve de referencia para establecer la validez de un método que quiera ser verdaderamente
científico. Es algo especialmente importante en la teología, que nace de la revelación y tiene un
contenido sapiencial que incluye la fe del creyente como sustrato subjetivo necesario. La
remisión a la experiencia ha sido un importante principio de renovación teológica6. Se ha de
decir lo mismo en la moral en cuanto desde el principio de la historia la enseñanza ética ha
estado unida al discípulo que comparte la vida del maestro que le enseña el arte de vivir bien.
Incluía así un contenido vivencial y ligado a la realidad de una vida donde emerge la cuestión
del sentido en todo su alcance y en referencia a una tradición7. Sin duda alguna, las principales
enseñanzas morales que guían nuestra vida provienen de las personas que hemos tomado como
modelos, ya que quisiéramos para nosotros una vida como la suya. La grandeza moral que
descubrimos en hombres concretos, en el cristianismo en especial en los santos, es la fuente
principal de la ciencia moral. En ellos es donde la Iglesia aprecia el reflejo actual de la vida de
Cristo. La conciencia de este modo de conocimiento ha sido un camino fecundo de renovación
teológica como el modo de acceso privilegiado al misterio.

1
Cfr. FRANCISCO, Ex.Ap. Evangelii gaudium, n.37.
2
BENEDICTO XVI, C.Enc. Deus caritas est, n.1. Cfr. FRANCISCO, Ex.Ap. Evangelii gaudium, n.7, que cita
este texto: «No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del
Evangelio».
3
SAN AGUSTÍN, In Ioannes Evangelium tr. 26,4 (CCL 36,262s.).
4
G. ABBÀ, Costituzione epistemica della filosofia morale (LAS, Roma 2009) 20.
5
FRANCISCO, C.Enc. Lumen fidei, n.18.
6
A partir de: J. MOUROUX, L’expérience chrétienne. Introduction a une théologie (Aubier, París 1952).
7
Cfr. G. ANGELINI, «Il senso orientato al sapere. L’etica come questione teologica», en G. COLOMBO
(ed.), L’evidenza e la fede (Glossa, Milán 1988) 393-395.
Con esta perspectiva nos separamos de aquellos que hacen del juicio de conciencia la
esencial de la moral, como si en él se diese todo el contenido de la experiencia. En nuestra
exposición mostraremos que si partimos solo de la conciencia es mucho más difícil comprender
algunas de las dimensiones propias de tal experiencia, algunas de un relieve máximo. Hemos de
referirnos en particular a la mutua implicación de elementos objetivos y subjetivos que es
esencial para hablar de saber experiencial, pues en este nunca se pone entre paréntesis el sujeto
que la vive. Igualmente, hemos de referirnos al marco comunicativo en la que nace, pues en la
comunicación con los otros surge el reconocimiento de su valor eminentemente personal. La
misma realidad relacional e interpersonal en la que brota la experiencia asegura un contenido
objetivo que la libera de cualquier subjetivismo intimista. De otro modo, desde la sola
conciencia y la tensión dialéctica subjetivo-objetivo que comporta, se hace después una
exposición fragmentada de la moral.
La visión experiencial nos ayuda desde el principio a evitar peligrosos reduccionismos
que en algunos casos llegan a deformar el modo como las personas interpretan sus experiencias
morales y causa una desorientación en la vida. En primer lugar, evita el proponer como primer
cometido de la moral la formulación de normas. Más bien, las normas son guías para la
interpretación adecuada de la experiencia en el ámbito sapiencial, sin agotar su contenido. Así
se expresa la Comisión Teológica Internacional: «cómo, a partir de los datos más simples de la
experiencia moral, la persona humana aprende de modo inmediato ciertos bienes morales
fundamentales y formula en consecuencia los preceptos de la ley natural»8.
Al mismo tiempo, la experiencia evita aislar la dimensión subjetiva como si fuese el único
núcleo de la moral desligada de cualquier objetividad. La experiencia moral no tiene la forma de
una valoración subjetiva de bienes exteriores, ni se reduce al juicio íntimo de la conciencia que,
de hecho, puede no seguirse; mucho menos cabe su interpretación en la formulación de
determinados procedimientos para llegar a acuerdos9. De aquí la importancia de nuestra
perspectiva. Nos extrañamos que todavía son pocos los estudios serios sobre la experiencia
moral y apenas si se encuentra rastro de ella en los manuales más modernos. Es una parte de la
originalidad de este manual en continuidad con el anterior.
Esto quiere decir que nosotros introducimos en la experiencia y su análisis, lo que en
otros lugares se denomina metaética, y que por ello no asumimos la distinción entre ética y
moral como si la primera se refiriese a la experiencia y la segunda a las normas10.
En este libro nos referimos a la experiencia en cuanto moral. De aquí la división en
cuatro capítulos que la exponen suficientemente. El que se refiere a las características de la
experiencia moral en cuanto tal, analizada como una experiencia amorosa (cap. 1); el que
estudia la promesa de plenitud y felicidad que contiene para el hombre (cap. 2); el que ve la
debilidad radical con la que el hombre vive esta experiencia, como manifestación de una ruptura
interna inicial (cap. 3). Por último, una reflexión sobre la hermenéutica del don que ofrece una
síntesis a todo lo expresado anteriormente y que muestra la lógica global con la que interpretar
la experiencia moral (cap. 4).

8
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, En busca de una ética universal: nueva perspectiva sobre la ley
natural, n.11.
9
Sigue siendo un libro importante: G. ABBÀ, Quale impostazione per la filosofia morale? (LAS, Roma
1996).
10
Diferimos entonces de Ricoeur: cfr. M. CHIODI, Il cammino della libertà. Fenomenologia, ermeneutica,
ontologia della libertà nella ricerca filosofica di Paul Ricoeur (Morcelliana, Brescia 1990) 420.

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