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EL FUTURO

DE LA SALUD

Una perspectiva devastadora sobre


nutrición, medicina y conciencia

Gunther Emde
Barcelona, septiembre 2010

Copyright by Gunther Emde

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Queda por tanto formalmente prohibida su copia o distribución ilegales
bajo cualquier medio mecánico, electrónico o de cualquier otra índole que
no sea autorizada expresamente por su autor.

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A todos los que con valentía practican formas
alternativas de alimentarse, de sanar y de vivir.

Para todos esos locos que son repudiados por la


sociedad convencional, acomodada en sus tradiciones.

Para todos los buscadores que se atreven a salir


de la norma y luchan por un mundo mejor.

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INTRODUCCIÓN

Interlocutor: Estos días he recorrido varias librerías.


No he podido comprar ninguna obra sobre alimentación,
pues la oferta era tan extensa que he terminado sentado
en alguna esquina hojeando catálogos de viajes.

Gunther: ¿Lo has intentado buscando en la sección de


medicina?

I: Pasé de largo cuando supe que tenía que enfrentarme


a una docena de estanterías repletas de libros que ofrecen
el mejor remedio para curar casi cualquier cosa. ¿Qué está
ocurriendo? Los preceptos médicos y las recomendacio-
nes nutricionales parecen encontrarse sumidos en una
confusión que provoca su sustitución cada pocos años.
¿Es posible descubrir algo así como una dieta definitiva o
unos remedios que curen sin efectos secundarios?

G: Las líneas que siguen pretenden demostrar que los


conceptos médicos y nutricionales cambian con el curso
de los siglos, y que la razón de ese cambio reside en su es-
trecha relación con la conciencia humana, una conciencia
que se encuentra sometida a una evolución muy precisa.
La confusión es sólo aparente.

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I: ¿Qué quieres decir?

G: Toda idea humana, toda creación, todo concepto, in-


cluso los sentimientos y las emociones, se hallan condicio-
nados por la conciencia. Y las ciencias en particular son
modificadas dependiendo de la profundidad de la con-
ciencia de cada época histórica.

El hecho de obviar esta relación entre conciencia y cul-


tura provoca que las costumbres nutricionales y los ritua-
les de sanación aparezcan como un conjunto aleatorio de
prácticas que se van amontonando en el acervo popular y
en las bibliotecas, así sin más. Debido a ello no podremos
encontrar nunca la dieta ni el remedio definitivos.

I: Pero las autoridades científicas aseguran cada diez


años que ese nuevo programa nutricional y ese recién des-
cubierto medicamento nos permitirán alcanzar la salud...

G: Sí, promesas que se derrumban también cada diez


años. Sin embargo hay que aclarar que el alimento y la me-
dicina perfectos existen, pero sólo para nuestro cuerpo.
Nuestra mente no quiere saber nada de ellos.

I: ¿Por qué?

G: Porque es la mente la que se encuentra sometida a


ese proceso de evolución de la conciencia. El cuerpo sigue
siendo un animal gobernado por las leyes biológicas, co-
mo el resto de seres vivos en la Naturaleza. Mira, tras in-
dagar durante más de 20 años en el tema de la nutrición
yo encontré, por fin, la dieta perfecta para los seres huma-
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nos. Consiste en alimentarse exclusivamente de frutas y
vegetales crudos, en concordancia con nuestra fisiología
de primates puramente frugívoros.

Por si esto fuera poco, encontré también el secreto de la


salud perfecta, el cual consiste en añadir a la dieta frugívo-
ra ciertas acciones que pueden resumirse en tres aparta-
dos: ayuno, descanso y contacto con la naturaleza.

Ahora bien, si todo esto es cierto -y definitivamente lo


es- ¿por qué demonios no soy el tipo más saludable del
planeta? Pues porque constituye una verdad parcial que se
refiere únicamente al cuerpo biológico. Esa verdad parcial
olvida que el organismo humano ha sido colonizado por
una mente que no es estática, sino que ha evolucionado
desde el homínido recolector hasta la actual cultura racio-
nal, y que presumiblemente va a seguir evolucionando
hacia estadios de conciencia todavía más profundos.

Es verdad que el cuerpo siempre demandará los alimen-


tos para los que fue concebido. Pero por desgracia no es
menos cierto que la mente pide sus particulares prepara-
ciones culinarias, toda una cultura gastronómica que du-
rante muchos milenios le ha servido para sustentar su pro-
pia identidad. La tesis fundamental de este libro es que el
conflicto entre mente y cuerpo, entre cultura y Naturaleza,
es inevitable. Y que toda pretensión de esquivar ese con-
flicto sólo incrementa el sufrimiento. Por el contrario, la
aceptación de esa contradicción es condición indispensa-
ble para acceder a niveles de conciencia más lúcidos.

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I: Si hemos de asumir que las costumbres culturales
siempre dañarán al organismo, ¿nunca podremos obtener
una salud perfecta?

G: Nunca, con la posible excepción de los dos extremos


de esa evolución psíquica. Sólo tuvimos acceso a esa salud
cuando éramos animales homínidos, cuerpos sin mente, y
por tanto sin cultura. Y probablemente -sólo es una conje-
tura- alcanzaremos de nuevo la salud cuando toda la po-
blación humana transite por el nivel causal, un estadio de
conciencia muy cercano a la iluminación. En medio de
esos extremos sólo nos queda sufrir los horrores de la
constante lucha entre los diferentes niveles que componen
nuestro ser.

I: ¿Existe entonces una forma de comer y de sanar aso-


ciada a cada nivel de conciencia?

G: Exacto. El ser humano ha transitado diversos esta-


dios de conciencia, de los que nos ocuparemos a lo largo
de estas páginas. Cada uno de esos estadios tiene su cultu-
ra asociada, su forma de pensar y de sentir, y por tanto sus
costumbres gastronómicas y sus rituales de curación. Son
universos completos, cerrados en sí mismos, y que en con-
secuencia no admiten conceptos que amenacen su estabili-
dad.

I: Hay por tanto una información que es peligrosa para


cada una de esas culturas.

G: El asunto de mantener estable la estructura cultural


es muy serio. Por eso los descubridores de ideas que soca-
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van las creencias vigentes son perseguidos, en ocasiones
muy duramente. Pero tarde o temprano -de forma gradual
o superando tensiones sociales- los nuevos conceptos
hallados por las mentes más avanzadas de cada época son
asumidos por el conjunto de la población, que de esta ma-
nera tiene acceso a un nuevo universo, una nueva cultura
más evolucionada.

I: ¿Qué es exactamente la cultura?

G: La cultura es la forma que tenemos los humanos de


eludir la muerte. Saber que vamos a morir es lo que genera
el extraordinario impulso para aferrarse a objetos, rituales,
ideas y símbolos que en su conjunto conforman eso que
denominamos cultura. El motor de la cultura es, pues, la
conciencia de la muerte. Pero cada cultura falla en su pro-
mesa de asegurarnos la felicidad y escapar de la calavera.

Tomar conciencia de esta incapacidad es lo que empuja


a los seres humanos a buscar nuevos objetos y nuevos ri-
tuales, que conformarán una nueva cultura, y así sucesiva-
mente. Como veremos, este proceso no es aleatorio, sino
que se dirige a un punto muy preciso. La Historia, y por
tanto la vida de cada uno de nosotros, tiene un sentido. Es-
te es el otro argumento que sustenta este libro.

I: Actualmente estamos instalados en la cultura racional


convencional, ¿no es así?

G: Sí, pero aproximadamente un veinte por ciento de


esa población está comenzando a tener acceso a la infor-
mación que devasta la estructura convencional. Esta infor-
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mación recibe el nombre de Nueva Era. Por cierto, más
adelante presentaré los datos que a su vez desmontan la
cultura Nueva Era, unos datos que reciben el nombre de
existencialismo.

I: ¿Vas a ir demoliendo no sólo el universo convencio-


nal, sino también los que le siguen? ¿A dónde quieres lle-
gar, Gunther?

G: Yo quiero llegar a la Conciencia Total, a Dios, lláma-


lo como quieras.

I: ¿Pretendes alcanzar a Dios a través de la alimentación


y de la sanación? ¿No es eso bastante extraño?

G: Puedes vislumbrar lo divino a través de cualquier


asunto humano, con la condición de que aceptes que ese
asunto no te va a proporcionar la felicidad que en el fondo
anhelas. La escalera hacia Dios consta de nueve peldaños,
nueve estadios de conciencia. La humanidad ha efectuado
un increíble viaje a través de los niveles primigenio, mági-
co, mítico, y racional convencional. Actualmente muchos
están ingresando en los niveles Nueva Era y existencialis-
ta. Pero la cadena continua con los niveles psíquico, sutil y
causal, los estadios trascendentes que conducen a la Con-
ciencia Total.

Si te presento esta cadena de nueve estadios es para en-


fatizar que la espiritualidad no consiste en leer bellas sen-
tencias del Buda, ni en escuchar sugerentes músicas New
Age. Sólo a partir del nivel psíquico podemos hablar del
comienzo de la genuina espiritualidad. Por eso será impres-
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cindible desmontar los dogmas que sostienen la Nueva
Era, y lo mismo haremos con el existencialismo. Y siem-
pre acompañados de nuestros platos preferidos y de nues-
tras medicinas favoritas. ¿No es extraordinario?

I: Cuesta de creer... Soy un tipo muy bien asentado en el


racionalismo y en los valores tradicionales. Yo creo en las
autoridades científicas vigentes, por lo que tendrás que es-
forzarte bastante si pretendes convencerme de algo dife-
rente a lo que ofrece la comunidad médica ortodoxa.
¡Mucho más si quieres que vea a Dios a través de la comi-
da!

G: Vivimos tiempos complejos, y esa complejidad viene


dada por la mezcla de diferentes niveles de conciencia en
una misma sociedad. Se está dando una revolución en las
mentes de las nuevas generaciones, y se están alcanzando
vislumbres de estadios de muy diversa profundidad. Por
eso tú vas a las librerías y encuentras obras de todo tipo, y
crees que todas ellas nadan en el mar de la confusión. Pero
no hay tal confusión, pues cada uno de esos libros, cada
receta, cada nuevo remedio, todo eso encaja perfectamen-
te dentro de la cadena evolutiva de la conciencia. Y el pri-
mer paso dentro de ese orden evolutivo se denomina
Nueva Era, la cual ha descubierto, entre otras muchas co-
sas, la verdadera fisiología humana.

Así que vamos a comenzar presentando una informa-


ción que socava la cultura racional convencional desde sus
cimientos.

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LA AUTÉNTICA
FISIOLOGÍA HUMANA

G: Descubrir que el ser humano es de fisiología frugí-


vora suele ser desconcertante para una mente convencio-
nal. Es por ello que apoyaremos nuestras reflexiones con
algunos textos perturbadores pero cuyos autores son per-
sonalidades de intachable solvencia intelectual.

Hace ya mucho tiempo que eminentes anatomistas y


científicos han observado el carácter frugívoro de los
humanos.

“Las frutas son el alimento más conveniente al hombre,


según demuestra la analogía con los cuadrúmanos en la es-
tructura de su dentadura y aparato digestivo” - LINNEO

“El hombre parece estar organizado para alimentarse de


frutas y otras partes suculentas de los vegetales. Sus mandí-
bulas cortas y de mediana fuerza; sus caninos, de la misma
longitud que los otros dientes; y sus molares tuberosos no
le permitirían pacer la hierba ni devorar carne, sin que haya
de prepararse estos alimentos por la cocción. Los órganos
del aparato digestivo están conformados de acuerdo con la
índole de la dentadura. El estómago es sencillo, el canal in-
testinal de mediana longitud, y muy bien señalado el intesti-
no grueso” - CUVIER

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I: Pero a mí me apetece comer carne… es como si mi
cuerpo me lo pidiera.

G: El hecho de enmascarar los alimentos lleva a conclu-


siones erróneas. Cuando sobreviene el hambre, podemos
pensar en un pedazo de carne bien asado y condimentado
(pensamiento producto de la cultura) pero no se nos ocu-
rre cazar y devorar un animal, crudo y medio vivo (acto
producto de un instinto del que carecemos) Nadie saliva a
la vista de un cadáver, algo que sí ocurre en un verdadero
carnívoro.

I: He leído que la caza constituía una forma de ritual,


no sólo se cazaba para comer ¿es eso verdad?

G: En algunos yacimientos se observan señales suge-


rentes de elementos rituales. En Olorgesailie, por ejemplo,
a unos 50 km de Nairobi, se conservan los restos de una
cacería impresionante: más de 60 papiones gigantes extin-
guidos y miles de hachas de mano. Richard Leakey. uno de
los paleoantropólogos más importantes, nos relata cómo
una investigadora, Pat Shipman, de la universidad Johns
Hopkins, de Baltimore, ha detectado un modelo curioso y
coherente en el descuartizamiento de estos animales, reve-
lado por las marcas dejadas en los huesos por las cuchillas.
Lo singular es que estos animales no eran descuartizados
de la manera más eficaz. Según ella, esto podría indicar
que la caza regular de estos papiones gigantes constituía
una parte importante de alguna forma de ritual.

“La subestimación de los alimentos vegetales en la inves-


tigación arqueológica se debe a que la recolección de comi-
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da vegetal apenas exige tecnología, y los escasos utensilios
con probabilidades de haber sido empleados en la recolec-
ción de vegetales están hechos de materiales perecederos” -
Richard LEAKEY

Para la inmensa mayoría de los investigadores de las cul-


turas primitivas ha quedado claro que el sacrificio de ani-
males era una actividad corriente como sustitución de los te-
rribles y continuos sacrificios humanos que les precedie-
ron en épocas anteriores. Tal y como señala Ken Wilber, la
creciente toma de conciencia de la muerte fue lo que im-
pulsó al hombre a efectuar toda clase de actividades ritua-
les para ahogar la angustia y la culpa.

I: Puede que tuvieran esa necesidad, pero también po-


dría ser que además esa carne les sirviera de alimento...

G: Quizás quien aporta la prueba más directa del frugi-


vorismo de nuestros predecesores es el Dr. Alan Walker.
Analizando las marcas dejadas por los alimentos en el es-
malte dental con ayuda del microscopio electrónico, este
antropólogo llegó a la conclusión de que los humanos fue-
ron exclusivamente comedores de frutas.

Igualmente afirmó que a pesar de las actuales prácticas


omnívoras, incluso el estudio más superficial revela que
seguimos siendo, por nuestra anatomía y fisiología, pura-
mente frugívoros.

I: De acuerdo, pero ¿no se puede transformar la carne


en algo más tolerable para el estómago si se cocina?

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G: El singular hecho de pasar los alimentos por el fuego
responde a motivaciones muy alejadas de la nutrición. El
tópico convencional afirma que fue la inteligencia del ser
humano lo que le hizo descubrir que asar o cocer permitía
ampliar su dieta a sustancias que en estado crudo son indi-
gestas. Sin embargo, esto no explica por qué se cuecen ali-
mentos que sí son fácilmente digeribles y de buen sabor
cuando están crudos, ni por qué se usa el fuego en zonas
donde la comida cruda es abundante. Igual que en el caso
de la carne, deberíamos haber abandonado la cocción en
tiempos actuales, en los que en cualquier supermercado es
posible encontrar una amplia variedad de frutas y vegeta-
les, tanto autóctonos como tropicales. Pero nunca se ha
cocinado tanto ni se ha consumido tanta carne en la socie-
dad occidental como en los dos últimos siglos.

La cocción choca además de frente con el pernicioso


efecto de la destrucción de las vitaminas y enzimas, ade-
más de la insolubilización de los minerales. Experimentos
científicos rigurosos han demostrado sin lugar a dudas que
alimentar ratones con grano cocido, y a terneras o gatos
con leche pasteurizada provoca la aparición de las mismas
enfermedades que diezman la población humana, y que
tras unas cuantas generaciones estos animales sufrían una
degeneración crónica e irreversible de sus tejidos, incapa-
cidad de generar descendientes sanos, o se veían abocados
a la muerte.

Los siguientes autores descubrieron algo que choca


frontalmente con la creencia convencional sobre el uso del
fuego, la ingesta de leche y los cereales. ¡No son ideas fáci-
les de digerir!
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“El cuerpo no está constituido para digerir y asimilar ali-
mentos cocidos, ya que la composición química de éstos no
es la misma que la del alimento crudo, para el que fue con-
cebido” - Joseph PICHON

“La cocina no mejora el valor nutritivo del alimento.


Destruye o hace inasimilable el 85% de los nutrientes origi-
nales. El alimento cocinado carece totalmente de enzimas.
La mayoría de las proteínas se destruyen o se convierten en
nuevas formas que no son digeribles por los enzimas cor-
porales, o son digeridas con dificultad; muchas de las vita-
minas han perdido su vitalidad. [...]
La ingestión de alimento caliente deteriora las papilas
gustativas, la membrana mucosa de la boca y el estómago,
destruye por contacto muchos de los enzimas y vitaminas
que están presentes en los jugos digestivos. El efecto de-
vastador del alimento cocinado sobre los animales ha sido
bien documentado por experimentos de laboratorio” -
Viktoras KULVINSCAS

“El Dr. Francis M. Pottenger realizó un estudio de 10


años de duración sobre los efectos relativos de una dieta de
leche pasteurizada y otra al natural en una población de 900
gatos. Uno de los grupos no recibía nada más que leche en-
tera natural, mientras que el otro era alimentado exclusiva-
mente con leche entera pasteurizada de la misma proceden-
cia. Los gatos alimentados con leche natural evolucionaron
bien, manteniéndose sanos, activos y alerta durante toda su
vida, pero los alimentados con leche pasteurizada pronto se
volvieron inquietos, confusos y sumamente vulnerables a
enfermedades degenerativas crónicas que normalmente se
relacionan con el ser humano: enfermedades cardíacas,
afecciones renales y tiroideas, problemas respiratorios, pér-
dida de dientes, fragilidad ósea, inflamación hepática, etc.
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Pero lo que más llamó la atención al Dr. Pottenger fue lo
que les sucedía a la segunda y tercera generaciones. Los pri-
meros descendientes del grupo de la leche pasteurizada na-
cieron todos con mala dentadura y huesos pequeños y dé-
biles, síntomas evidentes de una deficiencia de calcio que
indicaban a su vez una mala absorción del calcio de la leche
pasteurizada. Los descendientes del grupo de la leche al na-
tural nacieron tan sanos como sus progenitores. Muchos de
los gatitos de la tercera generación del grupo pasteurizado
nacieron muertos, y los que sobrevivieron eran todos estéri-
les e incapaces de reproducirse. El experimento debió ter-
minar ahí porque no hubo una cuarta generación de gatos
alimentados con leche pasteurizada, aunque el grupo de la
leche al natural siguió reproduciéndose y criando indefini-
damente. Si esto no le parece prueba suficiente de los efec-
tos nocivos de la leche pasteurizada, tenga en cuenta que
incluso los terneros recién nacidos que son alimentados
con leche pasteurizada obtenida de sus propias madres sue-
len morir antes de seis meses, un hecho comprobado que la
industria lechera comercial se resiste a reconocer. [...]
Hace decenios que se observó que todos los animales
de laboratorio alimentados con dietas "científicamente
equilibradas" a base de pienso seco con la adición de mine-
rales y vitaminas sintéticos suelen comerse sus propios ex-
crementos. ¿Por qué? Porque, a pesar de su dieta "enrique-
cida", su alimentación no contiene nada crudo o fresco, y,
por tanto carece de enzimas. De ahí que los animales reci-
clen instintivamente sus limitados recursos de vitaminas y
enzimas, ingiriendo sus propias heces” - Daniel REID

“Leucocitosis es el nombre que la patología médica da a


un número excesivo de glóbulos blancos en la sangre. Los
doctores descubrieron este fenómeno en 1846 y Wirchow
clasificó la "leucocitosis digestiva" como "normal" ya que
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todos parecían sufrirla. Esto fue superado hace aproxima-
damente tres décadas por los descubrimientos de Paul
Kouchakoff, quien mostró que el alimento en su estado na-
tural, no cocinado, no producía leucocitosis, y que el ali-
mento cocinado es la causa de la leucocitosis.
Los glóbulos blancos son los organismos de defensa de
la sangre que evitan su infección e intoxicación. En cual-
quier condición patológica, incluyendo la intoxicación del
sistema digestivo con alimento cocinado u otros materiales
tóxicos, las células blancas aumentan de 5 a 6 mil por centí-
metro cúbico, hasta 7, 8 ó 9 mil por centímetro cúbico. El
Dr. Kouchakoff descubrió que podía dividir sus descubri-
mientos sobre leucocitosis en cuatro grupos distintos se-
gún las reacciones en la sangre:
1- Un alimento crudo no producirá aumento de glóbu-
los blancos.
2- Los alimentos comunes cocinados producirán leuco-
citosis.
3- Los alimentos cocinados a presión producían mayores
leucocitosis que los alimentos no cocinados a presión.
4- Los alimentos manufacturados son los más dañinos,
tales como el vino, el vinagre, el azúcar blanco o el jamón.
Kouchakoff no era vegetariano, pero sus descubrimien-
tos mostraron que, para evitar la leucocitosis, la carne de-
bería comerse cruda, lo que sería muy desagradable para
los humanos. La carne preparada o pro-cesada (cocinada,
ahumada, o salada) provocaría la reacción más violenta,
equivalente al aumento de la leucocitosis que se experimen-
ta en un envenenamiento. Este descubrimiento sobre el in-
cremento en la actividad de la fagocitosis, los carroñeros
del torrente sanguíneo, después de comer alimento cocina-
do y procesado, aclara por qué los alimentos crudos curan
tan rápidamente las dolencias agudas y crónicas, simple-
mente reduciendo la sobrecarga tremenda de sustancias
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tóxicas y gérmenes con los que la sangre tiene que luchar”
- Viktoras KULVINSKAS

“La experiencia más espeluznante que puedo recordar


fue ver células cancerosas tomadas de un cuerpo humano y
floreciendo en el alimento cocinado, pero incapaces de so-
brevivir en el mismo alimento crudo” - Dra. Ann WIGMO-
RE

“La leche pasteurizada, desprovista de lactasa y demás


enzimas activas, no puede ser correctamente digerida por
los estómagos adultos, e incluso resulta difícil para los ni-
ños, como lo demuestran los cólicos, erupciones, proble-
mas respiratorios, gases y demás afecciones tan fre-cuentes
en los bebés alimentados con biberón [...]
El zumo de uva ha recibido el calificativo de "leche ve-
getariana", debido a su capacidad para sustentar a niños de
pecho privados de leche materna, y constituye una opción
muy superior a la leche de vaca pasteurizada. Los azúcares
contenidos en la uva son precisamente los que necesita el
metabolismo celular” - Daniel REID

“Somos el único animal que continua bebiendo leche


después del destete. Los productos lácteos pasteurizados
son inductores de mucosidad. Las cataratas, enfermedades
respiratorias, la artritis, la degeneración arterial, las alergias,
proceden comúnmente de la ingestión de productos lác-
teos pasteurizados. La leche pasteurizada es tan mortífera
como la carne, incluso muchos vegetarianos toman esta
senda de suicidio lento.
El Dr. Annand, en una investigación que duró diez años,
demostró concluyentemente que la leche pasteurizada es el
primer contribuyente para todas las enfermedades del cora-
zón” - Viktoras KULVINSKAS
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“Durante millones de años, antes de la minúscula gota
en el océano del tiempo que denominamos "historia", los
humanos y otros primates se nutrían exclusivamente a base
de alimentos burdos y fibrosos que tomaban de la naturale-
za y consumían crudos [...]
La degeneración dietética humana empeoró considera-
blemente cuando el hombre se convirtió en cazador de ani-
males y adoptó la carne como alimento principal [...]
El comienzo de la agricultura marcó el último paso en la
degeneración dietética del ser humano. Cuando los cereales
se convirtieron en la base de la alimentación, se introdujo
un elemento nuevo en el sistema digestivo humano, un ele-
mento que la naturaleza no había destinado a servir de ali-
mento al hombre: las féculas. El hecho de que los cereales
sean el único componente de la dieta humana que no pue-
de ser comido ni digerido en estado crudo es prueba sufi-
ciente de que no estaban previstos para el consumo huma-
no. Los cereales se convirtieron en la primera "comida pre-
parada" del mundo.
Todas las pruebas tienden a indicar que el hombre preci-
vilizado se abstenía de comer cereales [...] Los cereales han
constituido la base de la dieta humana desde hace sólo
6.000 ó 7.000 años, y por eso los sabios taoístas de la anti-
gua China los consideraban como una adición relativamen-
te reciente a la dieta humana, con efectos perjudiciales para
la salud y la longevidad. En la antigua literatura taoísta so-
bre salud y longevidad aparece una y otra vez la expresión
bi gu ("evitar los cereales") Esto coincide plenamente con
los descubrimientos de estudiosos contemporáneos de la
nutrición tan destacados como Arnold Ehret, el Dr. Her-
bert Shelton, el Dr. Marsh Morrison, el Dr. Norman Wal-
ker y V. E. Irons” - Daniel REID

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I: Si todo esto es cierto, Gunther, ¿qué hemos de co-
mer? ¿Tan sólo fruta? ¿No es esa una dieta que nos provo-
cará alguna carencia?

G: Fruta, frutos secos y hortalizas, todo ello en estado


crudo, eso es lo que precisa tu cuerpo. La única carencia
de esa dieta es que es la adecuada para el organismo, pero
no para la mente que habita ese organismo. Por eso la
mente percibe un vacío, una “carencia”.

Pero durante todas las épocas históricas ha existido algo


así como la avanzadilla de la conciencia, individuos más
avanzados que el promedio. Ellos se percataron de que el
ser humano es una especie frugívora, y algunos de ellos lo
pusieron en práctica. De la misma forma que existe una
Filosofía Perenne, podríamos afirmar que ha existido
siempre una Nutrición Perenne, sostenida por unas pocas
mentes preclaras en cada siglo de historia humana.

En tiempos de los hebreos, los nazarenos y los esenios


eran vegetarianos, estos últimos eran además crudívoros.
Platón, Longino, Porfirio, Séneca, Plutarco, Pitágoras,
Ovidio, así como muchos santos cristianos fueron vegeta-
rianos. También Gassendi, Ray, Voltaire, Diderot, Ros-
seau, Schelley, Pascal, Newton, Cuvier, Linneo, Franklin, y
muchos otros científicos y pensadores (la lista es realmen-
te interminable) eligieron una dieta vegetariana, y no duda-
ron en afirmar su postura en contra del sacrificio animal.
Tampoco debemos olvidar que la mayoría de budistas y de
yoguis hindúes atribuyen parte de su elevación espiritual a
la dieta de frutas y vegetales.

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“Desde hace ya mucho tiempo se ha observado que la
mayoría de los espíritus superiores, estudiosos, sabios, filó-
sofos, santos o inspirados, han llevado una vida extremada-
mente frugal y abstemia. En otros tiempos se creía que esta
frugalidad era la consecuencia de su superioridad de espíri-
tu, que les hacía despreciar, o por lo menos descuidar, las
satisfacciones materiales de los placeres de la mesa. Nues-
tras actuales nociones sobre las circulaciones magnéticas
nos llevan a considerar la abstinencia de los sabios y de los
santos, no sólo como un efecto, sino también como una
causa parcial de su sabiduría” - Dr. PARVUS

“Los griegos antiguos, antes de la época de Licurgo, co-


mían nada más que frutas” - PLUTARCO

“Los domingos oramos para poder tener luz que guíe


nuestros pasos en la senda que hacemos; repudiamos la
guerra, no queremos luchar y, mientras tanto, nos atiborra-
mos de cadávere - George Bernard SHAW

“Siento que el progreso espiritual demanda que en algu-


na etapa deberemos dejar de matar a nuestros hermanos,
las criaturas del Señor, tan sólo para satisfacer nuestras de-
mandas corporales” - GANDHI

“Yo, por mi parte, me pregunto de qué clase de senti-


miento, estado de ánimo o razón, fue poseído el hombre
para primero polucionar su boca con sangre y permitir que
sus labios toquen la carne de un ser asesinado; que llena su
mesa con las formas mutiladas de cuerpos muertos y recla-
mó tanto alimento diario y platos refinados que hasta ahora
estaban dotados con movimiento, percepción y voz” -
PLUTARCO

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I: Entonces la vieja concepción del sabio que desdeña
los placeres de la mesa no se debe a que ese sabio
“desprecia algo tan bajo” como es la comida, sino que
realmente ha llegado a comprender la verdadera naturaleza
de su cuerpo…

G: Así es. Y además de obtener salud, vivía más años…

Relacionada estrechamente con la alimentación, la lon-


gevidad humana ha sido siempre motivo de confusión.
Acostumbrados a ver caer a nuestros ancianos a los 70 u
80 años, y llenos de dolencias, olvidamos la regla que rige
el resto de los mamíferos: su vida dura siete veces el perío-
do que tardan en completar su desarrollo (15 a 25 años en
el ser humano, lo que equivaldría a una duración de la vida
entre 105 y 175 años)

“Las normas de un ser humano no son realmente las


que él cree. Los recientes descubrimientos de Jean Rostand
sobre la longevidad demuestran que un ser humano de hoy
día debería vivir 150 años: está biológicamente construido
para ello; y 150 años de una vida en la que la vejez no sería
sinónimo de decrepitud o de chochez, sino de una claridad
mental en aumento y de una ternura cada vez mayor. De-
beríamos caer un día como un árbol, en plenitud de facul-
tades y con todos nuestros dientes y todo nuestro pelo. Los
últimos estudios sobre los pueblos esencialmente crudívo-
ros desde hace milenios corroboran estas afirmaciones: su
edad media es de 120 años” - Alan SAURY

Así ocurre con los escasos pueblos que todavía basan su


alimentación en vegetales y frutas, con un alto porcentaje

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de crudos: los Hounza, en Pakistán; los Vilca Bambas, en
los Andes del Ecuador; los Abkhazes, en el Mar Negro de
la antigua Rusia.

En estos pueblos, los hombres y mujeres de más de 100


años carecen de hipertensión, colesterol alto, cáncer, di-
abetes, enfermedades cardiovasculares, y demás enferme-
dades que en el mundo civilizado comienzan a los 40 años,
a veces mucho antes.

¿Algún truco mágico?

“La vida es el truco. Dime lo que comes y te diré quién


eres. El primer paso es una alimentación natural. Los ali-
mentos naturales crudos limpian la savia de nuestra sangre
y entonces recibimos el rocío bienhechor de la salud. Yo
jamás cocino con fuego. La fruta es el elemento más eleva-
do que Dios ha concedido a los hombres. Es la liberación
del hombre en la cocina. Toda otra comida hace que el
hombre caiga enfermo, no inmediatamente, pero sí al cabo
de los años. Los hombres sólo piensan en estar fuertes, pe-
ro existe una alimentación superior que yo llamo Natura.
Ella hace que me alimente mucho más de los rayos del sol
que de la comida que como” - Isidre NADAL (“Llum de la
selva”) en una entrevista con motivo de su 105 aniversario

“La carne de los animales muertos en su cuerpo se con-


vertirá en su propia tumba. Pues en verdad os digo que
quien mata se mata a sí mismo, y quien come la carne de
animales muertos come del cuerpo de la muerte. Pues cada
gota de su sangre se convierte en la suya en veneno; su res-
piración en la suya en hedor; su carne en la suya en forún-
culos; sus huesos en los suyos en yeso; sus intestinos en los
25
suyos en descomposición; sus ojos en los suyos en costras;
sus oídos en los suyos en ceras. Y su muerte será la suya
propia.”[...]
“No matéis ni a hombres ni a animales, ni siquiera el ali-
mento que llevéis a vuestra boca. Pues si coméis alimento
vivo, él mismo os vivificará; pero si matáis vuestro alimen-
to, la comida muerta os matará también. Pues la vida viene
sólo de la vida, y de la muerte viene siempre la muerte. Por-
que todo cuanto mata vuestros alimentos, mata también a
vuestros cuerpos. Y todo cuanto mata vuestros cuerpos
también mata vuestras almas. Y vuestros cuerpos se con-
vierten en lo que son vuestros alimentos, igual que vuestros
espíritus se convierten en lo que son vuestros pensamien-
tos. Por tanto, no comáis nada que el fuego, el hielo o el
agua haya destruido” - Palabras atribuidas a JESÚS de Naza-
ret. en el Evangelio de los Esenios

“Y dijo Dios: “he aquí que os he dado toda planta que


da semilla, que está sobre toda la Tierra, y todo árbol en
que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.” - GÉ-
NESIS, I,29

I: Me cuesta creer lo que afirman estos textos. La dis-


tancia entre mis costumbres y lo que proponen es dema-
siado grande. No sé si podré hacer el esfuerzo para ade-
cuarme a estas nuevas verdades.

G: Sí, qué difícil es cambiar nuestras queridas costum-


bres, pero qué fácil es leer hermosas sentencias del Buda
¿no es así? Te aseguro que en este momento procurar
abandonar la carne constituye una práctica más espiritual
que elucubrar sobre la divinidad.

26
I: Has estado demoliendo la Nutrición humana de una
forma bastante cruel. ¿Vas a decirme entonces que la Me-
dicina puede ser desmontada de una forma parecida?

G: Bien, hemos vislumbrado que la fisiología humana


ha sido completamente distorsionada por las creencias
culturales. Ahora vamos a demostrar cómo le ha ocurrido
lo mismo a la Medicina.

Si se ha entendido lo expuesto hasta ahora, estaremos


de acuerdo en la tremenda agresión que soporta el orga-
nismo a causa de las demandas psíquicas. En otras pala-
bras, el resultado inmediato de la existencia del ego es la
enfermedad.

Pero el ego no logra entender el molesto y doloroso


mensaje que le envía su exhausto cuerpo. De hecho, ni si-
quiera lo acepta, así que se pone en marcha inmediata-
mente para tratar de frenar, anular o disimular esos sínto-
mas tan desagradables e inesperados, perdiendo así la
oportunidad de comprender una de las verdades más tras-
cendentales y a la vez olvidadas a lo largo de la historia: la
enfermedad es una acción inteligente del cuerpo para re-
cuperar la salud.

“Cuando el cuerpo se encuentra en una situación de


AGOTAMIENTO e INTOXICACIÓN, el Instinto de
Conservación reaccionará sabiamente, ahorrando energía
por un lado para concentrar todas sus fuerzas en la desin-
toxicación.

27
PLAN DE AHORRO ENERGÉTICO:
Debilidad muscular: te cuesta andar y estar de pie. Te
duermes en todas partes.
Tensión arterial baja: mareo.
Falta de apetito, cuesta hacer la digestión, pérdida de pe-
so...
Estreñimiento, el intestino se echa a descansar.
Extremidades frías.
Vista cansada, oído sensible, vértigos...
Desaparece la ovulación y la regla.
Falta de apetito sexual.

El cuerpo interioriza sus fuerzas, para dedicarse a la ta-


rea de limpieza interna. Con ello está pidiendo aumentar la
dosis de descanso y reducir la actividad (incluso la diges-
tión) Si el cuerpo no quiere gastar energías en estas funcio-
nes, es mejor respetar su sabia decisión.

PLAN DE DESINTOXICACIÓN
El aumento de trabajo en los cuatro filtros depuradores:
Mal aliento (por el pulmón)
Orina oscura y con olor fuerte, arenilla, cálculo renal,
molestias al orinar y en los riñones.
Cólicos biliares, vómitos amargos, diarreas, hígado dolo-
rido.
Sudor fuerte que puede irritar la piel.
La fiebre: aumenta la temperatura corporal como conse-
cuencia del esfuerzo de limpieza interna.
La inflamación o congestión: el cuerpo elige un punto
fuerte para que haga de “válvula de escape”, para ayudar a
los cuatro filtros en la evacuación de tóxicos. Aumenta la
circulación sanguínea en esa zona, por lo que se abulta, se
calienta, se pone roja, duele y se altera la función de ese te-
jido. Las inflamaciones son molestas, pero curan. Gracias al
28
dolor, el cuerpo nos avisa que algo marcha mal y que hay
que extremar los cuidados” - Dr. Eneko LANDABURU

I: ¿Qué hemos de hacer ante una enfermedad, enton-


ces?

G: Dejar al cuerpo tranquilo, y soportar con paciencia


los síntomas, que no son sino la acción de la fuerza vital
para recuperar la salud. Esto suele ser lo más apropiado en
las dolencias agudas más comunes. En una enfermedad
crónica el asunto es diferente. Más adelante hablaremos de
ello.

“Renovaos y ayunad. Pues en verdad os digo que Satán y


sus plagas solamente pueden ser expulsados por medio del
ayuno y la oración” - Palabras atribuidas a JESUS de Nazarret
en el evangelio de los Esenios

“Aquí está la salud. Recobrar la salud no puede constar


de nada más. En pocas palabras: corte con todos los hábi-
tos enervantes, deje de comer, descanse hasta que la ener-
gía nerviosa esté restablecida y normalizada. Cuando haya
realizado todo esto, el enfermo se repondrá. Un ayuno cor-
to o prolongado es útil para la mayor parte de los enfer-
mos. Todos los pseudo remedios son ilusiones; a lo sumo,
son paliativos efímeros. Sin embargo, cada día se realizan
suficientes curaciones (palia-ciones) de este tipo como para
mantener una armada de médicos y de curanderos, y para
asegurarles el pan, la mantequilla y un cierto grado de res-
petabilidad” - Dr. J. TILDEN

29
“Si interrumpimos la determinada duración de las enfer-
medades, si intervenimos con medicamentos irritantes, en-
tonces ocurre que las enfermedades de poca importancia
se convierten en enfermedades graves y que su número, al
principio muy pequeño, se vuelve muy grande” - PLATÓN

“La naturaleza no produce medicamentos. Todo lo que


supuestamente hacen los medicamentos, la naturaleza lo
hace mejor si se la obedece. Los medicamentos corroen el
organismo, agotan los órganos vitales, envenenan todos los
tejidos y ocultan síntomas [...] Los productos químicos no
deben ser introducidos en el cuerpo, ya que éste debe ex-
pulsarlos con mucho gasto de energía. Pero como las cau-
sas no han sido suprimidas, los mismos problemas vuelven
al mismo lugar, o si no, a otras partes del cuerpo” - Albert
MOSSERI

“Las enfermedades “de la edad” sólo están relacionadas


con los años porque al tardar tanto tiempo en aparecer, só-
lo se manifiestan cuando la persona ya es mayor. Esto quie-
re decir que las enfermedades no aparecen a causa de la ve-
jez, sino en la vejez.
Cuando se le explica a un enfermo que su enfermedad
“se debe a la edad”, sacará la conclusión -errónea- de que
es la edad la causante de la enfermedad. El peligro de esto
es que la gente empieza a creer que las enfermedades están
irremediablemente ligadas a la edad, y que no existe mane-
ra alguna de sustraerse a este proceso. Sólo podrán preve-
nirse si sabemos que sus causas se deben a muchos años de
carencia de sustancias vitales. Al ocultarlas dándoles un
nombre que no les corresponde es imposible prevenirlas, y
por ello suele ser demasiado tarde para curarlas” - Dr. Max-
Otto BRUKER

30
I: ¿Eso es todo? ¿Realmente crees que esos breves tex-
tos pueden destruir siglos enteros de investigación científi-
ca? Lo siento pero creo que voy a tener que hacerte algu-
nas preguntas. No voy a permitir que dilapides materias
tan importantes como son la Medicina y la Nutrición de
una forma tan poco seria.

G: De acuerdo, pero antes te presentaré un esquema de


la evolución de esas dos ciencias a lo largo de la historia de
la humanidad. Se dice que quien no recuerda el pasado es-
tá condenado a repetir sus errores. Nuestros organismos
han soportado tal cantidad de desviaciones y han alcanza-
do tal grado de degeneración que realmente no podemos
permitirnos cometer más errores.

Después responderé a todas tus cuestiones, aunque ya


no citaremos a más autores, nos bastará eso que se llama
sentido común. Pero recomiendo la lectura de algunos de
los libros que he seleccionado en la bibliografía, para todo
aquel que desee investigar por su cuenta.

31
32
NUTRICIÓN, MEDICINA Y
EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

G: ¿De qué forma se alimentaba y cómo ha tratado sus


dolencias el ser humano a través de la historia de sus dife-
rentes niveles de conciencia? Para empezar a responder es-
ta pregunta, podemos afirmar que únicamente cuando éra-
mos animales, unos homínidos con una conciencia pro-
tohumana, podíamos comer guiados por el instinto, lan-
zarnos a copular impulsados por el nivel hormonal o ma-
tar a un competidor sin problemas morales.

Nuestros ancestros directos eran prácticamente frugívo-


ros, y los alimentos se ingerían crudos. Este es por cierto
el único período en el que la fisiología del organismo era
adecuadamente atendida. La medicina se reducía igual-
mente a los mecanismos innatos de cualquier animal ante
una enfermedad o una lesión, es decir, ayuno más o me-
nos prolongado y reposo en lugares apartados. Diremos
también que fue el período de mayor salud, por la simple
razón de que si no estabas sano, es que estabas muerto.

Pero cuando apareció la conciencia -al principio una


conciencia rudimentaria- todo, absolutamente todo quedó
transformado. Por desgracia, nuestra mente no sólo nos
hizo conscientes del placer sino también del sufrimiento, y
muy especialmente de la muerte. La conciencia de que so-
mos mortales es el motor de la historia humana, pues para
33
alejarse de la muerte se emprende una tremenda cantidad
de actos ritualizados que impregnan las vidas de todos los
seres humanos y que conforman en su conjunto eso que
denominamos cultura. Todo acto cultural es pues una for-
ma simbólica de ganar vida y de alejar a la muerte.

A partir de este primer nivel de conciencia, el nivel pri-


migenio, la alimentación dejó de ser un acto biológico pa-
ra convertirse en un hecho cultural. Aparecen seres huma-
nos con cerebros muy desarrollados, y con una conciencia
rudimentaria de la muerte. Comienza el uso y la venera-
ción del fuego, así como ritos funerarios y rituales de caza
organizados.

La alimentación continuaba fundamentada en la reco-


lección de frutos, semillas y raíces, que se ingerían al mo-
mento en estado crudo, o eran transportados a los lugares
donde vivía el grupo. La psique comienza a precisar de
fuertes atenuantes del incipiente terror existencial, y en los
enfrentamientos con grupos hostiles comienzan a produ-
cirse los primeros actos de canibalismo.

Hace tiempo que los antropólogos han descubierto es-


to, pero te lo recordaré, pese a que no es algo agradable.
La forma más primitiva de sentir que uno gana vida es sa-
crificar a otro ser humano. La muerte se ha cebado en el
otro y uno puede respirar tranquilo por un tiempo. Los pri-
meros habitantes de este planeta sacrificaban ritualmente a
sus semejantes y se comían los restos de esos sacrificios.
Este es el inicio de la ingesta de carne, la primera gran
desviación del instinto natural.

34
La euforia que debieron sentir al ingerir la carne y la
sangre del enemigo -una euforia, recordemos, producto
del esfuerzo del organismo por liberarse de una sustancia
tóxica que no puede asimilar correctamente- apoyaría su
creencia de que comiéndose a otro ser humano podían
alejar la calavera de su propio grupo. Además sentían que
incorporaban la vida de ese individuo dentro de su cuerpo,
algo que todavía hoy día pervive en el dicho “la carne da
fuerza”.

Igualmente comenzaron a sentir en su interior la acción


de contenidos psíquicos completamente nuevos. Sensacio-
nes extrañas, cuando no directamente terroríficas -como
por ejemplo la conciencia de la muerte. La forma de tratar
de comprender esos nuevos impulsos no fisiológicos consis-
tió en su proyección en las diferentes especies animales,
piezas que en consecuencia había que capturar e incorpo-
rar dentro del propio cuerpo. Puede afirmarse pues que la
caza ritual fue el primer “psicoanálisis” de la historia. Esta
es la verdadera razón de la ingesta de carne por parte de
una especie frugívora, un hecho del todo insólito en el re-
ino animal, y cuya explicación radica en la aparición de la
conciencia.

I: ¿Es en este momento cuando se usa el fuego para co-


cer los alimentos?

G: Durante muchos milenios se comieron a su prójimo


crudo y en ocasiones mientras todavía agonizaba. Real-
mente el mundo primitivo era terrible. ¡Y hay ecologistas
de la Nueva Era que añoran románticamente esos tiem-
pos! Cierto, el aire y el agua estaban libres de contaminan-
35
tes, pero varias veces al año se celebraban verdaderas ma-
sacres, en las que se asesinaba sin miramientos a niños, jó-
venes y ancianos. Lamento decir que no ha existido nin-
gún Paraíso en esta Tierra, así que el retorno al edén no es
más que un sueño regresivo.

La domesticación del fuego fue el auténtico hito de esa


época. Podemos imaginar la extraordinaria sensación de
dominio que tendrían los primeros humanos al tener el
fuego en una cueva, al contemplar cómo los animales se
retuercen, mueren y exhalan su “esencia” al ser quemados
en sus llamas, o al atreverse a disponer entre sus labios
una hoja o una rama encendida y aspirar ese “humo de los
dioses” directamente en sus bocas.

La combinación de la caza con la cocción resultó ser un


ritual perfecto: capturar al contenido psíquico y extraerle
la esencia a fuego lento. Y después incorporar todo eso en
el propio cuerpo, y sentir cómo se incrementa la propia
energía. La prueba de que este ritual debió constituir algo
extremadamente efectivo para calmar la angustia existen-
cial radica en su pervivencia hasta nuestros días, decenas
de miles de años después.

En este nivel debieron comenzar las primeras enferme-


dades debidas a esas primeras desviaciones del instinto, y
también al estrés de saberse mortal. Como veremos más
adelante, la conciencia arraiga cada vez más profundamen-
te en los tejidos, y altera su tranquilo funcionamiento, y
eso también genera enfermedad.

36
I: ¿Cuál es el siguiente nivel?

G: El siguiente paso lo constituye el nivel mágico. La


conciencia está todavía muy identificada con lo corporal,
pero avanza hacia una mayor -aunque todavía rudimenta-
ria- comprensión del mundo. La realidad se concibe mági-
camente, es decir, una planta con hojas en forma de cora-
zón será efectiva para fortalecer ese órgano, por ejemplo.
O bien si un animal de color oscuro ha causado estragos
en la tribu, en adelante todos los animales negros consti-
tuirán mal agüero, etc.

No es difícil imaginar el tipo de medicina que produce


un nivel de conciencia mágico, y tampoco lo es deducir la
cantidad de muertes que habrá producido. Lo cierto es
que aquí comienza a emerger lo que en la mente mítica -el
siguiente nivel- se producirá a gran escala: la proliferación
de centenares de remedios a base de mezclas de hierbas,
cánticos contra el dolor, y toda clase de auténticas torturas
destinadas a ahuyentar a “los malos espíritus” -léase sínto-
mas.

Sin embargo, a base de prueba y error es evidente que


algún resultado se obtenía con los pacientes, quienes,
asombrados, elevarían a la categoría de dios a su brujo, y
pasarían por alto sus fallos con otros miembros de la tri-
bu. El ritual de la sanación , en la que el síntoma es dismi-
nuido, y que no requiere en absoluto una comprensión re-
al de lo que es la enfermedad, constituye la forma más po-
derosa de alejar al fantasma de la muerte. Por ello todavía
hoy día el señor de bata blanca reverbera ecos de magia y
brujería, y se le sigue considerando poco menos que una
37
divinidad.

La dieta comienza a aumentar en variedad debido a las


posibilidades de la cocción, y el canibalismo ritual es pro-
gresivamente sustituido por la ingesta cada vez más fre-
cuente de carne animal. De esta manera el impulso de ma-
tar a un semejante queda diluido al matar y comer animales.
Como veremos, cuanto más oscura y primitiva es la con-
ciencia de la muerte, tanto mayor es la necesidad de proyec-
tarla fuera y cometer un asesinato, mientras que por el
contrario, una conciencia cabal de la calavera disminuye la
necesidad de proyectarla fuera a través de la muerte de
otro ser.

Comienzan a reunirse los alimentos en un cuenco o pla-


to, lo que supone el inicio de una fascinante simbología
gastronómica que se irá desarrollando a través de los si-
glos. Quiero enfatizar que lo que se coloca sobre el plato
no ha sido pensado para alimentar al cuerpo, sino a la
mente. Abandonada la primigenia inocencia animal, los
alimentos dejan de ser nutrientes para convertirse en sím-
bolos.

Desde entonces hasta nuestros días, lo que realmente


nos comemos son esos símbolos, bajo la apariencia de una
vianda, y eso es lo que fortalece no nuestro cuerpo sino
nuestro ego. Por descontado, los inventos culinarios son
tanto más agresivos para nuestra fisiología cuanto más cer-
ca sentimos el fantasma de la muerte. Esto puede compro-
barse fácilmente en bodas, aniversarios y fiestas navideñas.
En esas situaciones los sentimientos de angustia ante la
progresión inexorable del tiempo son convenientemente
38
ahogados a través del consumo de drogas y productos eti-
quetados como “viandas para ocasiones especiales“.

I: Por suerte, ya no nos comemos a nuestros niños...

G: En un gran salto de conciencia, se pasó de la carne


humana a la carne animal. La cantidad de bestias que han
sido inmoladas a lo largo de la historia humana supera lo
imaginable. Miles de millones de reses han sido sacrifica-
das en ofrenda a los dioses, y su carne ingerida en auténti-
cas orgías de sangre.

Actualmente introducimos a diario en nuestros estóma-


gos montañas de cadáveres. Como ya hemos mencionado,
el dicho "la carne da fuerza" demuestra que no nos hemos
alejado demasiado de aquella antigua creencia mágica que
confunde el símbolo con lo real.

I: Pero hoy hacemos todo eso con una ausencia total de


sacralidad...

G: La ingesta de carne se celebraba inicialmente dos ve-


ces al año, dentro de una estructura mágico-religiosa. Pos-
teriormente se comió carne los domingos, y únicamente lo
hacía el cabeza de familia. Hoy, muchos consumen carne
dos veces al día. Análogamente, en un principio las armas
de fuego, los automóviles y la electricidad estuvieron en
manos de unos pocos, y su uso era reservado para ocasio-
nes muy especiales. Después todo eso pasó a manos de to-
dos, y se utilizó para fines muy diferentes, completamente
rutinarios y despojados de su condición especial o sagrada.

39
Pero esta es la forma de avanzar que tiene la conciencia,
algo que por cierto puede observarse fácilmente en el de-
sarrollo de un niño: los objetos, sonidos y conceptos de
venerable importancia pasan a constituir meros instru-
mentos del nivel de conciencia siguiente. Así, la palabra,
por ejemplo, va perdiendo su inmenso poder mágico para
convertirse en un simple componente de la frase. Enton-
ces la frase es el nuevo nivel que posee ese inmenso poder.
Hasta que las diferentes frases se convierten en los consti-
tuyentes del párrafo, y así sucesivamente.

A mí me gusta recordar de vez en cuando a los que cri-


tican el avance del mundo que no hay forma de revertir el
proceso. Dicho de otra forma, si mantuviéramos nuestra
fascinación por la palabra, nunca hubiéramos construido
frases. Si el fuego nos siguiera impactando tanto, nunca se
habría usado para construir automóviles. Por eso la pérdi-
da de respeto por lo tradicional no sólo es inevitable sino
que es condición necesaria para que surjan nuevas formas
de comprensión en todos los ámbitos de la cultura.

En el caso de la carne y del fuego, hubieron de pasar


miles de años antes de que un aterrado homínido, con ma-
no temblorosa, se atreviera a manejar una rama incendiada
por un relámpago. Quizás algunos siglos más tarde se pu-
diera mantener ese fuego “sagrado” dentro de una cueva
sin temor a ser consumidos por su poder. Podemos imagi-
nar el extraordinario sentimiento de dominio del primer
individuo que cogió una planta encendida y se la puso en
la boca, exhalando el humo que ascendía hacia los dioses.
De esas primigenias experiencias se ha pasado al mero fu-
mar, encender un mechero o conectar la lámpara de la
40
habitación.

Con la ingesta de carne ha pasado lo mismo. El hecho


de cocinar a diario un pedazo de carne sobre una sartén es
hoy algo rutinario y prosaico, lo cual hace que olvidemos
los míticos orígenes de esa acción y la enmarquemos de-
ntro del recién inaugurado paradigma científico. Ahora se
trata de alimento, la misma mentira que antes hablaba de
fuerza y vida. ¡Qué poco hemos progresado!

I: Pero la progresión de la gastronomía ha sido especta-


cular...

G: Sí, y la profusión de recetas se despliega sobre todo


a partir del siguiente nivel de conciencia, el nivel mítico.

En este nuevo estadio, la conciencia de la muerte se tor-


na más aguda pero no lo suficiente como para asumirla y
esta delicada situación genera una de las épocas más san-
grientas de la historia de la humanidad. Son inmoladas mi-
llones de reses en el marco de rituales religiosos. Y se pro-
ducen continuos enfrentamientos entre clanes, tribus o ci-
vilizaciones enteras, dejando millones de muertos en los
campos de batalla.

La dieta humana inicia el principio del fin de su inocen-


cia. La cocción está completamente implantada, y comien-
zan a mezclarse multitud de productos en un mismo plato.

Las recetas para combatir dolencias se multiplican, y la


medicina compone su primer banco de datos. La expe-
riencia acumulada por los brujos y hechiceros se va trans-
41
mitiendo oralmente a través de las generaciones, y la llega-
da de la escritura pondrá cuerpo a una ingente cantidad de
conocimientos.

En este punto conviene recordar que el acto médico es


un ritual para alejar la enfermedad, y que todo ritual impli-
ca un desconocimiento de la realidad. La paciente labor de re-
copilación de datos referentes a “medicinas” constituye
una crónica negra del método de “prueba y error”:
¿cuántas molestias, pequeñas y graves, y cuantas muertes
se han tenido que producir hasta comprobar que esa plan-
ta con hojas con forma de corazón no lo fortalecía, sino
que lo paraba? El hecho es que los médicos no han conse-
guido curar nunca un simple resfriado, este es un dato so-
brecogedor que debería alertarnos, sobre todo cuando
aseguran que “dentro de poco” curarán el cáncer.

I: Actualmente los científicos están haciendo muchas


promesas de esa clase...

G: Después del nivel mítico llegamos al actual nivel ra-


cional, un estadio cuya característica fundamental es la
creencia de que la razón, usando el método científico, po-
drá resolver todos los problemas humanos, incluidas las
enfermedades. La conciencia de la muerte es muy evidente
y está internalizada, por lo que ya no es necesaria la muer-
te del vecino ni la aniquilación de animales para exorcizar-
la.

Este es el nivel de la cultura convencional, basado en la


supremacía de lo masculino, en el poder del intelecto, en la
conquista de la naturaleza. Es el estadio que hoy día se es-
42
tá derrumbando a marchas forzadas debido a la irrupción
de los descubrimientos del siguiente nivel, el nivel Nueva
Era.

I: ¿La selección de textos que me has mostrado antes?

G: Sí. Una selección muy breve -lo reconozco- de toda


una serie de investigaciones y reflexiones que socavan du-
ramente el nivel racional convencional. La Nueva Era
comprende que el cientifismo, el materialismo, los valores
masculinos tradicionales, la razón, el intelecto y el espíritu
de conquista simplemente han disociado y olvidado al
cuerpo, a la naturaleza y a los valores espirituales. Como
remedio a esta situación la mente Nueva Era potencia lo
femenino, el cuidado del cuerpo y la naturaleza, los valores
espirituales y las redes de relaciones entre sujetos y objetos
a los que no se cataloga jerárquicamente, sino que se los
considera partes iguales dentro de un mundo plural. Alre-
dedor de un 20 por ciento de la población occidental co-
mienza a instalarse en este nivel.

La sutilización del mito de la carne prosigue, pero su


esencia permanece. En el estadio Nueva Era ya no es im-
prescindible comer carne, con tal de que obtengas una
proteína similar de las legumbres o del tofu, por ejemplo.
De repente, comer carne es perjudicial, cuando fue algo
altamente considerado desde hace millones de años (y re-
comendado por médicos durante milenios) Igualmente,
ahora fumar es algo mal visto, cuando fue símbolo de
hombría y coraje desde los albores de la humanidad.

43
¿No es asombroso constatar cómo funcionan la medici-
na y la nutrición? Aquello que se come o se receta actual-
mente es adecuado, mientras que lo que se comía o receta-
ba en el pasado es perjudicial. En el nivel racional y Nueva
Era este cambio tan radical se produce cada pocos años.
Prácticamente cada semana podemos leer acerca de medi-
camentos (antes recetados con entusiasmo) que tras ape-
nas un decenio son retirados del mercado debido a su pe-
ligrosidad. Y lo mismo ocurre con la alimentación y los
suplementos nutricionales.

Por tanto, es bastante fácil deducir que los medicamen-


tos, vacunas, suplementos y alimentos industriales actuales
están siendo hoy mismo responsables del deterioro -
cuando no directamente de la muerte- de millones de se-
res humanos, pero esta tragedia se denunciará dentro de
diez o veinte años.

44
REFLEXIONES DEMOLEDORAS
SOBRE MEDICINA, NUTRICIÓN
Y CONCIENCIA

I: Veo que vas a seguir demoliendo la Medicina y la Nu-


trición, por lo que te recordaré que voy a hacerte algunas
preguntas, y que has prometido no citar autores.

G: Estoy de acuerdo. ¿Por dónde empezamos?

I: Tú dices que la ingesta de carne, por ejemplo, es re-


troalimentada positivamente debido a la energía que se ge-
nera tras su ingesta, lo cual lleva a desear volver a capturar
un animal, y así el círculo es completado.

G: Sí, son lo que yo denomino círculos armónicos. De


falsa armonía, claro. La llamada armonía humana conduce
al deterioro.

I: Cómo puede la armonía llevar a la destrucción?

G: Una mente torturada por la angustia existencial bus-


ca con desesperación mitigar su terror y comerá proteína
animal y productos cocinados, cuya falta de sabor deman-
da el uso de la sal. El alimento salado pide un dulce. La
pesadez de haber ingerido una monstruosidad semejante
pide un estímulo y entonces se bebe un excitante, el café.
45
A esto se lo llama una comida completa. Cuando el estó-
mago empieza a limpiarse de estos venenos, los dolores
que produce se interpretan erróneamente como hambre,
así que vuelve a llenarse de alguna otra inmundicia, pero
siguiendo un orden. Una cosa lleva a la otra con gran flui-
dez. Los estimulantes que se toman en forma de cacao o
de dulces permiten tolerar mucho más tiempo de radia-
ción directa en el cuerpo a través del televisor o del orde-
nador. Las horas pasadas frente a la pantalla embotan la
mente, y evaden de la angustia. A la hora de dormir, el
cuerpo, para intentar recuperarse, cae en un sueño pesado,
demasiado profundo, Por la mañana las bocas están pasto-
sas y el estómago arde. El organismo está limpiando, pero
nadie desea respetar esa limpieza que hace emerger no só-
lo toxinas sino miedos que no se quieren contemplar bajo
ningún concepto. Por eso los desayunos están exactamen-
te diseñados para enterrar todos esos síntomas tan poco
apetecibles y así poder continuar con esa estructura artifi-
cial que se mantiene a toda costa y a la cual se llama
"vida". Haz la prueba, intenta mantener esa estructura sin
café, dulces, alcohol o carne. No podrás. Nuestra civiliza-
ción entera depende de esas cosas. Todo se vendría abajo.

Ahora bien, todo esto es un círculo armónico porque


una cosa lleva a la otra de una manera muy precisa, perfec-
ta diría yo, debido a que a corto plazo se obtienen muchas
recompensas. La proteína eleva la libido, el dulce propor-
ciona alivio a la angustia, el café estimula, uno se mantiene
activo. Uno acaba creyendo que el mundo es lo que uno
piensa que es. Lástima que en un período de tiempo todo
termina en el deterioro progresivo del cuerpo y del plane-
ta. Es difícil salir de esto, debido a esas recompensas.
46
Cuando vienen los dolores, se reinterpretan dentro del
marco de ese círculo mortal. Es tremendamente complejo
darse cuenta de esto.

I: Sin embargo las estadísticas médicas anuncian un in-


cremento de la longevidad y de la salud...

G: Puesto que las costumbres de los humanos no se co-


rresponden con su auténtica naturaleza, toda estadística
médica es falsa. El cuerpo humano tiene todos sus pará-
metros alterados. Las tablas de pesos, los valores de los
análisis de sangre, tan sólo reflejan lo que es normal, no lo
que es correcto.

Estamos tratando con caricaturas humanas. La estatura


de un niño, por ejemplo, puede aumentar espectacular-
mente con más cantidad de azúcar industrial y proteína
animal. Dada nuestra tendencia a creer que “más es me-
jor”, esta degeneración la consideramos un signo de salud.
También son falsas las estimaciones de longevidad, pues
se calculan sumando las edades de defunción. Puesto que
hace quinientos años morían muchos niños al poco de na-
cer, la media de años vividos resulta en unos 45 años. De
ahí los llamados científicos “deducen” que una persona
de 37 años en esa época era un anciano. Y dado que en la
actualidad hay poca mortalidad infantil, entonces la media
de vida sube y se dice que estamos más sanos porque vivi-
mos más años. Todo esto es descaradamente falso. Me
pregunto a veces dónde está la inteligencia de nuestros
médicos. Hemos perdido el sentido de lo sano, debido a
que no confiamos en nuestro instinto, sino en estadísticas.

47
I: Tengo mucha confianza en medicamentos y remedios
para toda clase de enfermedades...

G: Todo remedio que apliques al cuerpo a la larga lo


destruirá. Lo único que puede sanar es la sabiduría que ya
existe en el organismo. Pero existe esa tremenda tendencia
a transferir las propias fuerzas curativas a cualquier objeto
externo, ya sea un ídolo, una planta, un médico o una ins-
titución.

Voy a decirte lo mismo, pero usando el lenguaje religio-


so tradicional. Dios hizo el cuerpo humano, los animales,
la naturaleza entera. Su Obra está ejecutada con una maes-
tría tal que escapa a la comprensión humana. Es asombro-
so ver cómo un niño se desarrolla dentro de su madre, có-
mo cicatriza una herida, o cómo un hueso roto se une de
nuevo. Ahora bien, ante una espina clavada o un golpe, se
produce una hinchazón, la cual sigue siendo obviamente
una acción divina, pero he aquí que tu médico va y la eli-
mina con un antiinflamatorio. Este buen señor, sin duda
con buena intención, pone cara de circunstancias y decide
alegremente que aquí el cuerpo presenta una reacción anó-
mala, lo cual significa llamar estúpido a Dios. Pero sin du-
da el síntoma y la enfermedad constituyen una manifesta-
ción vital sagrada, y su supresión es por tanto un sacrile-
gio.

La medicina alopática, y también la medicina natural,


con sus miles de remedios sintomáticos, no hacen más
que proclamar a viva voz que Dios es poco menos que un
idiota.

48
Pero el cuerpo, es decir Dios, sabe lo que es necesario
hacer. No respetamos esto, nos pone muy nerviosos, y en-
tonces escapamos con todos esos remedios, lo cual tiene
consecuencias graves. Cuando intervenimos en el proceso
natural de sanación, la crisis curativa queda atenuada y no
se logra restablecer totalmente el equilibrio, por lo que el
cuerpo entra en una fase de resistencia pasiva, para ir so-
breviviendo. La supresión reiterada de la crisis curativa lle-
va inexorablemente a la enfermedad crónica. Y en eso nos
convertimos muy pronto, apenas llegados a los cuarenta o
a los cincuenta, en enfermos crónicos, situación irreversi-
ble que nos lleva a una muerte nada lúcida, nada conscien-
te. Es una muerte indigna de un hombre o de una mujer.

I: ¿Quieres decir, Gunther, que una enfermedad no es


algo puntual, sino el resultado de muchos años de separa-
ción de lo natural?

G: Así es. En los tiempos actuales, las enfermedades de


la civilización tardan unos veinte años en aparecer. Esta
distancia en el tiempo hace que se confundan unas causas
con otras, o que se ignoren del todo las causas reales. De-
cir que una hernia discal ha sido producida por un mal
gesto, o que unas varices son resultado de estar mucho
tiempo de pie es un completo sinsentido. Esas cosas, co-
mo el resto de las enfermedades, vienen de una degenera-
ción del tejido biológico iniciada ya en la infancia del en-
fermo y en los albores de la humanidad, debido a los hábi-
tos destructivos. Por eso la curación real y definitiva lleva-
ría muchos decenios, incluso muchas generaciones. Habla-
remos más detenidamente de este asunto en el último ca-
pítulo.
49
Las intervenciones localizadas son meros absurdos.
Queremos causas fáciles y remedios fáciles. No aceptamos
que es nuestro entero modo de vivir el que genera enfer-
medad, y por eso atribuimos nuestras dolencias a la última
gota que revienta el vaso y desdeñamos las miles de gotas
que lo han ido llenando previamente hasta los topes.

I: Pero veo muchos hombres y mujeres ya mayores que


lucen más jóvenes que en anteriores generaciones.

G: Pura apariencia, si rascas ahí te quedarán las manos


llenas de pintura. Mira, estamos ataviados con prendas
multicolor, adornados con peinados, anillos, collares y
pendientes. Perfumados con champú, gel, colonia, des-
odorante. Embadurnados con fijadores, cosméticos, pintu-
ras y cremas. Reconstruidos mediante tratamientos denta-
les, oculares, dermoestéticos y toda clase de artilugios or-
topédicos. Y, cada vez más, reconfigurados con cirugía
plástica. Y de esta guisa paseamos alegremente nuestros
cuerpos degenerados por la enfermedad. A mí me da
igual, que cada uno busque su satisfacción como quiera.
Pero ha de quedar claro que eso no tiene nada que ver con
estar saludable.

I: Yo insisto en que hay numerosos inventos y numero-


sas ideas que son una ayuda para los humanos. No puedo
creer que estés en contra de esto.

G: Yo no estoy en contra de ninguna ayuda. Pero has de


observar lo siguiente.

Cuando se introducen en el cuerpo ante la mínima señal


50
de disfunción, la insulina provoca la degeneración del pán-
creas y la cortisona convierte a las cápsulas suprarrenales
en órganos inútiles. Cuando se "ayuda" a la digestión con
pepsina, las secreciones estomacales disminuyen. Cuando
uno come proteínas completas, el cuerpo pierde su capaci-
dad innata de sintetizar sus propias proteínas. Y cuando
nos lavamos los dientes con dentríficos, la saliva va per-
diendo su antiséptico natural. Estos son los resultados de
nuestros inventos.

I: ¿Qué opina la Nueva Era de la medicina alopática o


tradicional?

G: El evidente avance de los aspectos mecánicos de la


medicina ha generado mucha confusión a la hora de cali-
brar la auténtica capacidad curativa de la ciencia médica.
Es innegable que la cirugía hace milagros, pero esto es de-
bido a que el cuerpo humano es en muchos sentidos una
estructura mecánica bien definida, y la mente científica es
perfecta para tratar al cuerpo humano como una máquina.
El problema es que esa mente reduce a una mera máquina
todas las respuestas del organismo, lo cual es falso.

Por eso la ciencia falla a la hora de interpretar la enfer-


medad. Si una enfermedad produce un síntoma mecánico -
un tumor, una deformidad, una obstrucción arterial- el
médico puede actuar de forma exquisitamente mecánica y
eliminar ese subproducto. Pero no ha eliminado en abso-
luto la enfermedad. El hecho comprobado de que ha evi-
tado la muerte del paciente le eleva a la categoría de un pe-
queño dios capaz, ni más ni menos, de alargar la vida de
un ser humano, pero la verdad es que ni el mismo médico
51
sabe qué ocurre dentro del cuerpo de su paciente. Muchos
médicos ni siquiera son concientes de que lo que hacen es
evitar la muerte, pero no curar. Los médicos se han con-
vertido en unos genios a la hora de modular la vitalidad de
los tejidos para que ésta no acabe con la vida del paciente

Es obvio que esto salva miles de vidas. Sólo hay que


echar un vistazo a los libros de medicina, es imponente el
trabajo descriptivo realizado. Yo respeto mucho todos
esos hallazgos, ten por seguro que dejaré con mucho gus-
to que disminuyan mi vitalidad con tal de no morir dema-
siado pronto. Pero entonces también les exigiría que no
me dejen morir demasiado tarde.

La enfermedad es una reacción del organismo para re-


cuperar su equilibrio, y para ello disminuye la vitalidad del
aparato músculoesqulético (nos sentimos cansados) y del
gástrico (perdemos apetito), para destinarla a los tejidos
que van a efectuar el esfuerzo de eliminar las toxinas. Pue-
den ser los pulmones, el sistema circulatorio, los riñones,
etc. El hecho es que muchas veces la situación se resuelve
satisfactoriamente debido a que la cantidad de toxinas a
eliminar es moderada.

Pero si esta cantidad de toxemia es elevada, y además


los tejidos están deteriorados (arterias frágiles, por ejem-
plo), la acción eliminatoria puede ser peligrosa y puede
producirse una obstrucción arterial, o un fallo renal, o una
bronquitis fatal. Es aquí cuando el médico inyecta un quí-
mico que mengua la fuerza de reacción del órgano afecta-
do, con lo que el paciente no muere inmediatamente.

52
Esta es una explicación muy simplificada de procesos
sin duda más complejos, pero creo que ha llegado la hora
de dejar bien claro que la medicina no cura ninguna enfer-
medad, pues la enfermedad es el proceso del cuerpo para
curarse. La enfermedad es la curación, y por eso no podrá
nunca curarse un resfriado, porque el resfriado es una cu-
ración.

Los médicos atenúan el poder de una curación que el


cuerpo ha comenzado, porque ese poder, esa vitalidad pue-
de matar. Esa es la labor de los médicos, y me pregunto
cuantos de ellos son conscientes de que eso es precisa-
mente lo que están haciendo.

Pero ésta es una práctica muy antigua. Los primeros se-


res humanos también disminuían la vitalidad, aunque de
una forma más drástica, a través de sacrificios humanos.
Actualmente le damos una paliza a nuestro sistema circu-
latorio y así no tiene fuerza suficiente para matar al cuerpo
de un infarto.

Por descontado, después de asesinar a su prójimo, el


hombre primitivo seguía cometiendo sus habituales trope-
lías, que le llevaban de nuevo al dolor y la angustia, los
cuales le pedían un nuevo asesinato. Y nosotros, después
de ingerir los medicamentos pertinentes, seguimos co-
miendo y actuando como siempre, lo cual nos conduce a
nuevos medicamentos. Es el círculo que impide la toma de
conciencia.

I: ¿Cómo salir de ese círculo?

53
G: Es tremendamente difícil, sólo una sucesión de mu-
chos desengaños podrá sacarnos de ahí.. Hemos estado
hablando de la medicina, pero en el terreno de la alimenta-
ción ocurre algo similar. Los argumentos científicos son
usados para justificar unas costumbres que son ancestra-
les. Antes la carne daba fuerza porque introducías en tu
cuerpo la fuerza o las cualidades del animal que habías
capturado. Actualmente la carne es buena “porque contie-
ne proteínas.” Los científicos dicen por un lado que los
humanos son primates frugívoros, y por el otro que han
de ingerir proteína animal, una de tantas contradicciones
internas de la cultura “racional.”

Los procesos de pasteurización y envasado en atmósfe-


ras irradiadas permiten la conservación de productos
completamente desvitalizados (y ajenos a la fisiología
humana) durante largos periodos de tiempo. Con ello se
incrementa hasta el infinito las posibilidades de crear en
laboratorios sustancias que se publicitan como alimentos,
en anuncios agresivos destinados incluso al público infan-
til, todo un negocio que mueve miles de millones de euros
cada año.

Sin duda el nivel racional marca el máximo alejamiento


posible de la primigenia alimentación frugívora. El núme-
ro de enfermedades crece espectacularmente, y debemos
estar preparados para los próximos siglos, en los que nue-
vas y extrañas enfermedades asolarán de una forma muy
cruel al género humano.

I: Me gustaría seguir hablando un poco más acerca de


esas supuestas contradicciones internas de la cultura racio-
54
nal convencional. Tú aseguras que los viejos rituales per-
sisten -sólo que más sutilizados- a pesar de las apariencias
de racionalidad y modernidad...

G: Sí. Aunque la conciencia progrese, los niveles infe-


riores persisten bajo nuevos nombres. He aquí la secuen-
cia: de la carne humana del nivel primigenio pasamos a la
carne animal propia del nivel mítico, y de ahí a la proteína
del nivel racional.

En el nivel actual aparece el concepto de proteína, el


componente fundamental de la carne. Al aislar el símbolo
y separarlo de su origen, los humanos pueden hoy ingerir
proteínas sin matar animales, por ejemplo cambiando el
animal por legumbres, de la misma forma que hace unos
cuantos miles de años se pudo comer carne sin necesidad
de matar al vecino, simplemente cambiando el vecino por
un animal.

El siguiente paso consiste en asimilar los aminoácidos


suficientes. El símbolo se sutiliza más y más, y ahora la
mente cree que puede obtener esa vida a través de los si-
llares de la proteína, sencillamente combinando vegetales
que contengan diferentes grupos de aminoácidos, de ma-
nera que al tomarlos juntos se consiga una "proteína com-
pleta". Por supuesto el organismo no entiende de creen-
cias, ni primitivas ni sutiles, y continúa siendo, como hace
miles de años, la víctima propiciatoria de una mente deses-
perada por aferrarse a símbolos de fortaleza que le hagan
olvidar – aunque sea por un instante- su trágica condición
de ser mortal.

55
I: Voy a preguntarte sobre aspectos más concretos.
¿Qué clase de impulso nos obliga a consumir tantos pro-
ductos endulzados o salados artificialmente?

G: Existe en el paladar humano un exquisito sentido


biológico de lo saludable. En el interior de un bosque de
frutales –el hábitat natural de un primate frugívoro– el
hecho de poder detectar con la máxima precisión el grado
de maduración de las frutas es cuestión de pura supervi-
vencia. El sabor dulce y el olor adecuado indican una ópti-
ma cantidad y calidad de sustancias vitales. Igualmente, el
gusto por la sal responde a la necesidad de hallar vegetales,
brotes y nueces en el momento exacto en el que presentan
las vitaminas y minerales adecuados para el perfecto desa-
rrollo de un organismo humano.

Estos delicados mecanismos innatos sólo pueden fun-


cionar en condiciones naturales, pues son fácilmente des-
virtuados en presencia de estímulos artificiales. Esto es al-
go muy conocido por los etólogos, así que ahora voy a
contarte la historia de una gaviota.

Una determinada especie de gaviota tiene implantado


en el cerebro de las crías un mecanismo de reacción ante
una mancha amarilla que la madre exhibe en su pico. Este
es un automatismo biológico destinado a la supervivencia,
pues cuando el joven polluelo detecta esa mancha, abre su
boca y su madre introducirá en su interior la comida que
ha capturado. Ahora bien, los etólogos han comprobado
que si en el borde del nido se coloca un pájaro de plástico
con una enorme y brillante mancha amarilla en su pico –
un estímulo mucho más poderoso que el natural- la pe-
56
queña gaviota picoteará constantemente el señuelo, igno-
rando a sus verdaderos padres y llegando incluso a morir
de inanición.

¿Quién dispuso el falso estímulo? La mente del científi-


co. ¿Quién ha ideado los productos edulcorantes o la sal?
Nuestras mentes, pues estas sustancias no se dan en la na-
turaleza. ¿Cuál es resultado a largo plazo de confundir la
señal natural con la ofrecida por una estructura mental? La
muerte del animal, del organismo vivo. La vida mental me-
dra siempre a expensas de la vida biológica.

I: Se nos proporciona una apabullante dosis de propa-


ganda que nos incita todavía más a tomar estos productos.
¿Todos los anuncios están equivocados?

G: Alguien debería denunciar urgentemente a las em-


presas que publicitan esos estimulantes como si fueran im-
prescindibles para alcanzar una óptima salud.

Tenemos el ejemplo del cacao, que está destinado inclu-


so al sector infantil. Están cometiendo un delito horrible
de desinformación. Está claro que los científicos pagados
por estas empresas saben perfectamente que la sustancia
que "produce energía" en el cacao no es el magnesio o el
calcio que se exhiben en letras coloreadas en las etiquetas,
sino la teobromina, una sustancia de acción similar a la ca-
feína. Es decir, una droga.

I: Pero el cacao al natural no es de gusto agradable…

57
G: El sabor amargo del cacao (indicador de que no es
comestible) se disimula con el azúcar y entones su sabor
se torna agradable. Y como ahora ya sabe bien, ¡entonces
se considera alimento!

I: ¿Qué tiene la Nueva Era en contra de la ingesta de


lácteos?

G: ¿Por qué a pesar de consumir tantos lácteos la inci-


dencia de osteoporosis y demás enfermedades relaciona-
das con el calcio siguen aumentando de una manera tan
dramática?

La leche y sus derivados son una verdadera mina para


los empresarios, que llenan sus bolsillos de nuevo con los
niños – ya sabes, el crecimiento de los huesos y todo eso
con lo que saben crear angustia en los papás y las mamás.
Mira, los estudios "científicos" sobre el calcio son ridícu-
los. Se efectúan con animales y con una duración lo sufi-
cientemente corta como para obtener un inicial incremen-
to de calcio en el organismo – lo cual ciertamente ocurre.
Pero esos mismos científicos saben perfectamente que ali-
mentar a las terneras con la leche pasteurizada de sus ma-
dres provoca su muerte en unos 6 meses. Muchos nutri-
cionistas conocen los aumentos de colesterol, de alergias y
de descalcificación a largo plazo que ocasionan los lácteos
pasteurizados. Ahora comercializan leche con Omega-3,
algo tan grotesco como vender cigarrillos con anticancerí-
geno. Venden el veneno, y luego el antídoto, con lo que el
negocio es doble. Esos tipos deberían estar encerrados en
alguna prisión. En vez de eso dan charlas informativas por
televisión.
58
I: Sí, hablan de la dieta equilibrada y todo eso...

G: Eso de la "dieta equilibrada" es la excusa perfecta


para tomar sustancias que no son alimentos. Ahí tienes a
toda la pandilla de vendedores de pastelería, caramelos,
bollería, chocolates, embutidos, café, alcohol y demás. Sa-
ben que están traficando con estimulantes perjudiciales
para la salud. Entonces su mejor aliado es el especialista
que dice que la dieta balanceada ha de contener un poco de
todo, con lo que el menú diario acaba conteniendo “sólo”
un café, “un poco” de chocolate, “un vasito” de vino, “un
poco” de carne, y un “pedacito” de pastel, y eso es consi-
derado una dieta equilibrada. Si además tomas tus tres pie-
zas de fruta y tu verdurita, ¡eso ya es hacer salud!

I: Yo me siento relativamente bien tomando esos ali-


mentos, sin abusar de ninguno de ellos. Me parece más
equilibrado o armónico que comer sólo fruta.

G: No me hables de armonía, creo que ya ha quedado


clara mi opinión al respecto...

I: Tú opinas que esa armonía es falta de conciencia, ¿no


es así?

G: Es el resultado del miedo. Y el miedo imposibilita la


toma de conciencia.

I: Esta dificultad para tomar conciencia, ¿ocurre en el


resto de las ciencias, en el resto de la cultura humana?

G: Sí, lo que hemos visto con la Nutrición y con la Me-


59
dicina es extensible al resto de la cultura convencional. La
Arquitectura, la Política, la Educación, etc, todas ellas pue-
des derrumbarlas con la contrainformación de la Nueva
Era. Puedes leer alguno de los libros que indico en la bi-
bliografía, y ellos te llevarán a nuevos estudios y ensayos
científicos que te harán entrar en estado de shock. Verás
que todos los argumentos convencionales se hallan ence-
rrados en sus propios círculos “armónicos”. Es realmente
extraordinario descubrir esto. Es una auténtica devasta-
ción para todo aquél que esté identificado exclusivamente
con el mundo convencional.

I: Sin embargo, dices que también la Nueva Era es sus-


ceptible de ser devastada. ¿Acaso sus planteamientos no
son correctos?

G: Son correctos, pero nuevamente parciales, pues si


antes lo que se rechazaba era el cuerpo, ahora se menos-
precia la mente. Además, la Nueva Era comete el error de
identificar lo divino con lo natural. De esa parcialidad y de
ese error es de lo que se ocupa el siguiente capítulo.

60
LA DEMOLICIÓN DE LA NUEVA ERA

I: Quiero seguir hablando de nutrición y medicina, esta


vez de nutrición vegetariana y de medicina natural. Superé
el desconcierto inicial ante los datos que me presentaste y
di el siguiente paso lógico: adopté una dieta originaria,
acorde con nuestras verdaderas necesidades biológicas.

Debo aclararte que di ese paso con tremendo empeño,


yo me transformé en un entusiasta creyente de los dogmas
de la Nueva Era. Y después de alimentar mi cuerpo duran-
te dos años con frutas y vegetales crudos, pude llegar a
dos conclusiones. La primera es que esos textos tienen ra-
zón. Fue una etapa de salud y claridad mental extraordina-
rias, y mis antiguas dolencias se disiparon como por arte
de magia. Vivía sumido en un estado que yo denominaba
“éxtasis fisiológico”, y puedo asegurar que no es posible
siquiera imaginar algo de ese calibre sin haberlo experi-
mentado.

Lamentablemente, también descubrí que no podía igno-


rar por más tiempo las particulares necesidades de mi ego.
De hecho, todo aquello que yo pretendía ignorar o ente-
rrar terminó por emerger de una manera aumentada y
pervertida. Caí en accesos de bulimia, culpabilidad, ira y
violencia. Tardé todavía algunos años en comprender que
mi refugio era en realidad una prisión que me impedía
abarcar a todo mi ser.

61
G: Sí, los adeptos radicales de la Nueva Era descubren
con gran dolor que no pueden simplemente negar las ne-
cesidades de su mente. La cultura humana tiene un peso
de miles de años. Tu personalidad, tus pensamientos, el
idioma que hablas, tus creencias, todo eso es cultura. Tú
eres cultura. No puedes abandonar eso sin desaparecer co-
mo persona.

I: Y entonces cometí un grave error. Me radicalicé toda-


vía más, y quise alimentarme de… nada, de aire y luz solar.
Quise alcanzar una gran pureza corporal y espiritual, y de-
jé de comer. Tardé un tiempo en comprobar que esto no
conducía a ningún lado, y que no tenía nada que ver con la
auténtica espiritualidad.

G: ¡Y todavía menos con la auténtica nutrición!

I: Entonces mi pregunta es: ¿qué tiene todo eso que ver


con mi conciencia? ¿Por qué ese afán por llegar a ...la na-
da?

G: ¿Qué mueve a un organismo? ¿De dónde obtiene su


energía? Si introduces cocaína en un tejido vivo se genera-
rá una increíble hiperactividad metabólica. Si introduces
cafeína, cacao o azúcar, verás cómo igualmente se produce
un gran incremento en su actividad y en sensaciones pla-
centeras. Pero nadie deduce de ello que esas sustancias
sean alimentos. Estos productos ocasionan una excitación
nerviosa eufórica a corto plazo.

Ahora bien, si introduces productos pasados por el fue-


go o sustancias no aptas para la fisiología digestiva huma-
62
na, como la carne, obtienes un resultado similar, pero en
baja intensidad. Ninguna célula humana fue diseñada para
asimilar algo así. Lo que ocurre es que una vez se hallan
dentro del organismo éste incrementa su energía con la fi-
nalidad de expulsar el tóxico. Puesto que estas "drogas
blandas" son tomadas bajo la forma de tres comidas dia-
rias y en el marco de eso que se denomina “correcta nutri-
ción”, entonces son llamadas alimentos. Alimentos que
producen "vigor". La mayoría de las personas no se da
cuenta de este malentendido, y aprovecha esta clase de
energía para ejercer sus actividades diarias. Resulta irónico
que incluso la usen para entrenamientos deportivos y de-
más prácticas de salud.

Todo esto es obvio, y algunos investigadores ya se han


percatado de la falacia. Pero yo voy más lejos y digo que la
principal droga humana es la conciencia. La mente consti-
tuye el más sofisticado mecanismo invasivo de un tejido
humano. Arraiga en todas las células, a escala molecular y,
al estar fundamentado en el miedo a la muerte, provoca en
el organismo un permanente estado de ansiedad y de an-
gustia. El sistema nervioso queda colapsado constante-
mente con señales de terror, dosificadas a diferentes inten-
sidades, y de las que somos inconscientes. Es como si una
droga muy perfeccionada, de difícil detección, circulara día
y noche por nuestras venas, afectando a todos y cada uno
de los sistemas corporales. La respuesta del organismo es
generar energía con la finalidad de desembarazarse de se-
mejante "cuerpo extraño". Ésa es la energía que mayor-
mente sostiene las vidas de los seres humanos. Y eso ex-
plica por qué un individuo puede pasar 50 años sin comer
absolutamente nada.
63
I: ¿Te refieres a los respirantes, Gunther?

G: Sí. El hecho es que es perfectamente posible vivir sin


ingerir alimento alguno, pero esto es así porque el organis-
mo en este nivel de conciencia puede ser estimulado por
una conciencia obsesiva. Si la conciencia actúa como una
sutil droga que estimula constantemente los tejidos, enton-
ces los pránicos se vuelven expertos en dosificar y dirigir
esta droga, mientras disminuyen paulatinamente la comida
ingerida. Por supuesto, no nutren al organismo, sino que
tan sólo lo estimulan, pero un cuerpo correctamente esti-
mulado puede sobrevivir muchos años.

Pero el precio de cualquier estimulación es la toxemia.


Por eso los pránicos de este nivel no mueren a los 120
años (como proclaman que harán) sino a unos discretos
50 ó 60 años, con suerte un poco más. Y además mueren
de las mismas dolencias que los simples mortales que co-
men de todo. La mayoría de pránicos instalados en el nivel
Nueva Era son personas aquejadas de anorexia que revis-
ten su enfermedad con ínfulas divinas, y sus torturadas
mentes están obsesionadas con la pureza y el castigo, lo
cual les genera una terrible angustia que lacera sus tejidos
cada minuto de sus vidas. Este es el verdadero motor que
les mantiene vivos. Además, cuando sienten que este mo-
tor no alcanza para subsistir, toman un plato de sopa, y al
cabo de una o dos semanas pueden beber un té o un café.
Es decir, más estimulantes que evitan su muerte inmedia-
ta, y que consiguen alargar una terrible experiencia de cul-
pabilidad enterrada bajo delirantes ideas cósmicas.

Ellos desean alcanzar el vacío como genuina experiencia


64
de Dios, pero en vez de hacer el arduo esfuerzo mental ne-
cesario -en forma de meditación, por ejemplo- lo sustitu-
yen por la purificación corporal, sin duda mucho más sen-
cilla. Por eso tienden a ...la nada, la mera ingesta de
“prana”, luz solar, etc, todos ellos sucedáneos de la autén-
tica nada, del auténtico vacío del que mana la Totalidad.

I: Me resulta difícil comprender todo esto.

G: El alcance de lo que aquí se está planteando supera


la noción de medicina psicosomática en varios niveles. Por
ejemplo, todo eso explica por qué una persona no fuma-
dora y con "hábitos de vida saludables" puede desarrollar
un cáncer de pulmón, mientras que un fumador puede lle-
gar a viejo libre de esa enfermedad.

La suma de la cualidad genética de los tejidos y las pe-


queñas diferencias en el arraigo de ese sofisticado hiperesti-
mulante llamado mente es lo que origina los diferentes gra-
dos y formas de dolencia en el organismo. Ante semejante
estímulo, el aire puro y las sanas costumbres son casi nada.
Es como irse a vivir a la montaña mientras uno lleva in-
yectada una sutil pero constante dosis de sustancia letal.
Hemos de comprender que la mente es esa sustancia, que
no nos abandona jamás, ni siquiera soñando. Si no fuera
por los breves espacios de sueño profundo y por el perio-
do de la infancia, esa constante invasión destructiva termi-
naría con nuestras vidas en pocos años.

I: Me da miedo comenzar a entender que, si lo que di-


ces es cierto, entonces no podemos escapar de la enferme-
dad...
65
G: Mira, los vegetarianos, los crudívoros y los omnívo-
ros mueren todos alrededor de los 80 años. En esos gru-
pos hay personas que manifiestan enfermedades y otras
que no las manifiestan. Es posible que se den pequeñas di-
ferencias en incidencias de patologías graves o de calidad
de vida, pero ¿por qué no vemos frugívoros o respirantes
con 150 años, o siquiera con 120? ¿Por qué un tipo que se
alimenta exclusivamente de productos enlatados, café y
azúcar no muere a los 30 años?

Considera también lo siguiente: ¿por qué en todas las


escuelas de sanación se dan algunos casos de recuperacio-
nes espectaculares? Los crudívoros tienen sus ejemplos de
autocuración gracias a "la fuerza de la naturaleza". Los
respirantes sanan debido al “prana". Los homeópatas al-
bergan en sus archivos curaciones debidas, por supuesto, a
sus "componentes dinamizados". Y los alópatas tienen do-
cumentados miles de casos de curaciones de cánceres de-
bido a "la intervención científica". Igualmente, considera
los centenares o miles de casos que simplemente no se cu-
ran, presentes también en todas esas escuelas.

De esas reflexiones sólo cabe extraer una conclusión, y


es que las propiedades curativas de todas esas disciplinas
ofrecen una influencia mínima ante el formidable poder
invasivo y destructor de nuestro ego. Así que, amigo, úni-
camente un cambio en la estructura de la conciencia del
enfermo puede conllevar una mejora sustancial y duradera
de la salud. Lo demás son pasatiempos para niños.

I: Veo que no es posible entonces la purificación corpo-


ral…
66
G: Es extremadamente difícil liberarse de lo que yo lla-
mo tu nivel personal de toxemia. Estás anclado en él desde tu
más temprana infancia.

I: ¿Qué es el nivel personal de toxemia, Gunther?

G: Es el umbral que nadie traspasa. Si tú pones a dieta a


una persona, ocurren dos cosas. Si la dieta es de corta du-
ración, la seguirá estrictamente, pero después se atiborrará
de los alimentos prohibidos hasta alcanzar el nivel exacto
de toxemia que tenía al principio. Si la dieta es de muy lar-
ga duración, el paciente, de una manera inconsciente, se
las ingeniará para compensar la progresiva purificación
con la incorporación de nuevos hábitos. Por ejemplo va-
riará su ejercicio físico, introducirá alimentos sustitutivos
que son "igual de saludables", o aumentará espectacular-
mente el uso de los sucedáneos permitidos. Si no puede,
se creará un tremendo estrés psicológico, lo cual tiene el
mismo efecto. Con ello alcanzará - de una manera muy
precisa- su viejo nivel de toxemia y se preguntará porqué
su salud no mejora. Verdaderos expertos en esa clase de
manipulación inconsciente son los respirantes.

I: ¿No sirve entonces la fuerza de voluntad?

G: La misma expresión incluye un conflicto. ¿Durante


cuánto tiempo puedes mantener algo a la fuerza? Desde el
útero has sido alimentado con todo lo que es este mundo.
Tú eres este mundo. Que una pequeña parte de ti -el inte-
lecto- se dé cuenta de ello es irrelevante. Y si por casuali-
dad consigues mantenerte exteriormente puro con el su-
dor de tu frente, entonces tendrás que enfrentarte a un
67
nuevo enemigo.

I: ¿Cuál es ese nuevo obstáculo?

G: La mente parece invadir el cuerpo progresivamente


en el tiempo.

El ejemplo más claro de este progresivo dominio de la


mente sobre el cuerpo ocurre en la sexualidad. A medida
que cumplen años, los hombres y las mujeres aprenden a
provocar su propia excitación exclusivamente con imáge-
nes mentales, de una forma cada vez más refinada y pode-
rosa.

Cuando esa misma maestría se da sobre el sistema mus-


cular puede surgir un gimnasta. Imaginemos que la mente
penetra profundamente en el sistema vocal: tendremos un
cantante. Si interviene en el dominio del sistema digestivo,
puede nacer un respirante.

I: ¿Cómo es eso posible?

G: Esto se aparta un poco del tema, pero es sin duda


apasionante. Es un hecho que la conciencia se perfecciona
con el paso del tiempo, y afecta a niveles o sistemas cor-
porales cada vez más sutiles. Si en nuestros orígenes una
rudimentaria conciencia afectaba al sistema músculoes-
quelético (y además de una forma burda), y algunos mile-
nios más tarde manipulaba órganos, hoy día sus efectos
son a nivel molecular. Dentro de algunos cientos de años
la conciencia intervendrá a nivel atómico o aún a niveles
inferiores.
68
Todo esto, que ocurre a lo largo del tiempo histórico,
también se da en el lapso de una vida humana -
recordemos la ley biológica: la ontogenia recapitula la filo-
genia. Un niño muy pequeño sólo es afectado por su pri-
mitiva conciencia en un grado ínfimo y burdo. Más tarde,
su conciencia se desarrolla y se adentra más y más en su
organismo, y afecta a sistemas más profundos. No debe
extrañarnos que algunos seres humanos consigan, median-
te el refinamiento de sus conciencias en un área determi-
nada, logros que a primera vista parecen excepcionales o
aún milagrosos, tales como el aumento de su temperatura
corporal (el llamado tummo). Estos “poderes”, denomina-
dos siddhis en la jerga espiritual no hacen mejores personas
a sus portadores, tan sólo demuestran el grado y la manera
en que la conciencia humana se adentra en nuestros orga-
nismos físicos. .

Además, todo esto explica por qué cada vez el ser


humano está más enfermo. En términos generales se pue-
de afirmar que los seres vivos sin conciencia o bien están
sanos o bien están muertos. Apenas sufren enfermedades.
En cambio los antropólogos han podido comprobar que
los humanos primitivos, dotados de una rudimentaria con-
ciencia, desarrollaban ya algunas dolencias, en número to-
davía muy escaso.

A medida que progresamos en la historia, la cantidad de


enfermedades crece coincidiendo con la adquisición de
nuevos niveles de conciencia, hasta llegar a la tremenda si-
tuación actual. Así pues, entre los dos extremos de la vida
de un individuo, que son el nacimiento y la muerte, se in-
terponen cada vez más capacidades mentales, pero tam-
69
bién más conflictos, físicos y emocionales. Debemos pre-
pararnos para lo que ocurrirá cuando la humanidad alcan-
ce un nuevo estadio, pues la proliferación de dolencias
nuevas, mucho más sutiles, será extraordinaria, e irá acom-
pañada del desarrollo de nuevas e impensables formas de
operación mental. Bien voy a parar, creo que nos estamos
alejando del tema.

Lo que intento decir -y en el nivel en que nos maneja-


mos habitualmente- es que a medida que transcurre el
tiempo la mente adquiere más poder, el ego se solidifica
más y más. Así que te alimentarás de frutas y vivirás en la
montaña, pero tus pensamientos, tus conflictos emociona-
les no resueltos, tus obsesiones, te perseguirán allá donde
fueres. Esa es la tragedia de todo ser humano: nadie puede
escapar de sí mismo.

I: Me dejas sin salida alguna…

G: ¿Quién te dijo que había alguna salida? Oh sí, claro,


están los naturópatas, los veganos, los ayunadores profe-
sionales, los nudistas, los frugívoros, los meditadores…
Todos te han prometido una salida a tu infelicidad y a tu
enfermedad. Ten por seguro que todos ellos mienten. No
en la verdad parcial que predican. En eso tienen razón: la
fruta es el mejor alimento, meditar te hace más sutil, etc,
etc. Pero han olvidado, han excluido a la mente, con su tre-
menda respuesta cultural. Todo eso tiene un peso y una
fuerza tremendas. La mente tiene más poder que el cuer-
po, no en vano millones de seres humanos han dado sus
vidas por sus ideas.

70
Pero la característica esencial humana no es la muscula-
tura, ni el sistema digestivo, ni el dinero, ni siquiera la sa-
lud, sino la conciencia. Por tanto, tener más músculo, o
más dinero, o una mejor salud no nos hace más humanos. Lo
único que puede hacernos más humanos es el incremento
de la profundidad de la conciencia. Si la salud fuera sínto-
ma de humanidad, cualquier mono del bosque, rebosante
de vitalidad, superaría al mejor de nuestros sabios.

I: ¿Entonces opinas que tampoco las medicinas alterna-


tivas ofrecen una salida a todo esto?

G: Básicamente, siguen el mismo patrón que la conven-


cional, pues su función es la de eliminar síntomas. Su nivel
de acción puede ser más sutil, si quieres, como es el caso
de la homeopatía.

I: Sí, los homeópatas dicen que curan con la informa-


ción procedente de una sustancia que ocasiona síntomas
similares.

G: Sus preparados contienen esa información, que han


extraído diluyendo progresivamente y dinamizando la sus-
tancia en cuestión. Pero la explicación de este misterio ra-
dica en la naturaleza de los impulsos nerviosos que inci-
den en los tejidos y provocan en ellos la aparición de los
síntomas pertinentes. Podemos comparar ese impulso ner-
vioso con una onda electromagnética. Si tú consigues ori-
ginar una onda de similares características por otros me-
dios, ambas ondas se anularán. El impulso que provocaba
los síntomas en el tejido diana ha sido efectivamente elimi-
nado, pero ¿se ha eliminado la causa? Obviamente no. Hay
71
ejemplos simples para ver esto. Si estás resfriado y colocas
una cebolla partida por la mitad a una cierta distancia de
tu nariz, tu mucosidad disminuirá. ¿Has eliminado el res-
friado? No, simplemente la cebolla contiene sustancias
que provocan un tipo de impulso nervioso muy similar al
impulso que se envía desde el cerebro para expeler muco-
sidad. Si ambos impulsos se anulan en virtud de su simili-
tud, pues bien, que así sea, pero no has hecho más que eli-
minar el síntoma de la mucosidad, lo mismo que hace la
medicina alopática con un medicamento convencional.

I: Acabas de destruir una ciencia en la que ahora millo-


nes de ciudadanos comienzan a confiar...

G: Debo añadir que actualmente algunos homeópatas


llegan al extremo de recetar remedios preventivos con la
finalidad de no padecer ninguna enfermedad. Proporcionan
a los niños un preparado durante cinco años, asegurando
que después de este tiempo estarán inmunizados contra
cualquier dolencia.

Esto implica un desconocimiento absoluto de la impor-


tantísima misión de la enfermedad como eliminadora de
toxemia. Y además alientan un comportamiento descuida-
do por parte de los padres, quienes se sienten como si su
hijo fuese un vehículo asegurado a todo riesgo. De esta
manera no tienen que preocuparse excesivamente de apor-
tar lo más saludable a sus hijos, pues éstos simplemente
serán incapaces de ponerse enfermos. Pero no se puede
jugar con la Naturaleza. Si tú impides que la sabiduría del
cuerpo se exprese en forma de ocasionales crisis agudas,
estás creando las condiciones para que en el futuro apa-
72
rezca una patología mucho más grave.

I: Muchas personas aceptan sin más lo que los médicos


les recomiendan, no importa que sean tratamientos alopá-
ticos o alternativos. Pero pocos entienden qué están intro-
duciendo realmente en sus propios cuerpos, o en los cuer-
pos de sus hijos.

G: Todo esto tardará algo de tiempo en ser comprendi-


do. Por cierto, lo mismo sucede con las mal llamadas plan-
tas medicinales: no curan, sólo alivian síntomas -lo mismo
que hacen los medicamentos alopáticos, quizá de una for-
ma más suave.

I: Si lográramos reducir el impacto de ciertos traumas


quizás padeceríamos menos enfermedades...

G: Sí, están los adeptos a Hammer y compañía. El plan-


teamiento de Hammer es correcto, pero quizás olvida que
el shock que ocasiona un cáncer, por ejemplo, es la gota
que termina por rebosar un vaso que previamente había
sido llenado hasta los topes. Quiero decir que la fase que
Hammer denomina de "stress" en realidad dura toda la vi-
da, y está ocasionada por la mente. Si a ese estado añadi-
mos un fuerte impacto emocional, algo se romperá por
dentro. En un organismo totalmente sano, con un sistema
nervioso incontaminado de ideas y toxinas, los azares de la
vida originarían exclusivamente alteraciones pasajeras.

Así que nuestra época actual, con millones de cuerpos a


punto de reventar, ofrece curiosamente una oportunidad
única para observar qué tipo de enfermedades producen
73
las diferentes causas emocionales, y ése es el gran mérito
de personas como Hammer o Dahlke. De todas maneras
considero imprescindible tratar con mucha cautela sus
conclusiones. Asegurar que una faringitis es debida exclu-
sivamente a una dificultad en “tragar” alguna clase de im-
pacto emocional me suena a ese tipo de asociaciones má-
gicas que los humanos hacíamos hace ya muchos milenios,
y que han sido rescatadas actualmente por ciertos gurús de
la Nueva Era.

I: También abundan escuelas de sanación de corte más


espiritual.

G: En su mayoría pecan de un exceso de ingenuidad.


Ellos aseguran que practicando una serie de meditaciones
– que a la postre no son más que visualizaciones placente-
ras y superficiales- imaginando los colores de tus chakras,
o metiéndote dentro de una pirámide, conseguirás superar
tu artrosis o tu problema cardiaco. Se puede causar mucho
daño con estas burdas aproximaciones a la espiritualidad
tan frecuentes en el actual supermercado de la Nueva Era.

Acabo de recordar una de mis aficiones favoritas cuan-


do comenzó a tambalearse mi fe en la cultura humana: me
gustaba poner nerviosos a los terapeutas preguntándoles
qué enfermedades padecían.

I: ¿Te contaban la verdad, Gunther?

G: En su mayoría no, por supuesto, pero entonces inda-


gué en sus historiales y pregunté a sus amigos y familiares.
Finalmente comprobé que los homeópatas, naturópatas,
74
alópatas, terapeutas y toda la panda de sanadores y pseu-
dosanadores simplemente mueren de las mismas enferme-
dades que sus pacientes y a la misma edad promedio. Yo
entonces me dije: si no pueden sanar sus propias enferme-
dades, ¿qué demonios están vendiendo? ¿Cómo se puede
pedir consejo a alguien que es incapaz de curarse a sí mis-
mo? Somos nosotros los pacientes quienes, desesperados,
atribuimos cualidades mágicas al señor vestido con bata
blanca. Mientras receta remedios inútiles, el tipo se está
muriendo de la misma dolencia que el enfermo que tiene
delante...

I: No podemos hablar entonces de una Nueva Medici-


na, tú incluyes a todas en el mismo saco...

G: Lo que ocurre es que cada autor descubre uno o dos


pequeños misterios y luego él y sobre todo sus seguidores
reducen todo a esa minucia. Alguien debería reunir el des-
cubrimiento esencial de cada autor y desechar el enorme
cúmulo de tonterías que pululan a su alrededor. De ahí
quizás podría surgir una nueva Medicina Integral, que
atendiese a los diferentes niveles del ser humano –físico,
emocional, mental y espiritual.

Aún así, soy bastante escéptico respecto a eso. El ser


humano es un animal que ha tenido la suerte y la desgracia
de haber sido escogida por la Conciencia para ejecutar un
trabajo completamente nuevo, una obra verdaderamente
extraordinaria, y ésta es permitir que la Conciencia se co-
nozca a sí misma. Para ello ha colonizado nuestros tejidos
y ha impulsado a nuestra especie a lo largo de miles de
años, dotándola primeramente de toscas emociones, más
75
tarde de una inteligencia cada vez más racional, y actual-
mente de una conciencia global bastante desarrollada. En
el camino se han quedado un sinnúmero de culturas, con
sus costumbres, sus ideas, sus inventos, sus remedios.
Grandes mentiras que –bueno es recordarlo– nunca pro-
porcionaron aquello que prometían: felicidad, salud, tras-
cendencia.

Este inmenso y arduo trabajo continua desarrollándose


a gran velocidad en nuestros cerebros. La conciencia gene-
ra miedo a la muerte, el miedo a la muerte genera cultura
como efímero paliativo. Una vez fracasa en su misión de
ofrecer refugio duradero, la cultura se extingue para dejar
paso a otra cultura, que siempre consiste en una sutiliza-
ción de la anterior.

I: Mucha gente se está cansando de la cultura racional


¿Por qué no abandonar el automóvil y retornar a una vida
más tranquila?

G: Que cada uno haga lo que crea conveniente, pero es-


tá claro que ir desnudo no te hace mejor que ir vestido, ni
repartir abrazos significa que hayas alcanzado un amor
universal, ni comer frutas te hace más puro que consumir
drogas. No te estoy diciendo que consumas drogas, sim-
plemente digo que no hay absolutamente nada que te lleve
a un estado de felicidad permanente.

I: Quizás olvidas que algunos de nosotros ya somos


conscientes de todo eso...

76
G: Sí, pero no estoy del todo seguro de que en el nivel
Nueva Era pueda darse una comprensión real sobre lo que
significa la trascendencia. Por lo general, en este estadio se
persigue obsesivamente la purificación corporal como su-
cedáneo de la purificación mental, se piensa que Dios se
encuentra en la Naturaleza, y en las sensaciones placente-
ras del organismo.

La realidad es sin embargo que las dietas y los ayunos lo


que purifican es el cuerpo, no la mente. Y la Naturaleza no
es el lugar donde mora Dios, sino que Dios es el sustrato
sobre el que se manifiesta la Naturaleza -y también la
mente en todos sus niveles de desarrollo. Esa es la confu-
sión básica de la Nueva Era.

I: ¿Acaso Dios no mora en cada árbol, en cada flor?

G: Es justamente al revés. Es la flor la que vive en Dios.


En realidad, la Nueva Era ha sucumbido a la tentación de
regresar a niveles inferiores, meramente corporales, confun-
diéndolos con la divinidad. El esfuerzo de merecer una
conciencia elevada es tan arduo y genera tal cantidad de
daño colateral que es comprensible desear detener este
mecanismo de evolución de la conciencia, y correr a refu-
giarse en la matriz originaria, en el útero de la Madre Tie-
rra.

Es así como han aparecido pensadores posmodernos


que afirman que es necesario rodar pendiente abajo, no
sólo hacia lo animal, sino hacia la materia, llegando incluso
a las partículas elementales. ¡Ahí -aseguran- reside la mora-
da de Dios!
77
Pero lo cierto es que la conciencia evoluciona generan-
do estructuras cada vez más profundas y que trascienden a
las anteriores. La materia es trascendida por la vida, la vida
es trascendida por la mente, y la mente es trascendida por
la Conciencia. Dios constituye el sustrato y la culminación
de esa cadena evolutiva, y el ser humano ha nacido para
actualizar esa culminación.

De todo eso hablaremos en los siguientes capítulos. Pe-


ro antes nos ocuparemos brevemente del lapso existencia-
lista, un estadio de conciencia particularmente lúcido, pero
que termina con la noción clásica de persona, entendida co-
mo una entidad que busca el sentido de su existencia en el
mundo exterior. Y si no hay una persona, un ego clara-
mente definido, ¿a quién van dirigidas la cultura gastronó-
mica y las recetas médicas?

78
EXISTENCIALISMO:
EL FINAL DE LA BÚSQUEDA EXTERIOR

I: Me he dado cuenta durante estos últimos meses que


hay dos clases de personas. Por un lado tenemos a los que
se aferran a una actividad, un hobby, una profesión, unas
creencias, para obtener las gratificaciones propias de esas
cosas. Al menos en apariencia, no piden más que eso. Son
personas estables. Toda la vida en el mismo equipo de fút-
bol, o acudiendo a misa los domingos, o leyendo novelas
hasta el día de su muerte. Y luego están los que piden a
esas actividades y esas creencias un grado de felicidad tan
grande que lógicamente se desencantan y abandonan su
rutina diaria para embarcarse en una dolorosa búsqueda.
Yo estoy entre estos últimos. Yo no pido al frugivorismo
una mera desintoxicación, le exijo paz permanente. Puesto
que una dieta no me proporciona esa clase de paz, el tema
se agota y me abandona, y me deja de nuevo inmerso en el
vacío existencial.

G: Le pides al mundo algo que no puede darte...

I: Sí, pero no sé cómo salir de esto.

G: Tu insatisfacción te ha llevado a transitar numerosas


vías, todas externas, y las has agotado completamente.
Ahora te encuentras en un callejón sin salida. Has degusta-
do los goces y las miserias de los niveles primigenio, mági-
79
co, mítico, racional y Nueva Era. Y aquí termina tu viaje
exterior: El mundo ya no puede ofrecerte nada más. Así
que sólo estás tú y tu vacío existencial.

I: No sé exactamente qué quieres decir. Yo sólo intento


comunicarte que no puedo dejar atrás aquello que me ha
conformado como persona desde mi nacimiento. Sin em-
bargo, comprendo en profundidad el daño que ocasiono a
mi organismo si continuo alimentándome al viejo estilo.
Esta lucha me está consumiendo. He tenido la oportuni-
dad de conocer a algunos adeptos a los dogmas más radi-
cales de la Nueva Era. Simplemente se engañan a sí mis-
mos y a sus seguidores, haciendo ver lo que no son.

G: Sí, la tentación de escapar de esa angustia es muy


grande, y es efectivamente llevada a cabo de la forma más
tragicómica. Gurús vegetarianos que por las noches co-
rren a la nevera a comer carne, ayunadores que consumen
dulces a escondidas y predicadores de la dieta de frutas
que viajan kilómetros para entrar en un bar ajeno a mira-
das conocidas para hartarse de bocadillos y pasteles.

I: No pueden aceptar no ser unos “buenos chicos”...

G: Y por eso mismo quedarán estancados en ese loda-


zal durante mucho tiempo, durante toda su vida incluso.
Lo peor es que culpabilizan a sus seguidores de acciones
que ellos cometen a escondidas, creando el mito de que es
posible conseguir la pureza absoluta. Este mito es su refu-
gio, y ese refugio se convierte en su prisión. Una cárcel
que les impide progresar hacia comprensiones más pro-
fundas.
80
I: ¿Es de esa angustia existencial de la que hablas de lo
que huyen los practicantes de la virtud?

G: Eso es lo que afirmo. Tú te permites sentir en toda


su crudeza la terrible contradicción entre las demandas de
tu cuerpo y las necesidades de tu mente, y por eso estás
entrando en el estadio existencialista, un final particular-
mente brutal para el ego tan arduamente alcanzado duran-
te miles de años.

Este nivel comprende por primera vez en la historia, de


una forma profunda y cabal, que la mente se nutre de cul-
tura, de artificio, de razonamientos, de intercambio de au-
toestima con otros individuos, de gastronomía. Y sabe que
el organismo que esa mente habita sólo tolera fruta en es-
tado crudo, y un ambiente natural libre de contaminantes.

El existencialista ya no cree en el poder de la voluntad


del nivel racional (doblegaré al cuerpo hasta convertirlo en
un siervo dócil de mis deseos culturales) pues sabe que en-
tonces el organismo enferma, ni en el poder de la volun-
tad del nivel Nueva Era (comeré sólo fruta y viviré en el
campo), pues sabe que entonces la mente pide a gritos
pasteles y televisión.

Capaz de ver desde fuera sus procesos corporales y sus


procesos mentales, y por tanto de entenderlos de una for-
ma mucho más objetiva que cuando su conciencia estaba
poseída por uno sólo de esos aspectos, el existencialista se
hunde en la angustia de no saber qué hacer. Puesto que la
cultura no le ha proporcionado la paz que buscaba, y
puesto que no puede volver a convertirse de nuevo en un
81
animal sin ser destruido como persona, llega a la conclu-
sión de que tanto el cuerpo como la mente son una pri-
sión, y reniega de ambos.

Esta lacerante angustia, muy superior en profundidad a


cualquier depresión corriente, convierte al existencialista
en un cínico, para el que la cultura es una cruel mentira
impuesta en un pobre e inocente primate incapaz de re-
gresar al Edén.

I: Está muy bien todo eso que dices, pero ¿qué sentido
tiene sufrir tanto? Realmente creo que la vida de los seres
humanos es un completo absurdo. Todos medrando en
este maldito mundo, unos creyendo que son sólo cerebros
racionales, sin entender nada del cuerpo que transporta
ese cerebro. Otros parecen venerar únicamente a sus orga-
nismos, a los que nutren y cuidan con devoción, haciendo
ver que no tienen una cabeza que pide a gritos algo más
que manzanas y paseos en el campo. Y luego estoy yo, que
veo todo eso, y me río de todos ellos, porque sé que lo que
hacen es escapar del sufrimiento guareciéndose en sus res-
pectivos refugios. Ahí dentro ellos “saben”, tienen amigos,
consiguen trabajos. Y también lloro lágrimas muy amar-
gas, porque yo añoro esos refugios, echo de menos esa
clase de ignorancia que le hace a uno feliz con su juguete.
Pero alguna clase de horrible comprensión me impide vol-
ver a cobijarme bajo techo alguno. Estoy destinado a va-
gar por siempre por el desierto del no saber, sin conoci-
mientos, sin amigos, sin trabajo. Sólo yo y la nada más ab-
surda. Temo volverme loco, Gunther.

82
G: La angustia existencial constituye una experiencia te-
rrible. Lo que ha descubierto el existencialista es cierto. Su
visión es más lúcida, y abarca mucho más que los univer-
sos racional y Nueva Era por separado. Pero esa visión es
nuevamente parcial. De la misma forma que a un raciona-
lista puro le es imposible entender que existe algo más que
el mero intelecto, y de la misma forma que un Nueva Era
puro no puede comprender que exista algo más elevado
que la salud corporal, un existencialista puro y duro cree
sinceramente que su búsqueda ha concluido, que no hay
nada más allá de su desesperación.

Pero lo cierto es que existen niveles de conciencia toda-


vía más lúcidos, y para acceder a ellos el existencialista de-
be tratar de no escapar de su sufrimiento. Es decir, debe
tratar de no suicidarse.

I: Sí, ¿quieres saber por qué no termino con esto por la


vía rápida? Porque en algún abismo de mi alma persiste un
instinto de conservación. Es algo así como: “Bien, si he de
morir, que sea de absoluto hastío, pero no escaparé de ese
sufrimiento de forma violenta”.

G: No escapar de nada que ocurra. Ése es el secreto


que permite acceder a estadios de conciencia progresiva-
mente más elevados. Por cierto, no escapar constituye el
fundamento de la auténtica meditación. Aceptar todo
aquello que venga, contemplarlo cabalmente y luego dejar-
lo marchar.

I: ¿Cómo puedo terminar con esto?

83
G: Si tu cinismo te lo permite, quizás sea este un buen
momento para comenzar alguna forma de meditación. Si
lo consideras una estupidez, lo único que puedo decirte es
que permanezcas en tu angustia. Contémplala desde fuera.
¿Quién es el que se da cuenta de esa angustia? Eso que se
da cuenta ¿se encuentra angustiado? No, eso que simple-
mente contempla no está en ningún estado, ni de alegría ni
de tristeza, sólo contempla desde una extraordinaria paz.
Aunque te parezca imposible, tú eres esa paz.

Ahora estás identificado con la angustia existencial, de


la misma forma que hace unos años lo estabas con el cui-
dado del cuerpo, y un poco antes sentías que eras una
mente racional. ¿No podría ser que tú no fueras una men-
te racional, o un cuerpo biológico, o una sensación de an-
gustia, sino precisamente eso que ha observado todas esas
identificaciones? ¿Qué es lo que ha permanecido inaltera-
do todo ese tiempo? Sólo tu capacidad de darte cuenta,
sólo tu conciencia. Tú eres la conciencia de lo que te ocurre,
no lo que te ocurre.

Tarde o temprano, tu desesperación existencial irá de-


jando paso a la certeza de que por encima de tu nivel exis-
ten nuevos universos increíblemente más avanzados y suti-
les. Sólo entonces podrás entender que existe un Impulso
Trascendente de la Conciencia, un impulso que nos empu-
ja desde el homínido hasta Dios, desde el recién nacido
hasta el iluminado. Vamos a examinar el primero de estos
universos, el estadio psíquico, la puerta que nos conduce
hacia la verdadera trascendencia.

84
EL IMPULSO TRASCENDENTE
DE LA CONCIENCIA

G: El nivel psíquico constituye el primero de los nive-


les de la Conciencia de Segundo Grado. La comprensión
fundamental en este estadio es que la conciencia humana
evoluciona hacia un punto muy preciso, a través de un me-
canismo de sutilización progresiva de las culturas asocia-
das a cada nivel. En seguida estudiaremos este importante
mecanismo.

En el nivel psíquico los problemas de la alimentación,


de la enfermedad y de la cultura en general desaparecen.
La mente psíquica abraza compasivamente a su torturado
ego y a su enfermo cuerpo, y mientras los atiende de la
forma más equilibrada posible, dirige su mirada hacia co-
tas más altas. Ha entendido completamente las necesida-
des de sus dos hijos y sabe que no podrá alimentar a uno
sin dañar al otro. Sabe que en ese nivel la lucha continuará
por siempre. En vez de centrar su energía en la terrible an-
gustia que se desprende de esa lucha -al estilo existencialis-
ta- lo que hace es levantar el vuelo hacia niveles todavía
más profundos y abarcadores.

I: Repasemos los nueve diferentes niveles de conciencia:


los niveles primigenio, mágico, mítico, racional, Nueva Era
y existencialista conforman la Conciencia de Primer Gra-
do.

85
G: Exacto, y en cada uno de esos niveles se presenta la
promesa -que nunca se cumple- de que se podrá alcanzar
la felicidad usando los símbolos y rituales de sus culturas
asociadas.

I: Después de ellos aparecen los niveles psíquico, sutil y


causal, que constituyen la Conciencia de Segundo Grado.
Dentro de cada uno de ellos se sabe que solamente evolu-
cionando hacia niveles de conciencia progresivamente más
lúcidos y profundos, podremos alcanzar la verdadera feli-
cidad, que es un estado no dual.

G: Sí. La perspectiva cambia completamente. El trabajo


de la Conciencia de Primer Grado consiste en enfrentarse
al mundo exterior, comprenderlo y finalmente comprobar
que no proporciona felicidad. Y el trabajo de la Concien-
cia de Segundo Grado implica aceptar tu interior, contem-
plarlo lúcidamente y finalmente comprobar que ninguna
de las experiencias internas, por más espirituales que pa-
rezcan, tampoco proporcionan la paz buscada. Paradójica-
mente, esta comprensión es lo que conduce directamente
a Dios.

I: ¿Qué ocurre con la Nutrición y la Medicina a partir


de la Conciencia de Segundo Grado?

G: Vamos a efectuar una extraña incursión en el futuro.


No puedo revelarte la procedencia de los párrafos que
conforman este libro, porque yo mismo desconozco cómo
acuden a mi cerebro. Sólo sé que proceden del futuro.

86
I: ¿Del futuro? ¿Cómo es eso posible?

G: Recibo ideas y conceptos que me sobrepasan, y que


no se corresponden con mi escasa formación académica.
Vienen a veces en forma de párrafos completamente ter-
minados. No creo que puedan explicarse únicamente co-
mo el efecto de una causa anterior, es decir, una causa si-
tuada en el pasado. Estoy convencido de que también
existe una Causa Final que nos atrae poderosamente, un
Gran Atractor que nos empuja hacia un punto muy preci-
so. Alguna clase de Misterio situado en el futuro envía
mensajes a miles de cerebros en los que reina una cierta
clase de silencio, en los que el ruido de la cultura ha men-
guado lo suficiente. Prácticamente todos los descubri-
mientos científicos y artísticos se han generado de esa for-
ma.

I: ¿Sugieres que el avance de la humanidad se debe no


sólo a una Causa Primera situada en el pasado, sino tam-
bién a una Causa Final que envía desde el futuro las ideas
que luego derivan en los inventos humanos?

G: Así es. Imagino que resultará difícil de creer por los


racionalistas, pero incluso el método cartesiano le fue re-
velado a Descartes a través de algo por completo diferente
a los impecables razonamientos que agradan tanto a sus
seguidores. Einstein recibía sensaciones cenestésicas que le
guiaban hacia sus extraordinarios hallazgos. Newton era
una persona extremadamente religiosa que se encerraba
días enteros en su estudio, arrebatado por descubrimien-
tos físicos y matemáticos que no procedían únicamente de
métodos deductivos.
87
Prácticamente todos los grandes artistas, escritores,
científicos y pensadores de todas las épocas relatan que
sus mejores ideas les fueron dadas “desde fuera”, les llega-
ron a sus cerebros de una forma no racional, ¡incluso
mientras dormían!

Y los místicos que han completado el viaje a través de


todos los niveles de conciencia, aseguran que se sienten
como si hubieran “regresado al hogar”. Es decir, han re-
gresado al futuro, por más extraño que suene.

I: Entonces los conceptos que provienen del futuro al-


teran el presente...

G: ...y lo modifican de forma que el presente tiende a


cumplir precisamente ese futuro. Para que esto acontezca,
es necesario que el mensaje sea de una intensidad muy ele-
vada, y que no se distorsione al atravesar el ego de la per-
sona que lo recibe, lo cual es por desgracia demasiado fre-
cuente. No sabemos si este libro cumple esos requisitos,
sólo el tiempo lo demostrará.

Lo que vamos a hacer ahora es echar un vistazo a uno


de los posibles escenarios en los que la Nutrición y la Me-
dicina pueden seguir progresando. Y el primer asunto que
trataremos es justamente el del mecanismo de sutilización
que hemos mencionado al principio de este capítulo.

I: ¿El mecanismo que explica el Impulso Trascendente


de la Conciencia?

88
G: Sí. En realidad ya hemos visto cómo opera este me-
canismo en lo referente al consumo de carne. De la carne
humana se pasó a la carne animal, de ésta a la proteína
procedente de legumbres, y de ahí a los aminoácidos de las
frutas.

Con la Medicina ha ocurrido igual: del sacrificio huma-


no para garantizar la salud de la tribu, pasando por el sa-
crificio de animales y los rituales mágicos para alejar la en-
fermedad, hasta llegar a los modernos medicamentos, que
atenúan la vitalidad de ciertos tejidos u órganos con la fi-
nalidad de mantener vivo al paciente. Y la Naturopatía y la
Homeopatía ejercen acciones todavía más sutiles.

Esta sutilización afecta a toda la estructura cultural


humana a medida que transcurren los siglos. Pueden darse
retrocesos puntuales, pero en general puede afirmarse que
la conciencia afina progresivamente aquello que toca. Sim-
plemente no volveremos a sacrificar a nuestros niños, ni si-
quiera a pegarles como se hacía de forma rutinaria hasta
hace pocos decenios. No se volverá a fumar como símbo-
lo de coraje y hombría, y no retornaremos a los crueles ri-
tuales para extraer los “malos espíritus” de un enfermo.

La conducta humana avanza, con mayor o menor flui-


dez, por la senda de una progresiva e irreversible sutiliza-
ción de los actos, conceptos, sentimientos y creencias. Ca-
da cultura humana es ligeramente más comprensiva, un
poco más lúcida, menos agresiva y más sabia que las pre-
cedentes. Cada generación supera a la anterior en sabidu-
ría, a pesar de eventuales regresiones en algunas áreas,
pues tiene la capacidad de aprender de los errores de sus
89
antepasados. Este es el mecanismo que fundamenta el Im-
pulso Trascendente de la Conciencia. Entender cabalmen-
te este impulso nos convierte en partícipes responsables
del extraordinario experimento que la Conciencia está
efectuando en el cerebro de un animal primate llamado
Homo sapiens. Nos proporciona un marco de referencia a la
hora de valorar pensamientos, sentimientos y actitudes, y
dota a nuestras pequeñas historias personales de un senti-
do nuevo y esperanzador. Simplemente, un día todos vere-
mos a Dios.

I: ¿Es a Dios hacia donde nos dirige este Impulso?

G: Podemos llamarlo Conciencia Total, Iluminación,


Dios, Paz No Dual, el nombre no importa. Es esa Paz la
que puja por expresarse más y más profundamente en ca-
da instante de tu existencia, en cada etapa de tu vida, en
cada generación, en cada época histórica. Dios es ese Im-
pulso tratando de manifestarse, de actualizarse plenamente
en la mente de todos los seres humanos. Por eso yo afir-
mo que dentro de pocos años se formarán ciudades ente-
ras orientadas a la contemplación. Millones de personas
buscarán activamente a Dios. He plasmado mi apoyo a ese
impulso en el libro El rey en la ermita.

I: Millones de personas buscando a Dios... ¿y alimentán-


dose de vegetales?

G: Esto es lo que vamos a discutir ahora. Ya hemos vis-


to cómo las diferentes capas o niveles que conforman la
psique humana siguen activas y demandan su particular
alimento. Lo que ocurre es que a medida que se van su-
90
perponiendo más estratos, los niveles inferiores parecen
hundirse de nuevo en las oscuridades inconscientes, y sus
necesidades pueden satisfacerse de forma simbólica.

I: ¿No hace falta matar físicamente al amante infiel?

G: Así es, cuando en cambio fue imprescindible hacerlo


hasta hace pocos siglos, y además ese acto no se conside-
raba un asesinato, sino una salvaguarda del honor perso-
nal, además de un ejemplo moral muy digno para los ni-
ños y los jóvenes, que frecuentemente eran obligados a
presenciar el ajusticiamiento.

Actualmente nuestras mentes expresan las necesidades


de rituales sangrientos propios de los niveles primigenio y
mágico en forma de sueños. Por descontado, durante la vi-
gilia tenemos también muchas formas simbólicas de elimi-
nar al vecino, desde la imaginación y la expresión de ame-
nazas, hasta la humillación de su equipo de fútbol. Y esto
es sin duda algo extraordinario. A los estratos más primiti-
vos parece bastarles una acción simbólica que hace sólo
pocos centenares de años hubiera sido claramente insufi-
ciente.

I: ¿No se trata de una simple represión por parte de los


estratos superiores? ¿Del intelecto, por ejemplo?

G: Creo que en este caso el colapso de esos niveles infe-


riores es real. Sin embargo, los rituales menos violentos
del nivel mágico y la totalidad del nivel mítico persisten in-
tactos en la mayoría de cerebros humanos. Es aquí donde
entra en juego la diferencia de velocidad entre el hundi-
91
miento de los estratos primitivos hacia los reinos oníricos,
y la extraordinaria celeridad evolutiva de las capacidades
intelectuales, recientemente adquiridas. Esta diferencia de
velocidad es la que explica el problema fundamental de la
Nueva Era.

I: Tú siempre dices que los planteamientos de la Nueva


Era son correctos, pero parciales.

G: Sí, los descubrimientos de la Nueva Era son correc-


tos. Sin embargo son conceptos de tan reciente adquisi-
ción que simplemente resultan aplastados por el tremendo
peso y la extraordinaria inercia de los estadios mítico y ra-
cional convencional. Por eso yo diferencio claramente los
motivos personales por los que alguien se hace vegetariano
usando la fuerza de la voluntad, y los motivos colectivos por
los que el vegetarianismo, una sutilización del omnivoris-
mo convencional, aparece en los intelectos de un número
creciente de personas.

El uso de la fuerza de voluntad siempre esconde una


compensación. Ya hemos discutido este extremo en ante-
riores conversaciones. Entonces puedes juzgar al vegeta-
riano, al vegano, o al ayunador como tipos que no aceptan
al resto de estratos de su ser, a los que consideran como
“impuros”, y es de esta manera como terminan represen-
tando una burda obra de teatro, haciendo ver que son sólo
el último nivel adquirido, el último don de la Conciencia,
el nivel Nueva Era.

Pero colectivamente no se puede emitir un juicio de esa


clase. El vegetarianismo es una intuición correcta, sólo
92
que está muy avanzada con respecto a los demás niveles. Y
es que el intelecto se expande a velocidad supersónica,
mientras que las pesadas capas inferiores de nuestra psi-
que se hunden sólo cada tantos miles de años. Aceptar es-
to constituye el trabajo actual más importante de los adep-
tos a la Nueva Era.

I: Entonces, sus esfuerzos por seguir una dieta pueden


ser medidos según dos raseros.

G: Es paradójico, pero ese esfuerzo personal destinado a


reprimir las viejas tendencias, fruto de alguna compensa-
ción psíquica, es a la vez la respuesta colectiva correcta a las
demandas, igualmente poderosas, de niveles más elevados
de conciencia. Ese esfuerzo colectivo de millones de per-
sonas posibilita que el vegetarianismo sea cada vez más fá-
cil de comprender y de llevar a cabo por las nuevas gene-
raciones.

I: ¿Cómo es eso posible?

G: La información del futuro de instala primero en ge-


nios y en locos, es decir, en cerebros que no se hallan esta-
bilizados en el nivel promedio de conciencia. Entonces
esos tipos cambian sus costumbres y propagan contra
viento y marea sus revelaciones, sufriendo duras represa-
lias, burlas y escarnios por parte de los individuos más es-
tables. Con el paso del tiempo las nuevas ideas van calan-
do en mentes progresivamente más “normales”, para ser
finalmente aceptadas por una mayoría. Entonces esos lo-
cos son elevados a la categoría de “padres del vegetarianis-
mo”, por ejemplo. De esto sólo puede extraerse una con-
93
clusión: el esfuerzo de muchos facilita esa misma acción
en generaciones posteriores.

Así que efectivamente, seres desequilibrados en lo per-


sonal son los encargados de recibir y poner en práctica los
conceptos que en el futuro serán garantía de equilibrio so-
cial. ¿No es asombroso?

I: Lo es. Entonces, según lo que dices, las nuevas adqui-


siciones, los nuevos niveles de conciencia no pueden in-
fluir en la psique hasta que los inferiores se hayan subsu-
mido realmente en las profundidades inconcientes, desde
donde reclamarán su alimento, pero de forma atenuada y
simbólica.

G: Lo cual puede llevar varios miles de años...

I: La auténtica Nueva Era tardará un poco en llegar, ¿no


es así?

G: ¿Cuántas decenas de miles de años tuvieron que


transcurrir para que se abandonara el asesinato ritual de
seres humanos? Esos sacrificios fueron progresivamente
sustituidos por la matanza de animales, hace de esto varios
miles de años. ¡Y todavía hoy seguimos comiendo carne
siete días a la semana! Trascender de verdad los estadios
mágico y mítico constituye un proceso lento y arduo. En-
tonces llegan esos tipos y dicen que nos alimentemos de
manzanas... Es obvio que están quemando etapas dema-
siado deprisa.

94
Algunas personas, en las que su centro de gravedad se
ha desplazado fuertemente hacia niveles superiores de
conciencia, y que por tanto conforman lo que se podría
considerar la avanzadilla de la conciencia, el comer vegeta-
les se manifiesta de forma natural y sin excesivo esfuerzo.
Pero son realmente pocos los individuos que han experi-
mentado la trascendencia real de sus estadios más básicos.
El grueso de adeptos a los dogmas de la actual Nueva Era
simplemente ha de aplicar una gran fuerza de voluntad pa-
ra mantener sus actos a la altura de sus convicciones.

I: Sus actos son una impostura...

G: Sí, una parcialidad que nos puede parecer muy po-


bre. Pero esta impostura, ese terrible esfuerzo, sumado a
los de miles de personas, durante cientos de años, propa-
gando sus ideas, escribiendo libros, dando conferencias y
seminarios, investigando los efectos de la dieta en la salud,
todo eso queda grabado en alguna parte. Es como si deja-
ra huella en alguna clase de espacio psíquico, común a to-
da la humanidad, o como si abriera una senda que de ese
modo es más fácil de recorrer por las siguientes generacio-
nes.

I: ¡Entonces se trata de una impostura válida!

G: Los esfuerzos de los adeptos de la Nueva Era son


imprescindibles para que este Impulso continúe desarro-
llándose, y por cierto esos esfuerzos son lo único que nos
podrá salvar de una catástrofe planetaria. La Nueva Era
parece haber nacido para gritarnos que tanto el planeta
como nuestros cuerpos corren un serio peligro de morir
95
enfermos y desahuciados, y que sin cuerpo y sin planeta,
sin esos soportes físicos, el experimento de la Conciencia
sobre esta especie de primate simplemente queda trunca-
do. No queda otra opción que tratar de cumplir las intui-
ciones del estadio Nueva Era.

I: A pesar de las dificultades que se presentan.

G: A pesar de que esas intuiciones son muy recientes y


por el momento pierden la batalla frente a las demandas
de los estadios primigenio, mágico, mítico y racional. Pero
perder una batalla no significa que no podamos ganar la
guerra. Los seres humanos hemos perdido miles de bata-
llas a lo largo de la Historia, pero finalmente ganaremos la
contienda. ¿Acaso no tuvimos que superar durante siglos
nuestra irrefrenable tendencia a eliminar a nuestro enemi-
go antes de sustituirlo por el sacrificio de un animal?
¿Cuántos ancianos de esas primitivas tribus no se llevarían
las manos a la cabeza ante la “locura” de las nuevas gene-
raciones al pretender matar “solamente” un animal, con-
trariando los deseos de unos dioses que exigían sangre
humana? ¿Cuántas burlas habrá tenido que soportar el ti-
po que rehusó fumar sentado en círculo, cuantos remordi-
mientos y dudas, cuanto humo fumado a escondidas, antes
de conseguir que esa forma de sentir hombría y comunión
fuera sustituida por una masculinidad y una autoestima
más avanzadas?

Y actualmente, ¿cuántas dudas, escarnios y ataques


frontales han de recibir frugívoros, defensores de la agri-
cultura ecológica, luchadores por eliminar los automóviles
de las ciudades, y un largo etcétera de activistas, antes de
96
aceptar que todo eso no es más que nuestro futuro, sólo
que quizás ha llegado un poco antes de tiempo a las men-
tes de cuatro locos que más tarde serán entronizados co-
mo profetas?

Sí, es cierto que ese frugívoro padece severos ataques


de bulimia a horas intempestivas de la noche, que ese paci-
fista pega a sus hijos en arranques de cólera, y que ese
ecologista que pedalea por su ciudad no duda en hollar el
monte con su todoterreno durante el fin de semana. Todo
eso es sin duda criticable, y todas esas personas han de
efectuar un importante trabajo de aceptación de sus pro-
pias limitaciones. Pero para mí es indudable que están
abriendo sendas que años o siglos más tarde serán transi-
tadas con menor esfuerzo por los hijos o los nietos de
quienes los juzgaron quizás con demasiada dureza. No es-
toy justificando las deficiencias personales de esos practi-
cantes, sólo enfatizo que así parece funcionar el avance de
la conciencia en los seres humanos: a base de parcialidades
personales muy acusadas.

I: Entonces, como decías, a pesar de esas deficiencias


todos terminaremos siendo vegetarianos.

G: Esa es la tendencia, creo que es además una progre-


sión irreversible hacia la aceptación de nuestra auténtica
fisiología. Pero esta comprensión intelectual de la forma en
que funciona nuestro organismo nos va a traer numerosos
problemas, por lo menos hasta que los primitivos deseos
de ingerir proteína animal desaparezcan en las profundida-
des del inconciente, y desde allí nos reclamen únicamente
un sucedáneo simbólico.
97
I: ¿Qué problemas son esos?

G: Millones de personas van a intentar convertirse en


vegetarianos, veganos o crudívoros, y van a sufrir doloro-
sas recaídas, con el consiguiente peligro para la salud. Su-
frirán la persecución de los médicos alópatas, quienes los
juzgarán desde los dogmas mecanicistas de la medicina
clásica. Es obvio que dentro de pocos años existirán en el
planeta dos sociedades occidentales contrapuestas: la más
avanzada, marcada por una tendencia al crecimiento cultu-
ral “vertical” o en profundidad de conciencia, y otra más
tradicionalista, empeñada en la expansión meramente
“horizontal” de sus investigaciones, sin llegar a darse
cuenta de que siguen anclados en el mismo nivel de con-
ciencia y en la misma cultura asociada a ese nivel. Llegará
un punto en que la cantidad de médicos, científicos, artis-
tas y políticos será similar en ambos lados, lo que puede
engendrar un conflicto de consecuencias imprevisibles.

I: Sí, actualmente ya podemos observar los primeros


asaltos de una lucha que será intensa. Las recomendacio-
nes de los cada vez más numerosos naturópatas y homeó-
patas, por ejemplo, chocan frontalmente con las de los
alópatas, quienes contemplan horrorizados cómo pierden
autoridad.

G: Simplemente no pueden evitar que la gente crezca


hacia comprensiones más profundas de su propio cuerpo,
y esa independencia de criterio molesta sobremanera a las
mentes estabilizadas en estructuras racionales convencio-
nales. Las vacunas constituyen uno de esos temas en los
que la discrepancia es cada vez más abierta, y los dos ban-
98
dos se acusan incluso de causar muertes innecesarias.

I: Anteriormente has hablado sobre la “caducidad” de


los remedios...

G: ...y de lo arriesgado que es confiar en sustancias que


son presentadas como panaceas pero que en menos de
diez años demuestran ser letales.

Los remedios actuales siempre son efectivos, pero los


remedios antiguos son considerados ineficaces o incluso
peligrosos. Sospechoso, ¿no? Pero son los propios científi-
cos los que afirman esto, con lo cual caen en una flagrante
contradicción: resulta obvio que los medicamentos actuales
están causando unos efectos que van desde un simple ma-
lestar hasta la muerte del paciente, en millones de perso-
nas, pero esto no saldrá a la luz hasta dentro de diez años.
La cantidad de muertes, patologías irreversibles y daños
colaterales que la medicina convencional está causando
ahora mismo sobrepasa cualquier estimación que poda-
mos imaginar. Pueden contarse por centenares de miles
cada año en cada país industrializado, pero esto no lo en-
contrarás en ninguna estadística actual, sino en las estadís-
ticas que aparecerán dentro de medio siglo.

I: ¿Las medicinas naturales también ocasionan muertes?

G: En un porcentaje mucho menor. Pero un muerto en


una medicina no legal es considerado un asesinato, mien-
tras que miles de muertes dentro del marco de la medicina
vigente es considerado muerte clínica. Esta es la tragedia
de la Medicina.
99
I: Al comenzar este capítulo dijiste que efectuaríamos
una incursión en el futuro.

G: Sí. El Impulso Trascendente de la Conciencia, a tra-


vés de su mecanismo de progresiva sutilización de la con-
ciencia, va a generar nuevas capacidades mentales, y por
desgracia también nuevas patologías. La conciencia huma-
na puede considerarse como una entidad que coloniza o
parasita el organismo de una especie de primate, el Homo
sapiens. Pero esta colonización no es uniforme, sino que
está sujeta a un refinamiento a lo largo del tiempo. Si en el
estadio primigenio (homínidos, o bien, en su correlato ac-
tual, un bebé de pocos meses) la conciencia no es más que
una entidad burda que apenas logra imponerse a la fisiolo-
gía natural a través de balbuceantes y torpes acciones so-
bre el sistema músculo-esquelético, en el actual estadio ra-
cional ha llegado a invadir los tejidos a nivel molecular, al-
terando rutas metabólicas enteras con una precisión asom-
brosa. Literalmente, el cuerpo humano ha sido convertido
en un esclavo de la mente, a tiempo completo.

No es difícil hacer una proyección de futuro, y en ver-


dad el panorama que nos espera es muy poco alentador.
Dentro de poco la conciencia incidirá en el nivel atómico,
y dentro de unos cuantos siglos, cuando la raza humana
transite por los estadios sutil y causal, la conciencia será
tan extraordinariamente refinada que podrá penetrar y al-
terar nuestra fisiología a nivel subatómico. Las capacidades
mentales asociadas serán sin duda increíbles, pero es muy
posible que las patologías correspondientes incrementen
su número y su complejidad en la misma medida.

100
A continuación expondré las leyes vitales de la fisiología
humana, y a través de ellas podremos echar un vistazo al
futuro que le espera a la humanidad. Es posible que el ex-
perimento de la Conciencia quede truncado.

I: ¿La especie humana puede desaparecer?

G: El viaje de la Conciencia, usando un planeta y millo-


nes de cuerpos de esta especie de primate, puede terminar
abruptamente debido precisamente a los daños colaterales
que esa misma Conciencia provoca. El planeta y nuestros
cuerpos están debilitados en un grado inimaginable. Mi la-
bor consiste en mostrar claramente ese deterioro. Para ello
es imprescindible presentar de forma asequible las leyes
por las que se rige nuestro organismo, unas leyes que están
profundamente influidas con la psique y sus estadios de
desarrollo.

101
102
LAS LEYES VITALES DEL SER HUMANO

I: Los médicos actuales afirman que el organismo se ri-


ge por leyes químicas y físicas.

G: Este es un reduccionismo típico del estadio racional


convencional. Pero es obvio que cada nivel en la cadena
evolutiva genera nuevas leyes. Así, las partículas subatómi-
cas cumplen los principios cuánticos, los átomos cumplen
los principios de física atómica, las moléculas se rigen por
leyes químicas, la vida por leyes vitales, y la mente por
principios o leyes psíquicas.

I: Entonces hay unas leyes para la materia, otras para la


vida, y otras para la mente.

G: Exacto. Y creer que un nivel inferior funciona con


leyes de otro superior se denomina elevacionismo, mientras
que pensar que un nivel superior funciona exclusivamente
con los principios de otro inferior se denomina reduccionis-
mo. Ambas son posturas erróneas, y provienen de una vi-
sión parcial de la realidad.

Es así como tenemos a ciertos pensadores posmoder-


nos que elevan las partículas subatómicas a la categoría de
Conciencia Divina, o a los científicos racionalistas que re-
ducen la mente a meras reacciones químicas.

103
I: Entonces, tú afirmas que los seres vivos se rigen por
unas leyes que no son ni físicas ni químicas.

G: No lo afirmo yo, sino un gran número de mentes


brillantes a lo largo de la historia. Decididamente, es hora
de exponer sus conclusiones, a las que añadiremos nues-
tras propias indagaciones.

Los seres vivos están compuestos de sistemas, los cuales


se componen de órganos, que a su vez contienen tejidos,
los cuales están formados por células, que contienen mo-
léculas formadas por átomos. Así que es obvio que en un
ser vivo se cumplen las leyes atómicas y químicas, pero só-
lo en átomos y moléculas. Incluso un órgano ya presenta
sus propias normas de funcionamiento, completamente
nuevas, y un sistema cumple principios sistémicos, que
también son nuevos y trascienden a los que rigen a los ór-
ganos. En un ser vivo tenemos que la vida -la vitalidad
corporal- rige sobre todo lo demás, en base a unas nuevas
leyes, que llamaremos leyes vitales.

I: ¿Podrías ilustrar esto con un ejemplo?

G: Tomemos el caso de un coche. El motor de un auto-


móvil está basado en la explosión de un carburante en el
interior de una cámara que contiene diversas piezas mecá-
nicas. Ningún ingeniero se atrevería a afirmar que un mo-
tor “no es más que una combustión” ni tampoco que
“sólo se trata de piezas que actúan según principios mecá-
nicos”, porque ambas aseveraciones son parciales. Una
vez se encaja el motor dentro de la carrocería, surge el au-
tomóvil completo, el cual se rige, como nueva entidad, se-
104
gún unas nuevas leyes de estabilidad, de giro, de velocidad,
etc. ¡A ningún conductor se le ocurriría conducir su coche
atendiendo a las leyes de la combustión!

I: De acuerdo. Las leyes psíquicas trascienden a las leyes


vitales, son de otro orden, podríamos decir. A su vez las
leyes vitales trascienden a los principios químicos de las
moléculas, los cuales trascienden a los principios atómicos,
y así sucesivamente en toda la escala, tanto hacia arriba co-
mo hacia abajo. ¿Es eso correcto?

G: Sí. La fuerza vital es algo más que la mera suma de


las reacciones físico-químicas del organismo. Es este “algo
más” lo que molesta a los científicos modernos, quienes
no aceptan ninguna clase de misterio en sus investigacio-
nes. Pero cada uno de los escalones que hemos menciona-
do -átomos, moléculas, células vivas, tejidos, órganos, sis-
temas, organismos, mente y conciencia- contiene una par-
te que no es del todo descifrable. Podría ser incluso que el
enigma crezca a medida que subimos en esa escala. El
misterio que encierra la vida es superior al de la materia, y
a su vez el misterio que alberga la conciencia es superior al
de la vida.

I: Estamos intentando dilucidar las leyes que se refieren


a la vitalidad del ser humano, a la fuerza vital que le man-
tiene con vida. Sin embargo, no podemos eludir la cues-
tión de la conciencia. El ser humano es un animal regido
por leyes vitales, es cierto, pero igualmente posee una
mente que ejerce un efecto sobre el cuerpo.

105
G: El ser humano es un cuerpo animal que ha sido
habitado o colonizado por una entidad, la conciencia, que
ha ido evolucionando hasta el actual nivel racional con-
vencional. Y lo cierto es que la fisiología está profunda-
mente alterada por la acción constante de esa entidad so-
bre cada una de nuestras células, a través del sistema ner-
vioso. Esta acción es tan persistente que probablemente
sólo cesa en los breves periodos de sueño profundo
(sueño sin sueños), y son esos momentos los que permi-
ten al cuerpo funcionar libremente, y por tanto regenerar-
se.

I: ¿Tan destructiva es la acción de la mente sobre el


cuerpo?

G: La acción de la mente sobre los tejidos es tan silen-


ciosa como aterradora. Constituye el equivalente a una po-
derosa droga de acción sutil, constante y profunda. Cada
una de nuestras rutas metabólicas está alterada por el estí-
mulo de todos los temores, las angustias, los traumas in-
fantiles no resueltos, y el más fundamental, el miedo a la
muerte. Que no seamos siempre concientes de todo ello
es indiferente. Esa acción se produce día y noche, cada se-
gundo de nuestras vidas, con la posible excepción del pe-
ríodo sin sueños de nuestro descanso nocturno. La llama-
da medicina psicosomática se encuentra sólo en sus co-
mienzos, sólo ha efectuado pequeños descubrimientos re-
lativos a enfermedades concretas.

I: No podemos saber cual sería nuestro estado de salud


sin esa acción...

106
G: Sólo podemos deducirlo comparándolo con la vitali-
dad tremenda de los animales que viven en condiciones
naturales. Cualquier naturalista se maravilla de la portento-
sa energía y capacidad de recuperación de los seres vivos.
Numerosas presas logran escapar de sus depredadores
con heridas y desgarros muy importantes, ellos simple-
mente se retiran a un lugar apartado y dejan de comer.
Pueden estar así semanas enteras, y sanan completamente.
Tenemos las increíbles hazañas de velocidad o de fuerza
sin ningún entrenamiento ni calentamiento previo. Un
guepardo pasa de cero a setenta, noventa o más de cien ki-
lómetros por hora en pocos segundos. Una leona puede
arrastrar durante mucho tiempo una presa muerta que su-
pera su propio peso. Hay aves que efectúan migraciones
de miles de kilómetros, con muy breves descansos.

Son fisiología pura. Nunca han ingerido nada que no


sea apto para sus estómagos, nunca se han desviado de la
sabiduría innata de sus organismos. Nunca han interrum-
pido un descanso, un ayuno, una recuperación de lesiones,
debido a los imperativos de una mente llena de temores.
Simplemente constituyen la expresión perfecta, no manci-
llada, de la sabiduría de la Naturaleza. Viven todavía en el
Edén primigenio, sin conocimiento del bien y del mal, sin
alegrías pero también sin temores. Sin amor, pero también
sin odio. Viven inmersos completamente en un presente
atemporal, sin ansiedad por el futuro o remordimientos
por el pasado.

I: Quizás podríamos comparar nuestra salud primigenia


a la del lobo, enfrentada a la del perro domesticado.

107
G: Somos animales domesticados cruelmente por esa
entidad llamada mente. Sí, es más que probable que esa
comparación sea válida. Fuimos lobos, y nos hemos con-
vertido en unos de esos pobres perros enfermizos, de ins-
tintos atrofiados, siempre atados a la cadena de nuestros
miedos.

Por eso vamos a considerar la mente como una droga


que altera el normal funcionamiento del organismo. La
mente es un estímulo, un excitante que desencadena en los
tejidos la misma reacción que el café o el tabaco, y esta re-
acción consiste en consumir de energía para eliminar esos
venenos. Yo afirmo que nuestros cuerpos están constante-
mente intentando desembarazarse de esa cosa ajena a su
fisiología, llamada mente.

I: ¿El cuerpo no tolera la presencia de ese colonizador?

G: Una vez la conciencia invade un tejido, no lo suelta


hasta que se completa su desarrollo a través de una serie
de estadios, o bien hasta que ese tejido muere agotado por
el esfuerzo de sobrellevar tal mecanismo invasor. Nuestros
cuerpos y su hábitat, el planeta Tierra, han sido escogidos
para que esa entidad llegue a ser consciente de sí misma y
así alcance la Conciencia Total. Pero es posible que el
huésped no soporte la carga. De hecho, el huésped se pa-
sará toda su vida intentando deshacerse de esa carga.

Eso es lo que dice la Primera Ley Vital: la vitalidad in-


tenta expulsar del organismo todo aquello que altera el
funcionamiento normal de su fisiología.

108
I: En nuestro caso, todo aquello que no sean frutas, ve-
getales y frutos secos en estado crudo.

G: Y la conciencia entra en la categoría de “elemento


extraño” y ajeno a la fisiología frugívora humana. No es
comparable a un alimento, sino a un estimulante nervioso
que lo altera todo.

I: ¿De qué forma la vitalidad intenta expulsar aquello


que no es apropiado?

G: La vitalidad disminuye momentáneamente la elimi-


nación de la toxemia endógena con la finalidad de neutra-
lizar y expulsar los estímulos no adecuados.

La toxemia endógena está formada por los acúmulos de


deshechos naturales que proceden de la reparación y la re-
novación de las células de nuestro cuerpo. Esta toxemia es
completamente natural, y no representa peligro alguno
cuando el organismo puede eliminarla de forma fluida y
constante. Ahora bien, si esa eliminación disminuye o se
para, la toxemia natural aumenta y envenena literalmente
el cuerpo, el cual ha de efectuar un esfuerzo extra para re-
cuperar el equilibrio. Ese esfuerzo extra se llama enferme-
dad aguda.

I: Entonces, la ingesta de carne, leche pasteurizada o


chocolate, por ejemplo, lo que provoca es una paralización
de la natural eliminación de los desechos normales del
cuerpo.

109
G: Sí. Y lo mismo ocurre cuando tomas vitaminas sinté-
ticas, remedios alopáticos, plantas medicinales, suplemen-
tos alimenticios, reforzantes del sistema inmunológico, etc.
Todo eso es ajeno a los tejidos de nuestro cuerpo, el cual
procura con diligencia deshacerse de esas sustancias extra-
ñas.

I: La energía se desvía hacia la neutralización de esas co-


sas.

G: Sí, la fuerza vital ahora está muy ocupada tratando


de sacar del sistema los venenos que han sido introduci-
dos, y por tanto la toxemia endógena aumenta de forma
anormal. La vitalidad no es infinita, nos ha sido entregada
en una cantidad muy precisa, que más adelante estudiare-
mos. Por ello se distribuye según las necesidades por los
diferentes órganos o sistemas. Si ingieres un veneno, la vi-
talidad se concentrará en el tubo digestivo, y se retirará de
los músculos, por ejemplo. Entonces sentirás dolor de es-
tómago y ganas de vomitar, a la par que un gran cansan-
cio. Pero mientras la vitalidad estaba ocupada tratando de
sacar del cuerpo ese veneno, no ha podido eliminar la
toxemia que todas las células del organismo excretan de
forma continua, por lo que esa toxemia se eleva. Después
de sacar el veneno, la vitalidad se concentrará en rebajar
las toxinas internas hasta su nivel óptimo.

Pero los humanos ingerimos productos no adecuados


para la fisiología ¡cada tres horas! Ante semejante situa-
ción, prolongada durante semanas o meses, la toxemia en-
dógena se incrementa de forma peligrosa, por lo que la vi-
talidad toma, por así decirlo, una decisión más seria y pro-
110
vocará una crisis urgente de eliminación. La fuerza vital
usará algunos órganos para eliminar el exceso de toxemia,
como los pulmones, los riñones, la piel, o los intestinos
(con lo que tendremos los “síntomas” pertinentes: tos,
mucosidad, orina cargada, sudor maloliente, diarrea o es-
treñimiento) y se retirará del sistema muscular y digestivo
(con lo que nos sentiremos agotados e inapetentes) Puede
también incrementar la temperatura corporal (tendremos
fiebre) con la finalidad de acelerar y profundizar la elimi-
nación. A todo este proceso de recuperación del equilibrio
interno lo denominamos con gran pesar “enfermedad
aguda”.

I: Pero cuando tomamos carne o chocolate nos senti-


mos con más energía, no con menos.

G: La explicación de este fenómeno reside en las carac-


terísticas propias de nuestra toxemia endógena, de las toxi-
nas que las células de nuestro organismo necesitan elimi-
nar como parte del funcionamiento normal de todo ser vi-
vo, que consta de nutrición, metabolismo y excreción. Los
subproductos excretados por millones de células son áci-
dos e irritantes. En cantidades moderadas generan un mo-
mentáneo aumento de la vitalidad, una sensación que per-
cibimos como agradable y que no es más que un mecanis-
mo de limpieza.

Todos los procesos corporales normales generan sensa-


ciones placenteras, y en este caso lo que ocurre es que no-
tamos cómo el cuerpo gasta una energía en eliminar un
monto moderado de toxinas. Así que si tú introduces car-
ne, pan o cacao en tu sistema, de forma inmediata la vita-
111
lidad se incrementa de forma moderada, lo cual es percibi-
do como una agradable sensación de energía o euforia.
Por descontado, los científicos lo atribuyen a alguna
“cualidad” de esos productos, una típica asociación mági-
ca.

Pero los alimentos propios de cada especie animal no


estimulan en absoluto, no proporcionan euforia alguna, y
no causan adicción. Algo muy diferente de lo que hacen la
carne, el pan, el chocolate, el café, la sal, etc. Estas sustan-
cias no nutren, sólo estimulan, es decir paralizan momen-
táneamente la eliminación de la toxemia endógena, con lo
que ésta se incrementa ligeramente. Es ese aumento de la
toxemia endógena lo que posee propiedades estimulantes,
pues la vitalidad tiene que incrementarse y redistribuirse
suavemente para eliminar las toxinas, y eso siempre es
agradable.

I: Así que un incremento ligero de la vitalidad es percibi-


do como una subida de “energía”, como una sensación
agradable de poder, o de estar alerta.

G: Sí, pero esto tiene un precio. Después de la subida,


viene la bajada. Después de neutralizar la carne o el cacao,
la vitalidad ha de darse prisa para eliminar el incremento
de la toxemia endógena, y entonces se produce el cansan-
cio, la pereza, el dolor de cabeza. Esto se interpreta como
“desfallecimiento” por falta de alimento. Y antes de tres
horas se vuelve a repetir el absurdo, el cuerpo es de nuevo
estimulado con alguna clase de invención culinaria, vuelve
la euforia, etc. En pocas palabras, nunca permitimos que
la vitalidad termine su trabajo. Por eso, cada tanto tiempo,
112
y para evitar que los acúmulos de toxinas internas crezcan
tanto como para amenazar la vida del individuo, se desen-
cadenan dolencias agudas, que no son más que períodos
intensivos de eliminación.

I: Es decir, un incremento muy elevado de la vitalidad en


áreas muy concretas del cuerpo, que son usadas como vías
de eliminación, genera en cambio una sensación desagra-
dable...

G: ...la sensación de estar enfermo, de tener que sopor-


tar unos síntomas desagradables. Entonces entran en esce-
na los medicamentos, toda clase de remedios alopáticos,
homeopáticos, o plantas medicinales, con la función de
eliminar o aminorar esos síntomas. Es la vía directa hacia
la enfermedad crónica.

I: No sólo cortamos la función de la vitalidad cada tres


horas, sino que también paralizamos los procesos intensi-
vos que se dan cada pocas semanas o meses.

G: Lo cual es peligroso. Impedir repetidamente el desa-


rrollo y la resolución completa (con el periodo de convale-
cencia incluido) de las enfermedades agudas obliga a la vi-
talidad a ejercer una acción pasiva, una situación en la que
el organismo queda sobrecargado de toxemia, muchas ve-
ces de forma irreversible.

I: A parte de la comida, ¿hay otros factores que obli-


guen a una acción de la fuerza vital?

113
G: Hay que recalcar que los estímulos naturales, tales
como el esfuerzo físico moderado, la ingesta de frutas, el
sol, el viento o el agua en intensidades apropiadas, las
emociones ponderadas, etc, no alteran de forma importan-
te el trabajo de la vitalidad dentro de los tejidos.

Los factores que obligan a un redistribución de la Vita-


lidad de una forma anormal son los siguientes:
1.- La ingesta de carne, café, sal, especias, azúcar, leche,
drogas, medicamentos, y en general todos los alimentos
cocinados.
2.- El esfuerzo físico extenuante o demasiado prolonga-
do.
3.- Las emociones violentas.
4.- Los elementos naturales demasiado intensos o conti-
nuados: el frío excesivo, el sol intenso, etc.
5.- La conciencia. Sin duda, el factor más desconocido y
hasta ahora menospreciado por la ciencia médica y tam-
bién por los adeptos de la Nueva Era.

La exposición a cualquiera de esos factores anormales


durante un período prolongado lleva de forma ineludible a
la enfermedad aguda, la cual no es más que una redistribu-
ción radical de la vitalidad con la finalidad de restablecer la
eliminación de la toxemia endógena.

I: Supongo que esto explica porqué es prácticamente


imposible conseguir la salud perfecta...

G: Tú puedes pasarte veinte años comiendo frutas cru-


das, evitando las discusiones, exponiéndote a los elemen-
tos naturales de forma cuidadosa, pero ¿quién te librará de
114
la angustia existencial?

Nadie puede escapar del terror a la muerte, a excepción


de unos poquísimos iluminados que han logrado la hazaña
de experimentar la muerte de sus egos antes de morir físi-
camente. Ese terror, del que no eres conciente, modifica
constantemente la bioquímica de tu cerebro, el cual envía
impulsos nerviosos completamente alterados a todos tus
tejidos, de forma continua, día tras día, minuto tras minu-
to. Para colmo, todos tenemos un bagaje de traumas in-
fantiles que conforman un “dolor estructural”, una con-
tracción permanente que complica todavía más el asunto.
Tus células son la diana de todo eso, cada segundo de tu
vida.

Es por eso que la vida de los vegetarianos, crudívoros y


adeptos a la salud, no experimenta cambios radicales. Ni
siquiera los respirantes, que afirman alimentarse de prana,
viven los 150 años que prometen, sino los habituales 80,
como el resto de mortales.

I: Entonces, ¿no sirve de nada seguir una dieta sana?

G: Sí, desde luego. Si tú tratas de eliminar los primeros


cuatro factores perniciosos de la lista anterior, tu vida ex-
perimentará un cambio, sin duda alguna. Serás testigo de
hechos asombrosos en tu organismo, y por fin entenderás
la tremenda sabiduría de tu cuerpo. Pero nunca podrás es-
capar del quinto factor, la conciencia. Tu mente te perse-
guirá a donde quiera que vayas.

115
I: Estamos destinados a la enfermedad, pues.

G: Por eso es tan importante aprender a aceptarla, un


trabajo que es muy doloroso, porque la enfermedad es un
recordatorio de la muerte.

I: ¿No es una acción de la Vida para restablecer un


equilibrio perdido?

G: Sí, pero ¿quién pierde ese equilibrio? ¿Quién obliga a


la Vida a restablecer el equilibrio una y otra vez? Es la
mente la que nos sacó del Edén de la salud perfecta, y la
que nos introdujo en el áspero desierto de la conciencia de
la muerte.

La enfermedad elimina nuestras vanas ilusiones de in-


mortalidad, de nuestra estúpida creencia de que usando la
cultura generada por la mente conseguiremos salud y feli-
cidad. La enfermedad es un golpe de prosaica y simple ver-
dad, una respuesta contundente a la mentira en la que esta-
mos instalados. La enfermedad nos recuerda que hacemos
las cosas mal, que nuestra ciencia y nuestros médicos no
saben lo que dicen, que nuestra cultura es una colosal bur-
buja de apariencias espurias a la que entregamos nuestra
alma. La enfermedad es la paciente y eterna respuesta de
la Madre Tierra ante nuestros despropósitos, ante nuestra
ansiedad por sabernos separados de ella. La enfermedad
es Dios instándonos a abandonar nuestra identificación
con nuestro actual estadio de conciencia, una invitación
para morir a nuestro yo y abrirnos a superiores niveles de
comprensión. Pero nadie quiere esto. Nadie quiere ni
acepta la enfermedad y su mensaje. Nadie desea salir de sí
116
mismo, sólo hay ese esfuerzo grotesco por permanecer en
el mismo sitio, por proteger costumbres perniciosas, por
seguir manteniendo intacto nuestro querido ego. Cada en-
fermedad es una pequeña muerte del yo, y un recordatorio
por tanto de lo que nos espera al final de nuestras vidas.

I: Pero una enfermedad puede de hecho matar al pa-


ciente...

G: Sí. Es la acción vital la que provoca la enfermedad,


no los factores perturbadores. Si inyectas un veneno o
bacterias en un cadáver, no se produce ninguna enferme-
dad.

Esto es lo que afirma la Segunda Ley Vital: es la vitali-


dad la que provoca la enfermedad.

Las bacterias, los virus, los venenos, las drogas, no pue-


den desencadenar una enfermedad, sino que ésta es una
acción de la vitalidad para neutralizar esos agentes pertur-
badores. Incluso es posible que al menos algunos virus y
bacterias no sean más que comensales de los productos de
desecho que se liberan en el curso de la enfermedad. Esto
pone en entredicho la noción de contagio.

I: ¿No existe el contagio?

G: Una acción de tu vitalidad no es algo que puedas


transmitir a otros. Sin embargo, el asunto del contagio es
extremadamente complejo, y tanto la medicina alopática
como la medicina natural han cometido el error de atrin-
cherarse en posturas extremas y opuestas.
117
La noción clásica de contagio atribuye un poder casi so-
brenatural a unos seres microscópicos que sin duda son
los herederos directos de los antiguos “miasmas” y de los
todavía más primitivos “malos espíritus” de nuestros an-
cestros. Teóricamente, un solo virus puede posarse en tu
tráquea, reproducirse a velocidad vertiginosa e invadir tu
aparato respiratorio y tu sangre y provocarte una gripe,
por ejemplo. Pero ningún médico te dirá porqué demonios
tus defensas no pueden neutralizar un solo virus, y en
cambio sí pueden matar a miles de millones de ellos una
vez avanza la enfermedad, de hecho entonces los mata a
todos y te curas en una semana.

La teoría del contagio presupone que nos alimentamos


relativamente bien, pero que unos bichitos prácticamente
invisibles nos producen fiebre, dolores articulares, dolor
de cabeza, etc. Esta forma de pensar desplaza el problema
hacia fuera, y nos tranquiliza en lo referente a nuestras
costumbres.

La teoría de la toxemia endógena propone justo lo con-


trario. Nos responsabiliza de nuestras enfermedades. Bási-
camente, son nuestras costumbres equivocadas las que
desencadenan crisis periódicas de limpieza, y los virus y
bacterias no son más que incidentes que a lo sumo acom-
pañan a esas crisis, pero no son los causantes de las mis-
mas.

No creo que ambos razonamientos sean excluyentes. La


alopatía y la Naturopatía se separaron hace ya varios si-
glos, y actualmente se han distanciado tanto que han for-
mado dos bandos irreconciliables. Queda claro que los na-
118
turópatas han de estudiar medicina clásica, y que los médi-
cos convencionales han de hacer algunos ayunos o seguir
una dieta de frutas. Sucede a menudo que algunos naturis-
tas tienden a una simplificación excesiva, en parte porque
carecen de suficiente capacidad intelectual. Y algunos mé-
dicos están tan perdidos en el inmenso depósito de datos
que conforma la medicina alopática que no pueden vis-
lumbrar una visión de conjunto eficaz.

Bien, lo cierto es que para comprender de forma impar-


cial el asunto del contagio (o la ausencia de éste) es nece-
sario señalar la extraordinaria y muy poco comprendida
relación entre la vitalidad y el tiempo atmosférico, en espe-
cial el cambio de estaciones.

I: ¿Cómo puede la vitalidad ser afectada por los cam-


bios en el clima?

G: Vayamos de nuevo a la Naturaleza. Las plantas, los


árboles, los animales, absolutamente todos los ecosistemas
naturales están profundamente relacionados con las esta-
ciones del año, con los fenómenos atmosféricos, con las
fases lunares, con las radiaciones telúricas, incluso con la
mayor o menor presencia de manchas solares. Esta imbri-
cación es tan estrecha que puede decirse que todos ellos
funcionan al unísono, creando ritmos de reproducción, de
actividad, de descanso... y de enfermedad.

I: ¿De enfermedad?

G: El cambio de estaciones, el tiempo atmosférico y las


fases lunares están ligadas a la eliminación de toxemia. El
119
hecho de que esto esté muy poco estudiado de forma
científica no significa que sea poco importante. En reali-
dad, miles de observaciones empíricas a lo largo de mu-
chos siglos permiten llegar a la conclusión de que existe
una vitalidad de la naturaleza, una Vitalidad Natural (VN)
que se encuentra indisolublemente ligada a la Vitalidad
Corporal (VC)

I: Entonces ambas fuerzas son en realidad una sola.

G: Exacto. Sólo hay una única fuerza natural que afecta


a todos los seres vivos, y esa fuerza natural no es homogé-
nea en el espacio, ni uniforme en el tiempo. Su intensidad
depende de los factores que afectan cada día, cada sema-
na, cada estación, a todos los ecosistemas, y que ya hemos
mencionado: variables climáticas, fases lunares, altas o ba-
jas presiones, lugares con geopatías, y un largo etcétera.
Por motivos didácticos, dividimos esa vitalidad en VN y
VC, pero a partir de ahora tendremos en cuenta que fun-
cionan como una única entidad. La imbricación entre am-
bas es de tal calibre que le otorgaremos el estatus de ley.
La Tercera Ley Vital afirma pues que la vitalidad corpo-
ral está ligada a las variaciones de la vitalidad natural.

I: En otras palabras, todos los cambios que se producen


en la VN tienen un reflejo inmediato en la VC.

G: Así es. En términos generales puede afirmarse que


un recrudecimiento de los factores ambientales (lluvias
prolongadas, frío excesivo, bajas presiones) incrementa la
toxemia endógena, pues la VC se destina ahora a combatir
esos factores ambientales, y no puede mantener la elimina-
120
ción de las toxinas al ritmo adecuado.

I: ¿Es lo que ocurre con la llegada del invierno?

G: Aunque los seres humanos han formado razas adap-


tadas a las diferentes climatologías, lo cierto es que esa
adaptación digamos biológica u orgánica es limitada, y cla-
ramente inferior a la de los animales. La adaptación huma-
na no es orgánica, sino que es cultural. Simplemente, se
usan ropas adecuadas para protegerse del frío, así como
las diversas formas de calefacción dentro de los hogares,
lo cual ha permitido la conquista de latitudes extremada-
mente hostiles para nuestra fisiología.

Nuestro hábitat natural es una zona cálida o tropical en


la que puedan crecer numerosas especies de árboles fruta-
les y vegetales comestibles. Entonces, el invierno es una
anomalía para una especie que precisa de sol y calor du-
rante todo el año.

I: La vitalidad del organismo comienza a derivar energía


para combatir el frío...

G: No sólo el frío, sino el resto de factores anómalos


que le acompañan. Durante el invierno permanecemos en-
cerrados todo el tiempo en espacios mal ventilados, en-
cendemos aparatos calefactores que emiten abundantes y
nocivos iones positivos, nuestro contacto con la naturaleza
queda reducido drásticamente, y nos inclinamos por ali-
mentos más pesados y estimulantes. Es fácil imaginar que
todo eso supone una carga tremenda para la vitalidad. No
resulta nada extraño que tras unas cuantas semanas se
121
haga necesaria una eliminación urgente de toxinas.

I: Entonces, cuando estamos en la cama con una gripe,


lo atribuimos al contagio, pero quizás esa no sea la expli-
cación más lógica.

G: No, porque resulta que toda la población ha sido so-


metida al mismo estrés corporal. Ante ese estrés añadido
del invierno, la respuesta conjunta es la enfermedad aguda.
Pensar en un contagio ante esas condiciones resulta muy
poco científico. Es más bien una típica asociación mágica.

I: Son demasiados los factores que cambian en igual


medida en todos los sujetos, con lo que la aparición de la
enfermedad puede atribuirse a cualquiera de ellos.

G: Correcto. Para que la hipótesis del contagio fuera


cierta al cien por cien, se debería producir en sujetos que
se encuentran en condiciones muy diferentes. ¿Se conta-
giaría la gripe a personas que no han sido sometidas a esos
factores, tales como el frío o la comida más tóxica? No lo
sabemos, pues todos los sujetos del experimento se alimen-
tan de forma similar y están sometidos al mismo cambio
climatológico. Decir que esas personas se contagian entre
sí equivale a afirmar que dos hermanos gemelos se han
contagiado las facciones de sus rostros. Y eso es pensa-
miento mágico.

I: De acuerdo. Aun así, tú no niegas radicalmente la


hipótesis del contagio.

122
G: No, porque los mecanismos que rigen la salud y la
enfermedad son demasiado complejos como para ence-
rrarlos en alguna clase doctrina, llámese naturopatía o me-
dicina convencional. La actitud auténticamente científica
es aquella que mantiene una disposición abierta, sin prejui-
cio alguno, a nuevos datos y a nuevas formas de conside-
rar los viejos problemas. Por tanto, no tengo reparos en
afirmar que el tema del contagio no está resuelto, ni por
los médicos, ni por los terapeutas de la Nueva Era.

I: Se suele dar otra oleada de dolencias agudas en la pri-


mavera. ¿Cómo es eso posible?

G: La vitalidad siempre aprovecha una mejora de las


condiciones de vida del organismo para iniciar una elimi-
nación más profunda. La explicación de este fenómeno
reside en la inmensa cantidad de toxemia que albergamos
en nuestro interior. Puesto que prácticamente desde que
nacemos inundamos a los tejidos con material inadecuado,
la vitalidad tiene mucho trabajo acumulado, muchas tareas
pendientes. Y aprovecha cualquier señal para desencade-
nar una crisis que restablezca los niveles óptimos de toxe-
mia endógena.

Por tanto, cuando vuelven las horas de luz, las tempera-


turas se atemperan, los alimentos son de nuevo más salu-
dables y pasamos más horas en contacto con la naturaleza,
volvemos a caer enfermos. Y volvemos a culpar a bacte-
rias y virus de nuestra enfermedad...

Esta capacidad inteligente de la vitalidad constituye la


Cuarta Ley Vital: la fuerza vital incrementa la elimina-
123
ción de la toxemia ante una mejora de las condiciones de
vida del individuo.

Resulta interesante notar cómo las leyes tercera y cuarta


se cumplen no sólo durante el cambio de estaciones, sino
a pequeña escala. Sucede con cierta frecuencia que tras pa-
sar un fin de semana o unas pequeñas vacaciones en el
campo, sentimos dolor de cabeza, tenemos molestias di-
gestivas o bien caemos enfermos.

I: Por lo general estos síntomas se atribuyen al frío que


se puede haber experimentado en esos días en la naturale-
za...

G: Sí, esos diez minutos de frío aterrorizan a unos pa-


dres ansiosos ante la posibilidad de que sus hijos enfer-
men de gripe. Contaminamos a nuestros niños cada tres
horas desde que nacen, les impedimos el contacto con los
elementos naturales, les inoculamos veinte o treinta vacu-
nas, respiran el aire lleno de productos químicos de la ciu-
dad, ¡y entonces esos diez minutos de ligero frescor o esa
miserable bacteria desencadenan fiebre alta, mucosidad y
tos durante varios días!

Como mucho, el frío o el contagio no son más que la


última gota que derrama un vaso previamente llenado de
toxemia debido a nuestras costumbres diarias. Puesto que
desconocemos la nocividad de esas costumbres, atribui-
mos la dolencia de nuestros hijos a esa última gota que
colma el vaso. Fíjate en los papás y las mamás: afirman es-
tar preocupados por sus hijos, pero no se informan sobre
lo que conviene darles de comer, no indagan sobre la salu-
124
bridad de los diferentes remedios. Simplemente, se limitan
a repetir lo que sus propios padres hicieron con ellos.

I: Antes has dicho que la vitalidad no es infinita, sino


que nos es dada en una cantidad muy precisa. ¿Podrías ex-
plicar este punto?

G: La vitalidad es muy alta cuando nacemos. En ese


momento, quizás incluso en el momento de la concep-
ción, se nos entrega, por así decirlo, un depósito de ener-
gía lleno a rebosar. Algunos niños nacen con un depósito
más grande que el de otros, pero lo que determinará la ca-
lidad y la cantidad de vida de esos futuros hombres y mu-
jeres dependerá de cómo gestionen esa energía a lo largo
de sus existencias.

I: ¿Es debido a eso que los síntomas de una enfermedad


aguda son más intensos en los niños que en los adultos?

G: Sí. Los niños rápidamente alcanzan 40 grados de fie-


bre, mientras que los adultos rara vez pasan de 38, y los
ancianos suelen tener sólo unas décimas. La fuerza de la
vitalidad determina estas diferencias. Comprender esto
disminuye el miedo a la fiebre. No tiene sentido rebajar o
eliminar un mecanismo fundamental de eliminación de
toxemia como es la fiebre.

De forma análoga, la vitalidad que nos fue otorgada en


los albores de la humanidad era extraordinaria, en calidad
y en cantidad. Restos de esa tremenda energía fueron los
responsables de algunas hazañas en guerras o en períodos
de hambrunas hace algunos cientos o miles de años. Hay
125
relatos presumiblemente veraces sobre soldados que sana-
ban de unas heridas brutales, sin medicamentos, sin antibi-
óticos, sin calmantes del dolor.

Pero a lo largo de los siglos, las costumbres culturales


han ido minando y degradando la vitalidad corporal de las
sucesivas generaciones. En la actualidad millones de seres
humanos, sin importar su edad, se hallan sumamente debi-
litados. Esta degradación ocurre en todas y cada una de las
células del organismo, incluidas las que componen los teji-
dos responsables de generar las células sexuales. La Quin-
ta Ley Vital nos dice que la calidad de la vitalidad se
transmite a la descendencia. Las consecuencias que pue-
den extraerse de esta ley comprometen la supervivencia de
la humanidad.

I: ¿La tradición cultural está destruyendo lentamente la


especie humana?

G: Tomar conciencia de la magnitud de esa lenta pero


inexorable destrucción constituye un trabajo difícil, princi-
palmente porque el grado de deterioro alcanzado supera
lo imaginable.

Hay que tener en cuenta que la mente humana ha de-


gradado no sólo al organismo que habita, sino también la
biosfera. La vitalidad de la naturaleza está disminuyendo
de forma alarmante. A base de verter contaminantes de
forma masiva en tierra, mar y aire hemos conseguido des-
vitalizar enormemente los ecosistemas. Gaia sufre en si-
lencio las consecuencias de nuestra falta de sensibilidad.
No somos concientes de ello porque no acostumbramos a
126
tener una visión de la vida más allá de la próxima hora. Vi-
vimos aturdidos por el estrés del trabajo, el pago de los
impuestos, el torbellino de los hijos, los conflictos familia-
res. Los problemas medioambientales nos resuenan como
una canción lejana. No tenemos tiempo para escucharla,
pero te aseguro que se trata de un profundo lamento. La
naturaleza no manifiesta el dolor a través de gritos histéri-
cos como hacemos los humanos. Los animales, las plantas,
los ríos y los mares viven con la dignidad de la inocencia, y
mueren de la misma forma, sin proferir alarido alguno.
Por eso, llegará un día en el que se irán, y entonces nos
asustaremos de verdad. Para cuando nos demos cuenta de
que nuestros peces, nuestros mirlos y nuestros robles es-
tén agonizando, será demasiado tarde.

I: Entonces nuestra propia vitalidad, la VC, no sólo ha


sido degradada a lo largo de decenas de miles de años de
profundas desviaciones causadas por los imperativos de
una conciencia cada vez más refinada, sino que, sobre to-
do en los últimos tres siglos, también ha sido disminuida
por la pérdida de fuerza de la VN.

G: Sí, estamos recibiendo de vuelta lo que nosotros


mismos hemos ocasionado a la naturaleza. Esta degrada-
ción se transmite a los hijos a través de unas células sexua-
les con una vitalidad disminuida. Por eso nacen niños que
al cumplir pocos años ya son enfermos crónicos. Esto es
algo terrible, pero lo peor está por llegar. Los seres huma-
nos transitamos la senda de la muerte corporal. Nuestra
conciencia está ejerciendo una presión terrible sobre el
animal que ha colonizado.

127
I: Pero ha aparecido un nuevo estadio de conciencia, la
Nueva Era, que comienza a captar todo esto...

G: No sabemos si sus descubrimientos arraigarán con la


velocidad necesaria para impedir un desastre masivo muy
poco agradable. El afianzamiento de un nuevo nivel de
conciencia puede llevar algunos cientos de años, y simple-
mente no disponemos de ese tiempo.

I: ¿Hay alguna forma de revertir ese proceso destructi-


vo?

G: Las intuiciones de la Nueva Era son correctas, pero


todavía afectan a un porcentaje escaso de la población oc-
cidental. Es preciso un seguimiento realmente multitudi-
nario de esas intuiciones. Hemos de modificar el rumbo
de nuestras acciones en el presente si realmente deseamos
alejarnos del futuro que predicen las profecías catastrofis-
tas. Una cosa es segura: si no hacemos algo, a escala indi-
vidual y planetaria, es probable que esas profecías se cum-
plan.

128
EL PUNTO CRUCIAL

I: ¿Es posible conocer el grado de deterioro biológico


de la raza humana?

G: Para conocer esa degradación hemos de comprender


primero la diferencia entre nutrición y estimulación. Un
cuerpo humano nace con un depósito de energía, que es
diferente para cada individuo y que además es limitado. A
efectos didácticos, esta cantidad de energía la podemos
comparar con la de una batería o una pila.

Sabemos que una batería está funcionando por sus efec-


tos, a saber, porque produce energía eléctrica. El hecho de
reponer sus líquidos internos constituiría la “nutrición”, y
el resultado es la producción de energía. Sin embargo, si
en vez de proporcionarle esos líquidos, la enchufamos a
100 bombillas, el efecto visible será el mismo, la produc-
ción de energía, pero a un ritmo más intenso. Esto podría
considerarse una “estimulación” de la batería.

Bien, lo que quiero decir es que el organismo humano


puede ser nutrido o bien meramente estimulado, y el resulta-
do externo, visible, va a ser el mismo, a saber, la produc-
ción de energía, el movimiento, la vida.

I: Pero a nivel interno los efectos tienen que ser muy di-
ferentes, ¿no es así?
129
G: Sí, lo que hacen las sustancias estimulantes es extraer
energía de la pila, sin reponer nada. Como el cuerpo gene-
ra energía para desembarazarse de esas sustancias y esa
energía es usada por la mente para la vida diaria, ese gasto
pasa inadvertido. Incluso pensamos que los estimulantes
son nutrientes, dado que nos sentimos “alimentados” por
ellos, creemos que “nos dan energía”. La realidad es que
agotan la pila a marchas forzadas.

Ahora observa de qué nos alimentamos. Por cada ali-


mento correcto (frutas y verduras en estado crudo) ingeri-
mos docenas de estimulantes (todo lo demás), práctica-
mente desde que nacemos. Es obvio que el cuerpo sobre-
vive gracias a la carga inicial de su depósito de energía.
Los seres humanos vivimos de prestado.

La tragedia humana es que el cuerpo necesita nutrientes,


pero la mente precisa de estímulos culturales, que aplica a
su propio cuerpo, obteniendo resultados en apariencia
muy similares. Por eso puede afirmarse que el cuerpo
muere a los cuarenta años, y luego sobrevive estimulado.

I: ¿Qué quieres decir?

G: La mayoría de nosotros somos muertos vivientes.


No sobreviviríamos sin esa estimulación. El organismo no
puede eliminar los acúmulos de toxinas de toda una vida,
sólo le queda usar estimulantes que extraigan las últimas
gotas de energía de su depósito para así ir tirando hasta
morir.

130
I: ¿No podría emprender un ayuno, por ejemplo, para
sanar?

G: El ayuno es precisamente el indicador que usaremos


para decidir si un ser humano está nutrido (y por tanto, vi-
vo) o sólo estimulado (y por tanto muerto en vida) Mira,
el hecho es que sólo los organismos correctamente nutri-
dos pueden soportar ayunos de larga duración. Un tipo
que ha pasado 40 años atiborrándose de tóxicos quizá no
tendrá energía suficiente en su depósito como para sacar
todo eso de su sistema. Es posible que lo único que pueda
hacer es continuar exprimiendo su energía vital a base de
más tóxicos, hasta que la pila se agote.

Imagina una cañería por la que circulan los nutrientes y


los estimulantes. Las sustancias tóxicas van degradando
esa cañería, hasta el punto de que finalmente puede llegar
a estar conformada sólo por basura. Carece de material vi-
vo o propio, es sólo un tubo de deshechos, pero puesto
que esos deshechos conservan la estructura de una cañe-
ría, puede seguir cumpliendo con su función. Pero ya no
es posible limpiar eso, es más, si sacas los deshechos des-
truyes la cañería. Por eso seguir lanzando estimulantes es
imprescindible para que esa estructura siga en pie.

I: Llega un punto en el que la degradación es un suceso


irreversible, no hay vuelta atrás.

G: Sí, ya no puedes pretender “limpiar” eso, pues todo


se desplomaría. Ese es el punto crucial de unos tejidos bio-
lógicos que han sido sometidos durante décadas y durante
milenios al bombardeo de sustancias no apropiadas. El
131
punto crucial, en el que uno deja de estar vivo, o nutrido,
para pasar a estar solo estimulado, o muerto en vida.

I: Emprender un ayuno cuando se está demasiado con-


taminado puede ser peligroso...

G: ...puede matarte, no porque el ayuno sea en sí peli-


groso, sino porque el ayuno limpiaría una basura que ha
pasado a ser “estructural”, es decir básica para que el cuer-
po siga malviviendo.

Entonces, un ayuno de larga duración, un ayuno mante-


nido “hasta que toda toxina sea evacuada” sería el indica-
dor de la salud real. No llevaremos a cabo ese experimen-
to, por supuesto, porque tenemos indicios suficientes co-
mo para saber que sólo la mitad de los seres humanos
haría efectiva esa limpieza. La otra mitad moriría.

I: Es decir, la mitad de los seres humanos somos muer-


tos vivientes, ya estamos muertos, sólo sobrevivimos a ba-
se de estimular más y más los malgastados tejidos para ex-
traer la poca energía que resta en nuestro depósito.

G: El panorama es desalentador. Las sociedades occi-


dentales viven en la sobreabundancia de estimulantes, no
de nutrientes. Las pandemias de obesidad, cáncer y otras
enfermedades degenerativas van a aumentar exponencial-
mente. Estamos transmitiendo a nuestros hijos una pési-
ma calidad de energía vital. Nuestros nietos nacerán más
débiles, los tumores se presentarán en edades cada vez
más tempranas. Si continuamos por esta senda ni siquiera
podremos volver atrás, ninguna dieta ni ayuno nos sacará
132
de esa situación, pues será demasiado tarde. La humanidad
no dispondrá de energía suficiente para desintoxicar sus
cuerpos, sólo nos quedará continuar la estimulación hasta
que la pila termine.

I: Por eso tú hablas de la necesidad de reorganizar todo.

G: El mundo entero ha de cambiar. Occidente ha de lle-


var a cabo un experimento masivo, ha de probar la fuerza
de los descubrimientos de la Nueva Era. Hemos de em-
prender cambios personales en conjunción con profundos
cambios globales. En el libro El rey en la ermita he expresa-
do cómo podemos llevar a cabo esa transformación.

Usemos el natural impulso que se da ante una fecha cla-


ve (ahora es 2012, el enésimo “fin del mundo”) para unir-
nos todos a favor del cuidado de los seres vivos y del pla-
neta, y en contra de los lobbys y los gobiernos que sólo
fomentan el lucro y la degradación del entorno. Yo creo
que podemos hacerlo, tenemos la herramienta más apro-
piada para que surja de una vez por todas una auténtica
democracia mundial, y esa herramienta es Internet. Use-
mos la red para propagar a todos los rincones del planeta
que no estamos dispuestos a entregar nuestra energía ni
nuestro dinero a causas que no sean beneficiosas a largo
plazo para nuestros hijos, para los ecosistemas vivos de los
que depende nuestro futuro.

Si no entendemos de forma cabal las leyes vitales que


rigen nuestra auténtica fisiología, la humanidad entera co-
rre el peligro de desaparecer, pues la naturaleza termina
por descartar a los organismos debilitados. Nuestros cuer-
133
pos y nuestro planeta constituyen el soporte físico, el cri-
sol de la inmensa Obra que la Conciencia está efectuando
con la finalidad de conocerse a sí misma. La Historia
apunta hacia un punto muy preciso, el Impulso Trascen-
dente nos empuja hacia la sutilización máxima, la cual es
Dios. La Historia humana conduce a Dios. Si desaparece
el crisol, el viaje de la conciencia termina, y decididamente
este sería un final indigno para una especie con un futuro
tan prometedor.

134
Lecturas básicas

La casa enferma – Carlos M. Requejo.


El ayuno consciente – Rüdiger Dahlke.
Guía práctica de la nutrición - Irene Gelpí.
Salud, alimentación y leyes de la naturaleza – Albert Mos-
seri
El Tao de La salud, el sexo y la larga vida - Daniel Reid.
Manual de Medicina Natural – Dr. Miquel Pros / Dr.
Frederic Viñas.
Camino con corazón – Jack Cornfield
La tormentosa búsqueda del ser – Christina y Stanislav
Grof.
Hua-Hu-Ching – Lao Tsé
Después del Edén – Ken Wilber.
Breve historia de todas las cosas - Ken Wilber
Un nuevo mundo, ahora - Ekhart Tolle
Mente abierta, corazón abierto - Thomas Keating
La meditación budista - Amadeo Solé-Leris

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