Ramón Tamames
La España
alternativa
Esta obra ha obtenido el Premio Espasa Ensayo 1993,
concedido por el siguiente jurado: Pedro Laín Entralgo,
Magdalena Mora, Amando de Miguel, Justino Sinova
y Javier de Juan.
Ramón Tamames
La España
alternativa
PREMIO ESPASA ENSAYO
1993
ESPASA CALPE
ESPASA HOY
Dirección: Javier de Juan
Director literario: Manuel Rodríguez Rivero
Editora: Pilar Cortés
© Castellana 100
© Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1993
INTRODUCCIÓN ..................................................................... 25
1. El proceso constituyente........................................ 91
2. La fiesta de la Constitución.................................... 93
3. La belleza de la Constitución ................................ 95
4. Un sistema de derechos y libertades ...................... 96
a) Unos más iguales que otros............................. 97
b) El trabajo, deber y derecho ............................. 99
c) Una vivienda digna......................................... 100
d) ¿Los más débiles? ........................................... 101
ÍNDICE B
1. Introducción........................................................... 183
2, Convergencia: menos triunfalismo......................... 184
ÍNDICE \I
«Quien bebe el agua del Nilo, olvida su país natal.» Esa frase
de Herodoto tal vez esté algo deteriorada por el tiempo, como las
propias aguas del gran río se hallan contaminadas. Pero mantie-
ne su frescura, en el sentido de que al echarse raíces en algún lugar,
lo que tenemos alrededor nos desmemoria de lo más distante.
En otro contexto, hoy en día se afirma que la preocupación
por la Naturaleza tiene su primer nivel en la sensibilidad intui-
tiva; y uno segundo, y más profundo, cuando se alcanza un cier-
to grado de conciencia, que se da desde el momento preciso en
que las intuiciones quedan racionalizadas e internalizadas en una
estructura consistente de pensamiento.
De modo análogo, podría decirse que la conciencia históri-
ca equivale a una convicción profunda: si estamos aquí es por
toda una serie de secuencias previas —eso es la historia—, que
cuanto mejor conozcamos más nos permitirán juzgar el entorno
para saber dónde vivimos, sea o no nuestro país natal.
En el sentido apuntado, y así lo desarrollo en una serie de
pasajes de este libro, en la España de hoy, además de otros défi-
cit, tenemos las más graves penurias de conciencia histórica.
A muchos les parece como si este país tuviera su propia edad.
Cuando lo verdaderamente real es que casi todas las preocupa-
ciones que nos asedian, y las más rotundas y frecuentes aseve-
raciones que emitimos sobre por qué funcionan las cosas de una
u otra manera —«los males de la patria», que decían los rege-
neracionistas del siglo XIX—, tienen su explicación en lo que ha
sido el discurrir de nuestra historia.
Por estos pagos, el pasado casi siempre se desconoce, o se
malconoce. Lo cual hace que la mayoría de los poco concien-
ciados ciudadanos sean como extranjeros en su propia patria;
absolutamente asimilables por cualquier colonización cultural de
bajo nivel, generalmente vía audiovisuales.
Contra cualquier intento de malinterpretarme, diré que la
recuperación de la conciencia histórica no consiste en transfor-
marnos en portadores de valores telúricos; o en convertirnos en
chauvinistas de un Imperio que incluso en sus «mejores tiem-
pos» se desenvolvió en las más atormentadas situaciones.
Recuperar la conciencia histórica significa, más bien, que en
España ha habido un desarrollo cultural poco frecuente por su
riqueza y diversidad, un extenso y variado flujo de expresiones
en el arte, y una innegable capacidad de imaginación de mitos
y de creación de proyectos.
Si todo eso no se sabe, es más que fácil caer en el papana-
tismo, en el más vulgar de los seguidismos de las políticas que
se nos quieran imponer desde el interior o el exterior. Y ello tanto
en la época de Franco como en el momento actual. El com-
plejo de inferioridad de que simplemente por aceptar nuestra pre-
sencia ya somos algo —por lo mucho que se supone que se nos
tiene que perdonar por anteriores incidencias y aislamientos his-
tóricos—, equivale a aceptar la más negra miseria de la mismí-
sima «leyenda negra». Significa una especie de autoinculpación
que históricamente, desde el presente, es rechazable en el más
alto grado. Los fastos del 92 quedarán llenos de contraejemplos
de esa necia y avergonzada actitud.
Recuperar la conciencia histórica, es presentarnos con segu-
ridad. No con arrogancia —como aún evocan de nosotros los
alemanes con su expresión «stolz wie ein Spanier», orgulloso
como un español—, sino con capacidad suficiente para un trato
de igual a igual.
Recuperar la conciencia histórica es valorar el inmenso teso-
ro histórico y monumental acumulado en este país, desde la
biblioteca de El Escorial a la riqueza pétrea de Poblet, desde los
archivos de Simancas y de la Corona de Aragón hasta las más
excelsas rúas y plazas de Santiago; o la belleza incólume de los
monumentos de la España árabe andaluza. Y por encima de todo,
la lengua española, que hablan cuatrocientos millones de seres
humanos en este planeta.
PRÓLOGO DEL A UTOR 19
* *
* *
* *
* *
3. El idioma de Nebrija
Es obvio que las islas a las que Nebrija aludía eran las
Baleares y las Cananas, Y el Imperio no era otro que el roma-
no, en contra de lo que algunas aviesas interpretaciones ulterio-
res quisieron dar a entender.
LA SENDA HISTÓRICA 37
8. Intentos de modernización
9. Reacción y atraso
1. Introducción
3. Un siglo de proteccionismo
5. El final de la Restauración
Las respuestas podrían ser muchas. Pero tal vez fue Ilya
Ehrenburg, en su pequeño y sustancioso libro España, repúbli-
ca de trabajadores, quien mejor lo sintetizó: la República no supo
apreciar lo acuciante de las reformas, y la demora en su reali-
zación marcaría el origen de su fracaso.
De un fracaso al que, ciertamente, contribuyeron las fuerzas
antagonistas. Como también es verdad que hubo errores tácticos
en los proceres republicanos y en los partidos de izquierda y los
sindicatos. Efectivamente, desde los propósitos más progresistas
de la República, se incurrió en importantes aberraciones, que per-
mitieron la reconstrucción del poder de la derecha vía refortale-
cimiento del militarismo, reorganización política del conserva-
durismo confesional, y surgimiento de toda una vanguardia fas-
cista. La agonía de Casas Viejas —en 1933, el símbolo, por los
campesinos muertos por la fuerza pública, del fracaso de la
Reforma Agraria— fue el despertar del sueño. La velada de
Benicarló, de Azaña, escrita ya en 1939 al final de la guerra civil,
reflejaría después muchas de esas circunstancias.
El experimento social-azañista resultó liquidado con la pri-
mera alternancia política española tras las elecciones de noviem-
bre de 1933. La alianza que había gobernado desde 1931 y que
se vio disuelta en 1933 perdió el poder tras apenas dos años de
ejercerlo.
Ulteriormente, los sucesivos gabinetes, de centro y centro-
derecha, plantearon una política bien distinta, más autoritaria,
para frenar unas reformas y cancelar otras. De ese modo, se die-
ron las condiciones deseadas por algunos, para desde posturas
altamente criticables de la izquierda intentar el asalto al poder.
Así se produjo la terrible equivocación histórica de la
izquierda, de promover la que luego se llamó la Revolución de
Octubre de 1934. La República, amenazada por el militarismo
convencional en agosto del 32 —la «Sanjurjada»—, también se
vio acosada desde las izquierdas del obrerismo y del naciona-
CRÓNICA RECIENTE DE UN VIEJO PAÍS 65
a) El submodelo político
El submodelo político autoritario se perfiló a lo largo de tres
etapas fácilmente diferenciables. La primera, que podemos lla-
mar de disposiciones funcionales, se inició con el decreto del 29
de septiembre de 1936, de designación de Franco como jefe del
Estado, con todos los poderes de un dictador, que prefirió lla-
marse caudillo.
En 1942, ese submodelo político autocrático entró en su
segunda fase, durante la cual se produjeron algunas transfor-
maciones secundarias. Cuando la tendencia de la guerra mun-
dial se hizo menos favorable a las potencias del Eje, que ha-
bían ayudado a la instauración de la dictadura en España,
Franco decidió revestir su poder autocrático y personal con la
apariencia de una pretendida democracia orgánica. Surgie-
ron de este modo las Leyes de Cortes (1942), Fuero de los
Españoles, Referéndum (1945), y Sucesión (1947); y las demás
Leyes Fundamentales.
Más adelante, el submodelo político autocrático se maqui-
lló en la década de los sesenta con el llamado desarrollo polí-
tico, que venían prometiendo los tecnócratas del Régimen, para-
lelamente al crecimiento económico. Sin embargo, las apa-
riencias liberalizantes de las leyes de Libertad Religiosa y de
Prensa, de 1966, se agotaron con la Ley Orgánica del Estado
de 1967.
En suma, puede afirmarse que el 20 de noviembre de 1975,
a pesar de algunas diferencias secundarias, el modelo político
vigente era básicamente el mismo de 1939. Con rasgos bien cla-
ros de ser oligárquico desde el punto de vista de la concentra-
ción del poder en la clase política dirigente de origen franquis-
ta; históricamente anacrónico, al hallarse anclado en un ya leja-
no pasado, ampliamente superado por la inmensa mayoría de
la población; y técnicamente obsoleto, por resultar incapaz de
atender a las necesidades de una sociedad y una economía
mucho más complejas y diversificadas en 1975 que en los años
cuarenta o cincuenta.
Por el contrario, según pasamos a ver, el submodelo econó-
mico sí que experimentó cambios importantes durante el fran-
quismo, originándose de este modo serias contradicciones. Para
calibrarlas, habremos de referirnos a cómo surgió en 1939 el sub-
modelo económico autárquico, y a cómo en 1959 se produjo una
auténtica ruptura para cambiar a un sistema económico de signo
más europeo-occidental.
8. Franco en la historia
Está claro que el período franquista pasó por etapas bien dife-
renciadas. La primera, entre 1939 y 1951, fue de hambre y de
miseria para las masas, y de estancamiento económico en gene-
ral. Baste recordar, con estimaciones del Consejo de Economía
Nacional —una institución nada sospechosa de antifranquis-
mo—, que hasta 1954 no se alcanzó la renta por individuo acti-
vo que teníamos en 1935.
Transcurrieron, pues, nada menos que dieciocho años
(1936-1954) de auténtica regresión económica, a causa de la
guerra y de la política de autarquía. Esos más de tres lustros, de
toda clase de miserias, fueron los que ciertos políticos, como
72
Í2O.13
74
dolo todas las demás dictaduras del siglo xx. En las profundida-
des del exilio, en 1942, León Felipe ya supo preverlo:
Franco, tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo,
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
a) El primer planteamiento
b) La convocatoria
Así las cosas, a primeros de octubre de 1977, el presidente del
gobierno Adolfo Suárez convocó a representantes de todos los par-
tidos políticos del Parlamento para entablar un diálogo conjun-
to. Entre los participantes en la negociación que siguió estaba el
autor de este libro. La discusión giró inicialmente en torno al
informe de 101 folios preparado por el equipo dirigido por el
vicepresidente del Gobierno para Asuntos Económicos, y que
por ello se conoció generalmente con el nombre de Documen-
to Fuentes.
El fin de semana del 8 y 9 de octubre, en la Moncloa, el infor-
me gubernamental fue ampliamente debatido, incorporándose a
su esquema una serie de cuestiones importantes. Y en la tarde
del domingo ya fue posible redactar las bases del futuro acuer-
do —-un texto inicialmente redactado por José Luis Leal y el
autor—, en un comunicado que se dio a la prensa con el modes-
to título de «resumen de trabajo».
Después prosiguieron las conversaciones entre los represen-
tantes del Gobierno y los diversos partidos políticos. A nivel de
comisiones especializadas fue desarrollándose el consenso
alcanzado el 9 de octubre. Y tras muchas horas de negociación,
los acuerdos se firmaron el 25 de octubre de 1977, para final-
mente someterlos a debate en el Congreso en forma de moción,
que fue aprobada el día 27.
Iniciadas las conversaciones en la Moncloa con los temas
económicos, se prosiguió con los aspectos políticos. El pacto
sobre las cuestiones jurídicas y políticas —derecho de reunión y
asociación, reforma del Código Penal, reorganización de las
fuerzas públicas, RTVE, etc.— se firmó en las Cortes el 27 de
octubre.
1. El proceso constituyente
2. La fiesta de la Constitución
3. La belleza de la Constitución
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevale-
cer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión, o cualquier otra condición o circunstancia
personal y social.
5. El sistema electoral
1. Introducción
4. La antinomia proteccionista
c) La recesión no es coyuntural
En un artículo de Ignacio López de Arriortúa, destinado al
Anuario El Mundo 1993 (del cual soy director), el ejecutivo muí-
130
a) La izquierda tradicional
La izquierda se supone que es un conjunto de propuestas y
de acciones para el progreso social de la inmensa mayoría; con
medidas especiales para que no se vean arrinconados o mani-
pulados los grupos sociológicamente más débiles.
Esas propuestas, evidentemente, fueron presentando carac-
terísticas muy distintas según el momento histórico, con este-
reotipos bien claros; los integrantes de la I Internacional: el socia-
lismo de Marx y el anarquismo de Bakunin.
Las dos referidas tendencias dieron un juego bien diferente.
El anarquismo, la más radical —disolver el Estado y hacer posi-
ble de inmediato la sociedad libertaria— se consumió pronto;
en medio de las represiones brutales desde fuera, con el despre-
cio de los socialistas, y todo ello avivado por el fraccionalismo
de sus propios adeptos.
132
b) La izquierda keynesiana
Otra senda de la izquierda, sin cambio de sistema ni igua-
litarismo real en su perspectiva, se nutrió fundamentalmente,
de las ideas redistributivas del keynesianismo: pleno empleo,
política fiscal progresiva, e intervenciones del sector público
(el laborismo con sus sucesivos matices desde Clement Atlee
a Harold Wilson).
Esa filosofía, había tenido ya su propia línea, más tenue,
en EEUU, con el soporte teórico del New Deal de Franklin
ESTADO Y EMPRESA 133
b) La maraña burocrática
9. Cambios en la empresa
a) La empresa norteamericana
b) La empresa japonesa
c) La empresa europea
Y en Europa, ¿qué pasa? Incluso reconociendo las grandes
diferencias según los países, nuestra cultura económica consti-
tuye el paradigma del sistema mixto.
Sin despido libre ni empleo de por vida, con bolsas más inter-
venidas y bancarizadas que en EEUU o Japón. Con mercado,
pero también con fuerte intervencionalismo del sector público,
en una mezcla muy transformada de keynesianismo.
Aparte de que el problema esencial de Europa radica en los
altos costes laborales y extralaborales. Que son consecuencia
de un largo proceso de presión de los partidos de la izquierda y
del sindicalismo. Algo que fue posible en términos de economías
aún considerablemente cerradas. Pero que tiene muchos pro-
blemas para proseguir en el escenario global. Aparte, están las
aberraciones provenientes del Estado prebendario (para los pro-
pios) y clientelar (para los votantes).
146
b) Planificación a la japonesa
En Japón, las cosas también parecen estar evolucionando en
esa dirección, aunque con una mayor lentitud que en EEUU, y
con características quizá no irreversibles. Pero, evidentemente,
el empleo de por vida ya no va a estar garantizado. Algunas
empresas, entre las más iinportantes, tienen programas de jubi-
lación anticipada, para retirar de sus cuadros y de sus efectivos
laborales a los ejecutivos y trabajadores de mayor edad y menos
eficaces.
Pero la gran diferencia entre Japón y EEUU radica en la res-
puesta del sector público nipón. Primero de todo, a través de la
planificación a la japonesa, concertación MITI-Keiretsu, que se
refuerza en épocas de crisis.
Y en segundo término, por la política keynesiana, que aún
148
c) Desempleo en Europa
En cuanto a la tercera cultura, la europea, ya poníamos de
relieve antes que se encuentra en una situación intermedia, con
un primer elemento de preocupación: los salarios por hora de tra-
bajo ya son superiores a los de Japón o EEUU; y desde luego,
son un elevado múltiplo de los costes de los dragones asiáticos,
de México, y aún más respecto de China.
Y es que en el caso de Europa no se trata solamente de los
salarios, sino también de los costes extrasalaríales; derivados de
reglamentaciones de convenio, de regulaciones oficiales de
higiene y seguridad en el trabajo, medioambientales, y de otras
prevenciones de una Administración cada vez más precavida y
presionada desde el sindicalismo y el ecologismo.
A ello ha de agregarse lo que generalmente se denomina el
elevado coste de despido; es decir, las indemnizaciones a pagar
en el momento en que el trabajador pasa de estar empleado al
paro. Y sin perjuicio de percibir durante largos meses —y en oca-
siones indefinidamente— el seguro de paro.
Todo lo anterior, el elevado nivel de retribuciones y com-
plementos de todas clases, se consiguió en Europa —ya aludi-
mos antes a ello— a lo largo de los años de prosperidad, de la
política keynesiana de la larga posguerra.
Pero ya con los choques petroleros de 1973-1974 y 1979-1980
las cosas empezaron a cambiar. Todos recordamos cómo esas
políticas keynesianas, paulatinamente se vieron sustituidas por
ESTADO Y EMPRESA 149
a) Salarios y bienestar
to. Esa es la dura ley, que obligará, cada vez más, a mejorar
el factor humano. Un tema que acto seguido pasamos a con-
siderar.
b) El factor humano
Sobre condiciones de trabajo. En tiempos lejanos de la his-
toria, el cómitre manejaba a los esclavos en el trabajo. Después,
en el feudalismo, en el orden corporativista, sería el maestro quien
gobernaba a los aprendices y a los oficiales, dentro de la más
estricta disciplina del gremio.
Con la revolución industrial y el sistema de clases, el turno
de controlar a los obreros le tocaría al capataz, como represen-
tante de la empresa. Y después, al terciarizarse la economía, se
habló del jefe de personal. En nuestro tiempo, se ha dado un paso
más, hasta llegar a director de recursos humanos.
Más en concreto, a lo largo de nuestro siglo, las técnicas de
aprovechamiento del trabajo fueron evolucionando. Primero, sur-
gió el taylorismo, con los estudios de tiempo y movimiento, bus-
cando que el operario rindiera al máximo en su puesto fijo.
Más tarde, con antecedentes en la Oldsmobile, el fordismo
introduciría la cadena de montaje, para aprovechar aún mejor el
crono laboral, moviendo el objeto de producción y ahorrando
tiempos de trabajo. El nuevo método llevó a Ford a convertirse
en la primera industria de EEUU.
Pero como no hay nada eterno, Sloan ligó la producción a
la demanda diversa, y pasó a explotar la segmentación del mer-
cado en sus distintos gustos y precios posibles. Encontró, pues,
la «piedra filosofal» de la diversificación industrial. Así, la GMC,
inevitablemente, sobrepasó al orgulloso Henry I.
Hoy, ya no es una mera cuestión de tiempo y movimiento,
de cadenas de montaje, o de la gama variada de fabricación. Las
técnicas de management son determinantes para la efectiva
152
c) Cooperación dialéctica
La corresponsabilización ha de ir más allá. Como hace años
propusieron el británico Bullock y el francés Sudreau, al termi-
nar sus célebres informes sobre la reforma de la empresa. Y aquí
surge la gran cuestión: la necesidad de un nuevo soporte teóri-
co/ideológico del factor trabajo en la empresa.
Durante mucho tiempo, el esquema básico fue la lucha de cla-
ses. Pero ésta ha perdido la mayor parte de su fuerza en su con-
cepción tradicional, al menos en todo lo que no es Tercer Mundo.
La lucha de clases había de conducir a la guerra civil, y ésta
a su vez desembocaría en el cambio de sistema (del capitalismo
al socialismo) en caso de triunfo revolucionario de los trabaja-
dores; o pasaría al fascismo represivo, en el supuesto de corres-
ponder el éxito a la burguesía antidemocrática.
Hoy, ese esquema no se da. Nadie, virtualmente, quiere el
cambio de sistema. Ahora, lo que critican los sindicatos a los
empresarios es que no invierten suficiente.
d) Envolvente institucional
En otras palabras, la lucha de clases ha dado paso a lo que
cabe llamar cooperación dialéctica: todos plantean sus derechos,
.
ESTADO Y EMPRESA 153
2. Economía y psicología
a) Probabilidades psicológicas
Precisamente por la inevitabilidad de los ciclos, la visión de
futuro no puede resultar nítida. Todo se complica cuando las
cosas se enfocan desde la óptica de los intereses propios o aje-
nos, de los deseos, o de los temores. Siempre será difícil, pues,
apreciar qué tipo de fenómeno tenemos ante nosotros, cuál es
la coyuntura real. El diagnóstico se entrevera de sensaciones
e intuiciones. Lo cual tiende a situarnos en la amplia franja en
160
b) En el fondo de la psique
Pero con ser la panoplia de indicadores cada vez más com-
pleja, siempre está, insistimos, la componente psicológica: de
cómo se interpretan los hechos, de cómo se valoran las diversas
percepciones según los backgrounds más o menos sofisticados
de los observadores. Pero esta vez, nuestra referencia a la psi-
que pretende ir más lejos: buscar en la profundidad de la mente
cuáles son las raíces de nuestros deseos, aspiraciones, e inquie-
tudes. En cierto modo, cabría decirlo así, pasamos de la psico-
logía a la psiquiatría.
Y si en el vasto e inquieto mundo de la psiquiatría tenemos
situaciones como la depresión (pesadumbre insoportable), la
neurosis (obsesiones inexpulsables camino de la histeria o la hi-
pocondría), o la esquizofrenia (el divided self que dijo Laing,
el desdoblamiento en las apreciaciones), en economía también
caben situaciones comparables. Las grandes explicaciones de
162
c) La idea de la culpa
Pero además de esas tres posibles raíces profundas de lo que
nos pasa, en los esquemas mentales aparecen explicaciones de
signo culpatorio que tampoco resultan desdeñables.
Algunos empresarios ven en la crisis una especie de castigo
por los anteriores pecados —el sentimiento de culpabilidad—,
de dilapidación del gasto presupuestario, de la gula del sector
público, y de la «pereza de los menestrales».
En tanto que desde el sindicalismo, la visión se enturbia con
acusaciones y vituperios de todo orden contra la prepotencia de
los poderes públicos y la concupiscencia de los patronos.
Por último, en el caso de los organismos públicos, las ten-
dencias de la economía a corto plazo se siguen con atención no
exenta de otros inculpamientos. Lo cual se traduce en los nume-
rosos diagnósticos, casi permanentes. Nos tomamos el pulso eco-
nómico a cada momento. Nos miramos el color de la tez coyun-
tural mañana, tarde v noche.
CIENCIA ECONÓMICA Y VISIÓN DE FUTURO 163
3. Optimistas y agoreros
ción, lo que más nos diferencia del pasado es que hoy existen
muchos más observadores, más gente trabajando en políticas de
ajustes varios. Pero eso tampoco lo resuelve todo. La vida eco-
nómica y social, podríamos decir, también tiene su especie de libre
albedrío, porque nada está escrito sobre qué pueda suceder. Sin
llegar a la metáfora del vuelo de la mariposa, las salidas siempre
son muchas, y al final todo depende de lo que se haga o no se haga.
a) Hipótesis y previsiones
En Límites-2, se trabajó con hipótesis análogas a las de
Límites-1 de 1972. Si bien es cierto que Dennis Meadows reco-
noció —así tuve ocasión de comprobarlo personalmente en la
presentación del informe, que junto con él y con Vicente Albero,
entonces secretario de Estado de Medio Ambiente, hicimos en
la Fundación Santillana el 2 de diciembre de 1992— que en el
modelo utilizado hace veinte años, el Tierra-2, se incurrió en no
pocas rigideces.
Se dieron por definitivos los stocks entonces conocidos de recur-
sos no renovables, cuando en la realidad luego siguieron descu-
briéndose yacimientos de casi todo. Y no se sopesaron suficiente-
mente las elasticidades de sustitución entre materias primas en fun-
ción de los precios. Como tampoco se evaluaron las grandes posi-
bilidades de ahorro energético, de miniaturización, etcétera.
En definitiva, incluso con mayores precauciones, las conclu-
siones de Límites-2 son aún más preocupantes que en 1972. Pero
también se plantean soluciones que podrían ser decisivas. Veamos:
1. La utilización humana de muchos recursos esenciales y
la generación de contaminantes han sobrepasado los
topes de lo físicamente sostenible. Hay un riesgo tangi
ble de sobrepasamiento.
2. Para evitar el impacto de esas agresiones a la biosfera,
son necesarias ciertas clases de mutaciones. La prime
ra, la revisión global de las políticas y prácticas que per
petúan el consumismo derrochador junto con la nece-
174
1. Introducción
b) De dualismo y presupuestos
Por otro lado, al contemplar con delectación un panorama que
se pretendía brillante, en el PCG no se tuvieron en cuenta muchos
aspectos internos que deberían haberse meditado en profundi-
dad. Por ejemplo, el crecimiento del PIB per cápita en 1986-1989
se hizo con un dualismo persistente en la distribución personal
de la renta, algo que no se analizó en las instancias oficiales.
Por otro lado, la tan presumida expansión del empleo —que,
según se nos dice, triplicó la media comunitaria entre el 86 y el
88, y la duplicó entre el 89 y el 91— resultó ser, en parte difícil
de desvelar, la consecuencia del afloramiento de una alta pro-
porción de la economía sumergida preexistente, y del proceso
de hiperburocratización de la administración española. Sobre esto
último hemos hecho amplias referencias en el capítulo 4.
Tampoco se dijo nada en el PCG sobre la desastrosa políti-
ca presupuestaria. Un sistema tributario insuficiente, con un gas-
to público mezcla de prebendismo, actitudes políticas clientela-
CONVERGENCIAS Y TURBULENCIAS 18 7
a) Un crecimiento ilusorio
En realidad, los objetivos propios del programa se centraron
en lograr un crecimiento del 3,5 por 100 de media anual, lo que
—se dijo— comportaría la creación de un millón de nuevos pues-
tos de trabajo. Y aunque sea empezar por el final: un año des-
pués de aparecer el PCG, se evidenciaba lo infundado de tan glo-
riosa expansión. 1992 se cerró con un crecimiento del PIB del
1 por 100 (en vez del 3,5) e incluso, en el último trimestre se
hizo presente ya la cara de la recesión, con un negativo del
0,2 por 100 frente al mismo período de 1991.
El objetivo del 3,5 por 100, se aseguró en el PCG, muy peda-
gógicamente, venía limitado por el producto potencial máximo
(PPM). Sin duda, algunos lectores recordarán ese concepto, acu-
ñado hace bastantes años, por Paul Baran (en su libro La eco-
nomía política del crecimiento), y luego ampliamente difundi-
do por Okun, asesor del presidente Kennedy para su programa
de «La Nueva Frontera».
En cualquier caso, el Gobierno español no informó sobre
cómo determinó el PPM, resultando ser, por tanto, un objetivo
más bien cabalístico. No se intuyó ninguna razón especial para
situar nuestra expansión futura en esa cota, salvo quizá la de
poner un punto más de lo previsto a escala comunitaria global
(2,5 por 100). De poco serviría.
CONVERGENCIAS Y TURBULENCIAS ] 89
b) La formación de capital
El algoritmo de cálculo del programa, yendo ahora al núcleo
de la cuestión, se fundamentó en la idea de que podría alcanzarse,
hacia el final del quinquenio, 1996, una tasa de formación bru-
ta de capital fijo próxima al 28 por 100 (menos del 20 por 100
en el primer trimestre de 1993). Lo cual, a la vista de las ten-
dencias de la inversión, pareció a casi todos un propósito op-
timista en demasía. Especialmente, porque en ningún apartado
del PCG se estableció la indispensable premisa de aumentar el
ahorro interno.
Más bien, el objetivo de inversión se fió al mantenimiento
de un «flujo estable» de inversiones del exterior. «Lo cual, en
las circunstancias previsibles del mercado de capitales,
resulta bastante aventurado», fue el comentario común.
Después, con las tres devaluaciones de la peseta y la creciente
desconfianza global respecto de la economía española, lo
Wú
b) Devaluaciones y desempleo
Pero tal aserto fue una vana ilusión. Cualquier mala noticia,
y la encuesta de población activa del primer trimestre del 93 (los
3.3 millones de parados) contribuyó a ello, llevó a nuevas alar-
CONVERGENCIAS Y TURBULENCIAS 199
b) La mercancía dinero
Aparte de otras muchas cuestiones coyunturales y estructu-
rales, la situación hasta aquí comentada, cabe imputarla sobre
todo a la pretensión del Banco de España y del Gobierno de igno-
rar una máxima realidad: que el dinero es la principal mercan-
cía en una economía de mercado.
Y que su precio, a efectos internos, está en los tipos de
interés, y a efectos externos, en el tipo de cambio. Y si tan de
mercado es nuestro sistema económico como usualmente se
nos recuerda, es una obsesión inútil pretender establecer un
precio exterior ficticio; con un tipo de cambio forzado, que
ha de defenderse con la persistente sangría de la reserva de
divisas. Con la secuela adicional de mantenter los precios
internos del dinero en cotas insoportables para cualquier pro-
pósito de recuperación económica, a partir de la recesión que
se inició en 1992, y en la que seguramente se está lejos de
haber tocado fondo (septiembre de 1993).
En el escenario global, las monedas débiles no tienen futu-
ro si no es aceptando una flotación absolutamente libre. Algo
de eso comentamos en la sección 7 de este mismo capítulo. En
otras palabras, la peseta en el SME —antes de la ampliación de
las bandas del SME el 1 de agosto de 1993— podía ser acosa-
da por los George Soros y otros operadores igualmente distin-
guidos, con el objetivo de devaluaciones sucesivas. «A menos
que nos salgamos del mecanismo de cambios del SME, para que
finalmente sea el propio mercado el que fije el precio de nues-
tra divisa, sin más sangría de las ya depauperadas reservas inter-
nacionales, que no deben estar muy por encima de los 45.000
millones de dólares, con más de 80.000 ya en el lado de la deu-
da externa.» Este era mi comentario en mayo de 1993, después
de la tercera devaluación.
Salirse del mecanismo de cambios es lo que hizo el Banco
de Inglaterra con la libra en septiembre de 1992, renunciando a
cualquier pretensión de ortodoxia. El recuerdo de las conse-
cuencias económicas de Mr. Churchill, la crítica de Keynes a la
política de una esterlina sobrevaluada por el patrón oro en los
años veinte, y la remembranza, asimismo, de los problemas del
franco fuerte en el período de entreguerras, seguramente hicie-
ron meditar a la más reputada de las instituciones de banca cen-
tral. Pero por aquí, en estos pagos meridionales, todavía no se
había aprendido la lección.
c) El inevitable realismo
Tanto debate sobre «la necesidad de seguir en el mecanismo
de cambios del SME», se acabó repentinamente el 1 de agosto
CONVERGENCIAS Y TURBULENCIAS 203
1. Introducción
FUENTE: Hasta 1978, paro registrado según el Ministerio de Trabajo; desde 1979,
INE, EPA (Banco de España).
Notas: 1) B/A x 100; 2) D/B x 100; 3) E/B x 100
a) La FP en la CE
La Comisión de la CE ha subrayado en numerosas ocasio-
nes la importancia de la formación profesional para la mejora
de la competitividad de la economía europea, y como instrumento
básico de la reforma del mercado de trabajo. Especialmente, en
el caso de la mayoría de los países comunitarios, que sufren gran-
216
c) El sistema británico
La formación profesional reglada y ocupacional tiene tam-
bién una larga tradición en el Reino Unido, intensificada por la
acción de los gobiernos durante los últimos años. La idea bási-
ca es fortalecer el sistema de formación profesional, como par-
te de una estrategia de política económica orientada a mejorar
la competitividad de la economía.
Las administraciones conservadoras promovieron diversas
medidas de apoyo a la formación profesional, entre las que desta-
can la creación de las Facultades Urbanas de Tecnología y la
Iniciativa para la Educación Técnica y Ocupacional (IETO), cuyo
objetivo es dar a los estudiantes una idea general de los conoci-
mientos y de la mentalidad que necesita el mercado. En la edu-
cación superior se ha desarrollado, con objetivos similares, la
Iniciativa de Empresa, que dispone de fondos para la realización
de actividades que mejoren la cualificación de los alumnos.
Otra innovación han sido los pactos de empleo, mediante los
cuales las empresas acuerdan, con los jóvenes de los colegios,
una mayor asistencia y nivel de conocimientos, y ofrecen a cam-
bio una garantía de trabajo y/o formación profesional. Además,
los intereses empresariales están ampliamente representados en
la dirección de los colegios y facultades.
b) Corresponsabilización de todos
Tema bien distinto es el de la corresponsabilidad de los tra-
bajadores en la empresa, que tiene su simetría en la preocupa-
ción del empresario. No creo que esa corresponsabilidad pueda
conseguirse con el manejo de la amenaza de huelga como en cier-
to modo se pretende en España, al rechazarse los instrumentos
de autogestión o gestión, y favorecerse, en cambio, la presión
sindical a través del mecanismo de la huelga como permanente
espada de Damocles.
Al criticar el proyecto de ley actualmente en curso para regu-
lar el derecho constitucional de huelga, hay que aceptar, como
¿UNA SOCIEDAD DE PARADOS' 22 !
1985 2,5
1986 4,6
1987 5,6
1988 5,3
1989 4.9
1990 3.5
1991 2,4
1992 1,0
1993 (p) -0,7
Las cifras nos muestran que tras los años de estancamiento pro-
vocados por los choques petroleros de 1973/1974 y 1979/1980, la
economía empezó a recuperarse ya de forma nítida, precisamen-
te en 1986, el primer año de incorporación a la Comunidad Europea.
Análogamente a lo que se debatió en la Europa de los Seis al
final de los años sesenta, cuando se discutía la relación entre el
proceso integratorio y la aceleración del crecimiento —recuérdese
el importante artículo que por entonces escribió Alexander Lam-
falussy—, hoy deberíamos preguntarnos si la rápida expansión de
la economía española desde 1986 hasta 1990 se debió a la CE; o
si, por el contrario, lo que sucedió fue que nuestra incorporación
a la Comunidad se vio facilitada precisamente por haber coinci-
dido con una rama de rápido ascenso del ciclo internacional.
La discusión podría no tener fin. Es cierto que tras los dos
choques petroleros, y con la locomotora norteamericana en fun-
MIRANDO AL FUTURO SIN IRA
22
9
a) La incorporación de Canarias
c) Energía
En este caso concreto, también vamos hacia un mercado úni-
co, en el cual los ajustes ya están produciéndose. CAMPSA per-
dió su monopolio. Hoy la Compañía Logística de Hidro-
carburos, CLH, su «sucesora», se limita a administrar la red de
oleoductos.
Por otra parte, el Plan Energético Nacional, el PEN 1992-
2001, ya tiene en cuenta toda una serie de opciones, influidas por
la libre circulación de la energía. Siendo de esperar que el sec-
tor eléctrico español se organice con más eficiencia, acabando
con las largas dubitaciones sobre el mapa eléctrico nacional, el
balance energético, etc.
No tiene sentido tratar aquí in extenso el complejo proble-
ma energético. Pero sí hemos de subrayar que España es uno
de los países europeos con mayor input de energía por unidad
de producto terminado; y que los precios energéticos, espe-
cialmente las tarifas eléctricas, se sitúan entre los más elevados
de Europa.
234
d) Industria
5. Un desequilibrio a corregir
Hay que recordar que incluso en un país con tan bajos sala-
rios industriales, y con tan rápido proceso de industrialización
como es México, en la primavera de 1993, el presidente Salinas
de Gortari, que cuatro años antes estaba realizando una política
de apertura comercial y de gran impacto hacia el exterior, decre-
tó la introducción de medidas proteccionistas frente a las impor-
taciones de China. Con ello se trató de evitar un efecto dema-
siado negativo sobre los propios fabricantes mexicanos, cuyas
empresas estaban cerrando, en sectores como juguetes y textil,
por decenas e incluso por centenares.
Otra razón para pensar que una cierta defensa frente a los pro-
ductos provenientes del exterior, y especialmente de la orilla asiá-
tica del Pacífico, no sería tan desastrosa para los propios NICs
radica en la circunstancia de que una gran parte de la actividad
comercial ya se desarrolla dentro de la propia región.
En otras palabras, en sólo un decenio se ha pasado de un inter-
cambio entre los países de la orilla asiática de apenas el 25 por
100 del total de su comercio exterior, a más de un 40 por 100,
con un salto de tres veces en el volumen absoluto. Es decir, ya
hay un área propia de crecimiento, con capacidad suficiente para
mantener su impulso desde dentro.
Incluso cabría afirmar que son los propios NICs los que pue-
den estar asombrados de las facilidades que han encontrado para
su penetración comercial en los países del norte industrial, entre
ellos los de la Comunidad Europea. Por eso mismo, una gradual
protección renovada frente a esos países no sería nada extraño
para ellos mismos.
Por otro lado, el ingreso en el GATT de varios de los NICs,
y especialmente el de China, obligará a desarrollar nuevas prác-
ticas más conformes con los principios internacionales regula-
dos por el Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Co-
mercio, incluidas las cuestiones sociales, ecológicas, derechos
humanos, etc.
MIRANDO AL FUTURO SIN IRA 245
1. Una gran potencia sólo teoriza sus intereses. Las reglas del
comercio internacional las escriben quienes controlan el
acceso al mayor mercado mundial de cada momento. Así
ocurrió con el Reino Unido en el siglo XIX, y así está suce
diendo con EEUU en casi todo lo que va de siglo XX.