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Ferrocarril de Chalco a Zoquiapan (1897)

En estos años de 1897, el señor Iñigo Noriega, que vivía en el Rancho de Zoquiapan, del
Municipio de Ixtapaluca, poseía también una casa en la Coyuya de la capital mexicana, y como
no tenía tiempo de ir a caballo hasta México, compró e instaló un ferrocarril que se llamaba F.C.
de San Rafael y Atlixco; al salir de Chalco se llamaba de Zoquiapan, pasaba al pie del Cerro de
San Nicolás, atravesaba Tláhuac, luego enfrente del Cerro de Xico, y hacía los servicios de
transportar el pulque que se recogía del tinacal del rancho para entregarlo a Chalco.

Este tren también recogía los durmientes que se fabricaban en “El Potrero”, que actualmente
son las minas de arena; debajo de unos techos de lámina había maquinaria de vapor para cortar
y limpiar los durmientes; lo restante de los troncos, que una vez cortados, se llevaban hasta las
fábricas de papel San Rafael, de las cuales era también accionista el señor Noriega. Las vías del
tren que subía por los cerros estaban perfectamente calculadas para las locomotoras, abriendo
tajos en medio de las colinas para permitir cortar todos los árboles de las montañas, llegando
hasta el “Campamento” donde brotaba un manantial que alimentaba uno de los afluentes del
Río Frío, pasando ante el puente de “El Paso de la Zorra” a un lado de la “Piedra Letreada”,
monumento arqueológico poco conocido porque está escondido en lo abrupto de los montes
de la Sierra Nevada. La superficie de la piedra mide siete metros de Oriente a Poniente y de
Norte a Sur.

La parte norte tiene una altura de un metro veinte centímetros y la parte sur está enterrada. En
el centro existe un bajo relieve en forma de estrella de cuatro puntas, grabado con una
profundidad de cinco centímetros y que indica con una precisión absoluta los cuatro puntos
cardinales. Como este monolito ha permanecido siempre a la intemperie, se encuentra cubierto
de un liquen rojizo, que suponemos es una asociación de algas, hongos y alguna combinación
con alguna pintura antigua, del mismo tipo descubierto en la Coyolxahuqui. Es un basalto
volcánico, probablemente andesita, que fue acarreado por un glaciar de la época cuaternaria
desde un volcán cercano, cuyas figuras y jeroglíficos no han podido ser traducidos por los
antropólogos que lo fueron a admirar.

Es de llamar la atención, el espíritu emprendedor del señor Iñigo Noriega, pues probaba todos
los negocios, en la inteligencia que estaba ayudado por el Presidente de la República, el
general Porfirio Díaz; por lo mismo, el rancho en que vivía, era Zoquiapan, que abarcaba hasta
Río Frío, y con la instalación del tren podía recoger el pulque que se fabricaba en el tinaco del
actual casino del Hospital Pedro López, de los enfermos del mal de Hansen. Había construido
dos depósitos redondos para agua, de 100 metros de diámetro cada uno, para tener
constantemente agua que traía desde el “Campamenteo” y que bajaba en unos tubos de arcilla
cocida que estaba enterrada a flor de tierra, por unos seis kilómetros.

Cultivaba las tierras desde el Cerro de Xico para llegar hasta el rancho de la “Compañía”, en
donde tenía las máquinas para trillar la avena y para desgranar el maíz, y que estaban
funcionando mediante una caldera.

Tuvo suerte el señor Iñigo Noriega de empezar estas obras hace 100 años, pues todos los
campos eran vírgenes; las colinas de la Sierra Oriental se podían cubrir de magueyes que
crecían gigantescos, y llenaban diariamente cada uno un acocote.
Los montes tenían pinos de 40 centímetros de diámetro en el tronco; los ríos, en tiempo de
agua se desbordaban; en San Rafael el río de la Compañía se aprovechaba llenándole de
desperdicios químicos sin que nadie se atreviera a discutir los perjuicios. El campesino
trabajaba de sol a sol, recibiendo un peso diario, y no se quejaba.

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