de Roma que fueron exportadas a todos los territorios imperio romano. Las primeras
manifestaciones del arte romano, surgieron bajo el influjo del arte etrusco y fueron
contagiadas por el arte griego; que los romanos conocieron en las colonias de la Magna
Grecia ubicadas en el sur de Italia que conquistó en el proceso de unificación territorial de
la península, durante los siglos IV y III a. C. La influencia griega se acrecienta cuando, en
el siglo II a. C Roma ocupa Macedonia y Grecia.
Hasta cierto punto puede pensarse que el arte de Roma es una imitación y ampliación
del arte griego, y por supuesto del arte etrusco, pero el espíritu que animó a los artistas
romanos es totalmente diferente de aquellos. La Roma conquistadora y urbanista trató de
unir al sentido estético griego, el carácter utilitario y funcional que sus obras requerían.
A causa del profundo centralismo ejercido por Roma sobre sus provincias en todos los
aspectos de la vida, se originó un arte muy uniforme sin que pueda hablarse de escuelas
provinciales, al menos durante la época imperial. No obstante, dada la amplitud del Imperio
y su constitución en diferentes momentos, no existe una contemporaneidad cronológica,
pues en zonas donde el arte helenístico está más consolidado sus formas artísticas están
mucho más evolucionadas que en las provincias más tardíamente incorporadas a la cultura
romana. Arte romano (del siglo III a. C. al siglo V):
En ese sentido, el historiador y artista Giorgio Vasari formuló una idea determinante: el
nuevo nacimiento del arte antiguo (Rinascita), que presuponía una marcada conciencia
histórica individual, fenómeno completamente nuevo. De hecho, el Renacimiento rompió,
conscientemente, con la tradición artística medieval, a la que calificó como un estilo
de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Sin embargo, los cambios
tanto estéticos como en cuanto a la mentalidad fueron lentos y graduales. El concepto
actual de renacimiento será formulado tal y como hoy lo entendemos en el siglo XIX por el
historiador Jules Michelet.
Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al
modelo caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y
mecenas. Así, el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un
auténtico muestrario del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían
en el escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el
que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.