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A modo de prólogo . . .

Han transcurrido diez abriles desde


aquel treinta de abril; recuerdo que
nos presentamos con nuestro humilde
tábladillo, llevados de la mano por
aquella Maestra inolvidable. Todos los
amigos de la Liga Argentina de Edu-
cación esperaban con impaciencia que
se abriera aquella boca pequeña, aque-
lla boca que prometía risas y emociones para todos: los grandes
con recuerdos juveniles y los pequeños con sus sonrisas anticipa-
das. Dijimos todo cuanto nos proponíamos; cumplimos mucho de
lo que soñamos y trabajamos durante horas, días y años, en una
sucesión de ansias de realizar y una siembra cuyos frutos vivimos.
Tomamos los caminos como rutas de ensoñación y la rosa de los
vientos como compañera inseparable.
Así, andando, supimos el valor de una mano cordial y de una
risa infantil; así, andando, pudimos repartir nuestro afecto y reci-
birlo multiplicado en la única forma que queríamos.
No hubo tregua a partir de aquel treinta de abril; donde no
llegaba nuestro tábladillo, llegaban las cartas portadoras de nues-
tros consejos, para sembrar de pequeños teatros de muñecos, la
soledad plana de la pampa y la verde maraña de la selva. Fueron
así ideadas las primeras Misiones Pedagógicas a la lejana Patago-
nia; las exposiciones y concursos de dibujos en las tierras que
mojan los grandes ríos. Nuestra constante inquietud, nos llevó
más de una vez a hospitales, asilos y reformatorios; y en aquellos
sitaos donde la alegría parecía proscripta, volvían a oírse, plenas,
miles de risas, dueñas absolutas del ámbito triste.
A menudo nos preguntaban el por qué del nombre de nuestro
teatro; sonaba extraño: "Títeres del Triángulo"... Yo era el en-
cargado, como maestro de ceremonias, de explicar su significado;
y lo hacía como quien comienza un cuento: —Una vez, tres
amigos, unidos por la misma inquietud, por la misma fe en los

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hombres, por las mismas ansias incontenibles, quisieron mostrar
a los niños y a los grandes, cómo se puede llevar dentro de un
pequeño atado de lona y madera, un mundo de sorpresas y un
puñado de amor. Una vez la aventura nos llevó a instalarnos en
vi centro de una gran ciudad: Buenos Aires. Fué el nuestro, el
primer teatro de muñecos, con una librería y exposiciones de
dibujos y muchos títeres exhibidos para solaz y enseñanza. Fué
una aventura más; una dolorosa aventura que quedó como una
herida abierta en medio de la ciudad gigantesca. En los primeros
tlias de un año de triste recuerdo, se cerró el pequeño refugio
y con él, muchas esperanzas.
Nuevamente a buscar el aire puro de los caminos y la aven-
tura sorpresiva; enseñamos y aprendimos, escuchamos nuestros
aoaibrcs popularizados en los lugares más extraños, vivimos el
afecto de las gentes sencillas y supimos llegar a ellas y creer en
ellas, a través de sus risas, al conjuro de la magia titiritera.
También supimos de nuestros hermanos lejanos, de aquellos
que se llaman Guignol, o Punch o Polichinella, intercambiándonos
sueños y realidades.
Hoy hacemos un pequeño alto en el camino: hemos andado
diez años y debemos reponer fuerzas. Pero antes saldamos una
deuda contraída hace mucho tiempo; ponemos en las manos de
todos los que aman el teatro de muñecos, estos libretos que nos
acompañaron en nuestro peregrinar y que han hecho reír y emo-
cionar a muchos públicos. Son cinco obras que representan cinco
experiencias; cinco géneros dentro del teatro de títeres. Las dedi-
camos cordialmente a todos los titiriteros, pensando que serán bien
recibidas. Y ahora, diré como al final de las viejas comedias:
perdonen si lo hice mal, pero es la primera vez que escribo prólogos
y la única razón de haber sido elegido, es la de ser el títere más
viejo del retablillo de los "Títeres del Triángulo".

Con todo afecto

MAESE PEDRO.

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"DON PATO Y DON POLLO"
Pieza para títeres en tres cuadros escrita por
CECILIA BORJA
P a r a los " T I T E R E S D E L T R I A N G U L O "
Fué ideada en el año 1944, para "los más pequeños"

Personajes:

MANOLITO.
AGENTE.
D O N PATO.
D O N POLLO.
U N LOCUTOR.
U N A CANTANTE.

Escena:

Una calle de barrio. Aparece Agente por lateral y en seguida Ma-


nolito, por lado opuesto.

AGENTE. — S i Manolo y su pandilla


alborotan otra vez,
meteré en el calabozo
lo menos a treinta y tres.
M A N O L I T O . — Agente, no se entusiasme
que hoy no vamos a jugar:
V e a lo que hay en l a c a l l e . . .
Nos quitaron el lugar!
(Señala dos medias cascaras de huevo, de tamaño
suficiente para ocultar a Don Pato y Don Pollo, que
habrá en 2? término).

C"1
(Agente y Manolito se acercan y dan muestras de
extrañeza y curiosidad).
AGENTE. —(Señalando). Lindos huevos de g a l l i n a ! . . .
POLLO. — (Advirtiendo al otro):
M A N O L I T O — ¿ D e g a l l i n a ? . . . No señor!... Hola, amigo D o n P a t i t o ! . . .
AGENTE. — ¡ C ó m o ! . . . De qué son entonces? PATO- — Don P o l l o ! . . . Cómo le v a !
M A N O L I T O . — Son de pato, y se acabó!... AGENTE. — J a , j a , j a ! Y se dan la mano
(Se oye golpear dentro de las cascaras). como gente de v e r d a d ! . . .
MANOLITO.—(Acompañando los golpes). T i c , tic, tic, t i c . . . POLLO. — ( P u g n a n d o por salir):

AGENTE, — H a s oído? U n momentito, don Pato,


que ésto me estorba.
MANOLITO—Claro!... Y quién no lo v a a oír?
PATO. — Y a mí!...
AGENTE. — Son los pollitos que p i c a n . . .
AGENTE. — C o n estos caballeritos
M A N O L I T O . — ¿Pollitos?...
nos vamos a divertir-
AGENTE. — ¡Claro que s í ! . . . (Pato y Pollo salen de sus respectivas cascaras y
(Siguen los golpes,). arrojan los restos a uno y otro lado).
M A N O L I T O . — Toe, toe, toe, t o e . . . POLLO. — L i s t o el p o l l o ! . . .
— Son p a t o s ! . . . PATO. — Listo el p a t o ! . . .
AGENTE. — P a t o s ? . . . Pollos, digo y o ! . . . POLLO. — A buscar l a luz?

M A N O L I T O . — Silencio que están saliendo! PATO. — S í , pues


y a.andar por e l mundo u n rato
(Se levantan las cascaras y aparecen).
.si es que me acompaña usted-
AGENTE. —Pollos!
POLLO. — (Con resolución):
M A N O L I T O — Patos!
Déme el a l a ! . . .
AGENTE. — No!
PATO. — A n t e s escuche:
M A N O L I T O . — Sí!
Usted canta?
AGENTE. —No!
POLLO. —Cómo n o ! . . .
(Don Pato y Don Pollo sacan la cabeza). PATO. — V a m o s a ver, desembuche;
M A N O L I T O . — Uno es pato y otro es pollo quiero conocer su voz.
qué salida o r i g i n a l ! . . . POLLO- — (Carraspea):

AGENTE- — V a m o s a ver lo que hacen Pió, pió, pió, p i o ü . . .


PATO. — (Exagerado):
y no discutamos más.
(Se retiran y siguen la escena —cuando no les M a r a v i l l o s o ! . . . Muy b i e n ! . . .
corresponde intervenir— con. actitudes adecuadas. POLLO. — (Pavoneándose):

Pato y Pollo habrán salido a medias de las cas- Exagera, amigo m í o ! . . .


caras) . Y usted no canta también?
PATO. — S í ; después que usted concluya.
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POLLO. — Cante-

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Supertible Perifláutica
Sinforosa Floripón,
PATO. —Cuá, c u á ! . . .
vale cinco m i l Barrientos
POLLO. — L i n d a voz! y 20.000 L i l y Pons.
PATO. — G r a c i a s , gentileza s u y a . . .
(Canta la soprano con exageración de gorgoritos).
POLLO. — L e hablo con el corazón! (Agente y Manolo, aplauden desde la puerta; el
PATO- — V a m o s a l a radio, a m i g o . . . locutor sacudiendo la mano):
ganaremos u n platal! LOCUTOR. — A d e l a n t e , c a b a l l e r o s ! . . .
POLLO. — D e s d e y a cuente conmigo; M A N O L I T O . — Buenas tardes, l o c u t o r ! . . .
pió, p i ó . . . LOCUTOR. — T o m e n asiento.
PATO. —Cuá, cuá, c u á . . . AGENTE. — M i l gracias!...
(Se toman del brazo y con aire de importancia M A N O L I T O . — D e pie hablaremos mejor.
salen). LOCUTOR. — M u y bien y . . . de qué se t r a t a ? . . .
AGENTE. — V a m o n o s también nosotros, A G E N T E . . . — D e u n caso muy especial:
M A N O L I T O . — y allí seremos l a c l a c . . . Traemos unos a r t i s t a s . . .
AGENTE- — V i v a el p a t o ! . . . M A N O L I T O . — . . .de valor excepcional.
MANOLITO. — V i v a el pollo!... AGENTE. —Portentosos!
AGENTE. —(Imitando): M A N O L I T O . — Nunca vistos!

Pió, p i ó . . . AGENTE... —Formidables!


LOCUTOR. — B u e n o y qué?
M A N O L I T O . — Cuá, cuá, c u á ! . . .
M A N O L I T O . — ¡Qué triunfo para esta radio!
(Salen y se corre la cortina). AGENTE. —(Al locutor):
Y qué gloria para usted!
LOCUTOR. — A y ! . . . yo y a estoy mareado!
CUADRO SEGUNDO
Los a r t i s t a s . . . dónde están?
AGENTE. — Anuncie, anuncie primero,
Escena:
que enseguidita vendrán.
Una sala de emisora radial; micrófono, ambiente adecuado. El locutor
LOCUTOR. — (Atolondrado se acerca al micrófono).
y una cantante muy gorda.
Trasmite Radio Inocente
X . H . Seis m i l dos
LOCUTOR. —Público adorable, escuche
Amigos oyentes, o i g a n . . .
lo que se vá a transmitir.
Y a mí que me valga D i o s ! . . .
No exagero: es algo mágico,
Muy ilustres radio-escuchas:
muy pronto lo v a n a o í r ! . . .
les vamos a presentar
E s una voz de sirena!
un número nunca oído
E s mejor, mucho mejor!
en tierra, en cielo y en m a r ! . . .
que el zorzal y l a calandria
E s un dúo i n i m i t a b l e . . .
y que el mismo ruiseñor.

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(Se detiene, demostrando por señas que no sabe
seguir. Agente y Manolito se colocan —de un sal-
to— a uno y otro lado, le tapan la boca y tras-
CUADRO TERCERO
miten):
AGENTE. — Soberbio!... Escena:
MANOLITO. — Sensacional... E l mismo decorado del primer cuadro.
AGENTE. — Despampanante!... Primero aparecen Manolito y Agente; después Don Pato y Don
Pollo. Todos mohínos y quejumbrosos.
MANOLITO.—Increíble!...
AGENTE. — Mágico!... M A N O L I T O . — Qué me d i c e ! . . . E n un momento
MANOLITO. — Fenomenal!...
se armó l a de S a n Quintín...
LOCUTOR. —(.Recobrándose,): AGENTE. — N u n c a creí que una broma
Frente a l micrófono quedan
iba a tener tan mal fin.
los c a n t a d o r e s . . .
M A N O L I T O . — ¡Silencio!... ¡Que no nos vean!
AGENTE Y
AGENTE. — P o b r e c i t o s ! . . . Qué dirán?
MANOLITO. — Muy b i e n ! . . .
M A N O L I T O . — Que no quieren saber nada
LOCUTOR. — (Aparte):
Todos juntos están l o c o s . . . con ningún a r t e ! . . .
y yo, lo estaré también? AGENTE. — A q u í están!... (Se esconden los dos).
(Avanzan hasta el micrófono Don Pato y Don Po- PATO. — (Rengueando):
llo. Los otros quedan detrás. Los primeros lanzan A golpes se hacen los h o m b r e s ! . . .
desaforados gritos, repitiéndolos en distintos tonos. POLLO. — A y , c o m p a d r e ! . . . Y a lo s é ! . . .
El Agente y Manolito se ríen a carcajadas; el lo-
PATO. — N o s lo enseña la e x p e r i e n c i a ! . . .
cutor da muestras de impaciencia y luego de de-
sesperación. Quiere hacer guardar orden, pero no POLLO. — Y o jamás lo olvidaré!...
lo consigue; entonces toma un bastón y reparte PATO. — (Compunjido):
golpes sin compasión: gritos, carreras, etc. Echa a Y o buscaré una laguna
los cuatro personajes y se deja caer sobre el marco para aprender a nadar.
del escenario, sofocado y dándose aire). POLLO. — Y o en el corral, algún día
quizás pueda cacarear.
PATO. — M u y pronto iré a visitarlo,
mi amigo del corazón...
POLLO. — E n m i humilde gallinero,
T E L O N siempre a su disposición!
(Se abrazan y se van por laterales opuestos, secán-
dose las lágrimas. Agente y Manolito aparecen).
O?}

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"ESTAMPAS NORTEÑAS"
Cuadros folklóricos del norte argentino, realizados en base a poemas
de José Ramón Luna, amigo de los títeres y de los niños.

Estas "Estampas Norteñas" fueron creadas por los "Títeres del


Triángulo" y marcan el comienzo de una nueva modalidad incorpo-
rada a l teatro de muñecos. Representadas ante diferentes tipos de
espectadores y en todas las regiones del país, fueron siempre bien
recibidas y a menudo sus poemas merecieron el aplauso espon-
táneo.
E l titiritero que quiera representarlas, puede adaptar sus cuadros
de acuerdo a las posibilidades técnicas de su teatro; los detalles de luz
y música que describimos pueden servir de base a l espectáculo; así
lo realizan los "Títeres del Triángulo".

Decorado:

Paisaje montañoso del norte argentino; dos -planos bien diferen-


ciados, para permitir ciertos detalles que se describen •oportunamente.
En primer término, un cardón de gran tamaño, piedras... Cielo
profundo, de un azul intenso; al levantarse el telón es de noche.
Se oye desde lejos "Camino del Indio" y varios personajes cruzan
la escena en la misma dirección, muy lentamente. A medida que los
personajes aparecen, se oye más cercano el canto.
Queda en -primer término un indio y hace ademanes como si can-
tara; cuando se crea conveniente, el personaje sale de escena y la
música decrece.
Una pequeña pausa marca el cambio de momento: ahora se oye
"Amanecer Andino". Amanece lentamente; deben cuidarse los efectos
luminosos para dar la perfecta sensación de las primeras luces del;
día. Cuando el paisaje queda totalmente iluminado, ¡aparece un chan-
guito, con poncho y sombrero y dice con movimientos apropiados su
poema al cardón.

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También hay chalinas
de pelo i guanaco
y ponchos vallistos
C H A N G U I T O . — Por afuera espinas y puyos serranos.
y adentro ternura, Tengo sobrepelos
—así es el cardón— suaves y livianos,
Cacharrito fiero tengo sobrecamas
ieno de agua pura lindas pa r e g a l o . . .
lo mesmo que ió.
(Pausa y como pensando, señala algo lejano)
E n tiempo de seca
vestido de flores E l l a . . . y los changuitos
—así es el cardón— allá se han quedao,
responde con fiestas comiendo quesillos
a los sinsabores guaschalocro y a n k o s . .
lo mesmo que ió.
Ha'i ser nuestra suerte
Nido pa'las aves, morir trabajando,
casa pa'las fieras lastimaos los ojos,
—así es el cardón— llagadas las manos,
Cariño pa'l débil hilando y tejiendo
pa'l bravo trinchera, redondito el año
lo mesmo que i ó . . . y a nuestros changuitos
•sin con qué t a p a r l o s ! . . .
cacharrito fiero
ieno de agua pura, (Transición como huyendo del recuerdo).
—así es el cardón—
por afuera espinas Quién me compra un puyo
y adentro ternura, tejidito a m a n o . . .
lo mesmo que ió. o éstas a l f o r j i t a s . . .
(alejándose) L o mesmo que i ó . . . o éste poncho b l a n c o ? . . .
El poema al cardón, puede acompañarse con música apropiada, cuyo (Repite el pregón,, mientras sale de escena).
volumen aumentará para separar las escenas entre sí.
Se oye ahora, lejano, el pregón del vendedor de ¡ponchos. E s un
( La música marca nuevamente el cambio de situación; es ahora
viejo, cargado, el que a medida que dice su parte, muestra su mer- alegre y mezclada o repique de campanillas que se vienen acercando.
cancía. Entre el primero y el segundo plano del decorado, pasan llamas.
VENDEDOR DE PONCHOS (Lejano) Quién me compra un puyo El changuito con su poncho, acelera el paso 'de la majada.
Puede cantarse en esta parte la canción "Collita Harnero" de Cecilia
tejidito a m a n o ? . . .
Borja y Guardo Gilardi.
o éstas alforjitas,
o éste poncho blanco?
[21}
(Repite su pregón al entrar a escena).

{20}
Con las últimas notas, se mezcla el pregón del vendedor de cacha- U n poquito i barro,
rros, que llega cargado también con su mercancía, y acompañado por eso y nada más;
un borrico pequeño y gracioso.
noches de horno y torno
T I N A J E R O . — Virques, pucos, yuros, y soles de a n d a r . . .
pa'l agüita i Dios;
Barro, sólo barro
eso es lo que vendo;
y u n poco de a m o r . . .
tinajero s o y . . .
Qué somos nosotros
Virques pa'l arrope, más que barro y sol?
pucos pa'la miel,
(Cambiando el tono, pregona):
yuros pa'la aloja
y el vino también... Virques, pucos, yuros,
pa'l agüita i Dios;
Nada más que barro,
eso es lo que vendo;
nada más, señor.
tinajero s o y . . .
Pero compre un puco,
lo h i trabajao yo. (Sale de escena mientras se aleja su pregón).

Ahora la música se hace alegre, vivaz; un carnavalito bailado por


Cacharrito f i e r o . . . una pareja pone su nota festiva y colorida; esta estampa puede su-
y como será, primirse, si los titiriteros no aciertan con el ritmo y los movimientos
que el agua más negra que darán sensación real a los muñecos bailarines.

l a vuelve cristal. Pueden aparecer otros personajes, como espectadores de la danza.


Al finalizar, con los últimos compases de la música, salen los
Eso es lo que vendo; personajes de escena. La música cambia; comienza a anochecer len-
tinajero soy; tamente.
Aparece una mujer, caminando lentamente, con sensación de can-
cómpreme este lindo
sancio; se arrodilla, junta las manos; \parece rezar.
guaco s i l v a d o r . . . Poco después un hombre se aproxima, la acaricia y dice:

Tinaja alojera
LABRADOR. — Doblao en los urcos
nunca le ha'i sobrar.
me h a pillao el sol;
P a ' l tiempo l a chaya doblao, trabajando
la v a a p r e c i s a r . . . pal chango y pa vos.

Este yuro dicen Todas las mañanas


que es yuro i virtú: al campo me voy
se le pone a l o j a . . . tocando la caja
se bebe s a l ú ! . . . de mi corazón.

£22] £23}
T u m , tum, mañanita
del trabajador;
tum, tum, en l a caja
pal chango y pa vos.

E l sol es más güeno


la vida es mejor
y hasta el Zonda pasa
como una canción.

Me doblo en los surcos


y cada terrón
es un pan que gano
pal chango y pa vos.

Tum, tum, en l a tierra


con el azadón;
tum, tum en l a caja
de mi corazón.

Echao en los surcos


y a se muere el sol;
y yo, trabajando
pal chango y pa v o s . . .
(La mujer se levanta lentamente y ambos van saliendo).

y yo, trabajando
pal chango y pa v o s . . .

La música levanta el volumen; ya es de noche


mientras corre lentamente el

T E L O N .

Música:
"Amanecer Andino" de Daniel A. Robles.
"Colección de canciones y danzas argentinas" recogidas por Carlos
Vega; Orquesta de cuerdas dirigida por Silvia Eisenstein.
"Collita Llamero", canción de Cecilia Borja y Guardo Gilardi.
"Camino del Indio", de Atdhuálpa Yupanki.

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"EL MAGO Y EL P A Y A S O "
Personajes:

E L MAGO VADARKABLAR.
E L PAYASO PIPO.
U N VECINO-

Decorado:

Una calle de barrio pobre. En primer término, el frente de una casa,


con ventana practicable.
Se oye el pregón del Payaso Pipo antes de aparecer éste en escena.
Al terminar el parlamento, aparece en la ventana el vecino y mira en
todas direcciones.

PIPO. — ¡ H o y . . . ¡ H o y ! . . . ¡Gran d e b u t ! . . . ¡Sensacional!...


Nunca v i s t o ! . . . ¡El G r a n Circo " L a Carpa V e r d e " !
¡La mejor colección de fieras y animales amaestra-
dos del mundo y sus alrededores.!!! ¡El león flau-
t i s t a ! . . . ¡la jirafa s o p r a n o ! . . . ¡ H o y ! . . . ¡ H o y ! . . .
V E C I N O . — (Asomándose). Quién será el que se atreve a gritar
así. Voto a mil, que si lo veo, l a pasará m a l ! . . . (cie-
r r a la ventana).
PIPO. — (Apareciendo en escena). Ningún chico debe faltar!.-.
G r a n Circo " L a Carpa V e r d e " ! . . • ¡ H o y ! . . . E n el P a r -
que de las D e l i c i a s ! . . .
M A G O . — (Se oye entre telones). Sí señores!... E l G r a n Circo
" L a Carpa A z u l " ! . . . Se presenta h o y ! . . .
PIPO. — ¿ C ó m o ? . . . Será el eco de mi voz? Pero el eco se
equivoca: es la carpa v e r d e ! . . .
MAGO. — " L a Carpa A z u l " ! . . . H o y ! . . . Hoy!...
PIPO. — N o señor: E s . . . l a C a r p a V e r d e ! . . .
MAGO. —AZUL!...

[25]
PIPO. — Veeeerde!... MAGO. - \ N O te parece que sería mejor unir las dos carpas y
MAGO. —(Apareciendo en escena). ¡Azuuuuullllll!... ¡Maja- cambiar e l nombre del circo?
dero!. . . PIPO- — ¡Acepto! Nada de competencia! E n m i circo tengo la
PIPO. — H e dicho que v e r d e ! . . . mejor colección de fieras del mundo!
MAGO- — Y yo, azul!... M A G O . — Y yo tengo equilibristas, malabaristas, t r a p e c i s t a s . . .
V E C I N O . — (Apareciendo en la ventana). Quieren ponerse de PIPO. — No i n s i s t a s ! . . . Desde este momento unidos. Tú pones
acuerdo? No me dejan dormir la siesta. lo que tienes, y yo también.
PIPO. — Y usted quién es para hacernos callar? V E C I N O . — (Abre la ventana). Y yo pondré un palo en t u ca-
MAGO. — E s o m i s m o ! . . . Quién es usted? beza si no te vas! (Cierra)-
V E C I N O . — ¿Y u s t e d e s ? . . . PIPO. — M e j o r será que gritemos cada uno en u n lugar. Y o
PIPO. — Y o soy el inimitable payaso P i p o ! . . . E l rey de los me quedo aquí.
payasos! MAGO. — Y o iré junto a l arroyo; allí hay siempre chicos pes-
MAGO. —(Abrazando al payaso). Tanto g u s t o ! . . . Y o soy el cando. Hasta luego, amigo p a y a s o ! ! . . .
glorioso Mago Vadarkablar. (Nuevo abrazo). PIPO. — Hasta luego, amigo m a g o ! ! . . .

PIPO. — D e manera que usted es el m a g o ! . . . (El mago sale de escena; poco después se oye su pre-
gón lejano:)
MAGO. — Y usted el p a y a s o ! . . .
MAGO. — H o y ! . . . H o y ! . . . E l gran Circo " L o s dos c o l o r e s " . . .
V E C I N O . — Y yo que h a g o ! . . . F u i yo quién les pregunté los
H o y ! . . . H o y ! . . . nadie debe f a l t a r ! . . .
nombres!...
PIPO- —¡Gran Circo " L o s dos c o l o r e s " ! . . . Buen nombre le
PIPO. — P u e s y a los sabe. Y usted, cómo se llama?
encontró el mago. A gritar entonces: ¡Hoy gran de-
V E C I N O . — ¡A usted que le importa!
b u t ! . . . E l grandioso circo " L o s dos c o l o r e s " ! . . . Con
PIPO. — M u y feo n o m b r e ! . . .
la mejor colección de fieras, con l a mejor colección de
MAGO- — M u y mal educado, diría yo. payasos, con la mejor colección de m a g o s . . .
V E C I N O . — S i no se largan, llamaré a l vigilante. V E C I N O . — (Entrando a escena con un descomunal garrote). Y
MAGO. — E l vigilante nos dio p e r m i s o . . . L o s circos son bien con l a mejor colección de p a l o s ! . . . Toma, t o m a ! . . .
recibidos en todas las partes del m u n d o ! . . . (Corre a Pipo pegándole fuertemente).
V E C I N O . — Menos a q u í ! . . . D e manera que a levantar v u e l o ! . . . PIPO. — Ayi... A y ! . . . N o . . . Y o no hacía nada m a l o ! . . .
(Cierra la ventana fuertemente). Ay!...
PIPO. — Parece que tiene mal g e n i o . . . V E C I N O . — Aprenderás a dejarme d o r m i r ! . . . Toma, t o m a . . .
MAGO. — T e n g o remedios eficaces contra el m a l genio- PIPO- — M a g o ! . . . Mago a m i g o ! . . . V a d a r k a b l a a a a a r r r ! . . .
PIPO. — C o n t r a u n mago nadie puede hacer n a d a . . . V E C I N O . — A tí no te salva el mago, por muy mago que s e a . . .
MAGO. — S i nos molesta, pondré en juego toda mi sabiduría. ¡Toma!...
PIPO. — D e manera que has venido con el Circo " L a Carpa M A G O . — (Apareciendo). Q u é ? ! . . . Quédate q u i e t o ! . . . Y o te
Azul"? lo ordeno (El vecino comienza a temblar). V a -
MAGO. — Y tu con " L a Carpa V e r d e " ? dar-ka-blar...
PIPO. —Si... VECINO. — Y a . . . y a . . . y a . . . estoy... q u i e . . . quie... t o . . .

£26}
£27]
MAGO. — (Mueve la capa con aire misterioso, mientras dice):
MAGO. - / - E s c u c h a ! . . . (El mago se lleva misteriosamente al
Por la verde rama,
payaso, hacia el lado opuesto de la escena, para evitar
por el verde mar.
que el vecino oiga la conversación).
Por el verde, verde
que florecerá. MAGO- — N o s esconderemos, e n t i e n d e s ? . . . Buscaremos a a l -
guien que nos avise cuando el vecino aparezca en la
Que ese duro palo
ventana. Entonces, le cobraremos la cuenta con inte-
se te caiga y a ! . . .
reses y todo.
(El palo cae de las manos del vecino, quien sigue
PIPO. — P e r o . . . quién puede avisarnos?
temblando).
MAGO. — ¡Pipo!... L e v a n t a el palo y devuélvele los golpes que MAGO. — S o m o s grandes amigos de los chicos; ellos nos avi-
sarán! . . .
te d i o ! . . .
PITO. — E n s e g u i d a . . . (Cuando se dispone a levantar el palo, PIPO. —¿Estás seguro?

el mago ordena con gran autoridad): MAGO. — ¡No te permito que d u d e s ! . . .


MAGO. — E s p e r a ! . . . (Hace ademanies[ misteriosos con la capa, PIPO. — B u e n o ; vamos entonces. (Los dos se esconden en un
mientras dice): rincón de la escena desde donde pueden ver la casa
del vecino; expectativa para el público; si al abrir
Por todo lo verde
la ventana el vecino avisan rápidamente, cuando apa-
que florecerá.
rece Pipo, debe estar cerrada).
Por l a pera verde
PIPO. — M e han engañado!... Así no v a l e . . . Me dijeron que
que madurará.
estaba el vecino y no es cierto; probaremos otra vez.
Palito, p a l i t o . . .
(Vuelve a esconderse y se repite la escena anterior;
sube solo y a . . .
puede repetirse cuantas veces se crea conveniente.
( E l palo aparece solo y cuando Pipo empieza a pe- Finialm\ente aparece el mago y le dice al payaso, como
garle al vecino corriéndolo por la escena, el mago ríe en secreto):
exageradamente; en una de las vueltas, el vecino
MAGO. — Y o se cual es el mejor sistema; me esconderé junto a
entra en su casa y dice desde adentro:
la ventana; tú gritarás fuerte el aviso del circo- E n -
V E C I N O . — Ahora no podrá nada la magia del mago; ahora yo
tiendes?
también me r í o . . . j a , j a , j a J a . . .
PIPO. — ¡Entiendo!... (Se coloca Pipo frente a la ventana y
PIPO. — N o s ganó, V a d a r k a b l a r ! . . . Puedo asegurarte que yo
el mago se esconde detrás de la dasa, para no ser visto
recibí diez veces más golpes que él. (Se toca la ca-
por el vecino).
beza y se queja; el mago quiere hacer lo mismo, y el
payaso se queja exageradamente). PIPO. — H o y ! . . . H o y ! . . . G r a n C i r c o ! . . . E l inimitable mago
Vadarkablar, que ahora está en el barrio del arroyo!
MAGO. — M e olvidé que cuando u n mago se ríe, pierde su
. . . E l m a g o ! . . . E l gran amigo de los c h i c o s ! . . . Hoy!
poder. Pero no olvides que el que ríe último...
... Hoy!...
PIPO. — R í e m e j o r . . . Eso lo veremos.
V E C I N O . — (Apareciendo). Así que tu amigo se fué, eh?
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/ -
MAGO. —(Apareciendo, dice con gran fuerza): Quédate quie- J E l cuello muy largo,
to!!... largo subirá...
V E C I N O . — (Temblando)- S e . . . s e . . . s e . . . ñor... m a . . . m a . . . hasta las estrellas
m a . . . go.. • y un poquito m á s . . . A r r i b a . . . A r r i b a . . . A r r i b a . . .
MAGO. — P o r la verde r a m a (El cuello del vecino sube, sube, hasta pasar la altura
por el verde mar. de la boca del escenario; a medida que asciende, el
Que esa tu ventana vecino se desespera).
no se cierre m á s ! . . . V E C I N O — F a v o r ! ! . . . F a v o r ! . . . No podré entrar más por l a ven-
Y por que tu cuerpo tana! Seré b u e n o . . . haré lo que quiera, señor M a -
no se mueva y a ! . . . go!...
Por l a verde rama MAGO. —Seguirás subiendo, hasta que veas el techo de tu casa!
del verde p e r a l ! . . . V E C I N O . — ¡Amigo P i p o ! . . . ¡Por f a v o r ! . . . Que e l Mago, el más
(El vecino queda inmóvil).
grande entre los Magos, dé contraorden a mi cuello!
MAGO, — A h í lo tienes. ¿Qué quieres que haga con él?
MAGO. — Por la verde r a m a . . .
PIPO. — Y . . . no s e . . . Claro que me pegó unos buenos palos,
deja de subir!
pero...
(El cuello se detiene).
MAGO- — L e daremos una lección, eh?
¿Prometes ahora que dejarás hacer propaganda del
PIPO. — S í ; para que en adelante sea más amigo de los chicos.
circo?
MAGO. — ¡ Y a está! L e preguntaremos a ellos. ¿Qué te parece?
V E C I N O . — Sí, señor, s í . . .
PIPO. — M u y buena idea. ¡Chicos! ¿Qué castigo le daremos al
vecino? PIPO. — Y que no me pegarás con el palo?

(Los espectadores contestarán seguramente, y de la V E C I N O . — Sí, Pipo, sí...

manera más variada. En medio de las voces debe des- MAGO- — Y que serás amigo de los chicos?
tacarle la del Mago que dice): V E C I N O . — S í , también, también...
MAGO- — A q u e l chico rubio tiene razón. ¡Me gusta su castigo! MAGO. — Bueno; haré que tu cuello vuelva a su tamaño natural:
PIPO. — Y cuál es, si puede saberse? L a rama era verde
MAGO. —'¡Silencio! ¡Silencio! (Cuando todos callan dice solem- y verde era el mar.
nemente) : Haré que l a cabeza del vecino, llegue hasta Y largo era el cuello,
la azotea de l a casa! que corto será!...
PIPO. — ¿Hasta l a azotea? ¿Y cómo podrás hacer eso? Por l a P o l i n e s i a ! . . .
MAGO. — Y a verás... (Hace unos pases mágicos con la capa). Por Neptuno R e y ! . . .
Verde, verde, verde Y por quién fué malo,
más verde será, y bueno ahora e s ! . . .
más verde que rama, (El cuello vuelve a su lugar).
que mar y peral. PIPO. — A h o r a , a cumplir lo dicho; y nosotros a la función!

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"LA LEYENDA DE CAA"
(YERBA MATE)

Leyenda guaraní
Personajes:

YACÍ, l a luna.
JAEBÉ, el guerrero.
A Ñ A , genio del mal.
YAGUARETÉ, el tigre.

Decorado:

Claro en la selva, cerca del río Paraná. En primer término un árbol


corpulento, con ramas retorcidas, sin hojas. En el fondo, árboles con
las ramas entrelazadas, pero que dejen ver el cielo ampliamente.
Al abrirse el telón se oye música descriptiva, mezclada a trinos de
pájaros. Sube el volumen de la música. Aparece Aña, caminando lenta,
cautelosamente; al llegar al primer término, la música decrece que
dando como fondo.

AÑA. — (Reciamente) Yaguareté!... Yaguareté! (pausa; Aña


mira en varias direcciones) Puedes salir de t u gua-
rida; no temas al sol. L a sombra de nuestro árbol
marca la hora. (Pausa) Yaguareté! (se oye un ru-
gido lejano) T e espera A ñ a . . .
( E l rugido se hace más y más cercano, hasta que
aparece el tigre) Yaguareté: esta noche es l a noche
señalada. Hemos esperado mucho tiempo, pero hoy
conseguiremos apresarla, entiendes? (rugido). Con-
fío en tí, Yaguareté. Entre los dos lograremos ence-
rrarla en el tronco de nuestro árbol; después... yo

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decidiré su suerte. (Se oye lejano un dulce canto, que ees cuando la luna desaparece tan lentamente como
se va acercando lentamente). apareció.

Oyes, Yaguareté?... ¡Es Jaebé, e l g u e r r e r o ! . . . Una extraña claridad surge del horizonte y entre
Debe ser protegido de T u p a . . . (Gruñido de Yagua- sus reflejos aparece Yací, convertida en una hermosa
reté) . Darás buena cuenta de él, si intenta proteger joven; cruza la selva con movimientos armoniosos,
a Yací. ( E l canto se pierde). casi de danza, flotando los velos de su vestido; cuando
¡Se a l e j a . . . escucha, Yaguareté! llega al primer término, la música cambia súbita-
(Jaebe se acerca lentamente, sin ser visto, quedando mente por un motivo trágico, dramático. Yací alarma-
de manera que los espectadores lo vean y tengan la da trata de volver hacia el horizonte, pero Aña y el
sensación de que escucha la conversación). Yaguareté le interceptan el paso. La selva se ha ilumi-
nado con violentos reflejos rojos y violetas, mientras
AÑA. — E s t a es l a primera noche del plenilunio de primavera
Yací es conducida al árbol sin hojas.
y Yací bajará a la tierra, convertida en una hermosa
joven. No tendrá defensa y podremos hacerla des- El tronco se abre, como si fuera la puerta de una
aparecer para siempre. E s nuestra enemiga; ilumina extraña prisión; Yací queda encerrada. Aña y Yagua-
la selva y nos impide sorprender a nuestras presas.
reté triunfantes, se sitúan en primer término.
S i l a encerramos en nuestro árbol, podemos llevarla
luego a las profundidades de l a tierra. S i n ella, todas AJÍÁ, — ¡Ahora l a noche es nuestra, Yaguareté! Todo es som-
las noches serán oscuras y propicias. (Pausa) Ahora, bra en l a selva; n i Yací n i sus hermanas luciérnagas.
vete Yaguareté. Sólo crespones cuelgan de los árboles; tuya es l a selva,
(El tigre sale de escena gruñendo; Aña observa los Yaguareté!... Pero, a pesar de todo, debes estar
alrededores, y sale. Jaebe que ha continuado escon- alerta: Jaebé posee una lanza envenenada, cuya he-
dido, se adelanta al primer término y después de mi- rida es mortal; debes cuidarte de él! Jaebé es astuto
rar en la dirección que salió Aña, dice:> y es fuerte. (Rugido) Tú también eres fuerte, lo sé;
pero cuídate. Aña te ayudará y estará a l e r t a . . .
JAEBÉ. — Se realizará el milagro tanto tiempo esperado: Yací, V e t e ! . . . (Sale el tigre y poco después Aña).
señora de la noche, bajará a l a tierra. Tupa, poderoso
señor del cielo, lo dijo: bajará a l a tierra Yací, l a p r i - r La música comenta ahora con un motivo turbulento;
mera noche de plenilunio, en l a época de las flores, aparece Jaebé.
cuando croan las ranas en l a orilla del Río Grande.
(Pausa) ¡Yo te defenderé, Yací, de Aña y de Y a g u a - JAEBÉ. H a llegado la hora señalada y Yací no aparece; las
reté! ¡Yo te defenderé!... (Sale lentamente; al ale- ranas dejaron de croar y la selva está más oscura que
jarse, entona nuevamente la canción anterior). n u n c a . . . (pausa) Y a c í ! . . . Y a c í ! . . . (la voz se pierde;
aparece poco después Aña, y desaparece por el mismo
La música describe ahora el anochecer; comenta lugar que Jaebé).
la lenta transformación del día. Cuando las sombras
cubren la escena, aparece la luna en el cielo. Poco La música comenta con un motivo suave. Se ilu-
después se oye el alegre croar de las ranas; es enton- mina el interior del árbol, viéndose a Yací.

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poderoso que yo en l a selva y m i palabra es ley que
YACÍ. — Yací con su cetro ¡Correr! y el más bravo
nadie discute; te hundiré en las entrañas de l a tie-
de plata y cristal, guerrero vendrá;
r r a y jamás volverás a brillar. Vuelvo a d e c i r l e :
por la noche clara Jaebé, protegido
no intentes hacer nada por libertarte. ¡Todo será
ya no puede andar. por el buen Tupa,
inútil!
L a noche está oscura con su fuerte lanza
Aña desaparece; el canto de Jaebé se oye lejano,
y el terrible Aña, me libertará
pero poco a poco se acerca, mezclado al croar de las
desata en bandadas y entonces l a clara
ranas y al canto de los grillos. Aparece el guerrero
las fuerzas del mal. noche brillará
y cuando está junto al árbol, dice:
Y Yací no puede y recorreremos
correr y saltar l a senda lunar JAEBÉ. ¡ Y a c í ! . . . ¡ Y a c í ! . . . ¡Hermosa reina de l a noclie'
junto a los amigos sin temer las trampas ¿Dónde estás, Yací?
del reino lunar. del oscuro Aña. YACÍ. — (Apareciendo) Aquí estoy Jaebé.
¡Pájaros nocturnos, ¡Pájaros nocturnos, JAEBÉ. — (Asombrado, inclinándose) ¡Yací!... ¿Cómo sabes
cantar y cantar! cantar y cantar! mi nombre?
¡Mariposas buenas, ¡Mariposas buenas,
YACÍ. — C o n o z c o e l nombre de todos los hombresbueno
volar y volar! volar y volar!
Sabía que mis amigos de l a selva te llamarían en
Viejo y hondo río Viejo y hondo río
mi ayuda. Pero estás en serio peligro, Jaebé: Aña
de bravo caudal, de bravo caudal,
no te perdonará si me salvas; Yaguareté te matará
todos mis amigos: todos mis amigos:
corred a avisar corred a avisar, JAEBÉ. — Tupa, el buen Dios me proteje. M i lanza es fuerte
que Yací es la presa que Jaebé e l guerrero y m i brazo también; venceré a Yaguareté.
del traidor Aña. me libertará. YACÍ. — Recibirás tu recompensa, Jaebé. Yací no olvida
nunca las buenas acciones.
(Se apaga la luz del interior del árbol; se oye música
suave. Las luciérnagas encienden sus linternas, croan JAEBÉ. — Sabía que eras generosa, Yací, y por eso quisiera
las ranas, se oyen los grillos y una legión de mari- pedirte que estés más tiempo entre nosotros. Cuan
posas y pájaros nocturnos pueblan la selva. Poco do emprendes ese largo viaje que dura tanto, Aña
después cambia el motivo musical que se hace grave es dueño absoluto de l a selva y solo sus aliados la
y mezclado con rugidos potentes. Aparece el Yagua- recorren sembrando l a muerte. Entonces, l a paloma
reté; atraviesa la escena y debe dar la sensación de no arrulla; l a rana no croa; el grillo deja de cantar
custodiar a Yací. Desaparece al tiempo que apa- y los rugidos resuenan desde el río hasta las loma::
rece Aña. YACÍ. — Aña es m u y poderoso.

AÑA. — ¡ E x t r a ñ o movimiento! ¿Quién c a n t a ? . . . ¿Quién i n - JAEBÉ. — Y tú m u y hermosa, Yací. Cuando apareces en el


terrumpe la quietud de l a noche? Se atreven a de- cielo, conviertes en espejos de plata los charcos ne-
safiarme. (Se acerca al árbol donde está encerrada gros; vistes de gala toda l a selva y tus amigos M
Yací). ¡ Y a c í ! . . . (se enciende la luz y se ve a Yací) entristecen cuando te a l e j a s . . .
Quiero advertirte que si alguien intenta salvarte,
(Se oye un rugido poderoso y cercano).
morirá en las garras de Yaguareté. Nadie es más

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YACÍ. —¡Yaguareté!...
YACÍ. — (Se oye su voz lejana) Jaebé, valeroso amigo, me
salvaste de Aña con peligro de tu vida; recibirás de
JAEBÉ. — ¡Lo esperaré aquí!
Yací la justa recompensa a t u valor y a tu bondad
YACÍ. — ¡Vete, Jaebé; te matará! E n l a selva nacerá una nueva planta: la llamarás. . .
JAEBÉ. — ¡Venceré a l Yaguareté y te libertaré, Y a c i ! ¡Caá! T e advierto que sus hojas serán venenosa:. v

tendrás que tostarlas para poder usarlas. De esta


(Música apropiada; aparece Yaguareté y lucha con
planta, de Caá, recibirás muchos dones y será adr
Jaebé, hasta que éste lo vence).
más u n símbolo de amistad entre los hombres.
Derribaré el árbol maldecido que te sirve de prisión
y serás libre, Yací! (Música triunfal: crece junto a Jaebé el árbol dt
la yerba-mate, al mismo tiempo que desaparece la
(Música nuevamente; entre reflejos rojizos aparece luna en el cielo y comienza a clarear. Despierta Jaebé
Aña). y advierte la nueva planta)
JAEBÉ. — ¡Deja libre a Yací! JAEBÉ. — ¡ C a á ! . . . L a planta prodigiosa de que me habló Yací.
AÑA. — ¡Morirás y luego l a sepultaré en las entrañas de No era u n sueño; es el premio de Yací. (Pausa). M e
la tierra! parece escuchar aún sus palabras.

JAEBÉ. — ¡Lucha conmigo entonces! YACÍ. — ( V o z ) . . . de esta planta, de Caá, recibirás muchos
dones y será además, u n símbolo de amistad entrt
(Se traban en violenta lucha; Aña se siente ven-
los hombres.
cido y cuando Jaebé va a clavarle su lanza grita
desesperado):
(Música. Telón lento).
AÑA. — ¡No, n o ! . . . ¡Ganaste, Jaebé!...
;
Libertaré a Yací,
pero no me claves t u lanza.
JAEBÉ. — ¡Te dejo! ¡Cumple t u p a l a b r a ! . . .
(Aña deja a Yací en libertad. Cuando sale del ár-
bol y se encamina a la selva, aprovecha Aña para
atacar a Jaebé, quien reanuda la lucha con nuevos
bríos; Aña se hunde en la tierra entre llamaradas
rojas; Yací desaparece mientras los dos luchan.
JAEBÉ. — ¡ Y a c í ! . . . ¡ Y a c í ! . . . (Pausa) S e f u é . . . Yací no v o l -
verá nunca más a l a tierra.
Música suave; Jaebé camina lentamente y se re-
cuesta en un árbol que se hallará en segundo tér-
mino de la escena. El guerrero queda profunda-
mente dormido. Aparece la luna en el cielo y poco
después una tenue luz llega al lugar donde descansa
Jaebé).

£38]
"LA C A D EN I T A D E ORO"
Comedia histórica en tres cuadros, inspirada en e l relato
de A d a María Elflein

Personajes:

C A R M E N , criada de 1 2 años.
D O Ñ A P A Q U I T A , 6 0 años.
D O N M A T Í A S , 7 0 años.
VISIÓN.
GRANADERO.
G R A L . JOSÉ DE S A N M A R T Í N , Gobernador de Mendoza.

(Debe tenerse en cuenta a l idear e l decorado del tercer cuadro,


que l a figura del procer debe verse en silueta, reflejando su sombra
a través de u n a ventana. Tanto l a figura de S a n Martín como l a de
Carmen, son proyectadas durante el diálogo que se establece entre
ambos).

PRIMER CUADRO

D E C O R A D O : Rica sala colonial; a l foro, gran espejo con marco do-


rado. Puertas y ventanas. Al correrse el telón, Carmen canturrea una
canción mientras limpia el espejo. Se oye lejano un clavecino.

CARMEN. — (Entonando). Caminando por el llano


subiendo por el camino
cruzando ríos y cuestas
llegaré hasta m i d e s t i n o . . .
DOÑA P A Q U I T A . — (Desde el interior). ¡Carmen!... ¡Carmen!...
C h i q u i l l a desobediente. (Aparece en escena).
¡Carmen!... ¿Cuántas veces te repetiré que no
quiero que cantes mientras trabajas?

£41]
CARMEN. — Señora, es que y o . . . DOÑA P A Q U I T A . — Irás igual. Y recuerda que debes estar en casa
DOÑA P A Q U I T A . — Lengua para contestar no te falta. ¿No has oído antes de l a puesta del sol.
que l a niña Encarnación está estudiando su lec- CARMEN. — (Con temor) H a y que pasar por el Pozo del
ción de música?... ¿Crees que puede hacerlo Diablo, m i a m a . . .
con tus gritos destemplados? DOÑA P A Q U I T A . — ¡Lo único que falta es que tengas miedo! ¡Ha-
CARMEN. — Perdóneme l a señora... no lo hará más. ragana y miedosa! ¡Razón tienen mis hijos
DOÑA P A Q U I T A . — (En tono de burla) No lo haré m á s . . . no lo cuando te regañan!
haré m á s . . . Seguramente que por atender a CARMEN. — (Llorosa) Señora... yo le p i d o . . . por f a v o r . . .
tu canto, no has adelantado l a limpieza. ¿Ba- no me mande.
rriste l a sala? DOÑA P A Q U I T A . — ¡Chiquilla desobediente! ¡yo te enseñaré! (Se
CARMEN. — Sí, señora... oye una campanilla lejana) Limpíese esa cara
y vaya a la p u e r t a . . .
DOÑA P A Q U I T A . — ¿Pusiste flores, sacudiste l a cortina, le pasaste
CARMEN. — (Gimotea).
el trapo a los muebles?
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Pronto!... (Carmen sale) A mis años y e n -
CARMEN. — Sí, señora, s í . . .
señando a esta desalmada que v a a terminar
DOÑA P A Q U I T A . — ¿Colgaste el cuadro de l a abuela? por enfermarme. ¡ A h . . . s i lo hubiera sabi-
CARMEN. — Aún no, señora... d o ! . . . Pero conmigo se endereza, o l a mato a
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Claro!... con cantar y mirar a l cielo, se te palos.
pasan las horas y los días; y después pones cara CARMEN. — (Entrando a escena) E l señor Don Matías...
de mártir cuando te reprenden. Razón tiene e l DOÑA P A Q U I T A — Hazlo pasar aquí.
niño Román cuando dice que eres una inútil.
CARMEN. — Sí, señora.
(Mirándola) ¿Qué haces ahora? Esperas que
DOÑA P A Q U I T A . — Sí señora... ¡Chiquilla t o n t a ! . . .
haga yo las cosas?
D O N M A T Í A S . — (Entrando muy galante) ¡Mi buena doña P a -
CARMEN. — L o que la señora m a n d e . . .
quita! Tanto gusto en saludarla.
DOÑA P A Q U I T A . — L a señora manda, que l a casa esté reluciente
DOÑA P A Q U I T A . — Igual digo Don Matías. ¿Qué vientos lo traen
para l a fiesta de esta noche; vendrá l a gente
por aquí?
más distinguida de Mendoza y posiblemente
asista l a esposa del Gobernador, Doña Reme- D O N M A T Í A S . — L a noto a usted algo n e r v i o s a . . .
dios Escalada; de manera que y a lo sabes. DOÑA P A Q U I T A . — ¿ A l g o ? . . . es usted muy amable. L e ruego sepa
¡Ahora vete! (Carmen se retira lentamente; disculpar m i estado; pero es e l caso que no
llega a la puerta) ¡ A h ! . . . me olvidaba. L e e n - hay paz en esta casa por culpa de esa c h i -
quilla.
cargarás a Benito un frasco de miel para los b u -
ñuelos. DON MATÍAS. — ¿Carmencita?

CARMEN. — Hoy no vendrá B e n i t o . . . DOÑA P A Q U I T A . — ¡Carmencita! U n a desarrapada desobediente,


DOÑA P A Q U I T A . — ¡Irás a buscarla tú misma! capaz de quitarme l a vida.
CARMEN. — Queda muy lejos, señora... D O N M A T Í A S . — Y o l a encuentro a n g e l i c a l . . .

{42} £43}
DOÑA P A Q U I T A . — Tendría que tratarla a diario; Carmen es inco- DOÑA P A Q U I T A . — ¿Las damas están donando sus joyas? ¿Y (¡iiién
rregible. ha dado esa idea?
D O N M A T Í A S . — Pero si apenas t i e n e . . . D O N M A T Í A S . — L a esposa del Gobernador: Doña Remedios E s -
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Doce años! Pero más de u n siglo de picardía. calada de S a n Martín.
Don Matías, prefiero no hablar más de ella. DOÑA P A Q U I T A . — ¡Pero ésta es una gran noticia! Quiero que
(Pausa breve) ¿Qué nuevas lo traen por aquí? mis hijas l a escuchen de sus labios. Están MtU
diando su lección de música, pero las huré lla-
D O N M A T Í A S . — Pues verá u s t e d . . . Se trata, m i doña Paquita...
mar.
del Gobernador, el General S a n Martín. Todos
sabemos que tiene en su mente el proyecto D O N M A T Í A S . — No las moleste, señora. Iré y o . . .
grandioso de formar un ejército y cruzar l a DOÑA P A Q U I T A . — Como guste; se pondrán tan contentas E n c a r n a -
cordillera. ción y E l e n a . . . (Sale Don Matías; la señora
va a seguirlo, pero repara en Carmen que está
DOÑA P A Q U I T A . — Sabía de ese p r o y e c t o . . .
en un rincón) ¿Qué haces ahí? ¡Escuchando lo
D O N M A T Í A S . — P a r a llevar adelante esa idea, se necesitan r e - que no te importa!
cursos abundantes.
CARMEN. — (Confundida) Y o . . . señora...
DOÑA P A Q U I T A . — Perdóneme Don Matías; haré que le sirvan
DOÑA P A Q U I T A . — D e poco puede valerte lo que has oído. Ni s i -
mate. Con p e r m i s o . . . (llama con una campani-
quiera obediencia podrías ofrecerle a Doña R e -
lla; aparece Carmen). Prepara el mate y lo
medios E s c a l a d a . . . (Sale).
traes aquí.
CARMEN. — (Con amargura) N i siquiera obediencia... A l -
CARMEN. — Sí, señora. (Sale).
gún día podré demostrar que soy tan buena c o -
DOÑA P A Q U I T A . — Continúe usted, lo e s c u c h o . . . mo las demás y que también soy capaz de a y u -
D O N M A T Í A S . — Hasta el momento, todos hemos acudido al l l a - dar a l Señor G o b e r n a d o r . . . como las señoras.
mado del Gobernador; y es así como l a pro- (Se dirige a la ventana; mira por ella. Una pe-
vincia de Cuyo, le da sus hijos, armas, muías queña pausa y canta:)
y víveres... Y cuando h a pedido dinero, los
patriotas abrieron sus arcas y se lo han dado. Caminando por el llano
(Entra Carmen con el mate y le sirve a Don subiendo por el camino
Matías) Gracias, hija mía. cruzando ríos y cuestas
llegaré hasta m i d e s t i n o . . .
DOÑA P A Q U I T A . — Estaba enterada de cuanto me dice, Don M a -
tías . . .
D O N MATÍAS. — Muy r i c o . . . (entrega el mate a Carmen; la
niña no sale de escena; queda en un rincón es-
cuchando) .
D O N M A T Í A S . — Amiga mía: lo que usted no sabe, es que las (Corre lentamente el telón).
damas mendocinas están donando sus alhajas
para l a causa de la libertad de América.

r.44]

£45]
VISIÓN. — Has ido muchas veces cerca de ella. ¿RtCUtl
SEGUNDO CUADRO das la casa de la familia Irurtia?
CARMEN. — L e s llevo a menudo pasteles y acomp.mn a la:,
Decorado:
niñas que van a jugar allí.
Cuarto miserable de Carmen; por una claraboya del techo, entra la VISIÓN. — L a casa del Gobernador queda en l a calle »i-
luz de la luna.
guiente. Debes prometerme que irás y habla-
Música de fondo, muy suave.
Carmen duerme en su camastro. A poco de correrse el telón, se rás con él.
abre lentamente la puerta y aparece una hermosa dama, vestida CARMEN. — Eso debe ser muy difícil...
con una suave túnica flotante. Habla con voz dulce, lentamente. VISIÓN. — A nadie entregues la cadenita, sino al Señor
Gobernador. (Pausa) Ahora duérmele... dea-
VISIÓN- — ¡Carmen!... (pausa) ¡Carmen!... H i j a m í a . . .
cansa. . .
Y o sé que sufres mucho; que te maltratan sin
(Carmen vuelve a acostarse; se oij<- :.u<ti <•
razón y dicen que eres perversa, mentirosa y
mente un fondo musical. Mientras se retira
ladrona. Sé también que nada de eso es cierto...
lentamente, la Visión dice como una COTI cid ti
CARMEN. — i (Incorporándose apenas) ¡Señora!... ¿Quién de cuna, el siguiente villancico de Lope de
es usted que me habla de esa manera?
Vega).
VISIÓN. — ¡Calla!... Sólo debes escuchar. Y o también sé
que tú quieres ser útil a l a patria y ayudar a Pues andáis en las palmas,
la causa de l a libertad y no encuentras l a for- ángeles santos,
ma. Posees sin embargo una j o y a . . . que se duerme mi niño,
CARMEN. — (Interrumpiendo) No se burle de mí, señora. tened los ramos.
Nada tengo de v a l o r . . . como las d a m a s . . . Palmas de Belén,
que mueven airados
VISIÓN. No me interrumpas. T u padre te trajo de Chile
los furiosos vientos,
una cadenita de oro con una medalla de l a V i r -
que sueñan tanto,
gen del Carmen. T u buena madre te l a colgó
del cuello y te dijo que te traería suerte. Llé- no le hagáis ruido,
vasela al Señor Gobernador. corred más paso,
que se duerme mi niño,
CARMEN. — ¿Al Señor Gobernador? Y podrá comprar con
tened los ramos.
ella un caballo o una m u í a . . . o t a l vez u n
cañón!
E l niño divino
VISIÓN. — Hazme caso, hija m í a . . . que está cansado
CARMEN. — ¿Quién es usted, señora? de llorar en l a tierra
VISIÓN. — ¡Qué importa eso! Escúchame: mañana cuan- por su descanso,
do te mande tu ama al mercado, irás a l a casa sosegar quiere u n poco
del Gobernador y hablarás con él. del tierno llanto,
CARMEN. — No sé dónde queda l a casa del Gobernador. que se duerme mi niño,
tened los ramos.
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Rigurosos hielos GRANADERO. — Puedes entrar. (Carmen queda en el arco de la
le están cercando, puerta; se ve la figura de San Martín refle-
ya veis que no tengo jada en la ventana).
con qué guardarlo, SAN MARTÍN. — ¿Qué quieres chiquilla? (pausa). No me tengas
ángeles divinos miedo. •
que vais volando, CARMEN. — Yo... yo...
que se duerme mi niño,
SAN MARTÍN. — V e r e m o s . . . ¿Me quieres dar algo, verdad? (Se
tened los ramos.
ve la sombra de Carmen entregando la ca-
dena). ¡Qué linda c a d e n a ! . . . ¿Y qué quieres
que haga con ella?
(Telón lento).
CARMEN. — Y o . . . es para usted (retrocediendo). Y o creía
que u s t e d . . . a u s t e d . . . le serviría para com-
TERCER CUADRO prar cañones.
SAN MARTÍN. — ¡ A h ! . . . Has oído que las señoras han ofre-
Decorado:
Pasillo interior de la casa del Gobernador. Gran ventana del des- cido sus joyas y tú has querido dar algo, ¿no
pacho de José de San Martin. Un gran arco sirve de puerta. es así?
Al correrse el telón, un Granadero hace guardia frente a la casa.
CARMEN. — ¡Sí, señor!... ¿Y podrá comprar cañones con
A poco de comenzar la acción, el soldado abre la ventana. Entra
Carmen muy decidida en dirección a la puerta.
ella?
SAN MARTÍN. — jCómo n o ! . . . E s oro puro y vale mucho.
GRANADERO. — ¡ E h ! . . . C h i q u i l l a . . . ¿Adonde vas? Pero tienes permiso para desprenderte de esta
CARMEN. — V o y a v e r al señor Gobernador. cadena?
GRANADERO. — ¿Al señor Gobernador? ¿Y qué quieres con su CARMEN. — ¡Sí, señor! Sí, señor... es mía!
Excelencia? SAN MARTÍN. - ¿Pero, puedes darla? ¿Quién te l a regaló?
CARMEN. — Y o . . . e s t e . . . venía a traerle una cadena de CARMEN. — Mi madre.
oro. SAN MARTÍN. — ¿Y tienes permiso de ella para regalarla?
GRANADERO. — (Incrédulo) ¿Una cadena de oro? Muéstramela. CARMEN. — H a muerto, señor... Y mi padre también.
CARMEN. — No... SAN MARTÍN. — ¡ A h ! . . . (pausa) Y . . . ¿cómo se te ocurrió v e -
GRANADERO. — E s que el Señor Gobernador ha ordenado que nir aquí? ¿Quién te lo dijo?
todo lo que le traigan lo vea yo primero. CARMEN. — Oí lo que decían en casa de m i a m a . . . Que
CARMEN. — Y o no quiero que l a vea nadie más que él. usted necesitaba dinero para cruzar l a cordi-
GRANADERO. — B u e n o . . . espera. Veré si puede recibirte. ( E l llera y llevar la libertad a Chile y a l P e r ú . . .
Granadero entra en la casa; Carmen mira en No quise ser menos que m i a m a . . . Además,
todas direcciones; espía por la ventana. Se ve anoche se me apareció en sueños una her-
la sombra del soldado reflejada en la ventana; mosa señora, que se parecía mucho a m i m a -
debe dar a sensación de que habla con alguien. dre y me dijo que viniera a verle, señor...
Finalmente, sale). SAN MARTÍN. — ¿Y no te cuesta desprenderte de la cadenita?

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CARMEN. — Como todos le regalan a l a patria, yo tam-
i bien quiero hacerlo.
S A N M A R T Í N . — (Pausa; con emoción.) T e lo agradezco en
nombre de l a patria. ¿Sabes tú lo que es l a
p a t r i a ? . . . No, porque todavía eres m u y pe-
queña; pero cuando seas mayor lo compren-
derás. Has entregado lo único que tienes y
eso da a tu regalo más valor que u n puñado
de diamantes. ¿Dónde vives?
CARMEN. — E n una casa donde nadie me q u i e r e . . . donde
me tratan mal.
SAN MARTÍN. — ¿Quieres quedarte conmigo? Aquí nadie te
reñirá, n i pegará; irás a l a escuela y apren-
derás muchas cosas.
CARMEN. — ¿ Y o ? . . . yo, aquí?
SAN MARTÍN. — Sí. ¿Quieres?
CARMEN. — ¡Sí, señor... sí, señor!
S A N M A R T Í N . — (Llama con una campanilla; entra el Grana-
dero) L l e v e a esta chiquilla ante m i esposa y
dígale que desde este momento, tiene una hija.
(Carmen corre hacia San Martín y lo besa.
Sale después con el Granadero y antes de ha-
cer mutis mira hacia la ventana; San Martín
saluda con la mano; cuando la niña sale de es-
cena, el Gobernador gira su cuerpo como si-
guiéndola y baja la cabeza, mientras corre
lentamente el

TELON

Nota: Durante l a escena final puede oírse suavemente música apro-


piada y u n lejano toque de clarín.

£50}
I N D I C E
rAo.

A modo de prólogo H

"Don Pato y Don Pollo" '. Ll

"Estampas Norteñas" 19

•"El Mago y el Payaso" 25

""La Leyenda de Caá" 33

"La Cadenita de Oro" 41


Se acabó de i m p r i m i r e s t e l i b r o en los
T a l l e r e s Gráficos "Olivlerl y Domínguez"
de l a c i u d a d E v a Perón (ex L a P l a t a )
el día 20 de noviembre del año 1953.

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