£9}
hombres, por las mismas ansias incontenibles, quisieron mostrar
a los niños y a los grandes, cómo se puede llevar dentro de un
pequeño atado de lona y madera, un mundo de sorpresas y un
puñado de amor. Una vez la aventura nos llevó a instalarnos en
vi centro de una gran ciudad: Buenos Aires. Fué el nuestro, el
primer teatro de muñecos, con una librería y exposiciones de
dibujos y muchos títeres exhibidos para solaz y enseñanza. Fué
una aventura más; una dolorosa aventura que quedó como una
herida abierta en medio de la ciudad gigantesca. En los primeros
tlias de un año de triste recuerdo, se cerró el pequeño refugio
y con él, muchas esperanzas.
Nuevamente a buscar el aire puro de los caminos y la aven-
tura sorpresiva; enseñamos y aprendimos, escuchamos nuestros
aoaibrcs popularizados en los lugares más extraños, vivimos el
afecto de las gentes sencillas y supimos llegar a ellas y creer en
ellas, a través de sus risas, al conjuro de la magia titiritera.
También supimos de nuestros hermanos lejanos, de aquellos
que se llaman Guignol, o Punch o Polichinella, intercambiándonos
sueños y realidades.
Hoy hacemos un pequeño alto en el camino: hemos andado
diez años y debemos reponer fuerzas. Pero antes saldamos una
deuda contraída hace mucho tiempo; ponemos en las manos de
todos los que aman el teatro de muñecos, estos libretos que nos
acompañaron en nuestro peregrinar y que han hecho reír y emo-
cionar a muchos públicos. Son cinco obras que representan cinco
experiencias; cinco géneros dentro del teatro de títeres. Las dedi-
camos cordialmente a todos los titiriteros, pensando que serán bien
recibidas. Y ahora, diré como al final de las viejas comedias:
perdonen si lo hice mal, pero es la primera vez que escribo prólogos
y la única razón de haber sido elegido, es la de ser el títere más
viejo del retablillo de los "Títeres del Triángulo".
MAESE PEDRO.
£10}
"DON PATO Y DON POLLO"
Pieza para títeres en tres cuadros escrita por
CECILIA BORJA
P a r a los " T I T E R E S D E L T R I A N G U L O "
Fué ideada en el año 1944, para "los más pequeños"
Personajes:
MANOLITO.
AGENTE.
D O N PATO.
D O N POLLO.
U N LOCUTOR.
U N A CANTANTE.
Escena:
C"1
(Agente y Manolito se acercan y dan muestras de
extrañeza y curiosidad).
AGENTE. —(Señalando). Lindos huevos de g a l l i n a ! . . .
POLLO. — (Advirtiendo al otro):
M A N O L I T O — ¿ D e g a l l i n a ? . . . No señor!... Hola, amigo D o n P a t i t o ! . . .
AGENTE. — ¡ C ó m o ! . . . De qué son entonces? PATO- — Don P o l l o ! . . . Cómo le v a !
M A N O L I T O . — Son de pato, y se acabó!... AGENTE. — J a , j a , j a ! Y se dan la mano
(Se oye golpear dentro de las cascaras). como gente de v e r d a d ! . . .
MANOLITO.—(Acompañando los golpes). T i c , tic, tic, t i c . . . POLLO. — ( P u g n a n d o por salir):
£13}
Supertible Perifláutica
Sinforosa Floripón,
PATO. —Cuá, c u á ! . . .
vale cinco m i l Barrientos
POLLO. — L i n d a voz! y 20.000 L i l y Pons.
PATO. — G r a c i a s , gentileza s u y a . . .
(Canta la soprano con exageración de gorgoritos).
POLLO. — L e hablo con el corazón! (Agente y Manolo, aplauden desde la puerta; el
PATO- — V a m o s a l a radio, a m i g o . . . locutor sacudiendo la mano):
ganaremos u n platal! LOCUTOR. — A d e l a n t e , c a b a l l e r o s ! . . .
POLLO. — D e s d e y a cuente conmigo; M A N O L I T O . — Buenas tardes, l o c u t o r ! . . .
pió, p i ó . . . LOCUTOR. — T o m e n asiento.
PATO. —Cuá, cuá, c u á . . . AGENTE. — M i l gracias!...
(Se toman del brazo y con aire de importancia M A N O L I T O . — D e pie hablaremos mejor.
salen). LOCUTOR. — M u y bien y . . . de qué se t r a t a ? . . .
AGENTE. — V a m o n o s también nosotros, A G E N T E . . . — D e u n caso muy especial:
M A N O L I T O . — y allí seremos l a c l a c . . . Traemos unos a r t i s t a s . . .
AGENTE- — V i v a el p a t o ! . . . M A N O L I T O . — . . .de valor excepcional.
MANOLITO. — V i v a el pollo!... AGENTE. —Portentosos!
AGENTE. —(Imitando): M A N O L I T O . — Nunca vistos!
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£14]
(Se detiene, demostrando por señas que no sabe
seguir. Agente y Manolito se colocan —de un sal-
to— a uno y otro lado, le tapan la boca y tras-
CUADRO TERCERO
miten):
AGENTE. — Soberbio!... Escena:
MANOLITO. — Sensacional... E l mismo decorado del primer cuadro.
AGENTE. — Despampanante!... Primero aparecen Manolito y Agente; después Don Pato y Don
Pollo. Todos mohínos y quejumbrosos.
MANOLITO.—Increíble!...
AGENTE. — Mágico!... M A N O L I T O . — Qué me d i c e ! . . . E n un momento
MANOLITO. — Fenomenal!...
se armó l a de S a n Quintín...
LOCUTOR. —(.Recobrándose,): AGENTE. — N u n c a creí que una broma
Frente a l micrófono quedan
iba a tener tan mal fin.
los c a n t a d o r e s . . .
M A N O L I T O . — ¡Silencio!... ¡Que no nos vean!
AGENTE Y
AGENTE. — P o b r e c i t o s ! . . . Qué dirán?
MANOLITO. — Muy b i e n ! . . .
M A N O L I T O . — Que no quieren saber nada
LOCUTOR. — (Aparte):
Todos juntos están l o c o s . . . con ningún a r t e ! . . .
y yo, lo estaré también? AGENTE. — A q u í están!... (Se esconden los dos).
(Avanzan hasta el micrófono Don Pato y Don Po- PATO. — (Rengueando):
llo. Los otros quedan detrás. Los primeros lanzan A golpes se hacen los h o m b r e s ! . . .
desaforados gritos, repitiéndolos en distintos tonos. POLLO. — A y , c o m p a d r e ! . . . Y a lo s é ! . . .
El Agente y Manolito se ríen a carcajadas; el lo-
PATO. — N o s lo enseña la e x p e r i e n c i a ! . . .
cutor da muestras de impaciencia y luego de de-
sesperación. Quiere hacer guardar orden, pero no POLLO. — Y o jamás lo olvidaré!...
lo consigue; entonces toma un bastón y reparte PATO. — (Compunjido):
golpes sin compasión: gritos, carreras, etc. Echa a Y o buscaré una laguna
los cuatro personajes y se deja caer sobre el marco para aprender a nadar.
del escenario, sofocado y dándose aire). POLLO. — Y o en el corral, algún día
quizás pueda cacarear.
PATO. — M u y pronto iré a visitarlo,
mi amigo del corazón...
POLLO. — E n m i humilde gallinero,
T E L O N siempre a su disposición!
(Se abrazan y se van por laterales opuestos, secán-
dose las lágrimas. Agente y Manolito aparecen).
O?}
{16}
"ESTAMPAS NORTEÑAS"
Cuadros folklóricos del norte argentino, realizados en base a poemas
de José Ramón Luna, amigo de los títeres y de los niños.
Decorado:
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También hay chalinas
de pelo i guanaco
y ponchos vallistos
C H A N G U I T O . — Por afuera espinas y puyos serranos.
y adentro ternura, Tengo sobrepelos
—así es el cardón— suaves y livianos,
Cacharrito fiero tengo sobrecamas
ieno de agua pura lindas pa r e g a l o . . .
lo mesmo que ió.
(Pausa y como pensando, señala algo lejano)
E n tiempo de seca
vestido de flores E l l a . . . y los changuitos
—así es el cardón— allá se han quedao,
responde con fiestas comiendo quesillos
a los sinsabores guaschalocro y a n k o s . .
lo mesmo que ió.
Ha'i ser nuestra suerte
Nido pa'las aves, morir trabajando,
casa pa'las fieras lastimaos los ojos,
—así es el cardón— llagadas las manos,
Cariño pa'l débil hilando y tejiendo
pa'l bravo trinchera, redondito el año
lo mesmo que i ó . . . y a nuestros changuitos
•sin con qué t a p a r l o s ! . . .
cacharrito fiero
ieno de agua pura, (Transición como huyendo del recuerdo).
—así es el cardón—
por afuera espinas Quién me compra un puyo
y adentro ternura, tejidito a m a n o . . .
lo mesmo que ió. o éstas a l f o r j i t a s . . .
(alejándose) L o mesmo que i ó . . . o éste poncho b l a n c o ? . . .
El poema al cardón, puede acompañarse con música apropiada, cuyo (Repite el pregón,, mientras sale de escena).
volumen aumentará para separar las escenas entre sí.
Se oye ahora, lejano, el pregón del vendedor de ¡ponchos. E s un
( La música marca nuevamente el cambio de situación; es ahora
viejo, cargado, el que a medida que dice su parte, muestra su mer- alegre y mezclada o repique de campanillas que se vienen acercando.
cancía. Entre el primero y el segundo plano del decorado, pasan llamas.
VENDEDOR DE PONCHOS (Lejano) Quién me compra un puyo El changuito con su poncho, acelera el paso 'de la majada.
Puede cantarse en esta parte la canción "Collita Harnero" de Cecilia
tejidito a m a n o ? . . .
Borja y Guardo Gilardi.
o éstas alforjitas,
o éste poncho blanco?
[21}
(Repite su pregón al entrar a escena).
{20}
Con las últimas notas, se mezcla el pregón del vendedor de cacha- U n poquito i barro,
rros, que llega cargado también con su mercancía, y acompañado por eso y nada más;
un borrico pequeño y gracioso.
noches de horno y torno
T I N A J E R O . — Virques, pucos, yuros, y soles de a n d a r . . .
pa'l agüita i Dios;
Barro, sólo barro
eso es lo que vendo;
y u n poco de a m o r . . .
tinajero s o y . . .
Qué somos nosotros
Virques pa'l arrope, más que barro y sol?
pucos pa'la miel,
(Cambiando el tono, pregona):
yuros pa'la aloja
y el vino también... Virques, pucos, yuros,
pa'l agüita i Dios;
Nada más que barro,
eso es lo que vendo;
nada más, señor.
tinajero s o y . . .
Pero compre un puco,
lo h i trabajao yo. (Sale de escena mientras se aleja su pregón).
Tinaja alojera
LABRADOR. — Doblao en los urcos
nunca le ha'i sobrar.
me h a pillao el sol;
P a ' l tiempo l a chaya doblao, trabajando
la v a a p r e c i s a r . . . pal chango y pa vos.
£22] £23}
T u m , tum, mañanita
del trabajador;
tum, tum, en l a caja
pal chango y pa vos.
y yo, trabajando
pal chango y pa v o s . . .
T E L O N .
Música:
"Amanecer Andino" de Daniel A. Robles.
"Colección de canciones y danzas argentinas" recogidas por Carlos
Vega; Orquesta de cuerdas dirigida por Silvia Eisenstein.
"Collita Llamero", canción de Cecilia Borja y Guardo Gilardi.
"Camino del Indio", de Atdhuálpa Yupanki.
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"EL MAGO Y EL P A Y A S O "
Personajes:
E L MAGO VADARKABLAR.
E L PAYASO PIPO.
U N VECINO-
Decorado:
[25]
PIPO. — Veeeerde!... MAGO. - \ N O te parece que sería mejor unir las dos carpas y
MAGO. —(Apareciendo en escena). ¡Azuuuuullllll!... ¡Maja- cambiar e l nombre del circo?
dero!. . . PIPO- — ¡Acepto! Nada de competencia! E n m i circo tengo la
PIPO. — H e dicho que v e r d e ! . . . mejor colección de fieras del mundo!
MAGO- — Y yo, azul!... M A G O . — Y yo tengo equilibristas, malabaristas, t r a p e c i s t a s . . .
V E C I N O . — (Apareciendo en la ventana). Quieren ponerse de PIPO. — No i n s i s t a s ! . . . Desde este momento unidos. Tú pones
acuerdo? No me dejan dormir la siesta. lo que tienes, y yo también.
PIPO. — Y usted quién es para hacernos callar? V E C I N O . — (Abre la ventana). Y yo pondré un palo en t u ca-
MAGO. — E s o m i s m o ! . . . Quién es usted? beza si no te vas! (Cierra)-
V E C I N O . — ¿Y u s t e d e s ? . . . PIPO. — M e j o r será que gritemos cada uno en u n lugar. Y o
PIPO. — Y o soy el inimitable payaso P i p o ! . . . E l rey de los me quedo aquí.
payasos! MAGO. — Y o iré junto a l arroyo; allí hay siempre chicos pes-
MAGO. —(Abrazando al payaso). Tanto g u s t o ! . . . Y o soy el cando. Hasta luego, amigo p a y a s o ! ! . . .
glorioso Mago Vadarkablar. (Nuevo abrazo). PIPO. — Hasta luego, amigo m a g o ! ! . . .
PIPO. — D e manera que usted es el m a g o ! . . . (El mago sale de escena; poco después se oye su pre-
gón lejano:)
MAGO. — Y usted el p a y a s o ! . . .
MAGO. — H o y ! . . . H o y ! . . . E l gran Circo " L o s dos c o l o r e s " . . .
V E C I N O . — Y yo que h a g o ! . . . F u i yo quién les pregunté los
H o y ! . . . H o y ! . . . nadie debe f a l t a r ! . . .
nombres!...
PIPO- —¡Gran Circo " L o s dos c o l o r e s " ! . . . Buen nombre le
PIPO. — P u e s y a los sabe. Y usted, cómo se llama?
encontró el mago. A gritar entonces: ¡Hoy gran de-
V E C I N O . — ¡A usted que le importa!
b u t ! . . . E l grandioso circo " L o s dos c o l o r e s " ! . . . Con
PIPO. — M u y feo n o m b r e ! . . .
la mejor colección de fieras, con l a mejor colección de
MAGO- — M u y mal educado, diría yo. payasos, con la mejor colección de m a g o s . . .
V E C I N O . — S i no se largan, llamaré a l vigilante. V E C I N O . — (Entrando a escena con un descomunal garrote). Y
MAGO. — E l vigilante nos dio p e r m i s o . . . L o s circos son bien con l a mejor colección de p a l o s ! . . . Toma, t o m a ! . . .
recibidos en todas las partes del m u n d o ! . . . (Corre a Pipo pegándole fuertemente).
V E C I N O . — Menos a q u í ! . . . D e manera que a levantar v u e l o ! . . . PIPO. — Ayi... A y ! . . . N o . . . Y o no hacía nada m a l o ! . . .
(Cierra la ventana fuertemente). Ay!...
PIPO. — Parece que tiene mal g e n i o . . . V E C I N O . — Aprenderás a dejarme d o r m i r ! . . . Toma, t o m a . . .
MAGO. — T e n g o remedios eficaces contra el m a l genio- PIPO- — M a g o ! . . . Mago a m i g o ! . . . V a d a r k a b l a a a a a r r r ! . . .
PIPO. — C o n t r a u n mago nadie puede hacer n a d a . . . V E C I N O . — A tí no te salva el mago, por muy mago que s e a . . .
MAGO. — S i nos molesta, pondré en juego toda mi sabiduría. ¡Toma!...
PIPO. — D e manera que has venido con el Circo " L a Carpa M A G O . — (Apareciendo). Q u é ? ! . . . Quédate q u i e t o ! . . . Y o te
Azul"? lo ordeno (El vecino comienza a temblar). V a -
MAGO. — Y tu con " L a Carpa V e r d e " ? dar-ka-blar...
PIPO. —Si... VECINO. — Y a . . . y a . . . y a . . . estoy... q u i e . . . quie... t o . . .
£26}
£27]
MAGO. — (Mueve la capa con aire misterioso, mientras dice):
MAGO. - / - E s c u c h a ! . . . (El mago se lleva misteriosamente al
Por la verde rama,
payaso, hacia el lado opuesto de la escena, para evitar
por el verde mar.
que el vecino oiga la conversación).
Por el verde, verde
que florecerá. MAGO- — N o s esconderemos, e n t i e n d e s ? . . . Buscaremos a a l -
guien que nos avise cuando el vecino aparezca en la
Que ese duro palo
ventana. Entonces, le cobraremos la cuenta con inte-
se te caiga y a ! . . .
reses y todo.
(El palo cae de las manos del vecino, quien sigue
PIPO. — P e r o . . . quién puede avisarnos?
temblando).
MAGO. — ¡Pipo!... L e v a n t a el palo y devuélvele los golpes que MAGO. — S o m o s grandes amigos de los chicos; ellos nos avi-
sarán! . . .
te d i o ! . . .
PITO. — E n s e g u i d a . . . (Cuando se dispone a levantar el palo, PIPO. —¿Estás seguro?
manera más variada. En medio de las voces debe des- MAGO- — Y que serás amigo de los chicos?
tacarle la del Mago que dice): V E C I N O . — S í , también, también...
MAGO- — A q u e l chico rubio tiene razón. ¡Me gusta su castigo! MAGO. — Bueno; haré que tu cuello vuelva a su tamaño natural:
PIPO. — Y cuál es, si puede saberse? L a rama era verde
MAGO. —'¡Silencio! ¡Silencio! (Cuando todos callan dice solem- y verde era el mar.
nemente) : Haré que l a cabeza del vecino, llegue hasta Y largo era el cuello,
la azotea de l a casa! que corto será!...
PIPO. — ¿Hasta l a azotea? ¿Y cómo podrás hacer eso? Por l a P o l i n e s i a ! . . .
MAGO. — Y a verás... (Hace unos pases mágicos con la capa). Por Neptuno R e y ! . . .
Verde, verde, verde Y por quién fué malo,
más verde será, y bueno ahora e s ! . . .
más verde que rama, (El cuello vuelve a su lugar).
que mar y peral. PIPO. — A h o r a , a cumplir lo dicho; y nosotros a la función!
PQ} £31}
"LA LEYENDA DE CAA"
(YERBA MATE)
Leyenda guaraní
Personajes:
YACÍ, l a luna.
JAEBÉ, el guerrero.
A Ñ A , genio del mal.
YAGUARETÉ, el tigre.
Decorado:
{33}
decidiré su suerte. (Se oye lejano un dulce canto, que ees cuando la luna desaparece tan lentamente como
se va acercando lentamente). apareció.
Oyes, Yaguareté?... ¡Es Jaebé, e l g u e r r e r o ! . . . Una extraña claridad surge del horizonte y entre
Debe ser protegido de T u p a . . . (Gruñido de Yagua- sus reflejos aparece Yací, convertida en una hermosa
reté) . Darás buena cuenta de él, si intenta proteger joven; cruza la selva con movimientos armoniosos,
a Yací. ( E l canto se pierde). casi de danza, flotando los velos de su vestido; cuando
¡Se a l e j a . . . escucha, Yaguareté! llega al primer término, la música cambia súbita-
(Jaebe se acerca lentamente, sin ser visto, quedando mente por un motivo trágico, dramático. Yací alarma-
de manera que los espectadores lo vean y tengan la da trata de volver hacia el horizonte, pero Aña y el
sensación de que escucha la conversación). Yaguareté le interceptan el paso. La selva se ha ilumi-
nado con violentos reflejos rojos y violetas, mientras
AÑA. — E s t a es l a primera noche del plenilunio de primavera
Yací es conducida al árbol sin hojas.
y Yací bajará a la tierra, convertida en una hermosa
joven. No tendrá defensa y podremos hacerla des- El tronco se abre, como si fuera la puerta de una
aparecer para siempre. E s nuestra enemiga; ilumina extraña prisión; Yací queda encerrada. Aña y Yagua-
la selva y nos impide sorprender a nuestras presas.
reté triunfantes, se sitúan en primer término.
S i l a encerramos en nuestro árbol, podemos llevarla
luego a las profundidades de l a tierra. S i n ella, todas AJÍÁ, — ¡Ahora l a noche es nuestra, Yaguareté! Todo es som-
las noches serán oscuras y propicias. (Pausa) Ahora, bra en l a selva; n i Yací n i sus hermanas luciérnagas.
vete Yaguareté. Sólo crespones cuelgan de los árboles; tuya es l a selva,
(El tigre sale de escena gruñendo; Aña observa los Yaguareté!... Pero, a pesar de todo, debes estar
alrededores, y sale. Jaebe que ha continuado escon- alerta: Jaebé posee una lanza envenenada, cuya he-
dido, se adelanta al primer término y después de mi- rida es mortal; debes cuidarte de él! Jaebé es astuto
rar en la dirección que salió Aña, dice:> y es fuerte. (Rugido) Tú también eres fuerte, lo sé;
pero cuídate. Aña te ayudará y estará a l e r t a . . .
JAEBÉ. — Se realizará el milagro tanto tiempo esperado: Yací, V e t e ! . . . (Sale el tigre y poco después Aña).
señora de la noche, bajará a l a tierra. Tupa, poderoso
señor del cielo, lo dijo: bajará a l a tierra Yací, l a p r i - r La música comenta ahora con un motivo turbulento;
mera noche de plenilunio, en l a época de las flores, aparece Jaebé.
cuando croan las ranas en l a orilla del Río Grande.
(Pausa) ¡Yo te defenderé, Yací, de Aña y de Y a g u a - JAEBÉ. H a llegado la hora señalada y Yací no aparece; las
reté! ¡Yo te defenderé!... (Sale lentamente; al ale- ranas dejaron de croar y la selva está más oscura que
jarse, entona nuevamente la canción anterior). n u n c a . . . (pausa) Y a c í ! . . . Y a c í ! . . . (la voz se pierde;
aparece poco después Aña, y desaparece por el mismo
La música describe ahora el anochecer; comenta lugar que Jaebé).
la lenta transformación del día. Cuando las sombras
cubren la escena, aparece la luna en el cielo. Poco La música comenta con un motivo suave. Se ilu-
después se oye el alegre croar de las ranas; es enton- mina el interior del árbol, viéndose a Yací.
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poderoso que yo en l a selva y m i palabra es ley que
YACÍ. — Yací con su cetro ¡Correr! y el más bravo
nadie discute; te hundiré en las entrañas de l a tie-
de plata y cristal, guerrero vendrá;
r r a y jamás volverás a brillar. Vuelvo a d e c i r l e :
por la noche clara Jaebé, protegido
no intentes hacer nada por libertarte. ¡Todo será
ya no puede andar. por el buen Tupa,
inútil!
L a noche está oscura con su fuerte lanza
Aña desaparece; el canto de Jaebé se oye lejano,
y el terrible Aña, me libertará
pero poco a poco se acerca, mezclado al croar de las
desata en bandadas y entonces l a clara
ranas y al canto de los grillos. Aparece el guerrero
las fuerzas del mal. noche brillará
y cuando está junto al árbol, dice:
Y Yací no puede y recorreremos
correr y saltar l a senda lunar JAEBÉ. ¡ Y a c í ! . . . ¡ Y a c í ! . . . ¡Hermosa reina de l a noclie'
junto a los amigos sin temer las trampas ¿Dónde estás, Yací?
del reino lunar. del oscuro Aña. YACÍ. — (Apareciendo) Aquí estoy Jaebé.
¡Pájaros nocturnos, ¡Pájaros nocturnos, JAEBÉ. — (Asombrado, inclinándose) ¡Yací!... ¿Cómo sabes
cantar y cantar! cantar y cantar! mi nombre?
¡Mariposas buenas, ¡Mariposas buenas,
YACÍ. — C o n o z c o e l nombre de todos los hombresbueno
volar y volar! volar y volar!
Sabía que mis amigos de l a selva te llamarían en
Viejo y hondo río Viejo y hondo río
mi ayuda. Pero estás en serio peligro, Jaebé: Aña
de bravo caudal, de bravo caudal,
no te perdonará si me salvas; Yaguareté te matará
todos mis amigos: todos mis amigos:
corred a avisar corred a avisar, JAEBÉ. — Tupa, el buen Dios me proteje. M i lanza es fuerte
que Yací es la presa que Jaebé e l guerrero y m i brazo también; venceré a Yaguareté.
del traidor Aña. me libertará. YACÍ. — Recibirás tu recompensa, Jaebé. Yací no olvida
nunca las buenas acciones.
(Se apaga la luz del interior del árbol; se oye música
suave. Las luciérnagas encienden sus linternas, croan JAEBÉ. — Sabía que eras generosa, Yací, y por eso quisiera
las ranas, se oyen los grillos y una legión de mari- pedirte que estés más tiempo entre nosotros. Cuan
posas y pájaros nocturnos pueblan la selva. Poco do emprendes ese largo viaje que dura tanto, Aña
después cambia el motivo musical que se hace grave es dueño absoluto de l a selva y solo sus aliados la
y mezclado con rugidos potentes. Aparece el Yagua- recorren sembrando l a muerte. Entonces, l a paloma
reté; atraviesa la escena y debe dar la sensación de no arrulla; l a rana no croa; el grillo deja de cantar
custodiar a Yací. Desaparece al tiempo que apa- y los rugidos resuenan desde el río hasta las loma::
rece Aña. YACÍ. — Aña es m u y poderoso.
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YACÍ. —¡Yaguareté!...
YACÍ. — (Se oye su voz lejana) Jaebé, valeroso amigo, me
salvaste de Aña con peligro de tu vida; recibirás de
JAEBÉ. — ¡Lo esperaré aquí!
Yací la justa recompensa a t u valor y a tu bondad
YACÍ. — ¡Vete, Jaebé; te matará! E n l a selva nacerá una nueva planta: la llamarás. . .
JAEBÉ. — ¡Venceré a l Yaguareté y te libertaré, Y a c i ! ¡Caá! T e advierto que sus hojas serán venenosa:. v
JAEBÉ. — ¡Lucha conmigo entonces! YACÍ. — ( V o z ) . . . de esta planta, de Caá, recibirás muchos
dones y será además, u n símbolo de amistad entrt
(Se traban en violenta lucha; Aña se siente ven-
los hombres.
cido y cuando Jaebé va a clavarle su lanza grita
desesperado):
(Música. Telón lento).
AÑA. — ¡No, n o ! . . . ¡Ganaste, Jaebé!...
;
Libertaré a Yací,
pero no me claves t u lanza.
JAEBÉ. — ¡Te dejo! ¡Cumple t u p a l a b r a ! . . .
(Aña deja a Yací en libertad. Cuando sale del ár-
bol y se encamina a la selva, aprovecha Aña para
atacar a Jaebé, quien reanuda la lucha con nuevos
bríos; Aña se hunde en la tierra entre llamaradas
rojas; Yací desaparece mientras los dos luchan.
JAEBÉ. — ¡ Y a c í ! . . . ¡ Y a c í ! . . . (Pausa) S e f u é . . . Yací no v o l -
verá nunca más a l a tierra.
Música suave; Jaebé camina lentamente y se re-
cuesta en un árbol que se hallará en segundo tér-
mino de la escena. El guerrero queda profunda-
mente dormido. Aparece la luna en el cielo y poco
después una tenue luz llega al lugar donde descansa
Jaebé).
£38]
"LA C A D EN I T A D E ORO"
Comedia histórica en tres cuadros, inspirada en e l relato
de A d a María Elflein
Personajes:
C A R M E N , criada de 1 2 años.
D O Ñ A P A Q U I T A , 6 0 años.
D O N M A T Í A S , 7 0 años.
VISIÓN.
GRANADERO.
G R A L . JOSÉ DE S A N M A R T Í N , Gobernador de Mendoza.
PRIMER CUADRO
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CARMEN. — Señora, es que y o . . . DOÑA P A Q U I T A . — Irás igual. Y recuerda que debes estar en casa
DOÑA P A Q U I T A . — Lengua para contestar no te falta. ¿No has oído antes de l a puesta del sol.
que l a niña Encarnación está estudiando su lec- CARMEN. — (Con temor) H a y que pasar por el Pozo del
ción de música?... ¿Crees que puede hacerlo Diablo, m i a m a . . .
con tus gritos destemplados? DOÑA P A Q U I T A . — ¡Lo único que falta es que tengas miedo! ¡Ha-
CARMEN. — Perdóneme l a señora... no lo hará más. ragana y miedosa! ¡Razón tienen mis hijos
DOÑA P A Q U I T A . — (En tono de burla) No lo haré m á s . . . no lo cuando te regañan!
haré m á s . . . Seguramente que por atender a CARMEN. — (Llorosa) Señora... yo le p i d o . . . por f a v o r . . .
tu canto, no has adelantado l a limpieza. ¿Ba- no me mande.
rriste l a sala? DOÑA P A Q U I T A . — ¡Chiquilla desobediente! ¡yo te enseñaré! (Se
CARMEN. — Sí, señora... oye una campanilla lejana) Limpíese esa cara
y vaya a la p u e r t a . . .
DOÑA P A Q U I T A . — ¿Pusiste flores, sacudiste l a cortina, le pasaste
CARMEN. — (Gimotea).
el trapo a los muebles?
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Pronto!... (Carmen sale) A mis años y e n -
CARMEN. — Sí, señora, s í . . .
señando a esta desalmada que v a a terminar
DOÑA P A Q U I T A . — ¿Colgaste el cuadro de l a abuela? por enfermarme. ¡ A h . . . s i lo hubiera sabi-
CARMEN. — Aún no, señora... d o ! . . . Pero conmigo se endereza, o l a mato a
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Claro!... con cantar y mirar a l cielo, se te palos.
pasan las horas y los días; y después pones cara CARMEN. — (Entrando a escena) E l señor Don Matías...
de mártir cuando te reprenden. Razón tiene e l DOÑA P A Q U I T A — Hazlo pasar aquí.
niño Román cuando dice que eres una inútil.
CARMEN. — Sí, señora.
(Mirándola) ¿Qué haces ahora? Esperas que
DOÑA P A Q U I T A . — Sí señora... ¡Chiquilla t o n t a ! . . .
haga yo las cosas?
D O N M A T Í A S . — (Entrando muy galante) ¡Mi buena doña P a -
CARMEN. — L o que la señora m a n d e . . .
quita! Tanto gusto en saludarla.
DOÑA P A Q U I T A . — L a señora manda, que l a casa esté reluciente
DOÑA P A Q U I T A . — Igual digo Don Matías. ¿Qué vientos lo traen
para l a fiesta de esta noche; vendrá l a gente
por aquí?
más distinguida de Mendoza y posiblemente
asista l a esposa del Gobernador, Doña Reme- D O N M A T Í A S . — L a noto a usted algo n e r v i o s a . . .
dios Escalada; de manera que y a lo sabes. DOÑA P A Q U I T A . — ¿ A l g o ? . . . es usted muy amable. L e ruego sepa
¡Ahora vete! (Carmen se retira lentamente; disculpar m i estado; pero es e l caso que no
llega a la puerta) ¡ A h ! . . . me olvidaba. L e e n - hay paz en esta casa por culpa de esa c h i -
quilla.
cargarás a Benito un frasco de miel para los b u -
ñuelos. DON MATÍAS. — ¿Carmencita?
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DOÑA P A Q U I T A . — Tendría que tratarla a diario; Carmen es inco- DOÑA P A Q U I T A . — ¿Las damas están donando sus joyas? ¿Y (¡iiién
rregible. ha dado esa idea?
D O N M A T Í A S . — Pero si apenas t i e n e . . . D O N M A T Í A S . — L a esposa del Gobernador: Doña Remedios E s -
DOÑA P A Q U I T A . — ¡Doce años! Pero más de u n siglo de picardía. calada de S a n Martín.
Don Matías, prefiero no hablar más de ella. DOÑA P A Q U I T A . — ¡Pero ésta es una gran noticia! Quiero que
(Pausa breve) ¿Qué nuevas lo traen por aquí? mis hijas l a escuchen de sus labios. Están MtU
diando su lección de música, pero las huré lla-
D O N M A T Í A S . — Pues verá u s t e d . . . Se trata, m i doña Paquita...
mar.
del Gobernador, el General S a n Martín. Todos
sabemos que tiene en su mente el proyecto D O N M A T Í A S . — No las moleste, señora. Iré y o . . .
grandioso de formar un ejército y cruzar l a DOÑA P A Q U I T A . — Como guste; se pondrán tan contentas E n c a r n a -
cordillera. ción y E l e n a . . . (Sale Don Matías; la señora
va a seguirlo, pero repara en Carmen que está
DOÑA P A Q U I T A . — Sabía de ese p r o y e c t o . . .
en un rincón) ¿Qué haces ahí? ¡Escuchando lo
D O N M A T Í A S . — P a r a llevar adelante esa idea, se necesitan r e - que no te importa!
cursos abundantes.
CARMEN. — (Confundida) Y o . . . señora...
DOÑA P A Q U I T A . — Perdóneme Don Matías; haré que le sirvan
DOÑA P A Q U I T A . — D e poco puede valerte lo que has oído. Ni s i -
mate. Con p e r m i s o . . . (llama con una campani-
quiera obediencia podrías ofrecerle a Doña R e -
lla; aparece Carmen). Prepara el mate y lo
medios E s c a l a d a . . . (Sale).
traes aquí.
CARMEN. — (Con amargura) N i siquiera obediencia... A l -
CARMEN. — Sí, señora. (Sale).
gún día podré demostrar que soy tan buena c o -
DOÑA P A Q U I T A . — Continúe usted, lo e s c u c h o . . . mo las demás y que también soy capaz de a y u -
D O N M A T Í A S . — Hasta el momento, todos hemos acudido al l l a - dar a l Señor G o b e r n a d o r . . . como las señoras.
mado del Gobernador; y es así como l a pro- (Se dirige a la ventana; mira por ella. Una pe-
vincia de Cuyo, le da sus hijos, armas, muías queña pausa y canta:)
y víveres... Y cuando h a pedido dinero, los
patriotas abrieron sus arcas y se lo han dado. Caminando por el llano
(Entra Carmen con el mate y le sirve a Don subiendo por el camino
Matías) Gracias, hija mía. cruzando ríos y cuestas
llegaré hasta m i d e s t i n o . . .
DOÑA P A Q U I T A . — Estaba enterada de cuanto me dice, Don M a -
tías . . .
D O N MATÍAS. — Muy r i c o . . . (entrega el mate a Carmen; la
niña no sale de escena; queda en un rincón es-
cuchando) .
D O N M A T Í A S . — Amiga mía: lo que usted no sabe, es que las (Corre lentamente el telón).
damas mendocinas están donando sus alhajas
para l a causa de la libertad de América.
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VISIÓN. — Has ido muchas veces cerca de ella. ¿RtCUtl
SEGUNDO CUADRO das la casa de la familia Irurtia?
CARMEN. — L e s llevo a menudo pasteles y acomp.mn a la:,
Decorado:
niñas que van a jugar allí.
Cuarto miserable de Carmen; por una claraboya del techo, entra la VISIÓN. — L a casa del Gobernador queda en l a calle »i-
luz de la luna.
guiente. Debes prometerme que irás y habla-
Música de fondo, muy suave.
Carmen duerme en su camastro. A poco de correrse el telón, se rás con él.
abre lentamente la puerta y aparece una hermosa dama, vestida CARMEN. — Eso debe ser muy difícil...
con una suave túnica flotante. Habla con voz dulce, lentamente. VISIÓN. — A nadie entregues la cadenita, sino al Señor
Gobernador. (Pausa) Ahora duérmele... dea-
VISIÓN- — ¡Carmen!... (pausa) ¡Carmen!... H i j a m í a . . .
cansa. . .
Y o sé que sufres mucho; que te maltratan sin
(Carmen vuelve a acostarse; se oij<- :.u<ti <•
razón y dicen que eres perversa, mentirosa y
mente un fondo musical. Mientras se retira
ladrona. Sé también que nada de eso es cierto...
lentamente, la Visión dice como una COTI cid ti
CARMEN. — i (Incorporándose apenas) ¡Señora!... ¿Quién de cuna, el siguiente villancico de Lope de
es usted que me habla de esa manera?
Vega).
VISIÓN. — ¡Calla!... Sólo debes escuchar. Y o también sé
que tú quieres ser útil a l a patria y ayudar a Pues andáis en las palmas,
la causa de l a libertad y no encuentras l a for- ángeles santos,
ma. Posees sin embargo una j o y a . . . que se duerme mi niño,
CARMEN. — (Interrumpiendo) No se burle de mí, señora. tened los ramos.
Nada tengo de v a l o r . . . como las d a m a s . . . Palmas de Belén,
que mueven airados
VISIÓN. No me interrumpas. T u padre te trajo de Chile
los furiosos vientos,
una cadenita de oro con una medalla de l a V i r -
que sueñan tanto,
gen del Carmen. T u buena madre te l a colgó
del cuello y te dijo que te traería suerte. Llé- no le hagáis ruido,
vasela al Señor Gobernador. corred más paso,
que se duerme mi niño,
CARMEN. — ¿Al Señor Gobernador? Y podrá comprar con
tened los ramos.
ella un caballo o una m u í a . . . o t a l vez u n
cañón!
E l niño divino
VISIÓN. — Hazme caso, hija m í a . . . que está cansado
CARMEN. — ¿Quién es usted, señora? de llorar en l a tierra
VISIÓN. — ¡Qué importa eso! Escúchame: mañana cuan- por su descanso,
do te mande tu ama al mercado, irás a l a casa sosegar quiere u n poco
del Gobernador y hablarás con él. del tierno llanto,
CARMEN. — No sé dónde queda l a casa del Gobernador. que se duerme mi niño,
tened los ramos.
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Rigurosos hielos GRANADERO. — Puedes entrar. (Carmen queda en el arco de la
le están cercando, puerta; se ve la figura de San Martín refle-
ya veis que no tengo jada en la ventana).
con qué guardarlo, SAN MARTÍN. — ¿Qué quieres chiquilla? (pausa). No me tengas
ángeles divinos miedo. •
que vais volando, CARMEN. — Yo... yo...
que se duerme mi niño,
SAN MARTÍN. — V e r e m o s . . . ¿Me quieres dar algo, verdad? (Se
tened los ramos.
ve la sombra de Carmen entregando la ca-
dena). ¡Qué linda c a d e n a ! . . . ¿Y qué quieres
que haga con ella?
(Telón lento).
CARMEN. — Y o . . . es para usted (retrocediendo). Y o creía
que u s t e d . . . a u s t e d . . . le serviría para com-
TERCER CUADRO prar cañones.
SAN MARTÍN. — ¡ A h ! . . . Has oído que las señoras han ofre-
Decorado:
Pasillo interior de la casa del Gobernador. Gran ventana del des- cido sus joyas y tú has querido dar algo, ¿no
pacho de José de San Martin. Un gran arco sirve de puerta. es así?
Al correrse el telón, un Granadero hace guardia frente a la casa.
CARMEN. — ¡Sí, señor!... ¿Y podrá comprar cañones con
A poco de comenzar la acción, el soldado abre la ventana. Entra
Carmen muy decidida en dirección a la puerta.
ella?
SAN MARTÍN. — jCómo n o ! . . . E s oro puro y vale mucho.
GRANADERO. — ¡ E h ! . . . C h i q u i l l a . . . ¿Adonde vas? Pero tienes permiso para desprenderte de esta
CARMEN. — V o y a v e r al señor Gobernador. cadena?
GRANADERO. — ¿Al señor Gobernador? ¿Y qué quieres con su CARMEN. — ¡Sí, señor! Sí, señor... es mía!
Excelencia? SAN MARTÍN. - ¿Pero, puedes darla? ¿Quién te l a regaló?
CARMEN. — Y o . . . e s t e . . . venía a traerle una cadena de CARMEN. — Mi madre.
oro. SAN MARTÍN. — ¿Y tienes permiso de ella para regalarla?
GRANADERO. — (Incrédulo) ¿Una cadena de oro? Muéstramela. CARMEN. — H a muerto, señor... Y mi padre también.
CARMEN. — No... SAN MARTÍN. — ¡ A h ! . . . (pausa) Y . . . ¿cómo se te ocurrió v e -
GRANADERO. — E s que el Señor Gobernador ha ordenado que nir aquí? ¿Quién te lo dijo?
todo lo que le traigan lo vea yo primero. CARMEN. — Oí lo que decían en casa de m i a m a . . . Que
CARMEN. — Y o no quiero que l a vea nadie más que él. usted necesitaba dinero para cruzar l a cordi-
GRANADERO. — B u e n o . . . espera. Veré si puede recibirte. ( E l llera y llevar la libertad a Chile y a l P e r ú . . .
Granadero entra en la casa; Carmen mira en No quise ser menos que m i a m a . . . Además,
todas direcciones; espía por la ventana. Se ve anoche se me apareció en sueños una her-
la sombra del soldado reflejada en la ventana; mosa señora, que se parecía mucho a m i m a -
debe dar a sensación de que habla con alguien. dre y me dijo que viniera a verle, señor...
Finalmente, sale). SAN MARTÍN. — ¿Y no te cuesta desprenderte de la cadenita?
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CARMEN. — Como todos le regalan a l a patria, yo tam-
i bien quiero hacerlo.
S A N M A R T Í N . — (Pausa; con emoción.) T e lo agradezco en
nombre de l a patria. ¿Sabes tú lo que es l a
p a t r i a ? . . . No, porque todavía eres m u y pe-
queña; pero cuando seas mayor lo compren-
derás. Has entregado lo único que tienes y
eso da a tu regalo más valor que u n puñado
de diamantes. ¿Dónde vives?
CARMEN. — E n una casa donde nadie me q u i e r e . . . donde
me tratan mal.
SAN MARTÍN. — ¿Quieres quedarte conmigo? Aquí nadie te
reñirá, n i pegará; irás a l a escuela y apren-
derás muchas cosas.
CARMEN. — ¿ Y o ? . . . yo, aquí?
SAN MARTÍN. — Sí. ¿Quieres?
CARMEN. — ¡Sí, señor... sí, señor!
S A N M A R T Í N . — (Llama con una campanilla; entra el Grana-
dero) L l e v e a esta chiquilla ante m i esposa y
dígale que desde este momento, tiene una hija.
(Carmen corre hacia San Martín y lo besa.
Sale después con el Granadero y antes de ha-
cer mutis mira hacia la ventana; San Martín
saluda con la mano; cuando la niña sale de es-
cena, el Gobernador gira su cuerpo como si-
guiéndola y baja la cabeza, mientras corre
lentamente el
TELON
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I N D I C E
rAo.
A modo de prólogo H
"Estampas Norteñas" 19