Eso es lo que queremos decir cuando hablamos de regular sus emociones, impulsos
o deseos.
Básicamente, esto quiere decir (1) reducir o aumentar la intensidad de una
emoción intencionalmente, y (2) decidir si va a proceder siguiendo un impulso o
deseo.
Esto incluye habilidades como:
Decidir y controlar donde concentra su atención.
Mientras algo sucede, decidir y controlar cuando y cuanta atención quiere
poner en los distintos aspectos de la situación, entre ellos sus propios
pensamientos, sentimientos, e impulsos.
Elegir que perspectiva tiene sobre sus reacciones emocionales a lo que
sucede.
Detenerse para no seguir un impulso repentino.
Detenerse y no dejarse llevar por un deseo o antojo.
Pensar, imaginar y hacer cosas que lo tranquilicen cuando se sienta enojado,
ansioso, con miedo, con ganas de satisfacer una adicción, etc.
a habilidad de regular las emociones y los impulsos es desarrollada durante la niñez, cuando
somos infantes. Aprendemos (o no aprendemos) estas habilidades en nuestras relaciones,
especialmente con los padres y con otras personas que nos cuidan.
Primero, estos adultos ofrecen ejemplos como personas que son, (o no son), conscientes de
sus emociones. Son personas que pueden (o no pueden) expresar sus emociones con palabras
que sean útiles y no hirientes. Son personas que pueden (o no pueden) tolerar emociones
difíciles sin dejarse llevar por éstas o sin escaparse usando el alcohol, las drogas u otras
adicciones.
Segundo, los padres y otras personas que cuidan a los niños y que tienen buena capacidad de
autorregulación proveen relaciones seguras y de confort que les permiten a los niños
desarrollar gradualmente una consciencia emocional, tolerar emociones no deseadas y
controlar los impulsos perjudiciales.
Lo ideal es que los adultos cariñosos les den a los niños el apoyo y el reconocimiento que
necesitan para adquirir la capacidad de autorregulación de emociones e impulsos.
Características de la autorregulación
emocional
La regulación emocional hace referencia a la habilidad que traemos
prácticamente de serie, para modificar nuestras emociones según los
sucesos que se vayan desenvolviendo a nuestro alrededor, tanto
positivos como negativos.
• La experiencia del dolor y del placer, ayudan a una mejor adaptación y protección del
individuo cuando se superan positivamente. Crean la memoria emocional. Por ejemplo:
cuando una persona es atacada por un animal, le teme a ese animal.
• El factor colectivo, ayuda a internalizar las emociones que afectan a una colectividad por
ejemplo: el niño imita las actuaciones de su familia, club, amigos, entre otras, ante una
situación de riesgo como un temblor, un incendio, entre otros.
• El pensamiento, es el que hace evocar hechos a personas que han desencadenado las
emociones y por transferencia o proyección los convierte en nuevas emociones. Por
ejemplo: al recordar un hecho trágico puede provocar la emoción del dolor y la tristeza.
Factores normativos.
Variabilidad interindividual: Hace referencia a que a medida que avanza la edad, las
personas tienden a ser más heterogéneas en el funcionamiento psicológico, fisiológico o
social.
Variabilidad intraindividual: Hace referencia a que los cambios que se producen con el
paso del tiempo en una determinada conducta, capacidad, habilidad psicológica o
fisiológica no predicen necesariamente cambios en otras características psicológicas o
sistemas fisiológicos.
Ejemplo: “Una persona puede mostrar una pérdida de autonomía física importante, al
mismo tiempo que mantiene unas habilidades cognitivas intactas” (Carretero, 1998).
Para la psicóloga Karen Horney, el hombre está formado por su medio el cual, al cambiar,
transforma también al individuo. La cultura, las normas, costumbres y roles particulares de
los grupos humanos influyen y dejan su marca sobre el hombre, por lo que la cultura
genera una gran cantidad de ansiedad.
Así como para Carl Gustav Jung, el inconsciente colectivo es nuestra “herencia psíquica”,
es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que
todos nacemos y compartimos. A partir de él, se establece una influencia sobre todas
nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero sólo le
conocemos indirectamente, viendo estas influencias (Cfr. Hothersall, 2005).
Como ya sabemos, nuestra sociedad no cuenta con una educación o cultura bien definidas
para saber afrontar pérdidas de cualquier tipo; tal parece que hemos aprendido a temerle a
nuestros sentimientos y aún más a aquellos que se relacionan con el duelo.
Desde edad muy temprana se nos enseña a esconder nuestra forma de sentir y todo para
sostener una postura de fortaleza ante la sociedad, se nos consuela con frase como “los
hombres no lloran” ó “piensa que ya no sufre”, pero en vez de ayudarnos a sentirnos
mejor, se nos reprime y así vamos creciendo; lo que se convierte en un problema al llegar
a ser mayores, porque ahora sentimos miedo a expresar sentimientos para no ser
juzgados socialmente (Cfr. Tovar, 2011).
En las circunstancias psicológicas, no es posible evitar los duelos y siempre las formas de
reaccionar ante ellos varía. Un duelo o un grupo de duelos mal realizados, puede
advertirse en cualquiera de las formas de psicopatología, así como puede hacer recaer al
individuo en su psicopatología ya existente. En un enfoque psicosocial, la forma de trabajar
los duelos y cambios psicosociales es un factor fundamental de nuestra adaptación al
entorno. Por otro lado, existen situaciones que prácticamente en todos los seres humanos
desencadenan duelos de cierta importancia, son las llamadas transiciones o crisis
psicosociales.
La salud y la enfermedad son estados que se hallan en equilibrio dinámico, y están co-
determinados por variables de tipo biológico, psicológico y social, todas ellas en constante
mutación.
Por su parte, las emociones son procesos psicológicos que, frente a una amenaza a
nuestro equilibrio físico o psicológico, actúan para reestablecerlo, ejerciendo así un papel
adaptativo. Sin embargo, en algunos casos, las emociones influyen en la contracción de
enfermedades. La función adaptativa de las emociones depende de la evaluación que
haga cada persona del estímulo que pone en peligro su equilibrio, y de la respuesta que
genere para afrontar el mismo.
En una persona sana deben reunirse potenciales salutogénicos, tanto a nivel mental como
a nivel del soma en completa relación. Es por eso que no se debe pasar por alto cómo
influyen los procesos psicológicos de tipo emocional en la salud. Tanto las emociones
positivas (alegría, buen humor, optimismo) como las negativas (ira, ansiedad) y el estrés,
influyen en la salud.
la recuperación tanto de los factores físicos como de los factores psicológicos del paciente,
en estrecha relación de interdependencia.
• La experiencia del dolor y del placer, ayudan a una mejor adaptación y protección del
individuo cuando se superan positivamente. Crean la memoria emocional. Por ejemplo:
cuando una persona es atacada por un animal, le teme a ese animal.
• El factor colectivo, ayuda a internalizar las emociones que afectan a una colectividad por
ejemplo: el niño imita las actuaciones de su familia, club, amigos, entre otras, ante una
situación de riesgo como un temblor, un incendio, entre otros.
• La transferencia, es cuando se reproducen las mismas emociones frente a situaciones y
objetos similares, ejemplo: cuando el alumno manifiesta su rechazo a todos sus
profesores, a causa de un problema con uno de ellos.
• El pensamiento, es el que hace evocar hechos a personas que han desencadenado las
emociones y por transferencia o proyección los convierte en nuevas emociones. Por
ejemplo: al recordar un hecho trágico puede provocar la emoción del dolor y la tristeza.
Factores normativos.
Variabilidad interindividual: Hace referencia a que a medida que avanza la edad, las
personas tienden a ser más heterogéneas en el funcionamiento psicológico, fisiológico o
social.
Variabilidad intraindividual: Hace referencia a que los cambios que se producen con el
paso del tiempo en una determinada conducta, capacidad, habilidad psicológica o
fisiológica no predicen necesariamente cambios en otras características psicológicas o
sistemas fisiológicos.
Ejemplo: “Una persona puede mostrar una pérdida de autonomía física importante, al
mismo tiempo que mantiene unas habilidades cognitivas intactas” (Carretero, 1998).
Para la psicóloga Karen Horney, el hombre está formado por su medio el cual, al cambiar,
transforma también al individuo. La cultura, las normas, costumbres y roles particulares de
los grupos humanos influyen y dejan su marca sobre el hombre, por lo que la cultura
genera una gran cantidad de ansiedad.
Así como para Carl Gustav Jung, el inconsciente colectivo es nuestra “herencia psíquica”,
es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que
todos nacemos y compartimos. A partir de él, se establece una influencia sobre todas
nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero sólo le
conocemos indirectamente, viendo estas influencias (Cfr. Hothersall, 2005).
Como ya sabemos, nuestra sociedad no cuenta con una educación o cultura bien definidas
para saber afrontar pérdidas de cualquier tipo; tal parece que hemos aprendido a temerle a
nuestros sentimientos y aún más a aquellos que se relacionan con el duelo.
Desde edad muy temprana se nos enseña a esconder nuestra forma de sentir y todo para
sostener una postura de fortaleza ante la sociedad, se nos consuela con frase como “los
hombres no lloran” ó “piensa que ya no sufre”, pero en vez de ayudarnos a sentirnos
mejor, se nos reprime y así vamos creciendo; lo que se convierte en un problema al llegar
a ser mayores, porque ahora sentimos miedo a expresar sentimientos para no ser
juzgados socialmente (Cfr. Tovar, 2011).
En las circunstancias psicológicas, no es posible evitar los duelos y siempre las formas de
reaccionar ante ellos varía. Un duelo o un grupo de duelos mal realizados, puede
advertirse en cualquiera de las formas de psicopatología, así como puede hacer recaer al
individuo en su psicopatología ya existente. En un enfoque psicosocial, la forma de trabajar
los duelos y cambios psicosociales es un factor fundamental de nuestra adaptación al
entorno. Por otro lado, existen situaciones que prácticamente en todos los seres humanos
desencadenan duelos de cierta importancia, son las llamadas transiciones o crisis
psicosociales.
La salud y la enfermedad son estados que se hallan en equilibrio dinámico, y están co-
determinados por variables de tipo biológico, psicológico y social, todas ellas en constante
mutación.
Por su parte, las emociones son procesos psicológicos que, frente a una amenaza a
nuestro equilibrio físico o psicológico, actúan para reestablecerlo, ejerciendo así un papel
adaptativo. Sin embargo, en algunos casos, las emociones influyen en la contracción de
enfermedades. La función adaptativa de las emociones depende de la evaluación que
haga cada persona del estímulo que pone en peligro su equilibrio, y de la respuesta que
genere para afrontar el mismo.
En una persona sana deben reunirse potenciales salutogénicos, tanto a nivel mental como
a nivel del soma en completa relación. Es por eso que no se debe pasar por alto cómo
influyen los procesos psicológicos de tipo emocional en la salud. Tanto las emociones
positivas (alegría, buen humor, optimismo) como las negativas (ira, ansiedad) y el estrés,
influyen en la salud.
la recuperación tanto de los factores físicos como de los factores psicológicos del paciente,
en estrecha relación de interdependencia.
• La experiencia del dolor y del placer, ayudan a una mejor adaptación y protección del
individuo cuando se superan positivamente. Crean la memoria emocional. Por ejemplo:
cuando una persona es atacada por un animal, le teme a ese animal.
• El factor colectivo, ayuda a internalizar las emociones que afectan a una colectividad por
ejemplo: el niño imita las actuaciones de su familia, club, amigos, entre otras, ante una
situación de riesgo como un temblor, un incendio, entre otros.
• El pensamiento, es el que hace evocar hechos a personas que han desencadenado las
emociones y por transferencia o proyección los convierte en nuevas emociones. Por
ejemplo: al recordar un hecho trágico puede provocar la emoción del dolor y la tristeza.
Factores normativos.
Variabilidad interindividual: Hace referencia a que a medida que avanza la edad, las
personas tienden a ser más heterogéneas en el funcionamiento psicológico, fisiológico o
social.
Variabilidad intraindividual: Hace referencia a que los cambios que se producen con el
paso del tiempo en una determinada conducta, capacidad, habilidad psicológica o
fisiológica no predicen necesariamente cambios en otras características psicológicas o
sistemas fisiológicos.
Ejemplo: “Una persona puede mostrar una pérdida de autonomía física importante, al
mismo tiempo que mantiene unas habilidades cognitivas intactas” (Carretero, 1998).
Para la psicóloga Karen Horney, el hombre está formado por su medio el cual, al cambiar,
transforma también al individuo. La cultura, las normas, costumbres y roles particulares de
los grupos humanos influyen y dejan su marca sobre el hombre, por lo que la cultura
genera una gran cantidad de ansiedad.
Así como para Carl Gustav Jung, el inconsciente colectivo es nuestra “herencia psíquica”,
es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que
todos nacemos y compartimos. A partir de él, se establece una influencia sobre todas
nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero sólo le
conocemos indirectamente, viendo estas influencias (Cfr. Hothersall, 2005).
Como ya sabemos, nuestra sociedad no cuenta con una educación o cultura bien definidas
para saber afrontar pérdidas de cualquier tipo; tal parece que hemos aprendido a temerle a
nuestros sentimientos y aún más a aquellos que se relacionan con el duelo.
Desde edad muy temprana se nos enseña a esconder nuestra forma de sentir y todo para
sostener una postura de fortaleza ante la sociedad, se nos consuela con frase como “los
hombres no lloran” ó “piensa que ya no sufre”, pero en vez de ayudarnos a sentirnos
mejor, se nos reprime y así vamos creciendo; lo que se convierte en un problema al llegar
a ser mayores, porque ahora sentimos miedo a expresar sentimientos para no ser
juzgados socialmente (Cfr. Tovar, 2011).
En las circunstancias psicológicas, no es posible evitar los duelos y siempre las formas de
reaccionar ante ellos varía. Un duelo o un grupo de duelos mal realizados, puede
advertirse en cualquiera de las formas de psicopatología, así como puede hacer recaer al
individuo en su psicopatología ya existente. En un enfoque psicosocial, la forma de trabajar
los duelos y cambios psicosociales es un factor fundamental de nuestra adaptación al
entorno. Por otro lado, existen situaciones que prácticamente en todos los seres humanos
desencadenan duelos de cierta importancia, son las llamadas transiciones o crisis
psicosociales.
La salud y la enfermedad son estados que se hallan en equilibrio dinámico, y están co-
determinados por variables de tipo biológico, psicológico y social, todas ellas en constante
mutación.
Por su parte, las emociones son procesos psicológicos que, frente a una amenaza a
nuestro equilibrio físico o psicológico, actúan para reestablecerlo, ejerciendo así un papel
adaptativo. Sin embargo, en algunos casos, las emociones influyen en la contracción de
enfermedades. La función adaptativa de las emociones depende de la evaluación que
haga cada persona del estímulo que pone en peligro su equilibrio, y de la respuesta que
genere para afrontar el mismo.
En una persona sana deben reunirse potenciales salutogénicos, tanto a nivel mental como
a nivel del soma en completa relación. Es por eso que no se debe pasar por alto cómo
influyen los procesos psicológicos de tipo emocional en la salud. Tanto las emociones
positivas (alegría, buen humor, optimismo) como las negativas (ira, ansiedad) y el estrés,
influyen en la salud.
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Surgimiento de la ‘Inteligencia Emocional’
A pesar de que varios psicólogos ya habían señalado la
insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos
indicadores de inteligencia, el concepto surge en 1983 con el
psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente
intelectual como insuficientes para lograr una apreciación de la
inteligencia.
Existen dos formas elementales de inteligencia emocional:
la inteligencia interpersonal implica entender y comprender las
emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el
estado anímico del otro, mientras que la inteligencia interpersonal
se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas
en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular
las emociones según la situación.
DANIEL GOLEMAN
Daniel Goleman, autor de Inteligencia Emocional dice que "la
inteligencia y las emociones son conciliables, en la medida que
pueden llegar a un equilibrio donde la inteligencia no se deja
desbordar por las emociones sino que, al contrario, puede
controlarlas y encauzarlas a manera de poder alcanzar resultados
eficaces y exitosos"
La inteligencia emocional es un constructor mental
DANIEL GOLEMAN
fundamentado en la meta cognición humana. Daniel G. utilizó el
termino por primera vez en el año de 1990.
Salovey-Mayer como fundamento biológico de las emociones y su
relación con el área volitiva del cerebro. Esta inteligencia es un
importante factor de éxito, dado que es la capacidad inaprensible
para conocer, controlar e inducir emociones y estados de ánimo
tanto en uno mismo como en los demás.
Clasificación de inteligencia emocional de Goleman
Goleman afirma que inteligencia emocional es un término incluye
grandes tipos:
1. La Inteligencia Personal.
2. La Inteligencia Interpersonal.
Inteligencia Personal
Está compuesta a su vez por una serie de competencias que determinan el modo en
que nos relacionamos con nosotros mismos. Esta inteligencia comprende tres
componentes:
Conciencia en uno mismo: es la capacidad de reconocer y entender las
propias fortalezas, debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así
como el efecto que éstos tienen sobre los demás y sobre el trabajo.
Autorregulación o control de sí mismo: es la habilidad de controlar nuestras
propias emociones e impulsos para adecuarlos a un objetivo, de
responsabilizarse de los propios actos, de pensar antes de actuar y de evitar
los juicios prematuros.
Auto motivación: es la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y
persistencia en la consecución de los objetivos, haciendo frente a los
problemas y encontrando soluciones.
Inteligencia Interpersonal
Al igual que la anterior, esta inteligencia también está compuesta por otras
competencias que determinan el modo en que nos relacionamos con los demás:
Empatía: es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y
problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente
a sus reacciones emocionales.
Habilidades sociales: es el talento en el manejo de las relaciones con los
demás, en saber persuadir e influenciar en los otros.