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III: EL ABISMO ECONÓMICO

Se comprende las profundas consecuencias que tuvo el hundimiento


económico mundial del periodo de entreguerras en el devenir histórico del
siglo XX. Estas fueron verdaderamente dramáticas.
La primera guerra mundial fue seguida de un derrumbamiento planetario de
la economía basada en transacciones comerciales impersonales. Los EE.UU.
lejos de quedar inmunes, fueron el epicentro del terremoto financiero que
significó la Gran Depresión que se registró entre las dos guerras mundiales.
El crecimiento económico en la Gran Depresión no se interrumpió,
simplemente se desaceleró. La mundialización de la economía parecía
haberse interrumpido. La integración de la economía mundial se estancó o
retrocedió. Pareció interrumpirse incluso el flujo internacional de capitales.
Entre 1927 y 1933 el volumen de los préstamos internacionales disminuyó
más del90%. Para explicar este estancamiento se apela a que la principal
economía mundial (EE.UU.) estaba alcanzando la situación de
autosuficiencia y que nunca había tenido una gran dependencia del comercio
exterior. Sin embargo, incluso en los países contradicción comercial se daba
la misma tendencia. Probablemente las causas se deben a que los estados
protegían su economía frente a las amenazas del exterior (una economía
mundial que se hallaba en una difícil situación). En Gran Bretaña, los países
neutrales y Japón fue posible iniciar un proceso deflacionario, retornar a los
viejos principios de una moneda sólida garantizada por una situación
financiera sólida. En cambio, en la zona de derrota (Alemania y Rusia,
principalmente) se registró un hundimiento espectacular del sistema
monetario. El ahorro privado se esfumó por completo.
El crac de la Bolsa de Nueva York el 29 de octubre de 1929 fue un
acontecimiento que supuso el colapso de la economía capitalista mundial,
que parecía atrapado en un círculo vicioso donde cada descenso de los
índices económicos reforzaba la baja de todos los demás. Entre 1929 y 1931
la producción industrial disminuyo un tercio en EE.UU. y en una medida
parecida en Alemania. Se produjo una crisis en la producción de artículos de
primera necesidad, tanto alimentos como materias primas, dado que sus
precios, que ya no se protegían acumulando existencias, iniciaron una caída
libre. Este fenómeno transformó la Depresión en un acontecimiento
literalmente mundial.
La Gran Depresión desterró el liberalismo económico durante medio siglo.
En 1931-1932 Gran Bretaña, Canadá, EE.UU. y los países escandinavos
abandonaron el patrón oro (fundamento del intercambio internacional
estable) y en 1936 se sumaron Bélgica, Holanda y Francia. En 1931 Gran
Bretaña abandona el libre comercio, lo que ilustra dramáticamente la rápida
generalización del proteccionismo en ese momento. La Gran Depresión
obligó Alos gobiernos occidentales a dar prioridad a las consideraciones
sociales sobre las económicas en la formulación de sus políticas. Durante la
Depresión, los gobiernos subvencionaron la actividad agraria garantizando
los precios al productor, comprando los excedentes o pagando a los
agricultores para que no produjeran. La eliminación del desempleo
generalizado pasó hacer el objetivo de la política económica en los países en
que se instauró un capitalismo democrático reformado (basado en las teorías
de Keynes).
La causa del mal funcionamiento de la economía capitalista se tiene que
buscar en la situación de EE.UU., la primera guerra mundial benefició su
economía de manera espectacular. En 1913 eran ya la mayor economía del
mundo, con la tercera parte de la producción industrial. Fue la Gran
Depresión lo que interrumpió temporalmente esa situación hegemónica. Los
EE.UU. al comenzar la guerra eran un país deudor, al terminar el conflicto
eran el principal acreedor internacional. Sólo la situación de EE.UU. puede
explicar la crisis económica mundial, en los veinte eran el principal
exportador del mundo y el segundo importador. Pero también fue la
principal víctima de la crisis. Sus importaciones cayeron en un 70% entre
1929 y 1932, no fue menor el descenso de sus exportaciones. Las raíces de
la crisis son europeas, cuyo origen es político. Se le impuso a Alemania
unos pagos onerosos y no definidos en concepto de “reparaciones” por el
costo de la guerra. Se le fijó una suma que todo el mundo sabía que era
imposible de pagar – Francia pretendía mantener una Alemania débil-. Por
otra parte EE. UU pretendía vincular la cuestión de las reparaciones de
Alemania con el pago de las deudas de guerra que tenían los aliados con
Washington.
Dos cuestiones estaban en juego. Si no se reconstruía la economía alemana
la restauración de una civilización y una economía liberal estables en
Europa sería imposible. La política francesa de perpetuar la debilidad
alemana como garantía de la seguridad de Francia era contraproducente. A
partir de 1924Francia tuvo que tolerar el fortalecimiento de la economía
alemana. Además, estaba la cuestión de cómo debían pagarse las
reparaciones. Los que querían una Alemania débil pretendían el pago en
efectivo, en lugar de exigir una parte de la producción. Obligaron a
Alemania a recurrir a los créditos, de manera que las reparaciones que se
pagaran se costearon con los préstamos norteamericanos solicitados a
mediados de los años veinte. Todo el castillo construido en torno a las
reparaciones se derrumbó durante la Depresión. Sin embargo, los problemas
políticos de la posguerra sólo explican la gravedad del hundimiento
económico.
La crisis fue más espectacular en EE.UU. donde se había intentado reforzar
la demanda mediante una gran expansión del crédito a los consumidores.
Los bancos afectados por la euforia inmobiliaria especulativa y abrumados
por deudas incobrables, se negaron a conceder créditos y a refinanciar los
existentes. Sin embargo, eso no impidió que quebraran por millares.
La Gran Depresión confirmó que algo no funcionaba bien Enel mundo. El
capitalismo del periodo de entreguerras estaba muy lejos de la libre
competencia de la economía del siglo XIX. En los últimos años del decenio
de 1930, las ortodoxias liberales de la competencia en un mercado libre
habían desaparecido, hasta tal punto que la economía mundial podía
considerarse como un triple sistema formado por un sector de mercado, un
sector antigubernamental, y un sector constituido por poderes
internacionales públicos o semipúblicos que regulaban determinadas partes
de la economía.
Los efectos de la Gran Depresión sobre la política fueron grandes e
inmediatos. A mediados de los años treinta eran pocos los estados donde la
política no se hubiera modificado con respecto al período anterior a la Gran
Depresión. La consecuencia política más importante de la Gran Depresión
fue el triunfo casi simultáneo de un régimen nacionalista, belicista
y agresivo en dos importantes potencias militares: Japón (1931) y Alemania
(1933). Las puestas que daba paso a la segunda guerra mundial estaban
abiertas en 1931.
El retroceso de la izquierda revolucionaria contribuyó al fortalecimiento de
la derecha radical. Lejos de iniciar un nuevo proceso revolucionario, la
Depresión redujo al movimiento comunista internacional fuera de la URSS a
una situación de debilidad sin precedentes. El resultado inmediato de la
Depresión fue justamente el contrario del que preveían los revolucionarios
sociales. La mayor parte del socialismo europeo se encontraba entre la
espada y la pared. En la zona septentrional del continente americano se
registró un marcado giro hacia la izquierda, cuando EE.UU. puso en práctica
con Roosevelt un New Del más radical. Las repercusiones de la crisis en
América Latina fueron diversas, sin embargo, fueron más los gobiernos que
cayeron hacia la izquierda que hacia la derecha, aunque sólo fuera por breve
tiempo.
La crisis intensificó la actividad antiimperialista, por el hundimiento de los
precios de los productos básicos (base de las economías coloniales) y en
parte porque los países metropolitanos sólo se preocuparon de proteger su
agricultura y su empleo, sin tener en cuenta las consecuencias de esas
políticas sobre las colonias. La universalidad de la Gran Depresión se
demuestra por los efectos de carácter universal de las insurrecciones
políticas que desencadenó en un periodo de meses pocos años. Fue una
catástrofe que acabó con cualquier esperanza de restablecer la economía y la
sociedad del siglo XIX. El viejo liberalismo estaba muerto o parecía
condenado a desaparecer. Tres opciones competían por la hegemonía
político-intelectual. La primera era el comunismo marxista. La segunda un
capitalismo que había abandonado la fe en los principios del mercado libre,
y que había sido reformado por una especie de maridaje informal con la
socialdemocracia moderada de los movimientos obreros no comunistas. La
tercera opción era el fascismo, que la Depresión convirtió en un movimiento
mundial, más exactamente, en un peligro mundial.
A medida que la Gran Depresión fortaleció la marea del fascismo, empezó a
hacerse cada vez más patente que en la era de las catástrofes no sólo la paz,
la estabilidad social y la economía, sino también las instituciones políticas y
los valores intelectuales de la sociedad burguesa liberal del siglo XIX
estaban retrocediendo o derrumbándose.

IV: LA CAIDA DEL LIBERALISMO


La civilización liberal implicaba el rechazo a la dictadura y del gobierno
autoritario, el constitucionalismo, el respeto a los derechos y libertades del
ciudadano. En el Estado debían imperarla razón, el debate público, la
educación y la ciencia. Hasta 1914, estos valores sólo eran rechazados
por los tradicionalistas como la Iglesia católica y algunos intelectuales
rebeldes.
Los movimientos de masas democráticos entrañaban un peligro inmediato,
sobre todo el movimiento obrero socialista, que defendía los valores de la
razón, la ciencia, el progreso, la educación y la libertad individual con tanta
energía, como cualquier otro. Lo que rechazaban era el sistema económico,
no el gobierno constitucional y los principios de convivencia.
Las instituciones de la democracia liberal habían progresado en la esfera
política y la primera guerra mundial parecía ayudar a acelerar ese progreso.
Excepto en la URSS todos los regímenes de la posguerra, viejos o nuevos,
eran regímenes parlamentarios representativos, sin embargo, en los veinte
años que van desde la “marcha sobre Roma” de Mussolini, hasta el apogeo
de las potencias del Eje, las instituciones políticas liberales sufrieron un
retroceso. Este retroceso se aceleró cuando Hitler tomó el poder en
Alemania (1933), en 1920 había 35 gobiernos constitucionales, en 1938, 17,
y en 1944 sólo una docena.
En estos veinte años del retroceso del liberalismo ni un solo régimen
democrático-liberal fue desalojado del poder desde la izquierda, el peligro
procedía del movimiento de derecha, que amenazaban al gobierno
constitucional y a la civilización liberal como tal, por su contenido
ideológico de alcance mundial. Estos movimientos son llamados “fascistas”,
aunque no todas las fuerzas que derrocaron regímenes liberales fascistas.
El primer movimiento fascista fue el italiano, que dio nombre al
movimiento, creación de Mussolini, seguido de la versión alemana creada
por Hitler, quien reconocía su deuda con anteúltimo. De no haber triunfado
Hitler en Alemania en 1933, el fascismo no se habría convertido en un
movimiento general. Salvo el italiano, todos los movimientos fascistas se
establecieron después de la subida de Hitler al poder. Sin este hecho no se
habría desarrollado la idea del fascismo como movimiento universal, como
un equivalente de la derecha del comunismo internacional, con Berlín como
su Moscú. Los gobernantes reaccionarios se preocuparon por declarar su
simpatía al fascismo
Los principales movimientos fascistas (italiano y alemán) no recurrieron a
la Iglesia y a la monarquía. Al contrario, intentaron suplantarlos por un
principio de liderazgo encarnado en el hombre hecho a sí mismo y
legitimado por el apoyo de las masas por unas ideologías de carácter laico.
Hostil a la revolución francesa y a la Ilustración, el fascismo no creía
formalmente en la modernidad y en el progreso, pero no tenía dificultad en
llevar a la práctica la modernización tecnológica. El fascismo triunfó sobre
el liberalismo al demostrar que los hombres pueden conjurar sus creencias
absurdas sobre el mundo con un dominio eficaz de la alta tecnología
contemporánea.
Esos movimientos de la derecha radical que combinaban valores
conservadores con técnicas de la democracia de masas, habían surgido en
los países europeos a finales del siglo XIX como reacción contra el
liberalismo y contra la corriente de extranjeros que se desplazaban de uno
otro lado del planeta en el mayor movimiento migratorio que la historia
había registrado. Esto anticipó lo que ocurriría en el siglo XX, iniciando la
xenofobia masiva, de la que el racismo pasó a ser la expresión habitual.
El ascenso de la derecha radical después de la primera guerra mundial fue
una respuesta a la revolución social y al fortalecimiento de la clase obrera, o
en particular a la revolución de octubre y al leninismo. Sin ellos no habría
existido el fascismo, aunque esta tesis necesita ser matizada en
dos aspectos. En primer lugar, subestima el impacto de la primera guerra
mundial tuvo sobre un importante segmento de las capas medias y medias
bajas. Los jóvenes soldados nacionalistas se sintieron defraudados al
término de la guerra por ver esfumarse su oportunidad de acceder al
heroísmo. Por otra parte, la reacción derechista no fue una respuesta al
bolchevismo como tal, sino a todos los movimientos que amenazaban el
orden vigente de la sociedad. La amenaza no residía en los partidos
socialistas obreros, sino en el fortalecimiento del poder, la confianza y el
radicalismo de la clase obrera, que daba a los viejos partidos socialistas una
nueva fuerza política y que los convirtió en el sostén indispensable de los
estados liberales. Ha sido una racionalización a posteriori la que ha hecho
de Lenin y Stalin la excusa del fascismo.
Se suele identificar erróneamente al fascismo con el nacionalismo. Es
innegable que los movimientos fascistas tendían estimular las pasiones y
prejuicios nacionalistas, pero es evidente también que no todos los
nacionalismos simpatizaban con el fascismo, pues las ambiciones de Hitler y
Mussolini suponían una amenaza para algunos de ellos.
La movilización contra el fascismo impulsó en algunos países un patriotismo
de izquierda, sobre todo durante la guerra, en la que la resistencia aleje se
encarnó en frentes nacionales.
En el periodo de entreguerras donde el liberalismo retrocedió, se
consideraba la era de la crisis mundial como la agonía final del sistema
capitalista. La burguesía enfrentada a problemas económicos y a una clase
obrera cada vez más revolucionaria, se veía obligada a recurrir a la fuerza y
a la coerción, esto es, a algo similar al fascismo.
En la era de las catástrofes, la política liberal demostró su debilidad para
dirigir de forma convincente los estados, pues las condiciones no eran
favorables para una democracia representativa. Entre estas condiciones
están:
1) gozar del consenso y aceptación generales (en el período de
entreguerras muy pocas democracias eran sólidas),
2) un cierto grado de compatibilidad entre los diferentes componentes
del pueblo –la democracia era viable donde el voto iba más allá de las
divisiones de la población nacional-, sin embargo, en una era de
revoluciones, la norma era la lucha de clases trasladada a la política y
no la paz entre las diversas clases
3) que los gobiernos democráticos no tuvieran que desempeñar una labor
intensa de gobierno, los parlamentos se habían constituido no tanto
para gobernar como para controlar el poder de los que lo hacían, pero
en el siglo XX fue cada vez más necesaria intervención del gobierno,
el estado que se limitaba a dar las normas básicas para regir la
economía y la sociedad había quedado obsoleto.
4) La condición de riqueza y prosperidad; las democracias de los veinte
se quebraron bajo la tensión de la revolución y la contrarrevolución y
en los treinta sufrieron los efectos de las tensiones de la crisis
mundial.
En estas circunstancias, la democracia parlamentaria era débil, y
funcionaba más bien como un mecanismo para formalizar las divisiones
entre grupos irreconciliables. Nadie esperó que la democracia se revitalizara
después de la guerra y menos que al principio de los noventa sería la forma
predominante de gobierno en el planeta. La caía de los sistemas políticos
liberales en el período de entreguerras es una breve interrupción en su
conquista secular del planeta.

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