Con frecuencia las propias manipulaciones del ingeniero pueden ser fuente de graves problemas de
estabilidad de taludes; la lista que se proporciona a continuación (Ref. 8) es una reseña de los
procesos constructivos que más comúnmente causan problemas:
1. Modificación de las condiciones naturales de flujo interno de agua al colocar rellenos o hacer
zanjas o excavaciones.
2. Sobrecarga de estratos débiles por relleno, a veces de desperdicios.
3. Sobrecarga de terrenos con planos de estratificación desfavorables por relleno.
4. Remoción, por corte, de algún estrato delgado de material permeable que funcionara como
un manto natural drenante de estratos de arcilla suave.
5. Aumento de presiones de filtración u orientación desfavorables de fuerzas de filtración al
producir cambios en la dirección del flujo interno del agua, por haber practicado cortes o
construido rellenos.
6. Exposición al aire y al agua, por corte, de arcillas duras fisuradas.
7. Remoción de capas superficiales de suelo por corte, lo que puede causar el deslizamiento
de capas del mismo estrato ladera arriba, sobre mantos subyacentes de suelo más duro o
roca.
8. Incremento de cargas hidrostáticas o niveles piezometricos bajo la superficie de un corte al
cubrir la cama del mismo con una capa impermeable.
Las externas producen aumento en los esfuerzos cortantes actuantes sin modificar la resistencia al
esfuerzo cortante del material. El aumento en la altura del talud o el hacerlo más escarpado, son
causas de este tipo, como también lo son la colocación de cualquier tipo de sobrecarga en la corona
del talud o la ocurrencia de sismos.
Las causas internas son las que ocurren sin cambio en las condiciones exteriores del talud. Deben
ligarse siempre a una disminución de la resistencia al esfuerzo cortante del suelo constitutivo. El
aumento de presión de poro o la disipación de la cohesión son causas de esta clase.
En la tabla VI-7 (Ref. 8) se presentan los factores que más comúnmente contribuyen a elevar los
esfuerzos cortantes actuantes en una ladera o un talud.
TABLA VI-7. Factores más comunes que contribuyen a aumentar los esfuerzos cortantes actuantes
en un talud.
1. Remoción de soporte que comprende:
1-a Erosión.
1-a.l Por corriente y ríos.
1-a.2 Por glaciares.
1-a.3 Por acción de oleaje o corrientes marinas.
1-a.4 Por procesos sucesivos de humedecimiento y secado
(brisa, congelamiento, etc.).
1-b Modificación del talud previo por caídos, deslizamiento,
asentamiento o cualquier otra causa.
1-c Actividad humana.
1-c.l Cortes y excavaciones.
1-c.2 Remoción de muros de retención o tablestacados.
1-c.3 Vaciado de lagos, lagunas o depósitos de agua.
2. Sobrecarga.
2-a Por causas naturales.
2-a.l Peso de lluvias, nieve, etc.
2-a.2 Acumulación de materiales por caídos, deslizamientos u
otras causas.
2-b Por actividad humana.
2-b.l Construcción de rellenos.
2-b.2 Edificios y otras sobrecargas en la corona.
2-b.3 Eventuales fugas de agua de tubería y ductos.
3. Efectos transitorios, como sismos.
4. Remoción de materiales subyacentes que
proporcionaban soporte.
4-a Por ríos o mar.
4-b Por meteorización.
4-c Por erosión subterránea por flujo de agua (tubificación,
lavado de solventes, etc.).
4-d Por actividad humana. Excavación o
minería.
4-e Por pérdida de resistencia del material subyacente.
5. Aumento de presión lateral.
5-a Por agua en grietas y fisuras.
5-b Por congelación del agua en grietas.
5-c Por expansión de arcillas susceptibles.
FUENTE: Del Castillo, la Ingeniería de los Suelos en las Vías Terrestres.
En la tabla VI-8 (Ref. 8) se presentan los factores que causan con mayor frecuencia una disminución
en la resistencia al esfuerzo cortante de los materiales constitutivos de laderas y taludes.
Se trata de encontrar alguna relación teórica entre la condición del talud y algún resultado de
laboratorio fácil de obtener y de interpretar. La condición del talud se habrá de expresar con base en
su comportamiento, que se obtiene de un conjunto continuo y suficientemente detallado de
mediciones de campo, resultado a su vez de un programa de instrumentación de campo adecuado
y cuidadoso; este aspecto se tratara en un capítulo especial dentro de esta obra.
Las condiciones de estabilidad de un talud dependen en general de factores propios de los materiales
constitutivos, tales como su naturaleza, estructura, estratigrafía, condiciones de meteorización, y de
todo un conjunto de circunstancias externas al propio talud o ambientales, como la topografía de la
zona, el clima, la vegetación, etc. Las condiciones de régimen hidráulico superficial e interno son
vitales. El conjunto de todos los factores que influyen arroja al problema un número tal de variables
que lo convierte en uno de los más complejos que afronta el ingeniero dedicado a las vías terrestres.
El auxilio de la fotointerpretación, cuyo detalle queda fuera del alcance de este libro, debe verse
como fundamental para el encasillamiento correcto de todos los elementos de juicio provenientes del
campo.
El problema de reconocer e identificar deslizamientos tiene dos aspectos importantes (Ref. 8). El
primero se refiere a identificar el deslizamiento en sí mismo, para saber si han ocurrido u ocurrirán
movimientos que sean indicio de inestabilidad. El segundo aspecto, igualmente importante, se refiere
a identificar y clasificar el tipo de deslizamiento que está ocurriendo o que sea susceptible de
presentarse.
Sin embargo, es claro que en la gran mayoría de los casos será muy difícil prever la existencia de
futuros deslizamientos y fallas, y el ingeniero deberá limitarse a extremar sus precauciones en
aquellos lugares en que exista una secuencia de materiales digna de desconfianza. Algunas de estas
son:
1. Toda clase de formaciones de roca o suelo duros, que sobreyacen a rocas muy
fragmentadas, suelos blandos o materiales muy intemperizables.
2. Laderas de arcilla blanda o lutitas, sobre todo si en otras zonas de la ladera se detectan
fallas o si están fisuradas.
3. Depósitos de talud o de piemonte que descansan contra y sobre estribaciones y lechos de
roca firme.
4. Laderas a cuyo pie existan causas de erosión, como el mar o corrientes de agua.
5. Formaciones de roca o suelos residuales cuyo echado o cuyas estructuras heredadas sean
desfavorables, respecto a la excavación que se practique para alojar la vía terrestre.
La habilidad para ver y reconocer pequeños agrietamientos e interpretarlos es uno de los mayores
dones que le es dado poseer a un ingeniero dedicado a este tipo de problemas. Se le debe cultivar,
calibrar y desarrollar cuidadosamente. Puede orientar mucho para conocer el mecanismo cinemático
de la falla allí donde no se haga una instrumentación detallada y será siempre una ayuda valiosísima
para programar esta.
Es frecuente que la dirección de las grietas sea normal a la de los movimientos del suelo, pero esta
no es, claro está, una regla general. Por ejemplo, las grietas en los flancos de una falla pueden ser
prácticamente paralelas a su movimiento. En fallas rotacionales las grietas suelen ser curvas,
marcando la zona de falla. Las grietas en escalón son a veces el primer signo precursor de
inestabilidad y un levantamiento completo de ellas suele dar un magnifico contorno de la falla por
venir.
En primer lugar, las fallas podrán prevenirse mejor a base de un diseño (por calculo o receta) más
realista, y la posibilidad de mejorar este descansa en mucho en la exploración que se efectué (y ha
de pensarse tanto en exploración geológica, como en la que se vincula comúnmente con la mecánica
de suelos). Hoy, la exploración rutinaria en vías terrestres suele ser escasa y no permite fundamentar
en ella diseños muy refinados; cuando hayan de cruzarse formaciones o terrenos en que se
sospechen peligros especiales, la exploración se deberá extender. Esto ya se hace en casos
extremos, tales como zonas pantanosas o de suelo muy blando, pero usualmente la transición de
criterios es un tanto brusca; se pasa de exploración muy escasa casi siempre, a muy detallada en
algún caso especial y raro. Debería reflexionarse en si no convendrá establecer grados en los niveles
de exploración que se apliquen en los diferentes lugares y formaciones, juzgados también con un
criterio de ordenamiento según los riesgos que impliquen.
Mucho de lo que en vías terrestres se puede hacer para prevenir fallas está ligado a cambios en el
trazo geométrico de las propias vías, pero aun sin modificar el alineamiento horizontal, un buen
trabajo conjunto de trazadores y geotécnicos podrá lograr mucho en esos aspectos, simplemente
manejando los alineamientos verticales y las pendientes de la vía; desde luego, este recurso será
más manejable en carreteras que en ferrocarriles, por razones obvias.
Algunas fallas importantes se podrán prevenir con solo mantener en mente algunas consideraciones
geotécnicas básicas. Por ejemplo, en cortes siempre se debe procurar que al menos el pie del talud
permanezca tan "cargado” como sea posible; la descarga suele disminuir de por si la resistencia al
esfuerzo cortante de suelos y rocas y libera los esfuerzos horizontales residuales, lo que tiende a
expandir los taludes.
Otra regla que podría citarse es que cuanto menor sea el volumen de la excavación para un corte y
menos tendidos sus taludes, menor será la cantidad de agua que la estructura reciba en una lluvia.
En grandes cortes, esta cantidad de agua puede ser suficiente motivo para obligar a un proyecto
escalonado, con cunetas en las partes interiores de los escalones, para eliminar prontamente el agua
colectada por la estructura, pero muchas veces un sencillo talud casi vertical puede tener éxito allí
donde puede fracasar uno muy complicado, de sección compuesta; el ejemplo típico lo constituyen
los cortes en loess, donde la lluvia “lava” los cementantes naturales del material.
Existe la costumbre de construir los cortes inicialmente con un talud más escarpado que el de
proyecto, el cual se afina al terminar la excavación, para llegar a la inclinación final. Esta práctica
debe verse siempre como inapropiada, pues el corte se mantiene con estabilidad precaria un cierto
tiempo; independientemente de que esto invita al desarrollo de fallas, el someter a los suelos a
esfuerzos excesivos, sobre todo cerca del coronamiento, abre grietas y fisuras y puede causar una
degradación estructural muy perjudicial para su futura resistencia.
Todos los métodos correctivos siguen una o más de las siguientes líneas de acción.
La reducción de las fuerzas motoras se puede lograr, en general, por dos métodos: remoción de
material en la parte apropiada de la falla y subdrenaje, para disminuir el efecto de empujes
hidrostáticos y el peso de las masas de tierra, que es menor cuando pierden agua.
Por lo común, la línea de acción que ofrece más variantes es la que persigue aumentar las fuerzas
resistentes; algunas de estas son: el subdrenaje, que aumenta la resistencia al esfuerzo cortante del
suelo; la eliminación de estratos débiles u otras zonas de falla potencial; la construcción de
estructuras de retención u otras restricciones y el uso de tratamientos, generalmente químicos, para
elevar la resistencia de los suelos al deslizamiento.
A continuación se discutirán con algún detalle los principales métodos mecánicos para corregir fallas
en taludes de laderas naturales.
A. Método de elusión.
Uno de los problemas que mejor responden a la aplicación de estos métodos es el cruzamiento de
formaciones inclinadas de sudo o roca, con echado desfavorable a la vía; en estos casos, cambios
pequeños del alineamiento horizontal pueden llevar a zonas de mucho menos peligro o inocuas y la
elevación de la rasante puede reducir mucho los problemas. Si un lado de un valle tiene echado
desfavorable, es muy posible que el otro lado lo tenga incluso favorable.
B. Método de excavación.
Este método abarca desde excavaciones menores hechas solo en la cabeza de la falla, hasta la
remoción total del material inestable. El abatimiento de taludes y el empleo de bermas son métodos
que requieren de excavación cuando se construyen cortes, y de rellenos, en terraplenes; estos
métodos se trataran por separado en la presente disertación.
La remoción de materiales suele dar lugar a soluciones bastantes permanentes, cuando se cuidan
en forma conveniente los aspectos de drenaje en la excavación que se efectué. Son métodos
mejores para prevenir que para corregir, pues los costos unitarios de los movimientos de tierra
relativamente grandes que implican son menores en construcciones nuevas que en trabajos de
reparación.
El método se puede usar prácticamente en toda clase de deslizamientos, pero es eficiente sobre
todo en los de tipo rotacional. Dejando a un lado consideraciones de costo, que puede ser alto en
fallas grandes, su principal desventaja estriba en que el material que se excava se ha de desperdiciar
y esto pudiera ser difícil y peligroso en algunos casos, aparte de la repercusión que tales maniobras
tendrán en el costo de la solución. Conviene mencionar como otro posible inconveniente, el que
muchas veces al remover material y disminuir las fuerzas motoras también se pueden causar
disminuciones en las fuerzas resistentes; esto puede ser cierto sobre todo cuando se trata con suelos
friccionantes, en que la resistencia al corte depende de la presión normal.
La Fig. VI-48 muestra esquemáticamente el procedimiento por el cual se estabilizo la falla del km 16
+ 800 de la autopista Tijuana-Ensenada, por la remoción de 40000 m3 de material de talud en su
cabeza.
Este es uno de los métodos más socorridos para el mejoramiento de las condiciones de la estabilidad
de los taludes. Es un método correctivo ligado a deslizamientos en el cuerpo del talud. De hecho
este es el primer punto a tomar en cuenta respecto a esta solución; al igual que todas las demás, no
es de alcance universal, y su eficiencia no es siempre la misma, sino que puede variar
extraordinariamente de unos casos a otros.
Un segundo punto que se debe comentar desde un principio es que cuando se considere un
abatimiento de talud en un proyecto o en una falla que se presente en el campo, se debe tener muy
presente que el talud abatido es diferente del talud original, con todo lo que ello implica. Por ejemplo,
si al talud original se le había determinado un circulo critico por los procedimientos estudiados en
páginas anteriores el talud abatido tendrá otro circulo critico diferente y, en consecuencia, el factor
de seguridad de aquel no tendrá ningún sentido en este, para el cual se deberá realizar un nuevo
análisis de estabilidad que permita calcular su factor de seguridad, ligado a su círculo crítico.
En los croquis de la Fig. VI-49 sirven únicamente para una discusión muy general, pero de ninguna
manera reflejan todas las posibilidades que pudieran presentarse en la práctica; de hecho, algunas
de las conclusiones que de ellos se extraen en lo que sigue, pudieran incluso invertirse o cambiar
mucho de importancia relativa en casos en que variaran las posiciones de los círculos críticos y de
las masas de tierra.
En la parte (a) de la figura se muestra un terraplén en el que se supone que el circulo critico era
originalmente el correspondiente a una falla de base (L1); al abatir el talud del terraplén se obtiene
un nuevo circulo critico (L2). En este caso, el abatimiento probablemente tiende a alargar la superficie
de falla, aumentando las fuerzas resistentes al actuar la resistencia del suelo en mayor área.
También es probable que el nuevo círculo critico tienda a ser más profundo que el original, lo que
aumentara la resistencia al esfuerzo cortante del suelo, cuando esta dependa de la presión normal
(componente friccionante), pero no afectara a dicha resistencia, si esta es de naturaleza cohesiva.
Desde este punto de vista, la solución será más efectiva en suelos friccionantes que en cohesivos,
prevaleciendo las condiciones del croquis. El que la superficie de falla tienda a hacerse más profunda
también favorecerá en general la estabilidad en suelos friccionantes, pues es normal que la
resistencia de estos aumente con la profundidad, por efecto de compacidad o menor grado de
alteración; en cambio, en arcillas, este efecto pudiera ser perjudicial, pues es frecuente que en estos
suelos superficialmente haya una costra más resistente, por preconsolidación debida a evaporación
y que, a mayores profundidades, la arcilla normalmente consolidada sea más blanda.
La parte (b) de la Fig. VI-49 muestra el abatimiento del talud de un terraplén en el que se supone
que el circulo critico es por el pie del talud. Como quiera que este tipo de falla se presentara más
bien en suelos en que prevalezca la componente friccionante de la resistencia, es de pensarse, en
términos de lo antes discutido, que la solución sea ahora más efectiva, por lo menos en principio. La
longitud de la superficie de falla también tiende a crecer.
En la parte (c) de la misma Fig. VI-49 se ve el efecto del abatimiento del talud en una falla traslacional,
que consiste, en primer lugar, en alargar la longitud de la superficie de falla sobre el estrato débil que
se ha supuesto; en segundo lugar, el peso del relleno podrá incrementar la resistencia al esfuerzo
cortante en dicho estrato, si este es de naturaleza friccionante.
El uso de la berma tiende a incrementar la estabilidad del talud por razones un tanto similares a las
expresadas para el abatimiento de taludes; de hecho, en muchos casos, la construcción de bermas
equivale mecánicamente a un abatimiento del talud.
La berma tiende a hacer que la superficie de falla se desarrolle en mayor longitud y más profunda,
lo que produce los efectos ya discutidos para el abatimiento. Además, el peso del material que se
coloque podrá aumentar la resistencia al esfuerzo cortante del terreno de cimentación en su parte
friccionante. En suelos cohesivos seguramente el efecto más interesante de la berma es
descomponer el talud en dos, cada uno de menor altura, lo que repercute mucho en la estabilidad
general.
Observando la Fig. VI-51, la manera ideal de estabilizar el terraplén seria con otro terraplén paralelo
convenientemente ubicado, de manera que tuviera todas las ventajas de la berma dibujada, pero sin
el inconveniente de aumentar el momento motor por el peso del material que queda a la derecha de
la vertical por el centro del circulo critico (02) . Naturalmente que tal intuición es en principio correcta;
sin embargo, no es conveniente llevarla a cabo en muchos casos por razones constructivas, pues
puede ser difícil drenar el espacio entre los dos terraplenes si la berma se requiere en largo trecho y
tiende a producir una mala apariencia estética y peligros a los vehículos circulantes .
La Fig. VI-52 muestra dos escalonamientos típicos, uno en suelos puramente cohesivos y otro en
suelos con resistencia cohesiva y friccionante. Puede verse como en el caso del escalonamiento en
arcilla lo que se busca es transformar el talud en una combinación de varios otros de altura menor,
pues en este tipo de suelos, este es el factor determinante en la estabilidad. Por ello los escalones
deberán tener huella suficientemente ancha como para que puedan funcionar prácticamente como
taludes independientes. En el caso de taludes en suelos con cohesión y fricción, el escalonamiento
se hace sobre todo para provocar un abatimiento del talud; recoger caídos y colectar aguas son
funciones secundarias, pero a veces muy importantes, que se asignan también a los
escalonamientos.
El escalonamiento queda definido por el ancho de los escalones, la distancia vertical entre ellos y
por el ángulo de los taludes intermedios.
El que los taludes de los respectivos escalones sean paralelos o se construyan con inclinación
variable dependerá mucho de la condición del material constitutivo del corte. Escalones de
inclinación variable, como los de la parte (b) de la Fig. VI-52, son convenientes cuando el material
tiene una capa superior alterada, pero su condición mejora claramente con la profundidad.
Es importante la función que pueden cumplir los escalones para proteger el corte contra la erosión
del agua superficial, pues reducen la velocidad ladera abajo y el gasto de escurrimiento. Para ello es
preciso que los escalones estén adecuadamente conformados; la mayor parte de las veces basta
con que el escalón tenga una ligera inclinación hacia el corte, pero en terrenos muy erosionables
pudiera llegar a convenir que se invirtiera su inclinación, haciéndola hacia la ladera y construyendo
una cuneta impermeable en esa parte interna, que garantice la rápida eliminación de las aguas. Si
la posible infiltración del agua de lluvia fuera muy de temer, se podría llegar a la precaución extrema
de impermeabilizar toda la huella de los escalones.
Otras soluciones en esta línea, tales como la sustitución de parte del terraplén por tubos o cajones
huecos de concreto, resultan por lo común muy costosas, por lo que su uso es limitado.
Otro método de tratamiento de suelos para los fines que se comentan es la congelación. Es un
método lento y muy costoso, que solo se puede aplicar como tratamiento temporal.
La electrósmosis es otro método factible para mejorar las características de los materiales que
componen un talud.
Los muros en celosía pueden tener ventajas adicionales en relación a los muros de retención
comunes, ligadas por lo general a la rapidez de su erección y a su facilidad para soportar
asentamientos. Difícilmente soportan grandes empujes.
Muchos problemas de estabilidad se han resuelto con el uso de falsos túneles. Se trata de secciones
en túnel de concreto reforzado a las que se dota de un techo suficiente de suelo, de manera que
cualquier derrumbe posterior no dañe a la estructura. La condición de su uso es que el túnel falso no
quede involucrado en la zona de falla, por lo que difícilmente pueden adaptarse a la solución de
grandes masas con superficie de deslizamiento definido; más bien su utilización está ligada a zonas
de caídos, derrumbes o flujos. El túnel falso es caro, pero ofrece una solución radical.
I. Empleo de pilotes.
El pilotaje constituye seguramente la solución más controvertible entre las que son usuales para
estabilizar mecánicamente deslizamientos en laderas y taludes; sin embargo, se han reportado
algunos éxitos espectaculares, logrados a costos comparativamente bajos. En casi todos los casos
de éxito se instalaron dos y tres hileras de pilotes, y algunas veces su uso ha sido reportado como
solución más bien restrictiva, en el sentido de que se instala una hilera de pilotes o dos para frenar
un movimiento y se van instalando hileras sucesivas, a medida que el material se adapta a la
restricción y los movimientos vuelven a comenzar; en tales condiciones, existen fallas que se han
estado piloteando a lo largo de 20 años.
En ocasiones se complementa la acción de los pilotes colocando losas de concreto reforzado entre
ellos.
K. Anclajes.
Independientemente del uso bien conocido y ya muy extendido de las técnicas de anclaje en roca,
en los últimos anos se han desarrollado espectacularmente estas mismas técnicas para el caso de
los suelos, tanto cohesivos como friccionantes (Ref. 88).
Una variante de los métodos de anclaje que se ha usado poco en las vías terrestres, pero que con
seguridad es merecedora de mayor preferencia por parte de los proyectistas, es la utilización de
tirantes de anclaje en estructuras de retención, especialmente cuando estas han de cimentarse en
suelos poco resistentes, con presiones de contacto mayores que la capacidad de carga; en
retenciones a base de pilotes, el anclaje de estos puede dar muy buenos resultados cuando el estrato
resistente en que se afianzan no ofrece suficiente garantía de que los pilotes no lo penetren
lateralmente.
Los anclajes suelen consistir en cables de acero unidos a muertos y sólidamente ligados a la
estructura de retención. Por razones que se comprenden con facilidad, su uso será más sencillo en
terraplenes que en cortes.
L. Uso de explosivos.
La superficie de falla sobre la cual ocurre un deslizamiento es muchas veces lisa y pulida; el caso
típico de este fenómeno es el de masas de suelo cohesivo que deslizan sobre mantos de roca o
suelos mucho más duros. Este tipo de contactos constituyen también una superficie potencial de
deslizamiento.
En tales situaciones, se ha recurrido a veces a utilizar explosivos para romper y hacer rugoso un
contacto de tal naturaleza; se proporciona así una mejor liga friccional a los dos materiales en
contacto. La eficiencia del método se aumenta si a cierta profundidad de la superficie de falla existen
mantos drenantes a los que la explosión comunique con dicha superficie, a la que entonces se
proporciona drenaje.
En la utilización de este método deberá cuidarse el manejo de los explosivos, pues de otra manera
se corre el riesgo de que la explosión acelere el deslizamiento sobre cualquier superficie previamente
formada o lo genere, sobre una superficie potencial.
Los explosivos se pueden usar también en derrumbes y caídos, pero no como método de corrección,
sino de remoción.
Es probable que el aspecto más sugestivo del uso de explosivos sea su costo, que suele ser muy
inferior al de otras soluciones, al grado que aun suele ser ventajoso económicamente un programa
que incluya varias aplicaciones sucesivas del procedimiento a lo largo de varios años.
M. Empleo de vegetación.
Se trata ahora de un método preventivo y correctivo de fallas por erosión. Los movimientos de tierra
que acompañan a la construcción de cortes y terraplenes producen inevitablemente una destrucción
muy indeseable de la cobertura vegetal, dejando a los suelos expuestos al ataque de agua superficial
y vientos. Se acepta que la vegetación cumple dos funciones importantes; en primer lugar, disminuye
el contenido de agua en la parte superficial, y en segundo, da consistencia a esa parte por el
entramado mecánico de sus raíces. Comoquiera que las plantas o el pasto toman el agua que
necesitan del suelo en que crecen,
el tipo de especies más conveniente
en un caso dado; desde luego, el
uso de plantas propias de la región
será en principio recomendable y
evitara fracasos posibles en la
adaptación al ambiente de especies
importadas, fracasos que son
difíciles de prever para un ingeniero
civil; pero hay especies que toman
demasiada agua del suelo y otras
que toman mucho menos,
produciendo grados muy diferentes
Figura 12. Estabilización del talud de un corte con
vegetación. Carretera Villa Cardel-Veracruz. Se de abatimiento en los contenidos de
utilizaron plantas aisladas de nopal. agua superficiales. En suelos
arcillosos, seguramente pueden
convenir más las primeras, al garantizar una corteza de suelo más resistente, pero en suelos
arenosos un secado intenso en la superficie hace a los materiales más erosionables y ello no es
conveniente.
Cuando se trata de arbolado en los coronamientos de los cortes o como barreras contra invasión de
arena, las consideraciones anteriores no son muy válidas y el criterio debe quizá circunscribirse al
uso de las especies locales que tengan mejores posibilidades de adaptación al lugar específico de
que se trate.
Con frecuencia los resultados de estas medidas han sido satisfactorios. Mejor aún parece ser
construir muy tendidos (2.5:1, 3:1, o más) los taludes de los terraplenes en que se desea prevenir el
agrietamiento, sin efectuar propiamente la ampliación de la corona; la experiencia ha demostrado
que las grietas se alejan suficientemente de la zona pavimentada aun cuando la ampliación de los
taludes, en el caso de corrección de terraplenes construidos, se haga en forma descuidada. Ha dado
mejor resultado la utilización de suelos finos arcillosos en los taludes ampliados, lo cual además
propicia su forestación, que es deseable. Esta misma técnica ha dado buen resultado en los casos
de falla por hombros caídos.
La Fig. VI-59 ilustra una solucion del tipo que se sugiere. Se trata de un terraplén de gran anchura
construido para una autopista, en un lugar en que el terreno de cimentación era muy blando y
compresible; en el sitio, la autopista tenía una curva horizontal, que exigía la correspondiente
sobreelevación. El ingeniero encargado de la obra modifico un proyecto menos imaginativo y
construyo la sección que se muestra esquemáticamente. Independientemente de que se trata de
una solucion no nueva y que quizá tiene múltiples antecedentes en todas partes, el hombre que
modifico el proyecto no la conocía previamente. Es un buen ejemplo de lo que el pensamiento libre
puede lograr ante un problema específico.
En conclusión, las fallas de talud se definen en términos de derrumbes o colapsos de toda índole, lo
que provoca pensar que ha ocurrido algo que pone en duda la función estructural, o en términos de
movimientos excesivos, al grado de ser desconocido en relación a la concepción ingenieril del
comportamiento del talud y con la función para la que fue constituido.
También se hace notar en este trabajo que los tipos de fallas que se generan en laderas y taludes
se deben por factores condicionantes y desencadenantes, que modifican las fuerzas internas y
externas que actúan sobre el terreno, disminuyendo el esfuerzo cortante e incrementando los
esfuerzos actuantes, haciendo cinemáticamente posible el movimiento de un cierto volumen de masa
de suelo o roca.
Se establece que la estabilidad de una ladera o talud se ve afectada por agentes principales como
son la modificación de su topografía, condiciones de flujo de agua, perdida de resistencia, cambios
en el estado de esfuerzos, intemperismo y sismicidad.