No resulta fácil determinar, salvo para los sucesos imprevistos, el punto de partida respecto al
tiempo en un proceso de toma de decisiones. De hecho, todos los agentes que intervienen en
el mismo juegan un papel importante en esta fase de toma de conciencia del (los) problema(s)
a resolver. No obstante, esta etapa tiene particular importancia en la política económica a corto
plazo, donde la identificación rápida de los problemas resulta de gran trascendencia en el caso
de que se produzca un severo deterioro en las magnitudes económicas.
La información estadística es la variable crucial de esta fase, de tal suerte que la disponibilidad
de datos rigurosos sobre las principales variables económicas precios, desempleo, salarios,
producción industrial, exportaciones, importaciones, constituye el núcleo central de la adecuada
toma de decisiones. De ahí que la Administración
Una vez disponible la información estadística, es posible detectar desviaciones respecto a los
objetivos perseguidos. Esta segunda fase consiste, precisamente, en estudiar los datos
existentes para interpretarlos de forma adecuada.
La Administración es el artífice crucial de esta etapa en la que actúa a modo de una «torre de
control», es decir, analizando, a través de sus gabinetes económicos, la información disponible.
La preparación de informes de coyuntura, de estudios sobre los ciclos y las tendencias
económicas constituyen los ejes fundamentales de su actuación.
No obstante, también son dignos de mención los esfuerzos analíticos de otras entidades que
disponen de servicios de estudio, caso de ciertos bancos, algunas fundaciones privadas y
determinados institutos o centros académicos. A este respecto, en países con un sistema
estadístico poco desarrollado, los boletines de algunas de estas entidades pueden incluso
alcanzar un significativo protagonismo.
Una vez estimada la necesidad de la intervención, el paso siguiente será diseñar las medidas de
política económica que permitan hacer frente a los problemas detectados. En aquellas
economías en las que exista un plan económico indicativo o un modelo de previsión se pueden
plantear fácilmente medidas a corto plazo. Más sencilla será la tarea del decisor si dispone de
un modelo de control óptimo con el que pueda ir analizando las posibles consecuencias de las
medidas adoptadas.
Existen diversas formas para llevar a efecto esta fase de diseño, desde el establecimiento de un
organismo económico concebido para suministrar de manera continua asesoramiento con
diagnósticos, predicciones y recomendaciones (caso, por ejemplo, de países que funcionaron
bajo un sistema de planificación indicativa), hasta el caso extremo de realización ad hoc, típica,
por ejemplo, del Reino Unido en los años sesenta. En este sentido, como apuntaremos más
adelante, el papel de los asesores, bien individuales o colectivos, es clave.
El gran problema para la toma de decisiones de política económica en los últimos años viene
siendo la existencia de considerables dosis de incertidumbre e inestabilidad. Los datos se
convierten en variables, con lo que los modelos de previsión quedan en entredicho. Recuérdese,
a título de ejemplo, el considerable fracaso de los grandes modelos econométricos
norteamericanos, que después del «octubre negro» de la Bolsa de 1987 predijeron un «bienio
negro» cuando los años 1988 y 1989 conocieron realmente unas tasas de crecimiento que no
estaban presentes desde la primera crisis del petróleo en 1973.