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Organización política de la cultura Mochica.

Índice

Índice Pág. 1

1. Introducción y localización. Pág. 2

2. Orígenes de la cultura mochica. Pág. 2


3. Legitimación del poder político. Pág. 4

4. Iconografía, simbolismo y religión. Pág. 8

5. Mochicas del Norte y Mochicas del Sur como entidades


políticas. Pág. 10
6. Estructura de la sociedad Mochica. Pág. 13

7. Reconfiguraciones y colapso de la sociedad Mochica. Pág. 15

8. Conclusiones Pág. 17
Bibliografía. Pág. 19

Anexo de imágenes Pág. 21

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Organización política de la cultura Mochica.

1. Introducción y localización.

La Cultura Mochica estuvo presente durante los siglos I y VIII en la costa norte y área
andina peruana. Más concretamente esta cultura se va a dar en torno a un conjunto de
Valles situados el en la cordillera de los Andes al norte de Perú. Tras muchas
investigaciones se ha concretado la zona de influencia y control Mochica que se puede
delimitar entre los valles de los ríos Piura en el Norte y Nepeña en el sur (Figura 1).

A mitad del siglo XX Rafael Larco Hoyle delimitó la zona de influencia


Mochica a las zonas entre los Valle de Nepeña y Chicama pero las nuevas teorías y
estudios realizados desde los años 80 del siglo pasado han ampliado los territorios a los
valles al norte de la Pampa de Paiján hasta el valle del río Piura a partir del estudio
comparativos de la cerámica encontrada en los sitios arqueológicos, a partir de la
minuciosa secuencia cerámica Mochica establecida por Larco Hoyle (Castillo y Donnan
1994: 151). Antes de la irrupción de esta cultura podemos encontrar asentamientos en
zonas cercanas, por ejemplo Cerro Orejas de otras culturas como Salinar o Gallinazo y
que se yuxtapondrá a la cultura Mochica. (Davies 1998: 24-25).

2. Orígenes de la cultura Mochica

Para entender como surge la cultura Mochica primero debemos entender las diferencias
entre los “valles del norte y del sur” en torno a los cuales se desarrolla la cultura. En un
inicio Rafael Larco interpretó el fenómeno Mochica como un estado centralizado en
torno a una capital, el centro urbano en torno a las Huacas del Sol y la Luna en el valle
de Moche y partir de aquí ampliaron su influencia hacía el sur y el norte. Es una
explicación que concibe la evolución política que conduce a la formación de estados
como procesos acumulativos. Las sociedades acumulan instituciones y funciones que
los trasformaban de organizaciones políticas fragmentaria a estados centralizados
(Castillo y Uceda 2008: 711). Esta teoría podría aplicarse a la zona sur (valles ente
Nepeña y Pampa de Paiján) aunque nuevos investigaciones creen conveniente
reexaminar estás premisas ya que se pudieron producirse orígenes diferentes
armonizados en su desarrollo mediante prácticas rituales integradoras conducidas por
las élites. Ya que el efecto armonizador de un ceremonialismo compartido pudo dar

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como resultado la homogenización de los rasgos culturales entre las élites dominantes
(Castillo y Uceda 2008: 713).

Actualmente las nuevas investigaciones han dejado abierto un nuevo frente que
interpreta el surgimiento de los mochicas como orígenes múltiples que ocurrieron en
diferentes lugares de la costa norte, en diferentes momentos y por distintos impulsos
pero a partir de un pasado común por medio de una tradición de elite que se desprendió
del componente cultural principal. La principal teoría para explicar esta ruptura dentro
de las sociedades de la costa norte sea la extensión de los campos agrícolas debido a las
mejores técnicas de irrigación (Castillo y Uceda 2008: 714). La cultura mochica venció
al desierto por medio de la irrigación artificial (imágenes 2 y 3) y ubicando cada cultivo
en el microclima al que mejor se adaptaba lo que les permitió conseguir excedentes de
producción y consolidar una economía complementada con los productos que obtenían
del mar y de los bosques situados en los valles (Alva 2010: 20-21).

Una nueva elite y con más recursos en sus manos tendría nuevas opciones de
desarrollo que le proporcionaron nuevas formas de diferenciación social y una mayor
dependencia de recursos culturales. Ante la necesidad de enfatizar la diferenciación
social se producirán objetos más refinados y de carácter ritual ya que este tipo de
sociedades se ritualiza a la par que se desarrolla. Esta diferenciación respecto a la
cultura original primero se produjo en las élites y después se extenderá al resto de la
población moldeando muchos de los aspectos sociales (Castillo y Uceda 2008: 715 y
716).

Hay que tener en cuenta que este proceso no afecto a todos los valles por igual y
ni en las mismas cronologías, ya que los procesos que llevaron al surgimiento del estado
mochica no consiguieron articular a todas las regiones bajo una misma autoridad. Aun
así debe existir algún factor integrador ya que comparten muchos elementos comunes,
estos factores de integración y armonización deben haber sido rituales de poder
compartidos por las élites. Los Mochicas se desarrollaron individualmente pero las
élites interactuaban y estaban conectadas por medio de compartir prácticas rituales que
les llevó a otro tipo de contactos como compartir materiales y tecnologías e
intercambios sociales (Quilter y Castillo 2010: 14-16).

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3. Legitimación del poder político.

Se puede entender el poder político en la cultura Mochica como las estrategias llevadas
a cabo por las élites que combinaban diferente fuentes como la ideología, la economía,
la política y la coerción en respuesta a circunstancias, antecedentes históricos, necesidad
o exceso de recursos… Es decir que para llevar a cabo un estudio acerca del poder hay
que entender como las diferentes élites mochicas, en diferentes momentos y situaciones
políticas distintas utilizaron esas fuentes de poder para tener el control político y
legitimar su posición (Castillo y Uceda 2008: 717).

En primer lugar las élites deben controlar un poder militar bajo su mando que les
defiende ante una amenaza extranjera o para generar una ventaja ante un vecino débil y
ocupar un territorio, como por ejemplo los mochicas de los valles de Chicama y Moche
ocuparon los territorios situados al sur de su posición así como la coerción interna para
mantener el orden.

La guerra o los enfrentamientos bélicos eran muy comunes en la cultura


Mochica puesto que aparece abundantemente en la iconografía, tanto en murales,
decoraciones de objetos o en la cerámica. También hay que destacar la presencia de
guerreros acompañando las tumbas de personajes de alto rengo como por ejemplo en la
tumba del Señor de Sipán al que le acompaña un mando militar entre otras personas.
También hay que destacar el gran valor de los prisioneros de guerra que trataremos más
adelante.

Otro de los elementos de poder sería el planteamiento económico y el control de


los recursos. Tenían una economía agraria en cierto modo diversificada, adecuando los
cultivos a las zonas más convenientes y muy bien irrigados como demuestran las
abundantes obras de ingeniería hidráulicas para el control y conducción de aguas como
el Canal de la Cumbre (Figuras 2 y 3) que desplaza el agua a más de 110 kilómetros de
distancia, Presa de San José o el Acueducto de Ascope con 1400 metros de longitud y
15 de alto, este tipo de construcciones demuestran el control de la élites puesto que sin
una organización social bien definida no se pueden hacer estas grandes obras de
ingeniería. El control de los recursos deriva de esta capacidad para dirigir la economía.
Es muy importante porque permite control efectivo sobre la población.

Muy importante en este sistema de legitimación fue el contacto entre las élites,
esas interacciones políticas que hacen que el fenómeno Mochica abarque la amplia

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región de la costa peruana. Estos contactos entre las élites son los que unifican los
distintos enclaves en una sola cultura, por ellos se produjo la difusión de las mismas
tipologías cerámicas, contactos comerciales con otros enclaves mochica u de otras
culturas como evidencia el uso de el Lapislázuli procedente de zonas chilenas o conchas
de Spondylus procedentes del golfo de Guayaquil. Estos moluscos aparecen en
numerosos contextos funerarios de la nobleza mochica lo que nos indica su vital
importancia a lo largo de todas sus fases y zonas de ocupación de ocupación, ya que
aparece en la tumba del Sacerdote guerrero de Sipán que vivió en el siglo III D.C. y en
cronologías posteriores como por ejemplo las tumbas de San José del Moro datadas del
siglo VIII D.C. (Alva 2010: 48).

Estrechamente relacionado con este contacto entre las élites se encuentra el


último punto que los investigadores valoran como fuente de poder que es la ideología y
sus materializaciones, en torno a la cual giran el resto de fuentes de legitimación de las
élites (Castillo y Uceda 2008: 717).

En este punto se pueden diferenciar distintos elementos o actuaciones


promovidas por ese grupo en torno al cual se concentra el poder. Por lo general para
poder llevar a cabo estos procesos de legitimación las élites tenían que ser capaces de
movilizar a importantes contingentes poblacionales en unos casos y en otros contar con
artesanos especialistas experimentados capaces de realizar trabajos muy refinados y
detallistas.

La construcción de grandes templos ceremoniales es una de estas


materializaciones ideológicas. En el periodo Intermedio Temprano con la sociedad
mochica se evidencia una organización estatal con capacidad de ejercer un gran poder
para ejecutar grandes proyectos arquitectónicos, ya que necesitan una enorme cantidad
de mano de obra y de recursos para poder llevar a cabo estas construcciones
monumentales, centros ceremoniales situados en urbes y con forma piramidal a los que
se asocian enormes plazas donde se realizan las ceremonias (Tufinio2008: 452-455),
como por ejemplo Huaca de la Luna en el valle Moche(Figura 4). La Huaca de la luna
es una compleja construcción arquitectónica con tres plataformas y tres plazas separadas
por gruesas paredes de adobe que sirven para la circulación interna (Uceda 2010: 149).
Utilizaré este centro como ejemplo por su importancia y porque es de los más
estudiados, pero existen otros de características similares como Huaca Cao Viejo en el

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valle de Chicama o Huaca Dos Cabezas en el valle de Jequetepeque. (Localización en
Figura 1).

Otro tipo de construcciones monumentales mochicas son los palacios como el de


Huancaco en el valle de Virú o Mocollope en el valle de Chicamatambi. En este
apartado también se debe tener en cuenta las obras de ingeniería hidráulica (Figuras 2 y
3) tratadas anteriormente que comparten el mismo significado de capacidad de
aglutinación de trabajo y recursos en torno a la elite así como una gran capacidad de
planificación que se traduce en poder. En estas construcciones monumentales (Templos
y palacios principalmente) apareen importantes trabajos iconográficos, murales, relieves
policromos que los decoran pero que cumplen una función de legitimación. Las misma
élites mochicas se convirtieron en expresiones materiales de su sistema ideológico,
siendo capaces de enmarcar las funciones de las principales deidades y seres
sobrenaturales en las representaciones rituales (Castillo y Uceda 2008: 717).

La pintura mural será muy importante en la decoración de los edificios asociados


a la autoridad y religiosos como las huacas. Estos murales se encuentran pintados en las
paredes interiores y exteriores para impactar a un público lo más amplio posible. Las
escenas pintadas sobre los monumentos constituyen un lenguaje narrativo codificado
dictado por la clase gobernante. El artista se encuentra entonces al servicio de la élite
para transmitir un mensaje. Estas representaciones permiten notificar y explicar al
pueblo el rol de la élite. Se vuelve un medio de comunicación que llega al subconsciente
de la mayoría de la población trasmitiendo un mensaje claro del poder y orden social.
Este discurso ideológico se expresa por medio de códigos iconográficos precisos y
explícitos que se convierten en un lenguaje. Por lo que gran parte de al iconografía
mochica esta dedicada al culto a las divinidades y a las ceremonias asociadas (Wright
2010: 300-301). Estas se pueden extrapolar al resto de representaciones iconográficas
sin importar el soporte o la técnica de realización (Figura 5).

Como esta iconografía también se encuentra muy presente en los objetos rituales
y en las producciones cerámicas (La cerámica en la cultura Mochica tuvo una gran
importancia y desarrollo como evidencia la gran cantidad de este material que nos ha
llegado y fue de una gran calidad tanto por su elaboración, formas y decoración). La
cerámica fue muy importante para estas élites como evidencia el enterramiento del
Señor de Sipán donde aparecen cinco hornacinas que contenían 212 pequeñas vasijas de
cerámica y ofrendas alimenticias, en su mayoría representaban a prisioneros, personajes

6
sentados y guerreros en un orden que sugiere todo una escenografía ritual de simbólicos
acompañantes (Alva y Longhena 1999: 273), es un símbolo de prestigio que se
evidencia en la distribución de la compleja cerámica ceremonial en estas tumbas de
personajes relevantes en la sociedad. La cerámica ceremonial cuenta con formas muy
variadas siempre relacionadas con las divinidades y el mundo ritual (Castillo y Donnan
1994: 157), cabe destacar que una de las representaciones más comunes muestra un
sacrificio ritual en el que un personaje ricamente vestido recibe ofrendas y honores, y es
objeto de reverencias durante una ceremonia de investidura (Alva y Longhena 1999:
274). Así como la gran cantidad de representaciones de prisioneros desnudos y atados,
ya que tienen un importante carácter ritual en el que profundizaré más adelante. (Figura
6).

El resto de objetos rituales son de una tipología y materiales muy variados. Estos
artefactos rituales engloban a todos los objetos que utilizaban para ostentar el poder o
marcar la distinción social como pueden ser orejeras, narigueras, pectorales, cetros,
cuchillos ceremoniales… La producción de estos artefactos rituales es una de las
actividades más sobresalientes entre los mochicas y de acuerdo a ella se creaban
tecnologías y una importante red de intercambios (Castillo y Uceda 2004: 10). Para la
realización de estos artefactos contaban con grandes especialistas en el trabajo de los
metales, cerámica... Estos objetos están decorados con representaciones iconográficas
que realzan su suntuosidad, en los objetos metálicos generalmente son bajorrelieves
(Figura 7).

A parte de la cerámica el resto de objetos están realizados con materiales


preciosos tanto metales, oro, palta como piedras preciosas por ejemplo turquesas, o
semi-preciosas lapislázuli… También utilizan ciertos materiales orgánicos como
moluscos, que son valiosos porque proceden de lugares lejanos como el mar Caribe o el
océano Atlántico y solo pueden acceder a ellos personajes con un gran poder. Son
objetos de uso diario para las élites que realzan su posición. Un ejemplo muy relevante
es el cetro-cuchillo que portaba el Señor de Sipán en su mano derecha. (Figura 7). Que
además nos introduce en la dualidad oro-plata que aparece en los artefactos rituales y
ornamentales de la cultura Mochica.

La presencia de esta dualidad oro-plata (Figura 8) es muy común en los objetos


rituales, suntuarios y demás parafernalia religiosa presentes en la cultura mochica. La
presencia de esta dualidad está ligada a todo aquello que se considera significativo y que

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ha determinado la particular cosmovisión de la sociedad mochica. Quizá una de las
representaciones más relevantes de esta cultura se la división entre al vida y la muerte
(Alva 2010: 70), que se puede asociar al sol y la luna, noche y día...

El aspecto más importante de las expresiones materiales de su ideología como


fuente de poder para las élites mochicas es que todos estos elementos que hemos
comentado en este apartado se utilizan en los rituales realizados a través de ceremonias.
Todas expresiones materiales tienen en común que cuentan con las mismas
representaciones iconográficas con una gran carga simbólica.

4. Iconografía, simbolismo y religión.

Como hemos visto los rituales y la iconografía se dan en común en todo el área moche y
ellos derivan y a su vez conforman el elemento homogenizador de las culturas por
excelencia, la religión.

A pesar que los distintos enclaves mochica tuvieron un desarrollo regional y


existen diferencias cronológicas e institucionales sobre todo entre los valles del norte y
del sur, la religión es común a todos ellos, es el elemento unificador, que aglutina las
diferencias regionales, las distintas facciones políticas o el cambio de lealtades que se
desarrolló (Donnan 2010: 47). El profesor Christopher Donnan1 lo define como religión
estatal, que no era simplemente un conjunto de creencias y prácticas religiosas que
compartieron, sino que implicaba una organización religiosa muy estructurada, es decir
un sacerdocio jerárquico (Donnan 2010: 47-69).

La religión es representada por símbolos distintivos que se asocian


automáticamente a ella, como es el ejemplo de la cruz con la religión católica. En el
caso de la cultura Mochica el principal símbolo que aparece en las representaciones
artísticas es Weapon Bundle2. Otros símbolos que representan la religión estatal
mochica son Eared Sepent (Serpiente con orejas) o Spider Decapitator (Araña
Decapitadora), esta última porta una cabeza humana cortada en su mano izquierda y un
cuchillo ceremonial en la derecha (Figura 9) (Donnan 2010: 59-60).

1
Profesor Principal del Departamento de Antropología de la UCLA
(Universidad de California, Los Ángeles) y
2
Utilizo el termino en ingles porque no encuentro ningún sustituto literal ni
adaptado. Literalmente entiendo que significa bulto de armas pero no considero adecuado utilizar ese
termino.

8
Estas representaciones simbólicas comúnmente aparecen en la representación
ritual principal celebrado por los grandes señores mochicas, la Ceremonia del Sacrificio.
Esta Ceremonia del Sacrificio es la más representada en el arte mochica, en ella se narra
el sacrificio de prisioneros de guerra atados por el cuello y desnudos, también muestran
la ofrenda de su sangre en altas copas (Donnan 2010: 47). Estas acciones deben haber
sido el rito religioso más importante porque aparecen en prácticamente todos los
edificios ceremoniales de los valles ocupados por los mochicas.

Otras acciones no tan generalizadas pero que formaban parte de las ceremonias
rituales más importantes y menos frecuentes (Figura 10), son el desfile de prisioneros
(atados y desnudos), combates rituales, el sangrado de estos y el desmembramiento
definitivo (Donnan 2010: 68).

Los participantes de estos rituales son fáciles de identificar ya que normalmente


llevan los mismos atuendos. Los grandes señores mochicas contaban con una
vestimenta estandarizada para los rituales. Existen tres figura principales (Figura 10), El
guerrero es la Figura A, el que es mitad pájaro mitad humano es la Figura B y el que
tiene trenzas y el tocado con dos plumas es la Figura C. Este es uno de los principales
argumentos que utiliza Christopher Donnan para establecer al religión como una
característica intrínseca de la sociedad, ay que existen evidencias arqueológicas e
iconográficas de encontrar los mismos elementos que caracterizan a los que participan
en estas ceremonias. Por ejemplo El tocado de dos plumas que caracteriza el atuendo
ceremonial de la Figura C es el mismo en Loma Negra, en el norte del área mochica,
que en San José del Moro en el centro al igual que en Pañamarca en el sur de la zona de
influencia mochica (Figura 1), lo que indica que los atuendos ceremoniales abarcan toda
la zona de influencia mochica (Donnan 2010: 47-51 y 68). Al igual sucede con los
elementos simbólicos descritos anteriormente, se encuentran en la mayoría de los valles
que ocupa la cultura mochica, por ejemplo en El Castillo en el valle del río Santa
(Figura1) o en la Huaca Facho en el valle de Lambayeque al norte de área mochica
(Figura1).

Por lo tanto los rituales, la iconografía y su simbología es común a todo el área


mochica, lo que se interpreta como una religión estatal que funciona como el principal
elemento aglutinador.

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5. Mochicas del norte y del sur como entidades políticas.

Ante la realidad presentada en el punto anterior los Mochicas son una cultura en la que
las élites engloban el poder combinando diferentes medios pero con distintos caminos
para alcanzar ese poder. Así los distintos enclaves generan respuestas distintas pero que
al final les lleva a soluciones parecidas ya que comparten numerosos elementos
culturales.

Los investigadores recientes han determinado que se pueden diferenciar dos


áreas donde se desarrolló la cultura y que contenían sistemas distintos de poder a pesar
de pertenecer al misma cultura, estas son el área sur y el área norte separadas por el
área desértica de la Pampa de Paíjan (Uceda 2010: 148).

El área sur comprendería el espacio entre los valles de Chicama y Nepeña


(Figura1), y cuyo centro más importante se encuentra en el vale del río Moche (Figura
1). En este centro ceremonial se encuentran las Huacas del Sol y la Luna (Figura 11),
dos templos monumentales, ricamente decorados donde residían las élites dirigentes y
donde llevaban a cabo los rituales religiosos y demás actos que les legitimaban en el
poder. Entre estas dos construcciones monumentales se encuentra una llanura donde se
encuentra el núcleo urbano (Uceda 2010: 132). Hasta la fecha se considera que el centro
ceremonial de las Huacas de Moche sería la capital de el área sur mochica (Castillo y
Uceda 2008: 718).

Los trabajos arqueológicos en la explanada central han determinado que se trata


de un centro residencial, productor y cívico. Era ocupado por al gran mayoría de la
población que no disfrutaba de los mismos privilegios, riqueza y poder que las élites
(Uceda 2010: 132-133). Entre esta población se encuentran los trabajadores
especializados, comerciantes y mano de obra que las élites necesitan para aprovisionarse
de esos objetos rituales y demás parafernalia legitimadora.

El proceso de la formación del estado y consolidacxión del mismo parece ser


que comenzó con la conquista de los valles de Virú y Chao situados al sur (Figura 1), a
los que finalmente se les añaden los valles de Santa y Nepeña (Figura 1). En esta etapa
el estado Mochica del Sur el papel del templo y de los rituales y ceremonias que se
realizaban en él eran la base del poder político (Uceda 2010: 149). Durante este periodo
las élites desarrollaran sus actividades de control social desde la Huaca de la Luna. Pero

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entre el 550-6003 se produjo un colapso el viejo templo de la Huaca de la Luna (Figura
4) es abandonado y estas actividades de control político pasan a la Huaca del Sol, con
cambios importantes que se trataran en profundidad más adelante. Probablemente este
colapso del viejo templo está asociado al fenómeno climático del Niño según estudios
realizados (Uceda 2010: 140).

El otro área en el que se desarrolló la cultura Mochica abarca tres sistemas de


valles al norte de la Pampa de Paíjan (Figura 1). Esta región Mochica del Norte no había
sido estudiada hasta la década de los ochenta4, pero tras numerosos estudios los
investigadores consideran que comparte todos los elementos culturales, materiales e
ideológicos de esta cultura, aunque su desarrollo sea diferente pero que los rituales y las
interacciones entre las élites hicieron que sean convergentes, aunque sus relaciones
internas tendrán una gran importancia. Estos valles tuvieron desarrollos regionales, en
ningún momento se produjo un poder centralizado que acaparara el poder y se
impusiera sobre los demás y en uno de los valles la ocupación fue más limitada en el
tiempo. Los tres sistemas de valles que abarca la región Mochica del Norte son: 1) el
valle alto de Piura, alrededor de la región de Vicús; 2) el sistema de valles del bajo
Lambayeque, que abarca tres ríos: La Leche, Reque y Zaña; y 3) el sistema de valles del
bajo Jequetepeuqe, que abarca las cuencas de Chamán y Jequetepeque (Figura 1),
(Uceda y Castillo 2008: 720).

La ocupación del valle de Piura, es el enclave mochica situado más al norte se


produjo durante el periodo moche Temprano, a diferencia del resto de ocupaciones
mochicas la del valle de Piura no se encuentra en al costa por lo que no tiene acceso a
los recursos marítimos y su economía estará basada en la fertilidad de sus zona de
ocupación, un ejemplo del desarrollo regional de esta cultura que explota y se adapta a
un ambiente distinto.

Existen evidencias claras de la presencia de elites mochicas en este enclave, los


en enterramientos de Loma Negra pertenecieron a personas de la nobleza mochica, de
identidades y status similares a aquellos enterrados en Sipán y la Mina (Castillo y
Uceda 2008: 720).

3
Datación establecida por radiocarbono.
4
Las primeras investigaciones sobre esta cultura realizadas por Rafael Larco Hoyle en la mitad del siglo
XX se centraron en la región mochica del Sur.

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Los valles de Lambayeque y Jequetepeque estarán ocupados a lo largo de todo el
período mochica aunque debido a características geográficas y ambientales el proceso
adopto características distintas en cada valle. Estos valles son de gran magnitud podrían
abarcar varios valles del sur y no llegaron a copar todo su posible área de irrigación, por
lo que no le era necesario retar el poder de otro, posiblemente en estos valles las
interacciones internas sean más importantes que las externas.

En el Valle de Lambayeque destacan se localizan Sipán y Pampa Grande. Sipán


es el sitio más importante excavado hasta la fecha. Ha desvelado nuevos aspectos sobre
el liderazgo y la riqueza mochica y sobre del tratamiento funerario de las élites
mochicas. En la Tumba del Señor de Sipán (Figura 12) se encontraron se encontraron
doce tumbas de distintas épocas y personajes de distinta jerarquía con un gran ajuar
funerario (Alva 2000: 37), se trata de la mejor evidencia de la complejidad social y
política de esta cultura con una vasta elite de clase alta dirigente integrada por
gobernantes y altos funcionarios de distintos niveles.

En último lugar se encuentra el valle de Jequetepeque5 cuya ocupación mochica


es una de las más estudiadas. Estos estudios relevan deferencias con sus vecinos del sur
como son la cerámica domesticas (técnicas y decoraciones diferentes) y los
enterramientos ya que la clase alta es enterrada en cámaras con nichos, la clase media en
tumbas con forma de bota y las tumbas pobres son pozos poco profundos en
comparación con las pequeñas cámaras y los enterramientos en pozos que son comunes
en el sur (Castillo y Uceda 2008: 723). A pesar de estas diferencias (posiblemente fruto
de ese desarrollo regional) los mochicas de Jequetepeque comparten con los mochicas
del sur la cerámica asociada a las élites y sobre todo sus rituales y ceremonias religiosas,
ya que participaron activamente de la ceremonia Central Mochica, la ceremonia del
Sacrificio, como evidencian las tumbas más ricas de San José del moro (Figura 13)
donde se encuentran enterradas mujeres de la élite rodeadas de objetos suntuarios y
asociados a la ceremonia del Sacrificio y a su función como sacerdotisa (Castillo y
Uceda 2008: 723), otra evidencia más del control ejercido por las élites y su
legitimación a partir del control de la religión y la parafernalia que la rodea.

La configuración política de este valle describe un desarrollo de la cultura que


no se ha visto en ningún otro lugar donde se desarrolló la cultura, donde la evidencia de
una centralización política compite con una fragmentación y fraccionalismo, es decir
5
Los lugares más importantes excavados son: Dos Cabezas, La mina, San José del Moro y Cerro Chepén.

12
que se produjo un oscilamiento político, donde los periodos de fragmentación eran
seguidos de periodos más centralizados para sacar provecho de las oportunidades que
brindaban los cambios ambientales o las interacciones entre los grupos dirigente de coda
centro. En la fase temprana existía un estado pequeño y centralizo en Dos cabezas pero
en el periodo medio la presión de la población les hizo expandirse hacia el sur y norte,
esto fue posible por el desarrollo de grandes canales de irrigación artificial. Estas
nuevas regiones parecen que llegaron a tener una gran competencia entre ellas,
llegando incluso al enfrentamiento como evidencia la construcción de edificios
defensivos como son las Fortalezas de Cerro Chepén o San Idelfonso.

A pesar de que las regiones mochicas del norte y del sur tienen desarrollos
diferentes, incluso dentro de la región mochica norte existen diferentes modelos de
desarrollo, comparten un mismo sistema social donde el poder reside en las élites
político-religiosas y que utilizan los mismos elementos para legitimarse.

6. Estructura de la sociedad mochica.

La sociedad mochica ha sido estudiada por medio de los contextos domésticos, la


iconografía y los enterramientos, que coinciden en presentar una organización social
compleja dividida en varios grupos que muestran un alto grado de especialización,
diferenciaciones de edad y género y con una clara diferencia cuantitativa entre los
estratos sociales. En términos generales se pueden diferenciar tres grupos: 1) las élites
gobernantes; 2) el pueblo y 3) los pobres. A su vez estos grupos se encuentran
jerarquizados interiormente, es decir que existían individuos por encima de otros a pesar
de pertenecer a al misma clase.

Las élites gobernantes son el conjunto de individuos que ostenta poder y


controla el resto de la sociedad, este grupo se encuentra altamente jerarquizado. A él
pertenecen tanto hombres como mujeres y niños. Son reconocidos por sus
enterramientos en cámaras funerarias que cuentan con un rico ajuar6 cuantitativa y
cualitativamente proporcional a su grado de poder que ostentaban. Junto a ellos también
se entierra a otros individuos que están a su servicio. Sus viviendas son grandes y
pueden ser localizadas en el interior o conectadas con los templos.

6
Los ajuares funerarios están compuestos por objetos suntuosos de metal, piedras semi-preciosas,
atributos personales, cerámicas…

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Estas élites son representadas en al iconografía tanto en el arte mueble como
inmueble desempeñando funciones de liderazgo, con sus atuendos y parafernalia
característicos y con objetos asociados a ellos. Los de más alto grado también se
representaran con objetos que les asocien con las divinidades y en los lugares más
emblemáticos y en las representaciones de las más relevantes y complejas escenas
ceremoniales. Así podemos distinguir distintos niveles de poder dentro de este grupo.

En el nivel más alto se encontrarían los gobernantes, grandes señores que


ocuparían la cúspide del poder en la sociedad, ostenta el más alto grado de autoridad
religiosa, militar y civil. El mejor ejemplo de este grupo es el Señor de Sipán (Figura
14). Como demuestra su enterramiento (Figura 12) que consistió en una cámara
funeraria de 5x5 m. donde fue depositado en un ataúd de madera. En la misma cámara
se encuentran los cuerpos de 8 acompañantes, dos llamas sacrificadas, un perro y más
de dos centenares de vasijas que contenían bebidas y alimentos (Alva 2000: 37). El
Señor de Sipán estaba envuelto en un fardo funerario que y al ser desenvuelto dejo a la
vista una gran cantidad de objetos decorativos, rituales y asociados a la función de
mando supremo, de gran belleza, de oro, plata y materiales semi-preciosos.

Por debajo de estos grandes señores se encontrarían los sacerdotes, como la


tumba que se encuentra debajo del Señor de Sipán donde aparece un individuo que a
través de sus ornamentos, emblemas y parafernalia es identificado como tal. Muy
característica es la copa metálica que tenía asociada en al iconografía al asistente
principal del soberano. Alrededor de estás tumbas de más encumbrado rango, se
encontraron entierros de jefes de alto rango militares que ocuparían el tercer nivel
dentro de estas élites. Y un escalón social por debajo se encuentran los jefes militares de
menor jerarquía y los asistentes de los sacerdotes o chamanes. Evidentemente estas
interpretaciones están sustentadas en los bienes que acompañan a los muertos que son
reflejo de su función y lugar que ocupan en la vida (Alva 2000: 38).

En el segundo nivel de la sociedad se encuentra el pueblo y representan la


mayoría de entierros y viviendas estudiados que presentan una gran variabilidad. Sus
enterramientos incluyen objetos cerámicos (algunos incluso con representaciones
iconográficas complejas) pero pocos objetos metálicos. Esto índica que el pueblo
mochica tenía acceso a las representaciones de ceremonias pero no tenía acceso al
poder, es decir eran observadores de los rituales y ceremonias.

14
Generalmente los enterramientos de estas personas contienen objetos que
representan su función en la sociedad, textiles en el caso de los mujeres, metales en el
de los orfebres, etc. Es decir es una representación intencionas de los aspectos
funcionales de sus identidades al momento de su entierro. Este grupo vivía en pequeñas
casa en los núcleos urbanos cercanos a los templos, en los que las élites celebraban sus
ceremonias y rituales de legitimación. Existía especialización en el trabajo puesto que
tenían que satisfacer las necesidades (objetos y demás parafernalia) de las élites
(Castillo y Uceda 2008: 724).

En el último estrato social es el menos entendido y estudiado7 pero se sabe que


eran los que vivían en peores condiciones y menos valorados, ya que sus enterramientos
no tienen el mismo tratamiento funerario que el pueblo, apenas contiene objetos
asociados o por ejemplo en San José del Moro las mujeres y niños eran colocados en
pozos poco profundos, además los niños son muy comunes en estos enterramientos lo
que indica dificultad para acceder a los bienes y recursos. Sus vestimenta parecen haber
sido producidas con telas excesivamente utilizadas puesto que cuentan con muchos
parches y los estudios de las viviendas por ejemplo el de Galindo las muestras como
construcciones angostas en las laderas de los cerros (Castillo y Uceda 2008: 724 y 725).

Este es el esquema de la sociedad mochica, una sociedad compleja, cruzada por


divisiones relaciones económicas, funcionales y de género y edad. Una sociedad con
brechas sociales, exclusiones y divisiones tan marcadas tuvo que estar marcada por una
gran confrontación social a pesar de la impresionante labor de coerción y legitimación
que realizaban las élites.

7. Reconfiguraciones y colapso de la sociedad Mochica.

Coincidiendo con su carácter múltiple las organizaciones Mochica no colapsaron todos


a la vez ni por un único motivo, como todo lo que envuelve a esta cultura se trata de
procesos regionales interconectados a nivel cultural. Son procesos terminales que se
dieron a lo largo de trescientos años por una combinación de factores. No fue una
ruptura tajante sino que se produjeron reconfiguraciones en el control del poder y en la

7
Algunos estudios sobre este tema son los de Donnan y McClelland (1997) en un cementerio de
pescadores en Pacatnamú o el de Bawden en Galindo (1994).

15
sociedad que terminaran con el establecimiento de dos culturas, Lambayeque en la
región Mochica Norte y Chimú en la región Mochica Sur.

Entre los factores destaca principalmente el fracaso de la estrategia de poder


basada en el control de la sociedad por parte de las élites a partir del control de las
expresiones materializadas de poder. Este sistema que durante seis siglos funcionó en el
siglo VII simplemente dejó de funcionar. El discurso ideológico y las materializaciones
de poder en monumentos, artefactos y por medio de rituales debilitados por los cambios
ambientales y las amenazas externas fueron incapaces de legitimar la estructura de al
sociedad, la distribución desigual de la riqueza producida socialmente y el monopolio
que las élites tenían en la dirección de al sociedad (Castillo y Uceda 2008: 725).

Este proceso no afecto de igual forma a las distintas regiones y enclaves


mochicas porque ante la regionalización en que se desarrolló la cultura se generaron
diferentes respuestas ante esta nueva situación, respuestas condicionadas por su medio y
por el grado de control ejercido sobre la sociedad. Los ejemplos más evidentes son los
casos de las Huacas de moche en el sur y en San José del Moro en el norte.

En las huacas de moche este colapso se produjo en el siglo VI y supuso una


importante ruptura respecto al periodo anterior. Durante el primer periodo de ocupación
en este sitio el poder que ejercían las élites, poder social, político e ideológico se había
conformado en torno a la Huaca de la Luna, pero con esta ruptura se produjo un cambio
y la Huaca del Sol (Figura 15) pasa a ser el centro donde se realizan las ceremonias y la
sede de las élites gobernantes, lo que puede interpretar como un profundo indicador del
cambio social y político que se produjo. El poder político parece empezar un largo
proceso en que las prácticas rituales y religiosas son reemplazadas por un poder
administrativo secular.

El enorme tamaño de templo de La Huaca del Sol indica que este segundo de
ocupación del valle de Moche fue el edificio más importante y la ideología religiosa
experimentó un cambio drástico, está afirmación se evidencia por el abandono y la
sustitución de algunas de las anteriores representaciones iconográficas, particularmente
en la representación de nuevos dioses que parecen tener una forma semejante a los
humanos.

El abandono de antiguo templo Santiago Uceda interpreta que no es abandonado


porque deja de ser funcional sino que lo abandonan por lo que representa, un modelo

16
político teocrático que a pesar de haber tenido mucho existo durante el primer periodo
más tarde fracasó. Como consecuencia la clase urbana ganó poder y luchó por encontrar
un nuevo orden social (Uceda 2010: 140-145).

En San José del Moro también se produjo un colapso que supuso el abandono de
las tradiciones Mochicas, especialmente de sus formas de enterramiento y tipológicas
cerámicas lo que indica un cambio en sus rituales ya que son lo que llevaban a esos
enterramientos y a las necesidades materiales. Las evidencias demuestran que tras la
caída de los mochicas la función de integración y coordinación del sitio continuó. Es
decir la caída de las élites mochicas fue de forma brusca pero el lugar no fue
abandonado sino que se produjo un periodo transicional con una ocupación continuada
de otras tradiciones culturales como evidencian los objetos encontrados en los
enterramientos.

En resumen el colapso de la cultura Mochica se produjo ante al incapacidad de


las élites dirigentes de conseguir una nueva forma de consolidación del poder ante el
desgaste que sufrió la anterior y que por factores aleatorios como cambios ambientales
se acentuó e incluso se aceleró, puesto que la organización social mochica generaba
unas grandes diferencias y debía existir una importante conflictividad social.

8. Conclusiones.

La cultura Mochica se encuentra en pleno proceso de estudio y todavía quedan muchas


cuestiones por investigar, interpretar y aclarar. Aun así podemos afirmar que la esta
cultura presenta numerosas características del Estado, porque los distintos desarrollos
que se producen son diferentes respuestas en muchos casos condicionadas por el medio
o la época a una misma problemática. Además la base de la legitimación del poder que
se aglutina en torno a una élite jerarquizada es la misma en toda geografía de ocupación
mochica, la religión y la acaparación de de esta en manos de la élite. Esta élite a pesar
de residir en valles aislados estaban en contacto y tenían un importante comercio entre
ellas que les ayudaba a mantenerse en el poder.

Este control del poder es trasmitido al conjunto de la población por


materializaciones ideológicas, es decir por medio de la construcción de obras
monumentales tanto obras de ingería civil como centro ceremoniales, la trasmisión
iconográfica tanto en objetos muebles como en la decoración estos centros

17
ceremoniales. La ostentación del poder por medio de los atuendos, objetos suntuosos de
uso común entre estas élites y demás parafernalia es otra forma de acentuar esta
marcada diferenciación social. Por medio de la acaparación de los rituales y ceremonias
religiosas controlan a la población ya que es la máxima forma de coerción en una
sociedad como esta, teocrática.

La sociedad Mochica es compleja y jerarquizada en la que las élites se


encuentran en la cúspide y el resto tienen determinados roles siempre controlados desde
el poder y que en muchos casos están a su servicio.

En el siglo VI se producirá un importante colapso que en muchos casos no


supondrá la desaparición pero si importantes cambios que poco a poco les llevaran a la
desaparición. Debido al sistema mochica este colapso generara diferentes respuestas en
los distintos valles de ocupación mochica. El colapso se produjo principalmente por el
cambio en la legitimación del poder puesto que el tradicional control de la religión y
reparto desigual de las riquezas que hacía a las élites teocráticas intocables dejó de
funcionar, en parte precipitado por cambios climáticos e interacciones externas.

En definitiva las élites mochicas gobernaron durante seis siglos basándose en el


poder religioso pero además consiguieron formar una red estatal en un sistema más
propio para que se hubiesen desarrollado jefatura independientes por el aislamientos de
las zonas de ocupación pero estas élites por medio del contacto entre ellas y de
compartir las ceremonias y rituales consiguieron mantener un sistema unido a pesar de
que cada región cuenta con sus particularidades.

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Bibliografía.

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Instituto Francés de Estudios Andinos, Pontificia universidad Católica del Perú,
Lima.

19
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nueva aproximación en la comprensión de la organización social. Boletín del
Instituto Francés de Estudios Andinos. Nº 39 (2). Págs.: 299-330.

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Anexo de imágenes

Figura 1. Mapa de la ocupación Mochica.

Figuras 2 y 3. Canal de la cumbre.

Figura 4. Huaca de la Luna.

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Figura 5. Mural de Pañamarca.

Figura 6. Vasija de cerámica mochica.

Figura 7. Cetro del Señor de Sipán. Figura 8. Collar de Maní. Señor de Sipán.

22
Figura 9. Símbolos religiosos mochicas.

Figura 10. Representación de la Ceremonia del Sacrificio.

Figura 11. Mapa de las Huacas de moche.

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Figura 12. Tumba Señor de Sipán.

Figura 13. Tumba Sacerdotisa San José del Moro.

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Figura 14. Señor de Sipán.

Figura 15. Reconstrucción isométrica e imagen panorámica de la Huaca del Sol.

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