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PRISIÓN PREVENTIVA E IMPUTACIÓN NECESARIA.

Después de un año, la Casación 724-2015/Piura, ha sido #compartida 3,738 veces. La temática, sin duda,
genera gran interés.

La audiencia de prisión preventiva, además del debate sobre sus presupuestos, debe exigir un control de
la imputación (fáctica y jurídica) como punto de partida.

No tiene sentido imponer una medida tan intensa sobre un hecho atípico. Eso ocurría con el delito de
violencia contra la autoridad policial (caso Buscaglia).

El juez de garantías no puede rechazar observaciones a la imputación jurídica, con el solo argumento de
que presente su excepción de improcedencia de acción. Ese "fundamento" lesiona el derecho de defensa.

Si el hecho es flagrantemente atípico, debe sobreseerse de oficio por el JIP. Luego, si la subsunción no
es clara, amerita desestimar el requerimiento de prisión preventiva. La exigencia de sospecha grave, no
permite pasar por alto subsunciones aparentes.

Cómo discutir los "graves y fundados elementos de convicción" sin ejercer un control de la imputación
necesaria. A menor distancia temporal entre la formalización de la investigación y el requerimiento de
prisión preventiva, más exigible se hace un control sustancial de los hechos.

El momento para realizar registro


personal (Casación 253-2013, Puno),
por Fany Quispe Farfán
. Sumilla: El presente artículo aborda la necesidad de diferenciar el registro
superficial del registro personal, así como el momento y lugar en que éste
último se formula. Se diferencia la sospecha previa que se requiere para que un
funcionario policial proceda a realizar un cacheo superficial a fin que el acto
estatal no sea arbitrario, de las fundadas razones que se requieren para realizar un
registro personal. Si bien se presume la juridicidad de los actos estatales, las
características propias del registro personal requieren en muchos casos que se
dilate su realización, por lo que es necesario cautelar su continuidad que impida
la desvinculación del intervenido de los bienes que porta o cuestionamiento en
torno a la preexistencia de los mismos.

Palabras clave: Registro personal, cacheo policial, stop and frisk, sospecha
razonable.

2. Análisis y comentario

2.1. Caso
El 11 de marzo del 2011, se produjo en la ciudad de Puno, un accidente de
tránsito que ocasionó la muerte de una persona. El efectivo policial a cargo de las
investigaciones se presentó ante la causante, entonces candidata al Congreso de
la República, y le solicitó dinero a cambio de no comprenderla en las
investigaciones.[1]

Según las noticias publicadas, la ciudadana denunció el hecho acompañando la


grabación en audio del pedido de dinero, por lo que el Ministerio Público puso en
marcha la realización de un operativo para sorprenderlo con el dinero recibido. El
agente policial fue detenido y al efectuarse el registro se le encontró la suma
entregada.

Posteriormente dicha persona fue condenada en primera instancia por delito de


cohecho, pero al interponerse la apelación, fue absuelta en segunda instancia.
Entre los fundamentos de esta última decisión se señaló que el registro personal
practicado no fue inmediato. Ante esta decisión, el Ministerio Público interpuso
recurso de casación ante la Corte Suprema que mediante Casación 253-2013,
Puno estableció doctrina jurisprudencial vinculante en relación al momento
en que debe realizarse el registro personal.

2.2. Facultad policial de registrar

En los hechos materia del caso que originó la casación bajo comentario, se puede
señalar claramente que existió fundadas razones que originaron el consiguiente
operativo que permitió revelar la comisión del delito, produciéndose la detención
del efectivo policial en flagrancia, al encontrársele con los efectos del delito. Sin
embargo, no en todos los casos tenemos claro lo que se requiere para proceder a
un registro en casos no flagrantes.

Un ejemplo de ello es cuando se producen las llamadas redadas policiales,


donde diversas personas son interceptadas por la policía sin sospecha previa, la
cual realiza registros personales y encuentra droga en su poder, por lo que se
produce la detención justificada en este hallazgo.

Sin embargo, ¿este registro respondió a una corazonada de la policía o


respondió a una sospecha razonable? La respuesta a esta pregunta es pertinente
para el futuro proceso penal que se instaure a efectos de evitar futuras
exclusiones probatorias de lo obtenido en el registro, pues es la sospecha previa
lo que debe originar que una persona sea intervenida y posteriormente registrada
y no sólo lo encontrado en una intervención al azar. En nuestro país existe una
marcada tendencia a sustentar detenciones en flagrancia en este tipo de registros
que no comportan una sospecha previa.[2]

La necesidad de reflexionar sobre esta facultad policial es de gran importancia a


efectos de que el Estado pueda brindar razones a sus ciudadanos de que la
actuación de sus agentes policiales no es arbitraria.

Recordemos que en la década de 1990 en Nueva York y ante la gran cantidad de


crímenes en dicha ciudad, el jefe de policía William J. Bratton[3], aplicó la
estrategia de las ventanas rotas, que responde a la idea de que, si una ventana de
un edificio está rota[4] y se deja sin reparar, el resto de las ventanas pronto
también estarán rotas, por lo que esta estrategia brinda respuestas inmediatas para
evitar un deterioro mayor.

Sin embargo, también con esta forma de actuaciones policiales inmediatas


conocida como stop and frisk se produjeron un gran número de arrestos
ciudadanos que incluso conllevó a una demanda colectiva sobre la
constitucionalidad de estas prácticas policiales, sosteniendo que se estaban
llevando a cabo sin sospecha razonable y con un sesgo racial.

En 2013, el juez Shira A. Scheindlin, resolvió que la policía de Nueva York


violó la Constitución de los Estados Unidos por la manera en que llevó a cabo su
programa stop and frisk, señalando que era “una forma de discriminación racial”
pues se encontraba dirigida contra la comunidad afroamericana e hispana.[5]

Actualmente, la práctica del registro personal sólo puede ser aceptada en un


Estado Constitucional si es que existe sospecha previa, Lo que excede de La
subjetividad o prejuicios del agente policial.

2.3. De la sospecha razonable a los “fundados motivos”

La facultad policial de proceder al registro personal o vehicular es conocida


como “stop and frisk“, esto es “parar y registrar” y se fundamenta en La
existencia de una sospecha previa razonable.
Esta sospecha razonable es la misma que faculta a la policía para realizar
actuaciones urgentes.

“Cuando la policía actúa en estos supuestos de urgencia, es claro, que no por ello
desaparecen los recaudos de motivo previo para actuar y de límites a la actuación
policial, la cual debe estar razonablemente relacionada con dicho motivo
previo”.[6]

La sospecha que la origina no puede ser solo subjetiva, sino que debe sustentarse
en datos concretos y objetivos. A fin de determinar si nos encontramos ante una
sospecha razonable se ha desarrollado además lo que se conoce como doctrina
del “wholepicture”, esto es la necesidad de tener en cuenta las circunstancias y el
contexto en el que se realiza el registro.

Es por eso, que la “sospecha razonable” no significa imputar en el sentido de


atribuir a alguien la comisión de un hecho delictivo, sino que se constituye un
estándar menor que habilita el uso inmediato de poder coercitivo del Estado para
investigar.

El estándar de esta sospecha razonable es menor al que se exige para emitir


órdenes judiciales que limitan derechos fundamentales y el que posteriormente se
exige para procesar a una persona, según se estableció en el caso Alabama vs.
White[7].

En este caso, una llamada telefónica anónima alertaba a la policía que Vanessa
Whitesaldría de su departamento en su vehículo transportando drogas, por lo que
la policía procedió a su intervención y registro, encontrándosele efectivamente la
droga. El tribunal de apelaciones de Alabama revocó su condena por cargos de
tenencia, sosteniendo que el tribunal de primera instancia debió haber suprimido
lo incautado, pues los oficiales no tenían la sospecha razonable necesaria y que la
llamada telefónica no era suficiente para justificar el registro personal y
vehicular. La Corte Suprema de los Estados Unidos señaló que, si bien este aviso
telefónico puede ser insuficiente para una orden de detención, la información
brindaba suficientes “indicios de fiabilidad” que justificó la intervención
policial.
De ese modo, quedó establecido que la sospecha razonable es un estándar
menos exigente que la causa probable, pues la sospecha razonable puede
establecerse con la información o datos que son diferentes en cantidad o
contenido que la requerida para establecer la causa probable, lo que en nuestra
legislación se conoce también como “suficientes elementos de convicción”.

Nuestro Código Procesal Penal exige “suficientes elementos de convicción” para


la orden judicial que limita derechos fundamentales[8] y en caso de restricción de
libertad, como en el registro personal, se acude al término “fundadas razones“,
tal como se establece en los artículos 210° y 250.3° del Código Procesal Penal.

Si bien existe la facultad policial de practicar el registro de las personas (art.


68.1. C), éste no puede ser arbitraria, menos aún se puede proceder al registro
superficial si es que no existe una sospecha razonable previa y sólo se realizará el
registro personal conforme a dicha norma, si es que existen fundadas razones.

2.4. Registro personal: superficial y extendido

El registro personal es la búsqueda, por parte del personal policial, de los


elementos que se encuentren dentro del ámbito personal del sospechoso de
encontrarse relacionado con un delito.

El concepto de ámbito personal comprende los elementos que tengan alguna


importancia en la investigación criminal, ya sea que se encuentre en la
indumentaria, que la persona lo porte o que esté en su inmediato alcance o
disponibilidad física. El registro personal comprende tanto la relación de objetos
de su propiedad como todo aquello que tiene en custodia.[9]

En el sistema legal del commow law se diferencia entre parar (stop), registrar
superficialmente (frisk) y el registro en las pertenencias (search) que plantean
diversos niveles de exigencias para el personal policial.

El stop se justifica cuando la policía tiene una sospecha razonable de que un


crimen ha ocurrido o está ocurriendo. Para proceder al frisk, se requiere una
sospecha razonable de que la persona está armada, lo que representa un peligro
para el personal policial y las personas cercanas, según se estableció en el
caso Terry vs. Ohio[10].
Básicamente, lo que se señala es que se debe permitir a la policía parar
brevemente una persona ante la sospecha de que puede estar relacionado con una
actividad delictiva (stop), y si existe la sospecha de que la persona esté armada se
puede proceder, la policía debe tener el poder de realizar un cacheo (frisk). Si el
‘stop‘ y el ‘frisk‘ dan lugar a causa probable que el sospechoso ha cometido un
delito, entonces la policía está facultada para hacer un “arresto” formal y una
búsqueda completa (search)[11].

El registro superficial (frisk) es también conocido como “cacheo superficial”,


que consiste en una búsqueda de superficial de armas u otros objetos peligrosos
que permitan desarmar y neutralizar al intervenido, lo que permite dotar de
seguridad a la diligencia.

La palpación sobre el cuerpo que se realiza en un primer momento al momento


de la intervención, a fin de encontrar las posibles armas que porte el sujeto, no
extingue el registro personal, aunque forme parte de este último, puesto que el
objetivo en un primer momento de la palpación es desarmar al sospechoso y
evitar que pueda hacer uso de las armas que porte contra el personal policial o
contra sí mismo. Hecho esto, debe realizarse una búsqueda exhaustiva de los
objetos, que lleve o porte el sujeto, del vehículo que conduce, de los equipajes
que tiene.

Para realizar search esto es una búsqueda o registro de una persona y sus
pertenencias, el funcionario policial debe ser capaz de demostrar que tenía una
sospecha razonable que permitió el stop and frisk, por ejemplo, mientras formula
el cacheo ha palpado la presencia de un arma, o como el caso de Alabama vs.
White haber recibido una llamada telefónica al respecto.

Se podría entender que el cacheo es sólo la palpación externa (registro personal


en definición restringida), mientras que el registro es la búsqueda concienzuda
en la indumentaria, objetos que porta o lo que está a su alcance (registro
personal en definición extendida).[12]

A efectos de evitar confusiones, usaremos el término de registro superficial para


la palpación personal o cacheo policial y registro personal, tal como lo ha
recogido el Código Procesal Penal del 2004, como el acto, que involucra una
búsqueda en torno a todas las partes del cuerpo humano, incluso sus cavidades, el
límite del mismo es el propio cuerpo, por lo que aquellos elementos que se
encuentren al interior del cuerpo humano sólo serán susceptibles de búsqueda a
través de las intervenciones corporales con la necesaria participación de personal
sanitario.

2.5 El registro personal en el CPP del 2004

El artículo 210 de nuestro Código Procesal Penal señala que:

La policía (…) cuando existan fundadas razones para considerar que una persona
oculta en su cuerpo o ámbito personal bienes relacionados con el delito,
procederá a registrarla.

En nuestro Código Procesal Penal no aparece la diferenciación


entre frisk y search, sin embargo, dado que la regulación del art. 210° del Código
Procesal Penal señala que se requiere “fundadas razones” es que podemos
afirmar que se encuentra regulado en nuestra legislación el registro personal
extendido o “search“.

Más aún cuando se establece que “antes de su realización se invitará a la persona


a que exhiba y entregue el bien buscado, lo que implica necesariamente que se
haya realizado anteriormente el registro superficial o frisk, más aún de tratarse de
sospecha de porte de armas u objetos peligrosos, sostener que no existe
diferencia entre el frisk y el search, pondría en riesgo la actividad policial.

Por lo que se presume que si se ordena el registro personal extendido es porque


existen fundadas razones para ello, esto es que un estándar mayor que una
sospecha razonable previa.

a) Momento de realizar el registro

Es evidente que, de tratarse de un registro extendido, el registro personal no


podrá realizarse de manera inmediata, pues ello involucra una búsqueda
meticulosa que obviamente afecta la intimidad y el pudor de las personas.
La práctica policial en nuestro país tiende a señalar que se hizo el registro
personal en el lugar de la intervención, en clara falta de distinción entre el
registro personal superficial (stop and frisk) y el search (registro personal
extendido) al que hemos hecho referencia anteriormente, a pesar de que la
realidad del caso exige muchas veces que el sospechoso sea trasladado a otro
espacio para realizar el registro.

De esta manera en la Casación 253-2013, Puno se señala que el registro


personal debe ser realizado en un contexto de respeto a la dignidad y pudor de la
persona, en concordancia con el artículo 210.2 del Código Procesal Penal, el cual
precisa que “el registro se efectuará respetando la dignidad y, dentro de los
límites posibles, el pudor de la persona. Corresponderá realizarlo a una persona
del mismo sexo del intervenido, salvo que ello importe demora en perjuicio de la
investigación”.

Si tal como hemos anunciado la necesidad de un espacio físico privado para


realizar un registro personal extendido, es claro que la mayor parte de ellos, no se
podrá realizar en el mismo lugar de la intervención, si es que este es público,
salvo que lo buscado se encuentre al alcance de la vista o en bolsillos. Lo usual
entonces en los casos de una búsqueda extendida debiera ser el traslado a un
espacio físico que permita realizar el registro.

En el caso de la Casación 253-2013, Puno es evidente que ha existido fundadas


razones, que ha originado la realización del operativo de la fiscalía: denuncia,
información objetiva de elementos que vinculan al denunciado con el hecho,
concertación de un encuentro supervisado por la autoridad fiscal entre el
denunciante y el denunciado y la posterior intervención policial.

En este caso, el registro personal tiene por objetivo buscar la suma de dinero
entregada, esto es billetes previamente marcados o que contienen los reactivos
químicos con los que ha sido preparados, estos casos no requieren que la persona
se desnude o se proceda a la revisión de cavidades humanas, pues al tratarse de
una entrega supervisada de dinero, lo lógico es que el dinero esté inmediatamente
en las manos o en los bolsillos del intervenido.

Según la sentencia casatorio, el artículo 210° del Código Procesal Penal establece
que el registro personal que realiza la Policía Nacional debe ser inmediato,
señalando que “siempre que se dé cuenta al representante del Ministerio Público,
no podrá posponerse o dilatarse el registro personal cuando haya razón fundada
para considerar que el intervenido oculta en su cuerpo o ámbito personal bienes
relacionados al delito”.

El sustento de la inmediatez es que todo retardo contribuye a la desvinculación


del bien de parte del intervenido, ya sea por destrucción, ocultamiento o
alejamiento, mermando con ello la actividad previa a dicho registro y el registro
mismo; y a dar argumentos referentes a que pudo ser un tercero que colocó el
objeto incriminado, lo que se conoce “en lenguaje subestándar (como) ‘siembra’,
mermando la fuera probatoria del registro”.

De ese modo, se presume que el registro personal debió realizarse de manera


inmediata, lo cual no sucedió en este caso. La citada Casación señala que la
prolongación del citado registro puede ser viable si se omite dar cuenta al
representante del Ministerio Público -lo cual no es el caso atendiendo a que todo
el operativo fue supervisado por la fiscalía- y también cuando no se cuenta con
garantías para su realización inmediata.

b) Presunción de juridicidad

Asimismo, debemos dejar establecido que se presume la juridicidad de los actos


realizados por el funcionario policial que realiza el registro personal o vehicular,
sin embargo, ante el cuestionamiento de su accionar corresponderá a los entes
persecutores acreditar que existió una sospecha razonable relacionado a un acto
ilícito.

Por ello se genera “una presunción” a favor de las acciones estatales por el valor
funcional que representa la legitimidad de sus actos, existiendo un interés en
mantener el principio de que el poder público se ejerce conforme a derecho.[13]

Esta es entonces una presunción iure tantum, puesto que las actas realizadas
gozan de esta presunción de licitud. Si bien es cierto, que en la sentencia bajo
comentario se señala que posponer el registro conlleva a cuestionamientos de que
los bienes no se encontraban en posesión del registrado, ello no es tal, si es que
existe inmediatez y continuidad en la realización del registro y nos encontramos
ante un simple traslado cuando resulte necesario.
La Casación señala que en casos de que se tenga que posponer el registro, el
fiscal “garantizará la cadena de custodia” hasta que sea posible la realización del
registro. Este es un supuesto poco convencional, dado que la cadena de custodia
se inicia con el objeto hallado y no antes, por lo que debemos entender que lo que
se quiere con la utilización de esta expresión es que se garantice el traslado del
intervenido al ambiente adecuado bajo supervisión, sin interrupciones, ni
contacto con terceros que hagan presumir que se puede haber deshecho de los
bienes que porta o evitar la exclusión probatoria de lo obtenido en el registro por
las demoras incurridas que cuestionen que los bienes se encontraban en su poder.

3. Parte resolutiva

En esta casación interpuesta por el Ministerio Público contra la sentencia


absolutoria emitida, la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema, hace
hincapié en que la absolución se fundamentó en que el registro personal no se
realizó de manera inmediata al momento de la intervención, sino en las
dependencias del Ministerio Público, “dando a entender con ello que es necesario
para la configuración del delito de cohecho pasivo propio que el encausado debía
ser intervenido con el dinero recibido”, por lo que luego de establecer los casos
en los que es posible postergar la realización del registro, declara fundado el
recurso de casación y ordena La emisión de nueva sentencia.

En esta Casación 253-2013, Puno se establece doctrina jurisprudencial en


relación a los supuestos en los que el registro personal puede ser prolongado en
el tiempo, se entiende, no sólo en razón de la necesidad de trasladar a una
persona a un espacio adecuado para realizarlo, sino que incluso en los casos en
que el registro personal pueda realizarse en el mismo lugar de la intervención,
éste debe ser pospuesto, por situaciones que de manera razonada imposibilitan la
realización del registro personal:

a) No existen garantías para la integridad del Ministerio Público y de los


efectivos policiales.

b) Cuando exista exacerbación de parte de un grupo de personas que presencia e


impide el registro poniendo en riesgo su finalidad.
c) Cuando existan otras razones suficientes que se sustenten (que impidan)
mantener y conseguir el objetivo registro.

De esa manera en dicha Casación 253-2013, Puno se han desarrollado supuestos


que no se han previsto en La norma haciendo hincapié que esta dilación no
deberá prolongarse en demasía, sino que responde al tiempo razonables para
encontrar el lugar con las garantías necesarias para su realización.

[1] Noticia publicada en la edición regional de La República del 05.05.2013.


Disponible aquí. Consultado el 05.05.2017.

[2] Vid. QUISPE, Fany. “El registro personal y las intervenciones corporales”. El
Proceso Penal. Estudios Fundamentales, Lima, Palestra editores, 2006, p. 374.

[3] Vid KELLING George L. y Catherine M. COLES. No más ventanas Rotas.


Cómo restaurar el orden y reducir la delincuencia en nuestras comunidades.
Disponible aquí.

[4] Vid. WILSON, James Q y George L. Kelling “Ventanas rotas: policía y


seguridad en los barrios”. Disponible aquí.

[5] Vid. LARKIN, PauL J. “Stops and Frisks, Race, and the Constitution”.
Disponible aquí.

[6] CARRIÓ, Alejandro. “Requisas policiales, interceptaciones en la vía pública


y la era de los standards light”. Revista Jurídica de la Universidad de Palermo,
Año 5, N°1, agosto 2000, Buenos Aires, Recuperado de aquí, p. 19
última consulta 05.06.2017.

[7] Vid. Alabama vs. White (1990) .

[8] Art. VI TP CPP: Las medidas que limitan derechos fundamentales, salud las
excepciones previstas en la Constitución, sólo podrán dictarse por la autoridad
judicial, en el modo, forma y con las garantías previstas por la ley. Se impondrán
mediante resolución motivada, a instancia de la parte procesal legitimada. La
orden judicial debe sustentarse en suficientes elementos de convicción
[9] Vid. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal, Buenos Aires Editores del
Puerto. 2003, p. 319.

[10] Terry Vs. Ohio (1968) consultado aquí el 11.05.2017.

[11] Terry Vs. Ohio (1968): “If the “stop” and the “frisk” give rise to probable
cause to believe that the suspect has committed a crime, then the police should be
empowered to make a formal “arrest,” and a full incident “search” of the person.
This scheme is justified in part upon the notion that a “stop” and a “frisk” amount
to a mere “minor inconvenience and petty indignity. Por su parte en Sampson u.
California, 547 U.S. 843 (2006), La Suprema Corte estableció las circunstancias
en que la sospecha razonable no es necesaria.

[12] QUISPE, Fany. Ob. cit., p. 416.

[13] ECHEVARRIA, Marcelo, Aplicación de los principios de “causa probable”


y “sospecha ragonable” ante la inminente detención de un sospechoso sin orden
judicial. Disponible aquí. Última consulta el 05.06.2017.

Prisión preventiva y prueba, por


César San Martín Castro
Sumario*: I. Introducción; II. Elementos de convicción; III. Valoración y
estándar de decisión; IV. Bibliografía básica.

I. Introducción

1. Puede definirse la prisión preventiva, regulada en Perú en los artículos 268-


285 CPP, en términos propuestos por Gimeno Sendra, como la medida de
coerción personal más gravosa del ordenamiento jurídico que surge como
consecuencia de una resolución jurisdiccional, debidamente motivada, de
carácter provisional y duración limitada, y que se adopta en el seno de un proceso
penal, por la que se priva del derecho a la libertad personal, de ambulatoria más
precisamente -que es un derecho fundamental de carácter preeminente-, fundada
en la comisión de un delito grave y en quien concurre un peligro de fuga
suficiente para presumir racionalmente que se ausentará a las actuaciones del
proceso -que es el paradigma del periculum libertatis-, o un riesgo razonable de
ocultación o destrucción de las fuentes de prueba. Se requiere, como acota
ASENCIO MELLADO, la configuración de un peligro concreto y fundado de
fuga o de obstrucción, explicitado en el auto judicial, de modo tal que sea
instrumental del proceso al cual se preordena.

Lea también: Lea la sentencia que revocó la prisión preventiva de Ollanta


Humala y Nadine Heredia

Su finalidad procesal es asegurar la presencia del imputado durante la


celebración de la causa para asegurar el desarrollo del proceso penal declarativo
de condena y la ejecución de la futura y eventual sanción penal a imponer
[ARAGONESES]. La prisión preventiva no solo requiere un fundamento
razonable (sospecha grave y fundada), sino que no tiene un carácter retributivo,
propio de la pena, y además no puede utilizarse con la finalidad de impulsar la
investigación el delito u obtener pruebas o declaraciones; ya que con tales fines
la privación de libertad excede los límites constitucionales (STCE 128/1995, de
26 de julio).

Lea también: La motivación de la resolución de prisión preventiva según el


TC

2. Entre las notas características más relevantes de la prisión preventiva se tiene:

1°. Su absoluta jurisdiccionalidad.

2°. Su patente excepcionalidad y no obligatoriedad -lo normal es esperar el juicio


en libertad-, por lo que rige el principio del favor libertatis o de in dubio
prolibertate.

3°. La vigencia plena de los principios transversales, todos ellos de jerarquía


constitucional, residenciados en los propios alcances de cada derecho
fundamental afectado, de intervención indiciaria y de proporcionalidad -divido
ambos principios, en la línea fijada por MARTÍN MORALES-. Es de acotar que
la apreciación de los graves indicios -procedimentales- de criminalidad o
sospecha vehemente no constituye una presunción de culpabilidad del imputado,
únicamente implica la existencia de motivos razonables que permiten afirmar la
probable comisión de un delito por el eventual destinatario de la medida (STCE
108/1994, de 11 de abril).

4°. Su provisionalidad y temporalidad, de suerte que (i) los requisitos exigidos en


el momento inicial de su adopción no son necesariamente los mismos a
considerar para su mantenimiento, pues el mero transcurso del tiempo puede
hacer que el riesgo de destrucción del material probatorio, por ejemplo,
desaparezca ulteriormente, o que, también como ejemplo, el riesgo de fuga
disminuya para imponer y prolongar la prisión preventiva (STSCE 37/19967, de
112 de marzo); y, (ii) su duración viene condicionada al cumplimiento de plazos
legales, considerados como máximos, lo que puede significar que, en cada caso
concreto, pueda concebirse un plazo menor, atendiendo, por un lado, a la
duración efectiva de la prisión preventiva y, por otro, a la naturaleza y
complejidad de la causa, la actividad desplegada por la fiscalía y el órgano
judicial, y al comportamiento del imputado (STCE 987/2002, de 29 de abril). Es,
pues, una medida estrictamente necesaria, de aplicación subsidiaria, provisional y
proporcionada a los fines que, constitucionalmente la justifican y delimitan
(STCE 128/1995, de 26 de julio).

3. El primer principio transversal, intervención indiciaria, exige una determinada


carga cuantitativa de sospecha del hecho delictivo (constancia de una infracción
penal) y de la vinculación del imputado con aquel. Está en relación a la
existencia de los hechos delictivos imputados y de la vinculación del imputado
con ellos, que se resuelve en mérito a los denominados “elementos de
convicción” existentes al momento de decidir su procedencia (actos de
investigación inculpatorios necesarios apreciar en clave de un estándar de grave
probabilidad delictiva). Está en función al presupuesto material del fumus delicti
comissi. Requiere, como dice Roxin, de un alto grado de probabilidad de que el
imputado ha cometido el delito y de que están presentes todos los presupuestos
de la punibilidad y de la perseguibilidad: alto grado de probabilidad de una
condena. Opera como conditio sine que non de la adopción y mantenimiento de
tan drástica medida de coerción (STCE 128/1995, de 26 de julio). La STEDH
Stogmuller, de 10 de noviembre de 1969, de igual manera, insistió en la
constatación de sospechas razonables de responsabilidad criminal que como
conditio sine que non de la adopción y del mantenimiento de tan drástica medida.
4. El segundo principio transversal, proporcionalidad, en la línea de GONZÁLEZ
CUELLAR-SERRANO, requiere, de un lado, como presupuestos, (i) el principio
de tipicidad procesal o reserva de ley -seguir escrupulosamente las pautas
normativas, bajo una interpretación restrictiva de sus elementos-;
y, (ii) motivación reforzada en relación a los presupuestos materiales que
justifican la limitación del derecho a la libertad deambulatoria (justificación
teleológica). De otro lado, a tono con las reglas de excepcionalidad y
subsidiaridad, se precisa el cumplimiento de los requisitos de necesidad,
idoneidad, y estricta proporcionalidad o ponderación. La prisión preventiva no es
automática ni indiscriminada. Siempre debe perseguir fines legítimos que se
expresan a través de los riesgos de fuga y de obstaculización –en Perú, se sigue la
teoría de los dos peligros, que descartó rotundamente el denominado “peligro de
reiteración delictiva”–.

5. La proporcionalidad, conforme al artículo 268 del CPP, según la Ley 30076,


de 19-8-2013, está vinculado a los denominados “motivos de prisión” –
el periculum libertatis, concreción de ese principio en sede de medidas de
coerción, nos remite a los riesgos relevantes, y éstos, a las finalidades
constitucionales legítimas de esta medida [Gutiérrez de CABIEDES]–. La prisión
preventiva debe ser adecuada al fin u objetivo que con ella se pretende, debe
recurrirse a la misma cuando no exista otro modo de actuar que, siendo
igualmente operativo para la finalidad que se pretende, resulte menos restrictivo
de los derechos de quien soporta la limitación, y debe concurrir una razonable
correspondencia entre el perjuicio individual vinculado a la medida y el valor
jurídico que de su aplicación se pretende (Auto TSE, Magistrado Llarena Conde,
causa 20907/2017, de 9 de noviembre). Así se tiene que en clave de gravedad del
delito o estricta proporcionalidad: la pena concreta debe ser superior a los cuatro
años de privación de libertad; y, en clave de idoneidad y necesidad, debe
valorarse la presencia de riesgo de fuga o de obstaculización de la actividad de
esclarecimiento. El primer riesgo o peligro tiene que ver con la disposición del
imputado de ocultarse y hacer mal uso de su libertad, es el riesgo de fuga -que es
el paradigma del periculum libertatis-; busca garantizar la presencia o
disponibilidad física del imputado durante la pendencia del proceso penal, para
asegurar su propio y cabal desarrollo, así como la eventual ejecución de la
sentencia [Gutiérrez de CABIEDES]. El segundo riesgo está en función a la
concreción de actividades que importen interponerse a la actividad de
esclarecimiento; busca proteger el proceso jurisdiccional -o sea, la investigación
y las fuentes de prueba- frente a actuaciones ilícitas del imputado dirigidas a
dificultar o imposibilitar su obtención o práctica [Gutiérrez de Cabides].

También, en relación a estos riesgos, se requieren sospechas concretas, aunque


de menor intensidad en el caso del segundo presupuesto material, que permitan
inferir fundadamente los riesgos que buscan superarse. La situación personal,
familiar, laboral del imputado, su digamos “moralidad”, en el caso del primer
riesgo (fuga) son esenciales para sostener esta prognosis de peligrosismo
procesal. Como pauta hermenéutica, pueden citarse la Sentencia Plenaria 1-
2017/CIJ-433, de 11 de octubre de 2017, y las sentencias casatorias 631-2015,
Arequipa, de 21 de diciembre de 2015, y 626-2013, Moquegua, de 30 de junio
de 2015.

II. Elementos de convicción

6. La sede natural -aunque no la única- de las medidas de coerción en el proceso


penal es la etapa o procedimiento de investigación preparatoria. La etapa de
investigación preparatoria, a diferencia de otros procesos, solo existe en el
proceso penal y está regulada por la Ley [Gimeno] -en el proceso penal puede
presentarse una excepción a la existencia previa de actos de investigación
formalizados, que se da en el procedimiento inmediato: artículos 446-448, según
los Decretos Legislativos 1194, de 30-8-2015, y 1307, de 30-12-2016-.

La investigación preparatoria puede definirse como el conjunto de actuaciones,


dirigidas o, en su caso, realizadas por el Ministerio Público tendentes a averiguar
la realidad de un hecho reputado delictivo, sus circunstancias, la persona de su
autor o partícipe, a fin de fundamentar la acusación y las pretensiones de las
demás partes, incluyendo la resistencia del imputado [San Martín]. Si bien su
función genérica es preparar el juicio oral, específicamente en ella se llevan a
cabo: (i) actos de investigación para averiguar la preexistencia y tipicidad del
hecho y su autoría, se disponen (ii) medidas de aseguramiento de fuentes de
investigación o de prueba, y se adoptan (iii) medidas limitativas de derechos para
garantizar los fines del proceso. Es de resaltar, desde su contenido, la realización
en ella de actos de investigación y, en su caso, de prueba preconstituida y, más
avanzado el procedimiento de investigación preparatoria, de prueba anticipada.
7. Lo expuesto determinará que lo que las partes procesales y el juez, desde el
aporte del fiscal, cuenten en esta fase o procedimiento de investigación
preparatoria serán, preponderantemente, actos o medios de investigación, cuyo
régimen jurídico, sin duda, es diferente, menos exigente, que el de actos o medios
de prueba. Ambos se unifican bajo la categoría, acuñada por GIMENO
SENDRA, de actos de aportación de hechos. Solo rige, cuando corresponde, el
principio de posibilidad de contradicción en su ejecución, salvo cuando se
decreta el secreto de la investigación preparatoria -de cuya legitimidad no existe
duda alguna-. En todo caso, siempre se ha de constar en las actuaciones
procesales algunas diligencias a partir de las cuales puede decirse que hay
probabilidad de delito y de que una determinada persona es culpable del mismo
(STSE 241/2009, de 13 de marzo).

Desde luego, la condición de su utilización para determinar la medida de prisión


preventiva es su estricta legalidad –la reciente STC 4780-2017-PHC/TC, de 26
de abril de 2018, destacó esta exigencia, en relación por ejemplo a los audios del
caso Madre Mía que no fueron debidamente incorporados al procedimiento
coercitivo–. La ley fija los requisitos para la actuación o ejecución de los medios
de investigación y, antes, para la obtención de las fuentes de investigación o de
prueba, esencialmente cuando es del caso, en el proceso de conocimiento,
restringir derechos del afectado. El incumplimiento de las reglas esenciales en
alguno de estos niveles hace que el medio de investigación, por ilícito, sea
inutilizable.

Nuestro Código Procesal Penal denomina a estas actuaciones “elementos de


convicción”, sin duda para hacer referencia al resultado de los actos o medios de
investigación, al aporte de conocimiento que brindan, a la información que
incorporan, y, por tanto, a la adquisición -siempre intermedia- del
convencimiento judicial. No se requiere de prueba, en sentido estricto, pues la
verdadera prueba es la actuada en el plenario, con arreglo a los principios de
contradicción plena, oralidad, publicidad y concentración. Solo se necesitan
datos inculpatorios que fluyen de los elementos de convicción que apoyan la
presunta intervención delictiva del imputado, “…pero no suponen una prueba en
extenso sobre ¡os elementos reunidos en ¡a causa, que solo en el momento del
juicio oral han de valorarse” (ATCE 68/2002, de 2 de abril).
III. Valoración y estándar de la decisión

8. Uno de los presupuestos generales de toda medida de coerción personal, en


tanto importa la restricción de un derecho fundamental, es la motivación
reforzada del auto judicial que la acuerda. La motivación debe incidir, primero,
en los dos presupuestos materiales de la prisión preventiva: (i) presencia de
sospecha grave o vehemente -es decir, sospecha racional y considerable o
trascendental, o “elevadísimo índice de certidumbre y verosimilitud acerca de la
intervención del imputado en el hecho delictivo” [JORGE BARREIRO]-, y (ii)
existencia de peligrosismo -que es el elemento teleológico y principal de la
prisión preventiva-; y, segundo, en el examen jurídico de la punibilidad y de la
perseguibilidad del hecho. Es decir, ésta recae sobre los principios de
intervención indiciaria y de proporcionalidad.

Ya se dejó expuesto que el estándar para apreciar los actos de investigación


acopiados hasta ese momento es la sospecha fundada y grave (art. 268.1 CPP).
Esto es, alto grado de probabilidad de que están presentes los elementos de la
punibilidad y de la perseguibilidad [ROXIN], así como de la intervención del
imputado en su comisión. Sin duda, no se requiere certeza -propia de la fase
plenarial, de la actividad probatoria plena-, pero sí algo más que sospecha inicial,
sospecha reveladora y sospecha suficiente, circunscriptas a los supuestos para
decidir las diligencias preliminares, la inculpación formal y la acusación y auto
de enjuiciamiento (artículos 329, 336 y 344 CPP). El criterio, en estos casos, es
meramente cuantitativo: cuando es muy probable que tras el juicio oral se
condene al imputado-. Probabilidad, a diferencia de la certeza, como plantea
MAIER, significa un acercamiento plausible al éxito de la acción emprendida,
esto es el juicio del sujeto cognoscente que estima haberse acercado al resultado
buscado, el resultado de la verdad, aunque reconoce no haber alcanzado
totalmente; en otras palabras, no está convencido de estar en posesión de la
verdad, pero creo que se ha aproximado a ella –certeza, en cambio, expresa el
juicio positivo del sujeto cognoscente acerca del resultado de la actividad
cognoscitiva: quien está convencido de haber alcanzado la finalidad de la acción,
esto es, de conocer la verdad–. Son los medios de investigación los que permiten
formular un juicio de verosimilitud o de probabilidad, provisional e indiciario, es
decir, de probable responsabilidad criminal [BARONA VILAR]. A esto último
se denomina “probabilidad positiva” de la responsabilidad del imputado, es decir,
cuando los elementos afirmativos sobre la comisión del hecho delictivo por parte
del imputado son francamente superiores a los negativos [Llobet]. Ello, en modo
alguno, significa que un análisis más intenso deba hacerse en sede del
procedimiento intermedio –como con justa causa cuestiona, por ejemplo, la
citada STC 4780-2017-PHC/TC– y, menos, que se omita valorar actos de
investigación aportados por la defensa.

9. Empero, este estándar, propio para realizar una prognosis de culpabilidad


procesal desde datos inculpatorios sólidos (elementos de convicción), varía
cuando se trata de apreciar el peligrosismo procesal. Es menos intenso, aunque la
sospecha -presencia de un nivel mínimo, pero razonable, de información acerca
del peligro de fuga o de entorpecimiento- siempre ha de estar presente. Este
doble estándar -según el fumus delicti comissi y según el periculum libertatis– es
explicable no solo porque, formalmente, la ley expresamente menciona un juicio
de verosimilitud más intenso respecto de las circunstancias acreditativas del
hecho delictivo y de la vinculación del imputado en su comisión; sino porque,
materialmente, el juicio sobre la prognosis de fuga o de obstaculización -que son
las denominadas por ORTELLS: situaciones constitutivas del riesgo- es más
complejo y con mayor nivel de arbitrio judicial, aun cuando está anclado en
determinados criterios criminalísticos como datos a tener presente (por ejemplo,
comportamiento en otros procesos, antecedentes penales, arraigo, etcétera) -
ORTELLS las denomina “circunstancias acreditativas del riesgo o peligro”: datos
con base en los cuales puede el juez apreciar y declarar la existencia del peligro,
y que actúan como indicios que denotan el riesgo de huida-, y, como tal,
requieren de un complemento subjetivo de muy difícil concreción. En la
determinación del periculum libertatis se exige al Juez, enseña NIEVA, a
construir una perspectiva de futuro, tratando de averiguar qué es lo que sucederá
si no se adopta la prisión preventiva.

10. Un punto que está adquiriendo notoriedad, en los casos que vienen
tramitándose en la actualidad, y que se relaciona con el estándar de sospecha
grave o vehemente que se requiere para dictar prisión preventiva, está referido a
la utilización de las declaraciones, documentos y demás elementos de convicción
que se obtienen en el curso de los procesos por colaboración eficaz, en fase de
corroboración. Sobre el particular, en el país se cuenta con preceptos precisos.
Rigen los siguientes artículos del Código Procesal Penal reformados por
el Decreto Legislativo 1301, de 30-12-2016: (i) 476-A -cuando el proceso
culminó favorablemente a la colaboración-, (ii) 481 -cuando se rechaza el
acuerdo de colaboración-, y (iii) 481-A -cuando el proceso de colaboración está
en trámite-.

El problema, desde la perspectiva de la licitud de su utilización, se presenta


básicamente con las exigencias de contradicción en la actuación del acto de
aportación de hechos de naturaleza personal. Cabe aclarar que las actuaciones en
el proceso de colaboración eficaz son meramente investigativas o sumariales y,
por tanto, se regulan conforme a los actos de investigación legalmente previstos -
es claro, por lo demás, que los actos de investigación son prácticamente
coincidentes con los actos de prueba [GÓMEZ COLOMER]-. El proceso de
colaboración eficaz, a diferencia del proceso común, es reservado en las
actuaciones de corroboración -en el común se trata de una fase participativa-.
Ahora bien, esta situación sui generis, pero razonable dentro de la lógica de
corroboración, no es que per se hace inutilizables esas declaraciones, sino que tal
déficit debe superarse acudiendo a la doctrina de la Gran Sala del TEDH recaída
en la sentencia Al-Khawawaja y Tahery c. Reino Unido, de 15-12-2011;
reiterada en la sentencia Schatschaschwili c. Alemania, de 15-12-2015.

Por tanto, según esa doctrina, existen tres criterios de comprobación, que han de
analizarse en conjunto: (i) si había un motivo justificado para la no contradicción
en la actuación del acto de aportación de hechos -sin duda, en el presente caso,
existe una autorización legal y, en la mayoría de los casos, el proceso está en fase
de corroboración-; (ii) si la declaración en cuestión sería el fundamento único o
determinante para la decisión -es de analizar el peso de ese testimonio, pero en
todo caso rige la regla de inutilización prevista en el artículo 158.2 del CPP (para
declaraciones de colaboradores), por lo que deben existir otros actos de
investigación que convergentes con tal declaración-; y, (iii) si había elementos de
compensación, principalmente sólidas garantías procesales suficientes para
contrarrestar las dificultades causadas a la defensa y asegurar la equidad del
procedimiento -a más importancia de las declaraciones sin contradicción más
sólidos los elementos de compensación-. Estos elementos de compensación están
en función no solo a la coherencia, precisión y detalle circunstancial del
testimonio incriminador; sino también, y preponderantemente, la existencia de
otras pruebas que corroboren el testimonio único o preponderante -informes
periciales, testificales, prueba material, actas de incautación o de intervención,
etcétera-. Esta doctrina ha sido correctamente seguida por la STSE 182/2017, de
22 de marzo.
11. ¿Cómo puede determinarse si existe un riesgo de fuga o un riesgo de
obstaculización? La regla es que el peligro siempre debe determinarse con base a
criterios abstractos sino con -el principio de igualdad juega un papel central en
este análisis- [Llobet].

En principio, y preliminarmente a la valoración, debe tenerse presente que se


debe atender individualmente a (i) la naturaleza del hecho y a la gravedad de la
pena esperable -circunstancias del hecho atribuido en sentido estricto, gravedad
del delito y entidad de la conminación penal-, así como a (ii) las circunstancias
concretas y personales del imputado. En este último caso se requiere examinar,
primero, el arraigo patrimonial, laboral o profesional, familiar y social; segundo,
la facilidad de movimientos: estado de salud, conexiones con otros países,
medios económicos); y, tercero, los antecedentes judiciales y/o penales, así como
los comportamientos realizados en otras causas -se trata de datos de carácter
subjetivo que exigen una valoración integral y concreto- [Rivera]. Estos datos o,
mejor dicho, indicadores materiales -que están en condiciones de materializar la
fuga- no se aprecian de modo automático o imperativo; deben evaluarse de
conformidad a la situación que se quiere cautelar [ASCENCIO Mellado].
Además, ha de individualizarse la diferente participación, en caso de pluralidad
de intervinientes, que haya podido tener cada imputado, si es que de ella se puede
desprender, desde la ley, un menor reproche punitivo.

Tratándose de peligro de obstaculización, sin duda de menor posibilidad


expansiva según el tiempo transcurrido, el juez debe evaluar, en cuanto a las
circunstancias acreditativas de ese riesgo, siempre expuestas con carácter
general, las circunstancias y características personales del imputado -que revelan
la real capacidad de materializar la actuación ilegítima que pretende conjurarse-,
la concreta disposición del imputado a obstaculizar las pruebas, esto es, la
averiguación de las fuentes de prueba en curso que podría ser obstaculizada por
el imputado en libertad [NIEVA] -no puede tratarse de un posible riesgo, sino de
uno fundado y concreto-, y la actuación durante el proceso de la destrucción e
impedimento ilícito de la obtención o práctica de pruebas.

Es indudable que, dentro de estos baremos, el juez ha de tener puntos de apoyo


fácticos, que se sustentan, siempre, en medios de investigación, para realizar este
análisis. También es patente que el criterio de las circunstancias concretas y
personales del imputado no puede ser exigible plenamente inicialmente, porque,
en función al escaso tiempo que puede haber tomado una específica investigación
-más aún si se está ante un detenido preliminar en supuestos de flagrancia
delictiva- no será posible disponer de tales datos, y, por ende, se resolverá el
requerimiento de prisión preventiva mayormente en función a criterios objetivos
(gravedad de la pena, tipo de delito, circunstancias que rodearon su comisión y
alguno que otro dato adicional), que luego se necesita que se completen, como
carga para el Ministerio Público, conforme avanzan las investigaciones (STCE
23/2002, de 28 de enero) -el transcurso del tiempo modifica el valor de este dato
y obliga a ponderar las circunstancias personales del sujeto y los datos del caso
concreto (STCE 65/2008, de 29 de mayo)-. Es obvio que si el requerimiento de
prisión preventiva está precedido de un periodo de diligencias preliminares
(artículo 334.2 CPP) de un tiempo razonable de duración sí será necesaria, desde
un inicio cuando se requiere la prisión preventiva el aporte de datos acerca del
peligrosismo invocado; y, a medida que avanzan las investigaciones, las
exigencias para acreditarlo serán mayores.

12. Con relación a la amplitud del control del auto que acuerda la prisión
preventiva, es evidente que corresponde al Juez de la Investigación Preparatoria
y a Sala Penal Superior, la constatación y valoración integral de los antecedentes
fácticos justificativos de la prisión preventiva, ya se refieran a las sospechas
graves de responsabilidad criminal, ya a los riesgos concretos de fuga o de
obstrucción de la investigación (STCE 128/1995, de 26 de julio) -esta última será
plausible como mucho tan solo en los primeros momentos de la investigación
preparatoria, en un plazo breve [SÁNCHEZ-VERA]-.

A los dos Altos Tribunales les corresponde supervisar: 1°. La existencia de


motivación suficiente -en el doble sentido de resolución fundada o razonada, y su
razonabilidad, entendiendo por tal que al adoptar y mantener esta medida se haya
ponderado la concurrencia de todos los extremos que justifican su adopción -que
se haya sustentado en medios de investigación lícitos y debidamente
incorporados al procedimiento coercitivo, y que esta ponderación o, si se quiere,
que esta subsunción, no sea arbitraria, en el sentido de que sea acorde con las
pautas del normal razonamiento lógico y, muy especialmente, con los fines que
justifican la institución de la prisión preventiva (STCE 40/1987, de 3 de abril)-.
2°. La presencia de medios de investigación lícitos de contenido inculpatorio en
orden al fumus delicti comissi y al periculum libertatis invocado en el
requerimiento fiscal. Como la restricción del derecho fundamental a la libertad
deambulatoria es de suyo grave el presupuesto de motivación reforzada es
cardinal, por lo que corresponde examinar que no se esté ante un supuesto de
motivación constitucionalmente defectuosa: motivación omisiva, motivación
incompleta -en aspectos básicos de algún presupuesto material que impone la
prisión preventiva-, motivación genérica, hipotética o vaga o contradictoria, y
motivación ilógica -que vulnere los principios de la lógica, y, por extensión, de
los conocimientos científicos y máximas de experiencia-.

Es evidente que el derecho de defensa exige el examen de todos los elementos


lícitos de convicción presentes en la causa, que han permitido una audiencia
contradictoria para definición de la medida de prisión preventiva -de cargo, de
descargo, aportados por la Fiscalía como por la defensa-, y que se reconozca al
imputado un plazo razonable para ejercer su defensa (conforme: STC 4780-
2017-PHC/TC, párr. 135). Cabe enfatizar, finalmente, que el recurso de
casación, centrado en la questio iuris, impide al Tribunal Supremo el examen
interno de los concretos medios de investigación para determinar la suficiencia
de la conclusión incriminadora -la questio facti no es de su competencia
funcional, por imperio del artículo 432.3 del CPP-. En clave de la questio iuris
solo le corresponde determinar la presencia de infracciones normativas, que están
en función a las exigencias de la motivación y de la razonabilidad del examen de
todos los medios de investigación relevantes para decidir la prisión preventiva.
Esta limitación a la cuestión jurídica, es igualmente exigible al Tribunal
Constitucional (artículos 4 y 9 del Cód. Proc. Const.).

4. Bibliografía Básica

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Ceura, Madrid, 1976.
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Pamplona, 2015.
 Gómez Colomer, Juan Luis; Barona Vilar, Silvia y otros. Derecho Jurisdiccional,
Tomo III Proceso Penal, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2014.
 Maier, Julio B.J. Derecho Procesal Penal. Tomo I – Fundamentos, 2da. Edición,
Editores Del Puerto, Buenos Aires, 1996.
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 Rivera Morales, Rodrigo. Manual de Derecho Procesal Penal, Editorial J. Rincón,
Barquisimeto, 2012.
 Roxin, Claus. Derecho Procesal Penal, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000.
 Sánchez-Vera Gómez-Trelles, Javier. Variaciones sobre la presunción de inocencia:
análisis funcional desde el derecho penal, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2012.
 Gutiérrez de Cabiedes, Pablo. La prisión provisional, Editorial Aranzadi, Navarra,
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 San Martín Castro, César. Derecho Procesal Penal – Lecciones, Editorial Cenales-
INPECCP, Lima, 2015.
 Llobet Rodríguez, Javier. Proceso Penal Comentado, Editorial Jurídica Continental,
Sexta Edición, San José, 2017.
 Priori Posada, Giovanni (Coordinador). La prueba en el proceso, editorial Palestra,
Lima, 2018.

* Ponencia presentada en el VIII Seminario Internacional de Derecho Procesal:


Proceso y Constitución. Pontificia Universidad Católica del Perú. Abril de 2018.





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