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Una propuesta para la enseñanza de la Historia Reciente.
Autor: Victor SALTO
Para enseñar historia reciente en el nivel medio requerimos, indefectiblemente como con
cualquier otro período histórico, de una serie de conceptos que permitan proyectar una
selección y organización de sus contenidos. Entre ellos, y en este caso desde una
perspectiva histórico política, en los últimos años se ha enfatizado en conceptos tales
como el Estado, Sociedad Civil, Sistema y Régimen Político, Ciudadanía, Democracia,
Poder (Aguiar L.; 2003; 206 /Aguiar L. y C. Cerdá; 2008; 137). Conceptos explicativos
que son pertinentes para abordar la multicausalidad de los fenómenos históricos y de la
historia argentina reciente.
En esta perspectiva, considero que otro de los aportes para una historia conceptual y
problematizadora de la enseñanza de la historia reciente reside en la categoría de derechos
humanos[1]. La postulación de éstos como contenido conceptual para la enseñanza de la
historia reciente implica una decisión ético política que nos permite renovar la tarea
pedagógica en tres claves que me parecen fundamentales: la de repolitizar la formación
de nuestras/os estudiantes en las aulas de historia, la de problematizar/conceptualizar
desde la enseñanza histórica, y la de enseñar a educar la mirada de nuestras/os estudiantes.
Enseñar historia reciente para repolitizar la formación escolar
Avanzar en la repolitización de la enseñanza implica una revisión ética y política del
pasado que promueva el conocimiento de la realidad social y la construcción de criterios
de actuación en ella. No se refiere de ningún modo al trillado debate sobre si la enseñanza
debe promover o no la formación política de nuestros/as estudiantes. Superado este
escollo, debemos asumir que la enseñanza histórica, así como las de otras disciplinas,
promueven en el ámbito escolar –consciente o no del todo- formaciones subjetivas entre
nuestras/os jóvenes que tienen que ver con una forma de ver, leer y decodificar el mundo.
No se trata entonces de una formación partidaria (la cual no estaría tampoco
deshabilitada) sino de una formación política subjetiva en sentido amplio. El uso de la
categoría de derechos humanos habilita esta perspectiva para dar cuenta en la escuela de
la historia argentina reciente y sus problemas trascendentes.
La forma en que el profesor se sitúa frente al acontecer histórico reciente, en mi caso
desde la perspectiva de la Nueva Historia Política, siendo parte de la misma compromete
y complejiza sus decisiones sobre el currículo enseñable, sus contenidos y los conflictos
del enseñar-aprender esta parcela de la historia en el aula. Todo ello deriva en situaciones
diferentes según se sitúe respecto al conocimiento histórico y los escenarios educativos
en los que inter-actúa.
Dar cuenta de esos sentidos y significados fundamentalmente políticos y de sus
manifestaciones conflictivas en el seno escolar áulico se convierten entonces en un lugar
para acción reflexiva. Esta situación es la que puede hacer que no se encuentre
homogeneidad en los tratamientos del problema planteado sino una considerable
diversidad de propuestas y de posicionamientos frente al tema, lo cual enriquece la
formación escolar.
Cuando definimos los derechos humanos como concepto organizador para la enseñanza
de la historia reciente estamos asumiendo su afectación a los cambios epocales y a las
intenciones de los actores que intervienen en esos cambios. Esto hace referencia a dos
aspectos. Por un lado, que ese contenido de enseñanza nos compromete hoy tanto como
ayer. Por otro, que contribuye a hacer más tangible y visible lo sucedido en una época
porque permiten recuperar situaciones y acciones de agentes y actores sociales concretos
en el marco de relaciones y experiencias colectivas.
Este concepto se transforma en problema cuando se establece legítimamente la ligazón
de los derechos humanos con situaciones colectivas de violaciones sistemáticas de los
mismos. De la época dictatorial nos permite dar cuenta de las decisiones políticas de
violencia y violaciones sociales sistemáticamente perpetuadas por parte de un sistema
político pretoriano (Quiroga H.; 1994; 18). Asimismo, desde la recuperación y transición
democrática hasta nuestros días nos permite visualizar aquellas demandas de carácter
social y económico que aún siguen insatisfechas. O incluso, avanzar en la reflexión sobre
los límites de una democracia representativa en la que sus ciudadanos están más
dispuestos a votar que a participar en las organizaciones políticas (Quiroga H,; 2010;
202). Con otras características, los derechos humanos como problema ético político no se
resuelven con la finalización de la dictadura y siguen siendo aún un problema propio de
la democracia. En este sentido expresan nuevamente la coetaneidad propia de la historia
reciente de nuestro país.
Se trata entonces de abordar la enseñanza de los derechos humanos como problema y
como concepto desde una propuesta didáctica organizada en base al reconocimiento de
situaciones problemáticas y abordadas desde un marco conceptual abierto a la revisión y
reformulación en función de esas situaciones. Propuestas que tienen que ver con
situaciones propias del pasado reciente pero también con preguntas de los estudiantes
respecto de ese pasado. Esto implica poner en cuestión las representaciones sociales e
individuales existentes sobre ese contenido de enseñanza. Un contenido que engloba
concepto y problema y que permite poner en escena determinadas acciones políticas del
pasado para interpretarlas desde nociones éticas, políticas e incluso jurídicas sin
desprendernos de la intencionalidad de aportar a la construcción de criterios para actuar
en el hoy.
Enseñar Historia Reciente para contribuir a la problematización/conceptualización
en la formación escolar
Enseñar contenidos de nuestra historia reciente encuentra un anclaje interesante en
aquellas propuestas didácticas fundamentadas en la problematización-
[2]
conceptualización (Lerner D.; 1996; Siede I.; 2007a, 2007b). En estas, se propone la
enseñanza a partir de situaciones que dan cuenta de prácticas y concepciones de la vida
social cotidiana y –en este caso en particular- afectada por la coetaneidad de los
problemas de nuestra historia reciente.
Esta estructura, propone la enseñanza de situaciones problemas a partir de las cuales no
se pretende un saber teórico que luego tenga aplicaciones prácticas sino un saber
construido desde el análisis de las prácticas (propias o ajenas) que reconstruye en parte
enfoques teóricos de las disciplinas de referencia a partir de problemas y preguntas que
le dieron origen (Siede; 2007 b; 232).
Se problematiza a partir de una situación, caso o idea básica. Cada situación presenta
algún tipo de conflicto en el que es posible atender a algunas de las posibilidades que se
abren en relación a este contenido de enseñanza. Entre ellas, interesa destacar la
posibilidad referida a los conflictos de intereses que se presentan entre diferentes actores
o personas en un momento determinado y que intentan volcar el curso de sus acciones a
favor de la resolución de sus necesidades, inclinaciones o expectativas. La
problematización ha sido alcanzada si estudiantes y docente logran compartir el problema
planteado confrontándolo colectivamente con la información y las categorías de análisis
a partir de las cuales hacerlo aprehensible.
En cuanto a la conceptualización, se trata de definir las categorías explicativas que
proponemos para “resolver” las preguntas o problemas planteados inicialmente.
Categorías a partir de las cuales plantear los contenidos conceptuales planificados que
permitan responder a las inquietudes generadas y no resueltas por los estudiantes sobre el
problema formulado: algunas de ellas corresponden en esta propuesta a las ya
mencionadas más arriba (Estado, Sociedad Civil, Sistema y Régimen Político,
Ciudadanía, Democracia, Poder, Derechos Humanos). Es importante considerar que los
conceptos y los problemas van a la par y que en tanto definamos tales problemas
requeriremos de algunas y no todas de las categorías mencionadas.
Este enfoque, tiende a abrir el abanico de representaciones de los estudiantes a fin de ser
confrontadas con los contenidos curriculares. Cuando enseñamos historia apostamos a la
transformación –en sentido perfectible- de las representaciones tanto sociales como
personales de los estudiantes. Reconocemos y trabajamos sobre las representaciones de
un hecho, de una civilización, de un grupo social, de un personaje histórico, etc. Ante o
junto a ellas, reconocemos sus estructuras a través de conceptos que se pueden afinar y
enriquecer con otros (Huber M.; 2004; 31). Sostiene Delia Lerner que Enseñar es alentar
la formulación de conceptualizaciones necesarias para el progreso en el dominio del
objeto de conocimiento, es propiciar redefiniciones sucesivas hasta alcanzar un
conocimiento próximo al saber socialmente establecido. Enseñar es – finalmente –
promover que los niños se planteen nuevos problemas que no se hubieran planteado fuera
de la escuela (Lerner D.; 1992; 13).
Este propósito nos abre un abanico de desafíos importantes. En este proceso de
construcción metodológica (Edelstein G. y A. Coria; 1995; 68), no buscamos convertir a
las/os estudiantes en pequeñas/os historiadoras/es ni en genios de las estadísticas
históricas sino más bien contribuir al desarrollo del pensamiento crítico y a su formación
ciudadana (Pagés J.; 2009; 80). Para ello, una de las posibilidades reside en la
presentación de una propuesta de intervención centrada en la movilización de las
representaciones de los estudiantes. En la orientación de esta propuesta, la elección de
determinadas imágenes contemporáneas de nuestra historia reciente resulta un vehículo
clave para el intercambio esperado entre contenido, estudiante y docente.
Enseñar Historia Reciente para educar la mirada de nuestras/os estudiantes
Si la movilización de las representaciones de los estudiantes se constituye en una de las
condiciones organizativas del actuar docente en el aula: ¿qué condiciones son necesarias
para lograr esta movilización? D. Lerner (1992) propone dos esenciales. A saber, que un
problema debe tener sentido para el conocimiento de los estudiantes y que ese problema
no puede ser resuelto solo a partir de los conocimientos que aquellos tienen.
Ello implica tensionar dos dimensiones siempre presentes en nuestro accionar
pedagógico. Por un lado, brindar un marco de seguridad conceptual a partir del cual
estimular la expresión, las hipótesis, de los estudiantes. Por otro, la recurrencia a las
alteraciones, a la modificación de percepciones sobre datos, contraposiciones factuales,
etc. La puesta en tensión de ambas dimensiones con los estudiantes son las variables de
acción que no derivan en resultados automáticamente esperables ni uniformes[3]. Por ello,
el propósito didáctico debe anclarse preferentemente en el equilibrio entre estas dos
dimensiones con el propósito de estimular con propiedad el pensamiento crítico y la
formación ética política enriqueciendo las representaciones de las/os estudiantes de nivel
medio.
La importancia de las representaciones sobre la historia reciente radica en que es uno de
los marcos de referencia centrales sobre los cuales se manifiesta la sociedad actual. Y las
imágenes sostienen determinadas representaciones de la historia reciente que nos ofrecen
un punto de vista desde el cual observarla. Los modos en que la vemos y las maneras en
que transmitimos su contenido o experiencia, o nuestras valoraciones sobre las acciones
de sus protagonistas, incluyen presentar algo nuevo, una actividad que nos implica y que
por consiguiente nos obliga a optar por una forma de decirla. En este caso, una “idea” de
la historia reciente presentada como vital para las experiencias humanas presentes de
nuestras/os estudiantes y de las categorías que de ella se derivan para dar forma y
contenido a los juicios sobre el mundo.
El recurso a las imágenes resulta potente en varios aspectos. Las imágenes nos recuerdan
que vivimos con y entre sujetos visuales[4]. No debemos transformarnos en especialistas
de los estudios visuales pero si al menos ser conscientes de las prácticas del “ver” que
entran en juego. De apreciar qué es lo que se visibiliza y qué es lo que no se logra ver de
una imagen sobre la realidad reciente, teniendo en cuenta: cómo se reacciona ante las
imágenes; cuáles son los procesos que les permiten a las personas otorgar sentido a lo que
ven. En estos procesos se involucra lo racional, lo visual, lo auditivo, lo sensitivo, lo
estético, lo emocional (Abramowsky A.; 2010; 1)[5].
¿Cuál es la especificidad de una transmisión que toma como vehículo central a las
imágenes? ¿Qué agrega, quita, modifica el uso de imágenes a la hora de transmitir? Una
propuesta de este carácter no implica sacrificar la cultura letrada propia de nuestra
formación docente. Pero su transmisión no tendría que concentrase exclusivamente en la
dimensión textual de las representaciones visuales ni en el lenguaje que éstas contienen.
Indudablemente, el desafío no está en las imágenes en sí mismas sino en cómo las
trabajamos en el aula, en como aprovechamos sus peculiares características para potenciar
las posibilidades de su uso didáctico.
Las imágenes son poderosos vehículos de transmisión de ideas, valores y emociones que
juegan un rol fundamental en la configuración de determinadas representaciones sociales
sobre la realidad pasada y presente, aportando información y conocimiento y provocando
adhesiones y rechazos, movilizando afectos y diferentes sensaciones. También son
polisémicas. Es decir, no contienen nunca un significado unívoco. Cuestión que anima la
posibilidad de abrirse al debate de diferentes lecturas y a los alcances de los conceptos
utilizados en el abordaje de su contenido.
Se trata además de un soporte que permite otro tipo de vínculo con la transmisión verbal
de las experiencias del pasado. En este sentido opera también otro tipo de relación con el
saber. Es cierto que nuestros saberes configuran nuestras miradas —el ejemplo más claro
es que, frente a una misma imagen no todos vemos lo mismo—. Pero también es posible
que, ante una experiencia visual, nos encontremos “viendo” más allá de lo que sabemos
o de lo que esperábamos ver: una imagen puede cuestionar nuestros saberes y
desestabilizarlos (Abramowsky A.; 2010; 3).
Una propuesta que apueste al uso de las imágenes como recurso didáctico debe reconocer
entonces su poder, su polisemia y las relaciones posibles con los conocimientos y saberes
en cuestión. A partir de ello, reconocer que una de las potencialidades de este recurso se
refiere a que con ellas se trata, del mismo modo que en el uso de determinadas categorías,
de imágenes que son colectivas y que por lo tanto las experiencias que manifiestan pueden
ser compartidas y/o rechazadas por los estudiantes desde juicios propios. Asimismo,
como sostiene Abramowsky, que si tenemos presente que lo visible es algo que se
produce, y que al lado de toda visibilidad habrá siempre una invisibilidad, constataremos
que al lado de toda pedagogía de la imagen habrá también una política, construyendo
una mirada, y no cualquiera, del mundo.
No es casual que en los actos escolares que rememoran año tras año el 24 de marzo de
1976, las imágenes emblemáticas de algunas de las tantas situaciones de violencia y de
terrorismo de Estado tengan una presencia importante en la escuela. Presencia que a mi
criterio y sin embargo no se corresponde con el grado o tipo de atención que esperamos
en la mayoría de los casos generar con las mismas. Las imágenes son presentadas como
si su sola presencia resultara garantía de comprensión y análisis histórico escolar, como
si hablaran por sí mismas. Es preciso reconocer que dejar en la deriva su uso didáctico
puede alimentar el riesgo de banalizar incluso el contenido que éstas nos permiten
apreciar.
En esta propuesta, “poner en práctica situaciones problema podría ser entonces un
elemento facilitador para suscitar en los alumnos conductas de adaptación aprovechables”
(Hubert, M.; 2004; 34). Las imágenes resultan en este sentido un soporte significativo
para la construcción de situaciones problema. Factor importante en la medida en que nos
proponemos “cuestionar”, en el sentido de ruptura epistemológica, esas representaciones.
Las imágenes contribuyen en la organización de una confrontación significativa con el
pasado y con el presente, condición indispensable al momento de afinar conceptos que
nos permitan orientar posibles expectativas de futuro.
La enseñanza de la Historia Reciente: Aportes para la construcción de una
propuesta escolar
Como tal, la presentación de una situación problema se construye. En varias experiencias
particulares[6], esta propuesta se proyectó a partir de una idea básica:
La vigencia y el ejercicio pleno de los derechos humanos son esenciales para la
realización personal y la vida en sociedad de todo ser humano. Condición necesaria para
la proyección de futuros deseables y posibles.
Esta idea se problematizo como sigue:
La historia reciente de la argentina demuestra hasta nuestros días innumerables casos
de violaciones de derechos humanos y de vivencias de seres humanos en condiciones de
injusticia social y desiguales condiciones de existencia personal y colectiva. Ante esta
situación, las decisiones generadas por nuestro sistema político no siempre favorecieron
soluciones integrales a este tipo de realidades sociales en Argentina.
Ubique en situación este problema a partir de la presentación de diferentes imágenes
fotográficas:
Imágenes 1 y 2