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Guía para la expresión de emociones en niños y niñas

Ps.Solange Saldivia González

¿Es importante enseñar a los niños(as) lo que representan las emociones? Por supuesto. Alrededor de
los dos a cuatro años, cuando comienzan a esbozar palabras y luego frases, es importante colaborar y
ayudarles a poner en palabras lo que sienten.

¿Qué piensas acerca del control de las emociones? ¿Qué estás enseñando a tu hijo(a) cuando le pides
controlar sus emociones? ¿Será el mensaje más adecuado el “aprender a controlar” sus emociones? ¿Cuál es
el mensaje que está recibiendo? Todos(as) nos preocupamos por “controlar las emociones” de nuestros
hijos(as). Después de todo, son las emociones las que tan a menudo nos llegan sin avisar y en el momento que
menos imaginamos, porque realmente no las conocemos.

El establecimiento de límites a la conducta de los niños(as) no significa que tenemos que coartar lo que
sienten. Es fundamental darles el espacio para que experimenten sus emociones, que por supuesto a nivel
madurativo se van complejizando cuando se crece. Este espacio radica en permitir que experimenten cada
emoción que surja a partir de un determinado contexto, para reconocer en qué parte del cuerpo se siente y
cómo se siente, y allí nosotros(as) los(as) adultos significativos somos fundamentales porque finalmente somos
intérpretes de esas sensaciones y emociones, que tenemos que luego facilitar a nuestros(as) hijos(as) a través
de la palabra, a través de la toma de conciencia del cuerpo y nuestra respiración, para fluir con nuestras
emociones armónicamente.
Y posteriormente, cuando el niño o niña crezca vamos complejizando las preguntas acerca de las emociones
que experimenta: por qué te sientes así, qué la provocó. Alrededor de los 5, 6 años comenzamos a darles apoyo en
cómo canalizar esa emoción sin que se desborde. Ya que desde los 3 a los 6 años las pataletas son frecuentes
porque comienzan a reconocer la frustración, la rabia y el miedo en el cuerpo.

Cuando nuestro hijos(a) tienen alrededor de 3 años es importante comprender que como adultos no podemos
prevenir el enojo de nuestros hijos, es algo que no podemos controlar. Decirle a tu hijo(a) que no llore o que no se
enoje crea otros problemas; ya que al decirlo estás dando el mensaje de que debe de tener miedo o vergüenza
cuando sienta esas emociones. Por desgracia, cuando los seres humanos reprimen las emociones, las emociones ya
no fluyen armónicamente, comienzan a emerger de una forma en la que se vuelve difícil identificar lo que se está
sintiendo.

Expresar las emociones es una necesidad que todos(as) tenemos. Tratar de controlar las emociones de
nuestros hijos los va a llevar a sacarlas de otra forma destructiva. Así que reprimir la emoción no nos ayuda a
canalizarlas.
Los niños(as) deben aprender a convivir con ellas y aprender a canalizarlas para que no generen un
desborde emocional.

Cómo logramos esto:

- Nosotros como padres y educadores modelamos la inteligencia emocional resistiendo nuestras propias “rabietas”,
tales como gritar. En su lugar, manejamos un tiempo de espera para poder calmarnos. Hacer conciente nuestro
descontrol es funamental. Después de todo, los niños aprenden de nosotros. Cuando gritamos, aprenden a gritar.
Cuando hablamos con respeto, aprenden a hablar con respeto. Cada vez que modelas frente a tu hijo(a), le estás
enseñando a tu hijo(a) la regulación emocional.
- Es importante tener como prioridad la conexión profunda con nuestros(as) hijos(as). Los bebés aprenden a calmar
sus molestias al ser calmados por sus padres. Pero incluso, luego siendo niños(as) necesitan sentirse conectados
con nosotros(as) como padres para que les ayudemos a comprender qué sienten. Cuando los niños(as) sienten que
estamos disponibles para ellos, quieren cooperar con nosotros.

- Aceptar y empalizar con los sentimientos de nuestros hijos(as), es decir, manifestar que los entendemos (Oh, cariño
…. sé que te sientes mal porque...¿es así? ). Hay que buscar que nuestro hijo(a) aprenda que las emociones pueden
no sentirse bien, pero no son peligrosas. Así aprende a aceptar lo que siente. No tiene que gritar ni pegar para ser
escuchado. Y con nuestro apoyo le ayudamos a aprender que puede vivir a través de emociones más hostiles y el sol
sale el día siguiente. Así comienza a desarrollar la resiliencia.

- Guiamos su comportamiento, pero resistimos la tentación de generar: golpes, gritos, dejarlo solo frente a una
pataleta por mucho tiempo sin intervenir, y avergonzarlo. Estas estrategias no ayudan frente a cómo lidiar con sus
emociones. De hecho, los niños reciben mensajes que las emociones que les impulsaron a “portarse mal” son malas.
Así que los niños(as) tratan de reprimir esas emociones, y su mochila emocional se vuelve aún más completa. Esa es
una de las razones que conducen más al mal comportamiento -esos sentimientos siguen burbujeando fuera de la
mochila emocional en busca de la curación, en busca de contención y de apoyo del adulto frente a cómo canalizar
esas emociones. En lugar de castigar, ayuda a tu hijo a procesar las emociones. (que simplemente significa que
ayudamos a que aprendan las habilidades socioafectivas(*) hasta que puedan hacerlo por sí mismos.)

- Ayudamos a nuestro hijo(a) a sentirse lo suficientemente seguro(a) para sentir sus emociones, incluso mientras
limitamos de alguna forma sus acciones (“Puedes alterarte tanto como quieras, pero no voy a dejar que te hagas
daño o que me hagas daño”). Cuando los niños no están controlando sus emociones, es porque no pueden, en ese
momento. Si puedes permanecer compasivo, tu hijo se sentirá lo suficientemente seguro. Si le permites llorar
acompañándolo, esos sentimientos se evaporarán – y la ira de querer actuar impulsivamente desaparecerá también.

- Cuando los niños(a) se preocupan de que no somos realmente capaces de satisfacer sus necesidades, ellos(as)
empiezan a trabajar duro para hacerse cargo de ellos mismos(as) sobreadaptándose y/o buscan ser visibilies a toda
costa para buscar nuestra atención (demanda de amor). Pero lo que es aún peor para su desarrollo es que dejan de
venir a nosotros con sus lágrimas y temores. No confían en nosotros con su vulnerabilidad. Ellos tienen que mantener
sus defensas y se vuelven hostiles. Y eso significa que no pueden relajarse y hacer frente (asertivamente) a las cosas
que los asustan.

Retomemos la pregunta inicial expuesta: ¿Es importante enseñar a los niños(as) lo que representan las
emociones? Por supuesto. Pero no insistas demasiado en que tu hijo(a) pequeño hable de sus sentimientos. Mejor
comienza céntrandote en la simple aceptación de las emociones, ofrece amor (contención y límite) y ayúdalo(a) a
poner palabras estando disponible para interpretar lo que él o ella puede estar sintiendo. Las emociones no son
malas, son sólo una parte de la riqueza del ser humano.
Es importante visibilizar que no solemos tener la posibilidad de elegir lo que sentimos, pero siempre tenemos
la posibilidad de elegir cómo actuar. Y a largo plazo, podrás constatar que aquellos(as) niños(as) que han crecido
desde este lugar de aprendizaje pueden hablar de sus emociones cuando más grandes, no les da miedo
experimentarlas y van adquiriendo (siempre con tu ayuda) a encontrar diferentes formas saludables para expresarlas
y para canalizarlas.
¿Suena difícil? ¡Es! Como adultos todavía seguimos trabajando en “controlar” nuestras propios “rabietas”,
pero hubiera sido mas fácil aprender a manejarlas y canalizarlas si desde pequeños(as) nos hubieran enseñado a
hacerlo.

(* desarrollar esas habilidades a partir del juego, leyendo cuentos, contenerlo en los momentos
difíciles aún sabiendo que para nosotros esto requiere de paciencia y tolerancia a la frustración,
estableciendo límites amorosos también).
TRABAJO DE REFLEXIÓN

-Qué elementos dentro del texto te parecen relevantes.

-Qué opinión tienes (qué piensas y sientes) sobre lo expuesto en él.

-Cómo abordas la educación emocional con tus hijos(as).

-Cómo contienes y a la vez pones límites a tus hijos(as).

- Cuánto tiempo de calidad le dedicas a tus hijos(as) cada día.

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