A partir de los 90’ a nivel global adquirió importancia la opción de comenzar a incorporar
Instrumentos Económicos en la gestión ambiental para complementar los esquemas
tradicionales de regulación directa.
Se los puede definir como todos aquellos instrumentos “que inciden en los costos y
beneficios imputables a cursos de acción alternativos que enfrentan los agentes; afectando
por ejemplo la rentabilidad de procesos o tecnologías alternativos, o el precio relativo de
un producto, y en consecuencia las decisiones de productores y consumidores”
Arthur Cecil Pigou 1877-1959 fue un economista inglés, conocido por sus trabajos en
numerosos campos, y particularmente en la economía del bienestar. Estudió en el Harrow
School y se graduó en el King's College de Cambridge, donde estudió en las clases de
Marshall. Planteo el impuesto ambiental para corregir las externalidades, fue discípulo de
Marshall y profesor de Keynes.
Él señaló que una de las maneras y no la única de corregir las externalidades, consiste en
que cuando no existen relaciones contractuales entre el causante y los afectados por la
externalidad, el estado, si así lo desea, puede impulsar o restringir las inversiones en dichas
actividades, las formas más conocidas para impulsar y restringir las inversiones pueden
revestir carácter de primas o impuestos.
El análisis de Pigou incluía también un caso mucho más discutible, caso éste al que ya
Marshall había prestado atención, y que había puesto en marcha una viva discusión, se
trataba del caso de las industrias de coste decreciente, que se supone no invierten
suficiente y pueden, por tanto, incluirse entre las que deben recibir subsidios frente a las
industrias de coste creciente, que se supone invierten demasiado y deben ser gravadas con
impuestos especiales.[2]
En Centroamérica, así como en toda América Latina, han predominado los métodos de
regulación directa desde el sector público para gestionar los recursos hídricos, gestión que
ha tenido hasta ahora, cuando se están favoreciendo nuevos enfoques, un carácter
sectorial y ha estado apoyada sobre una base conceptual casi nula con respecto a la
naturaleza multifuncional del recurso y su importancia para el medio ambiente y la salud
de los ecosistemas.
Por otra parte, pese a que los métodos de comando y control aparecen como inadecuados
por sí solos para lograr los objetivos presentes, la experiencia de los países desarrollados,
por ejemplo, que cuentan con sistemas avanzados de gestión de aguas, está indicando que
la combinación de éstos con los instrumentos económicos, en distinto grado de peso de
unos y otros de acuerdo con las situaciones concretas, ha sido la fórmula que permite un
buen desempeño (Rodríguez y Espinoza, 2002; CEPAL 2000; Paulus, 1995).
Se ha señalado también que quizá lo más importante es la presencia de una base sólida de
capacidades institucionales que incluyan, entre otras cosas, un buen sistema de
información y las estructuras adecuadas; que los instrumentos económicos trabajan bien
sólo cuando son parte de un sistema completo de manejo del recurso (Briscoe, 1997;
CEPAL, 2000) y cuando existe coordinación de la gestión de los recursos naturales entre las
distintas entidades del Estado que permita un abordaje sistemático. En el caso de la
aplicación de los instrumentos económicos, por ejemplo, en América Latina se ha
observado el obstáculo que significa la divergencia de enfoques entre las entidades del
medio ambiente y las que manejan la hacienda pública (Ulloa, 2004; Acquatella, 2001; Ruiz
Benavides y otros, 2005).
3. ENTORNO LEGAL
4. INSTRUMENTO INSTITUCIONAL
5. PROBLEMÁTICA INSTITUCIONAL
6. APLICACIÓN ACTUAL DE INSTRUMENTOS ECONOMICOS EN EL PERU