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Una persona que es consciente de la pobreza que hay en relación con la lectura y
la escritura advierte un problema de carácter social. Son alarmantes lo resultados
que presenta la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos) a través del estudio PISA (Programa Internacional para la Evaluación
de Estudiante) sobre el aprovechamiento lector de los alumnos mexicanos, pues
muestra que están lejos de alcanzar los niveles de rendimiento deseados; pero más
preocupante es la inacción que se observa por parte de la sociedad para solventar
la problemática. En ese sentido, escatimar esfuerzos para resolver la crisis
educativa que existe es un acto de inconsciencia.
Recurriendo a una analogía, un leñador que se afana por cortar un árbol grueso con
un hacha mellada, a pesar de su esfuerzo, su avance será nulo; es evidente que
necesita afilar su herramienta. Por otra parte, si los docentes pretenden cumplir los
objetivos educativos y hacer que los estudiantes aprueben las materias, pero no
enseñan a leer ni escribir, sus esfuerzos serán insulsos; es evidente que tienen que
priorizar la enseñanza de la lectura y la escritura (Esclarín, El valor de educar, 2006).
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La evaluación permite, a partir de ciertos criterios, hacer una revisión y un análisis
de las destrezas y el desempeño de cada alumno frente a un texto para conocer en
qué condiciones se encuentra y precisar cuáles fueron las causas para
determinados resultados; posteriormente, con la información obtenida y con una
actitud reflexiva, se elabora un nuevo plan de mejora.
Para evaluar la comprensión lectora se aplica una rúbrica que considera tres
indicadores de desempeño observables y medibles en el alumno, los cuales son:
fluidez, velocidad o palabras por minutos leídas y comprensión del texto.
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Por otra parte, la escritura es una destreza lingüística con una función social, puesto
que es un recurso de comunicación que permite la expresión de los pensamientos
a través del lenguaje.
“Si es difícil llegar a ser un buen lector, más difícil resulta todavía llegar a ser un
buen escritor […] Si es evidente que sólo se logra el dominio de la lectura
ejercitándola continuamente, esto es más evidente todavía con la escritura”
(Esclarín, Aprender es divertido, 1999). Aunado a lo anterior, la escritura es una
práctica novedosa para los niños, puesto que las situaciones cotidianas ofrecen
mayores oportunidades de conseguir un acercamiento a la lectura, por lo que
carecen de experiencias previas con el lenguaje escrito y sus reglas que resultan
de mayor complejidad debido a la densidad léxica.
Cabe resaltar que la escritura funge como un medio por el cual se aprende a pensar,
ya que implica escucharse a sí mismo para reflexionar sobre el propio pensamiento
y, enseguida, plasmar las palabras correctas. Por eso la importancia de ejercitar la
escritura personal y creativa.
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Durante el nivel silábico el niño es capaz de asociar sonidos y grafías, sin embargo,
una sílaba la representa con una grafía; pero se da cuenta de que dos cosas
diferentes no se escriben igual. Para estimular sus avances, se sugiere que escriban
nombres de personas, animales u objetos de su vocabulario usual y que se observe
su escritura.
Así pues, leer y escribir debe ser divertido, por lo que las actividades destinadas
para la adquisición o el fortalecimiento de la lectura y la escritura deben procurar
que los alumnos piensen, disfruten y aprendan a escuchar, leer y escribir cada vez
de manera más autónoma. En tal sentido, es indispensable que los alumnos tengan
la orientación de un maestro que sea capaz de llevar a cabo estrategias que
solventen sus dificultades y que les enseñe a leer y escribir correctamente, que logre
guiar al alumno en su proceso de formación.
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CONCLUSIÓN.
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Bibliografía
RIALP SA.
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