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ANÁLISIS DE LA RESISTENCIA, ASOCIACIÓN LIBRE

CONTRATRANSFERENCIAS EN LA NARRACIÓN DE HISTORIAS.

Autor: Bush, Fed

Los pacientes necesitan contar sus historias. Una de nuestras principales tareas
como analistas es ayudar a que los pacientes cuenten sus historias y se apropien
de ellas. La libertad mental para pensar, sentir y conocer depende de la capacidad
continuada para contar historias. La posición del analista desempeña un papel
importante en el desarrollo de las capacidades narrativas del analizando.

Todo hombre es un poeta de corazón

Y el último poeta no perecerá

Hasta que lo haga el último hombre

FREUD

La capacidad de los pacientes para contar sus historias y apropiarse de ellas es


crucial para que desarrollen un sentimiento de bienestar a partir del análisis. Es la
base para una liberación estimulante de las historias impuestas neuróticamente
por fuentes internas y externas -las historias recordadas pero nunca integradas;
las historias vivenciadas pero nunca formuladas; las historias vivenciadas y
recordadas sólo en el lenguaje de la acción; las historias de la fantasía y defensa
inconscientes; y la importancia de todas ellas en cada una de las otras. Otra
categorización más técnica podría ser que éstas son las historias de las
formaciones de compromiso y de recuerdos encubridores
(pensamiento representacional); historias puestas en acto debido a estructuras
inestables o a pensamientos representados en términos preoperacionales (Piaget,
1930); e historias basadas en recuerdos implícitos (Fonagy, 1999) (1). En resumen,
son historias de vidas interrumpidas, manifestadas analíticamente en historias
rígidas, historias aterradoras desconocidas o historias incompletas.

Las historias existen dentro de un contexto, de modo que la naturaleza de una


historia contada en el análisis está modelada en todo momento por una
multiplicidad de factores (por ejemplo, las transferencias en todas sus
configuraciones pulsionales, objetales y de objetoself, que se ven influenciadas
por estructuras psíquicas y por la contratransferencia, etc.). De modo que siempre
escuchamos una versión de una historia. Es más, la comprensión de cada historia
es provisional, y deja abierto el camino para futuras historias.

Uno no suele oír hablar de lo que yo considero una experiencia analítica bastante
típica –es decir, la repetición de historias clave a lo largo de un análisis, al tiempo
que siempre se añade algo nuevo que permite una mayor comprensión de las
historias que hay dentro de una historia. Un pequeño utensilio de cocina aparecía
en una historia que corrió a todo lo largo del análisis de un paciente. Al principio de
nuestro trabajo, Alex, un estudiante universitario de veinte años, me contó que le
había preguntado a su madre qué era este utensilio, y que ella le había dicho
impacientemente que la dejara en paz. Dentro del contexto del análisis en ese
momento, parecía representar lo abandonado que se había sentido con frecuencia
por su madre mientras ésta luchaba con su depresión. Más adelante, sin embargo,
Alex me contó cuánto se enfureció su madre cuando él y un amigo estaban
jugando con este utensilio. En ese momento, lo entendimos como un ejemplo de la
dificultad de su madre para valorar su curiosidad. Más avanzado el análisis,
después de que yo le hubiera interpretado la creciente provocación de Alex hacia
mí, recordó que su madre no había perdido la paciencia con él hasta que él y su
amigo se habían puesto a jugar al fútbol con ese utensilio. Posteriormente, tras un
sueño sexual que se desarrollaba en la cocina, Alex finalmente identificó el
utensilio de cocina como un rebanador en forma de V. La última parte de la historia
surgió cuando el análisis estaba terminando, cuando Alex recordó que este
rebanador había sido un regalo de su padre a su madre.

Podemos ver cómo, en el transcurso del análisis, la “historia de la cocina”, se


convirtió en “las historias de la cocina”. En general éstas comprenden historias de
las dificultades de Alex para establecer relaciones con las mujeres. Las historias
emergentes no eran el resultado de recuerdos reprimidos que acudían a la
conciencia; Alex siempre conoció las diferentes partes de sus historias de cocina.
Pero las partes emergían sólo en el contexto de las preocupaciones actuales.

¿Por qué yo las llamo historias cuando ya existen tantos términos psicoanalíticos
que sirven como base útil para la comprensión y el discurso clínicos? La palabra
capta un modo de pensar sobre el proceso analítico, especialmente sobre el papel
del analista a la hora de favorecer o interferir las historias del paciente. Esto es
algo que todos vivenciamos en la vida diaria -hablar con personas que nos ayudan
a elaborar nuestras historias, y con personas que las interrumpen. Sentimos que
ciertas personas están interesadas en nuestras historias y aprendemos de ellas a
la hora de contarlas; otras no pueden esperar a contar sus propias historias lo
suficiente como para escuchar las nuestras.
Este artículo habla de cómo ayudamos a elaborar las historias de nuestros
pacientes o cómo las interrumpimos. Como psicoanalistas, siempre luchamos con
la tarea de separar la historia del paciente de la nuestra. Yo creo que es
importante resaltar este esfuerzo, puesto que la intrusión por parte del analista en
las historias de un paciente es un problema en el espectro teórico. Aquellos que
proclaman la inevitabilidad de la subjetividad del analista la han convertido
prácticamente en un grito de batalla virtual.

De hecho, si lo permitimos, los pacientes nos cuentan sus historias. En sus


palabras y acciones, en sus negaciones, desmentidas e intelectualizaciones, en el
hecho de contar (o no) sus sueños, en la expresión (o no) de sus sentimientos
más intensos -en resumen, en las múltiples formas de expresión de las que
disponen- los pacientes nos cuentan sus historias. En estas historias hallamos el
por qué de que nuestros pacientes acudan a nosotros, y los caminos por los que
nos abandonan. Entre una cosa y otra nos cuentan historias sobre por qué no
deberían contarnos sus historias y niegan vehementemente que haya historia
alguna que contar. En ocasiones los pacientes se alegran de que escuchemos y
comprendamos sus historias, pero se sentirán incómodos al admitirlas. A veces
sólo pueden contar sus historias mediante una única forma de acción, el lenguaje
de la acción. Y en determinado momento nos convertimos en parte de sus
historias.

No hay nada que inhiba más el proceso analítico que el hecho de que paciente y
analista crean que han descubierto la historia del paciente. Si bien el psicoanálisis
ayuda a identificar historias clave que han obstaculizado la trayectoria vital del
paciente, el hecho mismo de esta identificación debería permitir una comprensión
más profunda de viejas historias, una disposición a comprender viejas historias de
formas novedosas, y la libertad para identificar nuevas historias.

Los pacientes acuden a nosotros porque están inhibidos para vivir sus propias
historias. En su lugar viven la historia de otra persona, o temen ver la historia que
están viviendo, o no pueden soportar las consecuencias de la historia que han
construido. Sienten el dolor de una vida no vivida, y quieren saber la vida de
quién hanestado viviendo y cómo aprender a vivir la suya propia. La meta del
análisis es ayudar a los pacientes a descubrir las historias que han estado
viviendo, y de esta manera encontrar las historias que eligen vivir. La autoría de
una historia propia es un componente crucial del análisis “suficientemente bueno”.
Mientras que otras personas pueden desempeñar un papel significativo en la
formación y continuación de las historias de nuestros pacientes, el progreso
analítico hacia el bienestar tiene lugar solamente cuando se acepta la autoría de
las historias que emergen en el proceso analítico, así como de su formación,
continuación y resultados.
Ampliando las historias

Un modo de conceptualizar cómo los pacientes acuden a tratamiento es que


sufren una escasez de historias disponibles sobre lo que los ha traído al
consultorio de un analista. Las razones de esta carencia abarcan desde una
tendencia a considerar los síntomas propios como alojados principalmente en las
acciones de otra persona, hasta historias psicológicas que están limitadas y
limitan. Atrapados en viejas historias (parejas poco cariñosas, jefes dominantes,
miedo a la autoridad, etc.), los pacientes se sienten aplastados por sentimientos
dolorosos e incapaces de avanzar; viven con un sentimiento atenuado de vitalidad
y placer, al tiempo que hacen sufrir a las personas que los rodean.

Suponiendo un analista empático, bien formado, abierto a sus múltiples historias


(en otras palabras, el analista suficientemente bueno) hay tres principios de la
técnica psicoanalítica que ayudan a los pacientes a contar sus historias:

(1) El análisis de la resistencia. Este es un principio de la técnica aceptado por


todas las escuelas de análisis (Busch, 2001), aunque a veces bajo diferentes
nombres; las resistencias son el factor más importante en la inhibición de historias.
Una resistencia, desde el punto de vista técnico, siempre tiene en el centro un
temor, basado en adaptaciones anteriores, a las historias sin revelar. Por tanto, las
resistencias siempre tienen sus propias historias. Una resistencia es el resultado
de un proceso inconsciente, no un término descriptivo. Sin embargo, si se
consideran de este último modo, sus manifestaciones pueden confundirse
fácilmente con conductas que trasmiten otros significados (por ejemplo la
tendencia a hablar de generalidades puede ser una manera de no resultar
amenazante, una invitación a ser importunado, o una expresión de hostilidad), o
con otras formas de expresar historias (por ejemplo, el lenguaje de acción o la
experiencia no formulada, como la describía Stern). Hay modos de trabajar con las
resistencias que aumentan la capacidad de contar historias; se han descrito en
otros lugares y por tanto no los desarrollaremos aquí (Busch, 1992, 1993; Gray,
1994; Pray, 1994).

(2) Asociación libre. La asociación libre es fundamental para la narración de


historias en psicoanálisis. La genialidad de Freud fue captar las posibilidades de
un proceso que tenía lugar de forma natural. Kris(1982) lo ha expresado más
sucintamente: “El psicoanálisis no crea la asociación libre en el marco del
tratamiento. Simplemente ofrece una alteración en la condición de la asociación
ordinaria… Reemplaza el soliloquio silencioso por palabras habladas” (p. 14).

En el uso que los pacientes hacen del método de asociación libre podemos ver
historias desconocidas que los guían, los inhiben, los destruyen. También
podemos llegar a entender el proceso por el cual los pacientes guían, inhiben y
destruyen historias. Vemos lo efectivos que son nuestros métodos para aumentar
la libertad de contar una historia determinada y para contar historias en general.
En ocasiones las historias se cuentan con palabras, en ocasiones con la ausencia
de palabras. Fundamentalmente las historias se cuentan mediante una gran
variedad de procesos.

Teniendo en cuenta el extraordinario poder del uso del método de asociación libre
por parte del paciente, ¿por qué existen tales resistencias a su uso entre los
analistas? Ya he descrito algunos factores que explican esto (Busch, 1994), pero
en mi propia experiencia, y escuchando el trabajo de otros, concedo una posición
privilegiada a las demandas que la asociación libre hace del funcionamiento
psíquico del analista. Experimentar inconscientemente las proyecciones e
identificaciones proyectivas del paciente e intentar contenerlas puede ocasionar
una tensión a veces insoportable; esto puede experimentarse como la destrucción
de las estructuras internas de uno mismo, y a menudo nos conduce a actuar en un
intento desesperado de estabilizar nuestro equilibrio psíquico. Nos enfrentamos
siempre al hecho de que somos más o menos vulnerables, basándonos en
nuestros umbrales momento a momento y en “las capacidades para tolerar la
indefensión, la incertidumbre, la culpabilidad o la proximidad afectiva” (Schwaber,
1990, pp. 31-32). Schwaber (1992) capta sucintamente el problema de escuchar
las historias de nuestros pacientes cuando define la contratransferencia como una
retirada de la búsqueda desde el punto de vista del paciente. A menudo me he
preguntado si la necesidad de estabilizarnos, en lugar de ayudar a nuestros
pacientes, puede tener algo que ver con la reciente insistencia en la centralidad de
la historia y las acciones del analista en la práctica analítica.

(3) Permanecer “en la cercanía”. Otro factor importante para facilitar la narración
de historias es la necesidad de que el analista permanezca “en la cercanía”
(Busch, 1993, p. 152). Este término indica que las intervenciones del analista
deben estar basadas en lo que el paciente puede escuchar e integrar, más que en
lo que el analista ha comprendido e integrado. En términos técnicos, significa
prestar más atención al yo consciente e inconsciente. Si bien antes se
comprendían bajo la rúbrica de tacto y timing, la implementación técnica de este
precepto ha permanecido confusa y ha quedado oscurecida por la tendencia a las
interpretaciones profundas. Trabajos recientes han intentado salvar las diferencias
entre la teoría y la práctica (Busch, 1993, 2000; Gray, 1994; Levy e Inder bitzin,
1990; Paniagua, 1991, 2001) y han establecido un potencial lugar de encuentro
entre los freudianos contemporáneos y los kleinianos contemporáneos (Joseph,
2001; Kernberg, 1993, 2001; Schafer, 1994).
Ejemplo clínico

En este ejemplo, me centro en cómo el énfasis en la narración de historias afecta


mi trabajo.

Joan, una mujer atractiva de mediana edad, comenzó el tratamiento temerosa de


no tener ninguna historia. Seexternalizaron las razones de sus fallidos
matrimonios. Asociaciones espontáneas ocasionales la podían llevar a pensar qué
podía significar un pensamiento, pero manejaba esta experiencia como si
estuviera buscando una palabra en el diccionario. Las sesiones estaban repletas
de rumiaciones acerca de lo acontecido el día anterior. Las conexiones entre
pensamientos, cuando Joan intentaba llevarlas a cabo, eran vagas. Los sueños,
que ella anotaba y estudiaba, a menudo ocupaban sesiones enteras. Las
interpretaciones transferenciales solían ser recibidas con un “podría ser”, y una
protesta acerca de que aquello de lo que necesitaba ocuparse era de su vida real.
Los vínculos que yo hacía en una sesión se destruían en la siguiente. Las escasas
expresiones por parte de Joan de un humor agudo–a veces sofisticado, a veces
algo subido de tono, a veces aniñado- me hacían vislumbrar su inteligencia y sus
potenciales ganas de jugar. Aunque parecía utilizar a aquellos que estaban más
próximos a ella como objetos del self también había expresiones de compasión en
las que yo podía percibir su calidez. Principalmente daba la impresión de ser
alguien envuelta en enredos emocionales. A veces me resultaba difícil permanecer
interesado en lo que ella estaba diciendo, lo que demostró ser una importante
contratransferencia. De modo que, a veces, era mi irritación por su paso tan lento
lo que me llevaba a pincharla con interpretaciones prematuras.

Con el tiempo, pudimos comprender algunas de las historias que habían llevado a
Joan a necesitar sentir que no tenía historias: su creencia de que tenía que
mantener sus ideas y sentimientos, especialmente la rabia, ocultos como un modo
de sostener a su padre narcisista; sus esfuerzos por mantener su frágil
omnipotencia y protegerse contra los sentimientos subyacentes de vergüenza e
inadecuación; el miedo/deseo y la repetición en su modo de hablar de la actividad
masturbatoria compulsiva que había llevado a cabo desde su infancia; y,
finalmente, la repetición en la transferencia/contratransferencia de una excitante
relación sadomasoquista con su padre en la cual el “quién es quién” cambiaba
constantemente. En los primeros tres años de análisis se produjeron importantes
cambios en la franqueza de Joan respecto a sus propias historias, pero llamaba la
atención la ausencia de historias sobre su relación con mujeres. Poco antes de la
sesión que describo a continuación, habíamos contemplado la posibilidad de que
el deseo de estar más próxima a su madre formase parte de todas sus relaciones
con los hombres.
La sesión

Joan comenzó la sesión de un modo “adecuado”, lo que en ella solía indicar una
posición de defensa. En esas ocasiones, el tono de su voz y sus palabras cortadas
sonaban muy británicas. Me encontré jugando con la descripción
que Jacobs (1993) hace de un paciente; mi versión era: “Piensa en yiddish, habla
en británico” [“Thinks Yiddish, talks British”]. El impulso de burlarme de Joan era
una reacción usual mía ante esta voz. Generalmente presagiaba una sesión en la
que yo la vivenciaba como si me estuviera dando una conferencia, explícita o
implícitamente, sobre algún problema con algo que yo había dicho, o con el
método psicoanalítico. A veces era un ataque al vínculo (Bion, 1959). Muchas
veces yo tenía el sentimiento de que iba a tener que aceptar alguna “chorrada”; al
mismo tiempo, Joan se desesperaba cada vez más sobre por qué yo no la estaba
ayudando. Hasta el momento de la sesión que describiré, habíamos entendido
este escenario principalmente como la recreación de una relación erótica
sadomasoquista con su padre, que la sentaba en una silla durante un tiempo que
a ella le parecían horas y la sermoneaba sobre alguna travesura. Después de eso,
la llevaba al dormitorio de los padres, le decía que se desnudara y la azotaba
mientras su madre miraba. El quién es quién en la transferencia-
contratransferencia cambiaba continuamente.

JOAN: Al pensar en el ayer, podría considerar cuáles de las cuestiones podrían


ser las que me hicieran querer librarme del hombre para llegar a la mujer. Sé que
siempre me sentí distante de mi madre, pero estoy segura de que ella tenía sus
[breve pausa] sus motivos. Pienso que podría haber sido porque mi padre era tan
dominante en todos los sentidos. Se veía a sí mismo como el centro de la casa, y
se suponía que todo el mundo tenía que tratarlo como tal. Estoy segura de que lo
habríamos pasado mal si mi madre hubiera tenido una relación más cercana
conmigo. Se suponía que tenía que estar allí para mi padre, en casa y en la
consulta. [El padre de Joan era médico, y se daba por hecho que su madre lo
ayudara siempre que faltara un empelado.]

FB: Me pregunto si Vd. notaba que cuando comenzó a hablar de lo distante que se
sentía de su madre, se detuvo, y luego describió lo que Vd. considera las razones
de su padre para mantener distante a su madre. Es como si algo le hiciera sentir
incómoda con sus sentimientos de distanciamiento.

En otras palabras, Joan comenzó una nueva historia que, inmediatamente,


interrumpió a favor de otra más familiar. La interrupción se convirtió entonces en
una nueva historia. ¿Por qué la historia del distanciamiento de su madre tuvo que
detenerse y ser reemplazada por la victimización de la paciente por (lo que ella
consideraba como) la historia de su padre, una historia ya vieja, que había
contado muchas veces con anterioridad, y que ya se había entendido como un
factor del distanciamiento de su madre? ¿Por qué el “me sentí distante de mi
madre” es incognoscible en este momento? Esa cuestión, la historia interrumpida,
es el foco de mi intervención. De hecho, la historia de Joan sobre la relación con
su madre había estado prácticamente ausente hasta este momento. Pero ahora,
cuando la trae e inmediatamente la inhibe, tenemos una ocasión ideal para
explorarla. Un conflicto activo, observable, es mucho más fácil de comprender que
uno hipotetizado.

Al trabajar desde esta perspectiva, tenemos que dejar claro que estamos
interesados en las razones de la interrupción, y no animar sutilmente a continuar la
historia. Mi experiencia reiterada es que en este momento los pacientes están más
dispuestos a ofrecer una versión defensiva de la historia que a vivenciar el miedo
implícito en la interrupción.

JOAN [de forma más espontánea y auténtica]: Me di cuenta de la pausa, pero no


tuve ganas de meterme en ella. Cuando me detuve sólo sentí que no quería
tomarme el tiempo de entrar en detalles. Me parecía aburrido. También pensé que
tal vez a mi madre la desanimaba el tener que cuidarme. Que no quería tomarse el
tiempo para hacerlo. Aunque no sé lo que hacía con su tiempo. ¿Le dije alguna
vez que me cuidaban niñeras a tiempo completo? [No lo había hecho.] También se
encargaban de otras tareas de la casa, pero se ocupaban de gran parte de mis
cuidados. Ya sé que antes estaba siendo vaga, pero los detalles no me parecían lo
importante.

FB: Parece como si no quisiera tomarse tiempo para sus propios pensamientos.
¿O tal vez sintió que yo no quería que Vd. se tomara ese tiempo?

Lo primero que sucede después de que yo señalo la historia interrumpida es un


cambio en el afecto de Joan (es decir, una mayor espontaneidad). Joan parece
dispuesta a ser liberada al menos brevemente de su historia previa. En términos
dinámicos, como resultado del trabajo previo con sus resistencias, se ha producido
una disminución en la angustia ante la exploración de un pensamiento temido. La
interpretación de la resistencia en esta sesión fue como abrir una puerta que
estuviera cerrada con el picaporte pero ya no con llave. Laespontaneidad de Joan
es típica de lo que pasa cuando los pacientes son liberados de sentirse
víctimas de la historia de un otro.

La capacidad de Joan para captar lo que estaba sucediendo justo en el momento


de la resistencia es un importante logro analítico (Busch, 1995) e indica una
disposición para afrontar el momento exacto de la amenaza que dio lugar a la
resistencia. Justo ahora, cuando estaba asociando con el momento de la
resistencia, fue uno de esos momentos claves en los que existía una congruencia
entre sus acciones (es decir actuar el sentimiento de que no podía tomarse el
tiempo para sus propios pensamientos) y sus asociaciones verbales (es decir “no
creo que mi madre quisiera pasar el tiempo conmigo”). Mi interpretación se centra
en estas dos historias que suceden en el aquí y ahora de la transferencia.

JOAN: Tal vez ambas cosas. Ya sabe que a veces me impaciento, debo pensar
que a Vd. le pasa lo mismo. Últimamente noto que me impaciento cuando hablo
con mis amigos. Lo único que quiero es que terminen de hablar para que yo pueda
decir lo que quiero decir. En realidad siempre me pareció que mi madre pensaba
que yo era un poco repulsiva. Interesante palabra. Pero no lo sé. ¿De verdad
merece la pena perder el tiempo con esto? ¿Qué diferencia supone que fuera mi
madre quien lavaba mis pañales o que lo hiciera otra persona?

FB: Vd. empezó a interesarse en esto de ser repulsiva y luego, inmediatamente,


dejó de parecerle interesante.

En la respuesta inicial de Joan (es decir, su insinuación de que es alguien irritable


y de que puede estar proyectando eso sobre mí) no queda claro en qué medida
está haciendo una corrección necesaria a lo que yo dije, o manejando un tema
más seguro (su propia irritabilidad) que por identificación la aproxima a su madre,
o resistiéndose a mi interpretación. Esto parece ser lo más probable, puesto que a
continuación Joan se refiere brevemente a una posible historia sobre por qué le
parece difícil interesarse en sus pensamientos o por qué espera que otros no se
interesen por ellos. Este breve giro hacia el interés en una nueva historia es
rápidamente desmentido, lo cual es una defensa y también, posiblemente, una
puesta en acto de una adaptación previa.

Mi interpretación está dirigida a lo que a mí me parece la historia más importante,


el conflicto de Joan acerca de su interés en sus pensamientos repulsivos. Si bien
los significados más profundos de esto se revelan en la desmentida (negación) (es
decir “¿Qué importa si era mi madre quien lavaba mis pañales o si lo hacía otra
persona?”), necesitamos respetar la desmentida de Joan. Interpretar los
significados más profundos de la desmentida mientras está teniendo lugar es
correr el riesgo de pasar por alto la importancia de la defensa en ese momento.
Después de todo, esta necesidad de desmentir inmediatamente lo que se ha dicho
es una poderosa demostración de lo incómoda que Joan se siente en ese
momento. Para que continúe el trabajo analítico, es crucial que los pacientes se
sientan seguros para proseguir con cualquier parte del conflicto quepueden. Es
una historia significativa altamente compactada, con múltiples capas, con cuya
narración Joan siente conflicto. Creo que en estos momentos es necesario señalar
el conflicto; de ese modo es posible ver qué parte del paciente es más capaz de
manejarlo. Sé que hay muchos que estarían tentados de decir “Tiene miedo de
decir algo más porque sentía que su madre lo consideraba un pedazo de mierda”
y considerarían esto como análisis de la defensa. Sin embargo, creo que es una
interpretación de una fantasía inconsciente disfrazada como interpretación de la
resistencia. No aprecia la posible importancia que tiene para el paciente la
renegación en ese momento.

JOAN: Sabe, yo creo que mi madre le pasó mi cuidado a otros. ¿Pero qué hacía
ella mientras tanto? Siempre estaba por la casa, pero no recuerdo interactuar con
ella hasta que fui mucho mayor. Recuerdo que cuando estaba en el secundario a
ella le divertía que llegara a casa y le contara historias entretenidas sobre mis
amigos y profesores. Pero no recuerdo haber llevado nunca un amigo a mi casa.
Nunca me preguntó por qué no lo hacía, y yo sentía que no debía hacerlo, o que
sería más divertido ir a casa de alguien. Pero según hablo me voy sintiendo
asqueada. Como si estuviera llenando el aire con chorradas.

FB: Parece como si Vd. (se) sintiera (hacia) sus sentimientos como le parecía que
se sentía su madre al ver sus pañales sucios.

Aquí comenzamos a ver más de la historia en múltiples capas que había detrás
del asunto de la suciedad. En primer lugar existe un componente de
relaciones objetales en la pregunta de Joan por la ausencia de su madre en sus
primeros recuerdos. Esto va seguido por el recuerdo de Joan de ser
un objetoself para su madre. Esto no había surgido hasta el momento. El recuerdo
de no traer amigos a casa parecía una asociación ambigua. Mientras que Joan lo
consideró como otro ejemplo de que su casa no era acogedora, yo también me
pregunté si no existiría un deseo de no perturbar la relación diádica con su madre,
o una rebelión contra el hecho de ser un objetoself. Su forma de terminar una
historia que a mí me estaba pareciendo interesante llamándola asquerosa y
chorrada, parecía estar repleta de potenciales significados transferenciales
ycontratransferenciales (2). Defensa, gratificación, puestas en acto de relaciones
del self y objetales, todo esto parece condensado en la respuesta de Joan. Su
reticencia a hablar de este asunto tan interesante ¿se debe a un sentimiento
repentino de que se está acercando a algo sucio? ¿El miedo a tocar esto sucio
está imbuido del deseo de llenar el aire de mierda asquerosa? ¿Se está rebelando
ante la vivencia de mi interés y sintiéndolo como si estuviera siendo utilizada
como objetoself?

Puesto que todo esto es material nuevo, (yo) baso mi interpretación en el hecho
de que en este punto del análisis los temores de Joan están más próximos a la
superficie que sus deseos, y la parte decepcionante de la relación con su madre
está más próxima a la superficie que los derivados pulsionales o la transferencia.
De nuevo, puesto que los sentimientos de Joan hacia sus propios pensamientos
son centrales en el trabajo analítico (y en su vida) en mi interpretación retorno a
esta cuestión, juzgando esta actitud como la más útil para la continuación de la
historia.

JOAN: Esto se me confirmó cuando ya era mucho mayor. Mi madre tenía cáncer
de intestino. O la comida la traspasaba o se estreñía. Una vez me contó como
tenía que meterse el dedo en el recto para desatascarse. Me dijo que antes las
heces le solían parecer asquerosas, pero que ahora ya no.

Mi madre era realmente narcisista. Una tía mía me contó una vez que mi madre
fue a Nueva York con mi padre para asistir a una representación, pero no quiso
salir de la habitación del hotel porque tenía un grano. Siempre se consideraba
importante. Solía ir a Lord & Taylor y decir “Soy la esposa del Dr. K.”, como si a
alguien le importase una mierda. Era la elegida de su familia. Era la hermana más
hermosa. La única de los hermanos que fue a la universidad, o que tocaba el
piano. Parecía alguien adorado. Recuerdo que otra tía me dijo una vez “Puede
que tú tengas el cerebro, pero tu madre tiene la belleza”. Qué cosa más horrible
de decir. [De repente deja de hablar.] Pero no sé cómo he llegado hasta aquí. Todo
es un lío.

FB: ¿Un lío?

JOAN: Es demasiado. He dicho demasiado. Ya no sé ni de qué estoy hablando.


Son demasiadas cosas como para tener algún sentido.

FB: Cuando empieza a mostrar el enfado hacia su madre por primera vez en el
consultorio, le preocupa estar fuera de control, como si tuviera miedo de lo que ha
salido, como si fuera demasiada mierda. Por alguna razón, esto la confunde.

JOAN: Pero Vd. sabe que ahí hay demasiadas cosas. No sé cómo saldrá todo
esto

Aquí vemos la disponibilidad inicial de Joan para un montón de nuevas historias.


Brotan de ella con un interés y una vivacidad que rara vez he visto. Luego de
pronto se siente desorientada. Siente que de ella ha salido demasiado y,
probablemente, con demasiado placer; se siente desorientada y tiene que parar.
Aquí vemos la repentina emergencia de una inhibición de sus historias, crucial
para la falta de satisfacción de su vida. En mi interpretación de qué la detuvo, me
centro en el afecto que me parece que tiene más disponible, al tiempo que lo
vinculo con lo que yo consideraba su referente inconsciente. Luego retorno
al sentimiento enredado, desorientado, asociado más inmediatamente con
la inhibición. Esta forma de interpretación sigue a mi pensamiento de que si bien
necesitamos interpretar afectos y fantasías previamente inconscientes, una vez
que se ha producido la inhibición, la ruta de retorno a las historias desconocidas
atraviesa el afecto inhibidor, que forma parte en sí mismo de la historia (Busch,
1993, 2000).

En esta sesión he intentado demostrar cómo los principios del análisis de la


resistencia, el uso que el paciente hace del método de la asociación libre, y estar
“en la cercanía”, orientan mi trabajo en la restauración de la narración de historias.
Quiero enfatizar que esta fue una de esas sesiones en las que la convergencia de
las asociaciones, sentimientos y acciones del paciente arroja nueva claridad al
trabajo. Esta sesión fue la culminación de muchas otras en las cuales sólo
vislumbré un atisbo de lo que se expresó en ésta. Fue el resultado de un trabajo
intenso por parte de ambos durante un largo período de tiempo, no resultó de
interpretaciones mágicas.

Seguimiento

Aproximadamente dieciocho meses después, Joan se enamoró de un hombre que


parecía muy cariñoso. El no haber tenido nunca un orgasmo durante las
relaciones sexuales se convirtió en algo muy problemático para ella, y el trabajo
analítico la llevó a tener conciencia de que se sentía muy excitada hasta que su
amante la penetraba. En este momento ella perdía toda la sensibilidad. En una
sesión muy similar a la que he reproducido anteriormente, Joan asoció libremente
y se fascinó con una nueva historia: que teme abandonarse durante las relaciones
sexuales porque inconscientemente fantasea con orinar y defecar sobre su
amante. En la siguiente sesión, Joan habló con deleite del placer que había
sentido en una buena comida el día anterior. No sentía las restricciones auto-
impuestas en las que la etiqueta triunfaba sobre el disfrute. Durante la cena, ella y
una amiga habían estado conversando sobre cómo sus madres las habían hecho
comer recordándoles los niños que se morían de hambre en Europa. Joan sentía
con pesar que esta mujer era más capaz que ella de mostrar hostilidad hacia su
madre. Entonces se sintió muy cansada en la sesión y perdió interés en lo que
estaba diciendo.

Cuando comenzamos a explorar las asociaciones que dieron lugar a su cansancio,


Joan recordó brevemente parte de un sueño, y la contó de un modo apagado.
Estaba en un restaurante maravilloso con otra mujer, pero lo único que había en la
mesa eran aceitunas negras. Recordaba a la mujer como alguien que en el
pasado había sido especialmente crítica con ella. No pensaba nada acerca de las
aceitunas negras. Se sintió de nuevo muy cansada, explicándolo ahora como
debido a factores externos, y perdió interés en los pensamientos que le venían a la
mente, que expresaba de un modo insensible. Yo le dije: “Ha recorrido un largo
camino desde el entusiasmo de la comida de ayer y de haberme hablado de ello”.
Una vez que observó la discrepancia entre su entusiasmo al hablarme de la
comida y cómo se sentía ahora, Joan sintió ganas de llorar. Culpó de su cansancio
a la temprana hora de la sesión y describió lo avergonzada que se siente cuando
deja a su amante para acudir a una sesión. Dijo “no me sentiría igual si saliera a
trabajar”.

Joan se rió, recordando que ésta era la frase que su padre utilizaba para referirse
a un movimiento intestinal: “hacer tu trabajo”. Joan describió a continuación lo
orgullosa que se siente cuando va al baño justo después de desayunar. Esto la
llevó a pensar en las aceitunas negras, y en cómo le recordaban sus movimientos
intestinales cuando estaba estreñida. Su último pensamiento antes del fin de la
sesión fue que por primera vez en mucho tiempo no le había apetecido tener sexo
la noche anterior.

Como en toda buena historia, la cosa se pone cada vez más interesante. Las
historias de la sesión anterior vuelven como parte de la inhibición sexual de Joan.
Su capacidad para compartir conmigo entusiasmada su experiencia de comer con
brío una buena comida, que yo a mi vez disfruté, me recordó la película Como
agua para chocolate, que celebra la sexualidad del acto de comer. Sin embargo, el
espectro que merodea estos sentimientos de hostilidad hacia su madre la hizo
volverse poco comunicativa. Ese estado estreñido nos recuerda a su vez las
fantasías inconscientes de defecar alegremente sobre su madre, que ha infiltrado
inconsciente sus placeres sexuales. Después que yo le recuerdo el placer que
está inhibiendo, y que Joan experimenta el sentimiento de algo que se ha perdido,
nos hace regresar a las numerosas historias que afectan la transferencia y la
guardan de un placer que ahora vislumbra pero que no ha sido alcanzado.

Quitándole importancia a la narración de historias

Siempre hemos sabido que un peligro importante para la narración de historias por
parte de un paciente es un excesivo énfasis en las historias del analista. Todos
luchamos con esto en diferente medida de un día a otro y de un paciente a otro.
Previamente hemos recalcado la importancia de la contratransferencia neurótica
del analista como la causa principal de esto. Mi opinión es que los problemas del
pasado con nuestra teoría de la técnica han contribuido en gran manera a que las
historias del analista ocupen un lugar central (Busch, 1993, 1997, 1999). Sin
embargo, hay una tendencia actual que está dando lugar a una
institucionalización de la técnica analítica que consagra las historias del analista.
La tendencia a la que me refiero deriva de la perspectiva de que el analista es
irreductiblemente subjetivo y que, por tanto, cualquier intento de objetividad no es
más que una falacia. Conduce a quitarle importancia a las historias del paciente
para otorgársela a la reacción del analista ante las mismas. Estas perspectivas
contienen ciertos insights importantes, pero es importante mantenerlas en su
contexto. Como ejemplo, recurriré a Renik (2001) un provocativo defensor de las
historias del analista como algo central para la técnica analítica y los análisis
exitosos.

Ralph acudió a Renik con malestar general, problemas en el trabajo, discordia


marital, sentimientos de ser un mal padre, y muchas otras preocupaciones. En su
primera consulta, Renik le preguntó qué esperaba obtener del tratamiento. Para
sorpresa de Renik, Ralph, músico talentoso y apasionado en su tiempo libre,
describió que le gustaría dedicar un año a estudiar guitarra, ya que nunca había
tenido ninguna formación al respecto. Temía que esto le causara una gran
privación a su familia (a pesar de que tenían la intención de apoyar este plan) y de
no ser capaz de encontrar otro puesto ejecutivo cuando volviera al trabajo. Sentía
que se hallaba en un dilema imposible.

Renik dice “Escuchando esto tuve la impresión de que Ralph no estaba


describiendo realmente una elección que estuviera intentando hacer. Era más
como si describiese su reticencia a llevar a cabo una elección que ya había hecho”
(p. 233). Según Renik, Ralph sentía que no sería feliz realizando su sueño de
aprender guitarra, y que no podía hacerlo sin que su familia hiciera sacrificios.
Cuando Renik le transmitió esta opinión a Ralph, y éste estuvo de acuerdo, le
preguntó “si sentía que tenía el derecho de hacer lo que quisiera” (p.
234). Ralphpensó durante un momento. Al principio respondió que no estaba
seguro, y luego cambió esto a un “probablemente”, pero incluso reflexionando
sobre lo desgraciado que se sentía y hacía sentir a los demás, seguía sintiendo
que no podía actuar.

Renik esbozó numerosas cuestiones que Ralph podía explorar fructíferamente en


el tratamiento, pero nos dice que “también era importante tener en mente que la
autoconciencia, independientemente de si era mucha o poca, no iba a cambiar las
circunstancias a las que Ralph se tenía que enfrentar, o su necesidad de actuar en
uno u otro sentido, y de asumir la responsabilidad de sus acciones” (p. 233). Se
fijó otra cita, pero Ralph llamó al día siguiente para cancelarla. Más o menos un
mes después llamó a Renik para decir que había decidido perseguir su sueño, y
de vez en cuando Renik sabía por Ralph que a éste le iba bien. “En mi opinión, el
tratamiento de Ralph fue un análisis clínico exitoso porque, para mí, el
psicoanálisis es primero y sobre todo un método de tratamiento para dar lugar a
los cambios vitales deseados por el paciente” (p. 234). En cuanto a si fue una
“cura” principalmente mediante la influencia del terapeuta, Renik afirma “Mi
experiencia a lo largo de los años me ha llevado a la conclusión de que la
distinción que hemos hecho entre una ‘cura de transferencia’ en la que las
experiencias mutativas importantes dentro de la relación de tratamiento
permanecen sin examinar, y un ‘psicoanálisis’ en el que se examinan
adecuadamente durante encuentros establecidos, se basa en la idealización de
nuestras capacidades de una autoconciencia objetiva” (p. 235). Si bien reconoce
que su “análisis clínico” de una sesión puede parecer radical (p.
235), Renik termina describiéndolo como una “análisis clínico de duración
indefinida” (p. 235).

La técnica de Renik centrada en el analista se basa en su impresión, tras parte de


una sesión, de lo que élpiensa que Ralph quiere. Teniendo en cuenta lo que
sabemos sobre la naturaleza compleja, multidimensional, de lo que los pacientes
quieren realmente, ¿cómo puede esta valoración, realizada en estos primeros
momentos de encuentro con Ralph, ser otra cosa que la fantasía de Renik de lo
que él considera mejor paraRalph? Existen muchas historias sin explorar. Es
crucial la fantasía de Ralph de que perjudicará a su familia si emprende su
búsqueda musical, a pesar de que su familia le asegure todo lo contrario. ¿Y qué
hay del resto de preocupaciones de Ralph acerca de su discordia matrimonial y de
su creencia de que es un mal padre? Parece que Renik ayudó a Ralph reduciendo
su sentimiento de culpa. Esta es una buena psicoterapia de apoyo, pero no es
psicoanálisis clínico, tal como yo lo entiendo. El psicoanálisis clínico devuelve a las
personas a sus vidas mediante una comprensión de sus múltiples historias, y las
inhibiciones que han interferido con esta comprensión. Es muy diferente de una
decisión del analista sobre qué camino debería tomar la vida de un paciente y
animarlo a seguir ese camino. Siempre que siento que “sé” qué rumbo debería
tomar un paciente, examino la mezcla de transferencia/contratransferencia que me
ha llevado a esta posición, que parece rara para un analista. El psicoanálisis
clínico es el único método que conozco que se centra en ayudar a los pacientes a
contar sus propias historias como base para obtener una mayor libertad a la hora
de elegir las historias que quieren vivir, sintiéndose más libres de las historias
impuestas neuróticamente desde el interior o el exterior. Lo que yo puedo decir es
que Ralph apenas había comenzado a contar su historia cuando Renikreaccionó
por su cuenta.

Freud (1914) se dio cuenta de que en cierto momento de todos los tratamientos,
los pacientes que no pueden contar sus historias las actúan. Hemos aprendido
con los años que sólo sintiéndose libre para explorar y apropiarse de sus historias
los pacientes son capaces de comprometerse en una acción más
efectiva. Reniktoma la posición opuesta a la de Ralph, es decir que la libertad de
conocer las múltiples historias que dan lugar a la infelicidad no ayudan a llevar a
cabo una acción efectiva. Mi reciente discusión con Aron acerca de esta cuestión
(Aron, 2001; Busch, 2001, 2001a) también indica que puede existir un abismo
entre los analistas incluso en cuestiones que me parecen básicas para el
psicoanálisis. Si bien aquellos que enfatizan la subjetividad del analista nos han
ofrecido un recordatorio necesario de nuestro papel potencial en el análisis, la
defensa de la subjetividad ha tenido el efecto de interferir con las historias de
nuestros pacientes. Como he señalado anteriormente, ésta es una cuestión a la
cual los analistas se han enfrentado a lo largo de toda nuestra historia. Por
supuesto que tenemos nuestras historias, tanto personales como teóricas, pero
por lo menos tenemos la obligación de no dejar que acaparen nuestra atención a
costa de las historias de nuestros pacientes. Nuestras propias historias entrarán
en las sesiones motu propio, pero nuestra tarea como analistas, me parece a mí,
es ver si encajan con las historias de nuestros pacientes y cómo lo hacen antes de
convertirlas en pieza central de nuestro trabajo (Busch, 1998). De otro modo,
pedimos a los pacientes que hagan lo que han hecho toda su vida: ver su mundo
dentro del contexto de la historia de otra persona. Esto niega el potencial más
crucial del psicoanálisis, la posibilidad de encontrar nuestras propias historias
desconocidas, de modo que podamos elegir las historias que queremos vivir.

NOTAS

(1) Las marcadas barreras entre estos diferentes tipos de historias son un
instrumento útil para categorizarlas, pero no ayudan en nada más. La mente con
sus estructuras dinámicas que sirven a múltiples funciones, no se categoriza con
facilidad. Parece una tarea desalentadora determinar si una serie compleja de
pensamientos o sentimientos en psicoanálisis representa una experiencia no
formulada o una que se mantuvo a un nivel más temprano de pensamiento a
causa del conflicto. Es más, rara vez existe una línea clara durante el desarrollo
entre una fase y la siguiente. Como ha mostrado Piaget (1930) esto es
especialmente cierto en los procesos de pensamiento.

(2) Aquí podemos observar otro conjunto de historias asociadas con el sentimiento
de “voy a tener que aguantarme con esta chorrada”. Su manera puntillosa y su
desdén por mis historias, así como mi desdén por las suyas, comenzó a cobrar un
nuevo significado con la emergencia de esta nueva historia.

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