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Espacio y Sociedad

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La metropolis y la vida mental de Georg Simmel.


Sobre la historia de una antipatía*
Dietmar Jazbinsek

En el paisaje de las publicaciones sobre la historia de las ciudades Europeas en el siglo XX, la
contribución del sociólogo y del filósofo cultural alemán Georg Simmel se destaca sobre la
silueta urbana. Apenas algún discurso sobre la naturaleza del urbanismo y los impactos
sociales de la urbanización avanza sin una de las clásicas citas de las observaciones de Simmel
sobre la “intensificación de la estimulación nerviosa”. Ciertamente, esta duradera influencia
nada debe a la validez de su enfoque empírico. Excepto por su primer trabajo académico
publicado (su investigación sobre el canto tirolés de 1879) Simmel nunca trabajó con
investigación social. Sus textos sobre la ciudad, sin embargo, son igualmente incomparables
con los estudios históricos como los publicados en la misma época por otras prominentes
figuras en la sociología alemana, sobre todo Werner Sombart y Max Weber (en cuyos trabajos
la ciudad moderna no es abordada).

Si Simmel ha conseguido capturar la el sentimiento vital en los centros urbanos modernos con
la gran precisión que sus lectores atestiguan repetidamente, esto sólo puede deberse a su
propia experiencia como habitante de la ciudad, que más tarde introdujo en sus
consideraciones teóricas. La pregunta en este artículo es, no obstante, qué clases de
experiencias tuvo o pudo haber tenido en la gran ciudad, particularmente en Berlín. Esta
perspectiva no es inusualmente original. Incluso mientras Simmel vivía, uno de sus
estudiantes, Lessing, produjo un intento inicial de relacionar el estilo de vida de su ciudad
natal con el estilo de pensamiento de su maestro. El ensayo de Lessing comienza con el día en
que Simmel nació, el 1° de marzo de 1858:

“Ninguna estrella sagrada mostró una promesa de paz en su lugar de


nacimiento (la esquina de Leipzigerstrasse and Friedrichstrasse) como la que hubo
sobre el pesebre de Belén. ¡No! Chillones letreros iluminados se jactaban de la
indecencia metropolitana de las orgías sexuales. ¡Tranvías ruidosos! Ómnibus
resoplando por la calle. Y vehículos comerciales apilados en las cuatro calles
densamente pobladas de las cuatro esquinas, en cuyas aceras resbaladizas se
reflejaba la luz verde del gas venenoso de cientos de lámparas de la calle todas
las noches. Y en lugar del aleluya de los ángeles benditos del cielo se oía el
estruendo de locura atroz de una multitud de gente. Los vagabundos
[Pfaltertreter], los estafadores, las prostitutas, toda la escoria de Europa fluía
precisamente a lo largo de ese edificio, como el infierno en la definición de
Santa Teresa: “Esto es un lugar fétido sin amor”. El pequeño George, sin
embargo, probablemente dormía en la cuna más ruidosa que probablemente
jamás había sacudido a un filósofo.” 1

*
Estea artítulo fue publicado originalmente en “The metropolis and the mental life of Georg Simmel. On
History of an antipathy”, en Journal of Urban History, vol 30, núm. 1, november 2003, pp. 102-125.
Traducción Diego Roldán.
1
“Dies ist der Ort, wo es stinkt und man nicht liebt,” Theodor Lessing, Philosphie als Tat, Erster Teil
(Göttingen, 1914), 303.

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Claramente, la historia intentaba sugerir que Simmel estaba predestinado a convertirse en un


teórico del entorno urbano porque desde su infancia había sido impregnado por la atmósfera
de la ciudad. Pero la canción de cuna que Lessing entonó con su trémulo expresionismo era
defectuosa, la esquina de la calle en la que nació el pequeño George se mantenía relativamente
tranquila aún en 1858. Friedrichstrasse no tuvo una línea de autobús hasta una década más
tarde, momento en el que todavía operaba con tracción a sangre (tirado por caballos). El
camino no podía razonablemente ser llamado vía pública el 22 de marzo de 1873, cuando se
inauguró el primer comercio en la esquina de Friedrichstrasse y Behrenstrasse como homenaje
al cumpleaños del emperador Guillermo I. 2 El elegante Café Bauer, en 1884, cortejó a sus
clientes con los primeros letreros iluminados instalados después de que la German Edison
Company for Applied Electricity estableciera una caja de señales en el sótano del edificio contiguo.

La lista de ejemplos que ilustran el cambio fundamental en el paisaje urbano de la zona de la


Friedrichstrasse y Leipziger Strasse, en la segunda mitad del siglo XIX podría continuar, 3 pero
el punto es que Lessing claramente no estaba describiendo el ambiente urbano del año en el
que Simmel nació. En cambio, proyectó descaradamente el Berlín de 1912 y 1913, los años en
que escribió el texto, sobre un momento que tenía más de medio siglo. Este anacronismo es
relevante, ya que roza una de las peculiaridades de Berlín en el contexto europeo: el auge de los
primeros años del Segundo Imperio Alemán. Por supuesto, otras grandes ciudades europeas,
también experimentaron un crecimiento vertiginoso durante ese período, pero la base
cualitativa de la que partieron fue decididamente diferente. En la medida en que los centros
urbanos de las grandes potencias coloniales, Londres y París eran ciudades de clase mundial
cuando Berlín era solo la residencia de los monarcas prusianos. En otras palabras, el lugar
donde Simmel estuvo activo como sociólogo ya no tenía casi nada en común con la ciudad de
su infancia. Contrariamente a Lessing, que, por tanto, afirmó que Simmel fue llamado a ser el
teórico del entorno urbano, precisamente porque no se había acostumbrado al “tumulto de la
metrópoli” 4 de la vida desde el principio, sino que se había enfrentado una y otra vez con lo que
era nuevo y aquello frente a lo que se necesitaba tiempo para acostumbrarse. Había sido
confrontado con la extrañeza de una ciudad en la que nada hoy es como si hubiese sido ayer. El
propio Simmel admite que esta circunstancia había influido decisivamente en su desarrollo
intelectual. “La transformación de Berlín de una ciudad imperial en una metrópolis de escala
mundial en los años previos y posteriores al cambio de siglo (XIX-XX) coincide con mi propio
desarrollo más amplio y más intenso.” 5

2
La mayor atracción de esta Galería Imperial fue el Museo de Cera de los hermanos Louis y Gustav
Castan, cuya exhibición incluía no solo famosas figures como Napoléon Bonaparte sino infames como
Jack “El Destripador”.
3
Ralph Hoppe, Die Friedrichstraße: Pflaster der Extreme (Berlin, 1999).
4
Georg Simmel, The Philosophy of Money (1900), translated by Tom Bottomore and David Frisby
(London, 1990), 484.
5
Hans Simmel, “Auszüge aus den Lebenserinnerungen,” in Hannes Böhringer and Karlfried Gründer,
eds., Ästhetik und Soziologie um die Jahrhundertwende: Georg Simmel (Frankfurt am Main, 1976),
265.Es cierto que también otros pensadores clásicos de comienzos de la sociología alemana abordaron el
tema de la urbanización. Weber (nacido en 1864), Sombart (nacido en 1853) y Ferdinand Tônnies (nacido
en 1855) todos pertenecían a esta generación de pensadores de lo social, para quienes el “Modernismo de
Berlín” se convirtió en una experiencia clave, aunque algunos de ellos disputaran con ella. Soy incapaz
de juzgar si esta relación con el entorno urbano justifica la conclusión de la idea de que la ciudad moderna
es una invención típicamente alemana. Ver Stéphane Jonas, “La métropolisation de la société dans
l’oeuvre de Georg Simmel,” en Jean Rémy, ed., Georg Simmel: Ville et modernité (Paris, 1995), 53.

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Para entender lo que Simmel pudo haber querido decir realmente en esa declaración, en este

artículo, examino sus escritos sobre sociología urbana a través de una lente biográfica. Cada

una de las cuatro secciones siguientes recapitula la relación de Simmel con su ciudad natal de

una manera diferente. 1) Berlín como una ciudad de trabajadores; 2) la cultura de atracciones

en Berlín; 3) Berlín, visto desde Roma y 4) Berlín durante la Gran Guerra. Pero antes de tratar

de comprender los textos de Simmel acerca de las ciudades a través de su biografía (o

viceversa), vuelvo a lo que él mismo escribió sobre el impacto que las ciudades tienen en la vida

intelectual.

El manifiesto urbano
Habiendo indicado la posición especial que la sociología de Simmel tiene en la literatura
académica sobre la ciudad, me apresuro a añadir que este estado excepcional no descansa en el
trabajo de su vida o incluso en una colección estándar de varios volúmenes. Se apoya en
cambio en un manuscrito revisado, cuyo original no excedía las 21 páginas. En 1903, Simmel
fue invitado por la fundación del mayorista de la industria farmacéutica Franz Ludwing Gehe
a Dresde a dar una conferencia, “La metrópolis y la vida mental”. En 1925, la versión publicada
de la conferencia fue elogiada por el sociólogo de la Escuela de Chicago Louis Wirth: “el más
importante artículo individual sobre la ciudad desde el punto de vista sociológico”. 6 Esta
afirmación todavía puede hacerse, casi un siglo después de su aparición, sobre todo porque el
texto se ha vuelto muy importante para sociólogos e historiadores urbanos. En lugar de
establecer largas paráfrasis, intento resumir el pensamiento de Simmel (ver tabla1), tratando
de definir los contornos del urbanismo haciendo comparaciones constantes con otras formas
de asociación que son subsumibles en la expresión genérica “formas de vida tradicionales”.

A pesar del aspecto autónomo de la Tabla 1, que no trasmite completamente las muchas capas y
ambigüedades del texto original. El ensayo de Simmel sobre las grandes ciudades desafía la
posibilidad de un resumen sencillo por tres razones:

1. La falta de un enfoque sistemático: las inconsistencias en su yuxtaposición de lo urbano


y las formas tradicionales de vida surge de un cambio perpetuo en el criterio de
comparación. A veces, Simmel compara la ciudad con el campo, en otras ocasiones,
compara la metrópoli con el pueblo; y en el medio, compara continuamente los centros
urbanos modernos con las ciudades de épocas anteriores
2. La ruptura con el pensamiento convencional sobre la causalidad: la imprecisión en la
argumentación de Simmel no necesariamente tiene que ver con el descuido
intelectual. Como su colega Heinrich Rickert subrayó, Simmel intencionalmente evita
la construcción de un sistema. 7 Esta práctica queda perfectamente ilustrada en las
respuestas que Simmel brinda en torno a los factores determinantes del cambio social.
En un pasaje, afirma que la libertad del individuo impulsa el proceso de urbanización.

6
Louis Wirth, “A Bibliography of the Urban Community,” in R. E. Park, E. W. Burgess, and R. D.
McKenzie, eds., The City (Chicago, 1925), 219.
7
Heinrich Rickert, Die Philosophie des Lebens (Tübingen, 1920), 26.

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En otro, explica que el cambio social se desarrolla a partir de la economía monetaria.


Simmel suspende sólo superficialmente esta contradicción al aclarar que la naturaleza
específica del centro urbano reside en que es el “asiento de la vida monetaria”. Todo el
propósito de Simmel consiste en tomar causalidades unilineales como “el aire de la
ciudad los hará libres” y disolverlos en una red de interacciones. Simmel quiere
expresar que la ciudad es a la vez causa y efecto.
3. El gusto por las paradojas: su ensayo concidentia oppositorum, su unidad de los opuestos,
es un patrón de pensamiento característico de los textos de Simmel. La urbanización
no es tratada como un sistema contable de suma cero, de pérdidas y ganancias, sino
más bien como un proceso cuyos impactos aparecen paradójicos a primera vista: el
aumento simultaneo del nivel de dependencia y la independencia del individuo, el
aumento simultáneo del anonimato y la intimidad en las relaciones interpersonales
como las causas de diferenciación entre los individuos. 8

Pero a pesar de la ambigüedad que resuena en la teoría del urbanismo de Simmel, es definitiva
en una materia. La frase final del ensayo contiene el recordatorio de que: “no es nuestra tarea
acusar o perdonar, sino comprender” 9 a la ciudad como una entidad. El grado hasta el que el
propio Simmel adhirió a este precepto es tratado en las siguientes secciones.
Cuadro I

Unidad de comparación Modo de Vida Urbano Modo Tradicional de Vida

Red de agrupación Grandes cadenas Pequeños círculos

Sistema económico Producción de mercancías y Producción para la subsistencia

dominante economía monetaria. y economía de trueque

Acentuada división del

trabajo

Problema económico Lucha con el hombre Lucha con la naturaleza

central (satisfacer necesidades (Satisfacer necesidades

creadas o artificiales) primarias)

Relación del consumidor Orientación a los valores de Sensibilidad a las diferencias

con el producto cambio. Actitud de hastío Consumo de los productos

hacia las cosas. Consumo de primarios

productos finales

8
En este último aspecto, la apreciación del valor que se asigna a la privacidad en la ciudad, es uno de los
pocos pensamientos básicos sobre el urbanismo en La Filosofía del Dinero que Simmel no mencionó en
su conferencia de Dresde. Aparte de esa diferencia, “La metrópoli y la vida mental” se puede leer como
un resumen sintético de la segunda parte de su obra magna. Ver Otthein Rammstedt, “Simmels
Philosophie des Geldes,” en Jeff Kintzelé and Peter Schneider, eds., Georg Simmels Philosophie des
Geldes (Frankfurt am Main,1995), 34.
9
Georg Simmel, “The Metropolis and Mental Life” (1903, trans. byH.H. Gerth and C. Wright Mills), en
Kurt H. Wolff, The Sociology of Georg Simmel (New York, 1964), 424.

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Relación entre consumidor Dependencia de mucha Dependencia de algunas

y productor gente que el consumidor personas que el consumidor

desconoce. conoce.

Positivo: predictibilidad Positivo: espacio libre para

Negativo: inexorabilidad juzgar

Negativo: arbitrariedad

Socialización Breves y raleados Largos y frecuentes encuentros

encuentros Solidaridad

Leve aversión a la sociedad

Provecho para los Libertad individual Apoyo colectivo

individuos

Peligros para el individuo Aislamiento social Coerción colectiva

Homogeneización de la Adaptación a Adaptación a las normas del

gente procedimientos formales grupo

(ej. Puntualidad)

Diferenciación de la gente Exhibición de la Conocimiento de la

individualidad en público individualidad dentro del grupo

Ritmo de Vida Tiempo de contrastes y de Lentitud, Uniformidad,

cambio incesante, vértigo Permanencia

de actividad, nerviosismo

Patrones de personalidad Intelectualidad, tolerancia, Emocionalidad, permanencia

flexibilidad para el cambio del carácter

de roles (simulación)

Horizonte de vida Lo cercano está lejos y lo Lo cercano está cerca y lo lejano

lejano esta cerca. está lejos. Provincialismo

Cosmopolitismo

Las áreas del desperfecto en el comienzo del siglo XX


Como Berlín se convirtió en un centro de comercio, de la banca y de las finanzas, los viejos
barrios residenciales del centro de la ciudad tuvieron que dar paso a nuevos edificios
comerciales. Después de la concreción del Segundo Imperio Alemán en 1871, la fuerza de

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trabajo emigró a la ciudad. Un contingente de migrantes, sobre todo procedentes de la parte


oriental del país, llegó buscando empleos en los nuevos complejos industriales ubicados en las
afueras de la capital. Para hacer frente al problema de la vivienda cada vez más urgente, fue
necesario recurrir a un tipo de alojamiento ya presentado por Federico el Grande que iba a
convertirse en una marca de la modernidad en Berlín: los conventillos (mietskasernen). En 1908,
Albert Südekum, diputado del Partido Socialdemócrata Alemán publicó un informe que
resume los resultados que resumen sus “viajes de investigación” a los barrios proletarios en la
parte norte de la ciudad. El comenzó describiendo y examinando el alojamiento de las masas
en el bloque delimitado por Müllerstraße y Reinickendorfer Strasse. Sûdekum acompañó a un
médico amigo a ver a una pareja que tenía que compartir una habitación cocina con sus tres
hijos. Era una tarde húmeda y calurosa de agosto, y el hedor en el conventillo era miserable:

El olor de los pañales es típico de las viviendas proletarias. Y al igual que la


mayoría de los niños pequeños contribuyen al mal aire, también lo sufren en
su mayoría. Lo que empuja al padre al bar y al niño a la tumba. El infierno es un
lugar fétido y sin amor. 10

La composición de Sûdekum sobre el material empírico llama la atención acerca de la


influencia de su amigo de toda la vida, el sociólogo Ferdinand Tônnies. Una de las formas en
que Sûdekum demostró la representatividad de los reportes de sus casos individuales fue citar
las estadísticas de un médico escolar, según las cuales casi la mitad de todos los niños
escolarizados en Berlín debió dormir en una habitación con más de tres personas. 11 Estos otros
no eran necesariamente miembros de la familia. En muchos casos, eran personas (Schalfleute)
con los que los trabajadores y sus familias tuvieron que compartir sus viviendas por no poder
pagar un alquiler completo por su cuenta. No hace falta mucha empatía para imaginar que la
mayoría de los atributos que Simmel consideraba como característicos de la vida urbana: una
mayor independencia del individuo, la “elaboración de la individualidad”, un exceso de bienes
que hicieron la vida “infinitamente más fácil” 12 aplica como máximo sobre una cuarta parte de
Berlín, y en nada a las comunidades involuntarias y poco confortables de los conventillos.

Para Sûdekum, el aumento de la “auto-responsabilidad de la persona” en los tiempos


modernos fue una de las “frases trilladas de Manchester”. 13 Como político local, escuchó que la
mayoría de los representantes de la ciudad consideraba a la lucha contra la pobreza como un
asunto y una estrategia policial. Aludiendo a Nietzsche, Sûdekum refirió a su propio informe
sobre las condiciones en los suburbios como consideraciones intempestivas, por lo que él quería
decir que la preocupación pública con “las condiciones miserables de vivienda urbana” ya
habían pasado de moda. El sarcasmo impregnaba su comentario acerca de la respuesta de los
intelectuales a la situación de los barrios obreros y sobre su influencia en todo el desarrollo de
la discusión sobre el problema social:
Por un tiempo se ponen al día con el “problema de la vivienda”, también,
aunque preferentemente en el East End de Londres o Bowery de Nueva York,
como si esto fuera menos importante en Berlín, en Schunenviertel o
Recklinghausen! Eso es sólo como son las cosas. No sólo saben estas personas

10
Albert Südekum, Großstädtisches Wohnungselend, Großstadt-Dokumente, vol. 45 (Berlin, 1908), 34.
11
Ibid., 46.
12
Simmel, “Metropolis and Mental Life,” 422.
13
Südekum, Großstädtisches Wohnungselend, 7.

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menos de lo que está delante de nuestras narices, sino que no hacen


absolutamente nada por familiarizarse con esos problemas directos,
cotidianos y locales. 14

Lo que está cerca está lejos, lo que está lejos está cerca. Tomando lo que Simmel escribió sobre
el horizonte de la vida del habitante urbano, Sûdekum lo transfirió al nivel de la política social,
llevando a casa el frío clima social imperante en Berlín en esos 15 años. 15

El reproche sobre el interés efímero por la desigualdad propia de una ciudad también aplica al
sociólogo Simmel. Alrededor de 1890, se solidariza por un tiempo con el Partido
Socialdemócrata y, bajo un seudónimo, presenta artículos en revistas que comparten y
difunden el punto de vista del partido. “Rebeliones juveniles”, así calificó años después a esta
experiencia. 16 A diferencia de otros intelectuales de Berlín que pasaron a la siguiente moda
filosófica después de una fase de solidaridad con el proletariado, Simmel ofreció
retroactivamente una explicación de su ignorancia:

El contacto personal entre la gente educada y los trabajadores a menudo


defendido con tanto vigor para el desarrollo social del presente, el
acercamiento de dos mundos “de los cuales uno no sabe cómo vive el otro”, por
el que también abogaron las clases educadas como un ideal ético, fracasa
simplemente por el carácter insuperable de las impresiones del olor. 17

En opinión de Simmel, pedir a las clases educadas hacer el bien y sacrificar la comodidad
personal, dejar de lado la “langosta, lawn-tennis y sillones reclinables”, es más fácil que pedirles
participar del “contacto físico con gente a la que” el sudor del trabajo honesto se aferra. La
cuestión social no es sólo una cuestión ética, sino también una cuestión de olor. (eine
Nasenfrage). 18

Simmel no escribió su comentario Sociología de los sentidos desde el punto de vista, o mejor,
desde la dirección del viento enfocada a una persona con olor a sudor, sino de la posición de la
persona que se encuentra disgustada por ese olor. Lo que escribió sobre las afectaciones de la
gente educada que enfoca la realidad con “los dedos retraídos” a lo sumo se puede leer como
información autobiográfica. Esta sugerencia bajo ningún punto de vista pretende ser una
denuncia. Después de todo, los pensamientos de Simmel sobre la conexión entre el “miedo al
contacto” y la pérdida de la realidad ofrecen una respuesta auténtica a la cuestión
metodológica fundamental de los efectos que el observador proyectó sobre los objetos de
observación y que influencia tiene esta reacción en el proceso de conocimiento. 19 Pero cuando
uno interpreta la manifestación de disgusto cognitivamente, no moralmente, surge una

14
Ibid., 6.
15
En la material y a veces en el tono, Südekum ridiculiza a “los amantes del jugo de frambuesa”, evoca al
Tom Wolf de la joven radicalidad de la alta sociedad de Nueva York de fines de los 1960. Tom Wolf
Radical Chic & Mau-Mauing the Flak Catchers (New York, 1970).
16
Klaus Christian Köhnke, Der junge Simmel in Theoriebeziehungen und sozialen Bewegungen
(Frankfurt am Main, 1996), 23-24.
17
Georg Simmel, “Sociology of the Senses” (1907, trans. by Mark Ritter and David Frisby), in David
Frisby and Mike Featherstone, eds., Simmel on Culture (London, 1997), 118.
18
Ibid. Ver también Georg Simmel, “Soziologische Ästhetik” (1896), in Georg Simmel, Gesamtausgabe
(GSG) (Frankfurt am Main, 1992), vol. 5, 205.
19
Georges Devereux, From Anxiety to Method in the Behavioral Sciences (Paris, 1967).

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contradicción. Aunque Simmel destacó la selectividad inherente a la percepción, que resulta de


la percepción del “énfasis en el agrado y desagrado”, hace alegremente de su propia
hipersensibilidad el criterio de la modernidad. “El hombre moderno está conmocionado por
innumerables cosas, e innumerables cosas parecen intolerables a su (sic) que sentidos menos
diferenciados, más robustos modos de sensibilidad tolerarían sin ningún tipo de reacción.” 20
El refinamiento del gusto y cuidado, el rechazo algo aséptico de lo que se siente como
antiestético es lo que Simmel observó como moderno. Los habitantes de las viviendas fueron
furtivamente excluidos de la humanidad moderna. La vida en el olor, el ruido y la suciedad
apareció como algo pre-moderno o, como Südekum bien dijo, “fuera de temporada”.

Moderna cultura de atracciones


La miseria existía sólo a unas cuadras de distancia, sin embargo, parecía estar en un planeta
diferente, era algo con lo que el joven Simmel se familiarizó a través de los dramas literarios y
novelas del naturalismo alemán. Después de presenciar una actuación de Gerhart Hauptmann
en 1892 de Los Tejedores para el Círculo de Intelectuales de Berlín, subrayó la utilidad de esta
pieza teatral para la “educación social”. Esta apreciación no hizo más que incrementarse tras la
decisión de censurar la obra, tomada por la autoridades poco después.

La policía permitió la performance sólo para una asociación privada (y) las
escenificaciones públicas son prohibidas. Año tras año, sin embargo, dejan en
el Berlín Residenz Theatre realizar la bufonería francesa más vulgar, lo que le
permite ejercer sus efectos educativos en nuestro pueblo a través de excitantes
sensaciones sexuales y la concentración de los intereses de toda la vida en los
placeres concomitantes. Sobre figuras de cera hay permiso para mostrar al
público una serie de actos sangrientos bajo el título “para los espectadores con
nervios de acero”, con ello se embrutece sistemáticamente a los jóvenes, que
están interesados en ellas, se engendra una lujuria desenfrenada por la
crueldad y se reproduce en los seres humanos el instinto del animal salvaje. 21

Para mostrar el carácter absurdo de la censura del drama de los trabajadores, este pasaje
escrito por Simmel reproduce los clichés de la crítica cultural de su tiempo. Esta crítica puede
ser leída como una respuesta a la cuestión de lo que los individuos hacen con la libertad
otorgada por la relajación de los controles sociales en el anonimato de la ciudad. Las elites
conservadoras del imperio, como los grandes terratenientes y los clérigos, estaban convencidos
de que los habitantes urbanos usarían su libertad para la aventura criminal y sexual 22. Para el
crédito de los delincuentes, sin embargo, se reconocía que se desvían de la ruta de la virtud por
su propia decisión. Se reconoció que habían sido seducidos por una cultura de diversiones
recién surgida que comprende, desde la decoración sutil de los grandes almacenes hasta el
desfile de las tentaciones femeninas en los escenarios de vodevil. El teatro Residentz y el
Museo de Cera de los hermanos Castan eran atracciones emblemáticas de la temprana
industria cultural berlinesa, que se reconvirtió en los dorados años 1920s.

20
Georg Simmel, “Sociology of the Senses,” 117-19.
21
Georg Simmel, “Gerhart Hauptmanns ‘Weber’ ” (1892), in Werner Jung, ed., Georg Simmel: Vom
Wesen der Moderne (Hamburg, 1990), 166.
22
Ralf Stremmel, Modell und Moloch. Berlin in der Wahrnehmung deutscher Politiker vom Ende des 19.
Jahrhunderts bis zum Zweiten Weltkrieg (Bonn, 1992), 100-104.

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El escándalo alrededor del censura de Los tejedores en 1892 no fue la única ocasión en la que
Simmel utilizó el patrón de estímulo-respuesta para modelar el efecto que los nuevos tipos de
desvío tenían en su público. Su poca simpatía por “el esplendor hueco de las diversiones
modernas” estalló en una diatriba titulada “Infelices possidentes” (La propiedad de los
fracasados) que Simmel publicó bajo el seudónimo de Paul Liesegang en 1893. Los templos del
entretenimiento ligero como el Apollo Theater de Berlín y el Teatro Ronach en Viena fueron
retratados por Simmel como incubadoras de infección donde el furor por el placer se extendía
como una epidemia por toda la población.

El aspecto terrible y la tragedia de esa dominación por la poca profundidad y lo


común es que no sólo se apodera de los de mala o pobre disposición, a los que
obviamente haría ceder, sino que también afecta a los poseedores de las
mejores y más nobles. 23

Simmel observó las causas de esta susceptibilidad en la intensificación y la monotonía del


trabajo. La concentración compulsiva en la vida laboral, afirmó, fue compensada por el desvío
compulsivo durante el tiempo libre. Como Simmel lo percibió, este patrón de comportamiento
es particularmente cierto en las personas de buen nivel económico, que eran capaces de pagar
todo, pero apenas si podían disfrutar realmente de nada. El trabajador, para quien la entrada a
los palacios del placer de Friedrichstradt estaba fuera de su alcance, se supone, no obstante,
podía ser consolado por el conocimiento de la jeunesse dorée (juventud dorada) del tipo de fin-de-
siècle que sólo trató de camuflar su vacío interior por medio de la opulencia externa.

Simmel cree haber reconocido la naturaleza contagiosa de este “ansia de placer” (genußsucht)
también en su capacidad para entrar en erupción en contextos sociales que no tienen nada que
ver con el entretenimiento a primera vista. La Exposición Comercial de Berlín de 1896, por
ejemplo, no era de ninguna manera exclusivamente una feria comercial ni un escaparate de la
destreza industrial alemana. Lo que surgió en los terrenos del Parque Treptower, a orillas del
río Spree era una Disneylandia prusiana con un nostálgico pueblo pequeño, una pieza llamada
Old Berlín, un telescopio gigante y un panorama de los Alpes; un modelo de la pirámide de
Keops de 36 metros con ascensor incorporado y un ensamble artificial para la estadística de las
batalles navales, destacando las que fueron ganadas por la flota alemana, el orgullo del
emperador Guillermo II. 24 Simmel contrastó el “estilo exposición” con el “estilo monumental”
en la arquitectura contemporánea y observó la prueba de su “productividad estética” en la
forma en que los edificios en el recinto ferial llamaban la atención sobre su propia fugacidad,
donde momentáneamente sucumbieron a la lógica característica de esta forma temprana de la
cultura pop. 25

No obstante, el tenor sociológico del folletín de Simmel fue diferente. La organización de todos
los productos imaginables en un conjunto gigantesco llevó a una “parálisis de los sentidos” de
Simmel cuando visitó la exposición. Los creadores de la exposición transfieren la dimensión

23
Georg Simmel, “Infelices possidentes!” (1893, trans. by Mark Ritter and David Frisby), in David
Frisby and Mike Featherstone, eds., Simmel on Culture, 261.
24
Paul Thiel, “Berlin präsentiert sich der Welt. Die Treptower Gewerbeausstellung 1896,” in Jochen
Boberg, Tilman Fichter, and Eckhart Gillen, eds., DieMetropole. Industriekultur in Berlin im 20.
Jahrhundert (Munich, 1986), 16-27.
25
Georg Simmel, “The Berlin Trade Exhibition” (1896, trans. by Sam Whimster), Theory, Culture, &
Society 8 (1991): 121.

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estimulante de lo que es lo urbano –“la riqueza y variedad de impresiones fugaces”, para un


entorno de medios de comunicación. Simmel el espectador se sentía como alguien que hace
zapping entre los programas y canales de televisión por cable por primera vez. Y no le gustaba
lo que veía. “Todo sentimiento fina y sensible, sin embargo, es violado y parece trastornado por
el efecto de la masa de la mercancía ofrecida. 26”. También admitió que el efecto de la cantidad
masiva de hecho puede ser experimentada por personas menos sensibles como “diversión”.
Señaló el gran cuidado invertido en el diseño y la decoración ya que en la “lucha por el
consumidor”, lo principal era cada vez más la “calidad del escaparate de las cosas” 27 Para
Simmel, la economía demostró en este sentido ser una superestructura de psicología
cognitiva. Traducido libremente, “No hay negocio sin espectáculo”.

Sólo las personas que ya están saciadas pueden ser inducidas a seguir consumidas por el mero
brillo del glamour. Por lo tanto se puede suponer que Simmel tuvo la más rica sociedad en
mente cuando criticó a los “esclavos de los productos”, que han perdido el contacto con su yo
interior a causa de “hábitos interminables, distracciones interminables y necesidades
superficiales sin fin.” 28 En esta crítica de decadencia, también, Simmel se basó en un cliché
común alrededor del cambio de siglo. Uno de los personajes más odiados para tomar la etapa
de la vida social alemana en la era después de 1870 fue el advenedizo. Según una declaración
ampliamente citada por Walther Rathaneau, al Berlín moderno se lo consideró no sólo como
“una ciudad advenediza entre las capitales europeas”, sino también “una capital de
advenedizos”. 29 Los ganadores de la modernización fueron los fundadores de empresas, los
ingenieros y ejecutivos junto a los científicos naturales y los medios intelectuales. De hecho,
había muchos nuevos ricos en Berlín por entonces, y Simmel que había heredado una suma
significativa después de la muerte de su tío, Julio Friedländer, fue capaz de describir con
bastante precisión lo que es la posesión repentina de dinero.

Mientras que no estamos todavía en condiciones de comprar cosas, ellas nos


afectan con su particular y distintivo encanto. En cuanto podemos adquirirlas
fácilmente con nuestro dinero, esos encantos se desvanecen, no solo porque
ahora las poseemos y podemos disfrutar de ellas, sino también porque las
adquirimos mediante un método indiferente (intercambio monetario) que
borra su valor específico. 30

Téngase en cuenta, sin embargo, que la crítica de Simmel de este embotamiento total de la
capacidad de discriminar, esta actitud displicente, se dirige únicamente a las personas
acomodadas cuyo consumo ya no se proyecta sobre cualquier necesidad que pudiera ser
tomada en serio, como el desarrollo del carácter. Estaba destinada a un consumo que había
degenerado en un fin en sí mismo, en un mero consumismo. 31 Declarar esta forma distintiva
de la actitud displicente como un rasgo universal de la vida urbana, muestra claramente hasta
qué punto la imagen de la ciudad de Simmel fue formada a partir del Berlín del West End,

26
Ibid., 119-20.
27
Ibid., 122.
28
Simmel, Philosophy of Money, 483.
29
Walther Rathenau, “Die schönste Stadt der Welt,” in Jürgen Schutte and Peter Sprengel, eds., Die
Berliner Moderne 1885-1914 (Stuttgart, 1987), 100.
30
Simmel, Philosophy of Money, 257.
31
The blasé people whom Simmel identified as a type thus have nothing to do with colloquial expressions
might be associated with this label, say, an “arrogant snot,” or someone fixated on being “cool.”

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donde el sociólogo pasó la mayor parte de su vida. Si Berlín fue la capital de los advenedizos en
ese momento, entonces, la parte occidental de la ciudad era el centro muerto. 32 Para Simmel,
los nuevos ricos de los barrios del oeste de Berlín eran la superficialidad encarnada.
Recordando también lo que Simmel señaló como la “excitación de los sentidos” 33 por
indecentes letreros iluminados y el impacto olfativo de las masas populares, uno empieza a
sospechar que no se puede haber sentido por completo a sus anchas en su parte de la ciudad.
Como era de esperar, se consideró como un “golpe maestro” de Richard Wagner la decisión de
trasladar la representación de sus operas de la ciudad bávara de Beyreuth, en opinión de
Simmel la gravedad de su arte realmente podía apreciarse sólo en un lugar alejado de la vida
moderna. 34 También Simmel buscó un lugar para refugiarse fuera de la gran ciudad.

Del hielo eterno a la ciudad eterna


El berlinés Simmel tenía una relación muy especial con los Alpes. Una y otra vez buscó la
soledad de las montañas suizas con su familia para dedicarse a la escritura en paz. Algunos de
sus textos se dice que sugieren sus orígenes alpinos, por ejemplo, hablan de los “picos más
altos” que el autor se dispuso a escalar en la historia del pensamiento. Sin embargo, las
montañas eran para Simmel algo más que un telón de fondo y un símbolo de su propio
pensamiento. Le ayudaron de modo penetrante en su exploración de la experiencia del
contraste, le ayudaron a lograr una “sensación de estar entregado” a la superficialidad del
mundo cotidiano. 35 Fue principalmente el “paisaje absoluto”, ahistórico, “de las regiones
glaciares lo que lo embelesaba”. En la Filosofía del Dinero, trasmitió la intensidad de esta
experiencia de la naturaleza como un sistema de la modernidad, como un modo de percepción
específica del urbanista. Como explicó Simmel, el lazo que los habitantes del campo tienen con
la naturaleza es precisamente lo que hizo imposible para ellos ver un paisaje desde una
perspectiva puramente estética. 36

El idilio en las montañas alpinas suizas comenzó a nublarse en la década de 1890. Nuevas calles
y conexiones ferroviarias trajeron más y más habitantes de la ciudad a las zonas remotas cerca
de Murren y Wengen. Simmel protestó porque el turismo alpino se convertía en una “apertura
mayor hacia arriba”. Molesto, añadió:

La concentración y la convergencia de las masas coloridas, sin embargo, en su


conjunto sugieren una sensibilidad un poco incolora para nosotros. Como
todos los promedios sociales este deprime al eliminar a los valores más altos y
más finos sin elevar los que están en la base en el mismo grado. 37

El filósofo huyo de la ciudad, pero la ciudad le persiguió. Los temerarios partidarios del club de
alpinismo eran un escándalo para Simmel: “porque por el simple deleite estético corren un
fuerte riesgo de vida.” 38 En el análisis final, la adicción a la búsqueda de placer por el que había

32
Edmund Edel, Neu-Berlin, Großstadt-Dokumente (Berlin, 1908), vol. 50.
33
Simmel, “Infelices possidentes!” 259.
34
Ibid., 260.
35
Georg Simmel, “Die Alpen” (1918), in GSG, vol. 14 (1996), 296-97.
36
Simmel, Philosophy of Money, 478.
37
Georg Simmel, “The Alpine Journey” (1895, trans. by Sam Whimster), Theory, Culture,&Society 8
(1991): 95.
38
Ibid., 97.

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criticado al consumidor sin sentido de vuelta a casa, fue la misma enfermedad de la que luego
reprendió a los alpinistas. Con sus palabras, “los que están en la base” (den niedring Veranlagte),
no se refería a los trabajadores, que en 1900 aún no podían permitirse ningún viaje alpino, sino
a los advenedizos de vacaciones.

La crítica de Simmel de la cultura vacacional sugiere una disputa familiar, con su hermano
mayor Eugen que había publicado un libro titulado Paseos por los Alpes, que narraba las historias
de las expediciones alpinas del Club de Berlín. 39 El capítulo final del libro contiene fotografías
de “tumbas heladas” en las que yacen los cadáveres de la Erlebnisgesellschaft de hoy (sociedad
orientada hacia el enriquecimiento de la experiencia personal). A pesar de, o más bien
precisamente por, tales desgracias, Eugen Simmel trató de negar la aparición sensacionalista y
presentar al montañismo como una experiencia educativa única. Con la Crítica del Juicio de
Kant en su mochila, Eugen Subió el Piz Bernina y disertó sobre la fortaleza y la valentía frente a
las fuerzas naturales. Esta solicitud educativa no halló ninguna empatía en su hermano. El
experto de la familia en Kant afirmó categóricamente que la experiencia de la naturaleza era
demasiado breve para contribuir a un enriquecimiento permanente de la vida intelectual. “El
porcentaje de enriquecimiento que una vista de los altos Alpes da es seguido muy rápidamente
por el retorno al estado de ánimo mundano.” 40 La superficialidad de los recorridos alpinos
sería inmediatamente clara si se comparara con una experiencia verdaderamente educativa
como los antiguos viajes a Italia. 41

En 1898, Georg Simmel visitó Roma por primera vez desde su juventud. Los temas de los que se
iba a ocupar, cinco años más tarde, en su conferencia titulada “La metrópoli y la vida mental”
no aparecen en su informe de viaje. Como subrayó el subtítulo del informe, las observaciones
de Simmel no conformaron un análisis sociológico sino uno estético. Para Simmel, la estética
de la capital italiana permite que los datos dispares de la estructura urbana encajen en una
totalidad armónica. En una nota a pie, afirmó que debía esta impresión holística, a un ámbito
delimitado cuidadosamente: “Puede pasar por alto las partes de Roma que son de una
modernidad y una atrocidad igualmente sin tregua. Afortunadamente, con un poco de cautela
es evidente que serán de poco o ningún interés para el extranjero” 42. Roma era (¿y es?) el
parangón de la ciudad antigua, mientras Berlín entonces (¿como ahora?) es percibida como la
construcción de un sitio gigante. 43 Una de las representaciones más influentes de Berlín como
una ciudad de probeta sin tradición se encuentra en el bello libro de Julius Langbehn
Rembrandt de Als Erizeiher (Rembrandt como Educador). Revisando este éxito de librerías de
1890, Simmel vuelve a mostrar que su autor carecía de una perspectiva de orden superior.
Mientras que el ojo se fija en tal o cual fenómeno discreto del modernismo, “a uno le gustaría
pensar que los teléfonos, los ferrocarriles de montaña, las chimeneas de las fábricas, y un
sinfín de calles monótonas de la ciudad bordeadas por casas son las cosas más antipoéticas del
mundo.” 44 Sin embargo, ocho años más tarde, adoptó la postura de Langbehn y ya no fue capaz

39
Eugen Simmel, Spaziergänge in den Alpen (Leipzig, 1880).
40
Georg Simmel, “Alpine Journey,” 96.
41
Esta es una allusion al Diario Italiano de Goethe (published 1816-1817).
42
Georg Simmel, “Rom. Eine ästhetische Analyse” (1898), in GSG, vol. 5 (1992), 303.
43
Ralf Thies and Dietmar Jazbinsek, “Berlin-das europäische Chicago. Über ein Leitmotiv der
Amerikanisierungsdebatte zu Beginn des 20. Jahrhunderts,” in Clemens Zimmermannand Jürgen
Reulecke, eds., Die Stadt als Moloch? Das Land als Kraftquell? (Berlin, 1999), 53-94.
44
Georg Simmel, “Rembrandt als Erzieher” (1890), in GSG, vol. 1 (1999), 237.

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de ver los teléfonos, las chimeneas de las fábricas, o las calles de asfalto como las
manifestaciones de la “poesía arraigada en la realidad,”

El texto de Simmel sobre Roma se ocupa de lo que echa de menos en casa, lo que lo “oprime”
allí. 45 A la vista de las ruinas romanas, el presente se funde con el pasado a los ojos de su
espectador berlinés. El panorama de la ciudad eterna evoca en él una sensación similar a la
provocada por la visión de los hielos eternos: ser “libre de todo aquí y ahora”. Pero en el mismo
momento Simmel declara —en el típico pathos del período— cómo superar la emoción, su
campo de visión prístino es manchado por ese elemento irritante, un turista. Aunque Simmel
también es turista, el está seguro de no ser el “típico viajero del placer”. Ya habiéndose sentido
desagradablemente afectado por los seres humanos de esta especie, Simmel los encuentra
“más estilísticamente incongruentes e intolerables en Roma que cualquier otra cosa.” 46 Lo
típico acerca de los viajeros de placer típicos es que sólo prestan atención a las visitas
individuales: “La conciencia subhumana y primitiva se ha quedado atascada en el aislamiento
de las nociones; el signo más elevado (la conciencia humana) y la prueba de su libertad y su
supremacía es que encuentra conexiones entre los detalles.” 47

Tampoco Simmel ahorró indignación respecto a “la conciencia humana primitiva”, durante
sus descansos semestrales habitualmente pasados en Florencia. A partir de guías de viaje en
circulación alrededor del cambio de siglo, 48 uno recoge que las esculturas de Miguel Ángel en la
tumba de la familia Medici en Florencia y junto a los mostos de la región Toscana fueron
visitados por la fracción educada de la clase media alemana. Simmel, un admirador de Miguel
Ángel, fue por lo tanto incapaz de entregarse al goce del arte en ese contexto. En una entrada
de su diario, tras un evento social producido el 3 de octubre de 1903, el historiador Kurt Breysig
señaló, “Simmel se queja del público de los museos, 7 minutos y medio en la Capilla Sixtina
significa: sin embargo tiene un dejo de belleza.” 49 La causa del profundo resentimiento que el
sociólogo Simmel sentía hacia la capital alemana podía deberse a que no importa adónde
escapara, siempre terminaba topándose con sus queridos vecinos de Berlín.

Julius Bab estudiante de Simmel y la serie Großstadt-Dokumente (Documentos de la Ciudad)


Sin poder superar la categoría de profesor asociado (extraordinario) en la Real Universidad
Friedrich-Wihelm de Berlín, Simmel aceptó una cátedra en la Universidad de Estrasburgo en
abril de 1914. Cuando la noticia de su partida inminente se hizo pública, la revista Die Gegenwart
publicó su editorial “Berlín sin Simmel”, lamentando que la ciudad estuviera “perdiendo a uno
de sus más enérgicas fuerzas, un académico verdaderamente extraordinario al que una docena
de profesores no podrían reemplazar”. Simmel y su familia estuvieron muy complacidos con el
artículo, a pesar de que fortaleció sus dudas no hizo declinar la decisión de dejar Berlín y
marchar a las provincias. 50 El autor del artículo, un crítico teatral de 34 años de edad, Julius

45
Simmel, “Rom,” 308.
46
Ibid., 306.
47
Ibid., 309.
48
Ver, por ejemplo, las varias ediciones de Grieben “Ober-Italien” (northern Italy).
49
Manuscrito “Kurt Breysig,” en Staatsbibliothek Berlin, NL 125 (Michael Landmann), caja1.
50
Hans Simmel, “Auszüge aus den Lebenserinnerungen,” 226.

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Bab, había asistido regularmente a las conferencias de Simmel como estudiante y había
mantenido relaciones amistosas con su maestro en los años siguientes. 51

Bab se había hecho conocido por la publicación en 1904 de su retrato de la bohemia de Berlín. 52
Mientras un año antes, la famosa conferencia de Simmel había caracterizado a las ciudades y a
Berlín como lugares en los que las “peculiaridades más tendenciosas” del egoísmo
prosperaron, Bab notó cuan poco había avanzado el cultivo de lo excéntrico en Alemania. Bab
fue amigo personal de “probablemente el más visiblemente deteriorado y rebelde” 53 de los
bohemios de Berlín, el anarquista Enrich Mühsam. Bab afirmó que el egocentrismo de los
“gitanos culturales”, como Mühsam, adquiere una nueva dimensión en la ciudad: porque los
solitarios pueden unirse allí en una comunidad:

“La bohemia es un niño de la ciudad, concebido y nacido de centro de tesis de


la cultura moderna, que se esfuerzan por reunir todos los talentos dentro de
ellos… Siempre ha habido bohemios individuales, una “bohemia” sólo existe
desde el advenimiento de la metrópolis moderna.” 54

Sólo en una ciudad de millones el número de disidentes alcanza el nivel necesario para
establecer sus propios lugares en reunión, las publicaciones, los rituales de grupo y estilo de
ropa.

Esta línea de pensamiento “puede ser obvio hoy en día, pero a principios del siglo XX,
resultaba inusual y confusa. La imagen predominante de la ciudad en Alemania en 1900 era la
del desorden. Tönnies, observador asociado al proceso de urbanización primariamente con la
discusión de las comunidades tradicionales. Simmel, también, postuló una pérdida de los lazos
comunitarios en la ciudad, pero yuxtapone ese proceso con ganancias en el nivel individual y
se aproxima a resultados mixtos. En contraste, Bab asocia la libertad individual como estilo de
vida con la aparición de nuevas formas modernas de conformación de grupos. Su juicio global
de la cultura urbana, es consecuentemente positivo sobre todo: porque otorga a las
comunidades externas una importante función social. No observaba motivo de censura en su
ataque a las “mentiras habituales y convenientes de la sociedad”. La destrucción creativa es a su
juicio el motor de la modernización.

Julius Bab consideraba la crónica de la bohemia de Berlín sólo en el boceto inicial, un “estudio
preliminar para una gran obra, históricamente crítica” 55 en la que quería estudiar
comunidades criminales y profesionales para determinar qué influencia ejerce la ciudad sobre
la búsqueda de la identidad entre los grupos marginados. Por tanto, Bab prevé un principio
que Claude S. Fischer elaboró 17 años después en su teoría del urbanismo subcultural. 56 La tesis
central de Fischer fue que las desviaciones de la norma en una aglomeración pueden adquirir

51
Ver por ejemplo, la carta de Simmel de reconsideración a Bab, 9 de julio de 1910, en Kurt Gassen and
Michael Landmann, eds., Buch des Dankes an Georg Simmel (Berlin, 1958), 107.
52
Julius Bab, Die Berliner Bohème, Großstadt-Dokumente (Berlin, 1904), vol. 2.
53
Ibid., 79.
54
Ibid., 40.
55
Ibid., 3.
56
Sin embargo, Bab quedó sin citar. Ver Claude S. Fischer, “Toward a Subcultural Theory of Urbanism,”
American Journal of Sociology 80 (May 1975): 1319-41.

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una “masa crítica”” cuando la misma cantidad de violaciones a las reglas se transforma en una
nueva cualidad, cualidad que es independiente de la subcultura. 57

Entre 1904 y 1908, cincuenta y un monografías aparecieron en esa serie, la que llevaba el título
de documentos de la ciudad (Großstadt-Dokumente). Su director, Hans Ostwald, eligió el estudio
sobre la bohemia como el segundo volumen después de que él mismo había explorado los
“rincones oscuros” de Berlín en el primer volumen, aunque sin intentar replantear una
posición teórica. 58 Esta decisión es interpretable como la indicación que hizo Ostwald de las
ideas de Bab sobre la sociología de los marginados para ser un esquema sistemático de un
proyecto de investigación urbana completo. Sin duda, la serie pasó a incluir estudios no sólo
sobre la subcultura de los bohemios, sino hasta de los jugadores, esoterismo, los proxenetas,
los atletas, los delincuentes profesionales, anarquistas y homosexuales. 59 Entre los cuarenta
autores que trabajaron en el proyecto, Ostwald fue rodeado de un grupo de académicos que
tuvieron contactos cercanos entre sí por sus mutuas pertenencias a los círculos artísticos,
departamentos de prensa, editoriales y asociaciones para la reforma social. Es este medio
intelectual de la bohemia de Berlín, es el que Julius Bab describió vívidamente. Cuál es la razón
de su contribución a la serie, se puede leer como un autorretrato de la comunidad de los
autores.

Al escribir sobre la ciudad, Simmel se limitó al segmento de la realidad que conocía de su


propio mundo cotidiano. Oswald y sus coautores, sin embargo, predicaron su trabajo sobre
una investigación sistemática en las áreas poco familiares de la ciudad, usando varios métodos
de observación y descripción que van desde excursiones a entrevistas biográficas y la
impresión de documentos personales. 60 La mayoría de esos procedimientos se clasifican hoy
como investigación social cualitativa, pero naturalismo sociológico parece un término más
apropiado para comunicar al mismo tiempo el pathos de autenticidad y la predilección por la
existencia de la marginalidad que fue reflejada en la serie Großstadt-Dokumente (Documentos
de la ciudad). De hecho, Emile Zola y los naturalistas alemanes ejercieron gran influencia en la
comunidad de autores de Berlín.

Dada la amplia gama de métodos y el espectro de temas del proyecto, es sumamente difícil
encontrar una empresa similar, en todo el temprano siglo XX, que pueda clasificarse en el
sentido amplio de investigación urbana. Lo más parecido a este trabajo se hizo en la Escuela de
Sociología Urbana de Chicago, que se inició aproximadamente una década más tarde, bajo la
dirección de Robert E. Park. , aunque la metodología involucrada fuera mucho más refinada y

57
Incluso si no hay diferencias estadísticamente significativas entre la población rural y urbana son
discernibles en términos de sexo y crimen, es probable que en la ciudad un cambio en la forma de la
sexualidad y la criminalidad. Supongo que fue este cambio el que suscitó el temor desenfrenado del sexo
y el crimen que se desencadenó en Berlín en virtud de su nueva existencia como importante centro
urbano.
58
Hans Ostwald, Dunkle Winkel in Berlin, Großstadt-Dokumente (Berlin, 1904), vol. 1.
59
La mayor sensación fue agitada en ese momento pro el informe titulado “El tercer sexo de Berlín”
(Berlins Drittes Geschlecht), en la que el sexólogo Magnus Hirschfeld visitó la escena homosexual de la
capital imperial y escribió un texto que contiene las historias del caso de un ginecólogo que escribía sobre
la homosexualidad femenina. Este último librofue prohibido por la corte de Berlín y posteriormente la
obra fue confiscada.
60
Un instructivo ejemplo de esta forma temprana de etnografía urbana es el estudio de Albert Südekum
sobre las condiciones de vida en las casas de alquiler (ver al tercera sección de este artículo), que apareció
como el volumen 45 de Großstadt-Dokumente.

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las teorías algo más sofisticadas. Existen numerosos hechos que indican que la serie de
Ostwald fue cuidadosamente estudiada por los fundadores de la Escuela de Chicago. 61 En la
famosa bibliografía de Louis Wirth de 1925 sobre la literatura científica sobre sociología
urbana, por ejemplo, el artículo de Bab aparece como una “contribución única a la vida mental
de la ciudad” 62. Más allá de este homenaje, casi todos los otros volúmenes individuales de la
serie Großstadt-Dokumente fueron listados y comentados, con Wirth exponiendo algunos de
sus leitmotiv y traduciéndolos a la terminología de la sociología urbana de Chicago. Al hacerlo,
Wirth abordó una tarea que no había sido descuidada por los autores de Berlín: la penetración
analítica de los “hechos materiales” lo que se extendió durante más de cinco mil página de
texto en los Großstadt-Dokumente. Lo que Park había hecho en Chicago con los prefacios de
los estudios clásicos de sus estudiantes de doctorado que van más allá de lo que hubiera sido
manejable en Berlín de Ostwaltd, quien era un orfebre de profesión y periodista autodidacta.
Oswaltd había confiado en que sus lectores lo liberarían de la labor de un análisis de síntesis.
Un pasaje característico expresa este enfoque en la introducción de Ostwald al volumen 33, en
el que sobre el diario de un convicto escribe: “Deliberadamente me abstengo de continuar el
comentario —pero espero que los psicólogos, criminólogos, sociólogos, políticos, filántropos y
misántropos apreciarán el valor de este documento y extraerán la pulpa de la cáscara.” 63

En términos puramente teóricos, Georg Simmel podría haber sido el sociólogo que hiciera el
trabajo, en particular por su contacto personal, a través de Julius Bab, con la comunidad de
autores de Berlín. 64 Sin embargo, siendo realistas, el proyecto de Ostwaltd llegó con por lo
menos diez años de retraso para Simmel. Para el momento en que el ensayo de su alumno fue
publicado, Simmel hacía tiempo había hecho el tránsito de “la participación social a un análisis
sociológico formal”, del naturalismo y la socialdemocracia al esteticismo y el círculo que
rodeaba a Stephan George, de la sociología a la metafísica. 65 Esto constituye un tremendo
contraste con la fascinación de Ostwaltd con la “diversidad de la vida de la ciudad”. 66 y la
aversión de Simmel hacia la “excitación de los sentidos y la intoxicación de los nervios”
berlinesa.

Esta diferencia es evidente, entre otras cosas, en el estilo de las tertulias que Simmel cultivaba
con sus amigos y conocidos del West End de Berlín. Parte de la etiqueta elegante en el salón de
Simmel significaba asegurar que la conversación evitara mencionar la ciudad que lo rodeaba.
Según lo informado por Elly Heuss-Knapp, un testigo de primera mano de los días en el
apartamento de Simmel en 1906: “Nunca se habla de lo que actualmente se ocupan en Berlín,

61
Dietmar Jazbinsek, Berward Joerges, and Ralf Thies, The Berlin “Großstadt-Dokumente”: A Forgotten
Precursor of the Chicago School of Sociology, Wissenschaftszentrum Berlin für Sozialforschung,
Discussion Paper FS II 01-502 (Berlin, 2001)
62
Wirth, “Bibliography of the Urban Community,” 188.
63
En el grupo de trabajo sobre estudios metropolitanos de las investigación en ciencias sociales de Berlín
(Wissenschaftszentrum Berlin für Sozialforschung) mis colegas y yo nos esforzamos por continuar donde
Louis Wirth se detuvo hace setenta y cinco años, la búsqueda del leitmotiv en el proyecto de Oswald de
investigación urbana. Aunque algunos de los volúmenes son frecuentemente citados, especialmente
Berlins Drittes Geschlecht de Magnus Hirschfeld, la serie en su conjunto fue olvidada después de la
Primera Guerra Mundial.
64
Una carta escrita por Simmel en 1913 y preservada en la Colección Julius Bab del Instituto Leo Baeck
en Nueva York indica que Bab mantuvo a Simmel informado sobre sus publicaciones.
65
Köhnke, Der junge Simmel, 144. Stefan George (1866-1933), uno de los más influyentes y exétricos
poetas de la sociedad Guillermina.
66
Ostwald, Dunkle Winkel in Berlin, 3.

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sino más bien de la retórica especial utilizada por los franceses en el Dauphine contra el norte
de Francia o de otras cosas que nadie más conoce. Me gusta escuchar.” 67 Estas palabras
expresan una vez más la idea de que lo que está cerca está lejos, y lo que está lejos está cerca.
Había otros salones exclusivos en Berlín a comienzos del siglo XX, pero Simmel consideraba
que sus formas de reunión eran más triviales, como subrayó en una invitación a Stephan
George, su huésped destacado: “El mundo de Berlín reposa en las cenas, las reuniones sociales
y otras cosas que uno puede comprar, y que hacen preferible una vida cada vez más tranquila y
concentrada.” 68 Para el resto del mundo, la gran ciudad se convirtió en nada más que un ruido
de fondo distante, ayudando a la elite intelectual a lograr una sensación más intensa de
distanciamiento del mundo. Ese puede ser el camino para un poeta de lo trascendental, pero,
¿lo es para un observador de la modernidad?

Babilonia Berlín durante la Gran Guerra

“1º de agosto, guerra! La mayor sorpresa de mi vida… El furor teutónico y la rabia se desataron
en mí.” 69 Esta entrada en las memorias que Hans Simmel escribió en el exilio americano
durante la Segunda Guerra Mundial describe la reacción de su padre hasta el estallido de la
Primera Guerra Mundial. Mientras la fuerza se lo permitió, Simmel, que cayó enfermo de
cáncer a finales de 1917 y comienzos de 1918, trató de contribuir inmaterialmente a la
autoafirmación del Imperio alemán en un mundo de enemigos. El trabajó hasta tarde por la
noche por encargo de la oficina de la censura en la oficina de telégrafos de Estrasburgo, dando
una mano en la propaganda extranjera y agitando contra la política francesa de represalia y
venganza y contra “el hambre inglés de oro”. En las giras de conferencias dentro de Alemania,
declaró su amor a la patria y brindó conferencias en el frente occidental.

El activismo de Simmel no difería notablemente del de otros sociólogos alemanes, que no


dudaron mucho tiempo en enrolarse voluntariamente en las patrullas de combate ideológico, 70
pero viniendo de un autor con una afición por las sutilezas tales como la moda y los cuencos de
sake, la crudeza beligerante resulta más sorprendente en Simmel que en otros representantes
del campo. Es aún más sorprendente que Sombart, Tönnies y Weber, quien, por todas sus
proclamas acerca de la libertad del juicio de valor, rara vez rechazó la oportunidad de
intervenir en un diario político. Con Simmel, el cambio de la teorización sobre el individuo

67
Manuscrito “Ellys Heuss-Knapp”, Staatsbibliothek Berlin, NL 125 (Michael Landmann), caja 1. Otra
regla de esta “forma lúdica de asociación” era que “a nadie se le perimitió llevar su idiosincrasia, los
problemas y las necesidades” (Margarete Susman, in Gassen and Landmann, Buch des Dankes, 281).
68
Carta de Georg Simmel a Stefan George, 9 Febrero de 1899. Stefan George archive, Würrtembergische
Landesbibliothek, Stuttgart.
69
. Hans Simmel, “Auszüge aus den Lebenserinnerungen,” 266.
70
Hans Joas, “Die Klassiker der Soziologie und der ErsteWeltkrieg,” inHans Joas and Helmut Steiner,
eds., Machtpolitischer Realismus und pazifistische Utopie: Krieg und Frieden in der Geschichte der
Sozialwissenschaften (Frankfurt am Main, 1989), 179-210. Sven Papcke, “Dienst am Sieg: Die
Sozialwissenschaften im ErstenWeltkrieg,” in Sven Papcke, ed., Vernunft und Chaos. Essays zur sozialen
Ideengeschichte (Frankfurt am Main, 1985), 125-42. Por cierto, la mayoría de los autores de Großstadt-
Dokumente se dejaron contagiar por patrioterismo alemán. Hans Ostwald trabajó en theWar de Prensa e
Información. Julius Babconcocted verso machista. Magnus Hirschfeld atacó a la "cultura de fumar."
Anglosajona De acuerdo con la historia escrita en la antigua República Democrática Alemana, Albert
Südekum, el etnógrafo de los conventillos, contribuyó en gran manera al estallido de la guerra mundial
dirigiendo la socialdemocracia alemana, junto con algunos otros "traidores a los trabajadores," hacia una
tregua con los militares y la aprobación de los créditos de guerra.

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hacia el enrolamiento en el frente nacional aparece como una ruptura radical con su propio
pasado. Los tonos patrióticos de sus escritos durante la guerra son nuevos en comparación con
el tenor de sus textos anteriores. Nunca usó para pensar lo que distingue el “teutonismo” del
“romanticismo” y nunca antes había tratado de diferenciar un verdadero “cosmopolitismo”
alemán del trotamundos “difuso que brota de lo extranjero”. 71 Tales frases sugieren que el
entusiasmo de Simmel por la guerra puede equipararse con un intellectus sacrificium
temporalmente localizable y que su trabajo se considerara esencialmente a salvo de las causas y
las consecuencias del militarismo alemán.

Esta conclusión equivale a una mala interpretación, como lo demuestra el primer discurso de
guerra de Simmel, brindado el 7 de noviembre de 1914, en Aubette Hall en Estrasburgo. Simmel
expresa su profundo alivio respecto a que la “época imperante desde 1870”, la era de la
modernidad de Berlín, había irrevocablemente llegado a su fin, se solazaba en la esperanza de
un renacimiento del pueblo alemán y de la cultura teutónica bajo la forma de un “hombre
nuevo”. Así como la guerra de 1870-1871 ayudó a la nación alemana a alcanzar su potencial
económico, la nueva guerra podría –según aseguró Simmel– liberar a la movilización de sus
reservas espirituales mediante la eliminación de uno de los males fundamentales de la
sociedad Guillermiana, el “mamonismo”, que él define como “el culto al dinero y el valor
monetario de las cosas” 72. Mamonismo fue así nada más que una formulación más concisa de
la vieja convicción de Simmel, según la cual el dinero había dejado de ser un simple medio de
pago y se había hecho el propósito último de la existencia humana. Por otra parte, la
declaración “que esta desarrollo del becerro de oro en algo trascendente… se convirtió en una
endemia en todas nuestras grandes ciudades” debe sonar familiar a los lectores del ensayo de
1903 de Simmel sobre la ciudad. En la conferencia “La crisis de la cultura” que fue brindada en
enero de 1916, Simmel reiteró la misma idea básica de manera más sintética y abstracta: la vida
–protagonista en la metafísica de Simmel– finalmente se defiende contra su violación por la
mecánica de lo moderno. Con una claridad inconfundible afirmó en la nota final de la versión
impresa de la conferencia que: “los fundamentos de la historia cultural y las bases de una
filosofía histórica de estas consideraciones se describen en el fondo de su libro La filosofía del
dinero.” 73

Hasta dónde la equiparación de la guerra y la catarsis de Simmel, lo coloca lejos del mundo
conceptual de sus compatriotas, ya que Simmel basa sus esperanzas no sobre la posible
victoria sino sobre la posibilidad de que Alemania se empobreciera. Sorprendentemente,
Simmel fue persuadido de este último escenario en sólo cuatro meses tras el estallido de la
guerra. “Alemania será una pobre rezagada en comparación con el resto de Europa” 74. A partir
de 1917 la reedición de su primer texto sobre la guerra, suprime una parte: “incluso si con un
final feliz de la guerra recupera miles de millones”, para entonces un final feliz no era posible.
Desde el principio, hacer de una necesidad virtud había sido más importante para Simmel que
la victoria o la derrota. Las privaciones de la economía de guerra debían enseñar a Alemania
“una más sensible, menos displicente –incluso me atrevería a ir más lejos y decir reverente– en

71
Georg Simmel, “Die Dialektik des deutschen Geistes” (1917), in GSG, vol. 16 (1999), 36.
72
Georg Simmel, Deutschlands innere Wandlung (Straßburg, 1914), 6.
73
Georg Simmel, “Die Krisis der Kultur” (1917), in GSG, vol. 16 (1999), 53. Nota a pie ausente en la
edición inglesa. Ver Georg Simmel, “The Crisis of Culture” (trans. by D. E. Jenkinson), in David Frisby
and Mike Featherstone, eds., Simmel on Culture, 101.
74
Simmel, Deutschlands innere Wandlung, 5.

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relación con los productos que consumimos todos los días.” 75 El estado indica que la antipatía
de Simmel, como en sus textos anteriores a la guerra, se manifestó críticamente contra el
“ansia de placer” de las personas con una actitud displicente. Las personas que apenas podían
pagar los artículos más simples de consumo diario ya existían en Alemania en tiempos de paz,
pero ahora los que solían ser culpables de mamonismo se esperaba que sacrificaran lo que
apreciaban más de su dinero.

En febrero de 1915, Simmel pidió este sacrificio con el lanzamiento de una testaruda “campaña
de alimentos” que lo ocupó durante más de dos años. Su “sermón de Cuaresma” a los ricos, que
se distribuyó en los periódicos y revistas, establece la ley sobre la herejía que interpretó mal el
ahorro constituido: “Hoy en día, los ahorros y las ofertas está llevando a antiguos
consumidores de lenguado, alcachofas y filete de ternera a tener que comer pescadilla, col
blanca y la parte dura del asado.” 76 Los ejemplos varían: “gente que había utilizado para
ensalada la langosta, las zanahorias jóvenes y la perdiz estaban comiendo de pronto arenque
verde, zanahorias viejas y hash hecho de pulmón de ternera o vaquillona.” 77 Sin embargo, el
mensaje era el mismo: el que se podía permitir el alimento más caro debía seguir
consumiéndolo durante la guerra, de esa forma el resto de los alimentos de menor costo
podían estar a disposición para el resto de la población, para las otras categorías sociales de
consumidores.

Las cartillas de racionamiento de pan simbolizan la inutilidad de incluso la


mayor riqueza… Por fin a la gente otra vez se les pide economizar con la carne
y la mantequilla, el pan y la lana, por el bien de esos mismos productos. Este
cambio puede sonar simple, pero invierte totalmente el sentido del valor
económico que se ha alimentado durante siglos en el mundo civilizado. 78

El sentido de los valores económicos característicos de la economía de trueque es lo que se


suponía que iba finalmente a reafirmarse. Lo que Simmel el predicador cuaresmal tenía en
mente equivale a un racionamiento de la forma de vida tradicional 79 a escala urbana y en el
ámbito nacional.

La visión de Simmel no tuvo en cuenta el mundo cotidiano en las regiones de la retaguardia.


Cada persona con una ración de pan recibía ocho onzas de harina por día, lo cual, si se lo
estiraba con un aditivo de patata correspondía a un poco más de cuatro libras de pan. 80
Aproximadamente 800 mil personas, la mayoría de ellos en la capital, se calcula que han
muerto de hambre en Alemania durante los años del bloqueo económico de los aliados al país.
En medio de la guerra, la topografía de Berlín comenzó a des-urbanizarse, cuando a partir de
la emergencia de una economía de trueque se hizo cargo de las transacciones de la ciudad. Las

75
Simmel, “The Crisis of Culture,” 97-98.
76
Georg Simmel, “Die Umwertung derWerte. EinWort an dieWohlhabenden,” Frankfurter Zeitung,
March 5, 1915; Georg Simmel, “Eine Fastenpredigt. Von dem Opfer der Wohlhabenden,” Frankfurter
Zeitung, March 18, 1917.
77
Georg Simmel, “Geld und Nahrung” (1915), in GSG, vol. 13 (2000), 120.
78
Simmel, “The Crisis of Culture,” 97.
79
Los atributos asociados con el “modo tradicional de vida” están presentados en el Cuadro 1
80
En este punto y en los pasajes siguietnes, ver Dieter and Ruth Glatzer, Berliner Leben 1914-1918
(Berlin, 1983), 83-87, 202-10; Thierry Bonzon and Belinda Davis, “Feeding the Cities,” in JayWinter and
Jean Louis Robert, eds., Capital Cities at War: Paris, London, Berlin, 1914-1919 (Cambridge, UK,
1997), 305-41.

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papas se cultivaban en los parques y espacios abiertos, balcones fueron utilizados para el
cultivo de tomates y pollos y conejos fueron criados en los patios traseros. Las universidades
realizaron febriles experimentos con nuevos alimentos sintéticos, tales como la harina de
corteza de árbol finamente molida, polvo de pudín hecho de gluten y pimienta convertida en
ceniza. El déficit de la oferta abrió el camino para la creación de un mercado negro y una
economía sumergida. Sólo clientes solventes podían pagar los precios exorbitantes por bienes
adquiridos ilegalmente. Una versión en tiempo de guerra del advenedizo se levantó con el
especulador del mercado negro y el comercio en cadena. “Existía corrupción en todas partes,
pero sólo en Berlín emergió una forma de vida, poniendo de relieve la extrema desigualdad de
acceso a los alimentos en la capital alemana.” 81

En la lejana Estrasburgo, Georg Simmel, finalmente, también comenzó a observar las


condiciones catastróficas de su ciudad natal. En una nota a pie a una colección de artículos
publicados en el libro titulado Der Krieg und die Geistigen Entscheidungen (La guerra y las
decisiones de la mente), que apareció a mediados de 1917, admitió, “Los años de guerra que han
transcurrido mientras tanto, con la especulación y la sobrecarga, el acaparamiento y los
métodos de evasión del impuesto de guerra, han demostrado que no se puede hablar de
esfuerzo general, para superar el mamonismo.” 82 Pero aún entonces él todavía no podía
decidirse a renunciar a la idea de que la guerra pudiera lograr una “hazaña metafísica.” “La
guerra ha traído un enorme aumento de la intensidad de la vida, la gente maravillosa se han
vuelto aún más maravillosa y los bribones aún más despiadados.” Al mismo tiempo, la revisión
de sus expectativas originales se asoció con su radicación en una fantasía de aniquilación: “La
acogedora tranquilidad de la paz tal vez puede darse el lujo de pasar de largo frente a lo
superfluo, lo que está interiormente muerto (…) esto ya no es compatible con la tenacidad y
capacidad de decisión con que la guerra ha golpeado nuestra existencia” 83 Y más arriba en la
lista de lo que está interiormente muerta está la gente superflua de Simmel.
Simmel por lo tanto parecía haber intuido que la guerra no cumpliría su deseo de aniquilación.

Cuando trabajó sobre sí mismo por encima del “Viejo Adán mamonistico”, suena más como

una maldición que como filosofía. Su ira del Viejo Testamento no se refiere únicamente al

materialismo de las “clases adineradas”, sino también en la gran ciudad, en Berlín, donde la

cultura “sufrió el destino de la Torre de Babel” 84 y en la que “el becerro dorado se convirtió en

trascendencia”. En la religión de Simmel, el Berlín moderno es lo que la antigua Roma era de

acuerdo a la alegoría agustiniana 85, un semillero vacío, la ciudad de la vulgaridad y la idolatría

del dinero, la Roma moderna que viene a toma el lugar de la Jerusalén bíblica.

Berlín Simmelstrasse, marzo de 2001

81
Bonzon and Davis, “Feeding the Cities,” 341.
82
Georg Simmel, “Deutschlands innere Wandlung” (1917, reprint), in GSG, vol. 16 (1999), 18.
83
Ibid., 21.
84
Simmel, “The Crisis of Culture,” 100.
85
James Dougherty, “Exiles in the Earthly City: The Heritage of St. Augustine,” in Peter S. Hawkins, ed.,
Civitas. Religious Interpretations of the City (Atlanta, 1986), 105-22.

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A fines de 1914, Simmel había sido capaz de improvisar, por así decirlo, un significado para la
guerra porque había pasado años en la movilización mental. Sería injusto considerar la
radicalización de su filosofía del dinero dentro de una variante simmeliana de las “filosofías
del baño de acero” alemanas (stahlbadphilosophien) como una mala interpretación de su propia
obra, como una profecía retrospectiva con retraso alegando tener visto desde el principio como
saldrían las cosas. En realidad, Simmel había predicho mucho antes que la “patología de la
cultura” inexorablemente “estallaría en una crisis”. 86

En las paredes de los establecimientos de ocio de Berlín allí se encuentra el baile de las
salchichas, el marlos y las pinturas, el oro y el satén que cubren o buscan cubrir en vano
el vacío, que penetra a través del presente y los videntes de nuestros días saben
interpretar.

Dos décadas antes de Verdun, estas palabras marcaron el inicio de “Infelices possidentes”. Unas pocas
líneas más adelante, Simmel añadió el oráculo: “Una terrible seriedad solo será reemplazada por una
intoxicación reluciente.” 87 El vidente de Friedrichstrasse no sólo adivina la terrible seriedad que
anhelaba: “Danos, sobre los tiempos que corren, la reverencia nuevamente.” En 1900, escribió un poema
inspirado en el cambio de siglo, concluyendo con esta fórmula de oración para expresar un sentimiento
inconfundible subrayando desde el título mismo mediante la puntuación: “Un anhelo” 88 Ese mismo año,
Simmel hizo una declaración en Filosofía del dinero que ha desconcertado a muchos eruditos estudiosos
de su obra: “Los tiempos modernos, sobre todo la época más reciente, están impregnados por un
sentimiento de tensión, especulación, e inéditos deseos, como si fueran una previsión de lo que es
esencial, de lo definitivo (…) del significado específico y el punto central de la vida de las cosas.” 89 El
pasaje suena menos desconcertante si uno lee una frase más, Simmel menciona allí el “ejemplo más
sorprendente”, aparte del dinero, de “la mera preparación, una energía latente, una contingencia”. Ser
refería al ejército regular y a la “negación de su finalidad”: hacer la guerra.

El hecho de que Simmel se comprendiera secretamente a sí mismo como un profeta de la muerte


inminente aún en tiempos de paz no pasó desapercibido para sus contemporáneos. Su alumno Theodor
Lessing, por ejemplo, insistió mucho con ese mensaje cuando retrató al “pequeño Georg” en medio de un
“mundo sucio de orgías sexuales metropolitanas”, alucinado y estilizado como un nuevo mesías llamado
a tomar el látigo y expulsar a los fariseos del templo. 90 Para Simmel, este momento de la verdad parecía
haber llegado con el estallido de la Gran Guerra, los albores de la “gran época”. Lo que solía desagradarle
sobre la “cultura urbana” se interpreta ahora como resultado de la degeneración de la “cultura de la
paz.” 91 Y las iniciales aversiones tranquilas se convirtieron, entonces, en agresiones vociferantes.

¿Por qué el vínculo entre los textos del tiempo de guerra de Simmel y los textos urbanos ha sido
raramente discernido desde entonces? ¿Por qué han visto tan pocos observadores el perfume
nietzscheano de un hombre que combina el refinamiento de su propia vida mental “superior” con el
desprecio de todas las personas a las que califica como “seres humanos inferiores”, un hombre que se

86
Simmel, “The Crisis of Culture,” 92.
87
Simmel, “Infelices possidentes!” 259.
88
Georg Simmel, “Eine Sehnsucht” (1900), in ChristianWehlte, ed., Georg Simmel: Momentbilder sub
specie aeternitatis (Heidelberg, 1998), 101.
89
Simmel, Philosophy of Money, 481
90
Ver la introducción de este artículo. En el final de su ensayo biográfico, Lessing revela a sí mismo
como Judas cuando, lleno de amor y de odio, se da cuenta de que “la filosofía de Georg Simmel es el
triunfo de una mente dogmática sobre una personalidad de fluidez protestante.” (Lessing, Philosophie als
Tat, 335).
91
Simmel, “Die Krisis derKultur,” 50. La expresión “peace cultura” (friednskultur) no aparece en la
traducción inglesa citada arriba.

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considera un urbanita (y un modernista) alzado contra el urbanismo? Hay una explicación amable y otra
que no lo es tanto de la interpretación habitual de la sociología urbana de Simmel, en la que su
pesimismo cultural de tono negro se percibe mejor como un velo gris. De acuerdo con la versión cruel, lo
que Simmel escribió sobre Julius Langbehem aplica a su propia obra:

Me refiero al éxito alcanzado en todas partes por la “brillantez” pura como tal. Que las
personas a las que les debemos lo que es verdadero y profundo en el contenido a
menudo eran también capaces de formas brillantes, analogías sorprendentes, la
habilidad de capturar las variaciones de las apariencias en una palabra justa ha
generado la apreciación errónea de que estas características formales tienen el valor de
la profundidad y la verdad. Lo que contribuye a esto es el gran número de
producciones literarias y lecturas curiosas que este hecho ha causado. 92

El tipo de explicación por un lado de la recepción del trabajo de Simmel afirma que sus textos habían
sido leídos como él deseaba que sus lectores lo leyeran “Uno debe absorber de un libro lo que es
edificante y simplemente pasar sobre lo otro.” 93 ¿Pero, se puede estar agradecido por todo lo que aún nos
queda por aprender de los libros de Simmel y sin embargo negarse simplemente a pasar de largo todo lo
demás, los aspectos sociológicamente dudosos de su trabajo? Junto con varias obras que fueron
brillantes sólo en la forma, Simmel el hombre consiguió que todos acordaran en la verdad y profundidad
de su obra, y la ciudad de Berlín mostró su agradecimiento al dedicarle a su figura el nombre de una
calle. 94 Por supuesto, las arterias como Friedrichstrasse y Leipzigerstrasse estaban fuera de la propuesta.
Pero las calles con menos tradición, como Nussbaumallee y Lindenallee en el tristemente noble West
End, no fueron consideradas, ya sea, a pesar de que habría sido apropiado para Simmel porque había
sentido que ese sector de la ciudad fue su casa por un tiempo. La calle que fue finalmente elegida estaba
en el extremo norte de la ciudad, en lo que solía ser la zona residencial del proletariado de
Reinickendorf, una vecindad en la que Simmel nunca hubiese puesto un pie voluntariamente. Cuando le
pregunté a un residente de Simmelstrasse sobre quién era la persona que nombraba a la calle, ella movió
los hombros con perplejidad. El único sonido metropolitano ahogado por los pájaros cantando en los
árboles que rodean la calle es el ruido de las líneas aéreas de pasajeros que despegan y aterrizan, a
intervalos regulares, en el cercano aeropuerto de Tegel. Nombrar esta calle de la aldea urbana después
de que el profesor de fama mundial puede haber estado lejos de mostrar deferencia por ella, también es
una especie de venganza por la considerable antipatía que recubre la ambivalencia que Simmel sintió
por su ciudad natal. Sería raro si la extensa obra del autor contuviera alguna cotización de acuerdo con
esta fórmula sublime de la venganza: “Es la más sutil y, a menudo, la venganza más ineludible exigida
por las potencias del destino que garantiza la sustancia a nuestros deseos y completamente inversa en
su criatura, simplemente se le concede más de lo mismo, o quizá incluso un poco menos.” 95

92
Simmel, “Rembrandt als Erzieher,” 242.
93
Georg Simmel, Fragmente und Aufsätze aus dem Nachlaß (Munich, 1923), 28.
94
Este honor fue otorgado el 20 de octubre de 1932, en circunstancias que no pueden ser reconstruidas,
dado que los archivos correspondientes de la oficina de distrito fueron destruidos en la Segunda Guerra
Mundial. Curiosamente, la calle no fue rebautizada después que los socialistas nacionales tomaron el
poder.
95
Georg Simmel, “Rache” (1902), in ChristianWehlte, ed., Georg Simmel: Momentbilder sub specie
aeternitatis (Heidelberg, 1998), 45.

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