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El Ecuador de ahora vive momentos de grandes transformaciones.

Estas transformaciones en los


campos políticos, económicos, sociales y culturales, que tienen que ver con la implementación de
nuevos modelos de organización de la sociedad, se basan fundamentalmente en conceptos que se
discuten, se contraponen, se construyen, se aceptan o se rechazan. Por ser experiencias y conceptos
totalmente inéditos, el camino es largo y tortuoso y los diferentes intereses y visiones entran en
conflicto. Frente al neoliberalismo, por ejemplo, se plantea el socialismo del siglo XXI; contra los
tratados de libre comercio con Estados Unidos se opta por relaciones multilaterales y la constitución
de organizaciones sudamericanas. Dentro de esta dinámica se ubica la discusión sobre la
plurinacionalidad y la interculturalidad. Para superar por fin la condición de estado uninacional, el
estado ecuatoriano ya fue declarado oficialmente como unitario, plurinacional e intercultural, que
garantice realmente la indivisibilidad del país, el respeto a los derechos de las diferentes naciones[1]
y pueblos[2] y la interacción constructiva que supere toda discriminación. Para realizar la reflexión
que presentamos en este artículo seguimos un modelo andino de pensamiento: partimos de la
situación actual, nos remontamos a nuestro más lejano pasado para volver finalmente a los desafíos
que la circunstancia de hoy nos plantea. En vista de que esta es una aproximación a conceptos y
teorías nuevas, no es posible contar siempre con las fuentes completas; además, tanto las
denominaciones como las maneras de escribir los nombres pueden mostrar cierta inconsistencia,
debido al proceso de estandarización en el que se encuentran las lenguas nativas.

Interculturalidad y plurinacionalidad

La fuerza de los hechos ocurridos en las dos últimas décadas a nivel global ha contribuido
decisivamente a la energía y claridad con que se plantean los cambios internos. La movilización
continental contra los 500 años de invasión europea, la Declaración del primero y segundo decenios
de los pueblos indígenas, el Foro permanente de las Naciones Unidas sobre asuntos indígenas, la
Relatoría especial de las Naciones Unidas, entre otros hechos significativos, visibilizaron a los
pueblos indígenas. La ratificación del convenio 169 de la OIT, el reconocimiento de los derechos
colectivos de los pueblos indígenas por parte de las Naciones Unidas en 2007, la lucha por la
educación intercultural bilingüe y la atención intercultural de la salud han ayudado a profundizar en
el concepto de la interculturalidad y en su aplicación. Sin embargo, aunque el concepto de
‘interculturalidad’ aparece como un gran avance respecto a los antiguos conceptos de
‘multiculturalismo’ y ‘pluriculturalidad’, es solamente ahora que se lo quiere proponer como una
práctica generalizada a toda la sociedad. El hecho de que la constitución ecuatoriana de 1998 haya
reconocido al estado como multicultural, pluriétnico y multilingüe, solamente describía una
situación obvia, la existencia de múltiples culturas, “etnias”[3] y lenguas, sin que sea posible analizar
las situaciones históricas de conflicto y de relación interpersonal basada en las diferencias.

A pesar de ello, los pueblos indígenas del Ecuador, cansados de la exclusión sobre la cual seguía
funcionando el estado y a través de sus propias organizaciones y movimientos, especialmente de la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), han dado pasos significativos
hacia la constitución de un tipo diferente de estado. Instituciones como el Consejo de Desarrollo de
las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE), la Dirección Nacional de Educación
Intercultural Bilingüe (DINEIB) y la Dirección Nacional de Salud de los Pueblos Indígenas e
Interculturalidad (DNSPI) han de entenderse en este marco[4]. Estas instituciones, con todas las
limitaciones que puedan tener, atienden a las necesidades de las diferentes naciones indígenas
existentes en el país (Shuar, Waorani, Epera, Achuar, Cofán, Siona, Secoya, Awa, Tsáchila, Chachi,
Andoa, Shiwiar, Chochone, Atacames y las distintas naciones de habla kichwa como la Nación
Karanki, la Nación Kitu-Kara, la Nación Puruway, la Nación Kañari, la Nación Palta[5]).

El proceso de constitución de las naciones y pueblos del Ecuador

Según las evidencias arqueológicas últimas, el poblamiento de lo que hoy es el Ecuador habría
empezado 12.000 años antes de Cristo. Los grupos de cazadores y recolectores (en el denominado
período paleo-indio pre-cerámico) evolucionaron hacia el período siguiente para formar sociedades
agrícolas aldeanas incipientes (período formativo temprano y formativo medio), hacia el año 3900
a.C. Las sociedades aldeanas superiores (formativo tardío) existieron hacia el año 1300 a.C., dando
paso luego a las sociedades agrícolas aldeanas superiores (desarrollo regional e integración) hacia
el año 500 a.C. La última etapa, antes de la conquista europea, fue el estado incaico hacia el año
1500 d.C. (Segundo Moreno Yánez, 2008).

En este sentido, nos parece útil empezar a señalar algunas pistas que nos ayuden a diferenciar
adecuadamente el proceso seguido por los pueblos que actualmente conforman las naciones de
habla kichwa del resto de naciones, todas las cuales confluían en torno al Kitu [10]. La información
que generalmente se maneja nos habla de la existencia de una variedad grande de naciones y
pueblos ubicados en el actual territorio ecuatoriano. Los pastos y quillacingas vivían en la actual
provincia del Carchi y en el sur de Colombia. Los caranquis, que incluían pueblos como los cayambis,
y habitaban en las provincias de Imbabura y Pichincha. La nación Kitu-Kara estaba poblada por varios
pueblos (“señoríos étnicos”), siendo los más importantes Urin Chillo, Hanan Chillo y Uyumbicho. Al
oeste de Quito habitaban los yumbos desde las estribaciones de la cordillera occidental hasta el
Pacífico. Los panzaleos que habitaban en medio del triángulo formado entre Aloag, Aloasí y
Machachi, formaban parte de la Nación Puruway. Los puruways vivían en las actuales provincias de
Cotopaxi, Chimborazo, Bolívar y Tungurahua. La Nación cañari vivían en las provincias de Cañar y
Azuay y los paltas habitaban en la provincia de Loja. Los mantas y huancavilcas ( mejor llamados
chochones, según Alfredo Costales) habitaban entre Bahía de Caráquez y el Golfo de Guayaquil.
Entre los ríos Daule, Babahoyo y Guayas vivían los pueblos de las naciones milagro-quevedo, al igual
que los Atacames que vivían en la provincia de Esmeraldas[11]. Las naciones de la Amazonía eran
las siguientes de norte a sur: cofanes, seonas, secoyas, omaguas, tetetes, záparos, oaques,
shimgaes, hamboyas, coronados, pendaes, huaras, achuales, gaes, aucas o cimarrones, zillas de
Jaén, Pacamoros, Nambijas, rabones y yaguarzongos (Benítez y Garcés 1986[12]). Estas naciones tan
variadas y de características a la vez diferentes y a la vez similares ocuparon territorios que ahora
se conoce como Andes septentrionales o Andes de páramo[13], que a lo largo de la historia se han
adaptado al ecosistema con una sabiduría increíble. Según afirma Segundo Moreno (2008), era “una
práctica constante la relación de una costa tropical marítima, al occidente, con la sierra andina y con
la ceja de montaña oriental compuesta también por bosque húmedos tropicales.”(p.13).

¿Qué ocurrió con todos estos pueblos durante la expansión incaica y las posteriores épocas? Nos
encontramos con dos interpretaciones fundamentales. Según Ileana Almeida (2005), el proceso
histórico seguido por el pueblo Kechua e iniciado varios cientos de años antes de la expansión
incaica, se consolidó con esta expansión, fue reprimido por el dominio colonial y republicano y
solamente ahora se reconstituye, dando como resultado lo que ahora vemos en la región andina:
una mayoría de indígenas autodenominados kechuas o kichwas. Según esta autora, y como fruto de
esta reconstitución, encontramos que la nacionalidad kichwa del Ecuador actual incluye diferentes
pueblos que, si bien manifiestan algunas diferencias, forman un todo compacto caracterizado por
el uso de una misma lengua, una problemática similar y, tal vez lo que es más importante, una similar
forma de ver el mundo. La otra interpretación revaloriza las diferencias existentes entre los pueblos
de habla kichwa[14], de peculiaridades preincaicas, mantenidas hasta la actualidad y de ninguna
forma homogenizadas bajo el poder de la lengua Según la idea de Alfredo Costales, si bien es
necesaria la tarea de fortalecer la importancia vital que tiene la lengua kichwa para toda la vida del
país, no se debe descuidar la tarea de las reconstitución de las naciones y pueblos cuya sabiduría
fue tal que tradujo sus propios principios y pensamientos a la lengua que les fue impuesta tanto por
los incas, como especialmente por los europeos (comunicación personal del 31 de marzo de 2009).

Como se señala en el mismo documento, el proceso truncado por la conquista española significó
despojo de las tierras y territorios, sometimiento a las peores formas de explotación económica,
imposición ideológica y cultural para justificar precisamente la dominación. Toda la resistencia y
rebeldía indígenas, presentes durante toda la época colonial, no impidieron, sin embargo que el
subyugamiento continuara durante la época republicana. El Ecuador como los otros países se
constituyó en un estado a la manera europea de la época. De profundas características
uninacionales, el estado impuso la lengua y la cultura de origen español como las únicas, con la
convicción de que el llamado blanqueamiento y el mestizaje a todo nivel eliminaran todas las
diferencias.

La inmensa variedad de pueblos, lenguas, regiones que ahora vemos en el Ecuador no son un fruto
de la casualidad ni tampoco son un mero adorno, válido solamente para la promoción turística. Una
riqueza ecológica y humana tan grande no puede menos que hacernos sentir a todos, incluidos los
mestizos[16] de origen indígena más o menos cercano, muy orgullosos. En un territorio
relativamente pequeño podemos presumir de una gran variedad de naciones y pueblos, habitantes
aún de una megadiversidad natural.

Proceso de reconstitución de las naciones y pueblos

Las actuales naciones de la Amazonía son: los ai-cofán, los siona, los secoya, los woaorani (que
incluyen los pueblos libres de los Tagaeri y Taromenane), los zápara, los andoas, los shiwiar, los
achuar y los shuar. Los cofanes, al momento de la invasión española eran varias decenas de miles
que vivían en el curso alto del río Aguarico. Al igual que lo sucedido con las otras naciones
amazónicas, la acción de los misioneros, la explotación del caucho, la labor del Instituto Lingüístico
de Verano, y la explotación petrolera han sido las principales causas del progresivo exterminio de la
gente. En la actualidad, son aproximadamente 400 personas que viven en un territorio que está
dentro de la Reserva Cayambe Coca (Benítez y Garcés 1986). Los sionas estaban asentados en el
curso de los ríos Eno, Napo, Aguarico, Shushufindi, Lagartococha y Zancudococha. Los secoyas
habitaban los márgenes de los ríos Cuyabeno y Tarapuno. Aunque eran dos pueblos con territorios
propios, las circunstancias adversas y la similitud en lenguas y costumbres hacen que ahora tengan
una relación muy estrecha. Al igual que con la anterior nación, las invasiones culturales, religiosas y
de interés económico acabaron poco a poco con la población. Denominados encabellados por los
primeros misioneros, fueron también sometidos por los explotadores del caucho y el Instituto
Lingüístico de Verano (Benítez y Garcés, 1986).

Los woaorani, conocidos con el término peyorativo de auca (salvaje) se ubican al nordeste de la
región amazónica, entre los ríos Napo y Curaray. Luego de los contactos con el Instituto Lingüístico
de Verano en 1956, se pueden notar tres grupos diferenciados entre los wao: los indígenas influidos
por las misiones evangélicas, los que están fuera del control de las misiones y trabajan en las
empresas y los que han conservado mucho de su cultura ancestral (Whiten 1981). Entre estos
últimos podríamos ubicar a los Taromenane y Tagaere, conocidos como pueblos no contactados o
en aislamiento voluntario, que han hecho noticia últimamente por su resistencia, incluso violenta,
a seguir las reglas del juego occidental. Las 716 000 ha, que desde 1990 les fueron asignadas a todos
los wao, corresponden parcialmente a su territorio tradicional (CODENPE). Una parte de esta
extensión fue desmembrada del Parque Nacional Yasuní, que en la actualidad cobra nueva
importancia por la idea del gobierno de no explotar petróleo allí siempre que ingresos similares se
los consiga de la comunidad internacional.

La nación shuar ecuatoriana es uno de los grupos generalmente clasificados con el término
peyorativo de jíbaros, presentes tanto en el Ecuador como en el Perú. Los shuar habitan en la
montaña tropical, con la presencia de cordilleras como la del Cutucú. Su larga historia, llena de mitos
y de un pensamiento profundo muy respetable, está documentada en muchísimas publicaciones
realizadas por los padres salesianos, que tomaron a su cargo gran parte de la evangelización de la
zona (cfr. Colección Mundo Shuar, Editorial Abya-Yala). Los achuar, un pueblo dentro de la nación
shuar, viven en una región más fértil que la de los shuar, entre las cuencas de los ríos Upano y
Zamora y la Cordillera del Cutucú. Hay varios estudios sobre este pueblo, aunque posiblemente los
estudios más completos sean los realizados por Philippe Descola, especialmente el último con una
aproximación más vivencial al pueblo achuar (1990). El asentamiento tradicional Shiwiar, con una
extensión de 189 377 ha, está localizado en Numi-Inindi, sector ubicado en Kambaentsa,
actualmente conocido como el curso medio y alto del Río Corrientes y parte del curso medio y alto
del Río Tigre. Sus asentamientos actuales se ubican en las riberas de los ríos Corrientes, Shiona y
Chuintza, desde las cabeceras hasta la línea limítrofe con el Perú, declarada en una extensión de 40
km “Franja de Seguridad Nacional”. Los Shiwiar constituyen el típico caso de pueblo en situación
binacional como resultado de la guerra entre Perú y Ecuador, en 1941, con la cual se cambiaron las
fronteras quedando las familias y el territorio fragmentado, disperso e incomunicado (CODENPE).

El territorio tradicional zápara ocupa 271 000 ha., sin incluir el territorio de los llamados Kichwas
Canelos, kihwizados por fuerza de la colonización y la evangelización, según la investigación y la
comunicación personal de Alfredo Costales. Uno de los problemas de esta nación es que no tiene
demarcado su territorio. Desde la década de los 70 existen problemas de tierra, ya que los colonos
realizan incursiones hacia territorios Zápara para abastecerse de productos de bosque para su
subsistencia (CODENPE). Aunque sobre los andoas disponemos de muy poca información,
reconocemos su progresiva consolidación. El número de miembros de tal o cual pueblo o nación o
la cantidad de información no son los elementos que definen la importancia de su gente. Desde el
momento en que desechamos el concepto de minorías, lo único que interesa es la presencia de un
pueblo, fruto de una larga y muy difícil trayectoria.

Las naciones de la costa ecuatoriana son los awas, los epera, los chachi, los tsáchila, los mantas y los
chochones, según las denominaciones que hasta ahora se mantienen. De acuerdo a la información
proporcionada por el CODENPE, los Awá tienen una presencia binacional, pues se encuentran en
Ecuador y en Colombia, país donde se asienta la mayoría de su población. En el Ecuador tienen 121
000 ha de tierras legalizadas y 5 500 ha de posesión ancestral no legalizadas, las mismas que
constituyen un solo cuerpo perteneciente al conjunto de la nación. El territorio de los tsáchilas ha
sido paulatinamente invadido por la colonización, desarrollada a partir sobre todo de la década del
60. Dispone de 19 119 ha (una ínfima parte de su territorio ancestral) legalizadas por la comunidad.
Al momento conservan de ellas sólo 9 060 ha, mientras que 9 940 ha restantes han sido invadidas
por colonos, que siguen ampliando sus dominios sin respetar el derecho de posesión y adjudicación
legalizado por el Estado. Los tsáchilas, denominados también colorados, se ubican en la nueva
provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. Su hábitat corresponde a la montaña baja, muy fértil,
de abundante vegetación y fauna.

Con el caso de los chochones conocidos como huancavilcas (del kichwa wanca=poste y wilca=
totem), pueblo kechuizado según Ileana Almeida (pp. 40-41) aludimos precisamente a las naciones
de habla kichwa. Las naciones de habla kichwa con sus diferentes pueblos, dispersos por toda la
geografía nacional e, inclusive, fuera de ella, son uno de los ejes fundamentales del estado
ecuatoriano. Sobre esta nación, entre otras, es que se constituyó el otro grupo grande del Ecuador,
el grupo autodenominado mestizo. El proceso de mestizaje, iniciado en los tiempos de la
colonización europea, continúa en la actualidad. Reivindicado por muchos como su actual identidad,
ha sido durante mucho tiempo utilizado por los sectores dominantes como el mayor justificativo
cultural y político para hablar de la conformación uninacional ecuatoriana con la consecuente
invisibilización de indígenas y negros. Sobre este último pueblo, no objeto del presente análisis,
anotamos el peligro que corre de no ser tomado en cuenta suficientemente en las transformaciones
legales y reales que vive el país. Es por ello que Jhon Antón Sánchez insiste en que el Ecuador será
realmente unitario y plurinacional siempre que se incluya en esta declaración al pueblo
afroecuatoriano (http://alainet.org/active/23496)[19]. Indígenas, negros y mestizos –a los que
habría que añadir gente venida de otros lados como los colombianos, los peruanos e, inclusive los
árabes y los chinos, formamos un grande y vivo complejo. Aunque los lugares de origen son
referentes fundamentales para cada una de las naciones y cada uno de los pueblos, sabemos muy
bien que las fronteras estrechas del mapa nacional o los mapas locales no reflejan la realidad
verdadera y actual. Indígenas, negros, mestizos y los demás pueblos estamos en todas partes del
país, y muchas veces en lugares muy distantes de los lugares de origen. Las leyes y las condiciones
necesarias para desarrollarnos como personas y pueblos deben tener en cuenta estas nuevas
circunstancias.

En estas condiciones, y abocados ya a la construcción de un verdadero estado unitario, plurinacional


e intercultural, conviene hacer referencia al tema de las autonomías indígenas las cuales, por otra
parte, no deben ser confundidas, como se explicó anteriormente, con las autonomías regionales,
algunas de ellas de corte excluyente y oligárquico. “Son /las autonomías indígenas/ uno de los
principales bastiones de resistencia contra el capitalismo neoliberal, también por las propuestas que
hacen al resto de las sociedades actuales, necesitadas de una nueva democracia y una nueva forma
de convivencia política”, señala el investigador mexicano Gilberto López y Rivas
http://campus.clacso.edu.ar/conferences/F0000EADF/F0000DF04/F0000F004/S0056E9ED.

El mismo autor considera que “el capitalismo neoliberal constituye una amenaza para la
sobrevivencia misma de la especie humana, y eso lo vemos en aspectos ecológicos, sociales y en la
profunda crisis de las instituciones de otro tipo. /Frente a esto, debemos tener en cuenta/ las formas
de gobierno indígenas… para la solución de conflictos incluso armados… procesos democráticos
desde una perspectiva distinta… formas de organización de la propia sociedad en su conjunto que
restituyan la legitimidad de un gobierno que viene desde abajo, un gobierno que tiene procesos
como mandar obedeciendo, la revocación del mandato, que no estimula la producción de
burocracias”.

En un sentido amplio, y dentro del marco de los derechos individuales y colectivos, la autonomía
indígena apunta al revolucionario concepto del buen vivir (allí kausay)[20]. Para López y Rivas, “la
autonomía es definida… no como un arreglo administrativo o una descentralización del Estado-
nación, sino como un proceso de resistencia ante el capitalismo neoliberal y en la búsqueda de una
relación favorable con la naturaleza[21] y que se inserta en los procesos democráticos a partir de
una propuesta de un tipo de democracia totalmente distinto”.

Ciudadanías diferenciadas y pensamientos profundos

Una vez reconocida la existencia plena de naciones y pueblos indígenas, pueblos indígenas y
afroecuatorianos, como entidades económicas, políticas, culturales, espirituales y lingüísticas
históricamente diferenciadas, las autonomías respectivas, la autodeterminación y la
interculturalidad se constituyen en los instrumentos legales y sociales para la construcción del
nuevo estado plurinacional. La autodeterminación que se demanda está ya reconocida por el
Derecho Internacional. Tanto el Convenio 169 de la Organización del Trabajo (OIT) de 1998 como la
Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas (ONU)
de 2007 establecen que los indígenas son sujetos colectivos de derechos con posibilidades de
autogobierno al interior de países independientes.

En lugar de dividir al actual estado, lo que se propone es simplemente enriquecer el concepto y la


práctica de la democracia, el concepto y la vivencia de la ciudadanía. La democracia representativa
se volverá participativa y la ciudadanía única se transformará en una ciudadanía diferenciada y
plural. Según Kimlika (1999) “el término ciudadanía se refiere generalmente a la membrecía dentro
de una comunidad política, y designa, por lo tanto, la relación entre el individuo y el estado.” Sin ser
ésta una situación privativa de nuestros países[22], parece evidente que si queremos construir
sociedades verdaderamente interculturales, necesitamos reconocer que a poblaciones
diferenciadas deberían corresponder ciudadanías diferenciadas. Ya no es suficiente el
reconocimiento de la ciudadanía universal, sobre todo, si, como pasa en el caso de los derechos
humanos considerados universales, le exigen al diferente dejar de ser tal para acceder a esos
derechos (Arias-Schreiber). Según el planteamiento de Floresmilo Simbaña, dirigente de la CONAIE,
si los derechos individuales se refieren a los ciudadanos tomados como individuos, los derechos
colectivos se deben referir a los pueblos y naciones (Foro Nacional Soberanía Cultural y Derechos
culturales en la Constituyente, 2008). Estos derechos colectivos podrían dividirse en cuatro tipos:

· Derechos de autogobierno y de autonomía territorial relativa, considerando las concepciones


especiales que los pueblos indígenas tienen sobre tierra y territorio.

· Derechos de representación en todos los niveles de la escena política

· Derechos poliétnicos entre los cuales destacan el derecho al pluralismo jurídico y al derecho
consuetudinario.

· Derechos a las lenguas y cosmovisiones propias que incluye el derecho a una educación y
atención a la salud a partir de las perspectivas propias de los pueblos (Arias- Schreiber 2003).
Ahora bien, si los pueblos y naciones tienen el derecho a cosmovisiones propias, una profundización
necesaria de este derecho será el avanzar en el análisis de lo que se entiende por pensamiento
propio. Los estudios y la vida misma de los pueblos andinos nos ha llevado a algunos investigadores
a plantear la existencia de una filosofía propia[23] o runa yuyai, tan válida como cualquier otra
filosofía del mundo, como claro desafío a lo que hasta aquí se ha denominado filosofía universal. Sin
textos escritos y sin autores famosos, los pueblos andinos de las varias regiones viven intensamente
su vida y se movilizan según sus condiciones y es a partir de estas prácticas que elaboran su
pensamiento profundo. Sobre la base de la utilización de los diferentes pisos ecológicos, la gente
actúa movida por una lógica de supervivencia, probada a través de los años. Los andinos,
entendiendo por tales todos los pueblos que de una u otra manera viven influenciados por la
cordillera de los Andes, han aplicado a su vida diaria el concepto dual de arriba y abajo,
convirtiéndolo en uno de los ejes más importantes de su pensamiento. Según esta concepción, y
según el esquema manejado por muchos autores desde tiempos antiguos (Cfr. Pachacutic
Salcamayhua es el más conocido), los andinos en su generalidad entienden al mundo en varios
niveles de correspondencia. Para las naciones de habla kichwa, por ejemplo, el mundo de arriba
(hanan pacha), el mundo de aquí (kay pacha) el mundo de abajo (urin pacha) no se confunde de
ninguna manera con el pensamiento cristiano de cielo, tierra e infierno. Esta característica de
correspondencia entre lo alto y lo bajo nos lleva inevitablemente a la otra dualidad siempre presente
en el mundo andino: lo masculino y lo femenino que no se agota en el mundo de los humanos. Este
sentido de complementariedad entre lo masculino y lo femenino se extiende a todos los elementos
del mundo. Más que una visión homocéntrica, la andina, y la indoamericana en general, es una
visión geocéntrica e integral. Los dos ejes, a su vez, suponen una serie de elementos, de espacios y
tiempos de transición (chakana). Son puentes que hacen posible que nada quede fuera del todo.
Según la investigación de Josef Estermann (1998), el conocimiento andino se crea y se recrea en su
espacio privilegiado: la celebración simbólica que siempre supone relaciones de reciprocidad. Esta
lógica de relacionalidad vivida por grandes sectores de la población general y por todos los pueblos
andinos, con sus propias especificidades[24], es diferente a aquella que ha sido impuesta por las
formas oficiales de organizar la sociedad (Para mayor profundización, véase el último artículo de la
presente publicación).

Los desafíos más urgentes

Si queremos ser consecuentes con la teoría del buen vivir propuesta por las naciones y pueblos del
Ecuador, es urgente transformar el modelo de desarrollo del país. El reto es reencontrar un estilo
de desarrollo que armonice con la megadiversidad ecológica y humana que tenemos, a partir del
reconocimiento de los diversos pensamientos profundos, en una tarea de constante
descolonización de la mente y del corazón. Solamente de esta manera podremos reencontrar los
elementos comunes entre todos los ecuatorianos. Si el mestizaje se construyó y se construye
fundamentalmente sobre una base indígena que no ha desaparecido no sería muy difícil
reapropiarnos de nuestras similitudes. Los ecuatorianos tenemos un bagaje amplio y actual en
muchas de nuestras tradiciones provenientes de la base indígena o negra (Espinosa 1987). La
primera y más grande lectura subversiva posible del mestizaje es el reconocimiento del mismo como
sujeto de dominio ideológico – político del mundo blanco europeo, como factor de opresión y
exclusión del indio. Solamente a partir de esta toma de conciencia será posible que este ser hibrido
en proceso de transformación, no termine sin más asimilándose al mundo idealizado de los blancos,
sino que haga causa común con el mundo profundo de los indios (Villavicencio 2008). Y así, a partir
de las diferencias se creará una nueva noción de ciudadanía que responda a la pluralidad
ecuatoriana, una ciudadanía plural entre los diversos que compartimos elementos comunes.

- José Yánez del Pozo, Ph.D., es profesor universitario ecuatoriano.

Nota: Una primera versión de este artículo fue ya publicada en la Revista de la Universidad de
Murcia, España, en 2008.

BIBLIOGRAFÍA

Almeida, Ileana. Historia del pueblo Kechua. Quito: Ediciones Abya-Yala, 2005.

Arias-Schreiber, Tubino Fidel. “Ciudadanías plurales y esferas públicas”. Lima: Pontificia Universidad
Católica del Perú, s/f.

Ayala Mora, Enrique. II Manual de Historia del Ecuador. Época Republicana. Quito: Universidad
Andina Simón Bolívar – Corporación Editora Nacional, 2008.

2-Recogemos los resultados de una investigación cuyo objetivo es analizar en qué medida el
tratamiento de la educación intercultural bilingüe permite la construcción del Estado intercultural y
plurinacional y la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, sobre la base del sumak kawsay,
asumido como pilar de las políticas públicas en Ecuador. La metodología cualitativa seguida se ha
desarrollado a través de un trabajo de campo, donde se han combinado la observación, observación
participante, entrevistas y grupos de discusión. Asimismo, se han examinado las normativas vigentes
en las materias objeto de estudio y la producción bibliográfica correspondiente. Los hallazgos
indican que las categorías de interculturalidad, plurinacionalidad y sumak kawsay han sufrido un
fuerte vaciamiento, mientras que, tanto en el Sistema de Educación Intercultural Bilingüe como en
el Sistema Nacional de Educación, se han importado modelos educativos occidentales que siguen
reproduciendo el sistema social, cultural, político y económico vigente.

Palabras clave: Interculturalidad; Plurinacionalidad; Educación intercultural bilingüe; Sumak kawsay;


Modelo de desarrollo

3-

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