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Prólogo

Hace algunos años era frecuente escuchar la afirmación de que no existe


propiamente una literatura hispanoamericana, sino tantas literaturas como países
americanos de habla española. Se pensaba así en la independencia y originalidad
de las letras propias de cada una de nuestras naciones, desde el río Bravo, al
norte, hasta el río de La Plata, al sur. Ha pasado el tiempo y ese criterio, nacido
acaso de cierta propensión nacionalista, parece hoy estar olvidado. El
nacionalismo, como estética, no sólo conduce a la exageración sino a la mentira.
Es evidente, en cambio, que la creación literaria de una lengua, como la española
en América, supera el estrecho límite que fijan las fronteras patrias, tantas veces
artificiales. No sobra tampoco recordar que los estilos no son nacionales sino
universales, como lo fueron el clasicismo, el barroco o el romanticismo.

Añádase también la consideración de que existe mayor unidad lingüística en el


extenso territorio de Hispanoamérica que en el de la sola España. Con lo cual no
pretende insinuarse que tal similitud conlleve la igualdad, entre nuestros pueblos,
de progreso cultural. Existen manifiestamente regiones más privilegiadas y
adelantadas que otras, siendo claras las diferencias de nivel que muestran en su
actividad intelectual y artística. Tenemos además diversidad de razas, de
geografías, de condiciones económicas y sociales. Pero tales desemejanzas, que
no llegan a afectar la notoria afinidad de lenguajes, tampoco alcanzan a
contradecir abiertamente ciertos paralelismos en la evolución literaria de estos
países.

Es así como la historia de la poesía colombiana ofrece, desde el período colonial,


coincidencias patentes, no sólo con la poesía de España, su primero y principal
modelo, sino con las de las restantes naciones hispanoamericanas. La poesía
escrita en Colombia aparece entonces, geográfica e históricamente, formando
parte del conjunto de la poesía hispanoamericana: es éste el hecho irrebatible.
Corresponderá al juicio crítico destacar, dentro de tan amplia suma, la calidad y,
en casos notables, la novedad u originalidad de singulares poetas nuestros.
Fernado Charry Lara

Esta antología se inicia con una brevísima selección de las Elegías de varones
ilustres de Indias de Juan de Castellanos, cuya primera parte se publicó en Madrid
en 1589. Castellanos nació en Alanís, Sevilla, en 1522 y murió en Tunja en 1607.
Vino a Indias como soldado y luego se ordenó de sacerdote, llegando a ser
Beneficiado de Tunja.

Poema épico representativo de lo renacentista medieval, es uno de los más


extensos de la lengua castellana ya que consta de cerca de 113.600 versos. Se
1
dice que su autor inició esta obra en prosa pero que, estimulado por el éxito de La
araucana de Alonso de Ercilla, el gran poema de la épica culta española, decidió
transcribirla y continuarla en verso. Su tema es la historia del descubrimiento de
Colombia, Venezuela y México. Generalmente se atribuye importancia a su
verosimilitud histórica y a su aportación lexicográfica. De tiempo atrás se ha
sostenido que es exiguo el valor poético de las Elegías, pero nuevos
comentaristas ven en ellas, por el contrario, un primer canto de la poesía
auténticamente americana, fiel al lenguaje hablado, de ceñida sobriedad e
impresionante realismo, cuya lectura resulta deleitosa.

Otro español, Martín de Saavedra Guzmán (1594-1654), debió participar en las


primeras actividades literarias de Santafé, a donde llegó, luego de prestar
servicios a la Corona en el Estado de Nápoles, para desempeñarse como Noveno
Presidente de la Real Audiencia. Su amigo Hernando Domínguez Camargo le
dedicó, aparte de un soneto, las primeras estrofas del Poema heroico. Héctor H.
Orjuela, ferviente estudioso de la poesía colombiana y de las letras coloniales de
la Nueva Granada, ha dado a conocer, en varios volúmenes, textos de Saavedra
Guzmán y de otras poco mencionadas y menos divulgadas figuras de aquella
época.

Si durante largo tiempo se habló en Colombia de la pobreza literaria de su era


colonial y especialmente de su infortunio poético, al conmemorarse en 1927 el
tercer centenario de la muerte de don Luis de Góngora vino a establecerse, sin
olvidar a la mexicana sor Juana Inés de la Cruz, que fue el bogotano Hernando
Domínguez Camargo (1606-1659) el más fiel seguidor del estilo culterano en
América. Con sensibilidad, luminosidad y fantasía incomparables multiplicó,
individualizándolas con esplendor propio, las imágenes del poeta cordobés. Esta
asimilación de lo gongorino por el autor del Poema heroico a San Ignacio de
Loyola ha dado ocasión a numerosos trabajos críticos, dentro y fuera de Colombia.
En su brevedad, el de Eleonor Webster Bulatkin es una de las más nítidas
contribuciones al tema. Al analizar los sucesivos encadenamientos de metáforas
que ofrece la poesía de Domínguez Camargo, ese despliegue de una metáfora en
numerosas imágenes o, a la inversa, la acumulación de varias en una sola, indica
Fernado Charry Lara

que Domínguez Camargo, deseando el mejor juicio y placer de sus lectores en los
poemas de Góngora, manejaba la lengua de éste por condensación de sus
visiones poéticas o por combinación de las diversas fracciones de las mismas. A
tal texto pertenece el siguiente aparte:

"No se puede interpretar esto como imitación o plagio. Ni debería llamarse a


Góngora su maestro, sino más bien su competidor. Domínguez, el poeta para
poetas, esperaba hallar a un poeta-lector para que reconociera las imágenes
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españolas, precisamente porque una parte del gozo estético que les estaba
brindando a los poetas de su público debía consistir en el virtuosismo y
comprensión de sus variaciones sobre temas de Góngora. Es como si Domínguez
estuviese jugando una especie de partida de billar con el lenguaje, en el que
dejara a su rival hispánico lanzar primero los tiros".

Es decir: Góngora creó un lenguaje; Domínguez Camargo, dentro de la lealtad a


sus términos, multiplicó misterios, analogías, sorpresas, adivinaciones.

También santafereño fue Francisco Alvarez de Velasco y Zorrilla, nacido en 1647


y muerto en Madrid en 1704. En 1989 vino a reimprimirse su extensa Rhythmica
sacra, moral y laudatoria, publicada en España por vez primera en 1703. Como
Domínguez Camargo, era hombre de singular cultura, pero su orientación poética
se mostró diferente: es la suya una poesía que se apoya en el juego de ideas, lo
que la acerca al conceptismo de Quevedo. En el estudio que introduce a la edición
del Instituto Caro y Cuervo, Jaime Tello señala a Velasco y Zorrilla como precursor
del neoclasicismo y, además, como temprano romántico: "Ninguno de nuestros
líricos románticos llegó a mostrar tan hondo sentimiento, tan auténtico dolor
discreto, sin voces desgarradas, sin altisonancias, sin exclamaciones".

Sobresalieron igualmente en nuestras letras coloniales la monja tunjana Francisca


Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742) y el poeta Francisco Antonio Vélez
Ladrón de Guevara
(1721- ? ).

Poco después de lograda la independencia política de España surgió el que ha


sido llamado primer grupo de poetas románticos: José Joaquín Ortiz (1814-1892),
José Eusebio Caro (1817-1853), Julio Arboleda (1817-1862) y Gregorio Gutiérrez
González (1826-1872). Más tarde aparece la segunda generación romántica:
Rafael Núñez (1825-1894), Rafael Pombo (1833-1912), Diego Fallon (1834-1905)
y Jorge Isaacs (1837-1895). Al margen de ese movimiento se mencionan los
nombres de quienes, por su cultura humanística, hicieron hablar, como a Federico
de Onís, del "típico clasicismo colombiano": Miguel Antonio Caro (1843-1909), Luis
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María Mora (1869-1936) y Antonio Gómez Restrepo (1869-1947), entre otros.


Pensando en todos ellos el polígrafo español Marcelino Menéndez Pelayo, en su
Historia de la poesía hispanoamericana (1911), se expresó así: "A nadie se hace
ofensa con afirmar verdad tan notoria como que el Parnaso colombiano supera
hoy en calidad, si no en cantidad, al de cualquier otra región del Nuevo Mundo".

Fue Rafael Pombo el mayor de nuestros poetas románticos. Su riqueza verbal se


mostró inagotable. Si el romanticismo cayó muchas veces en lo desmañado, sus
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poemas serían casi siempre, como lo reconoció Pedro Henríquez Ureña, modelo
de austeridad y de destreza. Dijo de él Baldomero Sanín Cano: "Rafael Pombo es
clásico por su dominio del lenguaje, por la propiedad en el uso de los vocablos,
por su esfuerzo en busca de la proporción y la gracia en la manera de expresarse,
por su vasto conocimiento de las culturas antiguas y de los autores castellanos,
ingleses y franceses de los mejores tiempos en cada una de esas literaturas.

Es romántico porque trata de expresar su conciencia individual con exactitud y con


vehemencia; porque cultiva con empeño su personalidad y se atreve a mostrarla
con verdad y franqueza; porque prefiere el uso de su razón a las imposiciones de
la autoridad en materias literarias, y porque siente la naturaleza con intensidad y
se identifica con ella para expresarse atribuyéndole virtudes y maneras humanas.

Es Pombo el más fecundo de los poetas colombianos. Excepto en el género de la


epopeya, dejó huellas de su actividad literaria en todos los campos". Un poeta
contemporáneo, Darío Jaramillo Agudelo, piensa que "a pesar de estas diferencias
de épocas, de sensibilidad, de gustos, Rafael Pombo continúa vivo. Permanece,
principalísimamente, por su poesía infantil. Y de ésta, en especial, por los Cuentos
pintados".

Aun cuando fundadamente se le conozca mejor por su novela María, no ha dejado


de insistirse en que el temperamento literario de Jorge Isaacs era el de poeta
lírico, como se manifiesta en sus poemas, en su narrativa y hasta en su
correspondencia. En gran parte de su prosa y verso la naturaleza es evocación,
nostalgia y ensueño, hasta identificarse con ella. A veces, cediendo al gusto de su
tiempo por el color local, infortunadamente acudió al tono doméstico, hogareño,
patriótico o costumbrista. Que no es aquel de sus más inquietantes poemas, entre
los que en primer sitio están Saulo y la elegía a la muerte de Elvira Silva. En ellos
no sólo es audible sino primordial la referencia, y con mayor desgarramiento a
medida que avanzaban los años, a su propio yo y a sus tenaces desolaciones.

Como ocurre a una gran mayoría de poetas, Jorge Isaacs debe ser leído no en la
totalidad sino en selección estricta de sus versos. Que fueron de lo simple y
Fernado Charry Lara

espontáneo hacia una relativa preferencia, como en Saulo, por el hermetismo, la


sugestión y lo recóndito.

En 1886 se publicó, con el título La lira nueva, una antología de los entonces
jóvenes poetas colombianos. Se ha supuesto que los allí seleccionados
representan, de un lado, la finalización de la herencia romántica y, de otro, los
comienzos del modernismo. Esto último se debería a que varios de ellos muestran
la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer cuyo verso, así como su prosa, anuncian
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ya, visionarios, lo que más tarde sería definido como simbolismo: el amor al
misterio, a lo inefable, al sueño, a la alusión. Es difícil, no obstante, hablar de
aquella colección como principio del modernismo en Colombia. Muy pocos de
esos poetas estuvieron verdaderamente próximos a la aventura modernista: el
logro de una expresión nueva, personal e inconfundible, con la mayor libertad
artística, atraída por literaturas antiguas y modernas de otras lenguas.

Ocho primiciales poemas de José Asunción Silva figuran en La lira nueva. Acaso
está sola inclusión haya justificado la conjetura a que nos referimos.

El movimiento modernista se vio favorecido en Colombia gracias al ascendiente de


Baldomero Sanín Cano (1861-1957) sobre sus principales protagonistas. Que
debió realizarse a través de la lectura y comentario de libros europeos al círculo de
sus amigos. Libros ideológicos, y no poéticos, cuyas doctrinas irían a recrearse en
páginas de algunos de ellos como José Asunción Silva y Guillermo Valencia.

El modernismo significó en Colombia, en buena parte, la lucha entre una


generación de artistas y los improvisadores que la precedieron. Nuestros
modernistas entendieron el ejercicio poético asistido por los estímulos de la
sensibilidad, la inteligencia y el rigor. En otros países hispanoamericanos, según
explicó Rafael Maya, la actitud modernista no implicó un cambio tan importante
por no existir en ellos la combinación de fuerzas que pudiese, desde orígenes
diferentes, ofrecer tan tenaz resistencia.

En efecto, en una orilla algunos pensaban que las letras auténticamente


representativas de lo nuestro eran las que mostraban la inspiración popular de
Julio Flórez (1867-1923). En la otra, Miguel Antonio Caro y los humanistas sólo
creían en la antigüedad clásica y en la herencia española. De ahí la importancia
de Sanín Cano, pues él, apasionado del nuevo espíritu europeo, podía como
ninguno otro orientar y coordinar mejor la renovación que trajo el modernismo.

José Asunción Silva perteneció, junto con los cubanos José Martí y Julián del
Casal y el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, principalmente, a la que se ha
Fernado Charry Lara

llamado primera generación del modernismo hispanoamericano. Es, en él, uno de


los primeros poetas en concebir al lenguaje como creación. Su poesía,
aparentemente sencilla por el desgano hacia las imágenes y a las voces o
menciones eruditas, a las que era dado el gusto de la época, planteó la necesidad
de que, en virtud del encantamiento de la palabra y "como las vagas formas del
deseo", sea posible la comunicación de las sensaciones. Los románticos se
habían preocupado en manifestar sentimientos. Silva, que es ya simbolista, se
interesa profundamente en la complejidad de los estímulos sensoriales.
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Temperamento introspectivo y analítico, reflexiona con ardor en su propia
sensualidad. Su poesía es conciencia no sólo de la emoción sino de la
imperceptible armonía de lo existente con lo perdido y del ritmo del poema como
efluvio del ritmo universal. Edgar Poe había dicho que el mundo material está lleno
de rigurosas analogías con el mundo inmaterial.

El poeta es el ser que descubre lo que está más allá de las apariencias, gracias al
instrumento mágico, la palabra. Silva, al deducir este poder del lenguaje, cumplía
entre nosotros una de las hazañas del espíritu moderno. Su poesía representó en
Hispanoamérica y en España el intento más definido y mejor alcanzado, antes de
finalizar el siglo XIX, de impregnar a la lírica castellana de la estética simbolista.

La poesía de Guillermo Valencia (1873-1943) permaneció fiel a la meditación,


aunque obsesionada de lo visual y lo plástico. Por ello requirió la colaboración de
lo narrativo y lo descriptivo. Todo el esteticismo modernista se exhibe en su libro
Ritos: aristocracia, evasión, tersura, perfección del verso. Su expresión,
personalizada hasta ser inconfundible, se distingue en seguida, ritual como a sí
misma se definió. La especie intelectual y formal de esa inspiración ha hecho que
sus poemas se crean surgidos más de la reflexión y el pulimento que de la propia
emotividad.

Acaso el primer valor de la poesía de Luis Carlos López (1879-1950), de


penetrante ironía, sea el de oponer al extravío sonoro unos versos apenas
esquemáticos en los que abundan las maneras tenidas como prosaicas. Se ha
señalado su ademán no sólo en el criollismo, contra el amor a lo exótico de los
modernistas (de quienes él mismo fue discípulo), sino en su conocimiento, amargo
y descarnado, de la provincia hispanoamericana.

La opinión más generalizada es la de un predominio romántico dentro del


modernismo de Porfirio Barba Jacob (1883-1942): "Yo pomposo, yo romántico, yo
engreído, yo delirante, yo prestidigitador". El poeta mexicano Gilberto Owen le
llamó "el delirio verbal más alto, más violento y más rico que se haya oído en
América". Barba Jacob se estableció en su ser romántico y en el lenguaje
Fernado Charry Lara

modernista. Refinó intensamente este último, invadiéndolo así mismo de su


poderosa personalidad.

Otros poetas completan la numerosa nómina modernista. Mencionemos apenas a


dos de ellos. José Eustasio Rivera (1888-1928), con realismo moderado por un
hondo matiz subjetivo, consideró la necesidad de dejar entrañablemente en sus
poemas la huella de la naturaleza colombiana ("¿Y quién, cuando yo muera,
consolará el paisaje?"), más dramática aún en su novela La vorágine. En la poesía
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de Eduardo Castillo (1889-1938) predominó, diáfana, la atracción por el lado
oculto de los seres y las cosas. En sus mejores líneas lo sentimental se asomó a
lo psíquico. Rehuyendo la altisonancia de otros, prefirió la confidencia, el tono
menor y la insinuación.

El presente volumen avanza desde los orígenes de la poesía colombiana, en el


siglo XVI, seleccionándola hasta algunos poemas de la generación centenarista,
en la segunda década del siglo XX. Un segundo tomo, preparado por otro
antologista, irá de la obra de Los nuevos a la creación de nuestros jóvenes poetas
en los años que corren. Por último, debemos aclarar que, en unos pocos casos, no
es en rigor exacta la ubicación dentro del romanticismo de algunos poetas aquí
seleccionados: aparecen en la segunda sección de este tomo atendiendo más, si
se quiere, al simple orden cronológico.

Fernando Charry Lara

Fernado Charry Lara

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Francisca Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742)

Afecto 195

Villancico al nacimiento del redentor


Todo el aliño del campo
era un hermoso clavel,
sin que el rigor de la escarcha
pueda quitarle el arder.
¿Quién ha visto hermosa flor
tanto abrazar por querer,
lucir acá entre las sombras
todo el cielo en un clavel?

Cómo hay sol entre las sombras,


venid pastores a ver;
cómo el fuego ya está el yelo,
y el yelo abrasar se ve.
Cómo nace Niño amor,
siendo gigante en poder,
rendir tantos albedríos
al fuego de su querer.

Cómo nace por amar,


cómo muere por querer;
como que tiene en sus manos
como el morir el nacer.

Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Vuelve a su quinta, anfriso, solo y viudo


Oh mal haya la muerte,
que así fatal me quita la vida,
sin matarme: y en una muerte
viva me deja en tan triste
calma para hacer más cruel su herida,
con una que solo es alma
de la muerte que siento con la vida.

ENDECHAS

Qué mustias, qué calladas


mis pobres ovejillas,
cansadas de tristeza,
yacen en su rebaño mal dormidas.
Ya no como otras veces,
cuando apenas sentían
de mi Tirse las huellas,
con que todo su campo florecía.

Que dejando el sosiego


de su majada se iban,
apostando entre todas
sobre cuál a verla antes llegaría.

Y con balidos dulces,


con suaves melodías
a coros le formaban
de su mismo destemple su armonía.

Componiendo en su modo,
en danzas desmedidas,
saraos de sus retozos,
con que todas salían a recibirla.
Fernado Charry Lara

Cuál con saltos inquieta,


corriendo más aprisa,
mudamente le daba alegre
el parabién de su venida.

Cuál llegaba a besarle


los pies, se le quería
subir, loca de gusto,
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a besarle halagüeña las mejillas.

Cuál con más mansedumbre,


urbanamente fina,
llegándose a ella tierna,
sus amorosas manos le lamía.

Cuál con varias carreras


llegaba y se volvía
otra vez, y otras muchas,
a darle enhorabuenas repetidas.

Cuál corriendo a las otras,


que aún quedaban dormidas,
les pedía de la nueva
de su alegre llegada las albricias.

A que mi Tirse entonces,


risueña y compasiva,
a todas halagando
a todas su cortejo agradecía.

A cuál cogía en los brazos,


y a cuál con mil caricias,
limpiándola de abrojos,
la ambarcalada lana le mullía.

A cuál agasajando
con agradable risa
daba a lamer la mano;
y a cuál se la pasaba enternecida.

Los corderillos tiernos,


que aún no la conocían,
olvidados del pecho,
tras sus madres partían a recibirla.

Y con alegres señas,


Fernado Charry Lara

de su nueva alegría,
por el suelo postrados,
parece la adoraban de rodillas.

A que ella viendo entonces


una imagen tan viva
de su humilde inocencia,
a sus brazos del suelo los subía.

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Y abrazándolos tierna
otra vez les volvía
el tributo a sus madres,
que de sus nuevos partos le ofrecían.

Así en aclamaciones
de músicas festivas,
y en las escaramuzas
que haciéndole delante todas iban.

Llegábamos a aquesta
nuestra choza pajiza,
que adornada de ramos
el mayoral gustoso nos tenía.

A la cabaña apenas llegaba


la noticia de su llegada,
cuando varias venían
en tropas Pastorcillas.

Cuál le traía un cordero,


que ella soltaba aprisa,
por librarlo del susto
que de su breve muerte se temía.

Cuál los higos maduros,


y cuál la mantequilla,
cuál los patillos tiernos,
y cuál entre hojas la cuajada fría.

A que ella retornando


con dulces de la Villa
más dulces se los daba
con el logrado gusto de su vista.

Así todos gozosos pasábamos


pasábamos el día
Fernado Charry Lara

con más gustos que cuantos


falseados en las Cortes se fabrican.

Mas ya ahora, ¡ay de mí!


que al volver a la esquiva
orfandad de estas selvas,
sin su siempre gustosa compañía:

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Las ovejillas mudas,
mustias las Pastorcillas,
las unas tristes lloran,
las otras melancólicas suspiran.
Dolor, y no consuelo,
les es ya mi venida,
porque al verme sin Tirse,
en mis recuerdos su dolor se aviva.

Y al ver vuelvo sin ella,


como si el homicida hubiera sido yo
todas de mí se apartan,
y retiran.

Los balidos, que entonces seña


eran de alegría,
ya sólo son sollozos,
con que la suya mi congoja explican.

¡Ay de mí qué tormento!


¡ay de mí qué fatiga!
¡qué soledad tan sola!
¡qué orfandad tan desierta y tan esquiva!

¡Oh memorias funestas,


verdugos de mis dichas!
¡oh fatales recuerdos,
sangrientos potros de las penas mías.

Llorad, llorad conmigo,


zagalas y ovejillas,
diciendo con mi llanto,
en balidos, y quejas repetidas:
Oh mal haya la muerte,
que así fatal me quita
ya vida, sin matarme,
y en una muerte viva
Fernado Charry Lara

me deja en tan triste calma,


para hacer más cruel su herida,
con una que sólo es alma
de la muerte más triste de mi vida.

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

Al segundo tomo de Sor Inés Juana de la Cruz


Gracias al que alumbrar con tus vivezas
Al mundo, saca a luz, luces más vivas,
Probando ser con otras más activas
Las especies Angélicas impresas.

Salgan, pues, a brillar tus agudezas;


Mas no prosigas más, ni más escribas,
Si añadir a tu fama estimativas
No pueden, ni aun tus mismas sutilezas.

Con las luces nos dejas deslumbrados,


Con las sombras nos dejas advertidos,
Para que así digamos admirados.

Que a un tiempo sabes dar hoy repetidos,


En unos como versos nunca hallados,
Unos como milagros nunca oídos.

Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

De los que llamamos bienes de esta vida,


no hay alguno que, bien visto, no sea falso
Si toda vida es una muerte viva,
La juventud, Aurora acelerada,
La salud, una flor del Cierzo ajada,
Y el puesto, un puesto que en el aire estriba.

Si es la nobleza luz de perspectiva,


Si es la belleza rosa deshojada,
Si es el deleite una ilusión soñada,
Si es toda dicha sombra fugitiva.

Si es el aplauso un lisonjero engaño,


Si el séquito el que al loco da el desprecio,
Si las riquezas un dinero a daño.

Salga desde hoy mi error del suyo necio,


Pues veo ya, con la luz del desengaño,
Que el humo al cobre le levanta el precio.

Nada falta para ello a mis pasiones,


ya sabe a ataúd la cama, y yo lo muestro
en que un cuerpo, que estudia en corrupciones,
ya sólo está para cadáver diestro,
serme así el dolor en sus lecciones texto,
cátedra, libro, oyente, y maestro. Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

Fáciles, y breves remedios,

para adquirir varios bienes,

de los que más apetecen los hombres

Quieres ser noble? obra siempre honrado;

quieres ser sabio? estudia en ser virtuoso;

quieres ser rico? no seas codicioso;

quieres tener salud? vive reglado;

quieres respetos? vive retirado;

quieres aciertos? piensa con reposo;

quieres deleites? pon en Dios tu gozo;

quieres serenidad? vive templado;

quieres ser valeroso? sé paciente;

quieres triunfar de todos? sé constante;

quieres no mendigar? sé providente;

quieres amigos? súfrelos amante;

quieres muerte feliz? vive prudente,

como que has de morirte al otro instante.


Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

Epitafio anticipado,

que hace un enfermo sobre el sepulcro de su cama,

en que sobreviviendo a sí mismo,

desde ella empieza a leer,

como otros sus blasones, sus miserias

Este, que catre piensas descansado,

cátedra es en que leo mis desaciertos,

donde las llagas son libros abiertos

que el fin del mío me muestran descifrado.

Cada dolor es un Doctor graduado

en la ciencia, que aprende de otros muertos,

de dónde saca en silogismos ciertos

cuán cerca de ellas anda el cuerpo helado.

Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

A dónde iré, Señor, que desde luego


no encuentre con mis culpas, y tu enojo?
A dónde? A este Costado, a que me acojo,
para esconderme entre su mismo fuego.

Ese lugar, en que te herí tan ciego,


de tu ira huyendo, por mi asilo escojo,
conocimiento es tuyo, más que arrojo,
el irme a él a buscarme mi sosiego.

Desde hoy, pues, en su Templo retraído,


no saliendo, Señor, de tu costado,
protesto estarme en él siempre escondido.

Porque al buscarme mi enemigo airado,


por no entrar al Sagrado de ese nido,
sin peligro me deje en su Sagrado.

Fernado Charry Lara

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Francisco Álvarez De Velasco Y Zorrilla (1647-1704)

Soneto

Tu voluntad, Señor, como en el Cielo,


se haga en la Tierra de mi pecho dura,
porque sin esta mercancía segura,
el logro es riesgo, y la ganancia anhelo.

Sin ella, fuera el Cielo un Mongibelo;


gloria, con ella, esta mansión obscura,
porque en la propia voluntad impura
el puerto es golfo, y precipicio el vuelo.

Y aunque yo me hallo en una tierra, en cuya


región la más sagaz sabiduría
ciega pretende solo hacer la suya:
Haced, Señor, que sin hipocresía
desde hoy mi voluntad haga la tuya,
sin querer en la tuya hacer la mía.

Anónimo

Descripción del Río Bogotá y Salto del Tequendama

De las sierras cuya altura


corona risueña el alba,
del Bogotá las corrientes
forman un monte de escarcha.

Corre gigante la nieve


a buscar en Tequendama
el sepulcro que fabrican
dos peñas a su arrogancia.
Fernado Charry Lara

Libre el campo se le ofrece


para que corran sus aguas,
mas, como va a despeñarse,
va su orgullo haciendo pausa.

Sierpe de cristal, se ondea,


y al entrar por la montaña
ve por los riscos las señas
del riesgo que le amenaza.
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Los árboles, con las hojas
que despiden de sus ramas,
se embarcan en su corriente
en bajeles de esmeralda.

¡Oh, cómo de sus exequias


la triste música cantan
las aves que, en sus orillas,
son las ninfas de sus aguas!

Hasta las flores se quejan


de ver que se despedaza
la presea que tal vez sirve
de espejo a su gala.

Y para ver la tragedia


que en el salto le amenaza,
hacen balcón de la peña
las aves, flores y plantas.
Prisionero de sí mismo,
entre las peñas se ataja,
y al vaivén de sus corrientes
cadenas de plata arrastra.

Al precipicio se acerca
tan altiva su arrogancia,
que chocando con un risco
un monte de espuma exhala.

Copo a copo se despeña,


gimiendo al golpe sus aguas
de ver transformado en niebla
el que fue sierpe de plata.

Pendiente queda del risco,


para que diga la fama
que las dichas de un soberbio
Fernado Charry Lara

se rematan en desgracia.

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Juan de Castellanos (1522-1607)

Un soberbio Panche
Y antes de comenzarse la subida
vieron venir un panche dando voces
de gran disposición y horrible gesto,
solo, sin otras armas en la mano
que macana de palo poderoso;
y los nuestros creyendo ser mensaje
o para dar la paz o mayor guerra,
pararon todos e hicieron alto,
con intención de conocer la suya.

La cual él hizo luego manifiesta,


pues por salutación, en el primero
de ellos que se halló más a la mano,
a quien llamaban Juan de las Canoas,
el palo descargó con ambas manos,
que, como vio venir el golpe,
puso la cóncava rodela por delante
donde lo recibió; mas el escudo quedó
desmenuzado, como cuando
del fulminoso fuego que desciende
de la región aérea fue tocado el duro
material que lo deshace, y las briznas
y astillas van volando, por una y otra
parte divididas.

Y aunque mozo,
robusto y animoso, faltóle fuerza
para sustentarse sobre sus pies,
y con oscura nube de que sus ojos
fueron ocupados, cayó desacordado
y aturdido.

Lo cual visto por nuestros españoles,


Acometiéronle por todas partes,
Fernado Charry Lara

y el Céspedes a voces les decía


Que por ninguna vía lo matasen,
Sino que sin herillo lo prendiesen,
Por saber la razón de su locura.

Mas el soberbio panche con el leño


Y portentosa fuerza se defiende,
Los unos y los otros oxeando
Con buen compás de pies y gallardía,
20
Según maestro práctico de esgrima
Que en plaza pública se desenvuelve,
Jugando de florero con montante,
Rodeado de gente que lo mira,
Que porque no les toque revolviendo,
Los unos y los otros se retraen,

Dejando campo desembarazado


Donde pueda jugar a su contento;
Que bien desta manera lo hacía,
Aquellos que tentaban de prendello,
Cada cual resguardando su cabeza.

Mas Juan Rodríguez Gil, mozo valiente,


De monstruosas fuerzas, corpulento,
En viendo tiempo, dio veloce salto
Por las espaldas dél, y con los brazos
Nervosos lo ciñó por los ijares,
Según el torvo tigre que, rastrando
El pecho por el suelo, sin ruido
Se va llegando para hacer la presa
En ancas del cornígero juvenco,
Y con velocidad imperceptible,

Subiéndose sobre él, asió las garras


Y el mísero novillo por librarse,
Da brincos y corcovos, brama gime,
Sin ser poder valer ni aprovecharse
Del arma que le dio naturaleza.

Desta manera lo tenía preso,


Sin le dejar usar de la macana,
Que con dificultad se la quitaron
Los otros compañeros de las manos,
Ligándoselas luego con esposas
Y pendiente cadena del pescuezo.

Y el Juan de Céspedes con una lengua


Fernado Charry Lara

Mosca que declaraba los acentos,


Pregunta: "Dime, bárbaro valiente,
¿Cómo te poseyó tan grande demencia
Que siendo solo contra tanta gente,
Presumieses venir a competencia?
Porque moverte tú tan solamente
Sin emboscada de mayor potencia,
No me parece vero testimonio,
Y si lo es, tú debes ser demonio".
21
El indio le responde: "Yo soy hombre
Por tal y por mi nombre conocido,
Y aquí donde resido fui criado.

Antier me fue forzado salir fuera,


Y ayer, que no debiera, ya muy tarde,
Vi con temor cobarde gente pancha
Que nunca de tal mancha tuvo nota.

Dijéronme ser rota y abatida,


Privando de la vida muchos buenos
Vosotros que sois menos, y tan pocos
Que no tuve por locos desconciertos
Pensar dejaros muertos por mi mano
En pago de un hermano y de un tío
Y un mozo hijo mío, y otras gentes,
Mis deudos y parientes, cuya muerte.

Me turbó de tal suerte, que con saña,


Sin convocar compaña de los tristes,
Intenté lo que viste por las muestras
Cuando probé mis fuerzas con las vuestras.

Todos de ver el término soberbio


Y atrevimiento con que les hablaba,
Quedárnosle admirados, y quisiera
El Juan de Céspedes que lo llevaran

A Bogotá, ligado con prisiones;


Mas Juan de las Canoas que corrido
Estaba por haberlo derribado,
Con otros compañeros impacientes,
Luego que el capitán movió la suya,
Al indio le cortaron la cabeza. Fernado Charry Lara

22
Juan de Castellanos (1522-1607)

El Portugués y su Querida Teresa

Y pues pintamos indios fugitivos,


Quiero decir de cierto lusitano
Una maña donosa muy reída,
Que para huir tuvo su querida.

Era india bozal, más bien dispuesta;


Y el portugués, que mucho la quería,
Con deseo de vella más honesta
Vistióle una camisa que tenía;
Hízola bautizar, y con gran fiesta
Debió celebrar bodas aquel día;
Que en entradas vergüenzas se descarga
Para poder correr a rienda larga.

Estaba en la sabana de buen techo


Y llegada la noche muy oscura,
El portugués juntóla con su pecho
Para poder tenella más segura:
Ambos dormían en pendiente lecho,

Según uso en aquella coyuntura:


Fingió la india con intento vario
Ir a hacer un negocio necesario.

Levantóse del lusitano lado


Y sentóse no lejos del, que estaba,
Los ojos en la india, con cuidado
De mirar si a más lejos se mudaba
Siendo de su mirar asegurado,
Viendo que la camisa blanqueaba.

La india luego que la tierra pisa


Quitóse prestamente la camisa.
Y al punto la colgó de cierta rama
Fernado Charry Lara

Por cebo de la vana confianza;


Aprestó luego más veloz que gama
Con el traje que fue de su crianza;
Él pensaba lo blanco ser la dama;
Mas pareciendo mal tanta tardanza,
Le decía: "ven ya, niña Tereya,
A os brazos do galán que te deseya".

Y también: "niña Dafne" le decía


23
Teniéndose quizá por dios Apolo;
Y agora no lo fue, porque no vía
A la que lo dejaba para tolo;

Extenderá los rayos con el día


Para que pueda ver el rastro solo:
Que agora tan nuble se le pega
Como a los moradores de Noruega.

Faltó también la lumbre de la hermana


Que fue para su Dafne gran seguro,
Quiero decir la lumbre de Diana,
Que suele deshacer lo más oscuro
No se tornó laurel, tornase rana,
Por ser también el agua de su juro,
Y ser la ligereza de la perra
No menos en el agua que en la tierra.

Viendo no responder, tomó consejo


De levantarse con ardiente brío,
Diciendo: "¿Cuidas tú que naon te vejo?
Véjote muito bien per ó atavío".

Echóle mano, mas halló el pellejo


De la querida carne ya vacío.
Tornóse, pues con sola la camisa
Y más lleno de lloro que de risa.

Fernado Charry Lara

24
Juan de Castellanos (1522-1607)

Imploración del agua

Hecha la prevención que voy diciendo


Hicieron procesión con letanía,
Zuazo con la cruz que va siguiendo
Esta desconsolada compañía:
El cantando, los otros respondiendo,
Según uso de nuestra madre pía;
Pero la dulcedumbre de estos cantos
Era toda de lágrimas y llantos.

Con esa procesión, vía derecha,


Dos veces fue la isla atravesada
En tal manera que quedó cruz hecha
Del huello de la gente señalada.

Considerando, pues, cuanto aprovecha


La cabal oración y porfiada,
Hincóse de rodillas el Zuazo
En la junta del uno y otro brazo.

Las manos y los ojos van al cielo;


Diciendo con suspiros y gemidos:
"¡Oh Padre de piedad y de consuelo,
Consolad estos tristes afligidos!

Lleve la devoción tan alto vuelo


Que toque su clamor vuestros oídos,
Y dé socorro la potente diestra
A los que son, mi Dios, hechura vuestra.

"Vos que hartáis a los brutos animales


En los desiertos secos donde moran,
Visitáis con humor los vegetales
Y así de flor y fruto se decoran;
Fernado Charry Lara

Proveed también aquestos racionales.

Pues os creen, conocen y os adoran.


¡Oh fuente perennal, confortativa,
Santo Dios vivo, dadnos agua viva!

"Vos que le disteis agua con aumento


Al vencedor del campo filisteo,
Sacada de las muelas del jumento
25
Y endulzasteis también las de Eliseo;
Vos que de piedras disteis al sediento
Agua que satisfizo su deseo,
Y en los antiguos pozos de discordia,
Usad aquí también misericordia.

"Oh cruz preciosa y abundante fuente


Contra la sed rabiosa del pecado,
A donde vos, mi Dios omnipotente,
Fuisteis con duros clavos enclavado.

Y salió sangre y agua juntamente


De vuestro preciosísimo costado;
Dad agua de esta cruz;
pues nos dais sangre
Con que satisfagamos tanta hambre".

Luego se levantó con esperanza


Firmísima del agua prometida,
Y dijo con entera confianza:
"Cavemos por ser parte bien medida,
En medio de esta cruz y semejanza,
De aquella donde Dios nos da la vida,
Y no creáis que fue promesa vana
Esta que nos fue hecha por Santa Ana".

Cavaron luego muchos con fe pura,


Y pensando pasar más adelante,
No más de codo y medio de fondura,
Sacaron agua dulce y abundante.

Dio tan grande contento la dulzura,


Que el más muerto cobró nuevo semblante;
Gustan aprisa todos del consuelo,
Alzan los ojos, dan gracias al cielo. Fernado Charry Lara

26
Martín de Saavedra Guzmán (1594-1654)

Con la excusa de una caída,


no se le guardó la palabra
En breve espacio vio el alba
Mucho prodigio en su esfera
La mañana de San Juan
Cuando Lisi fue a la huerta.

Cobraron vida las flores


Abrieron las azucenas
Y ufanas si menos lindas,
Unas con otras se alegran.
Belleza les presta a todas
Y aunque es tanta su belleza
Con ella están envidiosas,
Marchitas están si ella.

Del daño padezco apenas,


Mirad cómo le causara:
No es nuevo en vos el caer
Pues sabéis caer en falta.

Fernado Charry Lara

27
Martín de Saavedra Guzmán (1594-1654)

Al Logro de sus Deseos

Llegó de larga jornada


Arrojándose atrevida
Por dar a la muerte vida
En los filos de una espada.

Y como fue deseada


Obrando tanto escarmiento
Con los sustos del contento
Sin reparar en lo justo
Luego en los brazos del gusto
Se arrojó el atrevimiento.

Rendimiento de su Dama

Como a la cándida rosa,


A quien Febo se atrevió
La bella Clori quedó
Si ajada, siempre hermosa,
Y la color milagrosa
Encendida con razón,
Piadosa dice al ladrón,
Que ya le está agradecida,
Que, pues le entregó la vida,
Que mire por su opinión. Fernado Charry Lara

28
Francisca Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742)

Afecto 46

Deliquios del divino amor en el corazón de la criatura,


y en las agonías del huerto
El habla delicada
Del amante que estimo,
Miel y leche destila
Entre rosas y lirios.

Su melíflua palabra
Corta como rocío,
Y con ella florece
El corazón marchito.

Tan suave se introduce


Su delicado silbo,
Que duda el corazón,
Si es el corazón mismo.

Tan eficaz persuade,


Que cual fuego encendido
Derrite como cera
Los montes y los riscos.

Tan fuerte y tan sonoro


Es su aliento divino,
Que resucita muertos,
Y despierta dormidos.

Tan dulce y tan suave


Se percibe al oído,
Que alegra de los huesos
Aun lo más escondido.
Fernado Charry Lara

Al monte de la mirra
He de hacer mi camino,
Con tan ligeros pasos,
Que iguale al cervatillo.

Mas, ¡ay! Dios, que mi amado


Al huerto ha descendido,
Y como árbol de mirra
Suda el licor más primo.
29
De bálsamo es mi amado,
Apretado racimo
De las viñas de Engadi,
El amor le ha cogido.

De su cabeza el pelo,
Aunque ella es oro fino,
Difusamente baja
De penas a un abismo.

El rigor de la noche
Le da el color sombrío,
Y gotas de su hielo
Le llenan de rocío.

¿Quién pudo hacer, ¡ay! Cielo,


Temer a mi querido?
Que huye el aliento y queda
En un mortal deliquio.

Rojas las azucenas


De sus labios divinos,
Mirra amarga destilan
En su color marchitos.

Huye, alquilo, ven austro,


Sópla en el huerto mío,
las eras de la flores
Den su olor escogido.

Sópla más favorable,


Amado ventecillo,
Den su olor las aromas,
Las rosas y los lirios.

Mas ay! que si sus luces


De fuego y llamas hizo,
Hará dejar su aliento
Fernado Charry Lara

El corazón herido.

30
Francisca Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742)

Poema

De la salud la fuente,
coronada de juncos punzadores,
un corazón ardiente
buscaba triste y lleno de dolores,
y hablando con la cruz, que atento mira,
así gime, así llora, así suspira:

¡Señor, yo soy el ciervo


que tan sediento buscó esos raudales;
si te ofendí protervo,
ya busco arrepentido de mis males,
y no me he de apartar de tu presencia
sin favor, sin perdón, y sin clemencia!

En esa cruz clavado


arco de paz te hicieron tus finezas,
y pues, enamorado,
así encender pretendes las tibiezas;
que se abrasen las mías, hoy te ruego,
con tu luz, con tu llama, con tu fuego.

El Dios de las venganzas,


un tiempo los profetas te llamaron;
mas ya mis esperanzas
desde que hombre te hiciste mejoraron,
pues Dios de amor, te mira en prisiones
sin arco, sin saetas, sin arpones.

Ya se acabó la guerra,
no más pecar, Señor,
no más, te ofrezco;
vea el cielo y la tierra
que aunque el perdón que pido no merezco,
me lo da tu bondad; y en tanta gloria
Fernado Charry Lara

la corona, la palma, la victoria.

A mi Padre he enojado
por las culpas que ingrata he cometido;
la llaga del costado
me la puedes mostrar, amante herido,
que con su vista no has de ser, espero,
tremendo, rigoroso, justiciero.

31
Y de tu Madre Santa
mira los limpios pechos, mi sagrado;
¿qué daré en dicha tanta,
sabiendo ya por quien me ha perdonado?
Pues se acaban (poniendo allí los ojos)
las iras, los rigores, los enojos.

Por sustentarme echaste


el sello de tu amor en una oblea;
tu sangre derramaste,
queriendo que a mi sed bebida sea.

No permitas malogren mis furores


tus finezas, tus ansias, tus amores.
Yo cometí el pecado
cual oveja voraz, la más perdida,
y tuve olvidado
en los pastos del mundo divertida;
pero tú, reducirme a ti procuras,
con ruegos, con piedades, con dulzuras.

Pastor y pasto mío,


que me has buscado, sin ahorrar rigores
del invierno en el frío,
y del verano ardiente en los ardores;
no salga yo otra vez, para mi daño,
del redil, del aprisco, del rebaño.

Fernado Charry Lara

32
Hernando Domínguez Camargo (1606 - 1659)

A un salto por donde


se despeña el arroyo de Chillo
Corre arrogante un arroyo
Por entre peñas y riscos,
Que, enjaezado de perlas,
Es un potro cristalino.

Es el pelo de su cuerpo
De aljófar, tan claro y limpio,
Que por cogerle los pelos,
Le almohazan verdes mirtos.

Cíñele el pecho un pretal


De cascabeles tan ricos,
Que si no son cisnes de oro,
Son ruiseñores de vidrio.

Bátanle el ijar sudante


Los acicates de espinos,
Y es él tan arrebatado,
Que da a cada paso brincos.

Dalen sofrenadas peñas


Para mitigar sus bríos,
Y es hacer que labre espumas
De mil esponjosos grifos.

Estrellas suda de aljófar


En que se suda a sí mismo,
Y atropellando sus olas,
Da cristalinos relinchos.

Bufando cogollos de agua,


Desbocado corre el río,
Fernado Charry Lara

Tan colérico, que arroja


A los jinetes alisos.

Hace calle entre el espeso


Vulgo de árboles vecino,
Que irritan más con sus varas
Al caballo a precipicio.

33
Un corcovo dio soberbio,
Y a estrellarse ciego vino
En las crestas de un escollo,
Gallo de montes altivo.

Dio con la frente en sus puntas,


Y de ancas en un abismo,
Vertiendo sesos de perlas
Por entre adelfas y pinos.

Escarmiento es de arroyuelos,
Que se alteran fugitivos,
Porque así amansan las peñas
A los potros cristalinos.

Fernado Charry Lara

34
Hernando Domínguez Camargo (1606 - 1659)

A la muerte de adonis
En desmayada beldad
De una rosa, sol de flores,
Con crepúsculos de sangre
Se trasmonta oriente joven.

Cortóla un dentoso arado


Que, a no ser de ayal torpe,
Por la púrpura que viste,
Le juzgara marfil noble.

Cerdoso Júpiter vibra


Rayos, marfil, sobre Adonis,
Y el alma que trae de Venus
Hiere más, mientras más rompe.

Espumoso coral vierte


Que en verde esmeralda corre,
Mar de sangre en quien a Venus
Naufragio prepara Jove.

Verdugo monstruo ejecuta


De inflexible Dios rencores,
Y siendo amor el vendado,
Son cadahalsos los montes.

«¡Ay!, fiera sangrienta, dice,


Si asegundarte dispones,
Advierte que en la de Venus
No en mi vida, has dado el golpe.

Y matar una mujer


Con hazaña tan enorme,
Más para escupida es,
Que para esculpida en bronce».
Fernado Charry Lara

Con esto se vino a tierra


Esta hermosura Faetonte,
Y exhala beldad, ceniza
Del sol que agoniza ardores.

De la herida a la ventana
El alma, al golpe, asomóse
Y aunque halló en la sangre escalas
35
Saltó atrancando escalones.

Cuando de cansar las fieras,


Ciudadanos de los bosques,
Venía la diosa Venus
Guisando a su amante amores.

Perlas desata en la frente,


Y su cuerpo exhala olores,
Que en amorosa porfía
Mejillas y aire recogen.

Juega la túnica el viento


Y entre nube Holanda expone
Relámpagos de marfil,
Migajas de perfecciones.
Arroyo de oro el cabello,
Libre por la espalda corre,
De la cual pende un carcaj,
Vientre de dardos veloces.

Duplica en la espalda flechas,


Rigores ostenta dobles,
Bruñido dardo a las fieras,
Sutil cabello a los hombres.
Al pequeño pie el coturno
Le pone armiñas prisiones,
blando muro a dura espina
Que a tanta beldad se opone.

Fuentes le abrió de coral,


Quizá previniendo entonces,
Que tanto fuego tuviese
Por la sangre evacuaciones.

Hilos de rubí desata


Para que su nieve borden,
Fernado Charry Lara

Con que en la tez de las rosas


Lácteos purpureó candores.
Ramos de sangre en tal cielo
Fueron cometas atroces
Que le escribieron desastres
En tan sangrientos renglones.

36
Espoléale a su desgracia
Con la espina y arrojase
Desde el risco del amor
Al zarzal de confusiones.

Trajinaría de distancias,
La vista escudriña el orbe,
Ve un atleta con la muerte
Luchando en rojas unciones.

A Adonis vio, jaspe yerto,


Por lo manchado y lo inmoble,
Y por dudar lo que ve,
Adrede le desconoce.

Asomase toda el alma


A los ojos, conoció le,
Y por dudar y engañarse,
Con engaños se socorre.

Beber la muerte en sus labios,


Cervatilla herida, escoge,
Muerte bebe en barro y vida
En boca rubí propone.

A voces le encaña el alma


Y a la de Adonis, sus voces,
Como se va por la herida,
Son a su prisa empellones.

Mira al cielo de su rostro,


Que alumbraban zarcos soles,
Y halla que a eclipsarlos vino
La luna de su desorden.

De las mejillas, que en rosas


Desabrocharon botones,
Si bordados, no alelíes,
Fernado Charry Lara

Cárdenas violetas coge.

El panal dulce del labio,


Que entre ambrosia daba olores
Si es ámbar flor maltratada,
Hiel al néctar corresponde.

37
Mas las víboras de sangre,
Que se arrastran por las flores,
Nueva Eurídice, la muerden,
Miembros de mármol la ponen.

Rabiosamente se arroja,
Y es el remedio que escoge,
Beberle en la boca el mismo
Veneno que la corrompe.

La boca avecina al labio,


A heredarle el alma, adonde
Como llegó Venus muerta,

Alterna muerte matóles.


Ay Píramo!, ay, Tisbe nueva!
Riscos ablandáis que os lloren,
Pues caváis en una herida
Hoyo a dos vidas conforme.

Con las palabras enjagua


Y dando nieve en sudores,
Con cansados huelgos dice
Estas quejas a los dioses:

«¡Ay Dios bronce!


¡ay Dios diamante!
¡ay Júpiter!, cuando adores
A Europa toro, oro a Dafne,
Tus amores se malogren.

¡Ay, Apolo vengativo!,


Cuando con pies voladores
Sigas a Dafne, de ingrato
Laurel tus sienes corones.

¡Ay!, náufraga vida mía!,


Que un mar bermejo te sorbe
Fernado Charry Lara

Y en la roca de la muerte
Te estrellas ya sin tu norte».

Dijo, y por la herida misma


Hasta el corazón entróse,
Que aún más allá de la vida
Un dulce amor se traspone.

38
Hernando Domínguez Camargo (1606 - 1659)

Al agasajo con que Cartagena


recibe a los que vienen de España está,
mal de la tierra descarnada,
Si con poca bisagra bien unida;

Esta, mal en las ondas embarcada,


Si bien de sus impulsos repetida:
Península Cartago, que ha que nada
-foca de arena- siglos mil de vida,
A uno y otro Jonás que el mar le induce,

A Nínive de plata los traduce.


Esta, de nuestra América pupila,
De salebrosas lágrimas bañada,
Que al mar las bebe, al mar se las destila,
De un párpado de piedra bien cerrada:

Digo, de un metro real, que recopila


En su niñeta breve dilatada,
Babilonia de pueblos tan sin cuento,
que les ignora el sol su nacimiento.

Este, sediento imán de inquietos mares,


esta pina de excelsos edificios,
consagra a la piedad cultos altares,
para libar en todos sacrificios a los que
Europa trasladó a sus lares,
a los que en techos recibió propicios que,
sorbidos de hidrópicas marinas,
a sus templos consagran sus ruinas.

Esta, blanco pequeño de ambos mundos,


de veleras saetas asestado, que,
vencidos los mares iracundos,
a su puerto su proa han destinado:
Fernado Charry Lara

do de Europa, de América,
fecundos puertos le expone aquel,
este costado, que al sur remite,
al norte le desata la plata en ropas
y la ropa en plata.

Esta, en la selva de sus techos rica,


uno y otro ciprés de piedra erige

39
en una y otra torre que edifica;
norte que mudo los abetos rige;

Argos esta, a sus cumbres se dedica


y linces ojos a la mar dirige por albergarlos
en sus ojos antes, aún en poder del mar,
aun cuando errantes.

Esta, pues, Cartagena, esta varada nao


de piedra en la tierra, cuya popa
templo a la Virgen se erigió sagrada,
timón dedica un cirio a errante tropa,
que de argonauta mudo voz callada,
ecos oye de luz, en los que Europa
faroles le responde, con que luego mudos
se hablan con la voz del fuego.

Esta, pues, monte verde, Polifemo


que ilustra los espacios de su frente
de un ojo de un farol, así supremo,
que es mucha llama su pupila ardiente,
su pie le da a besar a cuenta el remo
desde las naos le aborta hesperia gente
en hormigas de pino, en las barquillas
que de españoles pueblan las orillas.

Estos su patrio ya no extrañan suelo


en esta que es común patria del orbe,
en tan pequeño sitio en tanto cielo que,
sin que inmenso número le estorbe,
multitudes alienta su desvelo,
millones su piedad de pueblos sorbe,
pues firmamento ya del suelo medra
el que ciñe zodíaco de piedra.
Fernado Charry Lara

40
Hernando Domínguez Camargo (1606 - 1659)

A Guatavita

Una iglesia con talle de mezquita,


lagarto fabricado de terrones,
un linaje fecundo de Garzones
que al mundo, al diablo y a la carne ahíta.

Un mentir a lo pulpo, sin pepita,


un médico que cura sabañones,
un capitán jurista y sin calzones,

Una trapaza convertida en dita.


El Argel de ganados forasteros,
fustes lampiños, botas en verano;
de un ¿cómo estáis? menudos aguaceros.

Nuevas corriendo, embustes de Zambrano,


gente zurda de espuelas y de guantes,
apuesto es Guatavita, caminantes.

Fernado Charry Lara

41
Hernando Domínguez Camargo (1606 - 1659)

San Ignacio de Loyola

Poema Heroico
Libro Primero-Canto Primero (fragmento)

BANQUETE

LII

Damascada pensión de los telares,


flamenca Aracnes descogió,
arrogante, entre hilados jazmines y azahares,
no menos blanco lienzo que fragrante.
Muró de crespas garzas, no vulgares,
sus orillas la mesa, en que arrogante,
crestado un lienzo sobre el otro,
hacía entallada de nieve cetrería.

LIII

Sol un salero, confusión de estrellas,


desmembrado en sus piezas,
derramaba; y, rayo de oro la menor,
centellas en las nubes de lino fulminaba.

De opimos frutos y de flores bellas,


Amaltea sus cuernos trastornaba sobre los cedros,
que cansados gimen de las grandezas
con que los oprimen.

LIV

Rojo penda terliz, ya que no bello,


sobre el pico, ni adunco ni torcido,
o fuelle de zafir sople en su cuello
a su canto, ni arrullo ni gemido,
Fernado Charry Lara

el ave que, en el hombro o el cabello,


ya del Inca es diadema, ya vestido;
que hospedando en sus arcas al oriente,
voló a la mesa desde el occidente.

LV

Mentida Isis en la piel, pudiera


acicalar en Argos el desvelo
42
de la que el tauro codició ternera,
por darle ilustre sucesión al cielo;
lasciva Parca de las flores era la que
(la luna el cuerno, el sol el pelo)
víctima cayó idónea, y dio la vida
por qué pródiga fuese la comida.

LVI

Cuantas copias el gallo perezosas


(ceñido de rubí crespo turbante)
si bellas no, crestadas celó esposas,
gran turco de las aves arrogante,
tantas con quejas lamentó amorosas
( torcido el cuello, aun de la más amante)
cuando el estrago, que él lúgubre llora,
el fuego enrubia y el rescoldo dora.

LVII

Alma de las arterias de la sierra,


en blandas pieles Dédalo mentido,
aquel que en laberintos mil se encierra
en un taladro y otro que ha torcido
conejo, aun desde el centro de la tierra
espíritus le late al prevenido
can, que lo fía en el convite ileso,
en fe que es suyo el uno y otro hueso.

LVIII

Al que la leche le ministra pasto


(des vigorada la nerviosa pluma),
eunuco muere de las aves casto,
pájaro sea plebeyo, alado Numa;
el que el piélago al aire nada vasto,
en los platos es ya tan rara suma,
que al paladar su copia nunca vista
Fernado Charry Lara

nuevas Indias de gula le conquista.

LIX

Aquel a cuya huella aun no vacila,


el jazmín que del aura ha vacilado,
y al ardiente clavel le despabila
las cenizas del alba no violado,
su muerte en el del can dentado Scila
43
el ciervo halló infeliz: pues, destrozado,
de aquello que le rompe el arrecife,
un plato y otro fue dorado esquife.

LX

Alada de dos remos, la barquilla,


halcón a quien dio el remo leve pluma,
de la alcándora absuelta de la orilla,
rompe en región azul nubes de espuma;
no las caladas de su aguda quilla
(garzón del mar) el sábalo presuma
falsear velos o desmentirlas mudo,
que es su garra el arpón que sintió agudo.

LXI

Del coso sale, que muró una roca,


a la plaza del piélago espumoso,
toro el atún marino, que convoca
al uno y otro remo perezoso:
calase al mar el fresno que lo toca,
de un joven impelido así nervioso,
que, borrándole al mar limpios cristales,
es ya, varado, escollo de corales.

LXII

Cimiento el plomo, si la corcha almena,


nudoso muro al mar, la red se tiende;
provincias mil de escollos encadena
y ciudadanos mil del agua prende:
ni al de lúbrica piel vale la arena,
ni el de escamas armado se defiende;
que es la mesa teatro, en tanta suma,
del secreto ignorado aun de la espuma.

LXIII
Fernado Charry Lara

El que el arroyo cristalino muerde


bruñido junco, ya oficioso cubre
panal de leche, en su colmena verde,
de la oveja labrado en ubre y ubre,
con quien, helada, por morena pierde
la que ordeñó a las nubes nieve octubre:
canas ésta peinó siempre vulgares,
porque es la leche Adán de los manjares.
44
LXIV

Peinase hebras de nieve la pechuga


sobre la leche, que templó suave
electro, que la abeja que madruga
a libarlo a la flor, cuajarlo sabe;
o se densa en las llamas, o se enjuga
éste, que, medio leche, medio ave,
centauro es de la gula, en el convite,
del griego el metamorfosis repite.

LXV

El cadáver augusto de la fruta


que en bálsamo de almíbar se preserva
en las mesas, al huésped se tributa
en la embebida en ámbares conserva.

Por imán de las tazas se diputa,


cuanto salada más, menos acerba,
en sazón a la sed siempre oportuna,
retaguardia a las mesas, la aceituna.

LXVI

Pelicano de frutas, la granada,


herida en sus purpúreos corazones,
su leche les propina colorada,
en muchos que el rubí rompió pezones.

Baco, que la admiró desabrochada,


apiñados le ofrece los botones
en el racimo que cató respeto
al vino de quien es diez veces nieto.

LXVII

Hijas del soplo, nietas de la hierba,


Fernado Charry Lara

las tazas débilmente cristalinas,


y las que el chino fabricó y conserva
en las que pudre al sol conchas marinas,
con las que antigua sucesión reserva,
partos de Ofir en sus primeras minas,
dora el antiguo Baco, aún más precioso
que el cristal puro y oro luminoso.

45
Bruno Solís y Valenzuela (Fernando Fernández de Valenzuela) (1616 - 1677)

Canción

Este espejo me pongo cristalino


porque en su luna mi mudanza advierta,
y en la luz de sus rayos me despierte
que es peligro dormirse en el camino,
donde apenas un hombre se despierta,
cuando camina al lado de la muerte.

Y si es la mayor suerte
llegar a conocer su suerte el hombre,
mi suerte quiero ver puesta en mi nombre,
que siempre el Cielo a esclarecidos pechos
puso en el nombre cifra de sus hechos,
y con este consejo
mi nombre a mí me servirá de espejo.

Dice, pues, este nombre, un hombre vivo,


tan muerto como un hombre degollado,
y he de estar muerto tan perfectamente,
que no me tengo de acordar que vivo;
sino pensar que estoy ya sepultado,
que al muerto esto le falta solamente.

He de llevar presente
que no hay en mí querer, pues la cabeza
del degollado nunca se endereza.

Ni tengo de sentir, que los sentidos


los tengo todos de tener perdidos,
y solo sentimiento
de ver que no he sentido lo que siento.

La propia voluntad, el amor propio,


la estima, el parecer, la ambición vana,
Fernado Charry Lara

el preferirme, y el tenerme en algo


muy lejos han de estar, porque es impropio
pensar que un muerto tiene desto gana;
y si la tengo, de mi ser me salgo;
que sólo un nada valgo,
allá en el centro, donde solo habito,
con grandes letras ha de estar escrito;
y en mí la pretensión de mi ventura
ha de ser aguardar la sepultura,
46
y mi mayor ventaja,
el ir siempre vestido de mortaja.

La carne, mi enemiga ya vencida,


se rinda, calle, abata, cure y llore,
sin fuerzas, quieta, humilde, enferma y flaca,
y pues es carne ya de hombre sin vida,
no hay aguardar que nadie se enamore
de la hermosura que de un muerto saca.

Aquí del todo aplaca,


de aquellos apetitos tan injustos
los regalos, deleites y los gustos:
cosa de carne aquí se veda,
porque sin carne y sangre un muerto queda:
los regalos son vanos,
que es regalar con ellos los gusanos.

Fuera del cuerpo ha de vivir el alma,


ni ha de sentir los ímpetus furiosos
de aquellas sus pasiones que la alteran.

Muy sosegado el mar, y muy en calma,


navegue con afectos amorosos
al puerto amado, en quien el premio esperan;
y aunque corsarios quieran
turbar su paz, por aumentar su pena,
las áncoras asiente en el arena,
y firme no responda en su congoja,
que un muerto ni se queja ni se enoja,
y así no es bien que sienta
honor perdido, ni crecida afrenta.

Mas, ¡ay!, de mí quitar quiero el espejo,


que no puedo sufrirme, pues me veo
tan lejos de llegar a lo que miro,
que, aunque la vida en esta vida dejo,
tan asido a la vida está el deseo,
Fernado Charry Lara

que nunca de mi cuerpo lo retiro;


y con razón suspiro,
pues tanta carne y sangre en mí se encierra,
que apenas me levanto de la tierra:
tan lejos de estar muerto en lo que intento,
que es cuanto pienso, cuanto digo y siento
contrario a lo que escribo,
pues lleno de pasiones me estoy vivo.

47
Francisco Antonio Vélez Ladrón De Guevara (1721 - ? )

A una dama cariñosa y esquiva

Décimas

Cielo para qué derramas


Sobre mí tus luces bellas
Si solamente son ellas
Incendios con que me inflamas?

Sólo hallo en tus luces llamas


Pues siempre que a verlas llego
Quedo abrasado en su fuego
Quedo a su ardor derretido
Quedo a sus rayos rendido
A sus resplandores ciego.

Y con todo estoy de mí

Tan fuera, bella homicida,


Que quiero encontrar la vida
Del modo que la perdí,
Yo muero porque te vi
Y quiero resucitar
Con mirar y remirar
De ese rostro la luz clara
Sabiendo que esa tu cara
Me ha de volver a matar.

Pero quién, aunque perdiera


La luz por llegarte a ver
Se ha de poder contener
Sin acercarse a tu esfera?
Aunque por verte yo muera
No he de dejar de mirarte
No he de dejar de adorarte
No he de dejar de quererte,
Fernado Charry Lara

Si he de morir de no verte
Moriré por contemplarte.

Seré Fénix que en la pira


Donde la muerte recibe
Toma alientos con que vive,
Pierde alientos con que expira.

Ya entre las llamas respira


48
Ya entre ellas pierde el aliento
Y haciendo entre el fuego asiento
Ya muerto en las llamas yace,
Ya entre las llamas renace
Con un continuo portento.

Seré inquieta mariposa


Que por cercar tu luz pura
Halle en ella sepultura
Con una muerte dichosa.

Pues qué muerte más gloriosa


Que morir entre la risa
De ese rostro, bella Elisa,
En cuyo sol abreviado
Y en perfección mejorado
Todo el cielo se divisa?

Fernado Charry Lara

49
Francisco Antonio Vélez Ladrón De Guevara (1721 - ? )

Entrada del virrey Manuel Antonio Flórez y Maldonado a santa fe de Bogotá


(fragmento)

El Cabildo, Concejo y Regimiento


De esta ilustre, muy leal y esclarecida
Ciudad de Santa Fe, que al firmamento
Se eleva cuando al sol mira atrevida.

Aunque adelante marcha, siempre atento


A su Virrey el rostro, con rendida
Demostración ostenta que es la parte
Principal en las glorias de este Marte.

Pues ella le recibe con festivas


Aclamaciones, ella con triunfales
Arcos le espera, y entre alegres vivas
Le eleva hasta los orbes celestiales.

Ella de amor en voces expresivas


Le rinde parabienes inmortales
Y en las doradas llaves que le entrega
La obediencia le da más pronta y ciega.

Ella en sus calles ricas colgaduras


De sedas y damascos y tapices
De oro y de plata, en bellas contexturas
A sus paredes da puros matices.

De acordes instrumentos en dulzuras


Desea a su Virrey siglos felices;
Ella, cual Roma, en no común estilo
En él recibe a César y a Camilo.

Ella con él y su familia viene


Compitiendo grandeza y esplendores
Fernado Charry Lara

En brutos y jaeces, que previene


Marcha al son de las cajas y tambores.

Ella sola en sus calles hoy contiene


Andantes huertos, caminantes flores,
Que juntando en el mayo mil abriles
Son de flores portátiles pensiles.

Así rúan en brutos que al estruendo


50
Del acero en brillantes herraduras
Chispas despiden, y al compás hiriendo
Música forman en las piedras duras.

Con igual vanidad se iban moviendo


Bridones y jinetes que pinturas
Al vivo parecían en el tiento
Con que igualaban todo el movimiento.

Así llegaron a la bella esquina


De la plaza mayor: detente pluma,
Igual águila regia, aquí examina
Del sol que miras la grandeza suma.

Desde aquí se divisa la divina


Juana María, cuya luz me bruma,
Y suspenso me quedo a registrarla,
Por ver si puedo desde aquí pintarla.

Sentada estaba con las damas bellas


Que en su balcón le hacían compañía
Y en el color que viste a las estrellas
A jugar cañas llama y desafía.

A las demás matronas y doncellas


Hasta en lo singular ella excedía
Pues si fue singular en esplendores
Fue también especial en los colores.

No carmesí, no verde, no encarnado


Color se viste, porque no se crea
Que a ella el color viveza le ha prestado
Cuando entre rayos su beldad se vea.

El azul de propósito ha dejado,


Aunque campo del sol el azul sea,
Porque teme que se ardan hoy en celos
Al verla, las esferas de esos cielos.
Fernado Charry Lara

Vistió color de caña, orlado de oro,


O sea por primor de la hermosura,
O sea por mostrar con más decoro
Que ella no debe nada a la pintura.

De los otros colores sin desdoro


Quiso acercarse más a la blancura
En este, que por ser más dejativo
51
A su beldad dejase lo más vivo.

Al jazmín, a la rosa y al narciso,


A violeta y clavel con cuidadoso
Estudio sus colores dejar quiso,
Quiso guardar en sí todo lo hermoso
Y de ninguna afectación con viso
Uniendo a su viveza su reposo,
Si a los astros provoca a la campaña
Esconde flechas al jugar la caña.

Desde el balcón en que sentada estaba


A los luceros todos desafía
Que por el miedo que su luz les daba
No quisieron salir y creció el día;
Pero qué mucho, si donde se hallaba
Su luz, estar la noche no podía?
Y por eso quizá se miran soles
Cuantas damas la cercan, girasoles.

Los balcones volcanes son de rosas,


Ampos de nieve son, y de azucenas,
Lidia el fuego y la nieve en tan hermosas
Damas de que esas salas están llenas.

Todas de tanto sol son mariposas,


Todas Clicies te cercan en amenas
Competencias bebiendo rayo a rayo
De su virreina cada cual un rayo.

Luz a luz, flor a flor, cada una apura


Llamas del sol, de su beldad abriles
Y entre tanto conjunto de hermosura
Un ramillete forman flores miles,

Pues de aquellos balcones en la altura


Semíramis envidia los pensiles
Viendo juntarse en tan pequeña esfera
Fernado Charry Lara

La tierra y el cielo en una primavera.

52
Francisco Antonio Vélez Ladrón De Guevara (1721 - ? )

Llora la santísima virgen maría al niño dios perdido en el templo

ENDECHAS

La lumbre de mis ojos


Blanco de mis cariños
El alma de mi vida
Y la vida de mi alma se ha perdido.

Dadme, ángeles, noticia


Pues que bien conocido
Tenéis al dulce dueño,
Tenéis de mis pesares el alivio.

Decidme si a los cielos


Acaso se ha subido
Que sólo por buscarle
Escalaré las cumbres del Olimpo.

O si acaso en la tierra
Su luz se me ha escondido,
Que por hallarle solo
Iré a los Garamantas y a los Indios.

Mirad que sin mi Amado


Ya yo sin vida vivo
Y cercada de penas
En cada aliento muertes mil respiro.

Mas ya que las celestes


Mentes a mis gemidos
No responden, decidme,
Hombres, si por ventura le habéis visto?
O si no bestias fieras,
Aves, fuentes y riscos,
Fernado Charry Lara

Agua, tierra, fuego, aire,


Decidme dónde se halla mi querido.

Y si buscáis las señas


Es un pequeño niño
Más rojo que la grana,
Más blanco que la nieve y que los lirios.

Espaciosa la frente,
53
Cabellos de oro rizo,
En sus cejas se mira
En dos iris un orbe repartido.

Bajo de ellas se engastan


Dos luceros tan lindos,
Que obscurecen las luces
Que los orbes matizan de zafiros.

Ellos son tan brillantes


Que yo misma me admiro
Cómo pueden mis ojos
Mirar sin que tropiecen con sus brillos.

Quizá con sus fulgores


Yo miro lo que miro
Y ciegos con su lumbre
Al mirarle se ven los ojos míos.

Por tanto, dulce Dueño,


Jesús precioso y lindo
Dime si estás presente,
Suene tu dulce voz en mis oídos.

Muéstrame tus mejillas


Más cándidas que armiños
Matizadas de rosas,
Salpicadas de púrpura de Tirio.

Tu risa me demuestre,
Entre el coral partido
De tus labios, los dientes
De alabastro y aljófares bruñidos.

Por qué, Jesús amado,


Tus dedos de jacintos
No darán a mis ojos
Del lugar donde paces, un indicio?
Fernado Charry Lara

Pues por más que te busco


No te hallo entre los lirios,
Ni pareces, mi Dueño,
en las dulces bodegas de los vinos.

Dónde podré encontrarte,


Mi dulcísimo Niño?
Quién me dará las señas
54
De joyel tan precioso y peregrino?
Porque si yo no le hallo
Correrán por testigos
De mi indecible pena
Por mis ojos de lágrimas dos ríos.

Fernado Charry Lara

55
Julio Arboleda (1817 - 1862)
Gonzalo de Oyón
(fragmentos)

PUBENZA

Dulce como la parda cervatilla,


Que el cuello tiende entre el nativo helecho,
Y a la vista del can, yace en acecho,
Con sus ojos de púdico temor;

Pura como la cándida paloma


Que de la fuente límpida al murmullo,
Oye, al beber, el inocente arrullo,
Primer anuncio de ignorado amor;

Bella como la rosa, que temprana,


Al despuntar benigna primavera,
Modesta ostenta, virginal, primera,
Su belleza en el campo, sin rival;

Tierna como la tórtola amorosa,


Que arrulla viuda, y de su bien perdido
La dura ausencia en solitario nido
Llora, y lamenta su incurable amor;

Brillante como el sol, cuando refleja,


Sus rayos el cristal de la montaña,
Si ni la lluvia, ni la nube empaña
Su naciente purísimo esplendor;

Majestuosa cual palma que se eleva,


Y ostenta en la vastísima llanura
Su corona imperial y su hermosura,
Desafiando el rayo del Señor.

Pero en su frente pálida vagaban,


El dolor y la negra pesadumbre,
Fernado Charry Lara

Y de sus ojos la apacible lumbre,


Empañaba una lágrima fugaz;

Y la vida arrastraba silenciosa,


Devorando su mísero tormento,
Porque al alma gentil ¡ay! ni un momento
Otorgó Dios de plácido solaz.

He aquí a Pubenza;
56
en ella el alma, todo
Respira amor, pureza y hermosura;

El hechizo en sus ojos, la dulzura


Vaga sobre sus labios de clavel;
Juega el blando placer modestamente
Con las esbeltas formas de la indiana;
India en amar, en resistir cristiana,
Era en su pecho la virtud dosel.

Fernado Charry Lara

57
Julio Arboleda (1817 - 1862)

El Caballo

¡Ven, mi alazán! Y rápido se arroja


Sobre el corcel; le aguija con fiereza,
Y atraviesa veloz por la maleza,
Desesperado y de la muerte en pos.

Por sobre arbustos,


zarzas, ramas, troncos,
El caballo frenético se lanza.

En alas del temor y la esperanza


Van corcel y jinete. ¡Adiós! ¡Adiós!
Salva el caballo a saltos los arroyos
Llevando entre los dientes el bocado,
Y, del rudo acicate atormentado,

Va su escape aumentando sin cesar:


La rienda tesa con entrambas manos
Lleva el jinete; la entreabierta boca
Del fogoso animal los pechos toca,
Y su hirviente nariz se oye tronar.

Hay en el corazón de la montaña


Raudo torrente, que de breña en breña,
De una sima a otra sima se despeña,
Y como en un sepulcro va a correr.

Ronco, rodando, y turbulento siempre,


Estrella sus hirvientes borbotones
Sobre enormes y negros pedrejones,
y conviértase en nieblas al caer.

Ante la masa de sus turbias ondas


Que al abismo frenéticas descienden,
Aquellas nieblas móviles extienden
Fernado Charry Lara

Un velo denso de flotante tul;

Y al través de sus pliegues misteriosos


Vese relampaguear la catarata
Cuando, en rápidas ráfagas, desata
Y mece el viento el cortinaje azul.

Del hondo lecho, al uno y otro lado


Alzan dos rocas sus excelsas crestas,
58
Ocultando sus frentes contrapuestas
De nubes tempestuosas al vapor:
El águila imperial la cima alcanza,

Y en sus cavernas lóbregas anida:


En el bajo peñasco halla acogida
Para su prole impávido, el cóndor.

En la inferior región, el triste búho,


Cual visión vaga que la noche exhala,
Leve despliega de fantasma el ala,
Y halla en las sombras lóbrego solaz.

Y hacia el borde empinado de esa roca


Que la profunda cavidad domina,
El español frenético encamina
Del noble potro la carrera audaz.

Alzase entre la selva estéril risco


Desprovisto de arbustos y de grama,
Do, por senda torcida, se derrama
La arena, y forma vasto caracol.

Por allí va Gonzalo, y con esfuerzo


Súbito al potro en la pendiente para,
Y cual si un enemigo divisara
Lleva la diestra al sable el español.

Al rayo de la luna que dibuja


Su luenga sombra en la pardusca roca,
Vese mover su convulsiva boca,
Y su faz cadavérica vibrar.

Mas luego con desdén suelta el acero,


Al estrellado firmamento mira,
Y con la mano trémula de ira
A los cielos parece amenazar.
Fernado Charry Lara

¡Mas vedlo allí!¡Que ya otra vez asoma


Dominando el altísimo peñasco!
¡Oh! ¡Cuál relumbra el argentado casco
Sobre el manto de negro vellorí!

¡Adiós! ¡Adiós! ¡que rápido galopa,


El corcel empujado hacia el abismo!
¡Adiós! ¡Adiós! ¡que en un instante mismo
Muerte y alivio va a buscar allí!
59
Ya llega al precipicio, ya en la orilla
Contempla ufano el vórtice profundo
De la sima espantosa, do iracundo
Hierve el torrente en turbio borbotón
-¡A morir!- grita en éxtasis demente;

Pero ante el borde, que a su peso cede,


El caballo espantado retrocede
Sordo a la brida, sordo al aguijón:
Saltado el ojo, eriza la melena,
La espesa cola encoge zozobrado;

Tiembla de pies y manos azogado;


Bufa poniendo en arco la cerviz:
La inquieta oreja hacia el peligro vuelta,
Y el ancho pecho cándido de espuma,
Brota de fuego una radiante pluma
De la convulsa, anchísima nariz.

Las ijadas rasgándole a espolazos,


-¡Oh! mil veces cobarde y maldecido
- Exclama el castellano enfurecido:
-¡Quieras o no, conmigo morirás!
- Y al acero llevando la impía diestra
Va a desnudarle, el alazán lo siente,
Y partiendo al sonido, de repente,
Salta a derecha, a izquierda, al frente, atrás.

Ya en el pie sostenido, ya en la mano,


En corcovos listísimos se mueve;
No hay posición que rápido no pruebe;
Siempre en el aire estremecido va:
Contra la roca, el pedrejón, el tronco,
Se azota y se alza, y clavase, y palpita,
Y bufa ronco, y la cerviz agita;
Mas siempre a plomo el castellano está.

En la izquierda la rienda, en el estribo


Fernado Charry Lara

Firme la planta, amargo sonreía,


Y con la diestra la cerviz le hería
Despreciando su vano frenesí...

Mas ¡ay! la planta en una grieta oscura


Hunde el caballo, y se desploma, y rueda,
Y herido, opreso, ensangrentado queda,
Bajo su peso, el caballero allí.

60
Rueda por largo trecho enmarañado
Entre el arzón y estribo maldiciendo;
Sordo retumba el monte al bronco estruendo,
Y húndase el mundo en sepulcral pavor.

Las alas leves al silencio extiende,


Sobre él desciende a guisa de fantasma,
Y acento, aliento y pensamiento pasma,
Ahogando entre la síncope el dolor.

¡Hele allí bajo el manto de la noche!


¡Entre el ser y la nada suspendido!
¡Sin el corcel, que en libertad ha huido!
¡Con la vida! ¡no ha podido ni morir!
¡Sin orgullo! ¡que el alma está marchita!

¡Sin descanso! en desmayo solamente;


Que no descansa quien dolor no siente,
Sin morir, sin pensar y sin vivir!

Fernado Charry Lara

61
Julio Arboleda (1817 - 1862)

Nunca te hablé
Nunca te hablé... Si acaso los reflejos
de tus ojos llegaron desde lejos
mis fascinados ojos a ofuscar,
de tu mirada ardiente, aunque tranquila
no se atrevió mi tímida pupila
los quemadores rayos a encontrar.

Nunca en mi oído resonó tu acento:


si de tu labio el vivo movimiento
y tu expresión angélica admiré;
al contemplar tu gracia y tu belleza,
oculta entre mis manos mi cabeza,
tus atractivos mágicos burlé.

Eres un sueño para mí. A la lumbre


del teatro, entre densa muchedumbre,
tus seductoras formas descubrí;
mas si evité tu acento y tu mirada,
quedose en mi alma la impresión grabada
de la mujer fantástica que vi.

Y desde entonces, aunque de ti me alejo,


mi memoria de fuego es el espejo
do tu imagen se viene a reflejar:
y goza mi rebelde pensamiento
en darle vida, en inspirarle acento,
ay! y en idolatrarla a mi pesar.

Quizá será mejor! En el misterio


la mujer, como Dios, tiene su imperio
y la duda alimenta al corazón...
No rasgue el velo mi profana diestra
que oculta a la mujer y al ángel muestra
y me deja en poder de mi ilusión!
Fernado Charry Lara

Tiemblo al quererte oír. Deja que tema,


porque acaso tu acento también quema
y a consumir mi corazón vendrá;
mi corazón por el dolor gastado,
que, a un oscuro rincón ya relegado,
entre ceniza y lágrimas está.

Porque, a la luz y a la belleza esquivo,


62
yo, como el búho, en los escombros vivo
de las pasiones que por fin vencí.

Y en mi lóbrego albergue estremecido sólo aspiro


a la paz que da el olvido,
ya que el amor y el mundo huyen de mí.

Y jamás te hablará. Pero consiente


que aquí estas líneas dejé reverente
en señal, no de amor, de admiración.

Las escribo sin fe, sin esperanza,


aunque, donde el cariño no se alcanza,
alcanzase el desprecio u el perdón.

Fernado Charry Lara

63
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

En Colonia
En la vieja Colonia, en el oscuro
rincón de una taberna,
tres estudiantes de Alemania, un día
bebíamos cerveza.

Cerca el Rhin murmuraba entre la bruma


evocando leyendas,
y sobre el muerto campo y en las almas
flotaba la tristeza.

Hablábamos de amor, y Franz, el triste,


el soñador poeta,
de versos enfermizos, cual las hadas
de sus vagos poemas,

-Yo brindo -dijo- por la amada mía,


la que vive en las nieblas,
en los viejos castillos y en las sombras
de las mudas iglesias;

Por mi pálida musa de ojos castos


y rubia cabellera,
que cuando entro de noche en mi buhardilla
en la frente me besa.

Y Karl, el de las rimas aceradas,


el de la lira enérgica,
cantor del sol, de los radiantes cielos
y de las hondas selvas,

El poeta del pueblo, el que ha narrado


las campestres faenas,
el de los versos que en las almas vibran
cual músicas guerreras,
Fernado Charry Lara

-Yo brindo -dijo- por la amada mía,


la hermosa lorenesa,
de ojos ardientes, de encendidos labios
y riza cabellera;

Por la mujer de besos ardorosos


que aguarda ya mi vuelta
en los verdes viñedos donde arrastra
sus aguas el Mosela.
64
-¡Brinda tú! -me dijeron-. Yo callaba
de codos en la mesa,
y ocultando una lágrima, alcé el vaso
y dije con voz trémula:

-¡Brindo por el amor que nunca acaba!...


Y apuré la cerveza,
y entre cantos y gritos exclamamos:
-¡Por la pasión eterna!

Y seguimos risueños, charladores,


en nuestra alegre fiesta... Y allí mi corazón se me moría,
¡Se moría de frío y de tristeza!

Fernado Charry Lara

65
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

La flauta del pastor


Una flauta en la montaña...
es la flauta del pastor...
la luna los campos baña...
¡Vuelve el antiguo dolor!

Esa música que viene


un recuerdo a despertar,
¡Cuán honda tristeza tiene!
¡Cómo hace a solas llorar!

Cogiendo en el huerto flores


una mañana la vi.
La misma canción de amores,
cogiendo flores, le oí.

Tocando, en la noche en calma,


su flauta sigue el pastor.
Llora el recuerdo en el alma...
¡Volvió el antiguo dolor!

Fernado Charry Lara

66
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

En el silencio
Cortina de los pilares
es la enredadera verde.
¡Cuál se amontonan pesares
cuando la ilusión se pierde!

¿Ya olvidaste la canción


que decía penas hondas?
De un violín el grato son
se oía bajo las frondas.

Suspendida del alar


lucía mata de flores.
¿Ya olvidaste aquel cantar,
cantar de viejos amores?

De noche en el corredor
te hablaba siempre en voz baja.
¡Cómo murió nuestro amor!
¡Qué triste la noche baja!

Por el patio van las hojas...


en sombras está el salón...
¡Qué tristes son las congojas
de un herido corazón!
Fernado Charry Lara

67
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

El poeta mira al parque


(fragmentos)

La frente apoyo en la vidriera...


el cielo azul se engalana
y en la fúlgida primavera
canta su canción la mañana.

La mente inclino a lo más hondo


del alma en campos del ayer;
y marchito miro en el fondo
todo lo que vi florecer.

Soplan auras primaverales


dando más vigor a los músculos.
¡Aquí las brumas otoñales
y el silencio de los crepúsculos!

En el parque crece la yerba


bajo el radiante resplandor.
En el alma todo se enerva
al paso lento del dolor.

Y evoco alegres ilusiones,


campos azules, abrileños;
la juventud con sus canciones
iba entre rosas y entre ensueños.

Fulgurante el cielo reía:


¡Cuán hermoso era el porvenir!
Vino la tarde en pleno día
y todo comenzó a morir.

***
Fernado Charry Lara

Días que el alma triste evoca,


alba rosada del amor!
Boca que buscaba otra boca,
polen que va de flor en flor!...

En jardines primaverales
las libélulas entre aromas;
rosas rojas en los rosales
y destilando miel las pomas.
68
Y van surgiendo en un ensueño
amores de la juventud.
Pasan con el labio risueño
en concento de arpa y laúd.

Entonces... retoño y retoño


en los rosales a la aurora...
¡Como lenta bruma de otoño
la tristeza bajando ahora!

En el alma, al ensueño abierta,


algo de antiguo trovador,
y de la vida en la áurea puerta
con sus promesas el amor.

De la luna la luz de plata


brillaba en el barrio desierto,
y una canción de serenata
subía al balcón entreabierto.

Pendiente la escala de seda


de los barrotes del balcón...
Del pasado ya sólo queda
un rescoldo en el corazón.

Paseos bajo luz de luna


por alamedas de rosales;
dos bocas que el amor aúna
en claras noches estivales...

Entonces... cantos, alegría,


juramentos de eterna fe;
y ahora, gris melancolía
del dichoso tiempo que fue...

***
Fernado Charry Lara

La frente apoyo en la vidriera:


en el parque, vestidos blancos,
y amantes en su primavera
bajo los pinos en bancos.

Primeros versos a la amada,


cantos primeros de ilusión...
Son hoy cual queja desolada
en el fondo del corazón.
69
Tú, flor de la tierra nativa,
de los ojos fuiste embeleso.
Sólo a tu boca, rosa viva,
le dio la muerte el primer beso.

Cuando se recuerda el pasado


hay un deseo de llorar. ¡El árido camino andado
si se pudiera desandar!...

Sombras doloridas que vagan


y esperanzas muertas deploran:
Astros que en tinieblas se apagan
y voces que en silencio lloran!...

A la claridad matutina
fragante erguíase el rosal...
ya sobre el agua gris se inclina
la amarilla rama otoñal!...

Una palabra... un juramento...


¿Era verdad o era mentira?
Mentira o verdad es tormento
cuando sola el alma suspira.

Se abría a la luz la ventana


en un radioso amanecer,
la ilusión decía: ¡Mañana!,
y el corazón dice: ¡Ayer!

¡Mañana! ¡Ayer! Polos remotos...


lo que es dolor y lo que salva.
Claros sueños y sueños rotos,
gris de la tarde y luz del alba.

Y al amor, que en sombras se aleja,


el alma dice: ¿Volverás?
Y como una lejana queja
Fernado Charry Lara

se oye en el pasado: ¡Jamás!

La hiedra fija sus raíces


aun bajo nieve en la piedra.
Recuerdos de días felices:
Sois del corazón... siempre hiedra!

***

70
La frente apoyo en la vidriera...
Un claro sol el cielo dora,
riega rosas la primavera...
El otoño en el alma llora.

Se oye como una voz que ruega,


como un gemido de laúd...
¡Es en la tarde que llega
el adiós de la juventud!

Fernado Charry Lara

71
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

El anochecer

Canta la fuente en el jardín. La tarde


se apaga, seda y oro, y otra nube
en el ocaso entre arreboles arde.
Baja la noche. El pensamiento sube.

En torno, sombras. Entra


todo en reposo. El bosque es negra mancha.
La visión del espíritu se ensancha,
y el alma en el recuerdo se concentra.

En las manos la frente taciturna,


sueño... Sombras. Callada la arboleda.
Todo se ha ido... En la quietud nocturna
el rumor de la fuente sólo queda.

Fernado Charry Lara

72
Ismael Enrique Arciniegas (1865 - 1938)

Las garzas

Se aleja el barco. Luz de madrugada.


La aurora alumbra el peñascal sombrío,
y de garzas alígera bandada
el vuelo tiende en la quietud del río.

En sus alas la luz se a tornasola,


y del oriente entre rosados velos
parecen, blancas, en la orilla sola,
un adiós silencioso de pañuelos.

Fernado Charry Lara

73
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

El Ciprés

¡Árbol sagrado, que la obscura frente,


Inmóvil, majestuoso,
Sobre el sepulcro humilde y silencioso
Despliegas hacia el cielo tristemente!
Tú, sí, tú, solamente.

Al tiempo en que se duerme el rey del mundo


Tras las altas montañas de occidente,
Me ves triste vagando
Entre las negras tumbas,
Con los ojos en llanto humedecidos,
Mi orfandad y miseria lamentando.

Y cuando ya de la apacible luna


La luz de perla en tu verdor se acoge,
Sólo tu tronco escucha mis gemidos,
Sólo tu pie mis lágrimas recoge.

¡Ay! hubo un tiempo en que feliz y ufano


Al seno paternal me abandonaba;
En que con blanda mano
Una madre amorosa
De mi niñez las lágrimas secaba...

¡Y hoy, huérfano,
Del mundo desechado,
Aquí en mi patria misma
Solitario viajero,
Desde lejos contemplo acongojado
Sobre los techos de mi hogar primero
El humo blanquear del extranjero!

Entre el bullicio de los pueblos busco


Fernado Charry Lara

Mis tiernos padres para mí perdidos;


¡Vanamente!... los rostros de los hombres
Me son desconocidos.

Y sus manes, empero, noche y día


Presentes a mis ojos afligidos
Continuo están, continuo sus acentos
Vienen a resonar en mis oídos.
Sí, funeral ciprés! Cuando la noche
74
Con su callada sombra te rodea;
Cuando escondido en el solitario búho
En tus obscuros ramos aletea,
La sombra de mi padre por tus hojas
Vagando me parece,
Que a velar por los días de su hijo
Del reino de los muertos se aparece.

Y si el viento sacude impetuoso


Tu elevada cabeza,
Y a su furor con susurrar medroso
Respondes pavoroso;

En los tristes silbidos


Que en torno de ti giran,
A los paternos manes
Escucho que dulcísimos suspiran.

¡Árbol augusto de la muerte! ¡nunca


Tus verdores abata el bóreas ronco!
¡Nunca enemiga, venenosa sierpe
Se enrosque en torno de tu pardo tronco!

¡Jamás el rayo ardiente


Abrase tu alta frente!
¡Siempre inmoble y sereno
Por las cóncavas nubes
Oigas rodar el imponente trueno!

Vive, sí, vive y cuando ya mis ojos


Cerrar el dedo de la muerte quiera,
Cuando esconderse mire en occidente
Al sol por vez postrera,
Moriré sosegado
A tu tronco abrazado.

Tú mi sepulcro ampararás piadoso


De las roncas tormentas;
Fernado Charry Lara

Y mi ceniza entonces agradecida,


En restaurantes jugos convertida,
Por tus delgadas venas penetrando,
Te hará reverdecer, te dará vida.

Quizá sabiendo el infeliz destino


Que oprimió mi existencia desdichada,
Sobre mi pobre tumba abandonada
Una lágrima vierta el peregrino.
75
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

Despedida de la Patria
Lejos ¡ay! del sacro techo
Que mecer mi cuna vio,
Yo, infeliz proscrito, arrastro
Mi miseria y mi dolor.

Reclinado en la alta popa


Del bajel que huye veloz,
Nuestros montes irse miro
Alumbrados por el sol.

Adiós, patria! ¡Patria mía,


Aún no puedo odiarte; adiós!
A tu manto, cual un niño,
Me agarraba en mi aflicción;

Mas colérica tu mano


De mis manos lo arrancó;
Y en tu saña desoyendo
Mi sollozo y mi clamor,
Más allá del mar tu brazo
De gigante me lanzó.

¡Adiós, patria! ¡Patria mía,


Aún no puedo odiarte; adiós!
De hoy ya más, vagando triste
Por antípoda región,

Con mi llanto al pasajero


pediré el pan del dolor;
De una en otra puerta el golpe
Sonará de mi bastón,

¡Ay, en balde! ¿en tierra extraña


Quién conocerá mi voz?
Fernado Charry Lara

¡Adiós, patria! ¡Patria mía,


Aún no puedo odiarte; adiós!

¡Ah, de ti sólo una tumba


Cada tarde la excavaba
Demandaba humilde yo!
Al postrer rayo del sol.

«¡Ve a pedirla al extranjero!»


76
Fue tu réplica feroz;
Y llenándola de piedras
Tu planta la destruyó.

Adiós, patria! ¡Patria mía,


Aún no puedo odiarte; adiós!
En un vaso un tierno ramo
Llevo de un naranjo en flor;

¡El perfume de la patria


Aún aspiro en su botón!
El mi huesa con su sombra
Cubrirá; y entonces yo
Dormiré mi último sueño
De sus hojas al rumor.
¡Adiós, patria!¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

Fernado Charry Lara

77
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

En alta mar

¡Céfiro rápido lánzate! ¡rápido empújame y vivo!


Más redondas mis velas pon: del proscrito a los lados,
¡Haz que tus silbos susurren dulces y dulces suspiren!
¡Haz que pronto del patrio suelo se aleje mi barco!

¡Mar eterno! ¡Por fin te miro, te oigo, te tengo!


Antes de verte hoy, te había ya adivinado;
¡Hoy en torno mío tu cerco por fin desenvuelves!
¡Cerco fatal, maravilla en qué centro siempre yo hago!
¡Ah, que esta gran maravilla conmigo forma armonía!

¡Yo, proscrito, prófugo, pobre, infeliz, desterrado,


Lejos voy a morir del caro lecho paterno,
Lejos ¡ay! de aquellas prendas que amé, que me amaron!
Tanto infortunio sólo debe llorarse en tu seno;

¡Quien de su amor arrancado, y de patria, y de hogar y de hermanos


Sólo en el mundo se mira, debe, primero que muera,
Darte su adiós, y por última vez, contemplarte, Océano!
-Yo por la tarde así, y en pie de mi nave en la popa,

Alzo los ojos -¡miro!- ¡sólo tú y el espacio!


Miro al sol que, rojo, ya medio hundido en tus aguas
Tiende, rozando tus crespas olas, el último rayo.

Y un pensamiento de luz entonces llena mi mente:


¡Pienso que tú, tan largo, y tan ancho y tan hondo y tan vasto,
Eres, con toda tu mole, tus playas, tu inmenso horizonte,
Sólo una gota de agua, que rueda de Dios en la mano!
Luego, cuando en hosca noche, al son de la lluvia,
Poco a poco me voy durmiendo, en mi patria pensando,

Sueño correr en el campo en qué niño corrí tantas veces,


Ver a mi madre que llora a su hijo, lanzarme a su brazos...
Fernado Charry Lara

¡Y oigo junto entonces bramar tu voz incesante!


¡Oigo bramar tu voz, de muerte vago presagio...
Oigo las lonas que crujen, siento el barco que vuela
-Dejo entonces mis dulces sueños y a morir me preparo.

¡Oh, morir en el mar! Morir terrible y solemne,


Digno del hombre! -¡por tumba el abismo, el cielo por palio!
¡Nadie que sepa dónde nuestro cadáver se halla!
Que echa encima el mar sus olas, y el tiempo sus años!
78
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

Aparición

Mi lámpara nocturna está apagada;


solo estoy en silencio y en tinieblas;
ningún reloj, ningún rumor se escucha
por la ciudad que inmensa me rodea.

¡Oh noche! entre tus sombras lo presente,


el porvenir, el mundo, la materia,
ayer, mañana, la ambición, la carne,
el curso de la vida que nos lleva,
el sudor por el pan de cada día
la envidia cuyo diente nos acecha,
de los falsos amigos la perfidia,
del triunfante enemigo la insolencia:

Todo desaparece: sordo, ciego,


muerto, el hombre entre el hombre se concentra;
y en gloria y soledad ante sí misma súbito
el alma humana se presenta.

¡Sí! ¡gloriosa y solitaria el alma,


la posesión sintiendo de sus fuerzas,
lanzase libre al invisible mundo
que sus nobles instintos le revela!

En vano ensancho más y más lo ojos,


en vano los oídos tengo alerta;
sólo escucho el zumbido del silencio,
sólo miro espesarse las tinieblas.

Del fondo, empero, de silencio


y sombras siento venirme claridad incierta,
y las voces volver de lo pasado,
y la feliz edad de la inocencia.
Fernado Charry Lara

Vuelven mis olvidadas ilusiones,


mis recuerdos de infancia, mis creencias;
¡vuelvo a soñar lo que jamás he hallado,
lo que en vano busqué sobre la tierra!

Vuelvo a ver lo que amé,


cual lo veía cuando el amor sentí
por vez primera con los colores mágicos
que huyeron ante la odiosa luz de la experiencia.
79
¡Oh amistad! ¡Oh virtud! ¡Oh dulces nombres!
Vuestra noción la mente lleva impresa
desde el nacer; y el corazón ansioso
por convertirla en realidad se esfuerza.

Vuelvo a mi padre a ver: su faz augusta,


a un tiempo mismo afectuosa y seria,
a presentarse torna ante mis ojos
radiante de virtud e inteligencia.

¡Ay! al mirarla así, prorrumpo en llanto,


que es de mi vida la incurable pena
el no poder vivificar la tumba,
y conseguir que lo que fue no sea!

Sangre debo llorar, llorar mis ojos,


al pensar de mi padre en la existencia,
en aquella existencia tormentosa
que no halló más descanso que en la huesa.

Para la dicha y la amistad nacido,


vivió desengaños y dolencias;
y murió pobre, atribulado y ciego,
del cuerpo y de la edad aun en la fuerza.

Hoy pudiera vivir cual otros viven;


hoy, después de tres lustros,
si viviera, sobre su vasta frente
empezarían sus negros rizos a argentarse apenas.

Fernado Charry Lara

80
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

Estar contigo

Oh! ya de orgullo estoy cansado,


ya estoy cansado de razón;
¡déjame, en fin, hable a tu lado
cual habla sólo el corazón!

No te hablaré de grandes cosas;


quiero más bien verte y callar,
no contar las horas odiosas,
y reír oyéndote hablar!

Quiero una vez estar contigo,


cual Dios el alma te formó;
tratarte cual a un viejo amigo
que en nuestra infancia nos amó;

Volver a mi vida pasada,


olvidar todo cuanto sé,
extasiarme en una nada,
y llorar sin saber por qué!
Ah! para amar Dios hizo al hombre!

¿Quién un hado no da feliz,


por esos instantes sin nombre
de la vida del infeliz,
cuando, con la larga desgracia
de amar doblado su poder,
toda su alma ardiendo vacía
en el alma de una mujer?

Oh padre Adán! ¡qué error tan triste


cometió en ti la humanidad,
cuando a la dicha preferiste
de la ciencia la vanidad!
Fernado Charry Lara

¿Qué es lo que dicha aquí se llama


sino no conocer temor,
y con la Eva que se ama,
vivir de ignorancia y de amor?

Ay! mas con todo así nos pasa,


con la patria y la juventud,
con nuestro hogar y antigua casa,
con la inocencia y la virtud!...
81
Mientras tenemos despreciamos,
sentimos después de perder,
y entonces aquel bien lloramos
que se fue para no volver!

Fernado Charry Lara

82
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

Héctor

Al sol naciente los lejanos muros


de la divina Troya resplandecen;
los griegos a los númenes ofrecen
sobre las aras sacrificios puros.

Ábrase el circo: ya sobre los duros


ejes los carros vuelan, desaparecen;
y al estrépito ronco se estremecen
de la tierra los quicios mal seguros.

Al vencedor el premio merecido


imparte Aquiles: el Olimpo
sueña con el eco del triunfo conmovido:
Y Héctor, Héctor, la faz de polvo llena,
en brazos de la muerte adormecido,
yace olvidado en la sangrienta arena.

Fernado Charry Lara

83
José Eusebio Caro (1817 - 1853)

La sonrisa de la mujer y el alma del poeta

Hay en mi ser potencias adormidas,

hay en mi mente ocultos pensamientos,

hay en mi corazón presentimientos

cuyo poder y cuyo fin no sé:

como a la madre son desconocidas

las formas de ese ser misterioso

que entre su seno bulle tembloroso,

y es algo ya, mas nadie sabe qué!

¡Mas cuando estoy contigo y a tu lado,

y oigo tu voz y miro tu sonrisa,

siento pasar por mí de Dios la brisa,

siento nacer un hombre nuevo en mí!

Y entonces, dominando lo pasado,

y el vago porvenir y lo presente,

en cerco inmenso ensanchase mi mente,

cuyo foco de vida irradia en ti!

Entonces las potencias que en mí callan,


Fernado Charry Lara

una tras otra, a mi presencia llegan,

y juntas, ya, radiantes se despliegan

cual aureola en torno de mi faz:

fuerzas de amor ignotas en mí estallan,

84
y soy capaz de cosas buenas, grandes,

capaz de todo cuanto entonces mandes,

y de martirio y de virtud capaz!

Oh! cuando al fin mi alma desprendida

del barro vil, a Dios levante el vuelo,

no dará tanta luz allá en el cielo

cual la luz que a tu lado esparce aquí!

Y el serafín, custodio de mi vida,

al presentarse a mí por vez primera,

sonrisa no traerá tan hechicera

cual la sonrisa que hoy adoro en ti!

Fernado Charry Lara

85
Miguel Antonio Caro (1843 - 1909)

La flecha de oro

Yo busco una flecha de oro


que niño de un hada adquirí,
y, «Guarda el sagrado tesoro
-me dijo- tu suerte está ahí».

Mi padre fue un príncipe: quiere


un día nombrar sucesor,
y aquel de dos hijos prefiere
que al blanco tirare mejor.

A liza fraterna en el llano


salimos con brío y con fe:
la punta que arroja mi hermano
clavarse en el blanco se ve.

En tanto mi loca saeta


lanzada con ciega ambición,
por cima pasó de la meta
cruzando la etérea región.

En vano en el bosque vecino,


en vano la busco doquier:
tomó misterioso camino
que nunca he logrado saber.

El cielo me ha visto, horizontes


salvando con ávido afán,
y mísero a valles y a montes
pidiendo mi infiel talismán.

Y escucho una voz ¡adelante!,


que me hace incansable marchar;
repite el eco zumbante,
Fernado Charry Lara

me sigue en la tierra y el mar.

Yo busco la flecha de oro


que niño de un hada adquirí,
y, «Guarda» el sagrado tesoro
-me dijo- tu suerte está ahí».

86
Miguel Antonio Caro (1843 - 1909)

Patria

¡Patria! te adoro en mi silencio mudo,


y temo profanar tu nombre santo.
Por ti he gozado y padecido tanto
cuanto lengua mortal decir no pudo.

No te pido el amparo de tu escudo,


sino la dulce sombra de tu manto:
quiero en tu seno derramar mi llanto,
vivir, morir en ti pobre y desnudo.

Ni poder, ni esplendor, ni lozanía,


son razones de amar. Otro es el lazo
que nadie, nunca, desatar podría.
Amo yo por instinto tu regazo,
Madre eres tú de la familia mía;
¡Patria! de tus entrañas soy pedazo.

Fernado Charry Lara

87
Miguel Antonio Caro (1843 - 1909)

Pro senectute

¡Tú, que emprendiste bajo el albor temprano,


la áspera senda con ardiente brío,
y ahora inclinado y con andar tardío
rigiendo vas el báculo de anciano!

Torpe el sentido y el cabello cano


no te acobarden, ni en sepulcro frío
contemples con doliente desvarío
de rápido descenso el fin cercano.

Fúlgida luz la vista te oscurece;


argentó tu cabeza nieve pura,
cesas de oír, porque el silencio crece;

Te encorvas, porque vences la fragura;


anhelas, porque el aire se enrarece;
llegando vas a coronar la altura.

A la estatua del Libertador


(en la Plaza Mayor de Bogotá)

¡Bolívar! no fascina
a tu escultor la Musa que te adora
«Sobre el collado que a Junín domina»,
Donde esclavos fulmina
tu diestra, de los Incas vengadora.

No le turba la fama,
alada pregonera, que tu gloria
del mundo por los ámbitos derrama,
y doquier te proclama
Genio de la venganza y la victoria.
Fernado Charry Lara

El no supo el camino
por do el carro lanzaste de la guerra
que de Orinoco al Potosí argentino
impetuoso vino
temblar haciendo en derredor la tierra.

Ni sordos a tambores
oyó, ni en las abiertas capitales
88
entrar vio tus banderas tricolores
bajo lluvia de flores
y al estruendo de músicas marciales.

Ni a sus ojos te ofreces


cuando, nuevo Reinaldo, a ti te olvidas,
y el hechizante filtro hasta las heces
bebiendo, te adormeces
del Rímac en las márgenes floridas.

No en raptos de heroísmo,
no en vértigo de triunfos y esplendores
admiró tu grandeza. El a ti mismo
te buscó en el abismo
de recónditas luchas y dolores.

Te vio, si adolescente,
ya en el silencio de la gran ruina
que Roma encierra, apacentar tu mente,
la soñadora frente
doblada al peso de misión divina;

Retando a las Españas


de América inflamar el seno inerte
con grito que conmueve las montañas;
solo, en playas extrañas
o entre escombros hundido, engrandecerte;

Y puesto el pensamiento
allí donde visión mortal no alcanza,
Nuevo Colón en pérfido elemento,
con profético aliento
avivar en tinieblas la esperanza.

Con mano compasiva


(No bien a la Fortuna has hecho esclava)
Restituir su libertad nativa
a una raza cautiva
Fernado Charry Lara

Y a la prole infeliz que amamantaba;

O llevar de un segundo
palante el corazón al templo santo,
mientras responde a tu dolor profundo
con eco gemebundo
fiel muchedumbre derramando llanto;

O en la región del hielo,


89
del Chimborazo hollar la cumbre cana,
y contemplar allí del tiempo el vuelo,
la inmensidad del cielo,
la pequeñez de la grandeza humana.

Vio el dolor que se ceba


en ti, a la hora en que el Eterno dijo:
«Quiérele ya purificar con nueva
y terrífica prueba».
Colombia entonces te negó por hijo;

Y envidia vil desflora,


con rabioso azotar, la ínclita rama
con que piadosa Gratitud decora
tu frente creadora
que el honor de los Césares desama!

Ya el obcecado hermano
el arma revolvió contra tu pecho,
y en el confín postrero colombiano
te brinda hidalgo hispano
si patria te faltó, su honrado techo.

A ese asilo postrero,


del piélago mezclándose al bramido
O al lejano clamor del marinero,
¿Qué acento lastimero
fúnebre vuela a golpear tu oído?

¿Qué asolación augura


la voz doliente que en los aires gira?
De negra ingratitud víctima pura,
en horrida espesura,
¡Cielos! el Héroe de Ayacucho expira.

En tan solemnes días,


por la orilla del mar, los pasos lentos,
y cruzados los brazos cual solías
Fernado Charry Lara

hondas melancolías
exhalabas a veces en lamentos.

Ora pasara un ave,


ya hender vieses el líquido elemento
sin dejar rastro en él, velera nave,
murmurabas: «¿Quién sabe
si aré en la mar y edifiqué en el viento?».

90
En sordos aquilones
oías como lúgubres señales:
«¿Si caerán sobre mí las maldiciones
de cien generaciones?
¡Ay, desgraciado autor de tantos males!».

Brotar la alevosía
viste, y a empuje de discordia brava
bambolear la Libertad. Gemía
Colombia en agonía;
tu espíritu radioso declinaba.

El noble estatuario
apartando fulgentes aureolas,
de dudas en tu pecho solitario
vio aquel tumulto vario:
¡Vio el hondo abismo, las amargas olas!...

Callando respondiste
a la íntima efusión con que él te nombra
cuando en fijar tu semejanza insiste,
y hermosa, pero triste,
Apareció tu venerable sombra,

Con ese aspecto, y esa


melancólica nube de tu ceño
que desengaño y abandono expresa,
descendiste a la Huesa,
y aún te acompaña en el eterno sueño.

Inclinando tu espada
tu brazo triunfador parece inerme;
terciado el grave manto; la mirada
en el suelo clavada;
mustia en tus labios la elocuencia duerme.

Mágico a par de Dante


Tenerani tu vasto pensamiento
Fernado Charry Lara

renovó, concentró, y a tu semblante


dio majestad cambiante,
y a tu austero callar múltiple acento.

No tremendo, no adusto
revives; del fragor de la pelea
descansas ya... Mas tutelar, augusto,
doquier se alce tu busto,
con plácida elación se enseñorea;
91
Y en tu serena altura
mártir perdonas, y recibes
culto sublime en tu dolor sin amargura,
de lisonja perjura
libre por siempre, y de cobarde insulto.

Y tu nombre en su vuelo
más que el de antiguos semidioses crece
en tu edad misma y en tu propio suelo;
¡Y tu historia sin velo
las grandezas que fueron obscurece!

El divinal aliento,
que anima a la materia y transfigura;
nobilísimo humano sentimiento;
final recogimiento;
cuanto a el alma enaltece o la depura,

En mística amalgama,
cual vago nimbo de tu excelsa frente,
no imitación, veneración reclama:
el que Padre te aclama,
mezcla de orgullo y de vergüenza siente.

¡Libertador! Delante
de esa efigie de bronce nadie pudo
pasar, sin que a otra esfera se levante,
y te llore, y te cante,
con pasmo religioso, en himno mudo.

Fernado Charry Lara

92
José Joaquín Casas (1865 - 1951)

La tarde

Paró en las eras la afanosa cuita.


Todo en la tarde se concentra y ora:
hora de ausencias sollozantes, hora
de religiosas almas favorita.

Con largos ecos la señal bendita


recuerda al corazón que sueña o llora,
que lo inmortal en lo terreno mora,
que en nuestro ser la eternidad palpita.

La sombra de los cerros se agiganta,


y una tristeza plácida y divina
sobre el alma y el mundo se levanta.

Símbolo de la tarde que declina


un tochecillo solitario canta
entre el pencal su endecha vespertina.

Fernado Charry Lara

93
José Joaquín Casas (1865 - 1951)

De noche

Pasó el rosario. Por la usual calleja,


del ángel de la guarda en compañía,
rezando el Kirie por costumbre pía
hacia su ejido el sacristán se aleja.

Asunto pingüe de vulgar conseja,


entre la breña tétrica y bravía
con las memorias del difunto día
el agorero currucuy se queja.

Cerró la tienda doña Ester Barbosa;


cada vecino en su mansión tranquila
al toque de las ánimas reposa.

Mustio el farol municipal vigila,


y extienden por la plaza silenciosa
rumor de paz los chorros de la pila.

Fernado Charry Lara

94
José Joaquín Casas (1865 - 1951)

La casa en Ruinas

El techo de mi estancia ya encalvece;


yerbas brotan en él mustias y canas;
entra turbia la luz por las ventanas;
ya la armazón se dobla y desfallece.

Ya el huerto, exhausto de vigor, no ofrece,


sobre el bardal colgantes, sus manzanas;
do emporio fue de púrpuras y granas,
zarza y cardón sin avecillas crece.

La casa de mi cuerpo anuncia ruinas:


ya es fuerza que hasta el polvo la destruya
la muerte en sus profundas oficinas;

Huye, alma, pues, de la posada tuya,


hasta que al fin del tiempo, en sus colinas
Dios a propia mansión te restituya!
Fernado Charry Lara

95
Diego Fallon (1834 - 1905)

La luna

Ya del Oriente en el confín profundo


La Luna aparta el nebuloso velo,
Y leve sienta en el dormido mundo
Su casto pie con virginal recelo.

Absorta allí la inmensidad saluda,


Su faz humilde al cielo levantada;
Y el hondo azul con elocuencia muda
Orbes sin fin ofrece a su mirada.

Un lucero no más lleva por guía,


Por himno funeral silencio santo,
Por solo rumbo la región vacía,
Y la insondable soledad por manto.

¡Cuán bella, oh Luna, a lo alto del espacio


Por el turquí del éter lenta subes,
Con ricas tintas de ópalo y topacio
Franjando en torno tu dosel de nubes!

Cubre tu marcha grupo silencioso


De rizos copos, que tu lumbre tiñe;
Y de la noche el iris vaporoso
La regia pompa de tu trono ciñe.

De allí desciende tu callada lumbre


Y en argentinas gasas se despliega
De la nevada sierra por la cumbre,
Y por los senos de la umbrosa vega.

Con sesgo rayo por la falda oscura


A largo trechos el follaje tocas,
Y tu albo resplandor sobre la altura
Fernado Charry Lara

En mármol torna las desnudas rocas;

O al pie del cerro do la roza humea,


Con el matiz de la azucena bañas
El campanario blanco de la aldea
En su nido de sauces y cabañas.

Sierpes de plata el valle recorriendo,


Vence a tu luz las fuentes y los ríos,
96
En sus brillantes roscas envolviendo
Prados, florestas, chozas y plantíos.

Y yo en tu lumbre difundido, oh luna,


Vuelvo al través de solitarias breñas
A los lejanos valles, do en su cuna
De umbrosos bosques y encumbradas peñas,

El lago del desierto reverbera,


Adormecido, nítido, sereno,
Sus montañas pintando en la ribera,
Y el lujo de los cielos en su seno.

Oh! y estas son sus mágicas regiones,


Donde la humana voz jamás se escucha,
Laberintos de selvas y peñones
En que tu rayo con las sombras lucha;

Porque las sombras odian tu mirada;


Hijas del caos, por el mundo errantes;
Náufragos restos de la antigua Nada,
Que en el mar de la luz vagan flotantes.

Tu lumbre, empero, entre el vapor fulgura,


Luce del cerro en la áspera pendiente;
Y a trechos ilumina en la espesura,
El ímpetu salvaje del torrente;

En luminosas perlas se liquida


Cuando en la espuma del raudal retoza;
O con la fuente llora que perdida
Entre la oscura soledad solloza.

En la mansión oculta de las Ninfas


Hendiendo el bosque a penetrar alcanza,
Y alumbra al pie de despeñadas linfas
De las Ondinas la nocturna danza.
Fernado Charry Lara

A tu mirada suspendido el viento,


Ni árbol ni flor en el desierto agita:
No hay en los seres voz ni movimiento;
El corazón del mundo no palpita...

Se acerca el centinela de la muerte:


¡He aquí el silencio! Sólo en su presencia
Su propia desnudez el alma advierte,
Su propia voz escucha la conciencia.
97
Y pienso aún y con pavor medito
Que del silencio la insondable calma
De los sepulcros es tremendo grito
Que no oye el cuerpo y estremece el alma.

Y a su muda señal la fantasía


Rasgando altiva su mortal sudario
Del infinito a la extensión sombría
Remonta audaz el vuelo solitario.

Hasta el confín de los espacios hiende,


Y desde allí contempla arrebatada
El piélago de mundos que se extiende
Por el callado abismo de la Nada!...

El que vistió de nieve la alta sierra,


De oscuridad las selvas seculares,
De hielo el polo, de verdor la tierra
Y de hondo azul los cielos y los mares,

Echó también sobre tu faz un velo,


Templando tu fulgor para que el hombre
Pueda los orbes numerar del cielo,
¡Tiemble ante Dios y su poder le asombre!

Cruzo perdido el vasto firmamento,


A sumergirme torno entre mí mismo;
¡Y se pierde otra vez mi pensamiento
De mi propia existencia en el abismo!

Delirios siento que mi mente aterran...


Los Andes a lo lejos enlutados
Pienso que son las tumbas do se encierran
Las cenizas de mundos ya juzgados...

El último lucero en el Levante


Asoma, y triste tu partida llora:
Fernado Charry Lara

Cayó de tu diadema ese diamante,


Y adornará la frente de la aurora.

¡Oh Luna, adiós! Quisiera en mi despecho


El vil lenguaje maldecir del hombre,
Que tantas emociones en su pecho
Deja que broten y les niega un nombre.

Se agita mi alma, desespera y gime,


98
Sintiéndose en la carne prisionera;
Recuerda al verte su misión sublime,
Y el frágil polvo sacudir quisiera.

Mas si del polvo libre se lanzara


Esta que siento, imagen de Dios mismo,
Para tender su vuelo no bastara
Del firmamento el infinito abismo;

Porque esos astros, cuya luz desmaya,


Ante el brillo del alma, hija del Cielo,
No son siquiera arenas de la playa
Del mar que se abre a su futuro vuelo.

Fernado Charry Lara

99
Diego Fallon (1834 - 1905)

A la palma del desierto


¡Palma gentil, del bosque soberana!
¡Yergue tu cuello ufana,
Que ante tu excelso tronco, la techumbre
De la alta selva apenas es alfombra
Do tendida tu sombra
Ondula del ocaso a la áurea lumbre!

Sí, que del bosque el secular follaje


Te rinda vasallaje,
Al par que tú, con trémulos vaivenes,
Audaz a la región del trueno subes
Para que orlen las nubes
Con diáfano cendal tus regias sienes.

Al desatarse allí tu copa al aire,


¡Con qué gentil donaire
El verde encaje mece cada rama!
Tal, en brillante fiesta, ondula, juega,
Se descoge o repliega
El abanico de andaluza dama.

Y si al hechizo de tu esbelto talle,


Desde lejano valle
Vuela a pulsar enamorado viento
Tus muelles flecos en la noche umbría,
Tu copa al cielo envía
Himnos de amor en regalado acento.

De amor sin par; que al son de tu ramaje,


Del árabe el linaje
Meció feliz su primitiva cuna;
Y sólo tú seguírtele proscrito
Al arenal maldito
Donde vaga sin rumbo y sin fortuna;
Fernado Charry Lara

Do no se ve del matinal rocío


El fúlgido atavío
Al sol brillar sobre tus verdes frondas,
Ni de sereno lago en la ribera
Tu imagen hechicera
Oscilar a tu pie bajo las ondas;

100
Do no se escuchan trinos ni el murmullo
De fuentes, ni el arrullo
De palomas, ni brilla flor galana,
Verde sembrado ni lozano huerto:
¡Sólo tú... y el desierto!
¡El rojo sol... y errante caravana!...

¡El sol! que por centurias hiere en vano


Tu ramaje liviano,
Porque su rayo, a tu vaivén airoso,
Sobre tus hojas fascinado duerme:
¡Que la hermosura inerme
Siempre el escollo fue del poderoso!

¡Allí tu tronco estremecido cruje


Del Abrego al empuje,
Que la arena levanta en turbia espira,
Y tu copa descuella siempre sola,
Pabellón que enarbola
El Amor sobre el campo de la Ira!

¿O acaso el Yermo en tiempo primitivo,


Al defender altivo
Su manto de verdor, luchando en vano
Contra el poder que le dejó desnudo,
Salvar apenas pudo
Ese jirón en su convulsa mano?...

¡Ah, sí! ¡Venid, y tras la huella mía


Seguidme hasta la ería
Llanura sin confín! Con la voltaria
Arena por alfombra, con la lumbre
Del cielo por techumbre,
Entremos en la ardiente y solitaria

Región del Exterminio: do triunfante


Sobre nube gigante
De raudo polvoroso torbellino,
Fernado Charry Lara

¡Su espectro cruza el ámbito infecundo!...


Refléjense del mundo
La informe cuna y el final destino.

Sobre este vasto espejo de la Nada,


Donde la luz lanzada
Sobre la faz del arenal bravío,
-Como del siglo la rebelde ciencia-
¡Derrocha su opulencia
101
En alumbrar la Nada y el Vacío!

Menos traidora, la Tiniebla acata


El pudor, y recata
Su estéril seno en negra vestidura:
La luz que a la Esperanza corta el vuelo
Es tiniebla sin velo
Que audaz se ostenta en desnudez impura!

Sí ¡desdichado suelo! tus raudales,


Tus nieblas matinales
Huyeron, con tu gala verdecida,
Tus frutos, tus aromas y tus flores;
Y te fueron traidores
Aun los gérmenes mismos de la vida!

¡Y fue tú mismo sol el incendiario!


El Siroco nefario
Que con lúgubre aullido el fuego atiza,
Un tiempo el aura fue de tus jardines!
Tu arena sin confines
Es de tu antigua pompa la ceniza!

No el horizonte bástale por fosa,


La ceniza rebosa
Del cerco azul por sobre el linde vago,
Y el mustio polvo, allí, de humanas greyes
Al polvo de los reyes
Mezcla el Simún con pavoroso estrago.

Que los reyes que púrpura vistieron,


Cetro y vida rindieron
Ante el Poder que exalta y que destrona;
Más del frondoso reino la presea,
En cuya sien cimbrea
De trémulo verdor triunfal corona;

Esa, que invicta en garbo y esbelteza,


Fernado Charry Lara

Prolífica adereza
Reparador manjar en blando nido
Que próvida recata en su corona;
La que el óleo sazona
Que de la pingüe oliva pone olvido;

Esa, que herida en la procera frente,


La vivífica fuente
mana, cuyo raudal emula ufano
102
La blanca espuma que al nacer el día
Exprime en la alquería
De la vaquera la robusta mano;

La que opulenta en su collar espacia


Con generosa audacia
De cauteladas urnas los turgentes
senos, donde la cándida ambrosía
Y el refrigerio cría
Para sustento a desvalidas gentes;

La que dé frutos mil ostenta opimo


El pródigo racimo,
Blasón y prez de su donoso tallo,
No la vida rindió, que su diadema,
Al par que regio emblema
Tesoro y vida fue para el vasallo.

Por eso, aún hoy, allí tu cetro impera,


¡Munífica palmera,
Honor y timbre de la ardiente zona!
Tú conquistaste inmarcesible vida
Y reina fuiste ungida
Por la mano que exalta y que destrona!

Y luego osaste, intrépida y fecunda,


De la tribu errabunda
Los destinos seguir hasta el desierto,
Y eres del Aduar único amparo
Y del oasis faro,
Y en proceloso trance único puerto!

Y de tu fronda cuelgas al abrigo,


Para rey y mendigo,
Con largueza sin par que al mundo asombra,
Del dátil redentor el rico enjambre;
Que el espectro del hambre
Jamás violó el recinto de tu sombra.
Fernado Charry Lara

¡Jamás!... Cuando el Simún abate el vuelo


Y al pavorido suelo
Se desploma su inmenso torbellino,
Tu copa exhala por la mar de arena,
Acentos de sirena
Que lejos oye el triste peregrino;

Y un grito al columbrarte en lontananza


103
El peregrino lanza,
Bendice a Alá y en su oración te nombra;
Y tú le brindas fruto y dulce ambiente,
Y acaricias su frente,
Su tienda y su camello con tu sombra!

Fernado Charry Lara

104
Julio Flórez (1867 - 1923)

Ojos

Ojos indefinibles, ojos grandes,


como el cielo y el mar, hondos y puros,
ojos como las selvas de los Andes:
Misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojeras


se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente,


ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente
pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos


que adornáis como soles su cabeza,
y encima de sus labios purpurinos
parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos,


y cuando muera yo, que os amo tanto,
verted sobre mis lívidos despojos
el dulce manantial de vuestro llanto.
Fernado Charry Lara

105
Julio Flórez (1867 - 1923)

Fulminado

¡Salta el rayo en la nube! Alfanje de oro


raja el ámbito negro y atraviesa
el abismo; desciende a la dehesa
y húndase en el testuz del viejo toro.

Tras un brusco esplendor del meteoro,


del verde llano a la montaña espesa
el trueno pasa retumbando... Y cesa
de la borrasca el fecundante lloro.

El huracán, terrible y altanero,


cierra sus fauces lúgubres; ya nada
se mueve... En el cenit brilla un lucero.

Y desde la llanura dilatada,


sube, como un reproche lastimero,
¡la gran lamentación de la vacada!

Fernado Charry Lara

106
Julio Flórez (1867 - 1923)

Resurrecciones

Algo se muere en mí todos los días;


la hora que se aleja me arrebata
del tiempo en la insonora catarata,
salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías,


pienso: "¡Yo no soy yo!" ¿Por qué, insensata,
la misma vida con su soplo mata
mi antiguo ser, tras lentas agonías?

Soy un extraño ante mis propios ojos,


un nuevo soñador, un peregrino
que ayer pisaba flores y hoy abrojos.

Y en todo instante es tal mi desconcierto,


que ante mi muerte próxima imagino
que muchas veces en la vida he muerto.
Fernado Charry Lara

107
Julio Flórez (1867 - 1923)

Todo nos llega tarde hasta la muerte


Todo nos llega tarde ¡hasta la muerte!
nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.

Todo puede llegar, pero se advierte


que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la inspiración inerte.

La justicia nos muestra su balanza


cuando los siglos en la historia vierte
el tiempo mudo que en el orbe avanza.

Y la gloria, esa ninfa de la suerte,


sólo en las viejas sepulturas danza.
¡Todo nos llega tarde, hasta la muerte!

Fernado Charry Lara

108
Julio Flórez (1867 - 1923)

¿Quién oye?

De noche, bajo el cielo desolado,


pienso en tu amor y pienso en tu abandono,
¡y miro en mi interior deshecho el trono
que te alcé como a un ídolo sagrado!

¡Al ver mi porvenir despedazado


por tu infidelidad, crece mi encono!
Mas, como sé que sufres, te perdono...
¡Oh, tú jamás me hubieras perdonado!

Mis lágrimas, en trémulo derroche,


ruedan al fin, y luego, en inaudito
arranque, a Dios elevo mi reproche...

¡Pero se pierde entre el negror mi grito


y sólo escucho, en medio de la noche,
del silencio el monólogo infinito!
Fernado Charry Lara

109
Julio Flórez (1867 - 1923)

A mi madre

Todavía el dolor ara en su frente;


se humedecen sus ojos todavía;
sus ojos ¡ay! donde también el día
radió como en las cumbres del oriente.

Huyen las tempestades de mi mente


cuando los dedos de su mano fría
se hunden, temblando, en la melena mía
y amorosos la erizan blandamente.

Ella es el astro de mi noche eterna:


su limpia luz en mi interior se expande
como el lampo de sol en la caverna.

¡Yo la adoro! La adoro sin medida,


con un amor como ninguno, grande;
¡grande a pesar de que me dio la vida!

Fernado Charry Lara

110
Antonio Gómez Restrepo (1867 - 1923)

La gran tristeza

Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta,


sobre un lúgubre páramo tendida;
a trechos, de algas lívidas cubierta;
ni un árbol, ni una flor, todo sin vida,
¡todo sin alma en la extensión desierta!

Un punto blanco sobre el agua muda,


sobre aquella agua de esplendor desnuda,
se ve brillar en el confín lejano:
es una garza inconsolable, viuda,
que emerge como un lirio del pantano.

Entre aquella agua, y en lo más distante,


¿esa ave taciturna en qué medita?
¡No ha sacudido el ala un solo instante,
y allí parece un vivo interrogante
que interroga a la bóveda infinita!

Ave triste, responde: Alguna tarde


en que rasgabas el azul de enero
con tu amante feliz, haciendo alarde
de tu blancura, ¿el cazador cobarde
hirió de muerte al dulce compañero?

¿O fue que al pie del saucedal frondoso,


donde con él soñabas y dormías,
al recio empuje de huracán furioso,
rodó en las sombras el alado esposo
sobre las secas hojarascas frías?
Fernado Charry Lara

¿O fue que huyó el ingrato, abandonando


nido y amor, por otras compañeras,
y tú, cansada de buscarlo, amando
como siempre, lo esperas sollozando,
o perdida la fe... ya no lo esperas?

111
Dime: ¿Bajo la nada de los cielos,
alguna noche la tormenta impía
cayó sobre el juncal, y entre los velos
de la niebla, sin vida tus polluelos
flotaron sobre el agua... al otro día?

¿Por qué ocultas ahora la cabeza


en el rincón del ala entumecida?
¡Oh, cuán solos estamos!... Ve, ya empieza
al anochecer: ¡Qué igual es nuestra vida!...
Nuestra desolación!... ¡Nuestra tristeza!

¿Por qué callas? La tarde expira, llueve,


y la lluvia tenaz deslustra y moja
tu acolchado plumón de raso y nieve.
¡Huérfano soy!...
¡La garza no se mueve...
y el sol ha muerto entre su fragua roja!

Fernado Charry Lara

112
Joaquín González Camargo (1865 - 1886)

Viaje de la luz

Empieza el sueño a acariciar mis sienes,


vapor de adormideras en mi estancia,
los informes recuerdos en la sombra
cruzan como fantasmas.

Por la angosta rendija de la puerta


rayo furtivo de la luna avanza,
ilumina los átomos del aire,
se detiene en mis armas.

Se cerraron mis ojos, y la mente


entre los sueños, a lo ignoto se alza;
meciéndose en los rayos de la luna,
da formas a la nada.

Y ve surgir las ondulantes costas,


las eminencias de celeste Atlántida,
donde viven los Genios, y se anida
del porvenir el águila.

Allá rima la luz y el canto alumbra,


aire de eternidad alienta el alma,
y los poetas del futuro templan
las cristalinas arpas.

Auroras boreales de los siglos


allá se encuentran, recogida el ala;
como una antelia bese el pensamiento,
que gigantesco se alza.

Allá los Prometeos sin cadenas,


y de Jacob la luminosa escala,
allá la fruta del edén perdida,
Fernado Charry Lara

la que el saber entraña.

Y el libro apocalíptico sin sellos


suelta a la luz sus misteriosas páginas,
y el Tabor del espíritu, su cima
de entre la niebla saca.

Y allí el Horeb, de donde brota puro


el casto amor que con lo eterno acaba.
113
Allá está el ideal, allá boguemos.
Dad impulso a la barca.

Despertéme azorado... ¿Y ese mundo?


Para volar a él ¿en dónde hay alas?
Interrogué a las sombras del pasado,
y las sombras callaban.

Pero el rayo de luna ya subía


del viejo estante a las polvosas tablas,
y lamiendo los lomos de los libros,
en sus títulos de oro se miraba.

Fernado Charry Lara

114
Gregorio Gutiérrez González (1826-1872)

A Julia

Poesías del casto amor y


de la inefable ternura...
Marcelino Menéndez Pelayo.

Juntos tú y yo vinimos a la vida,


Llena tú de hermosura y yo de amor;
A ti vencido yo, tú a mí vencida,
Nos hallamos por fin juntos los dos.

Y como ruedan mansas, adormidas,


Juntas las ondas en tranquila mar,
Nuestras dos existencias siempre unidas
Por el sendero de la vida van.

Tú asida de mi brazo, indiferente


Sigue tu planta mi resuelto pie;
Y de la senda en la áspera pendiente
A mi lado jamás temes caer.

Y tu mano en mi mano, paso a paso,


Marchamos con descuido al porvenir,
Sin temor de mirar el triste ocaso
Donde tendrá nuestra ventura fin.

Con tu hechicero sonreír sonrío,


Reclinado en tu seno angelical,
De ese inocente corazón, que es mío,
Arrullado al tranquilo palpitar.

Y la ternura y el amor constantes


En tú limpia mirada vence arder,
Al través de dos lágrimas brillantes
Que temblando en tus párpados se ven.
Fernado Charry Lara

Son nuestras almas místico ruido


De dos flautas lejanas, cuyo son
En dulcísimo acorde llega unido
De la noche callada entre el rumor;

Cual dos suspiros que al nacer se unieron


En un beso castísimo de amor;
Como el grato perfume que esparcieron
Flores distantes y la brisa unió.
115
¡Cuánta ternura en tu semblante miro!
¡Que te miren mis ojos siempre así!
Nunca tu pecho exhale ni un suspiro,
Y eso me basta para ser feliz.

¡Que en el sepulcro nuestros cuerpos moren


Bajo una misma lápida los dos!
¡Mas mi muerte jamás tus ojos lloren!
¡Ni en la muerte tus ojos cierre yo!

Fernado Charry Lara

116
Gregorio Gutiérrez González (1826-1872)

Aures

De peñón en peñón turbias saltando


Las aguas de Aures descender se ven;
La roca de granito socavado
Con sus bombas haciendo estremecer.

Los helechos y juncos de su orilla


Temblorosos, condensan el vapor;
Y en sus columpios trémulas vacilan
Las gotas de agua que abrillanta el sol.

Se ve colgando en sus abismos hondos,


Entretejido, el verde carrizal.
Como de un cofre en el oscuro fondo
Los hilos enredados de un collar.

Sus cintillos en arcos de esmeralda


Forman grutas do no penetra el sol,
Como el toldo de mimbres y de palmas
Que Lucina tejió para Endimión.

Reclinado a su sombra, ¡cuántas veces


Vi mi casa a lo lejos blanquear,
Paloma oculta entre el ramaje verde,
Oveja solitaria en el gramal!

Del techo bronceado se elevaba


El humo tenue en espiral azul...
La dicha que forjaba entonces el alma
Fresca la guarda la memoria aún.

Allí, a la sombra de esos verdes bosques


Correr los años de mi infancia vi;
Los poblé de ilusiones cuando joven,
Fernado Charry Lara

Y cerca de ellos aspiré a morir.

Soñé que allí mis hijos y mi Julia...


¡Basta! las penas tienen su pudor,
Y nombres hay que nunca se pronuncian
Sin que tiemble con lágrimas la voz.

Hoy también de ese techo se levanta


Blanco-azulado el humo del hogar;
117
Ya ese fuego lo enciende mano extraña,
Ya es ajena la casa paternal.

La miro cual proscrito que se aleja


Ve de la tarde a la rosada luz
La amarilla vereda que serpea
De su montaña en el lejano azul.

Son un prisma las lágrimas que prestan


Al pasado su mágico color;
Al través de la lluvia son más bellas
Esas colinas que ilumina el sol.

Infancia, juventud, tiempos tranquilos,


Visiones de placer, sueño de amor,
Heredad de mis padres, hondo río,
Casita blanca...Y esperanza, !adiós!

Fernado Charry Lara

118
Gregorio Gutiérrez González (1826-1872)

Ultimo canto de Lord Byron en Grecia


Es tiempo ya que deje de palpitar mi pecho,
Pues que otros corazones no laten junto a mí...
Empero, aunque no pueda volver a ser armado,
No importa, me es forzoso amar hasta morir.

Mi vida está en su otoño: marchitos por el tiempo


las flores y los frutos cayeron del amor,
Tan sólo los pesares me quedan todavía...
Me queda ese gusano hambriento y roedor.

El fuego de mi pecho parece en mi agonía


La llama solitaria que sale de un volcán,

Junto a la luz que arroja, ninguna antorcha brilla,


¡Es una moribunda hoguera funeral!
¡Cuidados, esperanzas, exaltación de penas,
Afanes de los celos, transportes del amor,
No puedo ya sentiros, mas llevo las pesadas
Cadenas que enlazaban mi pobre corazón!

Empero, hoy no debiera tener los pensamientos


Que son el patrimonio de ardiente juventud;
No es hoy cuando a los héroes la gloria con sus lauros
O ciñe la cabeza o adorna el ataúd?

¡Despierta! (Mas ¡oh Grecia! ya tú te has despertado)


Despiértate, alma mía, y observa el manantial
De do la sangre viene que corre por mis venas:
¡No puedan ¡ay! mis hechos su origen profanar!
Contempla aquí... la gloria... el campo de batalla...

La espada... la bandera... la Grecia mira en fin;


Jamás el espartano que llevan en su escudo
Más libre se creyera, ya próximo a morir...
Fernado Charry Lara

Es tiempo ya que a estas pasiones miserables


Indignas de asaltarme las huelle con el pie:
Desde hoy deberán serme de amor y de belleza
Extrañas las sonrisas, lo mismo que el desdén.

Si lloras, ¿por qué vives...? He aquí donde la muerte,


Te puede ser gloriosa... Estás en la región
Que lidia por ser libre... ¡Oh, Byron, al combate!
119
¡Y dile a la existencia tu postrimer adiós!
Y busca en el combate lo que jamás se busca,
La tumba del guerrero, que es fácil encontrar.
Para probar tu eterno reposo en el sepulcro
En la oprimida Grecia escoge tu lugar.

Gregorio Gutiérrez González (1826-1872)

Memoria sobre el cultivo de maíz en Antioquia (Capítulo I)

De los terrenos propios para el cultivo,


y manera de hacerse los barbechos, que decimos rozas.
Buscando en dónde comenzar la Roza,
De un bosque primitivo la espesura
Treinta peones y un patrón por jefe
Van recorriendo en silenciosa turba.

Vestidos todos de calzón de manta


Y de camisa de coleta cruda,
Aquél a la rodilla, ésta a los codos,
Dejan sus formas de titán desnudas.

El sombrero de caña con el ala


Fernado Charry Lara

Prendida de la copa con la aguja,


Deja mirar el bronceado rostro,
Que la bondad y la franqueza anuncia.

Atado por detrás con la correa


Que el pantalón sujeta a la cintura,
Con el recado de sacar candela,
Llevan repleto su carriel de nutria.

120
Envainado y pendiente del costado
Va su cuchillo de afilada punta;
Y en fin, al hombro, con marcial despejo,
El calabozo que en el sol relumbra.

***

Al fin eligen un tendón de tierra


Que dos quebradas serpeando cruzan,
En el declive de una cuesta amena
Poco cargada de maderas duras.

Y dan principio a socolar el monte


Los peones formados en columna;
A seis varas distante uno de otro
Marchan de frente con presteza suma.

Voleando el calabozo a un lado y otro,


Que relámpagos forma en la espesura,
Los débiles arbustos, los helechos
Y los bejucos por doquiera truncan.

Las matambas, los chusques, los carrizos,


Que formaban un toldo de verdura,
Todo deshecho y arrollado cede
Del calabozo a la encorvada punta.

Con el rostro encendido, jadeantes,


Los unos a los otros se estimulan;
Ir adelante alegres quieren todos,
Romper la fila cada cual procura.

Cantando a todo pecho la guabina,


Canción sabrosa, dejativa y ruda,
Ruda cual las montañas antioqueñas,
Donde tiene su imperio y fue su cuna.

No miran en su ardor a la culebra


Fernado Charry Lara

Que entre las hojas se desliza en fuga,


Y presurosa en su sesgada marcha,
Cinta de azogue, abrillantada ondula;

Ni de monos observan las manadas


Que por las ramas juguetones cruzan;
Ni se paran a ver de aves alegres
Las mil bandadas, de pintadas plumas;

121
Ni ven los saltos de la inquieta ardilla,
Ni las nubes de insectos que pululan,
Ni los verdes lagartos que huyen listos,
Ni el enjambre de abejas que susurra.

***

Concluye la socola. De malezas


Queda la tierra vegetal desnuda.
Los árboles elevan sus cañones
Hasta perderse en prodigiosa altura.

Semejantes de un templo a los pilares


Que sostienen su toldo de verdura;
Varales largos de ese palio inmenso,
De esa bóveda verde altas columnas.

El viento, en su follaje entretejido,


Con voz ahogada y fúnebre susurra,
Como un eco lejano de otro tiempo,
Como un vago recuerdo de ventura.

Los árboles sacuden sus bejucos,


Cual destrenzada cabellera rubia
Donde tienen guardados los aromas
Con que el ambiente, en su vaivén, perfuman.

De sus copas galanas se desprende


Una constante, embalsamada lluvia
De frescas flores, de marchitas hojas,
Verdes botones y amarillas frutas.

Muestra el cachimbo su follaje rojo,


Cual canastillo que una ninfa pura
En la fiesta de Corpus, lleva ufana
Entre la virgen, inocente turba.

El guayacán con su amarilla copa


Fernado Charry Lara

Luce a lo lejos en la selva oscura,


Cual luce entre las nubes una estrella,
Cual grano de oro que la jagua oculta.

El azuceno, el floro-azul, el caunce


Y el yarumo, en el monte se dibujan
Como piedras preciosas que recaman
El manto azul que con la brisa ondula.

122
Y sobre ellos gallarda se levanta,
Meciendo sus racimos en la altura,
Recta y flexible la altanera palma,
Que aire mejor entre las nubes busca.

***

Ved otra vez a los robustos peones


Que el mismo bosque secular circundan;
Divididos están en dos partidas,
Y un capitán dirige cada una.

Su alegre charla, sus sonoras risas,


No se oyen ya, ni su canción se escucha;
De una grave atención cuidado serio
Se halla pintado en sus facciones rudas.

En lugar del ligero calabozo


La hacha afilada con su mano empuñan;
Miran atentos el cañón del árbol,
Su comba ven, su inclinación calculan.

Y a dos manos el hacha levantando,


Con golpe igual y precisión segura,
Y redoblando golpes sobre golpes,
Cansan los ecos de la selva augusta.

Anchas astillas y cortezas leves


Rápidamente por el aire cruzan;
A cada golpe el árbol se estremece,
Tiemblan sus hojas, y vacila... y duda...

Tembloroso un momento cabecea,


Cruje en su corte, y en graciosa curva
Empieza a descender, y rechinando
Sus ramas enlazadas se apañuscan;

Y silbando al caer, cortando el viento,


Fernado Charry Lara

Despedazado por los aires zumba...


Sobre el tronco el peón apoya el hacha
Y el trueno, al lejos, repetir escucha.

***
Las tres partidas observad. A un tiempo
Para echar una galpa se apresuran;
En tres faldas distintas, el redoble
Se oye del hacha en variedad confusa.
123
Una fila de árboles picando
Sin hacerlos caer, está la turba,
Y arriba de ellos, para echarlo encima,
El más copudo por madrino buscan.

Y recostando andamios en su tronco


Para cortarlo a regular altura,
Sobre las bambas y al andamio trepan
Cuatro peones con destreza suma.

Y en rededor del corpulento tronco


Sus hachas baten y a compás sepultan,
Y repiten hachazos sobre hachazos
Sin descansar, aunque en sudor se inundan.

Y vencido por fin, cruje el madrino,


Y el otro más allá: todos a una,
Las ramas extendidas enlazando,
Con otras ramas enredadas pugnan;

Y abrazando al caer los de adelante,


Se atropellan, se enredan y se empujan,
Y así arrollados en revuelta tromba
En trueno sordo, aterrador retumban...

El viento azota el destrozado monte,


Leves cortezas por el aire cruzan,
Tiembla la tierra, y el estruendo ronco
Se va a perder en las lejanas grutas.

Todo queda en silencio. Acaba el día,


Todo en redor desolación anuncia.
Cual hostia santa que se eleva al cielo
Se alza callada la modesta luna.

Troncos tendidos, destrozadas ramas,


Y un campo extenso desolado alumbra,
Fernado Charry Lara

Donde se ven como fantasmas negros


Los viejos troncos, centinelas mudas.

124
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Las hadas

Soñé vagar por bosques de palmeras


cuyos blondos plumajes, al hundir
su disco el Sol en las lejanas sierras,
cruzaban resplandores de rubí.

Del terso lago se tiñó de rosa


la superficie límpida y azul,
y a sus orillas garzas y palomas
posábanse en los sauces y bambús.

Muda la tarde ante la noche muda


las gasas de su manto recogió;
del indo mar dormido en las espumas
la luna halló la y a sus pies el sol.

Ven conmigo a vagar bajo las selvas


donde las Hadas templan mi laúd;
ellas me han dicho que conmigo sueñas,
que me harán inmortal si me amas tú.
Fernado Charry Lara

125
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Saulo

CANTO PRIMERO (fragmento)

- Me la figuro en ti; ya la comprendo.


Arcángel y mujer, casta y ardiente.
Safo en el alma, Débora en la mente,
con el amor humano enamorada,
ciega de amor y trémula sintiendo
ósculos de los ángeles que tocan
sus sienes y la veste inmaculada.
Eres tú como fue; ya la imagino.
Son tus risueños labios, que provocan
mi sed de ti, los dulces labios suyos;
en la luz y tinieblas de sus ojos
hubo auroras y noches de los tuyos,
tristes y esquivos en eternos días,
abrasadores en las noches mías.

II

Asemejase a ti: leve la veo,


de Psiquis y Diana,
de Beth sabe y Susana
conjunto y vida que forjó el deseo,
cruzar el bosque umbrío
al resplandor de fúlgidas estrellas;
y las auras perfuma,
y la siguen los céfiros del río
buscando flores do dejó sus huellas.
Mas remontase huyendo en la neblina
de la selvosa soledad aliento,
y la llama ya en vano el pecho mío,
Fernado Charry Lara

y en el éter la busca el pensamiento.


¿Suspirabas? ¿Hablé?... ¿Silbó en la brisa
que del velamen desplegó las alas?
Qué acallados sollozos, Heloísa,
¿Qué de su seno y su regazo exhalas?
¿Es que tu amante corazón la nombra?
¿Eres ella? ¿Es su sombra
la que en mis brazos anheloso estrecho
al comprimirte así sobre mi pecho?
126
III

Ideal, bien perdido, o esperanza,


dichas, presentimientos, remembranza
del vivo amor que con el alma vive
que en misteriosa adoración recibe
del genio los dolores
y en la tumba del mártir riega flores.
Aroma errante del Edén llorado,
ensueño delicioso
del poeta israelita,
en el idioma noble y sonoroso
del idumeo y de David cantado.
Sulamite, la reina en los vergeles
de Salomón orgullo,
de sus morenas vírgenes dechado:
panal de limpias y rosadas mieles,
entreabierto capullo
del rosal más oculto y oloroso
en los huertos del Líbano sagrado:
mansa paloma de doliente arrullo
del Sanir en las cumbres cautivada,
que enamorando llora,
y tiembla, de su dueño acariciada,
en los follajes que la tarde dora:
O es Ruth la de Moab, hoy errabunda,
indigente, sedienta, escarnecida,
respigando entre zarzas y junqueras
al teñir de la noche espigas hueras
en el agrio desierto de la vida.

IV

Heloísa infeliz, sé lo que ansiaste.


Mi desgracia y orgullo es comprenderte.
Si es humano el amar como tú amaste,
mi corazón pudiera merecerte,
Fernado Charry Lara

saciar la eterna sed que no saciaste,


con tu amor infinito poseerte.
Y ah, sólo al fin los brazos de la muerte
quisieron recibirte, y la imploraste.
En la sublime inmensidad perdido
del océano y los cielos, la grandeza
de tu dolor y de tu amor ya mido,
cerca de Dios, aquí donde la alteza
del humano poder es irrisoria,
127
y bruma su saber, polvo su historia.

Aquí, cerca de él, eterno y grande


como nunca la mente, sorda, ruda, impotente,
de ser humano concebir podría.
Le adoro en ti, mi alivio y alegría,
luz y primor de todas sus hechuras;
Y comprender me es dable la agonía,
la soledad, el luto y las torturas
de aquel inmenso corazón que gime,
quemando las entrañas de la tierra,
bajo el pie de la muerte que le oprime
en la tumba sagrada que lo encierra.
Oyelo palpitar. Vive del hombre
en lo bello y fecundo,
en todo cuanto enseña lo divino
de su numen, su obra y su destino;
En ti, santa poesía, fe sin nombre,
confidencia de ángeles al mundo,
columna luminosa en el desierto.
Fuente de Horeb brotando en el camino,
donde la ansiosa humanidad abreva
amor y vida y esperanza nueva.

VI

En esta inmensidad lo inmenso cabe.


En abismos sin fondo,
aquel dolor cruelísimo y tan hondo,
que compararlo el alma nunca sabe;
Y aquí bajo la bóveda del cielo
que en la vasta extensión del horizonte
no limita la cúspide de un monte,
ni flotante jirón de leve nube
que de la mar a las estrellas sube,
caber tan sólo pudo
Fernado Charry Lara

de aquel amor el infinito anhelo.


De aquel amor que condenó sañudo
a mudez, orfandad y penitencia,
el vano amor a mentirosa ciencia.

VII

Vanidad, vanidad. Y del olvido


apenas ha podido
128
salvar el nombre del ingrato amante
la que tanto hechicera y amorosa
y de las gracias núbiles radiante,
concedióle sin tasa las delicias
de mortal no soñadas;
y su velo de esposa
y del hijo del alma las caricias,
a ocultas disfrutadas,
cambió por el sayal y los cilicios,
sacrílega inocente.
Ufana de tan duros sacrificios
porque de envidia y odio el anatema
ni una hoja marchite en la diadema,
gloria del bardo, y gala de la frente
que ósculos de la virgen fecundaron
y de la mártir lágrimas bañaron
en horas de venturas,
de embriaguez, de abandono y de ternuras.

VIII

De otro amor inmortal, presentimiento.


De un bien perdido, mustia remembranza.
Panal de limpias y rosadas mieles,
mansa paloma de doliente arrullo,
entreabierto capullo

Del rosal más oculto y oloroso


de Tadmor y sus cármenes vedados,
ensueño deleitoso.
¿Lloras? ¿Por ti? ¿Por mí? Deja que aspire
el olor de tus bucles destrenzados,
que en tu seno castísimo respire
los aromas por mí sólo aspirados.
Perdona que delire:
¿No deliro de hinojos,
sumiso esclavo de tus negros ojos?
«Sed tengo», sed de amor que en ti se calma:
Fernado Charry Lara

no niegues a mis ósculos tu llanto,


¡Sacia esta sed que me devora el alma!

129
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Elvira Silva

¿Por qué las negras sombras de la muerte


tras el vívido albor de la mañana,
y el espanto, mudez y hondo silencio
al despertar llamándola en sollozos
los que en el mundo mísero quedamos?

Arrobadora realidad creada


por el numen divino que fecunda
mi ya cansado corazón... espera!
Son tan agrias las heces que sobraron
para el final de la existencia mía...
Y ayer, ayer no más las endulzabas,
celestial hechicera,
ángel consolador en mi agonía?

II

Espera... espera! Me darán tus ojos,


santa visión del vate dolorido,
luz, esperanza y fe para las horas
últimas de batalla... y en mis cantos
habrá de ti misterios y fulgores,
el ritmo sobrehumano de tu acento,
astro inmortal, y vida de tu vida!

La inspiración que desbordó en tu alma


llanto abundoso que sació mi ardiente
y eterna sed de gloria... vive, vive!
para lo excelso, inmaculado y grande,
para ti, la delicia de querubes,
embeleso y amor de los amores...
Fernado Charry Lara

hálito de Jehová, luz de su mente


humanada en mujer... No! vuelve al cielo,
criatura del Poeta Omnipotente!

III

Vano ensueño quizá... Delirio y gozo


del alma que memora o que presiente
la belleza inmortal... Lágrimas ciegan
130
los ojos que te buscan, y responden
al llamarte, gemidos a gemidos...
Ay! tus risas, tu voz de arrullos llena
para el dilecto y amoroso hermano,
escuchar se figura y que en su pecho,
reina mimada del hogar, reclinas
la cabeza de Psiquis en que aja
las níveas rosas entre negros bucles...
y dócil prisionera de sus brazos,
finges huirle a él... Lívida... Yerta!

Sorda a sus ruegos, para siempre yace,


lujosa con las galas de la tumba
y la noche sin fin... allí do aromas
y el calor virginal de sus vestidos
y los primores de sus manos quedan...
engañadoras prendas que de vida
hablan al arrobado pensamiento,
y de la instable bienandanza ida
al alma que se goza en su tormento.

IV

En silencio llorad los que la amasteis...


y dejadla dormir cándida y pura
en su lecho castísimo de niña.

Ángeles invisibles le han besado


las mejillas, hoy mustias, que antes fueron
semblanza de las flores ruborosas,
y púdica cerró los dulces ojos
en que los cielos mismos se miraron...

El féretro mullid. Larga la noche


del sepulcro será... lóbrega y fría!
poned blando cojín a su cabeza,
que en el regazo maternal buscaba
mimos ayer y juegos y caricias...
Fernado Charry Lara

Trenzad los sueltos rizos que fragantes


velan, vivos aún, el casto seno,
y con gasas de espumas arropadla
en su lecho nupcial... Elvira! Elvira!
parece sonreír, y que respira!...
El ataúd su tálamo! Es la esposa
del blondo y bello Arcángel de la muerte;
sólo con él soñabas amorosa:
¿qué ser humano pudo merecerte?
131
V

¡Cómo se ha helado, inmóvil, sin abrigo,


de la noche luctuosa en el ambiente!
Resplandores del alba la circundan,
nimbo le dan a la marmórea frente,
y al fulgor celestial que la ilumina
el áurea luz de los blandones tiembla
débil palideciendo y mortecina.

Es la mañana que las cumbres dora


y los lagos argenta en la llanura,
que acaricia tus flores, y en el huerto
besa nidos que guarda la espesura.
¿Duermes aún y tan hermoso el día?
azul, azul!... ¿no ves? Abre los ojos
y los purpúreos labios sonrientes:
todo amor y fragancias y alegría!
todo a la vida y a la luz despierta...
¡Ay! sólo tú, dormida para siempre,
y para siempre muerta!

VI

En féretro de flores, al sepulcro


avanzas en los hombros de tus siervos:
reina de la virtud y la belleza,
triunfadora inmortal, he allí tu trono!
tras de la pompa fúnebre y el llanto...
¡Oh recuerdo cruel del alma mía!
vendrá el olvido de la turba vana,
y el eco lamentoso de mi canto,
en el placer la enfadará mañana.
¡Feliz te vas! feliz porque al sepulcro
llevas el corazón del caro amigo,
tierno guardián de tu niñez dichosa.
Ciego te sigue aún!... ¿Oyes sus pasos
Fernado Charry Lara

en pos de ti, como en su edad primera?...


¿Qué, si no existes, en el mundo espera?

Te vas!... y para siempre! sorda, muda...


insensible a gemidos y lamentos
de los seres que amaste! ¿Y así pagas
la ternura y amor? ¿Qué su existencia
será sin ti, la gala y alborozo
en ese hogar de tus encantos nido,
132
donde pasan las horas,
lentas cual las de dicha voladoras,
y en que todo es dolor porque te has ido?

VII

Señor! Señor!... Si bella la creaste


cual la hija de Jairo, y prez y orgullo
es en tierra de gentes que te adoran;
si a Lázaro en la tumba despertaste
porque bueno te amaba,
y oyes a los que sufren y te imploran...
en ella pon tus manos condolido;
levántala, Señor! y sólo tuya,
de infelices la fe y alivio sea,
del cielo su corona de azahares...
alba nube de incienso en tus altares.

No me puedes oír! Mísero humano,


tránsito de la tierra los desiertos;
si cruzo los aduares de los hombres
la iniquidad odiando de los vivos...
¿por qué turbo el reposo de tus muertos?

Fernado Charry Lara

133
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Después de la victoria

Con albas ropas, lívida, impalpable,


en alta noche se acercó a mi lecho:
estremecido, la esperé en los brazos;
inmóvil, sorda, me miró en silencio.

Hirióme su mirada negra y fría...


sentí en la frente como helado aliento;
y las manos de mármol en mis sienes,
a los míos juntó sus labios yertos.

II

La hoguera del vivac agonizante:


olor de sangre... Fatigados duermen:
infla las lonas de la tienda el viento:
de centinelas, voces a los lejos...

¡Largo vivir!... La gloria!... ¿Quién laureles


y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
en la llanura ensangrentada muertos! Fernado Charry Lara

134
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Río moro

Tu incesante rumor vine escuchando


Desde la cumbre de lejana sierra;
Los ecos de los montes repetían
Tu trueno en sus recónditas cavernas.
Juzgué por ellos tu raudal; fíngeme
Tras vaporoso velo tu belleza,
Y ya sobre tu espuma suspendido,
Gozo en ahogar mi voz en tu bramido.

¡Qué mísera ficción! Quizá en mis sueños


He recorrido tus hermosas playas,
En esas horas en que el cuerpo muere
Y adora a Dios en su creación el alma:
Que sólo dejan en la mente débil
Pálidas tintas y memorias vagas;
Pero te encuentro grande y majestuoso,
Rey ponderado del desierto hermoso.

Bajo el techo de musgos y de pancas,


Abrigo del viajero solitario,
El rudo y fatigoso movimiento
De tus ondas veloces contemplando,
Del fondo de las selvas me traían
Las auras tus perfumes ignorados,
Mezcla del azahar y del canelo,
Gratos aromas de mi patrio suelo.

Entonces una lágrima rebelde


Humedeció mi pálida mejilla,
Dulce como esas que a los ojos piden
Caros recuerdos de felices días;
Elocuente, si hay lágrimas que encierren
La historia dolorosa de una vida;
Fernado Charry Lara

Aquí llevó la indiferente el río,


Murió como las gotas de rocío.

Eres hermoso en tu furor: del monte


Lanzado en tu carrera tortuosa,
Vas sacudiendo la melena cana
Que los peñascos de granito azota;
Y detenido, de coraje tiemblas,
Columpiando al pasar la selva añosa;
135
Las nieblas del abismo son tu aliento
Que en leves copos despedaza el viento.

¿De dónde vienes así desconocido


Con tu lujo y misterio? ¿Gente indiana
Hacia el Oriente tus orillas puebla
En verdes bosques y llanuras vastas,
Cuyo límite azul borran las nubes
Que en el confín del horizonte vagan?
Dime, ¿esas tribus que do naces moran
Viven felices o miseria lloran?

Pienso que a orillas del raudal velado


Por grupos de jazmines y palmeras,
Púdica virgen de esmeralda ciñe
Su negra y abundante cabellera;
Y acaso el homicidio sangre humana
A los cristales de tus linfas mezcla,
Y al odio y al amor indiferente
Confunde sus despojos tu corriente.

Vi al pescador de los lejanos valles


Tus peñas escalando silencioso,
La guarida buscando de la nutria
Y el pez luciente con escamas de oro;
Contó mi hazañas de su vida errante
Sentado de mi higuera sobre el tronco;
Le vi dormir el sueño de la cuna
Y envidié su inocencia y su fortuna.

La fúnebre viragua repetía


Sus trinos que saludan al invierno,
Y luces de topacio y de diamante
Te daba del relámpago el reflejo;
En las cavernas tu rumor ahogando
Tristes gemidos modulaba el viento:
Así admiré tu pompa y hermosura
Entre las sombras de la noche oscura.
Fernado Charry Lara

Viajero de regiones ignoradas,


¡Ay! ni una sola de tus ondas crespas
A encontrar volveré, ni de mis pasos
En tus orillas durará la huella.
Más celosa que el tiempo que convierte
Ricas ciudades en llanuras yermas,
Guarda Natura su secreto al hombre
Y do escribirle osó, borra su nombre.
136
Como burbujas en tu manto llevas,
Irán los soles sobre ti pasando,
Y te hallarán los de futuros siglos
Como hoy undoso, transparente y raudo.
No existirá ni la ceniza entonces
De mí, que rey de la creación me llamo,
Y si guarda mi nombre el mármol frío,
Lo hollará con desdén el hombre impío.

Más felices, las flores de tu orilla


Nacen, al aire su perfume exhalan
Marchitas ya, se mecen en la espuma,
Y mil, más bellas, sus capullos rasgas;
Más felices tus ondas, al océano
Van a gemir en extranjeras playas;
Y yo con mi ambición, pobre y proscrito,
De mi raza infeliz purgo el delito.

Fernado Charry Lara

137
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

La tumba de Belisario
Y dejamos su tumba para siempre
En el jaral de la marina selva,
Sola con los mugidos de los vientos
Y el fragor de la mar en la ribera!
Aquel postrer adiós que no responden
Los mudos labios ni las manos yertas,
Ahogó mis sollozos... y la fosa
Lentamente colmó la extraña tierra.

Después, envueltos en nocturnas sombras,


Infló el terral las temblorosas velas,
Y al fulgor de los pálidos relámpagos
Hicimos rumbo hacia la mar inmensa.

¡Cómo responden al gemir del alma


Ecos y gritos de las olas negras
Que al viento arrojan sus penachos níveos
Y en las rompientes iracundas truenan!
¡Cuán distantes las cumbres de los montes
En los albores de la luna llena!...
¡Qué lejano el desierto pavoroso
Donde su tumba solitaria queda!
¡Compañero leal, valiente amigo!...
¿Qué dar en galardón y recompensa
De tu heroico y terrible sacrificio
A los seres amados que te esperan?
Ahora ostentará plácida noche.

En las verdes llanuras del Combeima


La veste salpicada de vampiros,
Su nimbo azul de fúlgidas estrellas.
Las brisas jugarán en los follajes
Que tu cabaña en el otero cercan...
Allí del hijo amado hablan gozosos...
Fernado Charry Lara

Son sus pasos... Es él, que salvo llega!...


Y duermes ya en la tumba que te dimos
En el jaral de la marina selva,
Sólo con los mugidos de los vientos
Y el retumbo del mar en la ribera!

138
Jorge Isaacs (1837 - 1895)

Ten piedad de mí

¡Señor! si en sus miradas encendiste


Este fuego inmortal que me devora
Y en su boca fragante y seductora
Sonrisas de tus ángeles pusiste;

Si de tez de azucena la vestiste


Y negros bucles; si su voz canora,
De los sueños de mi alma arrulladora,
Ni a las palomas de tu selva diste,

Perdona el gran dolor de mi agonía


Y déjame también buscar olvido
En las tinieblas de la tumba fría.

Olvidarla en la tierra no he podido.


¿Cómo esperar podré si ya no es mía?
¿Cómo vivir, Señor, si la he perdido?

Fernado Charry Lara

139
Epifanio Mejía (1838 - 1913)

Serenata

-¡Dulce noche de amor, noche serena,


vuestros pálidos astros encended!
Hay dos ojos que brillan con tristeza.
¡Alumbrad! ¡alumbrad! los quiero ver.

Apoyada en mi brazo, amada mía,


al campo del amor vas a seguir.
¡Flores! ¡flores! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.

-¡Dulce noche de amor, noche serena,


vuestros pálidos astros apagad!
Hay dos ojos que brillan con terneza...
a la luz o a la sombra los sé amar.

Apoyada en tu brazo, amado mío,


al campo del amor voy a seguir.
¡Oh rosales! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.
Fernado Charry Lara

140
Epifanio Mejía (1838 - 1913)

La muerte del novillo

Ya prisionero y maniatado y triste


sobre la tierra quejumbroso brama
el más hermoso de la fértil vega
blanco novillo de tendidas astas.

Llega el verdugo de cuchillo armado;


el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios;
chorros de sangre la maleza esmaltan.

Retira el hombre el musculoso brazo;


el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruto y forcejando tiembla,
el ojo enturbia... y la existencia exhala.

Remolineando por el aire, vuelan


los negros guales de cabeza calva;
fijan el ojo en el extenso llano
y al matadero, desbandados, bajan.

Brama escarbando el arrogante toro


que oye la queja en la vecina pampa,
y densas nubes de revuelto polvo
tira en la piel de sus lustrosas ancas.

Poblando el valle de bramidos tristes


corre el ganado por las verdes faldas,
huele la sangre... y el olor a muerte
quejas y gritos de dolor le arranca.

Los brutos tienen corazón sensible,


por eso lloran la común desgracia
Fernado Charry Lara

en ese clamoroso de profundis


que todos ellos a los vientos lanzan.

141
Luis María Mora (1869 - 1936)

A un ánfora antigua
¿En qué arcilla preciosa
modelaron tu nítido contorno
que seduce a la mente y a la vista?
¿En Hélade, en Etruria se alzó el horno
do trabajaba tu paciente artista?

¿Fue en los tiempos floridos


¡Oh vaso inmemorial! en que la aurora
con su dórico peplo, regia auriga
del sol hermana, a la primera hora
lanzaba desde oriente su cuadriga?

Entonces las mujeres


en recatado asilo, a su hermosura
ellas mismas el velo entretejían;
honraba el joven la palestra dura
y el arado los héroes conducían.

En ese tiempo al hombre


la riente y vivaz naturaleza
decía dulces y profundas cosas,
doquier erguía altares la belleza
y hablaban las doncellas con las diosas.

¡Oh ánfora vetusta!


¡Cuántas veces al verte me figuro
que en la edad en que amor hinche las venas,
desnudo el seno, bajo el brazo puro
te llevaban las vírgenes de Atenas!

Y después so el follaje
rumoroso y radiante de verdura
que a trechos cubre el cauce del Iliso,
a tu lado narraban con ternura
Fernado Charry Lara

las fábulas de Adonis o Narciso.

Y si temblaba el bosque
que misterios y mitos atesora,
súbito, con el ánimo perplejo,
creían que tras Diana cazadora
pasaba de las ninfas el cortejo.

142
Y copiaba ese río
de las hijas del Atica, al instante,
el flotar de las túnicas ligeras,
la insólita mudanza del semblante
y la curva feliz de las caderas.

Quizás ¡oh noble vaso!


En tiempo del verdor de las campiñas
te cubrieron de encina, hiedra y flores,
y en tu contorno, al padre de las viñas
las bacantes cantaron sus loores.

En tu fondo escondías
el exquisito zumo con que al hombre
dotaron de las uvas los racimos,
el que oculta los crímenes sin nombre,
la locura, los celos y los mimos.

Los trinos de la flauta


vibraban en honor del dios barbudo.
Que dispensa los bienes y los males,
danzando el coro, en apretado nudo,
al son de tamboriles y cimbales.

¿Por qué feliz suceso,


así de no previsto como grande,
tú, en quien el arte sin igual perdura,
sobre esta cumbre altísima del Ande
a refugiar viniste tu hermosura?

En estas tristes cimas


jamás el arte prodigó sus dones;
no hay mármoles ni dioses tutelares,
y apenas Pan oír hace sus sones,
en los antros de bosques seculares.

¡Oh ánfora armoniosa!


En ti ya no se acendra el viejo vino;
Fernado Charry Lara

en ti el agua lustral nunca se agita;


Lejos de tu aire y tu país divino
has de vivir como ánfora proscrita!

143
Rafael Núñez (1825 - 1894)

Que sais-je?
Est quedan fiere voluptas. Ovidio
El corazón del hombre es un arcano
Inescrutable, imagen del Océano,
Laberinto sin límites ni fin;

Ayer gozó y hoy sufre; ayer lloraba,


Y donde el yermo del dolor miraba,
Hoy encuentra un jardín.

Esta es la ley: la ley a que obligados


Todos vivimos, buenos y malvados,
El niño, el viejo, el hombre, la mujer;

El vasallo y el rey, el opulento


Y el proletario, el de saber sediento
Y el harto de saber.

El dolor que en el alma halla cabida,


Pierde al cabo su espíritu homicida
Y cesa de ofender como dolor;

Y no hay de goce bulliciosa fuente


Que no agote o desvíe indiferente
El tiempo volador.

¿Es esto un bien o un mal?


¡Oh! yo he pensado
En ocasiones que uno mismo el hado
Es de todos aquí; que no es verdad
Que con la dicha priven los felices,
Si del destino en todos los matices
Existe la igualdad.

En balde el hombre la intención concibe


Fernado Charry Lara

De mejorar su suerte, piensa, escribe,


Descuaja montes, profundiza el mar;

Porque siempre la ley de la armonía


Hace que toda causa de alegría
Lo sea de pesar.

El aloe es amargo y oloroso;


El opio, que a los miembros da reposo,
144
También lleva el delirio al corazón;
El hierro que extermina también crea;
Aurora a veces es la infanda tea
Que enciende la ambición.

A la abeja que almíbar nos procura,


A un tiempo con la cándida dulzura
Su ponzoña le vemos infiltrar;
El viento que nos lleva hacia otros mundos,
Nos sepulta también en los profundos
Osarios de la mar.

El Nilo al desbordar fecunda y tala;


Como la Pitonisa, el genio exhala
Parte de su existencia al trasmitir
La creación que su mente ha concebido;
Y cuántos ¡ay! la muerte no han sufrido
Por la verdad decir.

Ignoro si mejor es el verano


De la existencia que el invierno cano,
Ser titán o pigmeo, hombre o mujer;
Si es mejor ser humilde que irascible;
Si es mejor ser sensible que insensible,
Creer que no creer.

No sé si deberemos dar gemidos


Cuando vemos en momias convertidos
Los ídolos de nuestro ardiente afán;
Ni sé si es egoísmo el sentimiento
Que nos hace sufrir en el momento
Que eterno adiós nos dan.

Ignoro si el azote de la guerra,


Como las tempestades, en sí encierra
Elementos de bien bajo su horror;
Si las hordas de Atila prepararon
Fernado Charry Lara

A las mismas comarcas que asolaron


Un destino mejor.

Así como el laurel el rayo atrae,


sobre la gloria la centella cae
de la envidia encubierta y suspicaz.
Aquél de triunfo emblema fiel ha sido;
Mas, a pesar del rayo, ¿quién ha huido
De ti, Circe falaz?
145
No sé si lo que llaman heroísmo
Es virtud, embriaguez o fanatismo,
Odio, ambición, delirio, saciedad...
En la noche que forman las pasiones,
No alcanzo de mis propias emociones

A saber la verdad.
El insecto coral labra su ruina,
Al elevar el suelo que hoy domina
El hombre y el océano ayer cubrió;

El ensueño del áureo vellocino


Dio principio a la ciencia del marino,
Que nunca lo encontró.

A la cizaña el trigo anda mezclado;


Así unidos, el riego y el arado
Los hacen de la tierra producir,
Y, cuando la estación propicia llega,
Juntos y a un tiempo el labrador los siega
Su hoz al esgrimir.

Así ¡oh dolor! no sé cómo llamarte,


Aunque mi corazón tu espada parte
En mil pedazos al cebarse en él.
No sé si de la vida en el abismo
Son en definitiva un jugo mismo
El néctar y la hiel.

No sé si la ignorancia y la pobreza
Dan al pecho del hombre más tristeza
Que el influjo del oro corruptor;
Si es la ciencia dudosa que aquí hallamos
Escala vacilante en que pasamos
De un error a otro error.

Ignoro si el veneno de locusta


Sería en el ansia de congoja adusta
Fernado Charry Lara

Para el pecho dulcísimo cordial;


Si es más fuerte el que lucha con sus penas
Que el que quiebra de su hado las cadenas
A un golpe de puñal.

El llanto en ocasiones es dulzura,


La sonrisa repliegue de amargura,
Sarcástica blasfemia la oración,
Aureola el estigma de un suplicio,
146
Implacable tortura el beneficio,
Plegaria la canción.

A veces avaricia es la largueza,


Reserva y disimulo la franqueza,
La inocencia y candor, malignidad;
El intrépido arrojo, cobardía;
La prudencia, denuedo y osadía;
impiedad la piedad.

No sé lo que deseo, lo que busco;


A veces con la luz misma me ofusco,
A veces en tinieblas veo mejor;
A veces el reposo me fatiga;
Cuando me muevo, a veces se mitiga
De mi sangre el hervor.

¡Oh confusión! ¡Oh caos! ¡Quién pudiera


Del sol de la verdad la lumbre austera
Y pura en este limbo hacer brillar!
De lo cierto y lo incierto ¡quién un día,
Y del bien y del mal, conseguiría
Los límites fijar!

Fernado Charry Lara

147
Candelario Obeso (1849 - 1884)

Canción Del Boga Ausente


Qué trijte que ejtá la noche,
la noche qué trijte ejtá:
no hay en er cielo una ejtreya...
Remá! remá!

La negra re mi arma mía,


mientra yo brego en la má,
bañao en suró por eya,
¿Qué hará? ¿qué hará?

Tar vej por su zambo amáo


doriente sujpirará,
o tar vej ni me recuecda...
Yorá, yorá!

La j'embras son como toro


lo rejta tierra ejgracia;
con acte se saca er peje
der má, der má!...

Con acte s'abranda er gierro,


se roma la mapaná;...
cojtante y ficmej la penaj;
no hay má, no hay má!...

.................................................

Qué ejcura que ejtá la noche;


la noche qué ejcura ejtá;
asina ejcura ej l'ausencia...
Bogá! bogá!...
Fernado Charry Lara

148
José Joaquín Ortiz (1814 - 1892)

La sepultura del guerrillero


En silencio marchábamos, trepando
del agrio monte hasta la cumbre llana,
e iba nuestro camino iluminando
el primer esplendor de la mañana.

Sobre un lecho de ramas vacilante


con la bandera blanco-azul cubierto,
al hombre va el cadáver adelante
de un joven en la lucha de ayer muerto.

Y con las luces de la aurora inciertas


veíamos abajo silencioso a Guasca estar,
y alrededor cubiertas sus dehesas de césped oloroso;
y más abajo el río que desata su espumoso raudal;
y parecía cinta de perlas y bullente plata
serpenteando entre la negra humbría;
y más lejos, en lo último del llano,
blanquear de toldos apiñado grumo,
y alzarse en ondas por el aire vano
del enemigo campamento el humo;
y en el confín del último horizonte,
reverberando al sol, alzar su cima sobre un monte,
y un monte y otro monte la pirámide excelsa del Tolima.

Llegamos de la cumbre a una meseta,


que era el lugar por la amistad marcado
para dar sepultura en la secreta
soledad al guerrero desgraciado.

Sobre un lecho de angélica y mastranto


depusieron al fin el cuerpo inerte;
y alrededor nosotros entre tanto
Fernado Charry Lara

hacíamos la vela de la muerte.

Lo contemplamos en silencio;
había muerto en la flor de edad bella y lozana;
¡así acababa tan risueño día,
antes de que pasara la mañana!

Negros, largos bajaban por la frente,


blanca como la cera, los cabellos;
149
y ver una sonrisa dulcemente
nos parecía entre sus labios bellos.

Sin la herida mortal, profunda y ancha


que desgarró su corazón altivo,
y sin la sangre que su cuerpo mancha
se pudiera juzgar que estaba vivo.

Rendido sólo por la cruda muerte,


mas no vencido en la batalla fiera,
caído como cae el varón fuerte,
por defenderla, al pie de su bandera.

¡Oh lamentable escena! Cuatro amigos


la tumba abriendo del amigo muerto,
sin cánticos, ni pompa, sin testigos,
en lo más escondido del desierto;
y en la tierra y el cielo todo en calma
en esa virginal naturaleza,
y sólo agitación en nuestra alma
y el dolor rencoroso en su tristeza.

Ni una voz en el páramo, ni el grito


de un ave que rasgara el vago viento;
mudo el espacio, diáfano, infinito,
y silencioso el ancho firmamento.

¡Ah! ¿qué éramos allí, pobres mortales


grandes por el dolor únicamente?
Un átomo perdido en los raudales
de aquella inmensidad omnipotente.

Y luégo que nuestra obra terminamos,


y estuvo abierta la profunda huesa,
sus restos con amor después bajamos,
con el respeto de amistad piadosa;
y alzando a Cristo súplicas sinceras
porque acoja su espíritu afligido,
Fernado Charry Lara

en su frente de veinte primaveras


la tierra echamos del eterno olvido.

Con dos toscos maderos mal trabados


una rústica cruz después hicimos,
y cual memoria de tan tristes hados,
sobre su sepultura la pusimos.

Vueltos luégo al oriente, donde el alba


150
con sus rosas de oro relucía,
por toda despedida hizo una salva
aquella nuestra triste compañía.

¡Descansa al fin en paz en este suelo,


que el tuyo no es, oh joven desgraciado,
tú que no recibiste ni el consuelo
del abrazo materno regalado!

¡Duerme por siempre al son de estos torrentes


y de la blanda brisa a los rumores,
a la luz de los astros esplendentes,
en tu lecho de hierbas y de flores!

Muchos hicieron antes lo que hiciste:


fuerte lidiar con generoso pecho;
¡ninguno más que tú, pues que moriste
por tu Dios, por tu patria y tu derecho!

Fernado Charry Lara

151
Belisario Peña (1834 - 1906)

Dios en el alma

Dios, que con gloria propia resplandeces;


que tienes por poder la omnipotencia,
por tesoro de luces la omnisciencia,
he imperas sobre todo y no obedeces;

tú, que no menguas ni recibes creces;


que, actual la eternidad en tu presencia,
miras en ti con ser lo que es potencia,
y, mudándolo todo, permaneces;

y tú, que eres el dueño en tal manera


de todo cuanto existe, que de hecho
lo que no fuera tuyo no existiera,

aquí eres mío, y sin estar estrecho,


cabes, cual si el amor te redujera,
en el mísero barro de mi pecho.

Fernado Charry Lara

152
Rafael Pombo (1833 - 1912)

La hora de tinieblas
Eli, Eli, lamma sabachthani

Cogitavi dies antiquos; et annos aeternos


In mente habui. Et meditatus sum
Nocte cum corde meo, et exercitabar,
Et scopebam spiritum meum. ¿Numquid
In aeternum projuciet Deus; aut non apponet
Ut complacitior sit adhuc?

Salmo LXXVI

(Pensé en los días antiguos, y tuve en mi espíritu


los años eternos. De noche medité en mi corazón: me
ejercitaba y purificaba mi espíritu. ¿Por ventura
desechará Dios para siempre o no volverá a ser
benévolo?)

¿Por qué, si puede Dios, no satisface a la hambre


cruel que nos devora?

Carvajal-Salmo

¡Oh, qué misterio espantoso


Es este de la existencia!
¡Revélame algo, conciencia!
¡Háblame, Dios poderoso!
Hay no sé qué pavoroso
En el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer?
Fernado Charry Lara

¿Quién a padecer me obliga?


¿Quién dio esa ley enemiga
De ser para padecer?

II

Si en la nada estaba yo,


¿Por qué salí de la nada
A execrar la hora menguada
153
En que mi vida empezó?
Y una vez que se cumplió
Ese prodigio funesto,
¿Por qué el mismo que lo ha impuesto
De él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar
Un bien contra el cual protesto?

III

¡Alma! si vienes del cielo,


Si allá viviste otra vida,
Si eres imagen cumplida
Del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo
La fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal
No explicas al hombre rudo
Este fatídico nudo,
Entre un Dios y un animal?

IV

O si es que antes no exististe,


Y al abrir del mundo al sol
Tú, divino girasol,
Gemela del polvo fuiste,
¿Qué crimen obrar pudiste?
¿Do, contra quién, cómo y cuándo,
Que estuviese a Dios clamando
Que al hondo valle en que estás
Surgieses tú, nada más
Que para expiarlo llorando?

Pues cuanto ha sido y será


De Dios reside en la mente,
Fernado Charry Lara

Tanto infortunio presente


¿No lo contemplaba ya?
Y ¿por qué, si en él está
Del bien la fuente suprema,
Lanzó esa voz o anatema
Que hizo súbito existir
Un mundo en que oye gemir
Y un hombre que de él blasfema?

154
VI

¿Cómo de un bien infinito


Surge un infinito mal,
De lo justo lo fatal,
De lo sabio lo fortuito?
¿Por qué está de Dios proscrito
El que antes no le ofendió,
Y por qué se le formó
Para enloquecerlo así
De un alma que dice sí
Y un cuerpo que dice no?

VII

¿Por qué estoy en donde estoy


Con esta vida que tengo,
Sin saber de dónde vengo,
Sin saber a dónde voy;
Miserable como soy,
Perdido en la soledad
Con traidora libertad
E inteligencia engañosa,
Ciego a merced de horrorosa
Desatada tempestad?

VIII

Hoja arrancada al azar


De un libro desconocido,
Ni fin ni empiezo he traído
Ni yo lo sé adivinar;
Hoy tal vez me oyen quejar
Remolineando al imperio
Del viento; en un cementerio
Mañana a podrirme iré,
Y entonces me llamaré
Lo mismo que hoy: ¡un misterio!
Fernado Charry Lara

IX

De pronto así cual soñando


En alta mar sorda y fuerte,
Entre la nada y la muerte
Me encuentro a oscuras bogando;
Sopla el tiempo, y ando, y ando,
Ignoro a dónde y por qué,
155
Y si interrogo a la fe
Y a la razón pido ayuda,
Una voz me dice «duda»
Y otra voz me dice «cree».

Con menos alma, quizás


Sólo la segunda oyera,
O con más alma, pudiera
No equivocarme jamás:
Entonces creyera más,
O al menos, dudara menos;
Pero, a malos como a buenos
Plugo al señor conceder
Luz bastante para ver
Que estamos de sombras llenos.

XI

La debilidad por guía,


La tentación por camino,
¿Es de virtud el destino
Que su bondad nos confía?
¿Es fuerza que en lucha impía
Nos pruebe el Genio del mal
Para ir a un condicional
Anhelado paraíso?
¿Para ser bueno es preciso
Poder ser un criminal?

XII

Mas... ¡soy libre! y ¿para qué?


Para enrostrarme a mí mismo
El caer a un hondo abismo
Que otro ha cavado a mi pie,
Y renegar de la fe,
Fernado Charry Lara

Luz de mi infancia serena, Y


fiar a un grano de arena
La eternidad de mi ser,
Debiendo yo responder
De la creación ajena.

XIII

¡Somos libres! ¡libertad


156
Que no deja ni el consuelo
De enrostrar el mal al cielo
O a nuestra fatalidad!
¡Libres... y la voluntad
Es plena, para el deber!
¡Libres... y hay luz para ver
Lo que es crimen desear,
Y alma para delirar,
Y corazón para arder!

XIV

¡Libres, cuando delincuentes


Desde el vientre maternal
Ya éramos siervos del mal
Y del dolor penitentes;
Y con cadenas ardientes
Al crimen de otro amarrados
Ya estábamos sentenciados
A purgarlo aquí por él
Y a extender para Luzbel
La siembra de los pecados!

XV

¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en ti?


¿Quién te dio mi alma y me pecho?
¿Quién te concedió el derecho
De que pecaras por mí?
Si en tu falta delinquí
Y en tu infición me condeno,
¿Por qué un Dios tan justo y bueno
No me lavó en la virtud
De otro Adán, y la salud
No me volvió en cuerpo ajeno?

XVI
Fernado Charry Lara

Si en mis carnes heredé


La ponzoña de la suya,
¡Que en las carnes arda y fluya!
Pero en el alma ¿por qué?
Si mi alma su alma no fue,
Si es chispa de Dios directa,
¿Cómo de luz tan perfecta
Tan imperfecta salió?
Si Adán por Dios no pecó
157
¿Cómo su infección la infecta?

XVII

¡Absurdo! ¡no puede ser!


Y sin embargo es, y ha sido,
Y aquí lo siento, esculpido
En el fondo de mi ser,
Cual si otro Dios, Lucifer,
Concurriese audaz con Dios
Al soplar dentro de nos
El vital celeste lampo
Y fuésemos luego el campo
De batallar de los dos.

XVIII

¡Esperanza que me engañas,


Tentación que me provocas,
Pasiones que con mil bocas
Me desgarráis las entrañas;
Ciencia que mi vista empañas,
Orgullo que atas mi oído.
Razón que sólo has servido
Para perder la razón...!
...¡Ay! Contra tántos ¿qué son
Los que de polvo han nacido?

XIX

Dios que por prueba concitas


Enemigos qué vencer,
Dame armas, dame poder
Para la lid que suscitas.
Pero si el poder me quitas,
Libre renuncio a existir,
Pues no debo consentir
Que me hayas venido a echar
Fernado Charry Lara

Esclavo para lidiar


Libre para sucumbir.

XX

Si dijiste: «A cada cual


El bien y el mal le propongo,
El escoja y yo dispongo»,
¿El hombre ha escogido el mal?
158
Escoge el reo el dogal
O unce el libre su cadena?
Si su ciencia, mala o buena,
Le basta para escoger,
¿El mismo ha venido a hacer
La elección que le condena?

XXI

Si libre siempre ha elegido


El hombre flaco y mortal,
¿A elegir siempre su mal
Qué negro azar lo ha impelido?
Y si, una vez que ha caído
Libre alguna vez se vio,
¿Cómo de nuevo tornó
De su pérdida al abismo,
Enemigo de sí mismo
Y del ser que lo creó?

XXII

Si tu infinita bondad
Presidió a cuanto hay creado,
¿Por qué le diste al pecado
Sombra de felicidad?
¿Por qué de la adversidad
Hiciste hermano al delito?
¡Ah! con verdad está escrito
Que cuando tu ángel bajó
Sólo un Lot, un justo, halló
En la ciudad del maldito.

XXIII

Nula es mi sabiduría,
Pobre mi benevolencia;
Pero si la Omnipotencia
Fernado Charry Lara

Un instante fuese mía


¡No! yo no concebiría
Culpas de la criatura!
Santa, universal ventura,
Fuera un himno sin cesar
¡De incienso para mi altar!
¡De amor para mi hermosura!

159
XXIV

No así en la obra de aquel


Que desóyenos su nombre,
Cual si el tormento del hombre
No lo atormentara a él;
Cual si pudiera cruel
Ser también consigo mismo,
O suscitar el abismo
Do impele a su creación
Por dar lugar al perdón
Con que adula su egoísmo.

XXV

¿Quién te hizo dios?


¿Por qué, di Cómo, dónde y cuándo vino
Privilegio tan leonino
A corresponderte a ti?
¿Por qué no me tocó a mí
Ese poder de poderes?
¡Ay! siendo lo que tú eres
No fuera el mundo cual es,
O aplastara con mis pies
Tan triste enjambre de seres.

XXVI

¡He aquí el mundo que a tu acento


Vio la hermosa luz del día!
Si fuese mi obra, sería
Mi eterno remordimiento:
Fue un edén tu pensamiento,
Un infierno resultó,
Y al hombre que te burló
Y audaz tu imagen degrada
No lo vuelves a la nada
Cual lo devolviera yo.
Fernado Charry Lara

XXVII

¡Qué importa, oh Sol, tu esplendor


Jugando en mil gayas lumbres
Desde las nevadas cumbres
Hasta la nítida flor!
¡Qué importan, noches de amor,
Tus cariñosas estrellas...!
160
¡Ah! tantas cosas tan bellas
Que provocando a llorar
Parecen hoy extrañar
Delicias que vieron ellas!

XXVIII

Del templo monumental


Siguen contando el portento
El fúlgido pavimento
Y el dombo etéreo, inmortal;
Mas donde un velo nupcial
Cubrió angélicos sonrojos,
Hoy nos ofenden los ojos
Ahuyentándonos infectos,
Abominables insectos
Que procrean entre abrojos.

XXIX

El palacio en que a reinar


El Creador nos convida,
Se tornó en prisión por vida
De aislamiento y de pesar.
De su excelso palomar
El alma inocente huyó
Y atraída cuando vio
La hermosura de la pampa,
Cayó aquí, como en la trampa
Que para el buitre se armó.

XXX

Lástima, lástima horrenda


Ver en tal desarmonía
Claro sol y alma sombría,
El viviente y su vivienda.
Sentir la eterna contienda
Fernado Charry Lara

Y el caos siniestro interior,


Cuando todo en derredor,
Todo, excepto el hombre infando,
Va en paz y en orden cantando
La gloria de su Hacedor.

XXXI

¡Oh angustia! sentir por dentro


161
De este infernal laberinto
La espuela cruel de un instinto
De algo que busco y no encuentro,
Caverna odiosa y al centro
Un ojo para mirarla,
Luz que en vez de iluminarla
Permite que se entrevean
vampiros mil que aletean
Luchando por apagarla.

XXXII

¿En dónde estás ¡oh verdad!


Oh rabia del alma mía,
Concierto de la anarquía,
Ley de la contrariedad,
Amor del odio, equidad
De tantas iniquidades,
Beldad de monstruosidades,
Tu razón, ¡oh Creador!
Para ver crimen y error
Sin que al surgir lo anonades?

XXXIII

¿En dónde estás, ¡oh hermosura!


Que de ti no más que el nombre
Diste a otro ser como el hombre,
De arcilla y de desventura;
Esa ingeniosa impostura,
Que al tacto se disipó
Y sólo acíbar dejó,
Y el vivo rastro infelice
Otro eslabón que eternice
El llanto que le costó?

XXXIV
Fernado Charry Lara

Pobre mujer, sea cual sea


Tu elevación o tu afrenta,
¡Quien habrá que hombre se sienta
Y sin caridad te vea!
La que más feliz se crea
Es mártir aun de sus dichas,
Y a las demás, entredichas
Como sombras del festín,
No tocó ni el bien ruin
162
De desahogar sus desdichas.

XXXV

Gente... y más gente... y más gente


Pasa delante de mí,
¡Oh! qué triste es ver así
La humanidad en torrente!
Ignoro cuál es su fuente
Y en qué mar se perderá;
Más dé cierto juro ya
Que en el ser de cada uno
El aguijón importuno
De la desventura va.

XXXVI

¡Dardo que nunca se embota,


Elemento creador!
Inmenso pan de dolor,
Que la humanidad no agota,
Gaje fatal con que dota
La existencia a cada cual,
Genio insaciable del mal,
Demonio ¡sombra del hombre!
Di quién eres, di tu nombre
Para maldecirte tal!

XXXVII

¿Eres la serpiente horrenda


Que en su torva fantasía
Vio el escandinavo un día
Ciñendo el mundo tremenda?
Como un perpetuo delenda
Oigo su ronco silbar.
Y estrechando sin cesar
Sus férreos anillos duros,
Fernado Charry Lara

¡Hace en sus ejes seguros!


Gemir el orbe y temblar!

XXXVIII

¿No te basta el mundo? ¡Di!


¿Son pocos tántos millones
De infelices corazones
Engendrados para ti?
163
Supremo déspota aquí,
¿Pasa de aquí tu poder?
Y aún no harto con hacer
De la existencia un infierno,
¿Siempre que el hombre sea eterno,
Como él, eterno has de ser?

XXXIX

Un tiempo la idolatría
Preces y altares te alzó,
Y al Dios del bien lo negó
Y en ti a Dios reconocía;
Te palpaba, te tenía,
Mal, soberano iracundo,
Cual si con desdén profundo
Dios de su obra avergonzado
Hubiera en tu pro abdicado
El triste imperio del mundo.

XL

¡Ah! ¿qué no tiene el Señor?


Nunca agotarán sus manos
Sus océanos de océanos
De felicidad y amor;
¡Venid! dijo el Creador,
«Que a mi banquete os convida
Mi largueza» Estremecida
Natura hirviente fundió,
Y el hombre nació... ¡y nació
Llorando el don de la vida!

XLI

Ángeles creó para sí,


En el cielo y para el cielo,
Ellos no bajan al suelo
Fernado Charry Lara

A perder el cielo aquí;


No tan dichoso, ¡ay de mí!
Ha sido el hombre creado:
Nace para ser tentado,
Vive en pugna y en error,
E hijo de un mismo Señor
Él no es el predestinado.

164
XLII

Entre dolores naciendo,


Miseria y dolor mamando,
Pecado y llanto mirando
Sin saber lo que está viendo;
En su fuente van vertiendo
Desde antes de la razón,
La vida la tentación,
La tentación el delito,
Y con éste, Dios lo ha escrito,
¡Quizá la condenación!

XLIII

Fuente que de la montaña


Salió emponzoñada ya,
En sus claras linfas va
Ponzoña por la campaña;
Envenena cuanto baña,
Corrómpase ella también,
¿Y quién la depura? ¿quién
La vuelve a su manantial?
¿Quién esa fuente del mal
Tornará fuente del bien?

XLIV

Y ¡ah! con balanza traidora


Dotase a la criatura,
El mal lo palpa y lo apura,
El bien lo sueña ... o lo llora:
Cuando uno es feliz lo ignora,
Cuando infeliz, bien lo prueba,
Parece que Dios nos lleva
Libro de cuentas extraño
Dándonos íntegro el daño,
Para que el bien se nos deba.
Fernado Charry Lara

XLV

El mal es piedra que cae,


Niágara que se desprende;
El hombre no lo suspende.
Su propio ser se lo trae;
Parece que nos atrae,
Que él es nuestro fin preciso,
165
Y que de haber paraíso
Sobre este infierno, hacia él
Vamos contra una cruel
Ley que condenarnos quiso.

XLVI

La tempestad nos presenta


Sus iris por agasajo,
Un rayo de luz los trajo,
Otro rayo los ahuyenta;
Así en la eterna tormenta
De este infeliz corazón,
Si luce gaya ilusión
En el cielo del destino,
A una pulsación nos vino,
Y huye en otra pulsación.

XLVII

Siempre el mal va acompañado


De algo indeleble y eterno,
Y él tiene más del infierno
Que del cielo al bien se ha dado:
El bien como que es prestado;
Mas ¡ay! bien propio es el mal,
Y aun las veces que el mortal
Fantástico lo delira,
Tiene su triste mentira
Más verdad que el bien real.

XLVIII

El recuerdo del placer


Es el dolor de su ausencia
Y nos duele en su presencia
El tenerlo que perder.
Un bien que no ha de volver
Fernado Charry Lara

Es un tormento mayor,
Y a fin de que su rigor
No diese treguas al pecho,
Dios en el recuerdo ha hecho
La eternidad del dolor.

XLIX

Un bien nunca satisface,


166
Mientras que el mal es sobrado,
Y el mal hace desgraciado,
Pero un bien feliz no hace;
Y tan predispuesto nace
El hombre para el pesar,
Que imbécil para gozar,
Y hábil para padecer,
Llora su propio placer
Cuando no halla qué llorar.

Duda y exasperación
Dejan los padecimientos,
Y tedio y remordimientos
Deja el goce al corazón.
Lágrimas a un tiempo son
De angustia y risa despojos,
Y cuando libres de enojos
Más inocentes reímos,
Bien nos dice que mentimos
El llanto que hay en los ojos.

LI

Yo, mísero, ya nací


Crisálida de la nada,
Y no ha de ser revocada
La sentencia que cumplí.
Dispones, ¡oh mal! de mí,
Y a evitarte nada alcanza,
Armada de ti se avanza
La eternidad luego en pos
Y hay que dar eterno adiós
Al sueño de la esperanza.

LII
Fernado Charry Lara

La vida es sueño- ¡callad!,


Oh Calderón! estáis loco:
Hace veinte años que toco
Su abrumante realidad;
Yo te palpo ¡Iniquidad!
¡Desgracia! no eres fingida.
Que si al placer di acogida,
Un instante aquello fue;
Un instante en que olvidé
167
La realidad de la vida.

LIII

¿La vida un sueño? ¡Qué sueño


Tan raro en su obstinación!
¡Siempre el mismo! ¡Siempre Ixión
Volteando en su horrido leño,
Siempre en su bárbaro empeño
El demonio que llevamos!
¡Ah! con razón despertamos
Con lívida faz que aterra,
Yertos, mordiendo la tierra
Que en frío sudor empapamos.

LIV

No es un sueño, es un delirio,
Es pesadilla infernal
De un despierto, un criminal
Que envejece en el martirio.
En vano irónico cirio
Nos alumbra la razón:
Entrevemos salvación,
De dicha y paz hay asomo;
Mas ¡ah! los pies son de plomo
Y es Tántalo el corazón.

LV

Duelo y crimen sólo veo,


Duelo y crimen sólo aspiro,
Al mal un verdugo miro
Y al mundo un inmenso reo,
Despechado clamoreo
Oigo alzarse eternamente,
Y con hastío vehemente
Pasma la imaginación
Fernado Charry Lara

Que esta sea la creación


De un Dios amante y clemente.

LVI

¿Quién sino el genio del mal


Improvisado y sañudo
Revestirme el alma pudo
De carne flaca y mortal?
168
¿Quién sino él a este raudal
De corrupción me trajera
A tornar en monstruo, en fiera,
Un ente ávido del bien,
Digno sólo de un edén
Donde feliz ser debiera?

LVII

¿Por qué, invisible sayón


Que llamo y no me respondes,
Lanzas el dardo y te escondes
A mi desesperación?
Estoy a tu discreción,
Invulnerable enemigo;
Sáciate, apura el castigo,
Triunfa y goza en mi dolor,
Mientras yo, vil gladiador,
Te saludo y te bendigo.

LVIII

«Ama, cree, sufre y espera»,


Me dirá, «que aunque te espante
La vida, es sólo un instante
De probación pasajera»,
¡Señor! por corta que fuera
Fue sobrada para mí;
Si el instante que viví
Bastó para condenarme,
Bastó para exasperarme,
¡Hasta blasfemar de ti!

LIX

¡Cómo es posible, Dios mío,


Que haya tántos, tántos tristes,
Cuando tú, oh Señor, existes
Fernado Charry Lara

Con tu inmenso poderío,


Y cuando de tu albedrío
Solamente a la intención,
En lluvia de bendición
Sonreída a nuestro ruego
Volviera la vista al ciego
Y al demente la razón!

169
LX

Esta abdicación que has hecho


De tu excelsa voluntad
En mal de la humanidad,
Aunque intentada en provecho,
He aquí el corrientoso estrecho
Y el escollo en que caí,
Y yo no puedo ¡ay de mí!
Juzgar de tu providencia
Sino con esta conciencia
Con que a juzgarme aprendí.

LXI

¡Sabios funestos, callaos!


El caos físico ha cesado,
Pero el que lo hizo ha dejado
Al espíritu en un caos.
¡Pobres hombres! revolcaos
Mintiendo felicidad;
Yo entre tanta oscuridad,
Rebelde contra mi suerte,
Ansío deberle a la muerte,
O la nada o la verdad.

Fernado Charry Lara

170
Rafael Pombo (1833 - 1912)

Elvira Tracy

The mass is over: ¡come, come let us go home!


(de sus últimas palabras)

¡He aquí del año el más hermoso día,


Digno del paraíso! es el temprano
Saludo que el otoño nos envía;
¡Son los adioses que nos da el verano!

Ondas de luz purísima abrillantan


La blanca alcoba de la dulce Elvira;
Los pajarillos cariñosos cantan,
El perfumado céfiro suspira.

He allí su tocador: aún se estremece


Cual de su virgen forma al tacto blando
He allí a la Madre de Jesús: parece
Estar sus oraciones escuchando.

¡Un féretro en el centro, un paño, un Cristo!


¡Un cadáver! ¡Gran Dios! ... ¡Elvira! ... ¡Es ella
Alegremente linda ayer la he visto,
¿Y hoy? ... hela allí... ¡solemnemente bella!

¡No ha muerto: duerme! ¡Vedla sonreída!


Ayer, en esta alcoba deliciosa,
Feliz soñaba el sueño de la vida;
¡Hoy sueña el de otra vida aún más dichosa!

Ya de la rosa el tinte pudibundo


Murió en su faz; pero en augusta calma
La ilumina un reflejo de otro mundo
Que al morir se entreabrió para su alma.
Fernado Charry Lara

Ya para los sentidos no se enciende


La efímera beldad de arcilla impura;
Mas tras de ella, el espíritu sorprende
La santa eternidad de otra hermosura.

Cumplió quince años ¡ay! edad festiva,


¡mas misteriosa y rara, edad traidora!
¡Cuando es la niña para el hombre esquiva,
Y a los ángeles férvida enamora!
171
¡Pobre madre! ¡del hombre la guardaste,
Pero, esconderla a su ángel no supiste!
¡La vio, se amaron, nada sospechaste,
Y en impensado instante la perdiste!

Vio al expirar a su ángel adorado,


Y abrió los ojos al fulgor del cielo,
Y dijo: el sacrificio ha terminado,
¡Ven vámonos a casa! y tendió el vuelo.

¡Por eso luce tan hermoso el día,


Indiferente al llanto que nos cuesta!
Hoy hay boda en el cielo: él se gloría:
¡La patria de la novia está de fiesta!

Fernado Charry Lara

172
Rafael Pombo (1833 - 1912)

Preludio de primavera a...


Ya viene la galana primavera
Con su séquito de aves y de flores,
Anunciando a la lívida pradera
Blando engramado y música de amores.

Deja ¡oh amiga! el nido acostumbrado


Enfrente de la inútil chimenea;
Ven a mirar el sol resucitado
Y el milagro de luz que nos rodea.

Deja ese hogar, nuestra invención mezquina


Ven a este cielo, al inmortal brasero
Con que el amor de Dios nos ilumina
Y abrasa como padre al mundo entero.

Ven a este mirador, ven y presencia


La primera entrevista cariñosa
Tras largo tedio y dolorida ausencia
Del rubio sol y su morena esposa;

Ella no ha desceñido todavía


Su sayal melancólico de duelo,
Y en su primer sonrisa de alegría
Con llanto de dolor empapa el suelo.

No esperaba tan pronto al tierno amante,


Y recelosa en su contento llora.
Y parece decirle sollozante:
¿Por qué si te has de ir vienes ahora?

Ya se oye palpitar bajo esa nieve


Tu noble pecho maternal, Natura,
Y el sol palpita enamorado y bebe
El llanto postrimer de tu amargura.
Fernado Charry Lara

"¡Oh, qué brisa tan dulce! -va diciendo-


"Yo traeré miel al cáliz de las flores";
"Y a su rico festín ya irán viniendo"
"Mis veraneros huéspedes cantores",

¡Qué luz tan deliciosa! es cada rayo,


Larga mirada intensa de cariño,
Sacude el cuerpo su letal desmayo
173
Y el corazón se siente otra vez niño.

Esta es la luz que rompe generosa


Sus cadenas de hielo a los torrentes
Y devuelve su plática armoniosa
Y su alba espuma a las dormidas fuentes.

Esta es la luz que pinta los jardines


y en ricas tintas la creación retoca;
La que devuelve al rostro los carmines
y las francas sonrisas a la boca.

Múdanse el cierzo y ábrego enojosos


y andan auras y céfiros triscando
como enjambre de niños bulliciosos
que salen de su escuela retozando.

Naturaleza entera estremecida


comienza a preludiar la grande orquesta,
y hospitalaria a todos nos convida
a disfrutar su regalada fiesta.

Y todos le responden: toda casa


Abrece al sol bebiéndolo a torrentes.
Y cada boca al céfiro que pasa,
Y al cielo azul los ojos y las frentes.

Al fin soltó su garra áspera y fría


El concentrado y taciturno invierno,
Y entran en comunión de simpatía
Nuestro mundo interior y el mundo externo.

Como ágil prisionero pajarillo


Se nos escapa el corazón cantando.
Y otro como él y un verde bosquecillo
En alegre inquietud anda buscando;

O una arbolada cumbre, deslizante


Fernado Charry Lara

Sobre algún valle agreste y silencioso,


Desde donde cantar en dueto amante
Un Dios tan bueno, un mundo tan hermoso;

Una vida tan dulce, cuando al lado


Hay otro corazón que nos lo diga
Con un cerrar de mano alborozado
O una mirada tiernamente amiga;

174
Un corazón que para el nuestro sea
Luz de esa vida y centro de ese mundo;
Hogar del alma, santa panacea
Y abrevadero al labio sitibundo...

Por hoy el ave amante busca en vano


Su ara de amor, su plácida espesura:
Que ha borrado el Artista Soberano
Con cierzo y nieve su mejor pintura.

Pero no desespera, oye una pía


Voz misteriosa que su instinto encierra
De que así como a el alma la alegría
Volverá la alegría de la tierra;

Al jardín, con sus flores, la sonrisa;


Y al mustio prado la opulenta alfombra;
Rumor y olor de selvas a la brisa,
Y al bosque los misterios de su sombra.

Nuevo traje de fiesta a todo duelo,


Nueva risa de olvido a todo llanto;
¿Y a mí?... Tal vez el árido consuelo
De recordar mi dicha al son del canto.

Quizá, como a su cebo emponzoñado,


Vuelve la fiera que su mal no ignora,
Iré ya solo, y triste, y olvidado
A esos parajes que mi mente adora...

¿Habrá sido todo eso una quimera


Que al fuego del hogar vi sin palparla?
¡Ah! fue tan dulce, que morir quisiera
Antes que despertar y no encontrarla...

Tú que aún eres feliz, tú en cuyo seno


Preludia el corazón su abril florido,
Vaso edenal sin gota de veneno,
Fernado Charry Lara

Alma que ignoras decepción y olvido:

Deja ¡oh paloma! el nido acostumbrado


Enfrente de la inútil chimenea;
Ven a mirar el sol resucitado
Y el milagro de luz que nos rodea.

Ven a ver cómo entre su blanca y pura


Nieve, imagen de ti resplandeciente,
175
También a par de ti, la gran Natura
Su dulce abril con júbilo presiente.

No verás flores. Tus hermanas bellas


Luego vendrán, cuando en el campo jueguen
Los niños coronándose con ellas;
Cuando a beber su miel las aves lleguen.

Verás un campo azul, limpio, infinito,


Y otro a sus pies de tornasol de plata,
Donde, como en tu frente, ángel bendito,
La gloria de los cielos se retrata.

Nada hay más triste que un alegre día


Para el que no es feliz; pero en mi duelo
Recordaré a la luz de tu alegría
Que un tiempo el mundo para mí fue un cielo.

Fernado Charry Lara

176
Rafael Pombo (1833 - 1912)

Noche de diciembre
Noche como ésta, y contemplada a solas
No la puede sufrir mi corazón:
Da un dolor de hermosura irresistible,
Un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,


Esto que abrumador desborda en mí;
Ven a hacerme finito lo infinito
Y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!... Es demasiado cielo


Para el ojo de insecto de un mortal,
Refléjame en tus ojos un fragmento
Que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio


Sin hacerme sentir mi pequeñez;
Un cielo mío, que me esté mirando
Y que tan sólo a mí mirando esté.

Esas estrellas... ¡ay, brillan tan lejos!


Con tus pupilas tráemelas aquí
Donde yo pueda en mi avidez tocarlas
Y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche


Que no es silencio: es místico disfraz
De un concierto inmortal. Por escucharlo,
Mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía,


Al través de tu ardiente corazón:
Sólo el amor transporta a nuestro mundo
Las notas de la música de Dios.
Fernado Charry Lara

Él es la clave de la ciencia eterna,


La invisible cadena creatriz
Que une al hombre con Dios y con sus obras,
Y Adán a Cristo y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando


El rocío del alma. Ebrio de amor
Y de delicia tiembla el firmamento,
177
Inunda el Creador la creación.

¡Sí, el Creador! cuya grandeza misma


Es la que nos impide verlo aquí,
Pero que, como atmósfera de gracia,
Se hace entretanto por doquier sentir...

Déjame unir mis labios a tus labios,


Une a tu corazón mi corazón,
Doblemos nuestro ser para que alcance
A recoger la bendición de Dios.

Todo, la gota como el orbe, cabe


En su grandeza y su bondad. Tal vez
Pensó en nosotros cuando abrió esta noche,
Como a las turbas su palacio un rey.

¡Danza gloriosa de almas y de estrellas!


¡Banquete de inmortales! y pues ya,
Por su largueza en él nos encontramos,
De amor y vida en el cenit fugaz.

Ven a partir conmigo lo que siento,


Esto que abrumador desborda en mí;
Ven a hacerme finito lo infinito
Y a encarnar el angélico festín.

¿Qué perdió Adán perdiendo el paraíso


Si ese azul firmamento le quedó
Y una mujer, compendio de Natura,
Donde saborear la obra de Dios?

¡Tú y Dios me disputáis en este instante!


Fúndanse nuestras almas, y en audaz
Rapto de adoración volemos juntos
De nuestro amor al santo manantial.

Te abrazaré como la tierra al cielo


Fernado Charry Lara

En consorcio sagrado; oirás de mí


Lo que oídos mortales nunca oyeron,
Lo que habla el serafín al serafín.

Y entonces esta angustia de hermosura,


Este miedo de Dios que al hombre da
El sentirlo tan cerca, tendrá un nombre
Y eterno entre los dos: ¡felicidad!
..............................................................
178
La luna apareció: sol de las almas
Sí astro de los sentidos es el sol.
Nunca desde una cúpula más bella
Ni templo más magnífico alumbró.

¡Rito imponente! Ahuyentase el pecado


Y hasta su sombra. El rayo de esta luz
Te transfigura en ángel. Nuestra dicha
Toca al fin su solemne plenitud.

A consagrar nuestras eternas nupcias


Esta noche llegó... ¡Siento soplar
Brisa de gloria, estamos en el puerto!
Esa luna feliz viene de allá.

Cándida vela que redonda se alza


Sobre el piélago azul de la ilusión,
¡Mírala, está llamándonos! ¡Volemos
A embarcarnos en ella para Dios!

Fernado Charry Lara

179
Rafael Pombo (1833 - 1912)

De noche
La vieillese est une voyageuse
de nuit.
Chateaubriand

No ya mi corazón desasosiegan
Las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!...
...Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan


Para mí sus purpúreas ambrosías;
Y del rumor de ajenas alegrías
Sólo ecos melancólicos me llegan.

Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche


Son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
Oráculos más altos que su duelo!

Es la Vejez viajera de la noche;


Y al paso que la tierra se le oculta,
Abrece amigo a su mirada el cielo.

Fernado Charry Lara

180
José María Rivas Groot (1863 - 1923)

Constelaciones

El Hombre

Amplias constelaciones que fulguráis tan lejos,


mirando hacia la tierra desde la comba altura,
¿por qué vuestras miradas de pálidos reflejos
tan llenas de tristeza, tan llenas de dulzura?

Las Constelaciones

¡Oh soñador, escúchanos! ¡Escúchanos, poeta!


Escucha tú, que en noches de oscuridad tranquila
nos llamas, mientras tiemblan con ansiedad secreta
la súplica en tu labio y el llanto en tu pupila.

Escucha tú, poeta, que en noches estrelladas


cual bajo augusto templo descubres tu cabeza,
y nos imploras, viendo que están nuestras miradas
tan llenas de dulzura, tan llenas de tristeza.

¿Por qué tan tristes? Oye: nuestro fulgor es triste


porque ha mirado al hombre. Su mente y nuestra lumbre
hermanas son. Por siglos de compasión, existe
en astros como en almas la misma pesadumbre.

Por siglos hemos visto la Humanidad errante


luchar, caer, alzarse... y en sus anhelos vanos
volver hacia nosotras la vista suplicante,
tender hacia nosotras las temblorosas manos;

y ansiar en tal desierto, ya lánguida, ya fuerte,


oasis donde salten aguas de vida eterna;
ya llega, llama -y sale con su ánfora la muerte
Fernado Charry Lara

brindando el agua muda de su glacial cisterna.

Tronos, imperios, razas, vimos trocarse en lodo:


vimos volar en polvo babélicas ciudades.
Todo lo barre un viento de destrucción, y todo
es humo, y sueño, y nada... y todo vanidades.

Es triste ver la lucha del terrenal proscrito;


es triste ver el ansia que sin cesar le abrasa;
181
el ideal anhela, requiere lo infinito,
crece, combate, agítase, llora, declina y pasa.

Es triste ver al hombre, que lumbre y lodo encierra,


mirarnos desde abajo con infinito anhelo;
tocada la sandalia con polvo de la tierra,
tocada la pupila con resplandor del cielo.

Poeta, no nos llames -conduele tu lamento;


poeta, no nos mires- nos duele tu mirada.
Tus súplicas, poeta, dispérsanse en el viento;
tus ojos, ¡oh poeta! se pierden en la nada.

Con íntima tristeza miramos conmovidas,


con íntima dulzura miramos pesarosas,
nosotras -las eternas- vuestras caducas vidas,
nosotras -las radiantes- vuestras oscuras fosas.

El Hombre

¿Todo es olvido y muerte? Pasan gimiendo a solas


el mar con sus olajes, la tierra con sus hombres;
¿y al fin en mudas playas deshácense las olas,
y al fin en mudo olvido deshácense los nombres?

¿Y nada queda? ¿Y nada hacia lo eterno sube?


Decid, astros presentes a todo sufrimiento:
la ola evaporada forma un cendal de nube,
¿y el alma agonizante no asciende al firmamento?

¡No, estrellas compasivas! Hay eco a todo canto;


al decaer los pétalos, espárcese el perfume;
y como incienso humano que abrasa un fuego santo,
al cielo va el espíritu, si el cuerpo se consume.

Vendrá noche de siglos a todo cuanto existe;


y expirarán, en medio de hielos y amargura,
los últimos dos hombres sobre una roca triste,
Fernado Charry Lara

las últimas dos olas sobre una playa oscura.

Y moriréis ¡oh estrellas! en el postrero día...


Mas flotarán espíritus con triunfadoras palmas;
y alumbrarán entonces la eternidad sombría,
sobre cenizas de astros, constelaciones de almas.

182
Diego Uribe (1867 - 1921)

El templo arruinado
Repite mis pasos, sonoros y lentos,
del templo arruinado la nave sombría,
y místicas notas o tristes lamentos,
al dar en las grietas, remedan los vientos,
los vientos que soplan de la serranía.

Doquiera del tiempo los ímpetus rudos


se ven en las torres de tosco granito;
la araña su tela tejió en los escudos,
y dentro revuelan murciélagos mudos
y da la lechuza su tétrico grito...

¡ay! todos llevamos un templo arruinado,


allá en lo profundo del alma escondido,
que guarda las sombras que envuelve el pasado;
a veces abierto y a veces cerrado
con llaves que sólo conoce el olvido.

Un templo que abren con mano inclemente,


las fechas aciagas, las lánguidas notas,
los suaves perfumes, la queja doliente,
los vagos paisajes que llevan la mente
a las solitarias regiones ignotas.

Un templo que abren las tardes sombrías,


los grises celajes de un cielo de invierno,
las noches calladas, oscuras y frías;
y entonces cual búhos las melancolías
revuelan y lanzan su gemido eterno.

Así cuando en medio del goce mundano


el rostro se nubla, de sombra cubierto,
y el llanto los ojos contienen en vano,
¡ay, es que al impulso de incógnita mano
Fernado Charry Lara

crujieron las puertas y el templo está abierto!

183
Luis Vargas Tejada (1802 - 1829)

Al Anochecer
Ya muere el claro día
tras la cumbre empinada de los cerros,
y en rústica armonía
saludan su esplendor que se despide
los sencillos pastores.

Los zagales y perros


conducen el ganado a la majada;
el tardo insecto que la tierra mide
de su morada oscura,
por gozar de la brisa
de la noche, a salir ya se apresura.

Ostenta su hermosura,
en medio al tachonado firmamento,
la cándida lumbrera
que desde su alto asiento
refleja suavemente la luz
que esparce la encendida esfera.

¡Ay, de cuán refulgente


brillo refleja ufana
su tersa faz galana!

¡Mírala, Clori! En su belleza


mira la imagen del hechizo lisonjero
que tu semblante inspira.

¡Qué lánguido suspira el céfiro


ligero que los arbustos mueve,
mientras sus ramas baña
el fresco aljófar que la tierra embebe!

Allí la blanda caña


Fernado Charry Lara

hacia la fuente su cabeza inclina,


y a la avecilla que en su mimbre
posa su propia imagen
sin cesar engaña
retratada en el agua cristalina.

Cierra la tierna rosa


su cáliz perfumado,
y esconde ruborosa
184
el ámbar deseado;
¡ay, cuanto más se oculta es más hermosa!

Vamos a la colina
que baña suave la sidérea lumbre,
al pie de aquella encina
que erguida allá se empina,
coronando del cerro la alta cumbre,
o allá donde el torrente,
saliendo de la breña,
por el peñón tajado se despeña.

Allá nos sentaremos, Clori mía,


y disfrutando las tranquilas horas
que mece en su regazo la alegría
nuestro tímido acento juntaremos
a las voces canoras
con que el bosque resuena;
allí repetiremos la tierna
cantinela que afables
entonaron los pastores,
cuando, concluida mi gravosa pena,
coronó la fortuna mis amores.

Fernado Charry Lara

185
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Al Oído del Lector


No fue pasión aquello,
fue una ternura vaga...
La que inspiran los niños enfermizos,
los tiempos idos y las noches pálidas.

El espíritu sólo
al conmoverse canta:
cuando el amor lo agita poderoso
tiembla, medita, se recoge y calla.

Pasión hubiera sido


en verdad; estas páginas
en otro tiempo más feliz escritas,
no tuvieran estrofas sino lágrimas.

Fernado Charry Lara

186
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Los Maderos de San Juan


¡Aserrín!
¡Aserrán!

Los maderos de San Juan,


piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique

¡Los de Triqui, triqui, tran!


Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

Los maderos de San Juan


piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia


de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.

De un gran dolor el sello marcó la frente mustia


y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.

Los de Roque, alfandoque


Fernado Charry Lara

¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,


lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia,
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!
187
Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela


con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

¡Aserrín!
¡Aserrán!

Los maderos de San Juan


piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque
los de Rique
alfeñique

¡Triqui, triqui, triqui, tran!


¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Fernado Charry Lara

188
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Juntos los Dos


Juntos los dos reímos cierto día...

¡Ay, y reímos tanto


que toda aquella risa bulliciosa
se tornó pronto en llanto!
Después, juntos los dos, alguna noche,
lloramos mucho; tanto,
¡que quedó como huella de las lágrimas
un misterioso encanto!

¡Nacen hondos suspiros, de la orgía


entre las copas cálidas,
y en el agua salobre de los mares,
se forjan perlas pálidas!

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chillido
de las ranas...

Sentí frío; ¡era el frío que tenían en tu alcoba


tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Fernado Charry Lara

Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,

189
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos
y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella...

¡Oh las sombras enlazadas!


¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de
lágrimas!...

Fernado Charry Lara

190
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Poeta, Di Paso
¡Poeta, di paso

Los furtivos besos!...

¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía

allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mía.

Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso;

una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,

el contacto furtivo de tus labios de seda...

La selva negra y mística fue la alcoba sombría...

En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...

Filtró luz por las ramas cual si llegara el día...

Entre las nieblas pálidas la luna aparecía...

¡Poeta, di paso

los íntimos besos!


¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!

En señorial alcoba, do la tapicería

amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,

desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;

tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,


Fernado Charry Lara

tus cabellos dorados y tu melancolía,

tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...

apenas alumbraba la lámpara sombría

los desteñidos hilos de la tapicería.

191
¡Poeta, di paso

el último beso!

¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!

El ataúd heráldico en el salón yacía,

¡mi oído fatigado por vigilias y excesos,

sintió como a distancia los monótonos rezos!

Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,

la llama de los cirios temblaba y se movía,

perfumaba la atmósfera un olor de reseda,

un crucifijo pálido los brazos extendía

¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!

Fernado Charry Lara

192
José Asunción Silva (1865 - 1896)

La Voz de las Cosas

¡Si os encerrara yo en mis estrofas,

frágiles cosas que sonreís,

pálido lirio que te deshojas,

rayo de luna sobre el tapiz

de húmedas flores, y verdes hojas

que al tibio soplo de Mayo abrís,

si os encerrara yo en mis estrofas,

pálidas cosas que sonreís!

¡Si aprisionaros pudiera el verso,

fantasmas grises, cuando pasáis,

móviles formas del universo,

sueños confusos, seres que os vais,

ósculo triste, suave y perverso

que entre las sombras al alma dais,

si aprisionaros pudiera el verso

fantasmas grises, cuando pasáis!


Fernado Charry Lara

193
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Vejeces

Las cosas viejas, tristes, desteñidas,

sin voz y sin color, saben secretos

de las épocas muertas, de las vidas

que ya nadie conserva en la memoria,

y a veces a los hombres, cuando inquietos

las miran y las palpan, con extrañas

voces de agonizante, dicen, paso,

casi al oído, alguna rara historia

que tiene oscuridad de telarañas,

son de laúd y suavidad de raso.

¡Colores de anticuada miniatura,

hoy, de algún mueble en el cajón, dormida;

cincelado puñal; carta borrosa;

tabla en que se deshace la pintura

por el tiempo y el polvo ennegrecida;

histórico blasón, donde se pierde

la divisa latina, presuntuosa,


Fernado Charry Lara

medio borrada por el liquen verde;

misales de las viejas sacristías;

de otros siglos fantásticos espejos

que en el azogue de las lunas frías

194
guardáis de lo pasado los reflejos;

arca, en un tiempo de ducados llena;

crucifijo que tanto moribundo,

humedeció con lágrimas de pena

y besó con amor grave y profundo;

negro sillón de Córdoba; alacena

que guardaba un tesoro peregrino

y donde anida la polilla sola;

sortija que adornaste el dedo fino

de algún hidalgo de espadín y gola;

mayúsculas del viejo pergamino;

batista tenue que a vainilla hueles;

seda que te deshaces en la trama

confusa de los ricos brocateles;

arpa olvidada que al sonar, te quejas;

barrotes que formáis un monograma

incomprensible en las antiguas rejas;

el vulgo os huye, el soñador os ama

y en vuestra muda sociedad reclama


Fernado Charry Lara

las confidencias de las cosas viejas!

El pasado perfuma los ensueños

con esencias fantásticas y añejas

y nos lleva a lugares halagüeños

en épocas distantes y mejores;


195
¡por eso a los poetas soñadores,

les son dulce, gratísimas y caras,

las crónicas, historias y consejas,

las formas, los estilos, los colores,

las sugestiones místicas y raras

y los perfumes de las cosas viejas!

Fernado Charry Lara

196
José Asunción Silva (1865 - 1896)

...?...

Estrellas que entre lo sombrío

de lo ignorado y de lo inmenso,

asemejáis en el vacío

jirones pálidos de incienso;

nebulosas que ardéis tan lejos

en el infinito que aterra,

que sólo alcanza los reflejos

de vuestra luz hasta la tierra;

astros que en abismos ignotos

derramáis resplandores vagos,

constelaciones que en remotos

tiempos adoraron los magos;

millones de mundos lejanos,

flores de fantástico broche,

islas claras en los océanos

sin fin ni fondo de la noche;

¡estrellas, luces pensativas!


Fernado Charry Lara

¡Estrellas, pupilas inciertas!

¿Por qué os calláis si estáis vivas

y por qué alumbráis si estáis muertas?...

197
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Un Poema

Soñaba en ese entonces en forjar un poema,


de arte nervioso y nuevo obra audaz y suprema,
escogí entre un asunto grotesco y otro trágico,

llamé a todos los ritmos con un conjuro mágico,


y los ritmos indóciles vinieron acercándose,

juntándose en las sombras, huyéndose y buscándose;


ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves,

unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves.


De Oriente hasta Occidente, desde el Sur hasta el Norte,

de metros y de formas se presentó la corte.


Tascando frenos áureos bajo las riendas frágiles

cruzaron los tercetos, como corceles ágiles;


abriéndose ancho paso por entre aquella grey

vestido de oro y púrpura llegó el soneto rey,


y allí cantaron todos... Entre la algarabía,

me fascinó el espíritu, por su coquetería,


alguna estrofa aguda que excitó mi deseo

con el retintín claro de su campanilleo.


Y la escogí entre todas... Por regalo nupcial

le di unas rimas ricas, de plata y de cristal.


En ella conté un cuento, que huyendo lo servil

tomó un carácter trágico, fantástico y sutil:


era la historia triste, desprestigiada y cierta,
Fernado Charry Lara

de una mujer hermosa, idolatrada y muerta;


y para que sintieran la amargura, exprofeso,

junté sílabas dulces como el sabor de un beso;


bordé las frases de oro, les di música extraña

como de mandolinas que un laúd acompaña;


dejé en una luz vaga las hondas lejanías,
198
llenas de nieblas húmedas y de melancolías;
y por el fondo oscuro, como en mundana fiesta,

cruzan ágiles máscaras al compás de la orquesta,


envueltas en palabras que ocultan como un velo,

y con caretas negras de raso y terciopelo,


cruzar hice en el fondo las vagas sugestiones

de sentimientos místicos y humanas tentaciones...


Complacido en mis versos, con orgullo de artista,

les di olor de heliotropos y color de amatista...


Le mostré mi poema a un crítico estupendo...

Y lo leyó seis veces y me dijo... "¡No entiendo!".

Fernado Charry Lara

199
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Midnight Dreams

Anoche, estando solo y ya medio dormido,

mis sueños de otras épocas se me han aparecido.


Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías

y de felicidades que nunca han sido mías,


se fueron acercando en lentas procesiones

y de la alcoba oscura poblaron los rincones.


Hubo un silencio grave en todo el aposento

y en el reloj la péndola detúvose al momento.


La fragancia indecisa de un olor olvidado,

llegó como un fantasma y me habló del pasado.


Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde.

Y oí voces oídas ya no recuerdo dónde.

.....................................................................................

Los sueños se acercaron y me vieron dormido,

se fueron alejando, sin hacerme ruido


¡y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra,

y fueron deshaciéndose y hundiéndose en la sombra!

Fernado Charry Lara

200
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Muertos

En los húmedos bosques, en otoño,

al llegar de los fríos, cuando rojas,

vuelan sobre los musgos y las ramas,

en torbellinos, las marchitas hojas,

la niebla al extenderse en el vacío

le da al paisaje mustio un tono incierto

y el follaje do huyó la savia ardiente

tiene un adiós para el verano muerto

y un color opaco y triste

como el recuerdo borroso

de lo que fue y ya no existe.

En los antiguos cuartos hay armarios

que en el rincón más íntimo y discreto,

de pasadas locuras y pasiones

guardan, con un aroma de secreto,

viejas cartas de amor, ya desteñidas,

que obligan a evocar tiempos mejores,


Fernado Charry Lara

y ramilletes negros y marchitos,

que son como cadáveres de flores

y tienen un olor triste

como el recuerdo borroso

201
de lo que fue y ya no existe.

Y en las almas amantes cuando piensan

en perdidos afectos y ternuras

que de la soledad de ignotos días

no vendrán a endulzar horas futuras,

hay el hondo cansancio que en la lucha

acaba de matar a los heridos,

vago como el color del bosque mustio,

como el olor de los perfumes idos,

¡y el cansancio aquel es triste

como el recuerdo borroso

de lo que fue y ya no existe..

Fernado Charry Lara

202
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Día de Difuntos

La luz vaga... opaco el día,

la llovizna cae y moja

con sus hilos penetrantes la ciudad desierta y fría.

Por el aire tenebroso ignorada mano arroja

un oscuro velo opaco letal melancolía,

y no hay nadie que, en lo íntimo, no se aquiete y se recoja

al mirar las nieblas grises de la atmósfera sombría,

y al oír en las alturas

melancólicas y oscuras

los acentos dejativos

y tristísimos e inciertos

con que suenan las campanas,

¡las campanas plañideras que les hablan a los vivos

de los muertos!

¡Y hay algo angustioso e incierto

que mezcla a ese sonido su sonido,

he inarmónico vibra en el concierto


Fernado Charry Lara

que alzan los bronces al tocar a muerto

por todos los que han sido!

Es la voz de una campana

que va marcando la hora,

203
hoy lo mismo que mañana,

rítmica, igual y sonora;

una campana se queja,

y la otra campana llora,

esa tiene voz de vieja,

esta de niña que ora.

Las campanas más grandes, que dan un doble recio

suenan con un acento de místico desprecio,

mas la campana que da la hora,

ríe, no llora.

Tiene en su timbre seco sutiles ironías,

su voz parece que habla de goces, de alegrías,

de placeres, de citas, de fiestas y de bailes,

de las preocupaciones que llenan nuestros días:

es una voz del siglo entre un coro de frailes,

y con sus notas se ríe,

escéptica y burladora,

de la campana que ruega

de la campana que implora


Fernado Charry Lara

y de cuanto aquel coro conmemora,

y es porque con su retintín

ella midió el dolor humano

y marcó del dolor el fin;

por eso se ríe del grave esquilón


204
que suena allá arriba con fúnebre son,

por eso interrumpe los tristes conciertos

con que el bronce santo llora por los muertos...

¡No la oigáis, oh bronces! No la oigáis, campanas,

que con la voz grave de ese clamoreo,

rogáis por los seres que duermen ahora

lejos de la vida, libres del deseo,

lejos de las rudas batallas humanas!

¡Seguid en el aire vuestro bamboleo,

no la oigáis, campanas!

¿Contra lo imposible qué puede el deseo?

Allá arriba suena,

rítmica y serena,

esa voz de oro

y sin que lo impidan sus graves hermanas

que rezan en coro,

la campana del reloj

suena, suena, suena ahora,

y dice que ella marcó


Fernado Charry Lara

con su vibración sonora

de los olvidos la hora,

que después de la velada

que pasó cada difunto,

205
en una sala enlutada

y con la familia junto

en dolorosa actitud

mientras la luz de los cirios

alumbraba el ataúd

y las coronas de lirios;

que después de la tristura

de los gritos de dolor,

de las frases de amargura,

del llanto desgarrador,

marcó ella misma el momento

en que con la languidez

del luto huyó el pensamiento

del muerto, y el sentimiento...

Seis meses más tarde o diez...

Y hoy, día de muertos, ahora que flota,

en las nieblas grises la melancolía,

en que la llovizna cae, gota a gota,

y con sus tristezas los nervios emboba,


Fernado Charry Lara

y envuelve en un manto la ciudad sombría,

ella que ha medido la hora y el día

en que a cada casa, lúgubre y vacía,

tras del luto breve volvió la alegría;

ella que ha marcado la hora del baile


206
en que al año justo, un vestido aéreo

estrena la niña, cuya madre duerme

olvidada y sola en el cementerio,

suena indiferente a la voz de fraile

del esquilón grave y a su canto serio;

ella que ha medido la hora precisa,

en que a cada boca, que el dolor sellaba,

como por encanto volvió la sonrisa,

esa precursora de la carcajada;

ella que ha marcado la hora en que el viudo

habló de suicidio y pidió el arsénico,

cuando aún en la alcoba, recién perfumada,

flotaba el aroma del ácido fénico

y ha marcado luego la hora en que, mudo

por las emociones con que el goce agobia,

para que lo unieran con sagrado nudo,

a la misma iglesia fue con otra novia;

¡ella no comprende nada del misterio

de aquellas quejumbres que pueblan el aire,


Fernado Charry Lara

y lo ve en la vida todo jocoserio

y sigue marcando con el mismo modo

el mismo entusiasmo y el mismo desgaire

la huida del tiempo que lo borra todo!

207
y eso es lo angustioso y lo incierto

que flota en el sonido,

¡esa es la nota irónica que vibra en el concierto

que alzan los bronces al tocar a muerto

por todos los que han sido!

Esa es la voz fina y sutil,

de vibraciones de cristal,

que con acento juvenil

indiferente al bien y al mal,

mide lo mismo la hora vil,

que la sublime o la fatal

y resuena en las alturas,

melancólicas y oscuras,

sin tener en su tañido

claro, rítmico y sonoro,

los acentos dejativos

y tristísimos e inciertos

de aquel misterioso coro,

con que ruegan las campanas, las campanas,


Fernado Charry Lara

las campanas plañideras

que les hablan a los vivos

de los muertos!

208
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Gotas Amargas
Avant-Propos

Prescriben los facultativos,


cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,


le aconsejan la carne asada
y le hacen tomar como tónico
gotas amargas.

¡Pobre estómago literario


que lo trivial fatiga y cansa,
no sigas leyendo poemas
llenos de lágrimas!

Deja las comidas que llenan,


historias, leyendas y dramas
y todas las sensiblerías
semi-románticas.

Y para completar el régimen


que fortifica y que levanta,
ensaya una dosis de estas
gotas amargas.

Fernado Charry Lara

209
José Asunción Silva (1865 - 1896)

El mal del Siglo

El Paciente:

-Doctor, un desaliento de la vida


que en lo íntimo de mí se arraiga y nace:
el mal del siglo... el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.

Un cansancio de todo, un absoluto


desprecio por lo humano...; un incesante
renegar de lo vil de la existencia,
digno de mi maesto Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

El Médico:

-Eso es cuestión de régimen: camine


de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡lo que usted tiene es hambre!...

Fernado Charry Lara

210
José Asunción Silva (1865 - 1896)

La Respuesta de la Tierra

Era un poeta lírico, grandioso y sibilino,

que le hablaba a la tierra una tarde de invierno,


frente a una posada y al volver de un camino:
-¡Oh madre, oh Tierra! -díjole-, en tu girar eterno
nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.

Nosotros esperamos un cielo o un infierno,


sufrimos o gozamos, en nuestras breves horas,
e indiferente y muda, tú, madre sin entrañas,
de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.

¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?


¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?
Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas
que se reflejan lívidas en los estanques yertos,
¿no son como conciencias fantásticas y extrañas
que les copian sus vidas en espejos inciertos?

¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?


¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?
¿Por qué? Mi angustia sacia y a mi ansiedad contesta.

Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,


en estas soledades aguardo la respuesta.
La Tierra, como siempre, displicente y callada,
al gran poeta lírico no le contestó nada. Fernado Charry Lara

211
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Cápsulas

El Pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis


del amor de Aniceta, fue infeliz.

Pasó tres meses de amarguras graves,


y, tras lento sufrir,
se curó con copaiba y con las cápsulas
de Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,


rubia sentimental,
se enflaqueció, se fue poniendo tísico
y, al año y medio o más,
se curó con bromuro y con las cápsulas
de éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,


filósofo sutil,
a Leopardi leyó, y a Schopenhauer
y en un rato de spleen,
se curó para siempre con las cápsulas
de plomo de un fusil.

Fernado Charry Lara

212
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Madrigal

Tu tez rosada y pura, tus formas gráciles

de estatua de Tanagra, tu olor de lilas,

el carmín de tu boca, de labios tersos,

las miradas ardientes de tus pupilas,

el ritmo de tu paso, tu voz velada,

tus cabellos que suelen, si los despeina

tu mano blanca y fina toda hoyuelada,

cubrirte como un rico manto de reina,

tu voz, tus ademanes, tú... no te asombres:

todo eso está, y a gritos, pidiendo un hombre.

Fernado Charry Lara

213
José Asunción Silva (1865 - 1896)

Sinfonía color de Fresas con Leche


A los colibríes decadentes

¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos


cantos de sol y rosa, de mirra y laca
y polícromos cromos de tonos mil,
oye los constelados versos mirrinos,
escúchame esta historia Rubendariaca,
de la Princesa verde y el paje Abril,
rubio y sutil.

Es bizantino esmalte do irisa el rayo


las purpuradas gemas que enflora junio
si Helios recorre el cielo de azul edén,
es liblial albura que esboza mayo
en una noche diáfana de plenilunio
cuando los crisodinas nieblas se ven
a tutiplén!

En las víridas márgenes que espuma el Cauca


-áureo pico, ala ebúrnea- currucuquea,
de sedeñas verduras bajo el dosel,
de las perladas ondas se esfuma glauca:
¿es paloma, es estrella o azul idea?...
Labra el emblema heráldico de áureo broquel,
róseo rondel.

Vibran sagradas liras que ensueña Psiquis,


son argentados cisnes, hadas y gnomos
y edenales olores, lirio y jazmín
y vuelan entelechias y tiquismiquis
de corales, tritones, memos y momos,
del horizonte lírico nieve y carmín
hasta el confín.
Fernado Charry Lara

Liliales manos vírgenes al son aplauden


y se englaucan los líquidos y cabrillean
con medioevales himnos al abedul,
desde arriba Orión, Venus, que Secchis lauden
miran como pupilas que cintillean
por los abismos húmedos del negro tul
del cielo azul.

Tras de las cordilleras sombrías, la blanca


214
Selene, entre las nubes de ópalo y tetras
surge como argentífero tulipán
y por entre lo negro que se espernanca
huyen los bizantinos de nuestras letras
hacia el Babel Bizancio, do llegarán
con grande afán.

¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos


cantos de sol y rosas, de mirra y laca
y polícromos cromos de tonos mil,
¡estos son los caóticos versos mirrinos,
ésta es la descendencia Rubendariaca,
de la Princesa verde y el paje Abril,
rubio y sutil!

Fernado Charry Lara

215
Maximiliano Grillo (1868 - 1949)

Razas Vencidas

Yo vi los hombres tristes descendientes de aquellos

de los lisos cabellos,

del oblicuo mirar,

sentarse a las orillas de sus hondas lagunas,

en los valles floridos o en las ásperas dunas

a la plácida luz lunar.

El nombre de sus dioses ya nada les decía.

Olvidados de Chía,

de su padre Zuhé,

con la mirada turbia, melancólicamente,

en sus rústicos pífanos un aire decadente

cifraba la raza que fue.

Ni en Siecha recibían al cacique sagrado,

fabuloso Dorado,

hijo noble del Sol;

ni señalar podían de Suamox el recinto

y su templo de palmas donde vibró su instinto


Fernado Charry Lara

el alma del fiero español.

Del yermo Chimborazo por la yerma peana,

con su altivez serrana

noblemente los vi

216
pasar indiferentes, con las pupilas duras

clavadas como puntos en las blancas alturas,

bajo su cielo carmesí.

Parecían sus bustos fundidos en la fragua

del ronco Tunguragua

en selecto metal;

eran sombras errantes de la tribu de Manco

que miraban con odio de vencidos al blanco

y a sus deidades de nogal.

Y los miré alejarse por la senda sombría

en la melancolía

del último fulgor,

silenciosos y altivos, con altivez de reyes

que tenían su alcázar y dictaban sus leyes

bajo el nevado Emperador.

Fernado Charry Lara

217
Víctor M. Londoño (1870 - 1936)

Aniversario

Bajo la ardiente bóveda nocturna,

Al repasar la frecuentada senda,

dialogo en la arboleda taciturna

con tu pálida sombra de leyenda.

Te miro como entonces, y me agravia

la risa de tus labios abrileños;

tu voz me dice, en los augurios sabia:

- «Vigila en el umbral de tus ensueños»...

¡Cómo sangró mi corazón desnudo

ante el oblicuo sol de tu mirada!

¡Oh tarde de noviembre, cierzo rudo,

frígido como el hierro de una espada!

Cuando la esfinge interrogar quisimos,

miré en tu faz palidecer las rosas,

y al fondo de una cripta descendimos

mudos, y con las manos temblorosas.

Allí fue el beso iniciador. Procura,


Fernado Charry Lara

de aquella voz que transfigura y pasma,

recordar el murmurio en tu clausura,

¡Y torna a mi jardín como un fantasma!

218
Víctor M. Londoño (1870 - 1936)

En el Puesto de Guardia
Bajo la sombra del portal vetusto,
el arma fija en el costado, vela,
alta la frente y el semblante adusto,
firme en su puesto, el rudo centinela.

Siente al mirar cerrado el horizonte,


odio en el alma, en las pupilas tedio...
Ya no verá desde la sien del monte
los verdes surcos del lejano predio.

No crujirá bajo sus manos toscas


madura espiga, al hacinar las siegas
en hondo seno de montañas hoscas
o al aire libre de escampadas vegas.

Arden sus manos del fusil esclavas,


y ve, a la luz que del recuerdo brota,
el buey sin yugo en las florestas bravas,
disperso el trigo y la gavilla rota.

Descubre allá, tras la desierta calle


de viejos robles, la casita enhiesta,
rincón amado en el paterno valle,
donde le aguarda la caricia honesta.

Sueña del bosque en medio a los despojos


seguir del buey la perezosa ruta...
y húmedos radian sus dolientes ojos
entre el negror de la pestaña hirsuta.

Fernado Charry Lara

219
Víctor M. Londoño (1870 - 1936)

Navidad

Vino para los hombres la paz de las alturas,


y en el mezquino establo, corona de un alcor,
tras angustiosa noche de maternas torturas,
Jesús cayó en la tierra, débil como una flor.

Música de las cosas alegró las oscuras


bóvedas del pesebre, y en un himno de amor
adoraron al niño las humildes criaturas:
un asno con su aliento, con su flauta un pastor.

Después, los adivinos de comarcas remotas


ofrendáronle mirra, y en sus lenguas ignotas
al pequeño llamaron Príncipe de Salem.

Mientras en el Oriente con pestañeos vagos


dulcemente brillaba la estrella de los magos,
los corderos miraban hacia Jerusalén.

Fernado Charry Lara

220
Guillermo Valencia (1873 - 1943)

Hay un Instante...
Hay un instante en el crepúsculo
en que las cosas brillan más,
fugaz momento palpitante
de una morosa intensidad.

Se aterciopelan los ramajes,


pulen las torres su perfil,
burila un ave su silueta
sobre el plafondo de zafir.

Muda la tarde, se concentra


para el olvido de la luz,
y la penetra un don süave
de melancólica quietud,
como si el orbe recogiese
todo su bien y su beldad,
toda su fe, toda su gracia
contra la sombra que vendrá...

Mi ser florece en esa hora


de misterioso florecer;
llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez;
en él revientan los renuevos
de la ilusión primaveral,
y en él me embriago con aromas
de algún jardín que hay ¡más allá!...

Fernado Charry Lara

221
Guillermo Valencia (1873 - 1943)

Leyendo a Silva

Vestía traje suelto de recamado biso


en voluptuosos pliegues de un color indeciso,
y en el diván tendida, de rojo terciopelo,
sus manos, como vivas parásitas de hielo,

sostenían un libro de corte fino y largo,


un libro de poemas delicioso y amargo.

De aquellos dedos pálidos la tibia yema blanda


rozaba tenuemente con el papel de Holanda

por cuyas blancas hojas vagaron los pinceles


de los más refinados discípulos de Apeles:

era un lindo manojo que en sus claros lucía


los sueños más audaces de la Crisografía:

sus cuerpos de serpiente dilatan las mayúsculas


que desde el ancho margen acechan las minúsculas,

o trazan por los bordes caminos plateados


los lentos caracoles, babosos y cansados.

Para el poema heroico se vía allí la espada


con un león por puño y contera labrada,

donde evocó las formas del ciclo legendario


con sus torres y grifos un pincel lapidario.

Allí la dama gótica de rectilínea cara


partida por las rejas de la viñeta rara;

allí las hadas tristes de la pasión excelsa:


Fernado Charry Lara

la férvida Eloísa, la suspirada Elsa.

Allí los metros raros de musicales timbres:


ya móviles y largos como jugosos mimbres,

ya diáfanos, que visten la idea levemente


como las albas guijas un río trasparente.

Allí la vida llora y la muerte sonríe


222
y el tedio, como un ácido, corazones deslíe...

Allí, cual casto grupo de núbiles Citeres,


cruzaban en silencio figuras de mujeres

que vivieron sus vidas, invioladas y solas


como la espuma virgen que circunda las olas:

la rusa de ojos cálidos y de bruno cabello,


pasó con sus pinceles de marta y de camello,

la que robó al piano en las veladas frías


parejas voladoras de blancas armonías

que fueron por los vientos perdiéndose una a una


mientras, envuelta en sombras, se atristaba la luna...

Aquesa, el pie desnudo, gira como una sombra


que sin hacer ruido pisara por la alfombra

de un templo... y como el ave que ciega el astro diurno


con miradas nictálopes ilumina el Nocturno

do al fatigado beso de las vibrantes clines


un aire triste y vago preludian dos violines...

...............................................................................

La luna, como un nimbo de Dios, desde el Oriente


dibuja sobre el llano la forma evanescente

de un lánguido mancebo que el tardo paso guía


como buscando un alma, por la pampa vacía.

Busca a su hermana; un día la negra Segadora


-sobre la mies que el beso primaveral enflora-

abatiendo sus alas, sus alas de murciélago,


Fernado Charry Lara

hirió a la virgen pálida sobre el dorado piélago,

que cayó como un trigo... Amiguitas llorosas


la vistieron de lirios, la ciñeron de rosas;

céfiro de las tumbas, un bardo israelita


le cantó cantos tristes de la raza maldita

a ella, que en su lecho de gasas y de blondas,


223
se asemejaba a Ofelia mecida por las ondas:

por ella va buscando su hermano entre las brumas,


de unas alitas rotas las desprendidas plumas,

y por ella... "Pasemos esta doliente hoja


que mi ser atormenta, que mi sueño acongoja,"

dijo entre sí la dama del recamado biso


en voluptuosos pliegues, de color indeciso,

y prosiguió del libro las hojas volteando,


que ensalza en áureas rimas de son calino y blando

los perfumes de oriente, los vívidos rubíes


y los joyeros mórbidos de sedas carmesíes.

Leyó versos que guardan como gastados ecos


de voces muertas; cantos a ramilletes secos

que hacen crujir, al tacto, cálices inodoros;


metros que reproducen los gemebundos coros

de las locas campanas que en el día de difuntos


despiertan con sus voces los muertos cejijuntos

lanzados en racimos entre las sepulturas


a beberse la sombra de sus noches oscuras...

...................................................................................

...Y en el diván tendida, de rojo terciopelo,


sus manos, como vivas parásitas de hielo,

doblaron lentamente la página postrera


que, en gris, mostraba un cuervo sobre una calavera...

y se quedó pensando, pensando en la amargura


Fernado Charry Lara

que acendran muchas almas; pensando en la figura

del bardo, que en la calma de una noche sombría,


puso fin al poema de su melancolía:

exangüe como un mármol de la dorada Atenas,


herido como un púgil de itálicas arenas,

unión la faz de un Numen dulcemente atediado


224
a la ideal belleza del estigmatizado!...

Ambicionar las túnicas que modelaba Grecia,


y los desnudos senos de la gentil Lutecia;

pedir en copas de ónix el ático nepentes;


querer ceñir en lauros las pensativas frentes;

ansiar para los triunfos el hacha de un Arminio;


buscar para los goces el oro del triclinio;

amando los detalles, odiar el universo;


sacrificar un mundo para pulir un verso;

querer remos de águila y garras de leones


con qué domar los vientos y herir los corazones;

para gustar lo exótico que el ánimo idolatra


esconder entre flores el áspid de Cleopatra;

seguir los ideales en pos de Don Quijote


que en el azul divaga de su rocín al trote;

esperar en la noche las trémulas escalas


que arrebaten ligeras a las etéreas salas;

oír los mudos ecos que pueblan los santuarios,


amar las hostias blancas; amar los incensarios

(poetas que diluyen en el espacio inmenso


sus ritmos perfumados de vagaroso incienso);

sentir en el espíritu brisas primaverales


ante los viejos monjes y los rojos misales;

tener la frente en llamas y los pies entre lodo;


querer sentirlo, verlo y adivinarlo todo:
Fernado Charry Lara

eso fuiste, ¡oh poeta! Los labios de tu herida


blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,

modulan el gemido de las desesperanzas,


¡oh místico sediento que en el raudal te lanzas!

..................................................................................

¡Oh Señor Jesucristo! por tu herida del pecho


225
¡perdónalo! ¡perdónalo! desciénde hasta su lecho

de piedra a despertarlo! Con tus manos divinas


enjuga de su sangre las ondas purpurinas...

Pensó mucho: sus páginas suelen robar la calma;


sintió mucho: sus versos saben partir el alma;

¡amó mucho! circulan ráfagas de misterio


entre los negros pinos del blanco cementerio...

.....................................................................................

No manchará su lápida epitafio doliente:


tallad un verso en ella, pagano y decadente,

digno del fresco Adonis en muerte de Afrodita:


un verso como el hálito de una rosa marchita,

que llore su caída, que cante su belleza,


que cifre sus ensueños, ¡que diga su tristeza!...

..................................................................................

¡Amor! dice la dama del recamado biso


en voluptuosos pliegues de color indeciso;

¡Dolor! dijo el poeta: los labios de su herida


blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,

modulan el gemido de la desesperanza;


fue el místico sediento que en el raudal se lanza;

su muerte fue la muerte de una lánguida anémona,


se evaporó su vida como la de Desdémona;

ebrio del vino amargo con que el dolor embriaga


y a los fulgores trémulos de un cirio que se apaga...
Fernado Charry Lara

¡Así rindió su aliento, bajo un sitial de seda,


el último nacido del viejo Cisne y Leda!...

226
Guillermo Valencia (1873 - 1943)

Los Camellos
Lo triste es así...
Peter Altenberg

Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,


de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego


el soñoliento avance de sus vellosas piernas
-bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego-
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,


y ya sus ojos quema la fiebre del tormento:
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.

Vagando taciturnos por la dormida alfombra,


cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra
copiaron el desfile de la Melancolía...

Son hijos del Desierto: prestóles la palmera


un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca del Esfinge!

Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:


"amamos la fatiga con inquietud secreta..."
y vieron desde entonces correr sobre una espalda
tallada en carne, viva, su triangular silueta.

Los átomos de oro que el torbellino esparce


Fernado Charry Lara

quisieron en sus giros ser grácil vestidura,


y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura.

Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,


la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.

227
Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas al rey de la fatiga:

¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio


que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas,
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agoniza sin sangre entre las venas!

¡Oh artistas! ¡Oh camellos de la Llanura vasta


que vais llevando a cuestas el sacro Monolito!
¡Tristes de Esfinge! ¡novios de la Palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!

¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas


de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la humanidad redime.

Se pierde ya a lo lejos la errante caravana


dejándome -camello que cabalgó el Exilio...-
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises de lóbrego fastidio!

¡No! buscaré dos ojos que he visto, fuente pura


hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente;

Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre


mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con honda pesadumbre,
mirando silencioso dos fuentes de zafiro...
Fernado Charry Lara

228
Guillermo Valencia (1873 - 1943)

Las dos Cabezas


Omnis plaga tristitia cordis est et
mnis malitia, nequitia mulieris.
El Eclesiástico

Judith y Holofernes

(Tesis)

Blancos senos, redondos y desnudos, que al paso


de la hebrea se mueven bajo el ritmo sonoro
de las ajorcas rubias y los cintillos de oro,
vivaces como estrellas sobre la tez de raso.

Su boca, dos jacintos en indecible vaso,


da la sutil esencia de la voz. Un tesoro
de miel hincha la pulpa de sus carnes. El lloro
no dio nunca a esa faz languideces de ocaso.

Yacente sobre un lecho de sándalo, el Asirio


reposa fatigado, melancólico cirio
los objetos alarga y proyecta en la alfombra...

Y ella, mientras reposa la bélica falange


muda, impasible, sola, y escondido el alfanje,
para el trágico golpe se recata en la sombra.

***

Y ágil tigre que salta de tupida maleza,


se lanzó la israelita sobre el héroe dormido,
y de doble mandoble, sin robarle un gemido,
del atlético tronco desgajó la cabeza.

Como de ánforas rotas, con urgida presteza,


Fernado Charry Lara

desbordó en oleadas el carmín encendido,


y de un lago de púrpura y de sueño y de olvido,
recogió la homicida la pujante cabeza.

En el ojo apagado, las mejillas y el cuello,


de la barba, en sortijas, al ungido cabello
se apiñaban las sombras en siniestro derroche

sobre el lívido tajo de color de granada...


229
y fingía la negra cabeza destroncada
una lúbrica rosa del jardín de la noche.

***

Salomé y Joakanann

(Antítesis)

Con un aire maligno de mujer y serpiente,


cruza en rápidos giros Salomé la gitana
al compás de los crótalos. De su carne lozana
vuela equívoco aroma que satura el ambiente.

Danza todas las danzas que ha tejido el Oriente:


las que prenden hogueras en la sangre liviana
y a las plantas deshojan de la déspota humana
o la flor de la vida, o la flor de la mente.

Inyectados los ojos, con la faz amarilla,


el caduco Tetrarca se lanzó de su silla
tras la hermosa, gimiendo con febril arrebato:

"Por la miel de tus besos te daré Tiberiades,"


y ella dícele: "En cambio de tus muertas ciudades,
dame a ver la cabeza del Esenio en un plato."

***

Como viento que cierra con raquítico arbusto,


en el viejo magnate la pasión se desata,
y al guiñar de los ojos, el esclavo que mata
apercibe el acero con su brazo robusto.

Y hubo grave silencio cuando el cuello del Justo,


suelto en cálido arroyo de fugaz escarlata,
ofrecieron a Antipas en el plato de plata
que él tendió a la sirena con medroso disgusto.
Fernado Charry Lara

Una lumbre que viene de lejano infinito


da a las sienes del mártir y a su labio marchito
la blancura llorosa de cansado lucero.

Y -del mar de la muerte melancólica espuma-


la cabeza sin sangre del esenio se esfuma
en las nubes de mirra de sutil pebetero.

230
La palabra de Dios

(Síntesis)

Cuando vio mi poema Jonatás el Rabino


(el espíritu y carne de la bíblica ciencia),
con la risa en los labios me explicó la sentencia
que soltó la Paloma sobre el Texto divino.

Nunca pruebes, me dijo, del licor femenino,


que es licor de mandrágoras y destila demencia;
si lo bebes, al punto morirá tu conciencia,
volarán tus canciones, errarás el camino.

Y agregó: Lo que ahora vas a oír no te asombre:


la mujer es el viejo enemigo del hombre;
sus cabellos de llama son cometas de espanto.

Ella libra la tierra del amante vicioso,


y Ella calma la angustia de su sed de reposo
con el jugo que vierten las heridas del santo.

Guillermo Valencia (1873 - 1943)

A la Memoria de Josefina

De lo que fue un amor, una dulzura


sin par, hecha de ensueño y de alegría,
sólo ha quedado la ceniza fría
que retiene esta pálida envoltura.

La orquídea de fantástica hermosura,


la mariposa en su policromía
rindieron su fragancia y gallardía
al hado que fijó mi desventura.
Fernado Charry Lara

Sobre el olvido mi recuerdo impera;


de su sepulcro mi dolor la arranca;
mi fe la cita, mi pasión la espera,

y la vuelvo a la luz, con esa franca


sonrisa matinal de primavera:
¡Noble, modesta, cariñosa y blanca!

231
II

Que te amé, sin rival, tú lo supiste


y lo sabe el Señor; nunca se liga
la errátil hiedra a la floresta amiga
como se unió tu ser a mi alma triste.

En mi memoria tu vivir persiste


con el dulce rumor de una cantiga,
y la nostalgia de tu amor mitiga
mi duelo, que al olvido se resiste.
Diáfano manantial que no se agota,
vives en mí, y a mi aridez austera
tu frescura se mezcla, gota a gota.

Tú fuiste a mi desierto la palmera,


a mi piélago amargo, la gaviota,
¡y sólo morirás cuando yo muera!

Fernado Charry Lara

232
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Hongos de la Riba

El barbero del pueblo, que usa gorra de paja,


zapatillas de baile, chalecos de piqué,
es un apasionado jugador de baraja,
que oye misa de hinojos y habla bien de Voltaire.
Lector infatigable de El Liberal. -Trabaja
alegre como un vaso de vino moscatel,
zurciendo, mientras limpia la cortante navaja,
chismes, todos los chismes de la mística grey.
Con el señor Alcalde, con el veterinario,
unas buenas personas que rezan el rosario
y hablan de los milagros de San Pedro Claver,
departe en la cantina, discute en la gallera,
sacando de la vida recortes de tijera,
alegre como un vaso de vino moscatel.

II

El Alcalde, de sucio jipijapa de copa,


ceñido de una banda de seda tricolor,
panzudo a lo Capeto, muy holgada la ropa,
luce por el poblado su perfil de bulldog.
Hombre de pelo en pecho, rubio como la estopa,
rubrica con la punta de su machete. Y por
la noche cuando toma la lugareña sopa
de tallarines y ajos, se afloja el cinturón...
Su mujer, una chica nerviosamente guapa,
que lo tiene cogido como con una grapa,
gusta de las grasientas obras de Paul de Kock,
ama los abalorios y se pinta las cejas,
Fernado Charry Lara

mientras que su consorte luce por las callejas


su barriga, mil dijes y una cara feroz...

233
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Tarde de Verano

El rico es un bandido.

San Juan Crisóstomo

La sombra, que hace un remanso

sobre la plaza rural,

convida para el descanso

sedante, dominical...

Canijo, cuello de ganso,

cruza leyendo un misal,

dueño absoluto del manso

pueblo intonso, pueblo asnal.

Ciñendo rica sotana

de paño, le importa un higo

la miseria del redil.

Y yo, desde mi ventana,

limpiando un fusil, me digo:

-¿Qué hago con este fusil?


Fernado Charry Lara

234
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Nueva York
¡Pepito, Pepito, hay pelea!
Una cartagenera

¡Pobre y más que imposible vestido provinciano,


de ajustada chaqueta, de angosto pantalón,
que allá en mi villa fuiste tan elegante... En vano
serás aquí lo quo eras, vestido "comme il faut!".
Salimos de la tierra tranquila del banano,
y en este manicomio revuelto de los "truts",
quién sabe si algún taxi nos mande hacia el arcano
sin un whisky y sin una pastilla "chewing gum!".
Ciudad que vive en una perpetua pesadilla
febril y alucinante, que angustia y maravilla,
donde no canta un gallo, donde todo es un "bluf".
Que a mí me causa insomnio, que a ti te quita el sueño
tornándote neurótico, lo mismo que a tu dueño,
¡porque fue un disparate venirnos a New York!...

II

Rascacielos, enormes rascacielos, que al paso


nos salen cual fantasmas de otro planeta... Yo
y tú, dos infelices oriundos del acaso,
ciegos, mudos y sordos quedamos como Lot!
¡Dime qué haremos, dime qué hacer en este caso...
Fernado Charry Lara

Mira tú si es idiota viajar en ascensor,


no sabiendo nosotros, biznietos del atraso,
ni jugar a ese juego científico del golf!...
Vámonos para el pueblo, para la oscura grieta
sabrosa de mi pueblo, que a ti de la bragueta
del susto, sí, del susto, se te cayó un botón!...
Y es triste y no queremos entre estas zaragatas,
vivir cual dos imbéciles, morir como dos ratas,
porque fue un disparate venirnos a New York!
235
Luis Carlos López (1879 - 1950)

De Sobremesa

Se vive, amada mía,

según y cómo... Yo

por la mañana tengo hipocondría

y por la noche bailo un rigodón.

¿Y qué? Pura ironía

del hígado, muchacha. En el amor

y en otras cosas de mayor cuantía

todo depende de la digestión.

Que no fume , que olvide la lectura,

que no maldiga en ratos de amargura

y mil consejos más de este jaez,

como si se pudiera

vivir a la manera

de las calles tiradas a cordel...


Fernado Charry Lara

236
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Frente a mi Casa

Frente a mi casa vive un zapatero

remendón, a quien alguien puso un mote,

recordando aquel típico escudero

que tuvo en sus andanzas Don Quijote.

Dipsómano feliz, gacetillero

de la localidad, jocundo y zote,

resulta el más cumplido caballero

del tirapié, la lezna y el cerote.

Y aunque alegre y locuaz empine el codo

con aire bonachón, en el recodo

de su chiribitil será un Atila,

si acaso Ud., buscando allí su fosa,

dice de Vargas Vila cualquier cosa...

(¡Para lo que ha quedado Vargas Vila!).


Fernado Charry Lara

237
Luis Carlos López (1879 - 1950)

A mi Ciudad Nativa
Ciudad triste, ayer reina de la mar.
J. M. de Heredia

Noble rincón de mis abuelos: nada

como evocar, cruzando callejuelas,

los tiempos de la cruz y de la espada,

del ahumado candil y las pajuelas...

Pues ya pasó, ciudad amurallada,

tu edad de folletín... Las carabelas

se fueron para siempre de tu rada...

-¡Ya no viene el aceite en botijuelas!

Fuiste heroica en los años coloniales,

cuando tus hijos, águilas caudales,

no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,

bien puedes inspirar ese cariño

que uno les tiene a sus zapatos viejos...


Fernado Charry Lara

238
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Versos a la Luna

¡Oh, luna, que hoy te asomas al tejado

de la iglesia, en la calma tropical,

para que te salude un trasnochado

y te ladren los perros de arrabal!

¡Oh, luna!... En tu silencio te has burlado

de todo! ...En tu silencio sideral,

viste anoche robar en despoblado

...y el ladrón era un Juez Municipal!...

Mas tú ofreces, viajera saturnina,

con qué elocuencia en los espacios mudos

consuelo al que la vida laceró,

mientras te cantan, en cualquier cantina,

neurasténicos bardos melenudos

y piojosos, que juegan dominó... Fernado Charry Lara

239
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Muchachas Solteronas
Susana, ven:
tu amor quiero gozar.
(Lehar: Opereta
"La Casta Susana").

Muchachas solteronas de provincia,

que los años hilvanan

leyendo folletines

y atisbando en balcones y ventanas...

Muchachas de provincia,

las de aguja y dedal, que no hacen nada,

sino tomar de noche

café con leche y dulce de papaya...

Muchachas de provincia,

que salen -si es que salen de la casa-

muy temprano a la iglesia,

con un andar doméstico de gansas.

Muchachas de provincia,

papandujas, etcétera, que cantan

melancólicamente
Fernado Charry Lara

de sol a sol: -"Susana, ven"... "Susana"...

¡Pobres muchachas, pobres

muchachas tan inútiles y castas,

que hacen decir al Diablo,

con los brazos en cruz: -¡Pobres muchachas!...


240
Luis Carlos López (1879 - 1950)

A un Bodegón

¡Oh, viejo bodegón, en horas gratas

de juventud, qué blanco era tu hollín,

y qué alegre, en nocturnas zaragatas,

tu anémico quinqué de kerosín!...

Me parece que aún miro entre tus latas

y tus frascos cubiertos de aserrín,

saltar los gatos y correr las ratas,

cuando yo no iba a clase de latín...

¡Pero todo pasó!... Se han olvidado

tus estudiantes, bodegón ahumado,

de aquellas jaranitas de acordeón...

¡No vale hoy nada nuestra vida! ¡Nada!

Sin juventud la cosa está fregada,

más que fregada, viejo bodegón!... Fernado Charry Lara

241
Luis Carlos López (1879 - 1950)

Medio Ambiente

-Papá, ¿quién es el rey?

-Cállate, niño, que me comprometes. Swift

Mi buen amigo el noble Juan de Dios, compañero

de mis alegres años de juventud, ayer

no más era un artista genial, aventurero...

-Hoy vive en un poblacho con hijos y mujer.

...Y es hoy panzudo y calvo. Se quita ya el sombrero

delante de un don Sabas, de un don Lucas... ¿Qué hacer?

La cuestión es asunto de catre y de puchero,

sin empeñar la "Singer" que ayuda a mal comer...

Quimeras moceriles -mitad sueño y locura;

quimeras y quimeras de anhelos infinitos,

y que hoy -como las piedras tiradas en el mar-

se han ido a pique oyendo las pláticas del cura,

junto con la consorte, la suegra y los niñitos...

¡Qué diablo!... Si estas cosas dan ganas de llorar.


Fernado Charry Lara

242
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Futuro

Decid cuando yo muera... (¡y el día esté lejano!):

soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,

en el vital deliquio por siempre insaciado,

era una llama al viento...

Vagó, sensual y triste, por islas de su América;

en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;

la tierra mexicana le dio su rebeldía,

su libertad, su fuerza... Y era una llama al viento.

De simas no sondadas subía a las estrellas;

un gran dolor incógnito vibraba por su acento;

fue sabio en sus abismos -y humilde, humilde, humilde

porque no es nada una llamita al viento...

Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,

que nunca humana lira jamás esclareció,

y nadie ha comprendido su trágico lamento...

Era una llama al viento y el viento la apagó.


Fernado Charry Lara

243
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Canción de la Vida Profunda

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,

como las leves briznas al viento y al azar...

Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...

La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar...

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,

como en Abril el campo, que tiembla de pasión;

bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,

el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,

como la entraña obscura de obscuro pedernal;

la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,

en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...

-¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-

que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,

¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,


Fernado Charry Lara

que nos depara en vano su carne la mujer;

tras de ceñir un talle y acariciar un seno,

la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,

como en las noches lúgubres el llanto del pinar:


244
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día... un día... un día

en que levamos anclas para jamás volver;

un día en que discurren vientos ineluctables...

¡Un día en que ya nadie nos puede retener!

Fernado Charry Lara

245
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Soberbia

Le pedí un sublime canto que endulzara

mi rudo, monótono y áspero vivir.

Él me dio una alondra de rima encantada...

¡Yo quería mil!

Le pedí un ejemplo del ritmo seguro

con que yo pudiera gobernar mi afán.

Me dio un arroyuelo, murmurio nocturno...

¡Yo quería un mar!

Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto,

para que a mis sueños prestase calor.

Me dio una luciérnaga de menguado brillo...

¡Yo quería un sol!

Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso,

y el verdor edénico, y el azul Abril...


Fernado Charry Lara

¡Oh sórdido guía del viaje nocturno:

¡Yo quiero morir!

246
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Balada de la Loca Alegría

Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-

mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-

soy un perdido -soy un marihuano-

a beber -a danzar al son de mi canción...

Ciñe el tirso oloroso, tañe el jocundo címbalo.

Una bacante loca y un sátiro afrentoso

conjuntan en mi sangre su frenesí amoroso.

Atenas brilla, piensa y esculpe Praxiteles,

y la gracia encadena con rosas la pasión.

¡Ah de la vida parva, que no nos da sus mieles

sino con cierto ritmo y en cierta proporción!

Danzad al soplo de Dionisos que embriaga el corazón...

La Muerte viene, todo será polvo

bajo su imperio: ¡polvo de Pericles,

polvo de Codro, polvo de Cimón!

Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-

mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-


Fernado Charry Lara

soy un perdido -soy un marihuano-

a beber -a danzar al son de mi canción...

De Hispania fructuosa, de Galia deleitable,

de Numidia ardorosa, y de toda la rosa

de los vientos que beben las águilas romanas,


247
venid, puras doncellas y ávidas cortesanas.

Danzad en delitosos, lúbricos episodios,

con los esclavos nubios, con los marinos rodios.

Flaminio, de cabellos de amaranto,

busca para Heliogábalo en las termas

varones de placer... Alzad el canto,

reíd, danzad en báquica alegría,

y haced brotar la sangre que embriaga el corazón.

La Muerte viene, todo será polvo:

¡polvo de Augusto, polvo de Lucrecio,

polvo de Ovidio, polvo de Nerón!

Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-

mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-

soy un perdido -soy un marihuano-

a beber -a danzar al son de mi canción...

Aldeanas del Cauca con olor de azucena;

montañesas de Antioquia, con dulzor de colmena;

infantinas de Lima, unciosas y augurales,

y princesas de México, que es como la alacena


Fernado Charry Lara

familiar que resguarda los más dulces panales;

y mozuelos de Cuba, lánguidos, sensuales,

ardorosos, baldíos,

cual fantasmas que cruzan por unos sueños míos;

248
mozuelos de la grata Cuscatlán -¡oh ambrosía!-

y mozuelos de Honduras,

donde hay alondras ciegas por las selvas oscuras;

entrad en la danza, en el feliz torbellino:

reíd, jugad al son de mi canción:

la piña y la guanábana aroman el camino

y un vino de palmeras aduerme el corazón.

La Muerte viene, todo será polvo:

¡polvo de Hidalgo, polvo de Bolívar,

polvo en la urna, y rota ya la urna,

polvo en la ceguedad del aquilón!

Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-

mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-

soy un perdido -soy un marihuano-

a beber -a danzar al son de mi canción...

La noche es bella en su embriaguez de mieles,

la tierra es grata en su cendal de brumas;

vivir es dulce, con dulzor de trinos;

canta el amor, espigan los donceles,


Fernado Charry Lara

se puebla el mundo, se urden los destinos...

¡Que el jugo de las viñas me alivie el corazón!

A beber, a danzar en raudos torbellinos,

vano el esfuerzo, inútil la ilusión...

249
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

El Son del Viento

El son del viento en la arcada

tiene la clave de mí mismo:

soy una fuerza exacerbada

y soy un clamor de abismo.

Entre los coros estelares

oigo algo mío disonar.

Mis acciones y mis cantares

tenían ritmo particular.

Vine al torrente de la vida

en Santa Rosa de Osos,

una medianoche encendida

en astros de signos borrosos.

Tomé posesión de la tierra,

mía en el sueño y el lino y el pan;

y, moviendo a las normas guerra,

fui Eva... y fui Adán.

Yo ceñía el campo maduro


Fernado Charry Lara

como si fuera una mujer,

y me enturbiaba un vino oscuro

de placer.

Yo gustaba la voz del viento

250
como una piñuela en sazón,

y me la comía... con lamento

de avidez en el corazón.

Y, alígero esquife al día,

y a la noche y al tumbo del mar,

bogaba mi fantasía

en un rayo de luz solar.

Iba tras la forma suprema,

tras la nube y el ruiseñor

y el cristal y el doncel y la gema

del dolor.

Iba al Oriente, al Oriente,

hacia las islas de la luz,

a donde alzara un pueblo ardiente

sublimes himnos a lo azul.

Ya, cruzando la Palestina,

veía el rostro de Benjamín,

su ojo límpido, su boca fina

y su arrebato de carmín.
Fernado Charry Lara

O de Grecia en el día de oro,

do el cañuto le daba Pan,

amaba a Sófocles en el Coro

sonoro que canta el Peán.

O con celo y ardor de paloma


251
en celo, en la Arabia de Alá

seguía el curso de Mahoma

por la hermosura de Abdalá:

Abdalá era cosa más bella

que lauro y lira y flauta y miel;

cuando le llevó una doncella

¡cien doncellas murieron por él!

... Mis manos se alzaron al ámbito

para medir la inmensidad;

pero mi corazón buscaba ex-ámbito

la luz, el amor, la verdad.

Mis pies se hincaban en el suelo

cual pezuña de Lucifer,

y algo en mí tendía el vuelo

por la niebla, hacia el rosicler...

Pero la Dama misteriosa

de los cabellos de fulgor

viene y en mí su mano posa

y me infunde un fatal amor.


Fernado Charry Lara

Y lo demás de mi vida

no es sino aquel amor fatal,

con una que otra lámpara encendida

ante el ara del ideal.

252
Y errar, errar, errar a solas,

la luz de Saturno en mi sien,

roto mástil sobre las olas

en vaivén.

Y una prez en mi alma colérica

que al torvo sino desafía:

el orgullo de ser, ¡oh América!

el Ashaverus de tu poesía...

Y en la flor fugaz del momento

querer el aroma perdido,

y en un deleite sin pensamiento

hallar la clave del olvido;

después un viento... un viento... un viento...

¡y en ese viento, mi alarido!

Fernado Charry Lara

253
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Canción del Tiempo y el Espacio

El dulce niño pone el sentimiento

entre la pompa de jabón que fía

el lirio de su mano a la extensión.

El dulce niño pone el sentimiento

y el contento en la pompa de jabón.

Yo pongo el corazón -¡pongo el lamento!

entre la pompa de ilusión del día,

en la mentira azul de la extensión.

El dulce niño pone el sentimiento

y el contento. Yo pongo el corazón...

Fernado Charry Lara

254
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Lamentación de Octubre

Yo no sabía que el azul mañana

es vago espectro del brumoso ayer;

que agitado por soplos de centurias

el corazón anhela arder, arder.

Siento su influjo, y su latencia, y cuando

quiere sus luminarias encender.

Pero la vida está llamando,

y ya no es hora de aprender.

Yo no sabía que tu sol, ternura,

da al cielo de los niños rosicler,

y que, bajo el laurel, el héroe rudo

algo de niño tiene que tener.

¡Oh, quién pudiera de niñez temblando,

a un alba de inocencia renacer!

Pero la vida está pasando,

y ya no es hora de aprender.
Fernado Charry Lara

Yo no sabía que la paz profunda

del afecto, los lirios del placer,

la magnolia de luz de la energía,

lleva en su blando seno la mujer.

255
Mi sien rendida en ese seno blando,

un hombre de verdad pudiera ser...

¡Pero la vida está acabando,

y ya no es hora de aprender!

Fernado Charry Lara

256
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Elegía de Septiembre

Cordero tranquilo, cordero que paces

tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:

hundiendo en el lodo las plantas fugaces

huí de mis campos feraces

un día...

Ruiseñor de la selva encantada

que preludias el orto abrileño:

a pesar de la fúnebre muerte, y la sombra, y la nada,

yo tuve el ensueño.

Sendero que vas del alcor campesino

a perderte en la azul lontananza:

los dioses me han hecho un regalo divino:

la ardiente esperanza.

Espiga que mecen los vientos, espiga

que conjuntas el trigo dorado:

al influjo de soplos violentos,


Fernado Charry Lara

en las noches de amor, he temblado.

Montaña que el sol transfigura.

Tabor al febril mediodía,

silente deidad en la noche estilífera y pura:

257
¡nadie supo en la tierra sombría

mi dolor, mi temblor, mi pavura!

Y vosotros, rosal florecido,

lebreles sin amo, luceros, crepúsculos,

escuchadme esta cosa tremenda: ¡He Vivido!

He vivido con alma, con sangre, con nervios, con

[músculos,

y voy al olvido...

Fernado Charry Lara

258
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)

Los Desposados de la Muerte

Michael Farrel ardía con un ardor puro como la luz.

Sus manos enseñaban a amar los lirios

y sus sienes a desear el oro de las estrellas.

En sus ojos bullían trémulas luces oceánicas.

Sus formas eran el himno de castidad de la arcilla,

suave y fragante y musical.

Bajo sus bucles rubios, undosos y profusos,

parecían temblar las alas de un ángel.

Emiliano Atehortúa era muy sencillo

y traía una infantilidad inagotable.

Su adolescencia láctea, meliflua y floreal,

fluía por las escarpas de mi madurez

como fluye por el cielo la leche del alba.

Cuando le vi en el vano ejercicio de la vida

me pareció que me envolvía el rumor de una selva


Fernado Charry Lara

y me inundó el corazón la virtud musical de las aguas.

Hay almas tan melódicas como si fueran ríos

o bosques en las orillas de los ríos.

Guillermo Valderrama era indolente y apasionado.

Como un licor de bajo precio,


259
la vida le produjo una embriaguez innoble.

Sus formas pregonaban el triunfo de una estirpe.

Había en su voz un glú-glú redentor

y su amante le llamó una vez

"el Príncipe de las hablas de agua".

Leonel Robledo era muy tímido

bajo una apariencia llena de majestad.

En el recóndito espejo de su ternura

se le reflejaba la imagen de una mujer.

Toda su fuerza era para el ensueño y la evocación.

Le vi llorar una vez por males de ausencia

y me dije: hay una tempestad en una gota de rocío,

y, sin embargo, no se conmueven los luceros...

Stello Ialadaki era armonioso, rosáceo, azulino,

como los mares de Grecia, como las islas que ellos ciñen.

Efundía del mundo algo irreal, risueño, fantástico.

Se le veía como marchando de las playas de ensueño

que rozaron las quillas de Simbad el Marino,

hacia las vagas latitudes


Fernado Charry Lara

por donde erró Sir John de Mandeville.

Cuando le conocí tuve antojo de releer la Odisea,

y por la noche soñé en el misterio de las espigas.

¡Evanaam! ¡Evanaam!

260
Juan Rafael Agudelo era fuerte. Su fuerza trascendía

como los roncos ecos del monte a los pinos.

Alma laboriosa, la soledad era su ambiente necesario.

Sus ilusiones fructificaban como una floresta

oculta por los tules del "todavía-no".

Sus palabras revelaban la fuerza de la realidad,

y sus actos tenían la sencillez de un gajo de roble.

Fernado Charry Lara

261
Gregorio Castañeda Aragón (1886 - 1960)

Rumbo Río Janeiro

Los marineros negros danzan

en la cubierta del navío.

En las bocas, ¡qué risa blanca!

Rumbo Río...

Los marineros negros cantan

una canción del plantío.

Noches del Sur... Noches lejanas...

Rumbo Río...

Canto y grito negrero bailan

en la cubierta del navío.

Sombras desnudas. Risa blanca.

Rumbo Río...

Fernado Charry Lara

262
Gregorio Castañeda Aragón (1886 - 1960)

Barrio de Pescadores

Alba lila. Arponeros zarpan rumbo levante

en sus largas barquetas. La ensenada se angosta

en la sutil penumbra. Hila el terral. Saltante

deja el agua azulencos húmedos en la costa.

A correr los cangrejos o a bañarse en rosario,

llegan los chicos. Risas. Su voz de aguda tilde

alegra como un toque de misa el vecindario

donde ya se alza el humo oloroso y humilde.

Geométrico el pelícano con su vuelo a la capa

augura un tiempo claro. Sobre este mar de mapa

parece escrito: Esmirna, Chipre, Rodas, Argel...

Se siente el fuerte aroma de las marismas muertas,

de las retamas ásperas... Asoman a las puertas

madrugadores viejos, componiendo la red.

Fernado Charry Lara

263
Gregorio Castañeda Aragón (1886 - 1960)

Canción para el Niño que Nació en el Mar

No cierren la puerta,

que abierta ha de estar.

Dejen que entre el aire,

déjenlo pasar.

Dejen que entre el agua,

déjenla llegar.

Te daré una estrella,

la estrella polar.

Y nieve de espuma

con sol y con sal.

Con sal de las olas,

con sol de la mar.

Cuando iba el velero

mar adentro allá...

entre cielo y agua

te parió mamá.

Se puso en las cuerdas


Fernado Charry Lara

el viento a cantar.

Tu padre en las redes

te meció al pescar.

Grumete, primero,

264
luego capitán,

tendrás un balandro

para ir por la mar.

Quiero que te duermas,

que hay que madrugar

a ver las gaviotas

volando volar.

A darles su almuerzo

de migas de pan.

Rosa de los vientos,

oro de fanal,

buen marinerito,

lobezno de mar,

que comes arenques

y atún sin ahumar.

Cuando grande seas,

que un día serás,

te irás -quién lo duda!-

solito a viajar,
Fernado Charry Lara

y mamá la vieja

se pondrá a cantar,

a cantar canciones

que tú ya no oirás,

con nieve de espuma,


265
con sol y con sal

con sal de las olas,

con sol de la mar...

Fernado Charry Lara

266
Gilberto Garrido (1887 - 1978)

Azul del Hijo Muerto

Corazón de Azucena,

hendido, macerado, suspirado:

de Ti fluye la vena

deste bien acordado

amor y este dolor mejor amado.

Bien hallo vivir duelos

yo que en flores he sido y fallecido,

y he rasgado los velos

del tesoro dolido

sobre mi propio ser desparecido.

La voz que más resume

es la del niño, apenas escuchada,

de la que se presume

que trae compasada

la música de Dios, maravillada.

Por esa escala vino

mi fe, dolida de su oscuro extremo.


Fernado Charry Lara

Bien eligió camino

el resplandor supremo

para darme esta luz en que me quemo.

Mi hijo se fue cuando

267
una brasa de mí le estaba ardiendo.

Él se iba apagando,

y en mí iba encendiendo

esta agonía de seguir viviendo.

Sube el dolor y es palma

de todo ser que mereció su herida.

Su estrella viene al alma

en la propia medida

en que la tiene el alma merecida.

No hay más dura amargura

que vivir una vida que se fuera

y el milagro procura

de conservar entera

el ánima que a escombros redujera.

Este soplo que pudo

con menos luz, ser foco desolado,

hizo fanal su escudo

tiene ya logrado

vivir en el dolor eternizado.


Fernado Charry Lara

Llorar es ver el fondo

en donde Dios alumbra nuestra pena.

No hay un lugar más hondo

ni hay una luz más buena

que la que lo ilumina y lo serena.


268
Por eso cuando lloro

en ti, pues vivo en ti, me elevo tanto,

que el trémulo tesoro

deja de ser quebranto

para ser claridad fundida en llanto.

Fernado Charry Lara

269
Miguel Rasch-Isla (1887 - 1953)

Tu Palidez
Tu noble palidez forma tu encanto:

es como aquella palidez extraña

del lirio matinal de la montaña

que al reflejo del sol sufre quebranto.

A veces logra esclarecerse tanto

que tu sutil respiración la empaña,

y otras adquiere, si la luz la baña,

la transparencia rútila del llanto.

Todo en mí se ilumina al contemplarte,

y, arrobado en tu faz, pienso que alguna

noche la luna te nevó al mirarte,

o que por rara y singular fortuna,

sintiéndose mujer, quiso imitarte

y osó tomar tu palidez la luna.

Fernado Charry Lara

270
Miguel Rasch-Isla (1887 - 1953)

Tu Boca

Escollo de buriles y pinceles,

es tu boca una vívida granada

que pide, tentadora y encarnada,

un beso audaz que la disuelva en mieles.

Cuando a la risa abandonarte sueles,

difunde en rededor tu carcajada

el grato olor a fruta sazonada

que hay en la intimidad de los vergeles.

Es abreviada gruta de frescura,

constreñido paréntesis de flores,

animado jardín en miniatura.

La besara con férvido embeleso

para sentir, muriéndome de amores,

la eternidad en lo fugaz de un beso.

Fernado Charry Lara

271
Leopoldo De la Rosa (1888 - 1964)

Canción del Mar

Yo fui el cantor de una canción sombría,

que un ronco océano me enseñó a cantar.

Mi corazón divina sed tenía,

y el agua acerba de mi mar bebía,

y me embriagaba del horror del mar.

Cuando la torva tempestad raía

mi vela errátil de fatal negror,

ebrio del zumo de la mar bravía,

sobre mi nave rota me dormía,

soñando el sueño de un celeste amor.

Rayo iracundo de fragor broncíneo

rasgaba el cielo como fosco tul,

y yo veía, al resplandor fulmíneo,

tras mis pesados párpados, virgíneo

ángel querúbeo de mirada azul...

Hoy ya reposo de la mar felina;


Fernado Charry Lara

cércame playa de desierto horror...

¡Dadme de nuevo aquella sed divina,

mi rota nave y mi canción marina,

mi tempestad y mi celeste amor...!

272
Leopoldo De la Rosa (1888 - 1964)

Nocturno XXV

¿Alguien llama a la puerta de mi alma...? ¿Acaso el viento

que agitó las cortinas, trajo el duende de un cuento

romántico y feliz...?

Alguien llamó a la puerta de mi alma, hace un momento.

Sobresaltóse súbito mi corazón, insomne

de sueños y de fiebres. Llamé... Nadie a mi acento

en la lluviosa noche respondió... Mi alma sola

suspiró y meditó, sólo un momento.

Y ora, al dulce recuerdo de la ignota llamada,

vibra mi corazón en intensa armonía,

ríe en mi pensamiento viva aurora encantada...

¡Oh llamada, llamada

mística y amorosa...! ¿De quién?... Tal vez la Gloria

fúlgida de la ardiente Poesía...

la fortuna ilusoria...

O el amor que persigue el alma mía,

siglo tras siglo en fatigado intento,


Fernado Charry Lara

fue el duende que en la ráfaga del viento

hechizó mi anhelante fantasía

e hirió a mi corazón, sólo un momento.

Quedó flotando mi alma en el claro río

273
de ilusión y de cándido portento,

toda azul y encantada,

toda suspiros en el pecho mío...

Sólo por la furtiva, misteriosa llamada

del alma o duende que cruzó en el viento,

y habló a mi corazón, en el sombrío

corazón de la noche, hace un momento...

Fernado Charry Lara

274
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Soy un Grávido Río...

Soy un grávido río, y a la luz meridiana

ruedo bajo los ámbitos reflejando el paisaje;

y en el hondo murmullo de mi audaz oleaje

se oye la voz solemne de la selva lejana.

Flota el sol entre el nimbo de mi espuma liviana;

y peinando en los vientos el sonoro plumaje,

en las tardes un águila triunfadora y salvaje

vuela sobre mis tumbos encendidos en grana.

Turbio de pesadumbre y anchuroso y profundo,

al pasar ante el monte que en las nubes descuella

con mi trueno espumante sus contornos inundo;

y después, remansado bajo plácidas frondas,

purifico mis aguas esperando una estrella

que vendrá de los cielos a bogar en mis ondas.

Fernado Charry Lara

275
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Cantadora Sencilla...

Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,

entre ocultos follajes, la paloma torcaz

acongoja las selvas con su blanda quejumbre,

picoteando arrayanes y pepitas de agraz.

Arrurruúu... canta viendo la primera vislumbre;

y después, por las tardes, al reflejo fugaz,

en la copa del guáimaro que domina la cumbre

ve llenarse las lomas de silencio y de paz.

Entreabiertas las alas que la luz tornasola,

se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;

y esponjado el plumaje como leve capuz,

al impulso materno de sus tiernas entrañas,

amorosa se pone a arrullar las montañas...

y se duermen los montes... y se apaga la luz.


Fernado Charry Lara

276
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Atropellados...

Atropellados, por la pampa suelta,

los raudos potros, en febril disputa,

hacen silbar sobre la sorda ruta

los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta

en polvo, alargan la cerviz enjuta,

y a su carrera retumbante y bruta,

cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,

vibra un relincho por las altas rocas;

entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento,

y alzando en grupo las cabezas locas

oyen llegar el retrasado viento.


Fernado Charry Lara

277
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Vibradora Cigarra...

Vibradora cigarra: con tu lírico empeño

los veranos cantabas en la azul lejanía,

y al temblor de tus alas resonantes, fulgía

todo el sol en mis ojos y en el valle risueño.

Y callabas al verme por el linde pampeño

divagar, cuando el rayo moribundo del día,

con las blondas palmeras que la tarde mecía

tuve amores, y el llano me enseñaba el ensueño.

Hoy que lánguidas brumas se vistió la pradera,

algo espera mi alma sin saber lo que espera:

¡que el sol brille, que vuelvas y en la luz te remontes!

Ni siquiera un celaje sobre el páramo eterno...

Como tú ya no cantas, ha venido el invierno

y las mudas neblinas encanecen los montes.


Fernado Charry Lara

278
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

En la Estrellada Noche...

En la estrellada noche de vibración tranquila

descorre ante mis ojos sus velos el arcano,

y al giro de los orbes en el cenit lejano

ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Avido de la pléyade que en el azul rutila,

sube con ala enorme mi Numen soberano,

y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,

mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:

cuando en la paz sin límites al Cosmos interpelo,

lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna

al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,

es insondable al vuelo de mi ambición eterna.

Fernado Charry Lara

279
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Sintiendo...

Sintiendo que en mi espíritu doliente

la ternura romática germina,

voy a besar la estrella vespertina

sobre el agua ilusoria de la fuente.

Mas cuando hacia el fulgor cerulescente

mi labio melancólico se inclina,

oigo como una voz ultradivina

de alguien que me celara en el ambiente.

Y al pensar que tu espíritu me asiste,

torno los ojos a la pampa triste;

¡nadie!... Sólo el crepúsculo de rosa.

Mas, ¡ay!, que entre la tímida vislumbre,

inclinada hacia mí, con pesadumbre,

suspira una palmera temblorosa.

Fernado Charry Lara

280
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Mientras las Palmas Tiemblan..

.
Mientras las palmas tiemblan, un arrebol ligero

en solitarias ciénagas disuelve su rubí;

todo se apesadumbra, y hacia lejano estero,

sonroja en el crepúsculo sus alas un neblí.

Algo desconocido del horizonte espero...

¡Vana ilusión! Nublóse la franja carmesí;

ya suspiró la tierra bajo el primer lucero,

y siento que otros seres lloran dentro de mí.

Me borrará la noche. Mañana otro celaje;

¿y quién cuando yo muera consolará el paisaje?

¿Por qué todas las tardes me duele esta emoción?

Mi alma, nube de ocaso, deja lo que perdura;

y como es mi destino sufrir con la Natura,

se apagan los crepúsculos entre mi corazón.

Fernado Charry Lara

281
José Eustasio Rivera (1888 - 1928)

Cubre el Silencio...

Cubre el silencio la bruñida arena

que el ancho cauce al horizonte explaya;

y allá en las selvas de azulina raya

sube un cantar bajo la luna llena.

Mientras la linfa su rumor serena,

al par que el astro, la canción desmaya;

y dulcemente en la brumosa playa

se inunda el aire de ignorada pena.

Junto al reflejo que la hoguera enciende,

están los bogas con atento oído;

¡nadie escuchó lo que la noche entiende!

Todos me ven con estupor, y en tanto

que no perciben ni el menor ruido,

sigue en mi absorto corazón el canto.

Fernado Charry Lara

282
Eduardo Castillo (1889-1938)

El Sueño Familiar

Je fais souvent un réve étrange


et pénétrant...
Verlaine

En la noche que llena mi retiro

a mí se llega con andar muy quedo;

un anilo nupcial fija en mi dedo

y en mí clava sus ojos de zafiro.

Su voz escucho, y su fragancia aspiro

en éxtasis de amor; apenas puedo

balbucir como un niño, y siento miedo

de que se me diluya en un suspiro.

Mi lámpara nocturna palidece

ante la luz del alba; desparece

esa visión de diáfano pergeño;

que apenas, para el alma que la nombra,

fue algo como la sombra de una sombra

o un sueño recordado en otro sueño. Fernado Charry Lara

283
Eduardo Castillo (1889-1938)

Dualidad

Por ti me inspira miedo lo futuro,

y siento en el umbral de tu cariño

ese vago temor que siente un niño

al penetrar a un aposento oscuro.

Que eres mala unas veces me figuro,

y otras hallo en tu ser el casto aliño

y la sedeña albura del armiño

que prefiere morir a verse impuro.

¿Qué me trae tu amor? ¿Es como un vaso

de vino y miel, o de veneno acaso?

¿Qué guardan para mí tus ojos bellos?

A la inquietud del alma desolada

te presentas hermética y cerrada

como un libro fatal de siete sellos.

Fernado Charry Lara

284
Eduardo Castillo (1889-1938)

Incertidumbre

No sé si eres verdad, ni sé tampoco

si tu gracia ideal, en que la nieve

la santidad de su blancura llueve

es sólo proyección de un sueño loco.

Y porque no lo sé, cuando te evoco,

visión feliz más fugitiva y breve,

me pareces tan diáfana y tan leve

que para no perderte no te toco.

Mas escucha: ya sean nuestras bodas

en lo posible o lo imposible, todas

las mieles de mi ser para ti acendro;

que por influjo de tu gracia suma

mi juventud se viste y se perfuma

de candidez floral como el almendro. Fernado Charry Lara

285
Eduardo Castillo (1889-1938)

Difusión
Ya el otoño llegó, y aún busco aquella

Novia lejana cuyo cuerpo leve

Es un campo de rosas y de nieve

En que embrujada se quedó una estrella.

Y aunque no pude ni encontrar su huella,

Y los inviernos de la vida en breve

Escarcharán mi sien, algo me mueve

A seguir caminando en busca de ella.

Mas pienso a veces que quizás no existe

Y que jamás sobre la tierra triste

Podré con ella celebrar mis bodas,

o que este loco afán en que me abraso

La busca en una sola, cuando acaso,

Se halla dispersa y difundida en todas.

Fernado Charry Lara

286
Eduardo Castillo (1889-1938)

Ella

Tú, mi novia de siempre, la lejana

Novia de blanca túnica ceñida;

La anunciadora en cuya frente erguida

Brilla el lucero azul de la mañana;

tú, prometida y a la vez hermana,

A quien buscó mi juventud florida

Y a quien, en el invierno de la vida,

Buscaré aún con la cabeza cana;

tuyos fueron los brotes abrileños

Del cándido rosal de mis ensueños,

Su primer yema y su primer retoño.

Y hoy -pasados los años-, como prenda

De constancia inmortal, te hago la ofrenda

De este ramo de rosas de mi otoño.

Fernado Charry Lara

287
Eduardo Castillo (1889-1938)

Al Oído

María, señora de mis pensamientos

Que añoras y sueñas en tierra lejana

En las tardes límpidas, tras de tu ventana,

Como las princesas tristes de los cuentos...

Si ya no te acuerdas de que me quisiste,

Si por mí no rezan tus labios, María,

Ni se anubla en llanto tu mirada triste

Aterciopelada de melancolía,

acaso estos versos ingenuos -¡quién sabe!-

Irán a buscarte llorosos de olvido

Como una tonada muy vieja y muy suave

Que ni recordamos dónde hemos oído;

Como esos perfumes volubles, ligeros,

Como esas fragancias ya casi extinguidas

Que entre las redomas de los esencieros

Evocan ternezas desaparecidas.


Fernado Charry Lara

288
Eduardo Castillo (1889-1938)

Desfile Blanco

Laura, Beatriz, Leonora, Desdémona, Julieta,

Desfile suspirante de sombras adoradas

De ojos beatos y céreas manos inmaculadas,

Fantasmas de mis sueños de niño y de poeta;

en pasos espectrales y en actitud discreta

Pasáis por mis jardines internos, delicadas

Y aéreas con el suave prestigio de las hadas,

Bajo una luz difusa de oro y violeta.

Entre vuestras siluetas de encanto diluido

Divaga, con las manos colmadas de azucenas,

La mística silueta de la que no ha venido...

Su cuerpo de celeste madona leo nardina

Se pliega al excesivo peso de las melenas,

Frágil como una lámpara que apenas ilumina. Fernado Charry Lara

289
Eduardo Castillo (1889-1938)

El Ídolo

Que' importe le flacon pourvu qu' on aie l'Ivresse?

Maga de las redomas letales, que recatas

-como dentro de un círculo mágico- mis postreras

Fatigas y mis sueños volubles en las gratas

Penumbras de un nirvánico jardín de adormideras;

con tus azules uñas de harpía me laceras

El corazón desnudo... ¿Qué importa, si dilatas

El horizonte rosa y oro de mis quimeras

Y si me das tus besos al tiempo que me matas?

Al par ramera y virgen, tú posees la llave

Del negro paraíso donde brindas el suave

nepenthes de tus labios a los mismos que inmolas;

y en cuyo umbral vedado vigilas, grave el ceño,

Los párpados violetas cargados de beleño

y con las manos cándidas colmadas de amapolas.


Fernado Charry Lara

290
Eduardo Castillo (1889-1938)

Arieta

Bajo esta noche azul, todas las cosas

que ven mis ojos: la dormida fuente,

los árboles amigos, y las rosas

y el hechizo lunar, todas las cosas

que ven mis ojos, me hablan de la ausente.

¿En dónde están su gracia taciturna

y sus manos traslúcidas? ¿En dónde

su cabellera fértil y nocturna

y su voz musical?

Nadie responde

con mimo fraternal a mis acentos,

y hay en mi corazón aletargado

la tristeza de aquellos aposentos

en que se nos ha muerto un ser amado. Fernado Charry Lara

291
Eduardo Castillo (1889-1938)

Sensación Crepuscular

El alma de la tarde se anuncia en la furtiva

esquila del rebaño que torna; la laguna

-tal un gran ojo herido por una luz muy viva-

espera el milagroso vendaje de la luna

piadosa. Bajo el Angelus el valle se apacigua;

la hora, que vestida de seda azul se aleja,

le da al paisaje, donde la lumbre se amortigua,

una dulzura ingenua, como una estampa antigua.

Deja que nos penetre toda esa calma, deja

que el alma se disperse como un olor de rosas

en este ambiente tibio de seda extenüada...

Es dulce cuando se ajan las tardes silenciosas

pensar las mismas cosas y no decirse nada.

Fernado Charry Lara

292
Eduardo Castillo (1889-1938)

Bajo el Angelus

Para que a mí llegase tu pie menudo y fino,

tu pie de cenicienta, bajo un tapiz floral,

con pétalos de nardos alcatifé el camino

y ungüentos olorosos regué sobre el umbral.

Puse en la mesa, luego, buen pan dorado y vino,

vertí óleo en la casera lámpara de cristal;

del viejo arcón de cedro saqué mi mejor lino,

y perfumé la alcoba y el tálamo nupcial.

Y el día va pasando con lentitud que agobia

sin que tu numeroso sutil velo de novia

palpite ante mis ojos; ya no se oye ningún

rumor por el camino que pasa ante mi puerta...

La lámpara está ardiendo, y a la mansión desierta

llega el eco del Angelus... y no has venido aún.

Fernado Charry Lara

293
Eduardo Castillo (1889-1938)

Interrogante

Hamlet, mi príncipe enlutado

que en tu Elsinor viste una vez

la airada sombra de tu padre

sobre una almena aparecer;

que viste sobre el lago pérfido

flotar en fúnebre vaivén

el cuerpo inánime de Ofelia,

y que exploraste lo que fue,

el grave enigma de la tumba,

el cómo, el cuándo y el porqué

en la amarilla calavera

de Yorick, el bufón del rey;

dime qué existe para el hombre

después del último después...

Y oigo tu voz que me responde:

-Morir, dormir..., soñar tal vez.


Fernado Charry Lara

Yo estoy aún entre las rosas

más fragantes, pero a mis pies

se alarga ya, como un presagio,

la fosca sombra de un ciprés...

Oigo a lo lejos las campanas


294
tristes del Ángelus tañer,

y me invade, trágicamente

el frío del anochecer...

Por eso, mi príncipe rubio,

te interrogo con avidez:

dime qué existe para el hombre

después del último después...

y oigo tu voz que me responde:

-Morir, dormir..., soñar tal vez.

Fernado Charry Lara

295

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