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LA TERAPIA INDIVIDUAL SISTÉMICA CON

LA IMPLICACIÓN DE LOS FAMILIARES SIGNIFICATIVOS

Un protocolo integrado para pacientes solicitantes y competentes

Alfredo Canevaro, Matteo Selvini, Francesca Lifranchi y Laura Peveri

Resumen

En este artículo los autores presentan un modelo de psicoterapia individual donde en la primera
fase del tratamiento la negociación con el paciente sobre qué familiares invitar a la sesión
ayuda muchísimo a la focalización del aquí y ahora de la relación con los familiares y con el
terapeuta. Con posterioridad, el trabajo en las sesiones con los familiares puede permitir en
poco tiempo importantes movimientos de acercamiento emotivo y aceptación recíproca que
hacen de catalizadores para el crecimiento del paciente y su búsqueda de un proyecto
existencial autónomo.

Palabras clave: Familia de origen como recurso terapéutico. Encuentro emocional. Perdón y
reconciliación.

Summary

In this article the author presents an individual psychotherapy model where, in the first phase of
treatment, the negotiation with the patient about which family member must be invited to the
psychotherapy session is very helpful in focalizing on the here-et-now of the relationship with
the family members and with the therapist. Subsequently, the work in the family session may
rapidly allow important movements of emotional approach and reciprocal acceptance that
improve the emotional growth and the search of an existencial and autonomous project.

Key Word: Family of origin as therapeutic resource. Emotional encounter. Forgiveness and
reconciliation.

Premisa

El objetivo de este artículo es argumentar e ilustrar la importancia de la


implicación de la familia de origen en la psicoterapia individual de un paciente
competente y solicitante, históricamente clasificado en el área neurótica o del
malestar existencial: muy a menudo se tratará de jóvenes adultos, pero el
modelo es particularmente adecuado, también, para personas de edad más
avanzada.

En el ámbito de la terapia familiar italiana, después de la fase de purismo de los


años setenta, ya entrados los ochenta se ha comenzado a hablar de
redescubrimiento del individuo (los números especiales de la revista Terapia
Familiar de 1985 y 1989) y de terapia individual sistémica. [Véanse Loriedo,
Angiolari y De Francisci (1989) y Boscolo y Bertrando (1996)]. Últimamente, el
debate en la revista Terapia Familiar ha sido retomado por Viaro (2004 y 2005)
y otros autores: lo que impresiona en estas propuestas, ya con veinte años de
antigüedad, es que ningún autor sistémico hable nunca de la convocatoria
habitual y sistémica de los familiares significativos (denominados por nosotros
ampliaciones). Esta práctica, si bien ya experimentada y teorizada, menos
sistemáticamente, por un padre fundador como Framo (1992) fue reanimada
por los responsables y docentes de la Escuela de Psicoterapia de la Familia
Mara Selvini Palazzoli a principios de los años 2000, por la influencia de la
Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

colaboración con Alfredo Canevaro (Sorrentino, 2004), convertido en terapeuta


individual de muchos alumnos de la escuela.

Por otra parte, las propuestas de ampliación durante las psicoterapias


individuales se están haciendo frecuentes para distintas escuelas de
psicoterapia; véase, por ejemplo, De Bernart (2005, p. 111), Loriedo (2005, p.
106) o Yalom (1989).

Una investigación preliminar

Para poder razonar también sobre datos cuantitativos, hemos solicitado la


colaboración de los propios pacientes. La investigación se realizó sobre una
muestra de 82 personas, que efectuaron una terapia individual con A. Canevaro
en el período 2001-2006. Estudiar las terapias de un solo terapeuta permitía
estudiar una población homogénea; la participación del segundo autor como
juez (sin que hubiera estado implicado en las terapias) garantizaba una mayor
objetividad en la evaluación.

Al final de la terapia se les envió un cuestionario compuesto por una pregunta


abierta sobre la valoración global de la terapia y por algunas preguntas también
abiertas que apuntaban, principalmente, a indagar las eventuales dificultades
del paciente para aceptar las ampliaciones, la valoración que hacía de estas
últimas y si la terapia había tenido repercusiones sobre su profesión.
De estos 82 sujetos, 66, o sea nada menos que el 80,5% de la muestra,
respondió al cuestionario.

Descripción de la muestra

La edad media de la muestra es de unos 32 años, aunque en la mayoría de los


casos el malestar comenzó antes de dicha edad. Se trata, por tanto, de
pacientes adultos, pertenecientes a familias constituidas normalmente (80,3%),
de estatus medio (90,9%), que, en el 51,5% de los casos, desarrollan una
profesión de ayuda (psicólogos y psicoterapeutas) y que han solicitado una
consulta por problemáticas relacionales de tipo neurótico (80,3%); son menos
los casos borderline (15,2%) y están presentes sólo 3 casos con síntomas
psicóticos (4,5%). El 68,2% de la muestra tiene un buen funcionamiento socio-
afectivo y el 31,8% ya había intentado una terapia anterior.

Descripción de la terapia

La duración de las terapias fue breve, en el 51% de los casos, con un número
de sesiones que oscilaba, en el 61% de los casos, entre las 11 y las 30 (mínimo
3 sesiones, máximo 93).
En la mayoría de los casos (60,6%), los pacientes no hacían uso de
psicofármacos, y entre paciente y terapeuta (según la valoración del terapeuta)
se creó una relación de colaboración (sólo en 8 casos la relación se caracterizó
por oscilaciones y ambivalencias). En general, la primera sesión con la
ampliación se produjo en el cuarto (22,7%) o quinto encuentro (18,2%),
precisamente porque, como diremos más adelante, es importante evaluar las
capacidades de cambio del paciente y crear una buena alianza terapéutica con

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

él. El número de sesiones ampliadas, en la mayoría de los casos, ha sido de


cuatro (o menos) y sólo en un caso particular la ampliación se ha producido en
catorce sesiones.

En 23 casos, la ampliación ha implicado a los padres y a la pareja; otras


ampliaciones han implicado sólo a los padres (13 casos), y a los padres y los
hermanos (10 casos), o a los padres, los hermanos y la pareja (7 casos); los 13
casos restantes, en cambio, han extendido la participación en la sesión también
a otras personas significativas para el paciente, como por ejemplo la abuela.

Valoración general de la terapia y de las ampliaciones por parte del


paciente

La valoración general dada por los sujetos a la utilidad de la terapia ha sido, en


su mayoría (89,4%), positiva o muy positiva, y sólo 7 se han declarado
descontentos. Es interesante notar que quienes dan una valoración más
negativa de la terapia son los pacientes que han hecho una terapia larga (6 de
31 han juzgado la terapia negativa) respecto de aquellos que han hecho una
terapia breve (1 de 33 ha evaluado la terapia de manera negativa).

La mayoría de los participantes declara no haber tenido problemas para


aceptar la ampliación, aunque hay 25 pacientes que han manifestado
dificultades en implicar a los propios familiares. Es interesante notar que han
sido los pacientes que desarrollan una profesión de ayuda (psicólogos y
psicoterapeutas) los que han manifestado mayores dificultades para aceptar las
ampliaciones (16 de 33 han afirmado que han tenido dificultades para aceptar
la ampliación), respecto de los pacientes que desarrollan otras profesiones (7
de 31).

En el 83,3% de los casos han dado una valoración positiva a la ampliación


considerándola una experiencia emocionalmente fuerte (45%) que les ha
permitido tanto experimentar un sentimiento de cercanía y de pertenencia en
relación a los familiares a los que hasta aquel momento sentían distantes,
como probar un sentimiento personal positivo; o sea, mayor confianza en sí
mismos, mayor bienestar, etc.

El 45,5% de la parte de la muestra que desarrolla una profesión de ayuda


(psicólogos y psicoterapeutas) ha declarado, además, que ha tenido
repercusiones positivas sobre la propia profesión. En efecto, se ha sentido más
determinado al solicitar a sus propios pacientes que procedieran a
ampliaciones, y más capaces de comprender las ventajas y las dificultades de
esta experiencia.

Los diez sujetos que han valorado negativamente la ampliación han declarado,
en cambio, que la han encontrado inútil (5 casos) o que la han vivido como una
imposición querida por el terapeuta (2 casos). Es importante destacar que sólo
en 3 casos la valoración negativa se ha debido a una reacción negativa por
parte de los familiares.

Más adelante analizaremos detalladamente estos datos: aquí hemos querido

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

anticipar sintéticamente algunos, para dar una medida del fuerte sentimiento de
factibilidad y de éxito que estamos experimentando con este modelo
terapéutico.

La filosofía de fondo de nuestro modelo terapéutico

Justamente en todos los modelos de la psicoterapia individual, el terapeuta


intenta valorizar las capacidades del paciente para creer en sí mismo y para
buscar la propia identidad de manera libre y espontánea. Nuestro modelo es,
en parte, distinto porque trata de hacer que sean también los padres (o los
demás familiares) quienes den un fundamental mensaje de aceptación y
confirmación: Te acepto por ser como eres. Este proceso no puede ocurrir en el
plano cognitivo, sino sólo a través de un intenso encuentro emocional. De ello
es un ejemplo paradigmático la experiencia de la mochila (véase más
adelante).

Muy a menudo las parejas hijo-padre individual quedan capturadas en un juego


sin fin en donde cada uno vive para hacer cambiar al otro, tratando
precisamente de darle ejemplo de cómo debería vivir: un caso típico es el de la
espiral o estancamiento complementario entre una madre beata, y con un
excesivo sentido del deber, y una hija trasgresora y hedonista. La experiencia
de un fuerte encuentro emocional, de una verdadera aceptación recíproca,
hace a ambas más libres para entender cómo quieren ser y vivir de verdad,
abandonando la compulsión hacia la beatería o la trasgresión.
La filosofía de fondo de este modelo de terapia individual radica en cambiar la
relación valorizando un sentimiento de pertenencia a la familia: un cambio que
se produce dentro de la familia, a través del acercamiento emocional y no a
través del distanciamiento físico y psicológico. El ulterior crecimiento y
diferenciación del paciente se producirá espontáneamente gracias a la
necesidad que cada ser humano tiene de explorar el mundo y trazar el propio
proyecto existencial. El esfuerzo del terapeuta será ayudarlos a eliminar los
obstáculos que enviscan la relación e impiden que ésta sea de persona a
persona (y no de rol a rol).

La centralidad del paciente como protagonista del cambio

El primer objetivo de las primeras sesiones con el paciente solo es verificar los
recursos del paciente, para estar razonablemente seguros de que puede ser
protagonista de un cambio de sí mismo. ¿Por qué pensamos que, con la
tipología de pacientes de los que aquí nos ocupamos, no está indicado o es
eficaz convocar de inmediato a familiares significativos? No por los viejos mitos
del tipo de que en la fase de desvinculación de la familia de origen debemos
ayudarlo a distanciarse física o emocionalmente de ellos, o porque no acepta la
presencia de los familiares (Boscolo-Bertrando, 1996). La motivación
fundamental es que la búsqueda de una psicoterapia para sí mismos es
habitualmente (en los casos más favorables de la llamada auténtica
motivación) el resultado de un largo recorrido de sufrimiento, y de reflexión
sobre ese sufrimiento. Habrá habido intentos de salir de él a través de cambios
de vida, uso de fármacos, separaciones, viajes, nuevas pasiones, cambios de
trabajo, y así sucesivamente. En un momento dado, la persona siente que no lo

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

consigue sola: necesita ayuda e intuye su propia e importante responsabilidad


en la contribución a la permanencia del malestar. Al mismo tiempo, es capaz de
reaccionar ante el pesimismo y el derrotismo: ha nacido en él una esperanza.
Son tres pasos fundamentales: llegar a pedir ayuda, aceptar que se es
responsable de la propia vida y hacer crecer dentro de sí una esperanza, que a
menudo han exigido un larguísimo recorrido para vencer la negación del
problema, la omnipotencia de querer conseguirlo solo, el victimismo de atribuir
a otro yo la responsabilidad del malestar, para salir del sentido de impotencia
(los cuatro estadios que preceden al acceso a una psicoterapia, Selvini, 2007).
En todos los casos en que una solicitud de psicoterapia individual es fruto de
este recorrido fundamental (que a veces es, en sí mismo, un importante factor
de mejora, antes incluso de que haya comenzado la terapia), sería de verdad
equivocado humillar semejantes progresos con una inmediata convocatoria
ampliada que implícitamente comunica una desvalorización de ese recorrido,
corriendo el riesgo de dar poderosos, implícitos y equivocados mensajes del
tipo de no basta con la ayuda del terapeuta, si tus familiares no cambian nunca
saldrás de tus apuros. El paciente puede haber dado un paso importante contra
su omnipotencia y su derrotismo (un movimiento integrador respecto de esta
clásica polarización) y la convocatoria ampliada inmediata corre el riesgo de
empujarlo de nuevo hacia una dramática polarización patógena: sea hacia el
victimismo (todo es culpa de ellos), sea hacia la impotencia (no cambiarán
nunca, nunca lo conseguiré).

Las primeras cuatro o cinco sesiones con un paciente solicitante sirven,


precisamente, para verificar y consolidar el recorrido que ha llevado al paciente
a la terapia individual: ¿es capaz de verdad de aceptar, pensar y elaborar sus
responsabilidades (Yalom, 1989) en el malestar? ¿Su esperanza de cambio
puede ser sostenida y valorizada? ¿El paciente puede disfrutar del hecho de
compartir, se siente mejor al no estar ya solo en la búsqueda de respuestas y
soluciones? Si las respuestas a estas preguntas son positivas, he aquí que es
posible una buena alianza terapéutica y esto nos dará una buena prognosis de
fondo para el éxito de la terapia individual.

Sin embargo, las ya larguísimas e históricas experiencias de psicoterapias


individuales sistémicas, psicoanalíticas, cognitivas, etc., basadas en estos
excelentes puntos de partida, nos demuestran que el riesgo de fracaso sigue
siendo, de todos modos, elevado, y los tiempos de las terapias, por desgracia,
demasiado largos para las posibilidades reales de muchos pacientes.

Brevedad y eficacia son dimensiones fuertemente conectadas entre sí: un


proyecto demasiado largo es, a menudo, impracticable; por tanto, se pierde la
eficacia potencial.

Históricamente, el psicoanálisis ha apuntado todos los factores terapéuticos a


la relación entre analista y paciente, sosteniendo que el analista no debería
tener ningún contacto con los familiares del paciente, porque esto habría
contaminado o distorsionado la relación transferencial. Esta técnica se ha
demostrado habitualmente impracticable con los pacientes más graves, y ha
obligado a alargar enormemente el tiempo de la terapia y el número de las
sesiones semanales. Nuestra experiencia demuestra que, por contra, la

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

implicación de los familiares de un paciente solicitante, si se hace de la manera


y en el momento justo, puede abreviar la longitud de la terapia y mejorar su
eficacia.

Las razones fundamentales de las ampliaciones

A través de las ampliaciones, la eficacia de las terapias mejora por dos motivos
fundamentales. En la terapia individual sin ampliaciones, el terapeuta puede
necesitar tiempos muy largos para que el paciente viva en la relación con él los
distintos aspectos de su personalidad; simultáneamente, el terapeuta no puede
dejar de creer en la descripción de los familiares que el paciente le aporta
(Kohut, 1979). El terapeuta será así inevitablemente contagiado por las
distorsiones de la realidad del paciente (Selvini, 1993) y necesitará, también
aquí, un intenso trabajo sobre el propio contratransfert para poder hacer
entender al paciente sus responsabilidades al inducir a los otros actitudes
negativas en relación a él.

La convocatoria de los familiares significativos, hecha sobre la base de una


buena alianza terapéutica, combate con gran eficacia este factor de ampliación
o distorsión de las psicoterapias individuales basadas en una especie de
autismo de dos. La paciente que en las sesiones individuales sólo muestra sus
rasgos de depresión, fragilidad, incapacidad y dependencia de los familiares,
vista con ellos saca fuera un rostro muy distinto de su personalidad, acaso
agrediéndolos por motivos fútiles, volviéndose prepotente y tratando de
dominarlos con absurdas pretensiones.

Semejante sesión abre al terapeuta individual un nuevo y fundamental ámbito


de trabajo.

La otra potencialidad esencial de la ampliación descansa en confrontar la


descripción de los familiares dada por el paciente con la observación directa del
terapeuta (y, eventualmente, de su equipo). Por ejemplo, a aquel padre que nos
había sido descrito como un psicótico crónico, agresivo y maltratador, lo vemos
como un anciano enfermo, confuso, impotente y deprimido. ¿Qué puede
explicar, entonces, que nuestra paciente tenga aún dentro de sí semejante
rabia explosiva en su contra? Este sentimiento suyo no encuentra ningún
fundamento en el comportamiento presente de aquel pobrecillo atiborrado de
fármacos. ¿Qué impide que su rabia se aplaque? ¿Qué paraliza un fisiológico
movimiento empático hacia un padre tan maltrecho? Semejante confrontación
abre nuevos territorios a la terapia individual, territorios que habrían sido
inaccesibles si, durante años, hubiéramos continuado pensando con ella y
como ella, en la actual necesidad de defenderse de un loco peligroso, sin
suponer que la rabia esconde el anhelo de un encuentro emocional positivo.
Pero ¿por qué la clásica técnica psicoanalítica, es decir, la fobia a las sesiones
conjuntas, habrá tenido tanto éxito y sigue teniéndolo?

Porque las convocatorias ampliadas exigen una orientada direccionalidad de la


conducción para la que la mayor parte de los psicoterapeutas individuales no
están en absoluto adiestrados. La sesión ampliada no puede basarse en la
escucha, al menos en la gran mayoría de los casos. Por definición el terapeuta

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

familiar sabe que no puede permitir que la familia interactúe en la sesión tal
como funciona actual y habitualmente. Este problema se plantea menos y de
manera distinta en el setting individual. Los settings individuales, en sus
distintos modelos, están precisamente estructurados para ser en sí mismos una
experiencia emocional y cognitiva nueva.

Pero en el setting ampliado las cosas cambian; no pueden funcionar las


mismas técnicas: debemos tutelar a nuestro paciente del riesgo de ser
agredido, descalificado y humillado, ignorado, pero, a la vez, debemos tutelar
también a los familiares a los que hemos invitado respecto de los mismos
riesgos. Por definición, la sesión no puede ser una desagradable e inútil
experiencia, la repetición de viejas y dolorosas dinámicas. Debe ser una
experiencia nueva, y esto obliga al terapeuta a una conducción directiva que le
permita controlar y programar la experiencia de aquella sesión.

En la terapia familiar la posición del terapeuta debe ser la de la parcialidad


multilateral (Boszormeny-Nagy), es decir, debe ser aliado de todos y cómplice
de ninguno, en cambio, con este modelo, la centralidad del paciente y la
alianza con él debe ser sólida y fuera de discusión. Los familiares vienen a
ayudarlo y, si en el futuro uno de ellos solicitara una nueva sesión para sí
mismo, el terapeuta sólo podrá concederla con la presencia de su paciente
como co-terapeuta, es decir, deberá ayudarlo a ayudar a su allegado sufriente,
dando afecto y comprensión, de hijo adulto a padre o madre, y no ya como
paciente. De este modo, se impide una eventual manipulación del familiar, que
podría solicitar una sesión solo para hablar de cosas oscuras o desconocidas
de nuestro paciente. En el caso de que fuera necesaria una psicoterapia para
un familiar, el terapeuta deberá dirigirlo a otro colega y nunca hacerla
personalmente, porque esto podría ser vivido por el paciente como una traición.

Combatir el riesgo de una separación forzada y destructiva de la familia


de origen

Un mito, muy difundido entre terapeutas individuales de cualquier orientación,


sostiene la necesidad de alejarse física y emocionalmente de una familia
disfuncional para poder diferenciarse. Es el llamado "corte emocional" o cut-off
descrito por Bowen (1978) en sus históricos escritos. Muchos terapeutas
individuales, incapaces de controlar la complejidad del recorrido terapéutico,
subestimando gravemente la importancia del sentimiento de positiva
pertenencia a la propia familia, hiper-identificándose acríticamente con la parte
anti-familia de su paciente, ponen en práctica una estrategia terapéutica que
quisiera encaminarse a sostener sus capacidades asertivas, pero que, en
realidad, acaba en una adocenada instigación contra familiares y pareja. Sobre
todo con pacientes de área border, caracterizados por la discontinuidad o
desorganización entre aspectos idealizadores y demonizadores hacia los
familiares, semejante estrategia es iatrogénica, porque no favorece en absoluto
procesos integradores reequilibrados; al contrario, desequilibra y polariza hacia
la negatividad demonizadora. ¡En estos casos, ver directamente a los familiares
es la mejor de las supervisiones! (Selvini, 2004, p. 236). Los terapeutas que
escuchan las quejas de sus pacientes sin tomar en consideración su
ambivalencia son como aquellos (amigos o parientes) que escuchan a los

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

miembros de una pareja en crisis por separado, sin verlos interactuar. Todos al
final dirán: "¡Si tu pareja es tan poco fiable, desatenta, te maltrata y no te
quiere, sepárate! ¡Será lo mejor para ti!". Viéndolos interactuar entenderán que
lo que cuenta es la relación, circularmente, en la explicación de sus
sufrimientos (y placeres) y que nunca una lectura individual podrá explicar la
complejidad de su vínculo.

El ser humano adulto se debate permanentemente en un eje que oscila entre


dos grandes necesidades, la necesidad de pertenencia a un sistema familiar
que nos ha dado la vida y el nombre, con el que hemos acumulado miles y
miles de interacciones, y la necesidad de diferenciación, impulso espontáneo
que nos lleva a explorar el mundo y a diseñar un proyecto existencial autónomo
para integrarnos creativamente en la cultura circundante y, eventualmente,
reciclarnos con nuestra descendencia en un mecanismo transgeneracional de
supervivencia de los valores positivos heredados.

Llevar dentro de sí el odio hacia un padre con el que no hemos podido aclarar
nuestra relación, hará que odiemos para siempre una parte de nosotros
mismos o, peor aún, veremos enemigos por doquier, o en nuestras parejas o
hijos, en un ilusorio intento de aliviar este sufrimiento: ¡nos liga más el rencor
que el amor!

Mientras los padres viven, y no importa a qué edad, un encuentro terapéutico


que pueda abordar los nudos no resueltos y pueda eventualmente desatarlos,
puede cambiar una vida. Hemos visto situaciones arrastradas durante años sin
resolución, que mediante una adecuada aclaración y, cuando es posible,
escuchando la solicitud sincera de perdón de un padre anciano, que reconoce
sus errores, pueden cambiar completamente las vivencias de un paciente.

El problema de las indicaciones para este tipo de intervención

Los tres criterios de los que hemos hablado: responsabilidad, solicitud y


esperanza están, por tanto, en la base de la valoración de las indicaciones de
este tipo de tratamiento que suele ser breve: de las veinte a las cuarenta
sesiones en el arco de unos dos años. Como subraya Sorrentino (2004), la
indicación de fondo concierne, por tanto, a pacientes capaces de contarse
(buena competencia autobiográfica), adultos con una autonomía existencial y
adolescentes solicitantes con padres enviantes y consintientes. En los demás
casos (niños, adolescentes reacios o ambivalentes, adultos con patologías
importantes), la indicación sigue siendo la de la terapia familiar.

En un trabajo anterior, Canevaro (2005) nos ha proporcionado un identikit de


los pacientes con los que ha experimentado con éxito este modelo de
intervención.

1. Adultos autónomos, de costumbre entre 30 y 40 años, sin graves patologías


psíquicas y en condiciones de cuidar de sí mismos, pero que se quejan de
reiterados fracasos sentimentales, vistos como incapacidad personal para
sacar adelante un compromiso afectivo importante.
2. Jóvenes adultos en fase de desvinculación, sin sintomatología llamativa,

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

pero con una actitud fóbica hacia la implicación de la familia porque piensan
que pueden conseguirlo solos.
3. Jóvenes adultos con un normal funcionamiento autónomo, que trabajan y
viven solos con síntomas como bulimia, ataques de pánico, anorexia,
depresiones o sintomatología obsesiva, que no quieren implicar a su familia
de origen por miedo a quedar enviscados por ella.
4. Situaciones en que la existencia de secretos considerados imposibles de
aclarar (abuso sexual o físico en que están implicados familiares, infidelidad
matrimonial, opciones sexuales alternativas…) son un obstáculo a la
implicación de la familia y exigen, cuando es posible, una larga preparación
del paciente para mantener eventualmente un diálogo con los componentes
del sistema afectivo relacional para él/ella significativo y llegar a una mejor
elaboración.

Una buena toma a cargo individual puede ser útil y fundamental también con
pacientes mucho más graves, por ejemplo, carentes de recursos familiares y
víctimas de comportamientos delictivos (abusos sexuales, maltratos) o con
graves trastornos de la personalidad y síntomas psicóticos. Sin embargo, en
estos casos la filosofía terapéutica será totalmente distinta, porque la
psicoterapia centrada en el paciente no será, como en el modelo aquí
presentado, la única intervención, cuando, en cambio, parte de una red
integrada multidisciplinar de intervenciones sobre la persona, la familia y el
ambiente vital.

Conducción de las primeras sesiones

En las primeras sesiones, el terapeuta construye la alianza terapéutica con una


serie de técnicas sobre las cuales no podemos detenernos aquí: descripción
del problema, historia de la vida personal del paciente, primeras explicaciones
sobre el funcionamiento personal y defensivo, acuerdo de una consulta que
implicará a familiares significativos, recogida gradual de la historia
trigeneracional de la familia (genograma), formulación de una hipótesis sobre el
significado relacional del síntoma, eventuales prescripciones psicopedagógicas
de contención del síntoma y de experimentación de modalidades
comportamentales alternativas, hasta la negociación de la convocatoria de los
familiares.

La reflexión con el paciente sobre a quién convocamos

Debemos discutir con el paciente los objetivos globales de la ampliación que


hemos reseñado en las páginas precedentes.

1. Tener más elementos para entender quién es y cómo funciona en sus


relaciones más importantes.
2. Tener más datos para entender quiénes son sus familiares y cómo funcionan
en la relación con él.
3. Tratar de entender dónde está la distorsión de algún aspecto de la
percepción de sí mismo.
4. Tratar de entender dónde está la distorsión de su percepción de algún
aspecto de sus familiares.

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

A todo esto se pueden añadir algunos objetivos más específicos, que


habitualmente tienen que ver con un problema de distancia emocional y falta de
sentido de pertenencia: la sesión conjunta es particularmente útil para aquellas
personas importantes a las que sentimos alejadas, respecto de las cuales hay
poquísima comunicación. A menudo pueden ser unos hermanos o incluso uno
de los dos padres, de costumbre el padre.

Otro problema específico puede ser que los familiares no conozcan aspectos
importantes de la vida del paciente: por ejemplo, no conocen la gravedad de
sus síntomas y de su sufrimiento. En este caso, puede ser útil una sesión
ampliada que implique a todos en el compartimiento de la nueva y dolorosa
información.

Forma parte de la evaluación del rol activo del paciente negociar con él a
quiénes y cuándo convocar: por ejemplo, al padre solo si la madre
históricamente siempre ha hecho que al hijo le resultara difícil acercarse a él y
si el padre mismo, a menudo, se ha sustraído. En el caso en que el paciente
esté paralizado por la duda, es fundamental que el terapeuta sea capaz de
asumir el riesgo de la decisión.

Un hijo puede haber sido colocado demasiado rígidamente en un rol protector


hacia uno o ambos padres: así ha debido apañárselas solo y no ha tenido
fuerzas ni siquiera para protestar por esos comportamientos suyos que lo han
hecho sufrir. Por ejemplo, una sesión ampliada podría ser usada para que una
mujer adulta pueda finalmente comunicarle a su padre su sufrimiento por el
drástico e irrespetuoso rechazo de su primer novio. Un comportamiento que
hace daño aún hoy, porque sigue siendo verdad que el padre continúa dando
por descontado que su hija se comportará según los esquemas que él le ha
atribuido. En muchos casos, el tema de la excesiva distancia emocional entre el
paciente y sus familiares significativos se conecta con una inversión de los
roles, activa o pasiva. El paciente nunca ha compartido sus sentimientos más
turbadores para no agobiar o preocupar a sus familiares. En estos casos, la
convocatoria en sí misma es muy difícil de aceptar por el paciente porque viene
a romper las antiguas reglas: el hijo por primera vez pide para sí mismo en vez
de dar ayuda, por primera vez plantea cuestiones escabrosas o ingratas. La
sesión debe estar entonces bien preparada, para evitar que también en ese
momento el paciente enmudezca y el encuentro se reduzca a una ceremonia
inútil y formal. En realidad, este riesgo no es muy frecuente porque el hecho
mismo de la convocatoria para una terapia está acompañado por un eficaz e
innovador mensaje emocional.

Sin duda, la convocatoria ampliada en formatos distintos parece indicada para


esos tipos de personalidad donde las distintas formas de inversión de los roles
y el distanciamiento están particularmente presentes y arraigadas:
simbiótico/dependientes (inversión pasiva de los roles), evitadores (falta de
sentido de pertenencia), parentificación (inversión activa de los roles) y
obsesivos (protección de los padres a través de la obediencia y el éxito).

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

La discusión de las resistencias de los pacientes hacia las ampliaciones

La convocatoria está siempre llena de dudas y de ansiedades. "¿Se hundirán


mis familiares si expongo verdaderamente lo que pienso?" "A papá, que ha
tenido un infarto, ¿le dará un ataque en la sesión?" Se podría responder: "Si ha
tenido un infarto es porque nunca ha podido liberar su corazón de las
angustias. Déjenlo hablar con libertad. En 30 años que hago estos encuentros
(Canevaro) nunca ha ocurrido (por ahora) algo semejante. De costumbre los
pacientes me dicen: ‘Mi padre está muy desenvuelto y comunicativo. ¡El
encuentro le ha hecho bien!’". "¿Y si después del encuentro la familia se
fragmenta?" "¿Cómo harán con todas las ansiedades y angustias que se
despertarán?" Respuesta: "Los sistemas familiares son organizaciones muy
fuertes que se recomponen fácilmente después de una sacudida. Nosotros, los
individuos, pacientes o terapeutas, somos mucho más frágiles, pero de esta
debilidad puede nacer la fuerza de sacudir para estimular y favorecer un
cambio".

En el párrafo anterior ya hemos tocado algunos de los temas más frecuentes:


dar un vuelco a una historia de inversión de los roles con una explícita solicitud
de ayuda, dar voz a sentimientos desde siempre reprimidos, combatir la
distancia y el formalismo con un verdadero compartimiento, intimidad y
cercanía.

Estos objetivos pueden luego ser específicamente apuntados hacia distintas


personas. Por ejemplo, un hermano o hermana hiper-responsabilizado/a es a
menudo seguido por otro polarizado en la dirección opuesta, hacia una posición
existencial más egocéntrica, hedonista y transgresiva. La sesión ampliada
puede, entonces, ser orientada a la reflexión sobre las ventajas y las
desventajas de dicha polarización, para poder contrastarla, acaso a través de
una más equitativa subdivisión del apoyo a los padres que están envejeciendo.
Como hemos visto, en otros casos un hijo puede haber sido "propiedad
privada" de la madre, por lo cual volver a poner en juego al padre es entonces
el objetivo de la ampliación.

La ampliación sólo se hará cuando el paciente esté al menos parcialmente


convencido de su utilidad. Algunos pacientes pueden encontrar la ampliación
imposible e inaceptable. Puede ser el caso de pacientes con importantes
rasgos esquizoides o paranoides, los cuales, ya en extremas dificultades
respecto de las posibilidades de estabilizar una confianza básica en el
terapeuta, vivirán la ampliación como destinada a volverse en su contra: están
aterrorizados de que el terapeuta se pase del lado de sus familiares.

La ampliación deberá ser muy meditada y preparada también con pacientes


con importantes discontinuidades de la personalidad (área borderline) donde es
mayor el riesgo de movimientos impulsivos y agresivos, sea de los familiares
hacia el paciente, sea del paciente hacia los familiares. En estos casos, la
ampliación comenzará por aquellos familiares vividos como más aliados, no
desde luego con los históricamente considerados enemigos (véase todo el
debate sobre las contraindicaciones a las sesiones familiares, Selvini, 2004, pp.
228-229; y Cuccuru, 2006).

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

Una frecuente perplejidad, siempre en el área ya citada de la


parentificación/inversión de los roles, se encuentra con hijos
licenciados/culturizados de padres con cultura elemental. El hijo puede temer la
humillación del padre, por lo que el terapeuta debe explicar que conducirá la
sesión para ayudar al padre a valorizar al máximo su contribución afectiva y
emocional, dejando de lado cualquier sofisticación intelectual.

La decisión de la primera convocatoria y de las siguientes

Ya hemos anticipado varias respuestas a esta cuestión. En síntesis, se puede


decir que, sobre todo en las situaciones de intensa triangulación y conflictividad
(padres separados y/o en conflicto, duras rivalidades con los hermanos), se
procederá con una invitación a la vez, empezando por el familiar menos
conflictivo. O bien comenzaremos por los hermanos, para desarrollar una red
de alianza destinada a ayudar a los padres en dificultades. Como ya hemos
dicho, en otros casos se privilegiará al familiar con el que se estima más útil la
reducción de la distancia emocional.

La convocatoria ampliada a toda la familia puede ser utilizada para afirmar su


existencia en todas aquellas situaciones en que esta identidad colectiva
(cohesión y sentido de pertenencia) sea bastante lábil.

Otro criterio puede ser invitar a familiares que podrían estar en posesión de
interesantes informaciones no compartidas.

Con pacientes caracterizados por notables rasgos de protectividad y


condescendencia (área dependiente-simbiótica, véase Selvini, 2007), está
presente el riesgo de que, en una fase avanzada de la terapia, se mantengan
ocultos al terapeuta la perduración de importantes dificultades, porque no
quieren procurarle una desilusión. En este caso, una ampliación a familiares o
parejas representa una verificación muy importante de la efectiva eficacia de la
intervención, y puede permitir una inflexión en un tratamiento estancado
después de una inicial fase de excelentes progresos.

Técnicas de conducción de la sesión ampliada

El criterio fundamental será confrontar las distintas percepciones, sea de las


características del paciente, sea de los elementos clave de la historia familiar.
Siempre se preguntará a los familiares cómo han acogido la invitación a
participar y cómo se les ha transmitido (si se les ha dicho a cada uno por
separado, si se les ha mandado decir a través de alguien, habitualmente la
madre, etc.). Son informaciones importantes, que permiten entender cómo fluye
la información dentro del sistema familiar. Una vez, al inicio de un encuentro
con la madre y dos hermanas de un paciente, la madre comenzó a hablar con
vehemencia. Canevaro la interrumpió después de algunos minutos para
preguntarle si era viuda, ya que en su relato no mencionaba nunca a su marido.
Respondió: "No, en absoluto. Sólo que no le he dicho nada de este encuentro
porque él está siempre fuera de nuestras cosas… no se interesa nunca…".

12
Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

Después de haber aclarado la reacción a la invitación y cómo se ha


comunicado, el terapeuta explica el porqué de la invitación: "Fulano o Mengano
se ha dirigido a mí en busca de ayuda para sus problemas y, dado que
considero a la familia muy importante en la vida de un individuo, quisiera
solicitar su colaboración e información para ayudarlo/a mejor. Por lo que les
pido que hablen con el corazón en la mano respecto de los problemas que hay,
del porqué de estos problemas y de las soluciones que proponen. Ayúdenme a
ayudarlo/a".

Esta sincera demanda de ayuda por parte del terapeuta es muy importante
para poner a la familia a favor del proceso terapéutico y no en contra. El arte
del terapeuta es encauzar estas fuerzas a favor de una intervención que,
muchas veces por prejuicio, es etiquetada como inútil. Muchas personas, a
menudo los padres, anteponen que ellos no creen en estas terapias, pero que,
por amor a su hijo, están dispuestos a ayudar. La mayoría de las veces, y sin
necesidad de ninguna aclaración, interactúan, y es frecuente que estas mismas
personas, al principio reacias, agradezcan al final el encuentro y encomienden
a su allegado.

La necesidad de Verónica de despedirse de su familia con ocasión de su


inminente matrimonio, permitió que todos los hermanos y los padres dijeran la
suya y le desearan una buena experiencia. La madre, que habitualmente
mantenía una relación exclusiva con Verónica (excluyendo al padre), debió
dejar espacio para un largo razonamiento del padre, habitualmente silencioso,
respecto del afecto que siempre había sentido hacia su hija y de cómo le habría
gustado permanecer en contacto con el nuevo matrimonio. El abrazo tierno que
Verónica dio a su padre, y luego a cada uno de los otros, creó una atmósfera
muy conmovedora que representó para ella un verdadero ritual de despedida y
de paso a una nueva etapa de su vida.

Cuando hay un divorcio emocional de los padres, conviene hacer encuentros


por separado orientados a consolidar una relación personal positiva con cada
uno de los padres y definir, al mismo tiempo, como "misión imposible", los
intentos terapéuticos de nuestro cliente de tratar de volver a unirlos. Cuando los
jóvenes pacientes intentan desesperadamente ayudar a sus padres en sus
disputas, les hacemos ver cómo, al interponerse para evitar el enfrentamiento,
cosa altruista y positiva, inconscientemente, evitan a la vez un encuentro entre
los padres que podría ser esclarecedor y resolutivo.

El familiar no es nunca invitado como paciente, sino siempre como testigo


privilegiado llamado a ayudar al terapeuta expresando su punto de vista tanto
sobre los límites como sobre los recursos del paciente, indicando cuál podría
ser un camino que lo ayude a vivir mejor. A veces, la simple confrontación de
puntos de vista permite un liberador esclarecimiento de antiguos malentendidos
y equívocos.

Como antes decíamos, la observación del terapeuta habitualmente no podrá


basarse en una posición de simple escucha. Con su paciente, el terapeuta
habrá preparado con antelación algunas preguntas clave, que uno u otro
dirigirán a los familiares implicados.

13
Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

Con pacientes de área border neurótica, caracterizados por intensas vivencias


victimistas en relación a los familiares, un recorrido que los ayude a entender
los dramas trigeneracionales de sus padres puede resolver la mitología
negativa construida sobre ellos, puede permitir que los padres mismos pidan
excusas por los sufrimientos involuntariamente provocados y puede abrir el
camino a un auténtico proceso de perdón y reconciliación.

El terapeuta debe ser muy activo al promover la comunicación, el intercambio


relacional y la creación del clima terapéutico que permita el encuentro. Debe
ser altamente directivo en la organización del setting terapéutico y en las
maniobras estructurales y experienciales, y absolutamente neutral en los
cambios que se producen y que dependen de los vectores psicológicos y
emocionales en juego modificados por esa intervención contextual.

Consideramos muy útil, en un momento de la sesión (nunca al comienzo), al


calor de la psicoterapia, cuando se abordan temas muy comprometidos, o
situaciones altamente conflictivas, favorecer un encuentro físico que permita la
resolución de las resistencias.

Tal como los chinos dicen que vale más una imagen que mil palabras,
podríamos parafrasearlos diciendo lo mismo de un abrazo. Cuando esto ocurre
en el momento justo puede modificar un resultado terapéutico. En el momento
justo significa nunca antes de haber alejado la rabia y el rencor que impiden
ese encuentro emocional casi siempre anhelado, incluso después de reproches
exasperados, que representan muchas veces una solicitud (Canevaro, 2003).
El lenguaje, máxima adquisición de los seres vivos, puede ser utilizado
desgraciadamente también para mentir, falsear o mistificar aspectos de la vida
personal, familiar o psicoterapéutica.

En cambio, los sentimientos no mienten jamás.

Entender la comunicación no verbal (el 75% de la comunicación humana) es un


arte insustituible en la terapia. Leer los tonos de voz, los movimientos faciales y
la proxémica (estudio de la distribución espacial de los componentes de un
grupo) puede ser fundamental para hacer coherente una relación interpersonal.
Decir a una persona que se dice serena, mientras agita incontroladamente una
pierna: "¿Qué pensará su pierna de lo que está diciendo?", significa integrar
aspectos contradictorios que anulan un doble mensaje o hacen más
comprensible un comportamiento.

En la comunicación disfuncional, los familiares son maestros en el arte de la


evitación de las emociones que puedan perturbar la racionalidad del encuentro.
Ejemplos frecuentes son:

 esconderse detrás del rol de padre en vez de hablar como persona,


 cambiar de tema cuando se acerca un argumento controvertido,
 mirar hacia otra parte y no a los ojos del interlocutor,
 alejar el cuerpo del interlocutor, impidiendo un encuentro físico,
 banalizar o descalificar la solicitud, sobre todo si el terapeuta pide un

14
Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

acercamiento físico,
 hablar al terapeuta del hijo/a y no hablarle directamente (evitación más
triangulación del terapeuta). Ejemplo: "Él sabe que lo quiero" no es lo mismo
que decírselo directamente, mirándolo a los ojos,
 Dar un abrazo formal y no "pleno". Dar una palmada en la espalda y no
estrechar a la persona en un abrazo.

El terapeuta debe ser muy activo en las maniobras de contraevitación,


esperando el momento justo para pedir desplazamientos y acercamientos que
puedan espantar a las personas.

Esperar el momento justo significa elevar la intensidad emocional, abordando


temas universales que despiertan emociones profundas: el amor, la muerte, la
locura, la transmisión a las generaciones sucesivas, etc.

 pedir hablar a las personas mirándolas a los ojos,


 pedir que no respondan evasiva ni ambiguamente,
 hacer sentar a las personas una frente a otra, cogiéndose de la mano y
mirándose a los ojos.

Es imposible no comunicarse en esta posición, a menos que se mire al


terapeuta o se dirijan a él. Basta decir a esta persona que mire a su interlocutor
para neutralizar la maniobra de evitación.

Exigir que se hable al interlocutor y no del interlocutor es muy importante y, a


veces, es preciso hacerlo repetidamente frente a la renuencia de los pacientes
a cambiar de actitud.

En nuestra cultura se considera un mérito controlar las emociones, sobre todo


para educar mejor a los hijos. Varias veces he oído decir en las sesiones: "A los
hijos hay que besarlos mientras duermen…". Como si besarlos fuera percibido
como una vulnerabilidad emocional y fuera algo deseducativo.

Cuando se consigue favorecer un encuentro emocional, es muy frecuente que


las personas lloren o que caigan defensas improductivas, favoreciendo una
comunicación más sincera de aquello que verdaderamente se siente y a veces
no se consigue expresar. Una psicoterapia que se base en esta aproximación
no es una terapia buenista o boba, ya que se produce aquello que realmente
está en la relación y no se consigue expresar. Aclarar la verdadera coloratura
emocional de una relación puede ayudar a definirla, sea en el sentido de
expresar la necesidad de apego y ternura, sea el odio o el rencor acumulado.
El terapeuta sólo puede favorecer la expresión de aquello que hay en la
relación y no puede crear sentimientos que no existen.

Sólo una vez manifestados estos sentimientos, los componentes de la relación


pueden metacomunicarse sobre la misma o aclarar aspectos del propio
comportamiento o de la propia historia. Así se llega muchas veces a la
comprensión de una vida de malentendidos que a veces han nacido en una
generación anterior.

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

Esquema 1

Típico recorrido de una terapia con este modelo

 Sesiones 1-5 paciente solo


 Sesión 6 paciente-padre
 Sesiones 7-8 paciente solo
 Sesión 9 paciente-madre
 Sesiones 10-11 paciente solo
 Sesión 12 paciente-hermana
 Sesiones 13-18 paciente solo
 Sesión 19 paciente-pareja
 Sesiones 20-30 paciente solo

Esto puede ser considerado el esquema de una terapia larga con sesiones
quincenales, y con intervalos más largos en la fase final, con dos controles
trimestrales con una duración de unos dos años.

Sesiones posteriores a las primeras

Cuando el terapeuta siente que ha establecido un buen clima, reflexivo y


cooperativo, también con los familiares, puede introducir ejercicios específicos
orientados a atacar con fuerza las técnicas de evitación del acercamiento
emocional que a menudo inconscientemente pacientes y familiares siguen
poniendo en práctica. Un ejercicio muy eficaz fue inventado por Alfredo
Canevaro y denominado la mochila (Canevaro, 1999).

Un ritual terapéutico para favorecer la redefinición positiva de la relación


padres-hijo: la mochila

Pasadas las primeras fases de la definición del problema y de la convocatoria


de los familiares a la sesión, estamos en la plenitud de la tercera fase, la
central del encuentro terapéutico orientado a la aclaración de los
malentendidos. Cuando se ha creado un buen clima de colaboración se invita a
los padres y al paciente a experimentar este ejercicio.

Veamos el ejemplo de Antonio, veintidós años, quien, después de haber hecho


un par de años de Diseño Industrial, abandona los estudios y atraviesa un
periodo de depresión, confusión y retraimiento. En el encuentro, al que han
sido invitados también los padres, muy ansiosos, la madre, psicóloga, plantea
al terapeuta un genograma de varias generaciones donde se ve un recorrido de
diagnosis de psicosis. El padre, Cristiano, arquitecto, interviene poco y cuenta
más bien que su familia nuclear siempre ha estado mucho bajo el ala de la
familia de origen de su mujer, donde la figura destacada es el suegro, persona
muy estimada por toda la familia y a la que su mujer está muy ligada. Cristiano,
gran trabajador bastante ausente de la familia, no ha tenido mucha relación con
Antonio, dejándoselo a su mujer.

Antonio escucha a sus padres, interviene poco y habla de su viaje al exterior


donde ha sufrido un ataque de pánico que le impedía visitar lo que habría

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

querido. En la primera fase de la terapia se trabaja con eficacia también a


través de las prescripciones para acercar a Antonio a su padre. Las cosas van
un poco mejor y se llega a una sesión familiar donde se comienza a hablar del
futuro de Antonio: es el momento justo para iniciar la experiencia.

La fórmula es más o menos ésta:

"En este momento sería muy útil hacer una experiencia juntos. Ustedes (a
los padres) pónganse enfrente de su hijo/a y uno a la vez empiece esta
experiencia, mientras el otro se sienta al lado y espera su turno mirando lo
que sucede, en silencio.

Comenzamos por usted, Laura. Siéntese enfrente de su hijo, con las rodillas
juntas y sin cruzar las piernas. Cójanse de la mano y mírense a los ojos. En
este momento Antonio está a punto de iniciar un largo viaje en la vida y lleva
consigo una mochila. Usted trate de encontrar dos o tres cosas importantes
de sí misma, que usted haya logrado cultivar, de las que esté orgullosa, para
darle a Antonio, él las pondrá en la mochila y cuando las necesite, en el
largo camino de la vida, las cogerá y las hará propias.

Veamos, por ejemplo, un aspecto de su carácter que le haya servido en su


vida y del que esté satisfecha".

Laura, entonces, cogiendo las manos de Antonio con mucha determinación y


mirándolo intensamente a los ojos, le dice: "Te doy mi entusiasmo, porque en
la vida me ha permitido superar las dificultades y emprender nuevos caminos".
(El terapeuta coge una hoja, la divide por el medio y apunta con cuidado cuanto
dice Laura, de un lado el concepto, del otro la explicación del mismo.)

"Te doy mi confianza en la mujer, porque siempre me ha parecido justo el


equilibrio y la colaboración entre los sexos.

Te doy mi amor por los hijos, porque siempre ha guiado mi comportamiento".


El terapeuta dice: "Muy bien, Laura, recapitulemos de nuevo estas tres cosas".

Repite los conceptos y los hace repetir a Laura, tratando de definirlos con una
sola palabra, o en pocas palabras, para explicar el porqué de estas palabras.
Una vez repetidos los conceptos, el terapeuta pide a Antonio, que está
emocionado y mira a su madre con ojos vidriosos, que deje algo de sí a su
madre antes de partir para el largo viaje, algo que él repute que a su madre
pueda agradar tener consigo.

Entonces Antonio habla a su madre con voz conmovida, diciéndole:

"Te dejo mi protección, que estará siempre.

Te dejo una sensibilidad distinta, aunque ambos tenemos una creatividad


similar.

Y, por último, mi capacidad de observar e intuir a quien está delante de mí,

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

una puerta hacia el mundo".

El terapeuta relee cuanto ha dicho Antonio y se lo hace repetir. Después de lo


cual pide a ambos que se abracen sin palabras, reposando la cabeza en el
hombro del otro. Así lo hacen en un largo abrazo que concluye con un beso.
Cristiano mira conmovido y en silencio cuanto ha sucedido entre ellos y se
dispone a sentarse enfrente de Antonio.

El terapeuta le dice: "Ahora, Cristiano, le toca a usted. Siéntese enfrente de


Antonio y, al igual que Laura, elija dos o tres cosas de las que esté satisfecho
para darle a él, para su largo camino en la vida".

Las palabras elegidas y las metáforas utilizadas para este ejercicio despiertan
profundas emociones en todos los participantes que contribuyen a crear una
atmósfera muy cálida y comprometida.

El padre escoge con cuidado sus palabras, ayudado por el terapeuta a definir
claramente los conceptos.

"Te doy mi sentido de libertad intelectual, que me ha permitido no dejarme


condicionar por nada y nadie.

Te doy mi duda, porque en la vida me ha permitido analizar mejor las cosas.


Y te doy mi valor para prodigarme en la vida, para ir hasta el fondo de las
cosas".

Antonio, muy conmovido, coge las manos de su padre y, temblando, se las


lleva a la cara, manteniéndolas en su rostro, en un silencio muy significativo.

Luego dice: "¡Te dejo un nuevo espacio en que bajar la guardia y divertirte
despreocupadamente!

Te dejo mi manera de vivir el tiempo, dejándolo fluir con suavidad".

Una vez terminado, el terapeuta le hace repetir los conceptos, después de lo


cual les pide a ambos que se abracen, sin palabras, apoyando su cabeza en el
hombro del otro. Así lo hacen en un largo y emocionado abrazo. Laura asiste
en silencio, con los ojos vidriosos. Luego acaba el terapeuta: "Estos momentos
que han vivido con intensa conmoción, déjenlos fluir dentro de ustedes, sin
pedirse explicaciones y disfrutando de estas sensaciones".

Cerca de un mes y medio después de la experiencia de la mochila, Antonio


viene a la sesión, después de las vacaciones. Está mucho más relajado y
sonriente, y dice que lo ha pasado muy bien en el campo con su familia y su
abuelo. Después de lo cual se ha ido al mar con sus amigos y se ha divertido
mucho. "Estaba retraído. He superado aspectos muy complejos de auto-
observación que me llevaban a la crueldad y a la fragmentación. En este último
período hubo una recuperación".

El terapeuta: "¿Y los tuyos cómo están?". "Me parece que bien. Las cosas han

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

mejorado sensiblemente. La relación con ellos se ha distendido, hay más


aceptación. Después de la sesión de la mochila necesité dos días para
reponerme. Necesitaba elaborar esas cosas que nunca se habían dicho antes.
Fue como una coma, que me hizo cambiar de tema. Fue muy violento. Amé y
odié ese momento. Me di cuenta de que soy una persona delicada, no fuerte,
pero muy emocional. Lo que más me ha impresionado es un reflejo de amor en
los ojos de mi padre. Lo vi de una manera que nunca lo había visto".

La experiencia de la mochila, hecha en aquel momento del recorrido


terapéutico tiene un efecto sinérgico que abrevia el paso a veces muy sufrido
de aquella fase del ciclo vital de la familia, ya que implica a todos los
participantes en la relación y permite experimentar en la vertiente positiva las
intensas emociones ligadas a aquellas vivencias de diferenciación.

Los padres sienten que pueden cumplir con su deber y tienen permiso de
mostrar sus sentimientos, sin recato. Es, sin duda, un espaldarazo muy
importante para el hijo/a que necesita una confirmación de la aprobación de sus
padres para su crecimiento.

También ayuda a los padres a replantear su vida menos en función del hijo y
afrontar la fase del nido vacío, momento muy difícil de la pareja, ya que, en
nuestra cultura mediterránea, la pareja vive casi exclusivamente de la
paternidad y mucho menos en función de una intimidad que debe ser
construida y enseñada.

La mochila es una experiencia terapéutica que facilita la diferenciación y, al


mismo tiempo, un test que nos demuestra la evolución de la relación paterna y
la capacidad de funcionamiento mental del hijo y de los padres. De su
capacidad de simbolización (¡una sola vez, en decenas de intentos hechos, me
ha ocurrido que los padres pusieran en la mochila del hijo un poco de salami y
embutidos diversos!) y de aceptación de esta despedida recíproca puede
depender la evolución futura de su relación y del proyecto existencial del hijo/a.

La utilidad del fracaso de la ampliación

Es de verdad muy raro que los familiares se nieguen a participar, mientras que
puede ser más frecuente que la sesión ampliada acabe por ser una experiencia
decepcionante, en especial cuando el terapeuta no consigue gestionar
adecuadamente situaciones familiares emocionalmente muy frías o
intensamente conflictivas. Por ejemplo, los familiares continúan centrados en
sus propias necesidades, son incapaces de situarse en el punto de vista de su
hijo o hermano, de hecho siguen clavándolo a ese rol, a menudo de tipo
sacrificial, que desde siempre le han atribuido. Una sesión tan dolorosa es muy
importante también para que el terapeuta entienda la extremada limitación de
los recursos de aquella familia y las necesidades de acompañar al paciente en
la elaboración de este luto, en ayudarlo a defenderse mejor y a conformarse
con alguna "pizca" sin esperar nada más.

Sin embargo, también en este ámbito vale cuanto ha sostenido Cirillo (2005)
para las familias maltratadoras: ¡no apostemos en seguida por la

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

irrecuperabilidad, ganar sería tan fácil como peligroso!

Trabajo en equipo, frecuencia de las sesiones

Este modelo terapéutico exige una excelente credibilidad y seguridad. Uno de


nosotros, Alfredo Canevaro, inventor y experimentador de estas técnicas, ha
sido capaz de aplicarlas trabajando siempre solo. Otro autor, Matteo Selvini, ha
experimentado más a menudo este modelo trabajando en equipo con el espejo
unidireccional (y, a veces, con la conducción de un colega en las sesiones
familiares). En líneas generales, aconsejamos el trabajo en equipo,
especialmente en el caso de terapeutas aún en el inicio de su carrera o con
escasa experiencia en sesiones familiares. En este contexto, la co-terapia:
ambos terapeutas en la misma habitación, aunque acaso con distinto rol (más
activo/menos activo) nos parece más adecuada que el espejo unidireccional.

El tema de la frecuencia de las sesiones está aún por profundizar. Canevaro ha


trabajado muy bien con sesiones quincenales o incluso cada tres semanas. Sin
embargo, con pacientes que sufren mucho, empezar con sesiones semanales
es habitualmente útil y necesario. Con personas más estables incluso
frecuencias más dilatadas van bien.

Conclusiones

Con este artículo quisiéramos combatir el mito de que la terapia individual se


debe hacer sólo con el individuo.

La experiencia de la terapia familiar proporciona enseñanzas importantes para


enriquecer el setting individual con la creación de una técnica ad hoc que
privilegia la familia de origen como recurso terapéutico.

A través de la promoción del encuentro emocional puede favorecer la


reconciliación con las figuras significativas, facilitando la búsqueda de un
proyecto existencial autónomo y original en cada paciente.

De este modo, iremos hacia un escenario integrador donde la "selección


natural " de las grandes ideas de la historia de la psicoterapia individual podrá
valerse de estas nuevas técnicas para inventar y mejorar psicoterapias cada
vez más eficaces.

Notas

1 Propuesto para la publicación a la revista Psicobiettivo. Julio de 2007 (4ª


versión)
2 Psiquiatra, psicoterapeuta, docente de la Escuela de psicoterapia de la familia
"Mara Selvini Palazzoli".
3 Co-responsable de la Escuela de psicoterapia de la familia "Mara Selvini
Palazzoli".
4 Psicólogas en prácticas y asociadas a la investigación en el "Nuevo Centro
para el estudio de la familia".

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Implicación de familiares significativos Canevaro, A.

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