Los leucocitos también denominados glóbulos blancos, son un tipo de célula sanguínea
que encontramos fundamentalmente tanto en el torrente sanguíneo como en los distintos
tejidos linfáticos, y que son producidos tanto en la médula ósea y en el tejido linfático.
Son una parte muy importante del sistema inmunológico. Su función es proteger el
organismo de infecciones producidas por gérmenes. Son una especie de guerreros que
flotan en tu sangre esperando poder atacar a invasores, como los virus y las bacterias. Hay
muchos tipos de glóbulos blancos (ejemplo: linfocitos T y linfocitos B, monocitos y
granulocitos) y cada uno de ellos tiene tareas específicas.
Los leucocitos pueden atravesar las paredes de los capilares para atacar, destruir y
consumir a los gérmenes invasores. Los granulocitos contienen pequeños gránulos en su
citoplasma o materia celular, y pueden clasificarse como neutrófilos, basófilos y
eosinófilos. Los granulocitos reconocen ciertas señales que mandan los gérmenes cuando
invaden el cuerpo.
1. LEUCOCITOS
Hay varios tipos de glóbulos blancos o leucocitos, clasificados según la presencia
o ausencia de gránulos y las características tintóreas de su citoplasma.
Son células de aspecto blanquecino, con núcleo y características específicas para
realizar funciones de defensa.
4. FORMACIÓN LEUCOCITARIA
Se dividen, disminuyen de tamaño, condensan el núcleo y adquieren ciertas
características para realizar su función de defensa:
MONOCITOS: MACRÓFAGOS
Los monocitos son las células sanguíneas circulantes más grandes y las de mayor
capacidad bactericida. Su proceso de formación en la médula ósea dura unos 2 -
3 días, y permanecen en la circulación en torno a 1 día, antes de emigrar hacia los
tejidos, donde se diferencian en macrófagos (histiocitos) y forman un sistema de
macrófagos tisulares (SMF o SRE). Tienen capacidad de dividirse.
Los macrófagos tisulares tienen una vida media de meses o años y un aspecto
variable según el tejido en el que se instalen (células de Kupffer en el hígado,
células de glía en la retina, macrófagos alveolares, esplénicos, microglías en el
sistema nervioso, etc.).
Diversas funciones de los macrófagos son cruciales para el desarrollo y la
persistencia de la inflamación crónica y las consiguientes lesiones de los tejidos:
Se concluye que la primera vía de activación sea la clásica, diseñada para destruir
los agentes causales, mientras que la segunda sea la alternativa, encargada de
iniciar la cicatrización.
NEUTRÓFILOS
Detectan la presencia de bacterias. Son los primeros en acumularse en la
inflamación aguda (pus), y en algunos casos de inflamación crónica (ejemplo,
osteomielitis, lesión pulmonar por tabaco).
Los neutrófilos son atraídos por las bacterias, por las toxinas bacterianas y por los
agentes quimiotácticos, liberados por los propios neutrófilos y por otras células
del sistema inmunitario. Una vez allí destruyen los microorganismos por
fagocitosis y descarga de enzimas hidrolíticos.
EOSINÓFILOS
Tienen un tiempo de permanencia en sangre muy corto, siendo más abundantes
en los tejidos. Su principal función es la detección y fagocitosis de larvas de
parásitos, y reacciones alérgicas mediadas por IgE.
Al igual que los neutrófilos tienen capacidad quimiotáctica y fagocítica de
bacterias, pero en mucho menor grado.
RECUENTO LEUCOCITARIO
En condiciones normales hay unos 4.500 – 11.000 leucocitos/mm3.
Tienen una vida media variable (días – años).
Granulocitos o polimorfonucleares
Neutrófilos (60 – 70%) 1.400 – 6.500
Basófilos (0,5 – 1%) 0 – 200
Eosinófilos (2 – 4%) 0 – 500
Agranulocitos
Linfocitos (20 – 25%) 1.300 – 3.400
Monocitos (3 – 7%) 100 – 600
Leucocitosis: La leucocitosis se define como el incremento del número de leucocitos en
sangre. Es una reacción habitual ante reacciones inflamatorias.
Es un trastorno de la sangre, que se empiezan a notar cuando ya está muy avanzada, las
defensas van flaqueando y el cuerpo empieza a recibir signos de: cambios de humor,
fiebre, dolor de cabeza, cansancio extremo y fatiga.
Cuando los niveles tan bajos de leucocitos se mantienen, el sistema inmunitario crea
fragilidad en las defensas y esto pasa a un ámbito clínico más delicado, en él podemos
encontrar:
Leucemia: La médula ósea crea leucocitos débiles y en bajas cantidades, por eso
las defensas no están en óptimas condiciones.
VIH: En esta enfermedad, lo primero que se ve afectado es el sistema inmunitario,
por lo que la cantidad de glóbulos blancos es leve y no desarrolla las defensas
necesarias.
Lupus: Otra enfermedad en la que el sistema sanguíneo e inmune se ve
severamente afectado, por lo que las defensas están en el limbo y se presenta
leucopenia fácilmente.
7. Diversidad de linfocitos.
Antes de exponerse a los antígenos existen linfocitos específicos frente a un gran número
de antígenos, y la entrada de un antígeno activa de forma selectiva a las células específicas
frente a él. Este concepto fundamentalmente se denomina selección clonal. De acuerdo
con esta hipótesis, los linfocitos expresan receptores específicos para los antígenos y
maduran en células con competencia funcional antes de exponerse al antígeno.
De los linfocitos que tienen la misma especificidad se dice que constituyen un clon, todos
los miembros de un clon expresan receptores para los antígenos idénticos, que son
diferentes de los receptores de todos los demás clones. Hay 1012 linfocitos en un adulto
sano, y se calcula que son capaces de reconocer 107 a 109 antígenos diferentes. De ahí
deriva que el número de células específicas frente a cualquier antígeno sea muy pequeño,
probablemente inferior a 1 por cada 100000 a 1 por cada millón de linfocitos. Es notable
que tan pocas células con una especificidad particular puedan cumplir la difícil tarea de
combatir varios microbios; el sistema inmunitario ha elaborado muchos mecanismos para
optimizar las reacciones frente a antígenos microbianos. También es notable que el
sistema sea capaz de producir tantos receptores, muchos más de los que podría codificar
individualmente el genoma. Los mecanismos por los que esto sucede se conocen ahora
bien y tienen muchas implicaciones clínicas interesantes.
Durante la maduración del linfocito (en el timo de los linfocitos T y en la medula ósea de
los linfocitos B), estos segmentos génicos se recombinan en grupos aleatorios y se
introducen variaciones en los lugares de recombinación, lo que forma muchos genes
diferentes que pueden transcribirse y traducirse en receptores funcionales para el
antígeno. La enzima de los linfocitos en desarrollo que media la recombinación de estos
segmentos génicos es el producto de RAG-1 y RAG-2 (genes activadores de la
recombinación); los defectos hereditarios de las proteínas RAG dan lugar a la
imposibilidad de generar linfocitos maduros.
Es importante señalar que los genes del receptor para el antígeno en línea germinal existen
en todas las células del cuerpo, pero solos los linfocitos T y B contienen los genes
recombinados (también llamados reordenados) del receptor para el antígeno (el receptor
del linfocito T [TCR] en los linfocitos T y la inmunoglobulinas [Ig] en los linfocitos B).
Por ello, la presencia de genes recombinados del TCR o la Ig, que puede demostrarse
mediante un análisis molecular, es un marcador de linaje de los linfocitos T y B. Además,
debido a que cada linfocito T o B y su descendencia clonal tienen un reordenamiento
único del ADN (y, por ello, un receptor para el antígeno único), es posible distinguir las
proliferaciones policlonales (no neoplásicas). De este modo, el análisis del
reordenamiento de los genes del receptor para el antígeno es un ensayo valioso para
detectar derivados de los linfocitos.
Linfocitos T.
Hay tres poblaciones importantes de linfocitos T, que realizan diferentes funciones:
Cada linfocito T reconoce un antígeno específico unido a la célula por un TCR específico
frente al antígeno. En alrededor del 95% de los linfocitos T, el TCR consta de un
heterodímero ligado por enlaces disulfuro compuesto de una cadena polipeptídica α y de
una β, cada una con una región variable (de unión al antígeno) y una región constante. El
TCR αβ reconoce antígenos peptídicos que se presentan en moléculas del complejo
principal de histocompatibilidad (CPH) situados sobre las superficies de las células
presentadoras de antígeno. Al limitar la especificidad de los linfocitos T por los péptidos
mostrados por las moléculas del CPH de la superficie celular, lo que se llama restricción
por el CPH, el sistema inmunitario se asegura de que los linfocitos T solo vean antígenos
asociados a células (p. ej., los derivados de los microbios presentes en las células o de las
proteínas ingeridas por ellas).
Cada TCR está unido de forma no covalente a seis cadenas polipeptídicas, que forman el
complejo CD3 y las proteínas ϑ (zeta) son invariantes (es decir, idénticas) en todos los
linfocitos T. Participan en la transducción de señales al linfocito T, que son
desencadenadas por la unión del antígeno al TCR. Junto con el TCR, estas proteínas
forman el complejo TCR.
Una pequeña población de linfocitos T maduros expresa otro tipo de TCR compuesto de
las cadenas y polipeptídicas γ y δ. El TCR γδ reconoce péptidos, lípidos, y pequeñas
moléculas, sin necesidad de que sean mostradas por proteínas del CPH. Los linfocitos T
γδ tienden a acumularse en las superficies epiteliales, como la piel y la mucosa de las vías
digestiva y urogenital, lo que indica que estas células son centinelas que protegen contra
los microbios que intentan entrar a través de los epitelios. Sin embargo, no se han
establecido las funciones de los linfocitos T γδ. Otro pequeño subgrupo de linfocitos T
expresa marcadores que también se encuentran en los linfocitos NK; estas células se
llaman linfocitos NK-T. Los linfocitos NK-T expresan una diversidad muy limitada de
TCR y reconocen glucolípidos que muestran proteínas CD1 similares al CPH. Las
funciones de los linfocitos NK-T tampoco se han definido bien.
Además del CD3 y las proteínas ζ, los linfocitos T expresan varias otras proteínas que
ayudan al complejo TCR en sus respuestas funcionales. Entre ellas están el CD4, el CD8,
el CD28 y las integrinas. El CD4 y el CD8 se expresan en dos subgrupos de linfocitos T
αβ mutuamente exclusivos. Alrededor del 60% de los linfocitos T maduros son CD4+, y
en torno al 30% son CD8+. La mayoría de los linfocitos CD4+ actúan como linfocitos
colaboradores secretores de citocinas que ayudan a los macrófagos y a los linfocitos B a
combatir las infecciones. La mayoría de los linfocitos CD8+ actúan como linfocitos T
citotóxicos (asesinos) (CTL) para destruir las células del anfitrión que albergan a los
microbios. El CD4 y el CD8 sirven de correceptores en la activación del linfocito T, así
llamados porque reconocen una parte del mismo ligando que el receptor para el antígeno
ve. Durante el reconocimiento del antígeno, las moléculas CD4 se unen a las moléculas
de la clase II del CPH que está mostrando el antígeno, y las moléculas CD8 se unen a las
moléculas de la clase I del CPH, y los correceptores CD4 y CD8 inician señales que son
necesarias para la activación de los linfocitos T. Debido a esta necesidad de receptores,
los linfocitos T colaboradores CD4+ pueden reconocer y responder al antígeno mostrado
solo por las moléculas de la clase II del CPH, mientras que los linfocitos T citotóxicos
CD8+ reconocen antígenos unidos a las células solo asociadas a las moléculas de la clase
I del CPH, esta segregación se describirá más adelante. Las integrinas son moléculas de
adhesión que promueven la unión de los linfocitos T a las APC.
Para responder, los linfocitos T tienen que reconocer no solo los complejos antígeno-
CPH, sino también señales adicionales proporcionadas por las células presentadoras de
antígenos.
Linfocitos B.
Los linfocitos B son las únicas células en el cuerpo capaces de producir moléculas de
anticuerpo, los mediadores de la inmunidad humoral. Los linfocitos B se desarrollan a
partir de precursores presentes en la médula ósea. Los linfocitos B maduros constituyen
el 20 al 30% de la población de linfocitos periféricos circulantes, como los ganglios
linfáticos, el bazo y los tejidos linfoides asociados a mucosas. Los linfocitos B reconocen
al antígeno a través del complejo receptor para el antígeno del linfocito B. Los anticuerpos
unidos a la membrana de los isótopos IgM e IgD, presentes en la superficie de todos los
linfocitos B vírgenes maduros, son el componente que se une al antígeno del complejo
del receptor del linfocito B. Después de la estimulación por el antígeno y otras señales,
los linfocitos B evolucionan a células plasmáticas, auténticas factorías de proteínas de
anticuerpos. Se calcula que una sola célula plasmática puede secretar cientos o miles de
moléculas de anticuerpo por segundo, una medida notable del poder de la respuesta
inmunitaria para combatir a los microorganismos patógenos. También se detectan células
secretoras de anticuerpos en la sangre periférica humana, se les llama plasmoblastos.
8. Células dendríticas.
Las células dendríticas (llamadas a veces células dendríticas interdigitantes) son las
células presentadoras de antígenos más importantes para iniciar las respuestas del
linfocito T contra los antígenos proteínicos. Estas células tienen numerosas
prolongaciones citoplasmáticas que parecen dendritas, de las que reciben su nombre.
Varias características de las células dendríticas son responsables de su función clave en
la presentación de antígeno.
Tercera, en respuesta a los microbios, las células dendríticas son reclutadas en las
zonas de linfocitos T de los órganos linfoides, un lugar ideal para presentar los antígenos
a los linfocitos T.
Un segundo tipo de célula con forma dendrítica se localiza en los centros germinales de
los folículos linfoides del bazo y los ganglios linfáticos, y se llama célula dendrítica
folicular. Estas células tienen receptores para el Fc y de la IgG y receptores para el C3b,
y pueden atrapar antígeno unido a los anticuerpos o proteínas del complemento. Estas
células intervienen en las respuestas inmunitarias humorales al presentar antígenos a los
linfocitos B y seleccionar los linfocitos B que tienen mayor afinidad por el antígeno, lo
que mejora la calidad del anticuerpo producido.
Se usan con frecuencia dos moléculas de la superficie celular, CD16 y CD56, para
identificar a los linfocitos NK.
El CD16 es un receptor para la Fc (Que son los receptores específicos para anticuerpos)
de la IgG y confiere a los linfocitos NK la capacidad de lisar células diana cubiertas de
IgG. Este fenómeno se conoce como citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos
(CCCDA). La función de la CD56 es desconocida.
La actividad funcional de los linfocitos NK está regulada por un equilibrio entre señales
procedentes de receptores activadores e inhibidores.
Figura 1
Los linfocitos NK proporcionan una defensa temprana contra las infecciones microbianas
intracelulares. La actividad de de los linfocitos NK esta regularizada por muchas
citosinas, como las interleucinas IL-2, IL-15 e IL-12. Las dos primeras estimulan la
proliferación de los linfocitos NK, mientras que la IL-12 activa la actividad citolítica y la
secreción de IFN-y.
Células linfoides innatas (ILC)
Se ha identificado poblaciones de linfocitos que carecen de TCR, pero producen
citosinas similares a las que producen los linfocitos T.
Estas células participan en las primeras fases de las enfermedades inflamatorias, sobre
todo como fuente de citosinas.
Estos leucocitos desarrollan la esencial función eliminar los agentes agresores. Los
principales leucocitos en las reacciones inflamatorias típicas son los que tienen capacidad
de fagocitosis, es decir, neutrófilos y macrófagos, que ingieren y destruyen las bacterias
y otros microbios así como el tejido necrótico y las sustancias extrañas. Así mismo,
produce factores de crecimiento, que participan en la reparación. Cuando los leucocitos
se activan intensamente generan lesión tisular y prolongan la inflación, ya que los
productos leucocíticos que destruyen los microbios y ayudan a limpiar el tejido necrótico
también pueden lesionar tejidos del anfitrión próximo, no implicado en el proceso.
El trayecto de los leucocitos de la luz del vaso al tejido es un proceso que transcurre en
varias fases y que es mediado y controlado por moléculas de adhesión y citosinas
llamadas quimosinas
Dichos proceso se divide en etapas secuenciales:
.
Figura 2: Rodamiento
Las moléculas de adhesión son producidas por citosinas y estas son secretadas por células
centinela en los tejidos, en respuesta a la presencia de microbios y otros elementos lesivos,
lo que asegura que los leucocitos sean dirigidos a tejidos en los que estos estímulos están
presentes.
Las interaccionen de rodamiento iniciales son mediadas por selectinas, de las que
hay 3 tipos: uno se expresa en los leucocitos (selectinas L), otro en el endotelio
(selectina E), y otro en plaqueta y endotelio (selectina P).
Los ligandos de la selectinas son oligosacáridos sialilados unidos a esqueletos de
glicoproteínas similares a la mucina.
La expresión de selectinas y de sus ligandos es regulada por citosinas producidas
en respuesta a la infección y la lesión. Los macrófagos y mastocitos tisulares y las
células endoteliales que hallan microbios y células muertas responden secretando
diversas citosinas como TNF, IL-1 quimosinas (citosinas quimiotácticos). El TNF
y la IL-1 actúan sobre las células endoteliales de las vénulas postcapilares
adyacentes a la infección e inducen la expresión coordinada de numerosas
moléculas de adhesión. 1 o 2h las células endoteliales comienzas a expresar
selectina E y ligandos de la selectina L.
Mediadores, como la histamina y la trombina, estimula la redistribución, desde
sus reservas intracelulares normales en gránulos de células endoteliales (llamados
cuerpos de Weibel Palade) hasta la superficie celular. Los leucocitos expresan
selectina L en las puntas de sus microvellosidades y ligando para selectinas E y P,
todos los cuales se unen a las moléculas complementarias de las células
endoteliales.
Los leucocitos se fijan, se desprenden y se vuelven a fijar y así comienzan a rodar
a lo largo de la superficie endotelial.
Estas débiles interacciones de rodamiento ralentizan el movimiento de los
leucocitos y les permiten unirse más firmemente al endotelio.
La adhesión firme es mediad por una familia de proteínas superficiales leucocitica
heterodímeras llamadas integrinas. El TNF y la IL-1 inducen expresión endotelial
de adhesión celular vascular 1 (VCAM1) y de moléculas de adhesión intracelular
1(ICAM 1).
Normalmente, los leucocitos expresan las integrinas en estado de baja afinidad.
Las quimosinas que se produjeron en el lugar de la lesión se unen a proteoglicanos
celulares endoteliales y son desplegadas en concentraciones elevadas en la
superficie endotelial. Tales quimosinas se unen a los leucocitos en rodamiento
activándolos. Una de las consecuencias de la activación es la conversión de la
integrinas VLA-4 y LFA1 en los leucocitos pasando en un estado de alta afinidad.
La combinación de la expresión de ligandos de integrinas en el endotelio
inducidas por las citosinas y el aumento de la afinidad de las propias integrinas en
los leucocitos hace que en el sitio de inflamación, se produzca una unión solida
de los leucocitos al endotelio. Los leucocitos interrumpen el rodamiento, su
citoesqueleto se reorganiza y se expande por la superficie endotelial
Normalmente existe un balance entre citoquinas proinflamatorias como el TNFα
, interleukina1 (IL-1), IL-12 y el interferón γ (IFN-γ ) y señales antinflamatorias
como IL-10, IL-4, IL-6.
Sin embargo, en algunos casos donde predomina la respuesta proinflamatoria
puede originarse una inflamación sistémica severa que ha sido tipificada como
sepsis y síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS). Recíprocamente
cuando predomina la respuesta antinflamatoria puede desarrollarse un estado de
inmunosupresión relativa
Las moléculas de adhesión presentes en las uniones intercelulares entre las células
endoteliales son el CD31 o PECAM-1 (molécula de adhesión celular endotelial
plaquetaria 1). Tras atravesar el endotelio, los leucocitos perforan la membrana basal,
probablemente secretando colagenasas, y penetran en el tejido extravascular. Luego las
células migran a favor del gradiente quimiotactico creado por las quimiocinas y otros
quimiotácticos y se acumulan en el medio extravascular (Figura 3).
Figura 3: Diapédesis
Las señales iniciadas a partir de estos receptores dan lugar a la activación de segundos
mensajeros, que aumentan el calcio citosólico y activan las pequeñas guanosinas
trifosfatasas de la familia Ra/Rho/cdc42, así como numerosas cinasas. Estas señales
inducen la polimerización de la actina, aumentando las cantidades de actina polimerizada
en el frente de avance de la célula e induciendo localización de filamentos de miosina en
la parte posterior. El leucocito se desplaza extendiendo unos filopodios que tiran de la
parte posterior de la célula en la dirección de extensión.
Los monocitos sobreviven más tiempo y también proliferan en los tejidos convirtiéndose
así en la población dominante en las reacciones inflamatorias prolongadas. No obstante,
existen excepciones a este patrón prototípico de infiltración celular. En ciertas
infecciones, como las causadas por bacterias del género Pseudomonas, el infiltrado
celular es dominado por neutrófilos reclutados continuamente durante varios días.
Una vez que los leucocitos (particularmente neutrófilos y monocitos) han sido reclutados
para actuar en el sitio de infección o muerte celular, han de ser activados para cumplir sus
funciones. Las respuestas de estos leucocitos consisten en:
1) Reconocer los agentes causales por medio de los TLR y otros receptores que
emiten señales
2) Estas señales activan los leucocitos para que efectúen la fagocitosis y destruyan a
los agentes causales.
Opsonización
La opsonización se refiere a un proceso inmune donde partículas como las bacterias son
destinadas a destruirse por un fagocito. El proceso de opsonización es un medio de
identificar la partícula invasora por el fagocito. Sin este reconocimiento y destrucción los
fagocitos serian ineficientes a las invasiones de microorganismos o bacterias
Figura 6.
Las bacterias que poseen cápsula o envoltorio se resisten a ser fagocitadas por los
neutrófilo
La unión de anticuerpos a la cápside bacteriana permite se una al anticuerpo
(región Fc) la proteína del complemento C3b
Las bacterias así señalizadas son fagocitadas por los neutrófilos e incorporadas a
los fagolisosomas
La generación de especies reactivas de O2 en el interior del fagolisosoma lleva a
la destrucción de la bacteria
Generación de ROS por sistemas enzimáticos (NADPH oxidasa) que reducen el
O2
Fagocitosis
La fagocitosis, es una categoría de endocitosis, representa la forma más primitiva de
defensa del huésped (respuesta inmune natural), por la cual las células (fagocitos) tienden
a captar y comer agentes patógenos, fragmentos celulares y otros, mediante un
mecanismo de adhesión y englobamiento formando así el fagosoma para la posterior
destrucción y finalmente la expulsión del microorganismo.
•Células fagocíticas
Las células fagocíticas tienen en común el origen en la médula ósea y poseen una gran
capacidad de fagocitosis, además de ser células presentadoras de antígenos. Los fagocitos
antes de su maduración se encuentran en los vasos sanguíneos, un ejemplo muy claro son
los monocitos, células que al salir del torrente sanguíneo se las conoce como macrófagos,
cuando éstas células reconocen a microorganismos extraños liberan citocina, elemento
que produce la movilización de macrófagos hacia el sitio de infección.
Aunque varias células tienen la capacidad de ingerir partículas, sólo los leucocitos
polimorfonucleares neutrófilos (PMN’s) y los macrófagos lo hacen de “manera
profesional” y esta es su función preponderante.
Fagocitosis en sí
La función más importante de los neutrófilos y de los macrófagos es la fagocitosis, que
significa ingestión celular de agente ofensivo.
La fagocitosis evoluciona a través de una secuencia de tres pasos:
b) En segundo lugar, la mayoría de las sustancias naturales del cuerpo tiene cubiertas
proteicas protectoras que repelen a los fagocitos. En cambio, la mayoría de los tejidos
muertos y partículas extrañas no tiene cubiertas protectores, lo que las hace susceptibles
a la fagocitosis.
c) En tercer lugar, el sistema inmunitario del cuerpo, produce anticuerpos frente a los
microorganismos infecciosos como las bacterias. Los anticuerpos se adhieren entonces a
las membranas bacterianas y por tanto hacen a las bacterias especialmente susceptibles a
la fagocitosis.
Receptores fagocíticos
Los receptores de manosa, los receptores barredores (o depuradores) y los receptores de
diversas opsoninas se fijan a los microbios y los ingieren.
- El receptor de manosa de los macrófagos es una lectina que se une a los residuos
terminales de la manosa y fucosa de glucoproteínas y glucolípidos. Estos azúcares son
componentes característicos de las moléculas que se hallan en las paredes celulares
microbianas, mientras que las glucoproteínas y los glucolípidos de los mamíferos
contienen ácido siálico o N-acetilgalactosamina terminales. Así pues, el receptor de
manosa reconoce los microbios y no las células del anfitrión.
- Los receptores barredores fueron originalmente definidos como moléculas que fijan y
median la endocitosis de partículas de lipoproteínas de baja densidad (LDL) oxidadas y
acetiladas que ya no interactúan con el receptor de LDL convencional. Los receptores
depuradores de los macrófagos se unen a una amplia variedad de microorganismos,
además de las partículas de LDL modificadas.
- Las integrinas de los macrófagos, sobre todo la Mac-1 (CD11b/ CD18), también pueden
unirse a los microbios para fagocitarlos.
La muerte de los microbios es causada por especies reactivas del oxígeno (ERO,
también llamadas intermediarios reactivos del oxígeno) y por especies reactivas del
nitrógeno, derivadas, sobre todo, del óxido nítrico (NO), que, como las enzimas
lisosómicas, destruyen los residuos fagocitados. Este es el paso final en la eliminación
de los agentes infecciosos y las células necróticas. La destrucción y la degradación de
microbios y residuos de células muertas en neutrófilos y macrófagos se producen con la
máxima eficacia tras la activación de los fagocitos. Todos estos mecanismos destructivos
están normalmente secuestrados en lisosomas, a los que son llevados los materiales
fagocitados. Así, hay sustancias potencialmente nocivas que son segregadas desde el
citoplasma y el núcleo de la célula para evitar que el fagocito resulte dañado mientras
realiza su función normal
MUERTE Y DEGRADACIÓN:
FIGURA : Fagocitosis y destrucción intracelular de microbios. La fagocitosis de una partícula (p. ej., una bacteria)
implica unión de los receptores a la membrana leucocítica, atrapamiento y fusión de las vacuolas fagocíticas con los
lisosomas. Va seguida de destrucción de las partículas ingeridas, en los fagosomas, por parte de las enzimas
lisosómicas y de especies reactivas del oxígeno y el nitrógeno. Los productos microbicidas generados a partir del
superóxido (O-2) son el hipoclorito (HOCL-) y el radical hidroxilo (-OH), y el derivado del óxido nítrico (NO) es el
peroxinítrico (OONO-). Durantge la fagocitosis, los contenidos granulares pueden ser liberados a los tejidos
extracelulares (no se muestra). ERO, especies reactivas del oxígeno, INOS, sintasa inducible del NO; MPO,
mieloperoxidasa.
Oxido nítrico. El NO, un gas soluble producido a partir de la arginina por acción de
la óxido nítrico sintasa (NOS), participa también en la muerte microbiana. Hay tres
tipos distintos de NOS: la endotelial (eNOS), la neuronal (nNOS) y la inducible
(iNOS). La iNOS, el tipo implicado en la muerte microbiana, es inducida cuando los
macrófagos y los neutrófilos son activados por las citocinas o por productos
microbianos. En los macrófagos, el NO reacciona con el superóxido para generar el
radical libre altamente reactivo peroxinitrito (ONOO~). Estos radicales libres
derivados del nitrógeno, similares a las ERO, atacan y dañan a lípidos, proteínas y
ácidos nucleicos de microbios y células del anfitrión.
Las enzimas de los distintos gránulos están destinadas a funciones diferentes. Las
proteasas ácidas degradan bacterias y residuos en los fagolisosomas, que son
acidificados por las bombas de protones de membrana. Las proteasas neutras
degradan colágeno, membrana basal, fibrina, elastina y cartílago, dando lugar a la
destrucción de tejidos que acompaña a los procesos inflamatorios. Se ha demostrado
que la neutrófilo elastasa degrada factores de virulencia de las bacterias y, en
consecuencia, combate las infecciones bacterianas. Los macrófagos también
contienen hidrolasas ácidas, colagenasa, elastasa, fosfolipasa y activador del
plasminógeno.
Debido a los efectos destructivos de las enzimas lisosómicas, la infiltración
leucocítica inicial, si no se regula, puede incrementar la inflamación dañando los
tejidos. No obstante, estas enzimas perjudiciales son controladas normalmente por un
sistema de antiproteasas presente en suero y líquidos tisulares. Hay que destacar entre
ellas la α1-antitripsina, que es el principal inhibidor de la elastasa de los neutrófilos.
Una carencia de estos inhibidores da lugar, en ocasiones, a una acción sostenida de
las proteasas leucocíticas, como sucede en pacientes con carencia de -antitripsina. La
α 2-macro- globulina es otra antiproteasa presente en suero y en distintas secreciones.
Otros contenidos de los gránulos microbicidas son las defensinas, péptidos granulares
ricos en arginina catiónica que son tóxicos para los microbios; las catelicidinas,
proteínas antimicrobianas presentes en neutrófilos y otras células; la lisozima, que
hidroliza el enlace ácido murámico-N-acetilglucosamina, presente en el revestimiento
glucopeptídico de todas las bacterias; la lactoferrina, proteína de unión al hierro
presente en gránulos específicos, y la proteína básica principal, proteína catiónica de
los eosinófilos, de actividad bactericida limitada, pero que es citotóxica para
numerosos parásitos.
Como parte de la reacción de defensa normal contra las infecciones, cuando los tejidos
adyacentes sufren daño colateral.
Cuando la respuesta inflamatoria se dirige de manera inadecuada contra los tejidos
del anfitrión, como sucede en determinadas enfermedades autoinmunitarias.
Cuando el anfitrión experimenta una reacción excesiva contra sustancias ambientales
habitualmente inofensivas, como en las enfermedades alérgicas.
En todas estas situaciones, los mecanismos mediante los cuales los leucocitos dañan
los tejidos son los mismos que los implicados en la defensa antimicrobiana, ya que
una vez que se activan, los mecanismos efectores leucocíticos no diferencian entre agresor
y anfitrión. Durante la activación y la fagocitosis, neutrófilos y macrófagos producen en
el fagolisosoma sustancias microbicidas (ERO, NO y enzimas lisosómicas), que son
también liberadas al espacio extracelular. Tales sustancias son capaces de dañar las
células normales y el epitelio vascular, amplificando los efectos del agente lesivo inicial.
Si no se regula o es inadecuadamente dirigido contra los tejidos del anfitrión, el propio
infiltrado leucocítico se convierte en el agresor; en realidad, la lesión tisular dependiente
de leucocitos es la base de numerosas enfermedades humanas agudas y crónicas. Los
contenidos de los gránulos lisosómicos son secretados por los leucocitos al medio
extracelular mediante diversos mecanismos. La secreción controlada de contenidos
granulares es una respuesta normal de los leucocitos activados. Si los fagocitos
encuentran materiales que no pueden ser ingeridos fácilmente, como los
inmunocomplejos depositados sobre superficies lisas no móviles (p. ej., la membrana
basal glomerular), la incapacidad de los leucocitos para englobar e ingerir tales sustancias
(fagocitosis frustrada) desencadena una intensa activación y liberación de grandes
cantidades de enzimas lisosómicas al medio extracelular.
Quince días antes del ingreso consulta por disuria y tumoración lumbar izquierda en
apirexia, con diagnóstico de probable infección urinaria, se indica tratamiento antibiótico
que recibe en forma irregular.
Se rota plan antibiótico a clindamicina y gentamicina i/v, que recibe por 6 días. Persiste
febril hasta el drenaje quirúrgico que se realiza a las 48 horas del ingreso, del que se
obtienen 60 ml de pus que desarrolla SAMR-AC sensible a gentamicina, trimetroprim-
sulfametoxazol (TMP-SMX) y clindamicina. Hemocultivo sin desarrollo.
Se valora con resonancia nuclear magnética (RNM), descartándose la afectación ósea
vertebral y medular. Hospitalizada durante 10 días presenta una buena evolución,
completándose 21 días de tratamiento con clindamicina vía oral.