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rence tenes SEES XI PERTENECER Y PARTICIPAR Rehusar, negar, censurar, mostrar desagrado en- trafia siempre tomar distancias, seftalar fronteras. Por ello atirmar nuestra desaprobacion 0 desa- cuerdo nos acarrea un cierto aislamiento frente a algo o alguien. Es declarar que no nos place lo que oires hacen y que no podemos identificarnos ple- namente con ellos. Nuestro rechazo trae consigo nuestra propia distanciacién. Esta puede ser Heva- dera o hasta deseada. Pero puede también llegar a tener costes elevados. El ostracismo y la soledad en, algunos casos, y en otros, mas extremos atin, Ia persecucién y el castigo. En la vida cotidiana, las, cosas suelen ir menos lejos, pero las consecuencias no son menos palpables. Quienes se sienten critica dos 0 desdenados tampoco cuentan con nosotros si pueden evitarlo. ‘Acabamos de ver la enorme importancia moral que tiene saber decir no. La tiene porque nuestra integridad supone afrontar tales inconvenientes. No sélo responde a nuestro inalienable derecho a ser diferentes sino que constituye, precisamente, la razén que nos obliga a buscar una convivencia vilizada entre gentes con intenciones divergentes € intereses encontrados. A saber guardar distancias sin herir innecesariamente. Frente a la corriente centrifuga que impele a 135 peisouas, instituciones, empresas, colectivos, gre- mios, vy toda suerte de asociaciones y coniunidades, a buscar un espacio de realizacién diverso al de los dems y a veces hasta hostil a ellos, existe una co- Hienie contraria, cenirfpeta, que nos induce a inte- ghartios en un todo comiia, Ese todo comin es el de Ja espevie o el de la raza humana para quienes tienen la noble capacidad de sentirse ciudadanos de! mundo. Para la mayoria el todo social ha sido. hasta hace poco, y en los paises occidentales, la na. cién, con su correspondiente caparazén politico, el Estado, Nuestra sociedad era nuestro pais, El inte- general y el bien conin, eran los del pais. Hoy, m embargo, con la ampliacion y hasta mundiali- zacién de la vida social, las fronteras son mas am- plias que las de una comunidad nacional, aunque muchos se sientan més ligados todavia a comuni- dades éticas, religiosas, partidistas 0 tribales que a la generalidad de los mortales, La presencia simulidinea de las tendencias cen- wrifugas y Jas centripetas de la vida social crea una tension permanente. Con frecuencia tendencias cenitrifugas como son Jas que favorecen las ganan- cias y crecimiento de un grupo privilegiado (una empresa, una clase social) a expensas de otros son compatibles con las que exigen que todos los giupos legitimamente existentes prosperen y vivan en paz. Nadie ha inventado una solucién perfecta para que todas las fuerzas sociales convivan sin que unas medven y otras languidezcan, pero sf hemos conseguido una frmula politica’ que hace que nuestra convivencia sea menos cruenta de lo que podria ser. Se trata de la democracia, La mejor solucién para que clases sociales, em presas, instituciones y toda suerte de colectivos co exisian y compitan entre si de un modo no sélo pa- cifico sino hasta a ser posible complementario y 136 ? | [ | | i mutuamente beneficioso es la que ofrece Ja demo- cracia. La democracia, pues, no es solamente un ré- gimen politico en el que el gobierno tiene que ren- dir cuentas al pueblo, en el que elegimos a nuestros representantes y en el que expresamos sin cortapi sas nuestras opiniones. Es también una via civica para la convivencia, una arena para la contienda pacifica entre intereses encontrados. En democra~ cia los conflictos se resuelven en el parlamento, ante comisiones de arbitraje, ante los tribunales, a través del debate en la prensa, o hasta mediante presiones tan fuertes como puedan set una huelga © una manifestacion popular. En ningdn caso se amedrenta ni dana al contrincante con la violencia. ksta bien claro pues que civismo y democracia se hallan intimamente ligados. Una democracia in- civil es, sencillamente, inconcebible. En algunos Iu gares subsiste un cierto civismo sin democracia, pero su vida es mucho mas precaria. La dentocracia es la expresion politica del civismo, y éste florece mejor en ella que en ningun otro ambiente politico conocido. La democracia no ha suministrado una solucién perfecta a la cuestién de los intereses encontrados, ni ninguna de las democracias existentes es satis- factoria. No obstante, desde el punto de vista poli tico, ese viejo invento de los antiguos griegos que los modernos hemos abrazado com tanto entu- siasmo ha resultado ser nuestra mejor formula para habérnoslas con las dos grandes tendencias contradictorias de la vida social: Ia altruista y la egoista, la comunitaria y la competitiva, la de la identificacion y la de la Separacién. Por ello, tras haber dedicado una cierta aten cién en el capitulo anterior a aquello que legitima- mente nos conduce a separarnos y tomar distan- cias, a decir no, conviene ahora que prestemos al- 137 guna ocién @ un imperative moral opuesto, nada desdefiable: el que aconseja, por no decir obliza, a reconocer nuestra pertenencia a una co- munidad de seres humanos sin fronteras. Sin fra- ternidad no hay civismo. O mejor dicho, el civismo sin fraternidad es una comedia de modales vacios e hipécritas. Una comedia que sirve sélo para hacer mas cruel la explotacion de los mas débiles a ma- nos de los mas fuertes, o la manipulacién de los primeros por los segundos. El imperaiive de ta solidaridad, al que responde Ja prictica de la fraternidad humana, no consiste en que tengamos que entregar nuestras vidas por el bien de lus demuis. No cabe duda de que algunos se- res huianos son capaces de hacerlo, y que mere- Cen uuesiva miayor admiracion: vemos ejemplos de ello cada dia en los hospitales, entre los misioneros que acuden a los lugares mas peligrosos de la Tie- rma con el dnico atan de ayadat a las victimas de la guerra o de la miseria, en familiares abnegados cuya callada solicitud y paciencia para con sus alle- gados desvulidos pasa'a veces desapercibida. Lo ve- mos tunibiéa en personas que, sin renunciar a todo, no obstaite entregan una gran parte de su tictpo y desvelos a causas nobles y altruistas. El voluntariads, formado en gran parte por gentes j6- venes, no espera Sueldos elevados ni promocién al- guna en el cjercicio de sus tareas altruistas. Aunque su actividad merezca también no poca admiracion, ¥ que les echemos un cable si no tenemos ocasién Para unirnos a sus eshierzos, tampoco es posible reducir todo civismo altruista al que muestran gen- tes gencrosas como ellas. Lo que si es necesario es relacionar el civismo con una actitud basica de sotidaridad ciudadana: la de no ser indiferentes al prdjimo, ni inhibirse total- mente ante los males de que sufren muchos miem- 138 bros desafortunados de nuestra comunidad. Se rata, simplemente, y para decirlo coloquialmente, de no pasar de ellos. No pasar se refiere a una mo- ral solidaria minima o minimalista, por la que hay que abogar en toda democracia. Tiene mayores consecueneias de lo que a primera vista pueda pa- recer, Entrafia elevar el civismo a virtud esencial de Ja democracia. En efecto, no pasar significa mostrar unt interés activo por la vida de los demas. Mostrar interés no es mostrar una curiosidad deferente o distante. Ni su contrario, que ouestra vida se vuelque entera- mente en ayudarles. Es, tan solo, dar seriales feha- cientes de pertenencia a nuestra comunidad. Acu- dir a votar en unas elecciones; llamar la atencion piiblica sobre algo que no va bien a través de una carta publicada en la prensa, 0 mandarsela a las autoridades; manifestarse en la calle a favor de cualquier causa respetable; estar presente en una asociacisn de padres de alumnos, y tantas activida des mas, compatibles con las tareas de cada cual. En otras palabras, participar. Son actividades que requieren de nosotros esfuerzos muy circunseritos. En su conjunto forman el tejido de una buena de- mocracia y de una mejor convivencia. Pertenecer participando es ser un ciudadano activo, no pasivo. Pero ser un ciudadano activo no entraia ser un mi- litante enfervorecido de causa alguna, como tam- poco significa ser un politico profesional. El p: mero podria serlo por fanatismo o arrebato, el se- gundo por ocupaci6n y obligacién a sueldo. La disyuntiva entre militancia y abulia publica es enteramente falsa. Participar minimamente, to- marse un interés activo minimo por el mundo hu- mano que nos rodea y por los problemas de los de- mas es una tercera solucién, amable, compatible Jas mds de las veces con nuestras ocupaciones mas 139

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