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El comienzo Directo

Consiste en entrar en materia sin preámbulos. Señores: voy a defender las ideas democráticas, si
es que quieren escucharla. Es un comienzo propio de la oratoria académica y militar. También es
el comienzo adecuado a los discursos fúnebres y a los discursos oficiales. Es un comienzo propio,
también, de la oratoria sagrada. Pero exige el máximo sentido común: no es lo mismo predicar a
quienes están familiarizados con la Palabra de Dios y valoran la vida espiritual
(auditorios, ciertamente, poco comunes) y al pueblo corriente de la misa dominical…
El comienzo directo a la hora de predicar la palabra por primera vez, supone siempre que el
orador no necesita conquistar la atención y el beneplácito del auditorio. No es el caso corriente a
nuestra predicación. De todas formas, siempre se ha de usar una fórmula estimulante, motivadora,
atrayente:
“La palabra de Dios que acabamos de escuchar parece escrita para los sucesos del Golfo
Pérsico… (de nuestra ciudad, barrio, etc.). En efecto, según el diario Tal y cual del miércoles
pasado…”

“El evangelio de hoy, el buen Dios, lo ha preparado para todos los que sufrimos. ¿Hay alguien aquí
que no tenga algún sufrimiento?”

“El mensaje que hoy contiene la Palabra de Dios puede solucionar todos los problemas
familiares…”

Predicar la palabra con una experiencia


personal
Predicar la palabra de Dios utilizando una narración de la vida personal es un recurso
altamente efectivo. Es una narración donde el propio orador se presenta como protagonista del
hecho narrado. El relato de una experiencia propia, vivida por el que habla, posee gran fuerza
oratoria. Es obvio que la anécdota debe vincularse al tema tratado, parecer verosímil, y evitar
cualquier aproximación al “autoelogio”.

Predicar la palabra con una afirmación


sorprendente
Algo que el auditorio no se puede imaginar. Una afirmación inesperada y categórica con el objeto
de impresionarlo,

“Estoy convencido de que la fiesta de Navidad debe ser suprimida”. Así comenzó un predicador
una excelente predicación sobre el sentido y la falta de sentido (para otros) de la Navidad.

Predicar la palabra con humor


El recurso del humorismo exige especial prudencia. No es aplicable a cualquier circunstancia y,
además, cada uno sabe si es o no gracioso. “Hacerse el gracioso” tiene bastantes riesgos… sobre
todo, tratándose de la predicación.
Formas de predicar la palabra de Dios por primera vez

Pero si, efectivamente, el orador ha sido dotado con la vena humorística, y eso cada uno lo sabe.
El humor es un recurso que siempre hará interesante el discurso. Es importante que tengas
cuidado de utilizar este recurso si vas a predicar la palabra por vez primera. Este recurso lo
puedes ir modulando en la medida que vayas adquiriendo cierta experiencia. ¡Cuánto puede servir
para predicar a los chicos… y a los grandes!

Predicar la palabra con una cita famosa


De la Biblia (eventualmente de los libros sagrados de otras religiones);
De los santos;
De algún personaje histórico, literario, científico…;
De estrofas poéticas.

La importancia de esta fórmula radica en que nos remitimos a una personalidad con autoridad
mayor que la nuestra. La gente gusta conocer que han dicho los hombres famosos (han de ser
conocidos por el auditorio o aclararles quiénes fueron).

En el caso de la poesía, se añade la gracia y el encanto que normalmente la acompañan; y


tratándose de la Biblia, la fuerza y la majestuosidad de apelar al testimonio mismo de Dios.

Dentro de esta fórmula, se incorporan los refranes y proverbios que, por su sencillez, concisión y
sabiduría, tienen general aceptación.

Predicar la palabra con un comienzo


aparentemente casual
Es un comienzo que parece surgido allí, en el momento, pero, en realidad, ha sido pensado
previamente.
“Esta mañana, recorriendo la ciudad, observé la profusión de afiches con que han anunciado esta
charla. Me conmovió constatar el esfuerzo que todos ustedes realizaron por el éxito de esta
Semana de la Juventud”.
Un comienzo así acorta inmediatamente las distancias, crea un clima de familiaridad, produce la
impresión de que el orador y el oyente son “viejos amigos”. Debe ser natural, espontáneo, cálido.

Predicar la palabra con una acción


sorpresiva
Un predicador arrojó un puñado de granos de trigo sobre el piso de mosaicos, para iniciar su
comentario a la parábola del sembrador. En un discurso de despedida de alumnos de quinto año,
el orador comenzó, calculadora en mano, haciendo el cálculo de las horas que había pasado junto
a esos alumnos durante esos años.

El gesto puede ser múltiple: mostrar un objeto, romper algo, escribir en un pizarrón, hacer un
ademán dramático…

Este tipo de comienzo, por inusitado, despierta la curiosidad, llama la atención, y, según las
circunstancias y la forma, puede crear una gran expectativa.

Predicar la palabra conectando el tema con


los intereses del auditorio
Todos nos sentimos atraídos por lo que nos toca de cerca, por lo que nos puede beneficiar o
perjudicar. Nada hay más importante para nosotros que nosotros mismos. “El tema que voy a tratar
afecta los negocios de todos ustedes. En realidad, afecta el precio de la comida que comemos y el
alquiler que pagamos. Más aún, afecta el bienestar de nuestras familias y de la comunidad toda”.

Predicar la palabra de Dios con un comienzo así prende de inmediato al auditorio, y más aún
si es la primera vez, ya que toca nuestro interior, se refiere a algo valioso para nosotros. No
puede fallar. Es una de las mejores formas de iniciar un discurso.
El ejemplo propuesto podría ser el comienzo de una charla sobre la justicia, pero habrá quien
prefiera comenzar más o menos así: “Hoy nos hemos reunidos para examinar juntos la virtud de la
justicia”.

Predicar la palabra con un acontecimiento


reciente
Es una variante de la anterior. La gente dedica muchas horas a la prensa, la radio, la televisión…
Si ha habido un acontecimiento significativo en el barrio, en la ciudad, en el país, en el mundo…
(sobre todo, si es suficientemente conocido), se puede aprovechar para presentar el tema del
mensaje siempre que la relación no sea forzada. También entran aquí los acontecimientos de la
Iglesia universal, nacional, diocesana, parroquial…

Predicar la palabra con una aclaración


interesante
Con frecuencia (casi diríamos, a cada paso), surgen, en el evangelio, detalles que es oportuno
aclarar. Se hacen interesantes, e incluso, pueden orientar toda la predicación. Son muy variados:
la etimología de las palabras; su significado más expresivo en hebreo o griego; la fuerza de ciertas
imágenes: la piedra del molino, los diez mil talentos, la figura del pastor…
Del texto y el contexto; de las circunstancias de lugar, tiempo y costumbres, se pueden lograr muy
interesantes formas de empezar la predicación, y además, hacer más comprensible el texto (=
mensaje) bíblico. (¿Alguien explicó alguna vez qué son las “filacterias”?).

Algo que debes tener en cuenta al predicar


la palabra
El comienzo o introducción es lo último que se prepara. Podremos así elegir, con mayor seguridad,
entre las posibilidades analizadas, la que guarde mayor relación con el conjunto de la predicación,
su finalidad, el auditorio…

No debe ser lo mejor del mensaje, porque así prometería más de ¡o que dará el mensaje
mismo. Debido a que el comienzo tiene la vital función de captar la atención y presentar el tema, es
necesario escribirlo detalladamente para asegurarse la mejor redacción posible. Mientras lo revisa
y lo pule, debe preguntarse: ¿Llamará la atención de los oyentes? ¿Introduce naturalmente el
tema? ¿Tiene las cualidades básicas de un buen comienzo; interesante, atractivo, sencillo, claro,
breve, apropiado al tema?.

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